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Número 405-406

Serie XLI

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Crítica esencial del Islam

CRÍTICA ESENCIAL DEL ISLAM
POR
LUIS MARIA SANDOVAL
SUMARIO: UNA AUSENCIA EDITORIAL.-EL MONOTEÍSMO NO ES ÚNICO,-LA HOMOGE­
NEIDAD JSLÁMICA.-ISLAM IDEAL E ISLAM REAL.-UNA CREENCIA IRREDUCTIBLE.-EL
CONFORTABLE NATURALISMO MUSUIMÁN.--CUANDO EL EVANGELIO NO ES NOVE­
DAD.-EL PROFETA Y SU LIBR0.-1.A FALSA REVELACIÓN DE UN FALSO PROFETA.­
SIN OLVIDAR AL MALIGNO.-EL JUICIO RELIGIOSO SOBRE EL ISLAM.-lsLAM BUENO,
ISLAM MALO Y MAL CRISTIANISMO.
Desde la revolución islámica de Jomeini, en 1979, nuestra
época ha vuelto a
poner cada vez más de actualidad algo de suyo
tan antiguo como el islam.
Una ausencia editorial
La mera existencia del islam origina en los cristianos unas
perplejidades
-y también complejos---- que necesitan respuesta.
De modo
que en en poco más que la última década se ha ido
colmando
un vacío anterior de libros en castellano sobre el islam,
primero
con traducciones y luego con autores españoles.
Hoy, para conocer
una visión de conjunto .del islam y
muchos de sus detalles existen ya abundantes libros, bien infor­
mados y objetivos.
Las buenas ediciones del Corán suelen con­
tener introducciones más
que suficientes para satisfacer el inicial
deseo
de saber, que bastan para establecer los puntos funda­
mentales del islamismo
(1).
(1) Hemos manejado la edición de El Corán de Editora Nacional, Madrid,
1979, 808 págs.; con edición1 traducción y notas de Julio Cortés, e introducción e
índice analítico
de Jacques Jomier. También Al Qur~n (El Corán); traducción lite-
Verbo, núm. 405-406 (2002), 417-447. 417
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Es más, las libreñas religiosas católicas venden trabajos de
aproximación y síntesis llenos de erudición sobre el islam (2).
aunque sucede que en ocasiones es arduo decidirse a recomen­
dar dichos libros.
Y es que,
en la rnayoña de los casos, la bibliografía que hoy
se ofrece a la venta peca, manto menos, por dejarse arrastrar a la
simpatfa hacia el objeto de su estudio. De igual modo que muchos
biógrafos tienden a identificarse con su personaje, los islamólogos,
por cierta deformación profesional, tienden a edulcorar su presen­
tación del islam, y aun a acompañar de justificaciones o atenuantes
diversas posiciones islámicas, cuanto menos chirriantes.
No
es eso lo peor. Por obra de la corrección política (en
nuestro caso el irenismo postconciliar, frontalmente opuesto a la
Declaración
Dominus Iesus) (3) varios libros católicos de intro­
ducción al islam que
he manejado, útiles en cuanto a la informa­
ción
que aportan, concluyen en tal deseo de justificar el islam
que,
de tanta comprensión, se acercan a la complicidad rayana
en el escándalo.
Así, Jacques Jomier O.P., tenido por una de las mayores auto­
ridades
católicas al respecto, aventura ( 4) una concepción dia­
léctica de
la misión profética:
"parece ser que th.abrfa que inventan una nueva Categoría teoló­
gica para designar a esos hombres profundamente religiosos, pero
en oposidón radical con los cuadros ali.dales y que se _sublevan
contra
ciertas formas de cristianismo esclerotizadas o comprome-
raria y comentarios de Alvaro Machordom Comins, Madrid, 1980, 604 págs., cuyo
autor se presenta como español, nacido en 1923, fundador de la Comunidad
Musulmana de España.
(2) Entre los más recientes, un compendio breve de autor cualificado y
español es JosÉ MoRAI.&5 MARfN, El Islam, Madrid, Rialp, tres ediciones en 2001,
238 págs.
También podemos citar el libro de FÉLIX M. PAREJA, La religiosidad musulma­
na, BAC, Madrid, 1975, 487 págs.
(3) Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe "Dominus
Jesus' sobre la unicidad y universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia, de
fecha 6-VIII-2000.
(4)
JACQUES JOMIER, Para conocer el islam, Estella, Verbo Divino, 1989, pág.
145.
La cursiva es nuestra.
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üdas en cuestiones culturales o nacionales. {. . ./!.os hombres que se
sublevan sin ser santos releen el mensé!_je bíblico a su modo, en su
propio contexto cultural. F,sta nueva forma ilumina algunas pun­
tos concretos (por ,¡jempln, en el islam el señor/o de Dios) pero
rechaza otros, a pesar de que son esenciales. dls una especie de
devaluación, que de momento permite pasar a una parte del men­
saje{. . ./ ,¿Estará permitido suponer,, en el caso de /ns reformadores
que se oponen a una iglesia esclerotizada, «¡ue han venido algu­
nas gradas de Dios a confirmar/os:i>, a ellos o a sus adeptos, en sus
intuiciones verdaderas?¿ Y que su inspiración les habría ayudado
a expresar dertos aspectos verdaderos y esenciales de su mensaje?
Su existencia misma debla Juego estimular a la Iglesia y mover a
las cristianos a reformarse, sin abandonar las otras verdades que
ignoraba la explosión reformadora. De ese modo volverían a des­
cubrir ]os aspectos de su ideal que hablan olvidado".
Y Robert Caspar, Misionero de África -es decir, 'padre blan­
co'-, después de reproducir un texto de Claude Geffré, quien
no duda en afirmar que "la revelación de la que Mahoma es
mensajero es
una palabra de Dios que me interpela en mi fe",
apostilla
(5):
"Ya se habrá adverüdo que este text.o, que en estos momentos
representa el último avance de la tEOJogfa católica, es todavía ,cris­
üanocéntrico,
', en el sentido que la Palabra de Dios que se puede
encontrar en el
Corán y en la vida del islam nos remite a la Palabra
de Dios recibida en jesucristo. ¿Es posible ir aún más lejos?".
Y prosigue en esa misma línea, que resulta tan audaz y com­
prensiva para con Mahoma cuanto escandalosa para oídos cris­
tianos (6).
• • •
(5) RoBERT CAsPAR, Para una visión cristiana del islam, Santander, Sal Terrae,
1995, página
245. Cursiva nuestra.
(6) Claro que tanta comprensión tiene sus contrapartidas: el mismo autor,
procura equiparar
en amplio alegato el mandato musulmán de la yihad con la
maldad -tan discutible-de las cruzadas y otros presuntos abusos cristianos en
materia de violencia, páginas entre las cuales se encuentra esta caritativa perla:
"Respecto al •martirio• [comillas del autor] de los cristianos de Córdoba (850-859)
y de Marrake::h (1220-1221), lo menos que se puede decir es que ellos se lo ha­
bían buscado" (ibídem, pág. 79).
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De modo que entre tantos libros modernos, respetuosos con
el islam a fuerza de profundizar
en él para comprenderlo, lo que
se echan en falta son otros libros con un planteamiento apolo­
gético frente el islam, como existen frente a otras sectas en
expansión (7). Ciertamente, todos aquellos libros terminan expo­
niendo y reconociendo las diferencias
en materia dogmática,
moral y de costumbres del islam con la Religión Cristiana
en
extremos concretos (siempre mitigadamente, eso sí). Pero falta
por completo un juicio esencial del islam. No de lo que debe
pensar
un cristiano acerca de la situación de la mujer en el Corán
y la Sunna; sino cómo
debe concebir un cristiano el lugar del
islam
en la historia de la salvación; cuál sea su naturaleza reli­
giosa;
por qué no podemos aceptar el islam.
Por
mi parte, pese a todas las criticas parciales contenidas en
los estudios anteriores, confieso que para entender el error fun­
damental del islam soy sobre todo deudor
de un libro que se
remonta al siglo
XVIII (8), y de quien me lo proporcionó.
(J) Fuera de España si existen exposiciones del islam que no renuncian a la
necesaria faceta apologética:
Citemos a .ANroINE MoussALI, La croix et Je croissant. [,e chrlstianisme tace a
J'Jslam, Editions de Paris, 1998, segunda edición, 118 pág.s., con prólogo de Alain
BesanfQO.
SILVIA ScARANARI INTRoVIGNE, L 'islam, Tuñn, Elledici, 1998, 103 págs.
Sobre todo,
de finalidad declaradamente apologética, y excelente, es EoouARD ·
PERTUS, Connaissance dJ(}mentaire de J'Js]am, Action familiale et scolaire, París, ca.
1986, 120 págs.
Y, limitado a un aspecto concreto del islamismo, hemos reseñado amplia­
mente (vid. Verbo, n.º 389-390, págs. 843-853) la obra de GIOVANNI CANrom,
Aspe tu in ombra della Jegge soda/e dell'Jslam. Per una critJca della "vulgata" dsla­
mlcamente corretta,, S. Cataldo (Caltanissetta), Centro studi sulla Corporazione •A.
Cacnmarata•, 2000, 174 págs.
(8)
Verdadero carácter de Mahoma y de su reh"gidn: justa idea de este falso
profeta,
sin alabarle con exceso, ni deprimirle con odio, del P. Fr. MANum. DB SANI"o
TOMÁS DB AQUINO, carmelita descalzo, ex-lector de Teología, y Escritor de la
Orden, Valencia, 1793, Imprenta de Francisco Burguete -impresor del Santo
Oficio-223 págs.
Dicho autor, a su vez, reconoce abundantemente su deuda con el P. Ludovico
Marracc~ confesor de Inocencia XI, que dedicó toda su vkla a estudiar el islam y
publicó finalmente en Padua (1698) el Corán en árabe y latín, con un pródromo
de refutación de sus doctrinas.
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En consecuencia, en estas páginas no pretendemos hacer una
presentación de las doctrinas islámicas, para las que ya existen
dichos libros, sino abordarlas con criterio
-----<:riticarlas--en su
conjunto
-para lo cual un cristiano no precisa saber árabe ni
licenciarse
en islamología-, procurando p1imero desvanecer
ciertos complejos de los modernos cristianos ante el islam, luego
explicar su naturaleza profunda y, finalmente, proponer un juicio
esencial del islam.
Por eso, de ningún
modo vamos a entretenernos en la ley
islámica, u otros puntos concretos de la cosmovisión musulmana,
que
son mera consecuencia, sino a centrarnos en su estrato más
profundo, puramente religioso.
Comencemos desvaneciendo complejos.
El monoteísmo no es único
La primera cuestión que suscita la admiración del cristiano es
que,
por causa de la existencia del islam (9), la religión cristiana
pierde su singularidad.
En efecto,
si no existiera el islam no se podría hablar de las
grandes religiones 1nonoteístas, ni de las 'tres religiones abrahá­
micas'. Bastaría la tradicional estructura cristiana de la historia,
dividida
en Antiguo y Nuevo Testamento: el pueblo escogido
judío como precursor de
la Iglesia, y la religión cristiana como
continuidad y perfección de la judía, de la
que es heredera uni­
versal en todo, empezando por la Sagrada Escritura. Y constitu­
yendo la actual sinagoga tahnúdica tan sólo una rama separada
de esa historia de la salvación: aquella parte (mayoritaria) de
Israel que no reconoció a su Mesías.
(9) Se habrá observado que escribimos islam con minúscula. Puede que
escribirlo con mayúscula sea verdaderamente el primero de los complejos cristia­
nos ante el islam de hoy. Ni los autores extranjeros que he manejado, ni sus tra­
ductores, suelen incurrir en él. A la postre, si no escribimos con mayúscula ni
budismo, ni hinduismo, ni protestantismo o comunismo,
y ni siquiera habitual­
mente cristianismo
¿a qué conceder esa mayúscula al islamismo o islam, si no hay
diferencia
de sentido entre una palabra y otra?
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Pero la existencia del islam altera esa perspectiva. Sin él, en
realidad, no existiría 1nás que una religión monoteísta en el
inundo, bien que manifestada en dos fases en cuya transición se
ha producido una escisión por petrificación.
La interpretación musulmana de la existente 'familia' de mo­
noteísmos es
que Dios ha enviado distintos profetas a distintos
pueblos con idéntico mensaje, pero sólo Mahoma, sello de los
profetas, ha promulgado
una ley universal y definitiva; además
de
que el Corán contiene la verdad revelada sin tergiversaciones,
en tanto que las escrituras judías y cristianas están corruptas.
Incluso si no se acepta esa visión alternativa no se le puede negar
su perfecta coherencia.
Incoherente es
en cambio la pretensión, muy pluralista y
politicamente correcta, de aludir reiteradamente a 'las
tres reli­
giones abrahámicas', pues parece claro que, si el Patriarca era
monoteísta, no pudo tener tres religiones.
Nadie duda del origen abrahámico del pueblo juclio. La Igle­
sia se reconoce entroncada
en ese pueblo y realización de su
esperanza mesiánica. Y de hecho Cristo y sus apóstoles eran
jucli­
os, por eso puede llamarse con verdad abrahámica.
Pero el islam
no puede documentar su pretensión, que es
semejante a la de los masones cuando pretenden remontar su ori­
gen a Hiram rey de Tiro:
que lo digan de sí mismos no significa
que sea verdad, sino que pretenden ennoblecer sus orígenes.
Apelar a
la descendencia ismaelita de Abraham no es probatorio,
porque,
aun siendo los árabes sus descendientes, sin duda deja­
ron de practicar durante casi dos milenios el elevado monoteís­
mo de su antepasado.
Un juicio religioso del islam exige exa1ninar su pretensión
de
religión definitiva. Si es legítima, el islam es, inexcusablemente,
la superación del judaísmo y del aistianismo. Sólo cabe eludir
esa conclusión negando la veracidad de la pretensión.
Y, de no
hacerlo frontalmente, el cristiano. seguirá sumido. en una perple­
jidad inso.luble acerca del
mo.do. de encajar en su cosmovisión
esta religión mundial. Volveremo.s sobre
ello..
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La homogeneidad islámica
Claro que contemplar la superficie de los dominios del islam
-a menudo en mapas simplistas que extienden una mancha
verde
de Senegal a Mindanao y de los Urales a Mozambique­
suele provocar otro complejo: de inferioridad ante tamaña exten­
sión
que se nos suele presentar, sin más, como homogénea. Los
cristianos somos muy conscientes de nuestras divisiones1 y, fren­
te a ellas, la apariencia
de un islam ·gigantesco y unitario nos
abruma.
En este caso
es necesario decir que se trata de una mera apa­
riencia alimentada
por las presentaciones más elementales: no
sólo conviene a las exposiciones divulgatorias pintar como ho­
mogéneo el islam
por simple comodidad, sino además por igno­
rancia, puesto que ahondar
en sus variantes es verdaderatnente
complicado.
Entre los musulmanes las divisiones
son múltiples y tempra­
nas. Desde
la misma muerte de Mahoma, y pese a que su suegro
(Abú Béquer) fue reconocido
por Califa, su sobrino y yerno (Ali)
se consideró el legítimo heredero en la capitanía de los muslimes
dando origen a la
clúa Oa facción por antonomasia) (10), siendo
los chiltas los seguidores
de los descendientes o sucesores de
este último. Muchas otras ramas se
han desgajado desde enton­
ces
de sunnitas y chiítas, combatiéndose a muerte frecuentemen­
te y no uniéndose nunca efectiva1nente. La común animadversión
a los enemigos del islam, sentimiento que reaparece periódica­
mente muy vivo, nunca
ha terúdo un efecto constructivo de uni-
(10) Ali llegó a ser el cuarto de los califas, pero no fue reconcido universal­
mente,
y se enfrentó a diversos rebeldes, hasta que enfrentado a los vengadores
de su predecesor Otmán (tan sólo veinticínco años de la muerte de Mahoma, y
sucedidos ya tres califas, dos de los cuales habían muerto asesinados, como pron­
to lo seria Ali, y luego sus hijos) en el campo de batalla, y acordado un arbitraje,
un grupo se escindió a su vez, repudiando aquella disputa ambiciosa acerca de
los derechos al califato: fueron los jarichíes, de los que se derivan los ibadíes de
hoy. Como se ve, la división de los musulmanes arranca de sus mismos inicios, y
desde un primer momento ha sido complejísima.
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ficación. El islam ha estado y sigue estando divididísimo más allá
de sus odios hacia los infieles.
Que sea dificil y tedioso seguir la pista de todas las sectas
musulmanas es muy distinto
que pensar que no existen y que los
musulmanes gozan de auténtica unidad. Nuestro complejo
al res­
pecto
no tiene mayor razón de ser que la falta de profundización
en aquella realidad (11).
Y hace falta entender
que el motivo de las divisiones del islam
es un defecto estrictamente religioso. Cristo Nuestro Señor fundó
una Iglesia, y para ello estableció claramente el papel del colegio
de los Doce y de su vicario visible,
Pedro y sus sucesores. En la
Iglesia la autoridad es, ante todo, de carácter sacerdotal.
Pero
en el islam no hay verdaderos sacerdotes, sino predica­
dores, exegetas y jueces. Además, Mahoma
no dejó nombrado al
morir ningún sucesor. Y toda la estructura del islam adolece de
un libre examen mayor de lo que pudiera creerse (12). En el
fondo, ninguna escuela o secta
puede presentar mayores titulas
de legitimidad que otra, salvo sus propios alegatos y los apoyos
que consiga concitar. De modo que los expertos concluyen que
no cabe hablar de ortodoxia y herejías musulmanas, sino de
corrientes 1nayoritarias y 1ninoritarias, con una relación de fuer­
zas históricamente cambiante.
Es cierto, sin duda, que existe un dogma central en el islam,
pero la homogeneidad en tomo a él se debe a lo reducidísimo
del mismo, a saber: existe
un Dios personal, trascendente al
mundo, Creador y Remunerador, que se ha revelado a los hom­
bres
por medio del Corán transmitido por Mahoma. Fuera de esto
no hay muchos más dogmas unánimemente aceptados, y sl múl­
tiples disensos
en cómo entender cada extremo.
(11) El citado libro de FÉI.IX PAREJA, La religiosidad musulmana, dedica abun­
dante espacio a las sectas del islam. En otro tiempo incluso se publicaron en
España especfficamente sobre el tema: FERNANDO FRADE MERINO, Sectas y movi­
mientos
de reforma en el islam, Tetuán, Editorial Casado, 1952, 324 págs.
(12)
"El protestantismo más rígido parece una religión cuasi-sacerdotal fren­
te a este monoteísmo intransigente [el islámico], que excluye todo intermediario
eritre el hombre y su Dios". EDOUARD PERTIJS, op. clt, pág. 93, citando al P. H.
Lammens S. J,
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En conclusión: el complejo ante la vasta unidad del islam
carece de fundamento.
Islam ideal e islam real
Aún más estúpido, sin paliativos, seña acomplejarse ante una
comparación entre la realidad cristiana y el islam ideal.
Para comparar dos cosas se exige homogeneidad.
Lo contra­
rio es dejarse embaucar
por el sofisma.
Y cualquiera comprenderá
que la realidad de la inmensa
mayoña de los musulmanes
no es tan neta y perfecta como la
exposición teórica
de su religión.
Por otra parte, el más elemental sentido de la Fe debe indi­
camos que
si los cristianos, poseyendo la integridad de la verdad
revelada, y auxiliados
por los sacramentos, difícilmente alcanza­
mos el ideal del seguimiento de Cristo,
no puede pensarse que
la 1nayoria de los musuhnanes, tan varios y nu1nerosos, sigan fiel­
mente, siempre y en todo, los preceptos de su religión, con toda
su compleja casuística.
Y la experiencia confirma que entre los musuhnanes reales,
en su tierra o entre nosotros, abundan también el puro formalis­
mo, la tibieza, o la incredulidad más o menos disimulada.
Una creencia itteductible
Sin embargo, el complejo más serio que puede planteamos
el islam procede de la fuerza de su convicción (como
en rigor
la
Fe es don de Dios, para este caso hablemos de convicción o
creencia).
La incidencia de los misioneros en tierras islámicas ha sido
siempre muy escasa: comparado con las conversiones de los
paganos
en todo tiempo y Jugar, desde la Europa antigua y
medieval a la China y el África del siglo
xx, pasando por toda
América a partir del Descubrimiento, el mundo islámico se pre­
senta como impenetrable
para las misiones cristianas. También
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esto confiere al islam un carácter singular que suscita admiración,
perplejidad y desconcierto.
Pero
no se debe pasar adelante sin recordar que el conjunto
de las tierras centrales del
mundo islámico, salvo la propia penín­
sula arábiga,
son territorios usurpados a la Cristiandad, donde los
cristianos
han sido secularmente oprimidos bajo la 'protección'
musulmana, pese a lo cual persisten hasta
hoy en proporción
variable, y hasta relativamente numerosa
en lugares como Egipto,
tras haberse mantenido mayoritarios durante muchos de los siglos
de esa domínación.
Resulta un expediente fácil explicar la impenetrabilidad del
mundo islámico
al cristianismo con la omnipresencia y severidad
de
la charla o ley islámica, que impide -pena de muerte inclui­
da-toda veleidad de abandonar el islam. Es una razón real y
muy fuerte, pero
no es una explicación suficiente en la medida
en que otras civilizaciones paganas, también persiguieron cruel­
mente a los misioneros y a los primeros conversos. Aunque si es
cierto que en el islam la represión de la apostasía sí está directa­
mente prevista y sentenciada
por su propia 'revelación', como no
lo está en ninguna otra religión.
El motivo fundamental de esa impenetrabilidad histórica es
que la propia estructura de la creencia islámica es particularmen­
te refractaria a la Fe cristiana.
Y el motivo último
de ello es que el islam es una religión que
conjuga dos tipos de ventajas opuestas al camino del Evangelio:
las de ser una religión
que procura no exceder la medida del
hombre
en nuestro estado presente, y las de ser una religión
postcristiana, a imitación de la verdadera. Dos características
que
hay que exponer, y sobre cuyas consecuencias meditar, para
remontarnos luego a indagar su origen y causa.
El confortable naturalismo musulmán
Dios, Vivo e Infinito, se refleja en la Religión Cristiana con
una inmensa riqueza de matices -y ello pese a que lo que de Él
conocemos es menos que lo que nos escapa-, al precio de
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reclamar de sus fieles el esfuerzo de procurar ser perfectos como
lo
es el Padre Celestial (13). En el islam, por el contrario, la gran­
deza infinita de Dios
no trasciende a la religión que le venera,
sino bajo la forma de
una extrema simplicidad majestuosa.
No negamos
que entre los musulmanes hay maestros espiri­
tuales doctos y sutiles, incluso nústicos. Y, sin embargo, afirma­
mos que no es simplismo considerar que la religión musulmana
tiende a ser simplista. De hecho, sucede
que los místicos musul­
manes
son objeto de desconfianza, rechazo y a veces hasta con­
dena por la mayorla de sus correligionarios.
Entendemos que los mahometanos medios propenden al sim­
plismo mucho más que los cristianos medios.
Es evidente que
un cristiano 1ninimamente acostumbrado a lidiar con el camino
estrecho entre unos errores y sus contrarios, al equilibrio entre la
Fé y la razón, entre el factor divino y el humano, familiarizado
con la idea de los dos poderes
en política, o con los carismas
petrino y mariano
en la Iglesia, está, por poco culto que sea,
acostumbrado a hilar fino y a
no caer en simplismos excluyentes,
raíces de los extremismos más odiosos.
Si el islamismo es mucho más propenso a que surjan en su
seno extremismos radicales es también por causa de la estructu­
ra misma del islam.
• • •
Las doctrinas del Corán y la Sunna son sencillas y condes­
cendientes
en grado sumo con las pasiones humanas, tanto en lo
que hace a la moral como al mismo dogma (14). Comparado con
el cristianismo (que es previo) se
puede hablar de un naturalis-
(13) Wd. Mt 5,48.
(14) Tan severo juicio había sido la constante postura de los cristianos, ya
fueran católicos o protestantes. JOSÉ MORALES (El islam, op. cit., págs. 80-81) cha
concordemente al P. Marracci y a Lutero: el primero aftrmando que el Cora.n con­
tiene utodo lo que de plausible y de probable se encuentra en la religión cristia­
na, y
que parece concordar con la ley y las luces de la naturaleza" y Lutero juz­
gando
que el Corán enseña "solamente lo que el ingenio humano y la razón pue­
den tolerar".
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mo, de un reduccionismo o de un minimismo en las exigencias
musulmanas, que sólo
son más estrictas en cuanto formalistas.
El aspecto moral puede resultamos un blanco cómodo Oa
mente de todos se ha dirigido ya a la poligamia), lo cual no sig­
nifica
que deje de ser un blanco justo y, además, mucho más
extenso de lo
que de entrada ya parece.
La moral islámica no es depravada como en las religiones que
conocen el infanticidio, la prostitución sagrada, los sacrificios
humanos, etc., pero su nivel de exigencia tampoco supera
un
nivel elemental frente a los apetitos del hombre en el estado de
naturaleza caída. Repasémoslo.
En cuanto a las concesiones a la voluptuosidad, la mentada
poligamia
no es accesible sino a los ricos, pero existen otras con­
cesiones más importantes, como la aceptación (y amplia facili­
dad) del repudio, el contrato
de matrimonio temporal (15), o la
promesa de las
hurles del Paraíso. En realidad, mientras en toda
la Iglesia el celibato
por el Reino de los clérigos, religiosos y reli­
giosas constituye
un testimonio que revierte en prestigio y exi­
gencia de la castidad propia a cada estado, la clara exclusión del
mismo en el islam rebaja toda exigencia en este sentido.
Pero hay otras pasiones tanto o más graves que la concupis­
cente.
Es el caso de la cólera y el odio. La guerra no aparece para
el muslim como un mal menor, sino directamente recomenda­
da (16). El amor se restringe a los correligionarios, sin extender-
(15) Que la mayoría de los musulmanes de hoy no aprueba, pero encontra­
ría base en el Corán, sura 4, aleya 24, y de hecho persiste en la práctica de algu­
nos musulmanes. Al respecto, vid. JOMIER, op. cit, págs. 76-77, y PAREJA, op. dt.,
págs. 219-220.
También
se ha reprochado al CortJ.n, ante una lectura dudosa (vid. sura 4,16),
una velada tolerancia de la homosexualidad masculina, que se ordena dejar sin
castigo con tal que haya arrepentimiento.
(16)
No se pueden ocultar una serie de pasajes, como C 2,186 y sigs. o
C 9,29. Y muchos más, que
llenarían una monografía.
Todos los islamólogos complacientes,
como todos los musulmanes residentes
en occJdente,
procuran tranquilizarnos respecto al mandamiento de la guerra
santa o
yihad citando un hadiz (dicho) de Mahoma, según el cual -no sin tras
puntualizar, sin excepción, que yihad significa exactamente esfuerzo en el cami-
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CR!TICA ESENCIAL DEL ISLAM
se a los enemigos. Entre los chiítas el odio y el insulto al adver­
sario
-sunnita-puede ser una obligación (17).
O
la soberbia colectiva, por la que los musulmanes, y los ára­
bes y familiares de Mahoma en particular, con fundamento en su
religión,
pueden considerarse realmente superiores a los demás
hombres (18).
• • •
Pero, mucho más todavía, el islam es muy condescendiente
con la soberbia individual, íntima, del hombre
que ha de aceptar
la Revelación de verdades por parte de Dios a las que otorgar el
asentimiento interno. En
el islam, a pesar de su nombre, este
sometimiento
de la razón al misterio está extremamente reduci­
do.
Es el mismo dogma el que es 'condescendiente' con la natu­
raleza humana caída y
ha sido rebajado a su medida.
De la religión verdadera apenas subsisten
en el islam las ver­
dades fundamentales despojadas de toda la riqueza divina.
no de Dios-la gran yihad es el combate espiritual por la santidad y la guerra
santa tan sólo la pequeña yihad. ¡Pero eso no niega que la guerra santa sea ythad.
Como concluye F. M. PAREJA (op. cit, pág. 93) "un islam del que se expurga­
ra la doctrlna del yihad no serta el islam de Mahoma y el CorM'.
Es más, E. Pertus nos informa de que la noción de mártir de los musulmanes
se encuadra en el yihad: es mártir el musulmán que sucumbre en la yihad, que
muere tras haber matado, a tenor de la sura IX, 112 del Corc1.n (op. cit., pág. 92).
(17) "Esta intransigencia [para
con los no musulmanesJ se acentlla más en
relación con los demás muslimes, y toma formas de verdadero rencor. Una de las
principales obligaciones
del si'í es maldecir a los adversarios, y abstenerse de
hacerlo es transgredir la ley. [ ... ] Hay autores si'íes que han llegado a poner a sus
adversarios sunníes por debajo de los cristianos y aun de los paganos, y a decir
que, en caso de duda de las prescripciones de la ley, debe hacerse lo contrario a
lo que hagan los sunníes." (F. M. PAREJA, op. df., pág. 228).
(18)
El pasaje "Sois la mejor comunidad que jamás se haya suscitado: orde­
náis lo que está bien, prohibís lo que está mal y creéis en Dios" (C 3,110) se pres­
ta a un orgullo colectivo que contrasta fuertemente con la caracterización de sus
seguidores por Cristo como "pequeño rebaño" (Le 12,32), compuesto por upeque­
ñuelos"
más que por sabios (Mt 11,25), hasta el punto de para San Pablo los cris·
tianos
somos lo necio y despreciable del mundo O Co 1,26-28), y somos como
vasijas de barro en la comisión de portar el Evangelio (II Cor 4,7).
429
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARÍA SANDOVAL
Hay en el islam, ciertamente, un Dios personal, Trascendente,
Creador y que se revela a los hombres; y hay otra vida para éstos
tras
un juicio final. Cabe destacar que si la tradición musulmana
honra a Dios con noventa y nueve nombres, ninguno de ellos
es
el de 'Padre'.
Pero todos los misterios divinos que humillan la razón huma­
na, la cual
no alcanza a comprenderlos, y que ya antes de la pre­
dicación del Corán habían sido objeto de la revelación
-y tam­
bién de múltiples rebelio.nes
heréticas-, han desaparecido entre
los seguidores de Mahoma. Comprobémoslo y recordémoslo:
430
• Para ellos la Santísima Trinidad, encima mal conocida, es
politeismo.
La Encamación se niega en virtud de la per­
fecta espiritualidad divina.
La Pasión se rechaza -no se
consumó la muerte en cruz de Jesús, como veremos-en
razón a que la gloria de Dios y sus enviados nunca se
oscurece.
• El Pecado original, misterio de iniquidad, no existe, con lo
que el misterio de misericordia de la Redención tampoco.
Esto aproxima
al islam al pelagianismo, con las mismas
consecuencias prácticas
que éste: soberbia derivada de
creer
en las propias fuerzas para la salvación, y énfasis
puesto
en la doctrina y la ley como vias de salvación. Y en
este planteamiento pelagiano el islam emparenta, curiosa­
mente y
no sólo en ello, con el espiritu del Occidente
moderno.

Los delicados problemas de la inspiración de los libros
sagrados y el alcance exacto de su sentido desaparecen
con la· creencia en una dictación directa de los núsmos.
• Una Iglesia divina y humana como su Fundador, unos
sacramentos signos sensibles de la gracia invisible, tampo­
co existen.
El misterio Eucarístico les es incomprensible,
por descontado, pero también el sacerdocio. No debe
dejarse nunca que nos hablen de clérigos islámicos: ellos
sólo tienen
-como los protestantes-diferentes tipos de
predicadores, eruditos escriturísticos y morilistas-canonis-
Fundaci\363n Speiro

CRITICA ESENCIAL DEL ISLAM
tas. Es más rechazan el monacato, sobre todo por el voto
de castidad.
• Finalmente,
en pnnto a moral, aparte de sus dificultades en
engarzar la presciencia divina con la libertad humana, que
convierten la predestinación en idea popular, desconocen
la noción de doctrina social, compuesta de principios
ins­
piradores y concreciones abiertas; lo suyo es, sin más, una
ley social islámica, la fumosa saria (19).
• • •
Al llegar a este punto el cristiano comprueba que, salvo por
la existencia de una pretendida revelación, que confiere a la reli­
giosidad musulmana cierta calidez
y gran ardor, lo cierto es que
su dogma no sobrepasa lo que alcanza a deducir la filosófica
teodicea. Por eso la religión musulmana
no sólo parece la religión de los
'filósofos' (entendiendo
por tales los racionalistas ilustrados y sus
sucesores)
(20), sino que históricamente ha gozado de su aprecio.
A título de ejemplo,
en el capítulo final del famoso Contrato
sodal de Rousseau, mientras se mantiene una encendida polémi­
ca contra el Cristianismo
en tanto que religión antisocial, se pro­
digan alabanzas a Mahoma:
"Mahoma tuvo aspiradones muy sanas; trabó muy bien su
sistema político,
y en tanto que subsistió la forma de su gobierno
btyo los califas, sus sucesores, este gobierno fue exactamente una
y bueno en esto [identiJlcadón de la religión y el estado/".
Y cuando se refiere a la religión civil "cuyos artículos corres­
ponde fljar
al soberano" la coincidencia general con el islam es
más
que notable:
(19) Esta crucial distinción ha sido acuñada por Glovanni Cantoni en su libro
más
arriba citado, págs. 61 y sigs.
(20)
De hecho, la condición de religión natural, de la razón y del sentido
común del islam constituye una parte importante de la apologética musulmana.
Wd. Josl! Mo.RALES, op. dt., págs. 80-85.
431
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LUIS MARIA SANDOVAL
"Los dogmas de la religión civil deben ser sencillos, en peque­
ño número, enundados con precisión, sin explicadón ni comen­
tarios.
La existencia de la Divinidad poderosa, inteligente, bien­
hechora, previsora y providente; la vida por venir, la felicidad de
los Justos, el casügo de los malos, la sanüdad del contrato soda/ y
de las leyes;
he aquí los dogmas posiüvos. En cuanto a los negaü­
vos los reduzco a uno solo: la intoleranda; ésta entra en los cul­
tos que hemos excluido· (21).
Del mismo modo, el islam gozó de las simpatías nazis -en
algún momento recíprocas-- actitud que no han abandonado sus
epígonos, precisamente
por ser un tipo de religión 'viril', es decir,
que no exige convertirse de arriba abajo, sino que permite man­
tener
un orgullo de guerrero (o sedicente tal).
Cuando el Evangelio no es novedad
El 'naturalismo' de la religión musulmana, la cómoda satis­
facción de la necesidad religiosa del alma humana, es
una de las
causas de fondo de su histórica impenetrabilidad para la
fe cris­
tiana. Pero hay otra.
Los misioneros cristianos en toda tierra pagana siempre han
puesto de manifiesto cuan plenamente Cristo era la culminación
de cuanto esperaban todos los hombres, y como la Religión
Cristiana asumía, purificados, cuantos elementos buenos existie­
ran en sus religiones.
En cambio,
al musulmán no se le puede hacer este plantea­
miento
en la medida en que es postcristiano:
No existe ya una aspiración
que colmar en quienes piensan
haber recibido una revelación divina directa. Cristo
no es un
anuncio nuevo, en cuanto ya es conocido por el Corán y está
(21) Las citas están tomadas de JEAN ]ACQUES RoussEAu, Contrato socJal, parte
IV, capítulo IX, "De la religión civil". Obsérvese que el islam respalda este mismo
contenido deísta, sólo que apelando a una religiosidad que abarca la plenitud del
ser humano (de la razón, el afecto y la conducta general) mediante una preten­
dida revelación, y que en su sistema el crimen contra la religión social estableci­
da Oa diferencia religiosa) constituye lo verdaderamente imperdonable.
432
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CRITICA ESENCIAL DEL ISLAM
superado por Mahoma. Ni cabe asumir virtudes originales que,
en realidad, los mahometanos ya tomaron de la Sinagoga y las
Iglesias Orientales, y adaptaron a su conveniencia.
En un sentido muy real el islam no es sólo postcristiano en
la forma en que pudiera serlo una nueva secta del hinduismo,
surgida ya
en nuestra era pero ignorante de la Encamación, sino
que es explícitamente anticristiano en la medida en que conoce
y adapta o rechaza las verdades fundamentales
de nuestra Fe. En
el Corán, que se tiene por palabra revelada de Alá, se explica que
Cristo no murió en la cruz (22) -negando por ende la Resurrec­
ción-, y Jesús mismo aparece repudiando a quienes le divinizan
indebidamente (23).
De
modo que Cristo ya no constituye una buena noticia
para quienes ya saben de
Él; y resulta innecesario su anuncio
cuando tienen otro} revelado, que rectifica las 'erróneas' creen­
cias cristianas y muestra al verdadero "sello de los profetas",
Mahoma.
Cuanto se
pondera en el cristianismo de novedoso y supe­
rior respecto a las religiones paganas: Dios cercano
al hombre,
que se revela con un mensaje de salvación; religiosidad histó­
rica, introducida
en el tiempo; y una respuesta de los hombres
al mensaje
expreso de Dios abarcando todo su ser y su vida,
etc.,
ha sido adoptado por el islamismo. Y por contener todos
estos elementos de la religión verdadera, ser tan similar a ella
y, al mismo tiempo, más fácil en muchos sentidos, como ya
hemos visto, se convierte
en un obstáculo formidable a su pro­
pagación.
(22) Lo que afirma es: ª ... siendo asi que no le mataron ni le crucificaron,
sino que les
pareció así" (C 4, 157). Con lo que no hace sino .seguir la herejia de
los docetistas y la de Basilides en particular (vid. H. MAssoN, Manual de herejías,
Ma&id, Rialp, 1989, págs. 65 y 124).
En consecuencia, la secta ahmedlsta del islam, se atrevió a más, y afirma que
Jesús vivió, murió y está enterrado en Cachemira, noticia que periódicamente
airean
en occidente con fines escandalosos las publicaciones gnósticas contem­
poráneas.
(23) Corán 5, 116.
433
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LUIS MARÍA SANDOVAL
El Profeta y su libro
Con muy buen sentido, el único cristianamente posible, la
recuperación católica tras la crisis postconciliar ha partido de la
centralidad de Cristo, y se
ha hecho mucho hincapié (todo lo
contrario que en unos 'valores' ahistóricos) en el 1acontecimien­
to' cristiano: la Fe cristiana se refiere ante todo a una persona y
a unos hechos testificados, fundamentalmente su Resurrección, y
no a unos principios abstractos.
Pues bien, todo el islam se apoya igualmente
en otro acon­
tecimiento, el
que se recuerda culminando el Ramadán cada año:
la 'Noche del destino' (laylat al-qadr: caben varias traducciones
de sentido convergente)
en que Mahoma recibió del Arcángel
San Gabriel el comienzo de la revelación del Corán,
que le siguió
dictando desde entonces hasta
poco antes de su muerte.
Entre los especialistas se llega a decir que el análogo a Cristo
en el islam no es Mahoma, sino el Corán (24). Desde luego, la
religión musulmana es una 'Religión del Libro', pero los cristia­
nos debemos rechazar el dudoso honor de ser tildados también
de lo mismo: el Catecismo
de la Iglesia Católica rechaza expre­
samente esa consideración con
la que los musulmanes pretenden
honrarnos y nos llevan a su terreno (25).
Entre los musulmanes el Corán se entiende dictado
por Dios,
y como tal literalmente cierto hasta la última coma. Además, es
un libro sagrado cuyo motivo de credibilidad, según la apologé­
tica musulmana (apoyada
en el propio texto) (26), es su 'inimita­
ble estilo'.
Lo cual nos coloca ante un verdadero círculo vicioso
(24) "El Corán desempeña en la vida y el pensamiento.de los musulmanes
un papel
de primera magnitud, que puede compararse a la significación de
Jesucristo para los cristianos" Q. MORALES, op. dt., pág. 50).
(25) "Sin embargo, la fe cristiana no es una a-eligión del Libro,. El cristianis­
mo
es la religión de la ,Palabra, de Dios, mo de un verbo escrito y mudo, sino del
Verbo encarnado y vivo-(SAN BERNAlWO)". (Catecismo de la Iglesia Católica, § 108).
(26) El 'desafio' contenido varias veces en el Corán a redactar una sura senie­
Jante como réplica a la acusación de que eran invento de Mahoma (C 2,23; 10,38;
11,13; 52,33-34) culmina
con la afirmación ªSi lo.s hombres y lo.s genios .se unie­
ran para producir
un Corán como éste, no podrían con.seguirlo aunque .se ayu-
434
Fundaci\363n Speiro

CRÍTICA ESENCIAL DEL ISLAM
lógico: la prueba de la veracidad de una cosa es... ella misma; y
pretender examinar dicha prueba con métodos críticos, y
no exe­
géticos, es incurrir
en irreverencia blasfema, dando por supuesto
el origen divino del cual los
no musulmanes, y en particular los
no arabófonos, que no podemos percibir tal perección ling,ística,
querríamos cercioramos.
La falsa revelación de un falso profeta
Todo ello nos conduce al problema fundamental que esca­
motean los manuales de introducción al islam para cristianos hoy
al uso: otras religiones, paganas, contienen aisladamente intui­
ciones verdaderas, a modo de ecos de una revelación primigenia,
a las que el cristianismo da plenitud y sentido. En el islam,
por
el contrario, casi todos los elementos coinciden -genéricamen­
te---con los de la Religión verdadera, la cuestión estriba en exa­
minar lo esencial, la presunta revelación a Mahoma
en que se
fundan. Con afirmación neutral, se nos narra
por los hodiemos divul­
gadores cristianos
que los musulmanes creen que Mahoma reci­
bió tal revelación continuada, a partir de la Noche del destino, y
en qué modo y circunstancias. Lo que ni se plantean es si hubo
tal revelación, o si ésta es verdadera y divina. Y lo de más inte­
rés, justamente,
no es precisar al máximo lo que alguien dijo, sino
si dicho mensaje es verdadero y bueno, y cuales sus frutos. No
lo que dijo que le aconteció, sino lo que verdaderamente suce­
dió (o no).
Los cristianos, acostumbrados a que se examine escrupulosa­
mente la historicidad de la narración evangélica y la autenticidad
datan mutuamente" (C 17,88) y es la piedra fundamental de la apologética musul­
mana, dado
que Mahoma se negó a realizar otro signo o prodigio diferente de ése.
En C 16,103 se rechaza que el Corán fuera debido a algún instructor religio­
so de Mahoma (incluso se han barajado nombres) por el expeditivo argumento
de que "aquel en quien piensan habla una lengua no árabe, mientras que ésta es
una lengua árabe clara". Nótese que la existencia de un maestro religioso parece
aceptarse, rechazándose sólo que el Corán proceda de él.
435
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LUIS MARÍA SANDOVAL
de cada códice en todos sus aspectos y detalles no podemos
-ni debemos-dejar de hacer el mismo planteamiento al afron­
tar la figura y obra de Mahoma.
• • •
Desde un punto de vista puramente humano la credibilidad
del islam
es muy débil: se apoya toda en afirmaciones de Maho­
ma sin testigos (pensemos en su inverosímil viaje nocturno a los
Cielos sobre
una bestia alada y parlante) (27), y rechazando dar
otro tipo
de pruebas proporcionadas a la magnitud de la aquies­
cencia solicitada.
Es más, debe recordarse que en un primer
momento apeló a las escrituras
de los judíos, pero rompió con
ellos cuando comprobó que no refrendaban su personal mensa­
je y no se adheñan a él (28).
En particular, instado a ello, se negó a realizar ningún mila­
gro, diciendo que
su misión era estrictamente de predicación y
no de taumaturgo. Pero, si esto es lo que consta en el Corán, la
creencia popular le atribuye
una existencia milagrera, y la verdad
es
que en esto el islamismo vulgar resulta más acertado para todo
(27) Su relato no forma parte del Corán, pero para los musulmanes la sura
17 comienza aludiendo a él, por lo que se la conoce por el nombre de sura "El
vi.aje nocturnd'. Luego, por no formar parte del Corán, existen versiones varia­
das, todas coincidentes en lo fundamental ... y en lo fantasioso.
(28) Efectivamente,
en el Cor;j,n se lee ~si tienes alguna duda acerca de
lo que te hemos revelado, pregunta a los que, antes de ti, ya leían la escritura"
(C 10, 94).
Es una cuestión de interés, porque Jomier dirá: "Baste decir aquí que, desde
el principio, el Corán se presenta como la religión bíblica (tal como se conocía
en La Meca); pero, en Medina, después de haberse hecho evidentes las diferen­
cias
entre el islam y las otras comunidades (judía y cristiana de la Gran Iglesia) el
CoréJ.n se presenta como la reforma de ese judaísmo y ese cristianismo" Ontro­
ducción a la edición de El Corán de Editora Nacional, pág. 23). Vid. también
F. PAREJA, op. cit, pág. 12.
Y esto, unido a
la marcada diferencia de lenguaje y de temas que todo el
mundo reconoce entre las presuntas revelaciones mecanas y medinesas, orienta­
ña nuestro pensamiento en la dirección de que hubo en Mahoma una inicial aspi­
ración religiosa a lo
bueno, que, confrontada con la realidad de la Revelación
anterior, prefirió
después seguir su propio camino ...
436
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CRÍTICA ESENCIAL DEL ISLAM
criterio humano y cristiano como señal divina de profecía que el
islamismo rígidamente coránico (29).
Jesús Nuestro Señor siempre obró sus milagros fundamen­
talmente como 'signos' tendentes a confirmar su mensaje, además
de remedios puntuales de males concretos. En cambio, a Maho­
ma hemos de creerle sin signo que confirme su autoridad, y creer
de paso
que ese Alá cuyo mensaje a los profetas ha sido siempre
el mismo -los n1usuhnanes no reconocen una progresión en la
pedagogía divina-dejó de avalar su predicación con milagros
precisamente
en su caso, cuando lo había hecho con sus prede­
cesores Moisés y Jesús.
Otras afirmaciones, sobre las virtudes de Mahoma, incluso
aceptándolas
pese a la innegable parcialidad de su procedencia,
no resultan probatorias de su misión, ni de la verdad y bondad
de su mensaje. Puede que Robespierre fuera incorruptible, y
Cromwell honestamente radical... como Hitler era vegetariano y
amigo de los animales: determinadas virtudes privadas
no prue­
ban nada, y la indudable rectitud de muchos sectarios concorde
con sus principios ha sido más bien implacable y digna de mejor
causa.
Por otra parte, se observan en las suras del Corán demasia­
das variaciones de tono, y aun de criterio, coincidentes con las
circunstancias de Maho1na:
No parece que predicara de igual modo en La Meca que en
Medina, cuando ya era jefe espiritual y civil de la ciudad.
Más aún, a los espíritus críticos les debería resultar muy
sospechosa la abundancia de ocasiones
en que la pre­
sunta revelación arcangélica interviene oportunamente
para resolver dilemas privados de Mahoma, siempre a su
mejor conveniencia.
• • •
(29) Félix Pareja dedica a ambas perspectivas de Mahoma, el enviado corá­
nico sin poderes milagrosos y el taumaturgo legendario de prodigios constantes,
un capitulo casi entero (op. cit., págs. 174-200).
437
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LUIS MARÍA SANDOVAL
Todas estas objeciones, i1nportantes hasta ser decisivas, son
meramente humanas. Pero quien profese la fe cristiana no puede
ni aun dudar de la falsedad de la pretensión de Mahoma. False­
dad de su misión y falsedad de su mensaje.
Porque el mensaje del Corán rechaza explícitamente,
en
nombre de Dios, el núcleo de la fe cristiana. La dignidad huma­
na
-racional-impide aceptar a un tiempo como verdaderas la
Fe en Cristo, muerto y resucitado, verdadero Hijo de Dios, que
nos testifican los Evangelios, y el papel de Jesús en el Corán al
que
ya hemos aludido. Y menos creer que ambas afirmaciones
procedan del mismo Dios Sapientísimo.
Tampoco parece razonable pensar que Mahoma fuera
un
posterior enviado de Dios para lograr indirectamente un bien
providencial. Después que Cristo erigió su Iglesia, y la envió a
predicar a todas las naciones
y bautizar en el nombre del Padre,
del Hijo
y del Espíritu Santo (30), no concuerda de ningún modo
con el sensus fidei que quien es el Esposo fiel de la Iglesia, ni
aun para reformarla, intervenga
en la historia de modo extraor­
dinario para suscitar profetas fuera de ella con mensajes que
no
incluyen esa Iglesia y ese bautismo. En cambio, vemos que sus­
cita una y otra vez nuevos santos reformadores que, pese a las
resistencias encontradas, se guardan de actuar siempre dentro de
la comunión eclesial.
¡daro que el poder de Dios no tiene límites y el Espíritu
sopla donde quiere! Pero es claro también que la experiencia
ha
demostrado, durante catorce siglos, que el islam, pese a ¡Jredica.r
el 1nonoteísmo, no actúa como un estadio intermedio que a la
postre conduce a los pueblos a Cristo (como podemos conside­
rar el bautismo arriano de los godos), sino como agresor y per­
seguidor de comunidades cristianas establecidas y obstáculo de
vigor desusado a la conversión. Tal hipótesis aventurada
podña
ser sugerente, pero la constatación en su contra es aplastante.
Por todo ello,
por falta de motivos de credibilidad, y por con­
tradecir
el contenido de nuestra Fe (fundada en pruebas muy
superiores a las que el islam puede presentar), lo mismo que por
(30) Mt 28,19.
438
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CRÍTICA ESENCIAL DEL ISLAM
simple sensus lidei, debemos concluir que Mahoma es un falso
profeta y su revelación falsa. Y quien realmente piense otra cosa
ha de terminar convirtiéndose
en musuhnán. O no pasa de un
escéptico curioso, que no se compromete a fondo con la revela­
ción cristiana ni
con la pretensión mahometana.
Si la conclusión parece poco cristiana -de ese cristianismo
predicador del sumo valor
de la tolerancia (indiferentismo) que
en los Evangelios queda oculto por las insistentes llamadas de
Cristo a tener Fe en Él-hemos de decir que, si no bastara San
Pablo (31), el propio Jesús nos previno de
que tras de sus pasos
vendrían falsos profetas (32).
¿Y quién sino Mahoma pasa en la historia como 'el Profeta'
por antonomasia, sin serlo?
Sin olvidar al Maligno
Todavía cabe dar un paso más. Para comprender a Mahoma
no basta decir lo que no es, a saber, verdadero profeta del único
Dios, sino intentar explicarlo como falso profeta, cuestión, si
cabe, mucho más eludida hoy.
¿De dónde procede la doctrina del Corán?
No existe duda de que habfa judíos en Arabia, y algunos cris­
tianos heterodoxos, y que Maho1na los trató. De estas fuentes
imperfectas -y se dice que Mahoma era, además, iletrado (33}-
(31) "Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara
un evangelio
distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema! Como lo tene­
mos dicho, también ahora lo repito:
Si alguno os anuncia un evangelio distinto
del que habéis recibido, ¡sea anatema!" (Ga 1,8-9).
(32) Jesús les respondió: «Mirad que no os engañe nadie. Porque vendrán
muchos usurpando
mi nombre y diciendo: "Yo soy el Cristo", y engañarán a
muchos. [ ... ]
Surgirán muchos falsos profetas, que engañarán a muchos-(Mt 24,
4-5 y 11).
(33) Es este un punto clave de la apologética musulmana para demostrar el
origen divino
del Corán que no habría podido componer un iletrado, Sin embar­
go parece
que los pasajes del Corán alegados a este efecto (C 7,157 y 62,2) se­
rian susceptibles de otras interpretaciones. (Vid. E. PERTUs, op. cit., págs. 21-23).
Efectivamente, Julio
Cortés no traduce 'sin escritura' por 'analfabeto' en estos
pasajes,
lo que si hace, como musulmán militante, Alvaro Machordom Comins.
439
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LUIS MARIA SANDOVAL
se entiende que procedan las noticias de la Sagrada Escritura con­
tenidas
en el Corán, a menudo distorsionadas. Y también se
entiende que doctrinas y preceptos morales y legales hayan sido
reelaborados humanamente y simplificados.
El islam nos parece
simplista
por cuanto que es judaísmo y cristianismo simplificado.
Y no olvidemos que en el islam existen, además, elementos preis­
lámicos aptos a satisfacer el nacionalismo de los árabes. Todo
apunta a una elaboración deliberada.
Eso
en cuanto al mensaje, pero ff la misión sagrada? ¿la pre­
tensión de apa1iciones sobrenaturales? Si no procedían de Dios y
sus ángeles, como no parece admisible, apenas quedan cuatro op­
ciones: la alucinación patológica, la mentira deliberada, la suges­
tión diabólica, y
la intervención conjugada, en grado variable, de
dichos factores.
Algunos de los rasgos
de los trances de Mahoma al 'recibir'
las aleyas del Corán
podtian abonar el diagnóstico del trastorno
psfquico; como algunas excepciones de la ley general coránica
en favor de Mahoma podrían alimentar la sospecha de falsario e
impostor. Pero también parece
que su preocupación religiosa era
sincera,
por lo que muy bien cabe que haya sido seducido por el
mal
espiritu bajo forma ángel de luz (34), incluso si sus inspira­
ciones iniciales provinieran del espfritu bueno. En esto
la perspi­
cacia de San Ignacio como
guia espiritual nos recuerda "es pro­
pio del ángel malo, que se disfraza de ángel de luz, entrar con lo
que gusta al alma devota y salir con el mal que él pretende" (35).
Desde luego, los frutos de obstaculización del anuncio de
Cristo,
en tanto verdadero Dios a la par de verdadero hombre,
son elocuentes para juzgar el punto final de tales revelaciones, si
es que existieron y fueron inicialmente buenas. En cualquier caso,
debemos negarnos a usar con Mahoma normas de espiritualidad
diferentes de aquellas con las
que se juzga a los bautizados.
Sin buscar
al Demonio en todas partes, es cierto que la opo­
sición diabólica al plan de salvación de Dios es
una constante en
(34) Debe tenerse presente la advertencia paulina: ªY nada tiene de extraño:
que el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Por tanto, no es mucho que sus
ministros se disfracen también de ministros de justicia" (11 Cor 11,14-15).
(35) Vid. Ejerdcios espirituales, § 332 y sigs.
440
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CRÍTICA ESENCIAL DEL ISLAM
la historia, máxime desde que adquirió cierto dominio sobre este
mundo y el hombre
por el Pecado Original, e ignorarlo da lugar
a graves errores
en todos los campos (36).
En materia de sectas
-y ninguna hay como el islam-nunca
debemos prescindir de este factor (37).
El juicio religioso sobre el islam
Por todo lo dicho,
el islam supone el encauzamiento de una
religiosidad subjetiva auténtica
-y elevada-al servicio de una
revelación falsa. Sólo el mundo contemporáneo confunde since­
ridad con verdad.
Religión falsamente revelada
que es imitadora, competidora y
contradictora de la cristiana,
por mucho que posea muchos ele­
mentos buenos, procedentes de ésta,
que la hacen tan descon­
certante.
Pero hay más: el islam parece diseñado ex profeso como un
sucedáneo de la Religión Verdadera, que contiene de ésta los ele­
mentos
que le confieren más autoridad (monoteísmo, providen­
cia, revelación, misericordia) y, sin embargo, ha sido 'corregida'
-simplificada-para resultar más asequible a la razón y las
pasiones humanas de la naturaleza caída.
Y de hecho,
no sólo ha sido el más constante adversario
externo de las naciones cristianas
en la historia (hasta su erradi-
(36) Wd. Catecismo de la Iglesia CatólJca, § 407. Por otra parte, en la termi­
nología ignaciana el 'mal espíritu' incluye a len; espíritus diabólicos, pero no se
identiftca con ellos solamente.
(37) Esta es una gran verdad poco de moda hoy, pero que la Iglesia sigue
enseñando, aunque, ciertamente, no se le dé tanto relieve como tiene.
En el Consistorio extraordinario de 1991, el Cardenal Francis Arinze, presi­
dente del Consejo Pontificio para el diálogo inter-religio.so, leyó una relación
general titu1ada El desaffo de las sedas o nuevos movimientos religiosos: una apro­
ximación pastoral, a la que pertenece este pasaje: "No debemos escluir, entre las
explicaciones
de la aparición y de la difusión de sectas o nuevos movimientos
religiosos, la acción del Diablo, incluso si esta acción es desconocida para las per­
sonas envueltas en ella.
El Maligno es el enemigo que siembra la cízafia entre
el trigo mientras las gentes duermen" (ramada de la sínte.sis publicada en
L'OsseIVafore Romano de 6-N-1991).
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cación en países de la más antigua cristiandad), sino el mayor
obstáculo a la difusión de nuestra Religión. Si en tiempos medie­
vales cerró el Asia occidental
y central a la expansión misionera,
hoy es
en Africa donde el islam se difunde como una alternativa
que cierra el paso a la que presenta como 'religión de los blancos'.
Se trata de una coincidencia demasiado notable como para
atribuirla a mera casualidad, y
no inferir detrás de esa constante
histórica el cumplimiento de
un designio. En la medida en que
no se debe descartar una intervención del mal espíritu ignaciano
en las falsas revelaciones a Mahoma, menos todavía cabe descar­
tar
un designio maligno en la aparición y actuación del islam.
Y si se
ha dicho siempre que el Demonio es el mono de Dios,
resulta muy congruente
con ello la constatación de que el islam
es imitación posterior, adaptación recortada y sucedáneo de
la
Religión Cristiana.
• • •
Pero incluso si es así1 el islam, pese a su intrínseca maldad,
puede servirnos a los cristianos, brindándonos dos tipos de lec­
ciones:
las virtudes que en el islam se manifiestan no han de des­
concertarnos, sino recordamos acentos y prácticas de los
antiguos cristianos, especialmente orientales, que hemos
de recuperar de sus verdaderas fuentes.
y
en cuanto a lo que tiene de malo puede servimos de
norma negativa. En particular1 venir a coincidir con cier­
tas posturas rigoristas musulmanas debe suscitar una
señal de alarma en nuestra conciencia.
Aplicación muy notable de esto último se halla en el campo
interrelacionado de la confesionalidad de las sociedades y
la li­
bertad religiosa. Los católicos, por imperativo racional y divino (38),
proclamamos la aspiración irrenunciable a la confesionalidad
(38) Wd. Catedsmo de la Iglesia Católica, §§ 2244 y 2105.
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CRÍTICA ESENCIAL DEL ISLAM
católica del estado, pero nuestra visión de la misma no nos con­
duce a la absoluta opresión religiosa
de los regímenes islámicos.
El orden católico, con confesionalidad social y libertad personal,
viene a representar un término medio entre los errores y abusos
opuestos del liberalismo e islamismo.
Islam bueno, islam malo y mal cristianismo
Nótese que al catalogar al islam como falsa religión, y por
ende con una raíz mala muy anterior a concretos extremos malos,
de ella derivados, nos apartamos de la postura complaciente para
la cual el islam es bueno y sólo algunos musulmanes extremistas
serían malos.
Muy al contrario, la verdad es que muchos musulmanes son
buenos, es decir, tanto justos como piadosos en la medida de sus
fuerzas, pero su religión
es mala.
Es mala porque se opone expresamente a la Fe verdadera; y
la Fe es el comienzo de
la salvación.
Y la maldad intñnseca del islam se percibe muy bien cuando
contemplamos los resultados respectivos del retomo a las fuen­
tes: entre los cristianos todo movimiento de retorno a
la pureza
evangélica para
en aumento de santidad y mejonas evidentes en
el orden externo; entre los musulmanes los periódicos movi­
mientos de retomo a la enseñanza del Corán han parado siem­
pre, como
en nuestros días, en tentativas de un puritanismo y un
totalitarismo extremos.
En realidad los tiempos del islam tolerante, como los musul­
manes personalmente ejemplares, coinciden con el triunfo del
sentido común y el buen corazón sobre la letra coránica.
Por el contrario, considerar que los islamistas radicalizados
hasta parar
en el terrorismo son por ello 'malos' musulmanes, es
decir, sedicentes musulmanes, carece de todo fundamento, pues­
to
que en el islam no existe autoridad que les pueda negar ese
calificativo
(y siempre se encontrará quien emita una fatwa con­
veniente a cada parecer); y menos sentido aún ti.ene que los no
musulmanes (ateos o cristianos) pretendan conceder patente de
islamismo.
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De hecho, si bien muchos musulmanes no llegarán nunca a
ejercitar ciertas formas
de jihad, ha quedado bien claro re­
cientemente
que la mayoria expresará un variable grado de sim­
patía
con quienes la practiquen, y esto siempre en nombre del
islam (39).
Y
de paso, también con Introvigne, nunca debemos dejar de
señalar como los liberales y laicistas, al enumerar las que consi­
deran
'sectas' a vigilar o combatir nunca citan ni una sola de tipo
islámico (40). Siendo así que las facciones musulmanas
no faltan,
hay
que pensar que o las favorecen, o las temen ... o temen que
(39) Extractando a Massimo lntrovigne, el mundo del fundamentali.srno radi­
cal musulmán tiene grandes dificultades para renegar de sus hijos terroristas; para
ellos, todo lo más, los terroristas islámicos son 'hermanos que se equivocan', pero
siempre hermanos, por lo que entre ellos les brindan un amplio porcentaje de
simpatias, apoyos y posiblidades de reclutamiento.
~Tenemos que recordar que no todos los musulmanes son fundamentalista.s, y
que no todos los fundamentalistas son terroristas. Pero contra cierto 'buenismo'
[todas
las religiones son buenas] que no soluciona los problemas sino que los escon­
de, contra
un pacifismo que no promociona la pa,z sino que la reduce a ideología,
no debemos tampoco olvidar que los fundamentalistas son musulmanes -el fun­
damentalismo
es un componente importante del islam contemporáneo-y que estos
terroristas forman parte integrante del mundo del fundamentalismo radical".
(Wd. Massimo Introvigne, comunicación al congreso "La sfida dei fondamen­
talismi" (Turin, 3-XIl--01), publicada en internet («La questione del fondamenta­
lismo islamice. Ritlessioni dopo 1'11 settembre 2001", http://www.cesnur.org/) y
traducida al español
por la revista electrónica Arbil ("Islam; fundamentalismo,
terrorismo", http://www.ctv.es/USERS/mmori/(53)expo.htm).
(40) En 1996 se publicó un Informe de la comisión de encuesta sobre las
sectas de la Asamblea Nacional francesa, conocido por informe Guyard, por el
nombre del diputado relator. Informe que ha sentado un precedente muy impor­
tante en Europa sobre la creación de una vigilancia polftica sobre los movimien­
tos religiosos
que son admisibles y los que no.
Criticando el mismo, Massimo Introvigne dedicaba un apartado a Las extra­
ñas omisiones del informe: "mientras la lista de las 'sectas' abunda en grupos cuya
matriz religiosa originaria se encuentra en el ámbito del catolicismo, del protes­
tantismo,
del hinduismo, del budismo, del sintoismo, incluso -ocasionalmente­
del esoterismo, del ecologismo y del New Age, no se menciona ni siquiera un solo
grupo de origen islámico. Tratándose Das 'sectas'] de 'perturbadoras del orden
público', produce estupor que haya sido ignorado completamente el islamismo
radical".
(l1d. GIOVANNI CANToNI y MAssIMO INTRoVIGNE, liberta religiosa, 'sette' e 'dirft­
to di persecuzione: Piacenza, Cristianíta, 1996, pág. 105.)
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CRITICA ESENCIAL DEL ISLAM
su caracterización pudiera abarcar a franjas demasiado extensas
de la comunidad musulmana.
Pero
en la discrepancia sobre si el islam es 'bueno' aunque
existan algunos radicales 'malos', o si su raíz es mala, pese a lo
cual en la mayoría de sus fieles no se manifiesta tanto su nocivi­
dad cuanto ciertas virtudes accesorias, subyacen graves implica­
ciones acerca de la concepción del propio cristianismo.
Si el islam es en lo fundamental malo o bueno, la diferencia
de juicio procede de
que se emplee una perspectiva auténtica­
mente cristiana o sólo presuntamente
tal. El islam inculca muchas
virtudes religiosas y morales, cierto, pero, de modo expreso e
inexcusable, destrona a Cristo Jesús, puesto que conociéndole lo
rechaza como Dios y hombre verdadero simultáneamente.
¿Qué es lo auténticamente cristiano?
¿La afirmación y segui­
miento de Cristo o la práctica de obras solidarias de todo tipo?
¿Una religión de relación personal o de principios abstractos'
Ya sabemos que las virtudes de los mahometanos son un
puente de coincidencia. Pero es hora de que se denuncie el sofis­
ma
-lo diga quien lo diga-de que es más importante lo que
une que lo que separa.
Eso depende mucho:
de entre qué cosas se diga, de qué sea
efectivamente lo más importante, y, por supuesto, en relación a
qué. Luego no es un principio absoluto.
En la mayoría
de los casos no pasa de una petición de prin­
cipio: de tanto decirnos que se
debe mirar a lo que une más que
a lo que separa se han convertido las constataciones de coinci­
dencia
en lo más importante, pero sólo por causa de esa prédica
voluntarista, a la cual se
debe exigir en cada caso una justifica­
ción
que no siempre puede dar. Para poder atender a lo que une
más que a lo que separa son, efectivamente, más importantes las
coincidencias, pero
... ¿por qué esa focalización de la atención?
¿no se está convirtiendo en axioma un mero postulado?
• • •
Al comienzo del siglo XXI, en que se habla tanto del choque
de civilizaciones entre el occidente y
el islam, no deja de sor-
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prender que el juicio cristiano de ambos resulte coincidente en
un determinado aspecto: el postcristianismo. El Occidente liberal
desea quedarse la herencia humanista de las virtudes cristianas
...
sin Cristo, el mundo musulmán desea quedarse la herencia reli­
giosa del Antiguo Testamento
... sin Cristo que la culmina. Cristo
es, pues,
la bandera discutida, aunque no faltan cristianos que,
en nombre de las virtudes, religiosas o solidarias, y para atender
a lo
que une, tiendan a contagiarse del uno o del otro, inventan­
do un cristianismo sin Cristo a fuerza de devaluarlo.
Esos tres polos: liberalismo hegemónico, islam desafiante y
crisis interna de la Iglesia
pueden servir muy bien para orienta­
ción elemental de los fieles católicos respecto a las grandes coor­
denadas del nuevo siglo que comienza.
Por eso es preciso tener
en cuenta que, sin un juicio religio­
so del islam, sistema
que conjuga una religiosidad sincera y enér­
gica y
una falsa revelación, es vano pasar a las perniciosas con­
secuencias sociales y culturales del mismo, que afectan tanto a las
relaciones internacionales como a la convivencia y el orden legal
internos de las naciones de origen cristiano.
Si en el Corán lo civil y lo religioso marchan inseparables y
mezclados, es absurdo pretender criticar su repercusión social
haciendo abstracción de la raíz religiosa del mal. Una religión,
repitámoslo, que parece diseñada deliberadamente para rivalizar
con la evangelización y obstaculizarla.
• • •
Cuanto hemos dicho hasta aquí no resulta, efectivamente,
muy 'ecumenista'
a los oídos.
En primer lugar, porque se ha forjado
un uso abusivo del tér­
mino "ecuménico" el cual, propiamente, sólo tiene razón de ser
entre cristianos,
en cuanto todos compartimos, de modo real y
misterioso, el carácter indeleble del Bautismo. Hablar de ecun,e­
nismo con otras religiones
es una perversión del lenguaje que
debemos recllazar enérgicamente.
Pero además tal apariencia negativa es
en todo caso falsa en
otro sentido:
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CRITICA ESENCIAL DEL ISLAM
Conocer y comprender lo que hemos intentado transmitir en
estas páginas es imprescindible para poder tratar con los maho­
metanos, sea cual fuere el género de diálogo
que se sostenga con
ellos. Por supuesto,
no porque pretendamos que de forma gro­
sera
y contraproducente se espete a la cara de ningún musulmán
algo como "Mahoma fue
un falsario y su religión cumple un
designio satánico". Por el contrario, en varias ocasiones a lo largo
de estas páginas hemos insistido en que entre los musulmanes,
pese a estar privados de las gracias bautismales, existe una reli­
giosidad auténtica
y una moralidad elevada.
Nuestro acercamiento frente al islam debiera aproximarse al
de quien escribió una obra apologética contra los Testigos de
Jehová, que, sin dejar de serlo
en su propósito y desarrollo, titu­
ló "Elogio y censura de los Testigos de Jehová" (41).
Conocer bien lo esencial del otro
-y su error esencial-es
capital para
poder tratar con él. Para saber donde se encuentra la
dificultad radical
que impide confiar en la convergencia paulati­
na sin que n1edie una conversión. Conversión, conviene subra­
yarlo, que es lo que verdaderamente se ha de procurar, pues
Cristo
no nos encargó predicar y bautizar a todas las naciones
excepto a los mahometanos. Y
que se debe preparar humana­
mente atendiendo con rigor a lo esencial
y característico de la
psicología que Imprime la religión islámica.
Entre tanto, mientras no exista esa conversión, y precisamen­
te porque se ha de conocer la irreductibilidad de la doctrina corá­
nica y la cristiana, el eventual diálogo debe fijarse como objetivo
intentar establecer
un punto de encuentro amortiguador a partir
de determinadas coincidencias religiosas y morales,
que no son
de excluir taxativamente, aunque acerca de ellas debe evitarse
que generen en los cristianos expectativas indebidas y deforma­
ción
en nuestra Fe.
(41) MANUEL MoUNA, "Elogio y censura de los Testigos de Jehová", en Verbo,
n.º 158 (1977), págs. 1185-1237.
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