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Número 205-206

Serie XXI

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La tecnocracia: sus objetivos unidimensionales

LA TECNOCRACIA: SUS OBJETIVOS
UNIDIMENSIONALES
(*),
POR
JUAN VALLET DE GOYTISOLO
l. Debemos expresar, ante todo, el reconocun1ento de los
evidentes
y grandes valores de la ciencia y de la técnica. Cons­
tituye una gloria de nuestra
civilizaci6n el haber alcanzado cimas
científicas y tecnol6gicas tan altas como las logradas en los dos
últimos siglos
de nuestra era.
Los hombres, que hace unas docenas de
miles de

años ni
siquiera parecía que tuviesen asegurada su sobrevivencia frente
a los grandes mamíferos bien dorados de garras y dientes, habían
superado ya hace siglos esa inferioridad física
y llegado a donri­
nar la naturaleza viva, con el fuego, las arrn.as de caza, con el
cultivo de las tierras y la doma y domesticaci6n de los anima­
les, e incluso habían utilizado, en su provecho, las fuerzas na­ turales, del viento y del agua.
Pero, como
ha resaltado Beltrán de Jouvenel (1), la cons­
trucci6n de eficaces máquinas de vapor produjo, hará dos si­
glos, como una segunda venida de Prometeo. El fuego, que
hasta entonces s6lo había sido utilizado para
calentar, iluminar,
modificar

la forma
y consistencia de las materias, es utilizado
como fuerza motriz a partir del invento de la máquina de vapor
por Watt; el hombre se hace creador de máquinas
y más má-
(*) C.Omunicación expuesta y desarrollada en los simposios celebra­
dos en San Antonio de Texas (U. S. A.) los dfas 12 a 14 y 15 a 17 de
marzo de 1981, organizados por el grupo VISA, de Monterrey (México).
(1) Bertrand de Jouvenel:
La civilisation de puissance, París, Fayard,
1976, Prefacio, págs. X y sigs.
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quinas, sucesivamente más complejas y poderosas, alimentadas
de sustancias minerales, gracias a las cuales se ha acrecentado
asombrosamente su poder para transformar el mundo.
Lo que se puede cuestionar no es, evidentemente, esa gran­
deza ni la gran utilidad de los adelantos de la ciencia y de los
perfeccionamientos de la técnica. El problema es de equilibrio; de una adecuada ponderación
de
la realidad entera. Es el de no perder la visión universal y
completa de todos los problemas en su respectiva ubicación y
medida. Radica en no reconducir a uno solo toda la complejísi­
ma problemática de nuestro mundo. El conocimiento de
la materia no sólo es conveniente y útil,
sino necesario; pero, si reducimos a ella toda la realidad, caemos
en el materialismo, que nos acorta
y estrecha la perspectiva, del
mismo modo que incidimos en el cientifismo si elevamos
la
ciencia operativa a panacea de todos los problemas sociales, o
caeinos en el economicismo si todo lo sometemos a la econo­
mía, desde la moral a la política.
Hace unos años, en la XIV Reunión de amigos de
la Ciudad
Católica, nos ocupamos
· de la problemática de las perspectivas
parciales
y la acción uniformante total (2), que ofuscan hoy día
nuestra inteligencia,
y lo encarnamos con el examen de un doble
e interdependiente fenómeno moderno:
-La

pérdida, casi total, de la visión y conocimiento del
orden universal de la creación
y del gobierno divino de las co­
sas, esto es, de la naturaleza entera.
-Y la sincrónica pretensión del hombre moderno de sus­
tituir aquella contemplación plena por una de las tantas con­
cepciones surgidas de nuestras mentes aut6nomas, subjetivas,
por tanto, además de parciales, pero que son presentadas como
explicaciones absolutas

y como soluciones totales.
Secuela de este doble fenómeno
ha sido el padecimiento de
(2) «Perspectivas parciales y acción uniformsnte total», 1, en Verbo,
143-144, marzo-abril de 1976, págs. 415 y sigs. o, en La sociedad a la deriva,
Madrid, Speiro, 1977, págs. 6 y sigs.
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LA TECNOCRACIA: SUS OBJETIVOS UNIDIMENSIONALES
unas paralelas pérdidas y cerrazones parciales de nuestra visión del hombre, así como rambién de nuestra percepción de
la reali­
dad, tanto en cuanto a los métodos seguidos como a los inten­ tos de organización de
la vida social.
Así, como hemos visto en el anterior coloquio, el nominalis­
mo combinado con
la ciencia operativa ha significado el desisti­
miento de contemplar el orden natural en su plenitud, junto a
la pretensión de construir el mundo -habitáculo y despensa nues­
tra- y la misma sociedad humana mediante la utilización de la ciencia experimental, articulada operativamente por los modelos
artificiales creados por la razón abstracta y calculadora. Ello, no sólo supone la totalización de una perspectiva
on­
tol6gicamente
parcial, sino que, además de la pérdida de sec­
tores importantes de la realidad ( es decir, de lo no experimenta­
ble, de las causas finales y formales, de lo cualitativo no cuan­ tificable, y, con ellos, de lo verosímil aunque no demostrable
exactamente, con

lo cual se deja en sombras un vacío del que
se prescinde), significa una visión
antropol6gica incompleta (el
hombre sólo es considerado como sujeto activo de una mayor
productividad y pasivo del bienestar material mayor y, más re­ finado posible y como objeto experimentable
por las ciencias
físicas y sociales)
y, también, una reducción gnoseol6gica, es de­
cir, de los medios de conocimiento (con pérdida, principalmen­
te, de la intelección de lo sensible precisa para captar la esencia
universal de los seres
y las cosas), lo que comporta una modifi­
cación de la propia actividad cognoscitiva, activa y creativa del
hombre.
2
.. La
actividad humana, según la concepción clásica se cen­
tra en la
theoria, la praxis y la poiesis.
La finalidad de la teoría era el conocimiento de la naturale­
za en su realidad, independientemente
del pensamiento; es decir,
de las cosas, lo que son, de su esencia universal, sus causas, sus
notas inteligibles. O sea de la captación de lo verdadero, de la
verdad en cuanto
adequatio rei et intelectus.
La praxis tenía por objeto la actividad práctica del hombre
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para la realización de lo bueno, que, en cuanto animal social
que es, se extiende al
bien común, en lo referente a sus relacio­
nes con sus semejantes.
La relación enrte theoria y praxis estaba presidida por el
adagio
operari sequitur esse, que es entendido en el significado
de que praxis sequitur theoriam. Pero, no obstante, es asimismo
evidente, bajo una perspectiva epistemológica, que el conocimien­
tc no sólo se enriquece
sino que

se comprueba y profundiza con
la experiencia práctica. Esto se halla en las fórmulas propuestas
por Giambattista Vico (3) del
scire per causas, el conocer desde
las causas, que· requiere una visión dinámica; y, en especial, del
verum et factum convertuntur o verum ipsum factum} que re­
porta el conocer una cosa por haberla hecho. Lo que no excluye
que la
theoria --<:orno «parada para ver», como contemplación,
como conocimiento natural o momento intuitivo de la verdad,
aunque llamado a integrarse con el conocimiento discursivo,
se­
gún

ha explicado lúcidamente Sciacca ( 4
}-sea
el
fundamento
necesario de la acción} para realizarla bien; aunque, haciendo
las cosas, se acaba de ver como son, o se comprueban y se pue­
den corregir errores, para obrar bien en las actuaciones futuras;
de modo que al pararse de nuevo para ver se podrá juzgar con
mejor conocimiento previo para lo que otra vez se haga.
Por otra parte, la praxis humana pertenece no sólo a su efec­
tualidad,
sino también al deber de bien obrar. Según explicaba
el Cardenal Woytyla, hoy S. S. Juan Pablo II (5), debe
entrar
(3) Giambattista Vico: «Dell'antichissima sapienza italica», lib. I, ca­
pítulo I, cfr. en Oppere, ed. italiana. cuidada por Fausto Nicolini, Milán­
Nápoles, Riccardo Ricciardi Ed., 1953, págs. 248 y sigs., y Seconda risposta
al
recensor del «Giornale de Letterati d'Italia», IV, en dicho «Giornale»,
vol. VIII, 1.712; cfr. Oppere, pág. 346. Véase al respecto, nuestra comu­
nicación «La Jurisprudencia y su relación con la tópica en la concepción
de Giambattista Vico», II y
III, en Rev.

Est. Políticos, 206-207, págs. 95
y siguientes.
(4) M. F.
Sciacca: «La contemplación como fundamento del saber», 1,
2
y 3; cfr.

en Verbo 113, marzo de 1973, págs. 227 y sigs., en
Contempla~
cián y acci6n, Madrid, Speiro, 1974, págs. 13 y sigs.
(5) Cardenal Caro! Wojtyla: «Teoría-praxis: Un tema humano y cris-
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LA TECNOCRACIA: SUS OBJETIVOS UNIDIMENSIONALES
en juego el valor o contravalor moral del acto, que constituye
el bien o el
mal objetivo del sujeto agente. Por ello, la praxis
ha de concebirse simultáneamente como ethos desde un punto
vista antropológico, o sea humanum y christianum, lo cual sin
duda requiere una contemplación ética, conforme a la cual verum
y honum, son inseparables.
La
poiesis expresaba la actividad creativa del hombre trans­
formadora del mundo exterior, ya no el actuat, o
agere, sino el
hacer en el senrido de fabricar,
/acere: de una parte, lo bello
y, de otra, lo
útil, mediante la inventiva de apatatos de procedi­
mientos, estructuras.
Pero,
el giro copernicano -o, más exactamente ptolomaico­
de Kant, y, más aún, el voluntarismo de Fichte, alteran estos
conceptos ( 6 ).
La teoría se hace idealista en
el sentido de que no se nutre
de
la observación profunda de la realidad, sino que poiéticamen­
te idea modelos sociales, que la nueva concepción de la praxis
trata de fabricar. De ese modo, la praxis se pone al servicio de
la nueva
poiesis, que ha sustituido la antigua theoria, que es
arrinconada, mientras que el ethos humano y cristiano viene
siendo suplantado por la moral del éxito utilitario en la realiza­
ción de los modelos previstos.
En consecuencia, las ciencias, y concretamente las ciencias
sociales, incluida la política, han dejado de ser theoria, en su
estri_cto sentido, para convertirse en una poiesis que, primero,
fabrica mentalmente un modelo ideal y, luego, estudio cómo
operatlo
y qué técnicas deben emplearse para ello. Así, la ciencia
se convierte en meramente operativa, que no persigue el cono­
cimiento sino la realizaci6n de lo útil, y toma su fuerza de la
voluntad de imponer las estructuras imaginativamente ideadas,
tiano», II; cfr. en Verbo 169.170, noviembre-diciembre de 1978, pági­
na.<¡ 1194 y sigs.
(6) Cfr. Marcel de Corte: «De la sociedad a la termitera, pasando por
la disociedad», I, en
Verbo 131-132, enero-febrero de 1975, págs. 94 y si­
guientes, y nuestra exposición «La praxis de la armonía», en Verbo 173-174,
marzo-abril de 1979, págs. 401
y sigs.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
sin diferenciar, como se hacia antaño, entre el mundo real y el
de ficción que ahora rratan de fundirse.
Paralelamente,
la praxis en el arte de la pol1tica ya no per­
sigue el bien común, a rravés de
la sophia o sabiduría, vincula­
da a la prudencia
pol1tica, sino

que se pone al servicio de aquella
poiesis elaboradora del modelo social que se trata de imponer,
con una labor
racionalizad.ora y cuantificadora, determinante de
una nueva concepción de
la acción po11tica e, incluso, de la mo­
ral, que se traduce en un /acere estructural de una nueva socie­
dad y hasta de un hombre nuevo, conformes al modelo pro­
puesto.
Marcel de Corte ( 7) advierte de las consecuencias de estas
trasposiciones. El conocimiento poético se basa en el sentimiento;
se experimenta por un conocer de cierta manera,
diríase alógica,
de vidente, que nada tiene de común con el conocimiento sen­
sible, ni con el conocimiento intelectual, tanto filosófico
como
científico, que es siempre un conocimiento que abstrae, que cap­
ta de lo real la esencia susceptible de ser conceptualizada. La
confusión de ambas fOrm_as de conocer, su contaminación, pro­
duce consecuencias incalculables; «el universo pierde toda in­
teligibilidad
propia» y
engendra el
idelsmo, mientras
la belleza
poética se corrompe, pervertida por el operativismo. Pero la
sustitución de
la theoria por la poiesis no sólo elimina el con­
templar
y produce su sustitución por el /acere del modelo ideado,
sino que el
agere del hombre concreto, su conducta de todos
los días, se somete a la producción de un
hombre nuevo y de
una
sociedad nueva que la ideología prefabricada trata de im­
poner.
Por otra parte,
la ortodoxia, base de toda recta operaci6n,
es decir, de una praxis moral, ajustada a la verdad y al bien,
especialmente en el orden de
la justica, dirigida por la recta ra­
zón
de la prudencia, es sustituida -como explica el Padre Vic-
(7) Marcel de Corte: «El conocumento poético y la filosofía», en
Verbo 187, julio-agosto de 1980, págs. 815 y sigs.
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LA TECNOCRACIA: SUS OBJETIVOS UNIDIMENSIONALES
torino Rodríguez (8}---por una ortopraxia, dirigida por ideolo­
gías operativas de un pretendido
progreso, que sólo atiende a
que se
avance hacia donde creen sus profetas que se halla la
meta soñada.
3. La proposición de Marx de que no se trata ya de cono­
cer el mundo sino de cambiarlo, incluyendo en
el cambio las
sociedades humanas desde la familia al Estado burgués, había
comenzado a realizarse bastante antes. No con referencia al Es­
tado burgués, sino al antiguo régimen, y no directamente dirigida
a destruir

la familia ni a otras sociedades humanas, en aras a
una sociedad comunista; pero ya había incidido indirectamen­
te, al menos, en muchas de las estructuras sociales.
En nuestro anterior coloquio, hemos visto que la confluencia
de las teorías económicas de Adam Smith, con el invento y ex­
plotación de la máquina de vapor, y con el anhelo del hombre
de transformar la tierra con su trabajo, proyectado especialmen­
te en
el nuevo jardín del Edén, la América del Norte, recién in­
dependizada de Inglaterra, y conforme al espíritu de nuevo at­
lante, expresado por
Bejamín Franklin,

provocó la revolución
industrial. Bien es verdad que esto ya correspondía a la filosofía
iluminista y al cientifismo operativo.
Aquí nos interesa mostrar cómo esa mentalidad, inmanen­
tista .y nominalista con sus consecuentes perspectivas parciales,
ha presidido la coexistencia de un extraordinario desarrollo téc­
nico, industrial y esonómico junto a grandes desórdenes, que a
medida que se trataba de corregirlos, aunque efectivamente fue­
ran reparados y superados, originan indefectiblemente otros
nuevos.
Notemos que la desintegración de la percepción humana del
orden metafísico no excluyó que siguieran observándose en pers­
pectivas parciales algunas órdenes naturales concretos: astronó­
mico, físico, biológico. El mismo Locke, que apoyó el orden político en el pacto y no en la naturaleza, venía de hecho a
(8) Victorino Rodríguez O. P.: «Ortodoxia y ortopraxia contestataria»,
en Verbo 181-182, enero-febrero de 1981, págs. 47 y sig,.
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JUAN V ALLBT DE GOYTISOLO
aceptar la existencia de un orden econónúco natural ( 9 ), con la
pauta del bien común, pero con una perspectiva puramente eco­
nónúca, independiente

del orden moral, y, por lo tanto, sin te­
ner en cuenta las consecuencias políticas y sociales que puedan
derivarse del desorden moral originado por la prevalencia del
orden económico. Panorama semejante fue el contemplado por los fisiócratas
para quienes la naturaleza, además de las leyes físicas y bioló­
gicas, lleva ínsitas leyes económicas ( 10), pero no valoraron de­
bidamente las leyes sociales de otro tipo, ínsitas también en el
comportamiento humano, con sus reacciones de toda clase, de las
que inevitablemente debía dimanar la pretensión de dominio y de
cambio de las leyes de la economía liberta!. El defecto expuesto se ahonda en el liberalismo de Adam
Snúth, que

ya no se basa en
un orden trascedente, normativo, sino que resulta inman_ente a
la iniciativa individual, que -a su juicio- asciende al encuen­
tro de una armonía social de la que es portadora, en un orden
vitalista ( 11 ). Trascendente o vitalista, sin embargo, el orden económico, ba­
sado en la codicia y en el egofsmo, que lleve al bienestar y al
progreso, no puede colocarse en una campana neumática que lo
separe de las demás leyes sociales dimanantes de la naturaleza
del hombre. Es algo que Von Misses (12), prerende soslayar, sin lograrlo, como hemos advertido en otras ocasiones ( 13 ).
(9) CTr. nuestro esrudio: «Los pactistas del siglo XVII Hobbes y
Locke», en Verbo 119-120, noviembre-diciembre de 1973, págs. 943 y sigs.
(10) Cfr. Louis Salleron: Liberalisme et socialisme, París, C. L. C.,
1977, cap. III, págs. 51 y sigs.
(11) Ibid., cap. IV, págs. 68. sigs.
(12) Ludwing von Misses: La acci6n humana, cfr. 2.ª ed. española
S. O. P. E. C. 1968, cap. XXVII 4, págs. 872 y sigs., y cap. XXXVII, pá­
ginas 10.39 y sigs.
(13) Cfr.
nuestro libro Sociedad de masas y derecho, Madrid, Tau.rus,
1968, II parte, cap. VI, 104, págs. 415 y sigs., y nuestra ponencia «Pers­
pectivas parciales ... », 32, en Verbo cit., pág. 468, y en La sociedad a la
deriva, págs. 58 y sigs.; y nuestro comentario «EI° plutisignificado de la
palabra "liberal" y la cuádruple vertiente del término liberalismo ( a pro-
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LA TECNOCRACIA: SUS OBJETIVOS UNIDIMENSIONALES
¿ Puede funcionar un orden económico totalmente libre sin
orden ético? ¿Puede existir un orden económico libre en un
orden político, dominado por un voluntarismo, sea el del dicta­
dor, el de la oligarquía dominante o el decidido por el sufragio
universal? El reinado del egoísmo, que Von Misses considera
el motor del progreso económico, ¿acaso no acabará por
ahogar­
lo, para acrecentar el poder o para destruir las desigualdades
consideradas opresivas?
Por otra parte, la economía liberal pasó de basarse en el
producto agrícola (fruto de la tierra y el trabajo), a fundarse en
el producto
industrial (poniendo su acento en el trabajo), en el
valor económico, primero de producción, luego de cambio, y
finalmente, medido en dinero: con lo que se llega al estadio ca­
pitalista (14).
4. El espíritu
y el poder de éste, en una economía liberal
como la que hemos contemplado, tal vez nadie la supo captar
antes que Marx tan profundamente como
él cuando lo enjuició
dentro de la que denomina, en su perspectiva materialista
y
dialéctica, «historia natural del desarrollo social». Bertrand de Jouvenel (15) ofrece varios textos del propio Marx que mues­
tran claramente
cómo lo

captó.
El capital «se desarrolla irresistiblemente más allá de las
barreras nacionales y de los perjuicios; arruina la divinización
de la naturaleza al mismo tiempo que las costumbres ancestra­
les»; y, «el mismo, en constante revolución, quiebra todos los
obstáculos al desarrollo de las fuerzas productivas, al incremento
de las necesidades, a la diversidad de la producción, a la explo­
taci6n y al cambio de todas las fuerzas naturales y espiri­
tuales» (16).
pósito del libro de Von Misses, El liberalismo)», en Verbo 167, julio-agosto de 1978, págs. 282 y sigs., o en Más sobre temas de hoy, Madrid, Speiro,
1979,
págs. 138 y sigs.
(14) Cfr. Salieron: op. cit., cap. IV, pág. 75.
(15) Beltrán de Jouvenel: op. cit., I parte, 5, págs. 43 y sigs. (16) Karl Marx: Fondements de critique de l'economie pólitique (1857 y 1858), Ed. París, Anthropos, 1967, vol. I, págs. 366 y sigs.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
La misión histórica del capitalismo «es el desarrollo brutal
y geométricamente progresivo de la productividad del tra­
bajo» (17). Ricardo «quiere la producción por la producción, y en esto
tiene razón. Si se pretendiese como ciertos adversarios sentimen­
tales de Ricardo, que la producción como tal no puede ser el
objetivo, se olvida que la fórmula, la producción por la produc­ ción, significa simplemente desarrollo de todas
las fuerzas pro­
ductivas humanas y, por lo tanto, desarrollo de la riqueza de
la naturaleza humana situada como su propio objetivo. Si a
éste se opone el bienestar del individuo como hace
Sismondi,
se pretende que el desarrollo de la especie se detenga para ase­
gurar el bienestar del individuo». Esa pretensión, dice, «no
com~
prende

que el desorrollo de las capacidades de la especie huma­
na, aunque primero se haga a expensas de
la mayoría de los in­
dividuos e incluso de ciertas clases, rompe finalmente este
antagonismo y confluye con el desarrollo del individuo, pues el
desarrollo supetior del individuo no se adquiere sino por un proceso histórico en el cual los individuos son sacrificados.
Aparte de
la esterilidad de todas estas consideraciones, ya que
tanto en el reino animal como en el vegetal las ventajas de la
especie triunfan siempre en detrimento de aquéllos, de los in­ dividuos» (18).
En este párrafo, Bertrand de Jouvenel ve vigorosamente ex­
presado el máximo objetivo del incremento de
la potencia co­
lectiva del hombre, paralelo al desarrollo de las especies de modo conforme a la visión de Darwin del evolucionismo biológico.
Vocación social, enseñada por Marx, que al autor -a quien
leemos- parace que caracteriza excelentemente la civilización
de potencia, sea de los Estados Unidos como de la Unión So­
viética. Y, para completar esa visión, aún cita otro texto de
Marx: «La producción basada en el capital crea las
condiciones
(17) Ibld., El Capital, lib. III, 3.• parte, cap. XV.
(18) Ibid., Historia de las doctrinas económicas, Ed. Patls, A1fred
Costos, 1925, vol. IV, págs·. 10· y sigs.
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LA TECNOCRACIA: SUS OBJETNOS UNIDIMENSIONALES
para el desarrollo de todas las propiedades del hombre social, de un individuo que teuga el
máximo de
necesidades y, por ello,
rico en las más diversas cualidades; en suma, una creación social
tan universal como sea posible ya que cuanto aumente el nivel
de cultura del hombre, más es capaz de gozar» (19).
Bertrand de
J ouveuel concluye su comentario: «Este conjun­
to [ de textos] me parece que constituye la más clara exposi­
ción de . la

ideologia dominante hoy en todos los paísese avanza­
dos, gerentes del capital y que disponeu de los medios de in­
versión».
Sciacca (20) ha llegado a decir que, desde el punto de vista
de la conquista del mundo, «capitalismo y marxismo están en el mismo plano» . . . «Antes de Marx era ya marxista la
burgue­
sia y después de Marx es burgués el proletario: el materialismo
es el mismo».
5. Esta civilización de poder · y de poteucia, además de
la ya observada ideolog!a de crecimiento, con su crecimiento uni­
dimensional (
21) produce · las siguientes consecueucias dimanan­
tes de su perspectiva unilateral e incompleta pero totalizante (22):
a) El crecimiento de las ciudades (23) hasta la formación
de

las actuales ciudades macroc6smicas (24 ), con la inherente
(19) Ibíd., Fondaments de critique ... , loe. cit.
(20) M. F. Sciacca: «Giudicio critico sulla teoría della liberta como liberazione del bisogno», en Scritti di sociologia e política in onore di Luigi Sturzo, Bolonia, Zanichelli, 1953, vol. III, págs. 367 y sigs., o en español,
en Verbo 181-182, enero-marzo de 1980; o en L'Ora di Christo, Milano, Marzorati 181-182, cap. VI, 3, págs. 184 y sigs.
(21) Herbert Marcuse: L'homme unidimensionel; cfr. Ed. París. Les Ed. du Minuit, 1968.
(22) CTr. nuestro volumen Sociedad dt> masas y Derecho, Madrid, Tau­ros, 1968, en especial parte I, cap. 11, núms. 11 y sigs., y parte 11, capí­tulo VI, núms. 97 y sigs., págs. 387 y sigs.; cap. VII, núms. 106 y sigs., págs. 425 y sigs,. y cap. X, núms. 132 y sigs., págs. 531 y sigs.
(23) Cfr. Werner Sombart: El apogeo del capitalismo, cap. XXV, II
(!.• ed. alemana, 1902), dr .. en español, ed. México, 1946, pág. 404.
(24) Oswald Splengler:
La decadencia de Occidente, vol. III, cap. II,
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
despoblación del campo (25 ), la creciente masificación, la con­
siguiente patología de las grandes urbes (26)
y la intervención
estatal para la protección de las masas urbanas (27).
b) La denominada cuestión social, consecuente a la supre­
sión
de las antiguas corporaciones y a la libertad de mercado
para el trabajo (28), redncido a mercancía, que da lugar a la for­
mación de

un proletariado paupérrimo (29) que, como reacción,
provocó la formación de los sindicatos de masa (30)
y de las
ideologías socialistas, con la concepción marxista de la lucha de
clases, que utiliza la masa del proletariado como nueva fuerza
revolucionaria para cambiar
el mundo (31 ).
e) El «pensar en dinero», con la consiguiente contraposi­
ción, frente

a la concepción tradicional de la propiedad-patri­
monio, de la nueva estimación del capital-fortuna, errabundo
Y
núm. 5; cfr. ed. en castelliuJo, Madrid, Espasa Calpe, 1945, págs. 144 y
siguientes, ha señalado el sentido del proceso histórico de la formación de
las grandes ciudades hasta alcanzar la ciudad absoluta.
(25) Exodo
agravado por la protección de las grandes ciudades, con
la tasa de los productos agrícolas y las importaciones de choque. Cfr. Spen­
gler: Años decisivos, $ 16; cfr., en castellano, Granada, Espasa Calpe, 1938,
pág. 1.33, y Henri C.OSton: Les Technocrates et la sinarchie, París, «Lectures
Franr;aises», 1962,

cap. V
in fine, pág. 66.
(26) Leopold Kohr: El superdesarrollo (Los peligros del gigantismo),
cap. V, núms. 1 y 2; cfr. ed. Barcelona, L. Mitacle, 1965, págs. 11 y sigs.
(27) Lo que constituye con el propio crecimiento un circulo vicioso.
Cfr. Frederich A. Hayeck:
Los fundame'ntos de la libertad, vol. 11, capí­
tulo XXII, núm. 4; ed. en castellano, Valencia, Fundaci6n Ignacio Villa­
longa, 1964,

págs.
156 y sigs.
(28) Cfr. Lewis Mumford:
La cultura de las ciudades, cap. III, 1;
cfr. ed. Buenos Aires, Emecé Ed., 1945, págs. 185 y sigs.
(29) Cfr. Johanes Messner:· Etica social, politica y econ6mica a la luz
del derecho natural, núm. 31; cfr. ed. Madrid, Rialp, 1967, págs. 325 y
siguientes.
(30)
C.omo reacci6n,
pero con
la misma concepción econ6mica y ma­
terialista, en valores abstractos, del capitalismo, según ya lo observó
así
Spengler: Años decisivos, $ 18, pág. 152.
(31)
Cfr. Spengler:
La decadencia de ... , vol. II, cap. V, núm. 17,
pág. 219.
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LA TECNOCRACIA: SUS OBJETIVOS UNIDIMENSIONALES
anónimo (32); que da lugar al tránsito de la industria empre­
sarial al capitalismo financiero, o propiamente dicho,
y de ahí
a los estadios que los marxistas han denominado del capitalis­
mo imperialista
y del capitalismo monopolista de Estado, dada
la conexión de éste con los grandes monopolios u oligopolios capitalistas
(33 ). Capitalismo que, dentro de los países comu­
nistas, al ser asumido totalmente por el Estado, ha llegado a
ser monopolista en el
máximo grado (34 ).
d) La conversión de la finalidad de la economía, que ya
no es la de proveer
al consumidor} «individuo. de carne y hues<;>,
provisto de un cuerpo, que, como tal, es él solo capaz de con­
sumir bienes materiales», sino la de producir para producir más
y erigir la productividad en criterio único de la salud de la so­
ciedad moderna y de
la solidez de la econmía. Lo cual ha lleva­
do a desembocar en la sociedad de consumo, «especie de estó­
mago mitológico», «receptáculo gigante»
y «elástico» de la
producción para poder consumir su crecimiento artificial. Así
se mueve la que De Corte (35) denomina economía al revés,
pues gira en dirección contraria a su finalidad natural al con­
vertirse en economía de productores. Ello implica:
-La

propaganda masiva, estimulante del consumo, para
lo cual, espolea la natural apetencia de bienestar y provoca la
creación de necesidades nuevas
(36 ).
(32) Cfr. Spengler: Años decisivos, $ 12, págs. 88 y sigs.
(33) Comité Centtal del Partido Comunista Francés: Le capitalisme
monopoliste d'Etat
(Traiié

marxiste d'Economie
Politique), París, Ed. So­
ciales, 1971, vol. I, cap. I, págs. 13 y sigs.
(34) Cfr. nuestro estudio «Capitalismo, socialismo, tecnocracia», II, A,
en Verbo 101-102, enero-febrero de 1972, págs. 81 y sigs.; Datos y notas
sobre el cambio de estructuras,
1, II, A; ed. Madrid, Speiro, 1972, pá­
ginas 17 y sigs., o Cambio de estructuras, México, Offset Altamira, 1973,
págs. 17 y sigs. (35) Marcel de Corte: «La economía
al revés», en Verbo 91-92, enero­
febrero de 1971, págs. 125 y sigs.
(36) Cfr. Francisco Ayala: Introducci6n a las ciencias sociales, nú­
mero 71, Madrid, Aguilar, 1961, pigs. 263 y sigs., y Jhon Kennet Gal-
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
-El mantenimiento de un nivel salarial alto, que hace
marginales explotaciones agrícolas y pequeñas y medianas empre­
sas o reduce su capacidad de autofinanciaci6n, mientras aumenta
el nivel de consumo de la masa, en beneficio de las grandes em­
presas de producción en serie, procurando que los ingresos de
las clases asalariadas estén en «función de los gastos y deseos
del consumidor» (37).
-La

inflación dirigida, para impedir que exista un
ahorro
liquido
que se considere excesivo, según la tesis de Keynes (38),
mediante la cual el Estado interviene tanto para frenar la pro­
pia inflación como para relanzar la economía y financiar sus in­
versiones y el crédito público (39). La constante renovación de modelos, cada vez más vertigino­
sa, que impone la ley de la destrucción acelerada de todo lo que,
suc~siva y

cada vez más rápidamente, es considerado viejo o
anticuado.
Así -<:orno ha

escrito Bertrand de Jouvenel (
40)­
estamos
en

una civilización de lo efímero; nada está hecho para
durar.
De ahí el retorno, por esa imagen, del pensamiento de
Heráclito al de la actualidad: «todo fluye», «nada permanece».
e) En la gran empresa, el funcionamiento de la calificada
de «economía al revés»,
eón su
complejidad creciente, ha dado
brait: El nuevo Estado industrial, cap. XVIII, núms. 2, 3 y 6; cfr._ ~d. Es­
plugas de Llobregat, Ariel, 1967, págs. 224 y sigs., y 233 y sigs.
(.37) George Katona:La sociedad consumo de masas, cap. IV, MadtiJ,
Rialp, 1968, pág. 39.
(38) John Maynard Keynes: Teoria de la ocupaci6n, el interés y el
dinero, cap. VII, cfr. 7.ª ed. en castellano, México, Fondo de Cultura Eco­
nómica, 1965, págs. 75 y sigs.
(39) Respecto de los efectos de la inflación, cfr. nuestros estudios:
«La antítesis inflaci6n justicia», en Rev. Juridica de Cataluña, octubre de
1960, págs. 531 y sigs., y, ampliado, en el volumen Estudios varios sobre
obligaciones, contratos, empresas y sociedades, Madrid, Montecorvo, 1980,
págs . .31 y sigs.; y «Repercusiones de la inflación en lo rústico y en lo
urbano, en lo industrial y en lo agrario», .. en Anales de la Real Academia
J,,, Jurisprudencia, vol. V, i\fadrid, 1977, págs. 41 y sigs., recogido en Es­
tudios varios ... , págs. 129 y sigs.
(40) Bertrand de Jouvenel: op. cit., cap. XI, págs. 179 y sigs.
470
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LA TECNOCRACIA: SUS OBJETIVOS UNIDIMENSIONALES
lugar a tal desarrollo de la tecnología y la planificación que ha
requerido la formación de unos grupos de hombres que Gal­
braith ( 41) califica de «cerebro de la empresa»,
y que propone
denominar
tecnoestructura, mediante la cual la propia empresa
trata de liberarse de
la soberanía del mercado.
f) Los hechos expuestos y el poder dimanante del proceso
capitalista, en especial el funcionamiento de
la economía al re­
vés,
en virtud de la cual el Estado asume las funciones de re­
gular la demanda total
y garantizar una capacidad adquisitiva
suficiente para consumir la producción ( 42), así como la redis­
tribución de las rentas, en las social-democracias (
43 ), han dado
lugar a un creciente intervencionismo estatal en funciones eco~
nómicas cada vez más complejas. De ahí la aparición de los
tecnócratas: «Detentadores de las palancas que dirigen la sala
de máquioas, destioada a impulsar
la actividad humana hasta el
punto de intersección -o de fusión- del Estado
y la econo­
mía» (44).
g) La expoliación de la naturaleza, con riesgo de agota­
miento de las materias primas,
la acumulación de residuos, la
contamioación de las aguas, la polución de la afmósfera, y, en
términos generales,
la degradación del medio ambiente ( 45).
Una vez el hombre se ha atribuido el dominio de la natura­
leza,
y «ha ejercitado con propotencia una soberanía provocadora,
que tiende a negar la realidad
de las cosas como vía o camino
para liberar las energías en ella encerradas
y someterlas a la
(41) Galbraith: op. cit., caps. VI, págs. 80 y sigs., y VIII, págs. 106
y siguientes.
(42) Ibíd., caps. XXXIV, págs. 410 y sigs., y XXXV, 2, págs. 423 y
siguientes.
(43) Cfr. nuestro estudio La social-democracia, Puebla, Instituto de
Investigaciones Socioeconómicas, Motolinia, 1977; o eh Más sobre temas
de hoy, Madrid, Speiro, 1979, págs. 319 y sigs.
( 44) De Corte: loe. últ. cit.
( 45) Cfr. nuestro libro Ideologia, Pf'axis y mito de la tecnocracia, 2:
ed. en castellano, Madrid, Montecorvo, 1975, III parte, sec. IV, cap. II,
págs. 220 y sigs., y Epílogo, sec. II, cap. I, págs. 272 y sigs:
471
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
propia y discrecional voluntad» -como ha escrito Sergio Cot­
ta ( 46
}-la
naturaleza ha sido «explotada, provocada, desinte­
grada y recompuesta a gusto de los científicos
y de los técnicos»,
que en
lugar de

respetar
la teoría clásica de la armonía, practi­
caron

«el nuevo experimento del hombre-señor». Pero «la na­
turaleza se venga» de
la manera más pérfidamente sutil: «so­
metiéndose a la voluntad prometeica del hombre, es decir, muriendo de verdad no ya en las palabras sino en los hechos» ...
«En su muerte -proclama Cotta-
la naturaleza arrastra con­
sigo a los filósofos
y a los científicos, los incautos ap prentis sor­
ciers
que han desencadenado el proceso, sino también a todos los
hombres, a
la humanidad entera».
h) Pero también el hombre sufre un empobrecimiento in­
terior ( 47), en una sociedad en la que, siendo teóricamente el
amo del mundo, no es dueño de su propia obra, sino tan sólo
una célula de Leviatán,
y donde, como soberano, sólo ejerce la
irresponsable función de consumir ( 48 ), con menos posibilidades
cada vez de tener inciativa
y responsabilidades propias ( 49), y
sufre vertiginoso ritmo del cambio que le produce el denomina­
do «shock del futuro» (50).
i) Y, consecuentemente, en las nuevas generaciones, vemos
el doble movimiento de rebelión de
la juventud: el revolucio­
nario
y el de los hippies y «pasotas», uno y otro nihilista (51).
(46) Sergio Cotta: El hombre telomaico, cap. 7, ed. Madrid, Rialp~
1977, págs. 157 y sigs.
(47) Cfr. Philipp Lersch: El hombre en la actualidad, cfr. ed. en cas­
tellano, Madrid, Gredos, 1958, cap. IV, G, págs. 91 y sigs.
( 48) Cfr. Bertrán de Jouvenel: op. cit., cap. 9, conclusión, págs. 151
y siguientes.
(49) Ibfd., anexo, pág. 203,
(50) Alvin Toffler: El shock del futuro, vers. en castellano, Esplugás
de Llobtegat, Plaza y Janés, 1971.
(51) Cfr. nuestra comunicación «Del racionalismo inmanente al·vúlun­
tarismo y del fracaso .a]_··nihilismo», en Filosofia Oggi; JIJ.JV, octubre-di­
ciembte 1980, págs. 227 y sigs.
472
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LA TECNOCRACIA: SUS OBJETIVOS UNIDIMENSIONALES
6. De los hechos que acabamos de enunciar, entra especí­
ficamente en nuestro tema el de
la aparición de la tecnocracia.
Dice García Pelayo
(52) que la tecnocracia puede considerar­
se «como un subproducto de
la civilización dominante en nues­
tra época», calificada de civilización «técnica, científica, post­
industrial, tecnológica, tecnetrónica, científico-técnica», y que
él
prefiere denominar «tecnológica», entendida como «una nueva
estructura o realidad histórica, surgida, de un lado, de "la uni­
dad entre la investigación teórica y la técnica", en la cual la in­
vestigación exacta y el dominio del objeto son dimensiones
inse­
parables;

y, de otro, de la explotación, de sus posibilidades por
los intereses económicos
y por el poder político».
Esa civilización tecnológica comporta, a su jucio
(53 ): «una
nueva idea de
la realidad, según la rual es real aquello que: (I)
es comprobable empíricamente; (II) es de algún modo ruantifi­
cable; (III) es operacionable o manipulable; (IV) es útil o fun­
cional para el mantenimiento de un sistema;
(V) es comunicable,
o más concretamente, forma parte de un proceso de comuni­
cación».
En suma, la tecnocracia asume la dirección del gobierno
de una sociedad con mentalidad inmanente, nominalista, cienti­ fista-operativa,
ruantificadora, con

una finalidad funcional en
busca de la utilidad. Es decir, con perspectiva parcial que eleva
a total, olvidando o soslayando la perspectiva universal en su plenitud
y, con ella, todo lo no comprobable empíricamente, no
cuantificable, no manipulable o no funcionalmente operativo.
Por ello, constituye una ideología, en cuanto concepción
operativa del mundo, para «fabricarlo» conforme la construc­
ción ideal, puramente mental, aunque se empleen para su prác­
tica las técnicas de todo orden más rigurosas
(54).
(52) Manuel Gatcia Pelayo: Burocracia y tecn.ocracia, 2, 2, Madrid,
Alianza Editorial, 1974, págs. 34 y sigs.
(53) Ibld., 2, 2, 2; 2, pág. 42.
(54) Cfr. nuestro libro Ideología, praxis y mito de ... , I parte; Re­
sumen, pág. 42, y II parte, se<'.. I, págs. 57 y sigs.
473
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
Sus características esenciales son (55):
- Una concepción ideológica
cientifista del mundo, que
consideta la ciencia con la función práctica de construirlo,
y,
así, hace de ella un absoluto, al menos prácticamente.
- Una concepción
totalitaria, en el sentido de que todas
las actividades de la sociedad sean asumidas por el Estado, por
alguna organización multinacional, sinárquica, o bien por un su­
per-gobierno mundial.
- Una concepción operativa, que usa de los mejores ade­
lantos técnicos para ordenar -planificar- centralmente, desde
arriba,
el mayor bienestar posible, ya sea impulsando el desarro­
y el consumo, o bien frenándolo y planificando los nacimientos,
distribuyendo la riqueza y las rentas, el bienestar o la escasez,
la cultura y las informaciones de masa; y
capa2, centralmente:
-

de racionalizar el mundo cuantificándolo, y, de operar técnicamente la racionalización predeterminada.
7. Cuando escribimos la primera edición de nuestro libro
Ideologia, praxis y mito de la tecnocracia (56), la tecnocracia
dirigía su acción al desarrollo, que se creía indefinido, confor­
me al movimiento de la
historia, en

su progresiva aceleración,
próxima ya al mundo feliz. En la segunda edición española mantuvimos este punto de
vista, aun cuando ya observamos (57) la posición contrapuesta
que también propugnaba una planificación rigurosa para reducir
el consumo de bienes materiales o la reclamaba para conservar
el equilibrio
ecológico. También conservamos,

en ella, la distin­
ción entre tecnocracia y socialismo (58). Pero,
.::Uando presentamos

la
4.ª edición
del libro, segunda
(55) Cfr. nuestra conferencia «La tecnocracia», 4, en Verbo 158, sep­
tiembre-octubre 1977, págs. 1159 y sigs.
(56) Madrid, Escélicer, 1971.
(57)
Ideologla, praxis y mito ... , Epilogo, sec. I, cap. I, págs. 272 y
siguientes.
(58) !bid., II parte, sec. II, cap. I, págs. 76 y slgs.
474
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LA TECNOCRACIA: SUS OBJETIVOS UNIDIMENSIONALES
en portugués (59), en la conferencia que pronunciamos en la
Plurifacultad de Guarulhos, Sao Paulo ( 60) ,rectificamos ambas distinciones,
Así: observamos que como
tecnócratas habían sido detecta­
dos
hombres situados en ámbitos tan diversos como los siguientes:
-En

los grandes Holdings, o grupos de empresas en U, S. A.,
donde ya los señaló Burnham (61).
-En

la República francesa, en la
cual algunos de sus ele­
mentos más conspicuos -Pierre Massé (62), Bloch-Lainé (63), Armand y Drancourt (64)- fueron definidos como tecnócratas;
-En

el socialismo sueco, donde la acción manipuladora
de una administración centralizada permite que la burocracia
aplique implacablemente una tecnología, eficazmente explotada,
y planifique y domine no sólo la distribución de las rentas
sino
incluso

las conciencias de sus consumidores, tal como ha sido
puesto en evidencia por el periodista inglés Rolad Huntford ( 65),
-En

la España
de Franco, durante el período de las má­
ximas realizaciones

materiales (65), apoyándose en un ejecutivo
fuerte y unas Cortes dominadas por la administración del Esta­
do, que nunca fueron realmente orgánicas.
(59) O perigo da desumanirao a través do predominio da teonocracia,
Sac Paulo (Braail), Mundo Cultural, Limitada, 1977. (60) El
día 18
de
marzo de 1977.
(61) James Burnham: La revoluci6n de los directores, dr. ed. en cas­
teilano, Buenos Aires, Huemul, 1962, en especial cap. VII, págs. 95 y sigs.
(62)

Pierre Massé:
El plan o el antiazar, dr. vers. en castellano, Bar­
celona,

Nueva Colecci6n Labor, 1966.
(63) Fran9=1is Bloch-Lainé: Pour une reforme de l'entreprise, París,
Ed du Sueil, 1963.
(64) Louis Armand y Michel Drancourt: Plaidoyer pour /'avenir, París,
Calmen-Levi,

1961; y Michel
Drancourt, con prologo de Louis Armand:
Les eles du pouvoir, París, Fayard, 1964.
(65) Roland Huntford: Le nouveau totalitarisme. Le paradis souedois,
ed. en francés, París, Fayard, 1975, cap. III, La terre promise des plani­
ficateurs, págs. 35 y sigs., y cap. XV, Le meilleur des mondes, pág. 250.
(66) Cfr. el prologo de Laureano L6pez Rod6 al citado libro de Pierre
Massé, págs. 5 y sigs.
475
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
- En algunos países socialistas, al otro lado del telón de
acero, donde Marc Paillet ( 67), ha detectado una dialéctica en­
tre
la burocracia estatal, o del Partido, y la nueva tecnocracia,
augurando una síntesis de ambas en una futura tecnoburocracia
dominante. Sin embargo, en todos estos casos son comunes la ideología
cientifista, cuantificadora y operativa, los métodos y modos de
actuar, los objetivos utilitarios e,_ incluso, las utopías. Y así se
puede observar en todos esos hombres que se han movido en
regímenes políticos tan distantes y situados en unos contextos
tan dispares como son, precisamente, los que antes hemos enun­
ciado.
Por ello, rectificamos entonces la distinción que habíamos
formulado entre tecnocracia y
socialismo, inclinándonos

por en­
tender que las diferencias, que habíamos observado, simplemen­
te
distinguían dos

tipos de acción tecnocrática, determinados por
los diferentes regímenes políticos en que los respectivos
tecnó­
cratas

se han movido, o, tal vez, también, consecuentes del dife­
rente nivel alcanzado en el dominio de las técnicas de manipu­
lación consideradas en su momento más eficazmente oportunas
y adecuadas. García Pelayo ( 68) distingue tres sistemas tecnocráticos, el
tecnodemocrático, el tecnoautoritario y el tecnosOcialista, pero
cree que todos coinciden en los puntos siguientes:
a)
«El desarrollo del país -identificado con la expansión
económica y medido, en general, en términos del Producto Na­
cional Bruto-- constituye el objetivo político-nacional al que
deben subordinarse otros valores ... », y que «no puede ser al­
canzado sin una adecuada asimilación del progreso tecnológico nacional y/o importado».
e) «Las estructuras institucionales, políticas y administra-
tivas tendrán que adaptarse a las nuevas exigencias ... ».
(67) Mate Paíllet: Marx contre Marx. La société technoburocratique ..
París, Danoel, 1971, cap. IV, págs. 85 y sigs.
(68)
García Pelayo: op. cit., 2, 6, pág. 71.
476
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LA TECNOCRACIA: SUS OBJETIVOS UNIDIMENSIONALES
b) «La expansión sólo puede realizarse mediante la sumi­
sión de

la gestión estatal a una racionalidad técnicamente orien­
tada a
la consecución de tal obejtivo».
d) «El sistema de gestión es tecnoburocrático».
e) La sociedad «se estructura en conjunto y en su nivel
dominante como un sistema de grandes organizaciones estatales,
paraestatales
y privadas de diversa naturaleza ... », grandes or­
ganizaciones que tienden «hacia la
'"ley de
hierro de
la oli­
garquía''».
f) A las ideologías tradicionales, «se superpone o se inte­
gra, según los casos, una ideología o, si se quiere, una mentali~
dad tecnocrática con las mismas funciones que la ideología».
8. También advertimos que no era una característica co­
mún de la tecnocracia la que, durante mucho tiempo, le había sido atribuida, de realizar el desarrollo, impulsándolo hacia el
progreso indefinido, constituido en
mito. A

partir de 1972 ese
carácter resulta meramente adjetivo, asumido durante períodos
de eufórico bienestar, optimismo y mística fe en el progreso,
contemplado como inevitablemente unido a una evolución ine­
luctable. En efecto, en 1972 el
Oub de

Roma
publicó su
libro
«Ha/te
a la croissance» (
69), que, en su segunda parte, recoge el llama­
do Raport Meadows,
«The Limite de Growth», realizado por
el grupo de Estudio de
Dinámica de

los Sistemas del
Massachus­
setts Institute of
Technology (70).
(69) Club de Roma: Halte a la croisance, París, Fayard, 1972, cfr.,
también, La nuova soglia, apéndice de Verso un equilibrio mondiale, citado
en la nota siguiente.
(70) Dennis L. Meadow, J. W. Forrester, Jeorgen Randers, Alison A.
Anderson, Jaq. M. Anderson, Willian W. Behrens III, Roger F. Naill,
Steven B. Shantzis: Verso un equilibrio globale, Milán, Arnaldo Mondadori
Ed., 1973; cfr. también en la 2.ª parte del citado libro del Oub de Roma,
Donella H. y Dennis
L. Meadow, Georgens Randers y Willíam W. Beh­
rens:
Rapport sur les limites de la croissance.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
Sincrónicamente, Sicco Mansholt ( 71 ) advertía que la com­
probación cieotífica de
la polución, del emponzoñamiento de la
atmósfera, de la degradación del ambiente natural y del agota­
tnieoto progresivo de los recursos geológicos, debe transformarse
eo una doctrina política. Por ello, estimó indispensable tomar
la decisión de proclamar que el volumen de bienes materiales
puestos a disposición de cada uno debe disminuir, en
vez de
aumeotar,

eo el futuro,
y que el libre uso de estos bienes debe­
ría quedar litnitado. Tanto el Club de Roma, a la zaga del Informe Meadows,
como Sicco Mansholt, con parecido criterio, en la carta que di­
rigió el 9 de febrero de 1972 al Presideote de la Comisión de
Comunidades Europeas, proclamaron la necesidad de deteoer el crecitniento
mediante una planificaci6n rigurosa, para la reduc­
ci6n del

consumo de bienes materiales.
Ferdinando Ricardi (72), comeotando la carta de Sicco
Mansholt, estima que el recurso de una planificación rigurosa,
por éste propuesto, «tendría como efecto ceotralizar poderes in­
mensos en las manos burócratas
y planificadoras, reduciendo el
esrímulo individual
y la creatividad personal ... ».
Es de destacar que del tnismo modo como, hace unos años,
era invocada por doquier la necesidad de planificar el desarrollo
económico
y social, luego que fue expuesta la preteodida preci­
sión de conseguir un equilibrio global, de reducir el consumo
y terminar con el despilfarro de los recursos naturales, también
se abogó por una socialización tecnocrática, presentándola asi­
mismo como inevitable.
Es un hecho que, tanto el desarrollo que unos tecnócratas
impulsan y que otros nos dicen arrastrará a Scylla, como la re­
ducci6n del consumo, propuesta por éstos en aras de la ecología,
y
que, segón aquéllos, nos hará chocar con Caribdis, sus respec­
tivos preconizadores nos los quieren imponer inapelahlemente,
a la par que preteoden, unos
y otros, centralizar su realización.
(71) Cfr. Ferdinando Ricardi: «Las generosas utop!as de Sicco Mans­
holt», en Mondo Economico, abril 1972.
(72) F. Ricardl: loe. cit.
478
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LA TECNOCRACIA: SUS OBJETIVOS UNIDIMENSIONALES
Oaudio Finzi ( 7 3) afirma que los tecn6cratas se caracterizan
por tener
la eficiencia como único parámerto, con el cual todo
debe ser medido, excluyendo los valores de otro tipo -como
lo verdadero, lo bueno, lo bello--que no son eficientes ni ipe­
ficientes,

ni estiman científicos, sino extraños al mundo de
la
cien eficiencia -dice- (74) tanto puede referirse al desarrollo ilimi­
tado
como a la sobrevivencia; y, por ello, tampoco los partida­
rios del «crecimiento cero» han renunciado al control técnico
de
la sociedad, ni han sentido, al mismo tiempo, en este punto,
que haya contradicción profunda entre su posición y
la de los
otros tecn6cratas que pretenden el «desarrollo ilimitado», «sig­
no de que existe una unidad de sentir, aunque lleguen a con­
clusiones distintas».
Por su parte, el ec6logo Yves Lenoir (75) señala como «úl­
tima ilusi6n» tecnocrática la que pretende extenderse a
la eco­
logía, «como ciencia de lo complejo por excelencia», e intenta
hacer del medio ambiente un objeto y pretexto de experimenta­
ci6n, sin variar su imagen
mecánica del

mundo, «para programar
de un modo absoluto los comportamientos humanos frente al en­
torno y, a
la vez, regular la explotaci6n racional forzosa de to­
dos los recursos del territorio para salvarnos de la catástrofe
planetaria, gracias a los expertos en todo».
9. Esa perplejidad entre posiciones contradictorias, presen­
tadas, «sin posible opción», por unos y otros tecnócratas, y sus
repentinos cambios de ruta en política económica, son conse­
cuencias de sus perspectivas parciales dado el enfoque unilateral
de los tecnócratas. Y, también, como consecuencia de su elección
de «lo desconocido de toda refoma», con preferencia al inmo­
vilismo, o de su actitud de calificar como una «estéril actitud
(73) Oaudio Finzi: 11 potere tecnocratico, Roma, Bulzoni Ed., 1977,
cap. II, p,lgs. 89 y sigs.
(74) Ibld., págs. 105 y sigs.
(75) Yves Lenoir: Technocratie franraise, Potiers, J.-J. Pauvert, 1977,
letrera parte, V, págs. 252 y sigs., y VI, págs. 272 y sigs.
479
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
previa» la de considerar la posibilidad de que los resultados pue­
dan corresponder a «un itinerario rápido hacia un término muy
diferente al que hatia falta» (76). Ese enfoque unilateral es también común al cientifismo
operativo y a la racionalización cuantitativa.
La eficiencia -«conjunto de efectos cualesquiera producidos
por la acción de un agente»- de las
técnicas modernas
desborda
su
eficacia -«aptitud de un medio para lograr su fin en vista
del cual ha sido concebido y puesto en acción»-, «hasta tal
punto -como
han escrito Cohen Seat y Fougeyrollas (77)-­
que

el hombre cesa de dominarlas en una gran parte y a veces
eri la más importante» . . . «en nuestras manos, ciertos medios
técnicos tienden

a no ser ya medios para convertirse en agentes,
es decir, causas generatrices afectantes, que no dimanan ya de la
necesidad final humana, sino de una especie de nueva necesidad
causal natural». Y, a la pregunta de si no es de temer «que el
medio técnico se transforme, a su vez, en una naturaleza deter­
minante», responden cautelosos que se ha llegado a «una prác­
tica sin ·teoría razonada» o «una acción sin fundamentos esta­
blecidos».
Más rotundo, Alvin Toffler (78) denuncia: «En nuestra pri­
sa por ordenar la tecnología, buscando ventajas económicas in­
mediatas, hemos convertido nuestro medio en un polvotin físico
y social».
Se ignora el
limite de las consecuencias de esa actividad
operativa humana en la naturaleza. El hombre no se contenta
con observarla, ni con extraer de ella material para sus cons­
trucciones. Trata artificialmente de «provocar procesos
natura~
les», de modo que, tal como, siguiendo a Hanna Arendt, expone
Claudio Finzi (79): «se liberan procesos aún naturales, pero que
(76) Bloch-Lainé: op. cit., págs. 12 y sigs. y 27.
(77) Gilbert Cohen-Séat
y Pierre Pouge]]rollas: L'action sur l'homme,
París. Danoel, 1961, cap. III,
págs. 110 y sigs.
(78) Alvin Toffler: op.
cit., cap. XIX, pág. 448.
(79)
Claudio Finzi:
op. cit., cap. I, págs. 26 y sigs.
480
Fundaci\363n Speiro

LA TECNOCRACIA: SUS OBJETIVOS UNIDIMENSIONALES
no se habrían inciado sin la intervención humana», o «se produ­
cen procesos naturales que sin el hombre no lo habrían sido».
Así, las ciencias naturales «se convierten en ciencias de pro­
cesos potenciales que, además, resultan irreversibles e irremedia­
bles

"procesos
sin retorno"». De tal modo que «el hombre con­
temporáneo se halla, con relación al universo técoico, en la misma
situación en que se encontraba el hombre prehistórico respecto
al universo natural». Este nuevo universo técnico es «ambiguo
y escapa, a su misma definición y de limitación». Es técnico «en
cuanto producto del hombre
y por tanto artificial»; auoque, al
mismo tiempo, es
natural «porque es formado por procesos na­
turales en su desarrollo, aunque no en su origen». Procesos que
pueden resultar ingobernables y sin control.
El profesor Jérome Lejeuoe ( 80) califica a los científicos que
intentan manipulaciones genéticas de «aprendices de brujos»;
porque, «a partir de uoa sabiduría truncada», pretenden ejercer
«uo control del mundo que no sería legítimo más que si utiliza­
ran la otra parte de sus conocimientos, aquella que no quieren tomar en consideración». Son condenables, dice, «por haber
amputado deliberadamente una parte
de la realidad que obser­
van»; por lo que, a su juicio, sufren «una verdadera· ezquizo­
frenia», es decir, «una ruptura de la inteligencia».
Lo que ocurre con las ciencias naturales empleadas operati­
vamente
y con las técnicas industriales, tanto más tiene lugar
con el empleo operativo de las denominadas ciencias humanas,
mutiladas de toda consideración ontológica,
y de toda valoración
antropológica que atienda a los fines
y al ethos propiamente hu­
manos;
y, más aún, se sufre con la aplicación de la tecnología
con fines políticos
y sociales, sin una perspectiva plena de la
realidad que no se circunscriba sólo a la captada por
la ciencia
experimental.
1 O. Pero el proceso tecoocrático no falla solamente por su
perspectiva limitada, inmanente
y mecanizada y por forzar ope-
(80) Jérome Lejeune: «Manipulaciones genéticas: Los aprendices de
brujo», en
Verbo 189~190, noviembre-diciembre 1980, pág. 1201.
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
rativamente la realidad social y humana, sino que incluso dentro
de su propio proceso cientifista-operativo, racionalizador y cuan­
tificante presenta gravísimos fallos, como trataremos de expresar.
a) En primer lugar, el empleo operativo del método expe­
rimental, dice Gerhard Frey (81), viene a equivaler al uso de
«unas gafas», que únicimeni:e permiten conocer lo que es «ma­
temáticamente expresable»; siendo así que, a su vez, «el empleo
de esas gafas constituye una decisión normativa, un acto de vo­
luntad, con el cual yo altero el universo». Pero, incluso, previamente a todo intento de cuantificación,
y aun sin pretenderla ni salir de la experimentación, como ad­
vierte Lejeune ( 82), «entre los hechos científicamente estableci­
dos, algunos son aceptados de buen grado, pero otros, igualmen­
te ciertos, se dejan deliberadamente en la sombra por miedo a que la luz pueda mostrar el buen camino ... », o, por
lo menos,
demuestre que no es bueno el camino que se pretende seguir.
b) Precisamente la posibilidad de experimentación en las
ciencias sociales, con una perspectiva en profundidad de los efectos,
sólo nos

la puede ofrecer la historia ( 83 ). Pero los tec­
nócratas la rechazan. « La técnica -dicen
Armand y

Dran­
court ( 84
}--ignora

la historia. Los fenómenos dominantes están
en evolución permanente» . . . «Los ejemplos del pasado son ge­
neralmente malos consejeros», pues, excepto el individuo, «todos
los otros factores de la vida en sociedad son de tal modo di­
ferentes que la referencia histórica carece de fundamento.
Claudia Finzi ( 85) sefiala la profundidad de ese rechazo. No
radica tan
sólo en

que la eficiencia sea estimada el único valor
que permite valorar todo advenimiento, siendo
as! que

la his­
toria no tiene capacidad alguna para aumentar le eficiencia del
(81) Gerhard Frey: La matematizaci6n del Universo, 5-3, cfr. ed. en
castellano, Madrid, G. del Toro F.d., 1972, pág. 141.
(82)
J. Lejeuoe: loe. cit., págs. 1201 y sigs.
(83) Cfr. supra, nÓta 3.
(84) Annand y Drancourt: op. cit., págs. 87 y 223 y sigs.
(85) Oaudio Fínzi: «Il piloto dell'astronave terra·», en Intervento, nú­
mero 27, págs. 47 y sigs.
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LA TECNOCRACIA: SUS OBJETIVOS UNIDIMENSIONALES
sistema, sino que, por d contrario, tan sólo puede dañarlo. Es
más, el núto tecnocrático pretende que, cuando la evolución cul­
núne, el tiempo acabará, porque tan sólo era necesario para per­
nútir la gradual mejora que ha durado millares y millares «e
incluso millones de años». Y cita unas frases de Aurelio Peccei ( 86 ): «En un mundo que
se transforma

tan radicalmente
ante nuestros ojos no es posible afrontar esta inmensa maraña
de problemas inéditos y amenazadores con la mentalidad y los
medios del pasado» . . .
«la experiencia no sirve ya para guiar­
nos, más bien puede ocasionarnos- engaños».
e) Esa decisión normativa de ponerse unas gafas que sólo
dejan ver lo que se quiere
y que, como hemos visto, G. Frey
califica de acto de voluntad, es irracional en cuanto no se funda
en la verdad, que se mutila expresamente, sino poiéticamente
en el deseo de construir o transformar un modelo ideado.
Si hay
«razón» se trata de una razón desencarnada, sin fundamento en
lo real, sino en un proyecto mental que quiere incidir en la rea­
lidad futura sin poder medir todas sus consecuencias.
Esa «razón» creadora, poiética, se escinde; dos partes: la
parte imaginativa, artística, y la calculadora o cuantificadora.
«Nosotros -dice G. Frey
(87)--formulamos
nuestro
uni­
verso y dejamos el formalismo a los autómatas, dando libertad
al hombre para que pueda entregarse al
pensanúento creador,
al servicio de una nueva-evolución transformadora del universo».
Este párrafo nos hizo meditar (88). Así nos alejamos, cada
vez más, de
la naturaleza real en su plenitud -rota y mutilada
de sus cualidades, desechadas para el logro de una percepción
puramente matemática-, viviendo en un mundo de abstraccio­
nes y entregados a la tarea de crear modelos ideales, empleando
(86) Aurelio Peccei: Quale futuro?, Milano, Mondadori, 1974, pág. 21.
(87) G. Frey:
op. cit., 8-3, pág. 187.
(88) En nuestro estudio «Técnica y desarrollo político», 16, en Hu­
manismo y tecnologia en el mundo actual (Jornadas internacionales de in­
vestigación

humanística, 11-16 abril de 1977), Madrid,
e: S. I. C., 1979,
pág. 126.
483
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JUAN VALLET DE GOYTISOW
en esa tarea unas máquinas de memoria y capacidad ordenadora
impresionantes.
Esto implica un círculo vicioso, por cuanto, según explica
Elgozy (89), el ordenador perjudica la verdadera compresión de los fenómenos en tanto «distrae al científico de las realidades
físicas o le extravía en las redes laberínticas de la abstracción o de lo esquemático. Los hilos electrónicos captan, enredan, retie­
nen entonces la imaginación de los operadores entre las madejas
de la especulación». «La lógica -dice (90)-- salida de los mol­
des de sus calculadoras, no conoce sino verdades estadísticas, ig­ nora las cosas individuales. Ello significa que raramente actúa
sobre
lo concreto».
d) Además, nuestro razonamiento ha siclo quebrantado mo­
dernamente por una
lógica que
impide razonar, porque no se
ajusta a las leyes de la razón. El doctor Lejeune (91) nos lo
muestra, precisamente a través dd funcionamiento de las com­
putadoras. «Si los hilos que forman la red de sus cerebros, de los que
ustedes tienen en su calota craneal, fueran colocados en fila,
irían y volverían hasta
la luna. Son cifras astronómicas, en el
sentido estricto de
la palabra. En nuestras máquinas se han cons­
truido unas redes mucho más pequeñas, pero que se ajustan a
las mismas leyes lógicas, y muy exactamente a una noción muy
sencilla que consiste en que, cuando se llega una bifurcación,
hay que seguir o por la derecha o por
la izquierda». «Esto quie­
re decir, sencillamente, que en electrónica el razonamiento es
binario ( ... ) Musset lo dijo mucho más simplemente: es nece­
sario que una puerta esté o abierta o cerrada ( ... ). O es que si, o es que no. No es posible constuir unas máquinas que simulen
nuestra inteligencia
y que no respodan formalmente a esta re­
gla ... ». En cambio, se quiere que nuestro pensamiento funcione
-transcribimos- «por una lógica falsa que pretende hacer una
(89) Georges Elgozy: Le desordinateur, París, Calmann Levy, 1972,
cap. VI, pág. 158.
(90) Ibid., pág. 154.
(91) J. Lejeune: loe. cit., págs. 1218 y sigs.
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LA TECNOCRACIA: SUS OBJETIVOS UNIDIMENSIONALES
tesis, una antítesis, y después una síntesis. Son las muletas de
los marxistas. Ya esa 16gica pretende que hasta se pueda hacer una tesis, una antítesis y una hip6tesis. Es la pr6tesis mas6nica,
que también cojea sobre tres pies» (92). Se produce aquí una curiosa paradoja. De una parte, «para
ganar tiempo
--<:orno dice

Lenoir (93}---, se pone más
confianza
en

los ordenadores que a la lenta asimilación del significado de
las cosas por los sistemas nerviosos para superar las interaccio­
nes contradictorias que aparecen en el curso del desarrollo de
las sociedades», mediante el buen sentido que falta a los orde­
nadores. Y de otra parte, al cerebro humano se le niega la lici­
tud de optar binariamente, como los ordenadores hacen nece­
sariamente entre el sí
y el no, en los casos más claros para el
buen sentido, imponiéndole sucesivas síntesis, aunque sean mez­ clas de verdad y falsedad, de bien
y del mal.
11. El proceso tecnocrático racionalizador pasa por una
fase de cuantificaci6n del orden social. Pero, ¿es éste cuantificable?
¿Lo es toda la realidad?
G. Frey señala que
han sido revisados los dos presupuestos
fundamentales argüidos en favor de la matematizaci6n del uni­
verso:
l.º La tesis iluminista y racionalista del determinismo uni­
versal, destruida por los últimos descubrimientos de la física cuántica
y de la biología (95).
(92) Jacques Mitterrand: La politique des Franc-Ma,ons, París, Roblot,
1973, págs. 110 y sigs., donde, partiendo de la proclamación de que no
existen verdades absolutas y de la absoluta libertad de conciencia, rechaza
la 16gica binaria y proclama la de tres valores. Cfr. en extractos en Las
«sociétés de pensée» y la política de los francmasones, Ilustra.clones con
recortes de periódico, III, IV, V y VIII, Madrid, Speiro, 1974, págs. 11
y
sigs. y

27 y sigs., o en
Verbo 124-125, abril-mayo 1974, págs. 360 y sigs.
y

375 y
sigs.
(93)

Y. Lenoir: op.
cit., II parte, cap. III, pág. 212.
(94) G. Frey: op.
cit., 5,1 y 5,21 y 22, págs. 116 y 126 y sigs.
(95) Cfr. nuestro libro Ideologia, praxis y mito de la ... , I parte, sec­
ción 11, cap. II, págs. 83 y sigs.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
2.º Y la idea de una fórmula universal que permitiera la des­
cripción y el dominio de todos los fenómenos físicos en térmi­
nos estrictamente matemáticos, que choca con las evidencias
de que:
- una proposición cualitativa nunca puede ser equivalente
a una cuantitativa;
- muchas propiedades sólo muy imperfectamente pueden
expresarse por medio de una descripción cuantitativa;
- las experiencias empíricas no pueden recibir una estruc­
tura formal sino muy imperfecta, siendo así que sólo las estruc­
turas formales pueden matematizarse;
- lo que no pueda ser considerado como una multiplicidad
lineal o concebible como. tal, aunque sea
pluridimensional, no

es
medible; no bastando con que alcance
alguna característica de
lo medido si no abarca su caracterización plena. La aplicación con fines operativos
de la cuantificación a la
economía política, resulta muy cuestionable, pues está siempre en movimiento y depende de muchos imponderables de todo or­
den. Así (96).
- Para la consecución econométrica de un objetivo futuro,
se ha señalado la dificultad del problema de la persecución de
una presa:
Si en cada punto de la trayectoria el movimiento se
realiza en la dirección del punto en que se ve la pieza, esta trayec­
toria, envolvente de las distintas direcciones visuales, no permi­
tiría alcanzarla. Y si se argumenta que la presa podría alcanzarse
si, en vez de dirigirse a las posiciones percibidas, se planifica
y se prevé el punto futuro, desplazándose a lo largo de la recta
oportuna en vez de seguir la llamada «curva de persecución», se advierte la dificultad de predecir con precisión ese punto
futuro.
- Las vías
econométiicas y

los métodos del tipo tinberge­
niano, exigen el uso sistemático de variables instrumentos y va-
(96) Cfr. José María Carballo Femández: «Riesgo y ventura en las
economías mixtas», en Verbo 185-186, mayo-junio de 1980, págs. 675 y si­
guientes.
486
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LA TECNOCRACIA. SUS OBJETIVOS UNIDIMENSIONALES
riables objetivos, definidas en una forma que, en gran medida,
es arbitraria. ¿Cómo establecer modelos representativos
y váli­
dos cuando es inevitable que sus ecuaciones resulten afectadas
por los naturales errores del muestreo? Nótese que la influencia
de una minúscula diferencia en el valor de uno de los coeficien­
tes de las
inc-ógnitas, puede

resultar inmensa en su resultado.
Incluso tratándose de medit monetariamente el crecimiento
de la riqueza, «el estrecho ligamen de la visión económica con
el instrumento monetario, restringe su perspectiva al ámbito de
la circulación del dinero, que no se emplea sino entre hombres,
y, por lo tanto, en el interior del organismo social, y no se apli­
ca para nada en sus relaciones con la naturaleza» (97).
Así, en esos cálculos las cosas carecen de existencia económi­
ca en tanto no son mercancías y salen de ellos en cuanto dejan
de serlo. Es más, las demoliciones, que sufrimos como empobre­
cinúento, figuran en las cuentas como enriquecimiento en el caso
de haber sido remuneradas. El indicador del producto nacional
no recoge sino las actividades remuneradas, de modo tal que las
ayudas gratuitas que recibimos de la naturaleza
y los desgastes
y devastaciones que causamos a ésta (sea salvaje o precedente­ mente cultivada) no figuran contabilidades.
Igual ocurre con las actividades humanas beneficiosas pero
no remuneradas que no se contabilizan, mientras sí se computan
las remuneradas aunque resulten estériles o, incluso, darunas. Y,
lo más grave es que, tal vez, sea mejor que aquéllas sigan sin
Contabilizarse; pues, en cuanto lo sean, se las someterá a tribu­
tación con las consiguientes secuencias de su abandono o de que
se
las someta, tal vez, a una explotación perjudica!, una vez sean
contabilizadas
y fiscalizadas.
11. La mensurabilidad del orden social y la consiguiente
posibilidad de su racionalización operativa
han sido vigorosamen­
te afirmadas. Así, se ha dicho
y sazonado (98): «El orden social
(97) Beltrand de Jouvenel: op. cit., 9, págs. 128 y sigs.
(98)

Gonzalo Femández de la Mora:
Del Estado ideal al Estado de
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
es un dato tan estadísticamente mensurable como sus contrarios
los desórdenes». « ... El desarrollo es una dimensión tan cuali­
ficable, que únicamente reducido a cifras se expresa con un
mí­
nimo de precisión» . . . « Y, finalmente, la justicia distributiva
es mensurable matemáticamente, no sólo en su vertiente mate­
rial, que es la de la efectiva renta por habitante en relación con
la cuota teórica, sino en su vertiente más íntima, como es la de
las libertades básicas y las opciones educativas, profesionales,
judiciales, etc. . . . El grado de cumplimiento de las tres con­
diciones de la finalidad estatal es una realidad experimentable
y medible, como la densidad o cualquier otra dimensión física,
lo cual no significa que no suscite problemas técnicos de veri­
ficación, como acontece incluso con los objetos de la química». Pero, esa dudosa mensuralidad del orden social, tan sólo po­
dríamos admitirla si el orden y el desorden no fueran algo más
profundo y trascendente que sus manifestaciones exteriores pro­ ducidas en un
período de

tiempo dado (99). Como escribió
Ripert (100): «No obstante la célebre frase del filósofo, no
puedo preferir una injusticia a un desorden, pues la injusticia es también un desorden, intelectual y moral, frecuentemente
peor que el otro. Cuando el poder político se manifiesta por le­ yes que no son ya expresión del derecho, la sociedad está en
peligro».
Se trata de algo cualitativo, que cuantitativamente pue­
de parecer más pequeño que un grano de mostaza; pero de su
germinación puedan derivarse consecuencias inmensas. Ignoramos
cómo podría cuantificarse ese germen, para restar el resultado
de esa operación de la estadística triunfalista del orden aparente. La mensurabilidad estadística del desarrollo, al menos para la
razón, V, Madrid, Real. Ac. de Ciencias Morales y Políticas, 1972 (discurso
de ingreso), pág. 90.
(99) Cfr.
nuestro volumen Ideología, praxis y mito de la ... , parte 1,
sec. II, cap. 111, págs. 89 y sigs., o nuestros estudios «Técnica y desarrollo
político», 12, loe. cit., págs. 122 y sigs., o «La tecnocracia», en Verbo 158,
págs. 1162 y sigs.
(100) Georges Ripert: La déclin du droit, Préface, París, Libr. Gral.
de Droit e Jurispr., 1949, pág. VI.
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LA TECNOCRACIA: SUS OBJETIVOS UNIDIMENSIONALES
propaganda política, es un hecho evidente. Pero esta cuantifica­
ción, ¿ acaso puede satisfacer una perspectiva de largo alcance? Si el desarrollo comporta a la vez destrucción, si la industrializa­
ción conlleva contaminación, si el bienestar en aumento está
unido a un incremento de la inmoralidad, si el logro de un equi­
po de supermanes de la técnica deja tras sí la escoria de miles
de inadaptados, hippies, de maleantes, drogadictos y desequili­
brados, aunque la estadística refleje su número, ¿cómo se valora
lo que cuantitativamente se logra y gana en relación con lo que cualitativamente se pierde o se imposibilita? ¿Cómo se valora lo que destruye la inflación que, a la vez,
facilita el desarrollo medido por la estadística? Salieron ( 101)
ha escrito, que una consecuencia de la inflación persistente es
un cambio de estructuras, en virtud del cual las nuevas destru­ yen «las que resultan de la primacía de persona, es decir, todas
aquellas que la sostienen». Son así «destruidas o, al menos, que­ brantadas: familia, patrimonio, herencia, tradición, oficio, honor
profesional, servicio del Estado en sus estructuras básicas: ma­
gistratura, ejército, grandes corporaciones», etc . ...
¿Cómo se valoran las reservas que Gustave Thibon (102)
denomina «las lentas reservas dormidas»,
«la paciencia conser~
vadora

de los órganos profundos»? En especial, ¿cómo podre­
mos saberlo, puesto que la tecnocracia coincide con el socialis­
mo en no valorarlas si no es negativamente? «Allí donde están
los pozos de la tradición, de la autoridad, de la experiencia, los
pozos en que calladamente se resposta la caravana social, el so­cialismo no ve más que parásitos
y obstáculos. Confunde las re­
servas con la inutilidad. Todo lo que conserva, tanto en el mun­
do de los cuerpos como en el de las almas, provoca su aversión».
Por otra parte, la determinación estadística de la renta por ha­
bitante y de las opciones educativas, profesionales, judiciales ... ,
(101) Louis Salieron: «¿Quién paga los vidrios rotos de la inflación?»,
en Verbo 111-112, enero-febrero de 1972, págs. 153 y sigs.
(102) Gustave Thibon: Diagn6sticos de Fisiologia social, Madrid, Ed.
Nacional, 1958; El espíritu de economía, pág. 29.
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JUAN V ALLET DE G0YTIS0LO
no son datos suficientes para medir la justicia distributiva, pues olvida que el primer problema de la justicia social es el de se­
ñalar cuáles son los límites que la justicia distributiva no debe
sobrepasar en el ámbito, más comprensivo,
de la justicia general.
La justicia no puede ser reflejada por una estadística, expre­
sada en relaciones numéricas, sino apreciada cualitativamente, en
términos de justicia y no de volumen. Ihering ( 103) ya percibió
del modo penetrante que caracteriza la visión de los grandes
juristas, que por si sola, «la atenuación del sentimiento indivi­
dual de la lucha contra la injusticia sufrida personalmente, es
ya una regresión: cualquiera que sea la causa de esa atenuación
de carácter».
¿Qué adelantaremos, en el orden de la justica, con aumen­
tar la renta por habitante y las opciones educativas profesiona­
les y económicas, si esos aumentos son obtenidos a costa de de­
teriorar las cualidades, sentimientos y sensibilidad personales?
12. Volvamos, para terminar, a la trasposición mostrada,
casi al comienzo de esta exposición, en los significados de
theoria,
praxis y poiesis.
La praxis tecnocrática rechaza toda theoria en su significado
correcto de contemplación profunda de la naturaleza; ni siquiera
pretende alcanzar otra nueva y más perfecta, a través de lo que
la propia práctica va mostrando. No trata sino de realizar e im­
poner un modelo
poiéticamente ideado. El ethos resulta ajeno;
por cuanto los juicios de valor sólo se refieren al logro, por la
praxis, de ese modelo poiético propuesto. No hay ortodoxia
tecnocrática, sino oftopraxia.
Ocurre a los tecnócratas como a tantos cultivadores de las
ciencias experimentales. Olvidan lo que advierte el doctor Le­
jeune (104): «El árbol de la ciencia es muy ciertamente el árbol del bien y del mal. Este árbol de la ciencia que casi nos sofoca
(103) Rudolf von Ihering: La lucha por el Derecho, cap. III, cfr. ed.
en castellano, Madrid, Libr. Gral. Victoriano Suárez, 1921, págs. 49 y sigs.
(104), Jeróme Lejeune: loe. cit., pág. 1208.
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LA TECNOCRACIA: SUS OBJETIVOS UNIDIMENSIONALES
por lo mucho que se extiende sobre nosotros, lleva por igual frutos buenos y malos. A nosotros nos toca indicar cuales hay
que coger. La esquizofrenia ( ... ) consiste en que no se precise
lo bueno y lo malo en los descubrimientos que se hacen cada
día ... ».
Y, siguiendo la observación de Chesterton, «un loco es un
hombre que ha perdido todo menos
la razón», la completa y
precisa (105). «Pero que, además, se niega a utilizarla totalmen­ te. Necesitaría
la totalidad de la razón para repasar todo al mis­
mo tiempo, y evitar el naufragio en un asesinato colectivo me­
diante
la bomba atómica, o en el asesinato específico de los en­
fermos o de las gentes que no le gusten. Afortunadamente existe
otra inteligencia, que no sobemos mecanizar
y que se llama la
inteligencia del corazón. Ella nos enseña que hay cosas que no
debemos hacer, sin obligamos a analizar la inmensa cadena de
razonamientos que nos llevaría fácilmente a la misma conclu~
sión,

pero que exigiría un esfuerzo enorme. Es una econonúa
maravillosa que tengamos un corazón para guiar a la razón.
Porque, a veces, la razón tiene unas salidas que d corazón no
podría sufrir. Ya lo dijo Pascal».
El riesgo mayor consiste en que nuestra razón llegue a des­
potenciarse, reduciéndose a mera
funcionalidad en busca de lo
útil; pues, como había advertido Sciacca (106): «Cuando lo ra­
cional, entendido como medida
y peso de cantidad calculable,
es aplicado incluso a
la vida estética, moral y religiosa, obtura
y expulsa la fantasía, los sentimientos, la fe, adormece tado ím­
petu
y empeño, seca el amor y hace a los hombres mezquina­
mente egoístas, perdidamente empeñados en medir
y pesar su
propia utildad para una siempre mediocre
felicidad ... ».
Elevemos

los ojos
al cielo y pidámosle fuerzas a Dios para
trabajar y luchar a fin de que no sea así.
(105) Ibid., pág. 1121.
(106) M. F. Sciacca: «La ragione impezzita», en Il magnifico oggi,
Roma, Citta Nuora Ed., 1976, cap. VI, pág. J9.
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