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Número 407-408

Serie XLI

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Liberalismo y persecución religiosa: Una visión española

LIBERALISMO Y PERSECUCIÓN RELIGIOSA:
UNA VISIÓN ESPAÑOLA
POR
MIGUEL AYuso"
l. Presentación
La propaganda antirreligiosa que atizó el socialismo mientras
que fue una simple "ideología", así como la pavorosa persecución
religiosa
que luego desencadenó y sostuvo a lo largo de su exis­
tencia "real", mal que bien, y pese a todos los complejos biempen­
santes,
ha sido sin embargo en ocasiones denunciada y explicada
en publicaciones de toda ciase. La aparición todavía reciente del lla­
mado "libro negro del comunismo", pese a sus insuficiencias, y aun
deficiencias, que hacen que el tono empleado no sea todo lo oscu­
ro que debiera, así lo acredita. Sin embargo, no suele explicarse
paralelamente la oposición doctrinal y los ataques prácticos
que el
catolicismo
,pues conviene reducir el ángulo de la exposición,
centrando el foco sobre
la Iglesia Católica, que ha sido quien sin la
menor duda más ha sufüdo por tal causa-ha padecido, no por el
socialismo, sino desde la otra ribera, la del liberalismo.
En este sentido, y contrayendo
aún más el radio del interés,
conforme
se me ha pedido por los responsables de Catholica, al
(*) Reproducimos el texto de la conferencia pronunciada en francés por
nuestro secretario de redacción, durante una jornada de encuentro de lectores y
autores de la revista Catholica, reunida en Parfs el pasado mes de enero, y publi­
cada ya en la mentada revista en su versión francesa, seguida de la transcripción
del coloquio habido (N. de la R.).
Verbo, núm. 407-408 (2002), 575-586.
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MIGUEL AYUSO
mundo hispánico, y en particular a la España contemporánea,
hallamos
una experiencia que puede calificarse de paradig­
mática.
2. Un texto de Rafael Gambra
As!, el profesor Rafael Gambra, a quien se deben algunos
ensayos originales
de caracterización histórica, en cabeza de un
libro de 1954, en plena guerra fria, con una Europa atemorizada
ante la expansión comunista subsiguiente a la segunda guerra
mundial, y con una España aislada del concierto internacional
de resultas de la victoria contra el comunismo en su guerra civil,
escribía las siguientes palabras, que pese a su extensión re­
produzco:
576
"La oposición de la Europa de hoy contra el comunismo
tiene un sentido muy diferente del que tuvo para los españoles
en 1936. Europa ha visto surgir en la realización rusa del comu­
nismo, o más bien, en e1 crecimiento de su potencia, un peligro
para la neutral coexistencia de pueblos y de grupos. La Unión
Soviética, en cuanto representa la estrecha alianza entre la orga­
nización cerrada de la idea socialista y el fatalismo pasivo del
mtindo oriental, se ha alzado amenazadora ante el llamado
mundo occidental. El europeo ve esto como un hecho, un hecho
Wstórico incompatible con la coexistencia liberal de Estados e
ideologías,
es decir, con la seculariZadón política que, desde la
paz de Westfalia, constituye el ambiente y la organización de
Europa.
"Para los españoles de 1936, en cambio, el comunismo no se
presentó como algo nuevo y anómalo; ni siquiera fue nuestra
guerra exclusivamente contra el comunismo. Este constituyó, antes
bien, el rótulo
---0 uno de los varios rótulos--con que a la sazón
se presentaba un enemigo muy viejo que el español había visto
crecer y evolucionar. Aquella guerra
no fue la represión circuns­
tancial de un hecho hostil, sino, más bien, la culminación de un
largo proceso. Sólo así puede explicarse nuestra guerra como una
realidad histórica (. .. ).
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LIBERALISMO Y PERSECUCióN RELIGIOSA: UNA VISIÓN ESPANOLA
"En realidad, &paña vivía espiritualmente en estado de gue­
rra desde hacia más de un siglo. No puede encontrarse verdade­
ra solución de continuidad entre aquella -guerra y las luchas civi­
les del siglo pasado.-Como tampoco, si se viven los hechos en
la historia concreta, entre aquéllas y las dos resistencias contra
la revolución frahcesa, la de 1793 y la antinapoleónica de 1808.
En las
cuales, a su vez, puede reconocerse un eco clarlsimo de
las guerras de religión que consumieron nuestro poderío en el
siglo XVII,
"Y, ¿cuál es la causa de esta profunda inadaptación del espa­
ñol al ambiente espiritual y político de la Europa moderna?
Puede pensarse, ante todo, y a la vista de esa génesis histórica,
en un profundo motivo religioso por debajo de los motivos his­
tóricos propios de cada guerra. Con ello se habrá llegado a una
gran verdad: sin duda la raíz última de este largo proceso de dis­
conformidad habrá de buscarse en una íntima y cordial vivencia
religiosa" (1).
3. Un siglo y medio de resistencia
El texto recién transcrito incide en una lectura religiosa de la
historia contemporánea española,
al encontrar en ella una cons­
tante
de vivencia comunitaria de la fe que se alza frente al desig­
nio individualista y secularizador característico de la revolución
liberal.
Don Marcelino Menéndez Pelayo, el gran historiador de fina­
les del siglo
XIX y principios del xx, con referencia a las "matan­
zas de frailes" de 1834, uno de los primeros estallidos de perse­
cución religiosa sangrienta, a
poco de instaurado el liberalismo
en España, tras la muerte de Fernando VII y el inicio de la pri­
mera guerra carlista, escribe también a este propósito unas pala­
bras muy iluminadoras:
(1) RAFAEL GAMBRA, La monarquía sodal y representativa en el pensami.ento
tradidonal,
Madrid, 1954, págs. 8 y 9. Una Ilustración histórica de la tesis puede
verse en el libro del mjsmo autor La primera guerra civil de España (1820-1823).
MedJtadón e historia de una lucha oMdada, Madrid, 1950.
sn
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MIGUEL AYUSO
"Desde entonces la guerra civil creció en intensidad y fue
guerra como de tribus salvajes, guerra de exterminio y asola­
miento, de degüello y represalias feroces, que ha levantado la
cabeza después otras dos veces y quiZá no la postrera, y no cier­
tamente por interés dinástico ni por interés fuerista, ni siquiera
por amor declarado y fervoroso a éste o al otro sistema político,
sino por algo más hondo que todo esto, por la íntima reacción
del sentimiento católico brutalmente escarnecido y por la gene­
rosa repugnancia a mezclarse con la turba en que se infamaron
los degolladores de los frailes y los jueces de los degolladores,
los robadores y los incendiarios de las iglesias, y los vendedores
y los compradores de sus bienes" (2).
Palabras que aciertan, pese a los conocidos prejuicios anti­
carlistas
de su autor, a señalar el signo tradicional y católico del
carlismo -más allá del legitimismo o del foralismo también
presentes--frente a la revolución liberal, que es lo que tan
precisa como netamente hacia Gambra en su texto. Y palabras
que podrían extenderse sin dificultad a la guerra de 1936, en
que tantos fueron víctimas por sus solas ideas religiosas, al
tiempo que otros tomaron las armas sin otro móvil que el de la
religión.
Bien es cierto que
no podría comprenderse ese móvil reli­
gioso
si se le considerara encerrado en el interior de las concien­
cias
y aislado e indiferente en materia política. En tal caso no
habría sucedido lo mismo en España, sino que, probablemente,
como ocurrió
en los países protestantes, y también, en cierta
medida, aunque menor,
en muchos países católicos, las ideas
políticas
de la revolución no habrían encontrado nunca un ene­
migo
en el sentimiento religioso:
"En España -añade Gambra-siempre hemos oído decir a
los perseguidores
que no perseguían a sus víctimas por católicos,
sino por facciosos o por enemigos de la libertad. Claro que las
(2) MARCEUNO ~EZ PELAYO, Historia de los heterodoxos españoles,
Madrid, 1880-1882. Cito por la edición de la Biblioteca de Autores Cristianos,
Madrid, 1967, vol.
11.
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victimas hubieran podido contestar, en la mayor parte de los
casos, que su actitud política procedía, cabalmente, de su misma
fe religiosa. Es decir, que el cristianismo ha sido, desde la caída
del antiguo régimen, facdoso en España. O lo que es lo mismo,
que nunca ha aceptado su relegación a la intimidad de las
conciencias, ni en el sentido protestante de la mera relación del
alma con Dios, ni en el kantiano de vincularse al mundo perso­
nal y volitivo de la raz6n práctica. El ser cristiano ha continuado
siendo para los españoles lo que podñarnos llamar un sentido
total o una inserción en la existenda, y, por lo mismo, ningún
terreno del espíritu, es decir, de la vida moral individual o colec­
tiva,
ha podido considerarse ajeno a su inspiración e influencia.
"No vamos a juzgar aquí por qué este sentido total de la exis­
tencia ha vivido siempre en pugna con el espíritu y las realiza­
ciones políticas de la revolución, ni si tal hostilidad es, teórica y
religiosamente, justa o
no. Sólo vamos a señalar que esta oposi­
ción religiosa hacia el orden político no se dio siempre en
España, es decir, no se dio antes de la revolución. Podría pen­
sarse que si la religión es la inserción de un mundo sobrenatural
y eterno en el orden finito de la naturaleza, esa insatisfacción
ante cualquier producción humana será connatural al punto de
vista religioso, precisamente por su misma esencia. Pero la ina­
daptación y permanente hostilidad del catolicismo español con­
tra el ambiente espiritual y político moderno n~ son de este
género, y ello se demuestra por el hecho, ya indicado, de que no
siempre fue asi Antes bien, el antiguo régimen, la monarquía his­
tórica que nació de la Reconquista y duró hasta principios del
siglo pasado representó una unidad tan estrecha entre el espíritu
nacional
y la conciencia religiosa, que el español de aquellos
siglos creyó vivir en el orden nantral -único posible-y obe­
decer a Dios obedeciendo al rey" (3).
De nuevo aquí, las observaciones del autor a quien vengo
siguiendo tienen confirmación
en los apuntes de Menéndez
Pelayo, cuando,
en el epílogo de su obra antes citada, que tanto
éxito tuvo
en su día, estampa:
(3) RAFAEL GAMBRA, La. monarquía social y representativa en el-pensamiento
tradicional,
cit., págs. 10-12.
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"Dos siglos de incesante y sistemática labor para producir
artificialmente la revolución aquí donde nunca podía ser orgá­
nica ... " (4).
Idea que sugiere que la revolución liberal no tuvo en España
-como en otros países--una génesis orgánica y lineal, produc­
to de la decadencia natural de las antiguas instituciones políticas,
a través de la evolución de las monarquías hacia el absolutismo.
Por el contrario, la falta
en el suelo hispánico de un proceso de
centralización y absorción de las energías sociales como el que
precedió
en Francia a la revolución, o de subsunción e incorpo­
ración casi natural
de las nuevas ideas como el que se dio en
Inglaterra, determina el carácter dialéctico y agresivo de un que­
hacer volcado a
la destrucción sistemática de todo cuanto existía
con vistas a la recreación artificial de un nuevo estado de cosas.
La inicial resistencia francesa, pronto tornada en una general
adhesión al nuevo régimen, sin más excepción que la de un
grupo de familias y de intelectuales, como de otra parte la meta­
bolización liberal inglesa, se corresponden así con
el siglo y
medio español de continuada protesta popular que ha hecho que
la revolución no pudiera considerarse nunca co1no un hecho
consumado sino en fechas bien recientes. De alú también el
actual desfondamiento,
con la dilapidación del patrimonio reli­
gioso-comunitario y sin reseivas acumuladas.
4. Una ojeada a los hechos
Desde la invasión napoleónica se extiende una estela de per­
secución a la Iglesia que
une invariablemente todos los periodos
liberales, principalmente del liberalismo "progresista" (de corte
jacobino),
y que los períodos en que triunfa el liberalismo
"moderado" se limita a no exacerbar, pero por lo general tam-
(4) MARCELINO MBNÉNDF.Z PELAYO, op. dt., ed. cit., epilogo, pág. 1038.
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poco a eliminar. De alú que Baimes pudiera decir que el partido
(Jiberal)-conservador "es conservador
de la revolución" (5).
Los pillajes de la invasión francesa, la suspensión de relacio­
nes
con Roma durante el "trienio liberal" (1820-1823), las aludi­
das matanzas
de frailes de 1834, la desamortización de los bienes
de la Iglesia en 1835, los proyectos de "cisma" de 1840 que fuer­
zan la intervención del
papa Gregario XVI en Amictas in Hispania
res. la nueva ruptura de relaciones de 1854, de nuevo la saña del
sexenio (1868-1874), la "ley del Candado"
de Canalejas en los pri­
meros decenios del siglo
xx. Y la Segunda República (1931-
1936) ... Que comenzó con la quema de conventos, antes de cum­
plirse el mes
de su proclamación. Que motivó la expulsión del
territorio nacional del obispo
de Vitoria, monseñor Múgica, y del
cardenal Segura, arzobispo
de Toledo y Primado de España. Que
siguió con los artículos 26 y 27 de la Constitución de 1931, y con
la disolución
de la Compañía de Jesús, la prohibición de proce­
siones y romerias, el tiroteo
de sacerdotes, etc. Que se completó
con la Ley de Congregaciones Religiosas. Que retornó en las
oleadas
de nuevos incendios de edificios de la Iglesia. Que brotó
con especial saña en la Revolución de Asturias de 1934, en que
cuarenta religiosos fueron asesinados en apenas unas horas y
volada la Cámara Santa de la catedral de Oviedo. Y que, después
del triunfo del Frente Popular en febrero de 1936, ya no cesarla,
primero durante los meses que preceden al Alzamiento del 18 de
julio, y luego
en la guerra en que se desembocó el fracaso de
éste. Esta última fase fue desde luego la más brutal y terrible. En
ella serian asesinados
13 obispos, más de 4000 sacerdotes y semi­
naristas} más de tres mil religiosos, cerca de trescientas religiosas.
Pero como añade Antonio Montero, hoy obispo de Badajoz, en
su insuperada obra Historia de la persecución religiosa en España
(5) JAIME BAIMES, Escritos políticos, tomo JII (vol. XXV de las Obras Comple­
tas), Barcelona, 1926, pág. 241. Cfr. MIGUEL AYuso, Las murallas de la ciudad.
Temas de pensamiento tradicional hispano, Buenos Aires, 2001, págs. 117
y sigs.
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(1936-1939} (6) -que durante tantos años, pese a estar agota­
da, se negó a reeditar-, "los clérigos son tan sólo un modesto
porcentaje en la tremenda estadística de las víctimas de la zona
roja, cuya
mayoría abrumadora murió en comunión fervorosa
con
la Iglesia Católica".
5, Historia e historiografia: verdades difíciles
De toda la secuencia que hemos resumido muy apretada­
mente
en lo anterior, la historiografía dominante no ha aportado
especiales luces para su esclarecimiento. Como seria excesivo
pretender hacer un seguimiento completo, nos limitaremos a dos
momentos, el inicial de principios del siglo
XIX y el de la II
República con su consecuencia que es la guerra.
La historiografía liberal de mediados del siglo XIX, que sentó
las bases de
la posterior en cuanto a la narración del período de
crisis del antiguo régimen y establecimiento del régimen liberal,
o
ha. ocultado la matriz religiosa de los conflictos que marcan el
período, o ha acusado a
la Iglesia de provocarlos con su oscu­
rantismo.
F.sa historiografía no ha dejado de influir hasta bien
entrado el siglo xx, hasta la revisión efectuada por Federico
Suárez Verdeguer,
en su muy importante obra La crisis política
del antiguo régimen en
Espana (1800-1840) (7), en la línea
apuntada
por Rafael Gambra en la ya citada La primera guerra
civil de
Espana (1820-1823). Historia y meditación de una lucha
olvidada,
y en el fondo por la también citada Historia de los hete­
rodoxos españoles
de Menéndez Pelayo. Con todo, tal corriente
renovadora
no ha logrado desplazar a la convencional y confor­
mista, que
ha vuelto a rebrotar. Julián Marías, por citar un ejem­
plo relevante,
no de historiador, sino de filosófo volcado hacia la
historia,
en una caracterización bien interesante titulada España
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(6) Madrid, 1961.
(jJ Madrid, 1950.
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LIBERALISMO Y PERSECUCIÓN RELIGIOSk UNA VISIÓN ESPANOLA
inteligible. Razón histórica de las Españas (8), tras ofrecer un cua­
dro bien comprensivo de
la historia española hasta la edad con­
temporánea, al llegar a ésta todo se torna confuso y contradicto­
rio: si la formación de
la nación española y su desenvolvimiento
no son comprensibles sin su adhesión a un cristianismo arrisca­
do y combativo, que alcanza en los monarcas de la dinaslía aus­
tríaca sus momentos mejores, en el siglo XIX, en cambio, los que
portan la antorcha de la verdadera España son los liberales y el
resto
no cuenta pues sólo encama la peor imagen del clericalis­
mo reaccionario y liberticida. Más aún, en el paroxismo, llega a
afirmar con osadía
que "el núcleo históricamente fecundo de lo
que ha sido desde los orígenes el proyecto generador de España,
la identificación con
el cristianismo, pervive aun independiente­
mente de la religión".
Es algo así como decir que la España de la
democracia laica, del socialismo
-el libro se publicó durante el
largo período
en que ocupó la presidencia del Gobierno-, del
aborto y de la televisión blasfema se identifica
... con la de Feli­
pe II. Siguen, pues, en la penumbra hechos de consecuencias tan
importantes como el de
la desamortización, que originó propia­
mente la "cuestión social", al determinar el desalojo de los cien­
tos de miles de personas que vivían en los terrenos eclesiásticos
-que formaron a partir de entonces un ejército de mendigos,
delincuentes y otros marginados, abono para la demagogia y
la
confusión social-; que produjo una muy intensa desforestación
y el cambio de régimen de los cultivos;
que dio lugar a la pérdi­
da de tesoros culturales sin cuento: bibliotecas dispersadas, expo­
lio de obras
arte, joyas arquitectónicas hundidas, etc.
La historiografia dominante sobre la II República presenta el
cuadro de
un régimen de exquisita legalidad, pese a las inocul­
tables tensiones
que marcan la época, roto tan sólo por la suble­
vación militar.
En este sentido, la conocida frase de Manuel Azaña
-presidente del primer Gobierno de la República, luego de otros
varios y finalmente de la República ya
en vísperas de la guerra-
(8) Madrid, 1985.
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de que "España ha dejado de ser católica" se interpreta como una
conquista de la libertad liberal frente a la opresión clerical. En
puridad, además de
una realidad jurldica, codificada en la Cons­
titución y las leyes laicistas
que la desarrollaron, venía a expresar
un juicio sobre la realidad social. Desde esta perspectiva era
impensable
que se pudiera organizar un movimiento contra la
República que estuviera motivado, principalmente,
por el deseo
de terminar con aquella situación de ataque a la fe cristiana
que
caracterizó a la República desde sus inicios y que fue radicali­
zándose a partir del triunfo del Frente Popular
en las elecciones
de febrero de 1936. Por parte de quienes protagonizaron aquella
situación
parecia como si trataran de terminar de una vez por
todas con algo que ya estaba decadente y en vias de extinción, y
no de extirpar violentamente algo que estaba arraigado profun­
damente
en grao parte de la sociedad española (9). El fervor reli­
gioso renacido con grao ímpetu
en la guerra, a partir del pueblo
carlista de Navarra, como reconocieron desde el primer momen­
to, por ejemplo, los obispos de Pamplona y Vitoria, Marcelino
Olaechea y Mateo Múgica, y el propio cardenal Gomá, Primado
de España, vino a desmentir
de forma contundente juicios como
el de Azaña.
Sin embargo,
,la cultura dominante sigue instalada en desta­
car el carácter cainita
en vez del macabaico del conflicto. De
poco han servido estudios serios como el de
Maria Luisa Rodrl­
guez Aísa sobre El cardenal Gomá y la guerra de España (10), o
el que el Papa Juan Pablo II, a partir de 1983, haya procedido a
impulsar la canonización de los mártires de
la guerra, saliendo de
la situación de bloqueo producida durante el pontificado de
Pablo
VI a cuenta, es el propio pontífice reinaote el que lo indi­
ca,
"de ciertos pretextos políticos, que ya en tiempos de los roma-
(9) Cfr. Jos~ MAR1A ALsINA, "El origen religioso de la guerra", en Miguel Ayuso
(ed.), La Cruzada que rehízo una patria, número extraordinario de Iglesfa­
Mundo (Madrid), núm. 323-324 (1986), págs. 46 y sígs.
(10) Madrid, 1981.
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LIBERALISMO Y PERSECUCIÓN RELIGIOSA: UNA VISIÓN ESPAfvOLA
nos se alegaban contra los mártires" (11). Julián Marias, Carlos
Seco Serrano o Javier Tusell siguen adoptando la posición del
"exquisito"
(12), la que en su día siguió Maritain, por poner un
ejemplo significativo, y que condena la posición de una Iglesia
que se hizo parte en una guerra civil, tomando partido por el sec­
tor reaccionario y fascistizante. Cuando hace años, a propósito de
dirigir
una miscelánea sobre el sesenta aniversario del Alzamiento
Nacional de
18 de julio de 1936, me dirigí al escritor Marce!
Clément solicitándole
una colaboración sobre la actitud de los
católicos franceses ante la guerra de España, me contestó con
una carta muy amable y llena de cautelas que era tema vidrioso
en el que preferia no entrar para no levantar susceptibilidades
todavía muy presentes en Francia. Muy recientemente, Pío Moa,
escritor independiente, ateo confeso, pero que busca y ama la
verdad,
ha dedicado una trilogía excelente a desmitificar el perio­
do republicano y a demostrar las responsabilidades "jacobinas",
junto con las de los revolucionarios extremos (anarquistas, socia­
listas, comunistas)
con los que se aliaron, en el estallido de la
guerra
(13). Al tiempo que ha recordado cómo la Iglesia alcanzó
un acomodo aceptable con el liberalismo moderado o conserva­
dor, especialmente
en el periodo de la Restauración, esto es, a
partir de
1876 y por varios decenios. Y que durante la República
su actitud
no pudo ser más legalista y colaboradora. De nada
sirvió.
No
es fácil, pues, que se imponga la verdad de que quienes
luchaban, alzados
en defensa de su patria (y fuesen quienes fue­
sen los generales
que se pusiesen al frente, o cualesquiera que
fueran las deficiencias del régimen instaurado por los vencedo­
res,
·que esas son otras cuestiones), contra la tiranía del pretendí-
(11) Cfr. Boletín Ofidal del Obispado de Cuenca, VIII-1982.
(12)
Cfr. VICENTE MARRERo, "La guerra española y los exquisitos", en Miguel
Ayuso (ed.),
loe. dt., págs. 60 y sigs.
(13) Cfr. Pío MoA, Los orígenes de la guerra civil espaiJola, Madrid, 1999; Los
person¡yes de la República vistos por ellos mismos, Madrid, 2000; El derrumbe de
la JI República y la guerra clvil, Madrid, 2001.
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do Gobierno constitucional de la República, eran cruzados, esto.
es, luchaban
en una guerra legítima orientada a la defensa de la
libertad de
la fe católica y de su cQntinuada presencia en la vida
colectiva
de España, por la misma razón por la que eran verda­
deros mártires a quienes, en aquellos años, se asesinaba con la
complicidad "política" de los gobiernos p(etendidamente legíti­
mos. Y
es que para comprender esto no ha de olvidarse que una
de las dimensiones fundamentales del problema consiste
en que
muchas
de las corrientes politicas que se han ido sucediendo en
la Europa moderna desde los siglos en que a la revolución reli­
giosa protestante siguieron las revoluciones políticas
de inspira­
ción "filosófica", no son pr9piamente opciones políticas opina­
bles, sistemas preferidos por diversos grupos de ciudadanos para
organizar la vida
en común, sino visiones del mundo y sistemas
globales
que en su dimensión política no son sino la puesta en
práctica de una moralidad de inspiración filosófica anticristiana y
antiteistica (14).
(14) Cfr. FRANCISOO CANAI.S, "La persecución religiosa y la Cruzada española
ante la teología de la historia", en Miguel Ayuso (ed.), Joc.dt., págs. 51 y sigs.
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