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Número 365-366

Serie XXXVII

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Discurso de Antonio Segura Ferns [San Fernando 1998]

CRÓNICAS
es más importante, de nuestras almas y de todas las demás, amén
del auténtico progreso del orbe y del mundo, que no
es sólo el
material sino sobre todo el espiritual de nuestros corazones.
¡Adelante amigos, porque el Señor está con nosotros!
DISCURSO DE ANTONIO SEGURA FERNS
El régimen de Cristiandad, vigente un milenio en la vieja
Europa, no solamente se da como históricamente pasado, sino
que, aún por muchos católicos, se k descalifica como posibk
modelo político aplicabk en el futuro. Si esto fuera así, tendría­
mos que admitir con la
Dominum et Vivificantem § 38, el lasciate
ogni speranza
que Dante pone en las puertas del Infierno, porque
"J,a muerte de Dios es la muerte del hombre". Y es así porque al
negar que el César pertenece también a Dios significa,
en el plano
político de
la relación humana, que Dios no existe, y desaparece
la
auctóritas quedando la potestas en mero ejercicio de la fuerza.
El paso de la metaJisica de la trascendencia creadora a la
moderna metafísica de la inmanencia de la conciencia humana
que, anunciado por Filón de Alejandría hace dieciocho siglos, lo
lleva a cabo Descartes con su cogito, ergo sum, que pensó con ello
hacer un servicio a la Iglesia, como describe Valjavec (1): "Al prin­
cipio
fue un apoyo de la fe cristiana, cuyos dogmas fundamenta­
les pareció demostrar irrebatiblemente. Así el cartesianismo, como
defensor de la religión,
se enfrentó con la incredulidad y se opuso
a Spinoza y Gassendi; pero, desde el último cuarto del siglo
XVII,
la filosofía de Descartes, con su exigencia de crítica y certeza,
pasó a convertirse justamente
en baluarte de esa incredulidad ".
Lección que no deberían olvidar los que, incluso con la mejor
voluntad, creen que cediendo a
las modas intekctuaks, están tra­
bajando
por el reinado de Cristo. Lo cierto es que, como señala
Gilson
(2), lo que ineludiblemente se dio fue la escisión cartesiana
(1) FRITZ VALJAVEC, Historia de la Ilustración en Occidente, Rialp, 1964,
pág. 64.
(2) Vid. E. Gil.SON, El realismo metódico, Rialp, 1974.
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CRÓNICAS
en el discurso humano: "el individuo se tornaría una cosa en sí;
el Estado, otra, y se plantearía un nuevo problema de comunica­
ción de las sustancias,
tan insoluble como el primero" (pág. 135),
porque, como antes dice, "sería un error notable creer que los
efectos del matematismo no se hicieron sentir más que en el orden
metafísico; afectaron también a la moral y, a través de ella, a la
sociología"
(!bid., pág. 134). Uno de los fundadores del nuevo dis­
curso filosófico, Thomas Hobbes, que también
se cree dentro de
un pensar religioso, pues titula su obra máxima Leviathan o la
materia, forma y poder en la república eclesiástica y civil (3),
donde dice: "Una multitud de hombres se hace una persona cuan­
do son representados
por un hombre o una persona siempre que
se haya hecho con el consentimiento de cada uno en particular
de
los de aquella multitud, pues es la unidad del mandatario ". Esto
es, justamente, el programa del contractualismo político que
"entrega el poder como mandato" y que León
XIII, en Diuturnum
illud
J. § 4, considera incompatible con la doctrina católica que,
aceptando la colación
personal del puesto de poder, no bace al
designado o elegido responsable ante el
elector, sino ante Dios,
pues no tendrán ningún poder sino hubiera sido de lo Alto, como
respondió
Cristo a Pi/ato.
Y este es el fondo del problema: en una visión cristiana del
mismo lo determinante es la persona humana, no la persona jurí­
dica; pero en un discurso político secularizado lo que importa
es la persona jurídica, que siempre responde a un previo modelo
ideológico que, ex definitione, en este contexto no puede fallar.
Pero ante la innegable realidad de los fallos políticos, el mismo
Hobbes en otra obra (
4) tiene que admitir que, ante una legisla­
ción obviamente injusta, "la injusticia del decreto no constituye
injusticia de cada hombre el particular, sino de aquellos hombres
mediante cuyos sufragios se aprobó
el decreto o la orden". En
otras palabras, y como hoy dice
K. Jaspers (5), en el pensar ideo-
(3) THOMAS HOBBES, Leviathan, Editora Nacional, 1979, pág. 258.
( 4) THOMAS Hosses, Elementos de derecho natural y polfttco, Centro de Estu­
dios Constitucionales, 1979, parte
2."', capítulo 11, §§ 4 y 5.
(5) K. JASPERS, Psicología de las concepctones del mundo, Gredos, 1%7,
pág. 421.
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CRÓMCAS
lógico, "el valor universal se reconoce continuamente como váli­
do y todo fracaso en el caso particular es imputado al portador del
valor", en otras palabras,
el modelo ideológico es sacralizado en
esta sociedad laica y,
por ende, no puede fracasar. Los fracasos
son de los ejecutores, las personas reales, no jutidicas que son
intocables. Esto es así porque Hobbes, a lo anterior añade: "Del
mismo modo que un cue,po político constituye un cue,po ficticio,
son también ficticias sus facultades y
su voluntad. Para hacer
injusto a
un hombre particular, que se compone de cuerpo y alma
naturales, se necesita una voluntad auténtica o natural". Es deciY¡
el constructo ideológico sobre las personas humanas.
Este explícito reconocimiento de la diferencia sustancial del
paso de
lo real a lo ficticio en el concepto de persona merece un
comentario, pues se trata, nada más y nada menos, que de la des­
humanización de la vida política, porque, como dice Talcott
Parsons
(6), "una colectividad no puede tener sentimientos •afec­
tivos» hacia sus miembros", tiene que ser absolutamente neutra
respecto a ellos. Y esto se ha comprobado, precisamente en el fun­
damental tema de la secularización del poder. Como dijo Foxá,
morir por la democracia es como morir por la tabla de logarit­
mos.
Incluso Aristóteles, en su estudio de las formas de gobierno,
señala
una que normalmente es ignorada en las exposiciones de
la política aristotélica: es la monarquia por adhesión, que descri­
be en
111. Poi. B. 1285a, 6-7, cuya "garantía es real y no tiránica,
pues son ciudadanos armados los que forman la guardia de los
reyes, mientras que la de los tiranos es un cue,po mercenario". En
otras palabras,
están dispuestos a morir por el rey, y no simples
funcionarios policiales que trabajan porque cobran.
El siglo
X1Il fue el de los Reyes Santos: nuestro San Fernando;
su primo San Luis, rey de Francia; San Eduardo de Inglaterra;
San Enrique, emperador del Sacro Imperio Romano; San Esteban,
en Hungría, allí también Santa Isabel Reina; San Casimiro en
Polonia; San Wenceslao, duque de Bohemia. Y toda una pléyade
de pr.íncipes cristianos
por los que basta hace unos años se pedía
en la liturgia de la Iglesia. Gran parte de la cultura, la legislación
(6) T. PAJtSONS, El sistema Social, en Revista de Occidente, 1966, pág. 95.
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y el arte de Europa se debe a estos gobernantes santos que regían
la
Cristiandad. Cuando colocó la primera piedra de la Catedral de
Toledo, San Fernando, la tomó sobre sí y la llevó para colocarla
en el sitio designado. Pero también consagró la Catedral de
Burgos, la
.de Córdoba, y la Magna Hispalensis, la Catedral de
Sevilla. Probablemente a él
se deben unos dos mil templos, los que
erigió
en el territorio de la España cristiana que iba ampliando
con su espada.
Y con su oración: en el proceso de canonización del Santo, al
hablarnos de su fe, se ocupan no menos de ocbo páginas en folio,
con treinta pruebas convincentes de la
fe que le animó toda su
vida. En el
Tratado de la Nobleza y lealtad, atribuído al propio
San Fernando, dice: "Teme e
ama e obedece e sirve a Dios sobre
todas
las cosas, e junta con Él tu voluntad e obras; e todos tus
fecbos e regimiento, e acabarás toda
tu intención, e tus conquis­
tas serán Su voluntad". Y también se afirma en el Proceso que,
cosa rara en aquella época, "oía todos los días Santa Misa y reci­
bía la Sagrada Comunión".
Es más conocido de su devoción
eucarística el becho de que
cuando pidió el Santo Viático, hizo se
retiraran del alcázar sevillano todos los atributos reales, porque
"venía a visitarle el único verdadero
rey, Jesús Sacramentado". Y,
cuando llegaba a su aposento el sacerdote con el Viático, quiso
recibirle de rodillas y se arrojó de su lecho con
una cuerda al
cuello, como esclavo del Rey de Reyes y Señor de los señores.
Hoy duerme su cuerpo incorrupto esperando su resurrección
en la Real Capilla de Nuestra Señora de
los Reyes, que le acom­
pañó en la conquista de Sevilla y era regalo de su primo San Luís,
rey de Francia: allí está a los pies del Trono de la Señora, en cuyo
dosel figuran las palabras del
Libro de los Proverbios, "Per Me,
Reges regnant" (Prov., 7, 17), no por un mandato electoral.
Si esto se olvida, el poder es mera dominación; tal vez nece­
saria en la relación política entre los hombres. Pero esto es de
escaso consuelo a quien tiene que obedecer, y
al hombre corrien­
te, más aún sí es cristiano, le sirve mejor lo que sigue en el ver­
sículo de los Proverbios que está sobre el santo cue,po de Fernan­
do lll· y los principes decretan lo justo, no lo que agrada a los
electores.
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