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Número 205-206

Serie XXI

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Julio Garrido Mareca

JULIO GARRIDO MARECA
JULIO GARRIDO MARECA (t 14-5-1982)
El
mes de mayo, tradicionalmente gozoso para los amigos
de la Ciuadad Católica que nos veníamos reuniendo año
. tras
año

en la misa y en
la cena con que conmemorábamos la festivi­
dad de nuestro patrón San Fernando, se presentaba esta vez con un suplementario motivo de alegría, En ese día se iban
a. en­
tregar

los índices de
la revista que reeogían veinte años de tra­
bajos y que permitirían manejar muchos miles de páginas de
valiosas colaboraciones. Y, sin embargo, resultó un mayo ver­
daderamente trágico para Verbo y la Ciudad Católica.
El 14 de mayo nos conmovió a todos la noticia de la muerte
de ese hombre sabio y bueno que fue Julio Garrido.
D~spués
nos

llegaría
la del fallecimiento del P. Roig Gironella ocurrida
algún tiempo antes. Y, por último, el mismo día de nuestra
reunión, el horrible accidente en el que perdieron sus vidas Je­
rónimo y María Teresa Cerdá cuando precisamente venían desde
Valencia a participar con nosotros en la fiesta de San Fernando.
¡Qué pérdidas para sus amigos! ¡Qué pérdidas, sobre todo,
para la causa de Dios! Pero El, en sus misteriosos designios,
bien sabe lo que hace aunque nos cueste entenderlo. Quiso abrir­
les las puertas del cielo en el mes de la Virgen a
la que tanto
amaron. Y si el dolor por su pérdida nos embarga, estamos con­
vencidos de que estarán
ya gozando

de Dios y desde
allí inter­
cederán por nosotros y por nuestras obras en las_ que tanto tra­
bajaron. Sus vidas fueron una enttega constante a la mayor gloria
de Dios en esta España nuestra, tan en el alma de todos ellos,
y que hoy parece querer olvidarse de todo lo que
la hizo gran­
de, de todo lo que
la· hizo patria. Su recuerdo debe animarnos
más en la reconquista: y su colaboración será sin duda ahora to­
davía· más eficaz.
Hace muchos años que conocí a Julio Garrido incorporado
a la Ciudad Católica
desdé su
regreso del
extranj~ro. Aquel hmn­
bre siempre amable, de discreta apariencia, que todos los martes
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IN MEMORIAM
aparecía por nuestras reuniones de General Sanjurjo no parecía,
a los ojos del aprendiz universitario que
le observaba, la imagen
del sabio. Y lo era. Discípulo predilecto, Garrido, de Julio Palacios, el profesor
Bru evocaba en
ABC la « brillantísima carrera científica» de
nuestro
inolvidable
amigo. Ya
el título de su evocación era bien
significativo: «Sensible

pérdida para la ciencia española». No es
este el

lugar,
ni yo la persona indicada, para extenderse sobre la
autoridad alcanzada por Julio en el campo de la Cristalografía. Recogeremos solamente algunos párrafos
del artículo de Bru:
«Tanto aquí en España como fuera de ella
ha dejado cons­
tancia de la ingente labor desarrollada durante
cilÍcuenta años,
como

lo atestigua el magnifico libro escrito
. en

colaboración con
el padre Orland.
Los rayos X y la estructura fin,a de los metales,
único sobre el tema escrito en _lengua castellana, y más de cien
trabajos de investigación publicados en las revistas especializadas
más prestigiosas del mundo entero.
»Pero con

Julio Garrido se cumple el proverbio aquel de que
nadie es
profeta en

su tierra. Secretario de Palacios cuando aquel
es nombrado: director del Instituto Rockefeller es después
«re­
clamado por· la Unesco,

vive
· durante

algunos años en Egipto y
en París, donde simultanea
su cargo

de
director del

Centro
Cien­
tífico
de

Docomentación con su labor docente· y
de. investigación,
que

lleva a cabo en la Sorbona. También la nueva faceta de
su vida le lleva a Iberoamérica, donde incansablemente continúa
con su Cristalografía, formando magníficos grupos de trabajo
en Buenos Aires, Santiago de Chile y Montevideo. Acude a
to­
dos

los Congresos de
la especialidad, con cuya participación se
cuenta siempre, y resuelve con gran sencillez
y. elegancia el di­
fícil

problema de la unicidad de la estructura, que acupaba la
atención de investigadores
de primera fila».
«En

España se le ofrece una cátedra de Cristalografía, pero
para ocuparla precisa, pese a su gran prestigio, realizar la
co­
irespondiente oposición. Viene con gran ilusión y sucede lo in­
creíble, sé le eliinina en

el segundo
eiercicio, justó
el
que lleva
por

titulo:
"Conceptos,· ·métodos y fuentes dé la asignatura».
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JUUO GARRIDO MARECA
¿Puede cometerse mayor dislate? ¿Dudar de la capacidad de
quien se ha pasado
la vida sumergido en la Cristalografiía y dic­
tando normas sobre esta disciplina? Supe de la tremenda reac­
ción de Palacios cuando se le comunicó la noticia. Los mejores
cristalógrafos del mundo entero no llegaron a comprendet aquello».
«Garrido fue injustamente olvidado e intencionadamente ig­
norado en un momento crucial para el desarrollo de la Ciencia
en España, que menospreció la enorme valía de un hombre que
a diario

estaba dando prestigio a su Patria, a la que quería en­
trañablemente. Creo que los científicos españoles estamos en
deuda con él. Si estas líneas, escritas con d corazón y todavía
embargado por la pena que me ha producido su desaparición,
pueden contribuir a que, por quienes corresponda, alcancen a
borrar el etror que se cometió, me daré por muy satisfecho». Nada más hay que añadir a lo dicho por el profesor Bru,
pues queda con ello sobrada constancia del prestigio intelectual
de nuestro amigo, reconocido tardíamente en nuestra patria con
su ingreso como académico numerario de la Real de Ciencias
Exactas, Físicas y Naturales. Fue en el año de 1976. Allí le
acompañamos, con el calor de la amistad, todos los que los mar­
tes nos reuníamos con él para tratar de temas muy distintos de
la estructura de los minerales.
Pero, como decía, este sabio no lo parecía. De una sencillez
extraordinaria, afable con todo el mundo, dispuesto siempre a
realizar cualquier trabajo por humilde que fueta -¡cuántas
trá'.
ducciones

del francés publicadas en
Verbo fueron obra de Julio
Garrido ... -, solamente hablando con él se percataba uno de
su profunda vida interior
y del enorme bagaje de conocimientos
religiosos, culturales
y artísticos que atesoraba.
Con amigos en todo el mundo -Hispanoamérica, Francia,
Egipto ...
-era

fuente constante de información y de relación.
Si alguien quería establecer contacto con alguna petsona de auto­
ridad en los temas que últimamente lo ocupaban no tenía más
que decírselo a Julio y a veces sólo su nombre bastaba para
abrir las puertas.
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IN MEMORIAM
Sumamente preocupado por la evolución de la Iglesia, de
ideas arraigadas firmísimamente nada más lejos de él, sin embar­ go, que esa caricatura del integrista, agresivo, arisco y gritador.
Rafael Gambra en una hermosa memoria de su persona y su
obra en
El Alcázar recordaba esta cualidad de su carácter que
tan grata impresión dejó en todos los que le conocieron:
« Ver­
dadero sabio y hombre de carácter afable y sosegado, nunca hizo
bandera de sus posiciones espirituales».
Numerosas revistas extranjeras:_ Itineraires, Roma, La Contre
Reforme Catbolique ... le tenían como representante y correspon­
sal en España. Y sería imposible hacer mención de los infinitos
artículos publicados en esas revistas así como en otras españolas.
El «siervo bueno y fiel» nos ha dejado. Su corazón que tanto
sufrió por el humo de Satanás que había penetrado en la Iglesia
dejó de latir un día de mayo, el mes de
la Virgen. De esa Vir­
gen de sus iconos amados que tantas veces nos repartió en gra­
bados que él mismo preparaba. Y, él era, muchas veces, quien
en esos rosarios rezados los primeros martes de cada mes los
dirigía sacando de su bolsillo las cuentas desgastadas por el uso.
Su humildad quiso quedar reflejada has
ta en el recordatorio que
nos hizo llegar su familia: «No pido ni las gracias ni los privi­
legios que concediste a San Pedro y a San Pablo, sino que deseo
que me concedas lo que prometiste al buen ladrón cuando es­ tabas en la cruz».
Hoy estará ya en su Gloria, con los santos que veneró, los
Padres de Oriente, en los que era un especialista, San Pío V ... ,
con su mujer que le precedió en d tránsito y con Cristo y con
María por cuyo reino tanto y tan bien combatió.
A sus hijas nuestro recuerdo entrañable y emocionado. Y a
él nuestra oración para que siga ayudándonos desde el cielo como
lo hizo en la tierra en nuestro combate, que era el suyo, por la
causa de Dios.
FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CrGOÑA.
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