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Número 325-326

Serie XXXIII

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La visión de Jean Ousset del mundo del trabajo

LA VISION DE JEAN OUSSET DEL MUNDO
DEL TRABAJO
POR
FERNANDO CuJ_lo CAsADO
Jean Ousset nos dej6, entr1: sus numerosas obras, una de las
más importantes titulada. El T raba¡o,. La escribi6 con Mi che! C;eu­
zet, fue traducida al español en el año 1964 y publicada por Speiro.
Según sus autores,
El Traba;o b¡cota de esa doctrina de la Igle­
sia de la que nos dice Juan XXIII que es una « ... doctrina social
clara a que deben ajustarse las
mutuas relaciones entre los hom­
bres, habida cuenta de
las normas generales acordes, tanto con la
naturaleza de las cosas y las diversas circunstancias de la convi­
vencia humana cuanto
.con la índole peculiar de nuestro tiempo ;
normas que,, por lo mismo, pueden ser aceptadas
universalmente»
(Mater et Magistra, 1961 ).
· El libro comienza con una serie de citas pontificias, muy pa­
recidas a las que nos ofrece nuestro querido maestro Juan Vallet
de Goytisolo, para iluminar cada número de
Verbo, entre las que
me llam6 la atención una que quizás recuerdo por su permanente
actualidad. Es la siguiente: «Se suele acusar a la fe cristiana de
consolar
al mortal, que lucha por la vida, con esperanza del más
allá. La Iglesia, se dice, no sabe ayudar al hombre en su vida
terrena. Nada
más falso ... Por lo qué hace a la solución de la ac­
tual cuesti6n social, nadie ha presentado un programa que supere
a la doctrina de
la Iglesia en seguridad, consistencia y realismo»
(Pío
XII, Mensaje radiof6nico a los trabajadores españoles, de
11 de marzo de 1951).
La cita me sigue impresionando en nuestros días, pues creó
que la ignorancia e indiferencia de los mismos católicos, antes
Verbo, núm. 325-326 (1994), 491-499 491
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de hablar de los que no lo son, ante la doctrina social de la Iglesia,
es uno de los escándalos y vergüenzas actuales.
La obra de Jean Ousset y Michel Creuzet, así como la obra
continuada de La
Qudad Católica, es luz que trata de iluminar las
tinieblas en este
campo tan importante para la humanidad que es
el trabajo de los hombres en todas las épocas, pero especialmente
en nuestros días, en los que la confusión impera, el error avanza,
y la doctrina social católica, siempre defensora de la Verdad, se
ve ignorada y despreciada, pese a la sin par batalla que libra el
actual Pontífice y que
se ve reflejada en las formidables encíclicas
Laborem exercens (1981), Sollicitudo reí socialis (1987), Cente­
simus annus
(1991), y Veritatis.Splendor (1993).
Como prólogd del libro, los autores creen necesario puntuali­
zar
· sobre el concepto de libertad. · Que como luego veremos es
clave pará entender su concepción del trabajo humano.
«La libertad; dicen,
es el' carácter esencial del ser humano que
revela su dignidad».
Y después de rechazar la idea de libertad en
la ideología liberal, por absurda y contradictoria, al · concebirla
como una negación de todo
lo' que pueda, desde fuera del hom­
bre, ordenar su acción, la definen como
«la condición del anior,
si~ndo
así el anior la única razón° de ser de nuestra libertad».
«La verdadera libertad, .defienden, no tiene más razón de ser
que
el amor, 61 coritraposición a la libertad de los liberal~s y anar­
quistas, que no
es más que ~nreplie¡¡ueegoísta del "solo yo",
considerado como principio fundamental del orden humano».
·
«La
inteligencia, por est~r c,¡pacitada pa;a comprender las
disposiciones
ele orden divino, puede iluminar, por consiguente,
nuestra elección y nuestra , conducta. La verdadera libertad con­
siste, pues,en someterse, en qbecjecer ;, pero en obedecer a la recta
r.;,,ón, sabiendo por qué niotiv~s es bueno y justo actuar de tal o
cual forma».
·
«Dios nos encuadra en el marco del orden natural, y es por
las leyes de este mismo orden por las que
EL gobierna .los hom­
bres, naturalmente».
«Orden de las cosas que es condición ·de nuestra libertad. Or-
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LA VISION DE JEAN OUSSET DEL MUNDO DEL TRABAJO
den de las cosas sobre el que se fundan todas las leyes dignas de
este nombre».
Las leyes han de ser obedecidas sólo en cuanto estén confor­
mes con la recta razón y con la ley eterna de Dios, nos dice
León
XIII en la .Rerum novarum.
Viene a la memoria del comentarista siempre que releo estas
líneas
la espléndida explicación de mi maestro Federico de Castro
y Bravo, sobre el derecho positivo humano, creación de los hom­
bres para convivir ordenadamente, que definía
como «la reglamen­
tación organizadora de una comunidad, legitimada por su armonía
con el
Derecho Natural».
Pero continuemos con
la idea de J ean Ousset sobre la libertad,
la .autoridad política y
el trabajo humano.
«La solución del problema
,de la libertad, así como el de la
autoridad po).íúca, no podrá ser más que la siguiente: dar a los
hombres libertades reconociéndoles derechos,
o, k• que es lo mismo,
poderes correspondientes a
sµs competencias reales, poderes autén­
ticamente ordenados a la realización de
su destino temporal y
eterno. Por consiguiente, a cada cual su oficio; es decir, a cada
cual su papel, a cada cual su función, a cada cual las justas liber­
tades de sus auténticas autoridades».
«Todo el
,;,rden .sqcial y político· está en. ar,monía con esta je­
rarquía de autoridades y libertades correlativas».
«No
es posible abordar los problemas del trabajo .Y. de la orga­
nización
de la economía más que con una dara inteligencia de este
binomio autoridad libertad, cuya complementariedad.
es como. el
hilo de Ariadna del
derecho . soci,,l cristiano».
Esta
es la filosofía . básica que se va a exponer a lo largei del
libro
El Traba¡o por sus aut,;,res, y de su acierto Y. permanencia
nos da una muestra las palabras pronunciadas por Juan Pablo
II,
el pasado 28 de marzo de 1994, ante unos dirigentes y obreros
de un grupo industrial multinacional en I talla, reafirmando una
vez más la. enseñanza .. de la Iglesia; sobre la dignidad del trabajo
humano.
El Papa les dijo que, «la>enseñanza de la Iglesia sobre
la dignidad del trabajo siempre
.ha tenido como fundamento la
convicción de que la actividad .humana, además de ser un servicio
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necesario para el bien personal, familiar y social, constituye una
prolongación de
la obra del Creador y una contribución a la reali­
zación de su plan providencial en la historia».
«La dimensión de
la solidaridad es un elemento fundamental
de la visión humanizadora del trabajo. Como escribí en la encíclica
Sollicitudo rei socia/is, la solidaridad nos ayuda a ver al otro no
como
·un instromento cualquiera para explotar a poco coste su
capacidad de trabajo y resistencia · física, abandonándolo cuando
yá ·no sirve, sino como un semejante nuestro, una ayuda, para
hacerlo partícipe, como nosotros, del banquete de la vida al que
todos los hombre son iguamente invitados por
Dios»,
«Con estos presupuestos será posible progresar hacia la edifi­
cación
de una civilización donde el hombre se convierta en el ca­
mino de toda acción política, cultural y económica».
Juan Pablo U acaba de escribir en su última
encíclica Veri·
tatis splendor, sobre la libertad y la ley (núm. 35), «la revelación
enseña que el podet de decidir sobre el bien y el mal no pertenece
al hombre, sino sólo a Dios.
El hombre es ciertamente libre, desde
el momento en que puede comprender y acoger los mandamientos
de
:Dios».
Y posee una libertad muy amplia, porque puede «come,c de
cualquier árbol del jardín». Pero esta libertad no es ilimitada: el
hombre debe detenerse ante el «árbol de la ciencia del bien y del
mal», por estar llamado «a aceptar la ley inoral que Dios le da».
«En realidad,
la libertad del hombre encuentra su verdadera
y plena realización
en esta aceptación».
«La ley de Dios, pues, no atenúa ni elimina la libertad del
hombre, al contrario, la garantiza y promueve».
«Pero, advierte el Papa inmediatamente a continuación, en
contraste con lo anterior,
algütias tendencias culturales contem­
poráneas, abogan por determinadas orientaciones éticas que
tienen
como centro de su pensamiento ·e1 pretendido conflicto entre la
libertad y
la· ley. Son las doctrinas que atribuyen a cada individuo
o
a los grupos sociales
la facultad de decidir sobre el bien y el mal:
la libertad humana
podtia "crear los valores" y gozaría de una
primacía sobre la verdad, · hasta el punto que la verdad misma
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LA VJSION DE JEAN OUSSET DEL MUNDO. DEL TRAJJ.AIO
sería. considerada una creación de la libertad; la cual reivindicarla
tal grado de autonomía moral que · prácticamente significaría su
soberanía absoluta».
Y acaba
Ju¡m Pablo Il diciendo que (núm. 37) «es absoluta­
mente necesario aclarar, a
la. luz de la palabra de Dios y de la
.radición viva de la Iglesia, las n.ociones fundamentales sobre la
libertad humana y la
ley moral, así comd sus relaciones profun­
das e internas, Sólo así será posible corresponder a las. justas
,exigencias de la racio!\lllidad humana, incorporando los elemen­
tos
válidos de algunas corrientes. de .la teología moral actual,. sin.
prejuzgar el patrimdnio moral de la Iglesia con tesis basadas en
un _ er~óneo concepto de au~onoq:1í~-»-.
Pues bien, esta misma doctrina es la que encontramos enun­
ciada
al comienzo .de la obra.de Jean Ousset, como.hemos visto, y
la que encontramos a lo largo de su,.obra sobre .el trabajo ..
Defiende la riqueza IX>mO .un bien, si está ordenada co,;tect,­
mel),te en sentido solidario y responsable; . si. no ha sido obtenida
mediante una acción inmoral
.. En el Evangelio 110 se condenan las
riquezas justamente adquiridas ; J
esucristd alaba o reprueba la
conducta recta o ,inicua del hombre f~ep,te a ellas. Desgraciado de
quien se
hace su , esclavo, porque no puede servir a dos señores
(Lucas, XVI, 13).
Los bienes materiales no deben jamás anteponerse a los bienes
espirituales. Esta doctrina está bien
definida en la.obra de Ousset.
El Papa Juan Pablo U nos
lo está. recordando continuamente; es
más importante, y debemos preocuparnos más por el ser que por
tener.
Ya !,,eón XIII había. rechazado en su Graves de qommuni que
la cue~tión social se redujera a una, cuestión económica.
,« Verdaderamente habría mucho que decir sobre esta escanda­
losa
primacía que se otorga hoy.a la economía», dice Ousset.
«Los pensadores modetnos se complacen en negar el realismo
del principio
· de finalidad. Lanzarse al estudio de la economía sin
preocuparse ni siquiera de
pla11tear el. problema de su fin, es un
comportamiento que asombra a
· cualquiera que se preocupe de
tener un mínimo de coherencia intelectual. ¿Cómo puede extra-
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FERNANDO CLARO CASADO
ñarnos, entonces, que así desentendida del orden humano la eco­
nomía se presente como un bien absoluto, verdadero ídolo, al
margen de
la moral, y por encima del Estado».
Es el planteamiento correcto a los males que hoy siguen
aquejando a la
econamfa y por ende al mundo del trabajo.
Y el mismo Ousset nos recuerda, a continuación, la misma
solución posible, citando a
J. Haessle y su obra El Traba;o: «Una
economía
es siempre buena, cualquiera que sea la intensidad de
su desarrollo, si respeta la subordinación esencial
de los bienes
económicos a los valores espirituales.
Porque una economía llega a ser moralmente mala cuando no
respeta el orden objetivo
de los bienes y el orden correspondiente
de las inclinaciones humanas».
Sobre la propiedad,
otro de los pilares básicos del trabsjo
humano, nos recuerda aquellas palabras de
la Rerum Novarum,
«el derecho de poseer bienes en privado no ha sido dado por la
ley, sino por
la naturaleza, y, por tanto, la· autoridad pública no
puede· abolirla, sino solamente moderar su uso y compaginarlo
con
el bien común». · '
Trabsjo y propiedad, dice Ousset, son dos conceptos tan pró'
ximos que no es extraño ·que· sirvan-para jU:Stificar ambas' institu­
ciones los mismos argumentos. La propiedad como base y como
fruto del trabajo.
Y aunque defiende
el dereché; de propiedad «como uh princi­
pio absoluto de prudencia social no quiere decir que no tenga que
sufrir alguna carga, que no
tenga que oonocer ningún límite y que
no deba ceder el paso a consideraciones superiores».
J. Ousset se refiere al capital,' motor de la empresa, y a los
abusos del capitalismo. El capitalismo, en cuanto toda propiedad
es un capital, no es perverso intrínsecamente. Es perverso, dice
correctamente, en la medida ·en que· es un abuso, un abuso -de la
propiedad, sin confundir el derecho de propiedad con su uso.
«Es, pues, improcedente oponer
el capitalismo al oomunismd;
el ertor contrario al comunismo es el liberalismo.· Sin hablar de
formas bastardas de una economía manejada por grupos de presión
cuyos errores provienen a la vez del liberalismo y del socialismo».
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LA VISION DE JEAN OUSSET DEL MUNDO DEL TRABAJO
En la segunda parte de su obra, recoge la doctrina pontificia
sobre los cuerpos intermedios, que «no
podrán estar constituidos
por clases opuestas,
es decir, por. los hombres agrupados según el
lugar que ocupan en el mercado de trabajo, sino, por el contrario,
órganos bien constituidos, órganos
que agrupen a los hombres se­
gún las diferentes ramas de actividad social a que se dediquen».
Es decir, defiende al asociacionismo de
los trabajadores, sus sin­
dicatos, por profesiones, y no los sindicatos de masa donde el
trabajador es sometido a cualquier manipulación.
Rechaza el planteamiento, e. incluso la terminología abstracta,
del problema social como una confrontación
entre patronos y
obreros. Como tales, patronos y obreros se oponen, y así son pre­
sentados ante
la opinión pública. Falta un punto de unión, una
vía media, un denominador común.
El mismo uso de ese lenguaje
quiere hacer imposible encontrar la
soluciór{. .
·
La solución, donde se encuentran los intereses profesionales y
económicos de ambos, es la Empresa. Pero, naturalmente, la Em­
presa concebida
. como comuoidad de actividad y de intereses ; de
respeto mutuo; de cooperación en una obra común;
d.e prosperi­
dad de
los tres.
En definitiva, cuando la Empresa, en nuestro tema del traba­
jo,
es considerada como primer cuerpo intermedio, en :e1 orden
económico, puesto que
es en ella donde el trabajador ~e inserta
directamente para ganar su vida
y asegu¡-ar el porvenir de su fa­
milia, donde el hombre forja su personalidad y deja su huella.
Respecto
al correcto papel del Estado en la organización de la
economía, de indudable importancia para el
muodc, del trabajo,
J. Ousset recuerda el pasaje de· la Quadragesimo anno, cuando
dice que «toda
acción de la sociedad por su propia fuerza y .natu­
raleza debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero
no destruirlos o absorberlos».
«Conviene, por tanto, que la suprema autoridad
ael Estado
permita a las asociaciones inferiores resolver aquellos asuotos
y
cuidados de menor importancia».
Es decir, acoge el principio de subsidariedad, como-principio
rector de la actuación del Estado en el orden económico.
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l<'ERNANDO CLARO CASADO
·Decía Pío XII, y nos recuerda J. Ousset en su obra, que «el
Estado no
es una omnipotencia opresora de toda legítima auto­
nomía. Su función es más bien favorecer, ayudar, promover, ... en
el sentido de una unidad más
alta de los miembros que, respetando
su
subordinación al. fin del Estado, cooperan de la mejor manera
posible
al. bien de la comunidad».
Y finalmente aborda en
su• obra su idea sobre el valor del tra­
'bajo
.. Por una parte, el trabajo para poder vivir, y por otra, la vida
que hay que
ganar con el trabajo.
Plantea así este
binotnio trabajo-vida como una pareja insepa­
rable en el pensamiento social católico.
Aquí
sitúa el tema del salario, como remuneración por el tra­
bajo, en
sus justos términos. Rechaza la consideración del trabajo
como mercancía; admite la desigualdad de los salarios en atención
a los requisitos
exigidos por las diferentes clases de trabajo, a su
dedicación y
a su
función. Y también a las aptitudes personales
y
al rendimiento individual.
El salario justo, dice, debe cumplir dos condiciones: debe ser
suficiente para la subsistencia del trabajador y de su familia y para
la constitución de un patrimonio,
y debe ser también estable y
constante.
Resalfa el carácter 'social del trabajo humano, y recuerda que
el trabajo no es el fin del hombre; no es más que un medio. Aun­
que
también es forma de participación en la obra del Creador.
Termina su obra advirtiendo, sobre los peligros de nuestros
tiempos: «mientras
el espíritu laicista y liberal, el espíritu de la
Revolución, mientras la envidia, la exclusiva sed de. gozo, posean
el alma de la may inquietante fragilidad».
«En el campo de la economía, principalmente,
la acción simul­
tánea de
)a reforma institucional y de .la conversión de los hom­
bres
es indispensable».
«Esto no
significa que debe imponerse a la gente el más ele­
vado ascetismo o. las austeridades de la vida monástica. Solamente
es urgente tomar de nuevo conciencia de la verdadera jerarquía
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LA VISION DE IBAN OUSSET DEL MUNDO DEL TRABAJO
de los bienes humanos y saber guarda1:se de desear lo superfluo
con la misma intensidad que lo necesario».
«Si se insiste en 'negax estas évidencias,. es inútil abordar los
problemas del trabajo».
Creó, para poner fin. a mi cqmentario, que la doctrina de Jean
Ousset sobre el
trabajo del ho~bre es la correcta y por eso per­
manece de actualidad a través de los, años. Sólidamente anclada
en la Iglesia,
sus fundamentos son inconmovibles, y su enseñanza
perenne.
Corrían otros tiempos, sin embargo, .-en los años en q'1,e fu,e
escrita la obra, y aunque los principios sdn los mismos; quizás los
problemas han cambiado. Creo que a peor, por no
seguir su doc­
trina.
El pavoroso problema · del desempleo actual que afecta a tatl­
tos miles de familias en el mundo, quizás no pudo ser abordado
en aquellos
años de crecimiento económico en casi toda Europa.
El Papa Juan Pablo II ha completado, por así decirlo, esta
misma doctrina y ha llamado a la solidaridad en el campo del tra­
bajo, a la solidaridad con los hombres
del trabajo, Esta solidaridad
debe estar siempre presente
allí donde lo requiere la degradación
social del sujeto del trabajo, la explotación de los trabajadores,
y
las crecientes zonas de miseria e incluso de hambre, ha dicho en
Laborem exercens.
Este nuevo y necesario concepto de ,solidaridad lo ha explicado
Juan Pablo
II teniendo en cuenta la fundamental dimensión hu­
mana del trabajo, que dio
origen en su momento a una justa
reacción social cuando
se quisieron desconocer sus valores, cuando
se reaccionó contra la degradación del hombre como sujeto del
trabajo, o cuando sistemas ideológicos. o
de poder han dejado per­
durar injusticias flagrantes o han provocado otras nuevas. Solida­
ridad, en definitiva,
para defender la dignidad del trabajo humano,
reflejo
de la obra del Creador.
Creo que la obra de J ean Ousset sobre el trabajo guardará
siempre el
recuerdo y la defensa de la verdadera doctrina social y
enseñará a los hombres que existen unos principios permanentes
que
debemos siempre tener presentes.
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