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Número 337-338

Serie XXXIV

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Eugenio Vegas Latapie y Francisco Elías de Tejada y Spínola: dos pensamientos coincidentes a la sombra de Menéndez Pelayo

EUGENIO VEGAS LATAPIE Y FRANCISCO ELIAS
DE TEJADA Y SPINOLA:
DOS PENSAMIENTOS
COINCIDENTES A LA SOMBRA DE MENENDEZ PELAYO
POR
ESTANISLAO CANTERO
I. Recuerdo de Eugenio Vegas.
Conocí a Eugenio Vegas
el día 13 de noviembre de 1966
cuando
asistí por primera vez a la célula de la Ciudad Cat6-
lica que dirigía en su casa de Gurtubay 5, para un grupo de
jóvenes.
En aquél entonces estudiaba yo el primer curso de In­
geniería de minas.
Allí me llevó, venciendo mi resistencia inicial
de todo
el curso anterior, Francisco José Fernández de la Cigofia,
con el que desde entonces contraje una «deuda», que jamás podrá
ser pagada.
Mi recelo se debía a las múltiples historias que mi
futuro cuñado contaba de las tertulias «políticas» de Eugenio
Vegas que
se desarrollaban los domingos en su casa, Pero al fin,
tras asegurarme que las células de la Ciudad Cat6Jica nada tenían
que ver con lo que
se decía en aquellas tertulias, porque no se
hacía «política», me decidí a asistir. Recuerdo aquella fecha por­
que al decirle
mi nombre tuvo la cortesía de felicitarme por mi
santo, lo que indudablemente no se olvida cuando se tienen dieci­
siete años.
Allí, al hilo de la exposición del Para que El reine de
Jean Ousset
-en su versión primitiva, conocida entre los fran­
ceses por
el ladrillo, dado su volumen-, nos hablaba de la Revo­
lución francesa y de
la desgracia que supuso para la historia de
la humanidad, y lo hacía de tal modo, que a mi me parecía estar
viendo lo que relataba.
Su conversación era amenísima y repleta
de conocimientos,
en· los que los asistentes procura1>amos empa­
parnos. Desde entonces, no deje de asistir a su célula y al cabo
Verbo, núm. 337-338 (1995), 737-750 737
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EST ANISLAO CANTERO
,de unos meses me incorporaba a sus tertulias, asistiendo a ambas
dos veces por semana hasta que tuvo su primer infarto. Entonces
me trasladé a
la célula de fos martes en S peíro, donde tuve la
oportunidad de conocer a otro hombre excepcional, del que no
diré nada más, por no molestar a su infinita modestia: Juan V allet
de Goytisolo. Si haber podido conocer, tratar, escuchar y poder
aprender de su ·magisterio a uno sólo de ellos
es motivo para con­
siderarse afortunado, el haber sido posible conjuntamente es un
doble regalo del cield, por lo que, estoy seguro, no dejamos de
dar gracias a Dios.
Eugenio Vegas, en
la época que yo le conocí, en absoluto era
distante, sino un hombre afable y cariñoso, de una gran huma­
nidad. Aunque, naturalmente, los jóvenes acudíamos a escuchar­
le, también sabía escuchar, en lo que era hasta paciente, pues
sólo recuerdo que con dos grandes amigos suyos -uno de los
cuales nos parecía un «plomo»--, les mandara callar en alguna
ocasión.
Se preocupaba por nuestras inquietudes y con frecuencia
nos regalaba algón libro para contribuir a nuestra formación.
En
mi caso su influencia fue tan grande, que cambió de modo radical
mi vida. Mi escasa vocación por la ingeniería se fue al traste y
me decidí por la carrera de Derecho, para finalmente -debido
también a las historias que escuché a Gonzalo Mufiiz al que co­
_nocí en su casa-terminar como jurídico militar, de lo que pese
,a los vientos que corren hoy día, no me arrepiento. Recuerdo,
también con gratitud,
sus felicitaciones con mis primeros artícu­
los en las revista
¿Que pasa? y su aliento para que continuara es­
-cribiendo.
En todas sus conversaciones, sobresalía por encima de todo su
fe religiosa. Sus palabras y sus obras eran un apostolado continúo
y una incitación permanente a obrar en bien de la Iglesia, de la
patria y de los demás hombres, para mayor gloria de Dios y de
.las almas. Quienes le conocimos y tratamos no podemos sino decir
-que concebía la vida como un servicio a Dios y que procuraba
inculcar ese modo de vida en quienes le rodeábamos. Por eso,
Eugenio Vegas que fue hombre de fidelidades, sin embargo su
auténtica y verdadera· fidelidad a
la que supeditó todo lo demás,
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PENSAMIENTOS COINCIDENTES A LA SOMBRA DE MENENDEZ PELA YO
fue a Cristo Nuestro Señor ( 1). Fue un maestro de la palabra y
creo que si hubiera sido profesor universitario habría sido un
gran pedagogo capaz de convencer a
sus alumnos y un verdadero
forjador de caracteres.
Todos somos, por
lo menos, un poco egoístas. Creo que nada
más lejos de Eugenio Vegas que el egoísmo. En este aspecto,
además de su comportamiento en la guerra, su falta de ambici6n
política personal, sus obras de caridad para el menesteroso
y su
generosidad para las obras de la Iglesia,
se desprendi6 de parte
de su biblioteca que regal6 a diversos amigos pensando en la
mejor forma de poder aprovechar sus libros. Gracias a esa gene­
rosidad recibí
casi un centenar de obras de Maurras o sobre el
maestro francés.
Estoy firmemente convencido que desde el cielo tenemos un
nuevo intercesor por nuestra obra de la Ciudad Católica y por
todos nosotros.
TI. Dos pensamientos coincidente a la sombra de Menéndez
Pelayo.
Quizá el título de este artículo en homenaje al inolvidable
maestro Eugenio Vegas en
el décimo aniversario de su muerte,
que tambiéu quiere serlo para otro maestro insigne como fue
Elías de Tejada en el decimoséptimo aniversario de su tránsito,
pueda parecer extraño a algunos. Sin embargo creo que no hay
contradicción alguna al titularlo en la forma en que lo he hecho.
Al escribir con anterioridad sobre Elías de Tejada y la tra­
dición política española (2), creo haber puesto de relieve la
in-
(!) Cfr. EsTANISLAO CANTERO, «Fidelidad y verdad. La lección de una
muerte», en AA. VV., Eugenio Vegas Latapie (1907-1985). In memoriam,
Speiro, Madrid, 1985, págs. 70-72; este volumen, junto con sus Memorias,
de las que se han editado dos tomos y está a punto de salir el terceto y
último que publicará la editorial Actas de Madrid, resulta esencial para
conocer su personalidad, su obra y su pensamiento.
(2) Cfr. «Francisco Elías de Tejada y la 0ttadici6n española•, en AA. VV.,
Francisco Elías de Te;ada, Universidad Complutense de Madrid (en prensa).
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BSTANISLAO CANTERO
fluencia que el maestro santanderino ejerció -en cierto modo a
su
pesar-sobre él. Vuelvo ahora sobre la cuestión de modo
más breve.
Respecto al pensamiento tradicional español Menéndez Pe­
layo ha ejercido un influjo que ha sido determinante en los pen­
sadores de los dos últimos tercios de este siglo, aun cuando esa
influencia diera lugar a desarrollos diferentes,
más políticos en
unos, francamente académicos en otros, según
la específica vo­
cación de cada cual. Así ocurre con Eugenio Vegas Latapie y con
Francisco
Elías de Tejada. Pese a haber militado en ramas di­
násticas diferentes
-Vegas fue partidario de la alfonsina y Elías
de Tejada de la carlista-, si trazamos un paralelismo entre ellos,
observaremos una coincidencia esencial en lo fundamental de
buena parte de su pensamiento, a pesar del propio Elías de Te­
jada, que en cierta ocasión se refirió a él como «representante
del tradicionalismo no español», porque, a su juicio, reflejaba en
Acci6n Española la influencia «francesa maurrasiana». Para am­
bos el fundamento de su pensamiento político se encuentra en
la religión católica y junto a ella, como no podía ser de otro modo,
el orden natural constituye la clave interpretativa de toda su obra
doctrinal. De
ahí que ambos coincidan en su crítica a la moder­
nidad y propugnen para España --salvadas las coyunturas
espe­
ciales del Vegas que escribe durante la República y propugna el
golpe militar
instaurador-la monarquía tradicional.
Aun cuando señalar influencias
es muy difícil, en nuestro
caso, por propia confesión de parte, creo que no
es en absoluto
aventurado señalar que se debió a sus buenos maestros que les
introdujeron muy jóvenes en la lectura de Menéndez Pelayo. En
efecto, ambos fueron de una precocidad extraordinaria, y aun
cuando los saberes del santanderino no fueron tan dilatados como
los del extremeño, no le fue a la zaga en profundidad en lo que
constituyó su especialidad: el pensamiento politico y la historia
europea y de la Iglesia
de los tres últimos siglos, en especial de
la de Francia y la Revolución francesa. Ambos tuvieron el pri­
mer contacto con Meuéndez Pelayo a edad bien temprana. Vegas
a los quince años,
Elías a los trece. Los dos con textos de la
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PENSAMIENTOS COINCIDENTES A LA SOMBRA DE MENENDEZ PELAYO
Historia de los heterodoxos relativos al reinado de los Borbones.
Ambos por intermediación de los jesuitas
y debido a sus respec­
tivos maestros. Como lo manifestó Eugenio Vegas, su entusiasmo
fue completo
y le marcó para toda la vida: «Aun no se ha borrado
--escribía en
1965-la impresión que me produjo aquella lec­
tura, decisiva en la orientación de mi vida».
Elías de Tejada escribía en 1974: «Hace ahora cuarenta y
cuatro, mis trece de edad andaban embriagados por lecturas (
... ),
en las que desboqué en desmedida admiración por los Barbones.
Fue entonces cuando
mi mayor maestro, el jesuita Fernando de
Huidobro y Polanco, jesuita de los de San Ignacio de Loyola,
muerto en olor de santidad y de heroísmo en el frente de Madrid
el
11 de abril de 1937, púsome delante de los ojos el siguiente
trecho de Menéndez Pelayo (
... ) ». Y aunque confiese que de
ello aprendió que «han sido los Barbones uno de los constantes
enemigos de
mi patria española» --el texto en cuestión del maes­
tro santanderino
se refiere al reinado de Felipe V en relación al
de Carlos II-, no fue tan sólo ese el fruto de su lectura y la
influencia fue mucho más allá.
Para Menéndez Pelayo no ha sido la geografía, ni la raza, ni
la lengua,
ni el carácter de los antiguos habitantes lo que forjó
la nación española. Aunque
la romanización fuera el primer paso
para ello, lo
determinante para la formación de España como
comunidad política, por encima de cualesquiera otros factores,
fue la unidad católica.
La religión católica y la Iglesia hicieron
España. Su especificidad, también la política que cuaja en insti­
tuciones, fue su obra. En
la baja Edad Media, desaparecido el
reino visigodo, fragmentada aquella España visigoda,
es el sen­
timiento cristiano que perdurará y hará posible la Reconquista,
el que mantiene una cierta idea de unidad
(3).
Don Marcelino tenía un sentido providencial de la historia
de España. Nuestra patria, como fruto de
la cosmovisión cató­
lica de la vida de la que participaban sus gentes y sus reyes,
(3) e&. MAR.CELINO MBNÉNDEZ PELAYO, Historia de los heterodoxos
españoles, epílogo, BAC, Madrid, 1956, romo II, págs. 1.192-1.194.
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EST ANISLA O CANTERO
asumió, libre y voluntariamente, la mmon universalista de ser
evangelizadora
y defensora de la fe en la península, en Europa
y en América (4).
De
ahí su admiración por la casa de Austria y aquellos dos
siglos de desbordante donación
y creación, en donde la tradición
encuentra su punto
más algido (5); su exaltación de la teología
católica, de los maestros teólogo-juristas españoles, con Vitoria
a la cabeza (6); de las libertades municipales
y de los fueros (7).
Esa era nuestra tradición
y la degradación provino de su
abandono
y sustitución ( 8), promovida por la casa de Borbón a
la que no ahorra críticas por este motivo.
La decadencia es fruto,
sobre todo, de
la difusión de ideas contrarias a la doctrina cató­
lica
y a ese modo de entender la vida, volcados, con todas las
imperfecciones que
se quieran -pero siempre algunas menos
que las que elaboró
la leyenda negra y sus corifeos españoles­
ª la mejor obra humana que es dable hacer.
Por otra parte, don Marcelino fue acérrimo antipositivista,
e indicó que los hechos por sí solos no pueden constituir ciencia,
y han de estar necesatiamente sujetos a la metafísica (9).
Aunque son textos sobradamente conocidos, no me resisto a
transctibir algunos, sobre todo porque no estoy seguro que para
la juventud de hoy
día lo sean igualmente y en este caso, pueden
servir para incitarles a la lectura del insigne maestro.
«Ni por la naturaleza del suelo que habitamos, ni por la raza,
(4) Idem, op. cit., pág. 1.194; «Discurso en el primer congreso cató­
lico nacional espafíol» (2 de nulyo de 1889), en Ensayos de critica filos6/ica,
Obras completas, CSIC, Madrid, 1958, XXVIII, págs. 287-289.
(5) CTr. Idem, op. últ. cit., pág. 289.
(6) CTr. Idem, «Contestación al discurso de ingreso en la Real Acade­
mia de la Historia de Eduardo de Hinojosa» (10 de marzo de 1889), op.
últ. cit.,
págs. 229-233.
(7) Ide,m, «Brindis del Retiro» (30 de mayo de 1881), en Estudios y
discursos de crítica hist6rica y literaria, 111, ed. cit., Madrid, 1941, VIII,
págs. 385-386.
(8) Idem, «Discurso en el Congreso Internacional de Apologética»
(11 de septiembre de 1910), en ed. cit.,, XXVIII, pág. 354.
(9) Idem, Heterodoxos, págs. 1.186-1.187.
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PENSAMIENTOS COINCIDENTES A LA SOMBRA DE MENENDEZ PELA YO
ni por el carácter, parecíamos destinados a formar una gran na­
ción. Sin unidad de clima y producciones, sin unidad de costum­
bres, sin unidad de culto, sin unidad de ritos, sin unidad de
familia, sin conciencia
de nuestra hermandad ni sentimiento de
nación, sucumbimos ante Roma, tribu a tribu, ciudad a ciudad,
hombre a hombre (
... ) . Fuera de algunos rasgos nativos de sel­
vática y feroz independencia, el carácter español no comienza a
acentuarse sino bajo la dominación romana (
... ). España debe
su primer elemento de unidad en la lengua, en el arte, en el de­
recho, al latinismo, al romanismo».
«Pero faltaba otra unidad
más profunda: la unidad de creen­
cia. Solo en ella adquiere un pueblo vida propia
y conciencia de
fuerza
unánime, solo en ella se legitiman y se atraigan sus insti­
tuciones» (
... ).
«Esta unidad
se la dio a España el cristianismo. La Iglesia
nos educó a sus pechos, con sus mártires y confesores, con sus
Padres, con el régimen admirable de sus concilios. Por ella fui­
mos nación y gran nación ( ... ). Si en la Edad Media nunca de­
jamos de consideramos unos, fue por el sentimiento cristiano,
la sola cosa que nos juntaba» ( ... ).
«Dios nos conservó la victoria, y premió el esfuerzo perseve­
rante
dándonos el destino más alto entre todos los destinos de
la historia humana: el de completar el planeta, el de borrar los
antiguos linderos del mundo» (
... ).
«;Dichosa edad aquella, de prestigios
y maravillas, edad de
juventud
y de robusta vida! España era o se creía el pueblo de
Dios,
y cada español, cuál otro Josué, sentía en sí fe y aliento
bastante para derrocar los muros al son
de las trompetas o para
atajar al
sol en su carrera. Nada parecía ni resultaba imposible;
la
fe de aquellos hombres, que parecían guarnecidos de triple
lámina
de bronce, era la fe, que mueve de su lugar las monta­
ñas» (
... ).
«España, evangelizadora
de la mitad del orbe; España, mar­
tillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de
San Ig­
nacio ... ; esa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos
otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantona-
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ESTANISLAO CANTERO
lismo de los arévacos y de los vectones o de los reyes de tai­
fas» (10).
« ( ... ) la filosofía cristiana» es la «única que nos presenta el
orden racional integro y no mutilado, única que abarca la totali­
dad de la conciencia» (
... ) . «En la creación y desarrollo de este
organismo filosófico, compenetrado por el dogma, tuvo nuestra
raza papel gloriosísimo desde los primeros siglos de nuestra
Iglesia, y tal, que entre las glorias espafiolas, muy pocas pueden
envanecernos tanto como ésta».
« ( ... ) ni nuestro mismo arte, ni nuestra literatura, ni nuestra
misión providencial en la historia pueden ser enteramente com­
prendidos, a lo menos en su razón más honda sin la llave maestra
de nuestra Teología, que por siglos en
Espafia (ha sido) la cien·
cia universal y enciclopédica, no porque anulase a las restantes,
sino,
al contrario, porque a todas las abrigó amorosamente bajo
su manto y a todas
las informó con su generoso y fecundo espí­
ritu».
«( ... ) de las escuelas pasó a la acción y, penetró en la vida,
llegando a hacer de Espafia, en los dos siglos
más influyentes de
su historia,
algo que ni antes ni después ha vuelto a verse en el
mundo,
es decir, una nación de teólogos armados. Nunca, desde
el tiempo de Judas Macabeo, hubo un pueblo que con tanta
ra­
zón pudiera creerse el pueblo escogido para ser la espada y el
brazo de Dios».
«Toda su historia la preparaba para tal misión» (11).
« Yo no pensaba hablar; pero las alusiones que me han diri­
gido los señores que han hablado antes, me obligan a tomar la
palabra. Brindo por lo que nadie ha brindado hasta ahora: por
las grandes ideas que fueron alma e inspiración de los poemas
calderonianos.
En primer lugar, por la fe católica, apostólica, ro­
mana, que en siete siglos de lucha nos hizo reconquistar el patrio
suelo, y que en los albores del Renacimiento abrió a los castella­
nos las vírgenes selvas de América y a los portugueses los fabu-
10) Idem, op. últ. cit., págs. 1.192, 1.193 y 1.194.
(11)
Idem, «Discurso en el Primer Congreso Católico Español», cit.,
pág. 287-289.
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PENSAMIENTOS COINCIDENTES A LA SOMBRA DE MENENDEZ PELA YO
!osos santuarios de la India. Por la fe católica, que es el substra­
tum, la esencia y lo
más grande y lo más hermoso de nuestra
teología, de nuestra
filosofía, de nuestra literatura y de nuestro
arte».
«Brindo, en segundo lugar, por la antigua y tradicional mo­
narquía española, cristiana en la esencia y democrática en la for­
ma, que durante todo el
sigla XVI vivió de un modo cenobítico y
austero; y brindo por la casa de Austria, que con ser de origen
extranjero y tener intereses y tendencias contrarios a los nuestros,
se convirtió en porta-estandarte de la Iglesia, en gonfaloniera de
la Santa Sede durante toda aquella centuria».
«Brindo por la nación española, amazona de la raza latina, de
la cual fue escudo y valladar firmísimo contra la barbarie germá­
nica y el espíritu de disgregación y de
herejía que separó de
nosotros a las razas septentrionales».
«Brindo por el municipio español, hijo glorioso del municipio
romano y expresión de la verdadera y legítima y sacrosanta liber­
tad española, que Calderón sublimó hasta las alturas del arte en
El Alcalde de Zalamea, y que Alejandro
Herculauo ha inmorta­
lizado en la historia (
... )» (12).
«Hoy presenciamos el lento suicidio de un pueblo que, enga­
ñado
mil veces por garrulos sofistas, empobrecido, mermado y
desolado, emplea en destrozarse las pocas fuerzas que le restan,
y, corriendo tras vanos trampantojos de una falsa y postiza cul­
tura, en vez de cultivar su propio espíritu, que es el único que
ennoblece y redime a las razas
y a las gentes, hace espantosa
liquidación de su pasado, escarnece a cada momento las sombras
de sus progenitores, huye de todo contacto con su pensamiento,
reniega de cuanto en la historia los hizo grandes, arroja a
los
cuatro vientos su riqueza artística, y contempla con ojos estúpi­
dos la destrucción de la única España que el mundo conoce, de
la única cuyo recuerdo tiene virtud bastante para retardar nuestra
agonía» (13).
(12) Idem, «Brindis del Retiro», cit., págs. 385-386.
(13) Idem, «Discurso en el Congreso Internacional de Apologética»,
cit., pág. 354.
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ESTANISLAO CANTERO
La obra de Eugenio Vegas está cuajada de citas de Menéndez
Pelayo, muchas de ellas las
mismas que acabamos de transcribir. Y
reiteradamente se
refirió a él como su maestro. Y Acción Espa­
ñola,
de la que Eugenio Vegas fue su factotum, así mismo reivin­
dicó su obra de forma reiterada y continua (14).
Respecto a Elías de Tejada su influencia fue mucho
más allá
de la lección
-bien aprendida, sin duda-, de lo que significa­
ron los Borbones, porque en lo fundamental que
delimita a la
tradición española fueron coincidentes. Al escribir: «El mejor
menéndezpelayismo político será (
... ) el que rehaga la historia
de la tradición política española empleando los
mismos criterios
que don Marcelino empleó para rehacer
la historia de las ideas
estéticas o los orígenes de
la novela entre nosotros», se declaró
su heredero.
Por ello, con toda razón, ha indicado Ayuso que
«fue
el Menéndez Pelayo de la historia y de la tradición políticas
e
hizo realidad lo que un día planteó en hipótesis» (15).
En efecto, la parte más extensa de su impresionante obra la
dedicó Elías de Tejada a la historia del pensamiento político, y
dentro de ella al de los diversos reinos que formaron aquellas
Españas en las que no se ponía el sol. Esta ingente obra está
dedicada a dos objetos primordiales:
determinar que sea lo es­
pecifico hispánico y restaurar --<:on las modificaciones necesarias
de
los tiempos modernos-aquella tradición que hizo de las Es­
pañas el pueblo más libre que se dio en la historia.
Para ambos, al igual que para Menéndez Pelayo, el primer
fundamento de su pensamiento
pol!tico se encuentra en la reli­
gión católica. Así en Eugenio Vegas, explícitamente expresa­
do, se consagró a su labor con
el propósito de contribuir «de
manera
más eficaz a la gloria de Dios» (16). Para él, la causa
(14) Cfr. mi «Francisco Elias de Tejada y ... », donde queda puesto
de relieve.
(15) MIGUEL Aroso ToR.llBs, La filosofía ;urídica y política de Fran­
cisco Elías de Teiada, Fundación Francisco Elías de Tejada y Erasmo Pet­
copo, Madrid, 1994, pág. 271.
(16) Para el pensamiento político de Vegas y Elías en lo que aquí se
alude, véase E. CANTERO, «El pensamiento político de Eugenio Vegas La-
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PENSAMIENTOS COINCIDENTES A LA SOMBRA DE MENENDEZ PELA YO
principia! de los males era la irreligión y procuró y defendió
siempre
como principal y más importante objetivo la instaura­
ción de una sociedad cristiana, vínculo constitutivo de nuestra
patria. Para
Ellas de Tejada, está también perfectamente claro
que
la religión es lo más importante de la tradición española y
su conceción del derecho natural como conjugación del poder de
Dios con el
de los hombres, sus afirmaciones de que es la Ley
de Dios el criterio moral delimitador de la tradición
y otras mu­
chas, acreditan ese mismo fundamento.
El segundo fundamento
es la idea del orden natural. Ambos
fueron iusnaturalistas
y seguidores de Santo Tomás de Aquino,
así
como de los clásicos teólogos-juristas de nuestro siglo de oro.
Naturalmente, en este terreno la dedicación de
Ellas de Tejada
a estas materias fue de mayor calado que las de Eugenio Vegas,
como acreditan, entre otras obras, sus
dos tdmos del Tratado de
Filosofía del Derecho.
De ahí arrancaba para ambos su crítica a la modernidad, a
los historicismo, los sociologismos y todo género de positivismos
e idealismos,
y a la democracia moderna, respecto a la cual se
sumaban, además, sus defectos congénitos que impedían que pu­
diera ser
eficaz. Si bien Eugenio Vegas dedicó casi toda su obra
a combatir
la democracia moderna, indicando sus causas, sus de­
moledores efectos, así como los remedios posibles, de toda la
obra de Elías de Tejada, aparte de alusiones constantes,
la crítica
resulta de la defensa que hizo, también de forma permanente, de
la monarquía tradicional; incompatible con
la democracia mo­
derna.
Ninguno de ellos fue verdaderamente partidario de fascismos
o dictaduras, para los cuales, éstos eran regímenes transitorios
para instaurar un régimen tradicional. Así lo expresó reiterada­
mente Eugenio Vegas, indicando que el golpe militar debía traer
la monarquía tradicional. Por su parte Elías abogaba en las pos­
trimerías del régimen de Allende por un golpe de Estado que
tapie», en Eugenio Vegas ... , ed. cit., págs. 73~108 y el artículo ya mencionado
sobre
d filósofo extremeño.
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EST ANISLAO CANTERO
salvara a Chile del régimen marxista -- caído y desacreditado, al menos aparentemente en toda
Europa­
y tras su realizaci6n lo justificaba. En ambos estas actitudes se
corresponden con su pensamiento coincidente en la defensa de
la doctrina de la resistencia
al poder, que consideraban ser pen­
samiento común y tradicional en la historia del pensamiento de
nuestros clásicos.
El primero lo puso en práctica conspitando y
participando en la Cruzada. El segundo, imposibilitado para ello
por su corta edad, sin embargo, también se refiri6 a aquella lucha
como Cruzada.
Ambos proclamaron y defendieron la necesidad de
la monar­
quía tradicional
y católica y consideraron ejemplar el reinado de
Felipe
II, si bien Elías de Tejada, por su investigación histórica,
delimit6 conceptualmente de modo superior a Vegas a esa
mo­
narquía federativa y misionera. Ellas de Tejada fue incansable
defensor de los fueros, expresión de un régimen de libertades
concretas; Eugenio Vegas, en esa misma línea, lo fue de los
cuerpos intermedios, con sus libertades y funciones propias.
Si tuvieron discrepancias, fue sobre quién podría restaurar
esa monarquía tradicional. Uno pensó que
la rama alfonsina era
la única que
tenía posibilidades de éxito; el otro que solamente
la carlista encarnaba aquél pensamiento. En esto, Elías se dej6
llevar por el exceso, identificando el pensamiento tradicional
con el carlismo,
si bien en unos escritos inéditos de los que da
cuenta Miguel Ayuso (17), no aparece este exclusivismo,
al con­
siderar que mantenían la doctrina tradicionalista los escritores
dinásticamente liberales del grupo
al que adscribía a Eugenio
Vegas. Para los dos,
el poder debía someterse al derecho y su jus­
tificación se encontraba en la realización del bien común; la co­
munidad no estaba a su disposici6n, sino que era un presupuesto
hist6rico-natural.
El poder se encontraba limitado tanto por los
poderes sociales
-cumplimiento del principio de subsidiariedad­
como por su sometimiento a la ley de Dios y
al derecho natural.
(17) M. AYUSO ToRREs, op. cit., pág. 273.
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PENSAMIENTOS COINCIDENTES A LA SOMBRA DE MENENDEZ PELA YO
De ahí que ambos compartieran la máxima isidoriana claramente
arraigada en el pensamiento español;
Rex eris si recte facias, si
non facias non eris.
Ambos compartían la necesidad de una política católica, ca­
paz de crear y mantener instituciones que garantizasen las liber­
tades y los derechos, pues de otro modo, las realizaciones que se
pudieran conseguir en ese terreno podrían ser borradas de un
plumazo por una disposición legal. Y ambos creyeron que los
hombres estamos en el mundo para cumplir la voluntad de Dios,
individual y colectivamente, y que la obra desart0llada durante
siglos en España para el establecimiento de los mandatos de Cristo
como leyes para el vivir social, no podían echarse por la borda
como un lastre obstaculizador del progreso, sino que eran garan­
tía de todo progreso, necesario para evitar el naufragio de la
sociedad. En fin, los dos fueron católicos y españoles identifica­
dos con la historia de nuestra patria a la que amaron sobrema­
nera, personas excepcionales en nuestro siglo XX.
Con todo, en el apunte que he tratado de esbozar, sus dis­
crepancias doctrinales respecto al núcleo de sus respectivos pen­
samientos, al margen de la actividad política concreta, fueron
prácticamente inexistentes. No podía ser
de otro modo en quie­
nes, al igual que Menéndez Pelayo, tenían un sentido providen­
cialista de la historia de España y compartían, como lo habían
hecho nuestros mayores, la cosmovisión católica
de la vida, un
sentido misionero de la existencia, dirigido al establecimiento de
sociedades católicas.
Por eso, también para ambos, Trento y la
Contrarreforma constitutlan un
lazo de unión evidente, apreciable
en sus críticas
-más duras en Elías de Tejada que las plasmó por
escrito y las lanzó desde el estrad la Declaración
Dignitatis humanae del Concilio Vaticano II.
Si del terreno del pensamiento pasamos al de la política, en
ésta actividad de la política concreta, Eugenio Vegas dio
mues­
tra de gran realismo y tuvo mayor sentido político que Ellas de
Tejada, pues el primero logró aunar en
Acción Española a buena
parte de los representantes del pensmiento tradicional, mientras
que el segundo fue
más exclusivista al identificar, conforme pa-
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BSTANISLAO CANTERO
saba el tiempo de forma más radical, dicho pensamiento con el
carlismo. Con todo, creo que ambos sufrieron
la incomprensión de
sus respectivos pretendientes y ambos terminaron apartándose de
ellos, y los dos por mantenerse fieles a los principios que profesa­
ban. Igualmente, los
dos no gozaron de las simpatías del régimen
surgido del
18 de julio, si bien Eugenio Vegas se opuso frontal­
mente cuando creía que
la instauración de la monarquía tradicio­
nal
era posible y tuvo que exiliarse en 1942 al descubrirse la
conspiración. El paso del tiempo y el cambio de determinadas
actitudes hizo posible para Eugenio Vegas su regreso
y reincor­
poración
como Letrado del Consejo de Estado y para Elías, la
constitución del Centro de Estudios históricos y políticos General
Zumalacárregui, difusor de la doctrina carlista tradicional.
Defensores, los dos, de
la confesionalidd católica del Estado
español
y de la unidad católica de nuestra patria, esperamos que
ambos habrán obtenido su premio en
la casa del Padre.
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