Índice de contenidos
Número 325-326
Serie XXXIII
- Textos Pontificios
-
In memoriam
-
Jean Ousset, modelo y guía para los amigos españoles de la Ciudad Católica
-
Nota biográfica de Jean Ousset
-
Catolicismo y política: Jean Ousset, maestro católico de la contrarrevolución católica
-
Jean Ousset y los fundamentos de la política
-
La visión de Jean Ousset del mundo del trabajo
-
José María Ramón de San Pedro
-
-
Estudios
-
Constitución del ente moral
-
Dignidad personal y comunidad humana en el orden jurídico
-
La seguridad jurídica. Tratando de recuperar la confianza de la sociedad en sus instituciones
-
La ideología de los valores: religión del hombre
-
Ecología y ecologismo
-
La institucionalización del poder
-
Reflexiones acerca del matrimonio civil en España: su contenido esencial y los nuevos modelos familiares
-
La promoción social de la cultura religiosa, exigencia de la dimensión ética de la persona humana
-
-
Crónicas
-
La filosofía de Vallet
-
1944-1994: Cincuenta años de la revista Cristiandad
-
Alexandra Wilhelmsen, premio «Hernando de Larramendi»
-
Festividad de San Fernando 1994
-
Homilía del P. Agustín Arredondo, S. J. [San Fernando 1994]
-
Discurso de Alberto Jornet [San Fernando 1994]
-
Discurso de Andrés Gambra [San Fernando 1994]
-
- Información bibliográfica
Autores
1994
Jean Ousset y los fundamentos de la política
JEAN OUSSET Y LOS FUNDAMENTOS DE LA POLITICA
POR
MIGUEL AYUSO
Apenas conocí a Jean Ousset. Dos encuentros en quince años,
en los últimos quince años,
de los cuales sólo el segundo tuvo
una cierta duración e intensidad
-con motivo de mi asistencia
al último Congreso del ICTUS, en Versalles, en noviembre de
1992, donde hablamos en varias ocasiones
y cenamos juntos una
noche--, resulta una
experiencia francamente insuficente. A pesar
del vigor de
su personalidad, que despuntaba incluso entre los
signos
más que palpables de la decadencia de sus muchos años.
Tampoco asistí a
su contribución al nacimiento y desarrollo de la
Ciudad Católica española. Pues aunque hombre de
la Ciudad Ca
tólica en la primera hora de mi vida, por razones forzosamente
cronológicas llegué a ella cuando quedaban lejos los
años funda
cionales e incluso los de crecimiento
y expansión, en los que J ean
Ousset hubo de tener una poderosa influencia, luego transformada
-que no olvidada, preterida o repudiada-a través de su incor
poración a un acervo radicado en
el pensamiento tradicional his
pano. Por tanto, queriendo contribuir a su homenaje ahora que
ha desaparecido, no tengo
más remedio que centrarme en la obra
escrita.
Y, de entre .sus numerosos libros y ensayos, he elegido el
que
-fumado por nuestro hombre bajo el pseudónimo de Jean
Marie
Vaissiere--lleva por título Fondements de la Cité, en la
edición original francesa,
y .Fundamentos de la polltica en la
traducción castellana, antes publicado por capítulos en
Verbo como
Introducción a la poli tic a.
Tal obligada reducción, sin embargo, no deja de resultar en
alguna medida decepcionante
y desnaturalizadora de su verdadero
Verbo, núm. 325-326 (1994), 479489 479
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL A YUSO
signo, en cuanto que Jean Ousset -a diferencia de otros distin
guidos representantes del movimiento católico de su generación,
como por ejemplo Jean Madiran, que siempre ha contado con
todas
mis predilecciones- no ha sido, ni ha querido ser, princi
palmente un escritor o un intelectual, cuanto el fundador de un
movimiento y el difusor de una metodología de formación
doc
trinal y animación cultural. La trascendencia de su aporte en ese
orden, ciertamente notable, alcanza hasta suponer
-como destacó
muy agudamente Jacques Trémolet de Villers, su sucesor hoy al
frente de ICTUS, en nuestra XXXI
Reunión de amigos de la
Ciudad Católica-una indudable inflexión en el curso de la con
trarrevolución en Francia, una nueva época en su historia tras el
ciclo maurrasiano.
En este sentido no son de echar en el olvido
las palabras con que Charles Maurras, en 1944, en uno de
sus úl
timos actos públicos, preconizaba a Ousset -y a Madiran preci
samente--
como llamados a capitanear las fuerzas de la contrarre
volución. Vaticinio cumplido con exactitnd, aunque por
desgraciá
la identificación entre ambos no duraría mucho tiempo y pronto
habrían
de recorrer caminos diferentes en el servicio de idéntica
causa.
Centrado el objeto de esta nota en Id anterior, trataré de
discurrir por tal sendero, orillando toda suerte
de incitaciones y
entretenimientos
y dejando para Juan V allet y Estanislao Cantero,
respectivamente, el desarrollo
de la incidencia de Ousset en Es
paña y en el cuadro de la contrarrevolución en general.
Me parece que
los Fundamentos de la polltica, si los reduci
mos a
lo sustancial, desprendiéndolos de cualquier otra considera
ción marginal o accesoria,
toc:m a uno de los ejes principales sobre
fos que se ha articulado desde sus comienzos nuestra labor de
Verbo
y la Ciudad Católica. No se trata sino de la existencia de
un orden natural, creado por Dios, que el hombre ha de descubrir,
reconociéndolo
y sometiéndose al mismo. Orden en el que éste
ocupa un lugar señero, pero que le trasciende
al tiempo, porque,
dotados de libertad e inteligencia, no sólo somos objeto del
mis
mo, sino también sujetos, en función de causas segundas de su
causa primera, es decir, de Dios con su Providencia.
480
Fundaci\363n Speiro
IBAN OUSSET Y LOS FUNDAMENTOS DE LA POLITICA
No estará de más que comencemos a desbrozar el contenido
del libro.
Ousset, tras unas «consideraciones previas», de carácter
introductorio, en
las que se pregunta cómo organizar una sociedad
de hombres libres, distribuye sus reflexiones
en cuatro partes: «la
verdad en el orden humano», «finalidad del hombre y orden
so
cial», «la libertad» y «la autoridad».
En efecto, el hombre
se nos presenta como animal social y
politico. No
sólo social -los animales también viven en sociedad
bajo una constitución
ciega-, sino también político, porque «goza
de
un poder de organizar por sí mismo, más o menos a su gusto,
la sociedad a la que pertenece». Tocada en consecuencia la politica
por su carácter libre, pero afectada también de ciertas inexorabi
lidades,
¿cómo conciliar ambos aspectos? Inmenso problema
-----<:ontesta-«de la discriminación de lo necesario y lo contio
gente, de lo que
es obligatorio y de lo que es libre, de lo que es
universal y de lo que
es particular». De ahí deriva la cuestión de
cisiva, que levanta grandes dificultades, y no solamente teóricas,
de
si existe una verdad en política: «Las doctrinas más opuestas,
las teorías más hostiles al sentido común tienen sus prosélitos.
Negación de lo real o rechazo de creer en la posibilidad de
suco
nocimiento ; defensa de una libertad anárquica, o determinismo
absoluto de
los actos humanos; identidad del ser y de la nada,
fijismo o evolucionismo, tales son algunos signos extremos en las
disputas que tienen lugar a nuestro alrededor y que enloquecen
los espíritus. Todo ha sido afirmado o negado. Hasta el punto de
que muy pocas nociones hay
más devaluadas que la noción de
verdad». Y la respuesta tajante: «En la
medida en que los hom
bres han perdido el sentido de la verdad, importa hacérsela
co
nocer y comprender mejor para que vuelvan a cogerle el gusto.
Para iluminarles. Para fortificarles. Para
incitarles a comprome
terse con confianza y entusiasmo en el combate del orden verda
dero contra los asaltos, demasiado tiempo victoriosos, de
la sub
versión».
La primera parte, que arranca de la desembocadura de estas
consideraciones liminares, aborda directamente el tema de
la ver
dad en el orden humano. Nuestro autor toma como lemas
dos
481
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL A YUSO
breves textos de Juan XXIII y, a continuación, se en&enta con
el «problema
de los universales»: somete a crítica el nominalismo
y e) idealismd; defiende lo que. llama «realismo integral» y ex
playa las consecuencias de esta solución en el plano socio-político.
En efecto, primeramente, si acudimos a Pacem in te"is, ha
llamos un nítido reconocimiento de que
«la convivencia civil sólo
puede juzgarse ordenada, fructífera y congruente si se funda en
la verdad» (núm. 35). Y
es que el orden social «se funda en la
verdad, debe practicarse según
Jos preceptos de la justicia, exige
ser vivificado y completado por el amor mutuo y, por último,
respetando íntegramente
la libertad, ha de ajustarse a una igual
dad cada
día más humana» (núm. 37). Encuentro, más allá de las
precisiones estrictamente teoréticas que pudieran hacerse
-que,
como he dicho, resultan impertinentes para juzgar no sólo esta
obra sino toda
.la producción de Ousset, encaminada de manera
prioritaria a
la «formación para la acción» de unas élites que sean
capaces de operar en los medios más entreligados con la natura
leza de las cosas, con ánimo de reconstruir a partir de
ahí la so
ciedad desde sus . cimientos naturales y cristianos-, de un gran
acierto el planteamiento del desaparecido maestro.
La verdad es
una de las cuestiones fundamentales que orientan todo
lo humano
y, en primer término,
Ja: otganización de la Ciudad. Si se desespera
de alcanzarla deviene inútil tratar de la orientación que ha de
darse a las estructuras sociales, e inútil agotarse en reformarlas.
Pero
si nos afel'l¡amos a ella, entonces, el buen orden de la Ciudad
se nos presenta como merecedor de desvelos y
de dedicación
desinteresada,
inteligente, competente, prudente y tenaz .
. No obstante la naturaleza de este escrito, considera pertinente
su autor
.. acercarse, antes de detenerse en las implicaciones políti
cas de la verdad,
al problema de los universales. Todavía recuerdo
la impresión que me produjo
es.ta parte del texto cuando, alumno
de bachillerato, comencé a estudiarlo
por mi cuenta antes de
comenzar a acudir a las «reuniones de los martes». Impresión re
producida año tras año, durante cerca de diez, en los grupos de
trabajo
que pronto comencé a coordinar entre universitarios y que
seguían como manual el libro a que dedico esta nota. Las pregun-
48.2
Fundaci\363n Speiro
IEAN OUSSET Y LOS FUNDAMENTOS DE LA POLITICA
tas: ¿Reside la verdad más en lo que cambia que en lo que per
manece? ¿O en ambas cosas? ¿Cómo determinar las relaciones
entre lo contingente y lo necesario, lo accidental y lo esencial, lo
particular y lo universal, el conocimiento sensible y el inteligible?
Y la explicación de las tres soluciones: nominalismo, idealismo
y
la «vetdadera solución».
Para el primeto las ideas no tienen más valor que el de un
nombre: de ahí deriva una setie de consecuencias religiosas
-pues
la verdad no «es», sino que «se hace», genetando un auténtico
horror a
los dogmas--, morales -repulsa de «los» principios
morales
y de «la» doctrina-y políticas -nada de naturaleza hu
mana, nada de orden
político--; para el segundo, por su parte,
la idea
es la única realidad, disolviéndose lo sensible en simples
apariencias y llevando consigo la mutilación de todo lo que
es
personal, concreto. Ousset pone especial énfasis en las «conver
gencias nefastas del nominalismo y del idealismo»: «El error está
tanto de un lado como del otro. Porque a pesar de su oposición
literal, los dos sistemas, muy lejos de neutralizarse, llegan a
com
plementarse para destruir mejor ( ... ). Si el nominalismo niega las
realidades del mundo inteligible, el idealismo niega las realidades
del mundd sensible y material. Pero, ¿qué son, qué pueden set
la razón y la inteligencia
así cortadas o separadas de este mundo
sensible y material? Privadas de esta referencia tanto como de
este control, que juega también su
papel de freno o de corrector,
la inteligencia y la razón no pueden más que embriagarse de sí
mismas. Especialistas, en cierta manera, de lo universal y de lo
genetal, ellas genetalizaron y
universalizaron libértimamente; es
decir, a su completo arbitrio ... ¡Razón e inteligencia desencarna
das! El frenesí lógico setá en adelant.e su ley. Y tendremos, como
ya hemos padecido, todos los excesos de la razón llamada razona
dora. Locura racionalista del siglo
XVIII, tan desastrosa y tan re
volucionaria como el nominalismo».
Los frutos de las esquematizaciones insensatas del idealismo
están
á nuestra vista: despetsonalización, desencarnación, desarrai·
go de los hombres auténticos., terror para los recalcitrantes. En
suma: la guillotina, los asesinatos en masa, los. campos de con-
483
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL A YUSO
centración, los lavados de cerebro, para los que rechazan doble
garse de buen grado al «idealismo»
planificador. Es ahí --con
tinúa-por donde el idealismo se aproxima al nominalismo,
suministrándole
el proyecto de organización política y social que
éste no puede dejar de propugnar:
«Planificación racionalista que
el nominalismo admite muy gozoso para compensar el efecto dis
gregador de sus teorias. Habiendo descartado este orden y estas
leyes, que él rehúsa ver en lo real inteligible, el nominalismo no
puede sino sufrir el yugo de una razón racionalista, tanto
más
feroz cuanto más desencarnada».
La que llama «verdadera solución» se va abriendo paso pri
meramente a través de la crítica de nominalismo e idealismo, para
poco a
poco ir desvelando su verdadero rostro en la afirmación de
la «verdadera metafísica». Así, la crítica del
nominalismo nos
muestra la
. permanencia de las leyes del cambio, pero también
deja ver
la existencia del orden; y la crítica del idealismo, en
cuanto reflexión de una inteligencia que no
es inteligencia de
nada,
nos conduce hacia la aprehensión de lo inteligible en lo sen
sible. Las conexiones inteligencia-sentidos, alma-cuerpo, universal
singular, extensión-unidad, calidad-cantidad, esencia-existencia, ser
devenir,
potencia-acto van desenvolviéndose armónicamente en el
seno del realismo moderado, que Ousset denomina «integral».
Calificativo que, a pesar de separarse de la convención termino
lógica de la filosofia cristiana, , me parece muy correcto al ayuntar
el realismo gnoseológico con el metódico, resultando a la
postre
auténticamente integral.
Pero, la verdadera solución del problema de los universales
es algo
más que un «descubrimiento científico». Repercute inme
diatamente sobre el hombre y su comportamiento. Así pues, sen
tados los cimientos del problema del conocer, puede avanzarse en
la explanación de l;s exigencias de la verdad en el plano social y
pol!tico. Que nos muestran la existencia del orden, porque, «mien
tras los diversos 'monismos' ( del ser o del devenir) dejan.
al
hombre extremadamente libre de pensar o de actuar a su antojo,
con el 'realismo integral', un orden se' i~pone; y no solamente
un orden, sino la personalidad misma del Ordenador». Orden a
484
Fundaci\363n Speiro
JEAN OUSSET Y LOS FUNDAMENTOS DE LA ,P<;JLITICA·
la vez natural y divino; que conjuga el sentido de lo univetsal y
de lo particular, de lo humano y de los hombres ; que opeta con
firmeza
y suavidad al tiempo, armónica y rigurosamente. De ahí
derivan importantes exigencias, pues hemos de adhetirnos con
entusiasmo a la doctrina sin olvidar
la prudencia que un sano
empirismo impone
-doctrina, prudencia y programa deben ser
cuidadosamente
separados-, hemos de discetnir que la sinceridad
no siempre
se corresponde con la verdad y, finalmen,e, hemos
de cohonestar la caridad con la vetdad, supetando con
la recta
filosofía y el aporte cristiano su dialéctica.
Estas páginas por la que, con cietto detenimiento, . acabamos
de transitar, presentan
--a mi jui~ un notable intetés. En
ellas no solamente se. sientan las bases doctrinales, sino también
las metodológicas de
la acción de la Ciudad Católica. En su sim
plicidad, ajena al tecnicismo filosófico, y en su secuencia discur
siva, me parecen un tesoro de saber ajustado a
la realidad, pre
supuesto de
un obrar conforme con la misma. Las tres partes
restantes las recor·rerem.os con más premura, pues no pretendo
tanto con estas líneas resumir el contenido de una obra singular,
cuanto ofrecer algunas
claves que faciliten extraer el máximo pro
vecho de una lectura que aconsejo vivamente.
La segunda parte ~«finalidad del hombre y orden · social»
consiste en una glosa encendida, polícroma y vehemente de las
palabras iniciales de la primera meditación de Ios Eiercicios espi
rituales de San Ignacio de Loyola, conocida como de «Principio
y fundamento»: «El hombre
es criado, para alabar, hacer reve
rencia y servir a
Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su
ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para
el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para
que
es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar
dellas, quanto
le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas,
quanto para ello
le impiden». Dos son, en una primeta aproxima
ción, los puntos que destacan.
EI primer aspecto comporta corolarios
de gran trascendencia:
que Dios
es el único fundamento serio de la obligación moral ;
que las sociedades tienen deber de rendirle
culto público; que,
485
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL A YUSO
en síntesis, como escribió Dostoievski, «si Dios no existe, todo
está permitido».
La pena de muerte, el propio castigo de los
criminales, la eutanasia, etc., son temas que parecen implicados
en las premisas anteriores. Ousset, para cerrarlos, ofrece dos jui
cios. Uno del magisterio y otro de la ciencia política: «Si exami
namos atentamente -decía Pío XII en 1958-las causas de
tantos peligros presentes y futuros, veremos fácilmente que las
decisiones, las fuerzas y las instituciones humanas están inevita
blemente abocadas al fracaso, en la medida que descuiden, .priven
del honor que les aporta o incluso supriman, la autoridad de Dios,
que
es luz de los espíritus por sus mandamientos y prohibiciones,
principio y garantía de la justicia, fuente de
la verdad y funda
mento de las leyes». «Sin
la unidad divina y sus consecuencias de
disciplina y de dogma.--'-escribía el agnóstico Charles Maurras-,
la unidad mental, la unidad política, desaparecerían al mismo
tiempo, y no
se rehacen más que si se restablece la primera uni·
dad. Sin Dios,
ya nada hay verdadero ni falso; ya no existen de
rechos, ya no existe ley. Sin Dios, una lógica rigurosa equipara la
peor
loc\Jra a la razón más perfecta. Sin Dios, matar, robar, son
actos de una perfecta inocencia; no hay crimen que no resulte
indiferente ni revolución que no
sea legítima; porque, sin Dios,
el principio del Ubre examen es el único que subsiste, principio
que puede excluirlo todo, pero que
no puede fundar nada».
Ousset,
se puede apreciar mejor en el texto íntegro que en
los recortes a que necesariamente hemos de ceñirnos,
se .sitúa
inequívocamente en un terreno atrevido. Como comentario., -debe
observarse simplemente, pues, que en modo alguno desconoce la
armonía existente entre el orden natural y el sobrenatural. Después
de haber dedicado consideraciones tan certeras a aquél, carecería
de
sentido que prescindiera del mismo en este punto .. Al contrario,
entiendo que se trata tan sólo de un acento expositivo,
ya que la
primera enseñanza sobre esa armonía la esculpió Santo Tomás de
Aquino en su fecundísima sentencia: «Como
la gracia no destruye
la naturaleza sino que la perfecciona, es necesario que la razón se
ponga al servicio
.de la fe, como que la inclinación natural de la
voluntad rinda obsequio a
la caridad»,
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Fundaci\363n Speiro
IBAN OUSSBT Y LOS FUNDAMENTOS DE LA POLITICA
El segundo aspecto conduce a situat el papel de la sociedad
en
relación con la persona y
a la luz del
fin último del hombre.
Sin entrat en
las sutiles polémicas que ocupaban a teólogos y filó
sofos en relación con el «personalismo» y el «comunitarismo»
-repárese en nombres como Maritain, De Koninck, Eschman,
Santiago
Ramírez o Leoplodo Eulogio Palacios--en los años en
que Ousset comenzaba
su labor, con gran sencillez nos introduce
en realidades tales como el
carácter de la sociedad como medio de
desarrollo
de la persona, el tesoro que constituye para los hom
bres y, sobre todo, la dependencia de la forma dada a aquélla para
el bien y el mal de las almas. Por tanto, su exposición subraya la
dimensión comunitatia
-sin que en· páginas anteriores haya ol
vidado estampar que el orden humano es esencialmente perso
nal-, especialmente desde el ángulo operativo de transformación
de las estructnras sociales con vistas de
«creat condiciones sociales
únicamente encaminadas a hacer posible
y fácil una vida digna
de hombre y de cristiano». Una vez más me admira cómo, sin una
sola cita técnica, siquiera los textos de Santo Tomás, Jean Ousset,
ante una auténtica
crux interpretum, acierta a expresat la mejor
doctrina,
y no sólo desde el ángulo teorético, sino también desde
el práctico. El «politique
d'abord» maurrasiano está incorporado,
a la
vez que trascendido, en un enfoque que a veces me retrotrae
a los textos de nuestro inolvidable maestro Eugenio
Vegas Latapie.
Los epígrafes rebosan fuerza: «importancia de la política para la
salvación de las
almas», «a mal social, remedio social», etc. La
conclusión explicita una operación en tres tiempos: a nosotros,
laicos católicos
-viene a decir-nos concierne ( 1) trabajat en la
formación de un cierto número de hombres (2) que -actuando
después sobre las instituciones como una palanca-contribuirán
a la instauración de un orden social cristiano,
(3) que a su vez
permitirá una influencia general y dutadera · que torne más facil la
acción específicamente apostólica. Ni politicista ni individualista,
en
su concepción brilla el realismo del orden natutal y el fin
apostólico sobrenatural.
Las partes tei:cera y cuarta se enfrentan, respectivamente, con
la libertad y la autoridad. Binomio indisoluble, para muchas es-
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Fundaci\363n Speiro
MIGUEL A YUSO
cuelas cuadratura del círculo de la teoría política, Ousset, con la
simplicidad que hemos venido
viendo preside todas
sus tomas de
posición, se interroga acerca de cómo gobernar a los hombres sin
que dejen
de ser libres.,,Frente a la falsa libertad de los liberales
y de los a¡iarquistas, presenta la verdadera libertad de los hijos
de Dios. Para ello muestra
Hgada esa verdadera libertad a la inte
ligencia del orden divino,
y de la misma deduce que la libertad lo
es en las libertades. La insistencia en los cuerpos intermedios,
característica de la Ciudad Católica, recibe así un basamento
más
hondo que el simplemente utilitario. La descentralización o la
regionalización, o el federalismo, o el foralismo, arraigan en la
recta concepción de la libertad,
que,, a su vez, no puede captarse
fuera de
la recta comprensión del hombre, de la antropología file,.
sófica. La autoridad, por su parte, dimana del orden en la utiliza
ción de las
cosas que están sobre la tierra, presentándose como
«jerarquía en el amor verdadero». Todo poder viene de Dios, de
manera
que el pueblo, posible órgano de designación del poder,
no está constituido en fuente del mismo. Y su ejercicio viene
jus
tificado por su objeto, pues la legitimidad no puede comprenderse
sino
como un servicio adecuado en el ejercicio a su objeto. La
esencial igualdad humana y los beneficios de las jerarquías ( des
iguales) sociales, completan el panc;,rama de este último y más
breve de los bloques que componen el libro.
También aquí son muchas las consideraciones que podrían
enderezarse a unas páginas que, si
más escuetas que las anterio
res, no poseen menor riqueza. E igual también que en ellas, al
releerlas ahora algunos años después no sólo de la primera lectu
ra, sino incluso
de las que le siguieron, encuentro perfiles que
me habían pasado inadvertidos, pero, sobre todd, un sentido
glc,..
bal que sólo puede surgir de una. cosmovisión adecuada. De todos
los manuales introductorios que a
lo largo de la vida de la Cuidad
Católica hemos
seguidd en las células de formación, siempre pre
férí los Fundamentos de la política de Jean Ousset. Me parecía
que combinaban admirablemente introducción a la filosofía, prin
cipios de ciencia política, magisterio de la Iglesia
y orientaciones
apostólicas. Con
Para que Él reine, donde se desarrolla la lucha
488
Fundaci\363n Speiro
IBAN OUSSET Y LOS FUNDAMENTOS DE LA POLITICA
entre revolución y contrarrevolución en la historia, tomando por
eje el avance del reino de Cristo, los
Fundamentos de la política,
constituyen un instrumento ejemplar para la formación cívica y
acción doctrinal, según
el. derecho natural y
cristiano, que treinta
y tantos años después de su fundación,
la Ciudad Católica y Verbo
siguen pregonando como su misión al servicio de la Iglesia. Y no
sólo para los incipientes, sino para todos, incluidos proficientes
y
--si alguno se atreviese-perfectos. Animo a todos nuestros lec
tores, a los de prima, a los de tercia, a los de. sexta y a los de nona,
a lucrarse del saber atesorado
y luego expilndido: por un apasionado
y nada pretencioso escritor francés, creador de una importante
red apostólica, cultural y política a
.la que debemos nuestra exis
tencia
y que rids acaba de dejar.
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POR
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Apenas conocí a Jean Ousset. Dos encuentros en quince años,
en los últimos quince años,
de los cuales sólo el segundo tuvo
una cierta duración e intensidad
-con motivo de mi asistencia
al último Congreso del ICTUS, en Versalles, en noviembre de
1992, donde hablamos en varias ocasiones
y cenamos juntos una
noche--, resulta una
experiencia francamente insuficente. A pesar
del vigor de
su personalidad, que despuntaba incluso entre los
signos
más que palpables de la decadencia de sus muchos años.
Tampoco asistí a
su contribución al nacimiento y desarrollo de la
Ciudad Católica española. Pues aunque hombre de
la Ciudad Ca
tólica en la primera hora de mi vida, por razones forzosamente
cronológicas llegué a ella cuando quedaban lejos los
años funda
cionales e incluso los de crecimiento
y expansión, en los que J ean
Ousset hubo de tener una poderosa influencia, luego transformada
-que no olvidada, preterida o repudiada-a través de su incor
poración a un acervo radicado en
el pensamiento tradicional his
pano. Por tanto, queriendo contribuir a su homenaje ahora que
ha desaparecido, no tengo
más remedio que centrarme en la obra
escrita.
Y, de entre .sus numerosos libros y ensayos, he elegido el
que
-fumado por nuestro hombre bajo el pseudónimo de Jean
Marie
Vaissiere--lleva por título Fondements de la Cité, en la
edición original francesa,
y .Fundamentos de la polltica en la
traducción castellana, antes publicado por capítulos en
Verbo como
Introducción a la poli tic a.
Tal obligada reducción, sin embargo, no deja de resultar en
alguna medida decepcionante
y desnaturalizadora de su verdadero
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signo, en cuanto que Jean Ousset -a diferencia de otros distin
guidos representantes del movimiento católico de su generación,
como por ejemplo Jean Madiran, que siempre ha contado con
todas
mis predilecciones- no ha sido, ni ha querido ser, princi
palmente un escritor o un intelectual, cuanto el fundador de un
movimiento y el difusor de una metodología de formación
doc
trinal y animación cultural. La trascendencia de su aporte en ese
orden, ciertamente notable, alcanza hasta suponer
-como destacó
muy agudamente Jacques Trémolet de Villers, su sucesor hoy al
frente de ICTUS, en nuestra XXXI
Reunión de amigos de la
Ciudad Católica-una indudable inflexión en el curso de la con
trarrevolución en Francia, una nueva época en su historia tras el
ciclo maurrasiano.
En este sentido no son de echar en el olvido
las palabras con que Charles Maurras, en 1944, en uno de
sus úl
timos actos públicos, preconizaba a Ousset -y a Madiran preci
samente--
como llamados a capitanear las fuerzas de la contrarre
volución. Vaticinio cumplido con exactitnd, aunque por
desgraciá
la identificación entre ambos no duraría mucho tiempo y pronto
habrían
de recorrer caminos diferentes en el servicio de idéntica
causa.
Centrado el objeto de esta nota en Id anterior, trataré de
discurrir por tal sendero, orillando toda suerte
de incitaciones y
entretenimientos
y dejando para Juan V allet y Estanislao Cantero,
respectivamente, el desarrollo
de la incidencia de Ousset en Es
paña y en el cuadro de la contrarrevolución en general.
Me parece que
los Fundamentos de la polltica, si los reduci
mos a
lo sustancial, desprendiéndolos de cualquier otra considera
ción marginal o accesoria,
toc:m a uno de los ejes principales sobre
fos que se ha articulado desde sus comienzos nuestra labor de
Verbo
y la Ciudad Católica. No se trata sino de la existencia de
un orden natural, creado por Dios, que el hombre ha de descubrir,
reconociéndolo
y sometiéndose al mismo. Orden en el que éste
ocupa un lugar señero, pero que le trasciende
al tiempo, porque,
dotados de libertad e inteligencia, no sólo somos objeto del
mis
mo, sino también sujetos, en función de causas segundas de su
causa primera, es decir, de Dios con su Providencia.
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Fundaci\363n Speiro
IBAN OUSSET Y LOS FUNDAMENTOS DE LA POLITICA
No estará de más que comencemos a desbrozar el contenido
del libro.
Ousset, tras unas «consideraciones previas», de carácter
introductorio, en
las que se pregunta cómo organizar una sociedad
de hombres libres, distribuye sus reflexiones
en cuatro partes: «la
verdad en el orden humano», «finalidad del hombre y orden
so
cial», «la libertad» y «la autoridad».
En efecto, el hombre
se nos presenta como animal social y
politico. No
sólo social -los animales también viven en sociedad
bajo una constitución
ciega-, sino también político, porque «goza
de
un poder de organizar por sí mismo, más o menos a su gusto,
la sociedad a la que pertenece». Tocada en consecuencia la politica
por su carácter libre, pero afectada también de ciertas inexorabi
lidades,
¿cómo conciliar ambos aspectos? Inmenso problema
-----<:ontesta-«de la discriminación de lo necesario y lo contio
gente, de lo que
es obligatorio y de lo que es libre, de lo que es
universal y de lo que
es particular». De ahí deriva la cuestión de
cisiva, que levanta grandes dificultades, y no solamente teóricas,
de
si existe una verdad en política: «Las doctrinas más opuestas,
las teorías más hostiles al sentido común tienen sus prosélitos.
Negación de lo real o rechazo de creer en la posibilidad de
suco
nocimiento ; defensa de una libertad anárquica, o determinismo
absoluto de
los actos humanos; identidad del ser y de la nada,
fijismo o evolucionismo, tales son algunos signos extremos en las
disputas que tienen lugar a nuestro alrededor y que enloquecen
los espíritus. Todo ha sido afirmado o negado. Hasta el punto de
que muy pocas nociones hay
más devaluadas que la noción de
verdad». Y la respuesta tajante: «En la
medida en que los hom
bres han perdido el sentido de la verdad, importa hacérsela
co
nocer y comprender mejor para que vuelvan a cogerle el gusto.
Para iluminarles. Para fortificarles. Para
incitarles a comprome
terse con confianza y entusiasmo en el combate del orden verda
dero contra los asaltos, demasiado tiempo victoriosos, de
la sub
versión».
La primera parte, que arranca de la desembocadura de estas
consideraciones liminares, aborda directamente el tema de
la ver
dad en el orden humano. Nuestro autor toma como lemas
dos
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Fundaci\363n Speiro
MIGUEL A YUSO
breves textos de Juan XXIII y, a continuación, se en&enta con
el «problema
de los universales»: somete a crítica el nominalismo
y e) idealismd; defiende lo que. llama «realismo integral» y ex
playa las consecuencias de esta solución en el plano socio-político.
En efecto, primeramente, si acudimos a Pacem in te"is, ha
llamos un nítido reconocimiento de que
«la convivencia civil sólo
puede juzgarse ordenada, fructífera y congruente si se funda en
la verdad» (núm. 35). Y
es que el orden social «se funda en la
verdad, debe practicarse según
Jos preceptos de la justicia, exige
ser vivificado y completado por el amor mutuo y, por último,
respetando íntegramente
la libertad, ha de ajustarse a una igual
dad cada
día más humana» (núm. 37). Encuentro, más allá de las
precisiones estrictamente teoréticas que pudieran hacerse
-que,
como he dicho, resultan impertinentes para juzgar no sólo esta
obra sino toda
.la producción de Ousset, encaminada de manera
prioritaria a
la «formación para la acción» de unas élites que sean
capaces de operar en los medios más entreligados con la natura
leza de las cosas, con ánimo de reconstruir a partir de
ahí la so
ciedad desde sus . cimientos naturales y cristianos-, de un gran
acierto el planteamiento del desaparecido maestro.
La verdad es
una de las cuestiones fundamentales que orientan todo
lo humano
y, en primer término,
Ja: otganización de la Ciudad. Si se desespera
de alcanzarla deviene inútil tratar de la orientación que ha de
darse a las estructuras sociales, e inútil agotarse en reformarlas.
Pero
si nos afel'l¡amos a ella, entonces, el buen orden de la Ciudad
se nos presenta como merecedor de desvelos y
de dedicación
desinteresada,
inteligente, competente, prudente y tenaz .
. No obstante la naturaleza de este escrito, considera pertinente
su autor
.. acercarse, antes de detenerse en las implicaciones políti
cas de la verdad,
al problema de los universales. Todavía recuerdo
la impresión que me produjo
es.ta parte del texto cuando, alumno
de bachillerato, comencé a estudiarlo
por mi cuenta antes de
comenzar a acudir a las «reuniones de los martes». Impresión re
producida año tras año, durante cerca de diez, en los grupos de
trabajo
que pronto comencé a coordinar entre universitarios y que
seguían como manual el libro a que dedico esta nota. Las pregun-
48.2
Fundaci\363n Speiro
IEAN OUSSET Y LOS FUNDAMENTOS DE LA POLITICA
tas: ¿Reside la verdad más en lo que cambia que en lo que per
manece? ¿O en ambas cosas? ¿Cómo determinar las relaciones
entre lo contingente y lo necesario, lo accidental y lo esencial, lo
particular y lo universal, el conocimiento sensible y el inteligible?
Y la explicación de las tres soluciones: nominalismo, idealismo
y
la «vetdadera solución».
Para el primeto las ideas no tienen más valor que el de un
nombre: de ahí deriva una setie de consecuencias religiosas
-pues
la verdad no «es», sino que «se hace», genetando un auténtico
horror a
los dogmas--, morales -repulsa de «los» principios
morales
y de «la» doctrina-y políticas -nada de naturaleza hu
mana, nada de orden
político--; para el segundo, por su parte,
la idea
es la única realidad, disolviéndose lo sensible en simples
apariencias y llevando consigo la mutilación de todo lo que
es
personal, concreto. Ousset pone especial énfasis en las «conver
gencias nefastas del nominalismo y del idealismo»: «El error está
tanto de un lado como del otro. Porque a pesar de su oposición
literal, los dos sistemas, muy lejos de neutralizarse, llegan a
com
plementarse para destruir mejor ( ... ). Si el nominalismo niega las
realidades del mundo inteligible, el idealismo niega las realidades
del mundd sensible y material. Pero, ¿qué son, qué pueden set
la razón y la inteligencia
así cortadas o separadas de este mundo
sensible y material? Privadas de esta referencia tanto como de
este control, que juega también su
papel de freno o de corrector,
la inteligencia y la razón no pueden más que embriagarse de sí
mismas. Especialistas, en cierta manera, de lo universal y de lo
genetal, ellas genetalizaron y
universalizaron libértimamente; es
decir, a su completo arbitrio ... ¡Razón e inteligencia desencarna
das! El frenesí lógico setá en adelant.e su ley. Y tendremos, como
ya hemos padecido, todos los excesos de la razón llamada razona
dora. Locura racionalista del siglo
XVIII, tan desastrosa y tan re
volucionaria como el nominalismo».
Los frutos de las esquematizaciones insensatas del idealismo
están
á nuestra vista: despetsonalización, desencarnación, desarrai·
go de los hombres auténticos., terror para los recalcitrantes. En
suma: la guillotina, los asesinatos en masa, los. campos de con-
483
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL A YUSO
centración, los lavados de cerebro, para los que rechazan doble
garse de buen grado al «idealismo»
planificador. Es ahí --con
tinúa-por donde el idealismo se aproxima al nominalismo,
suministrándole
el proyecto de organización política y social que
éste no puede dejar de propugnar:
«Planificación racionalista que
el nominalismo admite muy gozoso para compensar el efecto dis
gregador de sus teorias. Habiendo descartado este orden y estas
leyes, que él rehúsa ver en lo real inteligible, el nominalismo no
puede sino sufrir el yugo de una razón racionalista, tanto
más
feroz cuanto más desencarnada».
La que llama «verdadera solución» se va abriendo paso pri
meramente a través de la crítica de nominalismo e idealismo, para
poco a
poco ir desvelando su verdadero rostro en la afirmación de
la «verdadera metafísica». Así, la crítica del
nominalismo nos
muestra la
. permanencia de las leyes del cambio, pero también
deja ver
la existencia del orden; y la crítica del idealismo, en
cuanto reflexión de una inteligencia que no
es inteligencia de
nada,
nos conduce hacia la aprehensión de lo inteligible en lo sen
sible. Las conexiones inteligencia-sentidos, alma-cuerpo, universal
singular, extensión-unidad, calidad-cantidad, esencia-existencia, ser
devenir,
potencia-acto van desenvolviéndose armónicamente en el
seno del realismo moderado, que Ousset denomina «integral».
Calificativo que, a pesar de separarse de la convención termino
lógica de la filosofia cristiana, , me parece muy correcto al ayuntar
el realismo gnoseológico con el metódico, resultando a la
postre
auténticamente integral.
Pero, la verdadera solución del problema de los universales
es algo
más que un «descubrimiento científico». Repercute inme
diatamente sobre el hombre y su comportamiento. Así pues, sen
tados los cimientos del problema del conocer, puede avanzarse en
la explanación de l;s exigencias de la verdad en el plano social y
pol!tico. Que nos muestran la existencia del orden, porque, «mien
tras los diversos 'monismos' ( del ser o del devenir) dejan.
al
hombre extremadamente libre de pensar o de actuar a su antojo,
con el 'realismo integral', un orden se' i~pone; y no solamente
un orden, sino la personalidad misma del Ordenador». Orden a
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JEAN OUSSET Y LOS FUNDAMENTOS DE LA ,P<;JLITICA·
la vez natural y divino; que conjuga el sentido de lo univetsal y
de lo particular, de lo humano y de los hombres ; que opeta con
firmeza
y suavidad al tiempo, armónica y rigurosamente. De ahí
derivan importantes exigencias, pues hemos de adhetirnos con
entusiasmo a la doctrina sin olvidar
la prudencia que un sano
empirismo impone
-doctrina, prudencia y programa deben ser
cuidadosamente
separados-, hemos de discetnir que la sinceridad
no siempre
se corresponde con la verdad y, finalmen,e, hemos
de cohonestar la caridad con la vetdad, supetando con
la recta
filosofía y el aporte cristiano su dialéctica.
Estas páginas por la que, con cietto detenimiento, . acabamos
de transitar, presentan
--a mi jui~ un notable intetés. En
ellas no solamente se. sientan las bases doctrinales, sino también
las metodológicas de
la acción de la Ciudad Católica. En su sim
plicidad, ajena al tecnicismo filosófico, y en su secuencia discur
siva, me parecen un tesoro de saber ajustado a
la realidad, pre
supuesto de
un obrar conforme con la misma. Las tres partes
restantes las recor·rerem.os con más premura, pues no pretendo
tanto con estas líneas resumir el contenido de una obra singular,
cuanto ofrecer algunas
claves que faciliten extraer el máximo pro
vecho de una lectura que aconsejo vivamente.
La segunda parte ~«finalidad del hombre y orden · social»
consiste en una glosa encendida, polícroma y vehemente de las
palabras iniciales de la primera meditación de Ios Eiercicios espi
rituales de San Ignacio de Loyola, conocida como de «Principio
y fundamento»: «El hombre
es criado, para alabar, hacer reve
rencia y servir a
Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su
ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para
el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para
que
es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar
dellas, quanto
le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas,
quanto para ello
le impiden». Dos son, en una primeta aproxima
ción, los puntos que destacan.
EI primer aspecto comporta corolarios
de gran trascendencia:
que Dios
es el único fundamento serio de la obligación moral ;
que las sociedades tienen deber de rendirle
culto público; que,
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MIGUEL A YUSO
en síntesis, como escribió Dostoievski, «si Dios no existe, todo
está permitido».
La pena de muerte, el propio castigo de los
criminales, la eutanasia, etc., son temas que parecen implicados
en las premisas anteriores. Ousset, para cerrarlos, ofrece dos jui
cios. Uno del magisterio y otro de la ciencia política: «Si exami
namos atentamente -decía Pío XII en 1958-las causas de
tantos peligros presentes y futuros, veremos fácilmente que las
decisiones, las fuerzas y las instituciones humanas están inevita
blemente abocadas al fracaso, en la medida que descuiden, .priven
del honor que les aporta o incluso supriman, la autoridad de Dios,
que
es luz de los espíritus por sus mandamientos y prohibiciones,
principio y garantía de la justicia, fuente de
la verdad y funda
mento de las leyes». «Sin
la unidad divina y sus consecuencias de
disciplina y de dogma.--'-escribía el agnóstico Charles Maurras-,
la unidad mental, la unidad política, desaparecerían al mismo
tiempo, y no
se rehacen más que si se restablece la primera uni·
dad. Sin Dios,
ya nada hay verdadero ni falso; ya no existen de
rechos, ya no existe ley. Sin Dios, una lógica rigurosa equipara la
peor
loc\Jra a la razón más perfecta. Sin Dios, matar, robar, son
actos de una perfecta inocencia; no hay crimen que no resulte
indiferente ni revolución que no
sea legítima; porque, sin Dios,
el principio del Ubre examen es el único que subsiste, principio
que puede excluirlo todo, pero que
no puede fundar nada».
Ousset,
se puede apreciar mejor en el texto íntegro que en
los recortes a que necesariamente hemos de ceñirnos,
se .sitúa
inequívocamente en un terreno atrevido. Como comentario., -debe
observarse simplemente, pues, que en modo alguno desconoce la
armonía existente entre el orden natural y el sobrenatural. Después
de haber dedicado consideraciones tan certeras a aquél, carecería
de
sentido que prescindiera del mismo en este punto .. Al contrario,
entiendo que se trata tan sólo de un acento expositivo,
ya que la
primera enseñanza sobre esa armonía la esculpió Santo Tomás de
Aquino en su fecundísima sentencia: «Como
la gracia no destruye
la naturaleza sino que la perfecciona, es necesario que la razón se
ponga al servicio
.de la fe, como que la inclinación natural de la
voluntad rinda obsequio a
la caridad»,
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IBAN OUSSBT Y LOS FUNDAMENTOS DE LA POLITICA
El segundo aspecto conduce a situat el papel de la sociedad
en
relación con la persona y
a la luz del
fin último del hombre.
Sin entrat en
las sutiles polémicas que ocupaban a teólogos y filó
sofos en relación con el «personalismo» y el «comunitarismo»
-repárese en nombres como Maritain, De Koninck, Eschman,
Santiago
Ramírez o Leoplodo Eulogio Palacios--en los años en
que Ousset comenzaba
su labor, con gran sencillez nos introduce
en realidades tales como el
carácter de la sociedad como medio de
desarrollo
de la persona, el tesoro que constituye para los hom
bres y, sobre todo, la dependencia de la forma dada a aquélla para
el bien y el mal de las almas. Por tanto, su exposición subraya la
dimensión comunitatia
-sin que en· páginas anteriores haya ol
vidado estampar que el orden humano es esencialmente perso
nal-, especialmente desde el ángulo operativo de transformación
de las estructnras sociales con vistas de
«creat condiciones sociales
únicamente encaminadas a hacer posible
y fácil una vida digna
de hombre y de cristiano». Una vez más me admira cómo, sin una
sola cita técnica, siquiera los textos de Santo Tomás, Jean Ousset,
ante una auténtica
crux interpretum, acierta a expresat la mejor
doctrina,
y no sólo desde el ángulo teorético, sino también desde
el práctico. El «politique
d'abord» maurrasiano está incorporado,
a la
vez que trascendido, en un enfoque que a veces me retrotrae
a los textos de nuestro inolvidable maestro Eugenio
Vegas Latapie.
Los epígrafes rebosan fuerza: «importancia de la política para la
salvación de las
almas», «a mal social, remedio social», etc. La
conclusión explicita una operación en tres tiempos: a nosotros,
laicos católicos
-viene a decir-nos concierne ( 1) trabajat en la
formación de un cierto número de hombres (2) que -actuando
después sobre las instituciones como una palanca-contribuirán
a la instauración de un orden social cristiano,
(3) que a su vez
permitirá una influencia general y dutadera · que torne más facil la
acción específicamente apostólica. Ni politicista ni individualista,
en
su concepción brilla el realismo del orden natutal y el fin
apostólico sobrenatural.
Las partes tei:cera y cuarta se enfrentan, respectivamente, con
la libertad y la autoridad. Binomio indisoluble, para muchas es-
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MIGUEL A YUSO
cuelas cuadratura del círculo de la teoría política, Ousset, con la
simplicidad que hemos venido
viendo preside todas
sus tomas de
posición, se interroga acerca de cómo gobernar a los hombres sin
que dejen
de ser libres.,,Frente a la falsa libertad de los liberales
y de los a¡iarquistas, presenta la verdadera libertad de los hijos
de Dios. Para ello muestra
Hgada esa verdadera libertad a la inte
ligencia del orden divino,
y de la misma deduce que la libertad lo
es en las libertades. La insistencia en los cuerpos intermedios,
característica de la Ciudad Católica, recibe así un basamento
más
hondo que el simplemente utilitario. La descentralización o la
regionalización, o el federalismo, o el foralismo, arraigan en la
recta concepción de la libertad,
que,, a su vez, no puede captarse
fuera de
la recta comprensión del hombre, de la antropología file,.
sófica. La autoridad, por su parte, dimana del orden en la utiliza
ción de las
cosas que están sobre la tierra, presentándose como
«jerarquía en el amor verdadero». Todo poder viene de Dios, de
manera
que el pueblo, posible órgano de designación del poder,
no está constituido en fuente del mismo. Y su ejercicio viene
jus
tificado por su objeto, pues la legitimidad no puede comprenderse
sino
como un servicio adecuado en el ejercicio a su objeto. La
esencial igualdad humana y los beneficios de las jerarquías ( des
iguales) sociales, completan el panc;,rama de este último y más
breve de los bloques que componen el libro.
También aquí son muchas las consideraciones que podrían
enderezarse a unas páginas que, si
más escuetas que las anterio
res, no poseen menor riqueza. E igual también que en ellas, al
releerlas ahora algunos años después no sólo de la primera lectu
ra, sino incluso
de las que le siguieron, encuentro perfiles que
me habían pasado inadvertidos, pero, sobre todd, un sentido
glc,..
bal que sólo puede surgir de una. cosmovisión adecuada. De todos
los manuales introductorios que a
lo largo de la vida de la Cuidad
Católica hemos
seguidd en las células de formación, siempre pre
férí los Fundamentos de la política de Jean Ousset. Me parecía
que combinaban admirablemente introducción a la filosofía, prin
cipios de ciencia política, magisterio de la Iglesia
y orientaciones
apostólicas. Con
Para que Él reine, donde se desarrolla la lucha
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entre revolución y contrarrevolución en la historia, tomando por
eje el avance del reino de Cristo, los
Fundamentos de la política,
constituyen un instrumento ejemplar para la formación cívica y
acción doctrinal, según
el. derecho natural y
cristiano, que treinta
y tantos años después de su fundación,
la Ciudad Católica y Verbo
siguen pregonando como su misión al servicio de la Iglesia. Y no
sólo para los incipientes, sino para todos, incluidos proficientes
y
--si alguno se atreviese-perfectos. Animo a todos nuestros lec
tores, a los de prima, a los de tercia, a los de. sexta y a los de nona,
a lucrarse del saber atesorado
y luego expilndido: por un apasionado
y nada pretencioso escritor francés, creador de una importante
red apostólica, cultural y política a
.la que debemos nuestra exis
tencia
y que rids acaba de dejar.
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