Índice de contenidos
Número 351-352
Serie XXXVI
- Textos
-
Estudios
-
Las causas del Alzamiento
-
Concreción de los principios ético-naturales en principios generales de derecho y su reflejo en la interpretación jurídica
-
Peculiaridades de la verdad práctica
-
El panegírico postmoderno de la irracionalidad
-
Dignidad humana y bien común como referencias sociales
-
Memoria e inteligencia
-
Paleoconservatismo U.S.A.
-
El ecologismo. Otra utopía
-
Los prodigios del Islam. La cautividad del catolicismo en Oriente y Occidente
-
- In memoriam
- Actas
- Crónicas
- Información bibliográfica
Autores
1997
Miguel Ayuso Torres: ¿Después del Leviathan? Sobre el estado y su signo
INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Miguel Ayuso: ¿DESPUÉS DEL LEVIATHAN?
SOBRE EL ESTADO Y SU SIGNO
(*)
Con este vibrante libro, viene a culminar su autor toda una larga
serie de escritos suyos en los que, sobre todo, pero no exclusivamente,
desde la experiencia española y un enfoque nacional, se plantea y pro
fundiza la crítica de la modernidad democrática, que pretende consti
tuirse
en dogma, a modo de «political correctness» aniquiladora de
una tradición multisecular del pensamiento ético; porque, de lo que
es tan sólo una forma de gobierno, con toda su relatividad histórica
y coyuntural, se está queriendo extraer, no sólo una filosofía polí
tica, sino un dogma ético, por lo demás, razonablemente inadmisible.
Para la fidelidad tradicionalista del autor valía ya como expresión
suficiente su excelente libro «La filosofía jurídica y política de
Francisco Elías de Tejada» (1994), pero el lector encontrará en este
otro libro un compendio ajustado y lúcido de ideas, tradicionales
pero siempre actuales, que valen como coordenadas fundamentales
para la crítica política de hoy.
Como dice el autor (pág. 185) su planteamiento quiere ser funda
mentalmente universal. En efecto, la incidencia de la experiencia
española le
ba servido, no para estrechar el enfoque de los problemas
siempre actuales, sino para ampliar horizontes críticos, gracias a la
singularidad de una tradición hispánica, que nunca participó propia
mente en la revolución de la secularización europea, aunque se haya
visto accidentalmente atraída, y hasta dominada,
por ella en momentos
de su historia, como el de la presente perplejidad de España, reducida
a
«país», es decir «paisaje».
(*) Speiro, Madrid 1996, 190 págs.
V,rbo, núm. 351-352 (1997), 185-204 185
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BJBLIOGRAFICA
El título del libro alude, evidentemente, a la mitificación del
«Estado» como «Leviathan», por Hobbes, en contraposición al anti
Estado o
«Behemoth>>, que, en algún momento, llegó a identificar
Hobbes con la Iglesia,
por una profunda comprensión de ésta como
principal obstáculo para la consolidación del Estado.
Se trata, pues, en todo caso, de prever un futuro «después» de
que
se consume la actual crisis del Estado. Concretamente, puede
haber influido en la elección de este
título el otro reciente libro
italiano, que él cita (pág. 186, n. 271): «Dopo il Leviatano. Individuo
e comunica nella filosofia política» (1995);
su autor, Giacomo
Marramao, pertenece al
grupo de pensadores no-conformistas con
la democracia, que colabora en la nueva revista italiana «De cive», que
Antonio Caracciolo acaba de lanzar en sustitución de la anterior
«Behemoth»; de todos modos, el autor no
se identifica con Marramao,
en el que advierte «cierto toque cabalístico» (pág. 186); esta dolencia,
por lo demás, es propia de cualquier planteamiento que acuda, con
Hobbes, a la asimilación del Estado con el monstruo bíblico «Levia
than»; esto, a pesar, en
mi opinión, del modesto papel bíblico de ese
monstruo marino, que tampoco aparece enfrentado, en la Biblia,
con el otro de «Behemoth»:
me parece que el dragón marino y el
hipopótamo no pasan de ser figuras exóticas
para la mentalidad ju día,
y que sólo abusivamente pueden servir para personificar el «Estado»
u otra cosa contraria. Pero, en todo caso, tenemos hoy la convención
de identificar el «Leviathan» con el «Estado», como forma política
de la Edad Moderna. Y de
su crisis se trata en este libro.
El libro
se divide en tres partes: la primera («Retrospectiva»)
sobre el origen histórico del Estado; la segunda («Perspectiva»),
sobre
la crisis actual del Estado, en el tránsito de la modernidad a
la post-modernidad;
y la tercera («Prospectiva») sobre las previsiones
de superación de esa crisis.
Dentro de ese discurso general se van
hilvanando congruentemente las ideas que nos brinda el autor.
En los cuatro capítulos de
la primera parte, recuerda el autor
las formas de comunidad social
--el adjetivo «político», resulta,
en cierto modo, anticipativo,
por la afinidad del «Estado» moderno
con
la «polis» griega-pre-estatales, las «fracturas» del orden político
medieval
y la contradicción hispánica -su distanciamiento de-
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Fundaci\363n Speiro
INFOR.MACION BIBLIOGRAFICA
pende sobre rodo de la Paz de Wesrfalia de 1648, culminación de
la revolución
luterana-, la conversión de las monarquías absolutas
en «Estados liberales», en concreto, del «Estado de bienestar», y el
análisis de los elementos constitutivos del nuevo Estad.o: población
(o nación), territorio
y soberanía. (Me remito a mi definición de
«Estado» en «Verbo» nº 345-346, pág. 514).
Esta primera parte era necesaria para evitar el error de creer que
toda organización social de
un poder de gobierno es ya un «Estado»,
siendo así que el
«Estado» aparece tan sólo en la Edad Moderna,
como instrumento superior de las guerras de religión.
Es más, aunque
el autor parece considerar que «lo stato» de Maquiavelo
es ya un
«Estado» (pág. 25), pienso que esa palabra tiene en Maquiavelo
todavía
el sentido latino de status rei publicae, es decir, de seguridad
y estabilidad del poder
-ahora, el personal del «Príncipe»-; así,
no creo que
se pueda hablar del «Estado» en época de nuestros
Reyes Católicos, a pesar del evidente fortalecimiento del poder regio.
Y, como el autor acertadamente afirma, los Austrias no
se apartan
de la actitud antiestatal
-y hasta «antipolítica»-de los pensadores
de su época.
En la segunda parte del libro
se describe con firmes trazos el
fenómeno de la actual crisis del Estado en relación con el tránsito
de la modernidad a la postmodernidad. A la crisis del Estado
se
refiere el primer capítulo de esta segunda parte, y siguen otros
capítulos sobre el retorno a la primacía de lo social
-«más Sociedad
y menos
Estado»-, al predominio de lo económico sobre lo político,
al agotamiento ético del
mundo actual, y finalmente, al aniquilador
pluralismo de la «multicultura».
Aparece claramente en esta parte la relación del liberalismo
con el individualismo
y con el resultado de la economía capitalista
como rectora de toda la vida social, con la inevitable consecuencia
de atribuir
el poder real al control financiero del mundo -la «sinar
quía» (pág.
187)-, en complicidad con el favor del Estado: éste
vive de los beneficios del capitalismo,
al que, naturalmente, concede
la protección institucional necesaria.
Congruente con este predominio de la Economía
es la imposición
del lacismo
y la ruina de una Ética objetiva, no puramente conven-
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
dona! y, por ello, accidental: de libertad «de las conciencias», como
lema del agnosticismo, frente a la tradicional libertad teoló
gica «de la conciencia» como presupuesto de la responsabilidad
humana.
La
«Prospectiva» final se ofrece como la búsqueda de una solución
ante la crisis, al parecer irreversible, de la organización estatal del
mundo.
Es explicable que esta «prospectiva» esté determinada por
la actitud personal del autor ante los hechos detectables, y que él
ha analizado en la «perspectiva» anterior.
Esta personal actitud del autor depende de la falaz conversión
de lo que es una forma de gobierno, la democracia, en una filosofía
totalitaria; por
lo que se puecle hablar de un «totalitarismo demo
crático» (pág. 127), muy distanciado de aquel primer liberalismo
del que procede: la libertad de expresión,
por ejemplo, queda abolida
cuando se dice algo contrario a los signos totalitarios de la democracia.'
Se puede observar así cómo lo que empieza como permisivismo
moral acaba por convertirse en coacción social, incluso estatal; tal
es el caso de las «liberadoras» técnicas contraconceptivas, que acaban
por servir a un control de natalidad coactivo.
Frente a las falacias democráticas, el autor empieza por requerir
una recuperación ética, de restauración de una «invariante moral»
(según la expresión del Obispo Guerra Campos), y, en concreto, de
la observancia de un derecho natural, que es expresión racional de
la responsabilidad humana dentro del orden de la creación divina.
Por otro lado (cap. 3
de esta tercera parte), la necesidad de
revitalizar las instituciones sociales y de un recto sentido del bien
común, que la modernidad identificó con el «bien público»,
y la
postmodernidad, con el «bien de los privados» (pág. 150 ss.). Porque
lo que
me parece que late en estos errores es el de haber sustituido
el concepto moral de «bien» por el económico de «interés» es evidente
que puede haber contradicción entre el «interés público»
y el «interés
privado», en tanto respecto
al «bien» no puede darse tal contradicción,
pues el bien público es también de los individuos, y viceversa.
Trata luego (cap. 4), en relación con lo anterior, de la necesidad
de superar la acrual oligarquía partitocrática. Dentro de esta necesidad
de reorganización política entra, según el autor, el neocorporativismo,
188
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
que Zampetti ha llamado de «democracia representativa» y el autor
prefiere llamar «parricipativa» (pág. 168 ss.); se trata de una «recons
titución orgánica de la nación», en el sentido que ha defendido
Vallet de Goytisolo. Entra también, a este propósito, la idea de
la «foralidad» como versión hispánica del principio de subsi
diaredad.
Un último capítulo (cap. 5) se dedica a la «refundación nacio
nal» como remedio contra la desintegración actual de las identidades
nacionales
--el autor piensa, inevitablemente, en España, sobre
todo--y destrucción de las naturales agrupaciones de naciones -a
modo de «naciones de naciones» (pág. 183}--, como sucesores
de antiguos imperios, lo
que apunta, en mi opinión, aunque el
autor no lo diga expresamente, a los posibles «grandes espacios»
del futuro.
Cierra
el libro una conclusión (cap. 6) en la que se ajusta la
orientación general del autor frente a las contradicciones insalvables
de la postmodernidad, resultado fatal, por lo demás, de los errores
de la modernidad.
Es claro que en la «Prospectiva» es donde inciden más decisiva
mente los presupuestos teológicos y filosóficos del autor, y donde,
en consecuencia, la reacción del lector puede resultar menos segura;
pero
yo debo reconocer mi identificación personal en esa línea de
pensamiento que tan inteligentemente viene desarrollando el autor.
Cuantos defendemos una restauración tradicional podemos encontrar
en este libro un reflejo sublimado de nuestro propio pensamiento.
Porque, precisamente por la pretensión de ser «tradicional», siente
uno cierta incomodidad e inseguridad cuando lo que uno defiende
se considera como algo personal. En el espejo del autor, en cambio,
se encuentra uno integrado en un conjunto de actitudes afines. Aunque
cada expresión personal de esa tradición pueda ofrecer distintos
matices, éstos no son más que reflejos accidentales de un cuerpo
doctrinal único, como sucede con
la misma luz solar reflejada en
los colores. Y puede uno encontrarse confortado al encontrarse en
el consorcio de autores afines, aunque no haya uno sabido captar su
pensamiento de modo suficiente pata una adhesión sin más. La
experiencia vital de todos puede haber sido bastante común, pero
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
las circunstancias personales de formación intelectual pueden im
pedir la exacta coincidencia en la común fidelidad a la tradición.
Para
mí resulta confortante verme asociado a autores de superior
categoría, con los que he convivido en mayor o menor medida: la
autoridad de ya fallecidos como Vegas Latapié, con el que, aunque
él unos años mayor, coincidí en el Doctorado de la Central, en
1940 -recuerdo un examen extraordinario, para los dos solos, que
nos hizo Alfonso García Valdecasas: una coincidencia
memorable-;
como Leopoldo Palacios, amigo desde el Bachillerato; como el emi
nente Francisco Elías de Tejada, con el que coincidí en la termina
ción de la carrera
y mantuve amistad; aunque, en cierto momento,
él dejó de tener hacia mí -me llegó a censurar de «calvinista»
la admiración que yo tenía por él, siempre atribuí esta quiebra a
razones especiales como su discrepancia acerca de la «unidad de
vida»,
y no impidió que le siga reconociendo como gran teórico de
la tradición; basta el lihro de Miguel Ayuso sobre él para justificar
mi reconocimiento de su autoridad. Luego, otras figuras de autores
afortunadamente vivos, como Francisco Canals, Rafael
Gambra y
los para mí hospitalarios Vallet de Goytisolo y Miguel Ayuso, autor
del libro que ahora comento. Y hay más, que sería largo de mencionar.
Pero, tras este primer plano de pensamiento tradicionalista
español, el autor de este libro nos descorre
un horizonte más universal,
en el
que nuestro pensamiento español viene a integrarse como
actual y no exclusivamente nacional: figuras de todo el mundo como
las de Bertrand de Jouvenel,
Jean Madiran, Marce! de Corte, Louis
Salieron,
Michel Villey, Thomas Molnar, Frederick Wilhelmsen
~inolvidable amigo mío-, Danilo Castellano y tantos otros (se
echa de menos en este libro un índice de personas), vienen a inte
grar el tradicionalismo español en un horizonte universal muy actual.
Porque las circunstancias mundiales de hoy no permiten percibir
la importancia de todo el actual pensamiento antimodernista.
La
· tiranía de los medios de difusión coarta la recepción de ese pensa
miento,
por el agobio propagandístico de los tópicos democráticos
de la «poli
ti cal correctness», pero esa fuerte corriente de pensa
miento, aunque tendenciosamente silenciada
por los «dominadores
de este mundo», existe realmente,
y se puede reconocer precisa-
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
mente por su racionalidad y excepcional categoría intelectual, muy
por encima de la nauseabunda tópica «Progresista» de los corifeos
de la democracia.
ALVARO D'ÜRS.
Angel Maestro et al: RAZONALISMO. HOMENAJE A
FERNANDEZ DE LA MORA(*)
Por iniciativa de una comisión constituida por Ricardo de la
Cierva, Rodrigo Fernández Carvajal, José Lois Estévez, Dalmacio
Negro Pavón,Juan Velarde Fuertes
y Angel Maestro, que actuó como
secretario, aparece esta obra homenaje a Gonzalo Fernández de la
Mora con motivo de su septuagésimo aniversario. En ella participan
90 colaboradores que han querido dejar constancia de su relación
amistosa
y del justo y merecido homenaje para con una de las más
importantes personalidades de la cultura española de la segunda
mitad de este siglo.
Aunque de diversa y desigual factura, prácticamente todas las
contribuciones
-incluso la mayoría de las once últimas, clasificadas
como de «varia
lección»-se refieren directamente a la figura y a
la obra de Gonzalo Fernández de la Mora, o, indirectamente, a
temas
por él tratados. Así, entre las primeras, encontramos desde
las que constituyen testimonios de amistad, hasta las que son ver
daderas monografías sobre aspectos concretos de su labor y su
pensamiento. Sin ignorar
al diplomático ni al político ni su gestión
pública al frente del Ministerio de Obras Públicas, es sobre todo el
intelectual el que merece, con mucho, la mayor atención.
Diecinueve autores
se ocupan del autor, en tres capítulos que
abarcan los antecedentes, la juventud y la madurez: Desde Femández
de la Cigoña, con «Mon, un apellido en la historia», hasta Utrera
(*) Fundación Balmes, Madrid, 1995, (17x24 cm.), 621 págs.
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Miguel Ayuso: ¿DESPUÉS DEL LEVIATHAN?
SOBRE EL ESTADO Y SU SIGNO
(*)
Con este vibrante libro, viene a culminar su autor toda una larga
serie de escritos suyos en los que, sobre todo, pero no exclusivamente,
desde la experiencia española y un enfoque nacional, se plantea y pro
fundiza la crítica de la modernidad democrática, que pretende consti
tuirse
en dogma, a modo de «political correctness» aniquiladora de
una tradición multisecular del pensamiento ético; porque, de lo que
es tan sólo una forma de gobierno, con toda su relatividad histórica
y coyuntural, se está queriendo extraer, no sólo una filosofía polí
tica, sino un dogma ético, por lo demás, razonablemente inadmisible.
Para la fidelidad tradicionalista del autor valía ya como expresión
suficiente su excelente libro «La filosofía jurídica y política de
Francisco Elías de Tejada» (1994), pero el lector encontrará en este
otro libro un compendio ajustado y lúcido de ideas, tradicionales
pero siempre actuales, que valen como coordenadas fundamentales
para la crítica política de hoy.
Como dice el autor (pág. 185) su planteamiento quiere ser funda
mentalmente universal. En efecto, la incidencia de la experiencia
española le
ba servido, no para estrechar el enfoque de los problemas
siempre actuales, sino para ampliar horizontes críticos, gracias a la
singularidad de una tradición hispánica, que nunca participó propia
mente en la revolución de la secularización europea, aunque se haya
visto accidentalmente atraída, y hasta dominada,
por ella en momentos
de su historia, como el de la presente perplejidad de España, reducida
a
«país», es decir «paisaje».
(*) Speiro, Madrid 1996, 190 págs.
V,rbo, núm. 351-352 (1997), 185-204 185
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El título del libro alude, evidentemente, a la mitificación del
«Estado» como «Leviathan», por Hobbes, en contraposición al anti
Estado o
«Behemoth>>, que, en algún momento, llegó a identificar
Hobbes con la Iglesia,
por una profunda comprensión de ésta como
principal obstáculo para la consolidación del Estado.
Se trata, pues, en todo caso, de prever un futuro «después» de
que
se consume la actual crisis del Estado. Concretamente, puede
haber influido en la elección de este
título el otro reciente libro
italiano, que él cita (pág. 186, n. 271): «Dopo il Leviatano. Individuo
e comunica nella filosofia política» (1995);
su autor, Giacomo
Marramao, pertenece al
grupo de pensadores no-conformistas con
la democracia, que colabora en la nueva revista italiana «De cive», que
Antonio Caracciolo acaba de lanzar en sustitución de la anterior
«Behemoth»; de todos modos, el autor no
se identifica con Marramao,
en el que advierte «cierto toque cabalístico» (pág. 186); esta dolencia,
por lo demás, es propia de cualquier planteamiento que acuda, con
Hobbes, a la asimilación del Estado con el monstruo bíblico «Levia
than»; esto, a pesar, en
mi opinión, del modesto papel bíblico de ese
monstruo marino, que tampoco aparece enfrentado, en la Biblia,
con el otro de «Behemoth»:
me parece que el dragón marino y el
hipopótamo no pasan de ser figuras exóticas
para la mentalidad ju día,
y que sólo abusivamente pueden servir para personificar el «Estado»
u otra cosa contraria. Pero, en todo caso, tenemos hoy la convención
de identificar el «Leviathan» con el «Estado», como forma política
de la Edad Moderna. Y de
su crisis se trata en este libro.
El libro
se divide en tres partes: la primera («Retrospectiva»)
sobre el origen histórico del Estado; la segunda («Perspectiva»),
sobre
la crisis actual del Estado, en el tránsito de la modernidad a
la post-modernidad;
y la tercera («Prospectiva») sobre las previsiones
de superación de esa crisis.
Dentro de ese discurso general se van
hilvanando congruentemente las ideas que nos brinda el autor.
En los cuatro capítulos de
la primera parte, recuerda el autor
las formas de comunidad social
--el adjetivo «político», resulta,
en cierto modo, anticipativo,
por la afinidad del «Estado» moderno
con
la «polis» griega-pre-estatales, las «fracturas» del orden político
medieval
y la contradicción hispánica -su distanciamiento de-
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pende sobre rodo de la Paz de Wesrfalia de 1648, culminación de
la revolución
luterana-, la conversión de las monarquías absolutas
en «Estados liberales», en concreto, del «Estado de bienestar», y el
análisis de los elementos constitutivos del nuevo Estad.o: población
(o nación), territorio
y soberanía. (Me remito a mi definición de
«Estado» en «Verbo» nº 345-346, pág. 514).
Esta primera parte era necesaria para evitar el error de creer que
toda organización social de
un poder de gobierno es ya un «Estado»,
siendo así que el
«Estado» aparece tan sólo en la Edad Moderna,
como instrumento superior de las guerras de religión.
Es más, aunque
el autor parece considerar que «lo stato» de Maquiavelo
es ya un
«Estado» (pág. 25), pienso que esa palabra tiene en Maquiavelo
todavía
el sentido latino de status rei publicae, es decir, de seguridad
y estabilidad del poder
-ahora, el personal del «Príncipe»-; así,
no creo que
se pueda hablar del «Estado» en época de nuestros
Reyes Católicos, a pesar del evidente fortalecimiento del poder regio.
Y, como el autor acertadamente afirma, los Austrias no
se apartan
de la actitud antiestatal
-y hasta «antipolítica»-de los pensadores
de su época.
En la segunda parte del libro
se describe con firmes trazos el
fenómeno de la actual crisis del Estado en relación con el tránsito
de la modernidad a la postmodernidad. A la crisis del Estado
se
refiere el primer capítulo de esta segunda parte, y siguen otros
capítulos sobre el retorno a la primacía de lo social
-«más Sociedad
y menos
Estado»-, al predominio de lo económico sobre lo político,
al agotamiento ético del
mundo actual, y finalmente, al aniquilador
pluralismo de la «multicultura».
Aparece claramente en esta parte la relación del liberalismo
con el individualismo
y con el resultado de la economía capitalista
como rectora de toda la vida social, con la inevitable consecuencia
de atribuir
el poder real al control financiero del mundo -la «sinar
quía» (pág.
187)-, en complicidad con el favor del Estado: éste
vive de los beneficios del capitalismo,
al que, naturalmente, concede
la protección institucional necesaria.
Congruente con este predominio de la Economía
es la imposición
del lacismo
y la ruina de una Ética objetiva, no puramente conven-
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dona! y, por ello, accidental: de libertad «de las conciencias», como
lema del agnosticismo, frente a la tradicional libertad teoló
gica «de la conciencia» como presupuesto de la responsabilidad
humana.
La
«Prospectiva» final se ofrece como la búsqueda de una solución
ante la crisis, al parecer irreversible, de la organización estatal del
mundo.
Es explicable que esta «prospectiva» esté determinada por
la actitud personal del autor ante los hechos detectables, y que él
ha analizado en la «perspectiva» anterior.
Esta personal actitud del autor depende de la falaz conversión
de lo que es una forma de gobierno, la democracia, en una filosofía
totalitaria; por
lo que se puecle hablar de un «totalitarismo demo
crático» (pág. 127), muy distanciado de aquel primer liberalismo
del que procede: la libertad de expresión,
por ejemplo, queda abolida
cuando se dice algo contrario a los signos totalitarios de la democracia.'
Se puede observar así cómo lo que empieza como permisivismo
moral acaba por convertirse en coacción social, incluso estatal; tal
es el caso de las «liberadoras» técnicas contraconceptivas, que acaban
por servir a un control de natalidad coactivo.
Frente a las falacias democráticas, el autor empieza por requerir
una recuperación ética, de restauración de una «invariante moral»
(según la expresión del Obispo Guerra Campos), y, en concreto, de
la observancia de un derecho natural, que es expresión racional de
la responsabilidad humana dentro del orden de la creación divina.
Por otro lado (cap. 3
de esta tercera parte), la necesidad de
revitalizar las instituciones sociales y de un recto sentido del bien
común, que la modernidad identificó con el «bien público»,
y la
postmodernidad, con el «bien de los privados» (pág. 150 ss.). Porque
lo que
me parece que late en estos errores es el de haber sustituido
el concepto moral de «bien» por el económico de «interés» es evidente
que puede haber contradicción entre el «interés público»
y el «interés
privado», en tanto respecto
al «bien» no puede darse tal contradicción,
pues el bien público es también de los individuos, y viceversa.
Trata luego (cap. 4), en relación con lo anterior, de la necesidad
de superar la acrual oligarquía partitocrática. Dentro de esta necesidad
de reorganización política entra, según el autor, el neocorporativismo,
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que Zampetti ha llamado de «democracia representativa» y el autor
prefiere llamar «parricipativa» (pág. 168 ss.); se trata de una «recons
titución orgánica de la nación», en el sentido que ha defendido
Vallet de Goytisolo. Entra también, a este propósito, la idea de
la «foralidad» como versión hispánica del principio de subsi
diaredad.
Un último capítulo (cap. 5) se dedica a la «refundación nacio
nal» como remedio contra la desintegración actual de las identidades
nacionales
--el autor piensa, inevitablemente, en España, sobre
todo--y destrucción de las naturales agrupaciones de naciones -a
modo de «naciones de naciones» (pág. 183}--, como sucesores
de antiguos imperios, lo
que apunta, en mi opinión, aunque el
autor no lo diga expresamente, a los posibles «grandes espacios»
del futuro.
Cierra
el libro una conclusión (cap. 6) en la que se ajusta la
orientación general del autor frente a las contradicciones insalvables
de la postmodernidad, resultado fatal, por lo demás, de los errores
de la modernidad.
Es claro que en la «Prospectiva» es donde inciden más decisiva
mente los presupuestos teológicos y filosóficos del autor, y donde,
en consecuencia, la reacción del lector puede resultar menos segura;
pero
yo debo reconocer mi identificación personal en esa línea de
pensamiento que tan inteligentemente viene desarrollando el autor.
Cuantos defendemos una restauración tradicional podemos encontrar
en este libro un reflejo sublimado de nuestro propio pensamiento.
Porque, precisamente por la pretensión de ser «tradicional», siente
uno cierta incomodidad e inseguridad cuando lo que uno defiende
se considera como algo personal. En el espejo del autor, en cambio,
se encuentra uno integrado en un conjunto de actitudes afines. Aunque
cada expresión personal de esa tradición pueda ofrecer distintos
matices, éstos no son más que reflejos accidentales de un cuerpo
doctrinal único, como sucede con
la misma luz solar reflejada en
los colores. Y puede uno encontrarse confortado al encontrarse en
el consorcio de autores afines, aunque no haya uno sabido captar su
pensamiento de modo suficiente pata una adhesión sin más. La
experiencia vital de todos puede haber sido bastante común, pero
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las circunstancias personales de formación intelectual pueden im
pedir la exacta coincidencia en la común fidelidad a la tradición.
Para
mí resulta confortante verme asociado a autores de superior
categoría, con los que he convivido en mayor o menor medida: la
autoridad de ya fallecidos como Vegas Latapié, con el que, aunque
él unos años mayor, coincidí en el Doctorado de la Central, en
1940 -recuerdo un examen extraordinario, para los dos solos, que
nos hizo Alfonso García Valdecasas: una coincidencia
memorable-;
como Leopoldo Palacios, amigo desde el Bachillerato; como el emi
nente Francisco Elías de Tejada, con el que coincidí en la termina
ción de la carrera
y mantuve amistad; aunque, en cierto momento,
él dejó de tener hacia mí -me llegó a censurar de «calvinista»
la admiración que yo tenía por él, siempre atribuí esta quiebra a
razones especiales como su discrepancia acerca de la «unidad de
vida»,
y no impidió que le siga reconociendo como gran teórico de
la tradición; basta el lihro de Miguel Ayuso sobre él para justificar
mi reconocimiento de su autoridad. Luego, otras figuras de autores
afortunadamente vivos, como Francisco Canals, Rafael
Gambra y
los para mí hospitalarios Vallet de Goytisolo y Miguel Ayuso, autor
del libro que ahora comento. Y hay más, que sería largo de mencionar.
Pero, tras este primer plano de pensamiento tradicionalista
español, el autor de este libro nos descorre
un horizonte más universal,
en el
que nuestro pensamiento español viene a integrarse como
actual y no exclusivamente nacional: figuras de todo el mundo como
las de Bertrand de Jouvenel,
Jean Madiran, Marce! de Corte, Louis
Salieron,
Michel Villey, Thomas Molnar, Frederick Wilhelmsen
~inolvidable amigo mío-, Danilo Castellano y tantos otros (se
echa de menos en este libro un índice de personas), vienen a inte
grar el tradicionalismo español en un horizonte universal muy actual.
Porque las circunstancias mundiales de hoy no permiten percibir
la importancia de todo el actual pensamiento antimodernista.
La
· tiranía de los medios de difusión coarta la recepción de ese pensa
miento,
por el agobio propagandístico de los tópicos democráticos
de la «poli
ti cal correctness», pero esa fuerte corriente de pensa
miento, aunque tendenciosamente silenciada
por los «dominadores
de este mundo», existe realmente,
y se puede reconocer precisa-
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
mente por su racionalidad y excepcional categoría intelectual, muy
por encima de la nauseabunda tópica «Progresista» de los corifeos
de la democracia.
ALVARO D'ÜRS.
Angel Maestro et al: RAZONALISMO. HOMENAJE A
FERNANDEZ DE LA MORA(*)
Por iniciativa de una comisión constituida por Ricardo de la
Cierva, Rodrigo Fernández Carvajal, José Lois Estévez, Dalmacio
Negro Pavón,Juan Velarde Fuertes
y Angel Maestro, que actuó como
secretario, aparece esta obra homenaje a Gonzalo Fernández de la
Mora con motivo de su septuagésimo aniversario. En ella participan
90 colaboradores que han querido dejar constancia de su relación
amistosa
y del justo y merecido homenaje para con una de las más
importantes personalidades de la cultura española de la segunda
mitad de este siglo.
Aunque de diversa y desigual factura, prácticamente todas las
contribuciones
-incluso la mayoría de las once últimas, clasificadas
como de «varia
lección»-se refieren directamente a la figura y a
la obra de Gonzalo Fernández de la Mora, o, indirectamente, a
temas
por él tratados. Así, entre las primeras, encontramos desde
las que constituyen testimonios de amistad, hasta las que son ver
daderas monografías sobre aspectos concretos de su labor y su
pensamiento. Sin ignorar
al diplomático ni al político ni su gestión
pública al frente del Ministerio de Obras Públicas, es sobre todo el
intelectual el que merece, con mucho, la mayor atención.
Diecinueve autores
se ocupan del autor, en tres capítulos que
abarcan los antecedentes, la juventud y la madurez: Desde Femández
de la Cigoña, con «Mon, un apellido en la historia», hasta Utrera
(*) Fundación Balmes, Madrid, 1995, (17x24 cm.), 621 págs.
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