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Número 239-240

Serie XXIV

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El «ralliement» en el pensamiento político de Vegas Latapie

EL "RALLIEMENT" EN EL PENSAMIENTO POLITICO DE EUGENIO VEGAS
A PROPOSITO DE SU LIBRO "CATOLICISMO Y REPUBLICA"
POR
ANDRÉS GAMBRA
Quienes han tenido el privilegio de conocer personalmente
a Eugenio Vegas saben de su extrao_rdianria inclinación por la
historia moderna y contemporánea de Francia. Fueron para él
aquellas materias algo más que un campo
ougestivo donde

ex­
playar su afición innata
y devoradora por la historia: fueron
cantera inagotable de inspiraciones políticas aplicables con efica­
cia
y fruto al acontecer español de su tiempo, en el que le cupo
desempeñar el papel honroso y brillante que todos conocemos
y glosan ahora, con motivo de su muerte, no sólo sus discípulos
y amigos sino, incluso, algunos de sus más caracterizados detrac­
tores.
El propio Eugenio Vegas, en sus Memorias pol!ticas, nos
recuerda las circunstancias concretas que le movieron, por vez
primera, a estudiar metódicamente la historia del país vecino.
En 1923, cuando su precoz vocación
de pol!tico católico y tra­
dicionalista era ya evidente, se enteró de la existencia de un
diario
titulado L' Action franraise, que capitaneaba Charles Mau­
rras. En septiembre de ese año adquiría su primer ejemplar,
al
verlo casualmente en la librería de la estación ferroviaria de Oviedo
(1). Se hizo suscriptor y durante años lo leyó con pasión,
(1) E. Vegas Latapie, Memorias pollticas, Barcelona, 1983, pág. 25.
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El, «RALLIEMENT» EN EL PENSAMIENTO DE EUGENIO VEGAS
dedicándole dos horas diarias, y «no había motivo -nos cuen­
ta- que impidiera el enfrascarme en su lectura» (2).
En L'Ac­
tion

franraise
reconocía Vegas, según testimonio propio, «una
reencarnación mejorada del tradicionalismo español», y de su
mano se inició en las grandes cuestiones de la historia política
de Francia de las que, con el paso del tiempo, adquirió una in­
formación enciclopédica. Lee el periódico y se interesa por las publicaciones de los
intelectuales que gravitaban a su alrededor. Llamó
clpecialmente
su

atención un libro de Havard de la Montagne dedicado al
Ralliement de los franceses a la Tercera República, «donde se de­
mostraba
eL pésimo

resultado que dieron las instrucciones po­
líticas de
León XIII

a los
católicos de
Francia, aconsejándoles,
e incluso exigiéndoles, que se hicieran republicanos, con la me­
jor intención en el orden teórico,
· pero

con las peores conse­
cuencias en
el orden práctico». ( 3 ). El interés por aquel tema
capital en la historia del catolicismo de Francia, y por las
gra­
vísimas cuestiones religiosas y políticas . que le subyacían, no
le abandonaría nunca desde entonces.
Durante su estancia en Melilla, en cuya Auditoría de Guerra
estuvo destinado como oficial
jurídico eritre 1926 y 1928, de­
dicó buena parte de sus ocios a profundizar en la historia del
Ralliement, recurriendo a una bibliografía extensa, y especial­
mente a los cinco tomos de la insustituible
Historie du Catho­
licisme liberal et

du Catholicisme social en France depuis 1870
a 1914, del abate Barbiet. No tardaría la agitada política de
España en proporcionarle
la ocasión de dar una aplicación prác­
tica a sus investigadones eruditas.
En abril de 19 31 se proclamaba la Segunda República, con­
sumándose lo que Vegas calificó de «suicidio de un régimen».
Y en septiembre de ese año,
él y un puñado de amigos fun­
daban la
Sociedad Cultural Acci6n Españda, con el propósito
de defender los grandes principios del derecho público cristia-
(2) Ibid., pág. 46.
(3)
Ibld., pág. 47.
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ANDRES GAMBRA
no en ;un ambiente que era, para muchos cat6licos, de desorien~
tación y desánimo.
Eugenio Vegas había captado, desde el primer momento,
el carácter revolucionario
y la naturaleza anticristiana del nue­
vo régimen.
«Me percaté

entonces -recuerda- de la imperiosa
necesidad de prevenir a los católicos contra
la campaña que de
seguro iba a iniciarse para exigirles, en nombre de su religión,
que aceptaran explícitamente
la forma republicana» ( 4 ). Sabía
que en España no faltaban católicos partidarios de
la adhesión
al nuevo régimen, hombres
c¡ue creían

en la posibilidad
de her­
manar desde dentro, desde el acatamiento constitucional y la
legalidad, los principios del «derecho nuevo» y
el ctistianismo.
Emulos de Lammenais, de Dupanloup y Montalembert, o de Marc Sangnier,
estaban dispuestos

a producir una versión· es­
pañola de los partidos católico-liberales y demóctata-cristianos franceses, y a favorecer un eventual
ralliement a la Segunda Re­
pública.
Sus doctrinas y sus programas no encerraban misterio al­
guno para Eugenio Vegas que habla
estudiado con

detenimiento
a sus· predecesores franceses.
Conocía bien

la trayectoria de Fe­
licité de Lamennais, aquel sacerdote ultramontano y legitimista que, en virtud de una peripecia intelectual extraordinaria,
po­
sible

sólo en el ambiente delicuescente del Romanticismo, había
terminado proclamando la identidad entre el cristianismo y el
mensaje de la
Revolución. Y

también a Dupanloup
y a Mon­
talembert, los
prohombres del

catolicismo liberal francés; par­
tidarios de un régimen liberal moderado que acogiese con
be­
nevolencia a unos católicos sumisos, alejados de cualquier es­ tridencia reaccionaria, y cuyos disdpulos hicieron imposible la
restauración de la monarquía en Francia, cuando
pareda inmi­
nente en 1871. Y a Marc Sangnier, fundador del Sillon, cuyos
ensueños de un renacimiento del cristianismo en el seno
~e una
democracia

laica
y socializante había cercenado de raíz San Pío X.
Eugenio
Vegas los conoda bien
y también su influencia en
(4) Ibid., pág. 131.
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EL «RALLIEMENT, EN EL PENSAMIENTO DE EUGENIO V~GAS
determinad~s ambientes del catolicismo español. Vegas sabía lo
que valían sus doctrinas porque había
analizado sus
frutQs en
la historia de Francia, había cotejado sus principios con los del
derecho público
cristiano, y
había estudiado a fondo el magis­
terio pontificio sobre la materia. Había leído con detenimiento
la encíclica
Mirari vos de Gregorio XVI (1832), donde se éOn­
denaba
la

doctrina lamennaisiana de la
«Razón General»; la
encíclica
Quanta Cura y el S,yllabus (1864 ), documentos capita­
les, revestidos con la
máxima autoridad
del magisterio
.. ponti­
ficio,

en los que
Pío IX

había condenado los principios del
«derecho nuevo» revolucionario y la hipótesis de un Estado que
fuera laico y no concediese a J?ios, en su constitución, en lugar
que le corresponde; y la encíclica Notre charge apostolique ( 1910),
de Pío X, que denunciaba, en términos claros y vigorosos, 1~
voluntad, característica de la democracia crisriana, de asimilar, a
través de las
· nociones
de evolución .
y · progresp, la democracia
moderna y el cristianismo.
Vegas, por otra parte, sabía que los católicos filorepublicanos,
los partidarios de la adhesión sin restricciones mentales, podían
aspirar a un eventual apoyo
de. las

más altas jerarquías. eclesiás­
ticas. Quien lo dudara, sólo tenía, como él
,había hecho,

que in­
formarse de lo ocurrido en Francia a finales del siglo xrx.
Imperaba entonoes

en el país vecino un régimen político· de
carácter netamente masónico, anticatólico. hasta
la médula y ca­
pitaneado por hombres dispuestos a llevar hasta
el fin la obra
descristianizadora emprendida por la Revolución. de
1789; per­
sonajes como Ferry, Clemenceau y Jaurés, republicanos puros y
duros, para quienes
la modernización de Francia exigía, como
conditio sine qua n_on, una· totail s_ecularización de sus institucio~
nes y de su cultura.
Del carácter de un régimen semejante tenían los católicos de
Francia pruebas abundantes en
1892: la supresión de los jesuitas
y de cuantas órdenes y congregacionés no se sometieran al con­
trol del Estado,
la prohibición de la enseñanza religiosa y la
obligatoriedad de la estatal y laica, seguidas del cierre en pocos años de millares de· escuelas y colegios religiosos, la promulga-
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ción de la ley del divorcio, la retirada de los crucifijos de las es­
cuelas y un largo etcétera.
La ofensivá anticatólica había comenzado desde 1875, cuan­
do se hizo evidente que la restauración de la
mortarqnía, posible
cinco

años antes, no tendría ya lugar, y pudo el nuevo régimen
desplegar sus verdaderas intenciones, coherentes con las tradi­
ciones del republicanismo francés: un régimen «caracterizado en 1881, como en 1793 -diría Monseñor Freppel- por la guerra
a Dios, al cristianismo y a la Iglesia». Y, por cierto, que de aque­
lla
situaci
la culpa en buena medida los católicos
libe­
rales, quienes, con sus características vacilaciones y su invetera­
da simpaúa por las instituciones postrevolucionarias, habían he­
cho inviable la restauración de la
monarquía legítima.
No en
vano los había descrito
Pío IX

en estos términos: «un pie en la
verdad y
un pie

en el error, un pie en la Iglesia y
un pie .en el
espíritu
del mundo, un pie conmigo
y un pie con mis enemi­
gos» (5).
Nada más natural qué; ante una situación semejante y a la
luz de una experiencia republicana de cien años, la mayoría de los católicos
se aferrasen

al recuerdo de la monarquía católica
de Francia. Era la propia República, con su feroz política anti­
rreligiosa, quien ·«se encargaba de fabricar monárquicos», coíno
entonces se dijo.
Pues
bien, en contra de cualquier previsión,
León XIII
se
empeñó en constreñir
~ los católicos franceses, a partir de 1892
y
con su

encíclica Au
milieu des

sollicitudes,
a que
renunciasen
a sus tradiciones monárquicas y se adhiriesen
sin dobleces a la
Tercera
· República,

con el propósito de corregirla y mejorarla
desde dentro, desde la legalidad constitucional. El
hecho" resul­
taba
es¡,ecialmente sorprendente

si se considera que León XIII
era el autor de un corpus de encíclicas de extraordinaria densi­
dad, donde.
se· condenaba

sin paliativos los principios del libera-
(5) Cit., R. Aubert, Manual de historia de la Iglesia, dirigido por
H. Jedin, vol. VII, Barcelona, 1978, pág. 967.
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EL «RALLIEMENT» EN EL PENSAMIENTO DE EUGENIO VEGAS
lismo y la. democracia moderna, aquellos precisamente que en­
carnaba, mejor
que ningún otro,
el régimen francés.
Eugenio Vegas había estudiado a
fondo los
diferentes as­
pectos de aquel escandaloso asunto, Y
sabía que

León XIII ha­
bía muerto, once años
más tarde,

apesadumbrado por su
desa­
fortunada

intromisión en los asuntos de Francia, y
que su
su­
cesor, el santo Papa
Pío X,

había modificado por completo las
directrices de la Santa Sede en aquella espinosa materia
( 6

).
León XIII· se inclinó por una política semejante, y la impu­
so con tesón a los católioos franceses, animado por un análisis
de su situación y un proyecto sobre su futuro, totalmente desen­
focados y utópicos. Fueron multitud las voces autorizadas que
advirtieron al Papa de su error, pero
él, tan bien intencionado
oomo
mru informado,

se empeñó en seguir adelante. Creía since­
ramente que el laicismo y el anticristianismo eran fenómenos ac­
cidentales a la Tercera República, motivados en gran parte por
la adscripción monárquica de la mayoría de los católicos fran­
ceses; si éstos se adherían sinceramente al régimen republicano,
el furor anticatólico remitiría y sería posible, desde dentro y no
desde
la oposición al régimen, enderezar el rumbo torcido; la
acción política de los católicos adquiriría, por otra parte, unidad
y una mayor eficacia, y sería posible hacer de la Repúbica fran­
cesa «un régimen

aceptable para todos, moderado, liberal, esen­
cialmente compatible con los principios del cristianismo»,
«una
República

cristiana, heredera de las tradiciones y continuadora
del papel de gran nación católica que era Francia».
El desenlace de aquella historia lamentable dio plena
razón
a

los detractores de León XIII. Por un lado,
la acción de los
católicos perdió el vigor que todavía conservaba: se dividieron
entre
ralliés y refractorios y, el sector liberru, que se consideró
triunfante y creía, no sin
razón, que
la Santa Sede
resprudaba
por

una
vez lo

esencial de su programa, impuso su criterio de
paños calientes
y prudencia a ultranza. La política de los cató-
(6) Sobre este puoto y la simpatía de Sao Pío X hacia la A.ction
Fran~aise, cfr. E. Vegas, Catolicismo y República, págs. 84 y sigs.
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licos se hizo así perfectamente ineficaz. Por su parte, los suce­
sivos gobiernos republicanos aprovecharon la
ocasión y
perseve­
raron en sus proyectos sin tregua ni concesiones a la mano qu~
León XIII les tendía. Su programa de radical descristianización
de Francia
culminó entre
1904
y 1905, cuando ya el Pontífice
había
fallecido,

con
el total desmantelamiento de las institucio­
nes docentes de la Iglesia,
la denuncia unilateral del Concordato
y
el decreto de separación entre la Iglesia y el Estado.
Para conjurar que un proceso semejante pudiera operarse en
España, en beneficio de un régimen que tantas semejanzas ofre­
cía con el de la Tercera República francesa, Eugenio Vegas de­
cidió publicar su

historia en
la revista Acción Española, con
una serie
de artículos

que se inici6 en marzo de 1932. Fueron
seis en total' y aparecieron, a
r8"6n de uno al mes, con el título
de
Historia de un fracaso: el ralliement de los católicos fran-
ceses a

la República.
.
Cat)saron gran efecto en los medios católicos y dieron re­
nombre a su autor. El propio Vegas relata
la sorpresa de Inda­
ledo Abril, destacada
figura del

campo
católico, cuando
lo cono­
ció: creía que,

dada
la densidad de aquellos artículos en cuestio­
nes de magisterio eclesiástico, su autor sería una especie de se­
sudo monje y no un muchacho joven. Recibió numerosas mues­
tras de
simpatía y la solicitud insistente de su reedici6n en for­
ma de volumen
único. No tardó éste en

aparecer
-a mediados
de ese mismo año- con el titulo, esta vez, de
Catolicismo y
República. Un episodio de la Historia de Francia (7).
Y también suscitó las críticas y la aversión de otros; claro
está, los partidarios de la
adhesión al
poder constitucional, los
demócrata-cristianos de E/
Debate, quienes, desde el advenimien­
to de la República, escamoteaban a su público
la verdadera doc­
trina sobre aquella materia para, de ese modo, inclinarle al aca­
tamiento incondicional.

Vegas recuerda en sus
Memorias que
don Angel Herrera, cuando
había aparecido el tercero de sus ~r-
(7) Su reseña exacta es: Eugenio Vegas Latapie, Catolicismo y Repú­
blica. Un episodio de la historia de Francia, Madrid, Gráfica Universal,
1932, 175 págs.
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EL «RALLIEMENT» EN EL PENSAMIENTO DE EUGENIO VEGAS
tículos, le rogó que no continuara su publicación; y que, tras la
aparición del libro,
«el correctísimo

e impasible
Herrera me
demosrró

su contrariedad negándome en un par de ocasiones el
saludo» (8).
No vamos a analizar en detalle el libro de Eugenio Vegas
porque es de esos que deben leerse. En sus páginas encontrará
el lector un
análisis detallado,

enriquecido con un aparato de
textos abundante, de los aspectos
más sobresalientes

del tema
y, sobre todo, una explicación lúcida del verdadero trasfondo de
la cuestión. Los precedentes del .ra/liement, las insinuaciones de
los republicanos moderados para comprometer al Papa en una
política
que. sabían

funesta para los intereses de la Iglesia, el
brindis. del

Cardenal Lavigerie en Argel, que
fue el
primer paso
de acercamiento a la República, las protestas
y lamentos del
episcopado
de Francia ante lo que se avecinaba, y la publicación
de la encíclica
Au milieu des so/licitudes con la declaración ofi­
cial de las nuevas orientaciones pontificias, son algunos de los tema.s que estudia Vegas con el detenimiento que merecen.
Analiza detalladamente

el contenido de dicha encíclica
y la
distinción entre poder constituido
y legislación, que es su argu­
mento central: deben los cátólicos, al primero,
acatamiento sin
restricciones

por razones de orden moral
y deben, a la vez, opo­
nerse con decisión
y sin descanso a una legislación perversa, hos­
til a la religión católica. Vegas demuestra que un argumento
semejante era legítimo
y correcto en teoría, pero funesto en la
práctica, puesto que desconocía u olvidaba, faltando a la pru­
dencia, que
el régimen republicano de Francia había demostra­
do suficientemente su incompatibilidad esencial con los princi­
pios del bien común, que el propio León XIII reconocía en su
encíclica, eran la
medida de

los límites del acatamiento debido
a un régimen determinado. A través de una argumentación de
carácter abstracto, distante de
la realidad específica de Francia,
el
Pontífice llegaba

a conclusiones extraordinariamente específi­
cas y comprometedoras.
(8) E. Vegas, Memorias politicas, pág. 166.
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León XIII exigió, como medio orientado a un fin superior,
el sacrificio del partido monárquico, que se llevó a cabo sin ob­
tener contrapartida alguna: «El sacrificio lo consumaron la ma­
yoría de los monárquicos
y, sin embargo, la legislación cada día
ha sido peor, hasta llegar a la situación presente de laicismo ab­ soluto. El sacrificio fue estéril y, a mi modo de ver, perjudicial
para los intereses de Francia y también de la Iglesia» (9). El libro recoge también, entre otras muchas cosas, el testi­
monio y la trayectoria personal de algunos prohombres notables
del bando católico, tales como Louis Veuillot
y Emile Keller: en
el primer momento se inclinaron por la tesis de la indiferencia
de las

formas de gobierno
y se sumaron al Ralliement; para ter­
minar, más adelante, con la experiencia de sus resultados, en las
filas del

legitimismo monárquico.
El
fruto de

todo aquello fue el despojo, sin lucha
y con
deshonor, de la Iglesia de Francia. Eugenio Vegas, que conocía
bien la situación real en que se hallaba, manifiesta reiterada­ mente en las páginas del libro la exasperación que
le producía
el aserto, en boca de algunos católicos españoles acomodaticios,
de que la Iglesia de Francia gozaba de una paz envidiable: «En
efecto -replica-, todos sus bienes se los han quitado; todos
sus derechos han sido negados
y la única paz de que disfruta es
la aludida por
el poeta que decía: sólo en la paz de los sepulcros
creo» (10).
Bien miradas las cosas,
el libro de Eugenio Vegas encierra
una importante lección, de carácter general, que trasciende a la
historia que se narra en sus páginas y a la experiencia de la Re­
pública española, que estuvo en la base de su publicación. Una
lección sencilla pero de capital importancia, válida para hoy lo mismo que
para 1892

y 1932. Es ésta: los programas de aper­
turismo, de adecuación a las «exigencias» del mundo moderno,
de renuncia a maximalismos en aras de combates parciales y,
por ello, presuntamente eficaces, no son, en el fondo, otra cosa
(9) E. Vegas, Catolicismo y República, pág. 103.
(10)
Ibid., pág. 87.
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EL «RALLIEMENT» EN EL PENSAMIENTO DE EUGENIO VEGAS
que políticas de «cobardismo», fruto del miedo y de la falta de
convicci6n que engendra complejo de inferioridad. Y, a la larga,
conducen inevitablemente al fracaso, puesto que fuerzan a los
cat6licos a medirse, con el bagaje mermado
y. en circunstancias
adversas, a un enemigo agresivo
y bien pertrechado, que se bene­
ficia de su propia coherencia interna. Los cat61icos tienen que actuar
y luchar en las circunstancias
e11 que les haya tocado vivir,
sean éstas
las que fueren, siempre
con la debida prudencia, pero sin perder nunca de vista que una
sociedad que no se funde sobre el derecho natural y los
. princi­
pios

del cristianismo es, a la larga, corrupta
y opuesta a la su­
pervivencia de
la religi6n verdadera. No otro era el sentido del
axioma «politique d'abo~d» maurrasiano, al que Vegas se ad­
hiere: cualquier acci6n de carácter religioso en el seno de la so­ ciedad moderna que no
,aspire, antes
y después, a la restauración
del orden social cristiano, es necesariamente estéril. A los cat6licos de Francia les cupo escuchar, en más de una
ocasi6n, las burlas de sus enemigos: no os quejéis-les argüían­
puesto que no habéis tenido «el valor de erigir contra el pensa­
miento de la Revoluci6n el pensamiento católico completo».
Eugenio Vegas quiso evitarle a su patria un destino semejante.
Fue el designio de toda su vida.
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