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Número 205-206

Serie XXI

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Discurso de Rafael Botella [San Fernando 1982]

las naciones. Los españoles somos un1on de sentmuento reli­
gioso y sentimiento patriótico y, sin embatgo, los gobernantes
de nuestra Patria han olvidado las enseñanzas de la historia y se
han olvidado de Dios a la hora de construir el orden social.
«Nosotros queremos que Cristo reine en nuestra sociedad, en
todos y cada uno de los cuerpos intermedios que integran nues­
tra idea de Estado.
Terminó con

unas palabras
de San Agustín dignas de medi­
tarse y que «deberán inspirat la atrayente y
difícil tarea que
supone
cristianizar nuestra

sociedad».
José
María Piño!, encatgado de cerrat el acto, aseguró que la
tripulación de la
pequeña nave «Speiro» bien merecía la poesía
de

cantores de la
talla de Gateía Sanchiz, del clérigo de San Mi­
llán de la Cogolla o del juglar de Medinaceli. Dedicó a esta tripu­
lación unas

preciosas palabras: «Sois, pues, una Orden Militar,
como proclama incluso la
cruz roja que catnpea en la cubierta
de « Verbo», pero vuestra misión es epopeya de frutos a latga
distancia y, por ello, no
tenéis glorias
inmediatas,
ni vuestras
gestas
reciben aplausos ... ».
Rememoró
dos
grandes
cruzadas eneatnadas por los espa­
ñoles: la Reconquista, en tierras de España, y la expansión
de la
Fe
y, con ella, la lengua y la cultura de España: la Hispanidad.
Finalizó haciendo una breve alusión
a Acción Española, se­
ñalando a «
Verbo» como

heredera
de sus
ideales.
Al final de la cena los suscriptores de « Verbo» tuvieron la
grata
y esperada noticia de la publicación del Indice de autores
y materias de los números 1 al 200 de la revista.
María Begoña García-Conde del

Castillo.
DISCURSO DE
RAFAEL BOTELLA
Queridos amigos y correligio1!,arlos:
Este es un afio especialmente · triste; triste, ·en primer lugar, por las
ausencias; este año ya no estdn con nosotros, Joaquín Ortiz de Zárate,
Julio Garrido, Jer6nimo Cerdá y María Teresa Donat
(Q. p. d.), para
ellos,
desde aqui, un

recuerdo
y una oración.
Y triste también pPrque asistimos, como «coµvidados,_ de piedra>, al
lento suicidio de un pueblo, «un pueblo -escribia M e'néndez y Pe la­
yo--engafiado mil veces por gárrulos sofistas. émpobrecido, mertiiado
y desolado, que emplea en destrozarse lar pocas fuerzas que le que­
dan ... ».
· Un pueblo_ borracho de palabras vanar. de (lbsurdos. -c¡Lo; impor­
tanté
es

estar borracho,
no "importa dé qué!>. «il fuat s'hiivrer, n'im._
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Fundaci\363n Speiro

porte de quoil>, escribi6 un día Charles Baudelaire,· de Futuro, de De­
mocracia, de Convivencia
Pacifica, de
Tolerancia, de Constitución, de
Estatutos de Autonomía ...
, es

igual, lo que importa es estar borracho.
Por eso,
al hablar hoy, en 1982, de temas politicos, porque como
decfa San Pfo X, «es la polftica la que ha tocado el altar», necesaria­
mente,
aunque no se quiera,
uno tiene
que adoptar un
«tonillo» cierta­
mente

subversivo, porque en esta
España pluralista, democrática y ple­
beya, donde
«sólo en la comunión activa de los valores que proclama
la Constitución está nuestra esperanza de convivencia, fuera de esos va­
lores no hay sino barbarie, represión, suicidio y
esterilidad» como

nos
ens,eñ6, con

su agudo magisterio, el pasado 8 de
diciembre; el
Presidente
de
las Cámaras,

el ilustre propagandista, sedicente católico, don Lan­
delino Lavilla. Entonces,
asi las

cosas, hablar de política cristiana es al­
tamente desestabilizador, dado que entre los múltiples
y variados valores
que recoge la Constitución, el único olvidado es Dios.
Y ya que hemos aludido a las palabras del 8 de diciembre pasado
de don Landelino, recordar solamente que
exactamen'lle cincuenta años
antes, otro no menos ilustre político español,
don Manuel Azaña, es­
culpía

ante el mundo
la blasfemia de que «España ha dejado de ser
católica». Entre

estas dos
blasfemias median exactamente

cincuenta
años,
curiosa

coincidencia.
Hablar de
San Fernando como Rey significa hablar de la concepción
católica, tradicional

y española de
la política, de lo que Vicente Ma­
rrero, con
expresivo nombre denomin6 «el poder entrañable», el

poder
arm6nicamente identificado con la sociedad sobre la cual se proyecta,
frente aquel otro poder,
«meuo bestia

meuo
uoma» de
que
habló Ma­
qu/avelo

en el capitulo XVIII de
El Príncipe.
Frente a la frase que en 1528 pronunciara Martín de Azpilkueta,
_ Reino

no es del
Rey sino-de

la
comunidad», nos
encontramos con
lo que certeramente. Marce! de Corte ha diagnosticado como el
«con­
flicio

entre lo
político y lo sociab. Como consecuencia de este «divor­
cio>
se· nos aparecen

dos fenómenos: por un
lado, una
especie de·
ani­
madversión
interna hacia lo polftico, y como fruto de este abandono
de posiciones, una nueva forma de totalitarismo,
más sangrante e inhu­
mana
que

cualquiera otra conocida,
. el totalitarismo de
la democracia.
Y es que, como
nos recordaba Miguel,AyUSo, en.su confereiicia del
XX

Congreso de los amigos de la Ciudad Católica,· /a
política «ha_· ido
a

pasearse por el madrileño Callejón
del (;ato y, reflejadas suS _fqccio­
nes
en

los
esj,ejos 'cóncavos del esperpe_nto valleinclaniano,

aparecieran
distorsionadas y
deformadas>, -esa· es la causa de que se observe el ,u,ibs­
tencionismo politic Eugenio

Vegas
Latapi,; esa

es la causa de·
1a animadversión_
interna
ha­
cia lo polftico. La. política ha pasado de ser «el más noble ojiCio , que
existe en

la
tierra» como cantó aquel_ cronis_ta del siglo XIII, Brunetto
Latini, para convertirse en lo que· D'Alembert denominába
«el' arie
de
mentir a
prop6sitt», o

que Voltaire explicaba
con mucho
más
cinismo
diciendo: «así como

el arte de la guerra es
el arte·
de destruir a los
pueblos, la política es el de
engañarlos»; por eso, los hombres. de den»,
los «biempensantes», como los llama BernanOs, sient.en esa espe­
cial repugnancia hacia lo politico. Es que ignoran el verdadero
significa­
do del término.
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Fundaci\363n Speiro

El cristiano no puede y no debe refugirse en «ghettos», o esconder
la cabeza debajo del- ala; nos hace falta una política católica e íntegra,
sin pactos y concesiones, sin cobardías
y medias palabras.
Muchos se preguntarán ahora mismo el porqué de esta digresión
sobre lo político. El porqué es claro; cuantas más posiciones abando­ nemos,
cuantas más trincheras

perdamos, más dificil será ganar la guerra
a la Revolución. Tenemos,
y en esto ha insistido por vocación funda­
cional la Ciudad Católica, una labor de
regeneracion y reconquista so­
cial, pero
tio podemos

abandonar la actuación política,
hay, como nos
recordaba Miguel Ayuso citando a Maeztu, que «ponerle el cascabel
al gato y apoderarnos del
Estado».
Volviendo

a hablar de San Fernando, nos damos cuenta de la im­
portancia de la política, porque como nos ha enseñado Eugenio
Vegas,
ea
un

sofisma que
gusta presentarse

como verdad axiomática aquello
de que «los pueblos tienen los gobernantes que se merecen», lo cierto
es que
-«los pueblos

son
lo que

quieren sus
gobernantes», y si España
fue grande fue porque una legión
de hombres como San Fernando qui­
sieron esa grandeza. San Fernando, el Rey que constantemente repetía
que su

único anhelo era
la gloria de Dios y la grandeza de su pueblo,
supo imprimir
en España toda la vocación de un Imperio. Eugenio Mon­
tes, en su
Discurso a la Catolicidad Española asi lo ha recogido: «El
destino de España fue entonces, y volverá a ser si vuelve a ser España,
el de convertirse en castillo de
la Fe, para defender la catolicidad ahora
y siempre,
y más que nunca en aquellos casos y momentos en. que la
misma Roma,
por flaqueza y desánimo, abate Sus banderas ante e_l
enemigo».
Donoso Cortés, que tan bien
«caló» los problemas políticos, nos re­
sume en la
Carta a Doña María Cristina de Borbón, toda la lecci6n de
la política y los gobernantes: «Para reinar ya no basta con ser fuerte
y justiciero: es menester ser caritativo para ser verdaderamente justi­
ciero
y para llegar a ser fuerte, y 'la caridad es la v.irtud 'de los santos.
Los santos s6lo pueden hoy en
dia salvar a las naciones que no padecen
otra
enfermedad, si bien se mira que la ausencia de
las virtudes cris­
tianas».
Pero no todo va ser tan serio esta noche,· hay dos cosas que no me
gustarid olvidar, son dos aniversarios: el primero,
el. cincuenta,

aunque
un
.poco retrasado.

de la fundación de
Acción Española;
el segundo,
nuestro veinte
aniversario, el

veinte aniversario de la
fundación de la
_sociedad de amigos de la Ciudad Católica. Sobre este último, recordar sólo la cantidad. de cosas que han po­
dido acaecer en estos veinte años:
cuatro Papas,

un Concilio que des­
unió. a muchos católicos, dos Jefes de
Estado; una época de

«diálogo»
de la que la Ciudad
Cat6licd salió

indemne, otra de
«apertur@, un
pro­
ceso democrático
y destructor, una ola criminal de terrorismo, gobiernos
y desgobiernos ... , la lista de sucesos seria infinita, pero nosotros pode­
mos decir
con una
sencilla exclamación: ¡Aquí estamos!
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