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Número 333-334

Serie XXXIV

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Romano Amerio: Iota unum. Estudio sobre las transformaciones de la Iglesia Católica en el siglo XX

INFORMA.CION BIBUOGRA.FIC.A..
rezuma cariño y comprensión hacia el fenómeno estudiado. Sine
ira et studio, no excluye en cambio una cierta pasión por la ver­
dad, en ningún caso incompatible con
la ciencia, y que aletea aquí
y allá por entre los intersticios
del aparato crítico y de la asepsia
narrativa. Es un libro, también, sereno y reflexivo .. Al leerlo se
adivina que ha sido madurado a lo largo no de meses, sino de
años, y que ha ganado con su paso por la barrica. Con todo, no
deja
de sorprender a veces la ausencia de alguna bibliografía, no
en las fuentes primarias, pero sí en las secundarias,
así como -tal
es la frescura que traspira-alguna ingenuidad expositiva.
Quienes
apreciamos desde hace años a la doctora Wilhelmsen,
perteneciente a una
familia de intelectuales hondamente arraigada
en España, que ha venido a constituir para ellos una suerte de
patria espiritual -me resulta imposible no mencionar a su padre
mi gran y admirado amigd el fil6sofo Frederick D. Wilhelmsen-,
sólo podemos desear a su libro una rápida difusión y continuación.
MIGUEL AYUSO.
Romano Amerio: IOTA UNUM. ESTUDIO SOBRE LAS
TRANSFORMACIONES
DE LA IGLESIA CATOLICA
EN EL SIGLO XX (*)
Veinte años de labor -desde el Concilio hasta 1985 en que
se edita-se condensan en esta monumental obra de Romano
Amerio. Hoy disponemos de ella en castellano,
gracias a los des­
velos y a la cuidadosa traducción de Carmelo López-Arias Mon­
tenegrd.
El libro, con sus más de 500 páginas, constituye, en su con­
junto, un impresionante diagnóstico de la evidente crisis por la
que atraviesa la Iglesia actual. Es tanto más impresionante y
desazonador por cuanto rehúye casi meticulosamente cualquier
género de lamentación,
de reconvención d interpelación retórica,
para ofrecer sólo un frío análisis de un enorme acopio de textos,
principalmente postconciliares, y contrastarlos con la enseñanza
tradicional de
la Iglesia. No favorece explícitamente ninguna co­
rriente, ni tiene por finalidad destruir en especial alguna tendencia
particular. No juzga ni critica a personas, sino doctrinas y actos.
Las conclusiones parecen dejarse para el lector desolado que no
puede dejar de exclamar a solas: ¡cómo es pdsible!
(*) López-Arias C. (trad.), Salamanca, 1995.
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INFORMA.CION BIBLIOGRAFICA
Los primeros capítulos del libro están dedicados a la historia
del Concilio. Es
cosa bien conocida cómo el Sínodo Romano I de
1960, con el que Juan XXIII pretendía encauzar la gran asamblea
hacia una restauración de la disciplina en los eclesiásticos ; cómo
la encíclica Veterum sapientia, fundamentalmente dedicada a afir­
mar
la continuidad de los principios de la Iglesia; c6mo los tra­
bajos preparatorios realizados durante tres años,
cómo todo ello
fue rechazado desde
la primera sesión, haciendo de la reunión un
atípico
concilie, autogenético. Esto ya fue, por ejemplo, magnífi­
camente contado por Ralph M. Wiltgen en The Rhin flows into
the Tiber. Pero el modo de contarlo es diferente. Amerio hace
hincapié no tanto en los hechos cuanto en los documentos de todo
el Concilio, que Monseñor Jelmini, miembro de
la comisión cen­
tral preparatoria, sometió a su .consideración.
Luego Amerio dedica sendos capítulos al postconcilio y a las
actuaciones de
Su Santidad Pablo VI en esa época. Al Concilio
siguió no una etapa
de aplicación sino de interpretación, donde los
amantes de la novedad recurrieron a las nociones de «lectura»,
«código de intetpretación» y «profundización», para aceptar toda
clase
de arbitrariedades en nombre del Concilio. Las ambigüeda­
des que éste contenía, a
falta de una interpretación auténtica
conforme a
la tradición, fueron aprovechadas por los modernistas
para atenerse a un supuesto espíritu conciliar, con la intención
de superar su letra.
Los análisis de Amerio sobre los sofismas lingüísticos a que
recurrieron los prelados y doctores modernistas en sus
intetpre­
taciones, son de enorme agudeza. Por ejemplo, el uso de las par­
tículas adversativas para ocultar una verdad tras otra afirmación
y luego desentenderse de
la primera. Así un grupo del Sínodo de
Obispos de 1980 dice: «El: sínodo se adhiere sin resetvas a la
Humanae vitae, pero haría falta superar la dicotomía entre la
rigidez de
la ley y la ductilidad. pastoral» o, para atemperar la
clausura de las religiosas la Unión
de los Superiores de Francia,
dice que «debe mantenerse la clausura pero adaptándola a las
condiciones de tiempo y lugar». Otra técnica para introducir nue­
vas doctrinas consiste en emplear expresiones confusas como si
se tratara de algo sólido e incuestionable. Buen ejemplo de este
método, que Amerio denomina
«circiterismo», es la frase de Mon­
señor Franceschi según la cual «el problema verdadero es inventar
el presente
y encontrar en él vías de desarrollo de un futuro que
sea del hombre». Carece de sentido la expresión «inventar el pre­
sente», pero con esta locución
el prelado pretende hacer digerible
la idea de una mutación radical de
los fundamentos de la Iglesia.
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INFDRMACION BIBLIOGRAFICA
El capitulo donde se examinan las respuestas del Sumo Pon­
tífice ante
los tremendos abusos doctrinales y disciplinarios del
postconcilio puede
resumirse en esta frase de Amerio: «el ojo ve
la herida
y el error, pero la mano no se acerca al mal para com­
batirlo». Pablo VI manifiesta numerosas veces su perplejidad, su
preocupación
y amargura por los errores y faltas de disciplina . que
halla en el seno mismo de
la Iglesia, como ocurrió con las repeti­
das críticas por parte de prelados y asambleas a la H umanae vitae,
o cuando los obispos holandeses llegaron al cisma votando en su
noventa y cinco por ciento
la · abolición del celibato sacerdotal,
la ordenación de mujeres y puso en duda la autoridad del pontí­
fice cuando no
se ejerce colegialmente. Las más famosas, pero en
modo
alguuo las únicas, de estas lamentaciones papales se hallan
en los discursos de Pablo
VI en septiembre de 1974, donde llega
a hablar de la «autodemolición» de la Iglesia. Y, a pesar de esta
clarividencia, los papas del postconcilio han abandonado el ejer­
cicio de la función preceptiva y
¡,unitiva, unida al poder jerárqui­
co, pues hacen coincidir caridad y tolerancia en
detrimento del
bien de
la comunidad eclesiástica. En el fondo late, como indica
Amerio, una novedad que
ya se perfiló en la visión optimista del
mundo moderno que
inspiró al Concilio: el error contiene en sí
mismo
el principio de su propia enmienda; basta dejar que se de­
sarrolle para que llegue a ella. De ahí que, junto a las expresio­
nes
catastrofistas de Pablo VI, se hallen otras de un optimismo
irreal sobre «la grandísima sintonía de toda
la Iglesia con su su­
premo Pastor».
Amerio, con todo, no da un solo paso
más allá de lo que los
textos evidencian: «Conviene en todo caso dejar claro que la
desistencia de la autoridad no supone en Pablo VI el abandono
de los principios dogmáticos, que
él afirmó con gran fuerza en las
grandes encíclicas doctrinales» (pág.
114); ·
A estos primeros capítulos de carácter general, siguen treinta
y cuatro más, donde el autor examina otros tantos aspectos de
la crisis. La Iglesia y la mujer, los movimientos sociales
y la
Iglesia, la crisis del sacerdocio, la ley natural; el aborto, el suici­
dio, la pena de muerte, la guerra, la democracia en
la Iglesia, el
ecumenismo, la liturgia, los sacramentos y la escatología son al­
gunos de los temas tratados en esos capítulos que constituyen el
grueso de la obra. ·
Para cada una de las cuestiones Amerio ofrece, por un lado,
abundantes ejemplos de desviaciones docttinales y, por otro, de
rectificaciones v amonestaciones contrarias a aquéllas. Siempre se
atiene al criterio metodológico de no citar más que textos conci-
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
liares, alocuciones papales, declaraciones de cardenales y obispos,
pronunciamientos de Conferencias episcopales
y artículos del
L'Osservatore Romano. Sobre. este material discierne constante­
mente lo que se atiene a la ortodoxia católica
de lo que se aparta
de ella, señala con gran agudeza la diferencia en los principios
de
donde surge la disensión y muestra los paralogismos que han con­
ducido
al error o sirven para hacerlo más aceptable. Tomemos
como ejemplo el capitulo dedicado a la Catequesis.
Una serie de frases
-rimbombantes y oscuras-- pronunciadas
por diversas autoridades eclesiásticas, abren el capitulo. Unas va­
loran en la catequesis sobre todo la creatividad, otras la toma de
conciencia social, arras
la apertura pluralista y finalmente otras
ponen el acento en las experiencias del alumno como fuente de
«validez». Amerio va señalando
el error que cada una de estas
comete: la catequesis «debe promover la creatividad» dice el obis­
po de Zaragoza (Sínodo
de 1977); la creatividad es un absurdo,
señala Amerio, sobre todo si se refiere
al fin del hombre, que el
hombre no se da a sí mismo; la catequesis «debe conducir a la
experiencia de Cristo» dice
otro; esto es misticismo y, además, la
catequesis es conocimiento, no experiencia, contesta Amerio etc ...
Todas estos errores se unifican en los principios que los alum­
bran: todos ellos se reducen a la idea postconciliar de que el hom­
bre
es autónomo y autocreador, de modo que la aprehensión de
la verdad, que se enseña
y transmite, debe convertirse en búsqueda
y la catequesis· en autoeducación. De ello se sigue, de una parte,
la valoración positiva del pluralismo
y la confrontación de opinio­
nes qne eventualmente pueden «integtarse»
y, de otra, el rechazo
de «las definiciones completas, estrictas, ortodoxas, porque
po­
drían conducir a una forma aristocrática e involutiva» (P. Arrupe)
y el rechazo de la memorización.
Al abandono de los
principios de la pedagogía cristiana, pro­
sigue Amerio, acompaña el abandono de la certeza de la
fe, ma­
nifiesta en la multitud de catecismos heterodoxos, nacidos incluso
de asambleas episcopales. Tristes ejemplos son
el Catecismo ho­
landés
y Pierres vivantes ( catecismo, publicado sin autorización
de la Santa Sede, e impuesto por la Conferencia Episcopal para
toda Francia con exclusión de cualquier otro), donde se omite la
creación; el dogma
de la inmaculada concepción y el parto virgi­
nal, y la ascensión se convierte en «una imagen para decir que Él
está en la alegtfa del Padre».
Amerio no olvida citar las llamadas
ál orden por parte del
Papa Juan Pablo
II que, en la exhortación apostólica de 1979,
opone a la catequesis como guia en
1a experienciá existencial de
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
lo divino, la catequesis como enseñanza de la doctrina cristiana
para conocer mejor a Dios. También expone repetidamente la
cen­
sura que el cardenal Ratzinger hizo del catecismo francés. En ella
contrapone la inmutabilidad del dogma al historicismo de
Pierres
vivantes, y destaca el fin ptimordialmente intelectual de la ense­
ñanza del catecismo, que s6lo indirectamente
se convierten en
práctica vital. El catdenal habla en su conferencia de «miseria de
la nueva catequesis»
y de «descomposici6n» y, sin embatgo, los
obispos franceses obtuvieron
de él, muy poco después, una retrac­
taci6n que les permiti6 hablar de «acuerdo en todos los puntos».
Este nuevo ejemplo de abandono
de la autoridad, concluye el
autor, no invalida en absoluto «el valor te6rico y doctrinal» del
documento de Ratzinger.
La obra de Amerio tiene tanto contenido doctrinal y está tan
sabiamente ordenada que puede usarse como libro
de consulta:
viene a ser una especie de Suma contra errores modernorum, ex­
traordinariamente útil para desentrañat, en cada asunto, los enga­
ños que oculta la extraña fraseología del progresismo religioso
actual.
JosÉ
MIGUEL GAMBRA.
Angel Maestro: LA CORTE DE LOS MILAGROS.
¿EXISTE AUN
ESPA:l' Angel Maestro es hombre de muy diversos saberes. Doctor
en Ciencias Políticas
y periodista, los amigos de la Ciudad Cat6li­
ca tienen sobradas muestras de su conocimientos sobre la URSS
y el marxismo por sus ponencias en nuestros Congresos y sus ar­
úculos en Verbo. Cred no exagerar si afirmo que es el máximo
sovíet6logo y kremlin6logo de España.
Pero
sus curiosidades y su competencia se extienden a otros
muchos campos. En el complejo mundo de la Economía,
y en es­
pecial del Seguro, tiene más que acreditada su autoridad. Y es
también uno de los ptimeros conocedores del ferrocarril y su his­
toria en nuestra patria, especialmente de las
locomotoras de vapor.
Pues persona dedicada a tan diversos campos
nos sorprende
ahora con una pequeña obra que
es una perspectiva sociol6gica
del
mundci que nos rodea, que resulta retratado magistralmente.
De facilísima lectura, la política, la juventud, las modas, los
(*) Ediciones. Barbarroja, Madrid, 1994, 103 págs.
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