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Número 341-342

Serie XXXV

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Álvaro Maortua Pico: España. Una conciencia histórica para la esperanza

INFORMACION BIBLIOGRÁFICA
Alvaro Maortua Pico: ESPAl',A. UNA CONCIENCIA
HISTORICA
PARA LA ESPERANZA<•)
I. Caractéres
Este ensayo ofrece al público lector una vasta temática que
supone una concepción iusnaturslista y cristiana del detecho,
unos apuntes sobre la naturaleza y valores de
la civilización cris­
tiana, y una valoración de la aportación universal
de España.
Todo ello se contrapone a la
modernidad racionalista que está
en el origen de «la crisis más larga y grave de la Historia»
(pág.
129 ), crisis desartollada paulatinamente en un largo ciclo de
cinco siglos.
Se trata de una divulgación interpretativa, en un sentido tra­
dicional, de España
y Europa, a partir de los datos ofrecidos por
historisdores serios.
En cuanto interpretación es un libro escrito
con rigor y
el c0tazón. '
Este ensayo, breve y con una perspectiva de alcanzar la
rea­
lidad objetiva, es una exposición, una intetpretación y una bús­
queda de sentido de esa España que forjó su set durante mil qui­
nientos años de historia. También
. tiene una función práctica,
como
es ser un revulsivo pará la «dormida conciencia· histórica
española» (pág. 219), según indica la «conciencia histórica para
la esperanza» del subtítulo.
ESta obra·, de tesis y divulgación, es un testimónio enamorado
ante la actual
y profunda crisis de Occidente y de España. Aun­
que dirigida al gran público
no especializado, a veces esta expo­
sición tiene algo así romo altos . vuelos, sin que, por ello, sea
necesariamente maximslista (

1
), ya que es capaz de resistir una
crítica seria.
En este Sentido la. obra no tiene otras pretensiones.
Desde
los hechos, estos apuntes parten de las aportaciones
básicas de importantes historiadores de quienes
se recogen am­
plios textos, que a veces pueden resultar algo excesivos,. aunque
ello
se justifica por el simple hecho de que el autor no es his-
(*) Bilbao, 1995, 2.' ed. ampliada, 219 págs., 155 X 205 mm.
( 1) Quizá para algunos ciertas expresiones puedan reflejar un senti­
miento
excesivo._o el recurso pedagógico del autor, por ejemplo cuando se
afirma que «la cultura española de la Modernidad otorgó al mundo su era
de mayor
nobleza, madurez doctrinal y es'piritual, de mayor heroísmo, mag­
nanimidad y belleza que conoce la historia ( ... ) (y que) la estirpe española
ha demostrado
la máxima categoría humana que se ha conocido en la
Historia» (pág. 149).
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toriador de profesión (2). En este sentido el autor expresa sus
ideas con una perspectiva objetivista. En este libro
se dan cita
al talante objetivo de los hechos,
el vitalismo de una crítica es­
peranzada ante «la más larga y grave (crisis) de la Historia»
(pág. 129),
y está escrito con una fuerza expresiva a veces vivaz,
colorista
y plástica; no en vano es un libro «con alma» (3 ).
Desde el punto de vista interpretativo, este trabajo se en­
cuentra imbuido, al igual que la propia España, de teología, de
una concepción filosófica iusnaturalista,
y de poso histórico. La
sinceridad con la que se escribe honra al autor.
Este opúsculo no pretende ofrecer ideas nuevas u originales.
Supone un esfuerzo de síntesis histórica sobre
la gran obra civi­
lizadora de la Iglesia, la singular aportación hispánica y la irrup­
ción
y avance de la crisis de la modernidad racionalista, paralela
ésta a la paulatina secularización
y decadencia espiritual de Oc-
. cidente. Recuerda verdades elementales en las que
el autor cree
necesario insistir, expresadas con la debida profundidad
y no
sin elegancia. Como novedad o recordatorio, con
la propia pluma
o palabras ajenas, gran parte de este librito expone realidades
que recuerdan la historia,
mueven a la meditación, e incide en
el sentimiento.
11. Loa cóntenidoa
El Hbro vertebra su exposición en tomo a los valores de la
civilización cristiana
que fermentó y trascendió la Edad Media,
en la aportación especifica de España· simultánea a la génesis de
(2) Tales son el medievalista y generalista Luis Suárez Fernández
(págs. 13-15, 18-21, 29-51, 52-59), el historiador de contemporánea J. L.
Camellas García-Llera,
M, Meoéndez Pelayo (págs. ·208-210), el hispanista
Ch.
Lummis (págs. 214-216) y el escritor G, Fernández de la Mora (págs.
180-186). También se citan textos Y. afirma.clones de ·Otros autores como
A. Gambra (págs. 117-122), J. Urteaga (pág. 128), J. Raizinge¡ (pág. 128),
Edmund Husserl
(pág. 106), R.' Meoéridez Pida! (págs. 97-100), M. García
Moreote (pág. 101), W. S. Maltby (pág. 135); C. Sánchez Albornoz (pág.
148), E. Zuleta Alvarez (pág. 150), Julio Irastorza (pág. 150), Ricardo
Levene (pág. 200), etc. Algunas. expresion~ dan a conocer de alguna :i;na~
nera la incidencia de otros escritores en nuestro autor. Por ejemplo: «ES­
paña eo un campo histórico inteligible» (pág. 61) (Julián Marías), España
como eoigma (C. Sánchez Albornoo) y/o como problema (R. Calvo Serer)
(pág. 152), la negación del indigeoismo primitivo ·tras 711 en lo . que el
autor denomina la Hispania «preexistente» (pág. 62. a diferencia del indi­genismo de Vicens Vives), etc.
(3) Tomamos al azar los· términos conio «alucinante», «virilmente» y
«cielo enceodido» (págs. 15&.159).
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la hispanidad, y . en los esfuerzos de la monarquía católica en
defensa
de la «Universitas Christiana» ante la irrupción de una
nueva civilización marcada por
el protestantismo, el racionalismo
y el positivismo (cap. VI). Internacionalmente, esta irrupción
triunfó en 1648, y
se ha generalizado paulatinamente, hasta hoy,
mediante la ilustración y enciclopedismo franceses, el empirismo
y utilitarismo anglosajón, el idealismo alemán, el marxismo, y los
actuales pseudovalores
(pág. 219).
Los diez breves capítulos y el epílogo giran, como parte prin­
cipal del libro, en tomo
al gran problema de nuestra actual civi­
lización: «protestantismo, racionalismo y positivismo: degrada­
ción y envilecimiento de Europa» ( cap. VI). Aunque esta inquie­
tud puede ser
el origen psicológico del libro, se trata de un tra­
bajo de síntesis con un talante expositivo y un sustrato
interpre­
tativo positivo o esperanzador. Dicho ·capítulo VI, unido al titu­
lado «fin de la hegemonía española» ( cap.
VII sobre la paz de
Westfalia de 1648, que supuso el triunfo del racionalismo en la
polltica internacional), divide este libro en dos grandes partes
diferenciadas. La primera parte tiene entidad propia. Sintetiza cronológica­
mente las grandes afirmaciones y
los beneficios de la obra civili­
zadora del catolicismo, así como la aportación singular de España
·que posibilitó una modernidad católica.
La segunda tiene un carácter transversal y sincrónico. Explica
los errores de la leyenda Negra (cap.
VIII), anticatólica y anti­
española ( «alimentada durante mucho tiempo por la mentira
y
el" odio» y contraria a los resultados de una seria investigación
histórica), así como
la gran creación civilizadora y cultural de la
Hispanidad ( cap. IX). Como remedio a los males que conllevó
la ruptura de la Cristiandad y la falsa modernidad raciona lista
-una de las dos modernidades posibles--, se dedica un extenso
capitulo
-el mayor, con 37 págs.-sobre el «nuevo resurgi­
miento español (1936-1975)». Este capítulo finaliza
con una sen­
tida crítica a la llamada «transición» política (págs. 186-193) a
partir de 1975, en
la que el autor choca frontalmente con las
tesis hoy día dominantes
al respecto. En relación con la guerra
civil de 1936 no
se trata de cómo se llegó a ella, sino lo que de
hecho significó
y ld que en ella en última instancia se resolvía.
El largo epílogo -25 págs.-tiene un título significativo:
«la única España», que supone una apretada síntesis en la que
inserta varios párrafos de
los capítulos anteriores más comenta­
rios nuevos. Conforme al epílogo,
el autor considera que no es
posible afirmar a España como síntesis de tres culturas, razas y
religiones, al estilo Américo Castro. A este respecto sigue, entre
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otros autores, las tesis del historiador Sánchez Albornoz y la
lúcida descripción e interpretación histórica de Menéndez Pelayo.
Según esto, la tesis central del libro afirma que la única
ci­
vilización posible ha sido y es la inspirada y vertebrada por la
religión católica, en cuyo desarrollo la aportación hispánica,
nu-.
clearmente católica, ha sido maravillosa. Frente a ello, el positi­
vismo
--dice-ha sido y es la barbarie (pág. 198). En este sen­
tido,
el autor recuerda que «el fin de la hegemonía española
( 1648)
es el fin de la mayor plenitud y extensión alcanzada por
la civilización cristiana en la Historia universal, que fue
en parte
compensada por la evangelización española en
América» (pág.
132).
En suma: este libro se propone señalar el por qué último
de la gravedad y generalización de la actual crisis. Es acertado
al explicar la actual tergiversación interpretativa que ha sufrido
la historia
de España, y el propio sentido de dicha Historia (los
positivistas niegan cualquier sentido a las civilizaciones y pue­
blos). A ello dedica bellas páginas que inciden en el sentimiento.
Tampoco el autor es timorato al señalar la actual situaci6n po­
lítica de España tras 197 5, aunque choque frontalmente con las
tesis
· que hoy día predominan. Desarrollaremos brevemente estos
tres puntos nucleares.
111. La interpretación histórica
Interpretada la historia de España como servicio de España
a la Verdad, «resulta España
-dice el autor-tan polémica
como la Verdad misma»
(pág. 196). De ello se derivan dos co­
rolarios. Por el pritnero, y respecto a la propia España, «sólo
en una perspectiva cristiana
se puede alcanzar una comprensión
adecuada o
un sentido inteligible de la Historia. La Historia de
España, por su heroico
y fecundo servicio a la Verdad a través
de los siglos,
y por su incomparable riqueza en hechos esenciales,
es
la que más vivamente remite a Dios para el bien de muchas
gentes, como no ocurre con ninguna otra nación de la tierra»
(pág. 160).
Por el segundo, que interesa a quienes ejercen la interpreta­
ción histórica (necesaria en este tipo de temas), no en concepto
de científicos de la historia, se afirma: «Entonces surgió la idea
de que toda la historia de España era la historia de una equivo­
cación: la de haber aceptado como misión histórica
el servicio
de Dios. Y se creó una nueva historia en la que la interpretación
de los
hechcis se alejaba de aquella verdad ontológica, para en-
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contrar interpretaciones que justificasen a España sin Dios ( ... ).
Y es que la España utópica que nunca existió, aquella que para
justificar su indemostrable existencia tuvo que falsificar la His­
toria, la España que pudiéramos llamar bastarda, jamás consiguió
imponerse a la España auténtica, porque a pesar de sus momen­
táneos triunfos, jamás la encontró
su{icientemente vencida. Y tal
es la única España, la única que el mundo conoce, para admirarla
o para combatirla(
... )» (págs. 204-205).
Conforme a los hechos desarrollados
en el libro, el recto
sentido e interpretación de
la historia de España está avalado de
alguna manera por· la ciencia histórica, mientras qúe una errónea
interpretación, muchas veces ideológica,
se ve obligada a «torcer»
el dato histórico.
IV.
El sentido de España.
El autor afirma la eldstencia de un sentido a esa realidad
llamada España. No en vano, parte de
la. teología y la metafísica
que afirma el ser, lo cual otorga al libro una perspectiva particu­
larmente objetiva. Dicho ser
se expresa -parece decir el autor­
en la transmisión, es decir, en la herencia y el esfuerzo que la
desarrolla, unido
al deber hacia los padres. El propio plantea­
miento parcialmente teológico
(págs. 9-15) y filosófico del libro,
que completa
el desarrollo histórico de los hechos, tomados de
diversos historiadores,
es significativo. No en vano los términos
clave del libro son los
diferentes universales, el desrino de los
pueblos, el sentido de lo real
y el peso decisivo de la historia
como configuradora de los pueblos.
A continuación, y en segundo lugar,
el autor concreta el sen­
tido de España expresándolo con los más altos vuelos, con un
«máximum» que algunos pueden considerar exagerado. Sus afir­
maciones no deben desvirtuarse. Así, más · que pasado romántico
y contemplativo, más que proyección voluntarista hacia el futuro,
España es -se dice-un «acto espiritual» que tiene como nervio
y savia la activa vivencia de la fe católica, y de una fe hecha
cultura
(pág. 152). Es más, «es una prodigiosa armonla metafí­
sica que está constitnida en Dios»
(pág. 217), y que ha tenido
un designio divino
(pág. 202). Conforme a su historia, parece
que-España «tuviera la misión histórica de poner el error de ma­
nifiesto» (pág. 159). Incluso la guerra de 1936-39 «consagraba
y confería carta definitiva de nobleza a
la guerra de ideas» (pág.
159).
De ello se deriva un estilo hispánico peculiar, ese «estilo
español (que) implica
un tradicionalismo fundamental que no
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
significa ni estancamiento ni reacción, que no representa ninguna
hostilidad
al progreso real, sino que todo el progreso nacional
haya de llevar
en cada uno de sus momentos y elementos el cuño
y estilo que definen la esencia de la nacionalidad»
(pág. 154 ).
V. Actualidad política
El libro contiene algunas páginas cuya naruraleza es un tes­
timonio personal dramático. Responden a lo que el autor llama
actual «catástrofe española» (págs. 124, 152, 188-192).
En este
sentido, y como expositor de la actual crisis occidental
y de la
trayectoria española, este libro pretende abordar la actualidad.
De esta manera, asistimos hoy a la segunda «pérdida de España»
(la
¡;,rimera fue allá por el 711 ), y a la situación más agónica de
toda su historia. El abatimiento del sistema
polftico español a la
muette del anterior jefe de
Estada --dice--, llevado a cabo me­
diante la llamada «transición» ¡;,olitica, ha sido una «gran trai­
ción criminal a la Patria». En seis ocasiones el autor utiliza las
calificaciones más duras
al respecto, pues gracias· a la llamada
«transición»
- parición como esencia histórica» (pág.· 191). Para el futuro his­
tórico son intetesantes los detalles relativos a la oposición efec­
tuada a los valores
católicos y patrióticos que gozaba Es¡;,aña
antes de 1975, siendo el rencor contra la fe católica y España
- aparece y reaparece el «alma» interpretativa del expositor a
raíz
de los diferentes hechos históricos, en este punto se expresa con
una mayor intensidad. Por este aspecto, entre otros, este libro
no supone una interpretación aséptica. En este sentido estas pá­
ginas son las más subjetivas del libro. En realidad, el antor toma
partido especialmente en
la proyección de la historia de España
sobre su presente histórico.
VI. Crítica
Nuestra crítica histórica a los contenidos del libro -no en­
tramos en consideraciones_ de carácter subjetivo-se centra prin­
cipalmente en tres cuestiones. En primer lugar, conviene realzar
el notable desarrollo de la «ilustración
cristiana» durante el si­
glo XVIII, pues ésta no sólo fue un intento (pág. 133) sino tam­
bién una realidad, olvidada por los enciclopedistas primeto y
des-
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INFORMACION -BIBLIOGRAFICA
pués por la historiografía de tendencia liberal. Hoy no pocos his­
toriadores insisten sobre ello con acierto.
Segundo. Parece que para el autor no existe España en el
largo periodo que abarcan las emblemáticas fechas de 1833 a
1931. A este respecto, creo que hay que superar
la interpretación
liberal de la
lústoria de España, que sólo tiene en cuenta la pre­
sencia de la Revolución en la España del siglo
XIX.
Negar la Revolución liberal y socialista en España sería negar
una importante inflexión
en su propia historia, lo que parece algo
inadmisible ·como interpretación y, sobre todo, como expresión
de los hechos históricos. Sin embargo, conforme a la interpreta­
ción del libro, quizás el autor haya querido expresamente
des­
tacar tan sólo el lado positivo de España, precisamente por con­
cebir -además--la Revolución como una corrupción del ser
y del libre desenvolvimiento de esa realidad que
se llama España.
En este sentido, aunque la Revolución liberal triunfó en las
Instituciones a
partir de 1839, no puede borrarse la historia de
la firme y continuada oposición popular a la Revolución liberal
durante siglo y medio.
En efecto: hubo un pueblo muy numeroso
que arriesgó lo mejor
de si mismo -varios cientos de miles de
hombres-para defenderse del liberalismo, y que probó el des­
tierro. Hubo unas élites activas contrarias a la Revolución. Hubo
pensadores y periódicos, diputados y
pol!ticos tradicionalistas en
la vida parlamentaria liberal. Hubo unos monarcas muy popula­
res que
muchos les consideraban legítimos de origen y ejercicio,
y que gobernaron efectivamente durante años en buena parte
del
territorio español, y después desde el destierro, por la bagatela de
no aceptar la Revolución. El último de ellos, indiscutible entre
sus valedores, fue. Alfonso Carlos
l. Los protagonistas de esta
historia consideraron
sus esfuerzos como unos de los más brillan­
tes en la tradición de España
-las Españas decían-, y se llama­
ban carlistas no en cuanto
parte del país, sino porque varios de
los monarcas tenían
el nombre de Carlos. Histórica e interpreta­
tivamente, debido a los difíciles tiempos en que les tocó vivir,
estas generaciones sdn, efectivamente, uno de los hitos más signi~
ficativos o relevantes de la Historia de España. Por eso, esta
omisión en
un libro sobre la tradición de España, que además
desarrolla las principales tesis interpretativas tradicionalistas, es,
sin duda, algo chocante para el público lector.
Por último, respecto a la interpretación del autor sobre
el
significado de los Gobiernos de 1936-1975, me remito a la obra
de Manuel de Santa Cruz
Apuntes y documentos para la historia
del tradicionalismo español, 1939-1966,
que arroja suficiente luz
al respecto, sobre todo durante los primeros años del franquismo.
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
La Exposici6n de don Manuel Fal Conde al general Franco de
1939 es de suma importancia. También hay que situar la labor
realizada por los Gobiernos de Franco como fruto de una costosa
victoria militar, de manera que el mérito principal reside en quie­
nes sufrieron en la guerra y triunfaron en ella. Por lo mismo,
España no
es Felipe II ni el general Franco ; es muy posible que
de serlo se volviese contra ella misma, pues si estos gobernantes
murieron en su tiempo, España -16gica consecuencia- hubiera
muerto con ellos.
Sobre lo que conllev6 la persecuci6n de los Gobiernos fran­
quistas al Carlismo tradicionalista a carta cabal y
pot ello foral
y garante de la continuidad de
la legitimidad, las señeras y repre­
sentativas figuras
-no pueden considerarse así los pocos carlis­
tas que colaboraron con el
Régimen-de don Manuel Fal Conde
y don Mauricio de Sivatte
-marqués de V allbona-mucho po­
drían decir al respecto, aunque desde posiciones diferentes a par­
tir de 1958. A ellos nos podemos remitir.
JOSÉ fERMÍN GARRALDA ARIZCUN
Javi.er del Hoyo CaUeja: PROFETA DE NUESTRO TIEMPO.
TOMAS MORALES,
S. J. (1908-1994) <•>
Javier del Hoyo, profesor titular de Filología Latina en la
Universidad Aut6noma de Madrid, autor de diversos estudios
sobre
epigrafia latina y jefe de redacci6n de la revista Estar, ha
escrito esta biografía con el cariño propio del discípulo admirador
del maestro. En todo caso, constituye un gran aciertd
fa publi­
caci6n de esta obra sobre
fa vida, la obra y el pensamiento de un
sacerdote jesuita dedicado al laicado para que la acci6n de unos
pocos se difundiera entre la masa como un fermentd de santidad.
El padre Morales falleci6
en Alcalá de Henares el día 1 de
octubre de 1994, después de una vida consagrada a Dios, que se
desenvolvi6 de modo especial en la tarea de la formaci6n de
laicos auténticamente católicos_ que fueran fermento de catolicis­
mo y de santidad entre laicos en el mundo, sin salir de él, ni dis­
tinguirse de otro modo más que por su vida consagrada a Dios.
De vocaci6n algo tardía, pues ingres6 en la Compañía de Jesús
a
la edad de veintitrés años, después de licenciarse en Derecho
(*) Presentación de EI!as Royón, S. J. y Prólogo del Cardenal Angel
Suquía, Ediciones
Encuentro (Cedaceros, 3), Madrid, 1995, 15 X 23 cm,.,
414 págs., 2.300 ptas.
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