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Número 309-310

Serie XXXI

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El martirio, semilla de renovación

EL MARTIRIO, SEMILLA DE RENOVACION
Los, mártires de la: Persecución religiosa en España.
«En la legión de los nuevos. beatos merece una atención par­
" ticular el nutrido grupo de los mártires de Barbastro. Todos, en
"efecto, procedían del mismo seminario de los religiosos claretia­
"nos. Muchos eran clérigos que ya .estaban a punto 4,e recibir la
"ordenación sacerdotal. Durante la guerra civil españóla fueron
"acusados con pretextos
y, luego, asesinados a sangre fría. Nos
"conmueve el hecho de que hayan sido llamados a
dar testimonio
"de Cristo no aisladamen.te, sino de modo comunitario, constitu­
"yendo así, en cierto sentido, 'un semínarió-inártir'. Dicho acon­
"tecimiento adquiere un significado singulár en este mes de oc­
"tubre, porque en muchas partes del mundo los seminarios reanu­
"dan su actividad académica y formativa». · ·
JuAN PABLO II: Meditación dominical a la
hora del Angelus, 25 de octubre. L'Osservatore Romano,· edicion ·semanal ·en lengua española,
afio XXIX, núm. 44 ( 1.244 ), 30 de octubre de
1992.
~'He combatido bien mi coll!bate ... he mantenido la fe' (2
"Tm 4, 7). . .
»Así se dice en la segunda carta a Timoteo. La Iglesia, rele­
"yendo estas palabras en este domingo, las tJplica a los mártires
"españoles de/ tiempo de
la gue"a civil. Estos son los que 'han
"conservado
la fe' en nuestro siglo, los que 'han combatido bien
"el combate':
los testigos.(~s) de Cristo crucificado y resu-
"citado. .
» 'Han conservado la fe'. No se han asustado ánte las amena­
"zas y las persecuciónes. Han sellado con la vida la Verdad que
"profesaban con los labios. Han sido capaces de 'dar la vida':
"'Nadie tiene mayor ttmor que el -que da. la vida' (Jn U, 13).
»Al santísimo martirio del .mismo Hi¡o de Dios han asociado
"su martirio de fe, de-esperanza_· y de amor. Y este martirio, es
"decir, este testimonio se ha extendido por toda Europa, que en
"el siglo XX de modo especial sé ha enriquecido con el testimonio
"de muchos mártires: desde el Atlántico hasta los Urales.
»Los beatos Braulio Maria Co"es, Federico Rubio y 69 com­
"pañeros, todos ellos. religiosos de" la orden Hospitalaria de San
"Juan de Dios, la mayoría españoles, 'Combatieron bien su com­
"bate, corrieron hasta meta y mantuvieron su fe' (cf. 2 Tm 4, 7).
"Por tratarse de personas consagiodas de nuestro tiempo, estos
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"mártires son conocidos y recordados todavla en sus lugares de
"origen o donde e;ercieron su
apostolado. En efecto, asiste a esta
"solemne
. beatificaci6n un nutrido grupo de parientes cercanos y
"numerosos paisanos. No falta tampoco un pequeño grupo de re­
"ligiosos compañeros de los mismos mártires, de los cuales reci­
" bieron un e¡emplo inolvidable.
»Especial
menci6n merecen los siete hesmanos hospitalarios
" de Colombia, por ser los primeros hi¡os de esa querida naci6n
"que
llegan al honor de los altares. Ellos se encontraban en Es­
"paña completando su formación religiosa y técnica cuando el
"Señor los llam6 a dar este testimonio de su fe. Hoy, en coinci­
"dencia
con el V Centenario de la evangelización de América,
"reconocemos públicamente su martirio y los presentamos como
"una primicia de la Iglesia colombiana.
"
»'Yo estoy a punto de . ser sacrificado y el momento • mi
"partida es inminente' (2 Tm 4, 6). Estas palabras de san Pablo,
"que acabamos de escuchar, parecen inspirar los mensa;es deja­
" dos por los mártires Felipe de Jesús Munárriz y 50 compañeros
"Misioneros
Hi¡os del Coraz6n Inmaculado de Maria. Todos ellos,
"también de nuestro tiempo, pertenecían a
la comunidad-semina­
"rio de la ciudad aragonesa de Barbastro.
»Es todo un seminario el que afronta con generosidad y va·
"lentía su ofrenda martirial al Señor. La entereza espiritnal y
"moral de esos jóvenes nos ha llegado a través de testigos ocula­
"res y también por sus escritos. A este respecto son bien elocuen-
1'tes los testimonios personales que los i6venes seminaristas nos
"han transmitido. Uno de ellos escribiendo a su familia dice: 'Al
"recibir estas líneas canten
al Señor por el don tan grande y se­
" ñalado como es el martirio que el Señor se digna concederme'.
"Otro escrihla también:
'¡Viva el Coraz6n Inmaculado de Maria!
"Nos fusilan únicamente por ser religiosos' y añade en su lengua
"materna: 'No ploreu
per mi. Soc martir de Jesucrist'.
» Estos mártires expresaban su firme decisi6n de dedicarse al
"ministerio sacerdotal en los siguientes términos: 'Ya que no po­
" demos e¡ercer el sagrado ministerio en la tierra, traba¡ando por
"la conversión de los pecadores, haremos como santa Ter_esita:
"pasaremos nuestro cielo haciendo bien en la tie"a1

»Todos los testimonios recibidos nos permiten afirmar que
"estos
claretianos murieron por ser discípulos de Cristo, por no
"querer
renegar de su fe y de sus votos religiosós. Por eso, con
"su sangre derramada nos animan a todos a vivir y morir por la
"Palabra de Dios que hemos sido llamados a anunciar.
»Los mártires de Barhastro, siguiendo a su fundador san An­
"tonio
Maria Claret, que también ,ufri6 un atentado en su vida,
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"sentían el mismo deseo de derramar la sangre por amor de Jesús
"y de María, expresada con esta exclamación tantas veces canta­
" da: 'Por ti, mi Reina, la sangre dar'. El mismo s®to había tra­
"zado un programa de vida para sus religiosos: 'Un hiio del Co­
"razón Inmaculado de María es un hombre que arde en caridad y
"que
abrosa por donde pasa; que desea eficazmente y procura,
"por todos los medios, encender a todo
el mundo en el fuego del
. "divino amor' (Biografía, cap. 34 ).
"
»Unánime es el testimonio de que, tanto los Hermanos de
"San Juan de Dios como los Misioneros Claretianos, murieron
"dandd gloria a Dios y perdonando a sus asesinos. Varios de ellos
"en el momento del martirio, repiten
las mismas palabras de Cris­
"to: 'Padre, perdónalos, porque no saben lo' que hacen' (Le 23,
"34). Todos prefieren la muerte antes que renegar de la fe y de
"su vida
religiosa. Caminan hacia el suplicio contentos por el don
"del martirio, del que no
se sienten dignos, no obstante en el
''corazón
de todos, especialmente de los jóvenes, se fraguaran
"grandes ideales apostólicos de anunciar el Evangelio a los hom­
"bres; unos, con el cuidado de los enfermos; los
otros, con el
}'ministerio de la predicaéíón como misioneros.
»En
el momento supremo de la prueba todos manifiestan un
"gran amor a su institutd
y también a su familia natural; en cuyo
"seno
han recibido la semilla de la fe, dando los primeros y sóli­
" dos pasos en la vida cristiana que les llevarla a descubrir la se­
" milla de su vocación religiosa, apoyados por el desprendimiento
"y generosidad de los propios padres.
»Et testimonio de estos beatos es un e;emplo vivo y cercano
"para todos, pero particularmente para vosotros, Hermanos de
"San
Juan de Dios y Misioneros Claretianos. Al ser ióvenes y
"estudiantes de teologia
la mayot!a de ellos, su vida es como una
"llamada directa a vosotros, novicios y seminaristas, ·a reconocer
"la validez permanente de una adecuada formación y preparación
"intensa, basada en una sólida piedad, en la fidelidad a la vaca­
" ción y en la pertenencia gozosa a la Iglesia, sirviéndola a través
"de
la propia congregación; en una vida abnegada de comunidad;
"en
la perseverancia y testimonio de la propia identidad religiosa.
"Sin todos estos presupuestos, nuestros beatos no habrían podido
"alcanzar
la gracia del _martirio.
»Todos estos mártires nos han de¡ado, de palabra o por es­
"crito, un mensa;e particular: el perdón de los enemigos. Toca
"a cada uno de nosotros poner en práctica ese perdón. Con san
"Pablo podemos repetir: 'Que Dios les perdone' (2 Tm 4, 16),
"pero
al mismo tiempo cada cristiano debe plantor en el propio
"ambiente esta
semilla del perdón. No cabe duda de que nuestros
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))mártires, con su constante inter~esión, y ¡>rotección, la harán
"crecer en copiosos frutos de reconciliaci6n.
» 'El Señor me ayudo', escribe el autor de la segunda carta a
"Timoteo.
»'El Señor me ayudó y me dio fuerzas' (2 Tm 4, 17).
. »Hoy damos gracias por esta fuerza qué se ha convertido
"también en
la fuerza de los mártires en tierra de España. La
"fuerza de la fe, de la esperanza y del amor, que se ha demostra­
" do más fuerte que la violencia. Ha sido vencida la crueldad de
"los pelotones de e;ecución y en entero sistema del odio organi­
"zado.
»Cristo, que se · ha hecho presente junto a los mártires, ha
"venido a ellos con la fuerza de su muerte y de su martl,,io. -Al
"mismo tiempo, ha venido a ellos con la fuerza de su resurrecci6n.
"'No temas ... estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los si­
" glos de los siglos y tengo las llaves de la Muerte y del Hades'
"(Ap 1, 17-18).
»El martirio es una especial revelaci6n del misterio pascual,
"que sigue actuando y se ofrece a los hombres. en los diversos
." momentos. de su vocación cristiana. ,
»'El Señor ... me ayudó y me dio fuerzas para anunciar ínte­
"gro el mensaje,
de modo que lo oyeran todos los gentiles' (2 Tm
"4, 17).
»Al final del siglo XX ta Iglesia inscribe en su martirologio
"a todos aquellos que en este siglo critico y ante las crueldades
"y los .gulag, las cárceles y los campos de concentración han dado
"testimonio de la fe, de la esperanza y del amor de modo heroico.
» 'Sanguis martyrum, semen christianorum'. No olvidamos que
"esta sangre ha sido derramada en diversas regiones de Europa:
"sanguis martyrum.
»¿Podemos dudar de la semilla de este martirio? Si parecen
"crecer -ba¡o diversas formas~ las fuerzas que tratan de. desa­
"rraigar la semen christianorum de las almas humanas, nosotros
"no podemos

olvidar
la fuerza del Evangelio.
»La palabra de Dios echa siempre nuevas raíces. Sobre estas
"raices debemos crecer.
» 'Para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oigan to­
" dos los gentiles'».
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JuAN PABLO Il: Homilía en la ceremonia de
beatificación de los mártires de Barbastro, 25 de
octubre, L'Osservatore Roinano, edición .semanal
en lengua española año XXIX, núm. 44 (1.244),
30 de octubre de este siglo.
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Los mártires mexicanos de este siglo.
«Hoy la Iglesia contempla con inmensa alegria la singular
"grandeza de
veintiséis de cSus hijos, quienes en reconocimiento
"del reinado de Cristo
ofrecieron heroicamente sus vidas, expre­
"sando .asl que, si Dios lo es todo y todo lo hemos recibido de
"él, es iusto entregarse totalmente
a él, único Absoluto, fuente
"inagotable de
vida y de paz.
»Durante las duras pruebas que Dios permiti6 que experimen­
"tara su Iglesia
en México, hace ya algunas décadas, estos márti­
"res supieron permanecer
fieles al Señor, a sus comunidades ecle­
"siales y a la larga tradici6n cat6lica del pueblo mexicano. Con
"fe inquebrantable reconocieron como único soberano a J esucris­
"to, porque con viva. esperanm aguardaban un tiempo en el que
"volviera a
la naci6n mexicana la unidad de sus hi¡os y de "Sus
"familias.
"
»A todos diriio mi más afectuoso saludo y os aliento a seguir
"manteniendo encendida la antorcha de
la fe en vuestras comu­
"nidades
eclesiales, pues estos mártires son para vuestra nación
"una
genuina expresi6n de ¡México, siempre fiel! ·
» V eintid6s de ellos eran sacerdotes diocesanos, los cuales desa­
" rrollaban una fecunda labor apost6lica en sus Iglesias particula­
"res:
Guadala¡ara, Durango, Chilpancingo-Chilapa, Morelia y Co­
"lima. Todos, aun antes de sufrir la persecuci6n ya hablan ofre­
"cido a Dios y

a su pueblo una vida ejemplarmente sacerdotal.
»Es de notar
su amor a Ja Eucaristía, fuente de vida interior
"y de toda acci6n pastoral, su devoción a Santa María de Guada­
'1upe, su dedicación a la catequesis, su opción por los pobres, los
"ale¡ados y los enfermos. Una entrega tan generosa y una cons­
"tante inmolación diaria ya habla hecho de estos sa.cerdotes autén­
"ticos testigos de Cristo, aun antes de recibir .la gracia del mar­
"tirio.
»Su entrega al Señor y a la Iglesia era tan firme que, aun
"teniendo la posibilidad de ausentarse de sus comunidades duran­
" te el conflicto armado, decidieron, a ejemplo del buen Pastor,
"permanecer entre los suyos para no privarlos de la Eucaristía,
"de la palabra de Dios y del cuidado pastoral. Le¡os de todos ellos
"encender o avivar sentimientos que .enfrentaran a hermanos con­
" tra hermanos. Al contrario, en la. medida de sus posibilidades
"procuraron
ser agentes de perdón y reconciliación.
»Junto con estos sacerdotes mártires queremos honrar, de
"modo especial, " tres jóvenes, laicos de la Acción Católica:
"Manuel, Salvador y David, los cuales, unidos a su párroco Luis
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"Batis, no dudaron en reconocer --como nos dice san Pablo­
"que 'la vida es Cristo y la muerte, una ganancia' (Flp 1, 21),
"mostrando
asi la fiel entrega al Señor y a la Iglesia que ha ca­
"racterizado al noble pueblo mexicano.
»Estos tres
laicos; como otros muchos en la historia -nos
"dirá el concilio V tlticano II-, fueron llamados a 'dar supremo
"testimonio de amor ante todos,
especialmente ante los persegui­
" dores' (Lumen gentium, 42). A este respecto, es bien expresivo
"el testimonio de Manuel,
de. veintiocho años, esposo fiel y padre
"de tres niños pequeños, el cual antes de ser fusilado exclamo:
'Y o
"muero, pero

Dios no muere, él
cuidará de mi esposa y de mis
"hi¡os'.
"
»La solemnidad de hoy, instituida por el Papa Pío XI preci­
"samente cuando más arrecioba la persecución religiosa en Méxi­
"
co, penetró muy hondo en aquellos comunidades eclesiales y dio 11una fuerza particular a estos mártires, de manera que al morir
"muchos gritaban:
¡ Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!
"A través de esta fiesta los católicos han podido descubrir toda
"la profunidad de la realeza. divina, que culmina en el sacrificio
"de la cruz y se manifiesta también donde impera la ;usticia y
"misericordia, donde
se favorece el perdón y la reconciliación,
"como Íínico camino para la paz y la convivencia social.
»Que el. recuerdo de los nuevos beatos, en el marco de las
"celebraciones del V Centenario de la evangelización de América,
"baga que todos nosotros seamos testigos de la presencia sobera­
"na y amorosa de Jesús en medio de los hombres. Que como
"cristianos comprometidos aceptem·os el llamado a ser apóstoles
"entre los demás,
para que Cristo reine con más esplendor en sus
"vidas.
La Iglesia tiene necesidad de ello; el mundo espera de
"'ndsotros una entrega total.
»Con el apóstol Juan proclamamos que estos beatos han ven­
"cido 'gracias a la sangre del Cordero ... porque despreciaron su
.'.'vida ante la muerte. Por eso regoci¡aos cielos y los que en ellos
"habitáis'
(Ap 12, 11-12). Todos debemos estar dispuestos a con·
"fesar a Cristo ante los. hombres y a seguirle, si fuera. necesario,
"por
el camino de la cruz, . en medio de las persecuciones, que
"nunca faltan ni faltarán a la Iglesia ( cf. Lumen gentium, 42)».
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JUAN PABLO II: Homilfa en la misa de beati­
ficad.61i de 25 mártires mexicanos y una religiosa
mexicana fundadora, 22 de noviembre. L'Osser­
vatore Romano, edición semanal en lengua espa­
ñola, .año XXIX, núm. 48 ( 1.248 ), 27 de no­
vieinbre de 199~.
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