Índice de contenidos
Número 239-240
Serie XXIV
- Textos Pontificios
- Estudios
-
Monográficos
-
Homilía del señor cura párroco de la iglesia de la Concepción, don Demeterio Pérez Ocaña,en el funeral de Eugenio Vegas Latapie (23-9-85)
-
Religión
-
Doctrina y acción. Antología de textos de Eugenio Vegas Latapie
-
Otro mártir ignorado. Último artículo de Eugenio Vegas Latapie
-
Una trayectoria invariable. Nota biográfica de Eugenio Vegas
-
Obras publicadas por Eugenio Vegas
-
Lealtad, fidelidad, servicio en Eugenio Vegas
-
Fidelidad y Verdad. La lección de una muerte
-
El pensamiento político de Eugenio Vegas Latapie
-
«Romanticismo y democracia» vistos por Vegas Latapie
-
El «ralliement» en el pensamiento político de Vegas Latapie
-
Eugenio Vegas: Deber y servicio de la política
-
Acción Española: exigencia de un deber religioso
-
El apostolado político de un caballero cristiano y español
-
El realismo político de Vegas Latapie
-
Eugenio Vegas y «La Cité Catholique». Carta a los amigos de la Ciudad Católica
-
Eugenio Vegas y la Ciudad Católica
-
- Ilustraciones con recortes de periódicos
- Información bibliográfica
- Actas
- Verbo
Autores
1985
José K. Horváth: Vida y muerte del Obispo Apor
INFORMACION BilBLIOGRAFICA
losé K. Horváth: VIDA Y MUERTE DEL OBISPO APOR(*)
Cuando el heroico cardenal Mindszenty se enteró del martirio
de Vilmos Apor, Obispo de
Gyor, en
abril de 1945, por manos
comunistas, dijo: «Hubiera querido estar en su lugar». La
fama
del cardenal, indiscutiblemente merecida, parece haber eclipsado
hoy, en gran
parte del mundo, la figura de este otro prelado, cuya
ejemplar
fortaleza le llevó a sufrir martirio
por Dios y por su
Patria. Conviene recordarle, y nos da ocasión para ello esta
bio
grafía que ha llegado á nuestras manos.
Vilmos
---Guillermo en
húngaro-Apor
de Aftorja llevaba
el
título de «barón» romo procedente de una familia de la alta no
bleza
húngara,
y en su mismo semblante resplandecía el brillo de
su alcurnia, como puede bien
apreciaxse en las fotos de distintos
momentos de su vida incluidas
al final de este libro. Tanto su
padre como su abuelo habían destacado por sus servicios profe
sionales a
la Justicia, en el antiguo Imperio Austro-Húngaro ( cuya
desaparición ha sido una de las
más graves calamidades para la
· defensa del Occidente
cristiano). Su madre, la condesa Fidelia
P,ilffy, tuvo
nueve hijos, y
Vilmos era el más joven. Una de las
hijas, Gizella, se distinguió como
activa presidente
de
fa Cruz
Roja en Hungria, y otro de los, hijos, Gabor,
diplomático, estaba
de
embajador cerca de la Santa Sede cuando renunció a su misión
en
protesta por la ocupación alemana de Hungria. Una familia
ejemplar, como deberían ser todas
las de la nobleza, y gloriosa
por su
fidelidad a la Iglesia y a la Patria, as! como por las más
exrelsas virtudes
humanas. No sorprende que su escudo
se haya
podido
honrar ahora con un nuevo blasón:
la palma de un mártir.
Vilmos Apor
había nacido
en
Seg,esvár, en
1892,
el 29 de fe
brero, por
lo que solfa bromear diciendo que él sólo cumplía alios
cada
cuatro.
Desde los tres, su
fami:!ia vivía en
Viena, aunque en
verano solían volver al solar de origen. Su padre falleció cuando
él tenía seis alios, y su madre se trasiladó a Hungría en 1912 a
causa de los estudios de las hermanas mayores; mujer de gran
carácter, solía decir que, ante una encrucijada,
debía siempne ele-
girse
el camino más. difícil; puede comprenderse cuánto debió
de influir ella en la fortaleza del
futuro mártir.
(*) J6zsef K&i Horvath: Leben und Streben iJon Bischof Apor (Se
gunda edici6n, cuidada por József Szam.osi, con un suplemento de documen
tos y fotos). Publicado por la Comisión para la memoria de Apor, Munich,
1984, 100 págs. .
1263
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
El temperamento alegre y cordial de V.ilmos era reconocido
por
todos sus compañeros de
estudios, en el Colegio de los Jesui
tas, tanto en
Austtia como
luego en
Hungría, pero, desde muy
joven sintió
la llamada de Dios. para dedicarse al sacerdocio minis
terial. Como suele ocurrir en estos casos, su madre deseaba que,
antes de enttar en. el Seminario, hiciera la carrera de Derecho,
siguiendo la ttadición familiar, pero acabó por consentir, cuando
sólo contaba
él diecisiete años de edad. Le acogió entonces el Obis
po de
Gyor, el
conde Miklós
Széchényí, al
que le
unía cierto
pa
rentesco. Aquella diócesis contaba ya con dos obispos mártires bajo
el dominio turco, a los que conmetnoraban sendas columnas de
granito, que hubieton de impresionar
aJ joven seminarista. El
Seminario
se había construido recientemente y cerca del
palacio
episcopal;
como
decía el
Obispo -y aquello no lo iba a olvidar
nunca
A,por-, los seminaristas debían
estar oerca de
su prelado,
porque
«son
la luz del Obispo y la esperanza de la Iglesia». Pero
Apor
no se
quedó en
Gyor -su
futura sede
episcopaJ-, sino
que pasó al convictorio teológico de Innsbruck, cuyo obispo, al
ver las aptitudes intelectuales de aquel joven, le mandó cursar también en
la Universidad de aquella bella ciudad del Tiro!.
El 24
de agosto de 1915, A,pot recibía la ordenación sacer
dotal, cuando Europa se hallaba
ya en
plena guerra. Fue enviado
primeramente a la parroquia de Gyula, como coadjutor, y allí se
· distinguió
pronto como un
eficaz predicador, pero no tanto por el
arte oratorio cotno por la profunda convicción con que ·sabía co
municar
la
Verdad a
sus fieles, y
aún más
en el traro
personal y
sus
visitas a las familias que desde
el púlpito. Pero su ttabajo en
aquella
parroquia hubo
de interrumpirse al poco tiempo por tenet
que servir como capellán militar en un hospital de la Cruz Roja.
En 1917 el Obispo Széchényí le llamó para su nueva diócesis, Na
gyvárad, como
maestro de estudios en el Seminario. Poco después,
le volvió a mandar a Gyula para cubrir
la vacante de párroco de
aquella
ciudad. Apor tenía veintiséis años al hacerse cargo de
aquella importante parroquia. Una mitad de la población era cató
lica,
fa otra mitad, de protestantes, ortodoxos y judíos; él supo
ganarse la simpatía y respeto de todos. Una primera prueba
huho de
superar ya cuando
la Revolución
del «Otoño Rojo» (la dictadura del proletariado de Bela Kun y
luego
la invasión rumana). Su presencia, ante el ayuntamiento rojo,
al frente de una gran masa de católicos, hubo de impresionar tanto
a los revolucionarios, que revocaron éstos
la prohibición de en
señanza religiosa que
acababan de
imponer.
Los años
siguientes
a
ese momento
de desorden fueron de
gran desarrollo para la
1264
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBUOGRAFICA
Iglesia de Hungría y, en conc.teto, para la «Acción Católica», pro
movida por Pío XI. Este gran
resurgimiento católico
reavivó la
devoción nacional a San Esteban, primer rey de Hungría ( del año 1000 al 1038), como slmbolo, a
la vez, de la Fe y del Patriotismo.
Una nueva
amenaza surgió
en
abril de 1938, cuando Hitler se
apoderó de Austria. Todavía a fines de ese año pudo
celebranae
en
Budapest el
34.° Congreso
Eucarístico mundial, al que acudió,
en representación
del Papa, el cardenal Pacelli, que iba a ser ele
vado al sumo pontificado el año
siguiente. Hitler
declaró que se
trataba de una
manifestación internacional
anti-nazi, y
probi:bió
a
sus súbditos
la asistencia: unas 30.000 personas quedaron re
tenidas por esta
causa. Y,
ante
la amenaza contra l,i independencia
de
Hungría, la Iglesia no pudo menos de tomar partido, puesto
que se trataba igualmente
de la liberrad de la Iglesia. Para esta
lucha inevitable,
el Primado Justiniano Serédi contó con la eficaz
ayuda
de dos grandes figuras de la Iglesia húngara: József Minds
zenty y Vilmos A por. La actividad pastoral de éste vino a el!ICOOer
notablemente de su parroquia
de Gyu]a. En 1941, Pío XII le
nombraba Obispo de
Gyor: era
el
72.° Obispo
de la diócesis fun
dada por San Esteban. El nuevo Obispo puso como lema en su
escudo:
«Crux firmat
mitem, mitigat fortem» (
«La Cruz da
fuerza al humilde y debilita al soberbio»). Con la nueva dignidad, su conducta de buen pastor no quedó alterada, sino que actua
lizó, sobre todo, en la atención prestada a sus párrocos y a los
seminaristas.
Quizá esta parte de su biografía, como sacerdote, es más im
portante que
la más sensacional de sus años finales hasta el mar
tirio. No vamos a detenernos en su intervención política en la
crisis húngara de 1942, como legitimista, en apoyo
inúti,l al
Archi
duque Otto, frente a la regencia de Horthy, sobre lo que el autor
de este libro nos informa con detalle. En 1944, las tropas alemanas
ocuparon Hungría, como ya
Apor venía temiendo, a la vez que
preveía también el inevitable
der=bamiento del Tencer Reich.
En
todo momento supo
Apor defender la libertad, condenar la
persecución racista practicada por el invasor, y ayudar a los ju
díos persegnidos. Juntamente con
el Primado, se opuso a los tras
lados
masivos de población húngara
a Alemania.
La
situación no
podía ser más
grave, hallándose como se hallaba
Hungría entre
los
rosos y
los
aJemanes, pero Apor mantuvo su fuerte serenidad.
Ya en Navidades de 1944, los
comunistas habían
ocupado la
parte oriental de su diócesis, y, tras una contraofensiva alemana,
a mediados de
mat:z0 de 194 5, los comunistas emprendieron la
definitiva ocupación
de Hungría, que
los aliados, tras la victoria,
1265
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
no tuvieron inconveniente en dejarles, a pesar de lo que Hungría
había significado en
la Historia como baluarte dd Occidente. La
catedral
de
Gyéir fue
bombardeada, y
d autor de esta biografía
nos informa
sobre
las violencias que, como en otros territorios por
ellos ocupados,
cometió
la horda salvaje vencedora, y de cómo
el Obispo se esforzó en amparar muy especialmente a las mujeres
perseguidas por los comunistas. Precisamente en uno de esos asal tos contra un
grupo de mujeres que habíau buscado refugio cerca
de
él, tres balas le alcanzaron. Las atenciones médicas no pudieron
salvar su vida, pero
él mauiíestó su agradecimiento. a Dios porque
su ofrecimiento hubiera logrado salvar a
aqudlas mujeres.
Sus
últimas palabras fueron
para pedir
perdón a Dios y a los hombres,
perdonar a sus enemigos, y
ofu:ecer su muerte
por su querida
patria. «¡San Estebau
-exclamó-intercede por la pobre Hun
gría!». Un final santo de una
vida santa, y ·un ejemplo para todos,
y muy especialmente para los obispos.
Un máttir de la Fe debe ser siempre recordado,
pero cuando,
al mismo tiempo, su muerte es en defensa de la Patria, esto tiene
una especial
signifü:ación para
los
españoles, que
hemos tenido
experiencias parecidas, y
conviene recordado aún
más hoy, en
un momento de indigno olvido de esa virtud que es el amor a la
Patria, y de nuestros mártires de
la Cruzada.
ALVA:RO D'ÜRS
Alsina Roca, José María: EL TRADICIONALISMO
FILOSOFICO EN ESPANA. SU GENESIS EN LA
GENERACION ROMANTICA CATALANA
(*)
El profesor Alsina acaba de publicar un importaute libro en
d que
sólo encuentro un desacierto:
d título.
Que me temo ale
jará lectores si al curiosear los escaparates de las librerías se de tienen en la portada. Porque la obra de Alsina no es, en modo
alguno, un estudio erudito de aquella corriente filosófica que
tuvo su primera figura en Bonald y que hoy sólo interesará a especialistas en historia de la filosofía. Se trata, por el contrario,
de una revisión de
lás doctrinas
políticas tradicionales en el si
glo
XIX español, en las que tuvo su influjo, ciertamente, d tra
dicionalismo
filosófico, aunque,
en
mi opinión, escaso y de ningún
modo determinante. Estamos, pues, aute un trabajo
que entra
(*_) Biblioteca Universitaria de Filosofia, núm. 6. -Promociones Publi
caciones Universitarias, Barcelona, 1985, 266 págs.
1266
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losé K. Horváth: VIDA Y MUERTE DEL OBISPO APOR(*)
Cuando el heroico cardenal Mindszenty se enteró del martirio
de Vilmos Apor, Obispo de
Gyor, en
abril de 1945, por manos
comunistas, dijo: «Hubiera querido estar en su lugar». La
fama
del cardenal, indiscutiblemente merecida, parece haber eclipsado
hoy, en gran
parte del mundo, la figura de este otro prelado, cuya
ejemplar
fortaleza le llevó a sufrir martirio
por Dios y por su
Patria. Conviene recordarle, y nos da ocasión para ello esta
bio
grafía que ha llegado á nuestras manos.
Vilmos
---Guillermo en
húngaro-Apor
de Aftorja llevaba
el
título de «barón» romo procedente de una familia de la alta no
bleza
húngara,
y en su mismo semblante resplandecía el brillo de
su alcurnia, como puede bien
apreciaxse en las fotos de distintos
momentos de su vida incluidas
al final de este libro. Tanto su
padre como su abuelo habían destacado por sus servicios profe
sionales a
la Justicia, en el antiguo Imperio Austro-Húngaro ( cuya
desaparición ha sido una de las
más graves calamidades para la
· defensa del Occidente
cristiano). Su madre, la condesa Fidelia
P,ilffy, tuvo
nueve hijos, y
Vilmos era el más joven. Una de las
hijas, Gizella, se distinguió como
activa presidente
de
fa Cruz
Roja en Hungria, y otro de los, hijos, Gabor,
diplomático, estaba
de
embajador cerca de la Santa Sede cuando renunció a su misión
en
protesta por la ocupación alemana de Hungria. Una familia
ejemplar, como deberían ser todas
las de la nobleza, y gloriosa
por su
fidelidad a la Iglesia y a la Patria, as! como por las más
exrelsas virtudes
humanas. No sorprende que su escudo
se haya
podido
honrar ahora con un nuevo blasón:
la palma de un mártir.
Vilmos Apor
había nacido
en
Seg,esvár, en
1892,
el 29 de fe
brero, por
lo que solfa bromear diciendo que él sólo cumplía alios
cada
cuatro.
Desde los tres, su
fami:!ia vivía en
Viena, aunque en
verano solían volver al solar de origen. Su padre falleció cuando
él tenía seis alios, y su madre se trasiladó a Hungría en 1912 a
causa de los estudios de las hermanas mayores; mujer de gran
carácter, solía decir que, ante una encrucijada,
debía siempne ele-
girse
el camino más. difícil; puede comprenderse cuánto debió
de influir ella en la fortaleza del
futuro mártir.
(*) J6zsef K&i Horvath: Leben und Streben iJon Bischof Apor (Se
gunda edici6n, cuidada por József Szam.osi, con un suplemento de documen
tos y fotos). Publicado por la Comisión para la memoria de Apor, Munich,
1984, 100 págs. .
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El temperamento alegre y cordial de V.ilmos era reconocido
por
todos sus compañeros de
estudios, en el Colegio de los Jesui
tas, tanto en
Austtia como
luego en
Hungría, pero, desde muy
joven sintió
la llamada de Dios. para dedicarse al sacerdocio minis
terial. Como suele ocurrir en estos casos, su madre deseaba que,
antes de enttar en. el Seminario, hiciera la carrera de Derecho,
siguiendo la ttadición familiar, pero acabó por consentir, cuando
sólo contaba
él diecisiete años de edad. Le acogió entonces el Obis
po de
Gyor, el
conde Miklós
Széchényí, al
que le
unía cierto
pa
rentesco. Aquella diócesis contaba ya con dos obispos mártires bajo
el dominio turco, a los que conmetnoraban sendas columnas de
granito, que hubieton de impresionar
aJ joven seminarista. El
Seminario
se había construido recientemente y cerca del
palacio
episcopal;
como
decía el
Obispo -y aquello no lo iba a olvidar
nunca
A,por-, los seminaristas debían
estar oerca de
su prelado,
porque
«son
la luz del Obispo y la esperanza de la Iglesia». Pero
Apor
no se
quedó en
Gyor -su
futura sede
episcopaJ-, sino
que pasó al convictorio teológico de Innsbruck, cuyo obispo, al
ver las aptitudes intelectuales de aquel joven, le mandó cursar también en
la Universidad de aquella bella ciudad del Tiro!.
El 24
de agosto de 1915, A,pot recibía la ordenación sacer
dotal, cuando Europa se hallaba
ya en
plena guerra. Fue enviado
primeramente a la parroquia de Gyula, como coadjutor, y allí se
· distinguió
pronto como un
eficaz predicador, pero no tanto por el
arte oratorio cotno por la profunda convicción con que ·sabía co
municar
la
Verdad a
sus fieles, y
aún más
en el traro
personal y
sus
visitas a las familias que desde
el púlpito. Pero su ttabajo en
aquella
parroquia hubo
de interrumpirse al poco tiempo por tenet
que servir como capellán militar en un hospital de la Cruz Roja.
En 1917 el Obispo Széchényí le llamó para su nueva diócesis, Na
gyvárad, como
maestro de estudios en el Seminario. Poco después,
le volvió a mandar a Gyula para cubrir
la vacante de párroco de
aquella
ciudad. Apor tenía veintiséis años al hacerse cargo de
aquella importante parroquia. Una mitad de la población era cató
lica,
fa otra mitad, de protestantes, ortodoxos y judíos; él supo
ganarse la simpatía y respeto de todos. Una primera prueba
huho de
superar ya cuando
la Revolución
del «Otoño Rojo» (la dictadura del proletariado de Bela Kun y
luego
la invasión rumana). Su presencia, ante el ayuntamiento rojo,
al frente de una gran masa de católicos, hubo de impresionar tanto
a los revolucionarios, que revocaron éstos
la prohibición de en
señanza religiosa que
acababan de
imponer.
Los años
siguientes
a
ese momento
de desorden fueron de
gran desarrollo para la
1264
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Iglesia de Hungría y, en conc.teto, para la «Acción Católica», pro
movida por Pío XI. Este gran
resurgimiento católico
reavivó la
devoción nacional a San Esteban, primer rey de Hungría ( del año 1000 al 1038), como slmbolo, a
la vez, de la Fe y del Patriotismo.
Una nueva
amenaza surgió
en
abril de 1938, cuando Hitler se
apoderó de Austria. Todavía a fines de ese año pudo
celebranae
en
Budapest el
34.° Congreso
Eucarístico mundial, al que acudió,
en representación
del Papa, el cardenal Pacelli, que iba a ser ele
vado al sumo pontificado el año
siguiente. Hitler
declaró que se
trataba de una
manifestación internacional
anti-nazi, y
probi:bió
a
sus súbditos
la asistencia: unas 30.000 personas quedaron re
tenidas por esta
causa. Y,
ante
la amenaza contra l,i independencia
de
Hungría, la Iglesia no pudo menos de tomar partido, puesto
que se trataba igualmente
de la liberrad de la Iglesia. Para esta
lucha inevitable,
el Primado Justiniano Serédi contó con la eficaz
ayuda
de dos grandes figuras de la Iglesia húngara: József Minds
zenty y Vilmos A por. La actividad pastoral de éste vino a el!ICOOer
notablemente de su parroquia
de Gyu]a. En 1941, Pío XII le
nombraba Obispo de
Gyor: era
el
72.° Obispo
de la diócesis fun
dada por San Esteban. El nuevo Obispo puso como lema en su
escudo:
«Crux firmat
mitem, mitigat fortem» (
«La Cruz da
fuerza al humilde y debilita al soberbio»). Con la nueva dignidad, su conducta de buen pastor no quedó alterada, sino que actua
lizó, sobre todo, en la atención prestada a sus párrocos y a los
seminaristas.
Quizá esta parte de su biografía, como sacerdote, es más im
portante que
la más sensacional de sus años finales hasta el mar
tirio. No vamos a detenernos en su intervención política en la
crisis húngara de 1942, como legitimista, en apoyo
inúti,l al
Archi
duque Otto, frente a la regencia de Horthy, sobre lo que el autor
de este libro nos informa con detalle. En 1944, las tropas alemanas
ocuparon Hungría, como ya
Apor venía temiendo, a la vez que
preveía también el inevitable
der=bamiento del Tencer Reich.
En
todo momento supo
Apor defender la libertad, condenar la
persecución racista practicada por el invasor, y ayudar a los ju
díos persegnidos. Juntamente con
el Primado, se opuso a los tras
lados
masivos de población húngara
a Alemania.
La
situación no
podía ser más
grave, hallándose como se hallaba
Hungría entre
los
rosos y
los
aJemanes, pero Apor mantuvo su fuerte serenidad.
Ya en Navidades de 1944, los
comunistas habían
ocupado la
parte oriental de su diócesis, y, tras una contraofensiva alemana,
a mediados de
mat:z0 de 194 5, los comunistas emprendieron la
definitiva ocupación
de Hungría, que
los aliados, tras la victoria,
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
no tuvieron inconveniente en dejarles, a pesar de lo que Hungría
había significado en
la Historia como baluarte dd Occidente. La
catedral
de
Gyéir fue
bombardeada, y
d autor de esta biografía
nos informa
sobre
las violencias que, como en otros territorios por
ellos ocupados,
cometió
la horda salvaje vencedora, y de cómo
el Obispo se esforzó en amparar muy especialmente a las mujeres
perseguidas por los comunistas. Precisamente en uno de esos asal tos contra un
grupo de mujeres que habíau buscado refugio cerca
de
él, tres balas le alcanzaron. Las atenciones médicas no pudieron
salvar su vida, pero
él mauiíestó su agradecimiento. a Dios porque
su ofrecimiento hubiera logrado salvar a
aqudlas mujeres.
Sus
últimas palabras fueron
para pedir
perdón a Dios y a los hombres,
perdonar a sus enemigos, y
ofu:ecer su muerte
por su querida
patria. «¡San Estebau
-exclamó-intercede por la pobre Hun
gría!». Un final santo de una
vida santa, y ·un ejemplo para todos,
y muy especialmente para los obispos.
Un máttir de la Fe debe ser siempre recordado,
pero cuando,
al mismo tiempo, su muerte es en defensa de la Patria, esto tiene
una especial
signifü:ación para
los
españoles, que
hemos tenido
experiencias parecidas, y
conviene recordado aún
más hoy, en
un momento de indigno olvido de esa virtud que es el amor a la
Patria, y de nuestros mártires de
la Cruzada.
ALVA:RO D'ÜRS
Alsina Roca, José María: EL TRADICIONALISMO
FILOSOFICO EN ESPANA. SU GENESIS EN LA
GENERACION ROMANTICA CATALANA
(*)
El profesor Alsina acaba de publicar un importaute libro en
d que
sólo encuentro un desacierto:
d título.
Que me temo ale
jará lectores si al curiosear los escaparates de las librerías se de tienen en la portada. Porque la obra de Alsina no es, en modo
alguno, un estudio erudito de aquella corriente filosófica que
tuvo su primera figura en Bonald y que hoy sólo interesará a especialistas en historia de la filosofía. Se trata, por el contrario,
de una revisión de
lás doctrinas
políticas tradicionales en el si
glo
XIX español, en las que tuvo su influjo, ciertamente, d tra
dicionalismo
filosófico, aunque,
en
mi opinión, escaso y de ningún
modo determinante. Estamos, pues, aute un trabajo
que entra
(*_) Biblioteca Universitaria de Filosofia, núm. 6. -Promociones Publi
caciones Universitarias, Barcelona, 1985, 266 págs.
1266
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