Índice de contenidos
Número 205-206
Serie XXI
- Textos Pontificios
- Noticias
- In memoriam
-
Estudios
-
La tecnocracia: sus objetivos unidimensionales
-
La libertad y la responsabilidad
-
Responsabilidad y corresponsabilidad en el ateísmo contemporáneo
-
El hombre de Dios, contra Dios
-
Tradicionalismo y krausismo
-
La fórmula de la justa remuneración en Rerum novarum y en la economía de Adam Smith
-
Acción familiar
-
- Monográficos
- Ilustraciones con recortes de periódicos
-
Información bibliográfica
-
Hubert Jedin: Historia del Concilio de Trento
-
María Luisa Rodríguez Aisa: El Cardenal Gomá y la Guerra de España (Aspectos de la gestión pública del Primado, 1936-1939)
-
.M. Pero-Sanz: Friedrich Engels: El origen de la familia, la propiedad y el Estado
-
P. H. Randle (ed.): La conservación del patrimonio material y espiritual de la nación
-
Javier Nagore Yarnoz: En la Primera de Navarra (Memorias de un voluntario navarro en Radio Requeté de campaña)
-
-
Crónicas
-
Crónica de la festividad de San Fernando 1982
-
Discurso de Rafael Botella [San Fernando 1982]
-
Discurso de Paloma Ortiz de Zarate Fuentes [San Fernando 1982]
-
Discurso de José María Piñol Aguadé [San Fernando 1982]
-
VIII Congreso de I.P.S.A. (Instituto de Promoción Social Argentina). Representación natural y poder político
-
Autores
1982
Discurso de José María Piñol Aguadé [San Fernando 1982]
DISCURSO DE, JOSE MARIA PffiOL AGUADE
Queridos amigos:
La herida ,es tierna, todavía sangra, pero no debe empañar nues
tro día, pues es muy probable que desde otros ámbitos, nuestros com
pañeros recién desaparecidos nos estén incitando a la lucha. Hoy es el
día de nuestra Fiesta Mayor, de San Fernando, que si fue Rey, con
quistador y unificador, fue, sobre todo, adalid de los ideales de la cris
tiandad que nos hermanan en la fe
y en la esperanw de un más allá.
Hoy no es
dfa de
áridas lecciones magistrales
sino de
repique de
cam
panas
que si no pueden ser cánticos de gloria en estos momentos de
catolicismo cómodo, vaciado de todo
herofsmo cristiano, sí deben ser
himnos que inciten a perseverar en el combate y mantengan la espe
ranza en la victoria_ final, la resurrección.
Muchos recordaréis, todavía~ aquel maravilloso mester. de juglaría
que
fue
Garcfa Sanchiz
que, a usanza del clérigo de San Millán de la
Cogolla o del juglar de
Mecinaceli, -al término
de
nuestra última
Cru
zada recorri6
las
Españas cantando
proezas
y gestm, victorias y pena
lidades, héroes y mártires, muchos de los cuales, que no fueron ni obis
pos rii religiosos, murieron simplemente por su condici6n dt cristianos,
pero
no han sido considerados
santos como los mártires de la anti
güedad, aunque para nosotros cuentan como tales sin que precisen de
claraciones mediatizadas por
politiquería, mezquindades
o simples co
bardías. Hay que honrarlos como tales y considerar como una de las
páginm más vergonzosas
de la historia de la
Iglesia Española
aquella
en
que_ un sanedrin con
el nombre
de· Asamblea
Episcopal reneg6_ de
ellos con
escasos eufemismos diplomáticos.
Vosotros, tripulación de la pequeña nave
Speiro, por vuestras gestas,
con apariencias de minigestas, bien
mereceríais un
cantor de tal· calibre.
Sola aquel
puñado de semilla- esparcida en
la correosa
tierra mesetaria
que hizo brotar un manantial muy·
leve, pero que
pronto resultó incon
tenible para los
límites peninsulares y saltando
grandes mares se ex
tendió por todo el amplio espacio
americ.Qno produciendo incluso fru
tos, de
los mejores, en aquellas queridas
·nerras chilenas
que baña aquel
mar tan español que Núñez de Balboa bau_tizó penetrando en
sus aguas
y trazando en ellas la señal de la cruz con .el nombre de Mar del Sur,
aunque
vosteriormente otro
español
mds práctico,
Magallanes,
rebau
tizó
con la denominación de Pacifico, que ha prevalecido en atención
a que
sus aguas
calmas le permitían
considerables singladuras.
Este
cascar6n forma en la Armada de la Cristiandad, en cruzada
permanente, y en ella tiene
asignadas misiones
de
índole intelectual,
que
no son negligibles en ningún
ejbcito. Rivarol
ya
decía que
a las
idem no
se las extermina con el fusil ni
se defiende · de
ellas con co
raza o
escudo. Vosotros sabéis que los cesarismos son transitorios
y
luchais por la paz permanente, que exige renovación .espiritual. Sois,
pues,
una Orden
Militar, como proclama incluso la cruz roja que cam
pea en la cubierta de
Verbo, pero vuestra misión es epopeyd de frutos
a
larga
distancia
y, por ello, no tenéis glorias inmediatas ni vuestras
gesttl3
reciben
aplauso, arcos triunfales, ni
desfilais en cortejos al son
del
trompeterfo, ni
vuestros escudos se· pueblan
de águilas indicativas
de
heroísmo. Y, sin
embargo, esta es vuestra mayor virtud, el laborar
671
Fundaci\363n Speiro
sin premio inmediato. Por ello, vuestra Orden de Caballeria sólo admite
hidalgos de
recio temple, dura
forja, que
soporten desalientos y deses
peranzas.
Jamás cabrdn
en ella sanchopancistas ni centristas que hacen
guaridas de sus fortines
y no simples asientos de ofensiva o defensiva.
Vuestro banderin de enganche es tan limitado como selecto.
De nuestra marineria han salido últimamente
lo.s más
recios intelec
tuales de
la tradición católica y de la hispanidad, que es- una
de sus
concretas encarnaciones. Vuestras publicaciones son inmenso arsenal de armamento intelectual. No es
pasible citar rwmbres concretos,
pero
como símbolo, como
divisa, quiero
resaltar la figura gigante de Fran
cisco
Elias de
Tejada, hombre de saberes universales, de mente pode
rosa que representa en nuestra
época contemporánea
lo que aquel Giam
battista Vico fue para su tiempo; en las tierras napolitanas y semi-es
pañolas, el
emblema del ideario tridentino, de la integridad en
la fe, sin
fisura
alguna.
Nuestro servicio es de
cruzada constante.
En España tuvimos
la epo
peyá multisecular
de la Reconquista, que no siempre fue estrictamente
nacional.· Treinta años antes de que se convocara para la primera Cru
zada de
Tierra
Santa, un
recio fraile que ejercia el pontificado
Con el
nombre
de Alejandro II ordenó predicar la guerra santa para la
con-
quista
de Barbastro y nombró capitán de ella a su gonfaloniero, Guiller
mo
de Montruil,
quien acudió a las
tferras hispanas
con sus milicias
pontificias, aquellas que en sus uniformes, tiendas de campaña y ban
derines utilizaban
franjas multicolores entre las que predominaba el
rojo y
el gualda
a
-las
que
Ad"ro Xavier,
con otros autores, considera
el antecedente de
las banderas
aragonesa y catalana
y, por ende, es
pañola.
A
tal capitán acompañaron valiosos guerreros.
com0 el
Barón
Roberto Crespín, los Condes de Poitiers y Urgel
y aquel Obispo que
mejor vestía
el arnés que la roja clerical de nombre A vito. Barbastro
se conquistó en 1064, y de la importancia de la victoria dan cuenta los historiadores árabes midiéndola con el parámetro más sensible, el
bo
tín
en
doncellas. Unos hablan de 1.500. Otros de 7.000,
y no
falta al
gún avieso que atribuye al Obispo
Avito haberse
reservado para su ha
rén particular 4.000 cuya edad
no excedfa de
diez años. En todo caso
son cifras que
asombrarlan al
mismo lardiel.
Como todo lo hispano, la victoria fue breve. El siguiente año. los
musulmanes reocupan la fortaleza
y aunque Aleiandro II organiza una
nueva
cruzada y nombra capitán de ella al
Conde de
Champagne,
al
que concede en feudo cuantos terrtorios españoles libere del dominio
musulmán, su prematura muerte le impide llevarla a efecto.
El hombre de la reconquista, de la unidad española, es hombre lleno
de fe y espíritu misional. Sabe
luchar como guerrero
en Lepanto y en
toda Europa
y, en ésta, además, con sus teólogos y filósofos en defen
sa de las ideas del iusnaturalismo de Grocio, Hobbes o Locke, que in dependizan la religión de la
filosofía y
otras ciencias; que el derecho
natural existe con independencia de la existencia de Dios. Son la fuente
del liberalismo, el protestantismo, enciclopedismo, jacobismo
y, lo
peor,
del
;ansenismo, que
intenta conjugar las nuevas ideas con la dogmática
católica. Hija del
jansenismo es la democracia cristina, hija espúrea o
sacrflega, pues
es expresión que usa por primera vez un Obispo traidor.
que
juró la
constitución revolucionaria francesa a diferencia de gran nú
mero de religiosos que prefirieron la guillotina,
y que tampoco han sido
672
Fundaci\363n Speiro
canonizados. Oponía la Iglesia revolucionaria a la tradicional, que juz
gaba
aristocrática
y reaccionaria.
Pero otra expansión, mucho mayor cunde por América, donde Es
paña deja en primer lugar
su fe, y con ella su lengua y su cultura. Es
la Hispanidad.
Y o he tenido-ocasión de sentirla profundamente en una
tierra que ha perdido casi por entero la lengua, en Santa Fe, capital del
Estado norteamericano de
Nuevo Méjico,
que pasó casi directamente
a
tal dominio desde España. Es población que ha mantenido la arqui
tectura española, que toda ella imita el adobe blanqueado con la teja
roja, que es la capital norteamericana más antigua,
donde radica
la más
antigua
Iglesia Católica
y cuya Patrona es la Virgen Conquistadora, en
cuyo honor se celebran novenas y procesiones y, con motivo de otras
fiestas, hasta las de Moros y Cristianos. Mantiene vivo lo material, en
forma emocionante, pero en la plaza central, en el antiguo caserón del Gobernador, de planta baja con amplia
corraliza, hoy museo, unas
lá
pidas
en mármol narran la historia que inician con las palabras de que
no es posible comprender la gesta hispana sin tener presente su profundo
espiritu religioso,
que impregnó aquellas tierras en las que no hubo ge
nocidio, en las que conviven actualmente más poblados indios que oc
cidentales
y en las que toda la toponimia está impregnada de español.
Son las tierras en las que se produjo y ensayó la primera bomba ató
mica. Allí se siente la hispanidad.
Alli se publica el «¿Qué,Pasa?» y «El
Hispano>,
periódico éste de Alburquerque.
Alli sentí la
tremenda desvalo
rización de
la Hispanidad, al contemplar el pasado octubre, por Tele
vtsión, cómo
el premio
dt: la
misma era concedido a un
Diego Rivera
de
lo español, el Presidente de Méjico. Pudo hablarse de comunidad
de
idioma, pero
no de fe.
Y la fe es lo sustantivo, lo esencial. El idioma
es algo adjetivo, un simple instrumento de comunicación, temporal y
relativo.
Todo parece subvertido. Recientemente, con motivo de la concesión
del Premio Carlomagno,
había que
recordar un magnifico trabajo de
Andrés Gambra sobre el
temn. Si
Carlomagno, aquel que concibió
Europa
y fue coronado por ella en la Navidad del año 800, como una
República Cristiana, una Iglesia y un Imperio al servicio de Dios, hu
biera podido contemplar cómo iru nombre se
utilizaba para
hablar de
una Europa
descristianizada, pagana, cobarde y mercantilizada, rene
garía incluso de su Imperio.
Algo sobrevive. Sólo quiero recordar, en el orden intelectual,
aq_ue
llos
grandes cipreses que, al
decir de
Fernández de la Cigoña,
resisten
todos
los temporales. Entre ellos debe figurar nuestro Julio Garrido.
Quiero recordar nuestros directos antepasados,
la Acción Francesa que,
nacida en
1899, pese a su breve duraci6n alcanza inmensas repercusio
nes en el tiempo: se ha dicho que De Gaulle
y Petain eran obra suya.
Su valentía quedó plasmada en aquella Universidad paralela que creó
y cuyas cátedras
bautizó con
nombres de grandes luchadores: Rivarol,
La Tour du Pin, Barrés.
Y una muy expresiva: la Syllabus, en honor del
más valiente· de los documentos pontificios del pasado siglo.
Nieta de ella es la Acción Española, obra inicial de Vegas Latapié y
Ramiro de Maeztu, que agrupó
la intelectualidad española tradicional en
años muy difíciles, y cuy.a siembra perdura hasta nuestros días, como
todos sabéis. En orden estrictamente religioso es heredera de
sus idea
les, Verbo.
673
Fundaci\363n Speiro
Queridos amigos, hidalgos que luchais por Dios bajo la_ bandera de
Speiro, que vivís en fronteria, con vuestros héroes y vuestros mártires,
como Sacheri
y Plata Moreno, que esperáls nulas prt!bendas, pocas glo
ria, y muchas amargiJ.ras. Actuáis en la línea 'de los grandes hidalgos
españoles que vivieron ofrendando a Dios lo mejor que poseían, su vida.
De vosotros no se dird que
rezasteis más .a Santiago
que a Cristo, pero
se · resaltará vuestra vida de servicio como
la de a(J_uel pobre caballero
qué mientras
se desangraba
despUés de
una escaramuza, abandonado
en la estepa de la meseta, recordaba, para atenuar sus postreras y do
lorosas heridas, toda su vida, todo su servicio:
674
Haber servido a su dama
a su
rey y a su país.
Haber
levantado torre
en la roca más hostil.
Haber·confesado a Cristo
y, peleando por El, morir.
Fundaci\363n Speiro
Queridos amigos:
La herida ,es tierna, todavía sangra, pero no debe empañar nues
tro día, pues es muy probable que desde otros ámbitos, nuestros com
pañeros recién desaparecidos nos estén incitando a la lucha. Hoy es el
día de nuestra Fiesta Mayor, de San Fernando, que si fue Rey, con
quistador y unificador, fue, sobre todo, adalid de los ideales de la cris
tiandad que nos hermanan en la fe
y en la esperanw de un más allá.
Hoy no es
dfa de
áridas lecciones magistrales
sino de
repique de
cam
panas
que si no pueden ser cánticos de gloria en estos momentos de
catolicismo cómodo, vaciado de todo
herofsmo cristiano, sí deben ser
himnos que inciten a perseverar en el combate y mantengan la espe
ranza en la victoria_ final, la resurrección.
Muchos recordaréis, todavía~ aquel maravilloso mester. de juglaría
que
fue
Garcfa Sanchiz
que, a usanza del clérigo de San Millán de la
Cogolla o del juglar de
Mecinaceli, -al término
de
nuestra última
Cru
zada recorri6
las
Españas cantando
proezas
y gestm, victorias y pena
lidades, héroes y mártires, muchos de los cuales, que no fueron ni obis
pos rii religiosos, murieron simplemente por su condici6n dt cristianos,
pero
no han sido considerados
santos como los mártires de la anti
güedad, aunque para nosotros cuentan como tales sin que precisen de
claraciones mediatizadas por
politiquería, mezquindades
o simples co
bardías. Hay que honrarlos como tales y considerar como una de las
páginm más vergonzosas
de la historia de la
Iglesia Española
aquella
en
que_ un sanedrin con
el nombre
de· Asamblea
Episcopal reneg6_ de
ellos con
escasos eufemismos diplomáticos.
Vosotros, tripulación de la pequeña nave
Speiro, por vuestras gestas,
con apariencias de minigestas, bien
mereceríais un
cantor de tal· calibre.
Sola aquel
puñado de semilla- esparcida en
la correosa
tierra mesetaria
que hizo brotar un manantial muy·
leve, pero que
pronto resultó incon
tenible para los
límites peninsulares y saltando
grandes mares se ex
tendió por todo el amplio espacio
americ.Qno produciendo incluso fru
tos, de
los mejores, en aquellas queridas
·nerras chilenas
que baña aquel
mar tan español que Núñez de Balboa bau_tizó penetrando en
sus aguas
y trazando en ellas la señal de la cruz con .el nombre de Mar del Sur,
aunque
vosteriormente otro
español
mds práctico,
Magallanes,
rebau
tizó
con la denominación de Pacifico, que ha prevalecido en atención
a que
sus aguas
calmas le permitían
considerables singladuras.
Este
cascar6n forma en la Armada de la Cristiandad, en cruzada
permanente, y en ella tiene
asignadas misiones
de
índole intelectual,
que
no son negligibles en ningún
ejbcito. Rivarol
ya
decía que
a las
idem no
se las extermina con el fusil ni
se defiende · de
ellas con co
raza o
escudo. Vosotros sabéis que los cesarismos son transitorios
y
luchais por la paz permanente, que exige renovación .espiritual. Sois,
pues,
una Orden
Militar, como proclama incluso la cruz roja que cam
pea en la cubierta de
Verbo, pero vuestra misión es epopeyd de frutos
a
larga
distancia
y, por ello, no tenéis glorias inmediatas ni vuestras
gesttl3
reciben
aplauso, arcos triunfales, ni
desfilais en cortejos al son
del
trompeterfo, ni
vuestros escudos se· pueblan
de águilas indicativas
de
heroísmo. Y, sin
embargo, esta es vuestra mayor virtud, el laborar
671
Fundaci\363n Speiro
sin premio inmediato. Por ello, vuestra Orden de Caballeria sólo admite
hidalgos de
recio temple, dura
forja, que
soporten desalientos y deses
peranzas.
Jamás cabrdn
en ella sanchopancistas ni centristas que hacen
guaridas de sus fortines
y no simples asientos de ofensiva o defensiva.
Vuestro banderin de enganche es tan limitado como selecto.
De nuestra marineria han salido últimamente
lo.s más
recios intelec
tuales de
la tradición católica y de la hispanidad, que es- una
de sus
concretas encarnaciones. Vuestras publicaciones son inmenso arsenal de armamento intelectual. No es
pasible citar rwmbres concretos,
pero
como símbolo, como
divisa, quiero
resaltar la figura gigante de Fran
cisco
Elias de
Tejada, hombre de saberes universales, de mente pode
rosa que representa en nuestra
época contemporánea
lo que aquel Giam
battista Vico fue para su tiempo; en las tierras napolitanas y semi-es
pañolas, el
emblema del ideario tridentino, de la integridad en
la fe, sin
fisura
alguna.
Nuestro servicio es de
cruzada constante.
En España tuvimos
la epo
peyá multisecular
de la Reconquista, que no siempre fue estrictamente
nacional.· Treinta años antes de que se convocara para la primera Cru
zada de
Tierra
Santa, un
recio fraile que ejercia el pontificado
Con el
nombre
de Alejandro II ordenó predicar la guerra santa para la
con-
quista
de Barbastro y nombró capitán de ella a su gonfaloniero, Guiller
mo
de Montruil,
quien acudió a las
tferras hispanas
con sus milicias
pontificias, aquellas que en sus uniformes, tiendas de campaña y ban
derines utilizaban
franjas multicolores entre las que predominaba el
rojo y
el gualda
a
-las
que
Ad"ro Xavier,
con otros autores, considera
el antecedente de
las banderas
aragonesa y catalana
y, por ende, es
pañola.
A
tal capitán acompañaron valiosos guerreros.
com0 el
Barón
Roberto Crespín, los Condes de Poitiers y Urgel
y aquel Obispo que
mejor vestía
el arnés que la roja clerical de nombre A vito. Barbastro
se conquistó en 1064, y de la importancia de la victoria dan cuenta los historiadores árabes midiéndola con el parámetro más sensible, el
bo
tín
en
doncellas. Unos hablan de 1.500. Otros de 7.000,
y no
falta al
gún avieso que atribuye al Obispo
Avito haberse
reservado para su ha
rén particular 4.000 cuya edad
no excedfa de
diez años. En todo caso
son cifras que
asombrarlan al
mismo lardiel.
Como todo lo hispano, la victoria fue breve. El siguiente año. los
musulmanes reocupan la fortaleza
y aunque Aleiandro II organiza una
nueva
cruzada y nombra capitán de ella al
Conde de
Champagne,
al
que concede en feudo cuantos terrtorios españoles libere del dominio
musulmán, su prematura muerte le impide llevarla a efecto.
El hombre de la reconquista, de la unidad española, es hombre lleno
de fe y espíritu misional. Sabe
luchar como guerrero
en Lepanto y en
toda Europa
y, en ésta, además, con sus teólogos y filósofos en defen
sa de las ideas del iusnaturalismo de Grocio, Hobbes o Locke, que in dependizan la religión de la
filosofía y
otras ciencias; que el derecho
natural existe con independencia de la existencia de Dios. Son la fuente
del liberalismo, el protestantismo, enciclopedismo, jacobismo
y, lo
peor,
del
;ansenismo, que
intenta conjugar las nuevas ideas con la dogmática
católica. Hija del
jansenismo es la democracia cristina, hija espúrea o
sacrflega, pues
es expresión que usa por primera vez un Obispo traidor.
que
juró la
constitución revolucionaria francesa a diferencia de gran nú
mero de religiosos que prefirieron la guillotina,
y que tampoco han sido
672
Fundaci\363n Speiro
canonizados. Oponía la Iglesia revolucionaria a la tradicional, que juz
gaba
aristocrática
y reaccionaria.
Pero otra expansión, mucho mayor cunde por América, donde Es
paña deja en primer lugar
su fe, y con ella su lengua y su cultura. Es
la Hispanidad.
Y o he tenido-ocasión de sentirla profundamente en una
tierra que ha perdido casi por entero la lengua, en Santa Fe, capital del
Estado norteamericano de
Nuevo Méjico,
que pasó casi directamente
a
tal dominio desde España. Es población que ha mantenido la arqui
tectura española, que toda ella imita el adobe blanqueado con la teja
roja, que es la capital norteamericana más antigua,
donde radica
la más
antigua
Iglesia Católica
y cuya Patrona es la Virgen Conquistadora, en
cuyo honor se celebran novenas y procesiones y, con motivo de otras
fiestas, hasta las de Moros y Cristianos. Mantiene vivo lo material, en
forma emocionante, pero en la plaza central, en el antiguo caserón del Gobernador, de planta baja con amplia
corraliza, hoy museo, unas
lá
pidas
en mármol narran la historia que inician con las palabras de que
no es posible comprender la gesta hispana sin tener presente su profundo
espiritu religioso,
que impregnó aquellas tierras en las que no hubo ge
nocidio, en las que conviven actualmente más poblados indios que oc
cidentales
y en las que toda la toponimia está impregnada de español.
Son las tierras en las que se produjo y ensayó la primera bomba ató
mica. Allí se siente la hispanidad.
Alli se publica el «¿Qué,Pasa?» y «El
Hispano>,
periódico éste de Alburquerque.
Alli sentí la
tremenda desvalo
rización de
la Hispanidad, al contemplar el pasado octubre, por Tele
vtsión, cómo
el premio
dt: la
misma era concedido a un
Diego Rivera
de
lo español, el Presidente de Méjico. Pudo hablarse de comunidad
de
idioma, pero
no de fe.
Y la fe es lo sustantivo, lo esencial. El idioma
es algo adjetivo, un simple instrumento de comunicación, temporal y
relativo.
Todo parece subvertido. Recientemente, con motivo de la concesión
del Premio Carlomagno,
había que
recordar un magnifico trabajo de
Andrés Gambra sobre el
temn. Si
Carlomagno, aquel que concibió
Europa
y fue coronado por ella en la Navidad del año 800, como una
República Cristiana, una Iglesia y un Imperio al servicio de Dios, hu
biera podido contemplar cómo iru nombre se
utilizaba para
hablar de
una Europa
descristianizada, pagana, cobarde y mercantilizada, rene
garía incluso de su Imperio.
Algo sobrevive. Sólo quiero recordar, en el orden intelectual,
aq_ue
llos
grandes cipreses que, al
decir de
Fernández de la Cigoña,
resisten
todos
los temporales. Entre ellos debe figurar nuestro Julio Garrido.
Quiero recordar nuestros directos antepasados,
la Acción Francesa que,
nacida en
1899, pese a su breve duraci6n alcanza inmensas repercusio
nes en el tiempo: se ha dicho que De Gaulle
y Petain eran obra suya.
Su valentía quedó plasmada en aquella Universidad paralela que creó
y cuyas cátedras
bautizó con
nombres de grandes luchadores: Rivarol,
La Tour du Pin, Barrés.
Y una muy expresiva: la Syllabus, en honor del
más valiente· de los documentos pontificios del pasado siglo.
Nieta de ella es la Acción Española, obra inicial de Vegas Latapié y
Ramiro de Maeztu, que agrupó
la intelectualidad española tradicional en
años muy difíciles, y cuy.a siembra perdura hasta nuestros días, como
todos sabéis. En orden estrictamente religioso es heredera de
sus idea
les, Verbo.
673
Fundaci\363n Speiro
Queridos amigos, hidalgos que luchais por Dios bajo la_ bandera de
Speiro, que vivís en fronteria, con vuestros héroes y vuestros mártires,
como Sacheri
y Plata Moreno, que esperáls nulas prt!bendas, pocas glo
ria, y muchas amargiJ.ras. Actuáis en la línea 'de los grandes hidalgos
españoles que vivieron ofrendando a Dios lo mejor que poseían, su vida.
De vosotros no se dird que
rezasteis más .a Santiago
que a Cristo, pero
se · resaltará vuestra vida de servicio como
la de a(J_uel pobre caballero
qué mientras
se desangraba
despUés de
una escaramuza, abandonado
en la estepa de la meseta, recordaba, para atenuar sus postreras y do
lorosas heridas, toda su vida, todo su servicio:
674
Haber servido a su dama
a su
rey y a su país.
Haber
levantado torre
en la roca más hostil.
Haber·confesado a Cristo
y, peleando por El, morir.
Fundaci\363n Speiro