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Número 351-352

Serie XXXVI

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Sesión académica en honor de Santo Tomás de Aquino

SESIÓN ACADÉMICA EN HONOR
DESANTOTOMÁSDEAQUINO
El pasado 28 de enero de 1997, festividad de Santo Tomás de
Aquino, tuvo lugar en el número 141 de la madrileña calle de Claudia
Coello, bajo los auspicios de los padres dominicos y dentro de la
Cátedra «Juan Pablo II» de
la Sección española de la Sociedad In­
ternacional Tomás de Aquino (S.I.T .A.E.), la tradicional sesión aca­
démica en honor del Doctor Angélico, en
esca ocasión con la confe,
rencia pro-nunciada por el prestigioso teólogo argentino P. Alfredo
Sáenz,
S. ]., bajo el sugerente título de «El 'Nuevo Orden Mun­
dial' de Fukuyama, frente al perenne humanismo cristiano de San­
to Tomás». Presidió la reunión el Presidente de la S.I.T.A.E., P.
Victorino Rodríguez, O. P.
La presentación corrió a cargo D. Blas Piñar López, quien con la
brillantez acostumbrada introdujo no sólo al ponente principal de
la sesión, sino también, y en manera profunda, el contenido del
tema propuesto, recordando en primer lugar la oposición entre «la
Palabra divinamente inspirada» (con sus diversas formas de Inspira­
ción) frente a «la palabra diabólicamente inspirada». Seguidamente,
pasó a enumerar los tres modelos o instrumentos ideológicos de dia­
bólica inspiración, presentes en el mundo moderno y postmoderno;
a saber: (i) La Revolución Cultural marxista de Gramsci, expuesta
en sus «Cuadernos de la cárcel», que ha perseguido y hasta
un nivel
de gravedad considerable conseguido el cambio radical de concien­
cia del hombre de la calle;
(ii) la «New Age» o Nueva Era solar, cal
y como ha sido explicitada, por ejemplo, en «La Conspiración de
Acuario» de Marilyn Ferguson, con su bien conocido monismo y su
panteísmo teológico; y (iii) El Nuevo Orden Mundial (proclamado
por otra parte por George Bush ante
el Congreso de los Estados
Unidos de América), expuesto por Francis Fukuyama en «El fin de
la Historia y el último hombre»
y tristemente aplicable --cómo no,
Verbo, núm. 351-352 (1997), 175-180 175
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cabe decir-a la Nínive en que se ha convertido la España actual,
con la pretensión de tal filosofía de lograr
la· desaparición de Cristo,
la desaparición de la Iglesia, la desaparición de las patrias, la des­
aparición de las familias, la globalización mundial y un sincretismo
religioso que finalmente ha de lograr el Paraíso en la Tierra.
Tomo la palabra a continuación el P. Alfredo Sáenz,
S.]., para,
en
primer lugar, introducir la figura del filósofo de origen japonés
y nacionalizado norteamericano Francis Fukuyama,
tan influyente
en los salones de decisión de la gran república anglosajona.
Sin mayor preámbulo, el ponente procedió a glosar las líneas
maestras de pensamiento del Nuevo
Orden Mundial, señalan1o
cómo, para los seguidores de tal corriente, con la democracia liberal /'
«hemos llegado al final de la Historia», dado que dicha cosmovisión
parece en nuestros días haber prevalecido finalmente de manera
total y
es por tanto la forma terminal de gobierno de la humanidad.
Para entender dicha afirmación de Fukuyama,
es preciso conocer
previamente su concepción
de la Historia, que conforme explicó el
P. Sáenz
es heredera de los siguientes maestros de pensamiento: (i)
Kant y su concepción progresivamente expansiva de la libertad;
(ii) en forma especialmente intensa, Hegel, su auténtico «autor de
cabecera»;
y (iii) Marx, con su devenir necesario desde estructuras
simples hasta formas estructurales más desarrolladas, unido a su
proceso dialéctico de contradicción que termina en la sociedad ter­
minal proletaria, donde ya no existen más contradicciones.
Desvirtuando a Platón, Fukuyama proclama la satisfacción del
hombre gracias al capitalismo liberal, que le cubre: (i) sus deseos,
mediante la técnica proporcionada
por el liberalismo económico;
(ii) su ansia de razón, mediante la política liberal; y (iii) su necesidad
de reconocimiento, mediante la democracia liberal.
Sin embargo, antes de lograr el total fin de la historia querido
por los acólitos del Nuevo Orden Mundial, existen peligrosos com­
petidores u obstáculos que
impiden la total homogeneización del
mundo, cuales son: (i) la familia; (ii) más significativamente,
la
nación o patria; y (iii) sobre todo, la religión, especialmente la cristiana
y, ·de forma destacada -por su espíritu de transcendencia-el
Catolicismo, encabezado
por el Romano Pontífice.
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No obstante, Fukuyama insinúa que tanto el sentido de lo nacional
como el cristianismo pueden compatibilizarse con el Nuevo
Orden
Mundial siempre que el primero se limite al ámbito de lo folklórico
y el segundo se reconozca simplemente como una. opinión, utia verdad
entre tantas otras verdades
(y en ningún caso, como «la Verdad»
que proclamó ser Jesucristo). Tal pretensión de Fukuyama fue
calificada de sagaz e incluso de diabólica
por el conferenciante,
pues cabe fácilmente deducir cómo de plegarse a las exigencias del
Nuevo Orden, el hombre irá poco a poco olvidándose de sus creen­
cias tradicionales, las cuales
irán siendo sustituidas por la sacrosan­
ta Democracia liberal; desaparecerán igualmente con aquéllas, por
cierto, la filosofía y el arte, relegado éste a los museos y yermo de
nueva creación. Con Dostoievsky, «el hombre morirá de un gran
bostezo», en un tremendo aburrimiento metafísico en medio de
una gran esclavitud sin señores.
«Oppositum
per diametrum» se encuentra el pensamiento peren­
ne del
Doctor Común, a quien el jesuíta argentino no dudó en
calificar de padre intelectual, pues de forma análoga a la de Santa
Teresa o San Ignacio de Loyola, su obra sobrepasa los estrictos límites
de sus respectivas órdenes para cubrir con su gloria hasta los últimos
rincones
de la vida intelectual de la Iglesia.
La proclamada oposición es
patente, en primer lugar, porque el
pensamiento de Fukuyama, en comparación al del santo de Aquino,
parte de un error antropológico: el bombre de la Revolución francesa,
de Hegel y de Marx es (i) un ser esquizofrénico, roto por la tensión
entre el colectivismo y el individualismo, desarraigado pues ha perdido
sus raíces y semejante a una
planta artificial que ya ni mira a la luz
que viene del Cielo ni a las tradiciones que recoge de la tierra, muy
distinto del hombre orgánico tomista, «zoon politikon» religado
con sus semejantes
por esa gran ligazón que constituye --etimología
y lógicamente---la Religión; (ii) un hombre naturalista, inmanentista,
pelagiano, negador de lo sobrenatural, rousseauniano, hombre-Dios,
tan distinto al hombre como ser hecho a imagen y semejanza de
(1) BLAS PIÑAR había hablado del hombre moderno como ,((imago diabolis».
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Dios, «icono Dei» (l); (iii) un «horno faber» u «horno oeconomicus»,
cuyo fin
último es la economía como satisfacción técnica de sus
necesidades a través del puro disfrute y posesión de unos medios
convertidos en fines, pero que finalmente queda transformado en
un individuo presa de los deseos, acuciado por los grandes medios
de comunicación y fácil rapiña de los imparables progresos de la
técnica,
tan lejano a la grandeza del modelo tomista de hombre
plenario tendente a la contemplación, que siguiendo la genial distin­
ción agustiniana del «uti» y el «frui», usa de los bienes temporales
como medio para gozar de los fines espirituales; (iv) hombre, en
definitiva, superficial -cuya mayor profundidad se encuentra, al
decir
de Valéry, en la piel-, hombre castrado, hombre-gallina, de
bajos vuelos, nieto bastardo y decadente del hombre-águila, cuya
falta de reacción terminará convirtiéndole en admirador de los cerdos
e, incluso
y siguiendo la cita bíblica, en imitador del individuo
porcino hasta en el
mismo alimento de éste. El modelo humano de
Fukuyama rezuma decrepitud en la juventud física que tanto anhela
y desesperación en el loco afán por satisfacer sus «expectativas»,
mientras el hombre de Santo Tomás
se eleva sobre las fatuas expecta­
tivas mundanas tendiendo hacia las «esperanzas»
y ganando. así
una juventud sobrenatural que acrece con los años, conforme se va
acercando cada vez más a la gloria eterna
del Cielo.
En segundo lugar, el Orden Mundial de Fukuyama parte de un
concepto inmanente de la Historia, que a su decir posee un fin en
sí misma, negadora por tanto de la Teología de la Historia cristia­
na, regida desde principio a fin por la Providencia divina. El po­
nente recordó cómo, conforme al Apocalipsis y al anuncio del pe­
núltimo estadio de la historia de la humanidad, en que queda
instaurada en el mundo la figura del Anticristo, Santo Tomás des­
cribió al Anticristo,
en su comentario a la Epístola a los Tesaloni­
censes, como
un príncipe secular, que se dirá Anticristo no sólo e
implícitamente como contra-Cristo, sino pretendidamente como­
Cristo, vale decir remedo
de Cristo, mono de Cristo, que a Él se
intenta parecer para torticeramente vencerle, por más que al final
de la Historia se imponga con carácter definitivo la magnificiencia
divina
en todo su esplendor.
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Como tercera falsedad y signo de total oposición con la filosofía
cristiana, la concepción de Fukuyama tiene un erróneo concepto
del mundo u orden temporal y social, heredero de la Reforma protes­
tante y de la Revolución francesa, e impregnado como ellas de una
disolvente inmanencia, desconocida para la Tradición tomista de
las tres ciudades: los discípulos de Jerusalén, los filósofos de Atenas
y los cristianos de Roma confluyen fértilmente en Santo Tomás
y
con él en toda la Tradición eclesial como, de una forma nefasta, lo
hacen
en la línea que, más o menos oscura o torpemente llega hasta
Fukuyama, los judíos contrarios a Cristo, los sofistas griegos y los
responsables de las persecuciones en el Principado romano.
En conclusión, tanto la gran Cristiandad, en el momento histórico
en que
la hemos conocido, como el actualmente asediado Cristianismo,
suponen
un claro correctivo de las tesis que hoy recoge el Nuevo
Orden Mundial de Fukuyama, no pudiendo achacarse a la perenne
filosofía católica el fácil dardo de la inadecuación a la realidad,
pues el amor y el consejo por la contemplación nunca ocultaron ni
a la Tradición de la Iglesia ni al propio Santo Tomás el interés
por
lo real y el estudio de lo doméstico.
Caído el marxismo político y para los que creen en el mundo
libre con la única garantía del derrumbamiento del muro de Berlín,
invectivas como
la anteriormente expuesta confirman las tesis del
Cardenal Ratzinger sobre la aparición de siete demonios igualmente
peligrosos donde antes había solamente uno.
La Iglesia, en conclu­
sión, no debe dejarse absorber
por el Nuevo Orden, ni acomodarse,
ni resignarse, sino más bien, hacerse
mil~tante, restaurar en la so­
ciedad civil las comunidades reales que son las familias, los muni­
cipios, las asociaciones, las patrias, y todo ello en comunión con el
Cuerpo Místico y el Padre. Así lo recordaba el Concilio Vaticano II
cuando vaticinaba la desaparición de la criatura que olvida a su
Creador, y asímismo lo recordaba el Papa Juan Pablo II en su últi­
ma visita a España, recomendando abrir todas las puertas y superar
la reclusión de la Religión en la vida privada y en los corazones,
para hacerla siempre presente en las sociedades.
Siguiendo a Su Santidad
en su denuncia de las «democracias
enfermas», el Padre Sáenz recomendó coraje e imaginación para
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contestar tesis como las de Fukuyama, pues contrariamente a lo
que una y otra vez se nos impone creer, podemos luchar contra esas
pretendidas fuerzas anónimas e impersonales
de la Historia, dado
que, según
ha recordado Thomas Molnar, son grandes personalidades
las
que a veces logran reconducir el curso de los acontecimientos.
En este sentido, el Padre Sáenz nos apeló con Santo Tomás al
optimismo y a la paciencia
para sembrar lo que quizás no fructificare
hasta las generaciones
de nuestros tataranietos, como las penurias
sufridas en las catacumbas
por los primeros cristianos no habrían
de fructificar sino hasta siglos después,
en la añorada Cristiandad
medieval, pues
en definitiva no se nos ha de juzgar por la Victoria
--que sólo Dios sabe y decide cuándo y a quién le será concedida­
sino por las cicatrices empeñadas en obtenerla.
MIGUEL TOLEDANO.
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