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Número 205-206

Serie XXI

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Discurso de Paloma Ortiz de Zarate Fuentes [San Fernando 1982]

DISCURSO DE PALOMA ORTIZ DE ZARAT'E,
FUENTES
Queridos amigos:
Doy gracias por este honor, no merecido, que me concedéis de ha­
blar ante vosotros. Las palabras que a continuación vais a escuchar son
fruto de unas convicciones muy
arraigadas que, quizá, no

pueda expo­
ner con toda la fluidez que yo desearía. Espero que disculpéis mi
inex­periencia.
Frente a las aparentemente insalvables dificultades que pesan sobre
el momento actual de nuestra Patria, debemos hacer frente al ataque
feroz de la Revolución, que pretende destruir los fundamentos de lo
que hasta ahora constituyó la esencia cat6lica de nuestra raza. Conta­
mos, afortunadamente, con el ejemplo señero· de figuras como la que
esta noche nos ocupa: nuestro Santo Patrón Fernando 111.
La vida y muerte de San Fernando son -una enseñanza para todos
los hombres

pero, en especial, para aquellos que tienen como misión el
gobierno de

las naciones.
Fue nuestro rey un abnegado cumplidor de su
misión, tanto

de mo­
narca como de Santo; dándonos un ejemplo insuperable de lo que
sig.
nifica

ser español. Me refiero a la profesión de fe que hizo en los um­
brales de su muerte:
'"Yo, Rey de Castilla, Femando, Caballero de
Cristo".
Esta

es la clave de la esencia española. Nuestro rey dio con el tér­
mino exacto que define, de una vez para siempre, los anhelos más pro­
fundos del alma española:
"Caballero de Cristo". Así somos los espa­
ñoles, unión

de sentimiento religioso
y sentimiento patriótico. Y si ol­
vidamos ese peculiar carácter de
nuestra· Patria,
dejaremos de ser Es­
paña para caer en el
más hondo

de los abismos.
Acaso otros pueblos no posean semejante privilegio. Auténtico don
de Dios, que parece haber elegido nuestra bendita tierra española como
baluarte para la defensa de las
Eternas Verdades

de que es depositaria
la Iglesia,
y de la que siempre fuimos hijos amantes y sumisos.
Con sólo remontar el curso de nuestra historia
n0s encontramos
con
esos elementos

privilegiados que nos dejaron señalado con su
magnífico
ejemplo,

el único camino a seguir como católicos
y españoles.
Larga
seria la

enumeraci6n de santos, reyes, guerreros y mártires
que nos han dejado la
rticia enseñanza

de su ejemplo y su doctrina,
entre los que figura siempre en lugar preferente nuestro rey Fernan­
do III, justamente llamado el Santo.
Ha llegado el momento
·de recoger

el inmenso caudal espiritual que
heredamos de nuestro pasado, base
mds que

suficiente para que, con
ánimo esforzado y con la mirada puesta en. Dios, no decaigamos ni un
sólo momento en la lucha que hemos de sostener.
Podrfan demandarnos

aquellos que
tan paladinamente
supieron de­
fender el Honor de Dios
si nos conformáramos con admirar las obras
que ellos hicieron; cuando, precisamente, han de servirnos de orienta­
ción, de acicate y de
fortaleza para

recuperar la antorcha, oscurecida
acaso por nuestra propia dejación, y devolverle de nuevo el esplenlor
de nuestros valores patri6ticos
y espirituales.
En nuestra Patria los gobernantes han olvidado las
enseñanzas de
la
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Fundaci\363n Speiro

historia, y el único significado que puede tener España; quizá por eso
ahora
la llamen «Estado Español». Han arrinconado a Dios en la cons­
trucci6n de un Orden Social aquellos que se llaman cat6licos, pero
que según los mismos,
«Dan al César lo que es del César y a Dios lo
que es de
Dios». Pero

...
, ¿no

saben acaso que el César también deberd
rendir cuentas de su función gobernadora ante Dios? Es, por eso, que desde su origen, nuestra editorial
Speiro, se dedicó
a difundir las bases del Ordenamiento Social Cristiano. Nuestra misión es la de lograr un Estado católico, pero no sólo de
miembros católicos, sino de instituciones, para
asf coriseguir, aunque
nunca
sea perfecta,
la Ciudad Católica.
No podemos contentarnos con ser nosotros creyentes, sin ninguna
aspiración de convertir en
creyente al
Estado; esta actitud es propia del
Liberalismo, que quiere desvincular
al Creador de sus criaturas.
Nosotros
queremos que Cristo reine en nuestra sociedad, en todos
y cada uno de los cuerpos intermedios que integran nuestra idea de
Estodo,· pues,

como nos dice
Pio XII en el 50 aniversario de la encí­
clica Rerum novarum: «De la forma dada a la sociedad, conforme o no
a las leyes divinas, depende y se deriva el bien o el mal de las almas>.
Es

clara la enorme responsabilidad que tiene el gobernante
tinte sf;
no consiste únicamente en la salvación de su alma, sino en la salv(lCión
de

la colectividad.
Ahora que
la Revolución pretende hacer desaparecer de España el
último
resquicio de cristiandad, nosotros,
los contrarrevolucionarios, de-­
hemos

poner todo nuestro empeño en traer el único orden que existe
en el mundo:
El orden de Dios, pues fuera de El todo es anarquía y
desorden. Sembrar es la ardua tarea que nosotros debemos llevar a cabo, lle­
nando ,con la semilla vigorosa y eterna de nuestros sagrados princi­
pios,
loS surcos

que el enemigo intenta corromper con su
cizaña.
La tarea no e& fácil: hemos de permanecer vigilantes, cumpliendo
cada
uno con nuestra
misión y, asf, cuando germine esa siembra, aque­
llos que la
reco;an, aunque no seamos
nosotros, «vuelvan gozosos lle­
vando
sus gavillas», como

nos dice la Sagrada Escritura.
Pero no podemos quedarnos en simples metáforas,· tenemos la_ obli­
gación de pasar a la acción concreta. A nosotros, los universitarios, nos incumbe introducir
y difundir los
principios
de la Contrarrevolución por todas partes y especialmente en
la .Universidad. Este es el principal anhelo que mueve a los miembros
de
Corporación Universitaria, entre los cuales me encuentro.
Nuestra
Corporación ha querido seguir las pautas marcadas por los
hombres de la
Ciudad Católica, a los que deseamos suceder en el campo
de la
Contrarrevoluci6n y, además, consideramos nuestros maestros.
Y terminaré citando a ese gran converso que fue San Agustín.
EstatJ palabras deberán inspirar la

atrayente y
dificil tarea
que supone
cristianizar nuestra sociedad:
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"Dos amores fundan dos ciudades ...
El amor de
sf mismo hasta el desprecio de Dios
la ciudad terrena,
Y el amor de -Dios hasta el desprecio de sf mismo,
la Ciudad de Dios".
Fundaci\363n Speiro