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Número 399-400

Serie XL

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Juan Félix Bellido: Del silencio a la palabra. La vida de Juan N. Zegrí

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Juan Félix Bellído: DEL SILENCIO A LA PALABRA.
LA VIDA DE JUAN N. ZEGRÍ <'l
Esto que quiere ser una biografía del fundador de las Merce­
darias de la Caridad es
un libro bastante decepcionante. Y por
dos motivos. El primero, formal. El autor, con numerosas publi­
caciones en su haber, se imagina estados de ánimo, calores, can­
sancios, lágrimas ... del biografiado para insertar en ese relato los
datos realmente históricos de
la vida de Juan Nepomuceno Zegrí.
Cierto que el lector se da cuenta inmediatamente de lo que es
imaginación
y de lo que es investigación y hecho real pero al his­
toriador o
al aficionado a la historia le molesta ese estilo que
tiene a su máxima figura en José María Javierre y que, sin duda
por los éxitos editoriales del mismo, ha logrado no pocos se­
guidores.
El segundo motivo ya es material. No nos encontramos ante
una biografía del canónigo Zegri sino solamente ante la relación
de sus conflictos
con la congregación religiosa que fundó. Y
suponemos que aquel sacerdote granadino (1831-1905) tuvo
mucha más historia. Una brevfsima mención de su familia y esru­
dios. Sus primeros destinos ministeriales en Huétor-Santillán y
Loja y, enseguida, en 1869, cuando apenas contaba 38 años, el
nombramiento de vicario general
y provisor de la vecina dióce­
sis de Málaga
por decisión de su obispo Esteban José Pérez Fer­
nández o Pérez Martinez Fernández.
Parece que fue figura muy importante
en la diócesis, no sólo
por la confianza del obispo que le nombró vicario general y pro­
visor sino por los otros cargos que le confió, que el autor apenas
despacha en dos páginas (70-71). Pérez Fernández no fue un
gran obispo y ello en días en que, por las difíciles circunstancias
que atravesaba España, se precisaban hombres de más talla. Su
larga ausencia de la diócesis con motivo del Concilio Vaticano y
la 1nucho menos justificada por miedo a la situación revolucio­
naria de Málaga, suponemos que harían de Zegrí un elemento
e) Desclée de Brouwer, Bilbao, 2000, 181 págs.
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capital en el gobierno diocesano. Pero de ello nada nos cuenta
el libro. Nada
de las ausencias episcopales. Ni de la delicada
salud del prelado
que prácticamente le tiene alejado del gobier­
no en sus últimos años. En.1876 la diócesis era regida, en la prác­
tica,
por el gobernador eclesiástico, sede plena, Antonio Calvente
Salazar. ¿Qué era de Zegn? Nada sabemos.
Como decimos, el libro
que comentamos se limita a refe1ir las
vicisitudes de Zegrí
con el instituto que fundó y bien podría titu­
larse crónica de
un despropósito. Porque en esa fundación todo
fue un puro dislate. Curiosamente, una vez más se verificó aque­
llo de que Dios escribe derecho con renglones torcidos y aque­
lla congregación, que
parecía destinada al suicidio, terminó cua­
jando, haciéndose numerosa y ciertamente
un medio más de la
Iglesia para hacer el bien con los más necesitados.
Zegrí quería ser fundador pero
no tenía monjas. Lo que es ya
algo inverosímil en la historia de las congregaciones religiosas
pues todas comenzaron cuando un hombre o una mujer de cua­
lidades singulares encontraron a su alrededor con un grupo de
hombres o mujeres decididos a seguirles en una mayor entrega a
Jesucristo. El canónigo de Málaga quería hacer el bien a los nece­
sitados y, antes de tener una sola monja prepara unas constitu­
ciones que el anciano obispo, ya en vísperas de la muerte, le
aprueba, encomendando a las inexistentes monjas la Casa de
Misericordia malagueña. Y el canónigo, agradecido, le hace
cofundador de la nada. Un sacerdote granadino, que dirigía a
unas jovencitas de
la ciudad del Darro se las ofrece y, con seis
de ellas, inaugura la congregación de las Mercedarias de la
Caridad. Pero como ninguna de las recién llegadas tenia la menor
idea de
la vida religiosa ni habia entre ellas ninguna líder natural
a
la que seguir, Zegrí busca a una monja mayor y la hace maes­
tra de novicias.
Al poco tiempo esa monja estaba loca y cinco de
las seis granadinas, reclamadas por su antiguo director espiritual,
abandonan Málaga y la congregación.
Se fija entonces en una religiosa de la Sagrada .Familia de
Burdeos y con la oposición de su congregación originaria, que
en un intento de conservarla la traslada a Madrid y después a
Francia, la nombra superiora de las escasas supervivientes. Esta
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madre Gratiot debió ser una mujer notable y durante su manda­
to de apenas diez años se multiplicaron las fundaciones, abrién­
dose hasta cincuenta casas. Debieron ser los únicos días felices
de Juan Nepomuceno
Zegri como fundador.
Pero, por razones que desconocemos, se nombra superiora a
una tal madre Favores -¡vaya favores!-, se molesta la madre
Gratiot y abandona el instituto. La nueva superiora, de debilísima
salud mental, toma
un odio africano al fundador y Je levanta las
más atroces calumnias que son acogidas
por el cardenal de
Sevilla, fray Ceferino González y trasladadas
por él a Roma. De
allí vienen dos rescriptos prohibiendo
al canónigo toda relación
con sus religiosas sin
que ni en el arzobispado hispalense hagan
mella alguna los testimonios
de otros muchos obispos, entre ellos
el arzobispo de Granada, Moreno Mazón, donde estaba
la casa
general, y el obispo de Málaga, Spínola, donde era canónigo
Zegrí, que respondían de la virtud del fundador.
El, por tantos
motivos, ilustre dominico que regía la archidiócesis de Sevilla
no
queda nada bien parado, ni como calumniador de un pobre y vir­
tuoso canónigo malagueño -no nos cabe la menor duda de que
fray Ceferino
no calumnió a sabiendas pero sí parece que obró
con
una ligereza inaceptable dejándose convencer por testimo­
nios que toda persona con un mínimo de prudencia rechazaría o,
al menos, exigiría una información veraz sobre los hechos-, ni
como robador de monjas de otras congregaciones para incorpo­
rarlas a la espiritualidad dominicana.
Ya lo había intentado, tam­
bién sin éxito alguno, cuando era obispo de Córdoba, con las
religiosas de
la hoy Santa Rafaela: Maria Porras Ayllón. Aunque en
esto de robar monjas no le iba a la zaga al canónigo Zegrí.
Recluida en un manicomio la madre Favores, desmontadas
las acusaciones del cardenal de Sevilla y tras varios viajes de
Zegrí a Roma, por fin, en 1894, se reconoce la absoluta inocen­
cia del canónigo malagueño y se
Je repone en su antiguo cargo.
Pero no tenía suerte el buen canónigo con sus monjas pues ahora
dos de ellas le indisponen con el arzobispo de Granada, que
había sido hasta entonces su más firme valedor y Nloreno Mazón
le prohíbe toda injerencia en la congregación. Con ello termina
toda la relación del fundador con sus religiosas, salvo una carta
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que les escribe en 1896 para justificar su conducta y que ha sido
el hilo conductor del relato
de Bellido.
Algunos errores, como considerar a Bonel y Orbe arzobispo
de Granada (36) -no pasó de presentado, pues Roma nunca lo
aceptó-o llamar al, éste sí arzobispo granadino Moreno Mazón,
Moreno Monzón (120),
en una extraña unión de los apellidos de
dos prelados granatenses, Bienvenido Monzón
Martrn (1866-
1885) y José Moreno Mazón (1885-1905)
no desmerecen más este
libro bastante desmerecido.
FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIG01"A
Miguel Ayuso: CHESTERTON, CABALLERO
ANDANTE'"'
A la lista de riquezas enterradas en el alma de nuestro home­
najeado Gilbert Keith Chesterton, podemos agregarle ahora la
perla que destaca Miguel Ayuso
en este lúcido ensayo: el Caba­
llero Andante.
Oportuno este convite,
si viene de un español, de medir la
figura de Chesterton con
una de las cifras de lo hispánico: la
Caballería. Habrá de mostrar aquí Miguel Ayuso que estamos frente a
otra nota universal del escritor inglés.
Las menciones y los anhelos caballerescos de este aventure­
ro inmortal
que fue Chesterton aparecen sembradas y muchas
veces transfiguradas
en su vastísima obra. En una visión sintética,
el Autor
que con estas líneas breves presentamos, recoge los fru­
tos de la siembra chestertoniana y los pone por junto.
Más que para arrear citas
e1uditas, que demuestran una lec­
tura
extensa, Ayuso ha leído con intensidad y para nosotros, con
el aval
de sus propios saberes literarios, políticos, históri~os, de
(") Ediciones Nueva Hispanidad, Buenos Aires, 2001, 72 págs.
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