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Número 309-310

Serie XXXI

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75 años luchando por la libertad

75 .A:&OS LUCHANDO POR LA LIBERTAD
POR
CONSUELO MARTÍNEZ-SICLUNA y SEPÚLVEDA (*)
Como señala Ralf Dahtendorf, «el camino hacia la libertad
es una carrera contra reloj». No podríamos encontrar una frase
mejor para describir la situación
por la que atraviesan los países
que antes integraban el bloque de la Europa oriental. Rotos los
lazos que ataban sus manos, cada uno de ellos 'está siguiendo un
sendero propio en esa búsqueda de
la libertad. Una carrera con­
tra reloj que no debe ser tampoco una huida hacia delante.
Para algunos observadores,
la historia del comunismo termina­
ría con la caída del «telón de acero», que supondría el fin de
la
lucha titánica que durante decenios han mantenido, a escala mun­
dial,
la democracia y el totalitarismo. Visión somera y peligrosa,
porque esa lucha
no se llegó ,a producir en ningún momento. Por
otra parte, el presente no puede reducirse a dar un certificado
de defunción del comunismo, ya que, a su
vez, los muertos de
éste son múltiples, ciertos y
se escaloruui'a lo largo del tiempo (1).
Lo
más fácil pues, sería enterrar al comunismo y lo que, éste
ha sido históricamente y celebrar
entusiásticamente la pronta con­
versión de los países del Este a los «valores» de la sociedad occi­
dental.
Creemos, sin embargo, que todo ello sería
el producto, nue­
vamente, de la incomprensión con que, el fenómeno soviético y
lo que
él representa, ha sido visto por Occidente.
(*) Profesora Titular de Filosofía del ,Derecho, Moral y Política de la
Universidad Complutense de Madrid.
(1) }ACQUES LEsoURNE y BERNAlU> LEcoMTE3 ·Después del comunismo~
trad. Ramón M. Castellote, Arias Montano Editores, Madrid, septiembre
de 1991, pág. 17.
Verbo, núm. 309-310 (1992), 1063-1083 ,1063
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CONSUELO MARTINEZ-SICLUNA Y SEPULVEDA
Lo que constituye un hecho sin parangón, el suceso más tras­
cendeutal del
siglo xx, no es tanto la caída del comunismo, sino
el hecho
de la existencia misma de la URSS, y no por la exis­
teucia
de la nación, sino por el alumbramieuto de un feuómeno
descdnocido hasta.
nuestra época:· una simbiosis de siste¡na polí­
tico y Estado llevada hasta sus últimas y fatales consecueucias.
Se trata de una concepci6n absoluta y total que intetvieue en
todos los aspectos
de la vida del individuo. Lo que permite es­
tablecer una diferencia entre los imperios pasados y el régimen
comunista, es que aquéllos, si bien imponían ciertas normas y
usos, no llegaban a
impqar en las conciencias. Se trata de una
particularidad «Dogma-Partidc,.Estado» frente al «Estado-Nación»
antetior (2). El comunismo -en palabraa de Serguei Levitski,
Doctor en
Filosofía por la Universidad de Praga y perteneciente
a partir
de la Segunda Guerra Mundial a und de los movimien­
tos disidentes,
al «Movimiento de Liberación de Rusia», conoci­
do con las siglas NTS (Narodno Trudo11i Soyuz-Alianza Popular
del
Pueblo)-extirpa a la libertad su espíritu; la libertad de
opción. Y
la. misma libertad se esboza como un slogan a modo
de anzuelo. El poder
se convierte de un instrumento de las me­
didas para conseguir el objetivo (la igualdad forzosa) en el propio
objetivo de división de la
sdciedad en dos partes desiguales: los
amos ( «la nueva clase») y los esclavos, hipócritamente llamados
«ciudadanos soviéticos libres» ( 3
).
El comunismo por su propia esencia es enemigo del huma­
nismo, porque pretende
la creación de un nuevo hombre, pdrque
representa un proceso expansivo no sólo en lo material, sino tam­
bién en lo espiritual, porque está destinado a la creación de una
nueva
.. civilización, pero una civilización que debía ser inmolada
en el altar del
«Estado-Partido». Se trataba de cambiar la natu­
raleza humana
y por ello la interpretación mandsta de la Historia
y la consiguiente falsificación de la misma, pero también la in­
tervención en las conciencias, la supresión de la libertad de opi-
(2) ANGEL MAl!STRO, «La incomprensi6n del fen6meno soviético•, Ver­
bo,
núm. 251-251, enero-febrero, 1987, pig. 147.
(3) Se trata de la obra de LEVITSKI, En defensa del anticomunismo.
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nar y de pensar, el miedn al prójimo como un posible delator
ante los órganos de represión del Estado, y la educación como
el
más fiel instrumento con el que Conseguir formar generaciones
pasivas, dóciles, para los fines del régimen.
Y esto
es lo que Occidente durante más de 70 años ha reco­
nocido como un Estado soberano y legítimo, frente y

a pesar de
las miles de informaciones que llegaban sobre el sistema soviético.
Nada más gráfico que una cita de Churchill para ilustrar no
sa­
bemos bien si la ignorancia o el cinismo occidental sobre la URSS:
Un secreto rodeado de un misterio que disimula un enigma. Apar­
te de la pretendida ingeniosidad británica es que realmente era
mucho más fácil desde el punto de vista de
la situación interna­
cional
cdntemplar lo que allí pasaba como un misterio, como algo
desconocido, y que, en todo
caso, era una cuestión interna del
Estado soviético.
Pero, ¿es que se puede hablar

propiamente de
Estado?
Hay tres elementos clásicos en el concepto de Estado: terri­
torio, pueblo y poder. El poder se
extiende sobre un territorio
determinado ; consta de una población a la cual
se le imponen
ciertos deberes, pero que en lógica contrapartida ostenta también
derechos; y, por último, el poder ha de ser
"efectivo.
El ejercicio del pdder sobre el territorio es algo · que nadie
puede
discutir en el caso · soviético, dado el interés detnostrado
precisamente en a=entarlo y en no perder un solo ápice de in­
fluencia sobre el
ya conquistado. La última guerra mundial per­
mitió a
la Unión Soviética anexionarse una parte de Finlandia,
los Estados bálticos, las marcas
dccidentales de Bielorrusia y Ucra­
nia, Rutenia, Bukovina
y Besaravia. Entre 1945 a 1948 se trans­
formaron en «democracias populares» Alemania Oriental, Polonia,
Rumanía, Bulgaria, Hungría, Checoslovaquia, Yugoslavia, Alba­
nia
y Corea del Norte. Seguidamente, el comunismo llegará a la
inmensa China en 1949, a Vietnam del Norte en 1954, a Cuba
en 1960, al
resto de Vietnam, Laos y Camboya en 197 6, lista que
se completará más adelante con las incorporaciones de Etiopía,
Angola y Nicaragua. Solamente consta en su haber un fracaso
que
será la invasión de Corea del Sur en 1951. Y una sola incóg-
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nita, el tema de la intervención en Afganistán en 1979, una in­
cógnita que será despejada cuando la URSS, producido el «cam­
bio Gorbachov», se vea impelida a abanddnar dicho país. Pero,
en cualquier caso, si excluimos la aportación
de las revoluciones
auténticamente nacionales, este impresionante balance es el fruto
de una política de expansión constante, paciente
y tenaz, dispues­
ta a explotar todas las oportunidades
y a la que ningún desaire
ha desviado jamás de su objetivo ( 4 ). La presencia dd coni>lnis­
mo en la España de 1936 y su participación en nuestra guerra
es algo que merecería una reflexión· aparte, dada su alianza, con­
tinuada en la guerra mundial, con las llamadas «potencias occiden­
tales». Tal
vez en dicha alianza pudiera encontratse una de las
razones por
las que Occidente ha permitido durante tantos años
la ptesencia del sovietismo
y lo que éste ha encarnado.
Esta política
de anexión territorial, puesto que no se trataba
de otra
cosa, terminará por el conjunto de circunstancias acucian­
tes en que se hallará en la década de los 80 el Estado soviético,
pero no por una
pérdida de su voluntad exp¡msionista.
Por lo que se refiere a la eficacia de su poder, el Estado so­
viético era absolutamente eficaz en la implantación del terror.
Aceptando dicha eficacia nos estaríamos
limitando a una descrip­
ción empírica del Estado, estaríamos

señalando cómo era
de hecho
el· Estado y estaríamos también aceptando las consecuencias del
mismo. Pero la pregunta empírica debe ser completada con un
análisis crítico de
los fundamentos de un Estado semejante: cómo
se ha llegado a esto y por qué el· Estado es así y no de otro modo.
Y en todo caso estas
pre_guntas nos podrían llevar a una nueva
que formularemos en relación
al último de los elementos estata­
les que
nos queda por considerar: la población.
En nuestra opinión,
el Estado soviético no resiste un análisis
crítico
de sus fundamentos. Se trata de un Estado que, recono­
cido en el ámbito internacional, carece
de legitimidad. Lo esencial
en el comunismo marxista es la conquista del poder total. Total
en dos sentidos: en primer lugar, porque no se limitaba al poder
(4) · J. LEsouRNE y B. LBcOMTE, op. cit.,· pág. 22. ·
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ejecutivo, sino que abarcaba también el legislativo, el judicial,
que intervenía en todos los aspectos de la vida· de la población,
la economía, la cultuta, la educación, la religión, e, incluso, y más
importante, en la familia; y en segundo lugar, y como acabamos
de ver, porque pretendía extenderse a todos los países. Y ade­
más, para siempre. Lo único que aseguraba esta permanencia en
el poder para siempre y constituía la única garantía de su «apa­
rente» reconocimiento era la previa destrucción radical
de toda
la estructura de la sociedad precomunista, mediante un lento pro­
ceso de cambio, radical y completo
(5). Esta ha sido la baza más
importante con la que ha jugado
el Estado soviético en el orden
interno: la destrucción no sólo
de todo lo anterior, sino también
de todd cuanto supusiera crear una mínima esfera de libertad
para
el individuo.
Se trataba, en suma, de un Estado ilegítimo, de un Estado
carente
de justificación.
Hay dos conceptos que representan la clave
para. la compren­
sión de todos los problemas del Estadd. El concepto de soberanía
y el concepto de legitimidad.
El problema de la soberanía hace
referencia a la fuerza
de imposición del poder estatal, en tanto
que el problema de la legitimidad hace referencia a su justifica­
ción.
Ambas cuestiones se entrelazan. La fuerza de imposición
ele! poder estatal, es decir, la soberanía, sólo existe mientras es
justificada en términos generales por lo menos por los miembros
del aparato del Estado. Sin embargo, en el caso de la
URSS no
podemos hablar de justificación ni tan siquiera por la propia or­
ganización del Partido-Estado.
Una vez en posesión del poder el
Partido continuó con las mismas prácticas burocráticas que le ha­
bían caracterizado en sus inicios y éstas dominaron al Estado con
idéntico estilo.
De esta manera, lo que se materializó en la prác­
tica estatal fue el concepto de organización del Partido, una or­
ganización estrictamente centralista
y jerárquica, y en consecuen­
cia
se produjo la sustitución. de toda voluntad por la voluntad
(5) ·MIGUEL PoRADOWSKI, «La revolucióe.-~~sta·-en-Rusia», Verbo,
núm. 247-248, agosto-septiembre-octubre, 1986, pág. 901.
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de:! Partido ( 6 ). Pero cuando el Partido se da a si mismo la po­
sibilidad de reconocer algún defecto cJ alguna quiebra en el siste­
ma a través de
la «glasnost» (claridad informativa), se descubre
hasta qué punto los
mismos dirigentes estaban atrapados en las
redes del terror y de la corrupción, hasta qué punto el sistema,
a sus propios ojos, no poseía
cJtra justificación que la de los cam­
pos de trabajo, la pena de muerte, los hospitales psiquiátricos
aconsejados
para ios renegados o disidentes, los juicios sumarísi­
JLC!s, etc. Cuando se vislumbre una pequeña grieta en el estricto
y férreo control del Ejército Rojo, toda la Europa Oriental
se
verá sacudida por un ansia de libertad>; cuando Gorbachov se vea
obligado a «reestructurar» el sistema, puesto que, en realidad,
no se trataba de otra cosa, . las vcJces disidentes se empezarán a
escuchar sorprendentemente dentro de quienes
habían o incluso
seguían
permaneciendo dentro de la élite del Partido, lo

que equi­
vale a decir dentro de
la élite del Estado. El Estado carecía de
legitimidad porque el Estado no estaba justificado, nd ya por una
mayoría
relevante de la población, ni tan siquiera por esa minoría
privilegiada que formaba parte de la cúpula del poder. La falta
de cohesión interna
se descubrirá cuando comiencen a producirse
las reformas de Gorbachov y lo que antes era un bloque solidario
y monolítico; cuya
perennidad garantizaba la propia URSS, se
descomponga en· signos que evidenci!lll el rechazo: el desequilibrio
de una demografía generadora de diferencias y de conflictos, la
búsqueda de una identidad propia a través del· pasado histórico
y de la cultura nacional,
la reivindicación de las lenguas naciona­
les, el
redescubrimiento de las religiones, etc. (7).
La condición del funcionamiento de un Estado es la obliga-
(6) ANGEL MANuEL ABELLÁN, «Democracia y régimen soviético», Re­
vista de Estudios· Po!Úicos~ Nueva Epoca, núm. 39, mayo-junio, 1984, ·pi­
gina 148.
(7) lliLENE C.uutllnn D'ENCAUSEi El triunfo de las nacionalidades,
versión esp. de José Antonio Millán, Ediciones Rialp, Madrid, 1991, pág. 16.
El títolo original de esta obra de la académica francesa y especialista en el
tema es d de La gloire des nations ou la fin de l'Empire soviétique y fue
publicado en 1990 por la Librairie Arthi!me Fayard.
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toriedad de sus decisiones, pero, ¿en qué se basa tal obligatorie­
dad? ¿En la mera fuerza física? Porque si aceptamos esta premi­
sa, podríamos legitimar, justificar, cualquier situación de hecho.
Si la validez de la ley sólo se basara en el miedo a la sanción,
entonces en
situaciones en las que está excluido tal peligro, nadie
obedecería a la ley injusta.
La opción entre la legitimidad y la pura coacción no fue nun­
ca un dilema para el Estado soviético. En palabras de Semión
L. Frank -en El problema del «socialismo cristiano» (1939)-,
«el socialismo -por su propia esencia y pensamiento global y no
de manera casual y
aislada-es un sistema de vida que rechaza
el ideal cristiano de amor fraterno, libre: alega que este ideal es
irrealizable debido a
la naturaleza egoísta del hombre, y lo susti­
tuye con la construcción del Estado y la jurisprudencia,
es decir,
pretende
alcanzar la justicia social mediante. la coacción y la vio­
lencia». El Estado soviético fue desde sus · inicios un sistema
ilegítimd no sólo en cuanto al origen
dd poder, en cuanto a la
forma que había tenido el Partido de acceder al poder, a través
de la Revolución de Octubre, una revolución perfectamente or­
questada
y dirigida, y que eliminó desde el primer momento cual­
quier voz en contra, sino también por lo que se refiere al ejer­
cicio del poder, a lo que se suele identificar con el necesario
respeto de la legalidad vigente, y ello
nos conduce al tercer ele­
mento con que debe contar cualquier Estado para ser considerado
como tal: la población, y la atribución a la misma· de derechos y
deberes.
La
URSS ha tenido cuatrd Constituciones hasta la caída del
régimen soviético: la Constitución de 1918, la Constitución de
1924, la Constitución de 1936 y,
por último, la de 1977, que
fue objeto de diversas reformas en 1988
y 1990. En el preámbu­
lo de la última Constitución, ésta aparece como continuadora de
las ideas y los principios de todas las anteriores, teniendo como
finalidad fijar las bases del régimen social
y de la política de la
URSS, est¡tblecer los derechos, las obligaciones y las · libertades
de los ciudadanos, y los principios de lá organi,:ación y objetivos
del Estado socialista.
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La Constituci6n de 1977 eta prolija y exhaustiva en la expd­
sici6n de derechos atribuidos a los ciudadanos ( capítulo 7). En su
artículo 39 se señalaba
lo siguiente: «Los ciudadanos de la URSS
poseen en toda su plenitud los derechos y libettades socio-eco­
n6micos, políticos y petsonales garsntizados por la Constituci6n
de la
URSS y las leyes soviéticas. El régimen socialista asegura
la ampliaci6n de
los derechos y libertades y la constante mejora
de las condiciones de vida de los ciudadanos
. a · medida que se
cumplen los programas de desarrollo socio-econ6mico y cultural.
El usd. de los derechos y libettades por los ciudadanos no debe
perjudicar los inteteses
de la sociedad y el Estado, ni los derechos
de otros ciudadanos». Permítasenos lo que pudieta parecer una
ironía si no hubieta estado en juego el hambre física, las famosas
colas de abastecimiento
y la· escasez de alimentos: en 1960 Krus­
chev decía que para finales de siglo la renta media
.de un sovié­
tico habría igualado a la de un norteamericano. No había, pues,
indudable duda de
la constante mejora en las condiciones de vida
de los ciudadanos.
Pero lo que
ya no inducía . a tan feliz augurio es la segunda
parte del citado artículo 39: los derechos y libertades no podían
perjudicar
los intereses de la sociedad y del Estado. Aquí es don­
de
se encuentra el auténtico muro contra el que se ha estrellado
cualquiet derecho: los inteteses del Estado. En base a estos su­
puestos intereses del Estado, los soviéticos no han gozado de
ningún detecho o libertad.
Establezcamos un paralelismo entre
los derechos consagrados
en la Constituci6n
y la realidad. Del artículo 40 al 69 se artibu­
yen a los ciudadanos toda una serie de derechos
y libertades, que
vamos a enunciar someramente.
El artículo 40 señalaba que los ciudadanos de la URSS tenían
derecho al trabajo, detecho que se aseguraba, según
decía el mis­
mo artículo, por el sistema socialista. No debíahaber, pues, nin­
guna duda, de que tal derecho se hallaba plenamente garantizado.
Y lo propio sucedía con
las artículos 41 ( derecho al descanso),
42
(protecci6n 'de la salud), 43 (derecho al abastecimiento en la
vejez
y en caso de enfermedad), 44 (detecho a la vivienda), 45
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(derecho a la insrru~ón) y. 46 (derecho a los logros de la cul­
tura).
Capítulo aparte merecen los siguientes derechos y libertades:
el artículo 4 7 garantizaba la libertad de creación
científiCll, téc­
nica y artística, si bien es cierto que de acuerdo con los fines de
la edificación comunista. Y
por ello, por ejemplo, se podía des­
pojar de la ciudadanía soviética a Rostropovich.
El artículo 48 establecía el derecho a participar en la
admi­
nistración de los asuntos estatales y sociales, en el debate y adop­
ción de las leyes y decisiones de significado estatal y local.
El artículo 49 establecía que. todo ciudadano de la
URSS tenía
derecho a presentar en los organismos del Estado
y las organilla­
ciones sociales propuestas .para mejorar .su actividad y a criticar
los defectos en el
trabajo, La persecución por ejercitar la crítica
estaba prohibida. Los que
petseguían la crítica responderían de
ello.
El artículo 50 garantizaba, aunque lógicamente «a fin de for­
talecer y desarrollar el régimen socialista», la libertad de palabra,
de prensa, de reunión, de mitin y de desfiles en. la vía pública.
En un sentido similar, el artículo 51 permitía el derecho de
asociarse en organizaciones sociales,
pero de conformidad con los
fines de la edificación comunista.
El artículo 52 garantizaba la
libertad de conciencia. El artícu­
lo 53, la protección de
la familia por parte del Estado.
El artículo 54 establecía la inviolabilidad
personal. Nadie
podría ser detenido
· sino por mandato judicial;
Los artículos 55 y 56 señalaban la inviolabilidad del domici­
lio, el secreto de la correspondencia, de• !as conversaciones tele­
fónicas y de las comunicaciones telegráficas.
· El artículo 57 establecía la obligación paralela por parte de
los órganos estatales de
proteger la personalidad y los derechos
y libertades de los ciudadanos, a la vez que el artículo 58 seña­
laba el derecho a recurrir -las actuaciones de los funcionarios y
órganos estatales y locales.
Los artículos 59 a 69 constituían una enumeración de las
obligaciones correspondientes a los ciudadanos, que
se podrían
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CONSUELO MARTINEZ..SICLUNA Y SEPULVED.A.
concretar en llevar con dignidad el alto titulo -de· ciudadanos de
la URSS, en mantenet los principios de la sociedad socialista,
velar por los intereses del Estado soviético,
cdntribuir al forta­
lecimiento de su
podetío y ·prestigio y propiciar el fomento de
la amistad y colaboración ron los pueblos de otros países.
Al margen de los detechos y libettades
-limitados formal­
mente por la propia Constitución, con la intención de mantenet
los logros de la sociedad
comunista-, la realidad con la que se
enfrentaba el ciudadano soviético, solo ante la incomprensión y
la
indiferencia de Occidente, que, con su aceptación en el orden
intetnacional,
parecía aceptar también la pretendida justicia del
régimen, eta
muy otra.
El Estado soviético tenía como arteria clave del sistema la
eliminación de cualquiet vestigio de
libettad, precisamente por­
que había nacido de las deficiencias de un sistema meramente
formal.
«El socialismo juzga el vado, la carencia de contenido y
la contradicción interna de la libettad formal que la . democracia
libetal concede: el hombre, formalmente libre, dejado a
su libre
albedrío, no puede hacet nada y sucumbe víctima de las coyun­
turas y esclavo
de los estratos sdciales económicamente fuertes.
Para
haeet al hombre . vetdaqetamente libre hay que sacrificar su
libertad individual formal, agruparle en el colectivo y, concen­
trando en
sus manos todos los medios terrenales, petmitirle que,
arbitrariamente, racionalmente, estructure la vida
social al precio
incluso de su .propia
esclavitud» (8).
Pero el socialismo soviético no sólo sacrificó, en aras del bien
colectivo,
la libettad individual, sino también la propia vida de
los individuos.
Los medios de represión con que el Estado contó
desde sus comienzos hacían imposible hablar de una obligatorie­
dad de sus leyes basada en el consentimiento interno de los ciuda­
danos. Pertenece
al Gobierno soviético la paternidad en la im­
plantación de la pena de muette después de la Revolución de
Octubre y no tan
sólo como un medio de castigo, sino como un
(8) SEMIÓN L. FRANK~ en· El sentido hist6rico-religioso de la revolu­
ción rusa.
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7J A.ROS LUCHANDO POR LA LIBERTAD
instrumento de terror masivo. La pena de muerte se .estableció
en 1918 por una serie de actds legislativos que concedían a los
órganos de represión facultades ilimitadas. Y en 1919 -por Re­
solución de la Comisi6n Eiecutiva Central de Todas las Rusias
(VTSIK), de 17 de febrero-se utiliza por primera vez el tér­
mino de «campo
de concentración». Para entonces ya funcionaba
la temida Cheka -Comisi6n Extraordinaria de Todas las Ru­
sias-, que había sido fundada pdr Félix Dzerzhínski el 7 de di­
ciembre de 1917. La
Cheka, organización dedicada a la seguridad
del Estado,
tomaría más adelante el nombre de KGB. La ,Cheka
tuvo desde el principio en sus manos el derecho de actuar sin
ninguna limitación en la selección y aplicación de las medidas de
castigo
~Resolución del Comisariado del Pueblo de Justicia de
3 de junio de 1918-, y más tarde el derecho a encerrar en los
campos de
concentración a los delincuentes, a ,través de la Re­
solución ya citada de 17 de febrero de 1919.
Aproximadamente, un año más tarde, el 17 de
enero de 1920,
la
Comisi6n Ejecutiva Central de Todas las Rusias (VTSIK),
abolió la pena de muerte temporalmente, .a condición de que los
enemigos del poder soviético cesaran en su resistencia. Se
trataba
de una mera abolición fdrmal en la que no creía ni siquiera el
propio
Lenin, pero lo más importante es que a partir de enton­
ces se tendría que considerar
como enemigo del poder soviético
al propio puebld. Pero no bastaba con una abolición apenas algo
más que
simbólica y de nuevo, unos meses después, el 4 de mayo
de 1920,
se volvió a restablecer, concediendo otra vez a la Cheka
facultades ilimitadas. Con esa breve y meramente formal interrup­
ción, la pena de muerte estuvo implantada hasta 1947. Una de
las cumbres alcanzadas por la pena de muerte fue su aplicación
a los niños a partir
de los 12 años de edad. Por disposición de
la
Comisi6n Ejecutiva Central de ·Todas las Rusios y del Conse;o
de Comisarios del Pueblo de la URSS de 7 de abril de 1935, se
señala que «con el
fin de acabar rápidamente con la delincuencia
juvenil, los menores a partir de los doce
añds de edad, compare­
cerán ante .el juzgado de instrucción que podrá aplicarles toda
clase
de castigo por delincuencia». Con tan drásticas medidas se
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CONSUELO MARTINBZ-SICLUNA Y SBPULVEDA
intentaba, mediante. el fusilamiento, acabar con la orfandad ma,
siva de niños y adolescentes y, al mismo tiempo, actuar .comd
forma de presión sobre los detenidos que tenían hijos, haciéndo­
les confesar lo que
se quisiera en los interrogatorios.
Inesperadamente, un decreto
de 26 de mayo de 1947 declara
abolida la
pena de muerte. La nueva situación internacional y la
necesidad de un «maquillaje» político conducen a ello. Abolida
la pena de muerte, la pena máxima
se estableció en 25 años de
cárcel, lo que dadas
las condiciones de los campos de concentra­
ción y las cárceles soviéticas equivalía a un «fusilamiento lento».
Lds campos de concentración soviéticos eran auténticos . campos
de tortuta. Como testimonio, valgan las palabras
-<:onocidas a
través del
Fondo Social Ruso creado por Solzhenitsyn apara ayu­
dar a los presos de conciencia de la URSS-de un detenido de
un campo especial, Iuri Fiodorov, pronunciadas en el verano de
1977:
«.Me es difícil imaginar una cárcel en que no maten de
hambre, no aterroricen, no insulten, no provoquen
al preso a cada
paso, en que dejen ver
a los familiares y amigos. En cárceles de
éstas, yo no he estado.
He experimientado en carne propia toda
la gama de es.camios y castigos, pensados para quebrantar espi­
ritualmente y matar. físicamente» (9).
El período en que la pena de muerte nd estuvo implantada
apenas duró tres
años, porque en 1950, por decreto de 12 de
enero, se dispuso aplicar la pena de muerte como pena capital, a
los traidores a la Patria, espías y saboteadores. A partir de
en­
tonces serán constantes las disposiciones que amplíen los supues­
tos de aplicación de
la pena máxima -por robo de la propiedad
estatal y colectiva,
por falsificación de moneda soviética y obliga­
ciones del Estado,
para los criminales reincidentes más peligrosds,
entre los que
lógicamente estaban los llamados «presos de con­
ciencia», por especolar con divisas, por casos de
soborno de fun­
cionarios del Estadd, etc.-. Y lo que es más grave, la pena de
muerte no quedará en una. mera consagración formal, sino que
se
(9) Testimonio recogido por NATALIA SoLZHENITSYN, en «Los presos
de conciencia en la.URSS», Verbo, núm. 177,.julio-agosto, 1979, pág. 872.
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75 AROS LUCHANDO POR LA LIBERTAD
aplicará como un elemento más para gataotizar y justificar el so­
metimiento al poder.
La pena de muerte no era un elemento excepcional dentro de
la maquinaria del Estado, sino muy
al contrario, un instrumento
habitual y constante que permitía asegurar el correcto funciona­
miento de dicha maquinaria.
Un funcionamiento completo gracias
a los internamientos en los campos de. trabajo y a los tratamientos
psiquiátricos. Sobre estos últimos señalaba Natalia Solzhenitsyn
en 1978: «Nuestro verdugos tienen otra arma más, quizá la
más
terrible: las casas de locos. Si una persona no ha cometido, ¡vaya!,
nada en absoluto que bien o mal
se puede encajar en la ley, lo
meten en la
casa de locos. Y allí lo someten a tratamiento a la
fuerza, destruyen su mente, destruyen su
alma» (10).
Y todo ello porque
el Estado comunista no podía limitarse, a
diferencia de otros Estados, a asumir unas funciones económicas
y políticas, porque pretendía convertirse también en un jefe
es­
piritual, porque no podía tolerar la más mínima desviación de
las ideas que estaba obligado a profesar un ciudadaoo soviético.
Es interesante a este respecto ver el llamamiento que en 1977
hacía Andrei Sajarov
-premio Nobel de la Paz en 1975-, por­
que no sólo era un grito en
el silencio de Occidente, sino tamc
bién porque daba una idea de la dimensión de las represiones y,
pese a ello, de
la solidaridad entre los diversos movimientos que
en favor de
los derechos humanos

existían en la
.Europa del Este.
El mensaje enviado por Sajarov ( 11) se centraba precisamente en
el problema de los derechos humanos en la URSS y en los países
de la Europa Oriental, invocando los siguientes puntos:
1.0
) Que los comunicados sobre las violaciones de los dere­
chos humaoos y de las
normas internacionales se investiguen en
los lugares de reclusión.
- Sobre las inadmisibles condiciones de los trabajos forza­
dos, las restricciones en la alimentación, en las entrevistas y en
(10) NATALIA SOLZl!ENITSYN, op. cit., pág. 873.
(11) Andrei Sajarov en su mensaje enviado a la JI Audiencia Inter­
nacional Sa¡arov~ reunida en Roma en el Palacio de los Congré.sos los , días
25 al 29 de noviembre de 1977.
1075
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CONSUELO MARTlNEZ..SlCLUNA Y SEPUL VEDA
la correspondencia ; sobre los castigos arbitrarios e inhumanos,
las torturas mediante
el frío y el hambre y la ausencia de dere­
chos de los presidiarios.
-Con el empleo de las declaraciones de los testigos, de
testimonios esctitos y orales y de documentos oficiales, en
parti­
cular el Código de Redención por el Trabajo. Es necesario que
se investiguen estas violaciones tanto respecto a los presos
polí­
ticOs oomo a los presos oomunes.
2.
0 ) Exigir una investigación de los delitos comunes oome­
tidos contra los disidentes u otros grupos de oposición, dado que
las vejaciones y asaltos contra éstos llegaban hasta la muerte.
3.º) Investigar los comunicados referentes a las arbitrarie­
dades cometidas en masa oontra
los tártaros de Crimea entre
1967 y 1977: la denegación de los permisos de residencia que
da la polida, los destierros,
las palizas, la destrucción de sus ca­
sas, la negativa a darles trabajo, la prohibición de que sus hijos
asistan a las escuelas, las represiones judiciales, las
confiscacio­
nes, etc.
4.0
) Que· se investiguen las discriminaciones en la educación
y en el
trabajo debido a los orígenes nacionales o sociales, a la
procedencia del campo, a las convicciones religiosas, a
los ante­
cedentes penales, etc.
5.
0 ) Investigar los problemas de la protección de los dere­
chos de los trabajadores, la ausencia del derecho a la huelga, los
problemas de la seguridad en el trabajo, los salarios justos y un
status social equitativo, según
la prensa soviética y de acuerdo
a las declaraciones de los testigos.
6.º) Investigar las violaciones de la libertad de religión,
la
prolubición de todas las formas de propaganda religiosa, el con­
trol estatal sobre la Iglesia y .su carácter antirreligioso, la prohi­
bición de actos benéficos eclesiales, la discriminación de los
cre­
yentes, los casos de desposeitniento de los derechos paternos, el
enajenamiento violento de los hijos por educarlos en el espíritu
religioso,
y otras formas de violencia y arbitrariedades contra los
creyentes: en suma, las represiones
de los grupos religiosos que,
1076
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75.AROS LUCHANDO POR LA LIBERTAD
en opinión del Estado, rio reconocen las formas del control esta­
tal, etc.
7.
0 ) Los problemas de la libertad de emigración y de los
. viajes al extranjeto, para visitar a los familiares, en caso de en­
fermedad, de estudio, de trabajo o de turismo.
8.
0 ) Las violaciones de la libertad de información.
9.º) Los abusos de la psiquiatría con fines políticos. A este
respecto, Avtandil Papiasvili, psiquiatra georgiano que trabajó en
la
URSS y en Checoslovaquia a principios de los años 70, descri­
bía en un interesante artículo las técnicas psiquiátricas utilizadas
en estos países socialistas como medios de persecución y repre~
sión política. La facilidad de. aplicación de estas técnicas en las
personas «molestas» se debía a
la intervención del KGB en los
trastornos mentales. Papiasvili ( 12) cuenta cómo en
la URSS mu­
chos ciudadanos sufrían desórdenes nerviosos a consecuencia de
la frustración que les producía
el observar cómo sus quejas eran
rechazadas
y obstruidas sistemáticamente. Acudían al psiquiatrs
en busca de ayuda
y, al registrarse como pacientes, quedaban a
n.etced de los tratamientos psiquiátrico-policiales, sea cual fuere
la índole de su queja.
Era el sistema mismo el que daba pie a
la neurosis.
Por otra parte, los términos diagnósticos de referencia para
definir la esquizofrenia y
los criterios para el intetnamiento hos­
pitalario involuntario, eran tan vagos, amplios
y el:isticos; que
no había el menor problema
en declarar a los inconformistas y
disidentes,
enfetmos mentales y peligrosos sociales; aunque su
normalidad
y lucidez fueran manifiestas -a veces demasiader­
o su problema fueta más una simple neurosis que una enfetmedad
psíquica.
La teorías y prácticas soviéticas fueron introducidas en Che­
coslovaquia tras el período conocido como «normalización», una
vez que los cuadros manejables se encargaron de la medicina
psiquiátrica.
El Partido enseñó a los psiquiatras checos a seguir
la teoría de Snezhnevsky, que considetaba la llamada «desilusión
(12) A. PAPIASVILI, en Svedectvi, núm. 57, París, 1978, págs. 196-200.
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CONSUELO MARTINEZ..SICLUNA Y SBPULVEDA
quejumbrosa» como una parte de la psicosis paranoica y necesi­
tada, por tanto, de
un tratamiento especial obligado.
El mensaje de Sajarov constituye una breve síntesis de lo. que
supuso en
la URSS y en toda Europa Oriental la implantación
de
un Estado semejante. A pesar de ello, la última parte del
mensaje vislumbraba
la existencia de una esperanza para el fu­
turo, la posibilidad de una regeneración. La lucha de la disiden­
cia, con la que se ha enfrentado
el comunismo durante más
de 70 .años, nunca ha sido una lucha en el vacío, y ello te­
niendd en cuenta el caos, la soledad y la destrucción con que el
régimen supo rodear a quienes se permiúan pensar
y vivir al
margen del camino trazado por el Partido.
Señalaba Sajarov:
«Las violaciones de las. libertades cívicas fundamentales y de los
derechos humanos en la URSS
y en los países de la Europa Orien­
tal tienen
un carácter estable y prolongado, y son la causa de
determinadas md ticularmente en los intelectuales. Es de extraordinaria importan­
cia,
por ello, el papel que desempeñan los grupos o los particula­
res que optan por el análisis independiente de los fenómenos
sociales,
y que rompen los hábitos del silencio obediente frente
a sucesos negativos.
Preparan así las condiciones del saneamiento
de la conciencia social
y de la vida. Me refiero a grupos como
el
de la Carta de 19 77 en Checoslovaquia, que se encuentra muy
cerca de
mí pot su espíritu legal y constructivo. Me refiero tam­
bién a los grupos análogos de Polonia,
al Grupo de Iniciativa en
defensa de los derechos humanos, a los confeccionadores de la
Crónica de los Sucesos Corrientes, al Grupo de Asistencia del
Cumplimiento
de los Acuerdos de Helsinki, y otros en la Unión
Soviética. Pero precisamente sobre estos grupos y personas caen
con frecuencia los golpes represivos
más terribles de los órganos
de represión del Estado. A la vez que se reconoce la necesidad
de una defensa internacional de los derechos humanos debemos
prestar atención también a la propia defensa
de estos grupos y
de estas personas».
Los testimonios sobre el poder despótico y brutal del Estado
soviético son numerosos.
Un Estado de tal naturaleza, un Estado
1078
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75 A.ROS LUCHANDO POR LA UBERT AD
cuya eficacia se destina a destruir la vida y el alma, la dignidad
de
la persona humana, el solo hecho de ser un hombre y de man­
tener una lucha desigual con quien
le niega sus derechos mas
elementales pero también más fundamentales, no puede ser cali­
ficado como un Estado legítimo. Y,
sin embargo, las únicas voces
que se elevaban contra la injusticia
del Estado eran las de los
propios ciudadanos
sdviéticos. En el discurso que debía pronun­
ciar, y que fue leído por su esposa Elena Bonner,
el 10 de diciem­
bre de 197 6, con motivo
de haber recibido el Premio Nobel de
la Paz, decía Sajarov:
«Es insoportable la idea de que en este
preciso mdmento, cuando estamos rennidos en festiva
=emonia
en esta sala, cientos y miles de reclusos," condenados por sus
creencias, sufren hambre penosa y de largos años, debido a la casi
total ausencia de albúmina y vitaminas en los alimentos ; aguan­
tan
la carencia de medicinas ( está prohibido enviar a los lugares
de reclusi6n
preparados vitamínicos y medicamentos) y un tra­
bajo superior a sus fuerzas; yacen muertos de frío, de humedad
y de agotamiento en mazmorras se:énioscura-s ; y se ven forzados
a mantener una lucha permanente por su dignidad humana y sus
creencias, frente a una máquina de "reeducaci6n" que de hecho
pretende destrozar sus
almas» (13). Termina aquí el grito angus­
tioso de Sajarov. ¿Qué es lo más patético de él? El «mientras
tanto» con el que Occidente ha ignorado durante más de 70 años
lo que se escondía tras el tel6n de acero, el poder imaginar una
festiva ceremonia a la que no puede asistir un hombre porque
habla de lo que él
conoce, de lo que está viviendo, de un horror
que no parece tener fin y que corre el
peligro de no querer ser
reconocido por
el resto de los países.
En los sucesos de agosto de 1991 uno de los argumentos que
se vinieron a esgrimir, para justificar el intento del golpe de Es­
tado, fue el de la inercia de Occidente, su impasibilidad ante las
c!emandas de ayuda, en este caso econ6micas, de la URSS. Pero,
¿cuándo
ha intervenido Occidente a lo largo de más de 70 años
de
. terror? El sentimiento de soledad del pueblo soviético se ex-
(13) Discurso titulado La paz, el progreso y los derechos humatios.
1079
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CONSUELO MARTINEZ-SICLUNA Y SEPULVEDA
presa en las pruabras de otro de sus disidentes, una figura tnágica
en el entorno de los «presos de conciencia», Alexandr Solzhe­
nitsyn: «El mundo occidental ha perdido la hombría social, tanto
en su conjunto como incluso cada
ruición por separado, . los go­
biernos, los partidos y, por supuesto, la Organización de las Na­
cidnes Unidas. Esta decadencia de la virilidad se manifiesta de
modo particular en los estamentos sociales que detentan el poder
y en la intelectualidad dirigente. Ello crea la sensación que la
sociedad toda ha perdido
el valor. Hay, por supuesto, muchas
personas valientes individualmente, pero no les toca encauzar
la
vida de la sociedad. Lds funcionarios politicos e intelectuales re­
velan esta decadencia, esta falta de voluntad y turbación en sus
actos
y declaraciones. Pero, sobre todo, en fundamentaciones
teóricas serviles. Y, debido a ello, tal manera de actuar, que como
base de la politica estatal coloca
la cobardía y el halago, resulta
pragmática
y razonable, siendo justificada a cualquier altura in­
telectual y hasta moral. Esta decadencia del valor, que se presenta
a
veces como ausencia total del principio viril, se revela más
irónica y se. acentúa todavía más en los inesperados estallidos de
coraje e intransigencia de estos mismos funcionarios· contra go­
biernos débiles, contra países endebles a Ios que nadie apoya,
contra cotrientes condenadas que se sabe con anticipación no pue­
den responder. Sin embargo, la lengua se entumece y se parali­
zan las manos frente a gobiernos poderosos y fuerzas
amenazado'
ras, frente a los agresores y a la Internacional del Terror» ( 14 ).
Esta es la confrontación evidente entre el Estado soviético,
su consideración como tal Estado legitimo desde un punto de vista
estrictamente descriprivo
-basado en justificar lo existente-­
por parte de Occidente, y la lucha desigual mantenida, pese a
todo, por quienes aún se atrevían a defender lo más elemental
para el individuo, su razón de ser. El hecho de ser generalmente
obedecido, cuando por
lo demás esta obediencia se basa en una
{14) ALEXANDR SoLZHENITSYNJ en el discurso pronunciado en la Uni­
versidad de
Harvard en 1978 y recogido tanibién en Verbo con el título
de «El Mundo escindido», núm. 168, septiembre-octubre, 1978,
págs. 999-
1.017.
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7$ AROS LUCHANDO POR LA LIBERTAD
espiral de terror, no supone la existencia de un consentimiento
legitimador, teniendo en cuenta que el régimen sustentado en el
miedo alcanzaba a los mismos funcionarios, en todos sus estratos,
del Estado, apresados ellos también en la
máquina del horror.
¿ Debe descansar la validez de la ley en el cálculo de la elec­
ción del mal menor para evitar la sanción? Porque de esta forma
estaríamos colocando
en el mismo plano la autoridad del Estado
y la autoridad del jefe de una banda de ladrones, que nos conmina
a entregar el dinero a cambio
de. nuestra propia vida. ¿Por que
ejecutaba el funcionario policial so'viético un acto administrativo
éiue tal vez, aunque esto no podía éntrar en consideración, veía
como incorrecto? Unicamente, y esto era lo determinante para su
actuación, porque el propio sistema así lo establecía, porque le
había sidd ordenado por la autoridad competente·
y porque for­
maba parte de su función obedecer las órdenes de
la autoridad
competente.
Se obraba por lo tanto en virtud de la teoría del
bandido, calculando
la posibilidad del peligro de su posición :.._y
no sólo de ésta como ya sabemos-· si na obedecía tales órdenes.
Supongamos que éste
es el mismo criterio por el cual otro funcio­
nario, superior
en imtoridád al primero, dicta el acto que ha de
ser ejecutada por el inferior. ¿ Es ello suficiente para otorgar va­
lidez, y no la estricta o meramente positiva, a esa norma? Supon­
gamos que nos remontamos
jerárquicamente en esta consirucci6h
riormativa hasta la norma superior ~la que por ese simple re­
quisito de la producción normativa otorga validez a todas las
demás subordinadas jerárquicamente a ella-y hasta la ·primera
autoridad. La obligatoriedad de un sistema de tales dimensiones,
qne actúa contra toda justicia, que es injusto por naturaleza pues­
to que niega lo que va
intrínsecamente unido a la propia natura­
leza del hombre,
sóld podría funcionar por la teoría del bandidó.
Su obligatoriedad descansa y se agota eri la coacción, pero' ceder
a la fuerza es sólo un acto de necesidad, no de la voluntad, como
señaló el filósofo ginebrino, una de cuyas consecuencias
es el for­
malismd
liberal, a su vez. arranque del .sistema que estamos .ana­
lizando.
Si suprimimos la necesidad de justicia, si suprimimos la coil-
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CONSJJELO MARTINEZ.SICLUNA Y SEPULYEDA
vicción, el sistema sólo puede durar en tanto permanezca la coac,
ción. La legitimidad, en palabras de Jesús Fueyo, es menos un
consentinúent<> que un sentimiento en común acerca del principio
de unidad (15).
En el caso de la URSS con mayor sentid<>, porque se trata
de
un Estado que nunca ha pretendido lograr el consentinúento
de los subordinados, de .un Derecho cuya fuerza de obligar ha
venido
determinada por la fuerza de la coacción, por el cálculd
de las probabilidades del mal menor, pese a lo cual no pudo evi­
tar el gesto heroico de los que lo han. dado todo por el derecho
del hombre a ser considerado como tal, frente a la injusticia del
sistema.
Un Estado de tal · naturaleza, . un Estado que descansa en el
terror habitual y
cdnstante, desaparece cuando se vislumbra una
grieta en la mecánica coactiva. La propia teoría del bandido ter­
mina
con su existencia. Sus normas carecen de toda validez ju­
rídica, porque obligar, jurídicamente, no puede equivaler a for­
zar. Sus normas no son válidas jurídicamente porque desconocen
el·
fin primario y sustancial al que tiende el Derecho, el que debe
encontrarse en la base de todo Derecho: la justicia.
El Estado soviético era
un Estado ilegítimo, porque la legiti­
midad
no es un atributo que se deduce de la simple existencia
del poder,
del hecho de su eficacia o de la observancia de· las
normas jurídicas, sino una cualidad que acompaña al poder úni­
camente en el caso en que se dé ese sentimiento en común, -~sa
cohesión interna que tiene como meta la consolidación de la jus­
ticia.
Una
vez caído el telón de acero, una vez producido el derrum­
be de uri Estado sustentado por la fuerza, lo .más fácil sería =­
tificar la muerte del comunismo y enterrarlo con sus muertos .. La
historia, tal vez, nos pida responsabilidad por' ello.
No
podría terminar sin recordar, nuevamente, la voz de los
(15) JÉSÚS F'uEYO, «Legitimidad, validez eficacia», en su obra Estu­
dios de Teorla Polltica, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1968, pá­
gina. 51.
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75 A.ROS LUCHANDO POR LA LIBERTAD
que han sufrido, de los que todavía hoy siguen sufriendo, de una
u
otra manera, las consecuencias de lo que fue el Estado comu­
nista. Una voz que llama a. Occidente en este final sin gloria del
cvmunismo: «No estuvisteis con nosotros cuando nos asesinaban.
Pues venid hoy, cuando nos levantamos» (16).
(16) NATALIA SOLZHENITSYN, op. cit., pág. 879.
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