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Número 239-240

Serie XXIV

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Lealtad, fidelidad, servicio en Eugenio Vegas

 

EUGENIO VEGAS LATAPIE (1907-1985)

AI trazar en muy pocas líneas, debido a mi invalidez actual, la figura simpar y la obra fecunda de Eugenio Vegas en su atrevida singladura, es preciso destacar su acendrada lealtad a la causa de Dios y de la Iglesia, su fidelidad a machamartillo al pensamiento tradicional válido y su absoluto servicio a la formación intelectual cristiana y a la causa de la monarquía católica. Porque Eugenio Vegas se entregó a la política únicamente para servir —en servicio y sacrificio, y nunca mejor empleadas estas palabras— sólo por razones profundamente religiosas. Esto le lleva a hacer de su fe un contraste total y permanente con las distintas posiciones políticas e históricas en todo di curso de su vida. Jamás perteneció a ningún partido político.

Cuando en su Santander juvenil se entregó con entusiasmo a la lectura de L'Action Française, a pesar de su simpatía por las doctrinas sustentadas por Maurras y otros privilegiadísimos cerebros, vio en algunos puntos aparentes desviaciones que, al contrastarlas con sus lecturas de los clásicos políticos españoles y de los pensadores como Balmes, Donoso, Aparisi y Guijarro, Nocedal y, sobre todo, Menández Pelayo, le hicieron admitir, con el corazón dolorido, la censura papal sobre este pensamiento monárquico francés, que años más tarde fue dejada sin efecto por Pío XII, al comprobar que fue debida a manejos de ciertos sectores democristianos, más que a verdaderos errores teológicos. Su fe y buen sentido le hizo salvar una situación que para muchos ínclitos católicos franceses fue un auténtico tormento espiritual.

Esta misma lealtad y su profunda aceptación del pensamiento tradicional auténtico le llevó a rechazar los movimientos nacionalistas de tipo fascista, que, pese a sus declaraciones exteriores, estaban, en parte, envenenados por las ideas de la Revolución y por el materialismo marxista del que procedían sus principales jefes.

Comprendió con perfecta claridad lo que tenía de esencialmente irreligioso el movimiento nacional-socialista, con su culto a la violencia, a la raza y con su solapada persecución religiosa que no fue siquiera atisbada por muchos de los intelectuales católicos de aquel tiempo.

En Acción Española fue donde prestó los servicios más estimables a sus ideas. No sólo en la revista, sino también en su círculo, verdadera escuela de formación política esencial, impregnada del más puro sentimiento religioso.

Después de la guerra, Cultura Española, incansable en esta labor oscura e ingrata, pero que servía a sus altos ideales.

Frente al Movimiento surgido el 18 de julio de 1936, al que sirvió con lealtad en sus primeros momentos, mantuvo ante sus desviaciones más o menos autoritarias de una dictadura sin contenido o imitadora de modos extraños, una oposición clara, porque consideraba que no servía como remedio eficaz frente a la disolución proclamada por el pensamiento revolucionario o derivada de los totalitarismos de Alemania y de Italia.

Todo ello le llevó a expatriarse para ponerse al servicio que su lealtad y fidelidad le exigían, de la causa monárquica, representada entonces por el Conde de Barcelona. Sin descanso perfiló las ideas generatrices que deberían llenar de contenido nuevo y antiguo a la vez, a la institución monárquica tradicional. Fue un servicio silencioso, de entrega total, duro y muchas veces no reconocido ni agradecido por quienes rodeaban al titular de la Institución real, que llevaron a la Causa por derroteros muy diferentes a los que sustentaba Eugenio.

Terminada esta etapa, ya en Madrid de modo definitivo, centra su labor de siempre en la revista Verbo y en su círculo de amigos de la Ciudad Católica. En ella desarrolló una extraordinaria la de clarificación sobre el pensamiento tradicional, enraizándolo con las exigencias de nuestro tiempo. Esta tarea fecunda cristaliza en sus colaboraciones en la revista, en sus intervenciones en los círculos o reuniones de la Ciudad Católica o en sus Congresos, pero, sobre todo, en la formación personal e íntegra de muchos de sus jóvenes miembros.

Este fue Eugenio Vegas y esta su obra. Fue intransigente en las ideas; totalmente transigente con las personas: Fortiier in re, suaviter in modo.

Navegó siempre contra corriente. Este fue su destino ante las fáciles soluciones proclamadas por otros; fáciles pero inválidas. Sirvió a la verdad objetiva, defendió a rajatabla el Derecho público cristiano y siempre supo extraer del manantial de las ideas contrarrevolucionarias lo que tuvieran de valor permanente.

Otros le llorarán como hombre ejemplar, adelantado en todas las empresas del espíritu, incansable perseguidor de altísimos ideales; yo le lloro, además, como al legionario de mi Cuarta Bandera, y mi maestro de vida y pensamiento, de doctrina y acción.