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Número 205-206

Serie XXI

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Responsabilidad y corresponsabilidad en el ateísmo contemporáneo

RESPONSABILIDAD Y CORREJSPONSABILIDAD
EN EL ATEISMO CONTEMPORANEO (*)
POR
MANUEL GoNZÁLEZ PoLA, O. P.
En esta nuestra comunicacton al Congreso sobre Evangeliza­
ción
y ateísmo vamos a concretarnos a uno de los aspectos del
problema del ateísmo, al de
la responsabilidad de los ateos res­
pecto de su ateísmo
y al de la corresponsabilidad de todos en el
ateísmo contemporáneo, especialmente de los te6logos y fil6sofos
cristianos, cada vez más necesaria y urgente.
El tema no es totalmente nuevo. La responsabilidad de los
ateos respecto de su ateísmo se viene estudiando, valorando
y
enjuiciando desde hace tres siglos, generalmente desde la teo­
logía,
y s6lo desde el siglo XIX, y sobre todo en nuestro siglo,
desde la filosofía. Los antiguos solían hablar más bien de
culpa­
bilidad
o incumpabilidad, en vez de responsabilidad, al referirse
al problema.
El estudio de la
corresponsabilidad en el ateísmo, en cambio,
no obstante estar íntimamente implicada en la misma
responsa­
bilidad,
a nivel de conciencia general, creo que podemos decir
que está en sus comienzos, no obstante las recientes e insisten­
tes llamadas e invitaciones de la Iglesia en el Concilio Vatica­
no II
y en los documentos pontificios posteriores, y el crecien­
te interés y los esfuerzos desplegados en estos últimos años por
los filósofos cristianos en torno al problema, signo evidente éste
de esa incipiente conciencia de corresponsabililidad.
{*) Comunicación al Congresso Internatíonale sull'Evangelizaz.ione e
ateismo,
UniversitA Urbaniana, Roma, 6/10 de octubre de 1980.
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MANUEL GONZALEZ POLA, O. P.
Al abordar el problema en esta comunicación, qws1eramos
destacar e insistir en algunos aspectos y líneas de estudio y ac­
tuación en torno principalmente a esa corresponsabilidad, que
hoy vuelve a asumir la Iglesia al convocar este Congreso y que
asumismos también cuantos nos hemos hecho eco de esa con­
vocatoria y participamos en él.
Ni que decir tiene que, al bablar de responsabilidad y co­
rresponsabilidad
en el ateísmo, nos referimos principalmente al
ateísmo moderno
y contemporáneo, que es el que se nos pre­
senta como problema preocupante a nosotros, teístas de hoy, y
a la Iglesia en su tarea evangelizadora y en su misión salvífica. Presentaremos primeramente la visión antigua, clásica, del
problema, y luego las perspectivas del problema y su solución
hoy, respecto del ateísmo contemporáneo.
l. Visión antigua, clásica, del problema.
Los autores de los siglos XVI al XIX abordaron el problema
de la
responsabilidad, bajo el aspecto de culpabilidad o incul­
pabilidad,
al tratar principalmente de la posibilidad del ateísmo
negativo o ignorancia invencible de la existencia de Dios. Fue éste un problema acuciante e inquietante para los teólogos de
los siglos
XVI y XVII sobre todo, surgido y urgido a raíz de la
expansión misionera de la Iglesia por los pueblos del Nuevo
Mundo, del Africa y de Asia. Planteado primariamente en torno al ateísmo negativo, se estudió y trató de darle solución tam­
bién respecto de las demás formas de ateísmo, que distingu!an
entonces; ateísmo dubitativo, positivo y práctico, aunque con
menor insistencia. El planteamiento y solución del problema se
abordaron principalmente desde la teología. Desde la filosofía, desde la filosofía escolástica, apenas si se
abordó seriamente hasta el siglo
XIX, ya que hasta la segunda
mitad del siglo xrx no afrontó decididamente el reto de la filo­ sofía moderna, aunque
s1 venía

criticando las posiciones y doc­
trinas de los distintos filósofos que negaban la existencia de Dios
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RESPONSABILIDAD Y CORRESPONSABILIDAD
o que se pudiese llegar a conocer su existencia. Pero nunca o
casi nunca de forma sistemática y a fondo.
Los autores de los siglos
XVI al XIX estudian y solucionan
el problema de la
responsabilidad o culpabilidad de los. ateos en
estrecha relación con la posibilidad de las diversas especies de
ateísmo: práctico
y especulativo, negativo, dubitativo y positivo.
En su solución entraban en juego, como es natural, las múltiples
distinciones que hacían para poder determinar la posibilidad
de
tal o cual especie de ateísmo: si es posible o no, atendida la na­
turaleza del hombre
y en las circunstancias normales (per se) o
especiales (
per accidens), por poco o por mucho tiempo, con ig­
notancia vencible o invencible, etc. No podemos presentar aquí, siquiera sea a grandes rasgos,
la evolución histórica del problema ni sus diversas soluciones
y las razones que las avalan. Nos llevaría muy lejos y, por otra
parte, se pueden ver en cualquiera de los grandes tratadistas
de los siglos
XVI y XVII principalmente. Sólo podemos mencionar
la solución general del problema que proponían, destacando al­
gunos aspectos de la misma que nos facilitarán percibir más
claramente la distinta perspectiva con que se enjuiciaba la res­
ponsabilidad
y culpabilidad de los ateos en épocas anteriores y
con la que se
han de enjuiciar hoy.
Para dichos autores,
todos los ateos son culpables de su
ateísmo, salvo los que no llegasen a conocer
a Dios

con ignoran­
cia invencible: los ateos prácticos, porque ordenan irracionalmen­
te su vida al margen de sus convicciones y sus creencias; los
negativos y dubitativos, porque el hombre tiene a su alcance,
en circunstancias normales, los medios suficientes para plantearse
el problema de Dios y llegar a conocer su existencia, superando
las dudas que les puedan surgir;
y, finalmente, los positivos,
porque, o bien no se dan y no son veraces cuando dicen que
están convencidos de que Dios no existe, o, si están convencidos,
porque no han podido llegar a tal convicción -en circunstancias
normales-
ni permanecer en ella por mucho tiempo sin negli­
gencia por su parte, habiendo como hay razones convincentes
para probar la existencia de Dios y superar su actitud atea.
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Sólo en casos especiales, cuando se da ignorancia invencible
respecto de los ateos negativos, o cuando las citcunstancias es­
peciales impiden el ejercicio normal de la razón o el recurso a los medios normales de llegar a conocer su existencia, se les ex­
cusa de
culpa por

algún tiempo y en casos muy aislados.
Este enjuiciamiento de la responsabilidad y culpabilidad de
los ateos tenía una especial incidencia cuando se abordaba el
problema desde
la teología, que era como se solía abordar ge­
neralmente. Consecuencia natural de tal culpabilidad, grave en general, sería que los ateos están fuera del camino de la salva­
ción, llegando a afectar incluso a los que desconocían invencible­
mente la existencia de Dios; sólo que, respecto de éstos, la pro~
videncia divina no podría permitir que se condenasen inculpable­
mente y proveería extraordinariamente dándoles a conocer de
algún modo su existencia.
Además, en tal enjuiciamiento se solía considerar el ateísmo
desde un punto de vista individual, considerando, valorando y,
finalmente, enjuiciando su actitud atea asilando al ateo y enjui­
ciándolo desde la teología en cuanto enseña como verdad revela­ da la existencia de Dios, o en cuanto asume las pruebas raciona­
les de su existencia como auténticamente válidas, probativas y
perfectamente asequibles también a los mismos ateos. Raramente se aborda el ateísmo desde
la filosofía exclusiva­
mente, sin una cierta influencia, al menos implícita, de la teolo­
gía. Y cuando se aborda desde
la filosofía solamente, se hace en
nombre de la filosofía escolástica, enjuiciando a los ateos sim­
plemente en cuanto su actitud es contraria a contradictoria a la
suya propia, teísta, fundada en pruebas racionales válidas y ase­
quibles a la mayor parte de los hombres, sin hacer un esfuerzo por analizar y valorar las razones que respaldan, al menos subje­
tivamente, la actitud negativa· de los ateos.
Este enfoque teológico y la deficiencia de análisis de las
ralees filosóficas

del ateísmo en el estudio, valoración y enjucia­
miento del ateísmo en los tiempos pasados, prejuzga y en parte
invalida el enjuiciamiento de culpabilidad y responsabilidad tal
como se ha venido haciendo en los siglos anteriores.
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RESPONSABIUDAD Y CORRESPONSABILIDAD
Durante ese mismo período de tiempo, y casi podríamos de­
cir que hasta tiempos muy recientes, ni los teólogos ni los filó­
sofos cristianos parecen haber tenido especial conciencia de su
propia
corresponsabilidad en el ateísmo, es decir, de su propia
responsabilidad respecto del ateísmo. Estudiaron, valoraron y enjuiciaron el ateísmo como doctrina opuesta a la suya propia y en relación con la salvación. A nivel de la propia responsabili­
dad ante el problema parecen haber quedado satisfechos con la
simple proposición de la verdad revelada sobre la existencia de
Dios y la presentación y valorización de las pruebas racionales
de su existencia en teología y en filosofía, responsabilizando a
los mismos ateos de su no aceptación de tal doctrina y de su consiguiente culpabilidad.
La Iglesia asumió su
co"esponsabilidad a nivel de evange­
lización que promovió y alentó grandemente durante estos si­ glos, tratando de llevar a los infieles la luz del Evangelio y el
mensaje de salvación. Pero no puso especial interés en urgir a
los teólogos y filósofos cristianos un examen y valoración de las
diversasa formas de ateísmo en sí mismas y en sus presupuestos
racionales. En este aspecto, prácticamente habría que esperar
casi hasta el Concilio Vaticano II, salvo ocasionales intervencio­
nes, motivadas generalmente por problemas teológicos que iban surgiendo.
2. Visión_ moderna, actual, del problema.
Esta consideración, valoración y enjuiciamiento de la respon­
sabilidad
y culpabilidad de los ateos desde la teología e incluso
desde
la filosofía perenne, a base exclusiva o casi exclusivamente
de la revelación o de la concepción filosófica clásica, en la Esco­
lástica, del mundo, de la realidad, sin ser falsa, es hoy a todas
luces insuficiente, inadaptada e inadaptable al problema del
ateísmo contemporáneo, cuyo status es muy otro que el con­
templado por los teólogos y filósofos de los siglos XVI al XIX.
En efecto. La mayor parte de las formas del ateísmo moder-
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no y contemporáneo no responden a una negligencia de los in­
dividuos considerados aisladamente, como creían los antiguos,
sino que son fruto sazonado, natural, de toda una serie de sis­
temas filosóficos que han ido surgiendo, unos tras otros; sensismo,
positivismo, idealismo kantiano, idealismo hegeliano, materialis­
mo y marxismo, existencialismo, positivismo lógico, estructura­
lismo, etc.
Muchos ateos de hoy adoptan esa actitud negativa respecto
de Dios -bien sea puramente negativa, agnósticia, dubitativa
o positiva- respaldados por una determinada concepción filo­ sófica del mundo
y del valor y alcance. de nuestros conocimien­
tos en sí mismos o en orden al conocimiento de la existencia de
Dios, suministrada por los respectivos sistemas o concepciones
filosóficas, y a veces impuesta por un sistema de educación atea,
de la que no les es posible eximirse en su recepción y acepta­
ción ni luego pueden supetar. Consiguientemente, las diversas formas del ateísmo moderno
y, sobre todo, contemporáneo, aunque puedan coincidir en la
denominación con las formas clásicas que distinguían los trata­distas escolásticos, pueden tener y con frecuencia tienen hoy ma­tices, dimensiones y hasta sentido distintos. Más. El ateísmo hoy día ya no es un fenómeno raro, infre­
cuentemente, individual, como antaño; antes al contrario, está
bastante extendido, sobre todo en ciertos ambientes científicos,
culturales, sociales y políticos. Y, debido en gran parte a la in­
fluencia que siguen ejerciendo en el pensamiento actual los di­
versos sistemas y concepciones filosóficas que los respaldan, el ateísmo contemporáneo no sólo es una actitud mental frente
ai
problema

de Dios, sino que, bajo sus diversas formas: ateísmo
práctico e indiferentismo, agnóstico, positivo, filosófico y cientí­
fico, ejerce una gran influencia en el mundo de hoy; en la vida
privada y en la pública, en la vida social y política, en los siste­mas educacionales, en la legislación de los Estados, en
el campo
científico y filosófico, en las artes y en la interpretación misma
de las ciencias humanas
y de la historia.
Siendo, pues, el ateísmo moderno
y contemporáneo fruto prin-
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RESPONSAJJILIDAD Y CORRESPONSAJJILIDAD
cipalmente de los diversos sistemas y concepciones filosóficas y
científicas, el estudio y valoración de sus diversas formas o es­
pecies habrá de hacerse, no ya desde la teología, como antaño, sino desde
la filosofía. Y desde la filosofía se han de enjuiciar y
valorar en lo que puedan tener de racional y en lo que tengan
de irracional,

falso e inaceptable.
Establecida desde la filosofía y con método estrictamente fi­
losófico la irracionalidad e inaceptabilidad de tal o cual forma de ateísmo; desde
la filosofía misma se puede y debe dar un paso
más, el paso hacia
la determinación de la responsabilidad y cul­
pabilidad
ante el propio y normal dictamen de la razón de quie­
nes

acepten tal actitud atea.
Naturalmente, para poder determinar en concreto el grado
de responsabilidad y culpabilidad que pueda tener el ateo en
la
aceptación y permanencia en el ateísmo, habrá que tener en cuen­
ta otros factors, objetivos y subjetivos, que hayan podido
influir
en la aceptación y permanencia en el ateísmo de cada individuo.
Porque bien pudieran llegar a darse casos en que sean totalmente
o en gran parte inculpables e irresponsables, según las condicio­
nes subjetivas y ambientales en que hayan podido encontrarse tales individuos al aceptar tal o cual concepción atea del mundo
y en
la permanencia en dicha actitud durante cierto tiempo.
Ni que decir tiene que para estudiar, valorar y enjuiciar desde
la filosofía el ateísmo contemporáneo en lo que pueda tener de
racional o irracional, falso e inaceptable, no se puede proceder
a partir

de cero. En el análisis y valoración del origen, evolución
y fundamentos de cada una de las diversas formas o especies de
ateísmo moderno y contemporáneo, es preciso conocer a fondo
y saber valorar los diversos sistemas filosóficos que las respaldan.
Y, por parte de quien aborda semejante tarea, es preciso que tenga unos criterios de verdad sólidamente establecidos, válidos
y adecuados
y sepa aplicarlos con rigurosidad y método apro­
piado.
Por

eso creemos que
ral tarea es propiamente tarea de filó­
sofos, y de filósofos con suficiente madurez filosófica. No se
excluye el interés
y la labor de los teólogos; pero sólo y en cuan-
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to abordan su estudio y valoración desde la filosofía, es decir,
en cuanto actúen en cuanto filósofos, que nada impide que un
teólogo pueda ser y sea, de hecho, al mismo tiempo filósofo.
Esta tarea le compete, decimos, al filósofo, como
tal, en razón
de la materia u objeto de consideración. Pero también le compete
bajo el aspecto de la
corresponsabilidad. Pues el filósofo no es
solo un amante de la sabiduría
(pbilos sopbia) en cuanto investi­
gador de la verdad objetiva de las cosas, es decir, de
la realidad;
sino también amante de la posesión de la verdad y de que esa
verdad sea conocida y participada por otros, por los demás y, por
tanto, interesado en liberar a los demás del error.
De alú que,
conocida la falsedad e irracionalidad de las diversas formas o es­
pecies
de ateísmo, surja en él un verdadero interés en hacer par­
ticipes a otros de esa misma verdad que ha hallado y en liberarlos
del error si lo llega a descubrir en ellos. Es el sentido de la
co­
rresponsabilidad en el ateísmo, propio de todo hombre de con­
ciencia, leal y honesto, y que pudiera verse acrecentado y esti­ mulado a otros niveles,
verbi gratia, en razón de la gran influen­
cia que la mentalidad atea está ejerciendo en el pensamiento y en
la vida del mundo de hoy. Pero este sentido de
corresponsabilidad, a nivel de concien­
cia subjetiva, de estimulo y de obligación personal y comprome­
tida de abordar el estudio y valoración del ateísmo contempo­
ráneo en sus diversas formas y en su influencia en el mundo
contemporáneo y de actuar luego consecuentemente, le compete
con mayor sentido de responsabilidad y mayor urgencia al filóso­
fo cristiano, al teólogo y a la Iglesia misma. Y la razón es porque
el ateísmo moderno
y contemporáneo no es un problema esen­
cialmente teológico, sino filosófico, pero tiene una dimensión teológica y eclesial.
En efecto. El ateísmo no es la negación de la revelación ni
de Dios como Padre
y Redentor de los hombres, sino la negación
pura y simple de Dios. Más; desde la fe, para el creyente, para
el cristiano, el ateísmo no es problema; como problema carece
de sentido. El cristiano, como tal, no puede negar la existencia
de Dios, que va implicada en el mismo acto de fe con que cree
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RESPONSABILIDAD Y CORRESPONSABIUDAD
las verdades reveladas, porque las cree en cuanto reveladas por
Dios, y Dios no revela
ni puede revelar, si no existe. Desde la
teología, el problema del ateísmo es un problema previo a la fe,
puesto que es preciso admitir previamente que Dios existe para admitir luego las verdades reveladas. Y para resolverlo, el teó­
logo debe recurrir a la razón, es decir, ha de hacer obra de
fi­
lósofo.
Pero tiene una dimensión teológica y eclesial, por el gran pe­
ligro que supone para la fe la extensión de la ola de ateísmo y
su posible influencia en la vida de los creyentes; y por el gran
obstáculo que puede ofrecer a la misión que Cristo confió a su
Iglesia de llevar el mensaje de salvación a todos los hombres.
Para que el cumplimiento de esta misión pueda tener eficacia
entre los ateos
y entre los hombres que puedan estar de algún
modo influidos por
la corirente atea, será preciso hacerles ver
previamente que existe Dios. Y esto no será posible ordinaria­
mente si no se les convence previamente de que su actitud atea
es irracional y no se les muestra y proponen luego las razones
que llevan al hombre a admitir la existencia de Dios. Y es a esta doble tarea de evidenciar, por una parte, la irra­
cionalidad de la actitud atea bajo las diversas formas con que hoy
se presenta y, por otra,
la de estudiar, fundamentar sólidamente
y proponer luego convenientemente las razones que puedan llevar
al hombre a admitir la existencia de Dios, a la que debe
dar pre­
ferencia el filósofo cristiano ante
la gran expansión del ateísmo
contemporáneo.
La primera tarea parece fácil en cuanto al enjuiciamiento y
valoración negativa de los diversos sistemas que respaldan
y en
cuanto respaldan las diversas actitudes ateas; y la segunda, en
cuanto a
la fundamentación y formulación general del razona­
miento o razonamientos que llevan a admtir la existencia de Dios.
Pero una
y otra ofrecen grandes dificultades en cuanto al método
o modo de presentarlas de manera que resulten eficaces.
Porque
los

diversos ambientes científicos, filosóficos, culturales y hasta
sociales, impiden muchas veces que esos acertados juicios de valor
y esas formulaciones de los razonamientos que llevan a Dios,
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válidos en sí, lleguen a disuadir, en particular, a los ateos de su
ateísmo, y
los lleven
luego hasta la admisión de la existencia de
Dios. Y, por otra parte, no es tarea fácil lograr que acepten los
presupuestos ontológicos y noéticos sobre los que se basan los
razonamientos que llevan a la evidencia de la existencia de Dios, los que han sido formados o imbuidos en concepciones filosóficas
o científicas que abocan, naturalmente, al ateísmo, como son el
materialismo, el agnosticismo, el positivismo lógico y dentista, el
estructuralismo, etc.
De ahí que sea necesario estudiar, y estudiar a fondo, los
diversos ambientes socioculturales, científicos y filosóficos que
influyen en el origen, radicación y extensión del ateísmo e
im­
piden, por otra parte, prestar atención, comprender y valorar los
razonamientos que positivamente llevan a la existencia de Dios.
Y, más necesario a4n, replantear el modo de proponer y presentar
dichos razonamientos de modo que no solo sean sólidamente fun­
dados ontológica y noéticamente, sino que sean capaces de satis­
facer las instancias del razonamiento más exigente.
La Iglesia es hoy consciente de esa necesidad y de la obliga­
ción que le incumbe de abordar el estudio del ateísmo contem­
poráneo en toda su amplitud para poder cumplir con la misión que Cristo le ha confiado. De
ahí que en la Constitución Gaudium
et spes
del Concilio Vaticano II (núms. 19-21) y en otros docu­
mentos pontificios posteriores, haya exhortado y siga exhortando
a los intelectuales católioos a estudiar, ponderar y valorar las
diversas formas del ateísmo contemporáneo, que Pablo IV ca­
lificó ya en su encíclica
Ecclesiam suam del 6 de agosto de 1964,
como
«el fenómeno más grave de nuestro tiempo» (AAS, 1964,
pág. 651).
Este empeño de la Iglesia en exhortar a los católicos al es­
tudio del ateísmo contemporáneo, en sí mismo y en sus causas,
para lograr superarlo aportando los oportunos remedios, a que
se organicen en las Universidades y Centros Superiores de Es­
tudios eclesiásticos centros especiales de estudio del problema
del ateísmo, y a que se promuevan círculos y congresos sobre el
ateísmo, es el signo más evidente de que la Iglesia es hoy
ple-
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RESPONSABILIDAD Y CORRESPONSAJJJLIDAD
namente consciente de su corresponsabilidad en el ateísmo con­
temporáneo
y que la ha asumido con todas sus consecuencias y
exigencias.
Sólo resta que los teólogos
y filósofos católicos y los Centros
Superiores de Estudios se hagan también ellos eco de esa
corres­
ponsabilidad, la asuman responsablemente y correspondan a ella
con
la dedicación y urgencia que requiere.
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