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Número 345-346

Serie XXXV

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Vittorio Messori: Leyendas negras de la Iglesia

iNFORMACION BIBUOGRAFICA
Este volumen muestra la apertura mental del Instituto abierto
a
la confrontación constructiva . de diversos puntos de vista, la
vitalidad
de sus planteamientos y fines y la vigencia y actualidad
de la
perspectiva clásica y cristiana de la justicia objetiva y la
naturaleza de las cosas.
No se ttata del «eterno reto roo del derecho natural», puesto
que jamás
se produjo un corte. en la cultura occidental que ld
abandonara totalmente, a menos de. excluir a España de ese ám­
bito cultural, lo. que no es de recibo. Se ttata, simplemente, de
meditar
las palabras de Cicerón recordadas por Gentile (pág. 30):
«Sóloun demente puede pensar que la distinción entte la virtud
y el vicio sea fruto de meras opiniones personales y no de la
misma naturaleza humana». No sólo el más puro positivismo
--rual parece ser el de Mazzioti di Celso--, sino otras corrientes
algo
más · mitigadas por historicismos o sdciologismos del signo
que sean,
ni siquiera la consideración de los derechos fundamen­
tales
como criterios morales de significativa importancia· para la
convivencia, son aptos para ello, pues la arbitrariedad hace su
entrada pdt la vía del relativismo, .cuando no se establece, lisa y
llanamente, desde un principio. Otras palabras de Cicerón -en
las que señala que si las leyes o los derechos se basaran en la
voluntad, «¿iban por eso a ser justas esas leyes?»
y serían justos
los robos, las falsedades o
la suplantación de testamentos «siem­
pre que tuvieran a su favor los votos o los plácemes de una masa
popular»~, bastarán para recordarlo. Como reiteradamente indica
Vallet de Goytisolo,.
la justicia es esencial, y .. ésta ha de buscarse
en
la. naturaleza y en el orden natural,· a ·sal?ieridas que esa bús­
queda en ocasiones
se.r~ aproximativa y provisional. Pero esta es
la limitación
propia. del hombre. Lo contrario es la justicia utó­
pica, que expulsa a la verdadera, o la justicia divina, propia sólo
de. Píos. Y cuando los hombres juegan a ser. dioses no pueden ser
más que aprendices de brujo.
MARfA DEL CARMEN FllRNÁNDEZ DE. LA CIGOÑA
Vittorio Messoti es un periodista italiano, católico converso y
militante, que se dio a conocer en España con su entrevista al
cardenal Ratzinger, el resonante
«lnform.e sobre la Fe;,», y luego
(*) Editorial Planeta, Barcelona,' 1996, 267 págs,
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INFORMAClON BIBLIOGRAFlCA
con haber propuesto el cuestionario a Juan Pablo II que se con­
virtió en el libro de éste
Cruzando el umbral de la esperanza. Más
recientemente se ha publicado aquí ¿ Padeció ba¡o el twder de
Poncio Pilato?, sobre la historicidad .del Evangelio.
Nos llega ahora Leyendas negras
de la Iglesia, un libro que
recoge una selección de sus artículos periodísticos regulares,
ex'
traídos de tres títulos italianos,
Se trata de un libro apoldgético sin rebozo, de acrisolado cri­
tetio católico, compuesto de artículos breves, bien escritos y pla­
gados de ideas punzantes, con notable universalidad de conoci­
mientos y libettad de espititu, que ha de hacer un gran bien
al
público lector español _:,ale en una de nuestras principales edi­
toriales, con lo que será abundantemente distribuido--y al que
la única pega que se le puede poner procede de su naturaleza pe­
riodística original: sabe a poco lo dicho de cada asunto y, sin
embargo, apetecería que
nos guiara por muchos más temas.
Dicho lo anterior, no podremos sino elegir
arbitrariamente al­
gunos de los muy varios aspectos del libro para comentarlos.
* * *
El prefacio, a cargo del Cardenal Giacomo Biffi, es ya una
joya por cuanto entra
en materia directamente y· sin paliativos,
justificando
la necesidad de la apologética desde el' primer párra­
fo: «Cuando un muchacho educado cristianamente por la familia
y la comunidad parroquial, a tenor de los asertos
• apod!cticos de
algún profesor o de algún texto empieza a sentir vergüenza por
la historia de su Iglesia, se encuentra objetivamente en el grave
peligro de perder
la fe». Y luego proseguirá advirtiendo: «Nos
encontramos literalmente
. sitiados por la m.:licia y e1 engaño: los
católicos en su mayoría no reparan en ello o no quieren hacerlo»,
por el contrario,
«lo que especialmente caracteriza nuestra· época
es .el principio de que no se debe reaccionar: la retórica del diá­
logo a toda costa, un malentendido irenismo, una rara especie de
masoquismo eclesial· parecen inhibir rodas las defe11sas naturales
de los crisrianos, de tnanera que
la virulencia de los elementos pa­
tógenos puede realizar
·sin obstáculos sus devastaciones».
Gracias a Dios,
el género apologético está· retornando, y se
explica así el éxito de los libros· del anglicano C. S. Lewis, edita­
dos
. uno tras otro por Rialp y Encuentro, como si fa. pugnacidad
necesaria del género no tuviera cultivadores católicos, o fuera pre­
ferible ampararla baio
fa salvaguardia del «y eso que no es ca­
tólico».
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iNFORMACION BIBLIOGRAFICA.
· El Cardenal Biffi da la clave aquí del tono general del libro:
no
se trata sólo de restablecer la verdad, sino de proteger la fe
de aquellos que pueden perderla convencidos de que la· historia
del catolicismo
es una vergüenza. Para tranquilizar su espíritu no
bastará afirmar la verdad ( «sin entrar en debates»), sino que
habrá que dirigirse también a
la afectividad del lector, descubrién­
dole la superioridad de
la Iglesia y la mala fe de sus acusadores,
que
no están libres de pecado sino más bien cargados sus ojos
por vigas.
. .
Porque,
COIÍlo no se trata de simples, errores históricos, sino
de un frente más
de lucha anticatólica, la frialdad asertiva está
contraindicada
d, al menos; resulta coja, insuficiente. Cuando no se
hace historia, sino que se hace guerra de propaganda con la historia
como pretexto, existe
el deber de tomar una actitud beligerante,
qi:te defienda y que contraataque.
Para restablecer
la verdad bastaría la explicación minuciosa
que justificara.
Pero se hacen precisas también la comparación y
la retorsión.
La comparación es necesaria por tratarse de materias históri­
cas: hay que juzgar las actitudes
según su época, no desde nues­
tro presente.
La Iglesia, incluso en sus defectos, ha estado siempre
en
lo más alto de la humanidad.
Y
hace falta poner en evidencia al acusador para probar la
tendenciosidad de su testimonio. puesto que lo que busca no es
tahto asentar una afirmación histórica cuanto desacreditar a la
Religión Católica.
* * *
· Desde el -punto de vista de la apologética histórica, casi la
mitad de la materia está dedicada a temas hispánicos.
Para el lector español vulgar
setá una ocasión infrecuente de
ver rebatidas distintas leyendas negras, e iluminadas muchas
pá:
ginas oscurecidas acerca de la. evangelización de América, los ju­
díos, la Inquisición, los cristeros y los mártires de 1936, con la
ventaja de proceder de un extranjero, pues, de otro modo, la de­
fensa y glorificación de nuestra patria casi se tiene por extempo­
ránea
v no admisible.
· Para el lector espaiíol ya documentado contra l~ Leyenda
Negra hispanófoba, encontrará en ello
resúmenes agradables de
cuestiones conocidas,· y Je serán más útiles las indicaciones sobre
el caso Galileo. las riquezas vaticanas, el sustratd protestante del
apoyo
al nazismo, y otros varios más lejanos a nosotros.
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INFORMACION BIBLIO()RAFTCA
De todas maneras, hay que agradecer que saque a la luz una
constatación que hispanoamericanos y peninsulares, por
patrio­
tismo o delicadeza, solemos omitir: «nunca se reflexiona sobre lo
que ocurrió después del dominio español»: cuando
los libertado­
res contaminados
por la masonería introdujeron de hecho el «pro·
tectorado» norteamericano, es cuando empeoró drásticamente la
situación religiosa, social y cultural de los indios al sur del Río
Grande.
* * *
Pero la apologética en el frente histórico pasa rápidamente de
lo factual a lo conceptual.
Es el caso de la pena de muerte y, sobre
todo, del liberalismo nacido de la Revolución Francesa.
De la
pena de muerte Messori recalca la frivolidad con la que
algunos pretenden cambiar
la postura católica, sin querér ádver·
tir que, de hacerlo, se la convierte a aquella en cómplice milenaria
del homicidio, legalizado pero inmoral, en que consistiría,
eon
«devastadoras consecuencias». En realidad, dice, no es la fe, sino
la irreligión de este siglo,
la que se opone a ·1a pena capital, por
cuanto se
mncibe como la privación de la única vida que se con­
templa en el individuo, en vez de como una expiación que anticipa
pero no trunca el paso a la vida eterna.
Más interesante es el capítulo dedicado a los derechos hmna­
nos. No deja de recordar el genocidio ideológico y pregonado de
la Vendée, o
los desmanes del abate Gtégoire, para situar el ori­
gen del actual liberalismo. Y aunque sin entrar a fondo, constitu­
ye una bocanada de pensamiento limpio que un autor conocido,
en un libro para el gran público, exponga algunas verdades
sen­
cillas. Empe;:ando porque no hace mucho tiempo la «democtacia
formal», que
ahora se canoniza, · era anatematizada por idénticos
progresistas en nombre del socialismo real.
·
Messori enuncia la preferencia tradicional por una visión de
«deberes del hombre»
-el Decálogo---; que los derechos del
hombre carecen de fundamento si no
se entienden como otorgados
por el Creador, de modo que el resultado inevitable de su
vio­
lación cotidiana «ya lo había previsto la Iglesia, confirmando de
hecho
·una desconfianza secular». Y se atreve a decir que el «mo­
tivo principal por el cual el pensamiento cristiano {y especialmen­
te
católico) se ha resistido durante tanto tiempo a aceptar en su
conjunto y sin reservas "Declaraciones como las de
la Revolución
francesa y de las Naciones Unidas. En ellas, en
efe¡:tO, se consi­
dera ilegítima y arbitraria cualquier autoridad que no derive ex-
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INFORMACION BIBLIOGRAFIC.A
presamente del pueblo a través del voto». Pero ello es opuesto a
la existencia universal de autoridades naturales; empezando por
la familia e incidiendo particularmente en la Iglesia, dado que
ninguna religión
es «democrática». De ahí. que hay que ser cons­
cientes del peligrd de que «la aceptación de una deterorinada men­
talidad
por patte católica lleva lejos de la estructura de la fe, que,
sin embargo, se dice querer seguir practicando».
* * *
Sorprende particularmente en Messori su libertad de espíritu,
su carencia de respeto humano. Que
se atreva a salir siempre por
!_os fueros de la justicia y la verdad: así, se atreverá a romper una
lanza
por la administración de.los reyes españoles en Italia, contra
el prejuicio nacional alli forjado.
Se manifiesta así incluso por causas extremamente impopula­
res y que él no deja de condenar: considerando la oscura condena
de Rudolf Hess en Nüremberg, aludirá a los
crímenes impunes de
los
.,rencedores, jueces y parte, y a la irregularidad de unos tipos
penales retroactivos: «Que quede claro: desde el punto de vista
moral, estos tipos merecian semejante
fin. Pero a nivel jurídico
es otro asunto ... ». También recordará que «el odio anticatólico
(no hay otra explicación) llevó a resquebrajar
el esquema "civili­
zación
anglOamericana contra la barbarie alemana"», en el caso del
bombardeo de Montecassino, donde los alemanes hicieron el papel
de amigos de la civilización. Y hasta
se hace eco de la necesidad
de revisar, reduciendo hasta una tercera parte, la cifra ¡intocable!
de los muertos en Auschwitz.
Desde otro punto de vista, en el tema . de. la pena de muerte
no
sóld se ha servido, sino que literalmente ha seguido y repro­
ducido extensos pasajes del libro
lata unum de Romano Ame­
rio ( 1 ), por encontrarlos acertados, pese a que su tono -sea muy
crítico· con las autoridades postconciliares,
* * *
Pero lo que más me ha impresionado del libro dé" Messori es
un brevísimo. capítulo, titulado «Los iberos», en que sostiene la
tesis
de que el papel histórico de España,. es que «de la Pénfnsula
Ibérica salen siempre los hombres .que tienen como singular ca-
(1) Reseñado por José Miguel G~.;¡bra .,,,_· Verbo, núm. 333-334, p~. 425429. . · . · · . .
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INFQRMACIQN, BlBLIOGR~FICA
risma su fidelidad a Roma» ; en suma, la particular catolicida de las Españas.
Reconzco que cuando lo leí me emocionó,

y de una especie
de rubor patrio pasé a una cierta depresión pensando: «no sabe
lo que dice,
la mayoría de los españoles no se identifican ya con
esa historia».
Pero, pensándolo mejor, el propio libro de Messori no solo
trae una
es.peranza nueva para. los católicos españoles, sino. un
motivo de particular aliento
para los que cultivamos la tradición
nacional. Puede que las voces tradicionales estén ahogadas,
pero
su eco permanece y vuelve reforzado: los autores que cita nuestro
converso autor, identificándose con ellos, son todos contrarrevo·
lucionarios ·e. incluso amigos de esta casa, los mismos que hemos
reseñado o citado: Jean Dumont, Reynald Sécher, Régine Per­
noud, Alberto Caturelli, Marco Tangheroni, el Solzhenitsin del
discurso de Harvard, Romano
Ametio, etc.
Dijo Salazar que
.no se sabe nunca hasta dón los ecos de una voz, aun cuando se tenga la
impresión de predicar
en el desierto. Y se comprueba.
Los. católicos que buscan serlo
con
la integridad de .la coherencfa reencuentran naturalmente el
conjunto de la cultuta católica
tradicional y Id vuelven a· enarbolar
y divulgar.
. · . ·
En este libro se nos da la recompensa de ver alcanzar gran
audiencia a las predicaciones aparentemente más solitarias.
Aparte de
alg6n error mínimo -llamar emperador it Felipe II,
hacer posterior la expulsión de los judlos castellanos v aragoneses
a la de
los portugueses, en realidad ocurrió en 1497-(págs.
73 y 31), creo que es deber del
crítico amante del castellano pr<>'
testar una y otra vez por el descuido de la· calidad en las· traduc­
ciones, hasta que las editoriales atiendan a su remedio.
· No es afortunado, traduciendo de religión, el uso del término
«obispal»
por episcopal (pág.· 203) · o . «doininl.canos» por domi­
nicos (pág. 125), aun cuando sea admisible (si deseamos distin­
guir entre hijos de Santo
Domingo nacidos en La Española o
profesos de su regla), ni,
sobre todo, es aceptable esa misma
atracción
por los términos foráneos del original que conduce a
hablar de «cleticales»
por clérigos (p,lg; 27) y a criticar a unos
«iluministas», e incluso
«iluminados» (págs. 23, 47, 61 , .. ), que
dejan fuera de la censura al
término. español correspondiente y
acuñado: ilustrados (2). Para el lector poco avisado merecerá así
(2) Para el Diccionario de la Real Academia «iluminismo» ·tiene la
única acepción de sistema de los iluminados y éstos se dicen los pertene­
cientes a la secta. herética y secreta fundada en 1776 por el bávaro Weis.
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA.
reparo un «iluminismo», desconocido en, estos. lares,. pero no se
prevendrá contra la Ilustración, que permanecerá intacta y lau­
dable.
Pero lo
importante es ·que recomendamos vivamente un libro
de fácil
y provechosa lectura, que estimula la alegría de ser ca­
tólico en la misma medida en que deshace las insidias y falseda­
des,
y que, como iniciación, incitará a profundizar en la verdadera
y gloriosa historia de la Iglesia y de la civilización católica.
Ltrrs MARÍA SANDOVAL
Alain Mine: LA MAQIDNA IGUALITARIA (1987) y
LA BORRACHERA DEMOCRATICA (1995) <•l
El autor, .nacido en 1949, es una rara combinación de gestor
empres'lrlal
y periodista con pretensiones intelectuales. Es, ade­
más, presidente de la Sociedad de lectores de
Le Monde, di: tanta
influencia en los media.
En España tiene publicadas tres obras,
las dos
aqu.(. analizadas y La Nueva Edad Media, que vimos en
VERBO 344, págs. 279 y sigs. L!is tres forman un cuerpo de doc­
trina sociopolítica de cómo ve el autor la situación actual, al me­
nos desde su perspectiva francesa que es importante por su inne­
gable influencia, ,histórica
y cultural, en el mundo occidental.
Mine,
e,;,..La máquiná igualitaria, empieza señalando que «como
mero sueño, la
igualdad n0 ha dejado de avanzar; una vez hecha
realidad, empieza a
retrdceder. .

. El mapa de
fas desigualdades se
recompone sin tener· nada en común con los que siguen desple­
gando, por necesidad de justificación,
el Estado y sus apéndices
sociales» (pág. 7), palabras
que resumen la tesis de la obra. Se
completa este inicio con las conclusiones finales: «Surgirán nue-
haupt, o se · remiten a los herejes «alumbradc:,s» del siglo de oro español.
El Diccionario .de María Moliner incluye también el ·sentido genérico de
«persona que se _ cree inspirada par un poder sobrenatural para conocer lo
que otros no pueden saber o para llevar a cabo una niisi6n trascendental».
En cambio, ·en ambos diccionarios, con variantes, «Ilustración»--posee el
sentido de movimiento filosófico y literario del siglo
XVIII racionalista y
secularizador y -aquella época en que prevaleció.
(*) -AiAIN Mmc, La_ máquina _igualitaria, Ed. Planeta, 1989' (págs. eritre
paréntesis). Lti bo"achera democr4tica, Ed. Temas de Hoy, 1995.
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