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Número 365-366

Serie XXXVII

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José Antonio Vaca de Osma: Los vascos en la historia de España

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o Maritain (podña añadirse Ángel Herrera), dan el tono de una
obra que ha de hacer bien a quienes la lean en el querido país
trasalpino.
Es este sentido, ha de destacarse igualmente la inclu­
sión, en apéndice, de una versión italiana de la Oda a los márti­
res españoles de Paul Claudel, o del Concordato entre la Santa
Sede y el Estado español
de 1953. Quedan luego, en cambio, y
no me callo nada, unos juicios, ciertamente bienintencionados,
pero
un tanto superficiales, y desde mi punto de vista en extre­
mo discutibles, sobre la figura del general Franco y el régimen
nacido
de la victoria.
La guerra de España sigue constituyendo una referencia inex­
cusable
de la historia contemporánea. La bibliografia sobre la
misma,
por consiguiente, no deja de fluir. Pero lo importante es
que la literatura no ahogue el verdadero sentido de los hechos
que se cuentan, al contrario, que ayude a exhumar su espíritu.
Para ello, libros como el
de don Bruno Lima son Siempre nece­
sarios.
M.A.
José Antonio Vaca de Osma: LOS VASCOS EN LA
HISTORIA DE ESPAÑA ('l
Creo que fuera de Vascongadas el problema del separatismo
vasco apenas tiene otra imagen
que el terrorismo de ETA, y el
separatismo vasco sin duda es algo más, y ese algo más
en lo que
tiene
de ideologías, actitudes, reacciones, información, deforma­
ción
y formación en las escuelas, presiones sociales, etc., se per­
cibirán más claramente
-a semejanza de lo que ocurre en
Cataluña-por los que viven en esa españolísima región vas­
congada, pero
no se ven a distancia. Viene esto a cuento porque
siendo yo catalana
de nacimiento y de origen, y viviendo en
Cataluña, tengo esa visión incompleta de Vascongadas. Pero aun
(') Eclitorial RWp, Marnid, 1996.
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así creo que la óptica del libro que voy a aportar es muy válida,
porque
la problemática que vivo en mi terruño, siendo distinta a
la
de Vascongadas, tiene paralelismos con ella, y ese factor tal vez
le de un valor que otras versiones no tendrían.
Entrando
en materia, definiría este libro como una "Historia
del pueblo vasco en el contexto de la historia de España". El autor
hace un somero recorrido desde la Prehistoria hasta nuestros días,
incidiendo con mayor detalle en aquellos aspectos de la misma en
que los vascos, como pueblo, como parte integrante del reino de
Navarra, o como individuos, tuvieron un papel relevante. Toma en
lo posible como fuentes a los propios historiadores vascos, tanto
si sus conclusiones son favorables a la españolidad de aquella
región, como si lo son a un criterio nacionalista-separatista. Y los
interpreta sin apasionamiento,
con evidente admiración hacia los
protagonistas y los hechos que describe, contrastando unos con
otros, para concluir de manera categórica que Vascongadas es y ha
sido siempre -mal que les pese a algunos políticos y románticos
de hoy-una tierra muy española. Y más aún, que en toda la his­
toria no se puede hallar una intención secesionista o independen­
tista
en los vascos, excepto en algunos clérigos o religiosos vasco­
franceses de los siglos XVIll y XIX, hasta Sabino Arana; y salvo rarí­
simas excepciones tampoco hasta
1975.
Como ejemplo de esa españolidad los historiadores naciona­
listas
de nuestro tiempo han criticado duramente a los reyes vas­
cones
de Navarra por -y reproduzco literalmente del libro­
"... no haber poseído una conciencia genuinamente vasca. Por
ello perdieron las tierras montañosas basta Cataluña; permitie­
ron la decadencia del elemento euskaldun
en La Rioja, se desen­
tendieron
de la unión de Navarra con lo que ellos llaman ·los
otros Estados vascos». Dicen que ,,Jos intereses de la raza reclaman
esta unión. Los reyes navarros, por su prestigio y su fuerza, po­
dían haberla realizado;
pero no lo hicieron. . . Desoyendo la voz
de la nacionalidad unieron a sus hijas a los reyes castellanos, por
cuyos intereses trabajaron desde entonces con demasiada activi­
dad, considerándolos como propios ... , se dieron mucha prisa en
adoptar la lengua castellana
para redactar sus documentos, ade­
lantándose unos sesenta años a
los mismos reyes de Castilla,.
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No cabe un más completo reconocimiento de la españolidad
de
los vascos, y, concretamente, de la única entidad política vas­
cona en la historia que
pueda considerarse como un Estado"
(págs. 78 y 79).
Hoy, que se interpreta la historia a gusto y según los intere­
ses particulares, y
con criterios actuales en lugar de situarla en su
contexto, un libro que centra los hechos donde deben situarse es
de gran ayuda. Y éste tiene la ventaja de que el autor no preten­
de
-ni hace-otra cosa que escribir la historia como fue, con
datos contrastados, y tratando de extraer de ella
en cada momen­
to la lección
que el pasado nos va dando.
Los hombres, cuando no tenemos un misterio en qué creer,
lo inventamos. Los
que no creen en Dios creen en la astrología,
o dedican largas horas al estudio de los "misterios esotéricos" y
"ciencias ocultas", ovnis y otras luces, o elevan un altar a la
"diosa democracia". Dejando aparte razones más trascendentes
a este fenómeno --<¡ue las hay-, sucede que sobre la eviden­
cia no es divertido discutir, poque ¿qué interés tiene elucubrar
acerca de si el sol da o no da luz, si todos estamos de acuerdo
que la da, y además es muy fácil probarlo? Traigo esto a cuen­
to porque el primer capítulo, que se adentra en las diversas teo­
rias -ninguna probada fehacientemente-y leyendas -algu­
nas muy divertidas-sobre el origen de los vascos, resulta
entretenido y aleccionador. Entretenido por la habilidad con
que el autor recorre a diversos autores espigando. lo más apro­
vechable, y sacando conclusiones más o menos arriesgadas,
pero siempre lógicas.
El autor constata un hecho, y es la poca llamémosla "tradi­
ción historiadora" del pueblo vasco.
El autor la atribuye a lo
reciente y escaso de su literatura. Lo cierto es que para indagar
en los origenes inciertos del reino de Pamplona primero, más
tarde
de Navarra, hay que recurrir a las crónicas de los árabes y
algunos códices. Todo lo
que vaya más allá es pura leyenda o
afán de proyección de
la política actúa! en una interpretación ten­
denciosa de lo
que en realidad se desconoce con certeza.
Un dato curioso y digno
de tenerse en cuenta. La Junta Gene­
ral
de Guipúzcoa de 1468, ejerciendo su soberanía, hizo jurar a
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Enrique IV de Castilla que "jamás enajenaría de su corona las
villas, pueblos, etc
.... , ni Guipúzcoa entera". Este juramento no
podía incmnplirlo el rey -y, por ende, sus sucesores-ni aun
con la dispensa del Papa.
Otro dato curioso. Dice el autor que en 1300 se funda
Bilbao, y
añade que en las crónicas y documentos antiguos, lo
mismo
en castellano que en euskera, aparece siempre Bilbao,
y no Bilbo. Termina diciendo que la terminación "ao" es típica
de la toponimia vasca. Da la impresión de
que los separatistas
vascos preconizan el uso del vocablo artificial Bilbo como "ori­
ginal euskera" para diferenciarlo del castellano Bilbao, cayen­
do en un error histórico, de la misma manera que los separa­
tistas catalanes abogan por el uso del afrancesado "Girona"
aduciendo razones históricas, frente al original "Gerona" -de
Gerunda-, que a su gusto es demasiado idéntico al nombre
castellano.
Resulta muy interesante el análisis que Vaca de Osma hace
de la Constitución de Cádiz -la famosa Pepa-y su repercusión
posterior. Ésta, mientras alude en su preámbulo a las Provincias
Vascongadas y a sus seculares Fueros, los anula
en su articulado
-junto a todos los demás de otras regiones y provincias­
sometiendo a toda España a la misma "unidad constitucional" (¿o
habremos de decir uniformidad constitucional?). Lo cierto es que
hasta las liberales Cortes de Cádiz ningún rey había sido menos
respetuoso con las peculiaridades regionales. Además importa­
ron el concepto liberal
de nación -que se concibe como el con­
junto
de individuos-que hacía irreconciliables a la tradición
foralista
-provincialista-y al constitucionalismo liberal, siendo
éste el germen de los enfrentamientos posteriores entre ambas
facciones.
También resulta muy aleccionador
ver cómo el autor, con
todo respeto, pero con toda contundencia también, enfrenta la
lógica
de Sabino Arana y sus corifeos -fundada en una pseu­
do-épico-romántico-tergiversada historia
de Vascongadas-a la
de otros tribunos de la época de Arana y posteriores; cómo evo­
luciona el separatismo vasco por derroteros a veces ridículos, y
todo ello argumentando sin pasiones y
con mucha ecuanimi-
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dad. Porque la mentira, enfrentada a la verdad, cae por su pro­
pio peso.
A medida
que se lee este libro se tiene la difusa -y falsa­
impresión de que la historia de España es eminentemente una
historia vascongada, pues vascos fueron todos sus protagonistas.
Análoga impresión se tiene
si se lee el libro del mismo autor Los
catalanes en la historia de España, respecto a una historia hispa­
no-catalana, plagada de protagonistas catalanes. Pienso
que
podría escribirse otros tantos Hbros como regiones tiene nuestra
Patria, resaltando lo que cada una de ellas ha aportado a la his­
toria común, y de
la lectura desapasionada de todos ellos, se
desprenderla sin atisbo de
duda que España es todas ellas, sin ser
en concreto ninguna en particular. Dicho de otro modo, España
no es Cataluña, ni Vascongadas, ni Castilla, ni Galicia, ni ... pero
todas ellas
en conjunto son España.
La historia -decía don Gregorio Marañón-no se hace sólo
con datos, sino también con interpretaciones. Este libro está
hecho con datos, pero también con interpretaciones.
Los datos
son incontrovertibles, las fuentes citadas de toda solvencia, y las
interpretaciones, aunque opinables,
en muchos casos tan bien
razonadas y corroboradas por datos históricos que parecen irre­
batibles. Tal vez sólo en el último capítulo, dedicado a este siglo,
las pasiones aún vivas y las interpretaciones
en boga den tantas
opiniones como personas que opinan. De todos modos, centra
muy acertadamente la historia del pueblo vasco en el contexto de
España, y uno se siente más cercano, más hermano de ellos, pese
a las diferencias innegables con todos los otros pueblos de
España.
PILAR FRIGOLA
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