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Número 231-232

Serie XXIV

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¡Demasiado Estado! ¿Menos Estado?

¡DEMASIADO ESTADO! ¿MENOS ESTADO?
POR
]EAN PAUL BOLUFBR (º)
Como preámbulo cliré, simplemente, que aun siendo «enarca»
no

me considero por ello un claro representante de la escuela a
la
cual debo parte de mi formación. Pido, pues, que no se juz­
guen mis ideas, que sin duda alguna son algo iconoclastas con
relación al Estado, como representativas del pensamiento de
los antiguos alumnos de esta escuela,
y que esta escuela no sea
juzgada por
mis opiniones.
Demasiado Estado es, en efecto, el eslogan que, cara a los ex­
cesos cada vez más visibles del Estado en intervenciones y regla­
mentaciones, resuena. desde
mayo de

1981. Por supuesto que se
escucha en las
filas de

la oposición y también desde bace algunos
meses en las corrientes menos
marxistas del

partido socialista.
Se oye a M. Delors y a M. Fabius, en particular,
decir que

existe
en Francia demasiado Estado. Ni un solo orador de los
que to­
man la

palabra hoy,
ni ningún autor que redacte una obra se
sustrae a hacer de este
«ras-le-bol,• anti-Estado
una pieza maes­
tra de su análisis. Siendo así, y puesto que estamos en el marco
de un Club de Reflexión, se puede convertir en una realidad lo
que no es todavía más que un eslogan. Dicho de otra manera, debemos pasar del demasiado Estado actual al menos Estado
posible. Ante todo
diré que yo mismo soy muy partidario, des-
(º) Jean Paul Bolufer es animador del Qub de Refilexi6n, Club de la
Cit¿, coautor del libro Proiet pour la France; en colaboración de otro club
de reB_exi6n lionés, Club de l'Astrolabe, que mereció el Prix. Renaissance: Es
antiguo alumno del E. N.A. (y, por ello, dice que es «enarcalil' como alumno
que fue de esa escuela) y Maltre de ConférenCe en el Institut d'Etudes
Politiques de París.
t35
Fundaci\363n Speiro

JEAN PAUL BOWFER
de hace muchos años, de una modificación del papel del Estado,
lo era incluso cuando nadie hablaba de ello.
Esto me permite
·mostrar · hoy cierta piwlencia ant.e estos nuevos conversos, en los
cuales el ei de una reflexión insuficiente y, en consecuencia, de un compor­
tamiento que corre el riesgo de no ser sino humo de pajas, sin
porvenir. No querría caer en una especie de manierismo inte­
lectual ·que se practica frecuentemente, pero creo que no es po­
sible hablar seriamente del papel del Estado sin preguntarse, en
primer lugar, por las causas históricas del crecimiento del Estado. Sobre
las. causas

del crecimiento del poder en nuestro país
se han lanzado diversas explicaciones.
De todas ellás mantendré
tres. No son las únicas, pero son las principales, al menos
las
más interesantes en relación a nuestro tema. La primera
· eitplicación fue

propuesta en el siglo pasado por
Alexis de Tocqueville en su
obr~ El antiguo ~égimen y la revolu­
ci6n.
Según Tocqueville habría continuidad entre el antiguo régi­
men y la revolución. Y
la centralización revolucionaria . y, sobre
todo la imperial, simplemente perfeccionaba la obra de centra­
lización monárquica. He
aquJ la

tesis de Tocqueville.
¿ Qué causa atribuye él a este crecimiento continuo del poder
en nuestro país? Esencialmente una pétdida del sentido cívico
y,
todavía más, tal vez, una esclerosis de los cuerpos intermedios re­
presentarivos del pueblo. La segunda explicación, mucho más reciente, es la dada por
Alain de Peyrefitt en El mal francés, libro que fue de bnen tono
leer hace algunos años. El análisis de Alain de Peyrefitte
se apro­
xima

bastante, en ciertos aspectos, a la
de Aleitis de Toéqueville,
pero Peyrefitte insiste sobre todo en el hecho
de que la centra­
lización resulta un mal propio de Francia; de ahí el título
de su
obra,
El mal francés, y, de una forma más general, es propio de
las
· naciones

católicas.
Hay. una
frase en su obra que resume su
pensamiento: «La Iglesia
-dice-ha

copiado a Roma (hace alu­
sión al nacimiento y desarrollo de la Iglesia a partir
de Cons­
tantino),
y Francia ha copiado a la Iglesia». He aquí la tesis y
explicación propuestas por M. Peyrefitte.
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Fundaci\363n Speiro

¡DEMASIADO ESTADO!. ¿MENOS ESTADO?
La tercera explicación es . del especialista en historia de las
ideas políticas Bertrand de Jouvenel. Ha escrito varios libros,
de los cuales, uno en particular sobre el tema. Se titula
Del poder,
con el siguiente subtítulo: Historia natural de su crecimiento.
Es, pues, nuestrQ tema. J ouvenel, cuya reflexión a mi modo de
ver es la más interesante, estudia en esta obra lo que, no sola­
mente en
Francia sino

en
el mundo, ha podido hacer crecer el
Estado en proporciones totalmente excesivas. Para
él la causa principal se. halla en Francia (y en cualquier
parte), en los períodos revolucionarios. Según
él, en efecto, y
sus
palabras nos parecen confirmadas por otros acontecimientos
como la revolución de 1917, el origen de los poderes fuertes está
siempre en las revoluciones, y hay una fórmula muy chocante en
su libro y que nos invita a meditar: «La revolución
-dice--Ji.
guida la debilidad y alumbra la fuerza». Es una bella fórmula.
He aquí las tres explicaciones que nos son propuestas para
explicar el crecimiento del Estado. Naturalmente, cada uno de
estos análisis contiene, -como siempre, tratándose de personas de
calidad, una parte de verdad. La dificultad está en hacer una sín­
tesis de estas partes de verdad. Trataré yo de
esbozar una,

apo­
yándome en trabajos más recientes, como el del historiador Emma­
nuel
Le. Roy Ladury y en aquellos que llaman algunas veces de la
escuela de los nuevos historiadores, en particular de
. Jos
nuevos
historiadores que
hao estudiado el período de la Revolución y
del Imperio. Esbozaré esta síntesis en tres puntos.
Primer punto,-La centralización, efectivamente, ha alcan­
zado en Francia un
grado desconocido
por las naciones con un
sistema de valores comparables
y, en este sentido, creo acercar­
me a la idea de
Alain Pryrefite cuando dice que este mal es es­
pecífico de

nuestro
país.
Segundo punto.-Me acerco a la tesis de Tocqueville, ya que,
si bien hubo bajo la monarquía, y en particular bajo Luis XIV,
una obra de centralización, hay que tener mucho cuidado· con
la definición de los términos: se trata, en efecto, esencialmente,
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Fundaci\363n Speiro

]EAN PAUL BOLUFER
de una centralización del poder político. En otras palabras, y
esta obra
,ha empezado, como es tnuy bien sabido,, antes de
Luis XIV, una lucha entre el rey
'y los señores feudales, se en­
tabla bajo
la monarquía, pero fue una lucha cuyo objetivo era
conseguir que el poder político recayera
sólo en el rey de Fran­
cia ( es por demás una de las explicaciones del término monar­
quía absoluta), pero esta
centralización fue
política y trató de
reducir los poderes feudales. No fue administrativa, ni econó­ mica, ni
cu),tural. Como

muy bien dice
Le Roy Ladury, no se
puede comparar el aparato administrativo y policial del
estado
de

Luis, XIV, aparato ridículo y esquelético,
· con
nuestra admi­
nistración moderna. Además, bajo el antiguo
regimen, las

cor­
poraciones, las universidades autónomas, los municipios francos,
los parlamentos, jugaban todos ellos un papel social de consi­
derable contrapeso con respecto al Estado central que se esfor­
zaba en «centralizar» sobre sí el conjunto de las prerrogativas políticas.
Tercer punto.-Doy la razón a Bertrand de Jouvenel: es
cierto que la Revolución
y el Imperio marcan una etapa deci­
siva. ¿Por qué? De una parte porque entre 1789 y 1791, es
decir, -en 24 meses, prácticamente se asiste a la supresión, por
vía legal, de los cuerpos intermedios que yo evocaba antes, es
decir, las universidades autónomas, los municipios francos, los
parlamentos, las corporaciones, etc., y a la recuperación de los poderes ejercidos por estos cuerpos intermedios. Por otra parte,
porque, en el vado así creado, Napoleón I va a construir su
obra administrativa, universitaria y social que será una obra de
centralización estatal.
Después de haber buscado las causas y efectuado la síotesis
de las diversas explicaciones que nos han sido propuestas, hay
que ir más lejos y preguntarse por qué, después de todo, se ha
asistido a esta evolución que no iba forzosamente con
'las co­
rrientes

dominantes en 1789. Podría, por el contrario, haberse
encaminado hacia
úna situación

no solamente de muy amplia
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¡DEMASIADO ESTADO! ¿MENOS ESTADO?
descentralización, sino también de relativa anarquía, como ocu­
rrió durante los primeros meses de la Revolución. Esta evolu­ ción se explicá como, a menudo en historia, por una razón ideo­
lógica que tiene por nombre la idea de soberanía nacional. ¿Qué
. significa? En

la primera mitad del siglo xvm la idea era que la
soberanía
corresponde a

la Nación y que la Nación, en función
de otra teoría; que es la teoría de la «voluntad general», tal
como la describe J.-J. Rousseau en I'.l contrato social, delega su
soberanía en los representantes que, de hecho, según
J.-J. Rous­
seau, forman una
.unidad con

ella y constituyen el Estado. En
este punto es bien evidente que existe una confusión tremenda
entre
la Nación y el Estado, puesto que el Estado es, obligato­
riamente, el representante de la Nación. Por consiguiente, no
cabría otra soberanía que la del Estado que representa a la Na­ ción, la del Estado-Nación. Los poderes del conjunto de los
cuerpos intermedios (esto que explica la evolución 1789-1791)
son suprimidos y quedan en
lQ sucesivo

cara a cata, por más de
. un

siglo en un trágico cata a cara, el Estado de un lado y
el
individuo del otro, Pero corno el individuo es un. individuo ais­
lado que es teóricamente rey, puesto que dispone del sufragio,
pero que está prácticamente sujeto y es impotente, ya que está
sometido sólo al Estado, el resultado es que el Estado, natural­
mente,. llena el

vacío así creado.
De esta suerte, y esto es
. esencial

pata nuestra reflexión, al
contrario de lo que se cree, y éste será el primer propósito ico­ noclasta que expondré, el individualismo absoluto, el
culto del
individuo a cualquier precio es el mejor auxiliar del estatismo.
Esto es lo que muestra el atento estudio de este período de nues­
tra historia. Y o tengo por
costun1bre citar,

a este propósito, una
frase de un orador moderado de principios del siglo
XIX, cé­
lebre por su discurso sobre la libertad de prensa, que estaría
hoy
de

actualidad,
llamado Royer-Collatd. Explicando

esta evolución
histórica
y resumiéndola en una fórmula patticularmente acla­
ratoria, declaraba en la Cámara de los Diputados:
«Allí donde
sofamente hay. individtios, todos los asuntos que no son suyos,
que no son asuntos puramente individuales, son asuntos públí-
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Fundaci\363n Speiro

JI;AN PAUL BOWFER
cos, asuntos del Estado. «Es así -proseguía Royer-Collard-, ·
como

nos hemos convertido en un pueblo de administrados de
la mano de funcionarios irresponsables, centralizados ellos mismos en el .poder, del que son los
ministros»; Fue

el 22 de ene­
ro de 1922 cuando Royer-Collard
hizo esta

declaración. Se pue­
de imaginar con qué efusión, un siglo y medio más tarde, este
orador
describirla la

dominación aplastante del Estado sobre la
Sociedad; él, que recelaba que las democracias contemporáneas
degenerarían en totalitarismo bajo el efecto conjugado del
in­
dividualismo absoluto y del peso de la butocracia. Se unía así
a Alexis de Tocqueville que, en su célebre obra sobre la
Demo­
crac#a en América escribía, al regresar .de este país en 1835: «Si
se
viniese alguna

vez a
fundar una
república democrática como la
de Estados Unidos en un país donde el poder de uno solo es­
·tuviese ya establecido (habla de Napoleón), hubiera impuesto,
tanto en las costumbres como en las leyes la centralización ad­ministrativa, en una república semejante, no temo decirlo, el
despotismo se volvería más in tolerable que en cualquiera de las
monarquías absolutas de Eutopa.
Hará falta

pasar a Asia para
encontrar algún 'caso comparable».
¡He aquí lo que declabaran Royer-Collard y Tocqueville
y
que nos invita a reflexionar! Llego a una primera conclusión que me parece clara: El re­
troceso del Estado, una
aspiración común

para muchos ciuda­
danos de hoy, no puede apoyarse en los individuos aislados,
anulados frente al poder e impotentes no solamente para resis­
tir sus atentados sino, sobte todo, para reivindicar las atribu­
ciones que hoy ejerce el Estado y que sobrepasan con mucho sus
posibilidades. Es la desaparición
y la

esclerosis de los cuerpos
sociales intermedios entre el individuo y el Estado, que han de­
jado campo libre a las intervenciones excesivas de la
Adorinis­
tración.

La
vía de
una verdadera renovación pasa por
la recons­
trucción de estos
mismos cuerpos

sociales. Esto
significa que
hace

falta volver a
r
entre Estado
·y Nación y que es necesario distinguir absolutamente entre los
dos
órdenes de competencias. Al Estado, las funciones políticas:
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¡DEMASIADO ESTADO! ¿MENOS ESTADO?
A la Nación (la nación entendida como el conjunto de los cuer-
. pos
intermedios), lo restante. Para ser más preciso y entrar pro­
gresivamente en lo concreto hace falta volver a dar a las fami­
lias, los municipios, las escuelas, las empresas, las .profesiones,
verdaderos poderes que les suministren medios de acción y pre­
rrogativas autónomas que les permitan ejercer las atribuciones
actualmente
reservadas al

Estado .. Tal es la razón por la cual, en
lugar de decir que hay demasiado
. Estado, lo

cual es evidente,
prefiero decir que no hay suficiente Nación, pues me parece más
de acuerdo con la naturaleza para definir las vías de una solución
concreta y de un verdadero cambio .. No se trata de criticar al
Estado, se trata de saber quién va a sustituir al .Estado en las
atribuciones que se estima deben tetirársele. Volveremos sobre
ello con más detalle.
DISTINCIONES FUNDAMENTALES ENTRE ESTADO Y NACIÓN.
Hablemos primero del Estado. Cuando éste sea repuesto sólo
a sus verdaderas funciones, no habrá ya ninguna razón para
desear menos Estado, al contrario, y éste será el segundo pro­
pósito iconoclasta qne trataré- Al contrario, yo deseo más Es­ tado para las funciones legítimas que ejeroe. Hace falta más
Es­
tado

en ·el orden político, lo que significa un Estado que tenga
para
él, en el campo ejecutivo, la autoridad, .la fuerza y una
cierta dureza. Haoe falta más Estado en la policia, pues -sin
se­
guridad

la sociedad civil no puede
marchar bien. Hace falta más
Estado en
la defensa, y es anormal que hoy en día el Estado no
se
preocupe de

la defensa más que en el plano militar y olvide
que la defensa interesa a todos los sectores de la
ciudad, Hace
falta

más Estado en
la diplomacia; ésta está· hoy -recordad el
caso del gaseoducto siberiano-
mucho más
en función de in­
tereses económicos y comerciales. Hace falta también más Es­
tado en los grandes equilibrios económicos y financieros, en lu­
gar de perderse en reglamentaciones puntillosas o en asuntos
subalternos
y pienso aquí, en particular, en el caso de los avio-
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JEAN PAUL BOWFER
·nes espías. El Estado haría mucho mejor haciendo lo que no
hace, es decir, servir a las grandes prioridades
nacionales. Hace
falta

más Estado, en
fin, en la conservación de nuestro patri­
monio histórico. Esta
soberanía del

Estado es permanente motivo de discu­
sión en los asuntos que son importantes y hay que
tomar en

con­
sideración: son materias económicas,
Íiiancieras, políticas,

en las
cuales el poder del Estado debe ser preservado a cualquier precio.
Podemos poner algunos ejemplbs ..
· Hay

que distinguir entre las concentraciones industriales na­
cionales
y, con mayor motivo, en aquellas que son multinacionales,
las concentraciones
que están justificadas por una
razón económi­
ca

o técnica, y las que son simplemente
el resultado de un acuer­
do exorbitante
y que terminarían pór destruir el tejido industrial
francés, pues no hay
que. olvidar
que su riqueza está constituida
por pequeñas y medianas empresas.
En este mismo espíritu serían convenientes cuantas medidas
permitieran, en el plano de financiación de la economía, lograr
una separación más
clara de las empresas industriales y de los
organismos de crédito que

tienden a convertirse en
propietarios
de

nuestra economía. Estos organismos bancarios, en la mayo
0
ría de los casos, están nacionalizados y, por esta vía, se produ­
ce una
estatización completa

de nuestra economía.
En
fin, queda también por asegurar la independencia del
Estado
con · respect~ a

los partidos ( sobre todo
del partido co­
munista)
y con respecto a ciertos sindicatos en los . que su po­
der en las empresas llega a límites tan· inaceptables, que mala­
mente se

puede imaginar
có~o una
nueva alternativa podrá na­
cer con
calma y

serenidad. Estos poderes y contra-poderes están,
en parte, ocultados por la situación política actual, pero desde
el momento en que la izquierda no estuviese en el poder favo­
recerlan, sin

duda, un fenómeno casi
insurrecciona!. Pienso,
en
particular, en la industria automovilística. Por supuesto, todo esto debe ser compatible con cuanto ex­
ponía anteriormente, "es decir, con el aumento de las competencias·
de la Nación a través de sus comunidades intermedias, y nada
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¡DEMASIADO ESTADO! ¿MENOS ESTADO?
debe traducirse, por otro lado, en una disminución del papel
del . Estado en. lo que corresponda
a su dominio, que es el do­
minio político.
Hace falta, como decía
anteriormente, rehacer

las
familias,
·
los

municipios, los colegios, las empresas y rehacer todas
estaS
comunidades

de manera que sean libres y poderosas.
Las familias.
Estoy asombrado, en el tema familiar, de una cosa comple­
tamente extraordinaria, Todos los políticos, desde Jean-Marie
Le Peo hasta Georges Marchais, pasando por todos los demás,
afirman
en
sus discursos que
la familia es la· célula base de la
sociedad. Pero, o bien se toma esta afirmación a
la ligera y en­
tonces es mejor no hablar, o
.se la

toma en serio y, en ese caso,
hace falta introducir en nuestra política una verdadera revolu­ ción. Porque
si la

familia es la célula base de
la sociedad, este,
quiere

decir que todo se basa en ella. Si la familia es verdade-·
ramente. la célula base de la sociedad, ¿dónde está, en nuestra
épocá, la política familiar?
La política familiar solamente apa­
rece. de tiempo en tiempo como la
aplicaci611 de
algunas- me­
didas sectoriales. Ejemplo: el aumento
de. las

ayudas
familia­
res;

se nos dice que el Estado totna
regularmente medidas
im­
portantes de política familiar. Pero esto no confirma el hecho que
la familia es

la célula base de la sociedad, ya que si verda­
deramente
lo. es

así, esta realidad debería
significar que en lo
sucesivo

todas las políticas sectoriales, en los ámbitos
econón!i­
CO, social ·y cultural deberían ser tomadas en. función de su re­
percusión sobre la sociedad familiar, sobre la vida familiar, es
decir, que todo, la política de salarios, de precios, social, de em­
pleo, de alquileres ..
,, todo

debería estar inspirado en el hecho
familiar y así permitir que la familia asuma al máximo sus res­ ponsabilidades. Estoy convencido que la familia es hoy una de
las soluciones fundamentales a la crisis que atravesamos. No se
resolverá esta crisis
. úpicamente con

medidas económicas o·
téc-
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JEAN PAUL BOLUFER
nicas. La crisis que atravesamos necesita, desde ahora, y necesi­
tará
más todavía en el futuro, esfuerzos y rigor. El discurso
• político sobre
la necesidad del esfuerzo y del rigor debe ser
recibido por las familias capaces de asumirlos. Debe ser recibi­
do. por

las familias
· que
se sientan verdaderamente
«responsa-'
bles»

de los poderes públicos,
qu~ tengan
medios para dar a sus
hijos una educación que va, precisamente, en el sentido del es­
fuerzo y
del rigor. Hace falt;, tener en la mente muy presente
que la familia es el vector de todo progreso material,
de todo
progreso social, de todo progreso cultural, educativo
y espiritual,
que la verdad social no es un
asunto de

economía sino, prime­
ramente, un asunto familiar; y esto es lo que
significa la

expre­
sión: la familia, célula
base de

la sociedad.
Hace falta, pues, proclamar el carácter fundamental de la
familia en el preámbulo de la Constitución. Hace falta reunir
los derechos propios de la familia en un c6digo solemne de
li­
bertades familiares. Hace falta proveer la representación de las
familias acerca de los poderes públicos
,por medio
de una Cá­
mara· de

la Familia. Creo, también, que es necesario
permitir
a

los padres
y a las madres, gracias a la creación de una asig­
nación única, pero sustancial y mejorada muy sensiblemente si
"uno de los cónyuges se consagra principalmente a
la educación
de los hijos, para asegurar su independencia material y escoger su estilo de vida. Y, sobre todo,
hay que favorecer, en el cam­
po de la salud, de la cultura, de la escuela, todas las disposicio­
nes que puedan reforzar la libertad, es decir, los poderes de las
familias con respecto al Estado. Estoy profundamente conven­ cido que ninguna sociedad puede privarle
de estas reservds ex­
traordinarias

de dinamismo, iniciativa y vitalidad que encubre
cada uno de estos hogares.
Los ·municipios.
De igual forma que cada uno de nosotros nace en una fa­
milia, cada uno vive y paga los impuestos en un municipio. Es,
144
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¡DEMASIADO ESTADO! ¿MENOS ESTADO?
pues, interesante ver cómo funcionan· 1as cosas a nivel de colec­
tividades .locales. Diría que los municipios deben reencontrar
los
· poderes

que les revierten
natutaltnente, es
decit, las
compe­
tencias

que pueden ejercer, bien entendido, con los medios
fi.
nancieros y administrativos correspondientes. · El principio que
debe· presidir

en nuestra organización territorial es extremada­
mente claro
y me pregunto por qué no se aplica desde hace
tiempo. No hay que delegar a las escalas superiores las atribu­
ciones que los escalafones inferiores e intermedios pueden asu­
mir perfectamente.
Tal es, evidentemente, el principio
de organización que da
la espalda a los centralismos, que es respetuoso
clel orden
de
las cosas,
y que podría generar una verdadera política de des,
centralización

a condición, quede
bien entendido,
de que los
medios financieros correspondientes estén condicionados a la de­
volución de estas nuevas competencias. Creo que sólo este prin­
cipio, que consiste en delegar al
máximo en

los niveles
infe.
riores aquello . que les pueda ser delegado, puede mostrar a los
regidores locales elegidos la vasta expansión de su posibilidad
de
acción, y

volver a dar un impulso de salud a nuestros mu­
nicipios. Es, pues, una integral puesta
en causa

del jacobinis­
mo y · de la centralización administrativa, y hace falta que el
alcalde y los concejales comprendan que no son solamente je­
fes de servicio técnico de su ciudad, que
han de ser los des­
pertadores y animadores de su municipio gracias a las libertades
locales reencontradas que
les permitan

despertar a sus conciu­
dadanos y mostrarles todo lo que pueden hacer juntos en un
·
espíritu

de unidad y armonía. Pertenece a nuestros concejales
la iniciativa de reunir y aprovechar las ocasiones más diversas
para unir a sus conciudadanos en objetivos precisos y practi­ car
así una

política que sea generadora
de cooperación,
de
amis,
tad y de ayuda mutu;.
145
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JEAN PAUL BOLUFER
Los eolegios. y las universidades.
Sé que hay el domingo, en Burdeos, una importante mani­
festaci6n
por la libertad de
enseñanza y
espero que muchos asis­
tirán a ella, cuya importancia, no lo dudéis un momento, será
tenida en cuenta con la mayor atenci6n por el Ministerio de
Educaci6n Nacional y por el Gobierno. ¿Pero puede esperarse, finalmente, una toma de posici6n neta e indiscutible en el de­
bate entre la enseñanza
ptíblica y

la enseñanza privada? ¿Qué
significa este

debate?
Quiere significar
que han
definido la
li­
bertad escolar como una especie
tímida de pequepa libertad

que
trataría de
hacerse admitir

frente a las prerrogativas del Esta·
do, y se oye a los responsables de la enseñanza libre decir que, a pesar de todo, tenemos derecho a esta libertad. Si una
visión
tal

prevalece hoy es por raz6n del equívoco que se ha mantenido
durante
decenas de · años

sobre el papel del Estado en materia
de enseñanza. Hay que disipar completamente este equívoco que es completamente
inverosímil y

decir
que: por ningtín título
(

salvo para sus
propios colegios,
por supuesto), el Estado pue­
de ser educador por la simple raz6n de que en una sociedad
libre la educación no le pertenece, la, educación es asunto de las
familias en
el. ejercicio

legítimo
de su libertad de escoger.
• Esta

es la
raz6n por

la deberán ser
definitivamente separa-
dos

el Estado y la
Enseñanza.
Corresponde

a
los padres

escoger el establecimiento que,
por su proyecto pedagógico, mejor se adecua a su
propio criterio
y,

al Estado, ofrecerles los medios materiales. As! el conflicto
entre el
sector ptíblico y

el sector. privado no
existitía más,
o
no restaría sino la cuestión circunstancial y provisoria de defi­
ní re! mejor sistema de financiación de los colegios. Sea un sis­
tema de bonos escolares o de cheques de educación, que me
parece la más rica de las posibilidades. Se puede pensar también
en un tipo de impuesto negativo, es decir, la posibilidad de que
los padres

deduzcan· de la renta que declaran cada año, a efectos
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¡DEMASIADO ESTADO! ¿MENOS ESTADO?
del impuesto de este nombre, las sUlllas que dedican a la edu­
cación de sus hijos en el
marco de su escolaridad.
Esta
lógica de una separación
definitiva de
la escuela y el
Estado es todavía
más evidente

para las Universidades, en la
que los programas
de la enseñanza y las actividades de investi­
gación deberían obedecer a la regla de
autonomía y competen­
cia.

Nada
j~stifica el inverosímil monopolio del Estado cen-
. tralizador

que nos sitúa, como excepción
-así lo
reconoceréis­
pdco envidiable entre los países occidentales, en el mismo cam­
po que el
de los.,países socialistas. En efecto, en Francia y en
los países socialistas el Estado se arroga el monopolio
de la
Universidad
y,. en

particular, el monopolio de conceder los
di­
plomas.
Tal

es la lógica a la cual la prudencia nos manda adaptamos
para salir de este profundo carril en el
cual se ,encuentra hoy
sumergido nuestro sistema· de enseñanza, bien sea privada o
pú­
blica,

incluso si esta prudencia debe ser el origen de una
ver­
·dadera

revolución.
Las empresas y· Ia vida económica.
Desde hace cincuenta años Francia es víctima de una inter­
vención
masiva del
Estado y de
una apropiación pública de los
medios de producción, pero igualmente de los medios de soli­
daridad nacional, de la cultura, de
la formación (radio, televisión,
en todos los casos), los medios de crédito, los seguros, la salud,
la energía, el transporte, etc. Francia ya no es un país
de liber­
tad económica y, por lo tanto, no se puede colocar entre los
países de libertad a secas. Pierre Mauroy· ha declarado
-y esta

es una de sus decla­
raciones
más inefables-

que las nacionalizaciones pertenecen
al genio nacional francés. Este genio consiste no
solamente en
nacionalizar, sino

en encontrar objetivos para calificar cada uno
de los períodos de nacionalización. Según esto, ha habido
las
nacionalizaciones patrióticas de la post-guerra y se ha nacionali-
147
Fundaci\363n Speiro

JEAN PAUL BOLUFER
zado Renault porque Louis Renault había colaborado. Después
ha habido las nacionalizaciones silenciosas surgidas de la crisis
de los años 70 y,
clespués, las

nacionalizaciones ideológicas- de
1981. Poco importan los adjetivos; se trata, en efecto, de un mis­
mo movimiento
· que

amenaza nuestras libertades y que tiene la
importancia de estar completamente de actualidad, realizando en todas las ramas de las que he hablado anteriormente. Progresi­
vamente, sin duda, pero sin debilidad, requieren que se las de­
senganche del Estado de uno modo general. Es el conjunto de las
intervenciones del
Este.do lo

que debe ser revisado siempre que
resulte posible y en todo caso, y
las tareas hoy aseguradas por
los

poderes públicos deben ser confiadas, sea a los particulares,
donde tengan posibilidad de asumirlas, sea a los cuerpos inter­
medios
-profesionales

o de tipo mutualista. Es necesario, en todo
caso, rechazar para el futuro
- la economía

administrativa, y des­
centralizar la creación
de riquezas -nacionales en las empresas
que son
el. producto

de
una iniciativa personal y el lugar de
anhelo y de riesgo de emprender. Es a partir de la
confianza
puesta

en las empresas cómo la economía podrá arrancar y co­
noceremos, tal vez, un nuevo
período de

expansión duradera.
El totalitarismo
que amenaza.
Para terminar haré una comparación y llamaré la atención
sobre dos
-peligros.
La comparación se refiere a
Suecia. Suecia,
hoy

en día, es un país totalitario. ¿Por qué?- Se considera hoy
que el totalitarismo son los Estados policiacos y se confunde
totalitarismo
y dictadora. Se habla, por ejemplo, de Estados to­
talitarios de América Latina, donde
algunos de
ellos son, en
, efecto,

Estados dictatoriales, pero el totalitarismo no es el he-
cho de poner a disposición de la policía medios de represión
considerables. El totalitarismo es una cosa de otra naturaleza,
es la situación que existe
cuando el

Estado, que es ya titular del
poder político, engloba, además, bajo su dominio, - los poderes
económicos, sociales, culturales y educativos porque en este
es-
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Fundaci\363n Speiro

;DEMASIADO ESTADO! ¿MENOS ESTADO?
taclio no hay espacios de libertades y de iniciativas para las per­
sonas y para las comunidades. Suecia ha llegado hoy a
tal estado
de cerco del conjunto de actividades sociales, desde la materni­
dad hasta la toma de
la mano de las personas de edad, que ver­
daderamente se puede decir que hoy Suecia
. es
un
país totalita­
rio,

de totalitarismo dulce, de totalitarismo refinado,
de tpta­
·!itarismo

tranquilo, pero,- sin embargo, un país totalitario, y os
invito a comparar .ahora, en los .años próximos,
la evolución de
nuestro país con
la evolución de una sociedad como la sociedad
sueca.
Llamaré también vuestra atención sobre dos peligros · rela­
cionados con el tema que nos ocupa, es decir, con el papel del
Estado.
El primer peligro es que el
día en

que
la oposición llegue al
poder olvidará estos bellos principios desarrollados por un cier­
to número de sus
r~sponsables de

hoy, sustituyendo -lo que
es
una

tentación importante
.. y

permanente-- un estatismo de
iz.
quierdas por un estatismo de derechas. Dicho de otra forma, te­
memos
que se nos cliga: comprendemos muy bien que cuando los
socialistas estaban en el poder tuvierais que hacer algunas
crí­
ticas al colegio, a la economía, a la política familiar, a la polí­
tica de descentralización territorial..., a la política de informa­
ción de la forma que era concebida por la í;quierda, pero, ahora,
nosotros

hemos vuelto
al poder, y vereis cómo os haremos una
escuela que será una escuela totalmente
de acuerdo con vuestros
deseos; una televisión que será
la voz de Francia, sin duda; una
economía en
la cual el peso del Estado será poco más o menos
el mismo, pero una economía hecha por gentes serias, compe­
tentes y respetables, salidas todas de
la Escuela Nacional de Ad­
ministración. Por consiguiente, se sustituiría una sociedad to­
talitaria por otra que
támbién lo

sería, que es aquella hacia
la
que _nos encaminamos, pero en la que los puestos de mando es­
tarían desempeñados por personas que no profesaran una opi­
nión socialista o marxista.
Y, además,
un segundo peligro consiste en que
·es tarea
que va ser a la vez clif!cil y urgente la que hace falta realizar
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Fundaci\363n Speiro

JEAN PAUL BOLUFBR
para disminuir el peso del Estado. Difícil en razón de las atri­
buciones, de la importancia
de las atribuciones que hoy ejerce
el Estado. Ello se traducirá, necesariamente, en un cierto
mo­
mento

por una disminución
del gasto público y por la reducción
de los impuestos y, también, por la disminución del número de
funcionarios, y esto será difícil. Sin duda será necesario prever
mecanismos que consistirán en no reclutar más que a medida que los funcionarios
· actuales

lleguen a la edad
de jubilación.
Esto será difícil,
será largo y será necesaria una voluntad polí­
tica de hierro porque tenemos que atacar a una situación ver­
daderamente monstruosa.
Pero

esta
es. la condición esencial para devolver al Estado
a lo que debe ser, y restaurar la Nación a su lugar, atribuyén­
dole
nuevamente las

tareas que nunca se le debieron quitar.
Estimo que
los clubs

pueden jugar un papel esencial en esta
lucha. Conviene

traer a ellos las ideas
políticas para
reflexionar
y ejercer permanentemente un poder de control sobre los re­
presentantes elegidos.
Hace falta alentar a esos clubs, ya que si ellos no desempe­
ñan esta función esencial no se ve quién lo podrá hacer en su
lugar.
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