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Número 333-334

Serie XXXIV

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La eutanasia: sus modalidades y figuras afines. Terminología desde la perspectiva jurídica

LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS
AFINES. TERMINOLOGIA DESDE LA
PERSPECTIVA JURIDICA
POR
JESÚS V ALDÉS y .MENÉNDEZ V ALDÉS
l. INTRODUCCIÓN
Entre el 3 y el 5 de marzo de 1988 se desarrollaron unas jor­
nadas sobre «Eutanasia y Enfetmería» organizadas por el Con­
sejo General de los Colegios de esta profesión.
El programa, bien elaborado, perseguía presentar una
pano­
rámica coherente de los principales aspectos y cuestiones que la
eutanasia suscité. en los momentos actuales. Y· el balance, como
se puso de relieve en el acto de clausura fue francamente positivo.
Invitado por razón de su
vinculación profesional con la Orga­
nización · Colegial de Enfermería, el autor del presente trabajo
asistió a ellas con el máximo interés, en la actitud silente y
recep­
tiva que convenía a su dedicación a rama de los saberes humanos
distinta de aquella desde cuya perspectiva se trataba
allí la pro­
blemática de ese
fenómeno social de la eutanasia, cuyas escabro­
sidades, penumbras y recovecos
permiten calificarla como infini­
tamente
más compleja que la de su paralelo del aborto. ;Buena
ocasión para aprender y para contrastar puntos de vista y plan­
teamientos!
Y así fue como se produjo mi primer enfrentámiento con este
aspecto capital y
apasionante de la terminología sobre la eutana­
sia y figuras afines y adyacentes.
Porque en
aquellas Jornadas se abordaron las diversas cues­
tiones, como era natural e inevitable, con las limitaciones de ex-
Verbo, núm. 333-334 (1995), 271-312
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JESUS VALDES Y MENENDEZ VALDES
tensión y profundidad que d tiempo disponible imponían: con­
centrando las ponencias y debates en los puntos clave, aunque
quedando lo suficientemente abierta
y expedita la vía para ulte­
riores desarrollos en estudios monográficos. Y precisamente esta
cuestión de la terminología fue una de las pocas, o
acaso la úriica,
que no
se abordó de una manera directa y específica. Ahora bien:
como no podía menos de suceder, habida cuenta de
su incidencia
sobre las restantes, fue aflorando a
lo largo de las intervenciones,
y poniéndose de relieve los problemas de sus imprecisiones, am­
bigüedades y confusionismos ( 1 ).
2. SOBRE LA NOCIÓN GENERAL DE "EUTANASIA" Y FIGURAS
AFINES
Tres fueron -que recuerde o se refleje en los textos entre­
gados a
los jomadistas-las ocasiones en que esta coestión ca­
pital se abordó.
En una de las primeras ponencias, tras de tachar de incorrecta
la definición. dd Diccionario de la Real Academia, «muerte sin
( 1) Sobre los que algunos años antes -de lo que yo no tuve noticia
hasta tener prácticamente terminado este estudio-ya había: dado la . voz
de
alerta el autor de una magnífica monografía. sobre la eutanasia, la mejor
seguramente de las publicadas, cuando menos en España, el profesor Gon­
zalo HIGUERA, S. J., <~Eutanasia y· distanasia. Problemas ético-morales», pu­
blicada en Estudios Eclesiásticos (Revista teológica de investigación e infor­
mación), núm. 235, octubre-Oiciembre 1985.
Así, en la página 394, nos habla de la «importancia que tiene la cla­
rificación verbal y real de los términos para evitar tales confusiones .y las
lamentables consecuencias de calificación ética que se siguen»; en la 4Q2, del
«confusionismo de
términos y contenidos»; en la 408, finalmente y como
una de las «Conclusiones»: «De entrada, se manifiesta un gran confusio­
nismo, especialmente por la imbricación y solapamiento de términos y con­
tenidos, en los campos médicos, filosóficos, etc. En el interior de cada uno
de ellos
y en sus interrelaciones. Por eso es necesaria una clarificación y
una previa delimitación antes de comenzar a dialogar y construir la doc­
trina necesaria)),.
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
sufrimiento físico, especialmente la procurada por drogas adecua­
das»,
se propuso la siguiente:
«Eutanasia es:
-Anticipar la muerte de un enfermo terminal.
-A petición del propio paciente, clara y expresamente re-
petida.
-Para evitarle más dolor y sufrimientos».
Tal y
como está formulada la noción, habría que entender
estos tres factores como
definitorios, conjunta y acumulativamen­
te, de la
figura de la eutanasia; o lo que es lo mismo, a falta de
cualquiera de ellos el acto no se podría calificar como tal eutanasia.
Nada que objetar, desde el punto
de vista jurídico, al primero
y tercero, que en realidad son complementarios.
La cuestión se
plantea en cuanto al segundo: la petición, por muy «repetida»
que sea,
¿es algo esencial?; o, ¿qué calificación correspondería
al acto a falta de ella? La respuesta la encontraríamos en otra
ponencia posterior,
la del profesor Javier Gafo (2), que nos ha­
bló categóricamente de la eutanasia impuesta, como algo absolu­
tamente rechazable por
la moral católica; de donde se induce con
suficiente claridad que lo que la introducción de aquel
elemento
voluntarista
configuraría no sería la eutanasia en términos gené­
ricos y amplísimos, que
es lo procedente, sino el subtipo o sub­
especie de la concordada o pactada, como un poco más adelante
veremos.
Distinto fue el enfoque de la cuestión más tarde, en una
«mesa redonda», por parte de
mios de sus miembros (3). Pen­
sando
--en ello no le faltaba raz6n-en el «nudo gordiano»
semántico que en tomo a este término de «eutanasia» --como
sucede en tantos otrOs de diversas ciencias-se ha formado, con-
(2) Cito de memoria: el texto de esta ponencia no figura entre los
entregados a los
iornadistas.
(3) Como lo anterior: no proporcionaron relaciones de lo tratado en
las mesas redondas.
27.l
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JESUS VALDES Y MENENDEZ V A.LDES
cibió como la más eficaz solución, o acaso la única viable, la de
cortarlo: algo así como que «Eutanasia» es «buena muerte, y pun­
to». Es decir que se quedó con el factor etimológico desnudo.
También objetable. Si el anterior pecó por de más, 'este por
de menos: el tajo no fue a parar al nudo gordiano, sino más arri­
ba. Porque ciertamente que el factor o elemento etimológico
-como ya observara D. José Ortega y Gasset-es algo que en
estas operaciones de precisión semántica, o conceptual, hay que
tener siempre en cuenta ; y precisamente en primer lugar, como
punto de arranque del proceso discursivo. Pero quedarse ahí, con
preterición de los restantes factores, es un puro reduccionismo.
Particularmente es nuestro caso, prescindir de esa realidad uni­
versalmente reconocida y admitida que
es el factor histórico, la
evolución más o mends profunda, y hasta muchas veces radical,
del significado de las palabras al
correr de los tiempos, conduce
a una noción no precisamente falsa sino, diríamos, «insignificante_»
-en la acepción primera que a este vocablo da el D~, es
decir, tan abstracta y vaga, que nada resuelve. Muerte «buena»,
¿en qué sentido, o desde que punto
de vista?: antropológico, so­
ciológico, económico, ético, trascendental o religioso .. .'; o pura
y simplemente técnico (porque, .como agudamente observa el pro­
fesor Javier
Hervada, en esta perspectiva se puede calificar hasta
de
perfecto un crimen).
¿O quizá lo que tenía «in mente» quien hizo aquella afirma­
ción era la idea de

«buena» como conclusión de una operación
judicativa compleja, de coordinación ponderada de todos esos fac­
tores, de acuerdq con el lugar que corresponde a cada uno de
ellos en la jerarquía
de valqres o bienes? ( 4 ).
¡Ah!, pero es que .si fuera así lo que significaríamos sería algo
muy diferente de lo
que queremos expresar vulgar y corriente­
mente con la palabra «eutanasia». Sería la idea de la muerte de
un ser humano
en punto y hora convenientes ; dicho sea en len-
(4) HIGUERA -oh. cit., nota 1-nos habla de «tiempo de nacer y
tiempo
;de morir» (pág. 390); de una hora no «matemática, sino moral»
(pág. 408). .
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
guaje poético, «cuando el fruto está sazón». Y eso - adelantar ideas--tiene otro nombre: ortotanasia.
Finalmente, se nos expuso por un Diplomado en Enfermería
una noción que
provisionalmente podemos calificar de descrip­
tiva, extensa, pormenorizada:
«Eutanasia es la muerte indolora, provocada directa­
mente
y por procedimientos médicos, de personas, que son
consideradas como condenadas a una vida irreversiblemente
dolorosa o inválida, con la intención. de liberar a
esas. per­
sonas del sufrimiento o a la sociedad de una carga inútil, o
con ambos propósitos a
la vez. Es decir, los rasgos propios
de. la eutanasia, lo que la diferencia de otras formas de
muerte procurada, son dos: el modo de inducirla
y la in­
tencionalidad compasiva o liberadora».
Es, desde luego, la más elaborada de
las tres. Merece ser bien
analizada.
En primer lugar, hay un puoto, uoo sólo, objetable: el sen­
tido de las palabras «provocada directamente» parece que no
puede ser otro que el de condicionar la noción de «eutanasia» a
que las finalidades a que
se refiere se persigan empleando como
medio
directo, inmediato y especifico, la muerte del sujeto pa­
ciente. Así quedaría automáticamente eliminado el caso de que
no sea así, pero, sin embargo, el tratamiento aplicado pueda, de
uoa manera accidental, o como efecto secundario, producir un
cierto acortamiento del proceso terminal;
es decir, el tipo de la
entanasia
indirecta, reconocido y tratado por los moralistas como
más adelante, en su lugar, veremos.
Por otra parte, y esto es lo más trascendental, se dibujan en
la definición
dos tipos fundamentales de eutanasia, por razón de
la
finalidad: la intencionalidad liberadora se entiende referida a
dos clases de sujetos:
los individuos que se encuentran en las
circunstancias que describe, de los padecimientos que sufren; o
la sociedad, de una «cara inútil». Reconoce pues, evidentemente1
comprendidas, en el concepto de eutanasia1 tanto la conocida como
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JESUS VALDES Y MENENDEZ VALDES
«compasiva» o, simplemente «eutanasia». Como las llamadas «so­
cioeconómicas»
y «eugenésicas» (5).
Con base en todo lo anterior podemos
formular unas cuantas
acotaciones preparatorias de conclusiones finales.
Primera.
Una noción amplia y genérica de eutanasia como la
acción de cortar de modd artificioso, más o menos expeditivo,
la vida de un ser humano,i(, ), decidida en contemplación de de­
terminadas condiciones patológicas o traumáticas en que se en­
cuentra el sujeto paciente.
Segunda. La determinación de los factores o elementos de
la
acción eutanásica.
l.º Él condicionante o presupuesto general: que haya una
constancia
racional, entendiendo por tal la avalada por dictamen
cientlfico, emtido
por autoridad competente en la materia:
a) De previsión de muerte de un paciente -enfermo, he­
rido-, a más o menos corto, medio o aún largo plazo,
pero
en todo caso, i"eversible o insuperable, es decir,
absoluto; contrapuesto a relativo, por lo que se entendería
un pronóstico de muerte condicionado, una crisis supe­
rable -al menos teóricamente--mediante la aplicación
de técnicas terapéuticas usuales, como, por ejemplo, el
masaje en caso de paro cardiaco o la respiración artificial
en el de asfixia.
En este último supuesto, la abstención
de aplicar tales remedios más o menos elementales no se
podría desde el punto de vista jurídico, calificar de euta­
nasia, sino que sería subsumible en la figura penal de
omisión del deber de auxilio; o
(5) A continuación, un juicio de valor categ6rico: «Por ser 1a1 técnica
Y la compasión atributos muy propios de la enfermera y el médico competen·
tes, se explica que la condena de la eutanasia sea muy fuerte: la eutanasia
destruye el núcleo ético de la profesi6n,.
( 6) Y solamente en sentido impropio y analógico, la de un animal
irracional.
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
b) De inutilidad fisica o psicosomática, congénita o sobre­
venida, gtave, esto es, intensa
y profunda.
c) Y, finalmente, un dictamen -diagnóstico o pronóstico--,
adicional a cualquiera de los dos anteriores, de dolores
o sufrimientos
de cualquier tipo, dificilmente soporta­
bles; e inútiles,
dada la incurabilidad de la dolencia o
lesi6n, que
es algo realmente contingente, pero, sin em­
bargo, decisivo para la valoración juródica del acto, como
ahora vamos a ver.
2.0 Teleológico. El designio lenitivo y el utilitario.
Las diferencias entre ambos son patentes,
por lo que reclaman
una adecuada dualidad terminológica.
No nos
. saldremos, pues del objeto propio de este estudio . si
buscamos su fundamento acudiendo a más altas instancias, las de
la
Etica, de la que el Derecho no es, en definitiva, más que sec­
tor, delimitado, como tantos iusfilósofos han establecido, por la
especialidad de las relaciones jurídicas.
Ya, prima facie, una cosa es acelerar o abreviar un proceso
terminal científicamente comprobado y otra bien distinta es pro­
vocarlo, que
es el caso del diagnóstico de inutilidad somática o
psicosomática,
Profundizando más, el Derecho Penal comparado nos revela
que entre los tratamientos que los ordenamientos nacionales han
dado a la eutanasia,
se da una coincidencia básica, que responde
a rigurosos e insoslayables términos ddctrinales: la de que la
eutanasia no
se puede encuadrar más que en los géneros .homici­
dio
o suicidio. A partir de ahí en bastantes de ellos se la ha tipifi­
cado especlficamente para los efectos de mayor o menor benigni­
dad en su penalización, teniendd
en cuenta el factor causal de la
piedad, la compasión, la misericordia (7). Y que conste que, per-
(7) En relación con este térm.ino pretendidamente justificativo -«Ar­
sénico por compasi6n»; ¿recordáis?--o sus paralelos de--«piedad» o «mi­
sericordia».
Hasta hace algunos años, en la clase de Armamento de. la Academia de
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JESUS VALDES Y MENENDEZ VALDES
sonalmente, no. me convence el empleo habitual de estos términos
en el lenguaje técnico forense: eri primer lugar, porque responden
a conceptos típicamente éticos, cuya introducción en él -sobre
todo en los textos legales--- viene a ser algo así como de «presta­
do», proclive a la equivocidad ; y, además en relación con lo
an­
terior, pero revistiendo mayor gravedad, al abuso dialéctico, de
tonos sofísticos, sentimentaloides y demagógicos: piénsese en el
impacto que produce en juzgadores no profesionales
del Derecho ;
ejemplo más típico: el Jurado, como acusadamente se
ha dado en
este caso de
la eutanasia según se puede comprobar en la historia
de los grandes procesos judiciales. Por cuyas razones encuentro
preferible, por
más técnica y ajustada, la denominación de factor
o designio lenitivo que, además, concuerda muy bien ron aquella
noción rudimentaria y objetiva plasmada en la acepción gramati­
cal
ele «muerte tranquila, sin sufrimientos». Así pues, este desig­
nio lenitivo, que obviamente carecería de sentido de no darse
aquel dictamen
adicional --diagnóstico o pronóstico--- de sufri­
mientos intensos flsicos
y/ o psicosomáticos, significa prop6sito
o voluntad de evitárselos a un semejante, que es algo de suyo y
en principio generoso
y altruista; lo cual no empece para la pre­
vención que los moralistas no harían sobre la ilicitud de procu­
rarlo por medios, ya
despro¡,orcionados, ya intrlnsecamente malos,
como éste tan drástico de
privar a un ser humano del bien de la
existencia física, que aunque no sea, según los materialistas en
general pretenden,
el supremo de la persona humana -que es su
dignidad-sí es el primario básico, necesario soporte de todos
los
demá~. ·
A este designio lenitivo se contrapone aquel otro que, a di­
ferencia del anterior, es en sí completamente independiente del
Caballería se hada la descripción de aquel arma, hoy reducida a elemento
decorativo, la lanza, · unas de cuyas partes es un resalte circular en el que
termina la
punta -de acero, de unos 25 centímetros de longitud y forma.
en ciertos
modelos, piramidal-, cuya función era impedir que la penetra­
ción
del arma ·en el cuerpo del atacado se limitara a aquella. La reacción
sarcástica, casi habitualmente iniciada por el propio profesor, surgía cuando
éste
decía el nombre de aquel ~alte circular: «tope de misericordia».
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
dictamen adicional antes mencionado, porque emana de la consi­
deración de que el paciente constituye una carga para la economía
o un peligro para la pureza biológica, ya de la humanidad toda,
ya de parte de ella: raza, país, familia ... (sociedad en general o
sociedad
particular). Aquí la causa impulsiva de la acción es la
onerosidad que la situación del paciente comporta para sus seme­
;antes, presentes o futuros; es decir, no si.ts Sufrimientos, sino los
de las personas de sus más o menos amplio o reducido «entorno»,
tópico o histórico, con · la consiguiente proclividad a degenerar
en la comodidad,
el sibaritismo, la avaricia ... , es decir, lo anta­
gónico del altruismo y la generosidad: el egoismo y la mezquin­
dad. En suma, un auténtico atentado contra la fraternidad o, si
así se prefiere -la palabra está más en boga-, la solidaridad
humana.
Y entiendo también que su denominación más adecuada
es la de factor o designio utilitario.
Ambos pueden, naturalmente, darse en cualquiera de aquellos
dos presupuestos de
pronóstico de muerte y diagnóstico de inuti­
lidad.
3.' Concordante. El concierto de voluntades.
En algunos ordenaruientos penales -'ltre ellos el español-,
la eutanasia no se encuentra tipificada, sino meramente reflejada
en la figura circunstancial de la aquiescencia del paciente en al­
guna de las dos formas, de petición, o de asentimiento a la pro­
puesta o sugerencia de otra persona, la cual después actúa ya
como colaboradora -v. gr., proporcionándole un medio para
acabar con su vida: un arma, un veneno, ayudándole a encara­
marse a una ventana desde la que arrojarse al vacío ... -, bien
como
ejecutora: descerrajando un tiro, poniéndole una inyección
letal... Estamos ante
la figura jurídico-penal de la inducción o/y
cooperación al suicidio, en la que ciertamente se pueden subsu­
mir
ciertos casos de eutanasia, pero que no se puede identificar
con ella, por la sencilla razón de que la reciproca no es cierta;
en otras palabras ; que si bien la eutanasia concordada -concer­
tada, pactada, consensuada, como prefiramos llamarla-es siem-
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IESUS VALDBS Y MENENDEZ VALDBS
pre una forma de cooperación al suicidio, no toda cooperaci6n al
suicidio se puede calificar de eutanasia en. sentido propio y estric­
to.
Pensemos en los casos en que han recurrido a este medio de
poner fin a su vida personas
no aque¡adas por problemas de salud,
sino de otra índole: el militar acusado de traición que para eludir
un proceso sensacionalista, que culminaría en una ejecución
in­
famante, acepta la «invitación de ingerir una ampolla de cianuro;
la pareja de amantes compelidos a separarse por razones de Es­
tado o imperativos de ética social; etc. Para calificar estos casos,
la doctrina
y la jurisprudencia han recurrido a acuñar adjetivos
tales como «eutanasia sociológica» o «psicológica», que no es más
que trasplantar la cuestión al terreno de la similitud, de la
analogía.
Habida cuenta de todas las antecedentes consideraciones. po­
demos configurar las siguientes:
Puntualizaciones finales sobre la significaci6n del término
«eutanasia» y su distinción de otros conceptos afines.
Para que una acción concreta se pueda calificar de eutanasia
en sentido propio y estricto tienen que conrurrir necesariamente,
de entre aquellos factores, los siguientes, según quedaron defini­
dds; estos tres:
1. La previsión de muerte o la existencia-de una situación
--estacionaria o progresiva-de inutilidad somática o
psicosomática.
2. En cualquiera de los dos supuestos anteriores, dictamen
adicional de sufrimientos dif!cilmente soportables.
3. El designio lenitivo.
Este último es el esencial, lo que caracteriza la· eutanasia.
Porque
es la respuesta activa a la idea de «muerte indolora».
Hasta tal punto que
se puede afirmar que mientras de alguna
forma o en alguna medida
se dé, habrá, cuanto menos, una reso­
nancia
del concepto de eutanasia.
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
Para designar este tipo de acciones en que concurren los ttes
factores se debe reservar el término de «eutanasia» escueto, sin
ropaje alguno de adjetivos
ni añadiduras.
Aquí surge una cuestión muy interesante. Pudiera, a primera
vista, parecer que si no se
dan los dos primeros factores el ter­
cero se esfuma,
no tiene razón de ser. Sin embargo, no es exacta­
mente así; puede haber nn designio lenitivo que no
se base en
la consideración de
unos sufrimiento físicos, sino en la de ottos
exclusivamente
morales -va de suyo que no queremos decir
«morales» atribuyéndoles nn valor o sentido ético, sino como
contrapuestos a los
físicos--: es el caso del militar o de la pareja
de amantes que atrás contempla'bamos, y otros no en sentido pro­
pio y estricto, sino impropio, figur¡¡do o analógico.
Y la denominación adecuada entonces será la de paraeutana­
sia o cuasieutanasia.
Pero cuando este factor desaparece radicalmente, ni en tér­
minos lógico-gramaticales
ni lógico-jurídicos se puede hablar ya
de eutanasia. Cae por su base la posibilidad de tipificación· espe'
c!fica privativa del acto dentro del género homicidio, y es más:
su adecuada subsunción ya no será en la figura del homicidio
simple, sino en
la del cualificado del asesinato, porque como ya
observara el profesor Qnintano Ripollés --«Nueva Enciclopedia
jurídica»,
voz «Eutanasia»--en la de eutanasia concurre siempre
la circunstancia cualificativa
de ttl ciente es nn ser inerme en manos de su cuidador: a la que po­
dríamos añadir, al menos en
la generalidad de los casos, la de
premeditación (8).
(8) Salvo el bastante extraño caso de que un sujeto afectado de inuti­
lidad total -una de esas personas a las que, como se dice en lenguaje
coloquial,
«hay que hacerle todo»-, sihtiéndoSe una carga muy pesada para
los de su
entorno, solicitase el auxilio de otra persona para darle muerte,
a lo que esta última se prestase. Habría que reconocer, desde luego-, eri el
solicitante una cierta intención altruista -aunque aberrada-; y por lo
que respecta al auxiliar, su actuación no sería ya subsumible en -la figura
del asesinato, sino en la de cooperación al suicidio, si bien en calidad de
e;ecutor, lo que· en algún ordenamiento jurídico.penal, como el nuestro, de­
terminaría que la pena sería la prevista para el homicidio simple,
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JESUS V AL DES Y MENEN DEZ V ALDHS
Atendidas toda,¡ estas rarones, creo que la denominación más
exacta, más expresiva, serúi ahora la de seudoeutanasia.
Se podrla argüir que ambos factores, el lenitivo y el utilita­
rio, no son de suyo incompatibles, sino que,
por el contrario,
pueden actuar como concausas de la
decisión. Y también que,
aun en
el caso de que esra obedeciese a consideraciones pura­
mente utilitarias,
se procuraría provocar la occisión de la manera
más rápida y menos dolorosa posible.
Lo primero es cierto: la tremenda resolución de poner fin a
1a vida física de una persona se puede tomar con base en que
sufre o en que --digamos las cosas por su nombre, ya que de
terminología estamos
tratando--estorba, o las dos cosas a la vez.
En este último supuestd, precederúi dilucidar cuál de estas dos
consideraciones fue la que más
pes6, la decisiva en el ánimo del
actor. Arduo problema en sede ética, porque obligaría a arries­
gados
buceos en el tan maravilloso como complejo mundo de la
subjetividad. Y a en el terreno purámente jurídico y circunscri­
biéndonos al
lexico, la cuestión aparece bastante más reducida:
la clave radicará, como atrás quedó apuntado, en la existencia o
no del dicttlflten adicional de sufrimientos difícilmente soporta,.
bles.
Si éste faltare, no cabría atnbuir al acto otro móvil que el
utilitario, ni por tanto, más calificación que la de seudoeutanasia;
salvo que la realidad · constatada sea de padecimientos no de ín­
dole
física -esto es, somáticos-, sino puramente morales, en
cuyo caso la
calificaci6n sería la de paraeutanasia o cuasieutana­
sia. Y a la inversa, siempre que se dé el tan referido dictamen
.adicional
estaremos ante un caso de eutanasia propiamente dicha;
lo que sucederá es que ésta será más o menos pura en función
de la correspondencia de aquél, ya con el pron6stico de inutili­
dad
ya con el de incapacidad. Mas esto último ya carecería de
relevancia estrictamente terminol6gica (9).
(9) Sino en la mayor benevolencia o rigor eo la penalimción del acto.
Así, por ejemplo, la concurrencia de pronóstico de muerte a corto plazo
ron diagn6stico de inutilidad acompafiádos de los respectivos «dictámenes
adicionales»- sería el acreedor a un trato punitivo más benigno ( caso pura-
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADBS· Y ,FIGURAS AFINES
En cuanto a la segunda objeción, la de que siempre se opera­
ría de
la manera más rápida y por ello menos dolorosa, el argu­
mento no
es convincente: en primer lugar, porque la historia
registra
casos en los que se ha prescindido del humanismo más
elemental (10).
Y, en último caso, porque esa celeridad obede­
cería fundamentalmente a móviles de expeditividad, quedando
relegado el efecto lenitivo a algo meramente accidental, carente
de relevancia para los efectos de la calificación ética y jurídica
del acto.
También hay que considerar todo esto como referido no sola­
mente a
casos individuales, sino también colectivos, dibujándose
así
la figura del genocidio.
Corolario. Todos estos elementos o factores son susceptibles
de una serie de combinaciones, matemáticamente determinables,
de donde resultan unos que podemos llamar
tipos teóricos prima­
rios que, por orden de menor a mayor gravedad, van desde la
aceleración del proceso terminal con designio lenitivo
-eutanasia
propiamente dicha--, pasando por los de cuasieutanasia, hasta el
de su provocación con designio puramente utilitario, o seudoeuta­
nasia.
mente teórico, ya que en la práctica todo convergería al pronóstico de muer­
te). Caso notoriamente acreedor a un mayor rigor, el de que, dmdose_aquella
concurrencia, existiera un solo «dictamen adicional», el correspondiente al
diagn6stico de inutilidad y mucho más aún cuando ni siquiera hubiere con­
currencia, sino que este último constituyere el único apoyo del acto euta­
násico,
puesto que, entonces, el proceso terminal sería, por definici6n, pro­
vocado.
(10) Como el del Bloque 13, «el bloque de la muerte>, del campo
de concentraci6n de Auschwitz, en el que se cumplían las condenas «admi­
nistrativas» de muerte por inanici6n y sed; con la -excepción de alguno de
los condenados, al que, por resistir más de lo previsto y ·por· e.ici.gencias tero·
bien «a.dministri:ttivas» -fecha lfmite para dejar vacío el bloque-se le
remataba con una inyecci6n letal, como le sucedió al religioso-franciscano
y periodista MaximiJiaoo Kolbe y otros tres. (Cfr. su biografía Padre Ma­
xi~iliano Kolbe, de Giulio MÍsiero, eclici6n cstellana! de Editorial Círculo,
Zaragoza, 1972, ¡mgs. 212-213. No se trataba, desde luego, de eutanasia
propiamente dicha sino por analogía, pero dicho vaya como ejemplo de in­
humonidad).
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JESUS VALDES Y MENENDBZ Y .ALDES
3. MODALIDADES DE EUTANASIA
En este aspecto, los té,;minos que en las jornadas se emplea­
ron fueton los más usuales y corrientes de «activa» .o «pasiva»~
«positiva» o «negativa», etc., dándolos por «cosa sabida»; pero,
va de suyo -y esto e1> muy importante----que según las concep­
ciones, «categorías», o _esquemas ment~es subjetivos de cada uno
de los intetvinientes; en suma: sin el menor propósito definito­
rio. Cierto
es que, como ya quedó dicho en la «Introducción», no
daba. tiempo para más. Pero la inelndihle consecuencia, detectable
para persona tendente
--como el autor del presente trabajo--a
la labor analítica y crítica propia de su profesión fue la de que
quedaba flotando
en el aire un confusionismo, aunque difuso,
bastante acusado ; para decirlo con una expresión coloquial y
cas­
tiza, que esos términos simplemente se «barajaron».
Por esa razón,
se va a abordar aquí sin pretensiones exhausti,
vas pero sí con la mayor aproximación posible, la tarea de diseñar
unas nociones clasificatorias elementales que,-cuando menos, pue­
dan servir de hase para ulteriores -y muy probablemente polé­
micas, pero
fecundas-profundizaciones.
Siempre a
partir de aquellas nociones de eutanasia en sentido
amplio y genérico
y de la distinción entre los sentidos propio e
impropio, resultarían
l~ siguientes esquemas.
3.1. Activa y Pasiva.
Esta contraposición parece, prima facie, algo elemental. Dis­
tinción por razón del procedimiento empleado: la acci6n o. la
inacci6n par!! el logro de un mismo resultado final, la muerte del
paciente.
Lo que traducido a términos jurídicos nos daría, res­
pectivamente, las figuras de
la «comisión por acción» y la «co­
misión por omisión».
Sin
embargo, la cuestión no se nos ha pre,¡entado, en la reali­
dad dialéctica de nuestro tiempo, tan sencilla.
284
Fundaci\363n Speiro

LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
El concepto de eutanasia activa no ha sido, y ello parece· ló­
gico, controvertid<>. Pero sí podríamos decir que afectado en la
delimitación de sus entornos, por obra de esa especie de cortina
de humo que
se ha venido produciendo en tomo al de eutanasia
pasiva.
Ya años antes de estas Jornadas, en el proyecto o proposición
de
Ley conocido por «Fortuna», del nombre de su primer firmante
Loris Fortuna, diputado socialista italiano, se configuró
la· euta­
nasia
pasiva simplemente como la interrupción de los tratamientos
extraordinarios que únicamente permiten el
alargamiento de una
vida vegetativa.
Pero esto -adelantando ideas, que pronto, en su lugar se
. desarrollarán~ no es más que abstenerse de practicar lo que hoy
más comúnmente se ·designa como distanasiá (precisando: artifi­
ciosa).
Es decir, la adistanasia ( este término lo he visto empleado
por primera
vez muy recientemente: por el abogado Ricardo de
Lorenzo, entrevista en
Noticias MMicas, núm. 3.381, 11-17 de
abril de 1990).
Más relevante
es hoy la tesitura · de aquellos que· de manera
categórica niegan
la existencia de la eutanasia pasiva porque la
identifican con la ortotanasia, ·concepto a1 que ya se aludió en ·el
epígrafe segundo de este trabajo y sobre cuyos perfiles también
algo
más adelante se insistirá. Error -dicho sea con todos los
respetos para los que en él
incurren-de gri,.n trascendencia ;
como que incide en las raíces mismas de principios ético-jurídicos.
La eutanasia activa consiste en matar, la pasiva en dejar mo­
rir; y de esto último nd se ·¡,uede · afirmar sin más ni más que sea
jurídicamente irrelevante en cualquier caso.
Como ejemplo más elemental, se ha puesto el. de W1 niño
subnormal o malformado al que no
se aliinenia ni da de beber.
Pero aún, sobre la base innegable de que un
pronóstico de muerte
puede
serlo a plazo más o menos corto o largo; vamos a poner
otro.
Si ante un diagnóstico de dolencia incurable, ante un proceso
terminal cierto,
pero de duración indeterminada ----«Certus re
incertus an»-, susceptible de ser diferido por meses, años quizá,
285
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JESUS VALDES.Y MENENDEZ VALDES
media!lte la aplicación de los medios de que la ciencia dispone y
sin violentamientos propiamente dichos, el médico se inhib teniéndose de
prescribir el tr,itamiento adecwtdo -terapia, dieta,
vid.. higiénica ... -, dejando, por el contratio, que el paciente
abuse de la comida, de la bebida, el tabaco, las relaciones sexua­
les, haga una vida en exceso activa o sedentaria, de manera que
quede expuesto a que en cualqnier momento le sobrevenga la cri­
sis irremediable que le amenaza
-infart0 de miocardio, cirrosis,
invasión cancerosa
... -, ¿qué otro calificativo merece la conducta
de ese facultativo más que el de comisi6n por omisi6n? Y omisión,
no precisamente de medios extraordinarios o desproporcionados,
sino
de los más ordinarios y proporcionados que ciarse pueda ( 11 ).
Eutanasia, pues, pasiva; siempre y cuando, claro está, que en
alguna forma o medida haya entrado el f11Ctor lenitivo; de no ser
as{, estaríamos ante un caso de seudoeutanasia, de homicidio,
ruando menos, culposo -.-subsumible, en nuestro ordenamiento
jurídico-penal, en el art.
565, párrafo quinto del Código Penal-,
o incluso doloso.
Obligada resulta para completar este apartlldo. la mención a
los pronunciamientos
del .Consejd de Europa sobre este tema es­
pecífico, a los que
también proceden objeciones francamente in­
teresantes.
Su tesitura parte de la definición de la eutanasia como «ayuda
a una buena muerte», sobre
la que ya hay que ponerse en guardia
por el empleo -quizá impremeditado-del genérico y abstracto
adjetivo «buena», con su notoria polisemia, tras de
la cual se
quiera o no, gravita
todo el elemental y sempiterno problema
filosófico
de la concepción del bien y del mal, en sus. más di vera
sos ámbitos particulares: metafísico, ético, científico;- técnico ...
Carente, venturosamente, de ambigüedad es la formulación
del concepto
de eutanasia 11Ctiva como «acción que por su misma
intención y naturaleza causa.
la muerte en una situación grave e
irreversible».
(11) Véase el artículo «En tomo al derecho a morir con dignidad•, de
Jorge Cane!as del Rincón en .ABC, 15 de mayo de 1990.
286
Fundaci\363n Speiro

LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
No cabe, por desgracia, decir lo mismo de la concepción de
eutanasia
pasiva en los ttes tipos, que no son lisa y llana asunción
de las formuladas por el
Gobierno holandés ( expuestas en las
Jornadas: v.
más adelante, nota 12):
l. No comenzar o suspender un tratamiento cuando e1 en­
fermo lo demanda de una manera seria
y explícita.
2. No comenzar o suspender un tratamiento cuando su ini­
ciación o continuación no tenga sentido según los criterios
médicos disponibles en la actualidad.
3. Comenzar un tratamiento que es necesario y que por su
propia naturaleza está
dirigido a mitigar el padecimiento
grave de un enfermo, incluso si la muerte es o puede ser
probablemente
acelerada como consecuencia de este tra­
tramiento.
Empecemos por la indispensable advertencia de que en el
originario proyecto de
ley holandés se eludía cuidadosamente el
empleo del término «eutanasia», empleando excusivamente el de
«terminación de
la vida sobre explícita y formal demanda del
enfermo». Y
sin perderlo nunca de vista, comencemos las obje­
ciones.
Al 1: manifiesta involucración de conceptos. Porque, efectiva­
mente, según lo que un
poco más arriba se ha razonado; el no
aplicar, o suspender, un tratatniento, es decir, una terapia -siem­
pre y cuando, claro es, medie un pronóstico de muerte a más o
menos largo
plazo.-sería un caso de eutanasia pasiva; pero eso,
con absoluta independencia
de que haya mediado o no consen­
timiento del enfermo. Lo uno
es un concepto técnico y lo otro
una
circunstancia modificativa de la responsabilidad ética o jurí­
dica del facultativo, entre los cuales no
se puede lógicamente dar
interferencia
altetnativa de sus respectivas naturalezas .. De la mis­
ma manera que si un sastre confecciona una chaqueta de sport,
nunca
admitirá razonablemente más calificación que la de cha­
queta de sport, no la de frac o hábito frailuno por el hecho de
287
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JESUS VALDES Y .MENENDEZ YALDES
que el sujeto que lé encargó para su uso sea director de orquesta
o religioso
benedictincJ.
· Al 2·: ex.presión ·un tanto oscura. Esa presencia. o ausencia ele
sentido de un tratamiento hay i;¡ue. entenderla en relación con una
determinada finalidad terapéutica y en el marco del estado
gene­
ral del paciente. Desde esa perspectiva; será inocuo; o inútil, o
contraindicado. Si fo primero, la única r¡raón para. suspenderlo
será evitar los gastos
y/ o incomodidades -medicamento que sabe
mal,
pinch=s .dolorosos-'l;,e origina. Si lo.· segundo -que ni
cura ni alivia_:_, lo mismo. Pero todo est:o nada tiene en realidad
que ver con la
noción general que vimos en ·el apartado 2 de este
trabajo.
Si lo teroero, contraindicado, estaríamos ante un caso de
eutanasia
activa, por culpa o ignorancia; y claro es que el suspen­
derlo tampoco se podría calificar de eutanasia pasiva, porque su
resultado no sería la aceleración, por omisión, del proceso termi­
nal, sino
más bien todo lo contrario.
Al 3: Como veremos en su lugar,
la figura que aquí se dibuja
no
es precisamente la de. eutanasia pasiva -que hay una activi­
dad es indiscutible---, sind la de eutanasia indirecta.
3-.2. Impuesta y · volUntária, · u homicida y suicida.
Más arrás, en el epígrafe 1, · quedó visto que la concurrencia
del consentimiento del paciente
--o sustitutos de su voluntad~
no era esencial para la calificación de un acto como eutanasia. ·
Lo confirmo en las Jornadas el profesor Javier Gafo en su
ponencia
«Aspectos religiosos, éticos y morales de la eutanasia»,
cuyo text<> no se proporcionó a los jomadistas, pot lo que.tengo
que hacer referencia · a él de memoria.
Empleó, desde luego
-lo recuerdo con toda seguridad-el
tétmincJ de eutanasia impuesta, de sentido rotunda y
categóricamente conden~torio desde el punto
de vista moral ;

y también en arra sobre los
~apuestos a los que
no convendría esa
calificación, aunque sin fonnular, que recuerde,
nociones concretas.
288
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y -FIGURAS AFINES
Es, desde luego, este de «impuesta» un calificativo más fino
y aquilatado -ron el único inconveniente de bordear el eufemis·,
mo-que aquel otro, reiteradamente empleado por moralistas y
penalistas de «homicida»; al que primariamente, sí, equivale,
pero con
la mayor precisión conceptual indicada, que lo .hace pre­
ferible (12).
Sobre esta base,
cabe distinguir dos variantes fundamentales
Je eutanasia impuesta:
a) La manifiesta, que se dará siempre que se proceda pala·
dinamente contra la voluntad expresa qel paciente o, en
caso de
41capacidad del mismo, de las personas, qu1>:cha·
yan devenido responsables de sus destinos. Como si el
sujeto activo
dije~: «Le voy a hacer la eutanasia, porque
está sufriendo
~a "a punto de empezar a sufrir" -ho­
rriblemente»;
o «porque es oligofrénico» ;· o «porque hay
que qejar camas .libres para otros enfermos curables»:.
etcétera.
b) La encubierta o clandestina, cuando no se llega a ·contra­
decir de forma abierta y violenta
la voluntad de aquellos
sujetos, sencillamente, porque se elude
la ocasión de ma­
nifestarla, se actúa sin contar con ella.
Lo primero es algo ·evidentemente brutal, y por lo menos d
autor de este trabajo no puede afittnar que se haya dado· nÍ11gún
caso en la realidad ; pero tampoco que falten, incluso en nuestra
sazón histórica, sujetos con
la suficiente deformación de su .con'
ciencia moral como para ser capaces de ello. Porque, dejemos de
una
vez de ver las cosas desde la tópica y reduccionista perspec·
tiva de que eso sucedía ~clusivam~te bajo unos «nazismos» y
(12) No lo emplea H!GURRA, quien -en oh, cit.; nota 1, pág. 40il'-'-­
dice que «es bien cierto que también se da ya o se puede dar la práctica
de una euta!nasia subterránea, incluso de la mas grave, como 1puede-.ser_ di·
recta y aun sin .consentimiento del interesado». Aunque .:.....aña~ «i:J.ueres
mos creer que se trata de casos rarísimos, aunque no por' eso mcfnos ¡:ieli-:
grosos socialmente ( ... )». · , '
289
Fundaci\363n Speiro

JESUS VALDES Y MENENDEZ VALDES
«fascismos» históricamente vencidos o fenecidos. Mientras sub­
sistan y tengan adeptos
-_que los tienen-las filosofías de raíz
transpersonalista que era la de aquellas ideologías, no dejará de
haber una proclividad ambiental para esa clase de comportamien­
tos ; habrá personas· potencialmente
capaces de cometer actos de
esa índole.
En cuanto a .lo segundo ... , me parece que no es necesario
entrar en especulaciones sobre algo que está en la conciencia de
todos ( 13) amén de que nos alejarían del objeto propio de este
estudio, la terminología.
Para la modalidad contrapuesta a la anterior parece que la
designación más adecuada
en el léxico serla el antónimo de «im­
puesta», voluntaria, entendida esta palabra en su sentido más
amplio, de
aquiescencia, dentro del cual cabrían subdistinciones
específicas,
ya por razón de la forma, ya de la intensidad con que
la voluntad del sujeto paciente
se manifiesta: desde la que pu­
diéramos llamar
activa, de petición espontánea o motu proprio,
pasando por la expresa aceptación de una sugerencia, hasta la
tácita o meramente pasiva del que no pone ninguna resistencia
a lo que
ve que le están haciendo, consciente de su finalidad.
Esta última presentaría, en el caso de un proceso penal,
los
espinosos problemas de la prueba.
Pero hay otro mucho más grave, en el que vale la pena dete­
nerse a meditar un poco, no
ya sólo por lo complejo y apasionan­
te, sino por la incidencia que por ello mismo tiene en la
termino­
logía: el de la fiiaci6n de los fímites entre la impositividad y la
voluntariedad.
Otra vez hay que remotarse al plano filosófico. Partamos del
concepto de «imposición» según el profesor Zaragüeta (14
).
«A) La 'imposición' viene a significar en la vida social, la
pretensión de que otros adopten sus convicciones teóricas o sus
consignas prácticas: y ello, a) no por juzgarlas verdaderas o acer-
(13) En la revista Estudios penitenciarios, enero-diciembre 1978, núm.
200-223 se publicó un trabajo que llevaba el elocuente título de «La euta­
nasia: crimen impune».
(14) Vocabulario filosófico, Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1955, esta voz.
290
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
tadas por su propio criterio, sino por el prestigio personal del
imponente; b) que puede
ir reforzada o a falta de ella reempla-
2ada por
la fuerza de coacción (ejecutiva) o de sanción (efectiva)
premia! y sobre todo
penal, aplicada por el propio imponente, o
por la sociedad que la patrocina. A esta pretensión responden
los requeridos
de modos variables de acatamiento o
de resisten­
cia y hasta de reacción contraria.
B) La 'imposición' pot excelen­
cia en la vida social
es la jurláica de la autoridad estatal en la Ley
y la Fuerza pública que la afianza ( ... )».
Como se ve, esta contraposición difiere notablemente de la
que la teoría general del Derecho establece entre vis coactiva,
violencia, coacción física, y vis compulsiva, coacción moral o in­
timidación. Aquí, imposición jurláica e imposición social se con­
traponen tanto ontológica como funcionalmente. La primera -en
la que quedarían englobadas aquellas dos anteriores-es la actua­
ción. coactiva, en general, de los leg!rimos poderes de la comuni­
dad pol!tica empleando
sus resortes institucionales, y que, de no
estar suficientemente justificada se llama prepotencia.
La otra,
a
la que para diferenciarla de la anterior pudiéramos llamar «me­
tajuriáica», está constituida por lo que en un lenguaje común y
corriente se conoce por «ideas dominantes», instrumentadas en
los «tópicos» o «lugares comunes»,
y viene a identificarse con
Id que en la clásica filosofía del Derecho se denomina «usos so­
ciales»; una fuerza que por su mismo tltpico modo de difundirse,
impersonal y osmótico, puede llegar a ser, y de hecho tantas
ve­
ces es, mucho más arrolladora y desde luego más dificil de resis­
tir que la jurídica (15). Reeotdemos, en fin, aquello de los
«miasmas sutiles» de Echegaray ...
(15) '«y nótese asimismo -dice el prof. Recasens Siches a propósito
. ,de lo que él designa como "reglas dd trato social"-que la presión efectiva
de esas normas es muy intensa; tanto, que
muchas veces la sentimos con
mayor intensidad que la voz de la conciencia moral y que la intimidación dd
Derecho», y pone como ejemplo la práctica social del duelo ( que compor­
taba, evidentemente, la descalificación social para el que se negaba a batirse)
que s6lo desapareció cuando empez6 a ser considerado como «ridículo».
(Tratado general de Filoso/la del Derecho, &lit. Porrúa, México, 1975,
pág. 201).
291
Fundaci\363n Speiro

IESUS VALDES Y MENENDEZ V..4..LD~S
Aplicado todo esto a la eutanasia, no cape duda que la im­
positividad
es algo hasta hoy proscrito en los ordenamientos
jurídico-positivos, pero no lo
es menos que la efectividad de esas
normativas legales
es harto fácil de esquivar mediante un enmas­
caramiento cl!nico del acto eutanásico en cualquiera de sus mo­
dalidades
(16).
Bien distinto es el panorama que se nos ofrece en cuanto a
la impositividad que hemos llamado metajurídica. Es notorio
el
progresivo desarrollo de una corriente o «movimiento» pro-euta­
nasia que, como su gemela
-ambas apuntan a la misma diana
de la reducción
demográfica-la antirreproductivista, con sus
arietes de la anticoncepción,
la. esterilización -reversible o irre­
versible-y el aborto, se no,; presenta con el sugestivo ropaje
de
un apoyo en planteamientos científicos y tecnológicos. Con
la diferencia de que en esta última los
argumentos fundamental
o casi exclusivamente esgrimidos son
los. de tipo psicológico o
socioeconómico, mientras que en la cam.paña pro-eutanasia se re­
montan a la más alta instancia filosófica: esa llamada «filosofía
de la muerte digna», que
en las Jornadas tachara de confusa e
indefinida y poco inteligible el Diplomado en Enfermería Juan
Antonio
Gwa López en su ponencia «La muerte digna».
Contexto general de ambigüedad ( 17) cuyo núcleo viene a
(16) · Véase lo dicho en la anterior nota 10. Y en las mismas Jornadas
quedó categóricamente abordado este aspecto en el siguiente párrafo de ~
ponencia «Proceso de legalización de la Eutanasia en Holanda» PCJr los re­
pl'CSentab.tes de la -«Holland Association», Mts. Tromp y Mr. Boose:
«Queda
aun para mencionar un problema especial. Puede supo­
nerse en general
que en cualquier país, y también en Holanda, tienen
lugar
cada año cierta cantidad de 'muertos a: expresa petición'. Se
ignora el número exacto de estos casos porque los médicos suelen
entregar un 'certificado de fallecimiento' confirmando que la persona
en cuestión murió de muerte natural, aunque no es
d caso, habién­
dose practicado la eutanasia.
Se impone que en Holanda haya más
de mil casos . de eutanasia al año. Los médicos que compa'recieron
ante un juez son pues los · que no entregaron un certificado de fa­
llecimiento y que mediante el médico forense y el fiscal llegaron a
ser juzga.dos».
(17) Aportación importantísima para el esclatecimiento de este con­
cepto son los términos del párrafo del texto «testamento vital» propuesto
292
Fundaci\363n Speiro

LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
ser el consabido y pernicioso sofisma de generalización del caso
límite, sobre el que recientemente diera la voz de alerta el perio­
dista Ramón Pi ( 18
).
Saquemos conclusión: ¿ hasta qué punto se puede calificar de
libre o, más exactamente, deliberada -a la idea de libertad en
su primordial significación filosófica de «indiferencia acriva e
intrínseca que tiene la voluntad iluminada por la razón»
se re­
conduce todo estd---, a la resolución que una persona, inmersa
en este ambiente de ideologismos sociafu:ados, y atenazada ¡,or
las ansias de la agonía --que actuarán como catalizador de
aquellos---, adopte,
ya motu proprio, ya accediendo a la suge­
rencia-verdadera · sugestión en tales momentos---, de que le
practiquen la eutanasia? ¿No hay aquí una auténtica
imposición
ambiental, colectiva, aunque no, desde luego, encubierta? Y que
apunta no
ya a consideraciones lenitivas, sino hasta. utilitarias.
«Existe en la sociedad -dice el Dr. Ricardo Goru:ález
por la Conferencia Episcopal Española en su «Plan de acción sobre la
eutanasia y la asistencia ir bien morir» (septiembre 1989):
« ... pido que sí por mi enfermedad llegara a estar en situación
critica irrecuperable, no se me mantenga en vida por medio de tra­
tamientos desptOporcionad.Os o extraordinarios; que no se me apli(lue
la eutanasia activa, ni se me prolongue abusiva e irracionalmente mi
proceso de muerté; que se me administren los tratamientos adecua-
dos
para paliar los sufrimientos». ,
{18) Precisamente respecto de la eutanasia. He aquí estos párrafos
principales:
«El casi límite,
tan agradecido escénicamente, es una trampa su­
mamenre peligrosa para la vida real ( ... ). Véase por ejemplo ( ... ),
lo que ha ocurrido con la legislación sobre el aborto, lo está ya pa·
sando con la eutanasia: se arranca del caso límite y se desemboca en
la aceptación del cualquier caso. Los
valores se vuelven literalmente
del revés:
el agresor se convierte en víctima, y al que muere se le
hace un favor».
«( .•• ) Ya existen tensiones, a veces muy serias, con los médicos
que se
niegan a practicar abortos en hospitales- públicos. Veremos
lo que ocurre con esa macabra liturgia de la muerte que es la euta­
nasia, que ahora
empieza .

a debatirse en función de los casos límite,
y que
-lo aviso a tiempo-puede acabar siendo un expediente
cómodo
de librarse de enfermos o ancianos molestos» (Transcripción
sucinra de un artículo en la revista Palabra, ocrobre 1989, pág. 39).
293
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JESUS Y A.LDES Y MENENDEZ V A.LDES
Durán (19)--una clara tendencia a la eutanasia: hay pre­
siones políticas, sociales y se está
creando una opinión fa­
vorable desde los medios de comunicación. Esa presión está
formando la conciencia entre
los ancianos de que es egoísta
querer
vivir siendo una carga molesta para la sociedad y
que
lo realmente valeroso, generoso y progresista es pla­
near la propia eutanasia».
3.3. Positiva
y negativa.
La importancia de esta distinción es muy grande: como que
en ella viene a resumirse
la mayor parte de lo tratado hasta ahora ..
Planteando la cuestión ya en directo y conciso: ¿ Qué es lo
que se quiere expresar y que es lo que ob¡etivamente se expresa
cuando se habla de eutanasia positiva y negativa?
Prima
facie, es indudable que, como en los casos anteriores,
estamos ante una contraposición conceptual ( 20) ; o ante una cla­
sificación contraposicional.
Y aquí aparece ya el problema. No he visto empleada esta
contraposición
más que en un sentido sinónimo ( 21) de aquella
otra de «activa» versus «pasiva».
Así resulta, por ejemplo en una clasificación muy divulgada
sobre las especies de eutanasia y figuras afines, resumida, con
algún oportuno retoque personal, en un trabajo de filósofo Fer­
nando Monge ( 22): no aparece ciertamente, la menor referencia
(19) Médico Anestesista Jefe de la Unidad del Dolor del Hospital
Ram6n y
Caial de Madrid (Entrevista en Telva, nóm. 606, !.' quincena
noviembre 1989,
pág. 140).
(20) «Contraposici6n. Acción y efecto de contraponer o contra.ponerse».
«Contraponer. Comparar o cotejar una cosa COn otra contraria o diver­
sa. // Oponer». (DRAE).
(21) «Sin6nimo,-ma. adj. Dícese de los vocablos y expresiones que tie­
nen °una misma o muy parecida significación». {DRAE).
(22)
La clasificación es de la Enciclopedia GER, voz «Eutanasia»,
vol. IX, págs. 577-579, del colaborador M. Rodríguez Molinero. El trabajo
de Monge: Eutanasia, folletos me. 405, Ed. «Mundo Cristiano», Madrid,
1986, 2.Q ed., págs. 9-10. El principal «retnque» es la advertencia de «sin
pretensión de hacer un elenco com'pleto».
294
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDA-DES Y .FIGURAS AFINES
a la modalidades de «activa» y «pasiva» ; sí las de «positiva» y
«negativa», a las que se dedican unos párrafos que por las refle­
xiones qué suscitan es obligado transcribir.
Se define la positiva como el acto de:
«Provocar la muerte por medio de una intervenci6n
adecuada, generalmente mediante
la administraci6n de un
fármaco».
Y sobre la
negativa se hace un subdivisión en:
«
l. ortotanasia ('muerte normal') que es la ausencia de
cualquier tipo de ayuda médica al enfermo; 2.
distanasía,
u omisión de los medios considerados extraordnarios para
prolongar artificialmente· la vida de
un enfermo con pro­
ceso patológico irreversible; esta última modalidad ( dista·
nasia) tampoco es propiamente eutanasia, . por estar ausente
la acción positiva de matar y la probabilidad de una vida
natural».
La simple lectura basta para extraer dos conclusiones.
Primera: la identificación en principio, o en términos gene­
rales, de positividad ton actividad, puesto que una «intervención»
es algo evidentemente activo; de donde implícitamente -a con­
trario sensu-, la de negativÑiad con abstenci6n de actuar, o
pasividad.
Segunda: la idea de que ninguno de los dos tipos compren­
didos bajo el concepto de eutanasia negativa se puede calificar
de
eutanasia en sentido propio.
Pospongo de momento lo primero: precisamente por ser
sustancial
para este epígrafe, le corresponde el lugar conclusivo.
Y aunque sea a costa de curvar algo el rigor del discurso, voy a
hacer sobre lo segundo unas breves observaciones, que además
servirán como gradualmente introductorias de una
precisión so­
bre los conceptos de ortatanasia y distanasia.
Conforme de toda conformidad en que ni lo ortotanasia ni la
distanasia son modalidades de eutanasia. Y esto, sin embargo, y
a pesar -aunque parezca paradójic<>-de mi clara disconformi-
295
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IESUS VALDES Y MEN1$NDEZ VALDES
dad con las definiciones de ellas contenidas en los anteriores
párrafos. Unicamente estoy de acuerdo con lo de que «ortotanasia»
signifique «muerte normal»; pero
ya no con que ésta se identifi­
que, sin más, con «la ausencia de cualquier ayuda
médica al en­
fermo»; a lo expuesto en el epígrafe 3.1. me remito, añadiendo
ahora que, tal y como está expresado,
excluiría incluso la aplica­
ción de remedios reanimatorios y lenitivos. Y menos todavía con
la definición de «distanasia» como «omisión de los medios
con­
siderados extraordinarios para prolongar artificialmente la vida
de un enfermo con proceso patológico irreversible», que viene a
coincidir con la concepción de
eutanasia pasiva del diputado ita­
liano Fortuna
y sus cofirmantes, como atrás quedó visto; y que,
además es justamente
Jo contrario de lo que hoy más común y
usualmente se entiende por «distanasia» como veremos más
adelante, en el epígrafe 3 .5.
Y volvamos a la cuestión propia de este epígrafe: el análisis
de una posible sinonimia entre las contraposiciones de eutanasia
activa-pasiva
y positiva-negativa.
A juzgar
por lo que se oye y lee, son muchos, prácticamente
la totalidad, los que de una manera implícita, de un modo
auto­
mático la admiten y la adoptan.
Monge, a juzgar
por los textos que acabamos de ver, está en
esa línea. También
se hace eco de ella la Comisión Episcopal
Española para la Doctrina de la Fe en su Nota sobre «Eutanasia»
de 15 de abril de 1986: «la Iglesia nunca
ha admitido la llamada
eutanasia activa (o positiva) directa ( ...
)».
Y el mismo autor del presente estudio tiene que confesar que,
en :cierta ocasión, en algún informe profesional, incurrió en este
error; que ahora, respondiendo a dictados de estricta deontología
profesional, se cree obligado a mencionar aquí, pidiendo excusas
a su destinatario, quien sin duda tendrá ocasión de recoger esta
manifestación.
Rectifiquemos, pnes, exponiendo otra actual y más madurada
tesitura.
En principio: si con «positiva» versus «negativa» se quiere
296
Fundaci\363n Speiro

LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
expresar lo mismo que con «activa» versus «pasiva», es evidente
que estaremos ante una duplicidad, un uso indistinto, superfluo
y, por ende, cuando menos desaconse¡able, si no ya perturbador.
Y entonces lo procedente sería optar, para lo sucesivo y definiti­
vamente, por una de las dos contraposiciones, la que se conside­
rare más perfecta según los cánones de
la semántica.
Pero ... , tampoco eso resolvería de veras el problema de la
precisi6n de lenguaje que perseguimos.
Porque, profundizando bien,
la conclusi6n a que se llegaría,
es aquella que se expresa con el dicho castizo: de «ni sí, ni no, sino
todo lo contrario». Ninguna de las dos contraposiciones debe ser
proscrita; porque, sencillamente: en rigor semántico} sus elemen­
tos expresan conceptos bien distintos.
Hace ya tiempo que algún docto lingüista o fil6sofo del len­
guaje sentara el principio
de la inexistencia, cuando menos en la
práctica, de los
sin6nimos perfectos, absolutos; porque siempre
hay matices
especificantes o singularizadores, 'de mayor o menor
entidad. Y sin llegar a esa contundencia,
la Real Academia defi­
ne los sin6nimos como palabras que significan
lo mismo o algo
muy parecido.
Así sucede en este caso:
ni «activo» significa exactamente lo
mismo que «positivo» ni, todavía menos, «pasivo» es lo mismo
que «negativo».
Empezando por la etimología: «positivo» viene de «posi­
tum»
= «puesto»; y es cierto que poner algo es una manera de
actuar; pero la reciproca no es cierta: no toda actuación o activi­
dad consiste en poner algo, en la acepción de colocar algún ob­
jeto en un sitio determinado, sino en la más amplia de hacer una
aportaci6n (a un patrimonio, a una ciencia, etc.}.
En semántica: fijémonos en la acepción séptima que del ad­
jetivo «positivo, va» figura en el DRAE, «Log. Afirmativo, en
contraposición a negativo». Quizás así, en sí mismo, no dice
mucho; pero sí la serie de concordancias que de él se infieren:
con «opuesto», «contrario», «contradictorio», «antagónico», «an­
titético»
...
Y, recurriendo ahora nuevamente a las instancias filosóficas:
297
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JESUS VALDES Y MENENDEZ VALDES
«Lo 'positivo', A) se contrapone a lo negativa, que signifi­
ca: a) la carencia o
privaci~n de alguna cualidad; b) el ca­
rácter negativo de nna entidad por la dirección inversa a
otra
directa en que se da ('números positivos y negati­
vos')» (23).
Y en concordancia con ello,
«La 'negación', a), en su sentido Ontológico es la carencia
o privación de algo ( ... )».
Y la contradicci6n,
«es la oposición del sí y del no, aplicada a los puros con­
ceptos, y sobre todo a los juicios( ... ).
En la vida social se entiende pot 'contradicción' la profe­
sión por parte de alguien de una doctrina o
de un propó­
sito negativo de los de otro» (24).
De cuanto antecede es correcto concluir que, con referencia
a la eutanasia, la contraposici6n entre positiva y negativa es, ne­
tamente antagónica tanto por lo que afecta a los conceptos -el
sí frente al ner-como en cuanto a los propósitos. Por eutanasia
positiva hay que entender, sencillamente, la propiamente dicha,
tal y como quedó configurada en el epígrafe 2. de este estudio.
Y por
negativa, justamente lo contrario, lo diametralmente opoes­
to, la no eutanasia en su sentido más radical. Si la una consiste,
ya en abreviar el proceso terminal irreversible de un paciente,
para evitarle sufrimientos, ya en provocarlo1 porque mantener su
vida es notablemente oneroso, la otra consistirá en dilatar el pro­
ceso terminal, aún a costa de mantener, o incluso aumentar aque­
llos sufrimientos e incrementar gastos y trabajos.
Finalmente, por
lo que atañe a la clasificaci6n de cada una
de las contraposiciones, hay que observar que
la positiva frente
a
la negativa lo es en consideración o por razón de los fines,
mientras que la de activa versus pasiva lo es por los medios. De
(23) Oh. cit., nota 10, voz «Positivo».
(24)
Oh. cit., misma nota 10, voz «Negación».
298
Fundaci\363n Speiro

LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
donde, como corolario, resulta otra diferencia: que la positiva
puede ser tanto activa como pasiva (25), mientras que la negativa
-aunque ello a primera vista suene paradójico-es inconcebible
como mera inacción:
la distanasia se opera mediante una reitera­
ción de esfuerzos. Resumiendo:
La eutanasia
positiva es sencillamente la eutanasia, sin adje­
tivos,
la realización del designio de acortar la duración de una
vida humana, ya mediante la
acción o actividad, ya mediante la
inacción o pasividad.
Y en la negativa se pueden hacer tres subdistinciones típicas:
a) La pura y simple no eutanasia, la abstención rigurosa de
toda actividad o inactividad tendente a acelerar o pro­
vocar
la muerte.
b) La que podemos llamar cualificada, la anti o contra-euta­
nasia: la prolongación, necesariamente artificiosa, de una
vida en proceso de extinción.
c) Por último, en distinto sentido, ya no desde el punto de
los comportamientos, sino del de los
efectos o resultados,
del éxito fracaso puramente técnico de. los medios em­
pleados,
se pué de calificar como positiva aquella en que
los fines perseguidos se han. logrado; y como negativa
aquella en que dichos fines se han frustrado por errores
o incidencias no imputables
al sujeto agente (por ej., fallo
de un fármaco aplicado, reacción imprevista del organis­
mo del paciente
... ). Huelga decir que estas calificaciones
contraposicionales son aplicables tanto a la eutanasia como
a
la contraeutanasia; no, por pura lógica, a la que hemos
llamado «no eutanasia simple».
(25) La artificiali.dad o artificiosidad características, según vimos en su
lugar, en el sentido a'tnplio del vocablo, tanto pueden revestir la forma de
acción como la de omisión: « Artificial. adj. Hecho por mano o arte de
hombre (. .. ) 4. No natural, falso»: «Artificioso adj. Hecho con artificio~
1:, acep.»; «Artificio m. Arte, primor, ingenió habilidad con que está hecha
alguna cosa» (DRAE).
299
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JESUS V .4LDES Y MENENDEZ V .ALDES
3.4. Directa e indirecta.
En la ponencia sobre «Proceso de legalización de la eutanasia
en Holanda», autores Mrs. Tromp
y Mr. Roose, de la Holland
Associatíon, expuesta por el último, día final de las Jornadas,
5 de marzo de 1988, tras una exposición de los puntos fundamen­
tales del
-tan discutido y polémico-proyecto legislativo del
gobierno de los Países Bajos, figuraba, por vía de glosa, el sí·
guiente párrafo, que no

es por cierto
-¿defecto de traducción?­
un modelo de diafanidad:
«El gobierno estípula que el concepto de la 'termina­
ción de la vida' no
es de aplicación al fallecimiento del pa·
ciente como consecuencia de la omisión de un tratamiento
a instancias del enfermo, la admisión o suspensión
de un
tratamiento que desde un punto de vista médico no tiene
sentido y
la administración de un medicamento para aliviar
el sufrimiento del enfermo, pero cuyo efecto secundario
causa la muerte de la persona en cuestión (Los subrayiados
son nuestros).
Los dos primeros supuestos son harto problemáticos ( 26 ).
Pero centrémonos en el tercero --el subrayado-que es lo que
viene aquí a punto: que el fallecimiento sobrevenga como
efecto
secundario.
(26) En cuanto al primero, porque si el tratamiento en cuestión es
curativo, lo más lógico es que con su suspensión se produzca el agrava­
miento de la dolencia hasta sobrevenir la muerte, y entonces estaríamos
-cfr. más atrás-ante un caso de euta'nasia. pasiva; si fuere del tipo que
hemos llamado eutanasia negativa
cualificada -cfr. epígrafe anterior-la
muerte se produciría de todas maneras; y si puramente lenitivo ... , estaría­
mos, en realidad, ante el tercer supuesto. Y por lo que respecta al segundo,
no
aparece nada claro: ¿qué quiere decir aquello de que «algún tratamiento
que desde un punto de vista médico no tiene sentido»?; en principio, pa­
rece referirse a que científicamente sea injustificado o injustificable, pero
ello, ¿por qué razones?: ¿po:r, sencillamente, ineficaz, o por contraindicado?
En cualquiera de estos dos últimos casos, resulta bien extraño que su omi­
sión o suspensión pueda ser causa de fallecimiento ...
300
Fundaci\363n Speiro

LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES .Y FIGURAS AFINES
En la clasificación de Monge comentada en el epígrafe ante­
rior ( 27)
se emplea la también conocida contraposición entre
eutanasia
«agónica» y «lenitiva».
La agónica,
«consiste en provocar la muerte sin sufrimiento de un en·
fetmo deshauciado».
Noción aplicable por analogía
al supuesto de incapacidad o
inutilidad, física o psíquica (28).
La lenitiva,
«es el empleo de ciertos fármacos para aliviar el dolor físi·
ca causado por una
enfermedad mortal, y que secundaria·
mente puede llevar consigo un cierto acortamiento de la
vida. Propiamente no
Se· le debería llamar eutanasia, pues
el empleo de unos fármacos pudieta ser moralmente lícito».
Tampoco
es eso ... : aquí se dan todas las notas característi­
cas de la eutanasia: pronóstico de muerte, con el dictamen adi·
cional de sufrimientos difícilmente soportables, acortamiento de
la vida y designio lenitivo.
La coincidencia contraposicional
material con «ditecta» e
«inditecta» es patente. La difetencia nominal responde a la con·
templación de una misma acción desde dos puntos de vista dis·
tintos. Y
el inciso final de este último párrafo transcrito no hace
más que introducir una cietta confusión, porque involucra el as·
pecto técnico con el moral.
Puestos a optar, hay que decantarse por la contraposición
directa-indirecta como semánticamente más precisa y significativa.
La expresión «eutanasia lenitiva» es deficiente, incompleta,
vacua: pretende
definir un tipo de eutanasia por uno de sus as·
(27) Cfr. noto 18.
(28) Deshauciar, en sentido genérico es «quitár toda esperanza, desesM
perar». Pero hay otras acepciones de sentido especifico, entre ellos la que
aquí nos interesa:
«Desesperar los médicos de la curación de un enferM
mo ( ... )».
301
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JESUS V A.LDES Y MENENDEZ V A.LDES
pectos. En rigor técnico . es tan eutanasia como · otra cualquiera ;
porque de la propia
definici6n transcrita resulta que concurren,
además del
designio lenitivo, el pronóstico cierto de mr,erte con
el adicional de sufrimiento físico -que hay que presumir inten­
so---y el acortamiento de la vida.
Lo que sucede es que estamos ante un ·tipo específico carac­
terizadd porque el objetivo directo y especialmente perseguido
no
es la aceleraci6n de la muerte como terapia pata ahorrar su­
frimientos, sino otro que de suyo se orienta a mitigat los dolores
mediante
el empleo de fármacos -'-o acaso de otros medios-- de
efectos fundamentalmente calmantes -anestésicos, analgésicos,
anodinos
... -, si bien, en algunos casos, no será posible hallat
alguno perfecto, ideal, que
exclu.ya en absoluto otros efectos, en-. '
titariva o cualitativamente contraindicados para la también ideal
Ortatanasia o «muerte normal».
De ahí aquello de que «el empleo de esos fármacos puede
ser moralmente lícitd».
Por aplicaci6n, sencillamente, de lo que
los moralistas .escolásticos llamaron
el principió «del doble efec­
to» o «del homicidio voluntario indirecto» (29). Pero todo eso
(29) Formulada ya por Santo Tomás de Aquino C:..Summa Theol. 9-.
El Magisterio de la Iglesia Católica lo ha veriido admitiendo invariablemen­
te¡ ·con determinadas condiciones. Co:tno se puede ver en una formulación
más r~ente y pr6xima, la contenida en la' Nota _de la Comisión Episcopal
Española ¡,ara la Doctrina. de la Fe sobre «Eutanasia•, de 15 de abtil de
1986:
.
302
«Para la fe cristiana, la vida humana es un valor fundamental,
pero no
_el bien absoh:1to, que deba ser salvaguardado de forma in­
condicional. Esta
valoración de la vida humana ha ·estado presente
en la tradición moral católica.:. la Iglesia nunca ha admitido lo llamada
eutanasia activa (o positiva) directa, es decir, la acción con la que
se pretende exclusivamente poner fin a la vida de un paciente o
acelerar su muerte. -Tal-práctica es· ·un atentado contra la indisponi­
bilidad de la vida
humana.
Pero la tradición de la Iglesia ha admitido, basándose en el
principio moral del doble efecto, la legitimidad del recurso a cal­
mantes (por ejemplo, ciertos derivados de la morfina); 'aunque su
administración pudiera ocasionar indirectamente
un acortamiento de
la vida (14)». , . . ,· •. , Y. esa nota 14 dice: ·«Periellece al éontenido del 'derecho a mo­
tiOr humanamente' el proporcionar 81 moribundo todos los medios
oportunos
para calmar el dolor, aunque este tipo de terapia com.;
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y. FIGURAS AFINES
no autoriza a excluir este supuesto específico de la sistemática
clasificatoria de la eutanasia.
Como conclusión: entiendo que las denominaciones contra­
posicionales de «directa» e «indirecta» deben prevalecer, como
semánticamente
más ajustadas, sobre las de «agónica» -u «oc­
cisiva», que también he visto en alguna parte empleada-y «le­
nitiva». Me parece que el siguiente texto del profesor Zaragüe­
ta (30) abona esta afirmación:
«La distinción de 'directo' e 'indirecto' viene a ser la
antigua escolástica in recto e in oblicuo. Tiene: a) ante todo,
un sentido
espacial: la línea 'recta' es la única 'directa'»; la
'quebrada'
es 'oblicua'; b) luego causal: el efecto 'directo'
es el 'intentado' por la causa a cuyo lado se dan los efectos
'indirectos' o marginales y ocasionales, que se llaman
tam­
bién 'derivados» del primero. Ello se señala, sobre todo, en
el orden de la 'intención voluntaria', a cuya ejecución
se
producen efectos ni pretendidos ni siquiera previstos ( ... )».
Observación sobre esto último: en la eutanasia, sí que estos
efectos pueden ser, cuando menos, previstos
(ver más adelante,
al tratar de la distanasia).
3.5. Eutanasia, ortotanasia y distanasia.
Como operación previa para fijar las relativas· posiciones que
estos tres capitales conceptos
·guardan entre sí, haremos un bre­
ve análisis semántico de las respectivas voces, sobre la última
edición del Diccionario de la Real Academia Española, de 1984
«Eutanasia (Del gr. eu, bien y Oa.va.,o,, muerte) f.· Med.
Muerte sin sufrimiento físico
y, en sentido estricto, la que
así se provoca voluntariamente».
-----
porte una abreviación de la vida y suma al inoribundo en un estado
de inconsciencia. Sin embargo, no se
-le puede privar al moribundo
de
la posibilidad de asumir su propia muerte, ni de la libertad de
optar por vivir Iúcidamerite aunque con' dblór~s».
(30) Oh. cit., nota 14, voz «Directo».
303
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IESUS VAL1JES Y MENENDEZ VALDES
Hemos aquí enlazado con la tesitura de aquel jornadista -tí­
tulo superior, creo recordar-mencionado en el epígrafe 2, según
el cual la única noción correcta sería la de «buena muerte,
y pun­
to». La Real Academia, en su última definición
-que, como se
puede ver, difiere algo, literalmente, de la recogida por otro de
los actuantes en las
Jornadas-, a partir de una ostensible fide­
lidad al factor etimológico, desarrolla la idea matizándola con la
distinción entre un sentido
amplio de «muerte sin sufrimiento
físico»
y otro restricto de «la que se provoca voluntariamente».
Distinción que a su
vez induce a una concepción de lo que po­
dríamos, denominar eutanasia natural, que se contrapondría a
otra
artificial.
Pero lo cierto es que, en la práctica, lo primero no pasaría de
ser
una hipótesis, un concepto puramente teorético -,mnque
no, desde luego, en absoluto, incorrecto--: porque, en realidad,
a nadie
se les ocurriría, decir que un sujeto «tuvo una magnífica
eutanasia» para expresar que la enfermedad o lesión causante de
su muerte no le produjo sufrimientos físicos. Y sí, en cambio,
es usual decir que a un paciente «le hicieron», o «se mandó
hacer», d «se hizo» la eutanasia, para significar que su muerte
fue provocada o acelerada para evitarle los sufrimientos físicos.
No figuran expresamente en la citada obra
las otras dos vo­
ces, «distanasia» y «ortotanasia»; su uso, de patente actualidad
en la terminología
médica, no ha sido oficialmente reconocido
por la docta Corporación. Pero cabe inducir su significación
in­
directamente, con base en otras que sí aparecen en el propio
Diccionario. Tanto en
la analizada como en las otras dos entra un compo­
nente común, como sufijo: la derivación del griego Oava,o,, Los
variables son, respectivamente:
304
«Dis-2 (Del gr. auo) Prefijo que entra en la composición de
palabras españolas como
Dispepsia, Disnea, etc., con signi­
ficado de imperfección, dificultad
y anomalía».
«Orto (Del gr. ópOóc, recto. Elemento comparativo que sig­
nifica la cualidad de 'recto, directo, correcto, perpendicu­
lar, etc.'».
Fundaci\363n Speiro

LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
Del vocablo «distanasia» he podido encontrar antecedentes en
otros antiguos diccionarios, no oficiales, pero redactados por per­
sonas con autoridad. Así:
«Distanasia: s.f. Med.: muerte lenta y dolorosa, agonía lar­
ga» (31).
Y esta otra variante, tanto más curiosa cuanto que, por lo
que veremos en las respectivas «Notas», da la impresión de desig­
nios correctores,
de réplica dialéctica de la anterior (fijémonos ex­
presamente
en las fechas de las respectivas ediciones):
«Distanacia: s.f. Muerte lenta y dolorosa» (32).
Finalmente:
«Distanasia. (Etm.-Dd pref. gr. dys, denotando dificultad
o mal, y
thánatos, muerte). f. Med. Muerte lenta y dolorosa;
larga
y prolongada, agonía» (33 ).
(31) «Diccionario Enciclopédico de la lengua española, con todas las
voces, frases, refranes y locuciones usadas en España y las Américas espa­
ñolas, en el lenguaje común antiguo ·y moderno; las ciencias, arte y oficios;
las notables de
historia, biografía, mitología, y geografía universal, y todas
las particularidades de las provincias españolas y americanas, por una so­
ciedad de personas especiales en las ciencias y en las artes». Sigue una re­
lación de coautores y otra de revisores especialistas en cada materia, entre
los que
figuran «D. Rafael Martfnez; Doctor en Medicina, Licenciado en
Ciencias Naturales y rejente (sic) en Botánica».
La edición figura a nombre de «Biblioteca ilustrada de Gaspar y Roig»,
y en el pie «Madrid: Imprenta y librería: de Gaspar y Roig, editores, calle
del Príncipe, núm. 4, 1853».
(32) «Diccionario general de la lengua española. El más manejable y
completo/ el más inteligible y sucinto en sus definiciones, y el más uniforme
en ortografia (con arreglo a la de la Academia de la Lengua); contiene todas
las frases y locuciones familiares, ciencias artes y oficios, historia, geografia
y mitologia,
las principiales americanas, y el nombre de todas las ciuda­
des ( ... )». «Por una sociedad de literatos bajo la dirección de D. José Ca­
ballero. Quinta edición, Madrid, 1856. Se hallará en la Administraci6n, calle
de la Aduana, núm. 2, cuarto principal».
(33) Enciclopedia Espasa.
305
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!ESOS VALDES Y MENENDEZ VALDES
Concordancia en griego:
«bia-Oav~<; 2 ( a,,, Oo,¡axro) que muere dos veces» (34 ).
La idea es clara: que padece doblemente, con doble intensi­
dad,
lds sufrimientos de la muerte.
Aquí también, pues, podríamos hablar de una distanasia que
correctamente podemos llamar
natural --de una naturalidad pa­
tológica--, que puede tener lugar, ya por asunción de su estado
por el propio paciente,
ya por tolerante decisión facultativa fun­
dada en razones técnicas y siempre bajo su control; que sería en
sí misma, desde el punto de vista jurídico, irrelevante, si bien
fácilmente podría derivar hacia una eutanasia lenitiva o
indirecta.
Y de otra distanasia artificial o artificiosa, que se dará cuando
por motivaciones no
ya ajenas al factor lenitivo -políticas, por
ejmplo: los casos recientes están en
la mente de todos ... -, sino
con abierta y declarada posposición del mismo, la prolongación
del proceso terminal de una vida humana
se busca de propósito,
se promueve, mediante la aplicación de medios por lo general
técnicamente correctos en
sí mismos y, por ende, eticojurídica­
mente lícitos, pero cuyos efectos
curativos están de antemano des­
car.tados (35), y es más, llegando en ciertos casos a lo que tan gtá­
ficamente se ha venido a llamar «encarnizamiento terapéutico»,
objeto de general
repulsa por parte de moralistas y opinión pú­
blica (36).
(34) Diccionario griego-español ilustrado, por los Profesores del Cole­
gio de Loyola C. Pérez Picón, S. l., F. Ibiricu, S. l. y M. Muguruza, S. l.,
bajé:, la dirección de Rufo Mendizábal, S. I., 5.ª edición, Editorial «Razón
y Fe», S. A., Madrid, 1963,
(35) Cfr. nota 29, al final.
(36) Aunque esta condenación no se pueda admitir en rigurosos térmi­
nos éticos como absoluta: puede ser, excepciona1m:ente, lícita y aun aconse­
jable en determinados casos, como el del moribundo a quien le quedan
«·cuentas por saldar» antes del trance irreversible; ya de orden trascendente
o supratemporal, por imperativos de sus convicciones :religiosas, ya de orden
temporal, como las previsiones sucesorias sobre sus bienes -testamento-­
para prevenir querellas entre sus herederos. Y con la contraexc:epción de
que la
distanasia pueda producir efectos negativos, psicológicos o psicopá­
ticos,
como la desesperación.
306
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
Convergencia de la etimología, la moral y la conciencia social
que ratifica lo que
más atrás, en el epígrafe 3.3, apuntábamos:
que la
distanasia es, objetivamente hablando, la antieutanasia; y
cuando su causa eficiente no es
ya la propia naturaleza, sino el
artificio humano, constituye el extremo vicioso opuesto a la euta­
nasia, entre los cuales
se encuentra el medio virtuoso que algo
más adelante veremos.
Ahora bien: tampoco esto se debe tomar en términos abso­
lutos, sino que procede hacer una distinción, más precisamente
desde
el punto de vista sistemático, subdistinción, de capital
trascendencia para los efectos morales y consiguientemente
lin­
gülsticos.
La que tan magistralmente formula el profesor Higue­
ra
(3 7) en estos términos:
«Porque
se dan dos formas posibles de distanasia dis­
tintas también para una valoración ética a) la distanasia que
emplea todos los medios a su alcance: los más recientes,
los más costosos ;
los más complicados terapéutica y clíni­
camente;
los aún no suficientemente experimentados; los
que clásicamente
se han venido denominando extraordinarios
y .que en la actualidad se designan con mayor acierto, como
desproporcionados, inhabituales
e! no debidos por humani­
dad, por justicia social, conmutativa,
... ; sin ponderar la
proporción entre cantidad
y calidad entre medios emplea­
dos
y los resultados médicos y vitales que se prevé obtener;
b) la distanasia que sólo emplea medios tradicionalmente
conocidos con la denominación de
ordinarios en las concre­
tas circunstancias de progreso y que ahora se designan como
proporcionales, habituales o debidos por humanidad, justi­
cia social, conmutativa, etc., con ponderada atenci6n a los
resultados cuantitativos y caulitativos previsibles, tanto mé­
dicos como vitales».
Dos tipos, pues, de distanasia, sustancialmente diferentes
des­
de el punto de vista ético. La una, razonable, justificada en fun­
ción de cada momento del progreso científico ; aconsejable
y aun
hasta obligada en algún caso, en función también de las circuns-
(37) Ob. cit., nota 1, pág. 390.
307
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JESUS VA.LDES Y MENENDEZ VALDES
tancias., esto: es, en relación con las consideraciones que más atrás
hadamos sobre el concepto de « buena muerte». La otra distur­
badora, desorbitada en cuanto abusiva de los medios disponibles,
temeraria
y hasta despiadada ... Que reclaman las respectivas ex­
pres1ones terminológicas.
¿Cuáles serían
los calificativos más apropiados para cada una
de ellas? Creo que los de
discreta y arbitraria.
Honradamente tengo que decir que no me acaban de satisfa­
cer. Pero es que de entre cuantas figuras, de la eutanasia
y afines,
llevamos estudiadas, la que bate todas las marcas de proclividad
a los equívocos, ambigüedades, imprecisiones
y paradojas, es sin
duda esta de la distanasia.
Contemplemos unos cuantos supuestos
de auténtico intrin­
camiento técnico, de inevitables derivaciones sobre lo conceptual
y consiguientes proyecciones semánticas.
Uno. ¿ C6mo delimitar esta figura que se acaba de trazar, de
la distanasia
discreta frente a aquella otra, tratada en el epígra­
fe 3 .1, del empleo de medios terapéuticos ordinarios o pro por­
cionales, cuya omisi6n sería, como allí vimos, constitutiva de la
figura de la eutanasia pasiva? ¿No parece algo así como la misma
vuelta al revés es decir, según se mire desde arriba o desde abajo?
Otro. La diferencia entre la eutanasia directa y la indirecta es
de carácter
operativo (38) y, por ende, teleol6gico, de adecuación
de unos
medios -farmacológicos, quirúrgicos ... - a unos fines
tan dispares estos entre sí como son el letal y el lenitivo. En con­
secuencia, entre estos medios
se da también una clara diferen­
cia: los unos de efecto puramente letal, en tanto que
los otros
tienen un
doble efecto, el primario lenitivo y el secundario, o en
(38) «Lo 'operativo' se opone a lo 'entitativo' como lo 'dinámico' a lo
'estático', o como el 'hacer' d 'ser'; entre ellos se sitúa el 'poder hacer'.
Los seres materiales tienen un 'contenido' entitativo -cantidad y modali­
dades físicas-con su dinamismo operativo ( ... ). En el orden operativo,
humano y social, se distinguen específicamente operaciones como las mate­
máticas, las quirúrgicas, las bursátiles, las militares. Es axioma escolástico
el de que 'lo operativo' sigue la condici6n de lo entitativo: operari sequitur
esse».
(ZARAGÜETA, oh. cit., nota 14, voz «Operativo»).
308
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
cierta medida, letal. Una medida limitativa del empleo de los últi­
mos, puesto que, si
la excedemos, el efecto letal devendrá preva­
lente sobre
el lenitivo, con lo que se operará una transposición
de fines:
la eutanasia indirecta se habrá transformado en directa.
La situación, pues, se transporta al ámbito de lo cuantitativo.
Planteadas así las cosas, ¿qué hacer si llegase un momento en que
la dosis del fármaco
-o la intensidad del tratanúento-- que se
estuviese aplicando resultase ya insuficiente para el fin lenitivo
perseguido, y su incremento abocase a convertir la eutanasia in­
directa en directa?: sustituirlo por Otro, si lo hay ... ; y, si no lo
hay, abstenerse de incrementarlo, con la inevitable consecuencia
de quedar
el paciente sometido a sufrimientos difícilmente sopor­
tables. Y vamos
ya a donde queríamos con todas las precedentes re­
flexiones; a la cuestión terminológica. ¿Cómo calificar la situación
descrita? ¿De
distanasia pasiva o por omisión?, ¿o más bien -y
por ello me inclino-de distanasia natural inevitable, ya que, por
imperativo ético,
es imposible de superar?
Otro más. El caso especialísimo, pero real y cada vez más
frecueotemeote en la práctica, de la prolongación forzada o ar­
tificiosa de la vida de un paciente en expectativa de trasplante de
un órgano vital, hasta que se encuentre el adecuado a sus· cir­
cunstancias. De la tesitura justificante de esta actuación podríamos
decir algo así como aquello de
la botella de vino que, según el ta,
!ante, optimista o pesimista, del que la contempla, estará «me­
dio llena» o «medio vacía». Es una situación de incertidumbre,
ciertameote
esperanzada, porque de no haber probabilidades ra­
zonables de éxito, no se hubiera planeado el trasplante; pero
todo pende, en definitiva, de que se llegue a disponer o no, y en
su momeoto oportuno, del órgano adecuado;
es decir, de un
evento. De manera que, según que ello se consiga o no, habrá
que calificar el proceso, objetivamente, como de vida o de muer­
te.
Y, en consecuencia, el pronóstico como de reservado (39).
(39) «Pron6stico ( ... ). Acci6n y efecto de pronosticar ( ... ) // reserv'1-
do Med. El que se reserva el médico, a causa de las contingencias que
prevé
en los efectos de una lesión».
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Fundaci\363n Speiro

JESUS VALDES Y.MENENDEZ VALDES
¿Cómo calificar semejante situación? Los medios que se estarán
empleando son típicamente
distanásicos, es decir, los idóneos
para prolongar artificialmente
un proceso terminal. Ahora bien,
que en este caso no lo
es en su propio y estricto sentido, porque
carece de la nota de irreversibilidad. De manera que, atendido el
fin perseguido, de posibilitar una resolución quirúrgica, la actua­
ción no
se puede calificar en absoluto de distanasia.
Puesto a proponer términos para designar esta actuación,
entiendo que pueden ser los de
distanasia formal, o instrumental,
o en sentido impropio.
Y sólo nos queda ya por fijar el concepto de ortotanasia.
Empecemos por profundizar lo posible en la significación de
aquel prefijo
«orto» según el DRA, antes transcrito, a partir de
su etimología griega, en
orden a determinar. cuál es la idea fun­
damental que expresa.
Tres vocablos
encontramos en el Diccionario antes mencio­
nado (40).
Un adjetivo: «opOó,;
Un verbo: « opOóm,
recto».
1 derecho, recto 2 sincero, justo ( ... )».
(
óp Oó, ) 1 levantar, endérezar ser justo,
Un
adverbio: «opO&,;, adv. (opOó,) rectamente con justicia».
Lo deja bien claro: idea fundamental de ¡usticia-rectitud.
Conformidad a un orden normativo, que no puede ser otro que
el peculiar y privativo de la condición de persona.
Se resuelve
en el clásico concepto metafísico de «naturaleza humana» de
la
filosofía aristotélico-tomista.
Recordemos aquella concepción de
la ortotaoasia de Rodríguez
Molinero, asumida por Monge (
41 ). «Normal» en su acepción
primigenia, es «conforme a norma». Vamos a parar
al in medio
virtus
de los moralistas: el término medio virtuoso entre dos ex­
tremos viciosos.
Pero, normal, ¿desde qué perspectiva?; porque dentro del
orden natural
general o total se integran diversos órdenes partí-
(40) Cfr. nota 34.
(41) Cfr. nota 42.
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LA EUTANASIA: SUS MODALIDADES Y FIGURAS AFINES
culares, a cada uno de los cuales corresponde una peculiar: antro­
pológica, sociológica, económica, biológica, médica
... , ética. En
la práctica totalidad de los casos podremos constatar todos esos
diversos aspectos ; de manera que
la determinación de la norma­
lidad de cada caso concreto será función de la coordinación ar­
mónica y ponderada de cada uno de ellos atendida la jerarquía de
valores. Ahora bien: esta operación admite tantos puntos de
partida como aspectos; de manera que cada uno tomará como tal
el correspondiente a su cometido, a su quehacer.
Que para nuestro objeto
de la precisión terminológico-jurí­
dica será el aspecto
médico. Con lo que nos encontramos ante
uno de los llamados «conceptos jurídicos indeterminados», ante
una «norma en blanco», un espacio que hay que rellenar,
ya con
otra norma del ordenamiento jurídico, ya de otra ciencia,
es decir,
a un concepto metajurídico.
En nuestro caso, el concepto de < malidad» que de la muerte nos suministra la Medicina (42).
Y «muerte normal» para la Medicina será la que
se produce
en su momento oportuno, de acuerdo con las indicaciones del
cuadro clinico del moribundo.
Desde esta perspectiva, la
ortotanasia se nos presenta como
el punto medio virtuoso de la culminación o resolución del
pro­
ceso terminal, sin manipulaciones, equidistante de los extremos
de su
abreviación o su prolongación artificiales; viciosas, en cuanto
forzadas, violentas, en definitiva, pugnantes
--como tantas veces
se ha dicho--con la esencia misma de la Medicina, ciencia de la
salvaguardia de la salud y arte de curar la enfermedad. El uno,
la
eutanasia directa porque no es, en puridad, más que la occisión
como terapia; una clara: contradicción en los términos, porque
«terapia» o «terapéutica» es -DRA-la «parte de la Medicina
que trata de la curación de las enfermedades», y aquí
la curación
brilla por su ausencia. Y el otro, la distanasia que, si bien es
cierto que consiste en la aplicación de medios terapéuticos, de
(42) «La muerte del hombre -de cada hombre-tiene su hora bioló­
gica, su hora natural y providencial»-. (HIGUERA, oh. cít., nota 1, pág. 391).
Concuerda con aquel concepto de «muerte normal» de MONGE.
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I.ESUS VALDES. :Y MENENDEZ VALD~S
suyo correctos, no lo es menos que lo son de una manera teleo­
l6gicamente distorsiva
como tendente a mantener una vida en
precario y, ·por añadiduda, sn escatimar sufrimientos, más o me­
directamente ptovocados y, por regla general -salvo casos muy
excepcionales-- estériles,
o. incluso contraproducentes desde el
punto de vista jutídico.
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