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Número 309-310

Serie XXXI

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Homilía de S. S. Juan Pablo II en la Misa de canonización del Beato Ezequiel Moreno

LEVANTATE Y RESPLANDECE, PUES HA LLEGADO
TU LUZ (IS 60, 1)
HOMil..IA DE S. S. JUAN PABLO II EN LA MISA DE CANONIZACION
DEL BEATO EZEQUIEL MORENO (SANTO DOMINGO, 11 DE OCTUBRE
DE
1992)
l. La conmemoración del V Centenario del comienzo de la
evangelización del nuevo mundo,
es un día grande ¡,ara la Iglesia.
Como Sucesor del
apóstol Pedro tengo la dicha de celebrar esta
eucaristía junto con mis hermanos obispos de toda América
La­
tina, así como miembros de otros Episcopados invitados, en esta
bendita tierra que, hace ahora quinientos años, recibió a Cristo,
luz de las naciones,
y fue marcada con el signo de la cruz salva­
dora.
Desde Santo Domingo quiero
hace llegar a todos los amadísi­
mos hijos de América mi saludo entrañable con las palabras del
apóstol san Pablo: «Que la gracia y la paz sea con vosotros de
parte
de Dios Padre y de Nuestro Señor Jesucristo» (Gil 1, 3).
Al conmemorar el 12 de
octubre de 1492, una de las fechas más
importantes en la historia de la humanidad, mi pensamiento y
mi afecto se dirigen a todas y cada una de las Iglesias ·particula­
res
del continente atnericano. Que a pesar de la distancia llegue
a tddas mi voz y la cercanía de mi presencia:
2. Voz que abraza en el Señor a las Iglesias en el cono sur:
Chile y Argentina, Uruguay y Paraguay.
Voz de fraterno amor en Cristo a la Iglesia en Brasil, a las
Iglesias de los países andinos: Bolivia y Perú, Ecuador y Colombia.
Voz de afectuosa comunión en la fe a
la Iglesia en Venezuela,
en Surinam, en las Antillás, en
Repóblica Dominicana y Haití,
en Cuba, Jamaica y Puertd Rico.
Verbo, núm. 309-310 (1992), 1009-1016 1009
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HOMIUA DE S. S. JUAN PABLO 11 EN LA MISA DE CANONIZACION
Voz de paz en el Señor a las Iglesias de América Central y
Panamá, de
México y América del Norte.
Junto con el abrazo
fraterno a mis hermanos en el episcopa­
do, deseo presentar mi cordial y deferente saludo
al señor pre­
sidente de la República y demás autoridades que
nos acompañan.
3.
Las palabras de Isaías, proclamadas en la primera lectura,
«levántate y resplandece, pues ha llegado
tu luz» (Is 60, 1 ), nos
presentan la gloria de la nueva Jerusalén.
El profeta, a distancia
de siglos, anuncia a aquel que
él ve como la Luz del mundo. De
Jerusalén viene la aurora que resplandecerá en la plenitud del
misterio divino diseñado desde toda
la eternidad. Su claridad se
extenderá a todas las naciones de la tierra.
En efecto, hoy, reunidos en torno al altar, celebramos en
Santo Domingo, en rendida acción
de gracias a Dios, la llegada
de la luz que ha alumbrado con esplendor de vida y esperanza
el caminar de los pueblos que, hace ahora quinientos años, na­
cieron a la fe cristiana. Con la fuerza del Espíritu Santo la obra
redentora
de Cristo se hacía presente por medio de aquella mul­
titud de misioneros que, urgidos por el mandato del Señor de
«predicar la Buena Nueva a toda criatura» (Me 16, 15), cruzaron
el océano para anunciar a sus hermanos el mensaje de salvación.
Junto con mis hermanos obispos de América, doy gracias a la
Santísima Trinidad porque «los confines de
la tierra han contem­
plado
la salvación de nuestro Dios» (Sal 98, 3 ). Las palabras del
profeta
se han hecho verdad y vida en este continente de la es­
peranza; por ello, con gozo incontenible, podemos hoy procla­
n:.ar de nuevo: América, «levántate y resplandece, pues ha llegado
tu luz, y
la gloria del Señor sobre ti ha amanecido» (Is 60, 1).
4. Y ¿qué mayor timbre de gloria para América que el
de
poder presentar a todos aquellos testimonios de santidad que a
lo largo de estos cincd siglos han hecho vida en el nuevo mundo
el mensaje de Jesucristo?
Ahí están esa admirable pléyade de
santos y beatos que adornan la casi totalidad de la geografía
americana,
cuyas vidas representan los más sazonados frutos de
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DEL BEATO EZEQUIEL MORENO
la .evangelización y son modelo y fuente . de inspiración para los
nuevos evangelizadores.
En este mateo de santidad se sitúa la · presente canonización
del beato Ezequiel Moreno, que en su vida y obra apostólica
compendia admirablemente los elementos centrales de
la efemé­
rides que celebrarnos. En efecto, en la reseña de su vida santa,
así como de los méritos y gracias celestiales con que el Señor
quiso adornarle
--que hemos oído hace unos momentos al soli­
citar oficialmente su canonización- aparecen España, Filipinas y
América Latina como los lugares en que desarrolló su incansable
labor misionera este hijo insigne de la Orden Agustina Recoleta.
Como obispo de Pasto, en Colombia,
se sintió particularmente
urgido
por el celo apostólicd que, como hemos oído en la segun­
da lectura de esta celebración litúrgica, hace exclamar a san Pa­
blo:
«¿C6mo invocorán a aquel en quien no han creído? ¿C6mo
creerán en aquel a quien no han oído? ¿C6mo oirán sin que
se
les predique?» (Rm 10, 14).
5. El nuevo Santo se nos presenta ante todo como modelo
de evangelizador,
cuyo incontenible deseo de anunciar a Cristo
gui6 todos los pasos de su vida. En Casanare,
Arauca, Pasto, San­
tafé de Bogotá y tantos otros lugares se entregó sin reserva a la
predicación, al sacramento de la reconciliación, a la catequesis, a
la asistencia a los enfermos. Su inquebrantable
fe en Dios, alimen­
tada en todo momento por una intensa vida interior, fue la gran
fuerza que le sostuvo en su dedicación
al servicio de todos, en
particular de los
más pobres y abandonadOs. Como pastor pro­
fundamente espiritual y
vigilante, dio vida a diversas asociaciones
religiosas ; y a donde no
podía llegar en perscma procuraba ha­
cerse presente mediante
la publicación, el periódico, la carta par­
ticular. San Ezequiel Moreno, con su vida y obra de evangelizador,
es modelo para los pastores, especialmente de América Latina,
que bajo la guía del Espíritu quieren responder con nuevo ardor,
nuevos métodos y nueva
expresión a los grandes desafíos con que
se enfrenta la Iglesia latinoamericana, .Ja cual, llamada a la santi-
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HQMJLIA DE S. S. JUAN PABLO JI EN LA MISA DE CANONIZACION
dad, que es la más preciada riqueza del cristianismo, ha de pro­
clamar sin descanso a «Jesucristo ayer, hoy y siempre» (Hb 13, 8).
El Señor Jesús, que fue anunciado por primera vez a los pueblos
de este continente hace quinientos años,
nos trae la salvación,
pues
sólo él tiene palabras de vida eterna (cf. Jn 6, 69). «Tanto
amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo
el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (]
n 3,
16). Es el Dios que ama al hombre hasta entregar su vida por él.
Es
el Dios encamado, que muere y resucita. ¡Es el Dios Amor!
Hoy, junto con toda
la Iglesia, elevamos nuestra acción de
gracias por los cinco siglos de evangelización. En verdad se cum­
plen las palabras del profeta Isaías, que hemos escuchado:
«Se
estremecerá y se ensanchará tu corazón porque vendrán a ti los
tesoros del mar» (Is 60, 5). Son las riquezas de la fe, de la espe­
ranza, del amor. Son «las riquezas de las naciones» (ib.): sus va­
lores, sus conocimientos, su cultura. La Iglesia, que a lo largo de
su historia ha conocido pruebas y divisiones,
se siente enriquecida
por aquel que
es el Señor de la historia.
6. América, ¡abre de par en
par las puertas a Cristo! Deja
que
la semilla plantada hace cinco siglos fecunde todos los ám­
bitos de tu vida: los individuos y las familias, la cultura y el
trabajo,
la economía y la política, el presente y el futuro.
En esta solemne efemérides, quiero dirigir
mi mensaje de
paz
y esperanza a todos los hombres y mujeres de buena volun­
tad que en este bendito continente caminan entre los
gooos y las
tristezas del presente y aspiran a un porvenir más justo y fraterno.
A quienes tienen la responsabilidad del gobierno de las na­
ciones, con deferencia y respeto hacia las funciones que ejercen,
les invito a un renovado empeño en favor de la justicia
y la paz,
de la libertad y el desarrollo integral. Que no ahorren esfuerzos
para potenciar los valores fundamentales de la convivencia social:
el respeto a la verdad, los vínculos de solidaridad, la tutela de los
derechos
humanos, la honestidad, el diálogo, la participación de
los
ciudadartos a todos los niveles. Que el imperativo ético sea
un .constante punto
de referencia en el ejercicio de sus funciones.
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DEL 'BEATO EZEQUIEL MORENO
Los principios cristianos que han informado la vida de sus pu<>­
blos, inspirando muchas de sus instituciones, serán factor deter­
minante en la consecución de la desedada integración latinoame­
ricana e infundirán viva espetanza
y nuevo dinamismo que les
lleve a ocupar el puesto que les corresponde en el concierto de
las naciones.
7. A los representantes
del mundo de la cultura, les aliento
a una generosa puesta en común
de inteligencias, voluntades y
trabajo creador ante los retos con que se enfrenta América La­
tina en el momento actual. Motivando y estimulando la capacidad
moral
y espiritual· de las personas, sois, en gran medida, corres­
ponsables en
la cimstrucción de una nueva sociedad. América La­
tina ha de consolidar su identidad cultutal y debe hacerlo desde
sí misma, siendo fiel a
sus raíces más genuinas en las que a lo
largo de estos cinco siglos se hari encamado los valore~ cristianos.
La cultura, como instrumento de acercamiento y participación,
de comprensión y solidaridad, ha de abrir nuevos caminos de pro­
greso
y sentar las bases de un auténtico humanismo integral que
eleve la dignidad del hombre. a su verdadera e irrenunciable·
di­
mensión de hijo de Dios. Hago, pues, un apremiante llamado a
los responsables de la cultura en. América Latina para que inten­
sifiquen
sus esfuerzos en favor de la éducación, que es llave maes­
tra· del futuro, alma del dinamismo social, · derecho y deber de
toda persona.
8. A los trabajadores y empresarios
-desde sus respectivas
responsabilidades en la
sociedad'-no puedo por menos de ex­
hortarles a la
solidaridad real y eficiente. Vuestro desafío en las
actuales circunstancias ha de tener como objetivo común
el de
servir al hombre latinoamericano en sus impostergables necesida­
des: luchar conrra la pobreza y el hombre; el desempleo y la
ignorancia;
transformar los recursos potenciales de la naturaleza
ton inteligencia, laboriosidad y constancia; aumentar la produc­
ción y promover· el desarrollo; humanizar las relaciones laborales
poniertdo siempre a la persona humana, su dignidad y derechos,
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f;lOMILIA DE _S. S. JUAN PABLO 11 E'Jtl LA MISA DE CANONIZACION
por encima de los _egoísmos e intereses de grupo. Mirando el ac­
tual panorama de América Latina y, más aún, las perspectivas de
futuro,
se hace necesario sentar las bases para la creación de una
economía solidaria. Hay que sentir la pobreza ajena como propia
y convencerse de que los pobres.no pueden esperar. Por su parte,
los poderes públicos
han de salir al paso de injustas diferencias
que ofenden la condición humana
de los hombres, hermanos e
hijos de un mismo Padre y copartícipes de
los dones que el Crea­
dor puso en manos de todos. Aunque la Iglesia no pretende en
ningún momento ofrecer soluciones técnicas, sí alienta la creación
de un proyecto económico a nivel continental que, superando los
aislacionismos, pueda presentarse
como interlocutor válido en la
escena internacional y mundial. Por erra
parte, no puede por me­
nds de ditigir un urgente. llru:nado a las naciones desarrolladas
para que enfrenten su responsabilidad moral ante la dramática
situación de pobreza de millones de seres humanos en América
Latina.
9. A
las familias de América, santuarios del amor y de la
vida, les exhorto a ser verdaderas «iglesias domésticas», lugar de
encuentro con Dios,
centro de irradiación de la fe, escuela de
vida cristiana, donde
se construyan los sólidos fundamentos de
una sociedad
más íntegra, fraterna y solidaria. Que en su seno,
los jóvenes, la gran fuerza y esperanza de América, puedan hallar
ideales altos y nobles que satisfagan las ansias de
sus corazones
y les aparte de la tentación de una cultura insolidaria y sin hori­
zontes que conduce irremediablemente al vado
y al desaliento.
Deseo en esta ocasión rendir particular homenaje a la mujer lati­
noamericana· que, generación. ·tras generación~ ha _sido como el
ángel custodio del alma cristiana· de. este continente.
Finalmente,
mi pensamiento y mi plegaria a Dios se dirige
a los enfermos, a los ancianos, a los marginados, a las víctimas
de la violencia, a los que no tienen empleo ni vivienda digna, a
los desplazados y encarcelados ; en una palabra, a cuanto sufren
en
el cuerpo o en el espíritu. Que la conciencia del dolor y de
las injusticias
infligidas a tantos hermanos, sea, .en este V Cen-
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»EL. ·BEATQ EZEQUIEL MORENO
tenario, ocasi6n propicia para pedir humildemente perd6n por las
ofensas y
crear las condiciones de vida Jndividual, familiar y se>­
cial que permitan un desarrollo integral y justo para todos, pero
particularmente para· los
más abandonados y desposeídos. Vienen
a mi mente aquellas
·palabras de , santo Toribio de Mogrovejo,
patrono del Episcopado latinoamericano,. en las que
se declara
profundamente dolido porque «no s6lo. en tiempos pasados
se les
ha hecho a estos pobres
indios tantos. agravios y con tánto exce­
so, sino que también en el día de hoy muchos procuran hacer lo
mismo». Los sentimientos y
la solicitud, pas!oral que reflejan
estas
palabras, pronunciadas por santo Totibio en el III concilio
provincial
de Lima de 1582, conservan hoy plena. actualidad, que­
ridos hermanos obispos de América Latina, que. man.aña · iniciaréis
los trabajos de la IV Conferencia general. Era el mandato del
Señor de predicar el Evangelio a toda
criatura (d. Me 16, 15) lo
que movía al santo arzobispo a entregarse sin límites al anuncio
del mensaje de salvaci6n y a
la defensa de lds pobres. Hoy, los
sucesores de los Ap6stoles en esta tierra fértil, que recibi6 hace
cinco siglos la palabra de Dios, se enfrentan a nuevos y apremian­
tes retos, pero sienten en su alma_ de pastores los urgentes inte­
rrogantes de san Pablo, que hemos escuchado en la segunda lec­
tura: «¿C6mo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿C6mo
creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se
les predique? Y ¿cómo predicarán si no son enviados?» (Rm 10,
14-15).
10.
Se trata, amadísimos hermanos en el episcopado, de in­
terrogantes fundamentales que interpelan a los pastores de la
Iglesia de todas las épocas. Responder a tales urgencias y desafíos,
antiguos y nuevos, es ciertamente vuestra tarea prioritaria en el
continente de la esperanza y el objeto esencial de la importante
reunión eclesial que
os disponéis a celebrar. Estamos congregados
frente a este Faro de Colón, que con su forma de cruz quiere
simbolizar la cruz de Cristo plantada en esta tierra en 1492. Con
ello,
se ha querido también rendir homenaje al gran almirante
que dejó escrito como voluntad suya: «Poned
cruces en todos
los caminos y senderos, para que Dios
os bendiga».
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1l0MILIA DE S. S. JUAN PABLO-11 EN LA MISA DE CANONIZACION
«¡Jesucristo ayer, hoy y siempre!» (Hb 13, 8). Él es nuestra
vida y nuestro único guía. Sólo en
él está puesta nuestra. esperan­
za. Su Espíritu ilumina los senderos de la Iglesia, que hoy. como
ayer, le
proclama Salvador del mundo y Señor de la historia. Nos
sostiene
la sólida certeza de que él no nos abandona: « Yo estoy
con vosOtros siempre hasta
el fin del mundo» (Mt 28, 20), fueron
sus últimas palabras antes de ascender a su
gloria. Jesucristo, luz
del mundo,
«camino, verdad y vida» (Jn 14, 6), nos guía por los
senderos que pasan por el corazón de los hombres y por la histo­
ria de los pueblos para que en todo tiempo y todas las generacio­
nes «vean la salvación de nuestro ];)ios» (Sal 98, 3). Amén.
(L'Osservatore. Romano, edición española, núm. 42, 16 de
octubre de 1992).
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