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Número 351-352

Serie XXXVI

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Álvaro d'Ors, premio Eusko Ikaskuntza de humanidades 1996

ALVARO D'ORS, PREMIO EUSKO IKASKUNTZA
DE HUMANIDADES 1996
El 3 de octubre pasado, nuestro querido amigo y maestro, cola­
borador siempre generoso de estas páginas, el profesor Alvaro d'Ors,
recibía en el Aula Magna de la Universidad de Navarra el Premio
Eusko Ikaskuntza-Caja Laboral de Humanidades y Ciencias Sociales
de 1996. El acto, al que don Alvaro, como siempre que va a
la Uni­
versidad, acudió en autobús, reunió al presidente del Gobier-no de
Navarra, Miguel Sanz, a la consejera de cultura del Gobierno Vasco,
María del Carmen Garmendia, al vicerrector de la Universidad de
Navarra, Agustín González Enciso, al presidente de la Sociedad de
Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza, GregorioMonreal, y al presidente
de la Caja Laboral,
Juan María Otaegui. Se encontraban también los
rectores de
las Universidades Pública de Navarra, Pau y Deusto. Final­
mente, entre las intervenciones, tuvieron carácter destacado las del
presidente de la Real Academia de] urisptudencia y Legislación, nues­
tro director
Juan Vallet de Goytisolo, y la del profesor Rafael Domin­
go, discípulo y sucesor en
la cátedra del galardonado, y decano de la
Facultad de Derecho de la Universidad de Navarra. Como a continuas
ción se reproducen ambos discursos, no es preciso efectuar glosa algu­
na. Si debe en cambio transcribirse, aunque sea parcialmente, por las
referencias de prensa, el discurso de agradecimiento de don Alvaro:
«Al recibir un premio como éste de la Sociedad de Estudios
Vascos, uno puede pararse a pensar en los méritos objetivos y, si no
ha perdido la cabeza, llega a la conclusión de que lo más importante
no es lo que ha hecho, sino el espíritu de servicio con que lo ha
hecho, no lo que se ve, sino lo que no se ve, a la manera del hilo en
un collar de perlas ( ... ). Y quiero agradecer este premio porque
significa la universalidad del saber. Sólo puede amarse lo que
se
conoce. El odio es producro de la ignorancia y el amor es fruto del
conocimiento. Recuerdo -y traigo aquí como ejemplo-la escena
Verbo, núm. 351-352 (1997), 162-163
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CRONICAS
final del drama, escrito por mi padre, "Guillermo Tell", tan distinto
del de Schiller.
En aquel final el Emperador habla a Tell y le reco­
noce que desconocía los sufrimientos
y penurias de los habitantes
del cantón, para cuya independencia
-hoy se llama federalismo-­
luchaba Tell. Y cómo éste, revolucionario cantonalista, enfrentado
en lucha a
muerte contra el "centralista" emperador, confiesa a su
vez que ignoraba la magnanimidad del Emperador. Al final del
diálogo, Guillermo Tell y el
Emperador-es decir, el cantonalismo
y la universalidad-, que antes se odiaban, terminan abrazados.
Este
es el fruto del conocimiento: el amor (. .. ). Este premio me
sitúa. en la lista detrás de
Julio Caro Baraja, a quien se le concedió
el año pasado.
Julio Caro era antiguo amig Escuela, el Bachillerato y la Universidad. Tengo que decir que Ju­
lio era un sabio, y lo era desde los doce o trece años. El conocía muy
bien, y desde entonces, el País Vasco, y a mi me hizo conocerlo y
amarlo. Años después, ese amor me llevó con veneración ante el
árbol de Guernica. Y
fui --con gran emoción lo digo-en compañía
de un gran amigo carlista tradicionalista como yo, Alberto Toca,
muerto tiempo después
por ETA. Tal es el reverso de la medalla:
cuando
se odia es por ignorancia. Si conocer es amar, odiar es ignorar.
Mi agradecimiento a la Sociedad de Estudios Vascos
es mayor por
hacérseme entrega del premio en Navarra, región foral que es, incluso
por su variedad climática, una micro-España. De España forma parte
nuestro Viejo Reino que, en nuestros días, a través de sus universidades,
fomenta el conocimiento y con éste el amor, e
intenta erradicar la
ignorancia y,
por lo tanto, el odio. Navarra que, con su régimen foral
-pro libertate patria gens libera state-da una lección de universalidad».
Para esta casa que
es Verbo constituye un motivo de alegría, al
que indirectamente
se sumó con la presencia de nuestro director
-aunque fuera en otra calidad-, celebrar el nuevo éxito del ami­
go.
No muchos días después, recibía el profesor d'Ors otro mereci­
do galardón, el doctorado «honoris causa»
por la Universidad de
Roma.
Nada menos. Enhorabuena, también. Y por muchos años
siga prodigando sus enseñanzas e ilustrando con su magisterio.
M.A.
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