Índice de contenidos
Número 239-240
Serie XXIV
- Textos Pontificios
- Estudios
-
Monográficos
-
Homilía del señor cura párroco de la iglesia de la Concepción, don Demeterio Pérez Ocaña,en el funeral de Eugenio Vegas Latapie (23-9-85)
-
Religión
-
Doctrina y acción. Antología de textos de Eugenio Vegas Latapie
-
Otro mártir ignorado. Último artículo de Eugenio Vegas Latapie
-
Una trayectoria invariable. Nota biográfica de Eugenio Vegas
-
Obras publicadas por Eugenio Vegas
-
Lealtad, fidelidad, servicio en Eugenio Vegas
-
Fidelidad y Verdad. La lección de una muerte
-
El pensamiento político de Eugenio Vegas Latapie
-
«Romanticismo y democracia» vistos por Vegas Latapie
-
El «ralliement» en el pensamiento político de Vegas Latapie
-
Eugenio Vegas: Deber y servicio de la política
-
Acción Española: exigencia de un deber religioso
-
El apostolado político de un caballero cristiano y español
-
El realismo político de Vegas Latapie
-
Eugenio Vegas y «La Cité Catholique». Carta a los amigos de la Ciudad Católica
-
Eugenio Vegas y la Ciudad Católica
-
- Ilustraciones con recortes de periódicos
- Información bibliográfica
- Actas
- Verbo
Autores
1985
Eugenio Vegas: Deber y servicio de la política
EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POlJTICA
POR
MIGUEL AYUSO
SUMARIO: I. Evocación. II. La dignidad de la polltica. III. la importancia
de
la política. IV. La polltica, un deber. V. Eugenio Vegas y la vocación
polltica. VI. Conclusión.
I. Evocación
Cuando algún hedho que sale de lo ordinario .nos enfrenta con
lo que ha sido nuestra vida, la mirada siempre termina por cen
trarse
en todo
lo que nos ha sido dado, en lo que hemos recibido.
Es
la verificación psicológica de la verdad que expresaba un autor
por
el que Eugenio Vegas Latapie sentía una gran admiración,
J ean Madiran, al decir que la comprensión cristiana de la civiliza
ción sólo
podía intentarse
en la ,perspectiva de la piedad.
Y, efectivamente, por
mínima que sea la reflexión sobre nues
tro caminar por la vida, un dato que se impone con caracteres de
necesidad es la situación de insolvencia radical del hombre, de todo hombre, deudores como somos de muchas personas a las que
nunca podremos saldar
el débito.
Los conceptos por los que cada
cual es
deudor son variables:
los padres que imparten las lecciones de ejemplo en la escuela de
la vida que es el hogar; la patria que nos
hace ser
como
somos,
c¡ue
nos
ofrece un estilo que trasciende lo racional; los
maestros
que al transmitimos
sus hallazgos en el culto austero de la
ver,
dad,
son la soldadura de la tradición con el progreso.
No reconocer la trascendencia en cada una de
las existencias
individuales
de estos factores es empresa
sofomente calificable de
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EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POLITICA
impla. No dejar de agradecerlos no es más que signo de buen na,
cimiento.
En
esta hora en que Eugenio Vegas Latapie se ha
ido silencio
samente,
estas son las primeras reflexiones
que me
brotan del
dolor
todavía caliente.
Porque
eri una hora en que mnchas trayec
torias se tuercen, el conocimiento y trato de un grupo de amigos
reunidos por
la perseverancia de Eugenio y por la generosidad de
Jmm V allet, pusieron, en mi vida un punto de luz en el vislum,
brar
de la vocación personal y un apoyo firme para el manteni
miento en el servicio a las más altas causas. La vocación, sí, es
obra de Dios, mas en su fructificación tienen que ver los hombres,
Pero lo anterior vale poco. Es, si acaso, necesario, porque creo
que expresa
el sentir de quienes ,somos --sin merecerlo-- sus
discípulos. Lo que cuenta, en cambio, es la deuda que
Espafia
tiene
con quien le ha dado tanto sin pedir nunca nada.
Por encima de desahogos personales, lo que es imborrable es
una trayectoria política
rectilínea. Entre el joven que armado de
tenacidad consiguió que Maeztu, Pradera o Calvo Sotelo, por citar
algunos de los
a más limpios políticos y escritores de los treinta,
formaran un
equipo intelectual capaz de
alumbrar una España
nueva
desde la Covadonga de
Acción Española, y el anciano que
ha dictado sus
Memorias con una lucidez, una serenidad y una
memoria
-'/ no
es redundancia, cuando
la debilidad de tantas
muestras del género es precisamente
la falta de la misma- fuera
de
lo común, hay una coherencia tan perfecta que es el secreto
de su indestructibilidad: el cumplimiento perseverante
y sin des
mayo de una vocación que columbró
todavía niño
y que con
la
ayuda de Dios no ha dejado de dar frutos abundantes hasta el
final.
* * *
Precisamente, en lo que sigue, voy a centrarme en el quehacer
político de Eugenio Vegas, divisado
desdé el
prisma de
la voca
ción. Planteamiento sin duda muy cercano al núcleo de su
pensa
miento
y que viene a resaltar lo que, en definitiva, fue el motivo
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MIGUEL AYUSO
central de su vida. Y planteamiento también de ricas consecuencias
,para la
consideración general y doctrinal
dd tema
de la vo
cación política.
La primera afirmación no precisa de mayores pruebas: apa•
rece
profusamente en los escritos de Eugenio, como más adelante
se habrá de ver.
En cuanto a la segunda, encuentra su sostén en un hecho de
frecuente comprobación por
la psicología: muchas de las dabora
ciones
conce,ptuales que -lejos de convencer- siembran dudas
o generan inquietud, alcanzan, en cambio, eficacia expresiva cuan
do se iluminah por una ejemplificación; las resistencias que sus
citan muchas exposiciones, quedan fácilmente desarboladas cuando se ven a la luz de
la limpieza de una ejecutoria. En nuestro caso,
muchos que sonreirían ante un artículo sobre
la vocación política
o no escucharían sin escándalo una disertación que afirmase la
existencia de una caridad política, si se les presenta -por d con
trario-
la peripecia personal de un Eugenio Vegas Latapie, no
dejarán de ser arrastrados por el vigor de su personalidad.
Con estos presupuestos es posible acercarse a
la vida y la
obra de Eugenio Vegas seguros de no errar en su comprensión.
II. La diguidad de la política
La primera preocupación de nuestro querido amigo se centraba
precisamente en la vindicación de la dignidad de la política. En su mente, ésta,
la verdadera política, se dirige «hacia el bien co
mún, el de la "polis", el de la ciudad; hacia ese bien público que
constituye la "suprema !ex", en tomo al cual gravitan todas las
actividades sociales» (
1).
Si con el correr del tiempo se ha llenado de desprestigio d
término,
si se ha desvirtuado hasta el punto de dar cumplimiento
a
la ley en que C. S. Lewis resumía la suerte de las palabras fa.
(1}· Eugenio Vegas Latapie: «Importancia de la política», en el volu
men Puntos básicos para la acción de los seglares en el mundo, Speiro,
Madrid, 1967, pág. 55.
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masas, «pon un nombre a una cualidad y pronto ese vocablo de
signará un
defecto», se debe a que ha triunfado el «arte de en
gañar a los pueblos» propugnado por D'Alambert sobre la «cien
cia más noble y alta» y el
«oficio más
noble que existe en la
tierra» cantados
por Brunetto Latini (2).
Esta es la causa de que
crezca el
desprecio por la política, el
abstencionismo politico. Tras las ilusiones vienen las frustraciones
y la conciencia de haber errado trae de la mano la abominación
de la causa del
yerro. Y
a
decía Goeth.e que
contra nada somos tan
severos como
contra los
érrores abandonados.
Es el escándalo de
la política.
Cuando Eugenio Vegas comienza a preocuparse por la cosa pú
blica es, en concreto, en función de la tristeza que
le produce
ver
España ahogada por intereses, intrigas y corrupciones, Si da
él paso al frente, si pronuncia el «Ecce ego quia vocasti me», es
para que
la política
sirva a
la conveniencia pública, la
razón y
el
derecho.
Su
diagnóstico no puede ser más exacto. La «causa del mal»,
por el que España agoniza desde que olvidó los verdaderos prin
cipios religiosos, sociales y políticos, es la ceguera de las clases
directoras: hace dos siglos qne
«han venido
abdicando lentamente
sus funciones, con lo que dejaron a la multitud sin pastores ni
maestros, en el mayor abandono
y la más tremenda confusión» (3 }.
Tanta las que gobernaban la vida religiosa como las que re
gían la social
y económica, despreciaron la política en el mismo
momento en que el pueblo era proclamado sujeto ele
la soberanía.
Cuando
más apremiante era su presencia, dijo Maeztu, los talen
tos jóvenes de las clases aristocráticas
prefirieron los
Consejos de
Administración de las grandes campañías a las aulas modestas de
Historia ele España, ele Derecho
Polltico o
a
las corresponsallas
(2) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: «Abstencionismo político», en Acci6n
Española,
núm. 34 (1933); también recogido en el volumen Escritos políticos,
Cultura Española, Madrid, 1940, págs. 71-2.
(3) Eugenio Vegas· Latapie: «La causa del inal», en Acci6n Española,
núm. 85 (1936); también en el volumen Escritos politicOs, op. cit., pág. 199.
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MIGUEL AYUSO
de los periódicos (4). Y, poco a poco, «fueron ocupando todos los
puestos desde los que se
poclia ejercer alguna influencia los ene
migos de la Religión y
la Patria» (5).
La consecuencia no por tan prevista fue menos dolorosa:
.la
rápida extensión del error y el oscurecimiento de la verdad política.
En el centro mismo de
su actividad
está
la pretensión de res
taurar las
bases de
la política a su digrudad primigenia. Por eso
construye su obra sobre
la necesidad de una doctrina, pues no hay
manera de sanear
la cosa pública sin una doctrina ( «Faut d'une
doctrine», dice ya con
Maurice Barres
en una conferencia pronun
ciada en el Ateneo de Santander el 21 de febrero de 1930)
(6},
por
eso insiste en la trascendencia de las ideas ( «gobiernan a los
pueblos», dice con
Fi
y de
ahí también su entusiasmo
por Charles
Maurra• y
los escritores de
L'Action Franraise.
Máa allá de sinuosos maquiavelismos, ve en la política, como
el autor de la
Enquete, no un mero «arte de lo posible», sino un
auténtico «arte de hacer posible lo que es
necesatio» (8),
pues
hay campos en los que la
prudencia política
exige que
la flexibi
lidad ceda ante la
moralidad.
Es
el único problema que se plantea, pero es el problema de
los problemas:
la verdad política, ¿Es posible? Lo que es nece
sario, ¿es
realizable? Subrayo
este hecho porque
la dignidad de
la política . no se entiende sólo como un· princi,pio ill6trumenta:l,
sino
asociado estrechamente a un
conterudo, a
unas ideas salva
doras: «Acci6n Española nado y vivió sólo para exponer y pro
pagar la
existencia de
una Verdad política; porque sabíamos de
coro sus hombres que, cuando los gobernantes
la ignoran, pagan
(4) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Memorias pollticas. El suicidio de la
Monarquia y la S~gunda República, Planeta, Barcelona, 1983, págs. 136 y 139.
(5) EugenioVegas Latapie: «Abstencionismo político», op. cit., pág. 75.
(6) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Memorias politicas ... , op. cit., pág. 64.
(7) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: <
Española, núm. 89 (Antología); también en el volumen Escritos pollticos,
op. cit., pág. 233.
(8) Cfr. Charles Benoist: Cánovas del Castillo. La Restauration rénova
trice, Plon; París, 1930, pág. 1.
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EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POLITICA
los pueblos esta ignorancia al duro precio de trocar la paz interior
en permanente y crónica
anarquía» (
9 ).
·
HI. Importancia de la política
En
segundo término,
y muy ligada
a la
dignidad
,de la
política,
resalta su importancia. Importancia que
, tiene
su origen en
el
hecho de que lo social no procede solamente de la extravasación
de lo individual, de
ta[ suerte que la diferencia entre el orden in,.
dividua! y el social es, como sentenció Santo Tomás de Aqui
no (10), de
«carácter formal».
No
basta, por
tanto, decir que la
sociedad sería cristiana
si · fos individuos que la cónlponen fuesen
verdaderos
cristianos. Lo que
h~bría que probar -y esto 'sería
más difícil-es que pueda haber verdaderos cristianos en gran
número en un país en que los niñóii reciben una educación sin
Dios, la prensa es
mala o
las instituciones favorecen
la inmora
lidad.
No son hombres probos e
inteligentes los
que faltan. En
Fra,ncia, en
Portugal, en España, en los países americanos, al lado
de políticos corrompidos «los ha
habido de
la
misma talla y fa
cultades que los que durante sigilos dieron al mundo orden y re
poso
y a los pueblos un bienestar hoy en día desconocido». Pero
las instituciones que hoy los rigen, «cuando no corrompen
a los
hombres,
esterilizan sus esfuerzos» ( 11 ).
Hay en el fondo un ,problema de proporción que agosta los
intentos apostólicos y educativos más nobles: las conversiones in
dividuales,
preciosas, difícilmente
compensan las apostasías que
se producen en un ambiente social paganizado. Eugenio, lo resu
mía con una frase brillante de madame
Swetohine: «Dios
pesca
(9) Eugenio Vegas Latapie: «Vox clamantis in deserto», op. cit., pá
gina 229._
(10) Santo
Tomás de
Aquino:
S. Tb., II-II•, q. LVIII, a. 7.
(11)- Eugenio Vegas Latapie: «Doctrina y acc_i6n», en Acción Española,
núm. 29 (1933); también en el volumen Escritos pollticos, op. cit., pág. 38.
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con caña mientras que el diablo pesca con red» ( 12 ). Cañas y red,
apóstoles e instituciones, conquista del Estado y catequesis, de su comparaci6n se nutre el pensamiento. político del fundador de
Acci6n Española.
Y es precisamente la meditación de la importancia de la po
iítica
la que le lleva a .;,,nsagrarse a Dios en ella, a descubrir su
vocaci6n.
Ha contado c6mo, meditando sobre el campo en que
podtía contribuir de manera más eficaz a la gloria de Dios, tras
leer el libro de
Nocedal sobre El mal menor, ·sus dudas se desva
necieron: «Al terminar aquel libro, no dudaba ya que lo más
ne
cesario
sería dar a conocer las verdaderas doctrinas políticas· y
sociales, puesto que
fa prensa de izquierdas difundía a diario el
error, con los más poderosos medios» (13).
También.aquí Charles
Maurras
influyó en
su decisión, ya que,
aunque sin planteárselo claramente,
habla llegado a sentir de ma
nera intuitiva
la. exigencia impuesta por el intelectual francés, al
pedir politi'que d'abord (antes que nada, política). Asilo explica:
«Gran 16gico, Maurras, no pudo afirmar que la política fuese lo
más importante, sino que, de acuerdo con el razo11amiento esco
lástico de que lo primero en la intenci6n es lo último en la e;e
cuci6n,
para conseguir un resultado feliz, que es lo decisivo, debe
comenzarse por
fa política, que es lo inmediato» (14). No se trata.
de
primacia, sino de prioridad, no es una superioridad ontol6gica
sino cronológica
la que viene a afirmarse.
Otra
convioci6n
-firmemente arraigada en él desde que tenía
quince
años, según escribi6 (
15}-hubo
de influir, de seguro,
en su decisión.
Es la proposici6n -que consideraba axiomática~
(12) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: «Abstencionismo político», op. cit.,
pág. 78.
(13} Eugenio Vegas Latapie: Memorias políticas ... , op. cit., pág. 20.
(14)
Eugenio Vegas Latapie:
Ibid., pág.
20. Sin citar a Maurras, fue un
lugar común en sus escritos de la épocá republicana. Cfr. a título de ejem
plo, Escritos politicoi,_ op. cit., pág. 77-8.
(15) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Ibid., pág. 60. Su argumentaci6n se
halla desarrollada· en el ensajro «Importancia-de la política», op. cit., pá
ginas 58-61.
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EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POLITICA
del Eclesiastés, después recordada por Pío X en una orasión so
lemne,
de que «los pueblos son
lo que quieren sus gobernantes».
Esta
e,opresi6n, antitética
de la muy ,divulgada que cree que
«los
pueblos tienen los gobernantes que se merecen», tan favorecedora
esta última de la inacción y del dolce far niente, es un acicate
para trabajar en la esfera política,
al inclinar a quienes la profe
san
a
la no aceptación resignada e indolente de todo mal gober
nante.
Las
palabras sustanciosas
de Pedro Mártir de Anglería -«Jue
ga
el rey; todos somos tahúres. Estudia la reina; todos somos es
tudiantes»-; la prueba histórica de la radical metamorfosis ope
rada
entre la corrompida Castilla de Enrique IV y la lozanía y
prestancia virtuosas de los tiempos
de la Reina Católica, que todos
sus
amigos le hemos oído en
más de una ocasión (16); o
el pane
gírico de
su siempre admirado
García Moreno (17); hubieron de
acudir en apoyo de su decisión. Y es que es hecho probado que
los gobernantes pueden influir decisivamente sobre los pueblos,
tanto para bien como para mal, y que esta influencia, benéfica o
perjudicial, está en relación con
la extensión y duración de sus
poderes.
IV. La política, un deber
Si la política se caracteriza por su intrínseca dignidad y por la
importancia de
su. repercusión
en
el conjunto de la sociedad, fá
cilmente se
deduce lo inaceptable de
una actitud
estética ---condu
cente y alimentadora de abstencionismos- ante el problema del
devenir histórico, y con igual sencillez se
abre camino
la idea de
que
el cuidado de la comunidad y el sacrificio por el bien común
constituyen obligaciones
que, aunque gravosas desde una conside
ración personal,
desde una visión
más amplia
y generosa
.es dado
(16) Cfr. Eugenio Vegas L~tapie: «Importancia de la política•, op. cit., págs, 58-9.
(17) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: «Religi6n.», en el volumen Escritos
políticos, Círculo, Zasagoza, 1959, tomo I, págs, 21•23.
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MIGUEL AYUSO
a veces exigir: «Porque no va:le que uno quiera desentenderse de
la política; la política le
'sigue y le acucia. Es la politica la que
impone condiciones de trabajo que llevan al comercio
y a la in
dustria camino de la ruina; es la politica la que lleva
la anarquía
al campo; es
la politica la que introduce la desunión en el hogar
y la que socava su fundamento religioso» (18). Es la politica; pero
la
politica ajena; la de
los que no podtian triunfar si
acertáramos
a
oponer «con la
intensidad necesaria
y
la constancia debida»
nuestra política'(19).
Sin embargo, lo anterior es susceptible de matización. Ese
deber de
intervenir en
politica
--<¡ue corresponde
a la vital
ne
cesidad
que tienen los pueblos de ser
gobernados--no
es
maxi
mali.sta
ni desconoce la distinción. «Se presenta con distintos ca
racteres
y con diferente grado de re11¡,0nsabilidad a las gentes que
sólo tratan de llenar sus deberes mínimos de ciudadanía, que a
aquellas otras que aspiran a
dirigir esas
masas de
ciuda:danos y
a
alcanzar los escalones más
altos de la jeranquía politica» (20).
Si
el deber de los primeros concluye con la adquisición de una
cultura política
mínima que
les
.pertnita discernir
fundamentalmen
te lo bueno de lo malo -y obrar en consecuencia a la
,hora de
emitir
el sufragio--, muaho más graves son las obligaciones que
se imponen
a quienes
voluntariamente pretenden los
altos cargos
de
la gobernación del Estado. Ante todo, y lo recordaba muchas
veces
después, con
el correr de los años, «han de percatarse de
que
la política no debe tener por finalidad constituir una carrera,
ni un medio de asegurar el bienestar personal y familiar del go
bernante»; pero también deben
«'ser realmente
competentes en
alguna de las diversas
y arduas disciplinas que integran la ciencia
de
la política» (21 ).
(18) Eugenio Vegas Latapie: «Abstencionismo PQlftico», op. cit., pá
gina 72.
(19) Eugenio Vegas Latapie: Ibld.,
pág. 73.
(20) Eugenio Vegas Latapie: «La política como deber», en Acci6n Es
pañola, núm. 40 (1933); también en el volumen Escritos políticos~ op. cit.,
pág. 136. ,
(21) Eugenio Vegas Latapie:
Ibld., págs. 136-142.
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EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POUTICA
--M lado de la abnegaci6n y la voluntad inflexible a las dádivas
y
a las influencias familiares
y amistosas sitúa destacadamente la
preparaci6n y
la
competencia,. Porque_
en asuntos tan serios no
basta la buena intenci6n. Estas son
las tesis
de su -célebre trabajo «La política como
deber», publicado en
el número 40 ( 1933) de Acción Española,
y que dio lugar
a otro
pósterior de igual
tirulo, escrito a
.requeri
miento
e,opreso del
entonces
obispo de
Tenerife, fray Albino
Me
néndez Raigada, que temía ver_ en las tesis de _Eugenio una peli
grosa tendencia anarquista.
_ Desde ese ángulo de mira, la participación en la vida política
puede ser un deber moral. E incluso cabe precisar más, señalando su inclusi6n dentro de los deberes de Estado, porque por Estado
somos miembros de
la comunidad. Y pudiéndose apuntar en el
miomo un
desdoblamiento
q'1e le otorga cierto carácter mixto,
pues
se distinguen una componente ciudadana ( deber de ciudada
lÚa) y
una componente religiosa (deber de caridad).
García Escu
dero,
_en un
artíC'1lo contradictorio,
lo
ha destacado:
«Si en alguna
persopa se
ha hecho carne
la expresi6n politique d'abord fue en
él, pero con
la particullaridad de vivir la política con una entrega
absolutamente
religiosa» (22).
Así ha
venido a _considerarse en cierto número de ocasiones
por los Pontífices, en concreto por Pío XI, que lleg6 a hablar de
caridad polltica, pues el dominio de la política, al mirar los
inte
reses
de la
·sociedad, es bajo este aspecto el campo de la más vasta
caridad, de la-_ que podemos decir que ninguna otra le supera,
salvoJa_ de
la
religi6n (23
).
Pero lo anterior no qued6 en simples proclamaciones teóricas.
Lo vivi6 con pasi6n. Como ha señalado Gárcía Valdecasas, la vida
pd!ítica para
él estaba inspirada por
uoa doctrina
y al mismo tiem-
(22) · José María García Escudero: «Eugenio Vegas o la fidelidad», en Y Acle 24 de septiembre de 19S5. ,
(23), Puede verse sobre esta cuestión un ·amplio desarrollo en Miguel
Ayuso: «La política como deber: sentido y misión de la caridad ·politica»,
en el volumen LoS-católicoi-y la ácción p_olítica; Speiro, Madrid, 1982, pá~
ginas 351-387.
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MIGUEL AYUSO
po por un sentimiento del deber: «la política no fue nunca para Eugenio Vegas una carrera
po!ftica, sino el ejei:cicio de un deber
que cumpli6 abnegada y generosamente»
(24). No se puede decir
en menos
palabras.
V. Eugenio Vegas y la vocación política
Cuando en la. anterior consideraci6n -incluso en el magisterio
pontificio- se dice que la política es un deber,
el punto de vista
está situado en la necesidad de la política, contemplada abstrac
tamente.
Si en un segundo momento intentamos bajar a lo concreto
la especulaci6n -abstracta- de lo necesario del deber de hacer
política,
arribamos de
modo ineludible a las
playas de
la vocaci6n.
Cuando algo se muestra revestido de los caracteres de nece
sidad, Dios tiene l6gicamente que proveer, aunque
con variantes
según
sus designios a través
de la historia, la correspondencia de
los hombres. Y una de las provisiones tiene que ser, sin duda, la
creación en sus ·almas del destello de la vocación
-en este caso
de la vocación política a la que me estoy refiriendo-, más o
menos visible, más o menos intensa,
más o
menos
correspondida.
Por
eso -permítaseme corregir levemente
al maestro- pre
fiero
hablar de vocaci6n política que del deber de hacer política.
As( lo
hice notar en una de las últimas ocasiones que estuve con
él ( con
motivo de
un libro que tengo ultimado
exactamente sobre
ese
tema
y que él benévolamente animaba), acogiendo finalmente
con
favor
mi precisi6n.
La vocación viene a ser como la versión divina, cálidamente
divina y amorosa, del frío-deber racional. Es el deber personali
zado. Por eso, el deber de servicio a la comunidad ve transmu tada su naturaleza cuando es Dios quien
llama a ese servicio.
En su juventud, Eugenio descubri6 su vocación. Ha contado
(24) Alfonso García Valdecasas: «Sobre Eugenio Vegas», en ABC de
20 de septiembre de 1985.
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EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA EOLITICA
que, tras asistir a un curso de conferencias del padre Román J am
brina, y debido al inesperado efecto que en su ánimo produjo la
tal predicación,
comenzó la práctica diaria
de la
meditación. Todos
los
días consideraba
el mismo punto: «la pureza de intención,
siguiendo las palabras de San Pablo: "Si comiereis, si
bebiereis, si
hiciereis
cualquier cosa, hacedlo
.en memoria
de Cristo"» (25).
Procuraba, además,
conjugarlas con la famosa consigna, Ad maió
rem
Dei
g/o,riam, propuesta por San Ignacio de Loyola a sus se
guidores.
Es
claro, pues, que para Eugenio Vegas, de acuerdo con
eil
entendimiento cristiano del término, la vocación trasciende el
reduccionismo de
la inclinación natural para alcanzar el disoerni
miento de
la llamada personal y sill¡jUUlr de Dios por la que da al
hombre una, misión
concreta o le ofrece un proyecto de vida.
Su dedicación a
la política
queda lejos del
hobby o entrete
nimiento profanadores, sino que constituye auténtica consagración.
El paso de los unos a la otra
representa un
salto del «por» al «con».
Quien usa
de la
política como
divertimento, o como
trampolín de
intereses egoístas, tiene una dedicación «por» gusto. Quienes
ejercen -y era el
caso de
Eugenio-- una vocación libremente
escogida en el servido de Dios, realizan sus tareas «con» gusto,
pero «por» Dios. De los dos modos de enfrentallse con una reali
dad política, hacer ante ella entrega vocacional o buscar la solu
ción de !a circunstancia
como accidente, que Gabriel
Elorriaga
ha bautizado respectivamente pol!tica como misión y politica como
aventura
(26), Eugenio Vegas se quedó con la primera. Y logró
la
mayor de
las bienaventuranzas de este mundo: conoció el plan
de
Dios sobre su vida y la trascendencia al resto de la creación.
Como Don Quijote podría
haber dicho: «Yo sé quien soy yo».
Conozco lo
que Dios me pide, he descubierto el sentido de
fa vida.
Profundizar en qué consiste este tipo
especial de
vocación,
estudiar sus
caracteres, describir
sus especificidades, es tarea que
(25) Eugenio Vega5 Latapie: Memorias poUticas ... , op. cit., pág. 20.
(26) CTr. Gabriel Elorriága: Ensayo sobre la vocaci6n palftica, Jornal,
Madrid, 1958, pág. 51.
1137
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MIGUEL AYUSO
excede de -lo que buscan estas -pagmas. El curimo lector puede
acudir al próximo número
de
VERBO en
que,
Dios mediante, sal
drá un adelanto del libro a que antes he aludido, bajo la rúbrica
«Los
católicos y la vocación política». Sí quiero, en cambio, y
aunque sea fragmentariamente, hacer referencia a algunos datos
sigruficativos a
la hora de acreditar
· la
vocación a que Eugenio
Vegas se ofreció en
cuerpo
y alma. Me referiré tan sS!o a su afi
ción
a iJa historia, al papel de las relaciones sociales en su biografía
y a su preocnpación por Iá educación. · ·
* * *
Eugenio sentía grah ·pasión por la Historia. Sus primeras ar
mas óraforias las hizo en temas de trasfondo histórico: «La de
mocracia
en
el pensamiento de fray Fernando de
Zeballos» (27);
«Él general Bouilanget» (28), etc.; su libro Catolicismo y Repú
blica (29), espléndida muestra de la pretensión política que sude
subyacer
a todo relato
histórico, es una historia del ralliement de
!os católicós
franéeses a
la
República en
tiempos de León XIII;
en
su bfülioteca, que G:ia podido calificarse de oceánica, los
libros
de historia forman
uno de
los contingentes
más nutridos.
Si bien en el prólógo de sus Memorias hizo una afirmación
escéptica sobre las enseñanzaB de la Historia --«no me cansaré
de proclamar
mi falta de fe en la eficacia directa de las enseñanzas
de
la historia»
(30¡..:._, no
dejaba de estudiarla concienzudamente,
hasta_
el punto de ser uno · de los mejores conocedores de la con
temporánea
y, en-especial;
de
la francesa. A ,pesar de esas frases
un ·tanto amargas; convencido cómo estaba
de que
los seísmo'.
políticos sueien traer
causa de
moví1DÍentos ideológicos
anteriores
-El crepúsculo_ de una Monarqula: «la culpa es de Voltaire»,
(27) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Memorias poUticas ... , cit., pág. 90.
(28) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Ibíd., págs. 64-5.
(29)
Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Catolicismo y República, Gráficas
Universal, Madrid,
1932.
(30) Eugenio Vegas Latapie: Memorias politicas ... , -op. cit., pág. 15.
1138
Fundaci\363n Speiro
EUGENIO VEGAS, DEBER Y SERVICIO DE LA POLITICA
opinaba con di titulo de Louis Madelin (31 }-, se aplicaba por
lo
mismo a
seguirla con minuciosidad. Pero el cultivo de la
histo:
ria
sirvió a su posición
política, sin nunca suplantarla o constituir
una -evasión del fragor
de la batalla.
* * *
En cuanto a las relaciones sociales, admira ver su peso en la
biografía de Eugenio Vegas. Cómo un
mucbaoho provinciano,
sin
conocilmientos en
Madrid, y ajeno a los mundos de la aristocracia
y la literatura, pudo llegar a movilizar a tan ilustres personajes
como
los que constituyen
la nómina completa de Acci6n Española,
y cómo pudo allegar tlilles adhesiones, es un arcano cuya clave
sólo poseen quienes
han tenido la fortuna de tratarle. Entre los
que, y doy gracias a Dios por ello, me cuento. Tras· conocerle, lo
que
parecía lenguaje cifrado pasa a ser de fácil lectura, los mis
terios cesan_ en s_u encantamiento: una personalidad así de fuerte,
una lucidez. así de señalada, una fe
así de viva [e daban autoridad
y fuerza que
-nadie negaba porque
se sabía que nada de lo que
pedía era para él.
Por sus Memorias desfilan los hombres más significativos de
la derecha
-milicia, aristocracia
de la sangre y letras--
espafiola.
Y
es que Eugenio comprendía que
los políticos tienen que some
terse
al
sacrificio de
unas relaciones sociales intensas, porque así
lo exige la naturaleza misma de la actividad. No ,se puede meter,
de la
noche a
la mañana, en una comprometida aventura común,
a gentes que no se
han tratado previamente.
Ese «tomar
café» con mud:ia gente, esa profusión de banque
tes que destaca entre sus recuerdos
-y que ha podido dar lugar
a algún comentario malicioso-, son
actividades puramente
polí
ticas. No son las fiestas de un
bon vivant, sino los instrumentos
de trabajo de un político consciente y competente.
.. .. ..
(31) Cfr. Louis Madelin: «La culpa es de Voltaire», en Acci6n Espa
ñoltJ) núm._ 86; tam_bién reproducido en VERBO, núm. 159~160 .(1977), con
nota introductoria de Eugenio Vegas Lata pie.
1139
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL AYUSO
Por fin, en lo que hace a su preocupación por la formación
de dirigentes -y no sólo de dirigidos, según quería el
padte Pérez
del
Pulgar, pues, como le objetó nuestro amigo, ¿no seria mucho
más interesante formar seis u ocho
padres Pérez del
Pulgar, para
que éstos, a su vez, formen
muchísimos dirigidos?
(32)--, puede
rastrearse en dos
heahos: el
interés por los Colegios Mayores y
la educación del príncipe don Juan Carlos.
Los Colegios Mayores están concebidos, igual que sus antece
dentes los Colegios y Escuelas de Nobles, para añadir a
la forma
ción técnica
de la Universidad una formación com¡,lementaria que
baga
de cada titulado un mando natural de
la sociedad. Eugenio
Vegas valoró sutilmente esa función, y
ha narrado que la visi
ta a la Residencia de Estudiantes de la calle del Pinar -regen
tada
fodirectamente por la Institución . Libre de · Enseñanza- le
causó honda
impresión. Más
allá de
la educación laicista que
im
partía, compréndi6 que, in genere, era un «instrumento- de priM
· mera calidad para la formación de estudiantes». Confesando se,
guidamente que concibió de inmediato el sueño -un sueño itrea
lizable
cjue le
duró varios
lustros-e-· «de
ser
el director de una
residencia universitaria, parecida, desde
ila que se pudiera orientar
y dirigir la formación política, religiosa e intelectual de los estu
diantes» (33 ).
Tal sueño,
en sus palabras, es altamente revelador de
la pureza
de su dedicación a
la política, así como de una visión nada sim
plista y muy aguda de
la estructura de la sociedad y el papel de
la enseñanza superior. Una de las más alt
ésta -y punto de partida inevitable para
la estructuración de la
sociedad- es la formación de dirigentes. Porque un elevado nivel
cultural proporciona a la sociedad dirigentes en cantidad suficiente·
y dirigidos que no son mesnadas sino
cdlaboradores. La
mala edu
cación de los ciudadanos, en cambio, es inseparable de
la penuria
de buenos dirigentes, y ésta, del estatismo.
(32) Cfr. Eugenio Vegas ·Latapie: Memoria, pollticas ... , op. cit., pá
gina 101.
(33) Eugenio Vegas Latapie: Ibld., pág. 73.
1140
Fundaci\363n Speiro
EUGENIO VEGAS, DEBER Y SERVICIO DE LA POLITICA
Con una incapacidad o deserción en masa de la gerencia del
bien común, con un número exiguo de dirigentes, sólo se puede configurar una sociedad avasallada por
el Estado. Por el contrario,
la
fórmula de la tradición política española, en la que la sociedad
predomina sobre
el Estado, haciendo
éste poco
más que coordinar
y suplir la libre y
espontánea dinámica de aquélla, es la más cara
en
dirigentes pcilíticos.
Cuando
se trata de
la educación de las personas llamadas a
ocupar las más altas magistraturas, el valor de lo dicho crece hasta
desbordarlo. ¿Quién que se preocupe
,por el futuro de su patria
no le prestará atención? En otros tiempos menos indigentes que el nuestro, hasta flo
reció un
género de
obras destinado a
tal labor. España conoció
espejos de principes y principes cri
nes
todos de la gran cadena del. antimaquiavelismo.
Eugenio Vegas se encontró, sin buscarla, ante esa situación.
¿La habría, alguna vez, siquiera soñado? Y una
sucesión de
ideas,
casi
imágenes, pasarían por
su mente. «Si consigo ganar un rey
-repetía citando a San Alfonso María de Ligorio-- habré hecho más para la causa
de Dios, que si hubiere predicado en centenares
y
tnillares de
misiones». «Pero estoy cierto, Señora -pensaría en
San Juan Eudes dirigiéndose a la reina Ana de Austria-, que si
Vuestra Majestad quisiera
emplear el poder que Dios le ha con
cedido,
podríais hacer
más Vos solla ... para
el establecimiento del
reino de Cristo, que todos
los misioneros
y predicadores jun
tos» (34).
La
prolongación de su vida en el extranjero, separado del
afecto de sus familiares
y amigos, es una dura renuncia, sí. Pero
que se
hace pequeña ante la perspectiva de dar forma a un alma.
Todos los intereses
personales y
deberes
familiares «inhumana
mente
postergados» -lo reconoce
quien le da
el alto encargo-,
no
son suficientes
para equilibrar
la balanza. Asiente, y su
carta
de
aceptación es de las que bastan
para retratar .a un
hombre.
(34) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: «Importancia de la politica», op. cit., pág. 60.
1141
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL AYUSO .
Y para abrirle las puertas de la historia. La propuesta que me
han
hecho, escribe al Conde de Barcelona, «!ha venido a. introdu
cir
la confusi6n en los sueños
y proyectos que
tanto me
halagaban,
a1 ofrecerme una misión tan honrosa como· grave, que dado mi
modo de pensar, se me presenta como irrenunciable». «No me
atrevo a
incurrir en la responsabilidad de
rehusarlo, por miedo
a los
remordimientos de conciencia que inexorablemente me
de
vorarían, por confortable
que fuera mi posición
personal, si mi
quericlisimo príncipe, dentro
de unos años, no respondiera a
jo
que
la Causa de la Religión y de España esperan y necesitan de
él --cosa que pido a Dios no permita en
ningwi caso--,
y yo
·me
hubiera
negado a colaborar en su formación por móviles lícitos,
pero de un menor rango espiritual» ( 3 5 ). Como
repetía sin cesar en
los
&timos años,
su
petición no
fue
escuchada ... , pero su conciencia
podía estar
tranquila. Por.
un
lado, a
su egregio e
infantil alumno,
habida cuenta su
corta
edad, «no podla iniciarlo en los más elementales principios dd
Derecho
Público
Cristiano»,
cuya defensa
y difusión constituye
ron su
vocación desde la primera juventud
(36). Por
el otro,
nunca abandonó su puesto de servicio. Fueron otras las personas
que quisieron evitar ,a un preceptor inquebrantable: «Si
a)gtúen
se atreviera a decir a
V. A.
--escribe a
don Juanito en su carta
de
despedida~ ·que le
he abandonado,
sepa que no es verdad. No
han querido que yo siguiera a su lado ... » (37).
* * *
Para terminar, no quiero dej,µ-de comentar ,algo que se ha
escrito
con motivo de su muerte y que, dentro de su inexactitud,
desvela uno de los grandes
temas de la espiritualidad del político.
La perla es de José Matía García Escudero: «Era inevitable
-ha
escrito como cdlofón de una semblanza- su soledad final, que
(35) Cfr. Juan Antonio Pérez Mateos: Juan Carlos. La infancia desco
nocida de un Rey, Planeta, Barcelona, 1980, págs. 150-1.
(36) CTr. Juan Antonio Pérez Mateos: Ibid., pág. 64.
(37) CTr. Juan Antonio Pérez Mateos: Ibid., pág. 208.
1142
Fundaci\363n Speiro
EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POLITICA
sobrellevó con 1a · dignidad de un viejo cast1Ilb que se desmo
rona» (38).
· Es importante, porque pone de manifiesto que la soledad es
uno
de 1os quicios en los
que •se
ro.tiene !a vocación polltica. Y
es
inexacto, porque
mezcla una cierta e inefable
ooledad -inevi
table,
además, en un po!ltico
viejo--con
los desvíos
y traiciones
de fos · que estaban prestos a· olvidar creencias y fidelidades por
una Embajada o un consejo de administración.
·
Eugenio
conoció en su vida
ambas «soledades».
En la vejez
experimentó fa decadencia de sus facultades y la restricción de
su actividad. Como .consecuencia lógica las
relaciones kiciales
de
crecieron
lentamente, y sutilmente también fue apareciendo la
soledád. Instafado ya
en ella, no se dejó arrastrar por
reacciones
tristes,
alicortas
y estériies. Verdaderamente .idealist1L, alcanzó la
única· interpretación consoladora.
El
pdlítico católico es rombal
tiente '-¡qué gran satisfacción
interior
da el
experimentarlo!-,
y así como en los combates militares está prohibido abandonar
el
·propio puesto
para ayudar
al compañero herido, en la lucha
polltica, los
que
pueden seguir
luchando deben dedicar a ello el
grueso de
su tiempo. En estas circunstancias, que sus amigos re
dujeran
las atenciones
para con
él, en favor de la mayor dedic~
ción
a
la lucha en
la que les precedió en s;, plenitud, dice mucho
en
favor de
la generosidad y espíritu de sacrificio de sus amigos:
y' en definitiva, dice mucho en su Jiavor' pues a las personas sé
las conoce por
sus
amigos.
Pero,
¡ay!, también conoció
~y abundantemente- el abando
no de los que
pasaron por
su
lado y' despreciando el ascetismo de
su combate, emigraron a
suelos·pc,líticos más
convenientes a los
ojos del
mundo. La desbandada de los tibios
pudo permitirle
comprender
como
nunca los sufrirmientos del
Corazón de Jesús
en el huerto de Getsemaní. Discípulo fiel, participó de
la pasión
del Maestro.
En cualquier caso, si García Escudero -cou sus pslabra8--'-
(38) José Maria Gama Escudero: «Eugenio Vegas o !a-fidelidad»: loe. citatus.
1143
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL AYUSO
quiere dar a entender que, mientras otros muchos entre los que
figura supieron mudar a tiempo
el nombre agresivo de revoluci6n
por el amoroso y reoeptivo de mundo moderno, Eugenio, poco
menos que
fosilizado y solo, permaneci6 en una posici6n indefen
dible,
entooces, he
de decirle que muchos quisieran para sí una
·
ta:!
soledad. Y que
nunca le
faltaron
discípulos, y cada vez más
j6venes, amigos
en
el mejor sentido de la amistad: la amistad
en la
verdad.
VI. Conclusión
Si puede hablarse en su
sentido más purísimo de
vocación
--consagración-política,
y estoy convencido de ello como ya
he dicho, es Eugenio Vegas uno de los ejemplos más salientes, al
tiempo que su vida aparece como una muestra incomparable de
los distintos puertos
a que
lleva la política .
.&lent6 la lucl,a contra
la
Repúblira sin
encontrar
el reconocimiento del movimiento de
sencadenado,
'1uch6 por la monarquía sin gustar de las mieles de
la recompensa -ser monárquico no es lo mismo que ser amigo
del rey, se había repetido muchas veces en
La Epoca (39)-,-. No
conoció,
ni
antes ni
ahora, el oportunismo, ni anduvo por las
sendas de
la adulación. Permaneci6 solo con sus
libros, con
sus
ideas ... y con quien quisiera escucharle. «Entre
los muertos
vivo»,
cual Menéndez Pelayo, hoy, a su muerte, apenas se ,pueden espe
rar homenajes. Católico a machamattillo, pero enemigo de los ad
hesionismos de los
demócr,;ta-cristianos, impulsor
del A:lzamiento,
pero crítico
del &anquismo; novio
de
la monarquía, pero debe
lador de
la democracia. Sólo sus amigos, el equipo de VERBO
principalmente, combatientes __ del Derecho Público Cristiano, le
han acompañad0oen el camino estrecho _y empinado.
«Nos
beatificamus eos
qui sustinerunt». Eugenio,
ciertámente,
fue
un ejemplo viviente de fidelidad. Fidelidad que
religiosamente
(39) Gr. los· editoriales de La Epoca en el libro de José Ignacio Esco
bar, Jorge Vig6n y Eugenio Vegas: Escritos sobre la instauraci6n mo1lárqui
ca, Rialp, Madrid, 1955.
1144
Fundaci\363n Speiro
EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POLITIC.11
es tanto lealtad como perseverancia. Se ha dicho como factor
común en cuantas semblanzas se
han publicado con motivo de su
muerte.
Lo que no se ha subrayado ad
asociación de
esa fidelidad a la
Verdad.
Quizá porque
muchos de
los que le han
exaltado --<:on un
recuerdo que les honra- han
dejado
de creer, o al menos obran como si no creyeran, en ella.
Eugenio no fue un petrificado defensor de ingeniosas teorías
ni un doctrinario de variados errores. Su
pasión fue 'la Verdad,
y su servicio en
la política un· oficio del. alma. Oscurecerlo es pre
sentar
a Eugenio Vegas desprovisto de toda su grandeza. Porque
su fidelidad lo fue a lo que no pasa,
a lo que permanece, a io que
no defrauda. A Cristo, en cuyo ,seno descansa.
1145
Fundaci\363n Speiro
POR
MIGUEL AYUSO
SUMARIO: I. Evocación. II. La dignidad de la polltica. III. la importancia
de
la política. IV. La polltica, un deber. V. Eugenio Vegas y la vocación
polltica. VI. Conclusión.
I. Evocación
Cuando algún hedho que sale de lo ordinario .nos enfrenta con
lo que ha sido nuestra vida, la mirada siempre termina por cen
trarse
en todo
lo que nos ha sido dado, en lo que hemos recibido.
Es
la verificación psicológica de la verdad que expresaba un autor
por
el que Eugenio Vegas Latapie sentía una gran admiración,
J ean Madiran, al decir que la comprensión cristiana de la civiliza
ción sólo
podía intentarse
en la ,perspectiva de la piedad.
Y, efectivamente, por
mínima que sea la reflexión sobre nues
tro caminar por la vida, un dato que se impone con caracteres de
necesidad es la situación de insolvencia radical del hombre, de todo hombre, deudores como somos de muchas personas a las que
nunca podremos saldar
el débito.
Los conceptos por los que cada
cual es
deudor son variables:
los padres que imparten las lecciones de ejemplo en la escuela de
la vida que es el hogar; la patria que nos
hace ser
como
somos,
c¡ue
nos
ofrece un estilo que trasciende lo racional; los
maestros
que al transmitimos
sus hallazgos en el culto austero de la
ver,
dad,
son la soldadura de la tradición con el progreso.
No reconocer la trascendencia en cada una de
las existencias
individuales
de estos factores es empresa
sofomente calificable de
1126
Fundaci\363n Speiro
EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POLITICA
impla. No dejar de agradecerlos no es más que signo de buen na,
cimiento.
En
esta hora en que Eugenio Vegas Latapie se ha
ido silencio
samente,
estas son las primeras reflexiones
que me
brotan del
dolor
todavía caliente.
Porque
eri una hora en que mnchas trayec
torias se tuercen, el conocimiento y trato de un grupo de amigos
reunidos por
la perseverancia de Eugenio y por la generosidad de
Jmm V allet, pusieron, en mi vida un punto de luz en el vislum,
brar
de la vocación personal y un apoyo firme para el manteni
miento en el servicio a las más altas causas. La vocación, sí, es
obra de Dios, mas en su fructificación tienen que ver los hombres,
Pero lo anterior vale poco. Es, si acaso, necesario, porque creo
que expresa
el sentir de quienes ,somos --sin merecerlo-- sus
discípulos. Lo que cuenta, en cambio, es la deuda que
Espafia
tiene
con quien le ha dado tanto sin pedir nunca nada.
Por encima de desahogos personales, lo que es imborrable es
una trayectoria política
rectilínea. Entre el joven que armado de
tenacidad consiguió que Maeztu, Pradera o Calvo Sotelo, por citar
algunos de los
a más limpios políticos y escritores de los treinta,
formaran un
equipo intelectual capaz de
alumbrar una España
nueva
desde la Covadonga de
Acción Española, y el anciano que
ha dictado sus
Memorias con una lucidez, una serenidad y una
memoria
-'/ no
es redundancia, cuando
la debilidad de tantas
muestras del género es precisamente
la falta de la misma- fuera
de
lo común, hay una coherencia tan perfecta que es el secreto
de su indestructibilidad: el cumplimiento perseverante
y sin des
mayo de una vocación que columbró
todavía niño
y que con
la
ayuda de Dios no ha dejado de dar frutos abundantes hasta el
final.
* * *
Precisamente, en lo que sigue, voy a centrarme en el quehacer
político de Eugenio Vegas, divisado
desdé el
prisma de
la voca
ción. Planteamiento sin duda muy cercano al núcleo de su
pensa
miento
y que viene a resaltar lo que, en definitiva, fue el motivo
1127
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL AYUSO
central de su vida. Y planteamiento también de ricas consecuencias
,para la
consideración general y doctrinal
dd tema
de la vo
cación política.
La primera afirmación no precisa de mayores pruebas: apa•
rece
profusamente en los escritos de Eugenio, como más adelante
se habrá de ver.
En cuanto a la segunda, encuentra su sostén en un hecho de
frecuente comprobación por
la psicología: muchas de las dabora
ciones
conce,ptuales que -lejos de convencer- siembran dudas
o generan inquietud, alcanzan, en cambio, eficacia expresiva cuan
do se iluminah por una ejemplificación; las resistencias que sus
citan muchas exposiciones, quedan fácilmente desarboladas cuando se ven a la luz de
la limpieza de una ejecutoria. En nuestro caso,
muchos que sonreirían ante un artículo sobre
la vocación política
o no escucharían sin escándalo una disertación que afirmase la
existencia de una caridad política, si se les presenta -por d con
trario-
la peripecia personal de un Eugenio Vegas Latapie, no
dejarán de ser arrastrados por el vigor de su personalidad.
Con estos presupuestos es posible acercarse a
la vida y la
obra de Eugenio Vegas seguros de no errar en su comprensión.
II. La diguidad de la política
La primera preocupación de nuestro querido amigo se centraba
precisamente en la vindicación de la dignidad de la política. En su mente, ésta,
la verdadera política, se dirige «hacia el bien co
mún, el de la "polis", el de la ciudad; hacia ese bien público que
constituye la "suprema !ex", en tomo al cual gravitan todas las
actividades sociales» (
1).
Si con el correr del tiempo se ha llenado de desprestigio d
término,
si se ha desvirtuado hasta el punto de dar cumplimiento
a
la ley en que C. S. Lewis resumía la suerte de las palabras fa.
(1}· Eugenio Vegas Latapie: «Importancia de la política», en el volu
men Puntos básicos para la acción de los seglares en el mundo, Speiro,
Madrid, 1967, pág. 55.
1128
Fundaci\363n Speiro
EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POLITICA
masas, «pon un nombre a una cualidad y pronto ese vocablo de
signará un
defecto», se debe a que ha triunfado el «arte de en
gañar a los pueblos» propugnado por D'Alambert sobre la «cien
cia más noble y alta» y el
«oficio más
noble que existe en la
tierra» cantados
por Brunetto Latini (2).
Esta es la causa de que
crezca el
desprecio por la política, el
abstencionismo politico. Tras las ilusiones vienen las frustraciones
y la conciencia de haber errado trae de la mano la abominación
de la causa del
yerro. Y
a
decía Goeth.e que
contra nada somos tan
severos como
contra los
érrores abandonados.
Es el escándalo de
la política.
Cuando Eugenio Vegas comienza a preocuparse por la cosa pú
blica es, en concreto, en función de la tristeza que
le produce
ver
España ahogada por intereses, intrigas y corrupciones, Si da
él paso al frente, si pronuncia el «Ecce ego quia vocasti me», es
para que
la política
sirva a
la conveniencia pública, la
razón y
el
derecho.
Su
diagnóstico no puede ser más exacto. La «causa del mal»,
por el que España agoniza desde que olvidó los verdaderos prin
cipios religiosos, sociales y políticos, es la ceguera de las clases
directoras: hace dos siglos qne
«han venido
abdicando lentamente
sus funciones, con lo que dejaron a la multitud sin pastores ni
maestros, en el mayor abandono
y la más tremenda confusión» (3 }.
Tanta las que gobernaban la vida religiosa como las que re
gían la social
y económica, despreciaron la política en el mismo
momento en que el pueblo era proclamado sujeto ele
la soberanía.
Cuando
más apremiante era su presencia, dijo Maeztu, los talen
tos jóvenes de las clases aristocráticas
prefirieron los
Consejos de
Administración de las grandes campañías a las aulas modestas de
Historia ele España, ele Derecho
Polltico o
a
las corresponsallas
(2) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: «Abstencionismo político», en Acci6n
Española,
núm. 34 (1933); también recogido en el volumen Escritos políticos,
Cultura Española, Madrid, 1940, págs. 71-2.
(3) Eugenio Vegas· Latapie: «La causa del inal», en Acci6n Española,
núm. 85 (1936); también en el volumen Escritos politicOs, op. cit., pág. 199.
1129
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL AYUSO
de los periódicos (4). Y, poco a poco, «fueron ocupando todos los
puestos desde los que se
poclia ejercer alguna influencia los ene
migos de la Religión y
la Patria» (5).
La consecuencia no por tan prevista fue menos dolorosa:
.la
rápida extensión del error y el oscurecimiento de la verdad política.
En el centro mismo de
su actividad
está
la pretensión de res
taurar las
bases de
la política a su digrudad primigenia. Por eso
construye su obra sobre
la necesidad de una doctrina, pues no hay
manera de sanear
la cosa pública sin una doctrina ( «Faut d'une
doctrine», dice ya con
Maurice Barres
en una conferencia pronun
ciada en el Ateneo de Santander el 21 de febrero de 1930)
(6},
por
eso insiste en la trascendencia de las ideas ( «gobiernan a los
pueblos», dice con
Fi
y de
ahí también su entusiasmo
por Charles
Maurra• y
los escritores de
L'Action Franraise.
Máa allá de sinuosos maquiavelismos, ve en la política, como
el autor de la
Enquete, no un mero «arte de lo posible», sino un
auténtico «arte de hacer posible lo que es
necesatio» (8),
pues
hay campos en los que la
prudencia política
exige que
la flexibi
lidad ceda ante la
moralidad.
Es
el único problema que se plantea, pero es el problema de
los problemas:
la verdad política, ¿Es posible? Lo que es nece
sario, ¿es
realizable? Subrayo
este hecho porque
la dignidad de
la política . no se entiende sólo como un· princi,pio ill6trumenta:l,
sino
asociado estrechamente a un
conterudo, a
unas ideas salva
doras: «Acci6n Española nado y vivió sólo para exponer y pro
pagar la
existencia de
una Verdad política; porque sabíamos de
coro sus hombres que, cuando los gobernantes
la ignoran, pagan
(4) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Memorias pollticas. El suicidio de la
Monarquia y la S~gunda República, Planeta, Barcelona, 1983, págs. 136 y 139.
(5) EugenioVegas Latapie: «Abstencionismo político», op. cit., pág. 75.
(6) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Memorias politicas ... , op. cit., pág. 64.
(7) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: <
op. cit., pág. 233.
(8) Cfr. Charles Benoist: Cánovas del Castillo. La Restauration rénova
trice, Plon; París, 1930, pág. 1.
1130
Fundaci\363n Speiro
EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POLITICA
los pueblos esta ignorancia al duro precio de trocar la paz interior
en permanente y crónica
anarquía» (
9 ).
·
HI. Importancia de la política
En
segundo término,
y muy ligada
a la
dignidad
,de la
política,
resalta su importancia. Importancia que
, tiene
su origen en
el
hecho de que lo social no procede solamente de la extravasación
de lo individual, de
ta[ suerte que la diferencia entre el orden in,.
dividua! y el social es, como sentenció Santo Tomás de Aqui
no (10), de
«carácter formal».
No
basta, por
tanto, decir que la
sociedad sería cristiana
si · fos individuos que la cónlponen fuesen
verdaderos
cristianos. Lo que
h~bría que probar -y esto 'sería
más difícil-es que pueda haber verdaderos cristianos en gran
número en un país en que los niñóii reciben una educación sin
Dios, la prensa es
mala o
las instituciones favorecen
la inmora
lidad.
No son hombres probos e
inteligentes los
que faltan. En
Fra,ncia, en
Portugal, en España, en los países americanos, al lado
de políticos corrompidos «los ha
habido de
la
misma talla y fa
cultades que los que durante sigilos dieron al mundo orden y re
poso
y a los pueblos un bienestar hoy en día desconocido». Pero
las instituciones que hoy los rigen, «cuando no corrompen
a los
hombres,
esterilizan sus esfuerzos» ( 11 ).
Hay en el fondo un ,problema de proporción que agosta los
intentos apostólicos y educativos más nobles: las conversiones in
dividuales,
preciosas, difícilmente
compensan las apostasías que
se producen en un ambiente social paganizado. Eugenio, lo resu
mía con una frase brillante de madame
Swetohine: «Dios
pesca
(9) Eugenio Vegas Latapie: «Vox clamantis in deserto», op. cit., pá
gina 229._
(10) Santo
Tomás de
Aquino:
S. Tb., II-II•, q. LVIII, a. 7.
(11)- Eugenio Vegas Latapie: «Doctrina y acc_i6n», en Acción Española,
núm. 29 (1933); también en el volumen Escritos pollticos, op. cit., pág. 38.
1131
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL AYUSO
con caña mientras que el diablo pesca con red» ( 12 ). Cañas y red,
apóstoles e instituciones, conquista del Estado y catequesis, de su comparaci6n se nutre el pensamiento. político del fundador de
Acci6n Española.
Y es precisamente la meditación de la importancia de la po
iítica
la que le lleva a .;,,nsagrarse a Dios en ella, a descubrir su
vocaci6n.
Ha contado c6mo, meditando sobre el campo en que
podtía contribuir de manera más eficaz a la gloria de Dios, tras
leer el libro de
Nocedal sobre El mal menor, ·sus dudas se desva
necieron: «Al terminar aquel libro, no dudaba ya que lo más
ne
cesario
sería dar a conocer las verdaderas doctrinas políticas· y
sociales, puesto que
fa prensa de izquierdas difundía a diario el
error, con los más poderosos medios» (13).
También.aquí Charles
Maurras
influyó en
su decisión, ya que,
aunque sin planteárselo claramente,
habla llegado a sentir de ma
nera intuitiva
la. exigencia impuesta por el intelectual francés, al
pedir politi'que d'abord (antes que nada, política). Asilo explica:
«Gran 16gico, Maurras, no pudo afirmar que la política fuese lo
más importante, sino que, de acuerdo con el razo11amiento esco
lástico de que lo primero en la intenci6n es lo último en la e;e
cuci6n,
para conseguir un resultado feliz, que es lo decisivo, debe
comenzarse por
fa política, que es lo inmediato» (14). No se trata.
de
primacia, sino de prioridad, no es una superioridad ontol6gica
sino cronológica
la que viene a afirmarse.
Otra
convioci6n
-firmemente arraigada en él desde que tenía
quince
años, según escribi6 (
15}-hubo
de influir, de seguro,
en su decisión.
Es la proposici6n -que consideraba axiomática~
(12) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: «Abstencionismo político», op. cit.,
pág. 78.
(13} Eugenio Vegas Latapie: Memorias políticas ... , op. cit., pág. 20.
(14)
Eugenio Vegas Latapie:
Ibid., pág.
20. Sin citar a Maurras, fue un
lugar común en sus escritos de la épocá republicana. Cfr. a título de ejem
plo, Escritos politicoi,_ op. cit., pág. 77-8.
(15) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Ibid., pág. 60. Su argumentaci6n se
halla desarrollada· en el ensajro «Importancia-de la política», op. cit., pá
ginas 58-61.
1132
Fundaci\363n Speiro
EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POLITICA
del Eclesiastés, después recordada por Pío X en una orasión so
lemne,
de que «los pueblos son
lo que quieren sus gobernantes».
Esta
e,opresi6n, antitética
de la muy ,divulgada que cree que
«los
pueblos tienen los gobernantes que se merecen», tan favorecedora
esta última de la inacción y del dolce far niente, es un acicate
para trabajar en la esfera política,
al inclinar a quienes la profe
san
a
la no aceptación resignada e indolente de todo mal gober
nante.
Las
palabras sustanciosas
de Pedro Mártir de Anglería -«Jue
ga
el rey; todos somos tahúres. Estudia la reina; todos somos es
tudiantes»-; la prueba histórica de la radical metamorfosis ope
rada
entre la corrompida Castilla de Enrique IV y la lozanía y
prestancia virtuosas de los tiempos
de la Reina Católica, que todos
sus
amigos le hemos oído en
más de una ocasión (16); o
el pane
gírico de
su siempre admirado
García Moreno (17); hubieron de
acudir en apoyo de su decisión. Y es que es hecho probado que
los gobernantes pueden influir decisivamente sobre los pueblos,
tanto para bien como para mal, y que esta influencia, benéfica o
perjudicial, está en relación con
la extensión y duración de sus
poderes.
IV. La política, un deber
Si la política se caracteriza por su intrínseca dignidad y por la
importancia de
su. repercusión
en
el conjunto de la sociedad, fá
cilmente se
deduce lo inaceptable de
una actitud
estética ---condu
cente y alimentadora de abstencionismos- ante el problema del
devenir histórico, y con igual sencillez se
abre camino
la idea de
que
el cuidado de la comunidad y el sacrificio por el bien común
constituyen obligaciones
que, aunque gravosas desde una conside
ración personal,
desde una visión
más amplia
y generosa
.es dado
(16) Cfr. Eugenio Vegas L~tapie: «Importancia de la política•, op. cit., págs, 58-9.
(17) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: «Religi6n.», en el volumen Escritos
políticos, Círculo, Zasagoza, 1959, tomo I, págs, 21•23.
1133
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL AYUSO
a veces exigir: «Porque no va:le que uno quiera desentenderse de
la política; la política le
'sigue y le acucia. Es la politica la que
impone condiciones de trabajo que llevan al comercio
y a la in
dustria camino de la ruina; es la politica la que lleva
la anarquía
al campo; es
la politica la que introduce la desunión en el hogar
y la que socava su fundamento religioso» (18). Es la politica; pero
la
politica ajena; la de
los que no podtian triunfar si
acertáramos
a
oponer «con la
intensidad necesaria
y
la constancia debida»
nuestra política'(19).
Sin embargo, lo anterior es susceptible de matización. Ese
deber de
intervenir en
politica
--<¡ue corresponde
a la vital
ne
cesidad
que tienen los pueblos de ser
gobernados--no
es
maxi
mali.sta
ni desconoce la distinción. «Se presenta con distintos ca
racteres
y con diferente grado de re11¡,0nsabilidad a las gentes que
sólo tratan de llenar sus deberes mínimos de ciudadanía, que a
aquellas otras que aspiran a
dirigir esas
masas de
ciuda:danos y
a
alcanzar los escalones más
altos de la jeranquía politica» (20).
Si
el deber de los primeros concluye con la adquisición de una
cultura política
mínima que
les
.pertnita discernir
fundamentalmen
te lo bueno de lo malo -y obrar en consecuencia a la
,hora de
emitir
el sufragio--, muaho más graves son las obligaciones que
se imponen
a quienes
voluntariamente pretenden los
altos cargos
de
la gobernación del Estado. Ante todo, y lo recordaba muchas
veces
después, con
el correr de los años, «han de percatarse de
que
la política no debe tener por finalidad constituir una carrera,
ni un medio de asegurar el bienestar personal y familiar del go
bernante»; pero también deben
«'ser realmente
competentes en
alguna de las diversas
y arduas disciplinas que integran la ciencia
de
la política» (21 ).
(18) Eugenio Vegas Latapie: «Abstencionismo PQlftico», op. cit., pá
gina 72.
(19) Eugenio Vegas Latapie: Ibld.,
pág. 73.
(20) Eugenio Vegas Latapie: «La política como deber», en Acci6n Es
pañola, núm. 40 (1933); también en el volumen Escritos políticos~ op. cit.,
pág. 136. ,
(21) Eugenio Vegas Latapie:
Ibld., págs. 136-142.
1134
Fundaci\363n Speiro
EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POUTICA
--M lado de la abnegaci6n y la voluntad inflexible a las dádivas
y
a las influencias familiares
y amistosas sitúa destacadamente la
preparaci6n y
la
competencia,. Porque_
en asuntos tan serios no
basta la buena intenci6n. Estas son
las tesis
de su -célebre trabajo «La política como
deber», publicado en
el número 40 ( 1933) de Acción Española,
y que dio lugar
a otro
pósterior de igual
tirulo, escrito a
.requeri
miento
e,opreso del
entonces
obispo de
Tenerife, fray Albino
Me
néndez Raigada, que temía ver_ en las tesis de _Eugenio una peli
grosa tendencia anarquista.
_ Desde ese ángulo de mira, la participación en la vida política
puede ser un deber moral. E incluso cabe precisar más, señalando su inclusi6n dentro de los deberes de Estado, porque por Estado
somos miembros de
la comunidad. Y pudiéndose apuntar en el
miomo un
desdoblamiento
q'1e le otorga cierto carácter mixto,
pues
se distinguen una componente ciudadana ( deber de ciudada
lÚa) y
una componente religiosa (deber de caridad).
García Escu
dero,
_en un
artíC'1lo contradictorio,
lo
ha destacado:
«Si en alguna
persopa se
ha hecho carne
la expresi6n politique d'abord fue en
él, pero con
la particullaridad de vivir la política con una entrega
absolutamente
religiosa» (22).
Así ha
venido a _considerarse en cierto número de ocasiones
por los Pontífices, en concreto por Pío XI, que lleg6 a hablar de
caridad polltica, pues el dominio de la política, al mirar los
inte
reses
de la
·sociedad, es bajo este aspecto el campo de la más vasta
caridad, de la-_ que podemos decir que ninguna otra le supera,
salvoJa_ de
la
religi6n (23
).
Pero lo anterior no qued6 en simples proclamaciones teóricas.
Lo vivi6 con pasi6n. Como ha señalado Gárcía Valdecasas, la vida
pd!ítica para
él estaba inspirada por
uoa doctrina
y al mismo tiem-
(22) · José María García Escudero: «Eugenio Vegas o la fidelidad», en Y Acle 24 de septiembre de 19S5. ,
(23), Puede verse sobre esta cuestión un ·amplio desarrollo en Miguel
Ayuso: «La política como deber: sentido y misión de la caridad ·politica»,
en el volumen LoS-católicoi-y la ácción p_olítica; Speiro, Madrid, 1982, pá~
ginas 351-387.
1135
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL AYUSO
po por un sentimiento del deber: «la política no fue nunca para Eugenio Vegas una carrera
po!ftica, sino el ejei:cicio de un deber
que cumpli6 abnegada y generosamente»
(24). No se puede decir
en menos
palabras.
V. Eugenio Vegas y la vocación política
Cuando en la. anterior consideraci6n -incluso en el magisterio
pontificio- se dice que la política es un deber,
el punto de vista
está situado en la necesidad de la política, contemplada abstrac
tamente.
Si en un segundo momento intentamos bajar a lo concreto
la especulaci6n -abstracta- de lo necesario del deber de hacer
política,
arribamos de
modo ineludible a las
playas de
la vocaci6n.
Cuando algo se muestra revestido de los caracteres de nece
sidad, Dios tiene l6gicamente que proveer, aunque
con variantes
según
sus designios a través
de la historia, la correspondencia de
los hombres. Y una de las provisiones tiene que ser, sin duda, la
creación en sus ·almas del destello de la vocación
-en este caso
de la vocación política a la que me estoy refiriendo-, más o
menos visible, más o menos intensa,
más o
menos
correspondida.
Por
eso -permítaseme corregir levemente
al maestro- pre
fiero
hablar de vocaci6n política que del deber de hacer política.
As( lo
hice notar en una de las últimas ocasiones que estuve con
él ( con
motivo de
un libro que tengo ultimado
exactamente sobre
ese
tema
y que él benévolamente animaba), acogiendo finalmente
con
favor
mi precisi6n.
La vocación viene a ser como la versión divina, cálidamente
divina y amorosa, del frío-deber racional. Es el deber personali
zado. Por eso, el deber de servicio a la comunidad ve transmu tada su naturaleza cuando es Dios quien
llama a ese servicio.
En su juventud, Eugenio descubri6 su vocación. Ha contado
(24) Alfonso García Valdecasas: «Sobre Eugenio Vegas», en ABC de
20 de septiembre de 1985.
1136
Fundaci\363n Speiro
EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA EOLITICA
que, tras asistir a un curso de conferencias del padre Román J am
brina, y debido al inesperado efecto que en su ánimo produjo la
tal predicación,
comenzó la práctica diaria
de la
meditación. Todos
los
días consideraba
el mismo punto: «la pureza de intención,
siguiendo las palabras de San Pablo: "Si comiereis, si
bebiereis, si
hiciereis
cualquier cosa, hacedlo
.en memoria
de Cristo"» (25).
Procuraba, además,
conjugarlas con la famosa consigna, Ad maió
rem
Dei
g/o,riam, propuesta por San Ignacio de Loyola a sus se
guidores.
Es
claro, pues, que para Eugenio Vegas, de acuerdo con
eil
entendimiento cristiano del término, la vocación trasciende el
reduccionismo de
la inclinación natural para alcanzar el disoerni
miento de
la llamada personal y sill¡jUUlr de Dios por la que da al
hombre una, misión
concreta o le ofrece un proyecto de vida.
Su dedicación a
la política
queda lejos del
hobby o entrete
nimiento profanadores, sino que constituye auténtica consagración.
El paso de los unos a la otra
representa un
salto del «por» al «con».
Quien usa
de la
política como
divertimento, o como
trampolín de
intereses egoístas, tiene una dedicación «por» gusto. Quienes
ejercen -y era el
caso de
Eugenio-- una vocación libremente
escogida en el servido de Dios, realizan sus tareas «con» gusto,
pero «por» Dios. De los dos modos de enfrentallse con una reali
dad política, hacer ante ella entrega vocacional o buscar la solu
ción de !a circunstancia
como accidente, que Gabriel
Elorriaga
ha bautizado respectivamente pol!tica como misión y politica como
aventura
(26), Eugenio Vegas se quedó con la primera. Y logró
la
mayor de
las bienaventuranzas de este mundo: conoció el plan
de
Dios sobre su vida y la trascendencia al resto de la creación.
Como Don Quijote podría
haber dicho: «Yo sé quien soy yo».
Conozco lo
que Dios me pide, he descubierto el sentido de
fa vida.
Profundizar en qué consiste este tipo
especial de
vocación,
estudiar sus
caracteres, describir
sus especificidades, es tarea que
(25) Eugenio Vega5 Latapie: Memorias poUticas ... , op. cit., pág. 20.
(26) CTr. Gabriel Elorriága: Ensayo sobre la vocaci6n palftica, Jornal,
Madrid, 1958, pág. 51.
1137
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL AYUSO
excede de -lo que buscan estas -pagmas. El curimo lector puede
acudir al próximo número
de
VERBO en
que,
Dios mediante, sal
drá un adelanto del libro a que antes he aludido, bajo la rúbrica
«Los
católicos y la vocación política». Sí quiero, en cambio, y
aunque sea fragmentariamente, hacer referencia a algunos datos
sigruficativos a
la hora de acreditar
· la
vocación a que Eugenio
Vegas se ofreció en
cuerpo
y alma. Me referiré tan sS!o a su afi
ción
a iJa historia, al papel de las relaciones sociales en su biografía
y a su preocnpación por Iá educación. · ·
* * *
Eugenio sentía grah ·pasión por la Historia. Sus primeras ar
mas óraforias las hizo en temas de trasfondo histórico: «La de
mocracia
en
el pensamiento de fray Fernando de
Zeballos» (27);
«Él general Bouilanget» (28), etc.; su libro Catolicismo y Repú
blica (29), espléndida muestra de la pretensión política que sude
subyacer
a todo relato
histórico, es una historia del ralliement de
!os católicós
franéeses a
la
República en
tiempos de León XIII;
en
su bfülioteca, que G:ia podido calificarse de oceánica, los
libros
de historia forman
uno de
los contingentes
más nutridos.
Si bien en el prólógo de sus Memorias hizo una afirmación
escéptica sobre las enseñanzaB de la Historia --«no me cansaré
de proclamar
mi falta de fe en la eficacia directa de las enseñanzas
de
la historia»
(30¡..:._, no
dejaba de estudiarla concienzudamente,
hasta_
el punto de ser uno · de los mejores conocedores de la con
temporánea
y, en-especial;
de
la francesa. A ,pesar de esas frases
un ·tanto amargas; convencido cómo estaba
de que
los seísmo'.
políticos sueien traer
causa de
moví1DÍentos ideológicos
anteriores
-El crepúsculo_ de una Monarqula: «la culpa es de Voltaire»,
(27) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Memorias poUticas ... , cit., pág. 90.
(28) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Ibíd., págs. 64-5.
(29)
Cfr. Eugenio Vegas Latapie: Catolicismo y República, Gráficas
Universal, Madrid,
1932.
(30) Eugenio Vegas Latapie: Memorias politicas ... , -op. cit., pág. 15.
1138
Fundaci\363n Speiro
EUGENIO VEGAS, DEBER Y SERVICIO DE LA POLITICA
opinaba con di titulo de Louis Madelin (31 }-, se aplicaba por
lo
mismo a
seguirla con minuciosidad. Pero el cultivo de la
histo:
ria
sirvió a su posición
política, sin nunca suplantarla o constituir
una -evasión del fragor
de la batalla.
* * *
En cuanto a las relaciones sociales, admira ver su peso en la
biografía de Eugenio Vegas. Cómo un
mucbaoho provinciano,
sin
conocilmientos en
Madrid, y ajeno a los mundos de la aristocracia
y la literatura, pudo llegar a movilizar a tan ilustres personajes
como
los que constituyen
la nómina completa de Acci6n Española,
y cómo pudo allegar tlilles adhesiones, es un arcano cuya clave
sólo poseen quienes
han tenido la fortuna de tratarle. Entre los
que, y doy gracias a Dios por ello, me cuento. Tras· conocerle, lo
que
parecía lenguaje cifrado pasa a ser de fácil lectura, los mis
terios cesan_ en s_u encantamiento: una personalidad así de fuerte,
una lucidez. así de señalada, una fe
así de viva [e daban autoridad
y fuerza que
-nadie negaba porque
se sabía que nada de lo que
pedía era para él.
Por sus Memorias desfilan los hombres más significativos de
la derecha
-milicia, aristocracia
de la sangre y letras--
espafiola.
Y
es que Eugenio comprendía que
los políticos tienen que some
terse
al
sacrificio de
unas relaciones sociales intensas, porque así
lo exige la naturaleza misma de la actividad. No ,se puede meter,
de la
noche a
la mañana, en una comprometida aventura común,
a gentes que no se
han tratado previamente.
Ese «tomar
café» con mud:ia gente, esa profusión de banque
tes que destaca entre sus recuerdos
-y que ha podido dar lugar
a algún comentario malicioso-, son
actividades puramente
polí
ticas. No son las fiestas de un
bon vivant, sino los instrumentos
de trabajo de un político consciente y competente.
.. .. ..
(31) Cfr. Louis Madelin: «La culpa es de Voltaire», en Acci6n Espa
ñoltJ) núm._ 86; tam_bién reproducido en VERBO, núm. 159~160 .(1977), con
nota introductoria de Eugenio Vegas Lata pie.
1139
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL AYUSO
Por fin, en lo que hace a su preocupación por la formación
de dirigentes -y no sólo de dirigidos, según quería el
padte Pérez
del
Pulgar, pues, como le objetó nuestro amigo, ¿no seria mucho
más interesante formar seis u ocho
padres Pérez del
Pulgar, para
que éstos, a su vez, formen
muchísimos dirigidos?
(32)--, puede
rastrearse en dos
heahos: el
interés por los Colegios Mayores y
la educación del príncipe don Juan Carlos.
Los Colegios Mayores están concebidos, igual que sus antece
dentes los Colegios y Escuelas de Nobles, para añadir a
la forma
ción técnica
de la Universidad una formación com¡,lementaria que
baga
de cada titulado un mando natural de
la sociedad. Eugenio
Vegas valoró sutilmente esa función, y
ha narrado que la visi
ta a la Residencia de Estudiantes de la calle del Pinar -regen
tada
fodirectamente por la Institución . Libre de · Enseñanza- le
causó honda
impresión. Más
allá de
la educación laicista que
im
partía, compréndi6 que, in genere, era un «instrumento- de priM
· mera calidad para la formación de estudiantes». Confesando se,
guidamente que concibió de inmediato el sueño -un sueño itrea
lizable
cjue le
duró varios
lustros-e-· «de
ser
el director de una
residencia universitaria, parecida, desde
ila que se pudiera orientar
y dirigir la formación política, religiosa e intelectual de los estu
diantes» (33 ).
Tal sueño,
en sus palabras, es altamente revelador de
la pureza
de su dedicación a
la política, así como de una visión nada sim
plista y muy aguda de
la estructura de la sociedad y el papel de
la enseñanza superior. Una de las más alt
la estructuración de la
sociedad- es la formación de dirigentes. Porque un elevado nivel
cultural proporciona a la sociedad dirigentes en cantidad suficiente·
y dirigidos que no son mesnadas sino
cdlaboradores. La
mala edu
cación de los ciudadanos, en cambio, es inseparable de
la penuria
de buenos dirigentes, y ésta, del estatismo.
(32) Cfr. Eugenio Vegas ·Latapie: Memoria, pollticas ... , op. cit., pá
gina 101.
(33) Eugenio Vegas Latapie: Ibld., pág. 73.
1140
Fundaci\363n Speiro
EUGENIO VEGAS, DEBER Y SERVICIO DE LA POLITICA
Con una incapacidad o deserción en masa de la gerencia del
bien común, con un número exiguo de dirigentes, sólo se puede configurar una sociedad avasallada por
el Estado. Por el contrario,
la
fórmula de la tradición política española, en la que la sociedad
predomina sobre
el Estado, haciendo
éste poco
más que coordinar
y suplir la libre y
espontánea dinámica de aquélla, es la más cara
en
dirigentes pcilíticos.
Cuando
se trata de
la educación de las personas llamadas a
ocupar las más altas magistraturas, el valor de lo dicho crece hasta
desbordarlo. ¿Quién que se preocupe
,por el futuro de su patria
no le prestará atención? En otros tiempos menos indigentes que el nuestro, hasta flo
reció un
género de
obras destinado a
tal labor. España conoció
espejos de principes y principes cri
todos de la gran cadena del. antimaquiavelismo.
Eugenio Vegas se encontró, sin buscarla, ante esa situación.
¿La habría, alguna vez, siquiera soñado? Y una
sucesión de
ideas,
casi
imágenes, pasarían por
su mente. «Si consigo ganar un rey
-repetía citando a San Alfonso María de Ligorio-- habré hecho más para la causa
de Dios, que si hubiere predicado en centenares
y
tnillares de
misiones». «Pero estoy cierto, Señora -pensaría en
San Juan Eudes dirigiéndose a la reina Ana de Austria-, que si
Vuestra Majestad quisiera
emplear el poder que Dios le ha con
cedido,
podríais hacer
más Vos solla ... para
el establecimiento del
reino de Cristo, que todos
los misioneros
y predicadores jun
tos» (34).
La
prolongación de su vida en el extranjero, separado del
afecto de sus familiares
y amigos, es una dura renuncia, sí. Pero
que se
hace pequeña ante la perspectiva de dar forma a un alma.
Todos los intereses
personales y
deberes
familiares «inhumana
mente
postergados» -lo reconoce
quien le da
el alto encargo-,
no
son suficientes
para equilibrar
la balanza. Asiente, y su
carta
de
aceptación es de las que bastan
para retratar .a un
hombre.
(34) Cfr. Eugenio Vegas Latapie: «Importancia de la politica», op. cit., pág. 60.
1141
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL AYUSO .
Y para abrirle las puertas de la historia. La propuesta que me
han
hecho, escribe al Conde de Barcelona, «!ha venido a. introdu
cir
la confusi6n en los sueños
y proyectos que
tanto me
halagaban,
a1 ofrecerme una misión tan honrosa como· grave, que dado mi
modo de pensar, se me presenta como irrenunciable». «No me
atrevo a
incurrir en la responsabilidad de
rehusarlo, por miedo
a los
remordimientos de conciencia que inexorablemente me
de
vorarían, por confortable
que fuera mi posición
personal, si mi
quericlisimo príncipe, dentro
de unos años, no respondiera a
jo
que
la Causa de la Religión y de España esperan y necesitan de
él --cosa que pido a Dios no permita en
ningwi caso--,
y yo
·me
hubiera
negado a colaborar en su formación por móviles lícitos,
pero de un menor rango espiritual» ( 3 5 ). Como
repetía sin cesar en
los
&timos años,
su
petición no
fue
escuchada ... , pero su conciencia
podía estar
tranquila. Por.
un
lado, a
su egregio e
infantil alumno,
habida cuenta su
corta
edad, «no podla iniciarlo en los más elementales principios dd
Derecho
Público
Cristiano»,
cuya defensa
y difusión constituye
ron su
vocación desde la primera juventud
(36). Por
el otro,
nunca abandonó su puesto de servicio. Fueron otras las personas
que quisieron evitar ,a un preceptor inquebrantable: «Si
a)gtúen
se atreviera a decir a
V. A.
--escribe a
don Juanito en su carta
de
despedida~ ·que le
he abandonado,
sepa que no es verdad. No
han querido que yo siguiera a su lado ... » (37).
* * *
Para terminar, no quiero dej,µ-de comentar ,algo que se ha
escrito
con motivo de su muerte y que, dentro de su inexactitud,
desvela uno de los grandes
temas de la espiritualidad del político.
La perla es de José Matía García Escudero: «Era inevitable
-ha
escrito como cdlofón de una semblanza- su soledad final, que
(35) Cfr. Juan Antonio Pérez Mateos: Juan Carlos. La infancia desco
nocida de un Rey, Planeta, Barcelona, 1980, págs. 150-1.
(36) CTr. Juan Antonio Pérez Mateos: Ibid., pág. 64.
(37) CTr. Juan Antonio Pérez Mateos: Ibid., pág. 208.
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Fundaci\363n Speiro
EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POLITICA
sobrellevó con 1a · dignidad de un viejo cast1Ilb que se desmo
rona» (38).
· Es importante, porque pone de manifiesto que la soledad es
uno
de 1os quicios en los
que •se
ro.tiene !a vocación polltica. Y
es
inexacto, porque
mezcla una cierta e inefable
ooledad -inevi
table,
además, en un po!ltico
viejo--con
los desvíos
y traiciones
de fos · que estaban prestos a· olvidar creencias y fidelidades por
una Embajada o un consejo de administración.
·
Eugenio
conoció en su vida
ambas «soledades».
En la vejez
experimentó fa decadencia de sus facultades y la restricción de
su actividad. Como .consecuencia lógica las
relaciones kiciales
de
crecieron
lentamente, y sutilmente también fue apareciendo la
soledád. Instafado ya
en ella, no se dejó arrastrar por
reacciones
tristes,
alicortas
y estériies. Verdaderamente .idealist1L, alcanzó la
única· interpretación consoladora.
El
pdlítico católico es rombal
tiente '-¡qué gran satisfacción
interior
da el
experimentarlo!-,
y así como en los combates militares está prohibido abandonar
el
·propio puesto
para ayudar
al compañero herido, en la lucha
polltica, los
que
pueden seguir
luchando deben dedicar a ello el
grueso de
su tiempo. En estas circunstancias, que sus amigos re
dujeran
las atenciones
para con
él, en favor de la mayor dedic~
ción
a
la lucha en
la que les precedió en s;, plenitud, dice mucho
en
favor de
la generosidad y espíritu de sacrificio de sus amigos:
y' en definitiva, dice mucho en su Jiavor' pues a las personas sé
las conoce por
sus
amigos.
Pero,
¡ay!, también conoció
~y abundantemente- el abando
no de los que
pasaron por
su
lado y' despreciando el ascetismo de
su combate, emigraron a
suelos·pc,líticos más
convenientes a los
ojos del
mundo. La desbandada de los tibios
pudo permitirle
comprender
como
nunca los sufrirmientos del
Corazón de Jesús
en el huerto de Getsemaní. Discípulo fiel, participó de
la pasión
del Maestro.
En cualquier caso, si García Escudero -cou sus pslabra8--'-
(38) José Maria Gama Escudero: «Eugenio Vegas o !a-fidelidad»: loe. citatus.
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MIGUEL AYUSO
quiere dar a entender que, mientras otros muchos entre los que
figura supieron mudar a tiempo
el nombre agresivo de revoluci6n
por el amoroso y reoeptivo de mundo moderno, Eugenio, poco
menos que
fosilizado y solo, permaneci6 en una posici6n indefen
dible,
entooces, he
de decirle que muchos quisieran para sí una
·
ta:!
soledad. Y que
nunca le
faltaron
discípulos, y cada vez más
j6venes, amigos
en
el mejor sentido de la amistad: la amistad
en la
verdad.
VI. Conclusión
Si puede hablarse en su
sentido más purísimo de
vocación
--consagración-política,
y estoy convencido de ello como ya
he dicho, es Eugenio Vegas uno de los ejemplos más salientes, al
tiempo que su vida aparece como una muestra incomparable de
los distintos puertos
a que
lleva la política .
.&lent6 la lucl,a contra
la
Repúblira sin
encontrar
el reconocimiento del movimiento de
sencadenado,
'1uch6 por la monarquía sin gustar de las mieles de
la recompensa -ser monárquico no es lo mismo que ser amigo
del rey, se había repetido muchas veces en
La Epoca (39)-,-. No
conoció,
ni
antes ni
ahora, el oportunismo, ni anduvo por las
sendas de
la adulación. Permaneci6 solo con sus
libros, con
sus
ideas ... y con quien quisiera escucharle. «Entre
los muertos
vivo»,
cual Menéndez Pelayo, hoy, a su muerte, apenas se ,pueden espe
rar homenajes. Católico a machamattillo, pero enemigo de los ad
hesionismos de los
demócr,;ta-cristianos, impulsor
del A:lzamiento,
pero crítico
del &anquismo; novio
de
la monarquía, pero debe
lador de
la democracia. Sólo sus amigos, el equipo de VERBO
principalmente, combatientes __ del Derecho Público Cristiano, le
han acompañad0oen el camino estrecho _y empinado.
«Nos
beatificamus eos
qui sustinerunt». Eugenio,
ciertámente,
fue
un ejemplo viviente de fidelidad. Fidelidad que
religiosamente
(39) Gr. los· editoriales de La Epoca en el libro de José Ignacio Esco
bar, Jorge Vig6n y Eugenio Vegas: Escritos sobre la instauraci6n mo1lárqui
ca, Rialp, Madrid, 1955.
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EUGENIO VEGAS: DEBER Y SERVICIO DE LA POLITIC.11
es tanto lealtad como perseverancia. Se ha dicho como factor
común en cuantas semblanzas se
han publicado con motivo de su
muerte.
Lo que no se ha subrayado ad
esa fidelidad a la
Verdad.
Quizá porque
muchos de
los que le han
exaltado --<:on un
recuerdo que les honra- han
dejado
de creer, o al menos obran como si no creyeran, en ella.
Eugenio no fue un petrificado defensor de ingeniosas teorías
ni un doctrinario de variados errores. Su
pasión fue 'la Verdad,
y su servicio en
la política un· oficio del. alma. Oscurecerlo es pre
sentar
a Eugenio Vegas desprovisto de toda su grandeza. Porque
su fidelidad lo fue a lo que no pasa,
a lo que permanece, a io que
no defrauda. A Cristo, en cuyo ,seno descansa.
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