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Número 337-338

Serie XXXIV

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Gabriel Echegoyen

IN MEMORIAM:
GABRIEL ECHEGOYEN
Con un sobrecogedor sentido premonitorio, hizo grabar en
el dorso de la cruz de plata la fecha y el camino que esa madru­
gada
se disponía a emprender: «25 de Junfo de 1995. Caminaré
con
el Señor por el sendero de la vida (Sal. 114,9)».
La cruz, elegida y preparada con el primor de siempre, era
el obsequio para Rafael, amigo y correligionario desde
fos tiempos
de plenitud
del Círculo San Raimundo de Peñafort de Corporación
Universitaria, quien, después de una larga preparaci6n, fue por
fin ordenado sacerdote ese día.
El absurdo y terrible accidente
impidió a Gabriel asistir a la ceremonia. Junto con los horribles
dolores que el fuego debió provocarle,
el no poder ver a Rafael
consagrar en
sus manos el Cuerpo de Cristo, debió ser el último
sacrificio antes de su muerte, ocurrida quince días después, el
11
de julio.
Gabriel Echegoyen había irrumpido en nuestras vidas el año
1976, cuando
él aterrizaba en Madrid procedente de su Irún na­
tal y dábamos nuestros primeros pasos en la Universidad.
Eran tiempos de intensos compromisos personales en la
· lucha
por
el Derecho Público Cristiano y él quiso ocupar la primera
fila. Muy pronto
se sumó a las actividades en marcha, que eran
entonces, fundamentalmente, de formación doctrinal y apostolado
en las Facultades.
Traía consigo los valores heredados de una familia buena y
un importante bagaje espiritual e intelectual
recibido en una cé­
lula del Office de San Juan de Luz, en Francia, donde se había
educado. Allí había conocido también a Marie Joe, amiga y
com­
pañera fiel hasta el último aliento de vida.
Era por aquellos días suscriptor de
las principales revistas del
entorno de la antigua Cité Catholique y
se identificaba, con pasi6n
que
nos transmiúa, con la hista.ria y el pensamiento de la Contra­
rrevolución francesa. Poco tardó en hacer suyos Verbo y toda
la
cadena ininterrumpida de pensadores tradicionales españoles, que
eran nuestros guías en la doctrina.
Con asombrosa magnanimidad, aportó desde el primer día a
Verbo, núm. 337-338 (1995), 785-786 785
Fundaci\363n Speiro

JAIME URCELA Y
la Causa -a la que él, con su siempre peculiar jerga, llamaba
«la Cosa Católica»-talentos, tiempo, recursos materiales y sus
valiosas relaciones familiares y sociales. Nada escatimó este cora­
zón grande que bien podía haberse dejado vencer por otros resor­
tes que le hubieran inclinado, de una manera natural, hacia una
vida fácil y cómoda. Y todo lo hizo siempre con un
ejemplar sen­
tido de la caridad, del cuidado de las buenas formas, de la más
pulcra educación y de los detalles propios de un alma sensible y
creativa, como era la suya. Con ese sentido caballeresco, en fin,
del que hasta el final hizo su estandarte.
T nvimos
el honor de compartir con él años de muchísima
actividad, canalizada a través de una asociación de estudiantes
-Corpor11eión Universitaria--nacida al calor de Ciudad Católica
y de la que Gabriel fue durante algún tiempo Secretario General,
coincidiendo
además su mandato con el principal hito de la his­
toria de
Coq,oración, la celebración en Madrid del III Congreso
Hispanoamericano de Estudiantes Universitarios Católicos, Des­
.pués, iniciada
ya su vida profesional como abogado, se entregaría
a un malogrado proyecto político que estaba, sin embargo,
carga­
do de futuro: el Equipo 92.
Gabriel, treinta y ocho años de edad, nos ha sido «arrebatado
prematuramente», como antes nos lo fue su queridísimo Javier
Bocanegra. A ambos unió un mismo Ideal temporal --el Reinado
Social del Corazón de Cristo, la Civilización del
Amor-y ambos
hicieron de
sus vidas una fértil exaltación de la bondad y la her­
mandad. Ninguna de las deslealtades y flaquezas de quienes marchamos
a
su lado, fueron suficientes para que Gabriel arriase un solo
centímetro
su bandera de la amistad sin medida. Y si es verdad
que a veces no entendíamos que. perdonase tanto, ahora
es fácil
apreciar cuánto ha debido agradar
ese espíritu de caridad a Quien
se dejó crucificar por los pecados de toda la Humanidad.
Es inevitable que la muerte de Gabriel
nos provoque a mu­
chos un inapelable sentimiento de orfandad, Nadie va a poder
llenar
el hueco que deja en nuestra comunidad de lazos invisibles,
porque Gabriel era una personalidad
singular y original para todo.
Tan sólo nos consuela la certeza de que
él, que ha llegado antes
a la meta, vela ahora desde
la· Felicidad conquistada, con María
Reina
y Todos los Santos, por nosotros, sumidos en esta apasio­
nante y difícil encrucijada del nuevo siglo.
Gabriel Echegoyen, compañero
y hermano: ¡ estás presente!
JAIME URCELAY,
786
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