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Número 351-352

Serie XXXVI

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El ecologismo. Otra utopía

EL ECOLOGISMO. OTRA UTOPÍA
POR
ÁNGEL MAESTRO
Introducción
Durante setenta años de nuestro siglo el marxismo-leninismo
con su experimento de radicales consecuencias, de transformación
total de la sociedad, y la creación del hombre nuevo, satisfizo en
cierra medida, a pesar de los colosales fracasos, las aspiraciones y
deseos de nueva conformación social y humana de gran parte de los
seguidores de la utopía.
A raíz de dar a conocer Nikita SerguievichJruschoflos crímenes
y atrocidades cometidos por Stalin, ocultando celosamente, eso sí, que
eran males del sistema y no exclusivos del tirano, ya que éste siguiendo
a Lenin los desarrolló en mayor escala, perdieron entonces en gran
parte los «progresistas de profesión» la referencia obligada. Se esfumó
en una medida considerable
el forzoso punto de referencia al colosal
experimento destinado a transformar la humanidad.
La Unión Sovié­
tica se inclinó más y más al concepto de superpotencia en la que el
marxismo-leninismo jugaba
un papel táctico en su expansionismo.
Al no contar con el punto de referencia obligado, o al menos
muy disminuido el ansia de transformación utópica encontró nue­
vos polos de tracción. El peculiar
comunismo maoista, con sus abe­
rraciones monstruosas y su culto hipertrofiado a la personalidad de
Mao-Tse-tung, pudo paliar
en parte, sólo en pequeña parte, la ad­
miración y el seguimiento ciego que determinado tipo de occiden­
tales, tantas veces
de orígenes no sólo inequívocamente burgueses,
sino a veces elitistas y aristocráticos, sintieron
en los años 30, 40 y
50 de nuestro siglo por la Unión Soviética.
Verbo, núm. 351-352 (1997), 117-132 117
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ÁNGEL MAESTRO
Resulta sorprendente la admiración por el maoísmo, cuando
destruyó
el arte y la riquísima tradición cultural específicamente
china. Destruyendo no sólo todo lo que recordaba
al confucianis­
mo, sino que en la ignorancia más atroz se llega a decir que guar­
daba cierta semejanza con la filosofía de Lao-Tsé. Cuando cual­
quiera que haya estudiado siquiera someramente al filósofo chino,
puede contemplar enseguida el abismo que separa a Mao de Lao.
Pero no contando ya enteramente, a pesar eso sí de la ausencia de
crítica, con la distinta URSS, de Breznev, escogió la progresía al
maoísmo como lejano punto de referencia.
Buscándose
también otras, cual la revolución castrista, que si­
gue conservando
aún admiradores entre la izquierda utópica, aun­
que el castrismo es
un fenómeno menor y forzosamente muy locali­
zado.
No puede parangonarse con la gigantesca atracción por la
Unión Soviética antes existente. También la simpatía por Viet­
nam, incluso por el monstruoso experimento camboyano.
Mas muerto
el déspota y tirano Mao, con
su estalinismo antisoviético, van que­
dando cada vez menos puntos de referencia hacia la búsqueda de la
utopía y su implantación.
Desde finales de los años sesenta, y agotados casi los modelos
citados, surge cada vez con más predicamento la plasmación de
la
utopía en el ecologismo. Los tópicos pacifistas, la exaltación
del noble salvaje, la contradicción antiprogresista, contra todo
lo que pueda suponer progreso en lo material, se concreta en el
ecologismo.
De nuevo se observa en estos especímenes esas contra­
dicciones internas, como serían expresadas
en el escolasticismo
marxista. Atacan
al progreso los que hacen del progresismo la guía
de sus vidas. Antes excusaban los más terribles experimentos sociales,
con millones de víctimas,
por la búsqueda del hombre nuevo, y de
una sociedad que habría de romper con los condicionantes del pasado.
El ecologismo,
que adquiere fuerza cada vez mayor en los años
70 y 80, se convierte cuando nuestro siglo está a punto de concluir,
en un estado de opinión, difícil de concretar en su cuantía, ya que
no suele estar sujeto a sondeos cuantitativos, pero que crea un esta­
do de opinión, que precisamente por su vaguedad difusa parece
suponer una fuerza mucho mayor de la que en realidad posee.
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EL ECOLOGISMO. OTRA UTOPÍA
Los grupos denominados «verdes» en los países de sistema par­
titocrático, donde concurren a las elecciones, suelen obtener por­
centajes de votos, que nunca llegan más de
5
ó 6%. Pero a través de
la colosal resonancia del
primer poder, los medios de comunica­
ción, producen la sensación de ser
un porcentaje mayoritario o cua­
si mayoritario de la opinión pública.
Utilizan hábilmente el porcentaje utópico existente en la gran
mayoría de los humanos,
y cuanta mayor simpleza se dé en
los mismos, más fácilmente
es utilizada. Resulta terriblemente
popular oponerse a las instalaciones nucleares, hablar en contra
de la destrucción de la capa de ozono, insistir
mil veces sobre
el efecto invernadero, etc. Casi nadie
se atreverá a rebatir s·us ar­
gumentos primarios y emocionales, en contra de la razón.
Natu­
ralmente sólo un ser dotado de una mentalidad extraviada querría
la contaminación de la naturaleza
y de la humanidad. Pero en
vez de analizar, con la razón, el problema,
se plantean argumen­
taciones simples, primitivas, de
un maniqueísmo total, donde
sólo existe lo bueno y lo malo.
No hay búsqueda de soluciones
intermedias, aportando datos positivos, y no considerando la nega­
tividad total.
De nuevo esas contradicciones internas. Generalmente los eco­
logistas hacen exhibición de
su carácter tolerante y de su disposi­
ción al dialogo. Pero se constituyen en portadores de actitudes ul­
tra reaccionarias. Niegan cualquier actitud que discrepe de su
fundamentalismo.
Tomemos sólo dos ejemplos, la energía nuclear, y el efecto
in­
vernadero.
La energía nuclear
Citar la energía nuclear supone nombrar el mal para el ecolo­
gista de profesión, algo así como
el nuevo 666, el número bíblico
de la bestia, como símbolo del mal absoluto. En una mezcla de
candidez, ignorancia y fanatismo, unido también a veces a turbios
intereses económicos,
se confunden las terribles experiencias béli-
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ÁNGEL MAESTRO
cas de Hiroshima y Nagasaki con el uso pacífico de esa colosal
potencia, explotado en beneficio de ser humano.
Cerrazón absoluta del fundamentalista ecológico, que asocia
en
un conjunto único e indisoluble destrucción y progreso. Otra vez
más asoma la contradicción de su mente, mezcla de idealismo utó­
pico con una cerrazón
mental que le impide el razonamiento.
Suelen darse con frecuencia el caso de los progresistas profesio­
nales que atacan a la Iglesia católica
y a sus dogmas, con el pretexto
mil veces esgrimido de cierre de la mente a la razón; más parodian­
do el dicho evangélico, ven la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el
suyo.
¿No es una actitud más absurda la de asumir en un todo dos
consecuencias distintas de
una misma cosa? Infectiblemente aso­
cian los efectos destructores del
arma nuclear con la utilización
provechosa
y con fundamentación científica de la misma.
Así no se habrían aprovechado los efectos positivos de la utili­
zación de la
dinamita, ya que sus efectos destructores aplicados a la
guerra multiplicando la potencia de anteriores tipos de explosivos,
incapacitaban de raíz,
según tan peculiar pensamiento, su uso en
canteras, demolición de obstáculos naturales, posibilidades
inmen­
sas para la construcción de vías férreas, carreteras y un sin fin de
usos. La asociación, sin posibilidades de separación de causa efecto,
de los aspectos negativos
y positivos, impediría la aplicación de la
misma en beneficio de lo dictado por la razón.
El ataque sistemático, basado
en argumentos meramente emo­
cionales sin rigor y fundamento científico a
una característica bási­
ca
y diferenciadora del ser humano: la razón. Tratemos de aplicarla,
en este espinoso campo.
Si lo analizamos desde el
punto de vista de la economía, gene­
ralmente el
intento de aplicar la economía, ciencia desde luego
nada pasional, sino basada
en fríos estudios, choca con la supersti­
ción
en torno al tema nuclear.
·En España, por citar sólo nuestro caso, y no extendernos en
demasía, la energía eléctrica ofrecida al consumidor y la industria
es un 60% más cara que en Francia, país por excelencia de impulso
nuclear. Pero sin llegar a las condiciones francesas, supone
un 12%
más alto de costos que en Alemania. El frenazo, más que frenazo
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EL ECOWGISMO. OTRA UTOPfA
parón total, impuesto por el triunfo de la utopía en el período so­
cialista, aunque contaba ya con antecedentes
en este sentido en la
época de la
UCD, ha elevado el coste de la energía al punto de
figurar entre las más costosas de Europa.
Resulta asombroso
que en Francia, tan admirada por nuestros
progresistas
en tantos aspectos, y particularmente por nuestros so­
cialistas,
durante dos septenios de presidencia de la república por
un socialista, y con gobiernos· socialistas, se haya separado la utopía
de la realidad. Así Francia viene construyendo un promedio de una
central nuclear al año, convirtiéndose en país exportador de ener­
gía. Con unas cincuenta centrales nucleares en servicio,
se ha con­
seguido reducir drásticamente la dependencia
del petróleo, cuando
las aportaciones autóctonas
del carbón y de la energía hidráulica ya
no daban prácticamente más de sí.
¿Ha estado acaso Francia gobernada por locos, o asesinos que
querían la infelicidad y la ruina de los franceses? Ciertamente no es
ese el caso, sino
que se ha sabido distinguir entre causas y efecto. La
superstición que reina en torno a este tema, hace que se deseche de
antemano, en una actitud totalitaria, cualquier razonamiento corres­
pondiente a la seguridad de dichas centrales donde
se llega a extremos
casi increíbles,
en la seguridad. De forma abrumadora los accidentes
producidos en dichas centrales no
se deben a accidentes específicamen­
te relacionados con la radioactividad, sino que son meros accidentes
laborales, como caídas, desprendimientos, golpes,
que podrán ser pro­
ducidos en
un astillero, en un depósito de locomotoras, o en unos talle­
res automovilísticos, donde la energía nuclear está totalmente ausente.
El lamentable accidente originado
en julio de 1996 en España
en la central nuclear de Almaraz,
que costó la vida a un ingeniero y
a un encargado, no tuvo nada que ver con la energía nuclear, sino
que fue motivado en las operaciones destinadas a la sustitución de
los generadores de vapor, por lo que podría haber ocurrido en cual­
quier instalación industrial. Asimismo diversas organizaciones eco­
logistas señalaron con la repercusión
inmediata en los medios in­
formativos del peligro de cáncer entre los habitantes de la población
donde radica dicha central cacereña.
Los estudios realizados por los
organismos competentes
del Ministerio de Sanidad, no sólo han
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ÁNGEL MAESTRO
puesto de relieve la inexistencia de situaciones epidemológicas es­
peciales en relación a procesos cancerígenos, abortos espontáneos o
malformaciones, sino que la tasa de mortalidad de la zona por cán­
cer, está
por debajo de la media nacional. El control de las aguas,
gases, personas u objetos está en las instalaciones nucleares españo­
las
por debajo incluso de los prudentes limites establecidos.
En España se ha decidido irracionalmente, sólo basado en la
superstición y en la pasión, nada menos científico por tanto, parar
la energía nuclear y
por tanto no disponer España de una energía
batata y abundante, y además segura.
En España los recursos hidro­
eléctricos, a pesar de
la inteligente y masiva aplicación de los mis­
mos en su utilización en el
antiguo régimen, no dan más de sí. El
recurso al carbón nacional
es caro, contaminante, y además tampo­
co
se disponen de grandes reservas, obligando a la importación des­
de Sudáfrica, China y Australia.
La utilización de la energía eólica,
limitada de momento a algunos parques eólicos en el cabo Villano
en la Coruña, en Tarifa en Cádiz, o en Zaragoza, no pasa de ser una
aportación mínima.
Útil sí para casos muy concretos y limitados,
pero desde luego inhábil para grandes soluciones. Y si hablamos de
la energía solar, su aplicación no rebasa lo simbólico.
Por tanto si se quiere disponer de energía barata y segura, no
hay más recurso
que la nuclear, y no estamos hablando de los pro­
yectos avanzados de fisión, sino del estado actual de las centrales de
fusión, o sea, con lo que contamos, y no con los buenos deseos
futuristas. Para
una nación como España, el propio parlamento eu­
ropeo, tan admirado
por los progresistas, aunque haya casos en los
que no conviene airear sus decisiones, manifestó que «para los paí­
ses con altos consumos de energía y carentes de recursos propios de
hidrocarburos era fundamental
el desarrollo de importantes pro­
gramas nucleares». Pero vayamos a
un país más altamente indus­
trializado, cual
es el caso de Alemania, que además sí dispone de
suficiente carbón. A pesar de la contestación «verde ecologista», y
sin llegar a ser como Francia
una nación que exporta energía eléc­
trica a España, Italia, Bélgica
y Holanda, ha dado a conocer datos
que destruyen radicalmente cualquier utopía en torno a la utiliza­
ción de otras fuentes sustitutorias de
la energía nuclear.
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EL ECOLOGISMO. OTRA UTOPÍA
En 1994, la electricidad de origen solar habría aportado en un
día de 24 horas, lo correspondiente a un segundo. La energía eólica
habría aportado 3 minutos, la hidráulica 56 minutos, el carbón de
hulla y antracita, 6 horas, el lignito 7 horas, y la energía nuclear
más de 8 horas. Una central nuclear alemana produjo en 3 horas
tanta electricidad como todas las unidades solares de Alemania en
un año,
y una mejora en las turbinas de unos 30 MW, en incremen­
to de potencia, genera
60 veces más electricidad que todo el sector
solar. España viene reduciendo poco a poco la aportación nuclear,
por
tanto producción propia no importada, en el conjunto del sistema
de energía. A pesar de las mejoras de diseño en los alabes de las
turbinas, en el aprovechamiento tanto en la distribución del vapor
en alta
y baja presión, y en conseguir a veces rendimientos del
1
OS% en las centrales nucleares, como no se construyen más, y el
consumo aumenta poco a poco, su porcentaje de energía nacional
disminuye. En 1986
se llegó al máximo, obteniéndose el 39% del
total de energía propia española, bajando en los años siguientes al
30.
La energía nuclear con sólo el 16,6% de la potencia eléctrica de
España, podría generar el
42% de la misma, con las ultimas me­
joras añadidas. Y lo que
es tremendamente significativo, en l 994
la aportación nuclear supuso un ahorro de 13 millones de tonela­
ijas de petróleo importado, si se hubiese empleado éste como com­
bustible. Resulta indiscutible la solución económica y lo casi anecdótico
de energías alternativas como la solar o
la eólica. Incluso países
ricos en hidrocarburos como los Estados U nidos, y en carbón como
los mismos EEUU, China, India, recurren
por su factor ecológico y
anticontaminante a las centrales nucleares. Mas enseguida los utó­
picos esgrimen el caso de catástrofes, como la fuga de la central de
la Isla de las Tres Millas en los EEUU. Sobre todo el caso de la
ucraniana central de Chernobyl, supone emocionalmente el argu­
mento que quiere ser definitivo.
En este terrible caso, debe procederse a
su análisis con la razón
y no con la histeria y el apasionamiento, fomentando conductas
irracionales,
y por tanto ajenas al razonamiento. Es bien sabido que
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ÁNGEL MAESTRO
en accidentes de vehículos de transporte público, muchas veces las
víctimas
se producen por histerismo, más que por las consecuen­
cias del propio accidente
en sí. Pues el análisis de las causas de
Chernobyl, no obedece a
la maldad intrínseca en sí misma de la
energía nuclear. Sólo
un loco esgrimiría que el descarrilamiento o
choque de dos trenes, obedecería a que el ferrocarril sea nefasto en
sí mismo, en vez de un estudio de las deficiencias en la seguridad
que
pueden dar origen al mismo.
Basándose en informes documentados de la OMS, de la agencia
nuclear de
la OCDE, y del Forum Atómico español, la falta de una
cultura de seguridad, consecuencia de las particularidades del sis­
tema político soviético, estuvo
en la raíz del accidente. La Unión
Soviética no tenía una inspección y evaluación, independiente de la
seguridad de las instalaciones nucleares, ni
un organismo regula­
dor como las naciones occidentales.
Las prácticas operativas sovié­
ticas
en sus reactores nucleares no eran homologables a las de los
países occidentales.
En éstos nunca hubieran sido permitidas.
Los efectos del accidente evaluados por la OMS, OCDE y otros
como el OIE, consistieron
en la muerte de 31 personas, sin descar­
tar efectos a largo plazo sobre la salud entre personas afectadas por
el accidente.
De éstos el más importante es el aumento de
cáncer de tiroides
en un grupo de 565 personas fundamentalmente
niños. Todas las demás informaciones sobre diversos efectos, que
circulaban con argumentos pseudocientíficos no se corresponden
con la realidad.
La histeria se apoderó, como es habirual, de las
poblaciones ajenas no ya a Ucrania, sino fuera de los inmensos con­
fines de la entonces URSS. El
autor de estas líneas vio suspendido
un viaje a Moscú y Leningrado, previsto con un numeroso grupo de
personas, a
un mes de producido el accidente. Fue inútil explicarse
o
intentar convencer de la considerable distancia existente entre
Chernobyl y San Petersburgo. El pánico era total a pisar siquiera
Rusia. Sería algo
tan absurdo, como hace más de 100 años, te­
mer los habitantes de Soria, la explosión del volcán Krakatoa en
Java.
Informes alarmistas y pseudocientíficos, hablaban de enferme­
dades y malformaciones existentes en cualquier zona del
mundo,
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EL ECOLOGISMO. OTRA UTOPÍA
sin relación ninguna con la radiación. Las cifras que han circulado
sobre muertes
por cánceres en grandes números no tienen base cien~
tífica en absoluto. Uno de los daños más importantes producidos
en
la población es el impacto psicológico derivado del desconoci­
miento del efecto de la radiación y las informaciones histéricas,
más que incorrectas que
se prodigaron. Las condiciones sanitarias
de los habitantes de la zona afectada fueron la razón de muchas
enfermedades encontradas posteriormente. Actualmente funcionan
2 unidades de la central y trabajan todos los días
6.000 personas,
que
habitan con su familia en la ciudad de Slavutich, que posee las
mejores condiciones sanitarias de Ucrania.
Todos los reactores de este, incluidos los tipos
RBK, han sido
mejorados con
una gran ayuda occidental, siendo muy improbable
la repetición de
un accidente de este tipo. Sin embargo, su seguri­
dad no
es aún homologable a la de los occidentales. Un accidente
de
magnitud comparable en Estados U nidos, (Three Mile Island,
1979) sólo produjo efectos despreciables sobre los trabajadores de
la central y el público, al existir
un edificio de contención que
retiene los productos de fisión. Actualmente la seguridad de los
reactores occidentales
es aún mayor que entonces como resultado
de las enseñanzas de ese accidente. Los países occidentales tratan de
que Ucrania cierre definitivamente Chernobyl, pero el parlamento
democrático de Ucrania considera más
importante para ese país la
energía que produce esa central, que el riesgo que implica.
En el mundo hay más de 430 reactores que proporcionan el
17% de la electricidad total producida.
La mayoría está en los paí­
ses occidentales. Estados Unidos 110, Francia
57,Japón 50, Reino
Unido 35, Canadá 22, Alemania 21. España tiene 9. Contra la opi­
nión generalizada
en Occidente de los riesgos inherentes al empleo
de la tecnología nuclear soviética y de que las centrales de diseño
soviético eran inseguras, de difícil mejora
y cuya mejor solución
era cerrarlas lo antes posible, a
medida que aumenta los intercam­
bios de científicos y técnicos occidentales y rusos mejora la idea
en
los primeros sobre la competencia de los segundos.
En especial, el diseño de los reactores RBBMK, el modelo de
los reactores de Chemobil, empieza a ser considerado
por los exper-
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ÁNGEL MAESTRO
tos de manera algo diferente a inmediatamente después del acci­
dente.
Los rusos, aun reconociendo los defectos que condujeron al
accidente, señalan ahora
que ya han sido rectificados y subrayan la
fiabilidad de las 1 7 unidades de ese modelo
que funcionan actual­
mente de manera satisfactoria. Prueba de ello es que no parece que
Rusia y los otros países de
la antigua Unión Soviética donde están
ubicados tengan intención de pararlos.
Ni siquiera Ucrania que
vimos no parece estar dispuesta a cerrar Chernobil, discute con
Occidente las compensaciones que deberían recibir
por ello, y en­
tre
tanto no se considera preocupada por cuestiones de seguridad
de sus reactores a pesar de haber padecido las consecuencias del
accidente.
Una combinación de «efecto invernadero» y energía nuclear, o
de
la interacción de ambas, que causaría estupor si fuese suficiente­
mente conocida
es la conclusión del estudio realizado por la Uni­
versidad Politécnica de Cataluña, según la cual la emisión de oxido
de carbono
por persona de la Ciudad Condal es de 3,2 toneladas por
año, lo que constituye la cifra más baja estudiada hasta ahora entre
los realizados
por Ciudades Europeas para la protección del Clima.
Copenhague ofrece 7,5.
Turin 8,6. Hannover 10,6. Toronto 15,0.
Denver 22,3.
Las causas de los buenos resultados comparativos para
Barcelona
se deben a que en ella la energía eléctrica que se consume
es básicamente de origen nuclear e hidráulica (90% ).
La superstición que afecta a todo lo relacionado con el aspecto
nuclear
es característica dominante entre los fundamentalistas eco­
lógicos. Mentes
que se tildan a sí mismas de progresistas ignoran o
quieren voluntariamente ignorar, con
lo cual su pecado es mayor,
que
por pocos conocimientos científicos que se posean el miedo a la
energía nuclear
es fruto de la irracionalidad y de la superstición,
enemigo de la razón. Propio de hechiceros de tribus primitivas en
el odio a la lógica. Pero como acertadamente manifestó el profesor
Velarde Fuertes ante el asombro general de ser acusado
por los
supersticiosos, el gobierno del PSOE y los medios públicos de in­
formación avalaban esta
actitud crédula de muchos lectores. No
parece que el gobierno del PP, vaya a invertir radicalmente esa
postura.
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EL ECOLOGISMO. OTRA UTOPÍA
El efecto invernadero
Otro de los grandes temas, y que al igual que las culturas pri­
mitivas al tratar lo mágico y lo misterioso resulta tabú, siquiera
discutirlo, frente a la dictadura informativa y orweliana ejercida
por los fundamentalistas ecológicos. Siéntense poseedores únicos
y
exclusivos de la verdad. Seméjanse unidos por la infalibilidad, y
lanzan su anatema para quien ose discrepar de sus afirmaciones
dogmáticas.
Durante los últimos cien años el anhídrido carbónico
en la atmósfera pasó del 0,027 a 0,035 por cien. La causa fue el
consumo acelerado primero del carbón por la rápida industrializa­
ción de los países desarrollados, lo que hubo que añadirse al consu­
mo del petróleo, como principal fuente energética.
La cifra de au­
mento
es casi despreciable.
Es un documentado trabajo del militar e investigador E. Gar­
cía Conde se analiza cómo «la variación de la cantidad de vapor de
agua
en las pocas horas que median entre el día y la noche actúa
mucho más enérgicamente sobre ese "efecto invernadero" siendo
muchísimo más activo que ese insignificante aumento secular del
0,008 por cien, de anhídrido carbónico». Pero, sigue diciendo, las
irracionales iras
de los ecologistas, haciendo caso omiso de esas ver­
dades y obedeciendo como cipayos a consignas misteriosas
se con­
centran
en el casi inofensivo anhídrido carbónico como si fuese el
único
y universal responsable del hipotético aumento de tempera­
tura. Y puede decirse con
toda justicia hipotético, cuando en enero
de 1989 un grupo de técnicos de NOAA (National Oceanic and
Atmosferic Administration) publicó un minucioso estudio sobre
la marcha del clima en los Estados U nidos, nada menos que
entre 1895 hasta 1987, en un completísimo estudio basado en los
datos existentes en las 6.000 estaciones mediadoras del National
Weather Service. El resultado con una complejidad de profusión
de datos verdaderamente asombrosa fue concluyente: rotundamen­
te negativo respecto a la existencia del menor recalentamiento at­
mosférico. Este estudio, siempre según la citada fuente,
es el más
completo y fiable de los realizados hasta 1995. Pues bien, sospe­
chosamente ha sido silenciado.
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ÁNGEL MAESTRO
El papel irresponsable y en gran parte manipulador de los me­
dios de comunicación, en una mezcla de prejuicios de antemano
existentes, y la no
ruptura con el sensacionalismo, ha otorgado el
silencio a tan completo informe. U na vez más vemos la doblez y la
falacia de la mentalidad del progresista utópico. Todo ha de
aco­
modarse a la conclusión sostenida de antemano. Ridiculizan, sin
entrar en los complejos temas de mentalidad y circunstancias, la
tan deformada sentencia eclesiástica del caso Galileo, cuando ellos
son censores de antemano más
que inquisitoriales. Así todo lo que
se acomoda a su visión de los hechos, debe ser silenciado. Igual da
que se trate de explicar la neo historia en la que parece que el
vencedor de la guerra de España
1936-1939, hubiese sido el bando
perdedor, que otorga la calificación obligatoria de fascista, al que
ose discrepar del sistema partitocrático.
En el «efecto invernadero», la alianza de superstición, ignoran­
cia
y manipulación produce efectos sorprendentes. Así el tema de
la destrucción de los bosques tropicales, como
una de las causas de
recalentamiento atmosférico. Según un informe de
la Universidad
de
Gotinga de 1990, se demuestra que una hectárea de terreno
dedicada al cultivo de la remolacha produce oxígeno para que
res­
piren 60 individuos durante un año. 1 hectárea de patata produce
oxígeno para 33 individuos. 1 hectárea de bosque tropical sólo
pro­
duce oxígeno para 17 individuos en las mismas condiciones. Se ha
Uegado a extremos ridículos en la exaltación de
la selva amazónica
como
pulmón de nuestro planeta. Aunque pueda resultar chocante
y asombroso, la extensión de
la selva amazónica, dedicada al culti­
vo remolachero -situación absurda, pero no menos absurda que el
fundamentalismo
ecológico--mejoraría la calidad del aire en to­
das las latitudes.
Los datos aportados en el convenio marco sobre cambio climá­
tico celebrado en Río
deJaneiro en 1992, fueron desmentidos radi­
calmente en 1995, por el informe de la asociación científica Accu­
Weather, la mayor organización meteorológica privada, según el
cual no habido aumentos del desorden del clima en los últimos
cien años. Siempre existieron riadas, terremotos, huracanes.
Lo que
ocurre
es que en la actualidad existe la televisión, y podemos con-
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EL ECOLOGISMO. OTRA UTOPÍA
templar las consecuencias de las mismas, al poco de producirse. En
diferentes textos leemos en la Inglaterra del siglo
XVII, que el Tá­
mesis
se encontraba helado en época primaveral, o que se produ­
cían heladas que arruinaban las cosechas en agosto,
y que eran pre­
sagios de que algo estaba cambiando, contra el ser mismo de las
cosas, demostrando que en épocas donde el maquinismo no existía
y
el consumo de combustible fósiles resultaba despreciable, era algo
propio de la naturaleza.
Las precipitaciones anormalmente altas que se produjeron en
España en
los primeros meses de 1995, según el dictamen de la
Red Europea de Apoyo al Clima, integrada
por 16 servicios meteo­
rológicos europeos, fueron simplemente
un rasgo del clima euro­
peo que presenta una gran variabilidad, sin tener relación con el
pretendido cambio climático a largo plazo.
El físico Doctor Ber Bolin, presidente del Panel Internacional
sobre Cambio Climático, (IPC) ha reconocido que «sobre la base de
registros de temperatura de que disponemos no
es posible concluir
que el hombre esté influyendo en el clima global de modo signifi­
cativo». Además, el gigante de los países en vías de desarrollo,
China, y
el grupo de los 77 países en ese estado, para desesperación
de ecologistas han manifestado que no están dispuestos a cortar sus
planes energéticos,
y que a falta de centrales nucleares, van a pro­
ducir más electricidad en centrales térmicas de carbón
y petróleo.
En otro foro, el Comité
de Energías Renovables de las Naciones
Unidades, el representante colombiano, calificó de sospechoso tan­
to énfasis sobre el «efecto invernadero», sobre el que no existen
pruebas definitivas ni mucho menos, « justo cuando los países en
vía de desarrollo están comenzando a generar su propia energía»
..
Abundando más en la histeria del «efecto invernadero», a me­
diados de julio de 1996, el Foro Europeo para la Ciencia y el Medio
Ambiente (FECMA), ha presentado
un informe en Gran Bretaña,
realizado
por veinte profesores universitarios y científicos, reba­
tiendo las conclusiones ridículamente pesimistas sobre los trastor­
nos climáticos. El doctor
John Emfley, catedrático de Química del
Imperial College, en Londres,
ha puesto de manifiesto la necesidad
de no plegarse a
ese absurdo consenso existente entre manipulado-
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ÁNGEL MAESTRO
res e ignorantes, sobre el cambio climático a consecuencia de la
acción humana. Por otra
parta el profesor Fritz Bottcher de la Uni­
versidad holandesa de Leiden, niega categóricamente que el CO,,
sea respqnsable del calentamiento del planeta. Además manifestó.
«La gran mayoría de la personas están convencidas de que el C02 es
un veneno, cuando no representa nada más que el 0,03 por-ciento
de la concentración total del aire
y es sabido que las plantas sopor­
tan sin inconveniente alguno hasta el 2 por ciento de esta influen­
cia.
Es un elemento esencial a la vida y no lo contrario».
El profesor
Büttcher ha insistido en que la tierra no se recalien­
ta anormalmente porque
en los últimos cinco años haya habido
períodos especialmente calurosos. Podríamos recordar, añadir no­
sotros, los casos expuestos anteriormente en siglos pasados. El pro­
fesor
Jack Barrett, químico del Imperial College, asegura que «un
aumento del 25 por ciento de la tasa de C02 en el aire no se distin­
gue de variaciones causadas por fenómenos naturales». Y otra opi­
nión autorizada, no
la de un «verde» profesional, sino la del profe­
sor Segalstad, del Museo de Mineralogía de la Universidad de Oslo
es concluyente: «Los océanos asimilan la mayor parte de C02 emi­
tido por la cornbustión de carburantes fósiles».
Esas catástrofes anunciadas, propias de medios sensacionalis­
tas, e
impulsadas: por extraños maridajes ecologistas-progresistas­
utópicos, del aumento del nivel de los océanos a causa de las gran­
des concentraciones de hielo, o la desertización galopante, según
los científicos.antes
citados~ son más producto de la imaginación
que la realidad.
Cu_riosamente las muy activas organizaciones verdes
por fuera,
que como
se ha dicho suelen ser rojas por dentro, silenciaron du­
rante años los terribles ataques ecológicos, hechos con magnitudes
de
plan quincenal, en la antigua Unión Soviética, como desertiza­
ciones, alteración de cauce de los ríos, desecación del
mar de Aral,
etc. «Un comprensivo» silencio acogía a tamaños atentados, cuan­
do estaban prestos a denunciar las dificultades de unas crías de
estorninos, en cualquier país capitalista.
Y
por último no podemos dejar de mencionar siquiera la muy
extraña y potente organización verde-ecologista de intereses: «Green-
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EL ECOLOGISMO. OTRA UTOPÍA
peace». La organización «ecologista verde» por excelencia, seguida
como guía y modelo por tantas organizaciones gubernamentales.
Extraña amalgama esa de las ONG, ridícula en su propia semánti­
ca en relación a sus fines, ya que también podrían ser
ONG, el
Rayo Vallecano o la Asociación de Amigos del Ferrocarril. Tan no
gubernamentales son ambas como Aedenat. Terminando en «Green­
peace», resulta cuanto menos extraño su poder económico que le
permite disponer de helicópteros, flotillas de barcos, con recursos
en todo el mundo. Resulta extraña la capacidad de movilización
dependiendo de las cuotas
de los afiliados. Haría falta verdaderas
legiones, además de que fuesen socios con cuantiosos recursos eco­
nómicos. Su procedimiento torticero en el tratamiento de la noti­
cia se ha puesto una vez más de manifiesto en ocasión de la falsedad
de la demolición de la plataforma petrolífera del Mar del Norte.
En su campaña contra la fábrica de reproceso de combustible
gastado de Sellfield en el Reino Unido, Greenpeace había recogido
arena de las playas próximas para demostrar que estaban peligrosa­
mente contaminadas y la alamacenaba en los locales de sus oficinas
de Londres, situadas en las cercanías de una vía pública y a unos
100 metros de
un parque infantil. Los periódicos londinenses tra­
jeron la noticia de
que material contaminado, en sacos de plástico y
dentro de bidones metálicos, esraba depositado en el centro de Londres.
Greenpeace se enfrentó entonces con una disyuntiva. Si el ma­
terial era radioactivo y peligroso, su almacenamiento tenía que es­
tar autorizado conforme a la legislación sobre materiales radiacti­
vos y,
al no tener autorización, el hecho estaba castigado con una
multa y con hasta 6 meses de cárcel. Si no era peligroso, ello signi­
ficaba que todas sus acusaciones sobre el peligro de las playas en el
mar de Irlanda carecían de fundamento. Greenpeace eligió esta úl­
tima solución. Su portavoz declaró que el material almacenado no
debía ser considerado como material radiactivo. Pero siguió
di­
ciendo que las playas eran peligrosas.
La electricidad nuclear, que es el 17% del total consumida en
el mundo, significa, una disminución importante del efecto inver­
nadero.
Si se sustituyeran las centrales nucleares actuales por cen­
trales térmicas de combustibles fósiles, las emisiones de
C02 la
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ÁNGEL MAESTRO
generación de energía aumentaría en más del 8% en el caso más
favorable. El análisis estadístico de las emisiones de
C02 de los diversos
países demuestra que naciones como Francia, Bélgica
y Suecia con
amplios programas nucleares redujeron significativamente sus
emisiones de
C02• Por
ejemplo de 1982 al 1992 Francia redujo
más de 3 veces las emisiones de
C02 y S02 a pesar de duplicar su
producción de electricidad
y Estados Unidos entre 1973 y 1994
con sus
109 centrales nucleares dejó de emitir 1.750 millones de
toneladas de
C02•
No es sólo
el fundamentalismo islámico el ejemplo de intole­
rancia
y fanatismo. Explicable además por ser consecuencia de una
actitud espiritual, pero el fundamentalismo ecologista resulta más
difícilmente comprensible. Unos seguidores, fanáticos, intransi­
gentes, e intolerantes a ultranza, ayunos además generalmente de
justificaciones espirituales, sino materialistas en extremo, senten­
cian inapelablemente a los que osan discrepar de sus dogmas.
No
parecen arquetipos de seres civilizados y progresistas. Diríase más
bien que son talibanes, de Occidente.
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