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Número 239-240

Serie XXIV

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La teología de la liberación en Chile

 

I

Hasta ahora, la Teología de la Liberación se manifiesta casi exclusivamente en la corriente que conviene llamar por su nómbrela saber: la Teología marxista de la Liberación. Entonces, cuando hablamos de la Teología de la Liberación, en Chile, nos referimos solamente a esta corriente.

Chile es un ejemplo ilustrativo e instructivo respecto a la Teología marxista de la Liberación (en adelante TmL). Además, vale la pena analizar este caso, pues no es único, sino más bien típico para casi todos los países latinoamericanos.

La TmL aparece en Chile como consecuencia y como síntoma de la previa y profunda infiltración marxista en la Iglesia y, más exactamente, como una de las maneras de comprometer al clero y a los fieles con la revolución marxista. Por eso, para explicar la presencia de la TmL en Chile es necesario recordar, previamente, este proceso de la infiltración del marxismo en el clero chileno.

Este proceso de infiltración marxista en el clero chileno pasó por varias etapas. Parece que la primera empezó con el lanzamiento del slogan: «Non doctores, sed pastores». Este slogan se empezó a oír casi inmediatamente después de la segunda guerra mundial, y se interpretaba astutamente como opción preferente por la pastoral; dedicarse a los estudios filosófico-teológicos era perder el tiempo. Se callaba el hecho de que siempre la primera preocupación de los sacerdotes y de los obispos ha sido la salvación de las almas y que, precisamente por esta razón, se exigía de ellos pasar previamente por estudios filosófico-teológicos, pues sin éstos no podrían enseñar correctamente ni sobre Dios, ni sobre el destino eterno del hombre. Sin embargo, el slogan «non doctores, sed pastores» fue recibido pea: muchos, especialmente por los seminaristas, con un gran alivio.

En la siguiente etapa ya no se negaba tanto la necesidad de los mismos estudios previos a la actividad pastoral, sino más bien el contenido de ellos. Se destacaba que en vez de estudiar Li filosofía cristiana, como preparación al estudio de la teología, más convenía estudiar la filosofía contemporánea, como una preparación para la pastoral, pues, se argumentaba, el pastor necesita conocer las actuales corrientes del pensamiento para mejor comprender las inquietudes de sus feligreses. Se olvidaba que el previo estudio, de la filosofía cristiana es indispensable para el estudio de la teología, y que ninguna de las filosofías contemporáneas puede sustituir a la filosofía cristiana, es decir, a la philosophia perennis, pues solamente ésta fue elaborada como «ancilla theologiae», es decir, como herramienta intelectual para los estudios teológicos, los cuales, sin esta herramienta, son sencillamente imposibles.

Sin embargo, el slogan «non doctores, sed pastores» se impuso y vino el abandono de la filosofía cristiana, tan cuidadosamente elaborada durante casi dos mil años de cristianismo, empezando por los «padres de la Iglesia», quienes con ella se enfrentaron a las herejías de su tiempo, especialmente el arrianismo. Gon Sari Basilio y San Atanasio, desorrollada después por San Agustín, es continuada en la Edad Media principalmente por Santo Tomás de Aquino y enriquecida por el neotomismo del siglo XIX, especialmente provechoso para nosotros, pues enfrentaba directamente a las corrientes del pensamiento de los tiempos modernos. En lugar de la abandonada philosophia perennis se introdujo en los Seminarios y en las Facultades de Teología el estudio, de las filosofías de moda, empezando por Kant, Hegel, Feuerbach, Marx, Bergsoh, Sartre y tantos otros, los que, por muy interesantes que sean, no preparan la mentalidad del seminarista para los estudios teológicos, de tal modo que estos últimos resultan necesariamente superficiales, incompletos, llenos de malentendidos y de equivocaciones. Así, vino una generación del clero desorientada, mal preparada y, en consecuencia, mediocre, que fácilmente cae bajo las influencias de las contemporáneas ideologías anticristianas y esencialmente del marxismo.

Ahora bien, hay que tener presente que todo este cambio en la preparación de los sacerdotes ocurre en el preciso momento de la gran ofensiva marxista contra la Iglesia.

En efecto, inmediatamente después de la segunda guerra mundial se lanza nuevamente un doble ataque contra el cristianismo: uno de persecución y otro de infiltración. El primero, el de persecución, es lanzado principalmente en los países católicos que, al terminar la guerra, se encontraron detrás de la cortina de hierro, es decir, en el área de ocupación de la Rusia soviética; el segundo ataque, el de la infiltración, fue lanzado en todos los países del mundo libre, pero especialmente en Europa y en las Américas. Se trata de una infiltración doble, pues es de ideas y de personas. La infiltración de las ideas no se refiere sólo a las ideas abiertamente marxistas, sino también a las que, una vez aceptadas, facilitan la asimilación del marxismo, como, por ejemplo, el slogan: «todo tiene que cambiar»[1]. La infiltración de personas se realizó en el más estricto sentido de la palabra, pues muchos comunistas recibieron orden de entrar en los Seminarios[2]. De esta manera el comunismo marxista preparaba su propio clero con el cual pretendía dominar por dentro a la Iglesia, invadiéndola e instrumentalizándola en favor de la revolución.

Este proceso de infiltración de personas y, en consecuencia, de la presencia en la Iglesia de un número considerable de comunistas-sacerdotes católicos que, con el tiempo, llegaron a ocupar puestos de importancia en la Iglesia, especialmente de profesores , en los Seminarios y en las Facultades de Teología, facilitó la marxistización al menos parcial de la otra parte del clero, es decir, de los sacerdotes que venían de las vocaciones auténticas, insospechables, pero que, viviendo en un ambiente ya corrompido por sus compañeros marxistas-comunistas, teniendo como profesores a sacerdotes cripto-comunistas y, ante todo, careciendo de una formación adecuada, pues estaban ya siendo eliminadas de los Seminarios y de las Facultades de Teología la filosofía cristiana y la teología tradicional, caían fácilmente como víctimas de esta situación.

Además, si se trata de la infiltración de las ideas confusas en la enseñanza en los Seminarios y en las Facultades de Teología, la divulgación de ellas fue también facilitada por el malentendido ecumenismo, como apertura a todo el pensamiento protestante e incluso al pensamiento de las religiones no cristianas, incluidas las judías (son varias). Se llegó a situaciones tan absurdas como, por ejemplo, la presencia de rabinos en los Institutos de Teología en las Universidades Católicas, institutos que preparan al profesorado (sacerdotes y laicos) de religión. Como un caso concreto ilustrativo puede servir el del Instituto de Teología de la Universidad Católica de Valparaíso, en el cual, durante un período de varios años, un rabino daba clases de ética al alumnado de toda la Universidad, y ni siquiera estos alumnos tenían conocimiento de qué este profesor fuese rabino, recibiendo su enseñanza con buena fe, por creer que se trataba de la enseñanza oficial de la Iglesia, mientras que él enseñaba la ética judía, es decir, basada sobre el principio de la predestinación fatalista, el cual es contrario a la ética cristiana.

Una vez abandonado el tomismo, y con él la teología tradicional, se produjo un vacío que fue de inmediato llenado por la filosofía kantiana y hegeliana y por el progresismo, el relativismo, el evolucionismo, el liberacionismo y, ante todo, por el inmanentismo, lo que-resultó ser una excelente preparación para aceptar el marxismo.

Al mismo tiempo se empezó una colaboración con marxistas confesos, y se empezó a tomar en cuenta las pseudocientíficas obras de los especialistas soviéticos en la lucha contra la fe cristiana, es decir, las «cristologías», «eclesiologías», «soteriologías», etcétera, elaboradas por la Academia de Ciencias de Moscú[3].

Estos sacerdotes marxistas confesos empiezan o desarrollar sus actividades abiertamente revolucionarias en Chile poco después del Concilio Vaticano II, y se sirven de varias publicaciones, algunas pasajeras y otras duraderas (como, p. ej., La pastoral popular). Algunos de ellos tuvieron muy destacada actuación en la revolución marxista, tanto en su fase desarrollada bajo el lema de la «revolución en libertad», durante el gobierno del Presidente Frei, como también en su fase siguiente, durante el gobierno del Presidente Allende; se trata de un grupo bastante numeroso, pues al principio del gobierno de Allende, primeramente se declaran marxistas comprometidos con la revolución un grupo de 80 sacerdotes y, después, rápidamente, este grupo, llamado de los «ochenta», se transforma en el grupo de los «doscientos», y cuentan de inmediato con la simpatía de muchísimos otros sacerdotes. Casi al mismo tiempo aparece el movimiento de los «Cristianos por el socialismo», compuesto tanto por sacerdotes como por laicos. Los líderes de estos grupos pertenecen al profesorado de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. De esta Facultad también sale el movimiento revolucionario «Calama»[4] de tendencia maoísta.

Es necesario recordar estos hechos, pues la TmL nace, precisamente, en este ambiente y es el fruto de interminables debates sobre la necesidad de reformulación de la teología, para que ella pueda ser un instrumento idóneo de la revolución marxista. Así, la TmL aparece, por un lado, como una espontánea manifestación de un pensamiento teológico profundamente marxistizado, es decir, penetrado por el materialismo histórico, el determinismo económico y la lucha de clases y, por otro lado, como un necesario aporte de estos sacerdotes marxistas-comunistas que justifique el papel de ellos dentro de la revolución mundial comunista. En los trabajos de ellos se nota una necesidad de elaborar un pensamiento teológico, sistematizado y fundado sobre la Biblia, que pueda entusiasmar a los cristianos en favor de la revolución marxista.

Estos antecedentes no serían completos si no se recordara el importante papel que ha tenido en la elaboración de este pensamiento la KGB, es decir, la policía política soviética, con sus «ateliers de pensée» (los talleres de pensamiento), montados en varios conventos de Francia, y frecuentados por los sacerdotes chilenos partidarios de la revolución marxista. En estos talleres se elaboraba una «nueva teología», es decir, la teología marxista, basada sobre los anteriormente mencionados trabajos de los «científicos» de la Academia de Ciencias de Moscú. Uno de los principales dirigentes de los «ochenta» y de los «doscientos» y, ante todo, de los «Cristianos por el socialismo», el padre jesuíta Gonzalo Arroyo, fue (y se puede suponer que sigue siendo) el hombre de enlace entre estos grupos y los «talleres» de Francia[5]. Otro participante fue el sacerdote Pablo Richard, en ese tiempo profesor de la Facultad de Teología de Santiago y, al mismo tiempo, uno de los principales dirigentes de la revolución marxista en Chile y analista de ella en las páginas de la revista marxista Punto final.

Así, la TmL viene como consecuencia del compromiso del clero marxista con la revolución marxista-comunista. También los sacerdotes no marxistas, los que antes se sentían plenamente satisfechos de cumplir su compromiso con el «pueblo», o con los «pobres» mediante las obras humanitarias, educativas y de caridad, ahora, por la influencia del clero marxista, llegan a la conclusión de que la única solución de todos los problemas sociales está en la revolución, y sienten la necesidad de comunicar esta convicción a todo el pueblo cristiano a través de una nueva teología.

Primeramente se lanza la Teología del Desarrollo (la que no tenía carácter marxista, sino «temporalista»), que correspondía al período del «plan Kennedy» y coincidía con la encíclica Populorum progressio del Papa Paulo VI; fue seguida por la Teología de la Revolución. Sin embargo, esta última no fue bien recibida y se comprueba la necesidad de una teología intermedia entre la Teología del Desarrollo y la Teología de la Revolución. Esta teología intermedia, cuya finalidad es la de preparar un ambiente adecuado a la aceptación sin reservas de la Teología de la Revolución es, precisamente, la TmL, con la cual se desea transformar interiormente a la Iglesia, para ponerla al servicio de la revolución marxista; es decir, que la TmL tiene qüe cumplir dos tareas, a saber: transformar interiormente a la Iglesia y, a esta Iglesia ya transformada, comprometerla con la revolución marxista.

El conocido teólogo izquierdista Vicent Cosmão, en su libro Nouvel ordre mondial, lo explica sin tapujos: «El paso de una práctica caritativa de ayuda al Tercer Mundo a una práctica más política de apoyo a las estrategias del Tercer Mundo[6] supone un trabajo de la Iglesia sobre sí misma: trabajo de interpretación teológica de una práctica política para hacerla inteligible como práctica de la fe»[7].

Sólo teniendo presente la existencia de este ambiente de malestar espiritual en la Iglesia se puede comprender la aparición de la TmL como un fenómeno significativo, pues es el producto de la inquietud interna de los sacerdotes que se entregaron totalmente a la lucha por el triunfo de la revolución marxista.

II

¿Cuál es el aporte de Chile a esta Teología de la Liberación?

Desde luego, no conviene hablar de un aporte de Chile, pues ni Chile como país católico, ni menos todavía la Iglesia chilena, podrían contribuir con algo a la elaboración de esta pseudoteología marxista, llamada pomposamente «Teología de la Liberación». Sin embargo, también en Chile y precisamente en algunas instituciones eclesiásticas, profundamente infiltradas por el marxismo, hubo y hay grupos que se dicen católicos o cristianos dedicados a la elaboración y a la difusión de la TmL.

Tal vez; entre los elaboradores de la TmL convendría distinguir, al menos, tres categorías: los fundadores, los profundizadores y los divulgadores.

Entre los fundadores no hay ningún chileno. Sin embargo, dos de ellos, Gustavo Gutiérrez y Hugo Assmann, están muy vinculados con algunos ambientes eclesiásticos chilenos, pues él primero, Gustavo Gutiérrez, estudió en la Facultad de Teología de Santiago y, además, muy frecuentemente visitó Chile para dar conferencias sobre la TmL. También Hugo Assmann pasó bastante tiempo en Chile durante el gobierno del Presidente Allende, compartiendo sus ideas con él joven clero chileno.

Entre los profundizadores, es decir, entre las personas entusiasmadas con las ideas de los mencionados fundadores e interesadas en aportar algo a los trabajos de ellos, se encuentran, si se trata de Chile, ante todo, Ronaldo Muñoz[8], Femando Montes[9] y Segundo Galilea, mientras que en el tercer grupo, es decir, entre los divulgadores, hay tantos nombres que es difícil mencionarlos a todos. Sin embargo, la persona más dedicada a estas tareas parece ser el sacerdote Sergio Torres.

En el plano del pensamiento contribuyeron, ante todo, los tres mencionados: Ronaldo Muñoz, de la Congregación de los Sagrados Corazones; Fernando Montes, jesuita, y Segundo Galilea, un sacerdote dedicado a la presentación de esta pseudoteología en forma popular, dándole una profundización, como él dice, «espiritual». Sin embargo, los aportes de los mencionados, desde el punto de vista de la misma teología, son muy modestos y se limitan sólo a lo que se podría llamar la aplicación práctica a los distintos sectores del pensamiento y de la «pastoral». Se trata, por ejemplo, de la formación de una nueva mentalidad del clero, de las monjas, de la juventud y de los fieles en general, basada en los principios de la TmL para que todos, cada uno en su lugar de vida y de trabajo, se integren conscientemente y con entusiasmo al proceso de cambio, inspirado por la revolución marxista.

Al lado de los mencionados entusiastas de la TmL aparecieron también sus críticos. Uno de los primeros y el más moderado fue el padre jesuita Renato Poblete[10], el cual no la rechaza en su totalidad, pero sí en algunos de sus planteamientos. Parece que la primera crítica de rechazo completo y de denuncia de su carácter esencialmente marxista vino de parte de Miguel Poradowski en el año 1971[11], seguida por la dé Fernando Moreno, quien encontró en la TmL una mezcla de elementos cristianos y marxistas. Sólo después de la Conferencia de Puebla aparecieron en diarios y revistas chilenas otras críticas de la TmL, entre las cuales se destaca por su profundidad la del sacerdote José Miguel Ibáñez Langlois. Todas estas críticas fueron inmediatamente combatidas y refutadas por los partidarios de la TmL, directa o indirectamente, principalmente por la revista Mensaje y por publicaciones «pastorales», como los boletines de distintas zonas de la archidiócesis de Santiago.

Por su parte, el Episcopado chileno, en algunos de sus documentos oficiales, lamentaba el uso, en los escritos de algunos de sus sacerdotes, del «análisis; marxista» y de la lucha de clases.

Así se presenta la situación hasta la publicación, por la Santa Sede, del Documento Ratzinger, el 6 de agosto de 1984. La aparición de este documento marca un hito en la «historia» de la TmL en Chile (como también en otros países), provocando una airada polémica. Los adversarios de la TmL se sienten afirmados por este Documento en sus posiciones de crítica y de rechazo, mientras que los partidarios encuentran en él algunas expresiones que interpretan a su favor y siguen defendiendo la TmL más que nunca. Unos y otros organizan foros y conferencias en las Universidades. En estas polémicas se profundiza el conocimiento del asunto, lo que contribuye a la aparición de nuevas publicaciones que acogen sus resultados. Aparecen dos nuevos libros de Fernando Moreno; el primero comenta el Documento y el segundo publica textos de sus últimas conferencias[12]. También José Miguel Ibáñez Langlois ofrece a sus lectores un serio y profundo estudio sobre el tema «La Teología de la Liberación y la ludia de clases».

De parte de los partidarios salen innumerables artículos en las revistas marxistoides y un gran volumen, obra de muchos autores, en su mayoría «Cristianos por el socialismo», con el título: «Iglesia, Teología, Política», lujosamente presentado e ilustrado con reproducciones de bellísimas obras de arte.

Sin embargo, el acontecimiento que ha producido mayor revuelo ha sido la publicación de la «Declaración de Los Andes», del día 29 de junio de 1985, con la cual se terminaron las jornadas de estudio del Documento de la Santa Sede, es decir, de la Infracción Ratzinger, del 6 de agosto de 1984. Estas jornadas fueron organizadas por la revista Communio, dirigida por Fernando Moreno, y se desarrollaron en una pequeña localidad cercana a la ciudad Los Andes. Allí se reunieron los invitados de varios países bajo la dirección del Cardenal Alfonso López Trujillo, el Arzobispo de Medellín. Los debates de los teólogos fueron completados por el emotivo testimonio de Humberto Belli, ex militante marxista-sandinista, convertido al cristianismo y testigo ocular de la TmL en favor de la revolución comunista en Nicaragua. Varias entrevistas de los participantes en estas jornadas en la prensa, radio y televisión, divulgaron las conclusiones, en las cuales se denuncia la presencia del marxismo en la TmL, lo que provocó, a su vez, las nuevas réplicas de parte de los partidarios de la TmL, entre las cuales la de mayor importancia es la del libro Por qué estamos con la Teología de la Liberación, escrito por el economista Jaime Escobar y por el sacerdote jesuita José Aldunate, siendo prologado por el obispo Jorge Hourton.

Hay que reconocer que la. Instrucción de la Santa Sede y la polémica provocada por ella contribuyeron a la profundización del conocimiento de la TmL y a la toma de conciencia del gran peligro que ella representa para la fe cristiana.

III

¿Qué papel desempeña actualmente la TmL en la revolución marxista-leninista en Chile? La contestación a esta pregunta es muy importante, no sólo para completar la información presentada hasta ahora sobre «la TmL en Chile», sino también para que mejor apreciemos el peligro que representa esta «nueva teología» para la fe, para la Iglesia, para los valores de la Civilizsción Occidental Cristiana y para todos los países todavía libres de la opresión marxista-comunista, pues, como ya hemos visto, esta pseudoteología, o ateología, fue elaborada por los elementos marxistas infiltrados en la Iglesia. Por esto, también conviene preguntarse: ¿para qué elaboraron ellos esta TmL? ¿Qué interés concreto tienen para divulgarla?

Antes de contestar estas preguntas conviene recordar lo que es de Perogrullo, pero que mucha gente olvidaba saber: vivimos en un mundo convulsionado por dos revoluciones a la vez, dos revoluciones gemelas y paralelas, la revolución marxista y la revolución marxista-leninista. La primera destruye nuestras patrias y nuestros valores desde 1844, pues es en este año cuando Marx plantea la necesidad de una revolución radicalmente destructora, de cuatro características: mundial, universal, radical y permanente.

La revolución marxista es, en primer lugar, mundial, es decir, no limita su extensión a un solo país o a algunos países, sino que su objetivo son todos los países del mundo, todo el mundo, toda la superficie de la Tierra. Esta revolución es también universal, es decir, que destruye todo, no se limita a algunos sectores de la vida humana, como por ejemplo a lo económico, a los social, a lo político, sino que se extiende a todo, en este sentido es totalitaria,, quiere decir destruir todo, no dejando nada del pasado, nada de lo tradicional. Es también radical, pues quiere destruir todo en sus raíces, para que nada del pasado pueda brotar de nuevo; y es una revolución permanente, sin interrupción, es un proceso destructivo que nunca acaba.

Karl Marx plantea esta revolución precisamente bajo la forma de «Teología de la Liberación»; sin usar esta expresión, sin embargo de esto se trata, pues todo su planteamiento es teológico, o más exactamente demonológico (pero la demonología pertenece a la teología, fuera de la cual no tiene sentido) y la plantea como una revolución liberadora. Liberadora, ¿de qué? De la creencia en la existencia de Dios, lo que él llama la alienación religiosa; de la propiedad privada, lo que él llama la alienación económica y de la institución del Estado, lo que él llama la alienación política. Así, Marx plantea su revolución destructora como liberación de las alienaciones.

Sin embargo, cuatro años más tarde, en el «Manifiesto comunista» de 1848, plantea el aspecto práctico de la realización de esta revolución radicalmente destructora, precisando que ella pasa por cuatro etapas: la burguesa, la democrática, la socialista y la proletaria.

La etapa burguesa consiste no solamente en la toma del poder por la burguesía, sino, ante todo, en el papel que asume la burguesía en esta revolución comunista, a saber: la completa destrucción del pasado feudal y corporativo. Mas, hablando de la destrucción completa del pasado, Marx no se refiere solamente a las estructuras de la sociedad tradicional, sino, ante todo, a los valores tradicionales.

La etapa democrática tiene por finalidad la implantación de la democracia como régimen político y, ante todo, como instalación del desorden permanente, del caos. No hay que olvidar que la democracia prevista por Marx como una etapa de la revolución comunista no es y no puede ser un régimen estable, menos todavía un régimen definitivo, pues es solamente una etapa en el caminar hacia el comunismo. Sin embargo, para la revolución marxista la etapa democrática tiene gran importancia, pues Marx la concibe como el período de desorden social, económico, cultural y político, un desorden tan grande que lleve a la gente a la desesperación y a desear un gobierno socialista, pues el socialismo es presentado ante todo como la ordenación desde arriba, desde el gobierno, de toda la vida social, cultural, económica y política, como planificación de todo lo que, en la opinión pública, se identifica con el orden. Y así se pasa casi automáticamente a la etapa siguiente, es decir, a la etapa socialista, la cual, dentro del esquema de la revolución marxista, significa la estatización de todo, por la supresión de la propiedad privada, al menos de los medios de producción, pero también la estatización de toda la vida cultural, de la educación. El socialismo como etapa de la revolución marxista es la antesala del comunismo. Suprimida la propiedad privada viene el totalitarismo, pues sin propiedad no hay libertad. Todos llegan a ser los esclavos del Estado omnipotente y todos llegan a ser proletarios (sin propiedad). Se termina con la «dictadura del proletariado», la cual, en realidad, es la dictadura del partido comunista.

Recordados estos aspectos de la revolución marxista —sus cuatro características: mundial, universal, radical y permanente, y sus cuatro etapas: burguesa, democrática, socialista y proletaria— conviene todavía recordar que, paralelamente a ella, la llamada por Marx Weltrevolution, se desarrolla luego, al mismo tiempo y en todo el mundo, la revolución bolchevique mundial, el TVeltoktober, es decir, la revolución marxista-leninista de dctubre de 1917, que empezó en Rusia, pero que pretende extenderse a todo el mundo, de ahí su nombre «Weltoktober», un Octubre Mundial. No hay ninguna diferencia esencial entre ellas, si se trata del aspecto doctrinal, pero sí hay una diferencia de fines, pues la primera, la revolución marxista mundial, la Weltrevolution, tiene por finalidad destruir todo el pasado y, ante todo, el cristianismo y todas las otras religiones, y también todos los Estados, para imponer un solo Estado mundial comunista, mientras que el Weltoktober, la revolución marxista-leninista bolchevique mundial, está al servicio del imperialismo soviético, el cual pretende conquistar todo el mundo sirviéndose de la revolución comunista, para imponer en el futuro un solo Estado comunista soviético. Ambas revoluciones se desarrollan paralelamente y mutuamente se ayudan.

Después de estas aclaraciones podemos preguntarnos: ¿qué papel desempeña en este proceso revolucionario la TmL?

En primer lugar conviene tener presente que la actual TmL es solamente una nueva versión de la TmL de Karl Marx[13].

En segundo lugar hay que relacionar todo lo que sostiene la TmL de hoy día con el real proceso revolucionario marxista en marcha en los países latinoamericanos. La exposición mía sólo se refiere a Chile, pero, mutatis mutandis lo que se observa en Chile ocurre también, hasta algún punto, en otros países latinó-americanos.

En el momento actual que vive Chile, el papel de la TmL en la revolución marxista se hace excepcionalmente importante.

Muchos en Chile desean la vuelta a la democracia plena, es decir, a la democracia parlamentaria con los partidos políticos. Sin embargo, no todos saben que en nuestro tiempo (es decir, desde la proclamación del «Manifiesto comunista» en 1848) existen dos democracias; una con un sistema definitivo y perfeccionable, y la otra como una etapa corta, prevista dentro del proceso de cambio de la revolución marxista. Entre los que reclaman la vuelta a la democracia, los comunistas son los primeros, porque ellos, más que los otros, están interesados en ella como una corta etapa de la revolución marxista, una etapa realizada con las fuerzas no comunistas. En esta situación, la TmL desempeña un papel excepcional, acogiendo todas las llamadas y todos los slogans de los marxistas y haciendo creer a los ingenuos que los comunistas son sinceros partidarios de la democracia definitiva, mientras que, en realidad, ellos sólo la desean como una etapa y no como un régimen definitivo y durable. Además, los comunistas siempre tienen posibilidades de manejar la democracia de tal manera que la transforman en una etapa hacia el comunismo.

Para la opinión pública, la revolución marxista muy a menudo se confunde con la violencia que, a veces, la acompaña. Se trata de un error gravísimo, pues la violencia (el terrorismo, los asaltos, los secuestros, las bombas, las guerrillas, etc.) es una especie de cortina de humo detrás de la cual se ocultan los reales e importantísimos procesos revolucionarios, es decir, los cambios sociales, económicos, culturales y políticos, gravísimos e irreversibles; cambios por los cuales la revolución marxista se realiza y que, una vez cumplidos, son realidades históricas que nunca pueden ser eliminados o borrados del todo. Por ejemplo, una reforma, forana de corte marxista a sabiendas arruina la agricultura, empobrece a los agricultores y hunde en la miseria a ios campesinos, provocando el éxodo de ellos a la ciudad y, en consecuencia, formando en ella el nuevo proletariado urbano, creando innumerables e insolubles problemas, los que, a su vez, son aprovechados por la revolución marxista demagógicamente y le permiten la realización de otros cambios profundos, como por ejemplo la implantación del socialismo. Lo que fue hecho en Chile durante el gobierno del Presidente Frei (la reforma agraria marxista), es decir, durante la etapa democrática de la revolución marxista es lo que ha permitido al gobierno siguiente, el del Presidente Allende, la implantación del socialismo, por la estatización completa de las empresas privadas y la estatización de la enseñanza (que no alcanzó realizar plenamente); es decir, le permitió dar el consiguiente paso, en el proceso revolucionario, a la etapa socialista. Estos cambios fueron mucho más importantes que la violencia desatada en el mismo período, la cual atraía casi toda la atención de la opinión pública.

Hay que tener presente que la revolución marxista va adelante no necesariamente por el camino de la violencia, pues muy a menudo puede lograr sus metas mejor y más rápidamente por otros medios, incluso muy pacíficos, como lo es, por ejemplo, la educación o la propaganda radial, televisiva, teatral, por la prensa, el cine, el libro, etc., según como las circunstancias lo exigen y lo permiten. Es lo que actualmente ocurre en Francia bajo el gobierno del Presidente Mitterrand.

Sin embargo, la revolución marxista siempre pasa por las cuatro etapas: burguesa, democrática, socialista y proletaria, las que no siempre se siguen cronológicamente, pues frecuentemente se superponen, complementándose y realizándose de manera simultánea. No es mi propósito analizar, en esta ocasión, el rol que desempeña, en estas cuatro etapas, la religión en general y la religión cristiana en particular, pero me parece necesario mencionarlo, pues sin tomar en cuenta este asunto, nuestra opinión sobre la TmL sería incompleta.

Casi todas las críticas de la TmL destacan, y con razón, que ella, por ser marxista, es muy dañina para la fe cristiana, pues la deforma y la destruye. Sin embargo, conviene también tener presente que la TmL es terriblemente peligrosa no solamente para la Iglesia, sino también para la sociedad civil, pues desempeña un papel importantísimo en la revolución marxista, estando incorporada al proceso revolucionario del cambio destructor e irreversible. Sin duda tiene un papel pasajero, pues, dentro de poco, va a ser reemplazada por la Teología de la Revolución y por la Teología de la Violencia. Mas, por muy corto que sea el período de tiempo que vaya a durar, debido al papel que cumple, es importantísima e irreemplazable en los países cristianos, pues por un lado sirve para realizar muchos cambios esenciales en la sociedad civil y, por otro, también dentro de la Iglesia.

La revolución marxista se realiza pasando por las mencionadas cuatro etapas (es una repetición didáctica): burguesa, democrática, socialista y proletaria, y la TmL tiene que cumplir su papel propio y exclusivo en cada una de estas etapas, según el país y las circunstancias. Por ejemplo, en este momento tiene un determinado papel en los países de la América Central y de la América del Sur, y otro en la América del Norte. En los países latinoamericanos tiene por finalidad transformar la mentalidad del clero, de los obispos, de los sacerdotes, de los monjes y de las monjas y de todos los fieles de la Iglesia, tiene que liberarlos de la Tradición, tanto en el campo del dogma como en el campo de la moral, tanto en el Credo como en las costumbres, pues los católicos y los cristianos en general (los protestantes y los ortodoxos), una vez «liberados» de la Tradición, van a aceptar fácilmente el marxismo. Al mismo tiempo, la TmL tiene por finalidad comprometer interiormente a los cristianos con la revolución marxista, presentada como una revolución «liberadora» para que, conscientemente, tomen parte en el proceso revolucionario de cambio en el campo social, económico, cultural y político, el cual pasa por las mencionadas cuatro etapas. Es gracias a esta TmL que se cumple en la Iglesia misma y en la sociedad civil de América Latina la etapa democrática de la revolución marxista, sin que la gente se dé cuenta de esto.

En la Iglesia, actualmente todo se democratiza, hasta que se llega a la así llamada «Iglesia Popular», como opuesta a la Iglesia Tradicional, jerárquica, llamada por los marxistas despectivamente la «Iglesia Burguesa». De esta manera se introduce dentro de la Iglesia la lucha de clases, la lucha de los opuestos, la dialéctica del odio, de la discordia, de la desunión.

En la sociedad civil, la misma etapa democrática de la revolución marxista es facilitada por la previa democratización de la Iglesia. Además, la Iglesia se compromete con la democracia, sin darse cuenta que de esta manera se incorpora al mismo proceso de cambio de la revolución marxista.

Mucha gente, especialmente del clero, no sabe que hoy día estamos frente a dos democracias, una que podríamos llamar la tradicional y la otra que es solamente una corta etapa en el camino que lleva hacia el comunismo. Quien no distingue entre estas dos democracias puede fácilmente, y de buena fe, servir inconscientemente al triunfo de la revolución marxista.

En los Estados Unidos, esta misma TmL, en vez de presentarse como comprometida con el «pueblo» y con los «pobres», como lo hace en América Latina, se presenta comprometida con la liberación del hombre de las exigencias de la moral natural y de la moral cristiana. En nombre de la liberación se reclama el derecho a asesinar al niño no nacido, a matar al anciano molesto (eutanasia), a divorciarse, al homosexualismo, e incluso al incesto. Y se puede suponer que dentro de poco, la TmL va a reclamar lo mismo en la América Latina.

***

Si es así, hay que concluir que la TmL en Chile, y también en todo el mundo, es una gran calamidad; más, es un gran peligro para la fe, para la Iglesia y para la sociedad civil, pues es un instrumento de la revolución marxista; es la rebelión satánica contra Dios, contra la fe cristiana, contra la Iglesia, contra la Tradición, contra la sociedad civilizada y, por ende, sólo merece un categórico rechazo y repudio.

Y, ¿por qué ocurre esto?

Escuchemos la explicación del escritor rumano Horia Sima: «Los hombres que maniobran los hilos de la conspiración comunista son superiores en inteligencia a los cristianos de ahora. Los cristianos de ahora han abdicado de su personalidad cristiana, aquella que les había asegurado la supervivencia en el período de formación de la Iglesia y de Europa, mientras que sus enemigos actuales, los comunistas, operan desde un plano de existencia superior. Los comunistas no se han atrincherado en lo psicológico ni en las funciones exteriores del alma, sino que disponen, ellos también, de una fuerza espiritual, incontestable, una fuerza negativa, destructura, antihumana, antinacional y antirreligiosa, satánica o luciferana, pero que no deja de ser una fuerza espiritual. Los comunistas no tienen como patrón a Dios, sino a su rival, a Lucifer. Y, entonces, he aquí cómo en la confrontación entre comunistas y cristianos, estos últimos, encontrándose en permanente estado de inferioridad, obtienen los resultados que todos vemos.

»Los cristianos de ahora, al abordar el problema comunista, se orientan en el mejor de los casos por una directriz estrictamente psicológica, estrictamente humana, mientras que sus adversarios se han aliado con las fuerzas diabólicas del mundo. Como consecuencia, los comunistas han adquirido un tipo de inteligencia superior a la inteligencia normal: la inteligencia luciferina. Los cristianos de ahora se han descristianizado, renunciando a la protección divina, mientras que sus enemigos, los comunistas, han efectuado un asalto en el mundo espiritual. Espíritu malo, espíritu destructivo, pero Lucifer no es menos que un espíritu. La conspiración comunista no puede ser vencida mientras perdure el actual desnivel de estructura interior entre los cristianos y los comunistas.

»Una vez interrumpido el lazo con Dios, también la inteligencia del hombre sufre una degradación. La inteligencia psicológica de tipo natural, corriente, con la cual no se puede hacer frente a la inteligencia luciferina de los comunistas.

»Es un error pensar que el problema comunista se puede abordar con posibilidades de éxito utilizando la perspectiva económica, o social, o política, o filosófica. Nos enfrentamos con una guerra de religión. Lucifer contra Cristo. Solamente la perspectiva religiosa nos permite evaluar justamente el peligro».

Hasta aquí el texto de Horia Sima[14]. Sin duda el autor rumano tiene razón, si se trata de una parte de los cristianos de hoy día, y sin duda la Teología marxista de la Liberación, de Gustavo Gutiérrez, de Hugo Assmann, de Jon Sobrino, de Leonardo Boff y de sus seguidores es luciferina.

En los términos de la filosofía cristiana de la Historia, de San Agustín, la Teología de la Liberación es un arma de la Civitas Mundi en su lucha contra la Civitas Dei, y nosotros, los soldados de la Civitas Dei, podemos enfrentarla exitosamente sólo en la medida en que dispongamos de la fuerza espiritual que nos proporciona la Gracia divina, por la cual participamos en el triunfo final que pertenece a Cristo.

 

[1] Lanzado por el Presidente Eduardo Freí Montalva durante su presidencia.

[2] Esto ocurría también antes de la segunda guerra mundial, pero más bien como excepción.

[3] Como, por ejemplo, los trabajos publicados en las revistas: «Yezegodnik Muzieum Istorii Rieligii i Ateieizma», «Woprosy filosofii», «Wíestnik Moskowskogo Uniwiersitieta», «Antirieligioznyj uckebník», «Karmannyi slovar aticista», «Woprosy nauchnogo Atieizma», etc.

[4] El nombre «Calama» viene de una localidad cercana a Chuquicamata, donde este grupo instaló su equipo «pastoral» para concientizar a los mineros.

[5] Los detalles al respecto los proporciona el libro de Roland Gaucher, Le réseau Curiel ou la subversion humanitaire, París, 1981. Según Gaucher, el tema general de los trabajos en estos «talleres» es mucho más amplio, pues se trata de elaborar una nueva religión y la Teología de la Liberación es solamente un fragmento de este tema general.

[6] Huelga decir que estas «estrategias del Tercer Mundo» están elaboradas, según circunstancias, por los no alineados, dirigidas primeramente por José Tito, el «Presidente» de Yugoslavia y después por Fidel Castro, él «Presidente» de Cuba, es decir, por los más altos dirigentes de la revolución marxista en los países del Tercer Mundo.

[7] La Croix, 23 de abril de 1977, citado por Roland Gaucher, op. cit., pág. 273. El texto original es el siguiente: «Le passage d'une pratique caritative d'aide au Tiers Monde à une pratique plus politique d'appui aux stratégies du Tiers Monde suppose un travail dé l'Église sur elle-même: travail d'interprétation théologique d'une pratique politique pour la rendre intelligible comme pratique de la foi».

[8] Se trata de artículos publicados en varias revistas.

[9] Conferencias y artículos publicados en la revista Mensaje.

[10] Esta crítica fue incluida en un volumen de varios autores, Utopie der Befreiung, publicado en Alemania en 1976.

[11] En la revista Tizona, artículos publicados con pseudónimo «Teófilo» fueron reproducidos por la revista madrileña Verbo, y después otro, publicados bajo los siguientes títulos: «Sobre la Teología de la Liberación», Santiago, 1974; «El marxismo invade la Iglesia», Valparaíso, 1974; «El marxismo en la Teología», Madrid, 1976 (segunda edición, Santiago, 1983); «La Teología de la Liberación de Karl Marx», 1984.

[12] Fernando Moreno, Cristianismo y marxismo en la Teología de la Liberación, Santiago, 1977; Teología de la Liberación, Santiago, 1984; Antecedentes históricos y estructura de la Teología de la Liberación, Santiago, 1985.

[13] Véase, del autor, La Teología de la Liberación, de Karl Marx, 1984.

[14] Citado por Salvador Borrego, Batallas metafísicas, Buenos Aires, 1976, págs. 116-118.