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Número 239-240

Serie XXIV

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Eugenio Vegas: Deber y servicio de la política

EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POlJTICA
POR
MIGUEL AYUSO
SUMARIO: I. Evocación. II. La dignidad de la polltica. III. la importancia
de
la política. IV. La polltica, un deber. V. Eugenio Vegas y la vocación
polltica. VI. Conclusión.
I. Evocación
Cuando algún hedho que sale de lo ordinario .nos enfrenta con
lo que ha sido nuestra vida, la mirada siempre termina por cen­
trarse
en todo
lo que nos ha sido dado, en lo que hemos recibido.
Es
la verificación psicológica de la verdad que expresaba un autor
por
el que Eugenio Vegas Latapie sentía una gran admiración,
J ean Madiran, al decir que la comprensión cristiana de la civiliza­
ción sólo
podía intentarse

en la ,perspectiva de la piedad.
Y, efectivamente, por
mínima que sea la reflexión sobre nues­
tro caminar por la vida, un dato que se impone con caracteres de
necesidad es la situación de insolvencia radical del hombre, de todo hombre, deudores como somos de muchas personas a las que
nunca podremos saldar
el débito.
Los conceptos por los que cada
cual es
deudor son variables:
los padres que imparten las lecciones de ejemplo en la escuela de
la vida que es el hogar; la patria que nos
hace ser

como
somos,
c¡ue
nos

ofrece un estilo que trasciende lo racional; los
maestros
que al transmitimos

sus hallazgos en el culto austero de la
ver,
dad,

son la soldadura de la tradición con el progreso.
No reconocer la trascendencia en cada una de
las existencias
individuales

de estos factores es empresa
sofomente calificable de
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impla. No dejar de agradecerlos no es más que signo de buen na,
cimiento.
En

esta hora en que Eugenio Vegas Latapie se ha
ido silencio­
samente,

estas son las primeras reflexiones
que me
brotan del
dolor
todavía caliente.

Porque
eri una hora en que mnchas trayec­
torias se tuercen, el conocimiento y trato de un grupo de amigos
reunidos por
la perseverancia de Eugenio y por la generosidad de
Jmm V allet, pusieron, en mi vida un punto de luz en el vislum,
brar
de la vocación personal y un apoyo firme para el manteni­
miento en el servicio a las más altas causas. La vocación, sí, es
obra de Dios, mas en su fructificación tienen que ver los hombres,
Pero lo anterior vale poco. Es, si acaso, necesario, porque creo
que expresa
el sentir de quienes ,somos --sin merecerlo-- sus
discípulos. Lo que cuenta, en cambio, es la deuda que
Espafia
tiene

con quien le ha dado tanto sin pedir nunca nada.
Por encima de desahogos personales, lo que es imborrable es
una trayectoria política
rectilínea. Entre el joven que armado de
tenacidad consiguió que Maeztu, Pradera o Calvo Sotelo, por citar
algunos de los
a más limpios políticos y escritores de los treinta,
formaran un

equipo intelectual capaz de
alumbrar una España
nueva

desde la Covadonga de
Acción Española, y el anciano que
ha dictado sus
Memorias con una lucidez, una serenidad y una
memoria
-'/ no

es redundancia, cuando
la debilidad de tantas
muestras del género es precisamente
la falta de la misma- fuera
de
lo común, hay una coherencia tan perfecta que es el secreto
de su indestructibilidad: el cumplimiento perseverante
y sin des­
mayo de una vocación que columbró
todavía niño

y que con
la
ayuda de Dios no ha dejado de dar frutos abundantes hasta el
final.
* * *
Precisamente, en lo que sigue, voy a centrarme en el quehacer
político de Eugenio Vegas, divisado
desdé el

prisma de
la voca­
ción. Planteamiento sin duda muy cercano al núcleo de su
pensa­
miento

y que viene a resaltar lo que, en definitiva, fue el motivo
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MIGUEL AYUSO
central de su vida. Y planteamiento también de ricas consecuen­cias
,para la
consideración general y doctrinal
dd tema
de la vo­
cación política.
La primera afirmación no precisa de mayores pruebas: apa•
rece
profusamente en los escritos de Eugenio, como más adelante
se habrá de ver.
En cuanto a la segunda, encuentra su sostén en un hecho de
frecuente comprobación por
la psicología: muchas de las dabora­
ciones

conce,ptuales que -lejos de convencer- siembran dudas
o generan inquietud, alcanzan, en cambio, eficacia expresiva cuan­
do se iluminah por una ejemplificación; las resistencias que sus­
citan muchas exposiciones, quedan fácilmente desarboladas cuando se ven a la luz de
la limpieza de una ejecutoria. En nuestro caso,
muchos que sonreirían ante un artículo sobre
la vocación política
o no escucharían sin escándalo una disertación que afirmase la
existencia de una caridad política, si se les presenta -por d con­
trario-
la peripecia personal de un Eugenio Vegas Latapie, no
dejarán de ser arrastrados por el vigor de su personalidad.
Con estos presupuestos es posible acercarse a
la vida y la
obra de Eugenio Vegas seguros de no errar en su comprensión.
II. La diguidad de la política
La primera preocupación de nuestro querido amigo se centraba
precisamente en la vindicación de la dignidad de la política. En su mente, ésta,
la verdadera política, se dirige «hacia el bien co­
mún, el de la "polis", el de la ciudad; hacia ese bien público que
constituye la "suprema !ex", en tomo al cual gravitan todas las
actividades sociales» (
1).
Si con el correr del tiempo se ha llenado de desprestigio d
término,

si se ha desvirtuado hasta el punto de dar cumplimiento
a
la ley en que C. S. Lewis resumía la suerte de las palabras fa.
(1}· Eugenio Vegas Latapie: «Importancia de la política», en el volu­
men Puntos básicos para la acción de los seglares en el mundo, Speiro,
Madrid, 1967, pág. 55.
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masas, «pon un nombre a una cualidad y pronto ese vocablo de­
signará un

defecto», se debe a que ha triunfado el «arte de en­
gañar a los pueblos» propugnado por D'Alambert sobre la «cien­
cia más noble y alta» y el
«oficio más

noble que existe en la
tierra» cantados

por Brunetto Latini (2).
Esta es la causa de que
crezca el

desprecio por la política, el
abstencionismo politico. Tras las ilusiones vienen las frustraciones
y la conciencia de haber errado trae de la mano la abominación
de la causa del
yerro. Y
a
decía Goeth.e que

contra nada somos tan
severos como

contra los
érrores abandonados.
Es el escándalo de
la política.
Cuando Eugenio Vegas comienza a preocuparse por la cosa pú­
blica es, en concreto, en función de la tristeza que
le produce
ver

España ahogada por intereses, intrigas y corrupciones, Si da
él paso al frente, si pronuncia el «Ecce ego quia vocasti me», es
para que

la política
sirva a
la conveniencia pública, la
razón y
el
derecho.
Su

diagnóstico no puede ser más exacto. La «causa del mal»,
por el que España agoniza desde que olvidó los verdaderos prin­
cipios religiosos, sociales y políticos, es la ceguera de las clases
directoras: hace dos siglos qne
«han venido

abdicando lentamente
sus funciones, con lo que dejaron a la multitud sin pastores ni
maestros, en el mayor abandono
y la más tremenda confusión» (3 }.
Tanta las que gobernaban la vida religiosa como las que re­
gían la social
y económica, despreciaron la política en el mismo
momento en que el pueblo era proclamado sujeto ele
la soberanía.
Cuando

más apremiante era su presencia, dijo Maeztu, los talen­
tos jóvenes de las clases aristocráticas
prefirieron los

Consejos de
Administración de las grandes campañías a las aulas modestas de
Historia ele España, ele Derecho
Polltico o

a
las corresponsallas
(2) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: «Abstencionismo político», en Acci6n
Española,
núm. 34 (1933); también recogido en el volumen Escritos políticos,
Cultura Española, Madrid, 1940, págs. 71-2.
(3) Eugenio Vegas· Latapie: «La causa del inal», en Acci6n Española,
núm. 85 (1936); también en el volumen Escritos politicOs, op. cit., pág. 199.
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MIGUEL AYUSO
de los periódicos (4). Y, poco a poco, «fueron ocupando todos los
puestos desde los que se
poclia ejercer alguna influencia los ene­
migos de la Religión y
la Patria» (5).
La consecuencia no por tan prevista fue menos dolorosa:
.la
rápida extensión del error y el oscurecimiento de la verdad política.
En el centro mismo de
su actividad
está
la pretensión de res­
taurar las

bases de
la política a su digrudad primigenia. Por eso
construye su obra sobre
la necesidad de una doctrina, pues no hay
manera de sanear
la cosa pública sin una doctrina ( «Faut d'une
doctrine», dice ya con
Maurice Barres
en una conferencia pronun­
ciada en el Ateneo de Santander el 21 de febrero de 1930)
(6},
por

eso insiste en la trascendencia de las ideas ( «gobiernan a los
pueblos», dice con
Fi
y de
ahí también su entusiasmo
por Charles
Maurra• y

los escritores de
L'Action Franraise.
Máa allá de sinuosos maquiavelismos, ve en la política, como
el autor de la
Enquete, no un mero «arte de lo posible», sino un
auténtico «arte de hacer posible lo que es
necesatio» (8),
pues
hay campos en los que la
prudencia política

exige que
la flexibi­
lidad ceda ante la
moralidad.
Es

el único problema que se plantea, pero es el problema de
los problemas:
la verdad política, ¿Es posible? Lo que es nece­
sario, ¿es
realizable? Subrayo

este hecho porque
la dignidad de
la política . no se entiende sólo como un· princi,pio ill6trumenta:l,
sino

asociado estrechamente a un
conterudo, a
unas ideas salva­
doras: «Acci6n Española nado y vivió sólo para exponer y pro­
pagar la
existencia de

una Verdad política; porque sabíamos de
coro sus hombres que, cuando los gobernantes
la ignoran, pagan
(4) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Memorias pollticas. El suicidio de la
Monarquia y la S~gunda República, Planeta, Barcelona, 1983, págs. 136 y 139.
(5) EugenioVegas Latapie: «Abstencionismo político», op. cit., pág. 75.
(6) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Memorias politicas ... , op. cit., pág. 64.
(7) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: < Española, núm. 89 (Antología); también en el volumen Escritos pollticos,
op. cit., pág. 233.
(8) Cfr. Charles Benoist: Cánovas del Castillo. La Restauration rénova­
trice, Plon; París, 1930, pág. 1.
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EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POLITICA
los pueblos esta ignorancia al duro precio de trocar la paz interior
en permanente y crónica
anarquía» (
9 ).
·
HI. Importancia de la política
En
segundo término,

y muy ligada
a la
dignidad
,de la
política,
resalta su importancia. Importancia que
, tiene

su origen en
el
hecho de que lo social no procede solamente de la extravasación
de lo individual, de
ta[ suerte que la diferencia entre el orden in,.
dividua! y el social es, como sentenció Santo Tomás de Aqui­
no (10), de
«carácter formal».
No
basta, por
tanto, decir que la
sociedad sería cristiana
si · fos individuos que la cónlponen fuesen
verdaderos

cristianos. Lo que
h~bría que probar -y esto 'sería
más difícil-es que pueda haber verdaderos cristianos en gran
número en un país en que los niñóii reciben una educación sin
Dios, la prensa es
mala o
las instituciones favorecen
la inmora­
lidad.
No son hombres probos e
inteligentes los

que faltan. En
Fra,ncia, en

Portugal, en España, en los países americanos, al lado
de políticos corrompidos «los ha
habido de

la
misma talla y fa­
cultades que los que durante sigilos dieron al mundo orden y re­
poso

y a los pueblos un bienestar hoy en día desconocido». Pero
las instituciones que hoy los rigen, «cuando no corrompen
a los
hombres,

esterilizan sus esfuerzos» ( 11 ).
Hay en el fondo un ,problema de proporción que agosta los
intentos apostólicos y educativos más nobles: las conversiones in­
dividuales,
preciosas, difícilmente

compensan las apostasías que
se producen en un ambiente social paganizado. Eugenio, lo resu­
mía con una frase brillante de madame
Swetohine: «Dios

pesca
(9) Eugenio Vegas Latapie: «Vox clamantis in deserto», op. cit., pá­
gina 229._
(10) Santo
Tomás de
Aquino:
S. Tb., II-II•, q. LVIII, a. 7.
(11)- Eugenio Vegas Latapie: «Doctrina y acc_i6n», en Acción Española,
núm. 29 (1933); también en el volumen Escritos pollticos, op. cit., pág. 38.
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con caña mientras que el diablo pesca con red» ( 12 ). Cañas y red,
apóstoles e instituciones, conquista del Estado y catequesis, de su comparaci6n se nutre el pensamiento. político del fundador de
Acci6n Española.
Y es precisamente la meditación de la importancia de la po­
iítica
la que le lleva a .;,,nsagrarse a Dios en ella, a descubrir su
vocaci6n.
Ha contado c6mo, meditando sobre el campo en que
podtía contribuir de manera más eficaz a la gloria de Dios, tras
leer el libro de
Nocedal sobre El mal menor, ·sus dudas se desva­
necieron: «Al terminar aquel libro, no dudaba ya que lo más
ne­
cesario

sería dar a conocer las verdaderas doctrinas políticas· y
sociales, puesto que
fa prensa de izquierdas difundía a diario el
error, con los más poderosos medios» (13).
También.aquí Charles

Maurras
influyó en
su decisión, ya que,
aunque sin planteárselo claramente,
habla llegado a sentir de ma­
nera intuitiva
la. exigencia impuesta por el intelectual francés, al
pedir politi'que d'abord (antes que nada, política). Asilo explica:
«Gran 16gico, Maurras, no pudo afirmar que la política fuese lo
más importante, sino que, de acuerdo con el razo11amiento esco­
lástico de que lo primero en la intenci6n es lo último en la e;e­
cuci6n,
para conseguir un resultado feliz, que es lo decisivo, debe
comenzarse por
fa política, que es lo inmediato» (14). No se trata.
de
primacia, sino de prioridad, no es una superioridad ontol6gica
sino cronológica
la que viene a afirmarse.
Otra

convioci6n
-firmemente arraigada en él desde que tenía
quince

años, según escribi6 (
15}-hubo

de influir, de seguro,
en su decisión.
Es la proposici6n -que consideraba axiomática~
(12) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: «Abstencionismo político», op. cit.,
pág. 78.
(13} Eugenio Vegas Latapie: Memorias políticas ... , op. cit., pág. 20.
(14)
Eugenio Vegas Latapie:
Ibid., pág.

20. Sin citar a Maurras, fue un
lugar común en sus escritos de la épocá republicana. Cfr. a título de ejem­
plo, Escritos politicoi,_ op. cit., pág. 77-8.
(15) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Ibid., pág. 60. Su argumentaci6n se
halla desarrollada· en el ensajro «Importancia-de la política», op. cit., pá­
ginas 58-61.
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del Eclesiastés, después recordada por Pío X en una orasión so­
lemne,
de que «los pueblos son
lo que quieren sus gobernantes».
Esta
e,opresi6n, antitética

de la muy ,divulgada que cree que
«los
pueblos tienen los gobernantes que se merecen», tan favorecedora
esta última de la inacción y del dolce far niente, es un acicate
para trabajar en la esfera política,
al inclinar a quienes la profe­
san

a
la no aceptación resignada e indolente de todo mal gober­
nante.
Las
palabras sustanciosas

de Pedro Mártir de Anglería -«Jue­
ga
el rey; todos somos tahúres. Estudia la reina; todos somos es­
tudiantes»-; la prueba histórica de la radical metamorfosis ope­
rada
entre la corrompida Castilla de Enrique IV y la lozanía y
prestancia virtuosas de los tiempos
de la Reina Católica, que todos
sus
amigos le hemos oído en

más de una ocasión (16); o
el pane­
gírico de

su siempre admirado
García Moreno (17); hubieron de
acudir en apoyo de su decisión. Y es que es hecho probado que
los gobernantes pueden influir decisivamente sobre los pueblos,
tanto para bien como para mal, y que esta influencia, benéfica o
perjudicial, está en relación con
la extensión y duración de sus
poderes.
IV. La política, un deber
Si la política se caracteriza por su intrínseca dignidad y por la
importancia de
su. repercusión
en
el conjunto de la sociedad, fá­
cilmente se

deduce lo inaceptable de
una actitud
estética ---condu­
cente y alimentadora de abstencionismos- ante el problema del
devenir histórico, y con igual sencillez se
abre camino

la idea de
que
el cuidado de la comunidad y el sacrificio por el bien común
constituyen obligaciones

que, aunque gravosas desde una conside­
ración personal,

desde una visión
más amplia
y generosa
.es dado
(16) Cfr. Eugenio Vegas L~tapie: «Importancia de la política•, op. cit., págs, 58-9.
(17) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: «Religi6n.», en el volumen Escritos
políticos, Círculo, Zasagoza, 1959, tomo I, págs, 21•23.
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a veces exigir: «Porque no va:le que uno quiera desentenderse de
la política; la política le
'sigue y le acucia. Es la politica la que
impone condiciones de trabajo que llevan al comercio
y a la in­
dustria camino de la ruina; es la politica la que lleva
la anarquía
al campo; es
la politica la que introduce la desunión en el hogar
y la que socava su fundamento religioso» (18). Es la politica; pero
la
politica ajena; la de

los que no podtian triunfar si
acertáramos
a

oponer «con la
intensidad necesaria

y
la constancia debida»
nuestra política'(19).
Sin embargo, lo anterior es susceptible de matización. Ese
deber de
intervenir en
politica
--<¡ue corresponde
a la vital
ne­
cesidad

que tienen los pueblos de ser
gobernados--no
es
maxi­
mali.sta
ni desconoce la distinción. «Se presenta con distintos ca­
racteres
y con diferente grado de re11¡,0nsabilidad a las gentes que
sólo tratan de llenar sus deberes mínimos de ciudadanía, que a
aquellas otras que aspiran a
dirigir esas

masas de
ciuda:danos y
a
alcanzar los escalones más
altos de la jeranquía politica» (20).
Si
el deber de los primeros concluye con la adquisición de una
cultura política
mínima que
les
.pertnita discernir
fundamentalmen­
te lo bueno de lo malo -y obrar en consecuencia a la
,hora de
emitir
el sufragio--, muaho más graves son las obligaciones que
se imponen
a quienes
voluntariamente pretenden los
altos cargos
de
la gobernación del Estado. Ante todo, y lo recordaba muchas
veces

después, con
el correr de los años, «han de percatarse de
que
la política no debe tener por finalidad constituir una carrera,
ni un medio de asegurar el bienestar personal y familiar del go­
bernante»; pero también deben
«'ser realmente

competentes en
alguna de las diversas
y arduas disciplinas que integran la ciencia
de
la política» (21 ).
(18) Eugenio Vegas Latapie: «Abstencionismo PQlftico», op. cit., pá­
gina 72.
(19) Eugenio Vegas Latapie: Ibld.,
pág. 73.
(20) Eugenio Vegas Latapie: «La política como deber», en Acci6n Es­
pañola, núm. 40 (1933); también en el volumen Escritos políticos~ op. cit.,
pág. 136. ,
(21) Eugenio Vegas Latapie:
Ibld., págs. 136-142.
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EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POUTICA
--M lado de la abnegaci6n y la voluntad inflexible a las dádivas
y

a las influencias familiares
y amistosas sitúa destacadamente la
preparaci6n y

la
competencia,. Porque_
en asuntos tan serios no
basta la buena intenci6n. Estas son
las tesis

de su -célebre trabajo «La política como
deber», publicado en
el número 40 ( 1933) de Acción Española,
y que dio lugar
a otro

pósterior de igual
tirulo, escrito a

.requeri­
miento
e,opreso del

entonces
obispo de
Tenerife, fray Albino
Me­
néndez Raigada, que temía ver_ en las tesis de _Eugenio una peli­
grosa tendencia anarquista.
_ Desde ese ángulo de mira, la participación en la vida política
puede ser un deber moral. E incluso cabe precisar más, señalando su inclusi6n dentro de los deberes de Estado, porque por Estado
somos miembros de
la comunidad. Y pudiéndose apuntar en el
miomo un

desdoblamiento
q'1e le otorga cierto carácter mixto,
pues
se distinguen una componente ciudadana ( deber de ciudada­
lÚa) y

una componente religiosa (deber de caridad).
García Escu­
dero,

_en un
artíC'1lo contradictorio,

lo
ha destacado:
«Si en alguna
persopa se

ha hecho carne
la expresi6n politique d'abord fue en
él, pero con
la particullaridad de vivir la política con una entrega
absolutamente
religiosa» (22).
Así ha

venido a _considerarse en cierto número de ocasiones
por los Pontífices, en concreto por Pío XI, que lleg6 a hablar de
caridad polltica, pues el dominio de la política, al mirar los
inte­
reses

de la
·sociedad, es bajo este aspecto el campo de la más vasta
caridad, de la-_ que podemos decir que ninguna otra le supera,
salvoJa_ de

la
religi6n (23
).
Pero lo anterior no qued6 en simples proclamaciones teóricas.
Lo vivi6 con pasi6n. Como ha señalado Gárcía Valdecasas, la vida
pd!ítica para

él estaba inspirada por
uoa doctrina
y al mismo tiem-
(22) · José María García Escudero: «Eugenio Vegas o la fidelidad», en Y Acle 24 de septiembre de 19S5. ,
(23), Puede verse sobre esta cuestión un ·amplio desarrollo en Miguel
Ayuso: «La política como deber: sentido y misión de la caridad ·politica»,
en el volumen LoS-católicoi-y la ácción p_olítica; Speiro, Madrid, 1982, pá~
ginas 351-387.
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MIGUEL AYUSO
po por un sentimiento del deber: «la política no fue nunca para Eugenio Vegas una carrera
po!ftica, sino el ejei:cicio de un deber
que cumpli6 abnegada y generosamente»
(24). No se puede decir
en menos
palabras.
V. Eugenio Vegas y la vocación política
Cuando en la. anterior consideraci6n -incluso en el magisterio
pontificio- se dice que la política es un deber,
el punto de vista
está situado en la necesidad de la política, contemplada abstrac­
tamente.
Si en un segundo momento intentamos bajar a lo concreto
la especulaci6n -abstracta- de lo necesario del deber de hacer
política,
arribamos de

modo ineludible a las
playas de
la vocaci6n.
Cuando algo se muestra revestido de los caracteres de nece­
sidad, Dios tiene l6gicamente que proveer, aunque
con variantes
según

sus designios a través
de la historia, la correspondencia de
los hombres. Y una de las provisiones tiene que ser, sin duda, la
creación en sus ·almas del destello de la vocación
-en este caso
de la vocación política a la que me estoy refiriendo-, más o
menos visible, más o menos intensa,
más o

menos
correspondida.
Por

eso -permítaseme corregir levemente
al maestro- pre­
fiero
hablar de vocaci6n política que del deber de hacer política.
As( lo

hice notar en una de las últimas ocasiones que estuve con
él ( con
motivo de

un libro que tengo ultimado
exactamente sobre
ese

tema
y que él benévolamente animaba), acogiendo finalmente
con

favor
mi precisi6n.
La vocación viene a ser como la versión divina, cálidamente
divina y amorosa, del frío-deber racional. Es el deber personali­
zado. Por eso, el deber de servicio a la comunidad ve transmu­ tada su naturaleza cuando es Dios quien
llama a ese servicio.
En su juventud, Eugenio descubri6 su vocación. Ha contado
(24) Alfonso García Valdecasas: «Sobre Eugenio Vegas», en ABC de
20 de septiembre de 1985.
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EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA EOLITICA
que, tras asistir a un curso de conferencias del padre Román J am­
brina, y debido al inesperado efecto que en su ánimo produjo la
tal predicación,

comenzó la práctica diaria
de la

meditación. Todos
los
días consideraba

el mismo punto: «la pureza de intención,
siguiendo las palabras de San Pablo: "Si comiereis, si
bebiereis, si
hiciereis

cualquier cosa, hacedlo
.en memoria

de Cristo"» (25).
Procuraba, además,
conjugarlas con la famosa consigna, Ad maió­
rem

Dei
g/o,riam, propuesta por San Ignacio de Loyola a sus se­
guidores.
Es

claro, pues, que para Eugenio Vegas, de acuerdo con
eil
entendimiento cristiano del término, la vocación trasciende el
reduccionismo de

la inclinación natural para alcanzar el disoerni­
miento de
la llamada personal y sill¡jUUlr de Dios por la que da al
hombre una, misión

concreta o le ofrece un proyecto de vida.
Su dedicación a
la política

queda lejos del
hobby o entrete­
nimiento profanadores, sino que constituye auténtica consagración.
El paso de los unos a la otra
representa un

salto del «por» al «con».
Quien usa

de la
política como

divertimento, o como
trampolín de
intereses egoístas, tiene una dedicación «por» gusto. Quienes
ejercen -y era el
caso de
Eugenio-- una vocación libremente
escogida en el servido de Dios, realizan sus tareas «con» gusto,
pero «por» Dios. De los dos modos de enfrentallse con una reali­
dad política, hacer ante ella entrega vocacional o buscar la solu­
ción de !a circunstancia
como accidente, que Gabriel
Elorriaga
ha bautizado respectivamente pol!tica como misión y politica como
aventura
(26), Eugenio Vegas se quedó con la primera. Y logró
la
mayor de
las bienaventuranzas de este mundo: conoció el plan
de
Dios sobre su vida y la trascendencia al resto de la creación.
Como Don Quijote podría
haber dicho: «Yo sé quien soy yo».
Conozco lo

que Dios me pide, he descubierto el sentido de
fa vida.
Profundizar en qué consiste este tipo
especial de

vocación,
estudiar sus
caracteres, describir

sus especificidades, es tarea que
(25) Eugenio Vega5 Latapie: Memorias poUticas ... , op. cit., pág. 20.
(26) CTr. Gabriel Elorriága: Ensayo sobre la vocaci6n palftica, Jornal,
Madrid, 1958, pág. 51.
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MIGUEL AYUSO
excede de -lo que buscan estas -pagmas. El curimo lector puede
acudir al próximo número

de
VERBO en
que,
Dios mediante, sal­
drá un adelanto del libro a que antes he aludido, bajo la rúbrica
«Los
católicos y la vocación política». Sí quiero, en cambio, y
aunque sea fragmentariamente, hacer referencia a algunos datos
sigruficativos a
la hora de acreditar
· la
vocación a que Eugenio
Vegas se ofreció en

cuerpo
y alma. Me referiré tan sS!o a su afi­
ción
a iJa historia, al papel de las relaciones sociales en su biografía
y a su preocnpación por Iá educación. · ·
* * *
Eugenio sentía grah ·pasión por la Historia. Sus primeras ar­
mas óraforias las hizo en temas de trasfondo histórico: «La de­
mocracia
en

el pensamiento de fray Fernando de
Zeballos» (27);
«Él general Bouilanget» (28), etc.; su libro Catolicismo y Repú­
blica (29), espléndida muestra de la pretensión política que sude
subyacer

a todo relato
histórico, es una historia del ralliement de
!os católicós
franéeses a

la
República en

tiempos de León XIII;
en
su bfülioteca, que G:ia podido calificarse de oceánica, los

libros
de historia forman
uno de

los contingentes
más nutridos.
Si bien en el prólógo de sus Memorias hizo una afirmación
escéptica sobre las enseñanzaB de la Historia --«no me cansaré
de proclamar
mi falta de fe en la eficacia directa de las enseñanzas
de

la historia»
(30¡..:._, no

dejaba de estudiarla concienzudamente,
hasta_
el punto de ser uno · de los mejores conocedores de la con­
temporánea
y, en-especial;

de
la francesa. A ,pesar de esas frases
un ·tanto amargas; convencido cómo estaba

de que
los seísmo'.
políticos sueien traer

causa de
moví1DÍentos ideológicos
anteriores
-El crepúsculo_ de una Monarqula: «la culpa es de Voltaire»,
(27) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Memorias poUticas ... , cit., pág. 90.
(28) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Ibíd., págs. 64-5.
(29)
Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Catolicismo y República, Gráficas
Universal, Madrid,

1932.
(30) Eugenio Vegas Latapie: Memorias politicas ... , -op. cit., pág. 15.
1138
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EUGENIO VEGAS, DEBER Y SERVICIO DE LA POLITICA
opinaba con di titulo de Louis Madelin (31 }-, se aplicaba por
lo
mismo a

seguirla con minuciosidad. Pero el cultivo de la
histo:
ria

sirvió a su posición
política, sin nunca suplantarla o constituir
una -evasión del fragor
de la batalla.
* * *
En cuanto a las relaciones sociales, admira ver su peso en la
biografía de Eugenio Vegas. Cómo un
mucbaoho provinciano,
sin
conocilmientos en

Madrid, y ajeno a los mundos de la aristocracia
y la literatura, pudo llegar a movilizar a tan ilustres personajes
como

los que constituyen
la nómina completa de Acci6n Española,
y cómo pudo allegar tlilles adhesiones, es un arcano cuya clave
sólo poseen quienes
han tenido la fortuna de tratarle. Entre los
que, y doy gracias a Dios por ello, me cuento. Tras· conocerle, lo
que
parecía lenguaje cifrado pasa a ser de fácil lectura, los mis­
terios cesan_ en s_u encantamiento: una personalidad así de fuerte,
una lucidez. así de señalada, una fe
así de viva [e daban autoridad
y fuerza que
-nadie negaba porque

se sabía que nada de lo que
pedía era para él.
Por sus Memorias desfilan los hombres más significativos de
la derecha
-milicia, aristocracia
de la sangre y letras--
espafiola.
Y

es que Eugenio comprendía que
los políticos tienen que some­
terse

al
sacrificio de

unas relaciones sociales intensas, porque así
lo exige la naturaleza misma de la actividad. No ,se puede meter,
de la
noche a
la mañana, en una comprometida aventura común,
a gentes que no se
han tratado previamente.
Ese «tomar
café» con mud:ia gente, esa profusión de banque­
tes que destaca entre sus recuerdos
-y que ha podido dar lugar
a algún comentario malicioso-, son
actividades puramente
polí­
ticas. No son las fiestas de un
bon vivant, sino los instrumentos
de trabajo de un político consciente y competente.
.. .. ..
(31) Cfr. Louis Madelin: «La culpa es de Voltaire», en Acci6n Espa­
ñoltJ) núm._ 86; tam_bién reproducido en VERBO, núm. 159~160 .(1977), con
nota introductoria de Eugenio Vegas Lata pie.
1139
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL AYUSO
Por fin, en lo que hace a su preocupación por la formación
de dirigentes -y no sólo de dirigidos, según quería el
padte Pérez
del

Pulgar, pues, como le objetó nuestro amigo, ¿no seria mucho
más interesante formar seis u ocho
padres Pérez del

Pulgar, para
que éstos, a su vez, formen
muchísimos dirigidos?

(32)--, puede
rastrearse en dos
heahos: el

interés por los Colegios Mayores y
la educación del príncipe don Juan Carlos.
Los Colegios Mayores están concebidos, igual que sus antece­
dentes los Colegios y Escuelas de Nobles, para añadir a
la forma­
ción técnica
de la Universidad una formación com¡,lementaria que
baga
de cada titulado un mando natural de
la sociedad. Eugenio
Vegas valoró sutilmente esa función, y
ha narrado que la visi­
ta a la Residencia de Estudiantes de la calle del Pinar -regen­
tada
fodirectamente por la Institución . Libre de · Enseñanza- le
causó honda

impresión. Más
allá de
la educación laicista que
im­
partía, compréndi6 que, in genere, era un «instrumento- de priM
· mera calidad para la formación de estudiantes». Confesando se,­
guidamente que concibió de inmediato el sueño -un sueño itrea­
lizable
cjue le

duró varios
lustros-e-· «de
ser
el director de una
residencia universitaria, parecida, desde
ila que se pudiera orientar
y dirigir la formación política, religiosa e intelectual de los estu­
diantes» (33 ).
Tal sueño,

en sus palabras, es altamente revelador de
la pureza
de su dedicación a
la política, así como de una visión nada sim­
plista y muy aguda de
la estructura de la sociedad y el papel de
la enseñanza superior. Una de las más alt ésta -y punto de partida inevitable para
la estructuración de la
sociedad- es la formación de dirigentes. Porque un elevado nivel
cultural proporciona a la sociedad dirigentes en cantidad suficiente·
y dirigidos que no son mesnadas sino
cdlaboradores. La

mala edu­
cación de los ciudadanos, en cambio, es inseparable de
la penuria
de buenos dirigentes, y ésta, del estatismo.
(32) Cfr. Eugenio Vegas ·Latapie: Memoria, pollticas ... , op. cit., pá­
gina 101.
(33) Eugenio Vegas Latapie: Ibld., pág. 73.
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Fundaci\363n Speiro

EUGENIO VEGAS, DEBER Y SERVICIO DE LA POLITICA
Con una incapacidad o deserción en masa de la gerencia del
bien común, con un número exiguo de dirigentes, sólo se puede configurar una sociedad avasallada por
el Estado. Por el contrario,
la
fórmula de la tradición política española, en la que la sociedad
predomina sobre

el Estado, haciendo
éste poco
más que coordinar
y suplir la libre y
espontánea dinámica de aquélla, es la más cara
en
dirigentes pcilíticos.
Cuando

se trata de
la educación de las personas llamadas a
ocupar las más altas magistraturas, el valor de lo dicho crece hasta
desbordarlo. ¿Quién que se preocupe
,por el futuro de su patria
no le prestará atención? En otros tiempos menos indigentes que el nuestro, hasta flo­
reció un
género de

obras destinado a
tal labor. España conoció
espejos de principes y principes cri nes
todos de la gran cadena del. antimaquiavelismo.
Eugenio Vegas se encontró, sin buscarla, ante esa situación.
¿La habría, alguna vez, siquiera soñado? Y una
sucesión de

ideas,
casi
imágenes, pasarían por

su mente. «Si consigo ganar un rey
-repetía citando a San Alfonso María de Ligorio-- habré hecho más para la causa
de Dios, que si hubiere predicado en centenares
y
tnillares de

misiones». «Pero estoy cierto, Señora -pensaría en
San Juan Eudes dirigiéndose a la reina Ana de Austria-, que si
Vuestra Majestad quisiera
emplear el poder que Dios le ha con­
cedido,
podríais hacer

más Vos solla ... para
el establecimiento del
reino de Cristo, que todos
los misioneros

y predicadores jun­
tos» (34).
La

prolongación de su vida en el extranjero, separado del
afecto de sus familiares
y amigos, es una dura renuncia, sí. Pero
que se
hace pequeña ante la perspectiva de dar forma a un alma.
Todos los intereses
personales y
deberes
familiares «inhumana­
mente
postergados» -lo reconoce

quien le da
el alto encargo-,
no
son suficientes
para equilibrar

la balanza. Asiente, y su
carta
de

aceptación es de las que bastan
para retratar .a un
hombre.
(34) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: «Importancia de la politica», op. cit., pág. 60.
1141
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL AYUSO .
Y para abrirle las puertas de la historia. La propuesta que me
han
hecho, escribe al Conde de Barcelona, «!ha venido a. introdu­
cir
la confusi6n en los sueños
y proyectos que

tanto me
halagaban,
a1 ofrecerme una misión tan honrosa como· grave, que dado mi
modo de pensar, se me presenta como irrenunciable». «No me
atrevo a
incurrir en la responsabilidad de

rehusarlo, por miedo
a los
remordimientos de conciencia que inexorablemente me

de­
vorarían, por confortable

que fuera mi posición
personal, si mi
quericlisimo príncipe, dentro

de unos años, no respondiera a
jo
que

la Causa de la Religión y de España esperan y necesitan de
él --cosa que pido a Dios no permita en
ningwi caso--,

y yo
·me
hubiera

negado a colaborar en su formación por móviles lícitos,
pero de un menor rango espiritual» ( 3 5 ). Como
repetía sin cesar en

los
&timos años,
su
petición no
fue

escuchada ... , pero su conciencia
podía estar
tranquila. Por.
un
lado, a

su egregio e
infantil alumno,
habida cuenta su
corta
edad, «no podla iniciarlo en los más elementales principios dd
Derecho
Público
Cristiano»,
cuya defensa
y difusión constituye­
ron su

vocación desde la primera juventud
(36). Por
el otro,
nunca abandonó su puesto de servicio. Fueron otras las personas
que quisieron evitar ,a un preceptor inquebrantable: «Si
a)gtúen
se atreviera a decir a

V. A.
--escribe a
don Juanito en su carta
de
despedida~ ·que le

he abandonado,
sepa que no es verdad. No
han querido que yo siguiera a su lado ... » (37).
* * *
Para terminar, no quiero dej,µ-de comentar ,algo que se ha
escrito

con motivo de su muerte y que, dentro de su inexactitud,
desvela uno de los grandes
temas de la espiritualidad del político.
La perla es de José Matía García Escudero: «Era inevitable
-ha
escrito como cdlofón de una semblanza- su soledad final, que
(35) Cfr. Juan Antonio Pérez Mateos: Juan Carlos. La infancia desco­
nocida de un Rey, Planeta, Barcelona, 1980, págs. 150-1.
(36) CTr. Juan Antonio Pérez Mateos: Ibid., pág. 64.
(37) CTr. Juan Antonio Pérez Mateos: Ibid., pág. 208.
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Fundaci\363n Speiro

EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POLITICA
sobrellevó con 1a · dignidad de un viejo cast1Ilb que se desmo­
rona» (38).
· Es importante, porque pone de manifiesto que la soledad es
uno
de 1os quicios en los

que •se
ro.tiene !a vocación polltica. Y
es
inexacto, porque

mezcla una cierta e inefable
ooledad -inevi­
table,

además, en un po!ltico
viejo--con

los desvíos
y traiciones
de fos · que estaban prestos a· olvidar creencias y fidelidades por
una Embajada o un consejo de administración.
·
Eugenio

conoció en su vida
ambas «soledades».
En la vejez
experimentó fa decadencia de sus facultades y la restricción de
su actividad. Como .consecuencia lógica las
relaciones kiciales
de­
crecieron
lentamente, y sutilmente también fue apareciendo la
soledád. Instafado ya

en ella, no se dejó arrastrar por
reacciones
tristes,

alicortas
y estériies. Verdaderamente .idealist1L, alcanzó la
única· interpretación consoladora.

El
pdlítico católico es rombal
tiente '-¡qué gran satisfacción
interior

da el
experimentarlo!-,
y así como en los combates militares está prohibido abandonar
el
·propio puesto
para ayudar
al compañero herido, en la lucha
polltica, los

que
pueden seguir

luchando deben dedicar a ello el
grueso de

su tiempo. En estas circunstancias, que sus amigos re­
dujeran
las atenciones

para con
él, en favor de la mayor dedic~­
ción
a

la lucha en
la que les precedió en s;, plenitud, dice mucho
en

favor de
la generosidad y espíritu de sacrificio de sus amigos:
y' en definitiva, dice mucho en su Jiavor' pues a las personas sé
las conoce por

sus
amigos.
Pero,

¡ay!, también conoció
~y abundantemente- el abando­
no de los que
pasaron por

su
lado y' despreciando el ascetismo de
su combate, emigraron a
suelos·pc,líticos más
convenientes a los
ojos del

mundo. La desbandada de los tibios
pudo permitirle
comprender

como
nunca los sufrirmientos del
Corazón de Jesús
en el huerto de Getsemaní. Discípulo fiel, participó de
la pasión
del Maestro.
En cualquier caso, si García Escudero -cou sus pslabra8--'-
(38) José Maria Gama Escudero: «Eugenio Vegas o !a-fidelidad»: loe. citatus.
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Fundaci\363n Speiro

MIGUEL AYUSO
quiere dar a entender que, mientras otros muchos entre los que
figura supieron mudar a tiempo
el nombre agresivo de revoluci6n
por el amoroso y reoeptivo de mundo moderno, Eugenio, poco
menos que
fosilizado y solo, permaneci6 en una posici6n indefen­
dible,
entooces, he

de decirle que muchos quisieran para sí una
·
ta:!

soledad. Y que
nunca le
faltaron
discípulos, y cada vez más
j6venes, amigos

en
el mejor sentido de la amistad: la amistad
en la

verdad.
VI. Conclusión
Si puede hablarse en su
sentido más purísimo de
vocación
--consagración-política,

y estoy convencido de ello como ya
he dicho, es Eugenio Vegas uno de los ejemplos más salientes, al
tiempo que su vida aparece como una muestra incomparable de
los distintos puertos
a que

lleva la política .
.&lent6 la lucl,a contra
la
Repúblira sin

encontrar
el reconocimiento del movimiento de­
sencadenado,
'1uch6 por la monarquía sin gustar de las mieles de
la recompensa -ser monárquico no es lo mismo que ser amigo
del rey, se había repetido muchas veces en
La Epoca (39)-,-. No
conoció,
ni
antes ni

ahora, el oportunismo, ni anduvo por las
sendas de

la adulación. Permaneci6 solo con sus
libros, con
sus
ideas ... y con quien quisiera escucharle. «Entre
los muertos

vivo»,
cual Menéndez Pelayo, hoy, a su muerte, apenas se ,pueden espe­
rar homenajes. Católico a machamattillo, pero enemigo de los ad­
hesionismos de los
demócr,;ta-cristianos, impulsor

del A:lzamiento,
pero crítico
del &anquismo; novio

de
la monarquía, pero debe­
lador de
la democracia. Sólo sus amigos, el equipo de VERBO
principalmente, combatientes __ del Derecho Público Cristiano, le
han acompañad0oen el camino estrecho _y empinado.
«Nos
beatificamus eos
qui sustinerunt». Eugenio,
ciertámente,
fue

un ejemplo viviente de fidelidad. Fidelidad que
religiosamente
(39) Gr. los· editoriales de La Epoca en el libro de José Ignacio Esco­
bar, Jorge Vig6n y Eugenio Vegas: Escritos sobre la instauraci6n mo1lárqui­
ca, Rialp, Madrid, 1955.
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EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POLITIC.11
es tanto lealtad como perseverancia. Se ha dicho como factor
común en cuantas semblanzas se
han publicado con motivo de su
muerte.
Lo que no se ha subrayado ad asociación de
esa fidelidad a la
Verdad.
Quizá porque
muchos de
los que le han
exaltado --<:on un

recuerdo que les honra- han
dejado
de creer, o al menos obran como si no creyeran, en ella.
Eugenio no fue un petrificado defensor de ingeniosas teorías
ni un doctrinario de variados errores. Su
pasión fue 'la Verdad,
y su servicio en
la política un· oficio del. alma. Oscurecerlo es pre­
sentar

a Eugenio Vegas desprovisto de toda su grandeza. Porque
su fidelidad lo fue a lo que no pasa,
a lo que permanece, a io que
no defrauda. A Cristo, en cuyo ,seno descansa.
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