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Número 325-326

Serie XXXIII

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Constitución del ente moral

CONSTITUCION DEL ENTE MORAL
POR
VICTORINO RODRÍGUEZ, Ü. p.
l. El problema.
La pregunta. del joven rico a Jesús: «Maestro, ¿qué de bueno
he de hacer
yo para alcanzar la vida eterna?» (Mt. 19, 16), en­
traña la cuesti6n fundamental de la ciencia y de la vida morales.
La vida eterna es lo que define absolutamente el buen o el mal
comportamiento. Pero
si hablamos de un modo. de bien y de un
modo
de comportamiento es fácil caer en la cuenta que el com­
portamiento humano es objeto de discernimiento: no, todos los
bienes son dignos de vida eterna
ni todos los compottamientos
conducen a ella.
La respuesta de Jesús al joven ofrece ese discer­
nimiento:
«Si quieres entrar en la vida eterna guarda los manda­
mientos» (Mt.
19, 17), cuyo contenido conocía y practicaba el
joven. En una primera mirada introspectiva
se ve claro que el bien
es lo que define globalmente a la voluntad o apetito: Bonum est
quod
omnia appetunt (el bien es lo que apetecen todas las cosas).
Lo bueno o lo perfecto
se identifica con lo apetecible. El mal, de
por
sí, ni es apetecible ni es ser; cuando motiva la volición, como
en
el caso del suicida, es porque se finge el no ser como algo
preferible a ser o vivir. Cuando en Moral se distinguen las dos
grandes vertientes del bien
y del mal, productos del misterioso
«árbol de la ciencia del bien y del mal», de que habla el Génesis
(2,
9; 3, 3), se parte del supuesto de la responsabilidad de hacer
el bien y evitar el mal, de cumplir el primer principio de la razón
práctica, llamado
sindéresis. Pero este principio moral no se iden-
Verbo, núm. 325-326 (1994), 509-523
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VlCTORJNO RODRIGUEZ, O. P.
tífica con el principio metafísico congénito de la ordenación
transcendental de la voluntad al bien y consiguiente rechazo del
mal. El bien moral es concreción del bien metafísico d trans­
cendental, en el que tienen cabida bienes heterogéneos, incluso
opuestos
al ;l:íi~ ·ético,· co:tho fúé el• fruto · apetecible que gustó
Eva
y le produjo la mayor indigestión moral. ¿En qué consiste
el bien moral, distinto de lo simplemente apetecible? ¿Cuál es la
esencia de lo moral?. ·
2. Bien honesto, hien últil y bien deleitable;
· Son las tres graneles modalidades análogas del bien en gene­
ral, no siempre incompatibles. Hay bienes útiles bien empleados;
hay placerek consiguientes a acciones honestas. También hay bie­
nes honestos que se disfrutan indebidamente, como vanagloriarse
de la propia
honradez o utilli:arlir para medrar. «Esta división no
se hace
por cosas opuestas, sino por razones opuestas. Se llaman
propiamente cosas de apetibilitlad que no sea la delectación, aunque. a veces sean
perjudiciales e inhonestas. Se llaman útiles· las cosas que no son
deseables
en sí, sino que "" desean sólo eomo medios para otra
cosa,
comd tomar una medicina amarga; En cambio, se llaman
honestas aquellas
cosas que tienen en sí que sean deseables»
(S. Tomás,
Suma Teol6gica, 1, 5, 6 ad·2). No se trata, pues, de
tres especies de un todo unívoco; sino de tres modalidades de
un todo análogo, la primera de las cuales es el bien honesto, al
que sigue el bien deleitable y, en último término, el bien útil. Lo
precisa así Santo Tcimás: < tes como algo unívoco predicado igualmente de ellas, sino como
algo análogo que se predica con :prioridad y posterioridad, pues
se dice primariamente · del bien honesto, secundariamente del bien
deleitable, y en tercer lugar
del bien útil» (Ibídem, ad 3 ). ·
a) El bien honesto es el bien apetecible de Suyo u honora­
ble,
· al que tiende la voluntad como a último término, razón de
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CONSTITUCION DEL ·ENTE-MORAL
ser de la apetibilidad de los demás bienes, que son fines interme­
dios.
Es el bien moral propiamente dicho o bien human() en cuanto
tal, objeto del amor, búsqueda
y quietud, a que tiende libre y
deliberadamente la persona
humMa, como plenitud de su ser per­
fectible. Es su último fin b vida ererria feliz o camino para ella.
En otros términos, vivir honesta u honradamente es vivir confor­
me a la recta razón en
drden al último fin· de la vida humana,
tanto individual como socialmente. «El bien y el mal moral se
dan según la conveniencia' o discordancia con la razón» ( Santo
Tomás, Suma Te()/ógica, I-tl, 34, 1).
En este concepto de lo honesto, definido por el fin, entra
también
el concepto de valor, tan manejado en la ética' de Max
Scheler, porque realmente,'
comd subraya Monsefior Derisi, gran
conocedor del pensamiento de Scheler, advierte: «Scheler
ha es­
tablecido una separación tajante entre valor y bien... Pero si
examinamos mejor estas no8.ortes,, no'tatémos en si:guida que valor
y bien son realmente idénticC1s. El valor es ante todo algo aprecia­
ble
y amable. Lo noble, lo bello, lo justo, lo sagrado son valores
que merecen
la estima y el amor ... En definitiva, el valor es, el
bien concebido abstractamente, su bondad esencial, que,
~ .. ~do
es moral, exige existir como bien real: deber ser ideal o abstracto,
y deber ser normativo,
para una persona co~creta» (Max Scheler:
Etica material de fos valores, Madrid, E.M.E.S.A., 1979, págs. 166,
171).
b) El bien deleitable (adjetivo derivado del verbo latino
«delicere» = de-lacere, atraer) es la satisfacción, placer o gozo
que experimenta la
person~, sea a nivel ,de apetito sensitivo, _sea a
nivel de voluntad,
en la posesión de un bien deseado y poseído.
El bien deleitable designa directa y primariament1; el acto de de,
leite mismo, placer o gozo:. una afección específica, motivada por
la posesión consciente del objeto .deseado, que se llama también
deleitable porque causa objetivamente .deleite. Lo experimenta el
hombre en dos esferas: la,
del apetito sensitivo concupiscible, y
éste recibe con más propiedad
el nombre de. deleite o voluptuosi-
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VICTORINO RODRIGUEZ, O. P.
dad; y el apetito intelectivo o voluntad, que se llama más propia­
mente gozo.
El bien placentero deviene del_eite mediante las sensaciones
periféricas del tacto en sus diversas especies, del gusto, del olfato,
y de la percepción del sentido interno llamado cogitativa, en el
que se origina inmediatamente
el proceso emotivo correspondien­
te. Porque el término común placer
. o deleite, lo mismo que su
contrario dolor, comprende dos vivencias distintas, aunque cone­
xas:
. la sensación táctil de placer-dolor, y la respuesta afectiva o
emocional de complacencia-afección dolorosa.
El placer-dolor emo­
ción está motivado
por el placer-dolor sensación táctil, sin que se
correspondan exactamente
en intensidad. Una misma sensación de
placer-dolor provoca distinta emoción
pla=-dolor en distintas per­
sonas según las diversas estimaciones personales de la cogitativa.
El gozo { del verbo latino «gaudere», cuyo correspondiente
griego es «jairein», que denota esplendor) es quietud consciente
en el bien querido y poseído por la voluntad según la estimación
del entendimiento
práctko.
El bien deleitable no es un bien humanamente terminal, como
el bien honesto, y
no siempre es conforme a la recta .razón, como
advierte Santo Tomás
(I-II, 34, 2); pero otras veces es integrable
al
bien 'honesto y cohonestado, como ocurre con las concupiscen­
cias o deseos que lo preceden. Santo Tomás aduce
como ejemplo
de delectaciones no racionales ni conformes a la naturaleza el pla­
cer que experimentan los leprosos en la consumición de sustancias
venenosas
(I-II, 34, 2).
e) El bien útil es _el bien relativo: para conseguir el .bien
absoluto o querido por sí, o para obtener operaciones deleitosas.
Santo
Tomás lo relaciona con el bien deleitable y con el bien
hanesto en estos precisos términos: «En el movimiento del apeti­
to, lo que es apetecible y término parcial del movimiento del
apetito, como medio para
tender a otro, se llama útil. Lo que se
apetece como último, terminando totalmente
el movimiento del
apetito, como cosa a la que tiende esencialmente
el apetito, se
llama honesto, pues honesto es lo que es desado por
sí. Pero lo
que termina el movimiento del apetito como descanso en la cosa
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CONSTITUCION i:JEL· EN·TE MORAL
deseada es la delectación» (Suma Teológica, l, 5, 6). «La delec­
tación es el descanso de la facultad apetitiva en el bien amado
consiguiente a alguna
operación~ (I-11, 34, 1).
3. Los sistemas de moralidad.
En función
de la prioridad de uno ,u otto de, estos ttes bienes
-honesto, deleitable, útil-se han originado los diversos siste­
mas de moralidad objetiva, con distintos matices.
a) La moral católica es, una mo~alidad de felicidt!d ( en griego
eudai¡nonia) que c¡,nsiste, ,en último término, en ,la posesión in­
telectual-afectiva personal de Dios en sí mismo, meta de
ll!lª vida
honesta, realizada en libertad, conforme a
la recta razón guiada
por la Ley de
Dios. Se trata, pues, de un euc!emonismo racional
y trascendente. En este eudemonismo, al bien honesto
se 'conjun­
tan los bienes deleitables
y, útiles: se cohonestan los placeres con­
siguientes a operaciones perfectas honestas, lo ,mismo que los
deseos o concupiscencias que los preceden ;

y
se dignifican los
usos de todos los medios que ayudan al comportamiento orientado
a
la vida eterna. ,« Ya comáis, ya bebáis o, ya hagáis alguna cosa,
hacedlo
.todo para gloria de Dios» (l Cor. 10, 31). «Todo es vues­
tro; y ¡,osottos de.Cristo; y Cristo de Dios» (I Cor. 3, 23). La
máxima
, evangélica «Si quieres llegar a la vida eterna,· guarda los
mandamientos» vale tanto para.
la moralidad teológica como para
la moralidad filosófica o ética, salva
la superior condición de la
gracia con que opera la moralidad sobrenatural o teológica.
b) A distinto ,nivel de eudemonismo está el hedonismo o
moral del placer sensual temporal.
El supremo bien humano sería
la mayor voluptuosidad (en griego
edoné), y el mayor mal sería el
mayor
dolor. El principal teórico de este hedonismd en la anti­
güedad fue Aristipo Cirenaico
(435-354); modernamente, los En­
cidopedistas. del siglo
xvm. Prácticamente. es una actitud presente
en todos
los tiempos. Actualmente lo que prevalece en amplios
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VlCTORlNO RODRIGUEZ, O. P.
ambientes como factor de felicidad es el sexo y la droga, puntual­
mente alimentado
por la literatuta erótica y el film pornográfico.
El mismo San Juan Evangelista contemplaba al mundo dominado
por la «concupiscencia
de la carne, concupiscencia de los ojos y
orgullo de la vida»
(l Jn. 2, 16). Y Pío IX debió reprobar la
proposición 58 del Sílabo: «Toda la moral y honestidad ha de
colocarse en acumular y aumentar, de cualquier modo, las tique·
zas, y en satisfacer las,pasiones»
(Dz. 1758).
e) En torno al bien útil se sistematiza el utilitarismo, tan
característico del mundo inglés, pero que cuenta con una larga
historia anterior y su reincidencia posterior en el
pragmatismo.
Como el bien útil es, por definición, un bien relativo o mediativo,
el utilitarismo
es inseparable del relativismo subjetivista, y se va­
lora, más· que en función del bien honesto y fin último, en función
de la felicidad
terrena y bienestar individual y social. En el cálculo
utilitarista
entran el dinero, el poder, el placer, la «buena vida»,
incluso' el buen nombre; todo
en racional armonía. Ni el dinero
se procura sin medida
que lleve al descrédito o · a la penalización,
ni el placer se busca
con desenfreno o «a lo bestia». El mismo
Epicuro, clásico representante· del hedonismo griego, proponía
una voluptuosidad moderada,
como advierte Santo Tomás: «Los
epicuros, que tenían la voluptuosidad por el mayor bien, 'cultiva­
ban diligentemente las virtudes; pero 'por la voluptuosidad, es
decir, porque los vicios contrarios no impidieran la voluptuosidad,
pues la gula· innioderada 'de la comida· engendra dolor; por el hurto
uno puede
'terminar en la cárcel, y así los diversos vicios impiden
de diversos modos
la voluptuosidad»: (In' 1 Ethic. lec. 5. n.· 57).
Este utilitarismo de
proyección hedonista obtuvo mayor desa­
rrollo en los útilitaristas ingleses
de los siglos xvn-xIX: Hobbes,
Bentham, Stuart
Mili., En Stuart Mili la voluptuosidad es valora­
da· más cualitativa ·que cuantitativamente: «Mejor es ser hombre
insaciado que puerco 'saciado; mejor es Sócrates insaciado que un
tonto saciado». (Utilitarism; ch. 2). · ,
En el utilitarismo -la• acun:iülación y organb;ación de los · distin­
tos
medios de bienestar no se litnita caila sujetcr( == utilitarismo
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CONSTITUCION DEL ENTE MORAL
individual o egoísta), sino que se mil;a también a la utilidad pú­
blica ( = utilitarismo social), bien se tenga al bien social como
derivación o consecuencia del bien individual, o bien se tenga a
éste como participación del bien común o social.
El· extremo de
este utilitarismo altruista es el estatismo o absorción del bien per­
sonal por
el Estado. · A este· utilitarismo social se puede reducir
la moral de solidaridad, tan recomendada en la doctrina social
de la Iglesia, aunque abierta a la honestidad
y fin trascendente.
Esta mentalidad utilitarista-hedonista,
de ámbito terreno, sin
proyección trascendente,
es la que se deja ver en la llamada «Etica
civil», que empezó a pulular en la década de los ochenta en los
medios «progresistas», completamente laica o arreligiosa. En ella
no cuentan
ni los principios de ley natural, ni la moral del Decá­
logo o de las Bienaventuranzas, ni el ejemplo de los Santos.
Lo
que cuenta es el bienestar consensuado o vivido. Se · diluyen las
fronteras entre lo .honesto y
lo útil, entre. la ortodoxia y la orto·
praxis, entre
el fin y los medios. Está bien comprobado .que una
ética así, desligada de una responsabilidad trascendente, no tarda
en quedar vacía de honestidad y de fuerza moral. Actualmente
en España las clamorosas corrupciones
(no sólo económicas) en .el
Gobierno Socialista son la prueba irrecusable. de que la pregonada
«honradez socialista» y de
su «ética politica» era una bonita re­
tórica utilizada con fines electo.rales. Es, por)o demás, con mayor
o menqr incidencia, una de
la~ grandes dolencias de las modernas
democracias .agnósticas o escépticas denunciadas. por Juan Pa):,lo II
en la encíclica Centesimus annus, n. 64. . ·
d) Otro sistema de moralidad, contrapuesto al eudemonis­
mo, ajeno
al ideal de felicidad objetiva, eterna o temporal, es el
llamado
formalismo ético, dimensionado ,subjetivamente en el ·ám­
bito de la razón práctica totalmente autónoma; ·Es la moral del
puro deber, de
la virtud por la virtud ( que se identifica con la
sabiduría), sin satisfacciones ni recompensas. Es la antigua moral
estoica. El virtuoso es el sabio que vive impasible e imperturba­
blemente su vida racional, superando
· las pasiones y cualquier sá-
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lllCTORINó RODR.!GUEZ, O. P.
tisfoeción, Las pasiones y operaciones quedan al margen de la vida
virtuosa. Así
se expresaba Séneca .
. · En esta línea se mueve también el racionalismo autónomo de
la
ética kantiana: la moral del deber por el deber dictado por la
ley universal de la .rallón práctica autónoma. La moralidad de los
fines, de
•!os objetos, de las delectaciones, de las utilidades o com­
portamientos. responsables no. cuentan en absoluto. Es una mora­
lidad
de buena voluntad sin objetos. «La. buena voluntad -dice
Kant en el capítulo 1 de Fundamentaci6n de la metafísica de las
costumbres~ no es buena por lo que efectúe o realice, no es
bueni1 por su adecuación para alcanzar algún fin que nos hayamos
propuesto;
es buena sólo por el querer, es decir, es buena por sí
misma, como valor absoluto». «La buena. voluntad -sintetiza
Urdánoz-depende de la intención de someterse a la forma pura
des~ ley, no de los preceptos matetiales u objetos buenos o malos»
(Historia de la Filosofla, IV, pág. 87).
No resulta
fácil comprobar que este formalismo ético kantiano
haya sido o sea vivido auténticamente por persona alguna. Lo que
sí e"s frecuente es que éste raCioñalismo práctico autónomo, des­
vinculado de objetos y efectos buenos, derive a un subjetivismo
voluntarista y a una «ética de situación» registradas en la encí­
clica Veritatis splendor.
e) Cabe reseñar también cómo concepción general del bien
humanó o sistema moral el
pro gr e sismo cultural, cuyo principal
propulsor fue Wundt (1832-1920). El fin último que define el
bien humano no
es la felicidad en ninguna de sus formas ni la
utilidad, sino la abundancia de bienes humanos y el continuo pro­
greso intelectual
hada la máxima cultura. Es una actitud muy
compartida en nuestro tiempo en
.. lormedios intelectuales que
gustan
de llamarse «progresistas». Los bienes de cultura o cultura
objetivada forman un todo con los demás bienes que van colman­
do las aspiraciones humanas.
En realidad el ideal de progreso téc­
nico, científico--o artístico no son incompatibles con el eudemo­
nismo social ni con el utilitarismo; con lo que no encaja es con
el ideal de perfección integral, en la que ha de tener prioridad la
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CONSTITUCION DEL ENTE MORAL
honestidad del comportamiento, la vida virtuosa y el sentido
trascendente de la existencia humaoa.
4. Constitutivo metafísico del ente moral.
a) Para hablar inteligiblemente de la entidad de lo moral
hay que tener en cuenta la multiplicidad analógica del significado
del término.
El adjetivo «moral» (derivado del sustantivo latino
«mos», que significa inclinación o costumbre), lo mismo que
su
equivalente griego «éthos», se aplica a cosas tan distintas, aunque
conexas,
como al comportamiento humano (bueno o malo), a los
hábitos buenos o virtudes cardinales, a los vicios o hábitos malos,
a
la responsabilidad moral ( distinta de la legal), a la sanción mo­
ral ( distinta de la penal), a la capacidad o facultad moral, al sujeto
colectivo o persona moral ( distinta
Óe la física), a la ciencia moral,
a la necesidad moral, a la certeza moral, a objetos, espectáculos o
efectos llamados morales o inmorales, victoria o derrota moral,
y
a muchas cosas más.
Al preguntamos ahora por el constitutivo metafísico del ente
moral,
nos referimos a lo moral en sentido de bien honesto; no
al bien deleitable ni al bien
útil en cuanto tales, es decir, no im­
plicados en el bien honesto. No nos hacemos problema, claro está,
del uso que puedan hacer del
término los sistemas materialistas o
panteístas despersonalizadores.
En su significación más propia, intrínseca
y especifica la mo­
ralidad ( = sustantivo abstracto derivado del adjetivo moral), en
su vertiente positiva (contrapuesta a la inmoralidad), se refiere a
la
cualidad del acto humano en cuanto libre y responsablemente
ordenado al último
fin. En sentido también propio e intrínseco,
aunque secundario
y derivado, se refiere a los hábitos morales, a
los que dicen relación
intrínseca o trascendental, como a principio
y a término, los actos morales. También son propiamente morales
las
propiedades de la moralidad: la rectitud, laudable imputabili­
dad, mérito.
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VJCTORJNO RODRIGUBZ, O, P.
Los demás entes llamados «morales» no son tales intrínseca'
mente, sino por alguna vinculación extrínseca o afinidad, como
la sociedad o «persona moral», facultad moral, causalidad moral,
necesidad moral, certeza moral, espectáculo moral, ciencia moral,
etcétera.
b) Especificidad de lo ético o moral. Se llama propiamente
ético o moral
al acto libre y responsable correcto en orden al úl­
timo fin o perfección definitiva del hombre, como acabo de re­
cordar.
Lo que hace al ho,mbre simplemente bueno, sin reduccio­
nes
{más que buen artista, . buen científico, buen deportista),
implica toda
la complejidad de houestidad u honradez de senti­
mientos, palabras y acciones.
En un lenguaje llano sabemos bien
lo que significa «hombre bueno», «mujer buena», haciendo, en
este caso referencia más bien al remanente subjetivo
de este bien
obrar, c¡ue es el hábito virtuo,;o, al que los griegos llamaban Jthos,
en contraposición, según pareée, . al étbos o acto que lo engéndra,
como anoté en la Suma Teológica (BAC) I-II, 58, l. Algunos
autores prefieren
llamar al 'ethos carácter moral o personalidad.
Pero entonces, en rigor, los términos
«carácter» y «personalidad»
habría que despojarlos de su connotación entitativa
pre-moral, ya
que
el carácter y la personá no son entidades propiamente mora­
les, sino
psicológicd-metafísícas, moralmente bivalen.tes, premora-
les/sujetos
de 'moralidad. . . .
Algunos teólogos (Escoto, \Í"ázquez, Suárez,'Pdch)' no recono­
cen en la moralidad una entidad
realmente distinta del mismo
ser•libre
del acto huináno, al que añadiría una relación. extrínseca
o relación
dé :iazón a la voluntad libremente operante y a la razón
cognoscente. Pata Santo
Tomás, en cambio, la bondad moral es
uriá cualidád perfectiva reál e intrínseca ál acto libté y responsa­
ble,. as! como la maldad moral es un defecto que. le priva de ple­
nitud. Pues, aunque el objeto,
el fin y las circunstancias que lo
califican específicamente sean extrínsecos ál acto, el orden a ellos
le
es intrínseco, En términos· de Santo Tomás, «aunque el fin sea
causa ,extrínseca, sin embargo, la debida ·proporción al fin y la
relación
al mismo es inherente a la acción» (Suma Teológica, I-II,
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CONSTfIUCION DEL ENTE MORAL
18, 4 ad 2). De ahí que se hable con toda propiedad de actos
«intrínsecamente» buenos o malos,
comd 'hace la encíclica · Veri­
tatis splendor
(n. 80).
c) La bondad o perfección moral es plenitud de ser del acto
humano, libre y responsable. Así lo entendía Santo Tomás: «Hay
que decir que toda acción, ~auto tiene de ser tanto tiene de bon­
dad,
y en cuanto le falta algo de plenitud de ser debida a la ac­
ción humana, le falta bondad :fse hace mala» (I-II, 18, 1).
De
ahí es fácil inferir cuál sea el constitutivo metafísico de
la bondad moral. Si el acto se constituye por la rel,aci6n esencial
o trascendental al objeto formal o bien 'elegible, la bondad n,oral
intrínseca
al mismo se constituirá por la re/aci6n 'trascendental de
ese mismo acto Ubre, no al ob/eto en cuanto apetecible y elegible,
sino en
cuantÓ medio. o conmensurado por el orden dela raz6n
de cara al último fin de la vi4a humana, es decir, conforme a la
norma de moralidad. La bondad moral es propiedad del actoJibre,
pero no sólo en cuanto libre,
sinQ en cuanto ordenado al &timo
fin. Por eso un mismo acto ell especie psicológica átoma puede
proceder impregnado de distintas especies de bondacl moral o de
maldad.
La moralidad es más que libertad; el ide,µ · de perfección
humana
es más que libertad ; la . mislIJa convivencia en solidariqad
puede
ser buena o mala, segµn ell. qué y para qué. Estos últimos
tiempos de solidaridad democrática
a] uso están transcurr.iendo
en connivencias de corrupción. Por eso no es· del, todo .válid apotegma griego: «Sobre todo libertad» ( «peri pantos ten eleilt­
herian» ). Más bien: ,sobre todo, el buen uso de la .libertad.
Proporcionalmente, el hábito bueno o virtud, se constituye por
la relación transcendental al acto bueno propio, y; mediatamente,
al propio objeto.
Por
vía de contrariedad, lo mismo se ha de decir sobre· el
constitutivo
metafísico del acto moralmente. malo o · tulpa · y sobre
el hábito o disposición moralmente mala que
es el vicio. ,
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VICTORINO RODRIGUBZ, O. P.
5. Actos buenos y hábitos virtuosos.
«La moralidad del acto humano depende sobre todo y funda­
mentalmente del objeto elegido por la voluntad deliberada». Así
lo afirma Juan Pablo
II en la encíclica Veritatis splendor, n. 68,
ratific~ndo la tesis .de Santo Tomás. La autodenominada «Nueva
Moral»
no iba por esos caminos. En su encíclica el Papa se esfuer­
za, con gran valor y lucidez teológica, en enderezar sus pasos. Lo
.qµe se presenta como superación y progreso parece más bien
desfondamiento y retroceso. Cabría repetir la observación de
San
Agustín: «qui praeter viam. currit inaniter currit» (quien corre
fuera
del camino corre inútilmente» -In I Jn 4, 20-).
Nos encontramos con una inversión de valores, con gran con­
fusión de ideas y equivocidad de lenguaje. Se da prioridad de
valor a la actitud o disposición habitual sobre el acto definido por
su o),jetd. Y la valoración del acto se califica por su libertad más
que 'pdr su verdad o conformidad con la normativa natural o di­
vina. Se la valora más como «decisión» personal que como «juicio
rectó» de conciencia. No
se valora la libertad por la verdad, sino
la verdad por
la libertad ; no se valora el hábito por el acto que lo
engendta y al que propende; sino al acto por la opción habitual
previa
más o menos persistente ; no se mira prioritariamente al
objeto formal del comportamiento moral, sino a la intencionalidad
del sujeto y a sus consecuencias de orden físico. De
ahí se infiere
fácilmente
la justificación de los medios por los fines y la mora­
lidad utilitarista, es decir, que se diluye la honestidad en la utili­
dad. A la ética no
se le asignan otras fuentes que la voluntad a
merced de una conciencia «creativa» autónoma, más bien «civil»
o laica que religiosa.
En
el texto que acabo de citar, Juan Pablo II se remite al
«penetrante análisis, aún válido, de Santo Tomás I-II, 18, 6».
Algunos de los nuevos moralistas, que tuvieron fácil entrada en
el «Nuevo Diccidnario de Teología Moral», y antes en la obra
colectiva «Dimensión antropológica
de la Teología», pretenden
invertir estos planteamientos tomistas: posponer el objeto
al su-
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CONSTlTUClON DEL ENTE MORAL
jeto, el acto a la actitud, la vei,dad a la libertad, la dimensión
teológica a
la dimensión antropológica. Estas inversiones me traen
a la memoriá
el famoso' Ct,rrectorium fratris Th<»nae ( = Cotrec­
tivo a Fr. Tomás) de Guillermo
La Mate (1278), al que contestó
contundentemente
Riéardo · Knapwell con su incesivci Correctorium
Corruptoris ("' Correctivo al Corruptor). La V eritatis splendor es
un nuevo
Correctorium Corruptorum. Es claro que las corrup­
ciones que están tan al día en la vida socio.económica tienen otros
campos de invasión.
Es bien
cierto que no todos los actos ·hwnanos son igualmente
buenos o igualmente malos ( no vale lo mismo el amor a Dios que
el amor al prójimo ni son igualmente desordenados los respecti­
vos odios),
como tampoco son igualmente valiosas las virtudes o
actitudes habituales
buenas, ni igualmente perversos los vicios o
hábitos de pecado. Se dan faltas leves, faltas graves y gravlsimas,
como hay opciones buenas más o menos fundamentales y radica­
das, que engendran actitudes o hábitos virtuosos más o menos
persistentes y definitivos de la propia personalidad moral. « Justa­
mente
se pone de relieve que la libertad no es sólo la elección por
esta o aquella
acción particular, sino que es también, dentro de
esa elección, decisión sobre sí y disposoción de la propia vidá a
favor o en contra del
Bien, a favor o en contra de la verdad ; en
última instancia, a fávor-ó en -contra de Dios. Justamente se su­
braya la importancia eminente de algunas decisiones que dan for­
ma a toda la vidá moral dose como el cauce en el cual también podrán situarse y desarro.
liarse otras decisiones cotidianas particulares» (Encíclica cit., n. 65).
En su análisis psirológico.moral Santo Tomás llega a precisar
que una mente bien conformada habitualmente puede calificar de
bueno
y meritorio un acto no bueno de suyo: «Ocurre a veces
que
el hombre no ordena explícitamente factu) algún acto a Dios,
aunque aquel acto no contenga de suyo desorden alguno, en
razón
del cual, tal acto no sea referible a Dios; y, sin embargo, como
la mente del hombre está habitualmente referida a Dios como a
·su fin, aquel acto nd solamente no es pecado, sino que incluso es
meritorio» (De malo, 9, 2).
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VICTORTNO RODRIGUEZ, O. P .
. Al responder el · hábito o . disposición habitual a la operación
y ser
por la operación, es ésta la que lo especi#ca y confiere valor
esencial.
El hábito en tanto es bueno d malo .. en cuanto lo son los
actos o elecciones. concretas que los
c:ngendran y a los que se or­
denan.
«Cada virtud participii la razón de bien de la producción
del propio acto» (II-II, 117, 6 ad 2). Cuando se dice que la vir­
tud es dispositio perfecti ad. optimum (disposición de lo perfecto
para lo óptimo); se señala esa prioridad de valor del acto sobre
el valor de la actitud o disposición, pues oper4tio autem .est ultima
reí perfectio (la operación constituye la perfección última de las
cosas,
I'n II de Coelo, lect. 1 ) .
. . Naturalmente, una opción fundamental es más valiosa, y .tiene
maybr persistencia en la persona que una opción o elección roc,­
nos profunda y consistente, y, proporcicmaltnente, lo mismo hay
que decir de los hábitos d disposicio11es correspondientes: los
hábitos de
fe, esperanza y caridad. bien enraizados, .son. más va­
liosos que· las disposiciones y. · actitudes · O).orales de áll).bito más
reducido y
motivationes . menos . profundas ; pero ello no quiere
decir
que su realidad habitual o los actos de creer, esperar y. amar: «propter quod unumquodque
tale.
et illud magis» ( aquello por lo. que Ullll . cosa es tal, éllo es
más, que decían los esCl)lásticos). Digo todq esto respondiendo a la
desll).edida reducción de la m<>mlidad a la ,«opción fundamentiil»,
actitud o disposicióll habitu.al del . eomportamiento humano,. en
menoséab<> dcl .valor _de las elecciolles singulares responsables.
6. La, moralidad, realización personal ..
La bondad moral, como respuesta a la vocación de perfección
humana integral, definida por la · consecución libre y· consciente
del último fin en la vida eterna, implica una totalidad riquísima
de contenidos: intelectuales, volitivos, sensoriales y emocionales,
anímicos.
y corporales, individuales y sociales, de ·riaturaleza y de
gracia.
El hombre honesto puede decir con Terencio: Bomo sum
et humani nil a me alienum puto (Soy hombre y nada humanó me
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CONSTITUCION DEL ENTE MORAL
es ajeno, Heautontimoroumenos). Pues bien, es esto nota caracte­
rística de la persona humana. La persona es un todo, integrum
quaddam, dice Santo Tomás ( Compendium, c. 211) ; «la razón de
partes contraría a la persona» (D.D. De anima, a. 2). Todo Id que
el hombre es, h,¡ce,, tiene ',> p¡¡d"Fe es iq.¡e~* a Ja persona y a
su moralidad u honestidad,
en la que han de conjuntarse, según
queda
dicho, en perfecta armonía, los bienes placenteros y útiles.
La persona, ser subsistente, racional
y libre, se realliaa en su auto­
nomía consciente y libre que es precisamente d ámbito., de !<1 mo­
ralidad. En este sentido la ética cat6lica es
.eminentemente perso­
nalista, sin que
la teonomía o vinculaci6n a la ley eterna le reste
humanidad. Como decía Séneca, parere Deo li'1erta; .est (la liber­
tad está.
en obedecer. a Dios, De la vida qie11aventurada, 15).
Al
afirmar el carácter personalista de la mor.lidad, ni pre­
tendo identificarla con la «person.lidad» ni acepto semejante iden­
tificaci6n. Es verdad
que el comportamiento bonesµ, y todo el
complejo de vittudes que le preceden y siguen forman. una per­
sonalidad moral más o menos acentuada e irradiada socialmente,
pero es realmente distinta de la j,ersonaliclad psicológica, 'integra­
da por la propia idiosincrasia, carácter, propensiones, ambiente
social, etcétera.
La pesdn.lidad moral sobreviene.a la personalidad
psicol6gica, como la moralidad
sobreviene .. a )a lihertad; y una y
otra sobrevienen a la persona misma, o sustancia individual de
naturaleza racional.
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