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Número 205-206

Serie XXI

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La libertad y la responsabilidad

LA LIBERTAD Y LA RESPONSABILIDAD (*)
POR
c. P. FELIPE PABLO MARTÍNEZ T.
Es posible que nunca tanto como hoy se haya hablado
de
libertad. Pero debe tenerse en cuenta que conceptos
de esta naturaleza están afectados, en cierto modo, de una
incidencia historicista:
cuando hoy
se habla de libertad no
se entiende lo mismo que se entendía hace doscientos años;
ni siquiera esta palabra pronunciada ahora tiene igual
significado que a principios de siglo. La libertad humana,
ciertamente, no ha cambiado, pero sí, sin duda, el modo
de entenderla y de lograrla. Estos modos están condicio­
nados por circunstancias históricas
y sociales.
El lenguaje de nuestro tiempo está condicionado por técni­
cas publicitarias que comenzaron siendo un medio de influencia en consumidores potenciales
y terminaron por influir definiti­
vamente en
la gramática. Lo mismo que se ha tratado de aso­
ciar el nombre de un producto a una determinada imagen, y
(*) El 26 de marzo de 1982, en el Hotel Fiesta Palace, de México,
Distrito Federal, se celebró la XLI Asamblea Nacional Ordinaria de Cen­
tros

Patronales «México: Problemas
y Soluciones», BIEN SER -BIENES­
TAR -BIEN COMÚN.
Tras el mensaje del presidente de la COPARMEX, Licenciado José
Luis Coindreau,
y el acto inaugural por el Sr. Lic. José López Portillo,
Presidente
Constirucional de
los Estados Unidos Mexicanos, tuvo lugar
la
sesión cultural de la Asamblea, orientada con la siguiente perspectiva:
« ... Se necesitan criterios confiables, certeros y previos a las soluciones.
»El primer criterio fundamental es
el bien ser de las personas que in­
tegran nuestra sociedad nacional. El eje del bien ser,
de la personalidad
y de su madurez, es el inseparable binomio libertad-responsabilidad, que
constituye
el punto de partida del sistema de libertades y de la partici­
paci6n ciudadana.
»El segundo

criterio es el bienestar, que es
el fin de la economía, y el
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todo el esfuerzo de la técnica publicitatia se centra en estable­
cer metódicamente esa asociación, _de la misma manera se ha lo­
grado que algunas palabras -liberrad, paz, democracia- se aso­
cien a una estructura fija de instituciones ideol6gicas y políti­
cas, dando

así a estos términos un contenido más circunstancial
que perenne, más superficial que profundo, más político que
fi­
losófico. No interesa que el individuo piense en lo que es la li­
bertad
-ni siquiera en lo que él entiende por esa palabra-, sino
que ésta se convierta en un término operacional para poderlo manejat demag6gicamente en cualquier contexto. Ciertas pala­
btas han adquirido así un carácter proteico y anónimo, y son uti­
lizadas por todos, aunque cada uno esté hablando de realidades
diferentes. De
ahí que hoy se llegue a aberraciones nominales,
cual no se puede lograr sin una creciente y adecuada infraestructura eco­
nómica, social y humana, urbana y rural.
»A largo plazo, el desarrollo de infraestructura depende de la produc­
tividad; y el aumento de la productividad depende de la ampliaci6n de la
infraestructura a corto y medio plazo.
»El tercer criterio es el bien común, que es la razón de ser de la so­
ciedad,
el fin del estado y la pauta del derecho. El bien_ común que abar­
ca todas las condiciones que requiere la persona para libremente buscar
su plenitud. »Todo ello no es posible sin una
verdad.eta solidaridad

nacional, capaz
de unificar

a los buenos mexicanos en base a los valores nacionales, por
encima de sus
diferencias; y sin una subsidiariedad efectiva, que permita
a los ciudadanos
y a las sociedades intermedias ejercer su libertad, con­
quistar
su participaci6n
y hacer valer sus derechos para lograr cumplir sus
responsabilidades
y evitar la socialización masificante o el estatismo. Estos
principios,
la solidaridad nacional y subsidiariedad efectiva, se deben plas­
mar en un
liderazgo en

todos los ámbitos de
la sociedad para hacer viable
la alternativa de la libertad.»
El temario de esta sesión fue el siguiente:
Libertad y responsabilidad
(Bien Ser),
por C. P. Felipe Pablo Martínez Treviño; Infraestructura y
Productividad (Bienestar), por el lng. Saturnino Suárez Fernández; Bien
común, pauta del derecho (Bien Común),
por el Dr. Juan Vallet de Goy­
tisolo,
y Solidaridad nacional y subsidiariedad efectiva, por el ingeniero
Manuel J. Clouthler.
Speiro tiene el honor de publicar en Verbo, amablemente autorizado,
dos amplios

extractos de la conferencia del C. P. Felipe Pablo Martínez
Treviño, de la cual el lector podrá
aprecia! todo

su valor
y belleza.
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LA LIBERTAD Y LA RESPONSABILIDAD
y tal vez conceptuales, de grueso calibre, como «el totalitaris­mo democrático», «la violencia pacífica», «la imposición militar
de la libertad», «la guerra fría», etc. En cuanto un concepto, com­
plicado de suyo, logra transformarse en vocablo oficial, tediosa­
mente repetido, queda sancionado por la sociedad en tal forma que puede ya manipularse sin temor a incómodas cuestiones. Como redundancia de este hecho, en lugar de seguir una lí­
nea reflexiva a fin de clarificar lo que se entiende al usar estos
términos oficialmente sancionados, se dejan los términos into­
cables, para matizar en un nivel conceptualmente inferior: es
preferible no hablar de democracia, sino de democracias (sovié­ tica, capitalista, etc.). En nuestro caso, se prefiere hablar de li­
bertades en plural (política, educativa, de empresa, de concien­ cia, de información) que hacerse cuestión de la libertad a secas,
con lo que tampoco se resuelve
el problema, sino que se realiza
una operación intelectual más errónea: ignorarlo. Esta cristaliza­ ción de realidades vivas en términos gramaticalmente rígidos y
socialmente sancionados produce una pantalla confusa entre la
realidad y los hombres que hablan sobre ella, a tal punto que se ha creado hoy una nueva
j, paradógica confusión babélica: no nos
entendemos; pero no por causa de la diversidad del lenguaje,
sino justamente por la anónima identidad del mismo.
· El

hombre libre es
el que actúa según su voluntad; hace lo
que quiere, y su actividad no queda determinada por ninguna
limitación exterior. La libertad implica independencia, pero esta
indepedencia no es absoluta. Se es libre de comer esto o aquello,
pero no se es libre de no comer: la libertad está limitada por
la necesidad. Sin embargo, hay necesidades inútiles: aquellas que
el hombre se crea a sí mismo, por ejemplo, la droga. El droga­
dicto se intoxica, al principio, de un modo voluntario para más
tarde convertirse en esclavo de su necesidad: el abuso de la li­
bertad puede llevar a su pérdida. La libertad es el medio que apunta a un fin más elevado. Sin embargo, hoy se concibe como
el único fin; se exige la liberación universal: liberación sexual,
liberación de la mujer, liberación de la naturaleza, liberación
-incluso-- de los presidiarios
... 'Parece que

el hombre está
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siempre oprimido, encadenado. Hasta sus acciones más persona­
les quedan sujetas a un determinismo secreto y dictatorial. Se desea sólo aquello que no se tiene, y es de temer que, tras
esta sed de hberación absoluta, se esconda un profundo pesimis­ mo; como decía Chomsky, el pesimismo de la inteligencia está
velado por el optimismo
de la voluntad.
Destruir las limitaciones, abolir los tabúes, liberar no importa
qué, es solamente querer por querer; es -en última instancia­
desear ser todopoderoso, querer sin saber lo que se quiere;
vo~
!untad ciega y sin ley, que no se detiene, que avasalla a la raz6n y
llega, incluso, a
perderla. Se quiere vivir sin saber lo que esto
significa. Al

final, la liberación es más parecida a un vitalismo
que a la auténtica búsqueda de la libertad y esto es más
evi­
dente cuanto más férreo sea el encadenamiento con que el hom­
bre se someta a
las pasiones. ¿No valdría más la pena pregun­
tarse con Nietzsche no de qué se es libre, sino para qué se es
libre? Es, pues, un problema de finalidad: ¿Para qué sirve la li­ bertad? Esta es la cuestión. Sin embargo, para nuestros contem­
poráneos no se trata tanto de preguntarse para qué sirve la liber­
tad, sino contra quién dirigirla. Se acusa, se rechaza, pero rara­
mente se acepta o se propone algo. Es más fácil acusar a los otros
de aquello de lo que uno mismo es culpable. Si ser libre supone
ser independiente, ninguna ley podría imponerse al hombre des­
de fuera, porque
él desea encontrarla en sí mismo. El fundador
de la filosofía
política moderna,
Jean-Jacques Rousseau, hizo gala
de su

inspiración cuando escribió: «La obediencia a la ley que
cada uno se marca, es
la libertad». Pero de la prescripción de
la ley, cuando
ésta es

mi prescripción, a la proscripción de toda
ley sólo hay un paso que el anarquismo no duda en dar. No se
puede identificar una sociedad sobre un falso concepto de la
libertad. La libertad es la facultad natural que tiene el hombre de
obrar de una manera o de otra y de no obrar, por lo que es res­
ponsable de sus actos. La libertad es
elemento fundamental

de
la dignidad del hombre. La d;gnidad humana, en cuanto a su
ejercicio
y progreso, depende del uso correcto que el hombre
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LA LIBERTAD Y LA RESPONSABILIDAD
haga de su libertad. La libertad individual, liberadora de toda regla, de todos los valores, objetivos y sociales, no es realmente
libertad sino anarquía mortal que conduce a
la esclavitud.
La libertad es inseparable de la responsabilidad; de lo contra­
rio sería una fuerza ciega, incluso contra la propia persona, por­
que la libertad debe ser congruente con la naturaleza misma, con
su fin; está esencialmente vinculada a la responsabilidad. La libertad no debe entenderse como posibilidad; concebirla
así equivaldría a entender que cualquier norma establecida es una
coacción contra la libertad. La libertad no es independencia to­
tal, aislamiento, fuga o libertinaje. La libertad bien ejercida es
h, que se ejecuta en un marco de responsabilidad. La libertad sin responsabilidad, ejercida por
el hombre, ha lle­
vado a la humanidad al abuso más grande
. del

hombre por el
hombre. En lo político
ha dado pie al desarrollo de sistemas to­
talitarios que aniquilan la libertad humana tratando de buscarla.
En lo económico, el capitalismo manchesteriano de los siglos
xvrn y
XIX dejó indefenso al obrero frente al negociante y lo
sometió a una indigna posición. La responsabilidad es, pues, condición básica para el ej.er­
cicio de la libertad.
La
desbandada hacia la servidumbre.
Al hablar de libertad, se dice que es el deseo máximo de la
humanidad actual; y se ha logrado dar cuño oficial a este aserto.
Cualquier programa ideológico, educativo, político, que no in­
cluya entre sus fines el de la libertad a todo trance, parece que
queda ya, por fuerza de tan elemental defecto, socialmente des­
prestigiado. Se nos ha hecho creer -y el impersonal es intencio­
nado-- que los hombres de hoy aspiran a la libertad como má­
xima meta; pero no encontramos fundamentada esa creencia: al
contrario. Una cosa es que la libertad, en sí, sea un don precioso
para el hombre, y otra que el hombre la busque ahora como
un tesoro perdido, a cuyo encuentro pospone realidades más con­
cretas. Confesándolo de una buena vez, el deseo de libertad es
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más una lucubración intelectual y política que una realidad de
hecho. Y no me
refiero a
que exista o no libertad (o libertades)
en el mundo: me
refiero a

la inexistencia misma del deseo autén­
tico de libertad.
Asistimos, en todos los terrenos, no sólo a una regresión de
la libertad, sino también -y esto es justo lo que quiero decir­
a una apatía-y a un conformismo, y hasta a una satisfacción por
esta pérdida, buscada o impuesta, de ella. El hombre tiene cada
vez un .margen más reducido para las elecciones y decisiones:
pero no sabemos si ese margen se
ha reducido objetivamente, o
el hombre quiere reducirlo, o ambas cosas «a simultáneo». No sabemos ya
--a este
punto llega la confunsión- si el hombre es
tratado como una cosa, o prefiere ser tratado así.
Un fenómeno tan íntimamente relacionado con· la libertad
como el de las enfermedades psíquicas puede provenir, entre
otras, indiferentemente de una doble
causa: o

el hombre está ya
aplastado en .una sociedad que lo sofoca, o siente miedo y an­
gustia cuando tiene que decidir; expresado de diversa manera, la
neurosis puede tener su causa en la falta de ámbito para la
de­
cisión
o

en el vértigo ante el inmenso espacio que existe para ella.
Se ha dicho, con
razón, que

la esclavitud degrada al hombre
hasta el extremo de amarla. Hoy pueden observarse puntos ais­
lados en donde se prefiere la muerte a la pérdida de la libertad:
pero observamos también un masivo y creciente desafecto hacia ella. Este desafecto se traduce en el miedo al riesgo y en la bús­
queda de una seguridad impersonal: la tendencia general al fun­
cionariado y a la burocracia; la
atención en

los contratos de tra­
bajo más al
escalafón que

a la capacidad de progreso personal;
la sustitución del ahorro voluntario por monstruosas institu­
ciones de seguridad social; la frondosa ramificación de todo tipo
de seguros, reaseguros; las cláusulas que impiden el despido en
una sociedad mercantil son signos, en muchos aspectos, de avan­ ce social; pero, al propio tiempo,
la muestra más clara de que el
hombre huye del riesgo, que es lo mismo que decir:· tiene miedo
a la libertad. Al anonimato de la seguridad corresponde, paralela­
mente -y en
él tienen su raíz--, el anonimato del pensamiento:
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el hombre prefiere ser masa receptiva de la propaganda, de la
noticia impuesta por los medios de comunicación, que factor in­
dividual de
pensamiento crítico o creativo.
No es que el hombre tema hoy de suyo a la libertad, pues
nadie duda de que le gusta disfrutar de ella. Pero se trata de una libertad tan específicamente configurada, que deja ya de ser­
lo. El hombre desearía una libertad sin compromisos subsecuen­ tes: una libertad sin riesgo; una «libertad protegida» de cual­
quier coyuntura eventual; el hombre desearía ser libre, pero teme
a su propia responsabilidad en la que está entrañado el riesgo,
pues toda decisión libre admite
la equivocación como posible.
Aspira así, inconscientemente, a abandonarse a esa fuerza sin nom~
bre y sin rostro que le libera el tener que pensar y actuar por
sí mismo. El hombre actual se da cuenta de la grieta insondable
que existe en esta aparente sutileza: una cosa es poder ser libre
y otra muy distinta tener que serlo. De ahi que el precioso don
de la libertad se haya trastrocado en una pesada carga. La liber­
tad como posible es algo que, en cuanto proyecto, se anhela:
«desearía ser libre»; la libertad como actual, en cuanto realidad
presente, es algo que se padece: «tengo que decidir». Y aun en
fo misma negativa a la decisión hay algo que aplasta al hombre:
porque el no decidir implica también una decisión. Ante tal
cir­
cunstancia, el hombre no sólo quiere descargarse del fardo de la
libertad, sino que llega incluso a convertirse él mismo en una
carga. Me entrego así sin condiciones a un «stablishment» que
todo lo soporta: no sólo a mi propia libertad perdida, sino a mí
mismo. La angustia del hombre actual surge frente al riesgo in­
herente a la libertad. Por eso, en la alternativa de la libertad y
de la seguridad, decide hoy por la segunda.
Cuando la decisión libre exige esfuerzos heroicos, «la des­
bandada hacia la servidumbre», de la que ya hablara Tácito, ad­
quiere proporciones de derrota universal. De este modo, la hu­
manidad, en medio de sus logros técnicos, está perdiendo la li­
bertad, que es su única posesión valiosa. El perder tiene aquí
un acento activo, distinto del mero ser arrebatado: se puede ha­
blar ahora de una esclavitud inconscientemente aceptada.
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El hombre es libre para todo, menos para deiar de ser libre.
La primera manifestación de la responsabilidad es la obliga­
ción de ejercer
la libertad. Hoy, muchos hombres y sociedades
enteras renuncian al ejercicio de la libertad por temor, por co­
modidad, o por ser víctimas del engaño
de sistemas sociales y
políticos que le ofrecen resolver los problemas. La renuncia al ejercicio de alguna manifestación de la libertad,
necesariamente conlleva una irresponsabilidad que provocará sus
efectos en el sujeto y en
la sociedad.
La inversa también es válida, cuando
la sociedad, sea a través
del Estado o de otros organismos, absorbe la responsabilidad de
la persona, más allá de lo adecuado y simultáneamente lesiona el
ejercicio de la libertad.
La plenitud de
la persona se logra en el pleno ejercicio libre
de
la responsabilidad y en la plena responsabilidad en el ejerci­
cio de la libertad. Hay diversas corrientes falsas sobre la libertad que están in­
cidiendo en la sociedad y que perjudican la verdadera causa de
la libertad, tales son los movimientos de liberación, el libertina­
je que pregona la nueva moral,
el liberalismo económico que
pretende
la autonomía respecto al orden moral y al bien común.
Estos movimientos liberadores tratan
--<:on impotencia-
de
sclucionar la falta de libertad o de detener la desbandada hacia
la servidumbre. Pero la cuestión no es la de saber si estos mo­
vimientos resultarán o no eficaces, sino la más radical de cono~
cer si están verdaderamente al servicio de la libertad, si parten
de un genuino concepto de ella y si, por ende, tienen una finali­
dad adecuada. La cultura
y armonía política de los pueblos se mide en gra­
dos de libertad
y responsabilidad. Los sistemas paternalistas, es­
tatistas o socialistas, en la práctica absorben la libertad de las
personas, la suplantan, pero no pueden escapar de los efectos;
pueblo que no vive ejerciendo responsablemente su libertad se
hace abúlico, pierde su civismo y su sentido de participación po-
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lítica, y en la práctica resulta mucho más difícil de gobernar,
porque el bien común es tarea de todos.
Por otra parte, en la medida en que los particulares pueden
abandonar sus responsabilidades porque las
ha absorbido el Es­
tado, no buscan ejercer la libertad de acuerdo a esas responsa­
bilidades,
hay un desequilibrio y se abren caminos, sea para el
abuso de
la libertad o para la pérdida de conciencia de la misma,
cayendo en
la mediocridad.
El deterioro de
la democracia proviene de la masificación de
la sociedad y de la disminución de este binomio libertad-respon­
sabilidad.
Es engañosa la fórmula que se ofrece a los ciudadanos, a quien
se les dice que votando en las elecciones
y pagando impuestos el
Gobierno podrá resolver todos los problemas.
No es posible esperar más libertad permitiendo irresponsa­
blemente ese agobiante intervencionismo del Estado en el siste­
ma económico del país, intervencionismo económico que forzo­
samente trae consigo una reducción de las posibilidades de pro­ greso auténtico
y de libertad a que tiene derecho todo hombre.
El intervencionismo estatal, ciertamente, ha venido a solu­
cionar al hombre muchos de sus problemas materiales básicos,
ha permitido a
la sociedad de nuestros días una seguridad y un
bienestar o confort generalizado nunca antes visto y ni siquiera soñado en la historia de la humanidad, pero, a costa de una ce­
sión por parte del individuo de su capacidad personal, de su res­
ponsabilidad y libertad. El ciudadano ha transferido al Estado su
libre iniciativa
y su dignidad personal a cambio de la protección
paternalista.
El

Estado intervencionista,
el Estado vértice e incluso mo­
nopolizador de la estructura económica del país, ha demostrado
repetidamente su ineficacia por una parte, y, por otra, su pau­
latina transferencia del monopolio económico a otros campos de
la vida social: la sanidad, la educación, la divulgación de la cul­
tura.. . -Es incoherente predicar la liberación del hombre y con­
fiarla al instrumento más autoritario y represivo que existe: el
Estado-.
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El hombre es libre para todo, menos para deiar de ser libre.
La primera manifestación de la responsabilidad es la obli­
gación de ejercer la libertad.
Responsabilidad para la libertad. Este sistema de libertades es también un sistema de respon­
sabilidades; para acrecentar las libertades cada participante de la sociedad debe responsabilizarse de su función. En realidad la libertad no es voluntad de hacer lo que se
quiera, sino de hacer lo que se debe. Sin camino, sin límites, la
libertad se corrompe y se destruye ofreciendo entonces el terre­
no propio a cualquier autoridad. La libertad debe, pues, ser pro­ tegida, compete a todos responsablemente defenderla. Debe defenderla la familia, que es el ente principal de la
sociedad y el principio de la educación; para ello hay que favo­
recer el desarrollo de movimientos para la promoción de la fa­
milia y difundir sus postulados. Debe defenderla
la escuela, pugnando porque la educación
responda
al verdadero sentir del pueblo de México, no toleran­
do textos con postulados ajenos a nuestras convicciones de li­
bertad. Debemos apoyar el desarrollo de más y
· mejores
escuelas
privadas libres en todos los niveles de la educación, y debemos
participar en los consejos de padres de familia de dichas insti­
tuciones para apoyar la labor educativa y orientarla a la liber­
tad
y a la responsabilidad.
La empresa tiene una gran responsabilidad que cumplir. La
entusiasta
y limpia participación de la empresa privada sirvien­
do cada día más a su entorno, a sus trabajadores, a sus clientes,
a sus proveedores, al mercado, hará que la libertad de acción
económica se amplíe y se restrinja el intervencionismo estatal. Las instituciones intermedias como COP ARMEX tienen una
gran responsabilidad en la preservación de la libertad.
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