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Número 345-346

Serie XXXV

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Frederick D. Wilhelmsen

IN MEMORIA.M:
FREDERICK D. WILHELMSEN
El fallecimiento en Dallas del profesor Frederick D. Wilhelm­
sen, recién
cumpHdos los setenta y tres años de edad, no sólo toca
muy directamente a esta casa que
es Verbo, sino al entero pensa­
miento tradicional,
.del que era µno de sus .. representantes. más
agudos al tiempo que más esforzados. Personalmente también me
llega al hondón del
alma, pues era µno de mis más preciados
amigos. Cuando todos los
·indicios apµntaban a ,que el cáncer de
garganta que
padecia había sucumbido a la radiación · y no se
había reproducido, y cuando tanta falta nos hacía en el buen
combate,
µn infarto nos lo arrebata súbitamente de la trinchera
cada
vez más desgúarnecida del tradicionalismo .. católico.
La figura y la obra de Federico -así le conocíamos sus
amigos-Wilhelmsen no resultan, por lo menos en ciertos círcu­
los, desconocidas en España, donde alcanzó una cierta notoriedad
por su presencia entre nosotros durante los mejores
años de su
juventud y por su comprensión y fidelidad, que no le abandona­
ron
nµnca, hada la fe de la Cristiandad a través de su supervi­
vencia en España
y más concretamente en el carlismo.
Wilhelmsen llegó a
España en 1957 de la mano del gran fi­
lósofo de la política Wilmoóre Kendall -'-con quien compartia
íntimas fruiciones intelectuales-,
¡,ara participar en las sesiones
del
Centro Europeo de Documentaci6n e Informaci6n (CEDI),
entidad creada a comienzos
de los cincuenta por el recordado José
Ignacio Escobar
y Kirpattick, marqués de V aldeiglesias, y el que­
rido. Alfredo Sánchez Bella, con apoyo del a
la sazón ministro
de Asuntos Exteriores Alberto Martín Artajo. A los pocos meses
de esa visita, y merced a la ayuda proporcionada por una funda­
ción norteamericana, retomó, estableciéndose por
dos años en la
Verbo, núm. 345-346 (1996), 459467
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MIGUEL AYUSO
ciudad de Avila. De esta primera época son, además de los con­
tactos del CEDI y del grupo intelectual y político capitaneado
por Rafael Calvo Serer
y Florentino Pérez Embid, sus primeras
relaciones con el carlismo. Rafael Gambra le hubo de conocer muy
pronto, pues a su carlismo de una
pieza, intelectual y'' práctico,
unía buenas relaciones con el equipo
Calvo-Pérez Embid. Años
después, en un· artículo de 1969, ilsí describirá el 'maestro roncalés
su encuentro: «Conocí a Wilbelmsen allá por los
años cincuenta
en Avila. Fui a visitarle con· mi mujer, y nos acompañaba Ignacio
Hernando de
. Larramendi cori la suyá, porque el matrimonio Wil­
helmsen
había fijado su residencia en aquella ciudad· castellana
desde hacía
ya un año. Wilhelmsen era un rtorteamericano de ori­
gen escandinavo, de altísima estatura, aire infantil
y de una sen­
cillez y simpatía poco comunes. Tendría entonces poco más de
treinta años. Se había doctorado en Filosofía y acababa de publicar
en Estados Unid.os su principal obra filos6fica, Man's Knowledge
of Realíty, un estudio · fundamental sobre la epistemología de
Santo Tomás de Aquino.
Habla sido precisamente el conocimiento
profundo
de la filosofía cristiana -y del tomismo en particular­
lo que inspir6 en el espíritu de Wilbelmsen su fervor por la
Ciudad Cristiana, esto es, por la civilizaci6n. forjada en la Cris­
tiandad preluterana. Por este cauce penetr6 en
el sentido de la
Contrarreforma
y de la pivilización del barroco o española. Por
él co¡nprendi6 también el sentido profundo de continuidad

y de
lealtad hist6rica que posee el Carlismo español, su pervivencia
hasta nuestros días
y el significado de su gesta bélica» { «Carlismo
U.S.A.:
Mr. Frederick Wilbelmsen», ¿Qué Pasa? de ll-X-69).
Hubo de ser esta emoci6n y el
anhelo de ponerse en contacto
-con algo que hunde sus raíces en lo más sagrado de la tradici6n
común -podemos seguir con Gambra-lo que le trajo a España,
y no solamente a visitarla sino a establecerse, a arraigarse en
su ambiente. Y esta misma
ins¡;iraci6n le llev6 a escoger la
ciudad recoleta «de los caballeros», la ciudad mística del
Car­
melo. Allí, en una casa señorial y falto de toda comodidad mo­
derna, pas6 varios de los crudísimos inviernos abulenses. Luego
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FREDERlCK D. WJLHELMSEN
se trasladaría a Pamplona, donde enseñó varios cursos en la en­
tonces joven
Universidad de Navarra.
Asl, Wilhelmsen hizo de
España una suerte de patria espiri:
tual, pues se le aparecía como uh islote de Cristiandad en el
piélago de la
sociedad plutalista laica, una auténtica comunidad
dentro de un contexto mundial Puramente coexistente, La unidad
católica que
España conserv~há como un tesoro, y no sólo en la
legislación fundamental, sino también
en todas sus pitlsiones vi­
tales, ejemplificaba
maravillosamente lo· que nuestro átltor llama­
rla años despoés una «ortodoxia pública» · católica y• tradicional
(Cfr. La orto/Joxia pública y los poderes de la irracionalülad, Ma·
drid; · 1965). El designio europeizador, por el· contrario; venía a
desmedular
la constittlción natural e histórica de Españá, unida
inseparablemente a·
la catolicidad. Én 1964, casi al térniino · de
su
período español, escribiría al respecto: «Esta· llamada europei­
zación de España abandonaría como causa· perdida la coustitución
histórica y tradicional de España, así como su papel civilizador
dentro
del tiempo . 'i el espacio. Nosotros· decimos· que . si · esta
visión .fuera acertada,· no obstante sería una visión mezquina y
pobre,
un rendimiento poco digno dé un español. Exigil'la la des­
trucción
de . nuestra persorialidad como nación. En •vez de descen­
tralizar
el poder dentro de España, todo el poder sobre España
se
encontraría fuera' de sus fronteras.' Nos referimos no principal­
mente al poder político, sino también y sobre todo al poder social,
cultural
y económico, poderes en conjunto que arruinarían el ca­
rácter, la personalidad y la religión de España» (El problema de
Occidente y los cristianos, Sevilla, 1964). ·
De ahi que se acercara al carlismo, en el enteridimiet o, que
el· tradicionalismo
del momento había precisado de modo· admira•
ble, principalmente por obra de los profesores Rafael Gambra y
Francisco Ellas de Tejada, de que no era un simple y pintoresco
pleito dinástico del siglo diecinueve, sino algo que posela rafees
e implicaciones universales, el hiló viviente 'de la tradición his­
pánica intelectual y religiosa. Y en el cárlismo halló· singularmen­
te su hogar intelectual y afectivo, desoyendo los cantos de sirena
procedentes de un entonces activísimo neotradic:ionaliStnó algo
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MIGVEL A YUSO
desvitalizado y pronto aggiornado -como es bien, sabido--en
neoliberalismo tecnocrático.
l?or ello, si durante aquellos años, co­
laboro en las iniciativas culturales del grupo Calvo-Pérez Embid,
escribiendo en revistas como Nuestro Tiempo y La Estafeta Lite­
r.aria y ,e,n colecciones como O crece o muere, _que mantenían to­
davía. Ulla orientaci6n tradicional lato sensu, también ----eomo ha
quedado dicho-trabó relación con Rafael <:.ambra e Igµacio La­
rramendi, conoció a Pepe Arturo Márquez de. Prado -.--<¡ue le in­
trodujo en las aventuras del Requeté, manteniendo desde
e,ntonces
inalterable qna estrecha amistad-y a Manuel de Santa Cruz, y
secundó las .iniciativas culturales de Elías de Tejada y Vallet de
Goytisolo, etc.
A!;í, en cuanto a las segundas, intervino en la V
Reunión. de
amigos de la Ciudad. Católica, celebrada .en l 9.64 .. !¡,ajo
la rubrica de Contribuci6n al estudio de los cuerpos intermf!dios,
con una ~etenc.\¡¡ titulada «La evolución de los cuerpos .int~e­
dios», que .luego se recogió en Verbo. Respecto de las primeras, a
de destacar la ponencia des,m-ollada en las Jornadas Hispán_ic(Js. de
Derecho _Natural de 1973, en la que oó:eció una síntesis magistral
de
la . situación ·4el derecho. natural en la ,cultura jurídico-política
anglosajona de es.te si¡µo. En resumen, optó por la que entonces
se
divisaba como más neta,, y. ,pronto sería prácticamente la única,
entre las orientaciones tradicionalistas.
,En. ~%5 se,despidió de.la Universidad de Navarra, p!!t¡l_volver
a.los Estjidps Unidos, y ,en ,con~ro a Dallas,. en cuya Unive~idad
católica. ei,geñó
hasta , su niu,;rte filnsofía y política. Con. este
motivo · se le tributó. un homenaje en Pamplona y . en Leiza,. con
intervención del
Muthiko Alaiak, en el que pronunció un discurso
ensalzando el
pape! de Navar,ra; 1'ambién hizq unas declaraciones,
<;11_ las que resumió así su pensamiento político: «Tradicionalista,
es de<:ir, el tradicionalismo cristi¡mo y católico que, traducido,
significa la
unidad formada de Ja variedad, encontrando ahí un
espejo de Dios,
cuya unidad divina se fqrma en la Trini,dad de
l;'ersonas. El autogobiern9 del pueblo a través de sus institµciones,
capaces
de . frenar la tendencia eterna del poder público hacia la
tiranía. Esta doctrina regional y fora), quitando la parte,del mundo
anglosaj6n, se
ha conservado en el mundo occidental solamente
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.FREDERICK D. WILHELMSEN
aquí, en Navarra. Como complemento, una. economía que evite
la despersonalización enconttada en las grandes ciudades, que trate
de conseguir un balance entre el campo . y la. ciudad, que respete
al
artesano. y al 'hombre pequeño., y que así procure una vida
social
digna y humana. Conclusión; Fueros, Fueros y más Fueros,
animados por el espíritu católico» (Montejurra, junio de 1965).
Nuestro hombre, sin embargo, nunca se marchó del todo de
España. Irregularmente mantuvo su colaboración con revistas
es­
pañolas, y en particular nuestra Verbo, pero sobre todo, a través
del
Christian. Commonwealth I nstitute, que fundó con L. Brent
Bozell, regresó muchos veranos a
El Escorial para dictar cursos
de cultura católica
y española . a universitarios de distintos centros
de los Estados Unidos. E,sas jornadas, año tras año, se convirtie­
ron hasta su desaparición en un foro de .primer orden por el que
pasaron distinguidísimas figuras
. del panorama cultural·, no sólo
español (Alvaro
.d'Ors, Francisc.o Elías d.e Tejada, Rafael Gambra,
etc.), sino
ta.mbién europeo (Josef Pieper, Christopher Derrick,
el archiduque
Otto de Habsburgo, etc.). Pero también buena parte
de su actividad intelectual
y puhlicistica allende el Atlántico res­
pondería al designio de infundir en la cultura católica y conser­
vadora
estadounidi,nse un injerto. hispánico, La revista Triumph,
fundada por Wilhelmsen en 1966. junto con el citado Brent, Bozell,
que. compartía
con Wilhelmsen el entusiasmo. por . la hispanidad,
y con. el cosmopolita aunque culturain;,_ente afrancesado Thomas
Molnar, en sus diez ,años de vida puede considerarse en buena
medida expresión depurada
de tal intención, al .tiempd que de
arras visiones del abigarrado ·movimiento conservador norteame­
ricano.
• • *
La figura de Federico Wilhelmsen, pues, se presenta como
una de esas especies hoy por :desgracia en peligro de extinción,
propia de tiempos menos indigentes que el nuestro, por la ri­
queza, el colorido, el vigor y hasta la magnanimidad que rezuman.
Profesor
de las Universidades Santa Clara de California, de Na-
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MIGUEL A YUSO
varra y de Dallas, impartió también cursos como profesor visi­
tante en diversos centros de Iraq, Méjico, Nkaragua, · Argentina
y
España. Su obra se distribuye entre la filosofía y la política. ·
Filósofo'católico en la línea de Saitto'Totnás de Aquino, pero
sin los reduccionismos de tantos tomistás, siempre primó en él
la síntesis original, aplicada fielmente a los nuevos problemas del
día. Por
-lo mismo, en metafísica y gnoseología, cultivó á los
autores clásicos de la escuela, al tiempo que se_Jucró de fa reno­
vación gilsoniana,
y por más que los tenias adquirieran siempre
a
través de su lente -llllll fisonomía personalísima y luminosa, ful,
gurante. Sus libros Man's Knowledge of Reality (1955), El pro­
blema de la trascendencia: en la metafiiica actual (1963), The Pa­
radoxical Structure of Existence (1970), o últimamente Being and
Knowing
(199'1) son muestra de una vocación filosófica purísima.
Pero también
-por ese signo propio, inequfvoco de su quehacer
intelectual, se volcó sbbre temáticas :Mvedosas como la c0muni0
cación, -aproveclíando e1 acervo de McLuhan, a quien conoció y
apreció, como· acreditan sobradamente sus The War in Man:
Media and the
Mtichine ( 1970) y Telepolitics ( 1972), ambos escri0
tos con la colaboracic5n de Jane Bret.
Además,
ya desde el principio dé su carrera, como muestrá
entre

otros su estudio Hilaire Bellot: Non· AJienated
Man (1953),
la .filosofía política concentró no pocos dé ·s'us -desvelos. Obtuvo
-una 'Cátedra de esta última jillltO coil la de metafísiéa, y de ahf
que buena parte de su producción pueda colocarse en estas ceklié
1Ias. · Su libro 'de 1978 Christianity and PoÜtical Philosophy es
quizá la-mejor prueba de ello, pero sin que deban olvidarse otras
como La ortodoxia pública y los poderes de la i"acionalidad
( 1965), Persona y sociedad ( 1984 ), curso impartido en castellano
en la Universidad Nacional de San Luis, en Argentina, e incluso
algunas de tono quizá
no académico, pero de gran valor, como
El problema· de Occidente y los cristianos ( 1964) o el a modo
de ·catecismo divulgador de: la-doctrina Cárllsta Asi pehsallzos
.( 1977). También-a esta categotía>'perteneéefl muchas de sus co­
laboraciones de revista, priitcipaln\ente en · Modern Age y -en
Verbo. ·
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FREDERICK D. ·.Wl.LHE.LMSEN
. Finalmente, quedaría mutilado un importante. sec.tor pei:sonalidad
de Wilhelmsen sin una .rektencia. a su carácter . mi­
litante. Pues no sólo fue un filósofo teórico y prácti<;ó, sino que
se afanó en el combate religioso,
poUtico y cultural con una. ac­
titud .propiamente práctica-práctica. Como escribí para su Festsh­
rift, a la que se, dio el feliz título de Saints, Sovereigns and
Scholars ( 199 3 ), había en. él un aura romántica, algo de caballero
del ideal. Algunas
anécdotas .de su vida lo acrediian cumplida­
mente: como el querer adherirse al juramento de defender la uni,
dad católica. de .España que los jefes de. requetés. reunidos en la
trapa .de La Oliva hicieron el dí11, de Santiago de 1964; cµando los
aires conciliares dejaban
presagi•r la torment¡i; o el. viaje telám,
pago• España, poco después de su vuelta..11 Estados Unidos, pata
advertir a Franco de lo que cr¡:ía iba a ser. un golp¡: 4úninente,
qqe. Calvo
Serer -,su director ... de tesis en .la, Universidad de Ma,
drid
en los años .cincuenta--, frívolamente iba anunciando por los
salones
de Washington, de donde füent Bozell recogió. la nóticia,
qi,e le . transmitió • telefónicl\ffiente a Wilhelmsen, . quien . primero
voló.desde [!allas, paracontinuar Juego viaje.juntos saliendo.hacia
Madrid
en el primer avión ... ; o el intento de romper el cerco que
el 1975 .mantenían en tomo de don. Javier de Borbón-Parma .al­
gunos. de sus hijos, don Hugo a la cabelia, en un periplo .rocambo­
lesco, que le .valió a nuestro hombre la concesión por don Javier
de la cruz de la legitimidad
proscrita, extremo qqe hacía constar
con orgullo en su
curriculum para eg¡µpefacci6n de la ~Academia»
estadounid<;nse.· Por eso, ¿puede sorprender a alguien que dispu­
siera que le amortajaran,
además .. de con el rosario, con la boina
roja entre sus manos? También; privilegio de
ex'combatiente de la
segunda guerra mundial, .la bandera americana descansaba sobre
el ataud. Si a lo anterior sumamos sus singladuras marinas, na­
rradas !;U. sus libros, Om'(:ga; The Last pf (/:¡e 13arques (1962) y
The .13riga,¡tine l?,omante: A 1300/eof Y Qrns ( 1996); el petfil de un
Wilhelmsen.aventurero adquiere.nitidez acab!l Por .todo ello, .nuestro .llorado· amigo ocupaba ·.µna posición
peculiarísima
. dentro del . movimiento conservador •estadounidense.
El reciente libro de Patrick, Allitt wnstituye una buena prueba,
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.'v!IGUEL A YUSO
tanto más valiosa por< la poca simpatía que muestra por el «his­
pánico» Wilhelm.en (Catholic Intellectuals anti 'Conservative Po,
litics in America: 1950-1985, Comell University Press, Ithaca
y Londres, 1993). Excluyendo a
los enemigos «neoconservado­
res»,
al lado del «sudista» Melvin Bradford y del «anglosaj6n»
burkeano
Russell Kirk, ambos desaparecidos en los últimos años,
Molnar y Wilhelmsen siempre
han portado una cierta carga hete­
rodoxa, aquél · por 1a amplitud de su visión panorámica de temas
y culturas, éste por la hondura y el
artaigd de · todas sus tomas
de posición, Por
mi parte no albergo la menor duda respecto de
que
Wílhelmsen es uno de los nombres cimeros del conservatismo
norteamelicano de este último medio siglo y de que igualmente
ocupa . uno de los primeros puestos entre los pensadores tradicio­
nalistas hispánicos, junto con Rafael Gambra y
Alvarci d'Ors, con
Eugenio Vegas Lafapie y Juan Vallet de Goytisolo, con Vicente
Mortero y Francisco Canals, con José Pedro Galvao de Sousa y
Osvaldo Lira, con Juan Antonio Widow
y Gonzalo Ibáñez.
Lamento que estas págioas sólo acierten a reflejar muy des­
leídatnente los trazos brillantes de su vida y su obra. Pues de
las sombras, ¿quién no las tiene?, ni hablare ... En esta hora
triste
se agolpan en mi recuerdo los almuerzos anuales en el
restaurante mejicano de la calle San Bernardino, donde ·su pre­
sencia era festejada de inmediato por dueños y camareros. Y la
primera
vez que le ví,en una de nuestras reuniones de los martes,
acompañado
por Pepe Arturo Márquez de Prado. Y el curso de
verano en El Escorial sobre La contrarrevoluci6n legitimista, al
que le invité
en 199 3, coincidiendo entre otros con Reynald
Sécher, René Pillorget, Roberto de Mattei y Danilo Castellano.
Y
las conferencias y seminarios que le organicé en mi Universidad
y el Colegio Universitario
San.Pablo. Uno de los días, haciendo
alarde de condiciones físicas y constreñido
· por exigencias presu­
puestarias, pronunció
tres conferencias distintas en español. y
nuestra visita un día caluroso :de julio a la Cuenca de don José
Guerra Campos, con quien hablamos durante
más de cuatro horas.
Conservo también una gruesa carpeta de cartas
suyas, todas pre­
ñadas de proyectos. Aun a riesgo· de importunarle, en mi cortes-
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FREDERICK D. WILIIELMSEN
pondencia siempre le reiteraba· la necesidad de que escribiera un
manual sistemático de filosofía política católica. Nunca llegó a
abordarlo y S<' .; quedan en i.il sentido las éorlférendas mádrileñas
en la Universi_dad de Comillas de.1.992 publicadas luego en Verbo.
Sus memÓrías, en las, qu~. tp1:,ajáb~ fos últimos. tiempos, quedarán
incompletas,
igualmente, yá que' k6lo · cúlminó un primer capítulo
sobre su infancia y juventud,
otro sobre su vida en Avila y uno
último sobre diversas peripecias carlistas, en el que
--<:reo-se
narran las que antes
he referido. Tampoco dispondremos de un
ensayo·
exte11so · sobre las distintas corriéntes dél' movimient\:i' (;Oli­
servador americano, con comprensión de la especial contextura
del inundo· anglosajón, pero . con .cabal asunción . de las premi­
sas latinas y en particular hispánicas, que tambíé.o. me ,permitía in­
sistitle que
acometiera-y del.que.no tenem(!s m~ esbozo que el
de
la conferencia pronunciada en la Gran Peña en .1992. y tam-
bién publicada
en Verbo. . . . .
En el prelimÍnar de s~ The Metaphysics of Love (1962) se
definió como «un hombre que cree que el "ágape" yace en el
corazón de todo ser»,
mostran.do.t'corttinuación su Intimo conven­
cimiento de que «la mejor manm dé ak~rlo está eh la teolo­
gfa
de la Santísiína Trinidad o eh h ontología de la existencia hu­
mana dentro de la historia».
Por donde teología,' metafísica, his­
toria
y·polírica se. funden en un abrazo de vida., Qpizá por .ello
Rafael Gambra escribió
tajante que «con nadie en Europa he
hablado
un lenguaje tan pt!>fundan¡c;qt« id@tificado como con
aquel americano carlista que. se llama Fredeticl< l). Wilhelmsen».
Pescanse
en paz el maestro, el amigo y el cornnílit,,
MIGUEL AYUSO
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