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Número 405-406

Serie XLI

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Álvaro d'Ors: Bien común y enemigo público

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
con detenimiento y la erudición acostumbrada así como su exo­
neración
-expulsión-del ministerio. Todo lo que dice de nues­
tro Villaurrutia me parece acertadísimo. Y otra leve reserva. Piensa
Soria
que tal vez se equivocara nuestro hombre al no aceptar las
ofertas de
Luis Felipe y al separarse irremisiblemente de la nueva
situación. Porque cree
que hubiera podido influir decisivamente
a favor de
la causa católica que estaba por encima del rey derro­
cado. Como
no ocurrió, no lo sabemos. Pero no veo yo a Luis
Felipe, rey de los franceses, propicio a dejarse influenciar por las
ideas católicas de Chateaubriand. Según Maurois, como
en 1804,
volvió a elegir en 1830 "el honor y la pobreza" (pág. 416). Es al
menos
un hermoso epitafio.
Y el libro de Soria es
un hermoso libro. Quizá su título más
adecuado fuera el de
Consideradones sobre Chateaubriand. Eru­
ditas y amplísimas consideraciones sobre Chateaubriand.
Que
nos aproximan a un personaje que no merece ser olvidado.
Como católico, como político, como literato, como historiador.
..
Quien lo lea terminará sabiendo mucho más. Sobre la persona y
su época. Y sobre otras muchas cosas.
FRANCISCO FERNÁNDEZ DE LA 0G01'A
Álvaro d'Ors: BIEN COMÚN Y ENEMIGO
PÚBLICO(~
¡Deslumbrante! Tal es el calificativo primero que me vino a la
cabeza
al terminar la lectura de este nuevo y breve trabajo de
Alvaro d'Ors. Deslumbrante por la precisión y encadenamiento
lógico de
los razonamientos; una lógica a la que bien cabe defi­
nir como la definió
don Antonio Maura en su Discurso de ingre-
C-) Colección "Prudentia Iuris", Ed. Marcial Pons, Madrid-Barcelona, 2002,
100 págs.
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so (29-XIl-1903) en la Real Academia Española, "La lógica es la
moral del raciaclnid'.
Deslumbrante por la precisión filológica de las palabras, toda
vez
que conocedor como pocos del latín y del griego, el profe­
sor d'Ors encuentra
en sus palabras la intrinseca realidad de los
conceptos. Deslumbrante,
en fin, por el interés actualísimo de
las materias tratadas y de los problemas
que surgen al intentar
resolverlos; máxime cuando los Estados, sus gobernantes y sus
políticos parten para ello -y el autor lo demuestra en toda oca­
sión-de falsas premisas e ilógicos planteamientos; todo lo con­
trario al planteamiento jurídico de contraponer los términos
bien
común
y enemiga pública, partiendo de la diferencia entre cosas
comunes y cosas públicas, entre lo común y lo público como
distintos. Tal es la clave utilizada
por d'Ors, que, apoyado en el
Derecho romano (¿qué
no procede de éste?) desgrana lo co­
mún -bien universal, de lo público -interés o bien que no es
común a todos; y cuya confusión lleva a considerar público lo
estatal y sólo lo estatal. En
la Iglesia es donde se identifica el
bien de .un grupo
con el bien universal, el bien común es el de
la Iglesia (cánones
223, 264 y 323), aunque hoy, en algún
supuesto (cánones 795 y 287), se ad1nite
un bien común del
Estado, distinto del universal
de la Iglesia. Lo pública se distin­
gue
de lo común en que no es universal; por eso no puede
hablarse de bien común, sino de interés público, siempre relati­
vo. Tampoco
debe hablarse de enemigos totales de la humani­
dad; la enemistad es siempre particular, sea bélica o simplemen­
te delincuente.
Cómo discriminar el Bien del
Mal; la variedad de opciones
de Adán y Eva y
su rebelión contra Dios; la ley natural y los
derechos humanos
(derecho a la vida; protección del matrimo­
nio; igualdad
de oportunidades en la educación; la libertad reli­
giosa; la seguridad ciudadana) a la luz del derecho natural
católico,
que nada tiene que ver con la Ética de la palitical
correctness; asf co1no el patriotismo y sus contradicciones y
el arbitraje para resolver los conflictos, son objeto de los lógi­
cos y paradójicos razonamientos de d'Ors, que,
como solía
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subrayar Cherteston para las paradojas, son tan válido medio
de demostración como un silogismo, aunque mucho más di­
vertido. En el capitulo III del
pequeño libro se comprenden eplgra­
fes tan relevantes y actuales
en el planteamiento y posibles rela­
ciones como los
de la amistad y enemistad; la declaración de
enemigos públicos y sus consecuencias; la distinción entre ene­
mistad y hostilidad; la falsa idea
de aldea universal (porque la
aldea convertida
en mundo es una contradicdón aniquilante);
la guerra civil y la traición; la guerra agonlstica y la guerra ani­
quiladora
(que siempre desemboca en la guerra sucia por parte
del agredido); la guerra
de secesión Oa del separatismo regio­
nal), que
no tiene solución juridica por lo que la decisión no
puede ser otra sino la militar; las invasiones bélicas y las pacffi­
cas (con los hoy gravlsimos problemas de las minarlas raciales
mal asimiladas
por la comunidad en que se hallan); el genoci­
dio; las guerras
de Religión (más civiles que internacionales,
como lo fue la Cruzada española del 36
al 39; y el conflicto per­
manente
en tomo a Jerusalén); los conceptos de orden público
y Constitución; todos -repito-encadenados por un razona­
miento subyugante.
En el capitulo
N, el discurso del profesor d'Ors, versa sobre
la delincuencia (con variados aspectos y matices, civiles, milita­
res y eclesiásticos) y sus distintas penas, desde la muerte al des­
tierro, el confinamiento y reclusión penitenciaria, y las
penas de
inhabilitación legal y de excomunión.
Como seguramente deducirá
el lector de esta recensión no
cabe mayor interés en este reciente trabajo de Álvaro d'Ors; su
reducido formato, propio de la colección "Prudentia iuris" en la
Editorial Mardal Pons, as! como la claridad de su texto -en el
fondo y
en la forma, incluso en la tipográfica-lo hacen muy
. recomendable.
El lector conseguirá ideas clarisimas sobre el
deber de evitar términos como el de bien común estatal, y el de
enemigo público de la humanidad, pues, como concluye nuestro
autor:
"Del mismo modo que el Estado sólo puede alegar su inte­
rés particular, la
humanidad no puede declarar enemigos totales
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de ella. Esta precisión terminológica me parece ser fecunda en
consecuencias tan lógicas como útiles".
Al terminar la lectura del librito, he recordado este pensa­
miento de Gracián:
"No consiste la perfección en la cantidad sino
en la calidad. Todo lo bueno fue siempre poco y raro; es des­
crédito lo mucho".
JAVIER NAGORE Y ÁRNOZ
Massimo Borghessi: POSMODERNIDAD
Y CRISTIANISMO c•i
Es un libro que, en mi opinión, deberían leer todos los cató­
licos
en situación personal de jerarqufa, sea cacramental -sacer­
dotes u obispos--, sea intelectual -profesores, etc.-pues abor­
da
un tema ineludible: "La compatibilidad o incompatibilidad de
la actual cultura civil y la doctrina católica", pues, como dice
T. Parsons (1), "el movimiento religioso, a causa de su relación
con la integración general de los valores, pretende una jurisdic­
ción total sobre las orientaciones de valor humanas
que tienen
que estar de alguna manera integrada con los valores institucio­
nalizados del Estado".
Es decir, no se puede ser cristiano priva­
damente
y no cristiano socialmente. Y esto es particularmente
nocivo
y socialmente peligroso cuando el cristiano sea simultá­
neamente piadoso, familiar y lo
que se dice una buena persona,
pero que no tiene interés en el desarrollo de la Iglesia a quien
ama y no quiere juzgar con lo que, sin duda involuntariamente,
está perjudicando,
en primer lugar, en la formación de sus pro­
pios hijos y además involuntariamente ayuda a
una opinión
pública anticristiana.
(+) Ediciones Encuentro, 1997.
(1) T. PARTSoNs, ªEl Sistema Social", en Revista de Occidente, 1966, pág. 178.
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