Índice de contenidos
Número 333-334
Serie XXXIV
- Textos Pontificios
- Noticias
-
Estudios
-
La integración del este en el vacío occidental
-
Consecuencias jurídicas aplicables a los delincuentes de conciencia
-
El ayer y el hoy de la mujer cristiana
-
La cruz en México
-
La eutanasia: sus modalidades y figuras afines. Terminología desde la perspectiva jurídica
-
La finalidad del poder
-
Los límites del poder
-
Proyección sociopolítica de los Congresos Católicos en España (1889-1908) (I)
-
Freud: ¿qué epistolario?
-
-
Crónicas
-
Revista Cristiandad: nuevo director y número extraordinario
-
La doctrina política de la Iglesia y la política de los católicos. Presentación del libro de Luis María Sandoval, La catequesis política de la Iglesia
-
Una política católica [En la presentación del libro «La catequesis política de la Iglesia»]
-
La doctrina política del Catecismo [En la presentación del libro «La catequesis política de la Iglesia»]
-
-
Información bibliográfica
-
Geraldo Bezerra de Menezes: A vida substancial do espirito
-
Manuel Fernández de Escalante: Los imperantes y su séquito
-
Alain Touraine: Crítica de la modernidad. ¿Qué es la democracia?
-
Alexandra Wilhelmsen: La formación de la doctrina política del carlismo (1810-1875)
-
Romano Amerio: Iota unum. Estudio sobre las transformaciones de la Iglesia Católica en el siglo XX
-
Ángel Maestro: La corte de los milagros ¿existe aún España?
-
Álvaro d'Ors: Derecho y sentido común (Siete lecciones de Derecho Natural como límite del derecho positivo)
-
Arnaud de Lassus: La liberté religieuse. Trente ans après le Vatican II (1965-1995)
-
Autores
1995
La eutanasia: sus modalidades y figuras afines. Terminología desde la perspectiva jurídica
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS
AFINES. TERMINOLOGIA DESDE LA
PERSPECTIVA JURIDICA
POR
JESÚS V ALDÉS y .MENÉNDEZ V ALDÉS
l. INTRODUCCIÓN
Entre el 3 y el 5 de marzo de 1988 se desarrollaron unas jor
nadas sobre «Eutanasia y Enfetmería» organizadas por el Con
sejo General de los Colegios de esta profesión.
El programa, bien elaborado, perseguía presentar una
pano
rámica coherente de los principales aspectos y cuestiones que la
eutanasia suscité. en los momentos actuales. Y· el balance, como
se puso de relieve en el acto de clausura fue francamente positivo.
Invitado por razón de su
vinculación profesional con la Orga
nización · Colegial de Enfermería, el autor del presente trabajo
asistió a ellas con el máximo interés, en la actitud silente y
recep
tiva que convenía a su dedicación a rama de los saberes humanos
distinta de aquella desde cuya perspectiva se trataba
allí la pro
blemática de ese
fenómeno social de la eutanasia, cuyas escabro
sidades, penumbras y recovecos
permiten calificarla como infini
tamente
más compleja que la de su paralelo del aborto. ;Buena
ocasión para aprender y para contrastar puntos de vista y plan
teamientos!
Y así fue como se produjo mi primer enfrentámiento con este
aspecto capital y
apasionante de la terminología sobre la eutana
sia y figuras afines y adyacentes.
Porque en
aquellas Jornadas se abordaron las diversas cues
tiones, como era natural e inevitable, con las limitaciones de ex-
Verbo, núm. 333-334 (1995), 271-312
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Fundaci\363n Speiro
JESUS VALDES Y MENENDEZ VALDES
tensión y profundidad que d tiempo disponible imponían: con
centrando las ponencias y debates en los puntos clave, aunque
quedando lo suficientemente abierta
y expedita la vía para ulte
riores desarrollos en estudios monográficos. Y precisamente esta
cuestión de la terminología fue una de las pocas, o
acaso la úriica,
que no
se abordó de una manera directa y específica. Ahora bien:
como no podía menos de suceder, habida cuenta de
su incidencia
sobre las restantes, fue aflorando a
lo largo de las intervenciones,
y poniéndose de relieve los problemas de sus imprecisiones, am
bigüedades y confusionismos ( 1 ).
2. SOBRE LA NOCIÓN GENERAL DE "EUTANASIA" Y FIGURAS
AFINES
Tres fueron -que recuerde o se refleje en los textos entre
gados a
los jomadistas-las ocasiones en que esta coestión ca
pital se abordó.
En una de las primeras ponencias, tras de tachar de incorrecta
la definición. dd Diccionario de la Real Academia, «muerte sin
( 1) Sobre los que algunos años antes -de lo que yo no tuve noticia
hasta tener prácticamente terminado este estudio-ya había: dado la . voz
de
alerta el autor de una magnífica monografía. sobre la eutanasia, la mejor
seguramente de las publicadas, cuando menos en España, el profesor Gon
zalo HIGUERA, S. J., <~Eutanasia y· distanasia. Problemas ético-morales», pu
blicada en Estudios Eclesiásticos (Revista teológica de investigación e infor
mación), núm. 235, octubre-Oiciembre 1985.
Así, en la página 394, nos habla de la «importancia que tiene la cla
rificación verbal y real de los términos para evitar tales confusiones .y las
lamentables consecuencias de calificación ética que se siguen»; en la 4Q2, del
«confusionismo de
términos y contenidos»; en la 408, finalmente y como
una de las «Conclusiones»: «De entrada, se manifiesta un gran confusio
nismo, especialmente por la imbricación y solapamiento de términos y con
tenidos, en los campos médicos, filosóficos, etc. En el interior de cada uno
de ellos
y en sus interrelaciones. Por eso es necesaria una clarificación y
una previa delimitación antes de comenzar a dialogar y construir la doc
trina necesaria)),.
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
sufrimiento físico, especialmente la procurada por drogas adecua
das»,
se propuso la siguiente:
«Eutanasia es:
-Anticipar la muerte de un enfermo terminal.
-A petición del propio paciente, clara y expresamente re-
petida.
-Para evitarle más dolor y sufrimientos».
Tal y
como está formulada la noción, habría que entender
estos tres factores como
definitorios, conjunta y acumulativamen
te, de la
figura de la eutanasia; o lo que es lo mismo, a falta de
cualquiera de ellos el acto no se podría calificar como tal eutanasia.
Nada que objetar, desde el punto
de vista jurídico, al primero
y tercero, que en realidad son complementarios.
La cuestión se
plantea en cuanto al segundo: la petición, por muy «repetida»
que sea,
¿es algo esencial?; o, ¿qué calificación correspondería
al acto a falta de ella? La respuesta la encontraríamos en otra
ponencia posterior,
la del profesor Javier Gafo (2), que nos ha
bló categóricamente de la eutanasia impuesta, como algo absolu
tamente rechazable por
la moral católica; de donde se induce con
suficiente claridad que lo que la introducción de aquel
elemento
voluntarista
configuraría no sería la eutanasia en términos gené
ricos y amplísimos, que
es lo procedente, sino el subtipo o sub
especie de la concordada o pactada, como un poco más adelante
veremos.
Distinto fue el enfoque de la cuestión más tarde, en una
«mesa redonda», por parte de
mios de sus miembros (3). Pen
sando
--en ello no le faltaba raz6n-en el «nudo gordiano»
semántico que en tomo a este término de «eutanasia» --como
sucede en tantos otrOs de diversas ciencias-se ha formado, con-
(2) Cito de memoria: el texto de esta ponencia no figura entre los
entregados a los
iornadistas.
(3) Como lo anterior: no proporcionaron relaciones de lo tratado en
las mesas redondas.
27.l
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JESUS VALDES Y MENENDEZ V A.LDES
cibió como la más eficaz solución, o acaso la única viable, la de
cortarlo: algo así como que «Eutanasia» es «buena muerte, y pun
to». Es decir que se quedó con el factor etimológico desnudo.
También objetable. Si el anterior pecó por de más, 'este por
de menos: el tajo no fue a parar al nudo gordiano, sino más arri
ba. Porque ciertamente que el factor o elemento etimológico
-como ya observara D. José Ortega y Gasset-es algo que en
estas operaciones de precisión semántica, o conceptual, hay que
tener siempre en cuenta ; y precisamente en primer lugar, como
punto de arranque del proceso discursivo. Pero quedarse ahí, con
preterición de los restantes factores, es un puro reduccionismo.
Particularmente es nuestro caso, prescindir de esa realidad uni
versalmente reconocida y admitida que
es el factor histórico, la
evolución más o mends profunda, y hasta muchas veces radical,
del significado de las palabras al
correr de los tiempos, conduce
a una noción no precisamente falsa sino, diríamos, «insignificante_»
-en la acepción primera que a este vocablo da el D~, es
decir, tan abstracta y vaga, que nada resuelve. Muerte «buena»,
¿en qué sentido, o desde que punto
de vista?: antropológico, so
ciológico, económico, ético, trascendental o religioso .. .'; o pura
y simplemente técnico (porque, .como agudamente observa el pro
fesor Javier
Hervada, en esta perspectiva se puede calificar hasta
de
perfecto un crimen).
¿O quizá lo que tenía «in mente» quien hizo aquella afirma
ción era la idea de
«buena» como conclusión de una operación
judicativa compleja, de coordinación ponderada de todos esos fac
tores, de acuerdq con el lugar que corresponde a cada uno de
ellos en la jerarquía
de valqres o bienes? ( 4 ).
¡Ah!, pero es que .si fuera así lo que significaríamos sería algo
muy diferente de lo
que queremos expresar vulgar y corriente
mente con la palabra «eutanasia». Sería la idea de la muerte de
un ser humano
en punto y hora convenientes ; dicho sea en len-
(4) HIGUERA -oh. cit., nota 1-nos habla de «tiempo de nacer y
tiempo
;de morir» (pág. 390); de una hora no «matemática, sino moral»
(pág. 408). .
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
guaje poético, «cuando el fruto está sazón». Y eso -
adelantar ideas--tiene otro nombre: ortotanasia.
Finalmente, se nos expuso por un Diplomado en Enfermería
una noción que
provisionalmente podemos calificar de descrip
tiva, extensa, pormenorizada:
«Eutanasia es la muerte indolora, provocada directa
mente
y por procedimientos médicos, de personas, que son
consideradas como condenadas a una vida irreversiblemente
dolorosa o inválida, con la intención. de liberar a
esas. per
sonas del sufrimiento o a la sociedad de una carga inútil, o
con ambos propósitos a
la vez. Es decir, los rasgos propios
de. la eutanasia, lo que la diferencia de otras formas de
muerte procurada, son dos: el modo de inducirla
y la in
tencionalidad compasiva o liberadora».
Es, desde luego, la más elaborada de
las tres. Merece ser bien
analizada.
En primer lugar, hay un puoto, uoo sólo, objetable: el sen
tido de las palabras «provocada directamente» parece que no
puede ser otro que el de condicionar la noción de «eutanasia» a
que las finalidades a que
se refiere se persigan empleando como
medio
directo, inmediato y especifico, la muerte del sujeto pa
ciente. Así quedaría automáticamente eliminado el caso de que
no sea así, pero, sin embargo, el tratamiento aplicado pueda, de
uoa manera accidental, o como efecto secundario, producir un
cierto acortamiento del proceso terminal;
es decir, el tipo de la
entanasia
indirecta, reconocido y tratado por los moralistas como
más adelante, en su lugar, veremos.
Por otra parte, y esto es lo más trascendental, se dibujan en
la definición
dos tipos fundamentales de eutanasia, por razón de
la
finalidad: la intencionalidad liberadora se entiende referida a
dos clases de sujetos:
los individuos que se encuentran en las
circunstancias que describe, de los padecimientos que sufren; o
la sociedad, de una «cara inútil». Reconoce pues, evidentemente1
comprendidas, en el concepto de eutanasia1 tanto la conocida como
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JESUS VALDES Y MENENDEZ VALDES
«compasiva» o, simplemente «eutanasia». Como las llamadas «so
cioeconómicas»
y «eugenésicas» (5).
Con base en todo lo anterior podemos
formular unas cuantas
acotaciones preparatorias de conclusiones finales.
Primera.
Una noción amplia y genérica de eutanasia como la
acción de cortar de modd artificioso, más o menos expeditivo,
la vida de un ser humano,i(, ), decidida en contemplación de de
terminadas condiciones patológicas o traumáticas en que se en
cuentra el sujeto paciente.
Segunda. La determinación de los factores o elementos de
la
acción eutanásica.
l.º Él condicionante o presupuesto general: que haya una
constancia
racional, entendiendo por tal la avalada por dictamen
cientlfico, emtido
por autoridad competente en la materia:
a) De previsión de muerte de un paciente -enfermo, he
rido-, a más o menos corto, medio o aún largo plazo,
pero
en todo caso, i"eversible o insuperable, es decir,
absoluto; contrapuesto a relativo, por lo que se entendería
un pronóstico de muerte condicionado, una crisis supe
rable -al menos teóricamente--mediante la aplicación
de técnicas terapéuticas usuales, como, por ejemplo, el
masaje en caso de paro cardiaco o la respiración artificial
en el de asfixia.
En este último supuesto, la abstención
de aplicar tales remedios más o menos elementales no se
podría desde el punto de vista jurídico, calificar de euta
nasia, sino que sería subsumible en la figura penal de
omisión del deber de auxilio; o
(5) A continuación, un juicio de valor categ6rico: «Por ser 1a1 técnica
Y la compasión atributos muy propios de la enfermera y el médico competen·
tes, se explica que la condena de la eutanasia sea muy fuerte: la eutanasia
destruye el núcleo ético de la profesi6n,.
( 6) Y solamente en sentido impropio y analógico, la de un animal
irracional.
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
b) De inutilidad fisica o psicosomática, congénita o sobre
venida, gtave, esto es, intensa
y profunda.
c) Y, finalmente, un dictamen -diagnóstico o pronóstico--,
adicional a cualquiera de los dos anteriores, de dolores
o sufrimientos
de cualquier tipo, dificilmente soporta
bles; e inútiles,
dada la incurabilidad de la dolencia o
lesi6n, que
es algo realmente contingente, pero, sin em
bargo, decisivo para la valoración juródica del acto, como
ahora vamos a ver.
2.0 Teleológico. El designio lenitivo y el utilitario.
Las diferencias entre ambos son patentes,
por lo que reclaman
una adecuada dualidad terminológica.
No nos
. saldremos, pues del objeto propio de este estudio . si
buscamos su fundamento acudiendo a más altas instancias, las de
la
Etica, de la que el Derecho no es, en definitiva, más que sec
tor, delimitado, como tantos iusfilósofos han establecido, por la
especialidad de las relaciones jurídicas.
Ya, prima facie, una cosa es acelerar o abreviar un proceso
terminal científicamente comprobado y otra bien distinta es pro
vocarlo, que
es el caso del diagnóstico de inutilidad somática o
psicosomática,
Profundizando más, el Derecho Penal comparado nos revela
que entre los tratamientos que los ordenamientos nacionales han
dado a la eutanasia,
se da una coincidencia básica, que responde
a rigurosos e insoslayables términos ddctrinales: la de que la
eutanasia no
se puede encuadrar más que en los géneros .homici
dio
o suicidio. A partir de ahí en bastantes de ellos se la ha tipifi
cado especlficamente para los efectos de mayor o menor benigni
dad en su penalización, teniendd
en cuenta el factor causal de la
piedad, la compasión, la misericordia (7). Y que conste que, per-
(7) En relación con este térm.ino pretendidamente justificativo -«Ar
sénico por compasi6n»; ¿recordáis?--o sus paralelos de--«piedad» o «mi
sericordia».
Hasta hace algunos años, en la clase de Armamento de. la Academia de
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JESUS VALDES Y MENENDEZ VALDES
sonalmente, no. me convence el empleo habitual de estos términos
en el lenguaje técnico forense: eri primer lugar, porque responden
a conceptos típicamente éticos, cuya introducción en él -sobre
todo en los textos legales--- viene a ser algo así como de «presta
do», proclive a la equivocidad ; y, además en relación con lo
an
terior, pero revistiendo mayor gravedad, al abuso dialéctico, de
tonos sofísticos, sentimentaloides y demagógicos: piénsese en el
impacto que produce en juzgadores no profesionales
del Derecho ;
ejemplo más típico: el Jurado, como acusadamente se
ha dado en
este caso de
la eutanasia según se puede comprobar en la historia
de los grandes procesos judiciales. Por cuyas razones encuentro
preferible, por
más técnica y ajustada, la denominación de factor
o designio lenitivo que, además, concuerda muy bien ron aquella
noción rudimentaria y objetiva plasmada en la acepción gramati
cal
ele «muerte tranquila, sin sufrimientos». Así pues, este desig
nio lenitivo, que obviamente carecería de sentido de no darse
aquel dictamen
adicional --diagnóstico o pronóstico--- de sufri
mientos intensos flsicos
y/ o psicosomáticos, significa prop6sito
o voluntad de evitárselos a un semejante, que es algo de suyo y
en principio generoso
y altruista; lo cual no empece para la pre
vención que los moralistas no harían sobre la ilicitud de procu
rarlo por medios, ya
despro¡,orcionados, ya intrlnsecamente malos,
como éste tan drástico de
privar a un ser humano del bien de la
existencia física, que aunque no sea, según los materialistas en
general pretenden,
el supremo de la persona humana -que es su
dignidad-sí es el primario básico, necesario soporte de todos
los
demá~. ·
A este designio lenitivo se contrapone aquel otro que, a di
ferencia del anterior, es en sí completamente independiente del
Caballería se hada la descripción de aquel arma, hoy reducida a elemento
decorativo, la lanza, · unas de cuyas partes es un resalte circular en el que
termina la
punta -de acero, de unos 25 centímetros de longitud y forma.
en ciertos
modelos, piramidal-, cuya función era impedir que la penetra
ción
del arma ·en el cuerpo del atacado se limitara a aquella. La reacción
sarcástica, casi habitualmente iniciada por el propio profesor, surgía cuando
éste
decía el nombre de aquel ~alte circular: «tope de misericordia».
Z78
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
dictamen adicional antes mencionado, porque emana de la consi
deración de que el paciente constituye una carga para la economía
o un peligro para la pureza biológica, ya de la humanidad toda,
ya de parte de ella: raza, país, familia ... (sociedad en general o
sociedad
particular). Aquí la causa impulsiva de la acción es la
onerosidad que la situación del paciente comporta para sus seme
;antes, presentes o futuros; es decir, no si.ts Sufrimientos, sino los
de las personas de sus más o menos amplio o reducido «entorno»,
tópico o histórico, con · la consiguiente proclividad a degenerar
en la comodidad,
el sibaritismo, la avaricia ... , es decir, lo anta
gónico del altruismo y la generosidad: el egoismo y la mezquin
dad. En suma, un auténtico atentado contra la fraternidad o, si
así se prefiere -la palabra está más en boga-, la solidaridad
humana.
Y entiendo también que su denominación más adecuada
es la de factor o designio utilitario.
Ambos pueden, naturalmente, darse en cualquiera de aquellos
dos presupuestos de
pronóstico de muerte y diagnóstico de inuti
lidad.
3.' Concordante. El concierto de voluntades.
En algunos ordenaruientos penales -'ltre ellos el español-,
la eutanasia no se encuentra tipificada, sino meramente reflejada
en la figura circunstancial de la aquiescencia del paciente en al
guna de las dos formas, de petición, o de asentimiento a la pro
puesta o sugerencia de otra persona, la cual después actúa ya
como colaboradora -v. gr., proporcionándole un medio para
acabar con su vida: un arma, un veneno, ayudándole a encara
marse a una ventana desde la que arrojarse al vacío ... -, bien
como
ejecutora: descerrajando un tiro, poniéndole una inyección
letal... Estamos ante
la figura jurídico-penal de la inducción o/y
cooperación al suicidio, en la que ciertamente se pueden subsu
mir
ciertos casos de eutanasia, pero que no se puede identificar
con ella, por la sencilla razón de que la reciproca no es cierta;
en otras palabras ; que si bien la eutanasia concordada -concer
tada, pactada, consensuada, como prefiramos llamarla-es siem-
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Fundaci\363n Speiro
IESUS VALDBS Y MENENDEZ VALDBS
pre una forma de cooperación al suicidio, no toda cooperaci6n al
suicidio se puede calificar de eutanasia en. sentido propio y estric
to.
Pensemos en los casos en que han recurrido a este medio de
poner fin a su vida personas
no aque¡adas por problemas de salud,
sino de otra índole: el militar acusado de traición que para eludir
un proceso sensacionalista, que culminaría en una ejecución
in
famante, acepta la «invitación de ingerir una ampolla de cianuro;
la pareja de amantes compelidos a separarse por razones de Es
tado o imperativos de ética social; etc. Para calificar estos casos,
la doctrina
y la jurisprudencia han recurrido a acuñar adjetivos
tales como «eutanasia sociológica» o «psicológica», que no es más
que trasplantar la cuestión al terreno de la similitud, de la
analogía.
Habida cuenta de todas las antecedentes consideraciones. po
demos configurar las siguientes:
Puntualizaciones finales sobre la significaci6n del término
«eutanasia» y su distinción de otros conceptos afines.
Para que una acción concreta se pueda calificar de eutanasia
en sentido propio y estricto tienen que conrurrir necesariamente,
de entre aquellos factores, los siguientes, según quedaron defini
dds; estos tres:
1. La previsión de muerte o la existencia-de una situación
--estacionaria o progresiva-de inutilidad somática o
psicosomática.
2. En cualquiera de los dos supuestos anteriores, dictamen
adicional de sufrimientos dif!cilmente soportables.
3. El designio lenitivo.
Este último es el esencial, lo que caracteriza la· eutanasia.
Porque
es la respuesta activa a la idea de «muerte indolora».
Hasta tal punto que
se puede afirmar que mientras de alguna
forma o en alguna medida
se dé, habrá, cuanto menos, una reso
nancia
del concepto de eutanasia.
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
Para designar este tipo de acciones en que concurren los ttes
factores se debe reservar el término de «eutanasia» escueto, sin
ropaje alguno de adjetivos
ni añadiduras.
Aquí surge una cuestión muy interesante. Pudiera, a primera
vista, parecer que si no se
dan los dos primeros factores el ter
cero se esfuma,
no tiene razón de ser. Sin embargo, no es exacta
mente así; puede haber nn designio lenitivo que no
se base en
la consideración de
unos sufrimiento físicos, sino en la de ottos
exclusivamente
morales -va de suyo que no queremos decir
«morales» atribuyéndoles nn valor o sentido ético, sino como
contrapuestos a los
físicos--: es el caso del militar o de la pareja
de amantes que atrás contempla'bamos, y otros no en sentido pro
pio y estricto, sino impropio, figur¡¡do o analógico.
Y la denominación adecuada entonces será la de paraeutana
sia o cuasieutanasia.
Pero cuando este factor desaparece radicalmente, ni en tér
minos lógico-gramaticales
ni lógico-jurídicos se puede hablar ya
de eutanasia. Cae por su base la posibilidad de tipificación· espe'
c!fica privativa del acto dentro del género homicidio, y es más:
su adecuada subsunción ya no será en la figura del homicidio
simple, sino en
la del cualificado del asesinato, porque como ya
observara el profesor Qnintano Ripollés --«Nueva Enciclopedia
jurídica»,
voz «Eutanasia»--en la de eutanasia concurre siempre
la circunstancia cualificativa
de ttl
ciente es nn ser inerme en manos de su cuidador: a la que po
dríamos añadir, al menos en
la generalidad de los casos, la de
premeditación (8).
(8) Salvo el bastante extraño caso de que un sujeto afectado de inuti
lidad total -una de esas personas a las que, como se dice en lenguaje
coloquial,
«hay que hacerle todo»-, sihtiéndoSe una carga muy pesada para
los de su
entorno, solicitase el auxilio de otra persona para darle muerte,
a lo que esta última se prestase. Habría que reconocer, desde luego-, eri el
solicitante una cierta intención altruista -aunque aberrada-; y por lo
que respecta al auxiliar, su actuación no sería ya subsumible en -la figura
del asesinato, sino en la de cooperación al suicidio, si bien en calidad de
e;ecutor, lo que· en algún ordenamiento jurídico.penal, como el nuestro, de
terminaría que la pena sería la prevista para el homicidio simple,
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JESUS V AL DES Y MENEN DEZ V ALDHS
Atendidas toda,¡ estas rarones, creo que la denominación más
exacta, más expresiva, serúi ahora la de seudoeutanasia.
Se podrla argüir que ambos factores, el lenitivo y el utilita
rio, no son de suyo incompatibles, sino que,
por el contrario,
pueden actuar como concausas de la
decisión. Y también que,
aun en
el caso de que esra obedeciese a consideraciones pura
mente utilitarias,
se procuraría provocar la occisión de la manera
más rápida y menos dolorosa posible.
Lo primero es cierto: la tremenda resolución de poner fin a
1a vida física de una persona se puede tomar con base en que
sufre o en que --digamos las cosas por su nombre, ya que de
terminología estamos
tratando--estorba, o las dos cosas a la vez.
En este último supuestd, precederúi dilucidar cuál de estas dos
consideraciones fue la que más
pes6, la decisiva en el ánimo del
actor. Arduo problema en sede ética, porque obligaría a arries
gados
buceos en el tan maravilloso como complejo mundo de la
subjetividad. Y a en el terreno purámente jurídico y circunscri
biéndonos al
lexico, la cuestión aparece bastante más reducida:
la clave radicará, como atrás quedó apuntado, en la existencia o
no del dicttlflten adicional de sufrimientos difícilmente soporta,.
bles.
Si éste faltare, no cabría atnbuir al acto otro móvil que el
utilitario, ni por tanto, más calificación que la de seudoeutanasia;
salvo que la realidad · constatada sea de padecimientos no de ín
dole
física -esto es, somáticos-, sino puramente morales, en
cuyo caso la
calificaci6n sería la de paraeutanasia o cuasieutana
sia. Y a la inversa, siempre que se dé el tan referido dictamen
.adicional
estaremos ante un caso de eutanasia propiamente dicha;
lo que sucederá es que ésta será más o menos pura en función
de la correspondencia de aquél, ya con el pron6stico de inutili
dad
ya con el de incapacidad. Mas esto último ya carecería de
relevancia estrictamente terminol6gica (9).
(9) Sino en la mayor benevolencia o rigor eo la penalimción del acto.
Así, por ejemplo, la concurrencia de pronóstico de muerte a corto plazo
ron diagn6stico de inutilidad acompafiádos de los respectivos «dictámenes
adicionales»- sería el acreedor a un trato punitivo más benigno ( caso pura-
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADBS· Y ,FIGURAS AFINES
En cuanto a la segunda objeción, la de que siempre se opera
ría de
la manera más rápida y por ello menos dolorosa, el argu
mento no
es convincente: en primer lugar, porque la historia
registra
casos en los que se ha prescindido del humanismo más
elemental (10).
Y, en último caso, porque esa celeridad obede
cería fundamentalmente a móviles de expeditividad, quedando
relegado el efecto lenitivo a algo meramente accidental, carente
de relevancia para los efectos de la calificación ética y jurídica
del acto.
También hay que considerar todo esto como referido no sola
mente a
casos individuales, sino también colectivos, dibujándose
así
la figura del genocidio.
Corolario. Todos estos elementos o factores son susceptibles
de una serie de combinaciones, matemáticamente determinables,
de donde resultan unos que podemos llamar
tipos teóricos prima
rios que, por orden de menor a mayor gravedad, van desde la
aceleración del proceso terminal con designio lenitivo
-eutanasia
propiamente dicha--, pasando por los de cuasieutanasia, hasta el
de su provocación con designio puramente utilitario, o seudoeuta
nasia.
mente teórico, ya que en la práctica todo convergería al pronóstico de muer
te). Caso notoriamente acreedor a un mayor rigor, el de que, dmdose_aquella
concurrencia, existiera un solo «dictamen adicional», el correspondiente al
diagn6stico de inutilidad y mucho más aún cuando ni siquiera hubiere con
currencia, sino que este último constituyere el único apoyo del acto euta
násico,
puesto que, entonces, el proceso terminal sería, por definici6n, pro
vocado.
(10) Como el del Bloque 13, «el bloque de la muerte>, del campo
de concentraci6n de Auschwitz, en el que se cumplían las condenas «admi
nistrativas» de muerte por inanici6n y sed; con la -excepción de alguno de
los condenados, al que, por resistir más de lo previsto y ·por· e.ici.gencias tero·
bien «a.dministri:ttivas» -fecha lfmite para dejar vacío el bloque-se le
remataba con una inyecci6n letal, como le sucedió al religioso-franciscano
y periodista MaximiJiaoo Kolbe y otros tres. (Cfr. su biografía Padre Ma
xi~iliano Kolbe, de Giulio MÍsiero, eclici6n cstellana! de Editorial Círculo,
Zaragoza, 1972, ¡mgs. 212-213. No se trataba, desde luego, de eutanasia
propiamente dicha sino por analogía, pero dicho vaya como ejemplo de in
humonidad).
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JESUS VALDES Y MENENDBZ Y .ALDES
3. MODALIDADES DE EUTANASIA
En este aspecto, los té,;minos que en las jornadas se emplea
ron fueton los más usuales y corrientes de «activa» .o «pasiva»~
«positiva» o «negativa», etc., dándolos por «cosa sabida»; pero,
va de suyo -y esto e1> muy importante----que según las concep
ciones, «categorías», o _esquemas ment~es subjetivos de cada uno
de los intetvinientes; en suma: sin el menor propósito definito
rio. Cierto
es que, como ya quedó dicho en la «Introducción», no
daba. tiempo para más. Pero la inelndihle consecuencia, detectable
para persona tendente
--como el autor del presente trabajo--a
la labor analítica y crítica propia de su profesión fue la de que
quedaba flotando
en el aire un confusionismo, aunque difuso,
bastante acusado ; para decirlo con una expresión coloquial y
cas
tiza, que esos términos simplemente se «barajaron».
Por esa razón,
se va a abordar aquí sin pretensiones exhausti,
vas pero sí con la mayor aproximación posible, la tarea de diseñar
unas nociones clasificatorias elementales que,-cuando menos, pue
dan servir de hase para ulteriores -y muy probablemente polé
micas, pero
fecundas-profundizaciones.
Siempre a
partir de aquellas nociones de eutanasia en sentido
amplio y genérico
y de la distinción entre los sentidos propio e
impropio, resultarían
l~ siguientes esquemas.
3.1. Activa y Pasiva.
Esta contraposición parece, prima facie, algo elemental. Dis
tinción por razón del procedimiento empleado: la acci6n o. la
inacci6n par!! el logro de un mismo resultado final, la muerte del
paciente.
Lo que traducido a términos jurídicos nos daría, res
pectivamente, las figuras de
la «comisión por acción» y la «co
misión por omisión».
Sin
embargo, la cuestión no se nos ha pre,¡entado, en la reali
dad dialéctica de nuestro tiempo, tan sencilla.
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Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
El concepto de eutanasia activa no ha sido, y ello parece· ló
gico, controvertid<>. Pero sí podríamos decir que afectado en la
delimitación de sus entornos, por obra de esa especie de cortina
de humo que
se ha venido produciendo en tomo al de eutanasia
pasiva.
Ya años antes de estas Jornadas, en el proyecto o proposición
de
Ley conocido por «Fortuna», del nombre de su primer firmante
Loris Fortuna, diputado socialista italiano, se configuró
la· euta
nasia
pasiva simplemente como la interrupción de los tratamientos
extraordinarios que únicamente permiten el
alargamiento de una
vida vegetativa.
Pero esto -adelantando ideas, que pronto, en su lugar se
. desarrollarán~ no es más que abstenerse de practicar lo que hoy
más comúnmente se ·designa como distanasiá (precisando: artifi
ciosa).
Es decir, la adistanasia ( este término lo he visto empleado
por primera
vez muy recientemente: por el abogado Ricardo de
Lorenzo, entrevista en
Noticias MMicas, núm. 3.381, 11-17 de
abril de 1990).
Más relevante
es hoy la tesitura · de aquellos que· de manera
categórica niegan
la existencia de la eutanasia pasiva porque la
identifican con la ortotanasia, ·concepto a1 que ya se aludió en ·el
epígrafe segundo de este trabajo y sobre cuyos perfiles también
algo
más adelante se insistirá. Error -dicho sea con todos los
respetos para los que en él
incurren-de gri,.n trascendencia ;
como que incide en las raíces mismas de principios ético-jurídicos.
La eutanasia activa consiste en matar, la pasiva en dejar mo
rir; y de esto último nd se ·¡,uede · afirmar sin más ni más que sea
jurídicamente irrelevante en cualquier caso.
Como ejemplo más elemental, se ha puesto el. de W1 niño
subnormal o malformado al que no
se aliinenia ni da de beber.
Pero aún, sobre la base innegable de que un
pronóstico de muerte
puede
serlo a plazo más o menos corto o largo; vamos a poner
otro.
Si ante un diagnóstico de dolencia incurable, ante un proceso
terminal cierto,
pero de duración indeterminada ----«Certus re
incertus an»-, susceptible de ser diferido por meses, años quizá,
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JESUS VALDES.Y MENENDEZ VALDES
media!lte la aplicación de los medios de que la ciencia dispone y
sin violentamientos propiamente dichos, el médico se inhib
teniéndose de
prescribir el tr,itamiento adecwtdo -terapia, dieta,
vid.. higiénica ... -, dejando, por el contratio, que el paciente
abuse de la comida, de la bebida, el tabaco, las relaciones sexua
les, haga una vida en exceso activa o sedentaria, de manera que
quede expuesto a que en cualqnier momento le sobrevenga la cri
sis irremediable que le amenaza
-infart0 de miocardio, cirrosis,
invasión cancerosa
... -, ¿qué otro calificativo merece la conducta
de ese facultativo más que el de comisi6n por omisi6n? Y omisión,
no precisamente de medios extraordinarios o desproporcionados,
sino
de los más ordinarios y proporcionados que ciarse pueda ( 11 ).
Eutanasia, pues, pasiva; siempre y cuando, claro está, que en
alguna forma o medida haya entrado el f11Ctor lenitivo; de no ser
as{, estaríamos ante un caso de seudoeutanasia, de homicidio,
ruando menos, culposo -.-subsumible, en nuestro ordenamiento
jurídico-penal, en el art.
565, párrafo quinto del Código Penal-,
o incluso doloso.
Obligada resulta para completar este apartlldo. la mención a
los pronunciamientos
del .Consejd de Europa sobre este tema es
pecífico, a los que
también proceden objeciones francamente in
teresantes.
Su tesitura parte de la definición de la eutanasia como «ayuda
a una buena muerte», sobre
la que ya hay que ponerse en guardia
por el empleo -quizá impremeditado-del genérico y abstracto
adjetivo «buena», con su notoria polisemia, tras de
la cual se
quiera o no, gravita
todo el elemental y sempiterno problema
filosófico
de la concepción del bien y del mal, en sus. más di vera
sos ámbitos particulares: metafísico, ético, científico;- técnico ...
Carente, venturosamente, de ambigüedad es la formulación
del concepto
de eutanasia 11Ctiva como «acción que por su misma
intención y naturaleza causa.
la muerte en una situación grave e
irreversible».
(11) Véase el artículo «En tomo al derecho a morir con dignidad•, de
Jorge Cane!as del Rincón en .ABC, 15 de mayo de 1990.
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
No cabe, por desgracia, decir lo mismo de la concepción de
eutanasia
pasiva en los ttes tipos, que no son lisa y llana asunción
de las formuladas por el
Gobierno holandés ( expuestas en las
Jornadas: v.
más adelante, nota 12):
l. No comenzar o suspender un tratamiento cuando e1 en
fermo lo demanda de una manera seria
y explícita.
2. No comenzar o suspender un tratamiento cuando su ini
ciación o continuación no tenga sentido según los criterios
médicos disponibles en la actualidad.
3. Comenzar un tratamiento que es necesario y que por su
propia naturaleza está
dirigido a mitigar el padecimiento
grave de un enfermo, incluso si la muerte es o puede ser
probablemente
acelerada como consecuencia de este tra
tramiento.
Empecemos por la indispensable advertencia de que en el
originario proyecto de
ley holandés se eludía cuidadosamente el
empleo del término «eutanasia», empleando excusivamente el de
«terminación de
la vida sobre explícita y formal demanda del
enfermo». Y
sin perderlo nunca de vista, comencemos las obje
ciones.
Al 1: manifiesta involucración de conceptos. Porque, efectiva
mente, según lo que un
poco más arriba se ha razonado; el no
aplicar, o suspender, un tratatniento, es decir, una terapia -siem
pre y cuando, claro es, medie un pronóstico de muerte a más o
menos largo
plazo.-sería un caso de eutanasia pasiva; pero eso,
con absoluta independencia
de que haya mediado o no consen
timiento del enfermo. Lo uno
es un concepto técnico y lo otro
una
circunstancia modificativa de la responsabilidad ética o jurí
dica del facultativo, entre los cuales no
se puede lógicamente dar
interferencia
altetnativa de sus respectivas naturalezas .. De la mis
ma manera que si un sastre confecciona una chaqueta de sport,
nunca
admitirá razonablemente más calificación que la de cha
queta de sport, no la de frac o hábito frailuno por el hecho de
287
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JESUS VALDES Y .MENENDEZ YALDES
que el sujeto que lé encargó para su uso sea director de orquesta
o religioso
benedictincJ.
· Al 2·: ex.presión ·un tanto oscura. Esa presencia. o ausencia ele
sentido de un tratamiento hay i;¡ue. entenderla en relación con una
determinada finalidad terapéutica y en el marco del estado
gene
ral del paciente. Desde esa perspectiva; será inocuo; o inútil, o
contraindicado. Si fo primero, la única r¡raón para. suspenderlo
será evitar los gastos
y/ o incomodidades -medicamento que sabe
mal,
pinch=s .dolorosos-'l;,e origina. Si lo.· segundo -que ni
cura ni alivia_:_, lo mismo. Pero todo est:o nada tiene en realidad
que ver con la
noción general que vimos en ·el apartado 2 de este
trabajo.
Si lo teroero, contraindicado, estaríamos ante un caso de
eutanasia
activa, por culpa o ignorancia; y claro es que el suspen
derlo tampoco se podría calificar de eutanasia pasiva, porque su
resultado no sería la aceleración, por omisión, del proceso termi
nal, sino
más bien todo lo contrario.
Al 3: Como veremos en su lugar,
la figura que aquí se dibuja
no
es precisamente la de. eutanasia pasiva -que hay una activi
dad es indiscutible---, sind la de eutanasia indirecta.
3-.2. Impuesta y · volUntária, · u homicida y suicida.
Más arrás, en el epígrafe 1, · quedó visto que la concurrencia
del consentimiento del paciente
--o sustitutos de su voluntad~
no era esencial para la calificación de un acto como eutanasia. ·
Lo confirmo en las Jornadas el profesor Javier Gafo en su
ponencia
«Aspectos religiosos, éticos y morales de la eutanasia»,
cuyo text<> no se proporcionó a los jomadistas, pot lo que.tengo
que hacer referencia · a él de memoria.
Empleó, desde luego
-lo recuerdo con toda seguridad-el
tétmincJ de eutanasia impuesta, de sentido rotunda y
categóricamente conden~torio desde el punto
de vista moral ;
y también en arra sobre los
~apuestos a los que
no convendría esa
calificación, aunque sin fonnular, que recuerde,
nociones concretas.
288
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y -FIGURAS AFINES
Es, desde luego, este de «impuesta» un calificativo más fino
y aquilatado -ron el único inconveniente de bordear el eufemis·,
mo-que aquel otro, reiteradamente empleado por moralistas y
penalistas de «homicida»; al que primariamente, sí, equivale,
pero con
la mayor precisión conceptual indicada, que lo .hace pre
ferible (12).
Sobre esta base,
cabe distinguir dos variantes fundamentales
Je eutanasia impuesta:
a) La manifiesta, que se dará siempre que se proceda pala·
dinamente contra la voluntad expresa qel paciente o, en
caso de
41capacidad del mismo, de las personas, qu1>:cha·
yan devenido responsables de sus destinos. Como si el
sujeto activo
dije~: «Le voy a hacer la eutanasia, porque
está sufriendo
~a "a punto de empezar a sufrir" -ho
rriblemente»;
o «porque es oligofrénico» ;· o «porque hay
que qejar camas .libres para otros enfermos curables»:.
etcétera.
b) La encubierta o clandestina, cuando no se llega a ·contra
decir de forma abierta y violenta
la voluntad de aquellos
sujetos, sencillamente, porque se elude
la ocasión de ma
nifestarla, se actúa sin contar con ella.
Lo primero es algo ·evidentemente brutal, y por lo menos d
autor de este trabajo no puede afittnar que se haya dado· nÍ11gún
caso en la realidad ; pero tampoco que falten, incluso en nuestra
sazón histórica, sujetos con
la suficiente deformación de su .con'
ciencia moral como para ser capaces de ello. Porque, dejemos de
una
vez de ver las cosas desde la tópica y reduccionista perspec·
tiva de que eso sucedía ~clusivam~te bajo unos «nazismos» y
(12) No lo emplea H!GURRA, quien -en oh, cit.; nota 1, pág. 40il'-'-
dice que «es bien cierto que también se da ya o se puede dar la práctica
de una euta!nasia subterránea, incluso de la mas grave, como 1puede-.ser_ di·
recta y aun sin .consentimiento del interesado». Aunque .:.....aña~ «i:J.ueres
mos creer que se trata de casos rarísimos, aunque no por' eso mcfnos ¡:ieli-:
grosos socialmente ( ... )». · , '
289
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JESUS VALDES Y MENENDEZ VALDES
«fascismos» históricamente vencidos o fenecidos. Mientras sub
sistan y tengan adeptos
-_que los tienen-las filosofías de raíz
transpersonalista que era la de aquellas ideologías, no dejará de
haber una proclividad ambiental para esa clase de comportamien
tos ; habrá personas· potencialmente
capaces de cometer actos de
esa índole.
En cuanto a .lo segundo ... , me parece que no es necesario
entrar en especulaciones sobre algo que está en la conciencia de
todos ( 13) amén de que nos alejarían del objeto propio de este
estudio, la terminología.
Para la modalidad contrapuesta a la anterior parece que la
designación más adecuada
en el léxico serla el antónimo de «im
puesta», voluntaria, entendida esta palabra en su sentido más
amplio, de
aquiescencia, dentro del cual cabrían subdistinciones
específicas,
ya por razón de la forma, ya de la intensidad con que
la voluntad del sujeto paciente
se manifiesta: desde la que pu
diéramos llamar
activa, de petición espontánea o motu proprio,
pasando por la expresa aceptación de una sugerencia, hasta la
tácita o meramente pasiva del que no pone ninguna resistencia
a lo que
ve que le están haciendo, consciente de su finalidad.
Esta última presentaría, en el caso de un proceso penal,
los
espinosos problemas de la prueba.
Pero hay otro mucho más grave, en el que vale la pena dete
nerse a meditar un poco, no
ya sólo por lo complejo y apasionan
te, sino por la incidencia que por ello mismo tiene en la
termino
logía: el de la fiiaci6n de los fímites entre la impositividad y la
voluntariedad.
Otra vez hay que remotarse al plano filosófico. Partamos del
concepto de «imposición» según el profesor Zaragüeta (14
).
«A) La 'imposición' viene a significar en la vida social, la
pretensión de que otros adopten sus convicciones teóricas o sus
consignas prácticas: y ello, a) no por juzgarlas verdaderas o acer-
(13) En la revista Estudios penitenciarios, enero-diciembre 1978, núm.
200-223 se publicó un trabajo que llevaba el elocuente título de «La euta
nasia: crimen impune».
(14) Vocabulario filosófico, Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1955, esta voz.
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
tadas por su propio criterio, sino por el prestigio personal del
imponente; b) que puede
ir reforzada o a falta de ella reempla-
2ada por
la fuerza de coacción (ejecutiva) o de sanción (efectiva)
premia! y sobre todo
penal, aplicada por el propio imponente, o
por la sociedad que la patrocina. A esta pretensión responden
los requeridos
de modos variables de acatamiento o
de resisten
cia y hasta de reacción contraria.
B) La 'imposición' pot excelen
cia en la vida social
es la jurláica de la autoridad estatal en la Ley
y la Fuerza pública que la afianza ( ... )».
Como se ve, esta contraposición difiere notablemente de la
que la teoría general del Derecho establece entre vis coactiva,
violencia, coacción física, y vis compulsiva, coacción moral o in
timidación. Aquí, imposición jurláica e imposición social se con
traponen tanto ontológica como funcionalmente. La primera -en
la que quedarían englobadas aquellas dos anteriores-es la actua
ción. coactiva, en general, de los leg!rimos poderes de la comuni
dad pol!tica empleando
sus resortes institucionales, y que, de no
estar suficientemente justificada se llama prepotencia.
La otra,
a
la que para diferenciarla de la anterior pudiéramos llamar «me
tajuriáica», está constituida por lo que en un lenguaje común y
corriente se conoce por «ideas dominantes», instrumentadas en
los «tópicos» o «lugares comunes»,
y viene a identificarse con
Id que en la clásica filosofía del Derecho se denomina «usos so
ciales»; una fuerza que por su mismo tltpico modo de difundirse,
impersonal y osmótico, puede llegar a ser, y de hecho tantas
ve
ces es, mucho más arrolladora y desde luego más dificil de resis
tir que la jurídica (15). Reeotdemos, en fin, aquello de los
«miasmas sutiles» de Echegaray ...
(15) '«y nótese asimismo -dice el prof. Recasens Siches a propósito
. ,de lo que él designa como "reglas dd trato social"-que la presión efectiva
de esas normas es muy intensa; tanto, que
muchas veces la sentimos con
mayor intensidad que la voz de la conciencia moral y que la intimidación dd
Derecho», y pone como ejemplo la práctica social del duelo ( que compor
taba, evidentemente, la descalificación social para el que se negaba a batirse)
que s6lo desapareció cuando empez6 a ser considerado como «ridículo».
(Tratado general de Filoso/la del Derecho, &lit. Porrúa, México, 1975,
pág. 201).
291
Fundaci\363n Speiro
IESUS VALDES Y MENENDEZ V..4..LD~S
Aplicado todo esto a la eutanasia, no cape duda que la im
positividad
es algo hasta hoy proscrito en los ordenamientos
jurídico-positivos, pero no lo
es menos que la efectividad de esas
normativas legales
es harto fácil de esquivar mediante un enmas
caramiento cl!nico del acto eutanásico en cualquiera de sus mo
dalidades
(16).
Bien distinto es el panorama que se nos ofrece en cuanto a
la impositividad que hemos llamado metajurídica. Es notorio
el
progresivo desarrollo de una corriente o «movimiento» pro-euta
nasia que, como su gemela
-ambas apuntan a la misma diana
de la reducción
demográfica-la antirreproductivista, con sus
arietes de la anticoncepción,
la. esterilización -reversible o irre
versible-y el aborto, se no,; presenta con el sugestivo ropaje
de
un apoyo en planteamientos científicos y tecnológicos. Con
la diferencia de que en esta última los
argumentos fundamental
o casi exclusivamente esgrimidos son
los. de tipo psicológico o
socioeconómico, mientras que en la cam.paña pro-eutanasia se re
montan a la más alta instancia filosófica: esa llamada «filosofía
de la muerte digna», que
en las Jornadas tachara de confusa e
indefinida y poco inteligible el Diplomado en Enfermería Juan
Antonio
Gwa López en su ponencia «La muerte digna».
Contexto general de ambigüedad ( 17) cuyo núcleo viene a
(16) · Véase lo dicho en la anterior nota 10. Y en las mismas Jornadas
quedó categóricamente abordado este aspecto en el siguiente párrafo de ~
ponencia «Proceso de legalización de la Eutanasia en Holanda» PCJr los re
pl'CSentab.tes de la -«Holland Association», Mts. Tromp y Mr. Boose:
«Queda
aun para mencionar un problema especial. Puede supo
nerse en general
que en cualquier país, y también en Holanda, tienen
lugar
cada año cierta cantidad de 'muertos a: expresa petición'. Se
ignora el número exacto de estos casos porque los médicos suelen
entregar un 'certificado de fallecimiento' confirmando que la persona
en cuestión murió de muerte natural, aunque no es
d caso, habién
dose practicado la eutanasia.
Se impone que en Holanda haya más
de mil casos . de eutanasia al año. Los médicos que compa'recieron
ante un juez son pues los · que no entregaron un certificado de fa
llecimiento y que mediante el médico forense y el fiscal llegaron a
ser juzga.dos».
(17) Aportación importantísima para el esclatecimiento de este con
cepto son los términos del párrafo del texto «testamento vital» propuesto
292
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
ser el consabido y pernicioso sofisma de generalización del caso
límite, sobre el que recientemente diera la voz de alerta el perio
dista Ramón Pi ( 18
).
Saquemos conclusión: ¿ hasta qué punto se puede calificar de
libre o, más exactamente, deliberada -a la idea de libertad en
su primordial significación filosófica de «indiferencia acriva e
intrínseca que tiene la voluntad iluminada por la razón»
se re
conduce todo estd---, a la resolución que una persona, inmersa
en este ambiente de ideologismos sociafu:ados, y atenazada ¡,or
las ansias de la agonía --que actuarán como catalizador de
aquellos---, adopte,
ya motu proprio, ya accediendo a la suge
rencia-verdadera · sugestión en tales momentos---, de que le
practiquen la eutanasia? ¿No hay aquí una auténtica
imposición
ambiental, colectiva, aunque no, desde luego, encubierta? Y que
apunta no
ya a consideraciones lenitivas, sino hasta. utilitarias.
«Existe en la sociedad -dice el Dr. Ricardo Goru:ález
por la Conferencia Episcopal Española en su «Plan de acción sobre la
eutanasia y la asistencia ir bien morir» (septiembre 1989):
« ... pido que sí por mi enfermedad llegara a estar en situación
critica irrecuperable, no se me mantenga en vida por medio de tra
tamientos desptOporcionad.Os o extraordinarios; que no se me apli(lue
la eutanasia activa, ni se me prolongue abusiva e irracionalmente mi
proceso de muerté; que se me administren los tratamientos adecua-
dos
para paliar los sufrimientos». ,
{18) Precisamente respecto de la eutanasia. He aquí estos párrafos
principales:
«El casi límite,
tan agradecido escénicamente, es una trampa su
mamenre peligrosa para la vida real ( ... ). Véase por ejemplo ( ... ),
lo que ha ocurrido con la legislación sobre el aborto, lo está ya pa·
sando con la eutanasia: se arranca del caso límite y se desemboca en
la aceptación del cualquier caso. Los
valores se vuelven literalmente
del revés:
el agresor se convierte en víctima, y al que muere se le
hace un favor».
«( .•• ) Ya existen tensiones, a veces muy serias, con los médicos
que se
niegan a practicar abortos en hospitales- públicos. Veremos
lo que ocurre con esa macabra liturgia de la muerte que es la euta
nasia, que ahora
empieza .
a debatirse en función de los casos límite,
y que
-lo aviso a tiempo-puede acabar siendo un expediente
cómodo
de librarse de enfermos o ancianos molestos» (Transcripción
sucinra de un artículo en la revista Palabra, ocrobre 1989, pág. 39).
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JESUS Y A.LDES Y MENENDEZ V A.LDES
Durán (19)--una clara tendencia a la eutanasia: hay pre
siones políticas, sociales y se está
creando una opinión fa
vorable desde los medios de comunicación. Esa presión está
formando la conciencia entre
los ancianos de que es egoísta
querer
vivir siendo una carga molesta para la sociedad y
que
lo realmente valeroso, generoso y progresista es pla
near la propia eutanasia».
3.3. Positiva
y negativa.
La importancia de esta distinción es muy grande: como que
en ella viene a resumirse
la mayor parte de lo tratado hasta ahora ..
Planteando la cuestión ya en directo y conciso: ¿ Qué es lo
que se quiere expresar y que es lo que ob¡etivamente se expresa
cuando se habla de eutanasia positiva y negativa?
Prima
facie, es indudable que, como en los casos anteriores,
estamos ante una contraposición conceptual ( 20) ; o ante una cla
sificación contraposicional.
Y aquí aparece ya el problema. No he visto empleada esta
contraposición
más que en un sentido sinónimo ( 21) de aquella
otra de «activa» versus «pasiva».
Así resulta, por ejemplo en una clasificación muy divulgada
sobre las especies de eutanasia y figuras afines, resumida, con
algún oportuno retoque personal, en un trabajo de filósofo Fer
nando Monge ( 22): no aparece ciertamente, la menor referencia
(19) Médico Anestesista Jefe de la Unidad del Dolor del Hospital
Ram6n y
Caial de Madrid (Entrevista en Telva, nóm. 606, !.' quincena
noviembre 1989,
pág. 140).
(20) «Contraposici6n. Acción y efecto de contraponer o contra.ponerse».
«Contraponer. Comparar o cotejar una cosa COn otra contraria o diver
sa. // Oponer». (DRAE).
(21) «Sin6nimo,-ma. adj. Dícese de los vocablos y expresiones que tie
nen °una misma o muy parecida significación». {DRAE).
(22)
La clasificación es de la Enciclopedia GER, voz «Eutanasia»,
vol. IX, págs. 577-579, del colaborador M. Rodríguez Molinero. El trabajo
de Monge: Eutanasia, folletos me. 405, Ed. «Mundo Cristiano», Madrid,
1986, 2.Q ed., págs. 9-10. El principal «retnque» es la advertencia de «sin
pretensión de hacer un elenco com'pleto».
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDA-DES Y .FIGURAS AFINES
a la modalidades de «activa» y «pasiva» ; sí las de «positiva» y
«negativa», a las que se dedican unos párrafos que por las refle
xiones qué suscitan es obligado transcribir.
Se define la positiva como el acto de:
«Provocar la muerte por medio de una intervenci6n
adecuada, generalmente mediante
la administraci6n de un
fármaco».
Y sobre la
negativa se hace un subdivisión en:
«
l. ortotanasia ('muerte normal') que es la ausencia de
cualquier tipo de ayuda médica al enfermo; 2.
distanasía,
u omisión de los medios considerados extraordnarios para
prolongar artificialmente· la vida de
un enfermo con pro
ceso patológico irreversible; esta última modalidad ( dista·
nasia) tampoco es propiamente eutanasia, . por estar ausente
la acción positiva de matar y la probabilidad de una vida
natural».
La simple lectura basta para extraer dos conclusiones.
Primera: la identificación en principio, o en términos gene
rales, de positividad ton actividad, puesto que una «intervención»
es algo evidentemente activo; de donde implícitamente -a con
trario sensu-, la de negativÑiad con abstenci6n de actuar, o
pasividad.
Segunda: la idea de que ninguno de los dos tipos compren
didos bajo el concepto de eutanasia negativa se puede calificar
de
eutanasia en sentido propio.
Pospongo de momento lo primero: precisamente por ser
sustancial
para este epígrafe, le corresponde el lugar conclusivo.
Y aunque sea a costa de curvar algo el rigor del discurso, voy a
hacer sobre lo segundo unas breves observaciones, que además
servirán como gradualmente introductorias de una
precisión so
bre los conceptos de ortatanasia y distanasia.
Conforme de toda conformidad en que ni lo ortotanasia ni la
distanasia son modalidades de eutanasia. Y esto, sin embargo, y
a pesar -aunque parezca paradójic<>-de mi clara disconformi-
295
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IESUS VALDES Y MEN1$NDEZ VALDES
dad con las definiciones de ellas contenidas en los anteriores
párrafos. Unicamente estoy de acuerdo con lo de que «ortotanasia»
signifique «muerte normal»; pero
ya no con que ésta se identifi
que, sin más, con «la ausencia de cualquier ayuda
médica al en
fermo»; a lo expuesto en el epígrafe 3.1. me remito, añadiendo
ahora que, tal y como está expresado,
excluiría incluso la aplica
ción de remedios reanimatorios y lenitivos. Y menos todavía con
la definición de «distanasia» como «omisión de los medios
con
siderados extraordinarios para prolongar artificialmente la vida
de un enfermo con proceso patológico irreversible», que viene a
coincidir con la concepción de
eutanasia pasiva del diputado ita
liano Fortuna
y sus cofirmantes, como atrás quedó visto; y que,
además es justamente
Jo contrario de lo que hoy más común y
usualmente se entiende por «distanasia» como veremos más
adelante, en el epígrafe 3 .5.
Y volvamos a la cuestión propia de este epígrafe: el análisis
de una posible sinonimia entre las contraposiciones de eutanasia
activa-pasiva
y positiva-negativa.
A juzgar
por lo que se oye y lee, son muchos, prácticamente
la totalidad, los que de una manera implícita, de un modo
auto
mático la admiten y la adoptan.
Monge, a juzgar
por los textos que acabamos de ver, está en
esa línea. También
se hace eco de ella la Comisión Episcopal
Española para la Doctrina de la Fe en su Nota sobre «Eutanasia»
de 15 de abril de 1986: «la Iglesia nunca
ha admitido la llamada
eutanasia activa (o positiva) directa ( ...
)».
Y el mismo autor del presente estudio tiene que confesar que,
en :cierta ocasión, en algún informe profesional, incurrió en este
error; que ahora, respondiendo a dictados de estricta deontología
profesional, se cree obligado a mencionar aquí, pidiendo excusas
a su destinatario, quien sin duda tendrá ocasión de recoger esta
manifestación.
Rectifiquemos, pnes, exponiendo otra actual y más madurada
tesitura.
En principio: si con «positiva» versus «negativa» se quiere
296
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
expresar lo mismo que con «activa» versus «pasiva», es evidente
que estaremos ante una duplicidad, un uso indistinto, superfluo
y, por ende, cuando menos desaconse¡able, si no ya perturbador.
Y entonces lo procedente sería optar, para lo sucesivo y definiti
vamente, por una de las dos contraposiciones, la que se conside
rare más perfecta según los cánones de
la semántica.
Pero ... , tampoco eso resolvería de veras el problema de la
precisi6n de lenguaje que perseguimos.
Porque, profundizando bien,
la conclusi6n a que se llegaría,
es aquella que se expresa con el dicho castizo: de «ni sí, ni no, sino
todo lo contrario». Ninguna de las dos contraposiciones debe ser
proscrita; porque, sencillamente: en rigor semántico} sus elemen
tos expresan conceptos bien distintos.
Hace ya tiempo que algún docto lingüista o fil6sofo del len
guaje sentara el principio
de la inexistencia, cuando menos en la
práctica, de los
sin6nimos perfectos, absolutos; porque siempre
hay matices
especificantes o singularizadores, 'de mayor o menor
entidad. Y sin llegar a esa contundencia,
la Real Academia defi
ne los sin6nimos como palabras que significan
lo mismo o algo
muy parecido.
Así sucede en este caso:
ni «activo» significa exactamente lo
mismo que «positivo» ni, todavía menos, «pasivo» es lo mismo
que «negativo».
Empezando por la etimología: «positivo» viene de «posi
tum»
= «puesto»; y es cierto que poner algo es una manera de
actuar; pero la reciproca no es cierta: no toda actuación o activi
dad consiste en poner algo, en la acepción de colocar algún ob
jeto en un sitio determinado, sino en la más amplia de hacer una
aportaci6n (a un patrimonio, a una ciencia, etc.}.
En semántica: fijémonos en la acepción séptima que del ad
jetivo «positivo, va» figura en el DRAE, «Log. Afirmativo, en
contraposición a negativo». Quizás así, en sí mismo, no dice
mucho; pero sí la serie de concordancias que de él se infieren:
con «opuesto», «contrario», «contradictorio», «antagónico», «an
titético»
...
Y, recurriendo ahora nuevamente a las instancias filosóficas:
297
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JESUS VALDES Y MENENDEZ VALDES
«Lo 'positivo', A) se contrapone a lo negativa, que signifi
ca: a) la carencia o
privaci~n de alguna cualidad; b) el ca
rácter negativo de nna entidad por la dirección inversa a
otra
directa en que se da ('números positivos y negati
vos')» (23).
Y en concordancia con ello,
«La 'negación', a), en su sentido Ontológico es la carencia
o privación de algo ( ... )».
Y la contradicci6n,
«es la oposición del sí y del no, aplicada a los puros con
ceptos, y sobre todo a los juicios( ... ).
En la vida social se entiende pot 'contradicción' la profe
sión por parte de alguien de una doctrina o
de un propó
sito negativo de los de otro» (24).
De cuanto antecede es correcto concluir que, con referencia
a la eutanasia, la contraposici6n entre positiva y negativa es, ne
tamente antagónica tanto por lo que afecta a los conceptos -el
sí frente al ner-como en cuanto a los propósitos. Por eutanasia
positiva hay que entender, sencillamente, la propiamente dicha,
tal y como quedó configurada en el epígrafe 2. de este estudio.
Y por
negativa, justamente lo contrario, lo diametralmente opoes
to, la no eutanasia en su sentido más radical. Si la una consiste,
ya en abreviar el proceso terminal irreversible de un paciente,
para evitarle sufrimientos, ya en provocarlo1 porque mantener su
vida es notablemente oneroso, la otra consistirá en dilatar el pro
ceso terminal, aún a costa de mantener, o incluso aumentar aque
llos sufrimientos e incrementar gastos y trabajos.
Finalmente, por
lo que atañe a la clasificaci6n de cada una
de las contraposiciones, hay que observar que
la positiva frente
a
la negativa lo es en consideración o por razón de los fines,
mientras que la de activa versus pasiva lo es por los medios. De
(23) Oh. cit., nota 10, voz «Positivo».
(24)
Oh. cit., misma nota 10, voz «Negación».
298
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
donde, como corolario, resulta otra diferencia: que la positiva
puede ser tanto activa como pasiva (25), mientras que la negativa
-aunque ello a primera vista suene paradójico-es inconcebible
como mera inacción:
la distanasia se opera mediante una reitera
ción de esfuerzos. Resumiendo:
La eutanasia
positiva es sencillamente la eutanasia, sin adje
tivos,
la realización del designio de acortar la duración de una
vida humana, ya mediante la
acción o actividad, ya mediante la
inacción o pasividad.
Y en la negativa se pueden hacer tres subdistinciones típicas:
a) La pura y simple no eutanasia, la abstención rigurosa de
toda actividad o inactividad tendente a acelerar o pro
vocar
la muerte.
b) La que podemos llamar cualificada, la anti o contra-euta
nasia: la prolongación, necesariamente artificiosa, de una
vida en proceso de extinción.
c) Por último, en distinto sentido, ya no desde el punto de
los comportamientos, sino del de los
efectos o resultados,
del éxito fracaso puramente técnico de. los medios em
pleados,
se pué de calificar como positiva aquella en que
los fines perseguidos se han. logrado; y como negativa
aquella en que dichos fines se han frustrado por errores
o incidencias no imputables
al sujeto agente (por ej., fallo
de un fármaco aplicado, reacción imprevista del organis
mo del paciente
... ). Huelga decir que estas calificaciones
contraposicionales son aplicables tanto a la eutanasia como
a
la contraeutanasia; no, por pura lógica, a la que hemos
llamado «no eutanasia simple».
(25) La artificiali.dad o artificiosidad características, según vimos en su
lugar, en el sentido a'tnplio del vocablo, tanto pueden revestir la forma de
acción como la de omisión: « Artificial. adj. Hecho por mano o arte de
hombre (. .. ) 4. No natural, falso»: «Artificioso adj. Hecho con artificio~
1:, acep.»; «Artificio m. Arte, primor, ingenió habilidad con que está hecha
alguna cosa» (DRAE).
299
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JESUS V .4LDES Y MENENDEZ V .ALDES
3.4. Directa e indirecta.
En la ponencia sobre «Proceso de legalización de la eutanasia
en Holanda», autores Mrs. Tromp
y Mr. Roose, de la Holland
Associatíon, expuesta por el último, día final de las Jornadas,
5 de marzo de 1988, tras una exposición de los puntos fundamen
tales del
-tan discutido y polémico-proyecto legislativo del
gobierno de los Países Bajos, figuraba, por vía de glosa, el sí·
guiente párrafo, que no
es por cierto
-¿defecto de traducción?
un modelo de diafanidad:
«El gobierno estípula que el concepto de la 'termina
ción de la vida' no
es de aplicación al fallecimiento del pa·
ciente como consecuencia de la omisión de un tratamiento
a instancias del enfermo, la admisión o suspensión
de un
tratamiento que desde un punto de vista médico no tiene
sentido y
la administración de un medicamento para aliviar
el sufrimiento del enfermo, pero cuyo efecto secundario
causa la muerte de la persona en cuestión (Los subrayiados
son nuestros).
Los dos primeros supuestos son harto problemáticos ( 26 ).
Pero centrémonos en el tercero --el subrayado-que es lo que
viene aquí a punto: que el fallecimiento sobrevenga como
efecto
secundario.
(26) En cuanto al primero, porque si el tratamiento en cuestión es
curativo, lo más lógico es que con su suspensión se produzca el agrava
miento de la dolencia hasta sobrevenir la muerte, y entonces estaríamos
-cfr. más atrás-ante un caso de euta'nasia. pasiva; si fuere del tipo que
hemos llamado eutanasia negativa
cualificada -cfr. epígrafe anterior-la
muerte se produciría de todas maneras; y si puramente lenitivo ... , estaría
mos, en realidad, ante el tercer supuesto. Y por lo que respecta al segundo,
no
aparece nada claro: ¿qué quiere decir aquello de que «algún tratamiento
que desde un punto de vista médico no tiene sentido»?; en principio, pa
rece referirse a que científicamente sea injustificado o injustificable, pero
ello, ¿por qué razones?: ¿po:r, sencillamente, ineficaz, o por contraindicado?
En cualquiera de estos dos últimos casos, resulta bien extraño que su omi
sión o suspensión pueda ser causa de fallecimiento ...
300
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES .Y FIGURAS AFINES
En la clasificación de Monge comentada en el epígrafe ante
rior ( 27)
se emplea la también conocida contraposición entre
eutanasia
«agónica» y «lenitiva».
La agónica,
«consiste en provocar la muerte sin sufrimiento de un en·
fetmo deshauciado».
Noción aplicable por analogía
al supuesto de incapacidad o
inutilidad, física o psíquica (28).
La lenitiva,
«es el empleo de ciertos fármacos para aliviar el dolor físi·
ca causado por una
enfermedad mortal, y que secundaria·
mente puede llevar consigo un cierto acortamiento de la
vida. Propiamente no
Se· le debería llamar eutanasia, pues
el empleo de unos fármacos pudieta ser moralmente lícito».
Tampoco
es eso ... : aquí se dan todas las notas característi
cas de la eutanasia: pronóstico de muerte, con el dictamen adi·
cional de sufrimientos difícilmente soportables, acortamiento de
la vida y designio lenitivo.
La coincidencia contraposicional
material con «ditecta» e
«inditecta» es patente. La difetencia nominal responde a la con·
templación de una misma acción desde dos puntos de vista dis·
tintos. Y
el inciso final de este último párrafo transcrito no hace
más que introducir una cietta confusión, porque involucra el as·
pecto técnico con el moral.
Puestos a optar, hay que decantarse por la contraposición
directa-indirecta como semánticamente más precisa y significativa.
La expresión «eutanasia lenitiva» es deficiente, incompleta,
vacua: pretende
definir un tipo de eutanasia por uno de sus as·
(27) Cfr. noto 18.
(28) Deshauciar, en sentido genérico es «quitár toda esperanza, desesM
perar». Pero hay otras acepciones de sentido especifico, entre ellos la que
aquí nos interesa:
«Desesperar los médicos de la curación de un enferM
mo ( ... )».
301
Fundaci\363n Speiro
JESUS V A.LDES Y MENENDEZ V A.LDES
pectos. En rigor técnico . es tan eutanasia como · otra cualquiera ;
porque de la propia
definici6n transcrita resulta que concurren,
además del
designio lenitivo, el pronóstico cierto de mr,erte con
el adicional de sufrimiento físico -que hay que presumir inten
so---y el acortamiento de la vida.
Lo que sucede es que estamos ante un ·tipo específico carac
terizadd porque el objetivo directo y especialmente perseguido
no
es la aceleraci6n de la muerte como terapia pata ahorrar su
frimientos, sino otro que de suyo se orienta a mitigat los dolores
mediante
el empleo de fármacos -'-o acaso de otros medios-- de
efectos fundamentalmente calmantes -anestésicos, analgésicos,
anodinos
... -, si bien, en algunos casos, no será posible hallat
alguno perfecto, ideal, que
exclu.ya en absoluto otros efectos, en-. '
titariva o cualitativamente contraindicados para la también ideal
Ortatanasia o «muerte normal».
De ahí aquello de que «el empleo de esos fármacos puede
ser moralmente lícitd».
Por aplicaci6n, sencillamente, de lo que
los moralistas .escolásticos llamaron
el principió «del doble efec
to» o «del homicidio voluntario indirecto» (29). Pero todo eso
(29) Formulada ya por Santo Tomás de Aquino C:..Summa Theol. 9-.
El Magisterio de la Iglesia Católica lo ha veriido admitiendo invariablemen
te¡ ·con determinadas condiciones. Co:tno se puede ver en una formulación
más r~ente y pr6xima, la contenida en la' Nota _de la Comisión Episcopal
Española ¡,ara la Doctrina. de la Fe sobre «Eutanasia•, de 15 de abtil de
1986:
.
302
«Para la fe cristiana, la vida humana es un valor fundamental,
pero no
_el bien absoh:1to, que deba ser salvaguardado de forma in
condicional. Esta
valoración de la vida humana ha ·estado presente
en la tradición moral católica.:. la Iglesia nunca ha admitido lo llamada
eutanasia activa (o positiva) directa, es decir, la acción con la que
se pretende exclusivamente poner fin a la vida de un paciente o
acelerar su muerte. -Tal-práctica es· ·un atentado contra la indisponi
bilidad de la vida
humana.
Pero la tradición de la Iglesia ha admitido, basándose en el
principio moral del doble efecto, la legitimidad del recurso a cal
mantes (por ejemplo, ciertos derivados de la morfina); 'aunque su
administración pudiera ocasionar indirectamente
un acortamiento de
la vida (14)». , . . ,· •. , Y. esa nota 14 dice: ·«Periellece al éontenido del 'derecho a mo
tiOr humanamente' el proporcionar 81 moribundo todos los medios
oportunos
para calmar el dolor, aunque este tipo de terapia com.;
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y. FIGURAS AFINES
no autoriza a excluir este supuesto específico de la sistemática
clasificatoria de la eutanasia.
Como conclusión: entiendo que las denominaciones contra
posicionales de «directa» e «indirecta» deben prevalecer, como
semánticamente
más ajustadas, sobre las de «agónica» -u «oc
cisiva», que también he visto en alguna parte empleada-y «le
nitiva». Me parece que el siguiente texto del profesor Zaragüe
ta (30) abona esta afirmación:
«La distinción de 'directo' e 'indirecto' viene a ser la
antigua escolástica in recto e in oblicuo. Tiene: a) ante todo,
un sentido
espacial: la línea 'recta' es la única 'directa'»; la
'quebrada'
es 'oblicua'; b) luego causal: el efecto 'directo'
es el 'intentado' por la causa a cuyo lado se dan los efectos
'indirectos' o marginales y ocasionales, que se llaman
tam
bién 'derivados» del primero. Ello se señala, sobre todo, en
el orden de la 'intención voluntaria', a cuya ejecución
se
producen efectos ni pretendidos ni siquiera previstos ( ... )».
Observación sobre esto último: en la eutanasia, sí que estos
efectos pueden ser, cuando menos, previstos
(ver más adelante,
al tratar de la distanasia).
3.5. Eutanasia, ortotanasia y distanasia.
Como operación previa para fijar las relativas· posiciones que
estos tres capitales conceptos
·guardan entre sí, haremos un bre
ve análisis semántico de las respectivas voces, sobre la última
edición del Diccionario de la Real Academia Española, de 1984
«Eutanasia (Del gr. eu, bien y Oa.va.,o,, muerte) f.· Med.
Muerte sin sufrimiento físico
y, en sentido estricto, la que
así se provoca voluntariamente».
-----
porte una abreviación de la vida y suma al inoribundo en un estado
de inconsciencia. Sin embargo, no se
-le puede privar al moribundo
de
la posibilidad de asumir su propia muerte, ni de la libertad de
optar por vivir Iúcidamerite aunque con' dblór~s».
(30) Oh. cit., nota 14, voz «Directo».
303
Fundaci\363n Speiro
IESUS VAL1JES Y MENENDEZ VALDES
Hemos aquí enlazado con la tesitura de aquel jornadista -tí
tulo superior, creo recordar-mencionado en el epígrafe 2, según
el cual la única noción correcta sería la de «buena muerte,
y pun
to». La Real Academia, en su última definición
-que, como se
puede ver, difiere algo, literalmente, de la recogida por otro de
los actuantes en las
Jornadas-, a partir de una ostensible fide
lidad al factor etimológico, desarrolla la idea matizándola con la
distinción entre un sentido
amplio de «muerte sin sufrimiento
físico»
y otro restricto de «la que se provoca voluntariamente».
Distinción que a su
vez induce a una concepción de lo que po
dríamos, denominar eutanasia natural, que se contrapondría a
otra
artificial.
Pero lo cierto es que, en la práctica, lo primero no pasaría de
ser
una hipótesis, un concepto puramente teorético -,mnque
no, desde luego, en absoluto, incorrecto--: porque, en realidad,
a nadie
se les ocurriría, decir que un sujeto «tuvo una magnífica
eutanasia» para expresar que la enfermedad o lesión causante de
su muerte no le produjo sufrimientos físicos. Y sí, en cambio,
es usual decir que a un paciente «le hicieron», o «se mandó
hacer», d «se hizo» la eutanasia, para significar que su muerte
fue provocada o acelerada para evitarle los sufrimientos físicos.
No figuran expresamente en la citada obra
las otras dos vo
ces, «distanasia» y «ortotanasia»; su uso, de patente actualidad
en la terminología
médica, no ha sido oficialmente reconocido
por la docta Corporación. Pero cabe inducir su significación
in
directamente, con base en otras que sí aparecen en el propio
Diccionario. Tanto en
la analizada como en las otras dos entra un compo
nente común, como sufijo: la derivación del griego Oava,o,, Los
variables son, respectivamente:
304
«Dis-2 (Del gr. auo) Prefijo que entra en la composición de
palabras españolas como
Dispepsia, Disnea, etc., con signi
ficado de imperfección, dificultad
y anomalía».
«Orto (Del gr. ópOóc, recto. Elemento comparativo que sig
nifica la cualidad de 'recto, directo, correcto, perpendicu
lar, etc.'».
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
Del vocablo «distanasia» he podido encontrar antecedentes en
otros antiguos diccionarios, no oficiales, pero redactados por per
sonas con autoridad. Así:
«Distanasia: s.f. Med.: muerte lenta y dolorosa, agonía lar
ga» (31).
Y esta otra variante, tanto más curiosa cuanto que, por lo
que veremos en las respectivas «Notas», da la impresión de desig
nios correctores,
de réplica dialéctica de la anterior (fijémonos ex
presamente
en las fechas de las respectivas ediciones):
«Distanacia: s.f. Muerte lenta y dolorosa» (32).
Finalmente:
«Distanasia. (Etm.-Dd pref. gr. dys, denotando dificultad
o mal, y
thánatos, muerte). f. Med. Muerte lenta y dolorosa;
larga
y prolongada, agonía» (33 ).
(31) «Diccionario Enciclopédico de la lengua española, con todas las
voces, frases, refranes y locuciones usadas en España y las Américas espa
ñolas, en el lenguaje común antiguo ·y moderno; las ciencias, arte y oficios;
las notables de
historia, biografía, mitología, y geografía universal, y todas
las particularidades de las provincias españolas y americanas, por una so
ciedad de personas especiales en las ciencias y en las artes». Sigue una re
lación de coautores y otra de revisores especialistas en cada materia, entre
los que
figuran «D. Rafael Martfnez; Doctor en Medicina, Licenciado en
Ciencias Naturales y rejente (sic) en Botánica».
La edición figura a nombre de «Biblioteca ilustrada de Gaspar y Roig»,
y en el pie «Madrid: Imprenta y librería: de Gaspar y Roig, editores, calle
del Príncipe, núm. 4, 1853».
(32) «Diccionario general de la lengua española. El más manejable y
completo/ el más inteligible y sucinto en sus definiciones, y el más uniforme
en ortografia (con arreglo a la de la Academia de la Lengua); contiene todas
las frases y locuciones familiares, ciencias artes y oficios, historia, geografia
y mitologia,
las principiales americanas, y el nombre de todas las ciuda
des ( ... )». «Por una sociedad de literatos bajo la dirección de D. José Ca
ballero. Quinta edición, Madrid, 1856. Se hallará en la Administraci6n, calle
de la Aduana, núm. 2, cuarto principal».
(33) Enciclopedia Espasa.
305
Fundaci\363n Speiro
!ESOS VALDES Y MENENDEZ VALDES
Concordancia en griego:
«bia-Oav~<; 2 ( a,,, Oo,¡axro) que muere dos veces» (34 ).
La idea es clara: que padece doblemente, con doble intensi
dad,
lds sufrimientos de la muerte.
Aquí también, pues, podríamos hablar de una distanasia que
correctamente podemos llamar
natural --de una naturalidad pa
tológica--, que puede tener lugar, ya por asunción de su estado
por el propio paciente,
ya por tolerante decisión facultativa fun
dada en razones técnicas y siempre bajo su control; que sería en
sí misma, desde el punto de vista jurídico, irrelevante, si bien
fácilmente podría derivar hacia una eutanasia lenitiva o
indirecta.
Y de otra distanasia artificial o artificiosa, que se dará cuando
por motivaciones no
ya ajenas al factor lenitivo -políticas, por
ejmplo: los casos recientes están en
la mente de todos ... -, sino
con abierta y declarada posposición del mismo, la prolongación
del proceso terminal de una vida humana
se busca de propósito,
se promueve, mediante la aplicación de medios por lo general
técnicamente correctos en
sí mismos y, por ende, eticojurídica
mente lícitos, pero cuyos efectos
curativos están de antemano des
car.tados (35), y es más, llegando en ciertos casos a lo que tan gtá
ficamente se ha venido a llamar «encarnizamiento terapéutico»,
objeto de general
repulsa por parte de moralistas y opinión pú
blica (36).
(34) Diccionario griego-español ilustrado, por los Profesores del Cole
gio de Loyola C. Pérez Picón, S. l., F. Ibiricu, S. l. y M. Muguruza, S. l.,
bajé:, la dirección de Rufo Mendizábal, S. I., 5.ª edición, Editorial «Razón
y Fe», S. A., Madrid, 1963,
(35) Cfr. nota 29, al final.
(36) Aunque esta condenación no se pueda admitir en rigurosos térmi
nos éticos como absoluta: puede ser, excepciona1m:ente, lícita y aun aconse
jable en determinados casos, como el del moribundo a quien le quedan
«·cuentas por saldar» antes del trance irreversible; ya de orden trascendente
o supratemporal, por imperativos de sus convicciones :religiosas, ya de orden
temporal, como las previsiones sucesorias sobre sus bienes -testamento-
para prevenir querellas entre sus herederos. Y con la contraexc:epción de
que la
distanasia pueda producir efectos negativos, psicológicos o psicopá
ticos,
como la desesperación.
306
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
Convergencia de la etimología, la moral y la conciencia social
que ratifica lo que
más atrás, en el epígrafe 3.3, apuntábamos:
que la
distanasia es, objetivamente hablando, la antieutanasia; y
cuando su causa eficiente no es
ya la propia naturaleza, sino el
artificio humano, constituye el extremo vicioso opuesto a la euta
nasia, entre los cuales
se encuentra el medio virtuoso que algo
más adelante veremos.
Ahora bien: tampoco esto se debe tomar en términos abso
lutos, sino que procede hacer una distinción, más precisamente
desde
el punto de vista sistemático, subdistinción, de capital
trascendencia para los efectos morales y consiguientemente
lin
gülsticos.
La que tan magistralmente formula el profesor Higue
ra
(3 7) en estos términos:
«Porque
se dan dos formas posibles de distanasia dis
tintas también para una valoración ética a) la distanasia que
emplea todos los medios a su alcance: los más recientes,
los más costosos ;
los más complicados terapéutica y clíni
camente;
los aún no suficientemente experimentados; los
que clásicamente
se han venido denominando extraordinarios
y .que en la actualidad se designan con mayor acierto, como
desproporcionados, inhabituales
e! no debidos por humani
dad, por justicia social, conmutativa,
... ; sin ponderar la
proporción entre cantidad
y calidad entre medios emplea
dos
y los resultados médicos y vitales que se prevé obtener;
b) la distanasia que sólo emplea medios tradicionalmente
conocidos con la denominación de
ordinarios en las concre
tas circunstancias de progreso y que ahora se designan como
proporcionales, habituales o debidos por humanidad, justi
cia social, conmutativa, etc., con ponderada atenci6n a los
resultados cuantitativos y caulitativos previsibles, tanto mé
dicos como vitales».
Dos tipos, pues, de distanasia, sustancialmente diferentes
des
de el punto de vista ético. La una, razonable, justificada en fun
ción de cada momento del progreso científico ; aconsejable
y aun
hasta obligada en algún caso, en función también de las circuns-
(37) Ob. cit., nota 1, pág. 390.
307
Fundaci\363n Speiro
JESUS VA.LDES Y MENENDEZ VALDES
tancias., esto: es, en relación con las consideraciones que más atrás
hadamos sobre el concepto de « buena muerte». La otra distur
badora, desorbitada en cuanto abusiva de los medios disponibles,
temeraria
y hasta despiadada ... Que reclaman las respectivas ex
pres1ones terminológicas.
¿Cuáles serían
los calificativos más apropiados para cada una
de ellas? Creo que los de
discreta y arbitraria.
Honradamente tengo que decir que no me acaban de satisfa
cer. Pero es que de entre cuantas figuras, de la eutanasia
y afines,
llevamos estudiadas, la que bate todas las marcas de proclividad
a los equívocos, ambigüedades, imprecisiones
y paradojas, es sin
duda esta de la distanasia.
Contemplemos unos cuantos supuestos
de auténtico intrin
camiento técnico, de inevitables derivaciones sobre lo conceptual
y consiguientes proyecciones semánticas.
Uno. ¿ C6mo delimitar esta figura que se acaba de trazar, de
la distanasia
discreta frente a aquella otra, tratada en el epígra
fe 3 .1, del empleo de medios terapéuticos ordinarios o pro por
cionales, cuya omisi6n sería, como allí vimos, constitutiva de la
figura de la eutanasia pasiva? ¿No parece algo así como la misma
vuelta al revés es decir, según se mire desde arriba o desde abajo?
Otro. La diferencia entre la eutanasia directa y la indirecta es
de carácter
operativo (38) y, por ende, teleol6gico, de adecuación
de unos
medios -farmacológicos, quirúrgicos ... - a unos fines
tan dispares estos entre sí como son el letal y el lenitivo. En con
secuencia, entre estos medios
se da también una clara diferen
cia: los unos de efecto puramente letal, en tanto que
los otros
tienen un
doble efecto, el primario lenitivo y el secundario, o en
(38) «Lo 'operativo' se opone a lo 'entitativo' como lo 'dinámico' a lo
'estático', o como el 'hacer' d 'ser'; entre ellos se sitúa el 'poder hacer'.
Los seres materiales tienen un 'contenido' entitativo -cantidad y modali
dades físicas-con su dinamismo operativo ( ... ). En el orden operativo,
humano y social, se distinguen específicamente operaciones como las mate
máticas, las quirúrgicas, las bursátiles, las militares. Es axioma escolástico
el de que 'lo operativo' sigue la condici6n de lo entitativo: operari sequitur
esse».
(ZARAGÜETA, oh. cit., nota 14, voz «Operativo»).
308
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
cierta medida, letal. Una medida limitativa del empleo de los últi
mos, puesto que, si
la excedemos, el efecto letal devendrá preva
lente sobre
el lenitivo, con lo que se operará una transposición
de fines:
la eutanasia indirecta se habrá transformado en directa.
La situación, pues, se transporta al ámbito de lo cuantitativo.
Planteadas así las cosas, ¿qué hacer si llegase un momento en que
la dosis del fármaco
-o la intensidad del tratanúento-- que se
estuviese aplicando resultase ya insuficiente para el fin lenitivo
perseguido, y su incremento abocase a convertir la eutanasia in
directa en directa?: sustituirlo por Otro, si lo hay ... ; y, si no lo
hay, abstenerse de incrementarlo, con la inevitable consecuencia
de quedar
el paciente sometido a sufrimientos difícilmente sopor
tables. Y vamos
ya a donde queríamos con todas las precedentes re
flexiones; a la cuestión terminológica. ¿Cómo calificar la situación
descrita? ¿De
distanasia pasiva o por omisión?, ¿o más bien -y
por ello me inclino-de distanasia natural inevitable, ya que, por
imperativo ético,
es imposible de superar?
Otro más. El caso especialísimo, pero real y cada vez más
frecueotemeote en la práctica, de la prolongación forzada o ar
tificiosa de la vida de un paciente en expectativa de trasplante de
un órgano vital, hasta que se encuentre el adecuado a sus· cir
cunstancias. De la tesitura justificante de esta actuación podríamos
decir algo así como aquello de
la botella de vino que, según el ta,
!ante, optimista o pesimista, del que la contempla, estará «me
dio llena» o «medio vacía». Es una situación de incertidumbre,
ciertameote
esperanzada, porque de no haber probabilidades ra
zonables de éxito, no se hubiera planeado el trasplante; pero
todo pende, en definitiva, de que se llegue a disponer o no, y en
su momeoto oportuno, del órgano adecuado;
es decir, de un
evento. De manera que, según que ello se consiga o no, habrá
que calificar el proceso, objetivamente, como de vida o de muer
te.
Y, en consecuencia, el pronóstico como de reservado (39).
(39) «Pron6stico ( ... ). Acci6n y efecto de pronosticar ( ... ) // reserv'1-
do Med. El que se reserva el médico, a causa de las contingencias que
prevé
en los efectos de una lesión».
309
Fundaci\363n Speiro
JESUS VALDES Y.MENENDEZ VALDES
¿Cómo calificar semejante situación? Los medios que se estarán
empleando son típicamente
distanásicos, es decir, los idóneos
para prolongar artificialmente
un proceso terminal. Ahora bien,
que en este caso no lo
es en su propio y estricto sentido, porque
carece de la nota de irreversibilidad. De manera que, atendido el
fin perseguido, de posibilitar una resolución quirúrgica, la actua
ción no
se puede calificar en absoluto de distanasia.
Puesto a proponer términos para designar esta actuación,
entiendo que pueden ser los de
distanasia formal, o instrumental,
o en sentido impropio.
Y sólo nos queda ya por fijar el concepto de ortotanasia.
Empecemos por profundizar lo posible en la significación de
aquel prefijo
«orto» según el DRA, antes transcrito, a partir de
su etimología griega, en
orden a determinar. cuál es la idea fun
damental que expresa.
Tres vocablos
encontramos en el Diccionario antes mencio
nado (40).
Un adjetivo: «opOó,;
Un verbo: « opOóm,
recto».
1 derecho, recto 2 sincero, justo ( ... )».
(
óp Oó, ) 1 levantar, endérezar ser justo,
Un
adverbio: «opO&,;, adv. (opOó,) rectamente con justicia».
Lo deja bien claro: idea fundamental de ¡usticia-rectitud.
Conformidad a un orden normativo, que no puede ser otro que
el peculiar y privativo de la condición de persona.
Se resuelve
en el clásico concepto metafísico de «naturaleza humana» de
la
filosofía aristotélico-tomista.
Recordemos aquella concepción de
la ortotaoasia de Rodríguez
Molinero, asumida por Monge (
41 ). «Normal» en su acepción
primigenia, es «conforme a norma». Vamos a parar
al in medio
virtus
de los moralistas: el término medio virtuoso entre dos ex
tremos viciosos.
Pero, normal, ¿desde qué perspectiva?; porque dentro del
orden natural
general o total se integran diversos órdenes partí-
(40) Cfr. nota 34.
(41) Cfr. nota 42.
310
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
culares, a cada uno de los cuales corresponde una peculiar: antro
pológica, sociológica, económica, biológica, médica
... , ética. En
la práctica totalidad de los casos podremos constatar todos esos
diversos aspectos ; de manera que
la determinación de la norma
lidad de cada caso concreto será función de la coordinación ar
mónica y ponderada de cada uno de ellos atendida la jerarquía de
valores. Ahora bien: esta operación admite tantos puntos de
partida como aspectos; de manera que cada uno tomará como tal
el correspondiente a su cometido, a su quehacer.
Que para nuestro objeto
de la precisión terminológico-jurí
dica será el aspecto
médico. Con lo que nos encontramos ante
uno de los llamados «conceptos jurídicos indeterminados», ante
una «norma en blanco», un espacio que hay que rellenar,
ya con
otra norma del ordenamiento jurídico, ya de otra ciencia,
es decir,
a un concepto metajurídico.
En nuestro caso, el concepto de <
malidad» que de la muerte nos suministra la Medicina (42).
Y «muerte normal» para la Medicina será la que
se produce
en su momento oportuno, de acuerdo con las indicaciones del
cuadro clinico del moribundo.
Desde esta perspectiva, la
ortotanasia se nos presenta como
el punto medio virtuoso de la culminación o resolución del
pro
ceso terminal, sin manipulaciones, equidistante de los extremos
de su
abreviación o su prolongación artificiales; viciosas, en cuanto
forzadas, violentas, en definitiva, pugnantes
--como tantas veces
se ha dicho--con la esencia misma de la Medicina, ciencia de la
salvaguardia de la salud y arte de curar la enfermedad. El uno,
la
eutanasia directa porque no es, en puridad, más que la occisión
como terapia; una clara: contradicción en los términos, porque
«terapia» o «terapéutica» es -DRA-la «parte de la Medicina
que trata de la curación de las enfermedades», y aquí
la curación
brilla por su ausencia. Y el otro, la distanasia que, si bien es
cierto que consiste en la aplicación de medios terapéuticos, de
(42) «La muerte del hombre -de cada hombre-tiene su hora bioló
gica, su hora natural y providencial»-. (HIGUERA, oh. cít., nota 1, pág. 391).
Concuerda con aquel concepto de «muerte normal» de MONGE.
311
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I.ESUS VALDES. :Y MENENDEZ VALD~S
suyo correctos, no lo es menos que lo son de una manera teleo
l6gicamente distorsiva
como tendente a mantener una vida en
precario y, ·por añadiduda, sn escatimar sufrimientos, más o me
directamente ptovocados y, por regla general -salvo casos muy
excepcionales-- estériles,
o. incluso contraproducentes desde el
punto de vista jutídico.
312
Fundaci\363n Speiro
AFINES. TERMINOLOGIA DESDE LA
PERSPECTIVA JURIDICA
POR
JESÚS V ALDÉS y .MENÉNDEZ V ALDÉS
l. INTRODUCCIÓN
Entre el 3 y el 5 de marzo de 1988 se desarrollaron unas jor
nadas sobre «Eutanasia y Enfetmería» organizadas por el Con
sejo General de los Colegios de esta profesión.
El programa, bien elaborado, perseguía presentar una
pano
rámica coherente de los principales aspectos y cuestiones que la
eutanasia suscité. en los momentos actuales. Y· el balance, como
se puso de relieve en el acto de clausura fue francamente positivo.
Invitado por razón de su
vinculación profesional con la Orga
nización · Colegial de Enfermería, el autor del presente trabajo
asistió a ellas con el máximo interés, en la actitud silente y
recep
tiva que convenía a su dedicación a rama de los saberes humanos
distinta de aquella desde cuya perspectiva se trataba
allí la pro
blemática de ese
fenómeno social de la eutanasia, cuyas escabro
sidades, penumbras y recovecos
permiten calificarla como infini
tamente
más compleja que la de su paralelo del aborto. ;Buena
ocasión para aprender y para contrastar puntos de vista y plan
teamientos!
Y así fue como se produjo mi primer enfrentámiento con este
aspecto capital y
apasionante de la terminología sobre la eutana
sia y figuras afines y adyacentes.
Porque en
aquellas Jornadas se abordaron las diversas cues
tiones, como era natural e inevitable, con las limitaciones de ex-
Verbo, núm. 333-334 (1995), 271-312
271
Fundaci\363n Speiro
JESUS VALDES Y MENENDEZ VALDES
tensión y profundidad que d tiempo disponible imponían: con
centrando las ponencias y debates en los puntos clave, aunque
quedando lo suficientemente abierta
y expedita la vía para ulte
riores desarrollos en estudios monográficos. Y precisamente esta
cuestión de la terminología fue una de las pocas, o
acaso la úriica,
que no
se abordó de una manera directa y específica. Ahora bien:
como no podía menos de suceder, habida cuenta de
su incidencia
sobre las restantes, fue aflorando a
lo largo de las intervenciones,
y poniéndose de relieve los problemas de sus imprecisiones, am
bigüedades y confusionismos ( 1 ).
2. SOBRE LA NOCIÓN GENERAL DE "EUTANASIA" Y FIGURAS
AFINES
Tres fueron -que recuerde o se refleje en los textos entre
gados a
los jomadistas-las ocasiones en que esta coestión ca
pital se abordó.
En una de las primeras ponencias, tras de tachar de incorrecta
la definición. dd Diccionario de la Real Academia, «muerte sin
( 1) Sobre los que algunos años antes -de lo que yo no tuve noticia
hasta tener prácticamente terminado este estudio-ya había: dado la . voz
de
alerta el autor de una magnífica monografía. sobre la eutanasia, la mejor
seguramente de las publicadas, cuando menos en España, el profesor Gon
zalo HIGUERA, S. J., <~Eutanasia y· distanasia. Problemas ético-morales», pu
blicada en Estudios Eclesiásticos (Revista teológica de investigación e infor
mación), núm. 235, octubre-Oiciembre 1985.
Así, en la página 394, nos habla de la «importancia que tiene la cla
rificación verbal y real de los términos para evitar tales confusiones .y las
lamentables consecuencias de calificación ética que se siguen»; en la 4Q2, del
«confusionismo de
términos y contenidos»; en la 408, finalmente y como
una de las «Conclusiones»: «De entrada, se manifiesta un gran confusio
nismo, especialmente por la imbricación y solapamiento de términos y con
tenidos, en los campos médicos, filosóficos, etc. En el interior de cada uno
de ellos
y en sus interrelaciones. Por eso es necesaria una clarificación y
una previa delimitación antes de comenzar a dialogar y construir la doc
trina necesaria)),.
272
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
sufrimiento físico, especialmente la procurada por drogas adecua
das»,
se propuso la siguiente:
«Eutanasia es:
-Anticipar la muerte de un enfermo terminal.
-A petición del propio paciente, clara y expresamente re-
petida.
-Para evitarle más dolor y sufrimientos».
Tal y
como está formulada la noción, habría que entender
estos tres factores como
definitorios, conjunta y acumulativamen
te, de la
figura de la eutanasia; o lo que es lo mismo, a falta de
cualquiera de ellos el acto no se podría calificar como tal eutanasia.
Nada que objetar, desde el punto
de vista jurídico, al primero
y tercero, que en realidad son complementarios.
La cuestión se
plantea en cuanto al segundo: la petición, por muy «repetida»
que sea,
¿es algo esencial?; o, ¿qué calificación correspondería
al acto a falta de ella? La respuesta la encontraríamos en otra
ponencia posterior,
la del profesor Javier Gafo (2), que nos ha
bló categóricamente de la eutanasia impuesta, como algo absolu
tamente rechazable por
la moral católica; de donde se induce con
suficiente claridad que lo que la introducción de aquel
elemento
voluntarista
configuraría no sería la eutanasia en términos gené
ricos y amplísimos, que
es lo procedente, sino el subtipo o sub
especie de la concordada o pactada, como un poco más adelante
veremos.
Distinto fue el enfoque de la cuestión más tarde, en una
«mesa redonda», por parte de
mios de sus miembros (3). Pen
sando
--en ello no le faltaba raz6n-en el «nudo gordiano»
semántico que en tomo a este término de «eutanasia» --como
sucede en tantos otrOs de diversas ciencias-se ha formado, con-
(2) Cito de memoria: el texto de esta ponencia no figura entre los
entregados a los
iornadistas.
(3) Como lo anterior: no proporcionaron relaciones de lo tratado en
las mesas redondas.
27.l
Fundaci\363n Speiro
JESUS VALDES Y MENENDEZ V A.LDES
cibió como la más eficaz solución, o acaso la única viable, la de
cortarlo: algo así como que «Eutanasia» es «buena muerte, y pun
to». Es decir que se quedó con el factor etimológico desnudo.
También objetable. Si el anterior pecó por de más, 'este por
de menos: el tajo no fue a parar al nudo gordiano, sino más arri
ba. Porque ciertamente que el factor o elemento etimológico
-como ya observara D. José Ortega y Gasset-es algo que en
estas operaciones de precisión semántica, o conceptual, hay que
tener siempre en cuenta ; y precisamente en primer lugar, como
punto de arranque del proceso discursivo. Pero quedarse ahí, con
preterición de los restantes factores, es un puro reduccionismo.
Particularmente es nuestro caso, prescindir de esa realidad uni
versalmente reconocida y admitida que
es el factor histórico, la
evolución más o mends profunda, y hasta muchas veces radical,
del significado de las palabras al
correr de los tiempos, conduce
a una noción no precisamente falsa sino, diríamos, «insignificante_»
-en la acepción primera que a este vocablo da el D~, es
decir, tan abstracta y vaga, que nada resuelve. Muerte «buena»,
¿en qué sentido, o desde que punto
de vista?: antropológico, so
ciológico, económico, ético, trascendental o religioso .. .'; o pura
y simplemente técnico (porque, .como agudamente observa el pro
fesor Javier
Hervada, en esta perspectiva se puede calificar hasta
de
perfecto un crimen).
¿O quizá lo que tenía «in mente» quien hizo aquella afirma
ción era la idea de
«buena» como conclusión de una operación
judicativa compleja, de coordinación ponderada de todos esos fac
tores, de acuerdq con el lugar que corresponde a cada uno de
ellos en la jerarquía
de valqres o bienes? ( 4 ).
¡Ah!, pero es que .si fuera así lo que significaríamos sería algo
muy diferente de lo
que queremos expresar vulgar y corriente
mente con la palabra «eutanasia». Sería la idea de la muerte de
un ser humano
en punto y hora convenientes ; dicho sea en len-
(4) HIGUERA -oh. cit., nota 1-nos habla de «tiempo de nacer y
tiempo
;de morir» (pág. 390); de una hora no «matemática, sino moral»
(pág. 408). .
274
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
guaje poético, «cuando el fruto está sazón». Y eso -
Finalmente, se nos expuso por un Diplomado en Enfermería
una noción que
provisionalmente podemos calificar de descrip
tiva, extensa, pormenorizada:
«Eutanasia es la muerte indolora, provocada directa
mente
y por procedimientos médicos, de personas, que son
consideradas como condenadas a una vida irreversiblemente
dolorosa o inválida, con la intención. de liberar a
esas. per
sonas del sufrimiento o a la sociedad de una carga inútil, o
con ambos propósitos a
la vez. Es decir, los rasgos propios
de. la eutanasia, lo que la diferencia de otras formas de
muerte procurada, son dos: el modo de inducirla
y la in
tencionalidad compasiva o liberadora».
Es, desde luego, la más elaborada de
las tres. Merece ser bien
analizada.
En primer lugar, hay un puoto, uoo sólo, objetable: el sen
tido de las palabras «provocada directamente» parece que no
puede ser otro que el de condicionar la noción de «eutanasia» a
que las finalidades a que
se refiere se persigan empleando como
medio
directo, inmediato y especifico, la muerte del sujeto pa
ciente. Así quedaría automáticamente eliminado el caso de que
no sea así, pero, sin embargo, el tratamiento aplicado pueda, de
uoa manera accidental, o como efecto secundario, producir un
cierto acortamiento del proceso terminal;
es decir, el tipo de la
entanasia
indirecta, reconocido y tratado por los moralistas como
más adelante, en su lugar, veremos.
Por otra parte, y esto es lo más trascendental, se dibujan en
la definición
dos tipos fundamentales de eutanasia, por razón de
la
finalidad: la intencionalidad liberadora se entiende referida a
dos clases de sujetos:
los individuos que se encuentran en las
circunstancias que describe, de los padecimientos que sufren; o
la sociedad, de una «cara inútil». Reconoce pues, evidentemente1
comprendidas, en el concepto de eutanasia1 tanto la conocida como
275
Fundaci\363n Speiro
JESUS VALDES Y MENENDEZ VALDES
«compasiva» o, simplemente «eutanasia». Como las llamadas «so
cioeconómicas»
y «eugenésicas» (5).
Con base en todo lo anterior podemos
formular unas cuantas
acotaciones preparatorias de conclusiones finales.
Primera.
Una noción amplia y genérica de eutanasia como la
acción de cortar de modd artificioso, más o menos expeditivo,
la vida de un ser humano,i(, ), decidida en contemplación de de
terminadas condiciones patológicas o traumáticas en que se en
cuentra el sujeto paciente.
Segunda. La determinación de los factores o elementos de
la
acción eutanásica.
l.º Él condicionante o presupuesto general: que haya una
constancia
racional, entendiendo por tal la avalada por dictamen
cientlfico, emtido
por autoridad competente en la materia:
a) De previsión de muerte de un paciente -enfermo, he
rido-, a más o menos corto, medio o aún largo plazo,
pero
en todo caso, i"eversible o insuperable, es decir,
absoluto; contrapuesto a relativo, por lo que se entendería
un pronóstico de muerte condicionado, una crisis supe
rable -al menos teóricamente--mediante la aplicación
de técnicas terapéuticas usuales, como, por ejemplo, el
masaje en caso de paro cardiaco o la respiración artificial
en el de asfixia.
En este último supuesto, la abstención
de aplicar tales remedios más o menos elementales no se
podría desde el punto de vista jurídico, calificar de euta
nasia, sino que sería subsumible en la figura penal de
omisión del deber de auxilio; o
(5) A continuación, un juicio de valor categ6rico: «Por ser 1a1 técnica
Y la compasión atributos muy propios de la enfermera y el médico competen·
tes, se explica que la condena de la eutanasia sea muy fuerte: la eutanasia
destruye el núcleo ético de la profesi6n,.
( 6) Y solamente en sentido impropio y analógico, la de un animal
irracional.
Z76
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
b) De inutilidad fisica o psicosomática, congénita o sobre
venida, gtave, esto es, intensa
y profunda.
c) Y, finalmente, un dictamen -diagnóstico o pronóstico--,
adicional a cualquiera de los dos anteriores, de dolores
o sufrimientos
de cualquier tipo, dificilmente soporta
bles; e inútiles,
dada la incurabilidad de la dolencia o
lesi6n, que
es algo realmente contingente, pero, sin em
bargo, decisivo para la valoración juródica del acto, como
ahora vamos a ver.
2.0 Teleológico. El designio lenitivo y el utilitario.
Las diferencias entre ambos son patentes,
por lo que reclaman
una adecuada dualidad terminológica.
No nos
. saldremos, pues del objeto propio de este estudio . si
buscamos su fundamento acudiendo a más altas instancias, las de
la
Etica, de la que el Derecho no es, en definitiva, más que sec
tor, delimitado, como tantos iusfilósofos han establecido, por la
especialidad de las relaciones jurídicas.
Ya, prima facie, una cosa es acelerar o abreviar un proceso
terminal científicamente comprobado y otra bien distinta es pro
vocarlo, que
es el caso del diagnóstico de inutilidad somática o
psicosomática,
Profundizando más, el Derecho Penal comparado nos revela
que entre los tratamientos que los ordenamientos nacionales han
dado a la eutanasia,
se da una coincidencia básica, que responde
a rigurosos e insoslayables términos ddctrinales: la de que la
eutanasia no
se puede encuadrar más que en los géneros .homici
dio
o suicidio. A partir de ahí en bastantes de ellos se la ha tipifi
cado especlficamente para los efectos de mayor o menor benigni
dad en su penalización, teniendd
en cuenta el factor causal de la
piedad, la compasión, la misericordia (7). Y que conste que, per-
(7) En relación con este térm.ino pretendidamente justificativo -«Ar
sénico por compasi6n»; ¿recordáis?--o sus paralelos de--«piedad» o «mi
sericordia».
Hasta hace algunos años, en la clase de Armamento de. la Academia de
277
Fundaci\363n Speiro
JESUS VALDES Y MENENDEZ VALDES
sonalmente, no. me convence el empleo habitual de estos términos
en el lenguaje técnico forense: eri primer lugar, porque responden
a conceptos típicamente éticos, cuya introducción en él -sobre
todo en los textos legales--- viene a ser algo así como de «presta
do», proclive a la equivocidad ; y, además en relación con lo
an
terior, pero revistiendo mayor gravedad, al abuso dialéctico, de
tonos sofísticos, sentimentaloides y demagógicos: piénsese en el
impacto que produce en juzgadores no profesionales
del Derecho ;
ejemplo más típico: el Jurado, como acusadamente se
ha dado en
este caso de
la eutanasia según se puede comprobar en la historia
de los grandes procesos judiciales. Por cuyas razones encuentro
preferible, por
más técnica y ajustada, la denominación de factor
o designio lenitivo que, además, concuerda muy bien ron aquella
noción rudimentaria y objetiva plasmada en la acepción gramati
cal
ele «muerte tranquila, sin sufrimientos». Así pues, este desig
nio lenitivo, que obviamente carecería de sentido de no darse
aquel dictamen
adicional --diagnóstico o pronóstico--- de sufri
mientos intensos flsicos
y/ o psicosomáticos, significa prop6sito
o voluntad de evitárselos a un semejante, que es algo de suyo y
en principio generoso
y altruista; lo cual no empece para la pre
vención que los moralistas no harían sobre la ilicitud de procu
rarlo por medios, ya
despro¡,orcionados, ya intrlnsecamente malos,
como éste tan drástico de
privar a un ser humano del bien de la
existencia física, que aunque no sea, según los materialistas en
general pretenden,
el supremo de la persona humana -que es su
dignidad-sí es el primario básico, necesario soporte de todos
los
demá~. ·
A este designio lenitivo se contrapone aquel otro que, a di
ferencia del anterior, es en sí completamente independiente del
Caballería se hada la descripción de aquel arma, hoy reducida a elemento
decorativo, la lanza, · unas de cuyas partes es un resalte circular en el que
termina la
punta -de acero, de unos 25 centímetros de longitud y forma.
en ciertos
modelos, piramidal-, cuya función era impedir que la penetra
ción
del arma ·en el cuerpo del atacado se limitara a aquella. La reacción
sarcástica, casi habitualmente iniciada por el propio profesor, surgía cuando
éste
decía el nombre de aquel ~alte circular: «tope de misericordia».
Z78
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
dictamen adicional antes mencionado, porque emana de la consi
deración de que el paciente constituye una carga para la economía
o un peligro para la pureza biológica, ya de la humanidad toda,
ya de parte de ella: raza, país, familia ... (sociedad en general o
sociedad
particular). Aquí la causa impulsiva de la acción es la
onerosidad que la situación del paciente comporta para sus seme
;antes, presentes o futuros; es decir, no si.ts Sufrimientos, sino los
de las personas de sus más o menos amplio o reducido «entorno»,
tópico o histórico, con · la consiguiente proclividad a degenerar
en la comodidad,
el sibaritismo, la avaricia ... , es decir, lo anta
gónico del altruismo y la generosidad: el egoismo y la mezquin
dad. En suma, un auténtico atentado contra la fraternidad o, si
así se prefiere -la palabra está más en boga-, la solidaridad
humana.
Y entiendo también que su denominación más adecuada
es la de factor o designio utilitario.
Ambos pueden, naturalmente, darse en cualquiera de aquellos
dos presupuestos de
pronóstico de muerte y diagnóstico de inuti
lidad.
3.' Concordante. El concierto de voluntades.
En algunos ordenaruientos penales -'ltre ellos el español-,
la eutanasia no se encuentra tipificada, sino meramente reflejada
en la figura circunstancial de la aquiescencia del paciente en al
guna de las dos formas, de petición, o de asentimiento a la pro
puesta o sugerencia de otra persona, la cual después actúa ya
como colaboradora -v. gr., proporcionándole un medio para
acabar con su vida: un arma, un veneno, ayudándole a encara
marse a una ventana desde la que arrojarse al vacío ... -, bien
como
ejecutora: descerrajando un tiro, poniéndole una inyección
letal... Estamos ante
la figura jurídico-penal de la inducción o/y
cooperación al suicidio, en la que ciertamente se pueden subsu
mir
ciertos casos de eutanasia, pero que no se puede identificar
con ella, por la sencilla razón de que la reciproca no es cierta;
en otras palabras ; que si bien la eutanasia concordada -concer
tada, pactada, consensuada, como prefiramos llamarla-es siem-
279
Fundaci\363n Speiro
IESUS VALDBS Y MENENDEZ VALDBS
pre una forma de cooperación al suicidio, no toda cooperaci6n al
suicidio se puede calificar de eutanasia en. sentido propio y estric
to.
Pensemos en los casos en que han recurrido a este medio de
poner fin a su vida personas
no aque¡adas por problemas de salud,
sino de otra índole: el militar acusado de traición que para eludir
un proceso sensacionalista, que culminaría en una ejecución
in
famante, acepta la «invitación de ingerir una ampolla de cianuro;
la pareja de amantes compelidos a separarse por razones de Es
tado o imperativos de ética social; etc. Para calificar estos casos,
la doctrina
y la jurisprudencia han recurrido a acuñar adjetivos
tales como «eutanasia sociológica» o «psicológica», que no es más
que trasplantar la cuestión al terreno de la similitud, de la
analogía.
Habida cuenta de todas las antecedentes consideraciones. po
demos configurar las siguientes:
Puntualizaciones finales sobre la significaci6n del término
«eutanasia» y su distinción de otros conceptos afines.
Para que una acción concreta se pueda calificar de eutanasia
en sentido propio y estricto tienen que conrurrir necesariamente,
de entre aquellos factores, los siguientes, según quedaron defini
dds; estos tres:
1. La previsión de muerte o la existencia-de una situación
--estacionaria o progresiva-de inutilidad somática o
psicosomática.
2. En cualquiera de los dos supuestos anteriores, dictamen
adicional de sufrimientos dif!cilmente soportables.
3. El designio lenitivo.
Este último es el esencial, lo que caracteriza la· eutanasia.
Porque
es la respuesta activa a la idea de «muerte indolora».
Hasta tal punto que
se puede afirmar que mientras de alguna
forma o en alguna medida
se dé, habrá, cuanto menos, una reso
nancia
del concepto de eutanasia.
280
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
Para designar este tipo de acciones en que concurren los ttes
factores se debe reservar el término de «eutanasia» escueto, sin
ropaje alguno de adjetivos
ni añadiduras.
Aquí surge una cuestión muy interesante. Pudiera, a primera
vista, parecer que si no se
dan los dos primeros factores el ter
cero se esfuma,
no tiene razón de ser. Sin embargo, no es exacta
mente así; puede haber nn designio lenitivo que no
se base en
la consideración de
unos sufrimiento físicos, sino en la de ottos
exclusivamente
morales -va de suyo que no queremos decir
«morales» atribuyéndoles nn valor o sentido ético, sino como
contrapuestos a los
físicos--: es el caso del militar o de la pareja
de amantes que atrás contempla'bamos, y otros no en sentido pro
pio y estricto, sino impropio, figur¡¡do o analógico.
Y la denominación adecuada entonces será la de paraeutana
sia o cuasieutanasia.
Pero cuando este factor desaparece radicalmente, ni en tér
minos lógico-gramaticales
ni lógico-jurídicos se puede hablar ya
de eutanasia. Cae por su base la posibilidad de tipificación· espe'
c!fica privativa del acto dentro del género homicidio, y es más:
su adecuada subsunción ya no será en la figura del homicidio
simple, sino en
la del cualificado del asesinato, porque como ya
observara el profesor Qnintano Ripollés --«Nueva Enciclopedia
jurídica»,
voz «Eutanasia»--en la de eutanasia concurre siempre
la circunstancia cualificativa
de ttl
dríamos añadir, al menos en
la generalidad de los casos, la de
premeditación (8).
(8) Salvo el bastante extraño caso de que un sujeto afectado de inuti
lidad total -una de esas personas a las que, como se dice en lenguaje
coloquial,
«hay que hacerle todo»-, sihtiéndoSe una carga muy pesada para
los de su
entorno, solicitase el auxilio de otra persona para darle muerte,
a lo que esta última se prestase. Habría que reconocer, desde luego-, eri el
solicitante una cierta intención altruista -aunque aberrada-; y por lo
que respecta al auxiliar, su actuación no sería ya subsumible en -la figura
del asesinato, sino en la de cooperación al suicidio, si bien en calidad de
e;ecutor, lo que· en algún ordenamiento jurídico.penal, como el nuestro, de
terminaría que la pena sería la prevista para el homicidio simple,
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Fundaci\363n Speiro
JESUS V AL DES Y MENEN DEZ V ALDHS
Atendidas toda,¡ estas rarones, creo que la denominación más
exacta, más expresiva, serúi ahora la de seudoeutanasia.
Se podrla argüir que ambos factores, el lenitivo y el utilita
rio, no son de suyo incompatibles, sino que,
por el contrario,
pueden actuar como concausas de la
decisión. Y también que,
aun en
el caso de que esra obedeciese a consideraciones pura
mente utilitarias,
se procuraría provocar la occisión de la manera
más rápida y menos dolorosa posible.
Lo primero es cierto: la tremenda resolución de poner fin a
1a vida física de una persona se puede tomar con base en que
sufre o en que --digamos las cosas por su nombre, ya que de
terminología estamos
tratando--estorba, o las dos cosas a la vez.
En este último supuestd, precederúi dilucidar cuál de estas dos
consideraciones fue la que más
pes6, la decisiva en el ánimo del
actor. Arduo problema en sede ética, porque obligaría a arries
gados
buceos en el tan maravilloso como complejo mundo de la
subjetividad. Y a en el terreno purámente jurídico y circunscri
biéndonos al
lexico, la cuestión aparece bastante más reducida:
la clave radicará, como atrás quedó apuntado, en la existencia o
no del dicttlflten adicional de sufrimientos difícilmente soporta,.
bles.
Si éste faltare, no cabría atnbuir al acto otro móvil que el
utilitario, ni por tanto, más calificación que la de seudoeutanasia;
salvo que la realidad · constatada sea de padecimientos no de ín
dole
física -esto es, somáticos-, sino puramente morales, en
cuyo caso la
calificaci6n sería la de paraeutanasia o cuasieutana
sia. Y a la inversa, siempre que se dé el tan referido dictamen
.adicional
estaremos ante un caso de eutanasia propiamente dicha;
lo que sucederá es que ésta será más o menos pura en función
de la correspondencia de aquél, ya con el pron6stico de inutili
dad
ya con el de incapacidad. Mas esto último ya carecería de
relevancia estrictamente terminol6gica (9).
(9) Sino en la mayor benevolencia o rigor eo la penalimción del acto.
Así, por ejemplo, la concurrencia de pronóstico de muerte a corto plazo
ron diagn6stico de inutilidad acompafiádos de los respectivos «dictámenes
adicionales»- sería el acreedor a un trato punitivo más benigno ( caso pura-
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Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADBS· Y ,FIGURAS AFINES
En cuanto a la segunda objeción, la de que siempre se opera
ría de
la manera más rápida y por ello menos dolorosa, el argu
mento no
es convincente: en primer lugar, porque la historia
registra
casos en los que se ha prescindido del humanismo más
elemental (10).
Y, en último caso, porque esa celeridad obede
cería fundamentalmente a móviles de expeditividad, quedando
relegado el efecto lenitivo a algo meramente accidental, carente
de relevancia para los efectos de la calificación ética y jurídica
del acto.
También hay que considerar todo esto como referido no sola
mente a
casos individuales, sino también colectivos, dibujándose
así
la figura del genocidio.
Corolario. Todos estos elementos o factores son susceptibles
de una serie de combinaciones, matemáticamente determinables,
de donde resultan unos que podemos llamar
tipos teóricos prima
rios que, por orden de menor a mayor gravedad, van desde la
aceleración del proceso terminal con designio lenitivo
-eutanasia
propiamente dicha--, pasando por los de cuasieutanasia, hasta el
de su provocación con designio puramente utilitario, o seudoeuta
nasia.
mente teórico, ya que en la práctica todo convergería al pronóstico de muer
te). Caso notoriamente acreedor a un mayor rigor, el de que, dmdose_aquella
concurrencia, existiera un solo «dictamen adicional», el correspondiente al
diagn6stico de inutilidad y mucho más aún cuando ni siquiera hubiere con
currencia, sino que este último constituyere el único apoyo del acto euta
násico,
puesto que, entonces, el proceso terminal sería, por definici6n, pro
vocado.
(10) Como el del Bloque 13, «el bloque de la muerte>, del campo
de concentraci6n de Auschwitz, en el que se cumplían las condenas «admi
nistrativas» de muerte por inanici6n y sed; con la -excepción de alguno de
los condenados, al que, por resistir más de lo previsto y ·por· e.ici.gencias tero·
bien «a.dministri:ttivas» -fecha lfmite para dejar vacío el bloque-se le
remataba con una inyecci6n letal, como le sucedió al religioso-franciscano
y periodista MaximiJiaoo Kolbe y otros tres. (Cfr. su biografía Padre Ma
xi~iliano Kolbe, de Giulio MÍsiero, eclici6n cstellana! de Editorial Círculo,
Zaragoza, 1972, ¡mgs. 212-213. No se trataba, desde luego, de eutanasia
propiamente dicha sino por analogía, pero dicho vaya como ejemplo de in
humonidad).
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JESUS VALDES Y MENENDBZ Y .ALDES
3. MODALIDADES DE EUTANASIA
En este aspecto, los té,;minos que en las jornadas se emplea
ron fueton los más usuales y corrientes de «activa» .o «pasiva»~
«positiva» o «negativa», etc., dándolos por «cosa sabida»; pero,
va de suyo -y esto e1> muy importante----que según las concep
ciones, «categorías», o _esquemas ment~es subjetivos de cada uno
de los intetvinientes; en suma: sin el menor propósito definito
rio. Cierto
es que, como ya quedó dicho en la «Introducción», no
daba. tiempo para más. Pero la inelndihle consecuencia, detectable
para persona tendente
--como el autor del presente trabajo--a
la labor analítica y crítica propia de su profesión fue la de que
quedaba flotando
en el aire un confusionismo, aunque difuso,
bastante acusado ; para decirlo con una expresión coloquial y
cas
tiza, que esos términos simplemente se «barajaron».
Por esa razón,
se va a abordar aquí sin pretensiones exhausti,
vas pero sí con la mayor aproximación posible, la tarea de diseñar
unas nociones clasificatorias elementales que,-cuando menos, pue
dan servir de hase para ulteriores -y muy probablemente polé
micas, pero
fecundas-profundizaciones.
Siempre a
partir de aquellas nociones de eutanasia en sentido
amplio y genérico
y de la distinción entre los sentidos propio e
impropio, resultarían
l~ siguientes esquemas.
3.1. Activa y Pasiva.
Esta contraposición parece, prima facie, algo elemental. Dis
tinción por razón del procedimiento empleado: la acci6n o. la
inacci6n par!! el logro de un mismo resultado final, la muerte del
paciente.
Lo que traducido a términos jurídicos nos daría, res
pectivamente, las figuras de
la «comisión por acción» y la «co
misión por omisión».
Sin
embargo, la cuestión no se nos ha pre,¡entado, en la reali
dad dialéctica de nuestro tiempo, tan sencilla.
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Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
El concepto de eutanasia activa no ha sido, y ello parece· ló
gico, controvertid<>. Pero sí podríamos decir que afectado en la
delimitación de sus entornos, por obra de esa especie de cortina
de humo que
se ha venido produciendo en tomo al de eutanasia
pasiva.
Ya años antes de estas Jornadas, en el proyecto o proposición
de
Ley conocido por «Fortuna», del nombre de su primer firmante
Loris Fortuna, diputado socialista italiano, se configuró
la· euta
nasia
pasiva simplemente como la interrupción de los tratamientos
extraordinarios que únicamente permiten el
alargamiento de una
vida vegetativa.
Pero esto -adelantando ideas, que pronto, en su lugar se
. desarrollarán~ no es más que abstenerse de practicar lo que hoy
más comúnmente se ·designa como distanasiá (precisando: artifi
ciosa).
Es decir, la adistanasia ( este término lo he visto empleado
por primera
vez muy recientemente: por el abogado Ricardo de
Lorenzo, entrevista en
Noticias MMicas, núm. 3.381, 11-17 de
abril de 1990).
Más relevante
es hoy la tesitura · de aquellos que· de manera
categórica niegan
la existencia de la eutanasia pasiva porque la
identifican con la ortotanasia, ·concepto a1 que ya se aludió en ·el
epígrafe segundo de este trabajo y sobre cuyos perfiles también
algo
más adelante se insistirá. Error -dicho sea con todos los
respetos para los que en él
incurren-de gri,.n trascendencia ;
como que incide en las raíces mismas de principios ético-jurídicos.
La eutanasia activa consiste en matar, la pasiva en dejar mo
rir; y de esto último nd se ·¡,uede · afirmar sin más ni más que sea
jurídicamente irrelevante en cualquier caso.
Como ejemplo más elemental, se ha puesto el. de W1 niño
subnormal o malformado al que no
se aliinenia ni da de beber.
Pero aún, sobre la base innegable de que un
pronóstico de muerte
puede
serlo a plazo más o menos corto o largo; vamos a poner
otro.
Si ante un diagnóstico de dolencia incurable, ante un proceso
terminal cierto,
pero de duración indeterminada ----«Certus re
incertus an»-, susceptible de ser diferido por meses, años quizá,
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JESUS VALDES.Y MENENDEZ VALDES
media!lte la aplicación de los medios de que la ciencia dispone y
sin violentamientos propiamente dichos, el médico se inhib
prescribir el tr,itamiento adecwtdo -terapia, dieta,
vid.. higiénica ... -, dejando, por el contratio, que el paciente
abuse de la comida, de la bebida, el tabaco, las relaciones sexua
les, haga una vida en exceso activa o sedentaria, de manera que
quede expuesto a que en cualqnier momento le sobrevenga la cri
sis irremediable que le amenaza
-infart0 de miocardio, cirrosis,
invasión cancerosa
... -, ¿qué otro calificativo merece la conducta
de ese facultativo más que el de comisi6n por omisi6n? Y omisión,
no precisamente de medios extraordinarios o desproporcionados,
sino
de los más ordinarios y proporcionados que ciarse pueda ( 11 ).
Eutanasia, pues, pasiva; siempre y cuando, claro está, que en
alguna forma o medida haya entrado el f11Ctor lenitivo; de no ser
as{, estaríamos ante un caso de seudoeutanasia, de homicidio,
ruando menos, culposo -.-subsumible, en nuestro ordenamiento
jurídico-penal, en el art.
565, párrafo quinto del Código Penal-,
o incluso doloso.
Obligada resulta para completar este apartlldo. la mención a
los pronunciamientos
del .Consejd de Europa sobre este tema es
pecífico, a los que
también proceden objeciones francamente in
teresantes.
Su tesitura parte de la definición de la eutanasia como «ayuda
a una buena muerte», sobre
la que ya hay que ponerse en guardia
por el empleo -quizá impremeditado-del genérico y abstracto
adjetivo «buena», con su notoria polisemia, tras de
la cual se
quiera o no, gravita
todo el elemental y sempiterno problema
filosófico
de la concepción del bien y del mal, en sus. más di vera
sos ámbitos particulares: metafísico, ético, científico;- técnico ...
Carente, venturosamente, de ambigüedad es la formulación
del concepto
de eutanasia 11Ctiva como «acción que por su misma
intención y naturaleza causa.
la muerte en una situación grave e
irreversible».
(11) Véase el artículo «En tomo al derecho a morir con dignidad•, de
Jorge Cane!as del Rincón en .ABC, 15 de mayo de 1990.
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Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
No cabe, por desgracia, decir lo mismo de la concepción de
eutanasia
pasiva en los ttes tipos, que no son lisa y llana asunción
de las formuladas por el
Gobierno holandés ( expuestas en las
Jornadas: v.
más adelante, nota 12):
l. No comenzar o suspender un tratamiento cuando e1 en
fermo lo demanda de una manera seria
y explícita.
2. No comenzar o suspender un tratamiento cuando su ini
ciación o continuación no tenga sentido según los criterios
médicos disponibles en la actualidad.
3. Comenzar un tratamiento que es necesario y que por su
propia naturaleza está
dirigido a mitigar el padecimiento
grave de un enfermo, incluso si la muerte es o puede ser
probablemente
acelerada como consecuencia de este tra
tramiento.
Empecemos por la indispensable advertencia de que en el
originario proyecto de
ley holandés se eludía cuidadosamente el
empleo del término «eutanasia», empleando excusivamente el de
«terminación de
la vida sobre explícita y formal demanda del
enfermo». Y
sin perderlo nunca de vista, comencemos las obje
ciones.
Al 1: manifiesta involucración de conceptos. Porque, efectiva
mente, según lo que un
poco más arriba se ha razonado; el no
aplicar, o suspender, un tratatniento, es decir, una terapia -siem
pre y cuando, claro es, medie un pronóstico de muerte a más o
menos largo
plazo.-sería un caso de eutanasia pasiva; pero eso,
con absoluta independencia
de que haya mediado o no consen
timiento del enfermo. Lo uno
es un concepto técnico y lo otro
una
circunstancia modificativa de la responsabilidad ética o jurí
dica del facultativo, entre los cuales no
se puede lógicamente dar
interferencia
altetnativa de sus respectivas naturalezas .. De la mis
ma manera que si un sastre confecciona una chaqueta de sport,
nunca
admitirá razonablemente más calificación que la de cha
queta de sport, no la de frac o hábito frailuno por el hecho de
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Fundaci\363n Speiro
JESUS VALDES Y .MENENDEZ YALDES
que el sujeto que lé encargó para su uso sea director de orquesta
o religioso
benedictincJ.
· Al 2·: ex.presión ·un tanto oscura. Esa presencia. o ausencia ele
sentido de un tratamiento hay i;¡ue. entenderla en relación con una
determinada finalidad terapéutica y en el marco del estado
gene
ral del paciente. Desde esa perspectiva; será inocuo; o inútil, o
contraindicado. Si fo primero, la única r¡raón para. suspenderlo
será evitar los gastos
y/ o incomodidades -medicamento que sabe
mal,
pinch=s .dolorosos-'l;,e origina. Si lo.· segundo -que ni
cura ni alivia_:_, lo mismo. Pero todo est:o nada tiene en realidad
que ver con la
noción general que vimos en ·el apartado 2 de este
trabajo.
Si lo teroero, contraindicado, estaríamos ante un caso de
eutanasia
activa, por culpa o ignorancia; y claro es que el suspen
derlo tampoco se podría calificar de eutanasia pasiva, porque su
resultado no sería la aceleración, por omisión, del proceso termi
nal, sino
más bien todo lo contrario.
Al 3: Como veremos en su lugar,
la figura que aquí se dibuja
no
es precisamente la de. eutanasia pasiva -que hay una activi
dad es indiscutible---, sind la de eutanasia indirecta.
3-.2. Impuesta y · volUntária, · u homicida y suicida.
Más arrás, en el epígrafe 1, · quedó visto que la concurrencia
del consentimiento del paciente
--o sustitutos de su voluntad~
no era esencial para la calificación de un acto como eutanasia. ·
Lo confirmo en las Jornadas el profesor Javier Gafo en su
ponencia
«Aspectos religiosos, éticos y morales de la eutanasia»,
cuyo text<> no se proporcionó a los jomadistas, pot lo que.tengo
que hacer referencia · a él de memoria.
Empleó, desde luego
-lo recuerdo con toda seguridad-el
tétmincJ de eutanasia impuesta, de sentido rotunda y
categóricamente conden~torio desde el punto
de vista moral ;
y también en arra sobre los
~apuestos a los que
no convendría esa
calificación, aunque sin fonnular, que recuerde,
nociones concretas.
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Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y -FIGURAS AFINES
Es, desde luego, este de «impuesta» un calificativo más fino
y aquilatado -ron el único inconveniente de bordear el eufemis·,
mo-que aquel otro, reiteradamente empleado por moralistas y
penalistas de «homicida»; al que primariamente, sí, equivale,
pero con
la mayor precisión conceptual indicada, que lo .hace pre
ferible (12).
Sobre esta base,
cabe distinguir dos variantes fundamentales
Je eutanasia impuesta:
a) La manifiesta, que se dará siempre que se proceda pala·
dinamente contra la voluntad expresa qel paciente o, en
caso de
41capacidad del mismo, de las personas, qu1>:cha·
yan devenido responsables de sus destinos. Como si el
sujeto activo
dije~: «Le voy a hacer la eutanasia, porque
está sufriendo
~a "a punto de empezar a sufrir" -ho
rriblemente»;
o «porque es oligofrénico» ;· o «porque hay
que qejar camas .libres para otros enfermos curables»:.
etcétera.
b) La encubierta o clandestina, cuando no se llega a ·contra
decir de forma abierta y violenta
la voluntad de aquellos
sujetos, sencillamente, porque se elude
la ocasión de ma
nifestarla, se actúa sin contar con ella.
Lo primero es algo ·evidentemente brutal, y por lo menos d
autor de este trabajo no puede afittnar que se haya dado· nÍ11gún
caso en la realidad ; pero tampoco que falten, incluso en nuestra
sazón histórica, sujetos con
la suficiente deformación de su .con'
ciencia moral como para ser capaces de ello. Porque, dejemos de
una
vez de ver las cosas desde la tópica y reduccionista perspec·
tiva de que eso sucedía ~clusivam~te bajo unos «nazismos» y
(12) No lo emplea H!GURRA, quien -en oh, cit.; nota 1, pág. 40il'-'-
dice que «es bien cierto que también se da ya o se puede dar la práctica
de una euta!nasia subterránea, incluso de la mas grave, como 1puede-.ser_ di·
recta y aun sin .consentimiento del interesado». Aunque .:.....aña~ «i:J.ueres
mos creer que se trata de casos rarísimos, aunque no por' eso mcfnos ¡:ieli-:
grosos socialmente ( ... )». · , '
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Fundaci\363n Speiro
JESUS VALDES Y MENENDEZ VALDES
«fascismos» históricamente vencidos o fenecidos. Mientras sub
sistan y tengan adeptos
-_que los tienen-las filosofías de raíz
transpersonalista que era la de aquellas ideologías, no dejará de
haber una proclividad ambiental para esa clase de comportamien
tos ; habrá personas· potencialmente
capaces de cometer actos de
esa índole.
En cuanto a .lo segundo ... , me parece que no es necesario
entrar en especulaciones sobre algo que está en la conciencia de
todos ( 13) amén de que nos alejarían del objeto propio de este
estudio, la terminología.
Para la modalidad contrapuesta a la anterior parece que la
designación más adecuada
en el léxico serla el antónimo de «im
puesta», voluntaria, entendida esta palabra en su sentido más
amplio, de
aquiescencia, dentro del cual cabrían subdistinciones
específicas,
ya por razón de la forma, ya de la intensidad con que
la voluntad del sujeto paciente
se manifiesta: desde la que pu
diéramos llamar
activa, de petición espontánea o motu proprio,
pasando por la expresa aceptación de una sugerencia, hasta la
tácita o meramente pasiva del que no pone ninguna resistencia
a lo que
ve que le están haciendo, consciente de su finalidad.
Esta última presentaría, en el caso de un proceso penal,
los
espinosos problemas de la prueba.
Pero hay otro mucho más grave, en el que vale la pena dete
nerse a meditar un poco, no
ya sólo por lo complejo y apasionan
te, sino por la incidencia que por ello mismo tiene en la
termino
logía: el de la fiiaci6n de los fímites entre la impositividad y la
voluntariedad.
Otra vez hay que remotarse al plano filosófico. Partamos del
concepto de «imposición» según el profesor Zaragüeta (14
).
«A) La 'imposición' viene a significar en la vida social, la
pretensión de que otros adopten sus convicciones teóricas o sus
consignas prácticas: y ello, a) no por juzgarlas verdaderas o acer-
(13) En la revista Estudios penitenciarios, enero-diciembre 1978, núm.
200-223 se publicó un trabajo que llevaba el elocuente título de «La euta
nasia: crimen impune».
(14) Vocabulario filosófico, Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1955, esta voz.
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Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
tadas por su propio criterio, sino por el prestigio personal del
imponente; b) que puede
ir reforzada o a falta de ella reempla-
2ada por
la fuerza de coacción (ejecutiva) o de sanción (efectiva)
premia! y sobre todo
penal, aplicada por el propio imponente, o
por la sociedad que la patrocina. A esta pretensión responden
los requeridos
de modos variables de acatamiento o
de resisten
cia y hasta de reacción contraria.
B) La 'imposición' pot excelen
cia en la vida social
es la jurláica de la autoridad estatal en la Ley
y la Fuerza pública que la afianza ( ... )».
Como se ve, esta contraposición difiere notablemente de la
que la teoría general del Derecho establece entre vis coactiva,
violencia, coacción física, y vis compulsiva, coacción moral o in
timidación. Aquí, imposición jurláica e imposición social se con
traponen tanto ontológica como funcionalmente. La primera -en
la que quedarían englobadas aquellas dos anteriores-es la actua
ción. coactiva, en general, de los leg!rimos poderes de la comuni
dad pol!tica empleando
sus resortes institucionales, y que, de no
estar suficientemente justificada se llama prepotencia.
La otra,
a
la que para diferenciarla de la anterior pudiéramos llamar «me
tajuriáica», está constituida por lo que en un lenguaje común y
corriente se conoce por «ideas dominantes», instrumentadas en
los «tópicos» o «lugares comunes»,
y viene a identificarse con
Id que en la clásica filosofía del Derecho se denomina «usos so
ciales»; una fuerza que por su mismo tltpico modo de difundirse,
impersonal y osmótico, puede llegar a ser, y de hecho tantas
ve
ces es, mucho más arrolladora y desde luego más dificil de resis
tir que la jurídica (15). Reeotdemos, en fin, aquello de los
«miasmas sutiles» de Echegaray ...
(15) '«y nótese asimismo -dice el prof. Recasens Siches a propósito
. ,de lo que él designa como "reglas dd trato social"-que la presión efectiva
de esas normas es muy intensa; tanto, que
muchas veces la sentimos con
mayor intensidad que la voz de la conciencia moral y que la intimidación dd
Derecho», y pone como ejemplo la práctica social del duelo ( que compor
taba, evidentemente, la descalificación social para el que se negaba a batirse)
que s6lo desapareció cuando empez6 a ser considerado como «ridículo».
(Tratado general de Filoso/la del Derecho, &lit. Porrúa, México, 1975,
pág. 201).
291
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IESUS VALDES Y MENENDEZ V..4..LD~S
Aplicado todo esto a la eutanasia, no cape duda que la im
positividad
es algo hasta hoy proscrito en los ordenamientos
jurídico-positivos, pero no lo
es menos que la efectividad de esas
normativas legales
es harto fácil de esquivar mediante un enmas
caramiento cl!nico del acto eutanásico en cualquiera de sus mo
dalidades
(16).
Bien distinto es el panorama que se nos ofrece en cuanto a
la impositividad que hemos llamado metajurídica. Es notorio
el
progresivo desarrollo de una corriente o «movimiento» pro-euta
nasia que, como su gemela
-ambas apuntan a la misma diana
de la reducción
demográfica-la antirreproductivista, con sus
arietes de la anticoncepción,
la. esterilización -reversible o irre
versible-y el aborto, se no,; presenta con el sugestivo ropaje
de
un apoyo en planteamientos científicos y tecnológicos. Con
la diferencia de que en esta última los
argumentos fundamental
o casi exclusivamente esgrimidos son
los. de tipo psicológico o
socioeconómico, mientras que en la cam.paña pro-eutanasia se re
montan a la más alta instancia filosófica: esa llamada «filosofía
de la muerte digna», que
en las Jornadas tachara de confusa e
indefinida y poco inteligible el Diplomado en Enfermería Juan
Antonio
Gwa López en su ponencia «La muerte digna».
Contexto general de ambigüedad ( 17) cuyo núcleo viene a
(16) · Véase lo dicho en la anterior nota 10. Y en las mismas Jornadas
quedó categóricamente abordado este aspecto en el siguiente párrafo de ~
ponencia «Proceso de legalización de la Eutanasia en Holanda» PCJr los re
pl'CSentab.tes de la -«Holland Association», Mts. Tromp y Mr. Boose:
«Queda
aun para mencionar un problema especial. Puede supo
nerse en general
que en cualquier país, y también en Holanda, tienen
lugar
cada año cierta cantidad de 'muertos a: expresa petición'. Se
ignora el número exacto de estos casos porque los médicos suelen
entregar un 'certificado de fallecimiento' confirmando que la persona
en cuestión murió de muerte natural, aunque no es
d caso, habién
dose practicado la eutanasia.
Se impone que en Holanda haya más
de mil casos . de eutanasia al año. Los médicos que compa'recieron
ante un juez son pues los · que no entregaron un certificado de fa
llecimiento y que mediante el médico forense y el fiscal llegaron a
ser juzga.dos».
(17) Aportación importantísima para el esclatecimiento de este con
cepto son los términos del párrafo del texto «testamento vital» propuesto
292
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
ser el consabido y pernicioso sofisma de generalización del caso
límite, sobre el que recientemente diera la voz de alerta el perio
dista Ramón Pi ( 18
).
Saquemos conclusión: ¿ hasta qué punto se puede calificar de
libre o, más exactamente, deliberada -a la idea de libertad en
su primordial significación filosófica de «indiferencia acriva e
intrínseca que tiene la voluntad iluminada por la razón»
se re
conduce todo estd---, a la resolución que una persona, inmersa
en este ambiente de ideologismos sociafu:ados, y atenazada ¡,or
las ansias de la agonía --que actuarán como catalizador de
aquellos---, adopte,
ya motu proprio, ya accediendo a la suge
rencia-verdadera · sugestión en tales momentos---, de que le
practiquen la eutanasia? ¿No hay aquí una auténtica
imposición
ambiental, colectiva, aunque no, desde luego, encubierta? Y que
apunta no
ya a consideraciones lenitivas, sino hasta. utilitarias.
«Existe en la sociedad -dice el Dr. Ricardo Goru:ález
por la Conferencia Episcopal Española en su «Plan de acción sobre la
eutanasia y la asistencia ir bien morir» (septiembre 1989):
« ... pido que sí por mi enfermedad llegara a estar en situación
critica irrecuperable, no se me mantenga en vida por medio de tra
tamientos desptOporcionad.Os o extraordinarios; que no se me apli(lue
la eutanasia activa, ni se me prolongue abusiva e irracionalmente mi
proceso de muerté; que se me administren los tratamientos adecua-
dos
para paliar los sufrimientos». ,
{18) Precisamente respecto de la eutanasia. He aquí estos párrafos
principales:
«El casi límite,
tan agradecido escénicamente, es una trampa su
mamenre peligrosa para la vida real ( ... ). Véase por ejemplo ( ... ),
lo que ha ocurrido con la legislación sobre el aborto, lo está ya pa·
sando con la eutanasia: se arranca del caso límite y se desemboca en
la aceptación del cualquier caso. Los
valores se vuelven literalmente
del revés:
el agresor se convierte en víctima, y al que muere se le
hace un favor».
«( .•• ) Ya existen tensiones, a veces muy serias, con los médicos
que se
niegan a practicar abortos en hospitales- públicos. Veremos
lo que ocurre con esa macabra liturgia de la muerte que es la euta
nasia, que ahora
empieza .
a debatirse en función de los casos límite,
y que
-lo aviso a tiempo-puede acabar siendo un expediente
cómodo
de librarse de enfermos o ancianos molestos» (Transcripción
sucinra de un artículo en la revista Palabra, ocrobre 1989, pág. 39).
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JESUS Y A.LDES Y MENENDEZ V A.LDES
Durán (19)--una clara tendencia a la eutanasia: hay pre
siones políticas, sociales y se está
creando una opinión fa
vorable desde los medios de comunicación. Esa presión está
formando la conciencia entre
los ancianos de que es egoísta
querer
vivir siendo una carga molesta para la sociedad y
que
lo realmente valeroso, generoso y progresista es pla
near la propia eutanasia».
3.3. Positiva
y negativa.
La importancia de esta distinción es muy grande: como que
en ella viene a resumirse
la mayor parte de lo tratado hasta ahora ..
Planteando la cuestión ya en directo y conciso: ¿ Qué es lo
que se quiere expresar y que es lo que ob¡etivamente se expresa
cuando se habla de eutanasia positiva y negativa?
Prima
facie, es indudable que, como en los casos anteriores,
estamos ante una contraposición conceptual ( 20) ; o ante una cla
sificación contraposicional.
Y aquí aparece ya el problema. No he visto empleada esta
contraposición
más que en un sentido sinónimo ( 21) de aquella
otra de «activa» versus «pasiva».
Así resulta, por ejemplo en una clasificación muy divulgada
sobre las especies de eutanasia y figuras afines, resumida, con
algún oportuno retoque personal, en un trabajo de filósofo Fer
nando Monge ( 22): no aparece ciertamente, la menor referencia
(19) Médico Anestesista Jefe de la Unidad del Dolor del Hospital
Ram6n y
Caial de Madrid (Entrevista en Telva, nóm. 606, !.' quincena
noviembre 1989,
pág. 140).
(20) «Contraposici6n. Acción y efecto de contraponer o contra.ponerse».
«Contraponer. Comparar o cotejar una cosa COn otra contraria o diver
sa. // Oponer». (DRAE).
(21) «Sin6nimo,-ma. adj. Dícese de los vocablos y expresiones que tie
nen °una misma o muy parecida significación». {DRAE).
(22)
La clasificación es de la Enciclopedia GER, voz «Eutanasia»,
vol. IX, págs. 577-579, del colaborador M. Rodríguez Molinero. El trabajo
de Monge: Eutanasia, folletos me. 405, Ed. «Mundo Cristiano», Madrid,
1986, 2.Q ed., págs. 9-10. El principal «retnque» es la advertencia de «sin
pretensión de hacer un elenco com'pleto».
294
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDA-DES Y .FIGURAS AFINES
a la modalidades de «activa» y «pasiva» ; sí las de «positiva» y
«negativa», a las que se dedican unos párrafos que por las refle
xiones qué suscitan es obligado transcribir.
Se define la positiva como el acto de:
«Provocar la muerte por medio de una intervenci6n
adecuada, generalmente mediante
la administraci6n de un
fármaco».
Y sobre la
negativa se hace un subdivisión en:
«
l. ortotanasia ('muerte normal') que es la ausencia de
cualquier tipo de ayuda médica al enfermo; 2.
distanasía,
u omisión de los medios considerados extraordnarios para
prolongar artificialmente· la vida de
un enfermo con pro
ceso patológico irreversible; esta última modalidad ( dista·
nasia) tampoco es propiamente eutanasia, . por estar ausente
la acción positiva de matar y la probabilidad de una vida
natural».
La simple lectura basta para extraer dos conclusiones.
Primera: la identificación en principio, o en términos gene
rales, de positividad ton actividad, puesto que una «intervención»
es algo evidentemente activo; de donde implícitamente -a con
trario sensu-, la de negativÑiad con abstenci6n de actuar, o
pasividad.
Segunda: la idea de que ninguno de los dos tipos compren
didos bajo el concepto de eutanasia negativa se puede calificar
de
eutanasia en sentido propio.
Pospongo de momento lo primero: precisamente por ser
sustancial
para este epígrafe, le corresponde el lugar conclusivo.
Y aunque sea a costa de curvar algo el rigor del discurso, voy a
hacer sobre lo segundo unas breves observaciones, que además
servirán como gradualmente introductorias de una
precisión so
bre los conceptos de ortatanasia y distanasia.
Conforme de toda conformidad en que ni lo ortotanasia ni la
distanasia son modalidades de eutanasia. Y esto, sin embargo, y
a pesar -aunque parezca paradójic<>-de mi clara disconformi-
295
Fundaci\363n Speiro
IESUS VALDES Y MEN1$NDEZ VALDES
dad con las definiciones de ellas contenidas en los anteriores
párrafos. Unicamente estoy de acuerdo con lo de que «ortotanasia»
signifique «muerte normal»; pero
ya no con que ésta se identifi
que, sin más, con «la ausencia de cualquier ayuda
médica al en
fermo»; a lo expuesto en el epígrafe 3.1. me remito, añadiendo
ahora que, tal y como está expresado,
excluiría incluso la aplica
ción de remedios reanimatorios y lenitivos. Y menos todavía con
la definición de «distanasia» como «omisión de los medios
con
siderados extraordinarios para prolongar artificialmente la vida
de un enfermo con proceso patológico irreversible», que viene a
coincidir con la concepción de
eutanasia pasiva del diputado ita
liano Fortuna
y sus cofirmantes, como atrás quedó visto; y que,
además es justamente
Jo contrario de lo que hoy más común y
usualmente se entiende por «distanasia» como veremos más
adelante, en el epígrafe 3 .5.
Y volvamos a la cuestión propia de este epígrafe: el análisis
de una posible sinonimia entre las contraposiciones de eutanasia
activa-pasiva
y positiva-negativa.
A juzgar
por lo que se oye y lee, son muchos, prácticamente
la totalidad, los que de una manera implícita, de un modo
auto
mático la admiten y la adoptan.
Monge, a juzgar
por los textos que acabamos de ver, está en
esa línea. También
se hace eco de ella la Comisión Episcopal
Española para la Doctrina de la Fe en su Nota sobre «Eutanasia»
de 15 de abril de 1986: «la Iglesia nunca
ha admitido la llamada
eutanasia activa (o positiva) directa ( ...
)».
Y el mismo autor del presente estudio tiene que confesar que,
en :cierta ocasión, en algún informe profesional, incurrió en este
error; que ahora, respondiendo a dictados de estricta deontología
profesional, se cree obligado a mencionar aquí, pidiendo excusas
a su destinatario, quien sin duda tendrá ocasión de recoger esta
manifestación.
Rectifiquemos, pnes, exponiendo otra actual y más madurada
tesitura.
En principio: si con «positiva» versus «negativa» se quiere
296
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
expresar lo mismo que con «activa» versus «pasiva», es evidente
que estaremos ante una duplicidad, un uso indistinto, superfluo
y, por ende, cuando menos desaconse¡able, si no ya perturbador.
Y entonces lo procedente sería optar, para lo sucesivo y definiti
vamente, por una de las dos contraposiciones, la que se conside
rare más perfecta según los cánones de
la semántica.
Pero ... , tampoco eso resolvería de veras el problema de la
precisi6n de lenguaje que perseguimos.
Porque, profundizando bien,
la conclusi6n a que se llegaría,
es aquella que se expresa con el dicho castizo: de «ni sí, ni no, sino
todo lo contrario». Ninguna de las dos contraposiciones debe ser
proscrita; porque, sencillamente: en rigor semántico} sus elemen
tos expresan conceptos bien distintos.
Hace ya tiempo que algún docto lingüista o fil6sofo del len
guaje sentara el principio
de la inexistencia, cuando menos en la
práctica, de los
sin6nimos perfectos, absolutos; porque siempre
hay matices
especificantes o singularizadores, 'de mayor o menor
entidad. Y sin llegar a esa contundencia,
la Real Academia defi
ne los sin6nimos como palabras que significan
lo mismo o algo
muy parecido.
Así sucede en este caso:
ni «activo» significa exactamente lo
mismo que «positivo» ni, todavía menos, «pasivo» es lo mismo
que «negativo».
Empezando por la etimología: «positivo» viene de «posi
tum»
= «puesto»; y es cierto que poner algo es una manera de
actuar; pero la reciproca no es cierta: no toda actuación o activi
dad consiste en poner algo, en la acepción de colocar algún ob
jeto en un sitio determinado, sino en la más amplia de hacer una
aportaci6n (a un patrimonio, a una ciencia, etc.}.
En semántica: fijémonos en la acepción séptima que del ad
jetivo «positivo, va» figura en el DRAE, «Log. Afirmativo, en
contraposición a negativo». Quizás así, en sí mismo, no dice
mucho; pero sí la serie de concordancias que de él se infieren:
con «opuesto», «contrario», «contradictorio», «antagónico», «an
titético»
...
Y, recurriendo ahora nuevamente a las instancias filosóficas:
297
Fundaci\363n Speiro
JESUS VALDES Y MENENDEZ VALDES
«Lo 'positivo', A) se contrapone a lo negativa, que signifi
ca: a) la carencia o
privaci~n de alguna cualidad; b) el ca
rácter negativo de nna entidad por la dirección inversa a
otra
directa en que se da ('números positivos y negati
vos')» (23).
Y en concordancia con ello,
«La 'negación', a), en su sentido Ontológico es la carencia
o privación de algo ( ... )».
Y la contradicci6n,
«es la oposición del sí y del no, aplicada a los puros con
ceptos, y sobre todo a los juicios( ... ).
En la vida social se entiende pot 'contradicción' la profe
sión por parte de alguien de una doctrina o
de un propó
sito negativo de los de otro» (24).
De cuanto antecede es correcto concluir que, con referencia
a la eutanasia, la contraposici6n entre positiva y negativa es, ne
tamente antagónica tanto por lo que afecta a los conceptos -el
sí frente al ner-como en cuanto a los propósitos. Por eutanasia
positiva hay que entender, sencillamente, la propiamente dicha,
tal y como quedó configurada en el epígrafe 2. de este estudio.
Y por
negativa, justamente lo contrario, lo diametralmente opoes
to, la no eutanasia en su sentido más radical. Si la una consiste,
ya en abreviar el proceso terminal irreversible de un paciente,
para evitarle sufrimientos, ya en provocarlo1 porque mantener su
vida es notablemente oneroso, la otra consistirá en dilatar el pro
ceso terminal, aún a costa de mantener, o incluso aumentar aque
llos sufrimientos e incrementar gastos y trabajos.
Finalmente, por
lo que atañe a la clasificaci6n de cada una
de las contraposiciones, hay que observar que
la positiva frente
a
la negativa lo es en consideración o por razón de los fines,
mientras que la de activa versus pasiva lo es por los medios. De
(23) Oh. cit., nota 10, voz «Positivo».
(24)
Oh. cit., misma nota 10, voz «Negación».
298
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
donde, como corolario, resulta otra diferencia: que la positiva
puede ser tanto activa como pasiva (25), mientras que la negativa
-aunque ello a primera vista suene paradójico-es inconcebible
como mera inacción:
la distanasia se opera mediante una reitera
ción de esfuerzos. Resumiendo:
La eutanasia
positiva es sencillamente la eutanasia, sin adje
tivos,
la realización del designio de acortar la duración de una
vida humana, ya mediante la
acción o actividad, ya mediante la
inacción o pasividad.
Y en la negativa se pueden hacer tres subdistinciones típicas:
a) La pura y simple no eutanasia, la abstención rigurosa de
toda actividad o inactividad tendente a acelerar o pro
vocar
la muerte.
b) La que podemos llamar cualificada, la anti o contra-euta
nasia: la prolongación, necesariamente artificiosa, de una
vida en proceso de extinción.
c) Por último, en distinto sentido, ya no desde el punto de
los comportamientos, sino del de los
efectos o resultados,
del éxito fracaso puramente técnico de. los medios em
pleados,
se pué de calificar como positiva aquella en que
los fines perseguidos se han. logrado; y como negativa
aquella en que dichos fines se han frustrado por errores
o incidencias no imputables
al sujeto agente (por ej., fallo
de un fármaco aplicado, reacción imprevista del organis
mo del paciente
... ). Huelga decir que estas calificaciones
contraposicionales son aplicables tanto a la eutanasia como
a
la contraeutanasia; no, por pura lógica, a la que hemos
llamado «no eutanasia simple».
(25) La artificiali.dad o artificiosidad características, según vimos en su
lugar, en el sentido a'tnplio del vocablo, tanto pueden revestir la forma de
acción como la de omisión: « Artificial. adj. Hecho por mano o arte de
hombre (. .. ) 4. No natural, falso»: «Artificioso adj. Hecho con artificio~
1:, acep.»; «Artificio m. Arte, primor, ingenió habilidad con que está hecha
alguna cosa» (DRAE).
299
Fundaci\363n Speiro
JESUS V .4LDES Y MENENDEZ V .ALDES
3.4. Directa e indirecta.
En la ponencia sobre «Proceso de legalización de la eutanasia
en Holanda», autores Mrs. Tromp
y Mr. Roose, de la Holland
Associatíon, expuesta por el último, día final de las Jornadas,
5 de marzo de 1988, tras una exposición de los puntos fundamen
tales del
-tan discutido y polémico-proyecto legislativo del
gobierno de los Países Bajos, figuraba, por vía de glosa, el sí·
guiente párrafo, que no
es por cierto
-¿defecto de traducción?
un modelo de diafanidad:
«El gobierno estípula que el concepto de la 'termina
ción de la vida' no
es de aplicación al fallecimiento del pa·
ciente como consecuencia de la omisión de un tratamiento
a instancias del enfermo, la admisión o suspensión
de un
tratamiento que desde un punto de vista médico no tiene
sentido y
la administración de un medicamento para aliviar
el sufrimiento del enfermo, pero cuyo efecto secundario
causa la muerte de la persona en cuestión (Los subrayiados
son nuestros).
Los dos primeros supuestos son harto problemáticos ( 26 ).
Pero centrémonos en el tercero --el subrayado-que es lo que
viene aquí a punto: que el fallecimiento sobrevenga como
efecto
secundario.
(26) En cuanto al primero, porque si el tratamiento en cuestión es
curativo, lo más lógico es que con su suspensión se produzca el agrava
miento de la dolencia hasta sobrevenir la muerte, y entonces estaríamos
-cfr. más atrás-ante un caso de euta'nasia. pasiva; si fuere del tipo que
hemos llamado eutanasia negativa
cualificada -cfr. epígrafe anterior-la
muerte se produciría de todas maneras; y si puramente lenitivo ... , estaría
mos, en realidad, ante el tercer supuesto. Y por lo que respecta al segundo,
no
aparece nada claro: ¿qué quiere decir aquello de que «algún tratamiento
que desde un punto de vista médico no tiene sentido»?; en principio, pa
rece referirse a que científicamente sea injustificado o injustificable, pero
ello, ¿por qué razones?: ¿po:r, sencillamente, ineficaz, o por contraindicado?
En cualquiera de estos dos últimos casos, resulta bien extraño que su omi
sión o suspensión pueda ser causa de fallecimiento ...
300
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES .Y FIGURAS AFINES
En la clasificación de Monge comentada en el epígrafe ante
rior ( 27)
se emplea la también conocida contraposición entre
eutanasia
«agónica» y «lenitiva».
La agónica,
«consiste en provocar la muerte sin sufrimiento de un en·
fetmo deshauciado».
Noción aplicable por analogía
al supuesto de incapacidad o
inutilidad, física o psíquica (28).
La lenitiva,
«es el empleo de ciertos fármacos para aliviar el dolor físi·
ca causado por una
enfermedad mortal, y que secundaria·
mente puede llevar consigo un cierto acortamiento de la
vida. Propiamente no
Se· le debería llamar eutanasia, pues
el empleo de unos fármacos pudieta ser moralmente lícito».
Tampoco
es eso ... : aquí se dan todas las notas característi
cas de la eutanasia: pronóstico de muerte, con el dictamen adi·
cional de sufrimientos difícilmente soportables, acortamiento de
la vida y designio lenitivo.
La coincidencia contraposicional
material con «ditecta» e
«inditecta» es patente. La difetencia nominal responde a la con·
templación de una misma acción desde dos puntos de vista dis·
tintos. Y
el inciso final de este último párrafo transcrito no hace
más que introducir una cietta confusión, porque involucra el as·
pecto técnico con el moral.
Puestos a optar, hay que decantarse por la contraposición
directa-indirecta como semánticamente más precisa y significativa.
La expresión «eutanasia lenitiva» es deficiente, incompleta,
vacua: pretende
definir un tipo de eutanasia por uno de sus as·
(27) Cfr. noto 18.
(28) Deshauciar, en sentido genérico es «quitár toda esperanza, desesM
perar». Pero hay otras acepciones de sentido especifico, entre ellos la que
aquí nos interesa:
«Desesperar los médicos de la curación de un enferM
mo ( ... )».
301
Fundaci\363n Speiro
JESUS V A.LDES Y MENENDEZ V A.LDES
pectos. En rigor técnico . es tan eutanasia como · otra cualquiera ;
porque de la propia
definici6n transcrita resulta que concurren,
además del
designio lenitivo, el pronóstico cierto de mr,erte con
el adicional de sufrimiento físico -que hay que presumir inten
so---y el acortamiento de la vida.
Lo que sucede es que estamos ante un ·tipo específico carac
terizadd porque el objetivo directo y especialmente perseguido
no
es la aceleraci6n de la muerte como terapia pata ahorrar su
frimientos, sino otro que de suyo se orienta a mitigat los dolores
mediante
el empleo de fármacos -'-o acaso de otros medios-- de
efectos fundamentalmente calmantes -anestésicos, analgésicos,
anodinos
... -, si bien, en algunos casos, no será posible hallat
alguno perfecto, ideal, que
exclu.ya en absoluto otros efectos, en-. '
titariva o cualitativamente contraindicados para la también ideal
Ortatanasia o «muerte normal».
De ahí aquello de que «el empleo de esos fármacos puede
ser moralmente lícitd».
Por aplicaci6n, sencillamente, de lo que
los moralistas .escolásticos llamaron
el principió «del doble efec
to» o «del homicidio voluntario indirecto» (29). Pero todo eso
(29) Formulada ya por Santo Tomás de Aquino C:..Summa Theol. 9-.
El Magisterio de la Iglesia Católica lo ha veriido admitiendo invariablemen
te¡ ·con determinadas condiciones. Co:tno se puede ver en una formulación
más r~ente y pr6xima, la contenida en la' Nota _de la Comisión Episcopal
Española ¡,ara la Doctrina. de la Fe sobre «Eutanasia•, de 15 de abtil de
1986:
.
302
«Para la fe cristiana, la vida humana es un valor fundamental,
pero no
_el bien absoh:1to, que deba ser salvaguardado de forma in
condicional. Esta
valoración de la vida humana ha ·estado presente
en la tradición moral católica.:. la Iglesia nunca ha admitido lo llamada
eutanasia activa (o positiva) directa, es decir, la acción con la que
se pretende exclusivamente poner fin a la vida de un paciente o
acelerar su muerte. -Tal-práctica es· ·un atentado contra la indisponi
bilidad de la vida
humana.
Pero la tradición de la Iglesia ha admitido, basándose en el
principio moral del doble efecto, la legitimidad del recurso a cal
mantes (por ejemplo, ciertos derivados de la morfina); 'aunque su
administración pudiera ocasionar indirectamente
un acortamiento de
la vida (14)». , . . ,· •. , Y. esa nota 14 dice: ·«Periellece al éontenido del 'derecho a mo
tiOr humanamente' el proporcionar 81 moribundo todos los medios
oportunos
para calmar el dolor, aunque este tipo de terapia com.;
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y. FIGURAS AFINES
no autoriza a excluir este supuesto específico de la sistemática
clasificatoria de la eutanasia.
Como conclusión: entiendo que las denominaciones contra
posicionales de «directa» e «indirecta» deben prevalecer, como
semánticamente
más ajustadas, sobre las de «agónica» -u «oc
cisiva», que también he visto en alguna parte empleada-y «le
nitiva». Me parece que el siguiente texto del profesor Zaragüe
ta (30) abona esta afirmación:
«La distinción de 'directo' e 'indirecto' viene a ser la
antigua escolástica in recto e in oblicuo. Tiene: a) ante todo,
un sentido
espacial: la línea 'recta' es la única 'directa'»; la
'quebrada'
es 'oblicua'; b) luego causal: el efecto 'directo'
es el 'intentado' por la causa a cuyo lado se dan los efectos
'indirectos' o marginales y ocasionales, que se llaman
tam
bién 'derivados» del primero. Ello se señala, sobre todo, en
el orden de la 'intención voluntaria', a cuya ejecución
se
producen efectos ni pretendidos ni siquiera previstos ( ... )».
Observación sobre esto último: en la eutanasia, sí que estos
efectos pueden ser, cuando menos, previstos
(ver más adelante,
al tratar de la distanasia).
3.5. Eutanasia, ortotanasia y distanasia.
Como operación previa para fijar las relativas· posiciones que
estos tres capitales conceptos
·guardan entre sí, haremos un bre
ve análisis semántico de las respectivas voces, sobre la última
edición del Diccionario de la Real Academia Española, de 1984
«Eutanasia (Del gr. eu, bien y Oa.va.,o,, muerte) f.· Med.
Muerte sin sufrimiento físico
y, en sentido estricto, la que
así se provoca voluntariamente».
-----
porte una abreviación de la vida y suma al inoribundo en un estado
de inconsciencia. Sin embargo, no se
-le puede privar al moribundo
de
la posibilidad de asumir su propia muerte, ni de la libertad de
optar por vivir Iúcidamerite aunque con' dblór~s».
(30) Oh. cit., nota 14, voz «Directo».
303
Fundaci\363n Speiro
IESUS VAL1JES Y MENENDEZ VALDES
Hemos aquí enlazado con la tesitura de aquel jornadista -tí
tulo superior, creo recordar-mencionado en el epígrafe 2, según
el cual la única noción correcta sería la de «buena muerte,
y pun
to». La Real Academia, en su última definición
-que, como se
puede ver, difiere algo, literalmente, de la recogida por otro de
los actuantes en las
Jornadas-, a partir de una ostensible fide
lidad al factor etimológico, desarrolla la idea matizándola con la
distinción entre un sentido
amplio de «muerte sin sufrimiento
físico»
y otro restricto de «la que se provoca voluntariamente».
Distinción que a su
vez induce a una concepción de lo que po
dríamos, denominar eutanasia natural, que se contrapondría a
otra
artificial.
Pero lo cierto es que, en la práctica, lo primero no pasaría de
ser
una hipótesis, un concepto puramente teorético -,mnque
no, desde luego, en absoluto, incorrecto--: porque, en realidad,
a nadie
se les ocurriría, decir que un sujeto «tuvo una magnífica
eutanasia» para expresar que la enfermedad o lesión causante de
su muerte no le produjo sufrimientos físicos. Y sí, en cambio,
es usual decir que a un paciente «le hicieron», o «se mandó
hacer», d «se hizo» la eutanasia, para significar que su muerte
fue provocada o acelerada para evitarle los sufrimientos físicos.
No figuran expresamente en la citada obra
las otras dos vo
ces, «distanasia» y «ortotanasia»; su uso, de patente actualidad
en la terminología
médica, no ha sido oficialmente reconocido
por la docta Corporación. Pero cabe inducir su significación
in
directamente, con base en otras que sí aparecen en el propio
Diccionario. Tanto en
la analizada como en las otras dos entra un compo
nente común, como sufijo: la derivación del griego Oava,o,, Los
variables son, respectivamente:
304
«Dis-2 (Del gr. auo) Prefijo que entra en la composición de
palabras españolas como
Dispepsia, Disnea, etc., con signi
ficado de imperfección, dificultad
y anomalía».
«Orto (Del gr. ópOóc, recto. Elemento comparativo que sig
nifica la cualidad de 'recto, directo, correcto, perpendicu
lar, etc.'».
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
Del vocablo «distanasia» he podido encontrar antecedentes en
otros antiguos diccionarios, no oficiales, pero redactados por per
sonas con autoridad. Así:
«Distanasia: s.f. Med.: muerte lenta y dolorosa, agonía lar
ga» (31).
Y esta otra variante, tanto más curiosa cuanto que, por lo
que veremos en las respectivas «Notas», da la impresión de desig
nios correctores,
de réplica dialéctica de la anterior (fijémonos ex
presamente
en las fechas de las respectivas ediciones):
«Distanacia: s.f. Muerte lenta y dolorosa» (32).
Finalmente:
«Distanasia. (Etm.-Dd pref. gr. dys, denotando dificultad
o mal, y
thánatos, muerte). f. Med. Muerte lenta y dolorosa;
larga
y prolongada, agonía» (33 ).
(31) «Diccionario Enciclopédico de la lengua española, con todas las
voces, frases, refranes y locuciones usadas en España y las Américas espa
ñolas, en el lenguaje común antiguo ·y moderno; las ciencias, arte y oficios;
las notables de
historia, biografía, mitología, y geografía universal, y todas
las particularidades de las provincias españolas y americanas, por una so
ciedad de personas especiales en las ciencias y en las artes». Sigue una re
lación de coautores y otra de revisores especialistas en cada materia, entre
los que
figuran «D. Rafael Martfnez; Doctor en Medicina, Licenciado en
Ciencias Naturales y rejente (sic) en Botánica».
La edición figura a nombre de «Biblioteca ilustrada de Gaspar y Roig»,
y en el pie «Madrid: Imprenta y librería: de Gaspar y Roig, editores, calle
del Príncipe, núm. 4, 1853».
(32) «Diccionario general de la lengua española. El más manejable y
completo/ el más inteligible y sucinto en sus definiciones, y el más uniforme
en ortografia (con arreglo a la de la Academia de la Lengua); contiene todas
las frases y locuciones familiares, ciencias artes y oficios, historia, geografia
y mitologia,
las principiales americanas, y el nombre de todas las ciuda
des ( ... )». «Por una sociedad de literatos bajo la dirección de D. José Ca
ballero. Quinta edición, Madrid, 1856. Se hallará en la Administraci6n, calle
de la Aduana, núm. 2, cuarto principal».
(33) Enciclopedia Espasa.
305
Fundaci\363n Speiro
!ESOS VALDES Y MENENDEZ VALDES
Concordancia en griego:
«bia-Oav~<; 2 ( a,,, Oo,¡axro) que muere dos veces» (34 ).
La idea es clara: que padece doblemente, con doble intensi
dad,
lds sufrimientos de la muerte.
Aquí también, pues, podríamos hablar de una distanasia que
correctamente podemos llamar
natural --de una naturalidad pa
tológica--, que puede tener lugar, ya por asunción de su estado
por el propio paciente,
ya por tolerante decisión facultativa fun
dada en razones técnicas y siempre bajo su control; que sería en
sí misma, desde el punto de vista jurídico, irrelevante, si bien
fácilmente podría derivar hacia una eutanasia lenitiva o
indirecta.
Y de otra distanasia artificial o artificiosa, que se dará cuando
por motivaciones no
ya ajenas al factor lenitivo -políticas, por
ejmplo: los casos recientes están en
la mente de todos ... -, sino
con abierta y declarada posposición del mismo, la prolongación
del proceso terminal de una vida humana
se busca de propósito,
se promueve, mediante la aplicación de medios por lo general
técnicamente correctos en
sí mismos y, por ende, eticojurídica
mente lícitos, pero cuyos efectos
curativos están de antemano des
car.tados (35), y es más, llegando en ciertos casos a lo que tan gtá
ficamente se ha venido a llamar «encarnizamiento terapéutico»,
objeto de general
repulsa por parte de moralistas y opinión pú
blica (36).
(34) Diccionario griego-español ilustrado, por los Profesores del Cole
gio de Loyola C. Pérez Picón, S. l., F. Ibiricu, S. l. y M. Muguruza, S. l.,
bajé:, la dirección de Rufo Mendizábal, S. I., 5.ª edición, Editorial «Razón
y Fe», S. A., Madrid, 1963,
(35) Cfr. nota 29, al final.
(36) Aunque esta condenación no se pueda admitir en rigurosos térmi
nos éticos como absoluta: puede ser, excepciona1m:ente, lícita y aun aconse
jable en determinados casos, como el del moribundo a quien le quedan
«·cuentas por saldar» antes del trance irreversible; ya de orden trascendente
o supratemporal, por imperativos de sus convicciones :religiosas, ya de orden
temporal, como las previsiones sucesorias sobre sus bienes -testamento-
para prevenir querellas entre sus herederos. Y con la contraexc:epción de
que la
distanasia pueda producir efectos negativos, psicológicos o psicopá
ticos,
como la desesperación.
306
Fundaci\363n Speiro
LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
Convergencia de la etimología, la moral y la conciencia social
que ratifica lo que
más atrás, en el epígrafe 3.3, apuntábamos:
que la
distanasia es, objetivamente hablando, la antieutanasia; y
cuando su causa eficiente no es
ya la propia naturaleza, sino el
artificio humano, constituye el extremo vicioso opuesto a la euta
nasia, entre los cuales
se encuentra el medio virtuoso que algo
más adelante veremos.
Ahora bien: tampoco esto se debe tomar en términos abso
lutos, sino que procede hacer una distinción, más precisamente
desde
el punto de vista sistemático, subdistinción, de capital
trascendencia para los efectos morales y consiguientemente
lin
gülsticos.
La que tan magistralmente formula el profesor Higue
ra
(3 7) en estos términos:
«Porque
se dan dos formas posibles de distanasia dis
tintas también para una valoración ética a) la distanasia que
emplea todos los medios a su alcance: los más recientes,
los más costosos ;
los más complicados terapéutica y clíni
camente;
los aún no suficientemente experimentados; los
que clásicamente
se han venido denominando extraordinarios
y .que en la actualidad se designan con mayor acierto, como
desproporcionados, inhabituales
e! no debidos por humani
dad, por justicia social, conmutativa,
... ; sin ponderar la
proporción entre cantidad
y calidad entre medios emplea
dos
y los resultados médicos y vitales que se prevé obtener;
b) la distanasia que sólo emplea medios tradicionalmente
conocidos con la denominación de
ordinarios en las concre
tas circunstancias de progreso y que ahora se designan como
proporcionales, habituales o debidos por humanidad, justi
cia social, conmutativa, etc., con ponderada atenci6n a los
resultados cuantitativos y caulitativos previsibles, tanto mé
dicos como vitales».
Dos tipos, pues, de distanasia, sustancialmente diferentes
des
de el punto de vista ético. La una, razonable, justificada en fun
ción de cada momento del progreso científico ; aconsejable
y aun
hasta obligada en algún caso, en función también de las circuns-
(37) Ob. cit., nota 1, pág. 390.
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tancias., esto: es, en relación con las consideraciones que más atrás
hadamos sobre el concepto de « buena muerte». La otra distur
badora, desorbitada en cuanto abusiva de los medios disponibles,
temeraria
y hasta despiadada ... Que reclaman las respectivas ex
pres1ones terminológicas.
¿Cuáles serían
los calificativos más apropiados para cada una
de ellas? Creo que los de
discreta y arbitraria.
Honradamente tengo que decir que no me acaban de satisfa
cer. Pero es que de entre cuantas figuras, de la eutanasia
y afines,
llevamos estudiadas, la que bate todas las marcas de proclividad
a los equívocos, ambigüedades, imprecisiones
y paradojas, es sin
duda esta de la distanasia.
Contemplemos unos cuantos supuestos
de auténtico intrin
camiento técnico, de inevitables derivaciones sobre lo conceptual
y consiguientes proyecciones semánticas.
Uno. ¿ C6mo delimitar esta figura que se acaba de trazar, de
la distanasia
discreta frente a aquella otra, tratada en el epígra
fe 3 .1, del empleo de medios terapéuticos ordinarios o pro por
cionales, cuya omisi6n sería, como allí vimos, constitutiva de la
figura de la eutanasia pasiva? ¿No parece algo así como la misma
vuelta al revés es decir, según se mire desde arriba o desde abajo?
Otro. La diferencia entre la eutanasia directa y la indirecta es
de carácter
operativo (38) y, por ende, teleol6gico, de adecuación
de unos
medios -farmacológicos, quirúrgicos ... - a unos fines
tan dispares estos entre sí como son el letal y el lenitivo. En con
secuencia, entre estos medios
se da también una clara diferen
cia: los unos de efecto puramente letal, en tanto que
los otros
tienen un
doble efecto, el primario lenitivo y el secundario, o en
(38) «Lo 'operativo' se opone a lo 'entitativo' como lo 'dinámico' a lo
'estático', o como el 'hacer' d 'ser'; entre ellos se sitúa el 'poder hacer'.
Los seres materiales tienen un 'contenido' entitativo -cantidad y modali
dades físicas-con su dinamismo operativo ( ... ). En el orden operativo,
humano y social, se distinguen específicamente operaciones como las mate
máticas, las quirúrgicas, las bursátiles, las militares. Es axioma escolástico
el de que 'lo operativo' sigue la condici6n de lo entitativo: operari sequitur
esse».
(ZARAGÜETA, oh. cit., nota 14, voz «Operativo»).
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cierta medida, letal. Una medida limitativa del empleo de los últi
mos, puesto que, si
la excedemos, el efecto letal devendrá preva
lente sobre
el lenitivo, con lo que se operará una transposición
de fines:
la eutanasia indirecta se habrá transformado en directa.
La situación, pues, se transporta al ámbito de lo cuantitativo.
Planteadas así las cosas, ¿qué hacer si llegase un momento en que
la dosis del fármaco
-o la intensidad del tratanúento-- que se
estuviese aplicando resultase ya insuficiente para el fin lenitivo
perseguido, y su incremento abocase a convertir la eutanasia in
directa en directa?: sustituirlo por Otro, si lo hay ... ; y, si no lo
hay, abstenerse de incrementarlo, con la inevitable consecuencia
de quedar
el paciente sometido a sufrimientos difícilmente sopor
tables. Y vamos
ya a donde queríamos con todas las precedentes re
flexiones; a la cuestión terminológica. ¿Cómo calificar la situación
descrita? ¿De
distanasia pasiva o por omisión?, ¿o más bien -y
por ello me inclino-de distanasia natural inevitable, ya que, por
imperativo ético,
es imposible de superar?
Otro más. El caso especialísimo, pero real y cada vez más
frecueotemeote en la práctica, de la prolongación forzada o ar
tificiosa de la vida de un paciente en expectativa de trasplante de
un órgano vital, hasta que se encuentre el adecuado a sus· cir
cunstancias. De la tesitura justificante de esta actuación podríamos
decir algo así como aquello de
la botella de vino que, según el ta,
!ante, optimista o pesimista, del que la contempla, estará «me
dio llena» o «medio vacía». Es una situación de incertidumbre,
ciertameote
esperanzada, porque de no haber probabilidades ra
zonables de éxito, no se hubiera planeado el trasplante; pero
todo pende, en definitiva, de que se llegue a disponer o no, y en
su momeoto oportuno, del órgano adecuado;
es decir, de un
evento. De manera que, según que ello se consiga o no, habrá
que calificar el proceso, objetivamente, como de vida o de muer
te.
Y, en consecuencia, el pronóstico como de reservado (39).
(39) «Pron6stico ( ... ). Acci6n y efecto de pronosticar ( ... ) // reserv'1-
do Med. El que se reserva el médico, a causa de las contingencias que
prevé
en los efectos de una lesión».
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¿Cómo calificar semejante situación? Los medios que se estarán
empleando son típicamente
distanásicos, es decir, los idóneos
para prolongar artificialmente
un proceso terminal. Ahora bien,
que en este caso no lo
es en su propio y estricto sentido, porque
carece de la nota de irreversibilidad. De manera que, atendido el
fin perseguido, de posibilitar una resolución quirúrgica, la actua
ción no
se puede calificar en absoluto de distanasia.
Puesto a proponer términos para designar esta actuación,
entiendo que pueden ser los de
distanasia formal, o instrumental,
o en sentido impropio.
Y sólo nos queda ya por fijar el concepto de ortotanasia.
Empecemos por profundizar lo posible en la significación de
aquel prefijo
«orto» según el DRA, antes transcrito, a partir de
su etimología griega, en
orden a determinar. cuál es la idea fun
damental que expresa.
Tres vocablos
encontramos en el Diccionario antes mencio
nado (40).
Un adjetivo: «opOó,;
Un verbo: « opOóm,
recto».
1 derecho, recto 2 sincero, justo ( ... )».
(
óp Oó, ) 1 levantar, endérezar ser justo,
Un
adverbio: «opO&,;, adv. (opOó,) rectamente con justicia».
Lo deja bien claro: idea fundamental de ¡usticia-rectitud.
Conformidad a un orden normativo, que no puede ser otro que
el peculiar y privativo de la condición de persona.
Se resuelve
en el clásico concepto metafísico de «naturaleza humana» de
la
filosofía aristotélico-tomista.
Recordemos aquella concepción de
la ortotaoasia de Rodríguez
Molinero, asumida por Monge (
41 ). «Normal» en su acepción
primigenia, es «conforme a norma». Vamos a parar
al in medio
virtus
de los moralistas: el término medio virtuoso entre dos ex
tremos viciosos.
Pero, normal, ¿desde qué perspectiva?; porque dentro del
orden natural
general o total se integran diversos órdenes partí-
(40) Cfr. nota 34.
(41) Cfr. nota 42.
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culares, a cada uno de los cuales corresponde una peculiar: antro
pológica, sociológica, económica, biológica, médica
... , ética. En
la práctica totalidad de los casos podremos constatar todos esos
diversos aspectos ; de manera que
la determinación de la norma
lidad de cada caso concreto será función de la coordinación ar
mónica y ponderada de cada uno de ellos atendida la jerarquía de
valores. Ahora bien: esta operación admite tantos puntos de
partida como aspectos; de manera que cada uno tomará como tal
el correspondiente a su cometido, a su quehacer.
Que para nuestro objeto
de la precisión terminológico-jurí
dica será el aspecto
médico. Con lo que nos encontramos ante
uno de los llamados «conceptos jurídicos indeterminados», ante
una «norma en blanco», un espacio que hay que rellenar,
ya con
otra norma del ordenamiento jurídico, ya de otra ciencia,
es decir,
a un concepto metajurídico.
En nuestro caso, el concepto de <
Y «muerte normal» para la Medicina será la que
se produce
en su momento oportuno, de acuerdo con las indicaciones del
cuadro clinico del moribundo.
Desde esta perspectiva, la
ortotanasia se nos presenta como
el punto medio virtuoso de la culminación o resolución del
pro
ceso terminal, sin manipulaciones, equidistante de los extremos
de su
abreviación o su prolongación artificiales; viciosas, en cuanto
forzadas, violentas, en definitiva, pugnantes
--como tantas veces
se ha dicho--con la esencia misma de la Medicina, ciencia de la
salvaguardia de la salud y arte de curar la enfermedad. El uno,
la
eutanasia directa porque no es, en puridad, más que la occisión
como terapia; una clara: contradicción en los términos, porque
«terapia» o «terapéutica» es -DRA-la «parte de la Medicina
que trata de la curación de las enfermedades», y aquí
la curación
brilla por su ausencia. Y el otro, la distanasia que, si bien es
cierto que consiste en la aplicación de medios terapéuticos, de
(42) «La muerte del hombre -de cada hombre-tiene su hora bioló
gica, su hora natural y providencial»-. (HIGUERA, oh. cít., nota 1, pág. 391).
Concuerda con aquel concepto de «muerte normal» de MONGE.
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I.ESUS VALDES. :Y MENENDEZ VALD~S
suyo correctos, no lo es menos que lo son de una manera teleo
l6gicamente distorsiva
como tendente a mantener una vida en
precario y, ·por añadiduda, sn escatimar sufrimientos, más o me
directamente ptovocados y, por regla general -salvo casos muy
excepcionales-- estériles,
o. incluso contraproducentes desde el
punto de vista jutídico.
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