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Número 309-310

Serie XXXI

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Un santo de la contrarrevolución

EN LA CANONIZACJON DE FRAY EZEQUIEL MORENO
UN SANTO DE LA CONTRARREVOLUCION
'.J)OR
FRANCISCO JOSÉ F'ERNMIDEZ DE LA CIGOÑA
El 11 de octubre de 1992 el Papa Juan Pablo II canonizó
en
Santo Domingo al español Fray Ezequiel Moreno, obispo de
Pasto (Colombia). Y lo propuso como «modelo
para los pastores,
especialmente de América
Latina, que bajo la guía del Espíritu
quieren responder con nuevo ardor, nuevos métodos y nueva
ex­
presi6n a los grandes desafíos con que se enfrenta la Iglesia lati­
noamericana» (Homilía en la misa de canonizacl6n).
Sin embargo el nuevo santo no parece un modelo de noveda­
des
sino de tradiciones. Su nuevo ardor era el viejo ardor de los
ap6stoles. Sus nuevos métodos eran
la oracl6n, el sacrificio, la
entrega permanente. Y su nueva expresión era la doctrina peren­
ne de la Iglesia con muy especiales referencias al tan denostado
Syllabus de Pío IX. Al que tal vez veamos también pronto en los
altares. Salvo que entendamos por novedad, tras
el descalabro eclesial
del posconcilio, lo que siempre había vivificado y santificado a
la Esposa de Cristo y que cuando
se arrumb6 o margin6 condujo
al descaecimiento de nuestros días.
Porque este agustino recoleto nacido en
La Rioja en 1848,
formado en Navarra, misionero en Filipinas y Colombia y obispo
en
esta última nación es todo lo contrario de un obispó moderno
y progresista. Y, sin embargo, que moderno y actual es casi todo
lo que dice. Como si predicara para un
siglo después. Es decir,
para hoy.
«Siempre ha tenido adversarios la fe cat6lica; en todas épo­
cas se han presentado enemigos que le hart hecho cruda guerra,
y eh iodos tiempos ha luchado el error contra ella, valiéndose de
toda clase de medios, aún de los reprobados
por la sola decencia
natural; pero nunca como en nuestros días· se había visto esa
Verbo, núm. 309-310 (1992), 989-992 989
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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DB LA GIGO:RA
multitud de hombres animados de un odio sistemático contra
ella, que no pueden disimular, y decididos
a prescindir de sus
enseñanzas en el gobierno de los pueblos, a regir las sociedades
sin sus dogmas y preceptds, y

a relegarla, de poder ser,
a un com­
pleto olvido. Por todas partes se oye la voz de esos hombres in­
fatuados con
una vana Hustt>ación ; de esos maestros hijos del
padre de
la mentira ; de esos emisarios del ángel del non serviam,
prometiendo dicha y ventura a los pueblos, pero con la condici6n
imprescindible de dejar
la fe, de abandonar las creencias cat6licas,
y de adorar los ídolos de la raz6n y libertad humanas que ellos
presentan. Llenos
de. orgullo se presentan a los hombres como
los únicos capaces de darles
ilustración, adelantos, riquezas, feli­
cidad, toda clase de bienes. Eso dicen en círculos
y reuniones con
lenguaje el más apropiado para seducir; eso repiten
con frases
estudiadas
por calles y plazas ; eso divulgan por medio de libros,
folletos
y peri6dicos, y eso propagan con una actividad pasmosa,
digna de
mejor causa» ( C(Jrtas pastorales, circulares y otros es·
critos del Ilmo. y Rvdmo. Sr. D. Fr. Ezequiel Moreno y Díaz,
obispo de Pasto (Colombia). Madrid, Imprenta de la hija de G6-
mez Fuentenebro, 1908, págs. 59 y 60). S6lo faltaba al obispo
haber
mencionado a la radio y

a la televisi6n para hacernos creer
que estaba hablando del
día de hoy.
Y aún sigue el obispo: «Tratarán sus propagadores de ocul­
tar
cuanto tienen de absurdas y de horribles esas doctrinas, con
los pomposos
nombres de libertad, igualdad, fraternidad, ilustra­
ción, progreso y otros parecidos ; pero los

hechos han puesto
ya
en claro que el nombre de libertad no significa otra cosa que
corrupción de costumbres; que el de igualdad es la negaci6n de
toda autoridad; que con
el de fraternidad se ha derramado a to.
rrentes la sangre humana; que ilustración ·es no tener Dios, ni
religión, ni conciencia ni deber alguno, ni vergüenza siquiera; y
que progreso es llegar a ser iguales al bruto, sin pensar en otra
cosa que en multiplicar los goces, poner toda la felicidad en
dis­
frutar de la materia y desterrar toda idea de espiritualidad» (pá­
gina 62).
Si no era un obispo moderno tampoco lo era pacífico. «La paz
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UN SANTO DE LA CONTRARREVOLUCION
que se predica, por lo visto, reza sólo con los católicos. Estos
deben guardar paz, cruzarse de brazos y dejarse dominar,
robar,
abofetear y matar de los liberales, que, como tienen conciencia
libre, pueden hacer esas cosas. Si eso esperaban los masones y
liberales, si se figuraban que nuestros soldados iban a contestar
a sus cañonazos con
algún sermón de los capellanes sobre man­
sedumbre cristiana, ya han
visto que se han engaliado; ya han
probado,
no una sola vez sino varias, que nuestros soldados, esos
soldados que rezan y
se preparan para el combate con confesión
y comunión, saben
dar muy duro y de veras al bulto, y no al aire»
(pág. 241).
Así retrata el obispo a los · partidarios de todas las cesiones
ante los enemigos de la Iglesia que suelen ser por otra parte
in­
transigentes con los hermanos que no comparten sus ideas: « Y
esos católicos tolerantes, condescendientes, blandos, dulces,
ama­
bles en eJ cristo, guardan todo su malhumor para los que gritan ¡viva la
Religión! y la defienden sufriendo continuas penalidades
y ei<­
poniendo sus vidas. Al decir de los mismos, los que gritan ¡viva
la Religión!, los que dicen que van a defenderla y lo que los
animan, son exagerados e imprudentes, que todo lo comprometen
con perjuicio de los intereses de
la Iglesia.
Si los
sabios y prudentes no consiguen más de sus amigos los
gobernantes masones, los
exagerados tienen . .fa culpa. Si esos go­
bernantes impíos dan leyes eontra la libert.ad de la Iglesia, es
nada más que por los católicos imprudentes. Si persiguen al clero,
este es el que los provoca. Si ei causantes. Y por más que la revolución, a cara descubierta y sin
antifaz, lance sus
ejércitos para destronar a Jesucristo, no quieren
creer que sea esencialmente satánica, y antes-bien se empeñan en
persuadir a los pueblos que las intransigencias de ciertos obispos,
las intolerancias de ciertos sacerdotes, los ataques de escritores
católicos
y ei a los liberales,
son la verdadera causa de la persecución que los
impíos hacen a
la Iglesia. Si a estos se les tratara como a amigos,
¡ cuánto se conseguiría pata la Iglesia I Ni la cruel ei 991
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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA GIGORA
la impotencia de sus teorías y conducta han llegado a quitar a
esos cat6licos sus ilusiones» (pág. 266
).
¿No estáis viendo retratados a los cat6licos del diálogo con el
marxismo, a los te6logos de la liberaci6n, a los partidarios del
píceo/o divorcio o del aborto en algunos supuestos ... ?
Según el obispo «deben unirse los católicos para defender· los
derechos de Jesucristo y de su Iglesia en todos los terrenos que
lo exija la justicia, y
en especial en el terreno pol1tico religioso»
(pág. 321).
El programa del nuevo santo hará estternecer a no pocos ca­
tólicos incluidds obispos: «Esas aspiraciones de los enemigos de
Jesucristo
,señalan lo que han de hacer los cat6licos. Deben sos­
tener los derechos de Jesucristo donde aún son reconocidos y
restaurar esos derechos donde hayan sido conculcados. Deben
luchar contra todos
los errores pol1tico-religiosos que tanto daño
causan a la Iglesia y

a
la sociedad, hasta que lleguen a destruir­
los. Deben trabajar para que acabe el imperid del liberalismo y
venga el absoluto reinado de Jesucristo, de tal modo, que sea
honrado en
el templo y en el hogar, en Ja vida privada y en la
pública, en los Tribunales de justicia y en las Cámaras legislati,
vas, en los acuerdos de los Mnnicipios y en los decretos de las
autoridades superiores»
(pág. 322).
Los últimos años del obispo se vieron amargados por una
total incomprensión
de la curia rdmana que Je impuso silencios
y vejaciones sin cuento que el obispo aceptaba con absoluta do­
cilidad. Unas veces
por motivaciones irenistas y otras por deci­
siones sin sentido
y no pocas veces injustas, San Ezequiel Moreno
pasó
un verdadero calvario que le sirvi6 para purificar todavía
más su alma de santo. Al igual que la dolorosísima enfermedad
que le llev6 al sepulcro
en 1906.
Creo que tras todo
lo expuesto se comprenderá fácilmente
pdr qué he titulado este artículo Un santo de la contrarevolu­
ci6n. Si efectivamente los obispos llegan a tomarle por modelo
imitando sus virtudes ya reconocidas oficialmente
por Roma la
hora de la reconquista católica habría sonado. Pidamos,
por in­
tercesi6n del nuevo santd que el milagro se produzca.
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