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Número 205-206

Serie XXI

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P. H. Randle (ed.): La conservación del patrimonio material y espiritual de la nación

INFORMACION BIBUOGRAFICA
El autor concluye este apartado diciendo que se imponen unos
imperativos que
matizan el
alcance del poder, y que debe garan­
tizar el

Estado, sobre
la base del bien común como norma supre­
ma de
la institución estatal. Cabría resumir los imperativos en
tres principios: el principio de
la solidaridad social, el principio
de subsidiariedad y la comunidad universal de los pueblos.
M." .ANGELES BADÍA
P. H. R-.dle, editor: LA CONSEJRVAGlON
DEL PATRIMONIO MATERIAL Y ESPIRITUAL
DE LA
NAGlON (*)
Esta obra es, en cierto modo, continuación y complemento
de
otra editada
por el mismo organismo que ésta y bajo
la di­
rección también

del arquitecto y humanista Patricio H. Rand­
le
(**). Es el resultado de un simposio realizado en Buenos
Aires por la Asociación OIKOS. La obra anterior trataba de
la «Contaminación», no
sólo en
su aspecto material sino tam­
bién en sus relaciones con el ambiente cultural y espiritual. Pero toda idea de contaminación lleva consigo
la definición del con­
taminante y del contaminado; y, de este último, si se quiere man­
tener incólume, debe de conservarse en sus características esen~
dales. Es, por lo tanto, la idea de la conservación la base y el
fundamento de la lucha contra la contaminación.
La contaminación no tiene únicamente como consecuencia el
corromper, viciar, pervertir e inficionar sino que, especialmente
ahora, es una manifestación de una tendencia muy marcada de
la afición al combio y a la inestabilidad; es la idea de la evo­
lución, la negación de
todo
lo básico y definido; en el fondo,
es la filosofía de la revolución permanente -que hace peligrar
la «integridad material
y espiritual de la Nación, que sólo pue­
de salvarse conservando lo más esencial de sus reservas», como
dice Patricio Randle en la nota preliminar del libro-. El concep­
to de «progreso» se
elevó a
la categoría de absoluto, oponién­
dolo dialécticamente a
la tradición. Es necesario luchar contra los
excesos del «progresismo»
y rehabilitar el concepto de conser-
(*) Buenos Aires. Oikos, Asociación para la Promoción de Estudios
Territoriales y Ambientales (1982), 292
págs.
(**) «La contaminación ambiental»-, resefia por J. Garrido, en Verbo,
núm. 195-196, p,lg. 781.
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vación que no es sinónimo de inmovilismo o parálisis sino cons­
trucción
armónica y continuada sobre la base de lo esencial que
no debe cambiar. La búsqueda de esto esencial es la tarea
prin­
cipal

de todo aquel que quiera basar sus actuaciones sobre
fun.
Lo esencial tiene diferentes aspectos: desde el más al ras del
suelo, como es la conservación de este mismo para el desarrollo
de la agricultura, hasta los más elevados de los conceptos
in­
telectuales

y espirituales. A lo
largo de 14 sustanciales capÍtu·
los pasa eo revista, el libro que reseñamos, los principales
aspec­
tos

de la idea de conservación.
Empieza esta obra con cuatro exposiciones sobre la
conser­
vación

de la naturaleza, los suelos, la flora, la fauna y los
am­
bientes

naturales que hace sólo algunos lustros no eran
preocu­
pación

para los corifeos del progresismo; sólo veían éstos como
porvenir de la humanidad una creciente industrialización y
tec­
nificación

de la vida humana.
La realidad se ha encargado de
rectificar estos sueños progresistas y ahora el conservadurismo es
ya ]a tesis oficial en lo referente a la naturaleza material. No
ocu­
rre

Jo mismo con los aspectos no materiales de las actividades
humanas, en las que todavía imperan las utopías progresistas. El
potencial energético
y los ambientes humanizados son dos aspec­
tos

en los que el conservadurismo también se va abriendo
ca­
mino,

aunque todavía hay mucho que cambiar en la mentalidad
tecnificadora y científica de muchos directivos
y ejecutivos, como
se dice actualmente.
Las ideas conservadoras en el aspecto cultural son todavía
más difíciles de inculcar. a los hombres actuales, llevados por
un lado, a
la propagación de ideas uniformadoras a nivel mun­
dial y, por otro, al desprecio del pasado, especialmente en su
aspecto clásico. Por esto son particularmente importantes los
capítulos de esta obra referentes, uno de ellos, a la conservación
de las culturas autóctonas, por Mario Califano, y, otro, sobre
la cultura clásica, de AHredo Di Pietro. En las culturas autÓC·
tonas hay que decantar los valores positivos de los contrarios, a
los que pueden ser compatibles con la cultura cristiana;
descar­
tando

las tesis del «buen salvaje»
--que, a pesar de
su carácter
reaccionario, reviven actualmente
en algunos

medios intelectua­
les-. El artículo de AHredo D.
Pfetro es

particularmente
inte­
resante

por su defensa de las raíces greco-latinas de nuestra
ci­
villi:ación
o

más bien del «espíritu grecorromano» sublimado por
lo cristiano. Analiza las relaciones entre esto último y lo «clá­
sico»,

siendo aquél la coronación de éste
y termina señalando los
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peligros que conlleva el olvido de los valores clásicos y la ne­
cesidad de una reacci6n. Como valor fundamental que hay que conservar a toda costa
está
la Hispanidad, analizada con precisi6n y con pasi6n por Ro­
berto H. Marfany, que aboga por
la necesidad de fortalecer o res­
tablecer
el legítimo origen hispánico para recuperar el ser his­
tórico.
Un factor importante para la conservación de los valores cul­
turales fundamentales es el referente a la conservaci6n del acer­
vo historiográfico que trata Néstor Tomás Auza, el patrimonio
hist6rico-cultural y la conservaci6n de las instituciones naturales o
«ecologismo integral» tratados, respectivamente, por Carlos Ma­
ría Gefly y Obes y por M. Montejano.
Termina con algunas contribuciones de carácter más político,
como el conservadurismo en la política argentina, la tradición,
le revolución y la conservación y, finalmente, sobre la conserva­
ci6n de la fe, por Héctor Aguer.
En resumen, un volumen lleno de interesantes sugerencias y
de ideas originales -que contrastan con la monotonía de con­
ceptos de aquellos cuya única idea fundamental es una fe indis­
criminada en
el progreso material que, según ellos, sería necesa­
riamente origen de desarrollos positivos en la ética y hasta en la
religión-.
JULIO GARRIDO
Javier Nagore Yárnoz: EN LA PRIMERA DE NAVARRA
(MEMORIAS DE UN VOLUNTARIO NAVARRO EN RADIO REQUETE DE
CAMPAÑA) (*)
Este libro de Javier Nagore es, para los que de algún modo
( aunque sea menos brillante) participamos en los frentes de la
misma Cruzada espafiola de hace
más de

un tercio de siglo, un
memorial emocionante, pero también es, para cualquier lector
más alejado, una historia del más alto interés. Una verdadera
historia, como debe ser, de «soldados conocidos». Ya en otras
ocasiones ha dicho que los historiadores deben tener muy pre­
sente el Monumento de los Muertos de Navarra en la Cruzada,
que se contempla en Pamplona, un excelente ejemplo de monu­
mento a los «soldados conocidos», pues en sus muros interio-
(*) Madrid, 1982, 167 págs.
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