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Número 205-206

Serie XXI

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María Luisa Rodríguez Aisa: El Cardenal Gomá y la Guerra de España (Aspectos de la gestión pública del Primado, 1936-1939)

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
M.• L..isa Rodríguez Aisa: EL CARDENAL GOMA Y LA
GUERRA
DE ESPAll PUBLICA DEL PRIMADO, 1936-1939) (*)
El Instituto Enrique Flórez, del Consejo Superior de Investi­
gaciones Científicas,
ha incorporado a su colección. «Monografías
dt la

Historia Eclesiástica»,
el título ya señalado, del que es au­
tora María Luisa Rodríguez Aisa, doctora en Ciencias políticas
y profesora de la Universidad Complutense. Nos encontramos
ante una obra que podemos calificar de clave para interpretar el
papel
de la Iglesia española en uno de los períodos más azarosos
de su

historia, como fue el de la guerra de 1936-1939. Lo pri­
mero que salta a la vista es el evidente rigor histórico que se de­
riva de la misma, rigor que adquiere mayor importancia en una
época en la que casi todos los días vemos aparecer obras que
quieren ser fundamentales,
y no traspasan los límites de un pe­
riodismo que se queda en oportunista, acordes, además, según
sople el viento político de moda, y como el viento político, o más
bien la

infiltración que otorga patente de intelectual, es la del
izquierdismo, viene a parecer a algunos el que fuera de este punto
de vista no exista labor digna de mención. De ahí el mérito que encierra la obra de la doctora Rodríguez
Aisa, ya que lejos de dejarse llevar por ese viento que la tendría
garantizado un gran éxito de crítica y de promoción de la obra,
ha procedido con el rigor histórico, con el afán de búsqueda me­
todológica de la verdad que debe impulsar al verdadero intelec­
tual, sin dejarse llevar de actitudes lisonjeras para con determi­
nadas tendencias.
Algo que llama la atención, en primer lugar, es la riqueza
documental y bibliográfica y
el beber directamente en las fuen­
tes y no dejarse llevar de comentaristas más o menos apasiona­
dos. La fuente principal es el archivo del Cardenal Gomá, en To­
ledo, el cual parece ser que el mismo arzobispo pensó destruirlo ya al final de su vida; esto hace que, como bien se dice en la intro­
ducción, adquiera la publicación
de su archivo privado «un valor
testimonial único y que resulta absolutamente imprescindible a
la hora de juzgar su obra». Otras fuentes utilizadas son el acta
«apostolicae sedis» y los boletines oficiales de aquella época de
los Arzobispados de Burgos, Toledo, Salamanca, Tarazona
y
Avila.
(*) Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1982, 538
páginas.
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Hay algo que queda claro en la obra y es el que nos presenta
el conflicto terrible que ensangrentó a España -desgraciadamen­
te parece hoy que para nada-, no como una guerra civil o como
la lucha entre dos facciones de las Fuerzas Armadas, sino como
un total conflicto entre dos versiones antagónicas no sólo de la
política sino de una concepción total del Estado, de
la sociedad,
que desencadenó, a su vez, una innegable persecución religiosa,
justificativa de calificar a la reacción contraria de «Cruzada». La
pastoral «Las dos ciudades», muy probablemente uno de los
documentos religiosos más conflictivos de los últimos tiempos,
publicada el 30 de septiembre de 1936 por el doctor Plá y De­
niel, Obispo de Salamanca, «no puede calificarse... de una mera
teología del Alzamiento», «menos aún responde a la realidad ob­
jetiva las acusaciones de oportunismo o servilismo con que al­
gunos artículos recientes han tocado superficialmente el tema
sin análisis riguroso alguno.
Esta adquiere su mayor valor cuando el enemigo con el que
se enfrentaba la Iglesia Católica no era un grupo tolerante y
progresista, tal como se nos quiere hacer ver hoy, o una casi
inexistente minoría ilustrada y culta, frente a una pretendida
Iglesia cerril y obscurantista defensora de los sistemas retrógra­
dos o de intereses inconfesables, cuando el hecho cierto era que
en la zona no dominada por el Alzamiento Nacional la persecu­
ción religiosa fue cruel y sanguinaria como no se recuerda en
nación alguna en los tiempos contemporáneos. Superior, incluso, por el número de víctimas, a las entonces aún recientes de Mé­
jico y de Rusia, produciendo energúmenos exaltados que sentían
el mayor placer en la destrucción no sólo de la religión, sino de
obras de arte con un peso de siglos, ensañándose en su propia
barbarie.
Qué lejos

la ferocidad de esas turbas iconoclastas del
noble pueblo idealizado y utópico que se nos trata de presentar
hoy en día, y, frente al cual, curas y obispos «trabucaires», acom­
pañados de militares cerriles e ignorantes
·y de
terratenientes
bárbaros y atroces se enfrentaban.
La pastoral del doctor Plá y Deniel representa la primera
testificación de la guerra como tal cruzada, defiende la unidad
y
legítima reacción de las autoridades eclesiásticas frente a la per­ secución religiosa y la identificación
lógica de
la Iglesia con aque­
llos «soldados y voluntarios que luchaban por Dios y por la Pa­
tria esperando una vida ultraterrena».
La doctora Rodríguez Aisa comenta cónio el primer proble­
ma planteado entre la Junta de Defensa, gestores del Alzamien­
to en los primeros meses y la Iglesia fue originado
por la

postura
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de la Junta de Defensa Nacional frente al Obispo de Vitoria, don
Mateo Múgica, cuya actitud respondió al Alzamiento de forma
calificada cuando

menos de sospechosa.
El Presidente de la Junta de Defensa, general Cabanellas, se
había dirigido

al Vaticano urgiéndole a la salida del citado Obis­
po de Vitoria. «Paralelas a estas gestiones diplomáticas, el Pri­
mado había recibido la visita de don Eugenio Vegas Latapié para
comunicarle que la Junta
de Defensa persistía en su actitud res­
pecto a don Mateo Mújica y estaba en vías de destacar un
emi­
sario a Roma para persuadir a la Santa Sede de la necesidad
de la remoción del obispo. Ante la presión de los hechos, el
. cardenal

Gomá rogó al señor Vegas Latapié pidiera al general
Dávila que suspendiera toda gestión mientras
él se entrevistaba
con la Junta de Defensa con ánimo de aplazar, a lo menos, este
grave asunto» (pág. 46 ). Nadie mejor que el maestro Eugenio
Vegas para
confirmar lo

anteriormente expuesto.
Sobre el tema del Obispo de Vitoria se extiende después la
autora, quedando de forma muy clara la postura del cardenal
Gomá, teniendo que llevar el Primado una dificilísima gestión ante el problema de los nacionalistas vascos, las sanciones a los sacerdotes separatistas y la postura del propio monsefior Múgica.
De la habilidad diplomática, en aquellos momentos difíciles, de
don Isidro Gomá, destaca
el hecho de nombrar a don Javier
Lauzurica como Administrador Apostólico de Vitoria y conse­
guir la renuncia de don Mateo Mújica a su Diócesis, ya en fecha
posterior,
el 12 de octubre de 1937, sin haber provocado una
situación que habría sido de lamentar entre el Gobierno Nacio­
nal y la Santa Sede.
La primera entrevista del Primado con Franco, ya Jefe del
Estado, se produjo a raíz de la situación creada por el fusilamien­ to de los
_ sacerdotes

vascos que
tu~ron intervención
directa en
el curso de la guerra. En el curso
de su entrevista, dice el car­
denal Gomá, «he de consignar con satisfacción que las autori­
dades militares superiores, particularmente el Generalísimo Fran­
co, Jefe del Estado, quedaron desagradablemente sorprendidos
por la noticia de un hecho que desconocían y que desaprobaron,
diciéndome textualmente el Jefe del Estado: "Tenga Su Eminen­ cia la seguridad de que esto queda cortado inmediatamente"».
Gomá, sumamente comprensivo y valorando los resultados
nbte­
nidos,

procuró que ante el Vaticano esta cuestión tampoco ad­
quiriese circunstancias graves para las relaciones entre el Go­
bierno Nacional y la Santa Sede. Tema éste,
el de los curas vas­
cos, que demostró el buen
hacer del

Cardenal Gomá, suprimien-
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do los fusilamrentos y procurando que la actitud de dichos sa­
cerdotes vascos no fuese causa de escándalo. Resulta muy inte­
resante ver
cómo Gomá

se preocupa de algo que desgraciada­
mente ha tenido después consecuencias lamentables, y que esta­
mos viviendo hoy en día, y era que el exceso de unitarismo cen­
tralista -por otra parte con cierta justificación en el ardor
y
terribles circunstancias de aquellos días-,-produjese un «desco­
nocimiento de los
legítimos derechos
regionales que se sacrifica­
rían al

sentido de unidad violenta». Palabras éstas de Gomá que
parecen proféticas vistas las circunstancias en que hoy en día nos desenvolvemos.
La Carta Colectiva del Episcopado Español, del 1 de julio
de 19
3 7,

representa la
postura clara
e inequívoca de la inmensa
mayoría de
la· Iglesia española frente al conflicto que se diluci­
daba. Una vez más vemos
claramente cómo no

era un simple
conflicto civil, o la lucha entre dos banderías, sino el concepto
antagónico y terrible entre una idea de la Patria y los enemigos
de
ella, entre un ateísmo feroz y militante, llevado hasta sus úl­
timas consecuencias, y los defensores de la Iglesia Católica. Re­
sulta

particularmente interesante el detalladísimo análisis que de
esta Carta Colectiva hace la autora, de cómo el Cardenal Gomá sometió primero a la consideración de todo el Episcopado la
posibilidad de

este documento colectivo, del
cual el Primado no
veía con demasiada claridad su eficacia, aunque, sin embargo,
se encontraba frente a la opinión del Cardenal Vida! y Barra­
quer

respecto a la oportunidad del momento. Parece que Gomá
tuvo que inclinarse,
respecto a

la publicación del documento, por
la urgencia de determinados obispos, y que fue consciente de que
s1 había
un momento solemne para promulgarla, ninguno más
que en el que se desarrollaban aquellas terribles circunstancias.
Gomá se muestra escéptico respecto a la eficacia del documento,
pero nunca, ni mucho menos, a su intencionalidad y a sus fines.
Con la excepción de Vida!
y Barraquer, el Episcopado envió su
voto favorable a
la publicación de la Carta Colectiva, y se relata
el apoyo de Plá y Deniel, del Obispo de Teruel, fray Anselmo
Polanco -quien más tarde sería fusilado--, y a la que mostró
cierta comprensión, incluso, mons'eñor Múgica. La Carta Colec­
tiva fue proyectada desde febrero de 1937, y una vez tenida
Gomá la seguridad de aceptación plena y del entusiasmo del
Episcopado empezó a perfilar y matizar la misma.
Franco pidió a Gomá la publicación de un documento que
debería ser dirigido a los obispos de todo el mundo; entonces,
el Primado, en una entrevista. celebrada con él el 10 de mayo
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de 19 3 7, le informó de la existencia del proyecto de Carta Co­
lectiva del Episcopado español, indicando Gomá, frente a las
susceptibilidades vaticanas que podían ocurrir, y de las que lue­go hablaremos, de que el escrito no obedecía tanto a la indica­
ción del Jefe del Estado
«como un

verdadero anhelo de muchos
señores obispos y de gran número de católicos», «será, además,
un acto de verdadero patriotismo, en coordinación con la de­
fensa de los intereses de la Iglesia en nuestra España, que de­
berá redundar
en bien de ambas». El primer proyecto de redac­
ción fue enviado el 14 de junio de 19
3 7,

y a finales de dicho mes
de junio enviaba el cardenal a Roma los resultados de la en­ cuesta realizada entre todos los metropolitanos españoles sobre
dicha Pastoral, extendiéndose en detalles sobre la misma. Re­
sulta curioso ver que, «a excepción de Vida! y Múgica la apro­
bación había sido unánime, con el único reparo que algunos pre­
lados habían hecho respecto al tono moderado del documento,
por cuanto hubieran querido mayor decisión y entusiasmo a
fa­
vor del Movimiento Nacional». De esta Carta del Cardenal Go­
má al Cardenal Pacelli, el último párrafo entrecomillado resulta totalmente significativo de cuál era la postura de la Iglesia res­
pecto al Movimiento Nacional. La Carta Colectiva se fechó el 1 de julio de 1937, y fue firmada por 43 obispos y cinco vicarios
capitulares. En la obra se da una relación amplia sobre la ges­
tación de la Carta, relación de firmantes y un sinfín de docu­
mentos que ponen de relieve lo que viene siendo la caracterís­
tica fundamental de la obra, la documentación analítica y rigu­
rosa hasta el extremo.
El tema de las relaciones entre el Estado y la Iglesia con vis­
tas a conseguir el reconocimiento del Gobierno Nacional por la Santa Sede ocupa uno de los capítulos del extenso libro, y en el
transcurso del mismo se ponen de relieve los primeros esfuerzos
para conseguir dicho reconocimiento, reconocimiento justo
y ló­
gico para un Gobierno que hacía la defensa de la religión ca­ tólica, y a cuya defensa precisamente se entregaba todos los días
la vida de muchos soldados
y voluntarios y que pasa por azaro­
sas circunstancias desde un reconocimiento oficioso del Cardenal
Gomá pasando por un encargado de negocios, que sería Monseñor
Antoniuti, hasta la culminación en
uná Nunciatura,

que estaría
a cargo de Monseñor Cicognani. Aquí los esfuerzos de Gomá son
considerabilísimos en hacer comprender, frente a las reticencias
vaticanas, lo que se dilucidaba en España, esa postura de la
que antes hemos hablado, superadora de una mera guerra ci­
vil y en la cual la Iglesia, y por consiguiente la Santa Sede,
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debía tomar una postura clara e inequívoca que no supusiese,
como empezaba a ocurrir, frustración entre muchos sectores .del
Alzamiento por ver esa incomprensión de la Iglesia Católica
Oficial hacia el nuevo Estado. Gomá ve con claridad los peligros
de· la postura vaticana y el provecho que de ello podía sacar la
propaganda alemana sobre la dirección de la guerra y la forma­ ción del nuevo Estado. Actitud que preocupaba mucho a Gomá
por la creciente influencia falangista, a la que habían llegado
personas cuya ideología, en un principio, no estaba clara y que
se alistaban en
la idea de Falange, creyendo ver cierta desviación
de la misma

en un sentido aconfesional u hostil a
la religión.
La
influencia nazi, totalitarista y atea, aunque apoyaba materialmente
al Alzamiento, estaba lejos de identificarse con los verdaderos
fines del mismo, como se nos quiere repetir hoy en día con una
propaganda continua y machacona basada generalmente en
la
ignorancia

y en la repetición de tópicos, pues nada más lejos del
totalitarismo nazi, racista y brutal, que las ideas de la Tradición
o de Acción Española con que por tanto indocumentado se quie­
re hacer una amalgama y presentar al Alzamiento como una mez­
cla grotesca de ideas contrapuestas. La actitud de Gomá en este
aspecto era concluyente
y clara, y por eso su desesperación fren­
te a ia lentitud vaticana resulta angustiosa en ver lo que se di­
lucidaba. La consecución de la venida de Monseñor Antonuiti a
España supone

ya un reforzamiento de la postura de
. Gomá
y
el ver cómo sus teorías habían sido escuchadas en el Vaticano.
Gomá ve claro, como ninguno, el peligro de aquellos que de­
cían «católicos, sí; .vaticani!>tas, no», y que circulaba en deter­
minados medios informativos controlados por los sectores más totalitarios, veía el peligro de constitución de una Iglesia
Na­
cional,

separada de la Iglesia de Roma, idea impulsada por
tan­
tos nazis españoles de aquella época, y que hoy en día se pro­
claman liberales y demócratas.
La postnra de Gomá era también de una lógica desconfianza
hacia algunas figuras vaticanas, como Monseñor Tedeschini, hom­
bre al que Gomá juzgaba ser el culpable de la expulsión del Cardenal Segura en 1931, «a la que habría dado su consenti­
miento con una Comisión de Obispos por
él formada, en un
acuerdo con el Gobierno Provisional de
la República, a cambio
de
la obtención

de ciertas ventajas para la Iglesia que posterior­
mente no se lograron». También Tedeschini apoyó las pretensio­
nes del Cardenal Vidal y Barraquer en el pleito Tarragona-To­
ledo por la primacía, situación que si no llegó a materializar en
algo práctico fue porque
el Arzobispo de Toledo amenazó, in-
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cluso, con su renuncia y dimitir si eran disminuidas las prerroga­tivas de la Sede Primada. El tema del reconocimiento de la España nacional por el Va­
ticano, primero con Antoniuti y luego con Cicognani como Nun­
cio -lo que causó cierta decepción a Gomá, ya que se entendía muy bien con Antoniuti, al igual que las autoridades de la zona
nacional, pero fue nombrado Nuncio en Canadá-, encontró en
Gomá un valedor único, un esforzado luchador
y un convencido
defensor de que lo que se ventilaba en España no era una guerra
civil, era algo muy distinto, era la lucha, desde el punto de vis­
te religioso,

entre los defensores de unos valores eternos y el
marxismo destructor de la religión, de lo que da una eficaz idea el término «Cruzada», en la que Plá y Deniel con su Pastoral
Las dos ciudades, desempeñó un papel capital. Según dice la doc­
tora Rodríguez Aisa: «La Iglesia tomaba partido porque lo que
se estaba ventilando no era un mero cambio de régimen o de sis­
tema político, sino una lucha entre el comunismo
y la civiliza­
ción cristiana. Una Cruzada por la religión, los valores patrios y
la tradición histórica española, que había utilizado unas vías jus­
tas
y legítimas no identificables siempre con las vías legales».
La figura de Franco sale bien conceptuada de la investigación
en el archivo
del Cardenal Gomá realizada por la autora, y se
observa que en cuantas ocasiones se plantea el conflicto entre
1, Iglesia y el Estado, y en cuanto el Cardenal recurre al Gene­
ralísimo, los problemas se solucionan, proviniendo las mayores di­ ficultades de la camarilla que rodea al mismo
y, sobre todo, de
aquellos grupos pro-nazis, como los que llevan al establecimiento
de un convenio sobre la colaboración espiritual y cultural entre Alemania
y España, lo cual motiva una carta y exposición del
Cardenal Gomá a Franco, en nombre del Episcopado, sobre los
peligros de dicho convenio, manifestándole Franco, claramente, que dicho Convenio no tendría ningún valor en aquello que se
opusiese a la doctrina fundamental de la Iglesia, diciendo Franco
textualmente, «se trata sólo de un acuerdo más entre los muchos
que la nación española ha concertado y habrá de concertar, que
nunca consentiríamos pudiera arrojar al respeto y fervor para la
Santa Iglesia y al profundo sentimiento católico de nuestro país
y su Gobierno». Resultan significativas las preocupaciones de Gomá ante un plan de contacto entre las juventudes españolas
y alemanas, del que se derivaría una creciente laicización de la sociedad española, puesta de manifiesto ya con hechos concre­
tos, en la presencia de jóvenes españoles en campamentos de las
juventudes hitlerianas en Alemania, viniendo los jóvenes
allí asis-
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tentes con criterios racistas y anticat6licos totah:ri:ente extraños
a la
tradici6n y
la forma de ser española.
Por último, relata c6mo quedándole ya solamente unos meses
de vida, viviría el Cardenal Gomá momentos de los
más delica­
dos

cuando el Embajador Y anguas Mesía fue llamado a Madrid
y se pensaría en
la roj.,rura de negociaciones entre España y el
Vaticano, por no llegar a un acuerdo en las lineas del futuro
Concordato, «Gomá puso de relieve a Roma que Franco segui­
ría hasta

el final y que contaría con un apoyo general para ello
mientras que
la Iglesia española quedaría al descubierto e in­
cluso parecería como culpable ante los ojos de muchos españoles, sacerdotes incluidos, por la falta de acuerdos. Mantuvo
la opi­
nión de que era mejor buscar un término medio aunque fuera
provisional antes que llegar a un enfrentamiento». Vemos el rea­
lismo del Primado de Toledo en esta difícil postura, y forzosa­
mente hemos de volver a lo anteriormente citado, en la presi6n
que hacían sobre el Jefe del Estado elementos como Serrano Sú­
ñer y, en otra escala, los posteriormente democráticos y liberales
Laín, Tovar,
Ridruejo, etc.,

en la apología del totalitarismo. Gomá
se encontraba muy pr6ximo a los tradicionalistas, y le preocupa­
ba de la Falange la menor intensidad de su confesionalidad re­
ligiosa y la proclividad hacia el totalitarismo, que
sería «aprove­
chado

por la propaganda nazi». Del documento que reproduce
la Carta

de
la Junta Carlista de Guerra a Franco sobre las pri­
meras declaraciones públicas de éste en torno a las relaciones
Iglesia-Estado, se
extraen consecuencias

claras sobre las frialda­
des religiosas de algunos sectores y la preocupaci6n por evitar
la aconfesionalidad del Estado.
La última parte del libro va con un apéndice documental que
abarca desde el acto de constituci6n de la Junta de Defensa Na­
cional, el 24 de julio de 1936, hasta una carta a Pío XII, del 1
dé febrero

de 1940, que enriquece
más la
obra, así como una re­
ferencia a la copiosa bibliografía utilizada, siendo, sin dudar, un
trabajo que

resulta fundamental a la hora de analizar las relacio­
nes
entre la

Iglesia y el Estado en tan azarosos momentos.
El pensamiento del
Cardenal Gomá

se ve nítido a lo largo
de estas páginas, en cuestiones tales como el hecho de que
el Alzamiento Nacional no se hizo al grito de ¡ Viva el Rey! o
¡ Viva la República!, sino de ¡ Viva España!, comprendiendo algo
sobre lo que hemos insistido reiteradamente,
el que dicho alza­
miento y la guerra subsiguiente no fue una mer_a guerra civili_
sino algo más hondo y trascendente, por mucho que el sectaris­
mo y también la ignorancia hayan querido silenciar.
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
La obra va precedida de una presentación del doctor José Ji­
ménez y Martínez de Carvajal, catedrático de relaciones de la
Iglesia y el Estado en
la Facultad de Ciencias Políticas; y de un
prólogo de Monseñor González Martín, Cardenal-Arzobispo de
Toledo, que reconocen el mérito de la figura de Gomá en esos
momentos únicos para
la Iglesia en la Historia de España, sus
esfuerzos para enderezar situaciones difíciles, reparar estragos y
mantener, en cuantas ocasiones fuera necesaria, su independencia
y libertad.
Resulta extraordinario el que
la doctora Rodríguez Aisa, en
esta época del éxito cómodo y tendencioso haya afrontado con
rigor y desprovista de apasionamiento esta obra que, concluimos,
es sumamente importante para todos los interesados en este pe­
ríodo decisivo de nuestra historia.
ANGEL MAESTRO

MARTÍNEZ
J. M. Pero-Sa:nz: FRIEDRICH ENGELS: EL ORIGEN DE
LA FAMILIA, LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL ESTADO
J. M. Pero-Sanz hace en este libro un estudio de la obra
de Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Es­
tado; la importancia de esta obra de Engels radica en que cons­
tituye un «clásico» dentro del pensamiento marxista en lo re­
ferente al tema de la familia, toda vez que de la propiedad pri­
vada apenas dice nada especial y acerca del Estado existen otros
libros de éste mismo autor y de Marx que abordan expresamen­ te el tema.
J. M. Pero-Sanz divide sus libro en varios apartados: co­
mienza haciendo una introducción al libro de Engels para con­ tinuar hablando en un segundo capítulo de la evolución de la
familia, a este capítulo es
al que más me voy a referir por ser
el punto clave del libro; el resto de la obra está dedicado a tra­
tar el tema del Estado; a hacer unas consideraciones metodoló­
gicas sobre la forma en que está escrito el libro de Engels; y
por fin los últimos capítulos están dedicados a proponer otra «hipótesis» familiar y a
definir qué

es el Estado.
LA FAMILIA:

Podría resumir lo que va a ser este capítulo
transcribiendo aquí un párrafo de
J. M. Pero-Sanz para tratar
a continuación de algunos de los puntos fundamentales de este
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