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Número 365-366

Serie XXXVII

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Discurso de Gustavo Blanco [San Fernando 1998]

CRÓNICAS
Ciudad Católica se llama eso. Parece un sueño. Y nuestro
quehacer es el mismo de Fernando. ¡Cuánto queda por hacer!
Pero el camino es el mismo, y la gracia de Dios
es la misma.
Sigamos dando cada día nuestra puntada. ¿Soñarian Pedro y
los
suyos, como el patrono de España Santiago, la que iban a armar
en el mundo con su rebaño? Cuando Pablo atraviesa el Bósforo,
y cambiando
su plan merced a visión nocturna, entra en Europa;
cuando Fernando toma Córdoba, Jaén, Sevilla, Murcia; cuando
unos monjes de Cluny cristianizan Europa sin pensarlo; ¿adivi­
narian
las posibilidades de luz y santidad que se han seguido
luego,
aun siendo tanto lo que queda por hacer? Optimismo, pues,
ante la conciencia de nuestra incapacidad. Ante el interrogante
de los discípulos que preguntan a Jesús quién va a ser capaz de
salvarse,
Cristo ks confirma su impotencia: "para los hombres esto
es imposibk "; pero les da la solución añadiendo: "mas para Dios
todo
es posible" (Mt., 19, 26). En esto pensaron los queridos ami­
gos nuestros que ya consiguieron el premio eterno de su actua­
ción; para ellos, como todos los años, nuestro recuerdo agradeci­
do y nuestros sufragios si los necesitan. A esto también aspiran los
ausentes hoy, que se enriquecen con nuestras ideas y nos enri­
quecen con las suyas y con el aliento· de su bien obrar.
Y a
Di,os, con el acto supremo de nuestro reconocimiento, que
es el sacrificio de su mismo ser humano, nuestra alabanza por
siempre, nuestra acción de gracias por este año más que ha trans­
currido, y nuestra plegaria con la intercesión de San Fernando,
que recabe para esta entusiasta labor las bendiciones sin
las que
trabajan en vano
los que edifican la casa y los que vigilan la ciu­
dad (Sal. 126, 1). Por Él, con Él y en Él nuestra absoluta glorifi­
cación
por los siglos de los siglos.
DISCURSO DE GUSTAVO BLANCO
Debo comenzar este breve discurso, quizá de forma un poco
tópica, pero inevitable es esta situación; es para mí un auténtico
honor poder dirigir estas palabras a
los postres de nuestra tradi-
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CRÓNICAS
cional cena de San Fernando -digo nuestra porque ya la siento
como propia a pesar de mí
juventud--a los amigos que aquí nos
reunimos con motivo de la conmemoración de nuestro Santo
Patrón.
El agradecimiento por tener esta oportunidad de hablar aquí
y ahora debo personificarlo expresamente en Miguel Ayuso, de
quien tanto
me queda por aprender, así como también en Esta­
nislao Cantero y en nuestro fidelísimo, a nuestras reuniones de
los jueves, '1as de los jóvenes'~ Antonio Martín Puerta en una
relación necesariamente incompleta.
Y, cómo no, en don Juan
Vallet, maestro un poco de todos y piedra angular de la Ciudad
Católica, sin cuyo apoyo y aliento poco de
lo que en este privile­
giado círculo sucedería.
Con estos agradecimientos doy quizás la primera
pauta de las
ideas que voy a desarrollar a continuación; éstas van referidas a
la Ciudad Católica y a la enunciación de
los rasgos esenciales que
la diferencian, la singularizan y la dotan de importancia frente
a otros movimientos dentro de nuestra
Iglesia, también importan­
tes pero con otros fines.
La primera característica de la Ciudad Católica sería precisa­
mente ésta, la amistad, nuestra amistad. Y es que la fraternidad
y la sencillez con la que sus miembros
se desenvuelven es parti­
cularmente encomiable, aspecto positivo que se deja sentir tanto
en las anuales reuniones de los primeros de noviembre, como en
estas cenas de San Fernando y
que se vivifica cada jueves en mi
caso
en José Ahascal, y en la revista Verbo. Amistad que no signi­
fica monolitismo; sino ordenada pluralidad de pareceres, que no
pluralismo, todos ellos centrados sobre el otro rasgo constitutivo de
la Ciudad; la Verdad, sin adjetivos
ni edulcorantes, tal como nos
la enseñó Nuestro Señor.
Como se ve no nos une úna amistad, una sintonía vacua o
carente de sentido; sino que nuestra relación está dotada de la
más profunda orientación cristiana
fundamentada en la ya
mencionada Verdad.
Y más particularmente
cuando vemos que esta Amistad en la
Verdad, ahí es nada, se asienta y ocupa de uno de los flancos más
descubiertos y castigados
en la actualidad del pensamiento cris-
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CRÓNICAS
tiano, del que nadie se ocupa hoy en día, inmersos como vivi­
mos en
un totalitarismo democrático hoy triunfante; y éste no es
otro que el desarrollo y reinstauración, también defensa y estu­
dio para su perfección, del orden político cristiano.
Esto es, y es
conveniente decirlo bien alto y subrayarlo, porque es el fin que
dota de sentido todas nuestras actividades, la defensa hoy más
que
nunca necesaria del Reinado Social de Cristo. Es lo que
l.eón XIII llamó la "constitución cristiana de los Estados" y desde
la que se .construye la antítesis de
lo actual, de lo que hoy. nos
gobierna, la teoría política contrarrevolucionaria, continua­
ción del aliento de la cristiandad de los tiempos de Nuestro
Santo Patrón.
En esta ardua tarea, en este duro campo por sembrar, es
donde la Ciudad Católica concentra todos sus eifuerzos de una
forma casi única ante el total abandono y desconocimiento de
esta parte del Mensaje de
Cristo, pero no lo olvidemos, también
Mensaje y Verdad.
Esfuerzos que tras el Concilio Vaticano
JI se ven muchas
veces entorpecidos
por algunos sectores de Nuestra Iglesia que
desprecian o descal!fican sin conocerla, desde dentro, nuestra
tarea, así como desde fuera lo hace el gnosticismo postrevolu­
cionario, todas las revoluciones tienen presente en su desarro­
llo el componente gnóstico, de una forma tan insistente como
dificultosa.
Claro que es una tarea ardua, no seré yo quien lo niegue,
sobre todo cuando en nuestra sociedad se ve boy más lógico y sen­
sato que un párroco "ocupe" indebidamente edificios en vez de
prestar consuelo espiritual a sus harapientos feligreses, que es lo
que más necesitan. Pero ello no quiere decir que dicha tarea sea
innecesaria; antes al contrario, hoy más que nunca no debe pro­
vocar en nosotros desaliento, aun cuando el envejecimiento de
nuestras filas, y su fallecimiento, entorpezca grandemente ésta
nuestra
labor. Recordemos que la Gracia del Espíritu está con
nosotros porque defendemos la
Verdad, y que para Nuestro Señor
no hay héroes anónimos.
Dar a conocer este mensaje es nuestra misión; en su propa­
gación y éxito reside la perfección de nuestra sociedad, y, lo que
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CRÓNICAS
es más importante, de nuestras almas y de todas las demás, amén
del auténtico progreso del orbe y del mundo, que no es sólo el
material sino sobre todo el espiritual de nuestros corazones.
1Adelante amigos, porque el Señor está con nosotros!
DISCURSO DE ANTONIO SEGURA FERNS
El régimen de Cristiandad, vigente un milenio en la vieja
Europa, no solamente se da como históricamente pasado, sino
que, aún por muchos católicos, se le descalifica como posible
modelo político aplicable
en el futuro. Si esto fuera así, tendría­
mos que admitir con la
Dominum et Vivificantem § 38, el lasciate
ogni speranza
que Dante pone en las puertas del Infierno, porque
"La muerte de Dios es la muerte del hombre". Y es así porque al
negar que el César
perlenece también a Dios significa, en el plano
político de la relación humana, que Dios no

existe, y desaparece
la
auctóritas quedando la potestas en mero ejercicio de la fuerza.
El paso de la metafísica de la trascendencia creadora a la
moderna metafísica de la inmanencia de
la conciencia humana
que, anunciado por Filón de Alejandría hace dieciocho siglos, lo
lleva a cabo Descartes con su cogito, ergo sum, que pensó con ello
hacer un servicio a la Iglesia, como describe Valjavec (l): ''.Al prin­
cipio
fue un apoyo de la fe cristiana, cuyos dogmas fundamenta­
les pareció demostrar irrebatiblemente. Así el cartesianismo, como
defensor de la religión, se enfrentó con la incredulidad y se opuso
a Spinoza y Gassendi; pero, desde el último
cuarlo del siglo XVII,
la filosofía de Descartes, con su exigencia de crítica y certeza,
pasó a convertirse justamente
en baluarte de esa incredulidad ".
!Rcción que no deberían olvidar los que, incluso con la mejor
voluntad, creen que cediendo a
las modas intelectuales, están tra­
bajando por el reinado de Cristo. Lo cierlo es que, como señala
Gilson
(2), lo que ineludiblemente se dio fue la escisión cartesiana
(1) FRITZ VALJAVEC, Historia de la Ilustración en Occidente, Rialp, 1964,
pág. 64.
(2) Vid. E. GILSOK, El realismo metódico, Rialp, 1974.
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