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Número 205-206

Serie XXI

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La fórmula de la justa remuneración en Rerum novarum y en la economía de Adam Smith

LA FORMULA DE LA JUSTA R!EMUNERACION
EN
RERUM NOV ARUM Y EN LA ECONOMIA
DE M>AM SMITH (*)
POR
MIGUEL PoRADOWSKI
El tema principal de la encíclica Rerum novarum es la «cues­
tión obrera». Esta «cuestión obrera», en los tiempos de la
Rerum
novarum
se presenta como la cuestión del proletariado obrero
industtial. Hay que recordar, al respecto, que la primera generación de
este proletariado se compone principalmente de los
ex-ar\esanos
(propietarios)

y de los ex-campesinos (propietarios) que emigran
a las ciudades donde se instala la industria. Por otra parte,
tam­
bién

hay que insistir que el
término «proletariado»
( que viene
de la palabra latina «prole»
= niño, hijo), tanto en la antigüe­
dad, como en la época industrial
significa, ante
todo, el status
social de los que -fuera de sus niños- no tienen ninguna pro­
piedad y, si se trata del proletariado de la primera época indus­ trial, también significa que los niños caracterizan este grupo
obrero, no solamente porque estas familias obreras tienen mu­
chos niños, sin también porque estos niños trabajan
y trabajan
duro, también son obreros, especialmente en las minas y con su
trabajo conttibuyen a mantener a la familia, incluso, a veces,
cuando sus padres están cesantes, son los niños quienes man­
tienen a toda la familia.
(*) Ponencia al Congreso.-sobre ·-·«La Doctrina Social de la Iglesia y la realidad contempo!'rulea», Universidad de Mendoza, Argentina, 5-7 de octubre de 1981.
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Nada pues de extraño que, si el status de proletario es la
características básica de la clase obrera industrial del siglo XIX,
también las exigencias de la justicia se refieren principalmente
a este aspecto.
En otras palabras: la justicia exige que se solucio­
ne el problema del estado proletario de los trabajadores, es decir,
que los trabajadores dejen de ser proletarios y vuelvan a ser pro­
pietarios. De
ahí la justificación de la doctrina de la Rerum
novarum sobre
la justa remuneración: el salario vital, familiar
y que permita el ahorro. Este salario tiene que ser «vital», pues
se trata del trabajador asalariado, es decir, del obrero que vive
exclusivamente
de su salario, no teniendo ningunas otras entra­
das fuera
de su salario ( 1) y «vital» significa que alcanze a cu­
brir todos los gastos de vida del trabajador
(la comida, la vivien­
da,
la vestimenta, la movilización, etc.). Además, debería ser
(1) Recordemos que el trabajador, en las «manufacturas», antes de
la Revolución francesa, en Francia, fue un pequeño campesino que tra­
bajaba en la industria textil sóio en sus horas de ocio, tratando este tra­
bajo no agrícola más bien como
cliversión: trabajaba

en los días que
que­
ría y la cantidad de horas que quería; además vivía en su propiedad cam­
pesina, pues las «manufacturas» textiles se colocaban en el éampo, muy
a menudo
al aire libre, es decir; que este trabajador no fue asalariado,
pues fuera de
lo ganado en la «manufactura» tenía otras entradas, que
venían de su trabajo en agricultura. Su vida
fue muy alegre, lo que reflejan las canciones campesinas de la
época, como
la. siguiente:
Dans une salle large et longue. 11 y avait deux cents roétiers puissants
Deux: cents

hommes, c'est
la vérité,
Tissant
a ces métiers tous alignés.
P:teS de _chacun un gentil ga~n,
Assis, a f~ire dés canettes, s'ari:msait bien.
Et ailleurs, tout
a coté,
Cent femmes, joyeusement,
Cardant dur,

l'humeur gaie,
Oiantant, aissises, a daire voix.
Jürgen Kuczynski:
Les origines , de .Ja classe ouvrib-e, París, 1967, pá.
gina 7.
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LA ]UST A REMUNERACION
«familiar» lo que significa que la justicia social exige para el
obrero asalariado una remuneración que le permita mantener su
familia, para que ni su esposa, ni sus niños, sean forzados a tra­
bajar fuera del hogar, por razones de absoluta necesidad de man­ tener la familia. Esta característica de «familiar» permitía la
solución del problema de trabajo de los niños, especialmente de
los pequeños, es decir, de uno de los aspectos del proletariado
(el trabajo de la prole).
La tercera exigencia -es decir, que esta
remuneración también permita
la capacidad económica del tra­
bajador a hacer ahorros-- se presenta como solución básica .del
problema proletario, pues con estos ahorros el trabajador podría
llegar a tener propiedad ( su propia vivienda, sus propiedades
como muebles, artefactos y pequeños capitales en Cajas de
Aho­
ro)

y por este camino, con su propio trabajo y esfuerzo, salir de
su situación de proletario y tranformarse en el propietario e in­
tegrarse completamente social y culturalmente en la sociedad.
Esta doctrina sobre la justa remuneración del trabajo de los
asalariados, presentada en la encíclica
Rerum novarum al final
del

siglo xrx, no es
ninguna novedad,

pues la Doctrina social
de la Iglesia, representada en los escritos
de los eximios pensa­
dores y luchadores sociales cristianos de la
primera mitad
del
siglo xrx,
la formuló y la presentó públicamente e, incluso, es­
pecialmente si se trata de Alemania, en forma de los concretos
proyectos legislativos.
Al lado de los famosos representantes del pensamiento social
cristiano como Lacordaíre y Ozanam en Francia, ante todo con­
viene recordar a Guillermo Ketteler, obispo de Maguncia, quien
mucho antes del
Manifiesto comunista de Karl Marx, presenta
su pensamiento en las homilías, conferencias ( especialmente con
ocasión de los
Katholikentage) y proyectos legislativos. En reali­
dad
la Rerum novarum acoge y hace suya la doctrina de Ketteler
sobre la justa remuneración del trabajo de los asalariados, es
decir, el salario vital, familiar y que permita el ahorro.
Hay que reconocer que si se trata del concepto del «salario
vital» de la
Doctrina social

de la Iglesia, representada por el
pensamiento de Ketteler, no es
la única que lo exige en la pri-
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mera mitad del siglo x1x, pues en la misma época y, parece, en
forma completamente independiente de
la iniciativa de Ketteler,
lo formula en Inglaterra Robert Owen
y en Francia varios eco­
nomistas llamándolo
le salaire naturel ( el salario natural), sin
embargo,
ninguno de ellos menciona el tercer aspecto del salario
justo de Ketteler, a saber, que permita los ahorros,
y el hecho
que no lo mencionan no tiene nada de extraordinario pues ni
los socialistas ni los liberales se preocupaban por el carácter pro­
letario de la clase obrera
y si se trata de los socialistas preten­
dían que todos sean proletarios, pues abogaban por la supresi6n
de
la propiedad privada.
Ahora bien, nos interesa recordar que esta doctrina sobre
la justa remuneración del trabajo asalariado ( el salario vital, fa­
miliar
y que permita el ahorro) lanzada por Ketteler y acogida
por la encíclica
Rerum novarum, furiosamente combatida por
muchos economistas
y empresarios de la época, es también la
exigencia de
la «economía clasista», representada por su funda­
dor indiscutible, Adam Smith. En efecto, en su famosa obra
The
Wealth of Nations
(el título original es mucho más largo) del
año 1776; el fundador de la economía moderna de la época in­
dustrial, dedica varias páginas al problema de
la adecuada re­
muneración del trabajador, exponiendo su doctrina sobre el sa­
lario vital, familiar
y que permita el ahorro. Los textos corres­
pondientes de Adam Smith, al respecto, son los siguientes: «El
hombre siempre riene que vivir de su trabajo
y sus remuneracio­
nes tienen que ser, al menos, suficientes para mantenerlo. En la
mayoría
de los casos, tienen que set incluso algo mayores, pues
de lo contrario sería imposible par él mantener a su familia y
esta categoría de trabajadores no podría sobrepasar a la primera
generaci6n» (2).
(2) «A man must always live by his work, and bis wages must at
least be sufficient to maintain him. They must even upan most occasions
be somewhat more; otherwise it would be impossible for him to bring
up a family, and the race of such workmen could not last beyond the
first generation», The Wealth of Nations, Penguin Books, London, 1977,
pág. 170.
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«Al menos parace ser seguro que -para poder mantener a
la familia- el matido
y su esposa, juntos, incluso en las más
bajas categorías del trabajo, tienen que
ser capaces de ganar con
su trabajo algo más de lo necesario pata su propio sustento» (3 ).
Adam Smith, incluso, calcula cuál debería ser el monto del
salario familiar, citando al respecto las opiniones del señor Can­
tillon: «A base de estos cálculos, el señor Cantillon parece supo­
ner que las más bajas categorías de obreros deberían, en todas
partes,
ganat al

menos el doble de su propio sustento pata po­
der, juntos, mantener dos niños» ( 4 ). De eso se ve que, según
Adam Smith, la asignación familiar debería ser igual al mismo salario vital. También Adam Smith sostiene que el obrero mejor pagado
tl'abaja mejor:

«La buena alimentación aumenta las fuerzas del
cuerpo del trabajador
y la confortable esperanza del mejoramiento
de las condiciones de vida,
y de terminat sus días probablemen­
te en la comodidad
y abundancia lo estimula pata esforzarse a
lo
máximo. Cuando

los salarios están altos, encontramos que los
tl'abajadores son más activos, diligentes
y eficaces que cuando
los salarios están bajos: por ejemplo, en Inglaterra que en Es­ cocia, en la vecindad de las ciudades que en los lugares apattados
del campo. Sin embargo, algunos obreros cuando pueden en
cuatro días ganar lo necesario para su sustento durante
toda la
semana, se quedan ociosos los restantes tres días; pero eso es
más bien una excepción. Al contl'ario, los trabajadores que están
bien pagados por pieza, están dispuestos a trabajar demasiado
y a atruinat su salud en pocos años» (5).
(3) «Thus far at least seems certain, that, in order to bring up a fa­
mily, the labour of the husband and wife together must, even in the lowest
species of Common labour, be ahle to eam something more than what is
presisely necessary for their own maintenance»,
ibíd., pág. 171.
(4) «Mr. Cantillon seems, upon this account, to suppose that the
lowest species of
common labourers must

everywhere ea.ro at least double
their own maintenance, in order that one with another they be enabled
"' bring up two children», ibld., pág. 170.
(5) «A plentiful subsistence
increases the
bodily strength of labourer,
and the comfortable hope of betteting his cond.ition, and of ending his
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La fórmula de Adam Smith es casi idéntica a la de Ketteler,
pero las motivaciones en ambos casos son distintas. En los tiem­
pos de Adam Smith todavía no existía el proletariado industrial
y, entonces, las motivaciones de su fórmula de la remuneración
no podían tener a la vista la solución de la desproletarización
de la clase obrera y, sin embargo, Adam Smith insiste en una
remuneración que permita el ahorro. También insiste en el ca­ rácter familiar del salario obrero, a pesar que en sus tiempos
raras veces las esposas y los niños de los obreros tenían que tra­
bajar para ayudar a mantener el hogar. Adam Smith, sencillamen­
te, considera el salario vital, familiar y que permita el ahorro como un salario exigido por la ética y por la economía. Por la
ética, pues sería faltar a la justicia pagando al obrero menos;
por la economía, pues el obrero mejor remunerado trabaja mejor.
Así, las motivaciones de Adam Smith son, por una parte, mo­
rales, es decir, para satisfacer las exigencias de la ética {la jus­
ticia) y por otra parte económicas, es decir, para satisfacer las
exigencias de la eficiencia productiva. Estas motivaciones son
distintas de las de la Doctrina social de la Iglesia, representada
por el pensamiento de Ketteler primero y por la encíclica
Re­
rum

novarum después. Los tiempos de Ketteler
y de la Rerum
novarum son otros, pues ya existe el doloroso fenómeno social
del proletariado. Para Ketteler y para la Rerum novarum el pro­
blema del salario de los proletariados ya no es solamente de la
misma remuneración sino también de la desproletarización de la
clase obrera; se trata de devolver a los trabajadores su calidad de propietarios
y de liberar a la familia obrera de la calamidad del
days perhaps in ease and plenty, anima tes him to exert that strength to
the utmost. Where wages are high, accordingly, we shall alwayes find the
workmen more active, diligent, and expedítous than where they are low:
in England,

for exemple, than
in Scotland; in the neighbourhood of great
towns than in remate country places. Some workmen, índeed, when they
can earn in fout days what wil1 maintain them through the week, will be
idle the other three. This, however, on the contrary, when they are li­
berally paid by the piece, are very apt-to over-work themselves, and to
ruin their health and constitutiOn in a few years», ibld., p~g. 184.
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trabajo de la esposa-madre y de sus niños pequeños. Adam Smith
vive en vísperas de la revolución industrial, la prevé con todo
optimismo
y si su doctrina sobre la remuneración del trabajador
estuviera plenamente aplicada, tal vez los obreros industriales nun­
ca llegarían a ser proletarios. Para elaborar su teoría de la re­
muneración, Adam Smith analiza
los aspectos

sicológicos del tra­
bajo y del papel de la remuneración en la sicología del obrero, insistiendo que la eficacia del trabajo depende de la remunera­
ción en el sentido de «mejor remunerado mejor trabaja» y, en
consecuencia, la mejor remuneración contribuye al aumento de la
riqueza del país.
Es poco probable que el obispo Ketteler conociera
la fór­
mula de Adam Smith; parece más probable que llegó a elaborar
su doctrina sólo por el análisis de las exigencias del derecho na­
tural. Como ambos parten de premisas parecidas, no hay nada
de extraño que también ambos lleguen a conclusiones parecidas.
Lo curioso es que la fórmula de Adam Smith parece que no
provocó críticas ni de parte de los economistas, ni de parte de
los empresarios, mientras que la fórmula de Ketteler fue dura­
mente criticada y, más todavía, fue atacada, siendo acogida por la
Rerum novarum, y tomó carácter de la enseñanza oficial de la
Iglesia. Tal vez, algo podría contribuir a estos ataques la gran
divulgación de la opinión de David Ricardo, quien casi cincuen­
ta años después de la publicación del libro de Adam Smith, lan­
zó un lema completamente opuesto al del autor de la Riqueza
de las Naciones,
sosteniendo que «el obrero peor pagado mejor
trabaja» ( 6 ). En realidad esta observación sicológica, no menos
acertada que la anterior, Ricardo la toma de Adam Smith, pues
también se encuentra en el libro
The Wealth of Nations. Pero
Adam Smith de esta observación no hace una regla, no menos
un consejo práctico para los empresarios; al contrario, consta~
(6) El libro de David Ricardo, Pinciples of Política/ Economy and
Taxation,
aparece en 1817, pero s61o en la mitad del siglo x1x está de
moda
y tiene enorme influencia, como exposici6n del liberalismo econó­
mico
extremo.
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tando el hecho, que sólo ocurre en algunos casos, insiste que, a
la
larga, el
trabajador bien pagado y, gracias a esta buena re­
muneración, contento, satisfecho, se encuentra en las mejores
condiciones físicas y síquicas y, entonces, es un factor más efi­
ciente en el proceso de la producción y del desarrollo económi­
co del país. Desgraciadamente,
ni la fórmula de Adam Smith (a pesar de
su enorme autoridad),
ni la del obispo Ketteler tenían mucha io­
fluencia práctica, mientras que la doctrioa de la
Rerum novarum
cambió muy eficientemente la situación de los asalariados, quizás
porque la autoridad del Papa y de
la enseñanza oficial de la
Iglesia fue más grande que la de un solo obispo, pero parece que
su éxito se debía, ante todo, porque la misma situación social­
económica fue muy diferente. En los tiempos de Ketteler, es
decir, en
la mitad del siglo XIX, el proletariado es todavía un fe­
nómeno margioal, mientras que al final del siglo
XIX se hace tí­
pico, llamando la atención de todos y reclamando urgentemente
una solución. Huelga decir que la doctrina de la
Rerum novarum sobre la
justa remuneración no solamente mejoró la situación de los obre­
ros asalariados y desproletarizó a la clase obrera, sioo que tam­
bién fue providencial para la misma economía nacional. Al respecto conviene recordar que en el siglo
XIX, la cre­
ciente economía industrial europea, que tan rápidamente satu­
raba el mercado local e iocluso nacional, podría seguir produ­
ciendo e incluso aumentando y acelerando su producción sola­
mente gracias a la gran posibilidad de exportar sus productos a
otros países, fuera de Europa, donde todavía no aparecía el pro­
ceso de la iodustrialización. El mercado local se extendió primero
a todo el país, transformándose en el mercado nacional y, des­ pués, se extendió fuera del país, transformándose en el mercado
mundial. Pero ya en el comienzo del siglo
XIX, también los paí­
ses fuera de Europa se iodustrializan
y dejan de ser mercados
unilaterales para
la economía europea; no quedaba, pues, otra so­
lución para
h economía europea que ampliar el mercado inte­
rior, aumentando el poder de compra de las grandes masas por
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fa mejor remunerac1on de los trabajadores. Son los empresarios
norteamericanos los primeros que comprenden este fenómeno
y,
en el interés propio, es decir, de la núsma economía, empiezan a
mejorar

las remuneraciones de los trabajadores, dando razón a
las enseñanzas de la encíclica
Rerum novarum, exigencias plan­
teadas al final del siglo
XIX por · León XIII, no por fas motiva­
ciones
del interés de
la economía, sino por las motivaciones mo­
rales

de la justicia social.
Así tenemos un ejemplo concreto que confirma
la verdad de
la enseñanza de Cristo: «buscad primero el Reino de Dios
y su
justicia
y todo lo demás lo recibiréis por añadidura». El opor­
tuno cumplimiento con la justicia permitió evitar la catástrofe
económica mundial (7).
(7) Casi todos los economistas del siglo xvm y del siglo XIX, de la
escuela
liberal, están de acuerdo que el salario del obrero no puede ser
fijado exclusivamente por
el libre juego del precio del mercado de tra.
bajo,

sino que debería aceptarse previamente un salario mínimo y que el
precio
del mercado de trabajo s6Io puede ser tomado en cuenta para
aumentar
el salario mínimo. Respecto a la :fijación de este salario mínimo
hay distintas opiniones, pero casi todos los
autores están
de acuerdo que
este salario mínimo es
lo mismo que el «salario vital». En la fijación del
salario
mínimo el que más generoso se muestra es Adam Smith con su
fórmula del salario vital familiar, y que permite el ahorro. Su contempo­
ráneo, Ana Roberto Jacobo Turgot (1727-1781), ministro de Lnis XVI,
fisiócrata, par el salario mínimo consideraba sólo «le salaíre de l'ouvrier ...
nécessaire pour luí procurer sa subsistance (Oeuvres, París, Alean, 1914,
t. II, pág. 537). David Ricardo (1772-1823) otorgaba un poqnito
más, pues
lo «nécessaire pour subvenir aux frais de l'existence et de la reproduction
de l'ouvrier» (Oeuvres completes, París, 1882, citado por Zaniewski, L'ori­
gine du prolétariat romain et contemporain, París, 1957, pág. 314). Este
salario
mínimo o

vital, Ricardo llama
«salario natural»,

a
propósito del
cual

escribe: «Le travail,
ainsi que toutes choses que l'on peut acheter ou
vendre, et dont la qua.o.tité peut augmenter ou diminuer, a un prix naturel
et un pri:x: courant. Le prix naturel du travail est celuí qui foumit aux
ouvriers en
général, les moyens de subsister et de perpétuer leur esp~,
sans

accroissement ni diminution... Le prix naturel du travail dépend done
du prix des subsistances et de celui des chose nécessaire ou util,
a l'entre­
ticn

de l'ouvrier et de sa
familie», ibíd., pág. 59 (Zaniewski, o. c., pá~
gins 314).
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