Índice de contenidos
Número 205-206
Serie XXI
- Textos Pontificios
- Noticias
- In memoriam
-
Estudios
-
La tecnocracia: sus objetivos unidimensionales
-
La libertad y la responsabilidad
-
Responsabilidad y corresponsabilidad en el ateísmo contemporáneo
-
El hombre de Dios, contra Dios
-
Tradicionalismo y krausismo
-
La fórmula de la justa remuneración en Rerum novarum y en la economía de Adam Smith
-
Acción familiar
-
- Monográficos
- Ilustraciones con recortes de periódicos
-
Información bibliográfica
-
Hubert Jedin: Historia del Concilio de Trento
-
María Luisa Rodríguez Aisa: El Cardenal Gomá y la Guerra de España (Aspectos de la gestión pública del Primado, 1936-1939)
-
.M. Pero-Sanz: Friedrich Engels: El origen de la familia, la propiedad y el Estado
-
P. H. Randle (ed.): La conservación del patrimonio material y espiritual de la nación
-
Javier Nagore Yarnoz: En la Primera de Navarra (Memorias de un voluntario navarro en Radio Requeté de campaña)
-
-
Crónicas
-
Crónica de la festividad de San Fernando 1982
-
Discurso de Rafael Botella [San Fernando 1982]
-
Discurso de Paloma Ortiz de Zarate Fuentes [San Fernando 1982]
-
Discurso de José María Piñol Aguadé [San Fernando 1982]
-
VIII Congreso de I.P.S.A. (Instituto de Promoción Social Argentina). Representación natural y poder político
-
Autores
1982
Discurso de Paloma Ortiz de Zarate Fuentes [San Fernando 1982]
DISCURSO DE PALOMA ORTIZ DE ZARAT'E,
FUENTES
Queridos amigos:
Doy gracias por este honor, no merecido, que me concedéis de ha
blar ante vosotros. Las palabras que a continuación vais a escuchar son
fruto de unas convicciones muy
arraigadas que, quizá, no
pueda expo
ner con toda la fluidez que yo desearía. Espero que disculpéis mi
inexperiencia.
Frente a las aparentemente insalvables dificultades que pesan sobre
el momento actual de nuestra Patria, debemos hacer frente al ataque
feroz de la Revolución, que pretende destruir los fundamentos de lo
que hasta ahora constituyó la esencia cat6lica de nuestra raza. Conta
mos, afortunadamente, con el ejemplo señero· de figuras como la que
esta noche nos ocupa: nuestro Santo Patrón Fernando 111.
La vida y muerte de San Fernando son -una enseñanza para todos
los hombres
pero, en especial, para aquellos que tienen como misión el
gobierno de
las naciones.
Fue nuestro rey un abnegado cumplidor de su
misión, tanto
de mo
narca como de Santo; dándonos un ejemplo insuperable de lo que
sig.
nifica
ser español. Me refiero a la profesión de fe que hizo en los um
brales de su muerte:
'"Yo, Rey de Castilla, Femando, Caballero de
Cristo".
Esta
es la clave de la esencia española. Nuestro rey dio con el tér
mino exacto que define, de una vez para siempre, los anhelos más pro
fundos del alma española:
"Caballero de Cristo". Así somos los espa
ñoles, unión
de sentimiento religioso
y sentimiento patriótico. Y si ol
vidamos ese peculiar carácter de
nuestra· Patria,
dejaremos de ser Es
paña para caer en el
más hondo
de los abismos.
Acaso otros pueblos no posean semejante privilegio. Auténtico don
de Dios, que parece haber elegido nuestra bendita tierra española como
baluarte para la defensa de las
Eternas Verdades
de que es depositaria
la Iglesia,
y de la que siempre fuimos hijos amantes y sumisos.
Con sólo remontar el curso de nuestra historia
n0s encontramos
con
esos elementos
privilegiados que nos dejaron señalado con su
magnífico
ejemplo,
el único camino a seguir como católicos
y españoles.
Larga
seria la
enumeraci6n de santos, reyes, guerreros y mártires
que nos han dejado la
rticia enseñanza
de su ejemplo y su doctrina,
entre los que figura siempre en lugar preferente nuestro rey Fernan
do III, justamente llamado el Santo.
Ha llegado el momento
·de recoger
el inmenso caudal espiritual que
heredamos de nuestro pasado, base
mds que
suficiente para que, con
ánimo esforzado y con la mirada puesta en. Dios, no decaigamos ni un
sólo momento en la lucha que hemos de sostener.
Podrfan demandarnos
aquellos que
tan paladinamente
supieron de
fender el Honor de Dios
si nos conformáramos con admirar las obras
que ellos hicieron; cuando, precisamente, han de servirnos de orienta
ción, de acicate y de
fortaleza para
recuperar la antorcha, oscurecida
acaso por nuestra propia dejación, y devolverle de nuevo el esplenlor
de nuestros valores patri6ticos
y espirituales.
En nuestra Patria los gobernantes han olvidado las
enseñanzas de
la
669
Fundaci\363n Speiro
historia, y el único significado que puede tener España; quizá por eso
ahora
la llamen «Estado Español». Han arrinconado a Dios en la cons
trucci6n de un Orden Social aquellos que se llaman cat6licos, pero
que según los mismos,
«Dan al César lo que es del César y a Dios lo
que es de
Dios». Pero
...
, ¿no
saben acaso que el César también deberd
rendir cuentas de su función gobernadora ante Dios? Es, por eso, que desde su origen, nuestra editorial
Speiro, se dedicó
a difundir las bases del Ordenamiento Social Cristiano. Nuestra misión es la de lograr un Estado católico, pero no sólo de
miembros católicos, sino de instituciones, para
asf coriseguir, aunque
nunca
sea perfecta,
la Ciudad Católica.
No podemos contentarnos con ser nosotros creyentes, sin ninguna
aspiración de convertir en
creyente al
Estado; esta actitud es propia del
Liberalismo, que quiere desvincular
al Creador de sus criaturas.
Nosotros
queremos que Cristo reine en nuestra sociedad, en todos
y cada uno de los cuerpos intermedios que integran nuestra idea de
Estodo,· pues,
como nos dice
Pio XII en el 50 aniversario de la encí
clica Rerum novarum: «De la forma dada a la sociedad, conforme o no
a las leyes divinas, depende y se deriva el bien o el mal de las almas>.
Es
clara la enorme responsabilidad que tiene el gobernante
tinte sf;
no consiste únicamente en la salvación de su alma, sino en la salv(lCión
de
la colectividad.
Ahora que
la Revolución pretende hacer desaparecer de España el
último
resquicio de cristiandad, nosotros,
los contrarrevolucionarios, de-
hemos
poner todo nuestro empeño en traer el único orden que existe
en el mundo:
El orden de Dios, pues fuera de El todo es anarquía y
desorden. Sembrar es la ardua tarea que nosotros debemos llevar a cabo, lle
nando ,con la semilla vigorosa y eterna de nuestros sagrados princi
pios,
loS surcos
que el enemigo intenta corromper con su
cizaña.
La tarea no e& fácil: hemos de permanecer vigilantes, cumpliendo
cada
uno con nuestra
misión y, asf, cuando germine esa siembra, aque
llos que la
reco;an, aunque no seamos
nosotros, «vuelvan gozosos lle
vando
sus gavillas», como
nos dice la Sagrada Escritura.
Pero no podemos quedarnos en simples metáforas,· tenemos la_ obli
gación de pasar a la acción concreta. A nosotros, los universitarios, nos incumbe introducir
y difundir los
principios
de la Contrarrevolución por todas partes y especialmente en
la .Universidad. Este es el principal anhelo que mueve a los miembros
de
Corporación Universitaria, entre los cuales me encuentro.
Nuestra
Corporación ha querido seguir las pautas marcadas por los
hombres de la
Ciudad Católica, a los que deseamos suceder en el campo
de la
Contrarrevoluci6n y, además, consideramos nuestros maestros.
Y terminaré citando a ese gran converso que fue San Agustín.
EstatJ palabras deberán inspirar la
atrayente y
dificil tarea
que supone
cristianizar nuestra sociedad:
670
"Dos amores fundan dos ciudades ...
El amor de
sf mismo hasta el desprecio de Dios
la ciudad terrena,
Y el amor de -Dios hasta el desprecio de sf mismo,
la Ciudad de Dios".
Fundaci\363n Speiro
FUENTES
Queridos amigos:
Doy gracias por este honor, no merecido, que me concedéis de ha
blar ante vosotros. Las palabras que a continuación vais a escuchar son
fruto de unas convicciones muy
arraigadas que, quizá, no
pueda expo
ner con toda la fluidez que yo desearía. Espero que disculpéis mi
inexperiencia.
Frente a las aparentemente insalvables dificultades que pesan sobre
el momento actual de nuestra Patria, debemos hacer frente al ataque
feroz de la Revolución, que pretende destruir los fundamentos de lo
que hasta ahora constituyó la esencia cat6lica de nuestra raza. Conta
mos, afortunadamente, con el ejemplo señero· de figuras como la que
esta noche nos ocupa: nuestro Santo Patrón Fernando 111.
La vida y muerte de San Fernando son -una enseñanza para todos
los hombres
pero, en especial, para aquellos que tienen como misión el
gobierno de
las naciones.
Fue nuestro rey un abnegado cumplidor de su
misión, tanto
de mo
narca como de Santo; dándonos un ejemplo insuperable de lo que
sig.
nifica
ser español. Me refiero a la profesión de fe que hizo en los um
brales de su muerte:
'"Yo, Rey de Castilla, Femando, Caballero de
Cristo".
Esta
es la clave de la esencia española. Nuestro rey dio con el tér
mino exacto que define, de una vez para siempre, los anhelos más pro
fundos del alma española:
"Caballero de Cristo". Así somos los espa
ñoles, unión
de sentimiento religioso
y sentimiento patriótico. Y si ol
vidamos ese peculiar carácter de
nuestra· Patria,
dejaremos de ser Es
paña para caer en el
más hondo
de los abismos.
Acaso otros pueblos no posean semejante privilegio. Auténtico don
de Dios, que parece haber elegido nuestra bendita tierra española como
baluarte para la defensa de las
Eternas Verdades
de que es depositaria
la Iglesia,
y de la que siempre fuimos hijos amantes y sumisos.
Con sólo remontar el curso de nuestra historia
n0s encontramos
con
esos elementos
privilegiados que nos dejaron señalado con su
magnífico
ejemplo,
el único camino a seguir como católicos
y españoles.
Larga
seria la
enumeraci6n de santos, reyes, guerreros y mártires
que nos han dejado la
rticia enseñanza
de su ejemplo y su doctrina,
entre los que figura siempre en lugar preferente nuestro rey Fernan
do III, justamente llamado el Santo.
Ha llegado el momento
·de recoger
el inmenso caudal espiritual que
heredamos de nuestro pasado, base
mds que
suficiente para que, con
ánimo esforzado y con la mirada puesta en. Dios, no decaigamos ni un
sólo momento en la lucha que hemos de sostener.
Podrfan demandarnos
aquellos que
tan paladinamente
supieron de
fender el Honor de Dios
si nos conformáramos con admirar las obras
que ellos hicieron; cuando, precisamente, han de servirnos de orienta
ción, de acicate y de
fortaleza para
recuperar la antorcha, oscurecida
acaso por nuestra propia dejación, y devolverle de nuevo el esplenlor
de nuestros valores patri6ticos
y espirituales.
En nuestra Patria los gobernantes han olvidado las
enseñanzas de
la
669
Fundaci\363n Speiro
historia, y el único significado que puede tener España; quizá por eso
ahora
la llamen «Estado Español». Han arrinconado a Dios en la cons
trucci6n de un Orden Social aquellos que se llaman cat6licos, pero
que según los mismos,
«Dan al César lo que es del César y a Dios lo
que es de
Dios». Pero
...
, ¿no
saben acaso que el César también deberd
rendir cuentas de su función gobernadora ante Dios? Es, por eso, que desde su origen, nuestra editorial
Speiro, se dedicó
a difundir las bases del Ordenamiento Social Cristiano. Nuestra misión es la de lograr un Estado católico, pero no sólo de
miembros católicos, sino de instituciones, para
asf coriseguir, aunque
nunca
sea perfecta,
la Ciudad Católica.
No podemos contentarnos con ser nosotros creyentes, sin ninguna
aspiración de convertir en
creyente al
Estado; esta actitud es propia del
Liberalismo, que quiere desvincular
al Creador de sus criaturas.
Nosotros
queremos que Cristo reine en nuestra sociedad, en todos
y cada uno de los cuerpos intermedios que integran nuestra idea de
Estodo,· pues,
como nos dice
Pio XII en el 50 aniversario de la encí
clica Rerum novarum: «De la forma dada a la sociedad, conforme o no
a las leyes divinas, depende y se deriva el bien o el mal de las almas>.
Es
clara la enorme responsabilidad que tiene el gobernante
tinte sf;
no consiste únicamente en la salvación de su alma, sino en la salv(lCión
de
la colectividad.
Ahora que
la Revolución pretende hacer desaparecer de España el
último
resquicio de cristiandad, nosotros,
los contrarrevolucionarios, de-
hemos
poner todo nuestro empeño en traer el único orden que existe
en el mundo:
El orden de Dios, pues fuera de El todo es anarquía y
desorden. Sembrar es la ardua tarea que nosotros debemos llevar a cabo, lle
nando ,con la semilla vigorosa y eterna de nuestros sagrados princi
pios,
loS surcos
que el enemigo intenta corromper con su
cizaña.
La tarea no e& fácil: hemos de permanecer vigilantes, cumpliendo
cada
uno con nuestra
misión y, asf, cuando germine esa siembra, aque
llos que la
reco;an, aunque no seamos
nosotros, «vuelvan gozosos lle
vando
sus gavillas», como
nos dice la Sagrada Escritura.
Pero no podemos quedarnos en simples metáforas,· tenemos la_ obli
gación de pasar a la acción concreta. A nosotros, los universitarios, nos incumbe introducir
y difundir los
principios
de la Contrarrevolución por todas partes y especialmente en
la .Universidad. Este es el principal anhelo que mueve a los miembros
de
Corporación Universitaria, entre los cuales me encuentro.
Nuestra
Corporación ha querido seguir las pautas marcadas por los
hombres de la
Ciudad Católica, a los que deseamos suceder en el campo
de la
Contrarrevoluci6n y, además, consideramos nuestros maestros.
Y terminaré citando a ese gran converso que fue San Agustín.
EstatJ palabras deberán inspirar la
atrayente y
dificil tarea
que supone
cristianizar nuestra sociedad:
670
"Dos amores fundan dos ciudades ...
El amor de
sf mismo hasta el desprecio de Dios
la ciudad terrena,
Y el amor de -Dios hasta el desprecio de sf mismo,
la Ciudad de Dios".
Fundaci\363n Speiro