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Número 333-334

Serie XXXIV

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Proyección sociopolítica de los Congresos Católicos en España (1889-1908) (I)

PROYECCION SOCIOPOLITICA DE LOS CONGRESOS
CATOLICOS
EN ESPAlli'A (1889-1908) (1)
POR
JOSÉ FERMÍN GARRALDA AluZCUN
SUMARIO: l. EL MOVIMIENTP SOCIAL c;ATÓJ.ICO EN EL MAR-CO EUROPEO,,......
2. HISTORIA DE LOS CONGRESOS CATÓLICOS NACIONALES. EN-EsPAÑA
(1889-1902).-3. EL CONGRESO DE BURGOS y LA UNIDAD CATÓLICA
(1899).-4. SEGUNDA AsAMBI.EA NACIONAL DE u ÍlUENA l'RENSÁ (Zara­
goza, 1908).-5. CONCLUSIÓN.
El planteamiento y desarrollo de este tema tiene un carácter
hist6rico. Aunque
se encuentra enmarcado en e1 panoraroa europeo,
se centra
principali:nente en España. .
La utilidad de este trabajo puede ser doble, pues ad_emás del
valor
que encierta el conOCÍIDiento del pasado, la ,historia pue<;le
considerarse como maestra de la vida aunque el transcurso del
tiempo
modifique las circunstancias. Así, es un hecho constatable
que una
.de las. grandes diferencias existentes entre las actuaciones
de
los católicos de ayer y los de hoy resida en que los primeros
se planteaban los problemas y. resolvían con un espíritu cat6lico,
mientras que, en nuestros, días,
tras la aceptaci6n del espíritu de
dos siglos vencidos
por la Revoluci6n liberal y socialista, es fre­
cuente pretender resolver, las dificultades en un sentido racionalista
y naturalista,
es decir, secularizador. Algunos alegarán un cambio
o mutación doctrinal, o bien una estrategia malminorista o posi­
bilista de carácter práctico. Aparte de la conveniencia o no de esta
última, habrá quien afirmare
la necesidad de sacrificar posiciones
doctrioales como si estas dependiesen de la voluntad o del ioterés.
Verbo, núm. 333-334 (1995), 343-374 343
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JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
Socialmente es evidente la existencia de cambios profundos
según las épocas. Pero también hay ciertas constantes que, a pesar
del paso del tiempo, son el hilo conductor de los acontecimientos
otorgándoles cierta homogeneidad. Por ejemplo, sabemos que la
forma de pensar y de ser de «la España
de 19 31 seguía siendo
distinta
y la misma que en 1868 ( ... ) las mentalidades de 1868
subsisten de forma insolayable en 1931 (
... ) (aunque) en el entre­
acto se realizan dos transformaciones principales: primero, que
hay
más hombres que piensan de manera distinta y aun contraria
y, segundo, que progresivamente éstos
y aquéllos van animándose
a
dar fe pública de su postura» ( 1 ). De cualquier manera, sean
los cambios que fuesen
-en general menor de los que algunos
evolucionistas.
creen-la bondad moral de los actos humanos es
una realidad objetiva y no s6lo una constatación sociol6gica.
La historia de la Iglesia en
España· no puede separarse de la
Iglesia universal
-en este caso en Europa-, ni de las circuns­
tancias específicas de este
país. Los Congresos Cat61icos españo­
les continuaron
el posicionamiento doctrinal, talante y estrategia
de la iglesia española frente a los diferentes grados de liberalismo.
Dichos Congresos
se prolongarán en las Asambleas de la Buena
Prensa (Sevilla
y Zaragoza) y en otras grandes reuniones de ca­
rácter nacional, haciendo cada vez más hincapié en la profundi­
zación de los instrumentos prácticos
más urgentes, por ejemplo
el periodismo. La Segunda Asamblea de la Buena Prensa mantuvo
el espíritu, doctrina y talante
de los Congresos anteriores e incidi6
particularmente en la labor periodística.
Si antiliberales y antihi­
potéticos fueron dichos
Congresos, también lo serán la& Asam­
bleas de la Buena Prensa. En todas estas grandes reuniones los
católicos antiliberales de diferentes tendencias políticas
se agru­
paron y organizaron en una labor apost61ica común
-eclesial;
social, periodística, institucional y también política, concretamente
(1) ANDRÉS-GALLEGO, José: en Historia General de España y América,
Madrid, Ed. Rialp, 1982, tomo XVI-1: Revoluci6n y Restauración (1868-
1931),
788 págs. «Sobre las formas de pensar y de ser», págs. 283-382,
«Iglesia», págs. 679-755. Vid. pág. 380.
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PROYECCION SOCIOPOLITICA DE LOS CONGRESOS CAT_OLICOS
por la Unidad Católica y frente a las denominadas libertades libe­
rales o de
perdición-para frenar y «ganar la partida» a la re­
volución liberal secularizadora.
l. EL MOVIMIENTO SOCIAL CATÓLICO EN EL MARCO EUROPEO
1.1. Catolicismo político y socúú: dos caras de la ,misma mo­
neda.
Desde 1870 los católicos del viejo mundo bullían en actividad
e iniciativas de naturaleza social
· y organizativa, más todavía que
política, a pesar del triunfo de la revolución
socio-política liberal
y del empuje socialista y anarquista.
En
algunos países el liberalismo había derrotado políticamen­
te a los católicos. Sin embargo
éstos no estaban vencidos. La
lucha política persistió y a veces fue vigorosa. Las posiciones de
los católicos europeos, hasta entonces en defensiva, se fortalecie­
ron al ocuparse natural
y decididamente de la importante cuestión
social en sus difetentes
petfiles laborales, organizativos, asisten­
ciales, educativos, etc. No en vano, la encíclica Rerum Novarum
de León XIII fue el culminat de una larga tradición social así
como
el relanzamiento del vasto movimiento social católico.
En Eutopa la novedad del momento 'fué el potente desarrollo
del catolicismo social. El peligro, que aunque no
se pudo entrevet
en el hozizonte después se
hatá realidad, será la sustitución del
catolicismo político por
el catolicismo social en aquellos países
donde el libetalismo había triunfado en la política (v. gr.,
Bélgi­
ca, Francia, Inglaterra, Portugal, etc.). Sin embatgo, en España
e Italia no
se realizó dicha sustitución sino que a la atgumenta­
ción política
se le añadió la argumentación y lucha social. ¿Por
qué?
En España el catolicismo político persistió durante mucho
tiempo
y ttlalltuvo su fuerza en buena patte por encatnatse en el
Catlismo, vertebrado éste en tomo a una Dinastía_ Sin una. Di­
nastía
y sin una sociedad tradicional no hubieta existido el Cat-
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!OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
lismo que, durante mucho tiempo y hasta la aparición del inte­
grismo en 1888
y otras tendencias menores, fue el único movi­
miento contrarrevolucionario -también fue reformista-que
hubo en España.
La defensa de una política católica en España,
que partió del respeto de la legítima autonomía de las realidades
temporales,
fue un hecho mayoritario, con más o menos altiba­
jos, hasta avanzado
el siglo XX. Nada de ello impidió la existencia
del catolicismo social sino. que
lo estimuló. Pioneras de este úl.
timo fueron aquel entramado de sociedades donde cuajó y se
desarrolló el carlismo y posteriormente también otros movimien­
tos no revolucionarios. Sólo mucho
más tarde el catolicismo social
se fue desvinculando del catolicismo político.
La primera conse­
cuencia de esta desvinculación fue
...,,.creo-la pérdida de eficacia
del propio catolicismo social, su nula trascendencia política,
y
su utilización por ciertos movimientos políticos oportunistas.
Es en Italia donde
la cuestión romana -lo mismo que en
España una
Dinastía-inmunizó .a los católicos frente al libera­
lismo,. y constituyó el núcleo de la resistencia política católica
frente al mismo. No en vano los católicos tenían prohibido, por
decisión pontificia, participar en
la política del Estado liberal y
carcelero del Sumo Pontífice.
1.2. Organización de ws movimientos católicos.
· En Europa se desarollaron importantes Congresos católicos
sobre la cuestión social a fines del siglo xrx. Dan
ejemplo de ello
Alemania, Bélgica (1886, 1890
... ), Francia, Italia, etc. Estos
Congresos «tuvieron un carácter interdisciplinar, doctrinal y
or­
ganizativo, quizás defensivo ( ... ). Tanto en los Congresos como
en las Ligas católicas
y las Semanas Sociales se entrecruzan los
aspectos religioso, político
y social» (2).
(2) GARRALD, ARXZCUN, José Fermln: «La Rerum Novarum en Europa
y en España», Madrid, Ed. Speiro, Rev. Verbo, núm. 297-298 «may0-0ctu­
bre 1991), págs. 887-902, y concretamente págs. 894-5.
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PROYECCION SOCIOPOLITICA DE LOS CONGRESOS CATOLICOS
Los Congresos, organizados por clérigos y laicos, son una
gran prueba de la vitalidad del catolicismo social en la complica­
da Europa de entonces. En España esta vitalidad también
se ex­
tiende al catolicismo político. Es más, dichos Congresos tuvieron
en la península un carácter más político que en el resto de Europa
--especialmente el Congreso de Burgos (1899)-, e incluso más
profundamente antiliberal, debido a la mayor resistencia de los
españoles a la Revolución triunfante.
Los Congresos, Asambleas, Sociedades, Ligas, Sindicatos, etc.,
tuvieron un carácter exclusivamente católico) pues· lo ·que estaba
en juego eta la libertad y existencia de la religión católica y de
una sociedad vulnerada por las nuevas instituciones liberales. Los
católicos fortalecieron su unidad formando Asociaciones.
y Con­
gresos
«confesionales». Sin embargo, en tiempos de San Pío X
comenzó a plantearse en centroeuropa
el tema de la necesidad y
aun conveniencia de la confesionalidad católica de aquellas
asocia­
ciones formadas por católicos, resolviéndose en general y por el
momento a favor de esta última.
Este aspecto merece una aclaración que creemos importante.
En este momento la confesionalidad católica del asociacionismo
-de las instituciones naturales y con más razón la de los poderes
civiles--
se concebía en un doble sentido, uno esencial y otro
circunstancial. Significaba
el «reinado social de Jesucristo» y eta
expresión de la
«civilli:ación eatóliea a reinstaurar», pero también
-Y con un carácter práctico y circunstancial-la dependencia
clerical-laical de ciertas -no todas-asociaciones formadas por
los católicos. Ambos aspectos eran diferentes e independientes,
aunque de hecho coincidieron en su momento.
La soberanía so­
cial de Jesucristo en las sociedades y sobre todo los Estados era
una realidad teológica
esencial (Quas Primas del fururo Pío XI),
y una necesidad de urgencia por la que se debía luchar para su
triunfo práctico
mientras se pudiese. El segundo aspecto era cir­
cunstancial, comprendiéndose la relativa dependencia clerical de
unas asociaciones laicales
y el carácter mixto -clericalclaical­
de otras, debido a que el objetivo de las Asambleas, Congresos,
Juntas, etc. -no ya de los Sindicatos y otras iniciativas tetnpora-
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JOSE FERMIN GARRALDA A.RIZCUN
les-,--era principalmente espiritual y religioso. A esto se le lla­
maba clericalismo. Dicha dependencia era muy estrecha en ese
momento, pudiendo ser paulatinamente menor con el cambio de
circunstancias.
El anriclericalismo suponía vulnerar la libertad y propiedad
de la Iglesia, querer erradicar su influencia en
la sociedad, recha­
zar las asociaciones y trabajos clericales así como las iniciativas
núxtas o clericales-laicales. En un sentido general, anticlericalismo
significaba secularización y, ésta, descristianización. No se consi­
deraba anticlericalismo
al hecho de defender la separación de los
clérigos respecto a cualquier asunto .exclusivamente temporal,
-por
ejemplo la fundación de Montes Píos, cooperativas, etc.
Un clericalismo como
el citado tenía un carácter circunstancial­
No siempre significaba la presencia de la Iglesia en asuntos ex­
clusivamente temporales, por ejemplo cuando no pocas veces los
clérigos
se convertían. en el alma de instituciones sociales y .be,.
néficas ante la falta de iniciativa de los diferentes agentes socia­
les. También había presencia clerical, ésta plenamente justificada
en la misión de la iglesia, en
la cooperación económica dispensada
por los prelados y Ordenes religiosas en España a los proyectos
acordados por
la segunda Asamblea Nacional de la Buena Prensa
· celebrada en Zaragoza en 1908, y cuando dicha Asamblea puso
de manifiesto que
la estructura eclesial era uno de los soportes de
la organización de una actividad clerical-laica!. Así, en Zaragoza
los católicos
se propusieron organizar asambleas de la buena
prensa de ámbito nacíonal, regional, diocesana
-y de arciprestazgo
(1908 conclusiones, seccíón
l.ª, tema VII).
Laicos y eclesiásticos actuaban
al unisono y sobre la mismas
materias con el único objetivo de mantener o recobrar la libertad
y los derechos de
la Iglesia, y de extender el fermento evangélico
en todos
los aspectos de la sociedad. Esto no conllevaba confu­
sión de jurisdicción ni institucional. Sólo reflejaba que los católi­
cos en cuanto tales hicíeron un frente común agrupándose en tomo
a
sus obispos y el Sumo Pontífice. Su inicíativa, organización y
actividad tuvo un carácter
clerical-Liical. Ello no era --creemos--,-­
ni mejor ni peor que la posibilidad de potenciar el aspecto laica]
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PROYECCION SOCIOPOLITICA DI! LOS CONGRESOS CATOLICOS
-la libertad de los laicos cristianos-, pues ambas posibilidades
emanan de las circunstancias. L6gicamente, ello no impedía a los
católicos laicos tener unas instituciones exclusivamente laicales,
y defender diversos puntos de vista y opciones políticas -entre
las admisibles para un católico-- en materias temporales. Los ca­
tólicos laicos -seglares-optaron por la unidad en · lo esencial,
manteniendo la diversidad
-fuera de los Congresos y Asam­
bleas-en lo opcional político conforme a las instrucciones de la
encíclica
Cum multa de León XIII.
Desde un punto de vista positivo, los Congresos celebrados
en Europa
y arriba citados, son una prueba de la gran conexión
existente en algunos aspectos entre los laicos
y el estamento cle­
rical, identificando éste la religión y el sacerdocio o bien la Iglesia
docente. Con ello no
se pretendía enfeudar a la Iglesia en cues­
tiones temporales,
ni reflejar la incapacidad de los laicos en ser
agentes de su historia. Más bien reflejaba la gran vinculación
existente entre los laicos
y el estamento clerical, la dependencia
de los primeros para con éste en aquellas materias --espiritua­
les
y morales-en las que sólo la Iglesia docente era competente;
el que la unión hace la fuerza, el empuje y el apostolado de los
ciudadanos católicos capaces de hacer vivificar
al resto de una
sociedad paulatinamente secularizada por
el liberalismo, la pro­
cedencia católica de aquellos sectores secularizados,
y que los
edesiilsticos también eran ciudadanos lo mismo que los laicos en
una sociedad
secularizada.
De esta manera, los católicos laicos y eclesiásticos aportaban
lo propio y peculiar de su esfera así como diferentes medios ma­
teriales y organizativos. Se manifestaban conjuntamente como
agentes imprescindibles de la civilización católica e incluso como
Iglesia militante. Esto era así precisamente porque no eran
mo­
mentos de paz sino de lucha, y de lucha principalmente en ma'
teria religiosa. No había confusión de naturaleza -lo sacro y lo
profano--,
ni de jurisdicciones -'-Iglesia y Estado--, ni de ob­
jetivos
-eterno y temporal-, sino una respuesta común de todos
los católicos --clérigos
y laicos--en aquellos temas directamente
relacionados con la civilización, y, -en concreto, con la única ci·
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1ose FERMIN. GARRA LDA. .A.RIZCUN
vilización auténtica, una civilización católica medulanne11te reli­
giosa. En
· España los movimientos católicos en general se iniciaron
en 1868, ak;anzaron un gran desarrollo en la década de 1890, y
penetraron con
fuerµ en gran parte del siglo xx. La naturaleza
de dichos movimientos fue diversa,
más o .menos laica! o clerical
'según cada caso. Abarcaron tres grandes áreas: la acción política,
la acción católica y la acción social. Muy
frecuentemente los mis­
mos católicos se encontraban de manera simultánea en las tres
grandes actividades, pues no en vano expresaban el dinamismo de
la misma vida. Citaremos la principales asociaciones e institucio­
nes católicas creadas tras
i868 en el ámbito ,político, eclesial y
social.
En la
acci6n pol!tica los católicos antiliberales se articularon
en la denominada Comunión -partido en la arena política libe­
ral-· Carlista tradicionalista, y después también en el partido
integrista
-los denominados «íntegros»-surgido mediante es­
cisión --creo que sin verdadero fundamento--de aquélla en 1887,
además de otras tendencias
(3). También se formaron ligas elec-
(3) Pata una crítica a la posición integrista surgida en 1888 véase,
B¡mcH Y VENTÓS, José, prob.: La voz de la Iglesia y la Unión de los Ca­
tólicos, Barcelona, 1910, 148 págs. Creo que esta crítica no valora suficien­
temente la posición que denuncia a
pesar de localizar -según el autor­
algunas de la's exageraciones del integrismo. También soslaye. las difíciles
circunstancias
sociopoliticas de los antiliberales tras la victoria militar liOO­
ral de 1876. Para los carlistas y el propio don Carlos VII, Cándido Noce­
dal mostraba una «perónacia imperdonable».
Bruch
y
V entós combatió frontalmente
al partido integrista: o noceda·
lista originado
previa. escisión entre los carlistas, se distancia -aunque con
mucho respetó-del Carlismo, y se propone ·efectuar una nueva Unión Ca­
tólica ;,_tras el fralcaso de ·la primera Unión de dicho nombre-, aunque
no la defina bien y en · ella parezca incluir a los dinásticos alfonsinos no
liberales.
Dice así: «La historia y nuestra misma aperiencia nos ensefia, que si
por el
lado del conservadurismo español han abundado las buenas palabras
y ofrecimientos, siempre que les ha interesado' la unión de los buenos dd
cámpo tradicionalista, cuando ha venido la ocasión de probar con lOs hechos
tilles doctrinas u oftecimientos, con frecuencia ha sido mentira: o triste
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PROYECCION SOCIOPOLITICA DE LOS CONGRESOS CATOLICOS
torales y la asociaci6n de Defensa Social. El Carlismo era un
movimiento político exclusivamente laica! --en ésto plenamente
«moderno»--. Seguramente por eso ha pervivido sin ser utilizado
ni traicionado. Su bandera era la de la legitimidad tanto en su
sentido estricto
como amplio. El ella se reproducía toda la vida
sociopolítica
de una comunidad humana, en la que los clétigos
tenían su propio lugar. La Unión Católica de Pida! promovida por
decepcióri; por maneta que por más que nos 'hemos enamorado muchas ve­
ces
de sus buenas palabras, hemos tenido casi "siempre que lamentar la falta
de buenas obras. Al revés de lo
q~ nos .viene sucediendo con los defen-­
sores del orden tradicion¡¡l y legítimo. No pocas veces hemos de aparrar
con pena e indignación la, vista de los escritos de los periódicos de la. C.0-
munión tradicionalista o indÍgIWUos PQt lós desPropósitos y exageraciones
en que con frecuencia! incurren los hombres í:i"efénsores de la tradición; mas
cuando viene el momento de probar con obras · el amor a la Rel.igión,· a ]a
Patria y a la Monarquíil,_ síempre ~n éstos últimos y no los primeros los
que
dan las pruebas de verdadero amor y desintexés a favor de estos ideales.
Por m'anera que con alguna exage!ad6n, péro no sin fundamento hemos
oído aplicar a unos y otros, t, ·: siguiente gráfica frase: De los primeroi;,
quf! no tienen palabra m'ala _ni obra buena,~ y de' -los segw:idos, que na tienen
palabra buena ni obra mala»-(o. c.; pág. 144}.
La ·dificultad es la siguiente: .¿se-refiere el autor a los alfonsinos ver­
daderamente·
no liberales . o también incluye a lo~ católico-liberales? De re,.
ferirse s6lo a los primeros la unión de todos los católicos podía ser legítima
y, .en principio, viable, aunque necesariamente circun_stanciai o limitada en
los temas y en el tieffipo. No en vano los carlistas -aunque no los integris­
tas-consideraban Q.u~ · 1as· for:mas dé gobiemó nó etan accidentales. Otra
cosa es que dicha: unión se plantease de hecho así y pudiera ser una_ realidad.
Por su parte, Roca y Ponsa defendía la unión de los católicos antilibe­
rales exclµsivaínente
por lo mismo que :en _tiei;npos de la crisis producida
Í,Or el prptestantismo en el siglo lWI el aitólico. debía de set antiprotestallte.
Po! otro ladÓ, y Vinculado a ello, cuaÍquiera podría tener muy en cuenta la
legitimaci6n · o
nÓ cie unas posibles tácticas móderadlls o alfonsinas no-pro­
piamente -hberales ni católico-h"herales, tácticas que muchos creyeron nefas­
tas para
la Religión y_ la Patria. Los hechos lo demostraron.
Una ultima observación: ¿podía-_exigirse a un católico que se arriesgase
a abandonar una concreta legitimidad
dinástica, o bien a minusvalorar su
contenido, precisamente al polarizar su acción y preocupaciones en la de­
nominado Unión Católica? Esta última Unión para la acción: ¿no podría
fácilmente tender a la absorción e incluso
al ·exclusivismo?
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JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
instancias clericales tuvo una .existencia muy breve y pasajera, y
las ligas electorales eran meramente circunstanciales. De haber
mandado
y dirigido los clérigos el Carlismo, esto es, de ser un
movimiento en este sentido clerical,
-s<1g11ramente. el · Carlismo hu­
biera muerto en el siglo
XIX, utilizado, deshechó y... dinástico
alfonsino.
La segunda área, la acci6n cat6lica, se desarrolló mediante
las asociaciones de católicos (1868-1888), la juventud católica
(1869), las asambleas diocesanas de asociaciones católicas (1887),
los Congresos católicos nacionales (1889-1902), las ligas católi­
cas (1901) -también electorales--, etc.
El tercer ámbito,
el de acci6n social, se organizó en torno a
numerosas asociaciones
y, desde 1871, también en los Círculos
Obreros (1871), el Congreso Nacional de las Corporaciones cató­
lico-obreras (1893), la asociación general para el estudio y defen­
sa de
los intereses de la clase obrera (1894), los sindicatos obreros
(1906)
y agrícolas (1906), las semanas sociales ( 1906), la acción
social popular (1907), etc. (4). Estas son las principales
asócia­
ciones de compromiso católico dirigidas a la acción socio-política
y a la acción católica en general, todas ellas en el seno, exclusiva­
mente, de la propia Iglesia. En torno a estas instituciones hay un
enjambre de creaciones que complican el
panorama político, social
y eclesial.
Así pues, rras la inicial desvertebración de la Iglesia
y de los
católicos durante la primera etapa de la revolución liberal (1812-
1868),
y experimentado en no pocas ocasiones el radicalismo an­
ticlerical, los mismos hombres en cuanto católicos, espafioles, y
muchos de ellos también legitimistas, recrearon el tejido y organi­
zación social, las instituciones en la iglesia y los cuerpos interme>
dios, despedazado todo ello por la revolución individualista y más
o menos anticristiana liberal. Aunque algunos prohombres del
partido liberal conservador (v. gr.,
el marqués de Comillas entre
otros dinásticos .alfonsinos tras 1874) hicieron una gran labor en
( 4) Por ejemplo, el propósito de preparar un Congreso sobre la en-
señanza en Salamanca para 1903 resultó fallido. ·
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PROYECClON SOCIOPOLITICA DB LOS CONGRESOS CATOLICOS
la cuestión estrictamente social, esto no fue mérito del partido
liberal-conservador, máxime cuando muchos católicos miraban al
conservadurismo liberal con recelo, distanciamiento, e
incluso
radical oposición tanto por ser liberal -también en materia so­
cioeconómica- cuanto salvador de la propia revolución liberal,
al evitar que esta última muriera víctima de sus propios excesos
cometidos durante el sexenio revolucionario (1868-1874). ¿Cuál
era el mal mayor?
Para no pocos pensadores de categoría el mal
mayor era el
partido liberal-conservador (5).
De cualquier modo, los dirigehtes de los movimientos de or­
ganización católica «fueron conscientes de que formaban parte
de una fuerza común e intentaron organizarla» dentro y fuera de
España.
2. Los CONGRESOS CATÓLICOS NACIONALES EN EsPAÑA
(1889-1902)
2.1.
Su labor.
En los Congresos se rechazó el liberalismo radical, el modera­
do y el catolicismo·liheral, a pesar de que parte de la jerarquía
sufría cierta benevolencia hacia la restauración alfonsina liberal­
moderada. Esto último se debía
al régimen de presentación de
obispos por
el Estado liberal ( 6) otorgado por el Concordato con
la Santa Sede, y quizás también al posibilismo de cierta jerarquía
española y la diplomacia vaticana derivada del miedo
al ráí:lica­
lismo del sexenio revolucionario (1868-1874).
Sin embargo, no debe olvidarse que
la jerarquía y la Iglesia
(5) EL MAGISTRAL DE SEVILLA (seud. José Roca y Ponsa), ¿Cuál es el
mal mayor y cuál el mal menor?, Bilbao (1912), 325 págs.; ¿Se puede en
conciencia pertenecer al partido liberal, conservador? Cartas a un ;oven ca­
tólico. Bilbao, Ed. Vi2caína, s.f. ( 1912), 62 págs.; Las normas 4adas en
Roma a los integristas, y su explicaci6n por el Magistral de Sevilla, San­
tander, 1909, 77 págs. Hay otros títulos del mismo autqr que omitimos.
(6) ANnRÉs-GALLEGO: op. cit., pág. 751.
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!OSE FERMIN GARRALDA .ARJZCUN
católica en España no se reconcilió -no podía reconciliarse-­
con el liberalismo del grado que fuese.
Por ejemplo, la protesta
de la Iglesia y de numerosos católicos contra la tolerancia reli­
giosa restringida de cultos no
católicos, reconocida en el artícu­
lo
11 de la Constitución moderada de 1876, fue intensa y per­
sistirá durante largas décadas.
El llamado Libro de Oro de la
Unidad Católica, así como numerosas pastorales episcopales pos­
teriotes, lo demuestran. El Magisterio Pontificio y episcopal en
España, y
el sentir .de la fe de los católicos españoles durante
casi dos siglos, estaban claros.
Si se atiende a la realidad de. tiem­
pos posteriores no
es posible una discordancia o enfrentamiento
entre
. el Magisterio de la Iglesia de dos momentos históricos di0
ferentes. Una contradicción o una pérdida de comunión. tal es
imposible; admitirla seria caer,
al menos, en el naturalismo in­
tegral.
Los Congresos católicos fueron profundamente eclesiales. Ante
la paulatina descristianización y secularización de la vida tolera­
da y promovida
más o menos abiertamente por los poderes pú­
blicos, y exigida
por el anticlericalismo beligerante, los Congresos
trataron sobre los temas más diversos con el objeto de garantizar
así
-la presencia de la Iglesia · en un• mundo que comenzaba a in­
dependizarse de ella, y en el que aquella deseaba influir en todos
los ámbitos de su desarrollo. Uno
de los objetivos de la Iglesia
era
frenar la secularización, recuperar posiciones perdidas, y res
construir· la cultura y vids católica en todos sus aspectos espiri­
tuales-religiosos
para, desde ella, incidir directamente y en pro­
fundidad
en el mundo de su tiempo. La plasmación de dicha
cultura y vida católica incluiría elementos esenciales propios del
reinado social de Jesucristo, y otros accidentales acordes con las
circunstancias. Reducir los primeros esenciales a estos últimos
circunstanciales sería incurrir en un error lógico, en el historicis­
mo, o bien en el naturalismo integral.
Los Congresos españoles fueron multitudinarios y estuvieron
muy bien organizados
.. Sus actas están publicadas con un gran
cúmulo de detalles. Era frecuente que a cada Congreso asistiesen
una treintena de obispos, y que contasen con
la adhesión de más
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PROYECCION SOCIOPOLITICA DE LOS CONGRESOS CATOLICOS
de una veintena de ottos hennanos en el episcopado no asistentes,
as! como de unos 5.000 socios. Cada una de
las actas incluían
las ponencias y un centenar de memorias particulares. Los tele­
gramas de adhesi6n recibidos desde los más diversos países de
Europa, tanto de instituciones católicas como de prelados
y per­
sonalidades del mundo religioso
y civil, eran numerosos.
Por ejemplo, según las actas del propio Congreso de Sevilla
celebrado en 1892,
este Congreso fue «uno de los acontecimien­
tos más grandiosos que en el orden religioso
ha preseuciado nues­
tta patria en este último tercio del siglo xrx» (Actas, pág.
VII).
No exageraba. El momento conmemorativo fue el IV centenario
del Descubrimiento de América.
En España la obra de los Congresos fue inicialmente algo
tardía respecto al resto de Europa. Aunque el camino estaba
in­
dicado por ottos países, los Congresos españoles tuvieron un
perfil, un carisma, y unas circunstancias peculiares, propias y ple­
namente hispanas.
La ttadición religiosa y espiritnal española
tiene· en ellos una
de sus expresiones más cualificadas alrededor
de 1900.
2.2. Los Congresos.
Los primeros Congresos fueron los diocesanos de Córdoba
(1880-1883)
y Tortosa (1887). Siguiendo el esquema orgahizativó
de este último, se convocaron Otros Congresos ·cat6Hcós de ca­
rácter nacional en Madrid (1889), Zaragoza (septiembre 1890),
Sevilla (octubre 1892), Tarragona (octubre 1894) Burgos
(sep­
tiembre 1899) y Santiago de Compostela 0902). Todos ellos es­
tuvieron dirigidos por la jerarquía eclesiástica, siguieron un mo­
delo asambleario, y fueron las principales concenttaciones del
catolicismo oficial español.·
Poco antes de estos Congresos tiene lugar la Peregrinación
Nacional a Roma (1876). El 13-X-1876 unos 7.000
~listas lle­
garon en peregrinación. a Roma, «contra los que a su regreso a
España, el gobierno alfonsino adoptó represalias» (J. Del Bur-
355
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
go) (7). Paralelamente a. los Congresos se convocan diferentes
Congresos Eucarísticos (v. gr., Valencia 1893) y una Romería de
obreros a Roma en 1894.
A pesar de que los Congresos
desaparecen tras 1902, al pa­
recer por el cambio
de orientación del gobierno pontificio, de al­
guna manera perduraron en las Asambleas Nacionales de la Buena
Prensa (Sevilla 1892 y Zaragoza 1908), las Asambleas regionales
de las Corporaciones Católico-Obreras (Valencia 1905, Palencia
1906 y Granada 1907), los Congresos Eucarísticos Internaciona­
les. (el
XXII celebrado en Madrdi 1911), el Congreso Nacional
de Educación Católica (abril 1924
), el Congreso Mariano Hispa­
no-Americano (Sevilla, mayo 1929), etc
...
2.3. Naturakza de los Congresos.
Los Congresos son asambleas eminentemente eclesiales. Algu­
nos dirán que también eran clericales, lo que
es cierto en el mejor
sentido del término. De este término de clerical no
se deriva un
clericalismo en
el que los clérigos realizen labores impropias de
su ministerio sacerdotal, por ejemplo, la organización de mutuali­
dades. Los prelados de la jerarquía española, subordinada siem
0
pre al Sumo Pontífice, convocan y organizan las Asambleas, acuer­
dan los temas, dirigen y presiden las reuniones, y aprueban las
conclusiones de los Congresos. Ellos forman la cúpula
de los agen­
tes de la movilización eclesial, social y política en lo que
com­
promete al Evangelio. Los Congresos son asambleas de católicos
con una misión y objetivos exclusivamente religiosos. En ellas
se convoca a los católicos en cuanto que católicos.
Para un católico. la actividad de los Congresos incidía direc­
tamente dentro del Derecho Canónico. No obstante, los congre­
sistas, en cuanto que ciudadanos, estaban subordinados a aquella
(7) La gestación de la segunda Peregrinación, programada para 1892,
fracasó debido a las disensiones ocurridas entre los organizatlores. Por deseo
de Su Santidad León XIII clicha Peregrinación fue sustituida por pere­
grinaciones diocesanas que no fueron masivas.
356
Fundaci\363n Speiro

PROYECCION SOCIOPOLITICA. DE LOS· CONGRESOS CATOLICOS
legislación civil vigente en lo que tenía de respetuosa con los
derechos de la Iglesia.
En los Congresos no estaban ni podían
estar representados los diferentes sectores políticos de
. naturaleza
temporal
y opinable para el católico, a pesar. de su probada fide­
lidad al Derecho Público Cristiano,
y aunque la aplicación y defen­
sa de este Derecho fuese uno de los temas vertebrales de nume­
rosos Congresos.
La elevada asistencia de congresistas fue correlativa a los nu­
merosos oradores y comunicantes, aunque entre estos se encon­
trase una nutrida representación del estamento clerical.
Por todo lo dicho los Congresos eran clericales, es decir, ca­
recían del carácter exclusivamente laical que pudiera darse en
otras circunstancias como las de finales del siglo xx. El que los
Congresos, sólo fueran laicales -en cuanto constituidos por ca­
tólicos laicos y en aquellas. materias de competencia eclesiástica
debían de subordinarse a la
Iglesia-, no era ni mejor ni peor,
ni tampoco un estadio superior del progreso de la conciencia cris­
tiana; tan sólo era un
cambio. ·de posibilidades y· conveniencias
conforme a un momento histórico concreto.
Los Congresos, en
_cuanto que católicos, estaban abiertos a
la Iglesia universal. Su comunicación con el Sumo
Pontífice era
directa
y expresa tanto en su inauguración y como en su clausura.
Aparte de sus muchas ventajas,
el carácter clerical de los
Congresos
-que exigía -la exclusión de aspectos exclusivamente
laicos
y sociopolíticos-, conllevó una pérdida de eficacia y una
limitación práctica por subordinarse a la dinastía reinante alfon­
sina en el poder,
y por excluir cualquier oposición por parte de
los Congresos hacia aquellas realidades temporales inherentes al
sistema político vigente, aunque necesaria e indirectamente in­
fluyesen en aquello que combatían los católicos en cuanto tales.
Esta exclusión podía parecer necesaria en unos Congresos en los
que la Iglesia fue su promotora, con el objeto de aglutinar a todos
los católicos en un frente común. Ello también pudo desviar la
atención de muchos católicos de aquellos elementos temporales
-moralmente inocuos-de la política, haciénd.oles erróneamen­
te creer que era posible reconstruir · una política católica depoli-
357
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
tizada en cuanto que totalmente separada de los. aspectos políticos
opinables para
un católico, y con ello aceptar implícitamente la
legitimidad
-por ejemplo-de don Alfonso. De cualquier ma­
nera, parece que este último peligro podía ser, al menos en esta
fecha, conjurado,
aunque de malas y a la larga reales consecuen­
cias. El problema del momento. era más bien el contrario: la
desunión de los católicos antiliberales por discrepancias en
aspec­
tos políticos opinables para un católico en cuanto tal.
Pata los asistentes a
.los Congresos el mundo y el tiempo en
el que vivían era suyo; trabajaban en él considerándolo de· su
propiedad. Este mundo
no. era el· Mundo como enemigo del alma,
al que excluían y combatían. No estaban fuera de su tienipo sino
en su seno,
. como fermento; Su pasión era convertir a las pers<>­
nas e instituciones; aquellas que mundanizaban y secularizaban
la vida individual, familiar y sociopolítica.
2.4. La. temática tk los Congresos.
Los temas a exponer y debatir en · los Congresos eran, siem­
pre desde el prisma eclesial, muy variados. La Iglesia se dirigía
a
un mundo que, en buena parte debido a· la persecución o com'.
promisos con el. liberalismo, se estaba descristianizando. Frente
al secularismo, los católicos acruaban como• una sola organización
dirigida por sus prelados en materias de incidencia evangélica.
As!
se comprende que los temas de los Congresos fuesen variados
basta desarrollar toda
la actividad en ]a. que podía estar inmerso
cualquier católico en cuanto tal: piedad, propaganda, caridad,
te­
mas laborales· y, sociales, científico-religiosos, enseñanza, política
católica. ... Efectivamente, la Iglesia ert España se «metía» en po­
lítica --encuna política católica--por motivos espirituales y re­
ligioso•, sin quedar por ello enfeudada· por ninguna opción tem­
poral. Y cuando
se involucraba en política no lo bacía de una
forma vaga
y· genérica sino con una gran precisión. Por ejemplo,
cuando los Congresos enfatizaban su reivindicación de la soberanía
temporal del
Sum<> Pontífiee, prisionero del Estado liberal italia-
Fundaci\363n Speiro

PROYECCION SOCIOPOLlTICA.. DE Los· CONGRESOS CATOLICOS
no, escandalizaban -aunque no lo pretendiesen-a ciertos ca­
tólico-liberales.
El tratamiento de los temas era doctrinal
y práctico. Los es­
fuerzos por ser prácticos fueron notables: fundaciones, institucio­
nes, asociaciones,
-enseñanza, buena prensa, escuela de periodistas,
propaganda, etc.
Se consideraba el problema y se ideaban mil
medios para solucionarlo. En este sentido se buscó creatividad.
El punto de partida de los Congresos fue la UNION entre los
católicos en aquellas materias que afectaban a los derechos de
Dios, la salvación de·
las almas y los derechos de la Iglesia. El
primer fruto de
dicha unión será la defensa de los derechos de
la Iglesia
y del mundo laboral.
Así
lo señala León XIII en su Mensaje dirigido al Congreso
de Sevilla de 1892 en el momento de
su finalización:
«Claramente aparece también en esa carta el común
esfuerzo
por mantener la concordia y defender en apretado haz el · honor
de la religión y los derechos de la Iglesia, á la vez que una volun­
tad
muy dispuesta á poner en práctica cuanto hemos aconsejado
á fin de que desaparezcan las discordias entre los hombres acauda­
lados y la clase obrera» (carta del 30-Xl-1982, vid. Actas, págs.
868-869). A continuación y con un ánimo indicativo, señalamos los
te­
mas desarrollados en los Congresos de 1892 y 1894 (8).
La sección de piedad se preocupa por la blasfemia a erradi­
car, la santificación de
las fiestas, la preparación del culto divino,
la música sacra; por las devociones del Santo Rosario (restable­
cer «el devoto Rosario llamado de
la Aurora», 1892, Actas, pág.
523), del Corazón de Jesús
y del Vía-Crucis; por las Ordenes
Terceras, las asociaciones de piedad, los Congresos Eucarísticos,
(8) Crónica-del tercer Congreso Católico Nddonal español. Discursos
pronunciados en las sesiones públicas y reseña de las fnemorias y ttabaios
presentados en las secciones de Jif;ba Asamblea celebrada en Sevilla en oc­
tubre de 1892. Sevilla, 1893, XXU+993 págs. Cr6nica del cuarto Congreso
Cat6lico Español. Discursos y reseña de las Memorias y traha;os pr.esttnta­
dos en las secciones y demás documentos referentes a dicha asamblea cele­
brada en Tarragona en octubre de 1894. Tarragona, 1894, XXVI+810 págs.
359
Fundaci\363n Speiro

IOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
y los entierros civiles; por la asociación de padres de familia, las
peregrinaciones, la supresión de los cementerios civiles, etc.
La
sección de propaganda pretende combatir la enseñanza
laica,
la libertad ilimitada de prensa, la inmoralidad en las. publi­
caciones,
1, propaganda antirreligiosa en la literatura dramática,
la corrupción del arte, de las letras, etc. También plantea la orga­
nización de la propaganda católica, muestra la necesidad de crear
una asociación de maestros para «fomentar la enseñanza religio­
samente católica de la niñez», etc.
La sección de caridad y la relativa a temes.laborales y sociales,
incluye aspectos muy variados. El Congreso· de Sevilla éelebrado
en 1892 (Actas, Conclusiones, págs. 707-712) y el de Tarragona
en 1894 (Actas, Conclusiones, págs. 688-675), insisten mucho en
la cuestión social. Por ejemplo, quieren fomentar los
gremios
mixtos . y · las asociaciones de obreros -a ser posible de patronos
y
obreros-, combatir la usura y. el deseo desordenado de rique­
zas, potenciar
el descanso dominical, inculcar el sentido cristiano
del trabajo así como reivindicar
la dignidad de todo trabajador,
mejorar las relaciones entre el capital y el trabajo, evitar la
va­
gancia y el abandono en la educación de los niños, instruir profe­
sional y catequéticamente
al sector obrero, ayudar al obrero en sus
necesidades materiales, «trabajar por conseguir
la reconstitución
de
la propiedad comunal» (1892, Actas, pág. 710), encauzar hacia
el matrimonio cristiano a las uniones de hecho o ilícitas, velar por
la
atención social y religiosa en. los presidios, etc. En resumen,
se exige al Estado «desvelarse para que sus súbditos consigan la
satisfacción de sus necesidades, por medio de
reformas sociales,
conforme a las enseñanzas contenidas en las Encíclicas de Su
San­
tidad León XIII» (1894, Actas, pág. 672). Se recuerda al Estado
la necesidad de su intervención en
el mundo laboral, los derechos
y. deberes de obreros y patronos, así como

las necesidades del
obrero (en el ámbito material, las costumbres, sociales, labora­
les, etc.). Esto es, ni dirigismo ni absentismo del Estado
-libe­
ral o «gendarme»-en cuesti6n social, sino proteccionismo en lo
necesario.
La sección científico-religiosa excita el interés por el estudio
360
Fundaci\363n Speiro

PROYECCION SOCIOPOLITICA DE LOS CONGRESOS CATOLICOS
de los descubrimientos astronómicos, promueve el desarrollo de
las investigaciones protohistóricas
y la egiptología, y se interesa
por el tema del evolucionismo relativo al hombre, la sociología
moderna, y la filosofía del Aquinate, etc. Los Congresos
tam­
bién estimularon la fundación de academias y de revistas cientí'
ficas. De esta manera se propusieron desarrollar y extender el pan
de la ciencia y la cultura.
La sección relativa a la enseñanza animaba a suprimir la es­
cuela laica -llámese atea o neutra-, el laicismo en la educación
primaria, secundaria y universitaria, así como a combatir la ex­
clusión de la Iglesia en el examen de los contenidos educativos
al que tenía derecho inalienable para proteger
la. fe católica en la
educación de una juventud española de totalidad católica.
Los
Congresos también promovieron la fundación de centros de en­
señanza, bibliotecas, asociaciones de maestros, y estimularon el
acceso de los católicos al profesorado de la enseñanza estatal.
Los aspectos relativos a la política católica tienen un especial
interés debido a la entereza, fortaleza y ánimo de la jerarquía
católica española.
En su afán, los obispos no defendían medías
verdades ni «medias tintas», sino que aspiraban a
RESTAURAR y
RECONQUISTAR las posiciones perdidas --o usurpadas con mayor
o menos
violencia-,-por el catolicismo. Los Congresos exigían al
Gobierno la
su~ión de ciertos decretos-ley, efectuar reformas
radicales en determinados aspectos, y corregir ciertas normativas,
legislación, así
como el código penal. Para ello, los católicos harían
uso del derecho de petición reconocido
por la legalidad vigente.
La jerarquía también exigía al Gobierno
el cumplimiento de la
legislación, del código penal, del Concordato con la Santa
Sede
y hasta, en lo que convenía a la religión, de la Constitución civil
liberal-moderada del Estado promulgada en 1876.
La Iglesia fue exigente. No cedió la gloria de Dios ni la sal­
vación de las almas frente a los diferentes goebrnantes liberales.
Fue prudente pero
no calló. Es más, trabajó contracorriente. No
se vinculó al régimen gobernante aunque muchos clérigos aceptasen
la legitimidad de
la Regencia oomo un hecho civil constituido, y
algunos incluso coqueteasen con
los posibilismos del moderan-
361
Fundaci\363n Speiro

)OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
tismo liberal canovista. Los obispos no se amoldaron a las ideas
de moda, ni ignoraron el sentido profundo de la Revolución o
bien las tácticas revolucionatias.
La Iglesia en España fue fiel,
petseverante y estuvo llena de fortaleza. Las Pastorales episcopa­
les fueron, por lo general, ejemplares y vibrantes, y gozaron de
claridad y entereza. Para los católicos-libetales esta
entereza epis­
copal era maximalista, imprudente y debía de
set rebajada -por
ellos o por los políticos conservadores-conforme a las necesi­
dades políticas del moderantismo. Los Congresos lograron
aglu­
tinar a los católicos, esto es, a los católicos no liberales o, mejor
dicho, a los antilibetales.
La Iglesia no fue detrás de los aconte­
cimientos sino delante de ellos. No se encontraba en retirada sino
en vanguardia. No aceptaba los hechos consumados, sin más, sino
que propugnó y lidetó
la lucha contracorriente y la RECONQUISTA
religiosa así como la RESTAURACION de la Unidad Católica vulne­
rada por el artículo 11 -que siempre rechazó--de la Constitu­
ción de 1876.
Por ejemplo, así esctibía el Obispo de Tarazona al ministro
de Fomento don Alejandro Pidal y Mon
-político que de opo­
netse a dicho artículo 11 y después aceptar un rninistetio, cesó
en su
oposición-con ocasión del discurso racionalista, liberal y
hetético del sr. Morayta, pronunciado en la inauguración del curso
de 1884·1885 en la universidad
Céntral de Madtid:
«V.E. sin embargo, dice ahora que no
hizo semejante cosa;
esto es, que no repartió con sus propias manos
el discurso impío
y hetético del Sr. Morayta; y si bien esto constituye
más que
una circunstancia más ó menos agravante, -de ello me felicito,
aunque no tan cumplidamente ·como quisieta, porque temo con
gravísimo fundamento que V.E. toleró que se repartiese, y tole­
rándolo, autotizó Vuecencia la disttibución del discurso, y auto­
tizándola, lo digo con profundo dolor, moralmente lo repartió
V.E.» (carta ptivada y luego pública, 23-XII-1884).
Debido a este encogimiento e
inopetancia de un ministro ca­
tólico cuando la ley de un Estado confesionalmente católico le
exigía defender la religión católica,
el Obispo de Osma ensefiaba
a sus diocesanos:
362
Fundaci\363n Speiro

PROYECCION SOCIOPOLITICA DE LOS CONGRESOS C.ATOLICOS
«Estas son las tristísimas consecuencias, y sólo algunas, del
liberalismo· porque
á pesar de set la Católica la Religión del Es­
tado, como dejamos dicho, el Estado no la ariende
como debieta.
La Religión del Estado hemos dicho; pero no decimos bien: me­
jor diremos la Religión de la nación, porque el Estado no riene
religión alguna. Un Estado que admite todas las religiones, es
ateo, y los es con mayoría de razón si
al tolerar las falsas religio­
nes no ha sido impelido por una fuerza imperiosa y movido por
el bien
común( ... ).
»¿Dónde está, pues, esa hipótesis
de que habla el sr. Ministro
de Fomento no mucho tiempo ha? { ... ) . Hemos dicho que el Es­
tado es ateo, sí; ateo es el que admite cultos contrarios, porque
la vetdad no puede set sino una: y debiéndose á Dios un culto
único, tanto externo.
como interno, todo aquel que admite otros
cultos, manifiesta no
creet en Dios» (31-III-1885).
Estos contenidos eran comunes a las pastorales de no pocos
obispos españoles
y, aunque en otras coordenadas espacio-tem­
porales, a las
de San Ezequiel Moreno y Díaz (natural de Aliara,
Logroño), obispo de Pasto (Colombia) (9).
También protestaron contra
la citada claudicación de don Ale­
jandro Pidal una representación del episcopado compuesta por
los obispos
de Avila (27-X-1884), el de Urge! (15-VIII-1884 y
10-I-1885), y el gobernador eclesiástico de la sede vacante de
Toledo (8-Xl-1884).
En los Congresos la Iglesia exigió al Estado que corrigiese
su legislación relativa
a estos temas principales: entietros y ce­
menterios, fueto y jurisdicción eclesiástica, instrucción pública y
enseñánza laicas, inspección de la Iglesia· en la enseñanza, ley de
imprenta, castigo de los delitos contra
la Religión Católica, nive­
lación del culto católico con los de cualquier otra creencia, inmo­
ralidad pública, penas señaladas por el Código Penal militar a
militares que contraen matrimonio, etc.
(9) GARRALDA AruzcUN, J. F.: «Situaci6n religiosa de Colombia en
1900. San Ezeqúiel Moreno y Díaz: una vida por el reinado social de Je­
sucristo», Verbo, núm. 321-322 (1994), p~gs, 149-205; y núm. 323-324
(1994), págs. 361-403.
363
Fundaci\363n Speiro

JOSB FERMIN GARRALDA ARIZCUN
Por último debe subrayarse la enérgica reivindicación efectua­
da por los Congresos
para lograr la restauración de la Unidsd
Católica quebrantada por el artículo 11 de la Constitución libe­
ral·moderada de 1876 (10). Así,
el Congreso de 1892 señala:
«El Congreso entiende que
es neoesarib !Ílal'ltener y difundir
en el pueblo español el amor á su Unidad Católica y fomentar
aquellos medios lícitos encaminados á su restauración» (Actas,
pág. 621).
El de 1894 concluye:
«Hay que atraer
el conocimiento y adoración de la Soberanía
de Cristo
á los individuos y familias, y concurrir á la restauración
del orden público cristiano en nuestra Nación» (Actas, pág. 479).
El Congreso de 1892, en el capítulo relativo a los ofensas
públicas a la religión, no solicita la reforma
de la constitución
sino del código penal en
el sentido siguiente:
«Debe reformarse
el Código penal que en la actualidad rige,
aprovechando la oportunidad de estár anunciado
un nuevo pro­
yecto. El nuevo
Código deberá comprender un título especial­
mente consagrado á definir y castigar los delitos contra la Religión
Católica, Apostólica, Romana, que
es la Religión del Estado, como
Jo comprendía el Código de 1848 y su reformado de 1850. La
variación que se observa en el vigente es debido á la Constitución
de 1869 y aun á la de 1876, que proclaman aquélla la libertad
y ésta la tolerancia de cultos;
as! el actual Código dedica exclu­
sivamente la tercera Sección del capítulo l.º del título 2.0 libro 2.º
á los delitos relativos al libre ejercicio de los cultos, es decir:
confunde
é iguala los actos del culto católico con los de cualquier
otra creencia,
y solo bajo tal punto· de vista están mirados los he­
chos punibles en ofensa de la Religión. La reforma propuesta
(por
el Congreso) no ataca bajo concepto alguno la esencia de la
Constitución; pues proclamando esta que
la Religión del Estado
es la Católica, se comprende perfectamente que, aun respetán­
dose el ejercicio ó práctica de los actos de cualquier culto extraño
al católico,
los ataques á este último deban ser para la legislación
(10) Idem., nota 8.
364
Fundaci\363n Speiro

PROYECCION SOCIOPOLITICA DE LOS CONGRESOS C..4.TOLICOS
española materia de sanción especial, como lo son los dirigidos
á cualquier otra de las instituciones fundamentales del pais»
(Ac­
tas, págs. 617-618).
Esta argumentación no significaba renunciar
a la recuperación
de la Unidad Católica
-Unidad esta perdida por la tolerancia
parcial de cultos no católicos promulgada en 1876 y rechazada
por la jerarquía española durante décadas sin
interrupción-,
precisamente porque dicho Congreso de 1892, lo mismo que los
restantes, manifiesta expresamente el deseo de restaurar la Uni­
dad Católica. La citada argumentación (Actas, págs. 617-618)
implicaba que para justificar
el castigo de los delitos contra la
religión los Congresos también
podía apoyarse en dicho artícu­
lo
11 de la propia Constitución del Estado. El Congreso que más
se destacó en defensa de la Unidad Católica fue el de Burgos en
1899, cuya breve explicación y comentario reservamos
al apartado
siguiente.
En el ámbito político, y muy de acuerdo con las orientaciones
de la encíclica
Cum multa de León XIII (8-XII-1882), los Con­
gresos exigieron la unión entre los
católicos aunque sin obligar,
a cada uno de los sectores que componian la
unión, a perder su
personalidad y
acción política específica. Se trataba de una unión
práctica para oponerse a la Revolución liberal. Dicha unión no
implicaba un programa o ideario
para gobernar, sino un programa
minimo
pero exigente para oponerse a la Revolución radical, a
la moderada, y
al mal llamado liberalismo-católico. En su oposi­
ción a la Revolución los católicos podían
y debían estar unidos.
Otra cosa era la construcción de la ciudad temporal, para la que
nunca
bastarían con los anteriores mínimos: para ello cada ten­
dencia política católica podía tener un proyecto diferente de
go­
bierno donde se contemplaran todas las necesidades concretas del
principado civil.
En relación con este, las formas de gobierno no
eran algo accidental. Ahora bien, en los Congresos se había
se­
ñalado al enemigo: el liberalismo radical, el móderado, y el cató­
lico-liberal, esto es, los católicos más o menos abiertamente
se­
dicentes y los católicos «neutros» con sus instituciones «neutras»
o bien incoloras.
365
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GA.RRALDA ARIZCUN
En conclusión: la posición de los Congresos frente al libera­
lismo fue
clara e intransigente. Su actividad no se limitó a la
denuncia y a una acci6n negativa de rechazo, sino que tuvo un
talante y propósito absolutamente constructivo para alcanzar la
reconstrucción de la civilización católica en las instituciones ci­
viles de una España socialmente católica. Es como si las decisio­
nes de los Congresos estuviesen impregnadas de las palabras del
obispo de Urge!, Ilmo. Salvador Casañas
y Pagés:
·« ( ... ) los católicos que se empeñan en conciliar el catolicismo
con las doctrinas liberales de nuestros tiempos han de renunciar
para siempre
á esos absurdos y diabólicos maridajes; y lo mismo
decimos de los que son tolerantes con el liberalismo reinante y
esperan con
su política de balancín conducir á sus sectarios á buen
camino: desengáñense de una vez; los sectarios moderuos son una
raza maldita
de. Dios, y no hay más que declararles guerra sin
tregua como á ministros de Satanás» (10-I-1885).
3. EL CONGRESO DE BURGOS Y LA UNIDAD CATÓLICA (1899)
Este Congreso, celebrado en 1899, fue el de la Unión entre
los católicos
y el de la Unidad Católica. No en vano el arzobispo
de
Burgos, en nombre de los obispos españoles, había defendido
años antes
la Unidad Católica contra el liberalismo en todos sus
grados, desde el mal llamado católico hasta el más revolucionario
y radical.
El Magistral de Sevilla. (D. José Roca y Ponsa), que asistió a
otros Congresos además del de
la Buena Prensa (Zaragoza, 1909),
escribió
un interesante opúsculo sobre El Congreso de Burgos y
el LiberaUsmo ( 11 ). En él se manifiesta la postura del Congreso
sobre el liberalismo imperante así como
.la ofensiva de los libera­
les-moderados contra lo acordado en él.
El Congreso celebrado en Burgos se mantuvo estrictamente
(11) EL MAGISTRAL DE SEvtLLA (seud. José Roca y Ponsa), El Con­
gresos de Burgos y ,el Liberalismo, Sevilla, 1899, vid., nota 4.
366
Fundaci\363n Speiro

PROYECCION SOCIOPOLITICA DE .LOS CONGRESOS CATOLICOS
dentro de los intereses de la religión, sin mezclarse en política
de partido. Entre sus componentes había carlistas, integristas, in­
dependientes, etc. Al parecer
el alma del Congreso fueron Polo
y Peyrolón y Brañas.
El punto de partida fue la tesis doctrinal y práctica católica,
con rechazo de la hipótesis pseudo-cristiana inventada por los
católico-liberales.
El espíritu del Congreso fue antiliberal y anti­
hipotético. No en vano, el obispo
de Oviedo exclamó como co­
lofón: «¡Muera el liberalismo!». Ello no sólo suponía un rechazo
doctrinal del liberalismo sino también una denuncia de cualquier
tolerancia o connivencia con
el sistema ideológico liberal y con
las actuaciones prácticas moralmente censurables del Gobierno.
También
se afirmó la diferencia y contradicción esencial entre el
catolicismo y
el liberalismo eo cualquiera de sus grados. Se llamó
a la
unión de todos los católicos, con exclusión de aquellos in­
ficcionados de
los errores teóricos y/o prácticos del liberalismo.
Se quiso evitar la confusión eotre los católicos y así deslindar
bien los campos.
El ejercicio de la prudencia política no podía
vulnerar la defensa doctrinal
de la TESIS católica y de la unidad
católica y, eo la Espafia de 1899, tampoco
su defeosa pol!tica­
práctica.
La fidelidad al Sumo Pontífice siguió .la l!nea de escru­
pulosa fidelidad al Papa mantenida en todos los restantes
Con­
gresos Católicos.
Los Obispos comunicaban al Gobierno que era absolutamente
necesario
disipar «las negras sombras en que le han envuelto (al
trono liberal) la revolución y las perversas doctrinas que la bicie­
rao nacer en nuestra nación sin ventura». Sus quejas y reclama·
clones se centraron en los aspectos siguientes:
Supresión de la política liberal del Gobierno y del liberalismo
en
las instituciones públicas, obediencia y respeto a la Religión
católica del Estado y no sólo
de los espafioles, supresióo de las
RR.00. y leyes que conculcaban los derechos de la Iglesia de
Cristo, evitar el descuento anual del «presupuesto del Clero
ecle­
siástico», defeosa de la fe católica ante los ataques callejeros,
declarar fuera de la ley a la secta masónica y no prestarle los
fa­
vores con los que hasta entonces se le había beneficiado, suprimir
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Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
la libertad de cultos de hecho, evitar los progresos del protestan­
tismo, cierre de las escuelas y templos protestantes, restricción
de la libertad de prensa y asociación, prohibir trabajar durante
los días festivos, permitir y facilitar a
la Iglesia el ejercicio de la
supervisión de la enseñanza, prohibir las denominadas «escuelas
libres», etc.
A continuación extractaremos diferentes afirmaciones
del cita­
do opúsculo de D. José Roca y Pansa, que parafrasean los
con­
tenidos del famoso Congreso de Burgos. Estos fragmentos, de
estilo directo y firme, reflejan una clarividencia cristalina e in­
creíble de no proceder del «sensus fidei» católico, militante en
cuanto tal
y por ello muy acorde con la tradición espiritual de
España, expresado además por
su rotundidad y claridad, a la es­
pañola.
3.1. Unión, ¿de quiénes?
«Pueden entrar en la Unión todos los católicos no liberales,
cualquiera que
sea su idea política; los que no pueden entrar son
Ios liberales, aunque en política estuviesen todos unidos.
La unión de liberales y antiliberales para la reconquista re­
ligiosa, queda, pues, definitivamente excluida por el Congreso
de Burgos
y el Episcopado español.
La bandera de la Unión, es la Unidad Católica y el Syllabus.
Todos los que la defienden, caben dentro de la Unión.
Los que la atacan, no son amigos, sino los adversarios con
los cuales hemos de combatir» (o. c., pág. 47).
En otro lugar continúa:
«Lo que importa, a mi sentir,
es afirmarse bien en la doctrina
expuesta, que
es la doctrina del Congreso burgalés, y lanzarse
todos los católicos á la Unión.
No entrarán
ni deben entrar en ella los liberales, porque vi·
ciarían sus bases y sería una Unión liberal, que ninguna falta nos
hace, ni la quieren el Papa y los Prelados.
Podrán hacerse sus miembros los católico-liberales ; pero será
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PROYECCION SOCIOPOLITICA DE LOS CONGRESOS CATOLICOS
sin duda alguna para ahogar la aspiración á la Unidad católica, y
reducir
á letra muerta el Syllabus, particularmente en su último
párrafo.
Los que pueden sostener el espíritu de la Unión, darle vida y
eficacia, son los católicos, decididamente antiliberales, porque
en­
tran de lleno en sus bases y están decididos á luchar siempre por
el ideal que los Prelados persiguen.
Es cierto que si estos católicos no entran, la Unión nace muer­
ta; porque de vivir sin ellos, fuera Unión liberal, á pesar del es­
fuerzo de los señores Obispos» (o. c., pág. 54).
3.2. Unión, ¿para qué?
«Tremenda batalla se viene librando ha muchos años entre
las fuerzas católicas españolas por un lado, y algunos desconten­
tos, muy pocos, y todos los liberales por otro.
Aquéllas
dicen que es preciso luchar hasta morir para recon­
quistat lo
perdido en los dos últimos tercios de siglo, arrancando
al hberalismo todas
sus usurpaciones, devolviendo al Estado es­
pañol el espíritu de Cristo, y restaurando la unidad católica. Los
.otros, enfurecidos, contestan que esto son intransigencias inopor~
tunas, ilusiones perjudiciales, imprudencias torpes; y que debe­
mos transigir y acomodarnos al estado
actual, sacando, á lo sumo,
de la situación
el mejor partido posible» (o. c., págs. 42-43).
Los señores obispos en el Congreso de Burgos, continúa Roca
y Ponsa: «Sostienen que '"nos hallamos en un per!odo que pode­
mos llamar de RECONQUISTA RELIGIOSA". Y, en efecto, hemos
de
RECONQUISTAR todo lo que el liberalismo, con pésimas artes,
nos
ha arrebatado. Nuestra actitud, pues, frente á los errores
liberales y
á su aplicación al gobierno del Estado espafiol, debe
ser la misma de nuestros antepasados frente á los sartacenos, ó
á las invasoras y revolucionarias huestes de Napoleón. Reconquis­
tar, esta es nuestra misión -Y nuestro deber. Reconquistar, esta es
la palabra, en hora oportuna y bendita escrita por los señores
Obispos en
la bandera de unión de los católicos.
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JOSE FERMIN G.ARRALDA ARIZCUN
No se trata, pues, de contentarnos con la presente humillación
que nos condena
á ser esclavos de uq Estado liberal; sino de lu­
char bravamente hasta conseguir todos los derechos que como
católicos
y españoles poseemos, y vindicar . para el Estado todos
los deberes que
ha de cumplir cómo Estado católico.
Por esta razón los
. venerables Prelados ''aceptando el ruego
y voto de confianza del Congreso Católico",
declaran que "nuestra
aspiración constante
es el restablecimiento de la Unidad católica,
gloria de nuestra Patria,
y cuya ruptura es origen de muchos
males".
Nada de artículo once de la actual Constitución; nada de
aceptarlo
como la normalidad de todos los fieles ; aspiramos con
aspiración constante, sin desfallecimientos, Sin ·transacciones, á
horrar dicho artículo y restablecer la Unidad Católica. Y nuestra
aspiración constante no es, no deber ser una aspiración platónica,
sino activa,
enérgica, práctica, no descansando jamás hasta haber-
la realizado» (o. c., pág. 44). '
Mediante la unión deseada se aspiraba a restaurar una Unidad
Católica que nada
tenla que ver con el cesarismo, el cesaropapis­
mo, o bien la teocracia
-ni siquiera quienes utilizaban estos tér­
minos los entendían, y hoy algunos los aplican como arma arroja­
diza y totalmente
impropia-. Unión también para realizar una
politica católica en lo que esta
se relaci9na con la religión. Y con­
tinúa Roca y Ponsa:
«Cosa muy natural
es que para realizar este plan, verdadera­
mente sabio,
se escoja "la legalidad constituida"; porque, ni pru­
dentemente podría por
la Iglesia ó los Prelados anunciarse otro,
ni en realidad las reclamaciones, apoyadas por
los católicos es­
trechamente unidos, deben hacerse .por otros medios que los
marcados por la ley. No constituyendo un partido politico pro­
piamente dicho, sólo cabe, obedeciendo en
lo licito, reclamar por
todas las vías legales,
ó. como dicen los Prelados "esgrimiendo
cuantas armas licitas por
la misma {legalidad) en nuestras ma­
nos"» (o. c., pág. 53).
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PROYECCION SOCIOPOLITICA DE LOS CONGRESOS CATOLICOS
3.3. Unión, ¿frente a quién?
« Y no se crea que el Papa alude sólo á la guerra que proviene
de la revolución fiera; porque (así lo enseñan los señores Obis­
pos) es otro motivo y poderoso,
de unirnos los católicos, el con­
siderar,
"la guerra insidiosa. que se hace á la Iglesia»; proveniente
del segundo y tercer grados del· liberalismo, á saber:
el moderado
y el mal llamado católico"» (o. c., pág. 49).
3.4.
Cambiar el sistema.
«La mayor parte, la inmensa mayoría .de los católicos. españo­
les, y todos los que
trabajan por el triunfo social del Catolicismo,
han creído y siguen creyendo que ni nos es lícito ni conveniente
partir de la aceptación del régimen justicia que se debe á la Iglesia y á sus hijos los católicos.
Bien porque
crean que este . régimen no es sólido . ni ¡,stable;
bien porque juzguen que
no estamos en el caso de la hipótesis;
bien porque, conocedores de cosas y personas, estén convencidos
de que exigiéndolo todo se consigue algo, y exigiendo algo, nada
se alcanza; ello es cierto, que sin despreciar ninguno de los me­
dios legales para impedir la perpetración de alguna injusticia 6
arrancar la reparación de algún entuerto, están con el arma al
brazo reclamando
la catolización. del Estado, la· condenación so­
cial y política del Liberalismo» (o. c., pág. 14).
«Por pedir y reclamar nada se pierde; pero como estoy se­
guro de que nada se ha de consegnir, porque el conceder no de­
pende de las personas, sino de las ideas que se empeñan en sos­
tener y aplicar; creo lo más derecho pedir que muera
de una vez
el liberalismo, oomo decía en el Congreso de Burgos el señor
Obispo de Oviedo,
en la seguridad de que nada ·harán, a pesar de
sus buenas palabras y hasta de sus buenos propósitos (
tales quiero
juzgarlos), aquellos que no quieren divorciarse
de este error fun-
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JOSE PERMIN GARRALDA ARIZCUN
Obispos,
y nosotros con ellos, lamentamos» (o. c., pág. 78).
3.5. El verdadero .progreso.
«Antes podíamos atacar al liberalismo sin que se escandaliza­
ran los liberales; era
un derecho que la misma libertad liberal no
podía menos que reconocemos. Ahora
no se puede hablar de
liberalismo, para condenarle, sin que nos aturda con sus
chilli­
dos toda la trompetería liberal ( ... ) .
Indudablemente retrocedemos. Pero
si se dene en cuenta que
aquí, el verdadero progreso consiste en salir de esa atonía de
muerte, en que los cat6licos
se encontraban, que el verdadero
adelanto consiste en que desaparezca la confusi6n que nos mata,
y se deslinden los campos y ocupe cada cual el lugar que le co­
rresponda; y que el verdadero bien á que inmediatamente pode­
mos aspirar, es que resucite el valor, y desaparezca la prudencia
de la carne, y que nos unamos y ·contemos y fÓrtalezcamos, si es
preciso, con la persecuci6n franca y descubierta, forzoso será con­
cluir que hemos dado los cat6licos españoles un paso de gigante
por la verdadera senda del progreso del bien, del único progreso
capaz de devolver
la virilidad á esta raza que amenaza con morir
anémica» (o. c., págs. 36-37).
3.6. Cowfón: el defecto de los Congresos Católicos.
Para comprender las signientes afirmaciones de Roca y Ponsa
debe tenerse en cuenta que los publicistas
y moralistas del mo­
mento identificaban la tesis con el «debe ser», esto es, con una
situaci6n. socio-política en
la que era posible la aplicaci6n práctica
del «deber ser». La
hip6tesis, de alguna manera inventada por
los cat6lico-liberales o los llamados «mestizos»,
se identificaba
con una situación sociopolítica que no admitía
la aplicaci6n de la
tesis. En tales casos se imponía la tolerancia en cuanto permisión
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PROYECCION SOCIOPOLITICA DE LOS CONGRESOS. CATOLICOS
-nunca aprobación-negativa del mal. Dicha imposibilidad
práctica no podía fundamentarse en la mera voluntad de los agen­
te sociales, sino en
l,a gran dificultad práctica para aplicar el
«deber ser», y en que esta aplicación produjese más males que
bienes o bien impidiese importantes bienes mayores.
De hecho los liberales católicos hicieron de la hipótesis tesis,
crearon hipótesis falsas y disparatadas, y a la consideración de la
hipótesis social creo que le añadieron una u otra consideración,
más caprichosa
si cabe, que pudieron denominar «hipótesis polí­
tica». Incluso puede pensarse que en ellos, y como
fruto de la
ineptitud política de los moderados isabelinos
y alfonsinos, estaba
antes la hipótesis política
· que · 1a realidad de la religiosidad y las
creencias católicas de la sociedad española. Según el profesor Ortí
y Lara:
«Esta fué,
y esta es y será perpetuamente la generosa resolu­
ción de nuestros Prelados, hija
de su acendrada fé y amor a la
verdad y de la Religión católica: antes morir que consentir con
falsas hipótesis, ideadas por el
espíritu verdaderamente privado
de los que quieren conciliar
á Cristo con Belial en el régimen po­
lítico-religioso de nuestra España, asemejándola á las naciones
extranjeras que no han conservado
la mitad de la fé, y trocándola
de ese modo en fábula
y oprobio de todas ellas, después que fué
su admiración y envidia» (12).
Partir de la tesis (dogmática
y sociológica) o bien de la hipó­
tesis sociológica
(y política) conllevaba en ambos casos unos plan­
teamientos prácticos muy diferentes, debido a la diversidad de
grados de
exigencia_ El Congreso de Burgos, al igual que los an­
teriores Congresos, partió, efectivamente, de la tesis. Sin embargo,
y según Roca y Ponsa, en Burgos no se partió de la tesis
de una
forma clara
y contundente. A pesar de todo, y según este mismo
autor, el Congreso de Burgos fue, ciertamente, antihipotético. El
(12) ÜRTI Y LARA, J. M.: Prólogo de la colección Documentos Episco­
pales contra el liberalismo reinante, Madrid, «Ciencia Cristiana», 1886,
XX+2+ 75+2, pág. XX. Sobre este tema véase del mismo autor: Cartas
de un «fil6sofo integrista» al director de la Uni6n Cat6lica, Madrid, 18891
302 págs.
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JOSE FERMIN GA.RRALDA A.RIZCUN
magistral de Sevilla efectuó una . crítica personal y algo circuns­
tancial, aunque interesante, a los Congresos expresada en las si­
guientes palabras:
«( ... ) los Congresos católicos debían partir de la tésis, de la
hipótesis ó prescindir del punto de partida.
No era posible
partir de la hipótesis, porque hubieran fraca­
sado al nacer,. si no maldecidos, á los menos abandonados por casi
la totalidad de los fieles.
No
se quiso partir de la tésis, de manera clara, por razones
que
yo desconozco, pero que presumo ( ... ).
Quedó
solo el (camino) de la indecisión, la cual ni puede
excitar entusiasmos, ni sirve para unir:. corazones, hi producirá re­
sultados · satisfactorios;
El hecho
ahí está, patente, abrumador. Los Congresos católi­
cos sólo han dado por resultado práctico las reclamaciones de los
Prelados, que todas han sido
desatendidas, como los Sres. Obispos
del Congreso de Burgos han confesado.
Todo lo demás, la unión de los católicos, la organización,
el
periódico... nada subsiste; no por falta de dinero, como por al­
guien se ha indicado, sino por falta de claridad, por sobre de in­
decisión y pot:carecer de punto de partida claro y definido, que,
en· esta clase de luchas, es como la base de operaciones para un
ejército de campafía»
(o. c., págs. 14-15).
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