Índice de contenidos
Número 239-240
Serie XXIV
- Textos Pontificios
- Estudios
-
Monográficos
-
Homilía del señor cura párroco de la iglesia de la Concepción, don Demeterio Pérez Ocaña,en el funeral de Eugenio Vegas Latapie (23-9-85)
-
Religión
-
Doctrina y acción. Antología de textos de Eugenio Vegas Latapie
-
Otro mártir ignorado. Último artículo de Eugenio Vegas Latapie
-
Una trayectoria invariable. Nota biográfica de Eugenio Vegas
-
Obras publicadas por Eugenio Vegas
-
Lealtad, fidelidad, servicio en Eugenio Vegas
-
Fidelidad y Verdad. La lección de una muerte
-
El pensamiento político de Eugenio Vegas Latapie
-
«Romanticismo y democracia» vistos por Vegas Latapie
-
El «ralliement» en el pensamiento político de Vegas Latapie
-
Eugenio Vegas: Deber y servicio de la política
-
Acción Española: exigencia de un deber religioso
-
El apostolado político de un caballero cristiano y español
-
El realismo político de Vegas Latapie
-
Eugenio Vegas y «La Cité Catholique». Carta a los amigos de la Ciudad Católica
-
Eugenio Vegas y la Ciudad Católica
-
- Ilustraciones con recortes de periódicos
- Información bibliográfica
- Actas
- Verbo
Autores
1985
Acción Española: exigencia de un deber religioso
ACCION ESPANOLA: EXIGENCIA DE UN DEBER
RELIGIOSO
POR
FRANC:1sco J os:& FERNÁNDEZ DE LA C1Go~A
Con motivo del fallecimiento de Eugenio Vegas ·sé ha recor
dado· numerosas ·veces su fidelidad monárquica,· Evidentemente,
Eugenio, paradigma de fidelidades, fue el «novio de la
monar,
quía»
como le bautiz6
Pemán, pero
quienes se quedan en eso
-y lo afirmo desde las muchísimas horas pasadas con él como
confidente de sus
Memorias-, no han llegado a calar los verda
deros sentimientos de Eugenio Vegas.
Porque la monarquía para él, no era un fin sino un medio
con el que se podía servir mejor a Dios
y a la Patria. Y tam
poco estoy expresando con ese servir me;or el exacto pensamien
to de Eugenio Vegas. No era en él cuestí6n de grados, porque la república democrática, basada en la soberanía popular, era
la negaci6n de los derechos de
Dios sobre
los pueblos y socieda
des. Los hombres no podían decidir con su voto lo contrario. a
la voluntad de Dios: aborto, divorcio, robo, crimen ... Y, prác tícatnente, no distinguía entre república y monarquía liberal. Esta no era
más, lo
repiti6
.mi[ veces,
que una república corona
da. Y su titular:
el rey poste o augusto cero.
No fue, por tanto, el novio de una monarquía cualquiera
sino de la monarquía tradicional. Y ello no por la monarquía
sino por Dios
1' por España, que era lo que en verdad le pre
ocupaba. Si la vida de Eugenio es asombrosa por mil conceptos, entre
ellos llama enseguida la atenci6n su
precocidad. Su
actividad pú
blica más creativa la desarroll6 con poquísimos años. Y desde el primer momento con una claridad de criterios asombrosa.
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Fundaci\363n Speiro
ACCION ESPAAOLA: COMO DEBER RELIGIOSO
Aquel joven oficial jurídico que a los veintid6s años solicitaba
audiencia a Alfonso XIII, iba a proponerle un programa
de sai
vaci6n de
la monarquía. La proyectada entrevista con el rey no
se
realiz6 hasta
el año siguiente. El desconocido teniente jurí
dico sali6 de palacio con la impresi6n de que el monarca le ha
bía oído como quien oye llover. Pero bien sabía que por en cima de los reyes estabau Dios y España. Alfonso XIII
-partiría
hacia
el
exilio, pero Acción Española iba a nacer. Tenía que na
cer.
Un desconocido joven provinciano, que aún no conocía a
nadie, soñaba una España como la de los Reyes Cat6licos, Car
los I y Felipe II.
Todo había nacido cuando, en_ unas conferencias piadosas,
aquel joven,
entonces casi un niño, escuch6 aquello de «Si
cb
miereis, si bebiereis, si hiciereis cualquier cosa, hacedlo eh me
moria
de Cristo». Meditaba a diario esas palabras y examinaba a
su luz actuaciones cotidianas. De ahí nació una vida que quiso
Atl maiorem Dei gloriam.
Con ese principio y con la tenacidad incansable de Eugenio
Vegas todo era posible. Es
la fuerza de un alma. Sin embargo,
nada hacía suponer la fertilidad de su trabajó. Desconocido en
Madrid, sin relaciones sociales, de carácter tímido que
podía ser
tenido por huraño, sin dotes oratorias, la política parecía estar
le vedada. Además se creía incapacitado par escribir. Esto último
nunca lo entendí. Porque sus escritos, que no prodig6, son ter sos de estilo, de muy
agradable lectura
e inmediata inteligencia.
Me consta el trabajo que le daban.
Pero más por un afán de
perfeccionismo que por
- dificuJt,ides de
expresi6n. Donde tenía
capacidad de comunicaci6n fuera de lo común era como conver sador. Sus tertulias son inolvidables
para todos
los que las dis
frutaroos. Allí se expandía el Eugenio entregado a una causa, de
cultura amplísima, misionero de los ideales de
Dios y de Espa
ña. Y esa fue su gran arma de convicci6n y de enganche.
En Madrid, capitán del Cuerpo jurídico
y Letrado del Con
sejo de Estado,
ópl>siciones que ciertamente eran
una recomen
dación,
pensó que para salvar a la monarquía, pese al rey,. y
ponerla
al servicio del derecho público cristiano era preciso crear
'1147
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGO1M
una revista que, aglutinando a los intelectuales dispersos de sen
tires más o menos ttadicionales,. fuera no sólo dique a lo que
entonces
parecía aluvión
incontenible de la izquierda sino Co
vadonga desde la que se alumbrase una nueva Reconquista.
Su bagaje doctrinal, acumulado en mil lecturas, era más que
suficiente para
la empresa. Pero tenía además un modelo larga
mente estudiado. La
Action Franraise, de Charles Maurras, que
seguía con pasión. Evidentemente no se ttataba de un simple
mimetismo. Los saberes aprendidos. de Nocedal, fray Fernando de Zevallos, Vélez, el Rancio y, sobre todos, Menéndez Pelayo,
hicieron que un movimiento, que nada con un nombre que era
traducción del francés, que acababa de ser condenado por Pío
XI, no sólo no tuviera el menor roce con
la Iglesia, sino que
fue sinceramente apreciado por ésta. Las íntimas relaciones de
Eugenio Vegas con el que poco después sería el cardenal Gomá
son ilustrativas al respecto.
Estamos en el año 1930. Con destino en Madrid, después
de un breve período en Africa, Eugenio busca ayudas y colabo raciones. Rodezno, Lozoya ... y Maeztu. Fue el gran encuentro.
Eugenio se resistía a él por dos motivos: el escaso aprecio que
sentía por el periodismo
y los antecedentes radicales de don Ra
miro.
Pero una vez producido, la amistad fue inmediata y ab
soluta. Cortada por el asesiriato de Maeztu, Eugenio conservó,
hasta
el fio de sus días, la devoción al maestro. Y con Maeztu,
Pradera. Dos caracteres muy distintos pero que se complemen taban perfectamente. Fue otra de las grandes, y escasas, admira
ciones de Eugenio. Porque no
fu¡,ron muchas
las personas a las
que verdaderamente admiró.
Hay que ponerse en la situación de aquellos días para valo
rar lo que significó la obra de Eugenio Vegas. Aún no había
cumplido veinticuatro años. La monarquía
libetal agonizaba.
Los
tres volúmenes del general Mola,
Mi paso por la Dirección Ge
neral de Seguridad,
resulta definitivos al respecto. Nadie creía
ya en la monarquía. Ni el rey.
«¿Monarq~ía? ¿República? Da
lo mismo; lo que importa es España», había dicho Alfonso XIII
en octubre de 1930. Y aquel joven que soñaba empresas en bien
1148
Fundaci\363n Speiro
ACCION ESPAl'WLA: COMO DEBER RELIGIOSO
de la patria quedó consternado. El sabía que no daba lo mis
mo. El sabía que
la república iba a suponer la persecución re
ligiosa y la quema de conventos,
la expulsión de los jesuitas, la
negación de la España que amaba. En cambio,
la monarquía, la
institución en que creía y que nada tenía que ver con la aparien
cia que se alojaba en el Palacio de Oriente, era Granada y Gua
nahani, Mulhberg
y Lepanto, Trento, El Escorial, Lope, Ve
Mzquez, Calderón
... Una patria
al servicio de Dios.
El rey partió
al exilio y la monarquía pareció desaparecer
definitivamente de la historia de España. Las derechas se apre
suraron a aglutinarse en torno a Gil Robles con acatamiento ex
preso de la forma republicana. Vegas, desde
Acci6n Espa;fola,
se propuso restaurar el crédito monárquico, a la ~azón práctica
mente nulo, y en pocos años lo consiguió. La monarquía volvió
a ser considerada como posible solución histórica. Y Franco la
:Ostiruyó en
las Leyes Fundamentales. Cuarenta
y cuatro años
después de la marcha de Alfonso XIII volvía a haber un rey en España. Aunque su monarquía no tuviera nada que ver con
la que habían querido Vegas o Franco. Pero eso es ya otra his
toria.
La capacidad organizadora de Eugenio Vegas en aquellos días
es
verdaderamente asombrosa. Recluta intelectuales, escribe, cons
pira, discurre actos, alguno tan sonado como la conquista de
la
Academia de Jurisprudencia y, sobre todo, aglutina a la disper
sa intelectualidad
de la derecha
y la exhibe, desde las páginas
de la revista o en
actos por él organizados con un doble e inme
diato resultado. El primero de consolidación interna del grnpo.
Proclamada la república, apenas ningún intelectual se
atrevía •
manifestarse
públicamente como católico o de
derecha~. El pres
tigo
estaba en la otra orilla y el
potve!'.ir parecía que
también.
Así, pues, era acto poco menos que heroico hacer ptofesión en
academias, cátedras o publicaciones de los sentires de la tradi-
ción
hispana.
·
El
fenómeno cambió enseguida de signo y resultó expansi
vo por sí
mismo, Conforme
el grupo aumentaba, resultaba·
mucho
más
fácil captar nuevos adeptos.
Er ocasiones · acudían ya
sin
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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIG01M
que nadie les llamara por el prestigio que el propio grupo iba
alcanzando. Al mismo tiempo la opinión pública advirtió la
existencia,
cada
vez
más notoria, de poetas, filósofos, dramaturgos, novelis
tas, teólogos, académicos, catedráticos... en las
filas . de
la
dere
cha. Que no vacilaban en proclamarse católicos y antirrepublica
nos. Determinados periódicos,
ABC, La Epoca, La Naci6n, contri
buyeron decisivamente en la difusión de pensamiento, nombres
y prestigio y, muy poco tiempo después
de la qída del
régimen,
declaraciones intelectuales de derechas no sólo era innecesario
hacerlas vengozantemente, sino que suponían reconocimiento pÚ·
blico y consideración social. Fue el segundo resultado de la acti
vidad de
Eugenio Vegas.
Y, como bien se comprende, ambos
efectos se potenciaban mutuamente en progresión geométrica.
Esta fue la obra por excelencia de Eugenio Vegas. Y la que
cuajó plenamente. Otras empresas suyas concluyeron en el fra
caso. Y cuando oomprobó que nada
hwbía que
hacer en el sen
tido
que· ¡e marcaban sus
ideales abandonó dignamente el cam
po para no autorizar ni siquiera con una presencia pasiva lo que
estimaba error que sería pródigo en funestas consecuencias. Ac
ción Española,
a la que se entregó con cuerpo y alma fue, pro
bablemente, la única actividad pública de Eugenio Vegas real
mente gratificante. La guerra, en la que por tres veces se enroló
como simple voluntario, fue una esperanza que pronto se frustró.
Mimetismos fascistas no le ilusionaron en modo alguno. Lausan ne y Estoril eran un calvario moral que terminó abandonando cuando juzgó que los derroteros
. que
se seguían llevaban a puer
tos muy distantes de los por
él soñados. Sin esperanzas terrenas
se retiró, con enorme dignidad, a su casa donde, hasta el últi
mo día, recordaba al pequeño cenáculo de amigos las doctrinas
que juzgaba salvadoras.
En cambio, con
Acci6n Española, palpó los resultados y llegó
a creer, aunque siempre pensó y así lo ha escrito, que hadan
falta más años de preparación intelectual, que las doctrinas que
propagaba podían imponerse. No en vano aumentaban, de
día
1150
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/!CCION ESPAROLA: COMO DEBER REUGIOSO
en día, los. intelectuales que se embarcaban en la aventura, los
entusiastas, los sqscriptores ...
En más de una ocasión he enumerado, en estas mismas pá
ginas de Verbo, a los que, o mejor, a muchos de los que cerra
ron filas en torno a Eugenio Vegas en la tarea que capitaneó.
Ello me excusa de reproducir la lista, pero sí quiero señalar que
la derecha española no había conocido nada semejante en su his
toria. Los intentos anteriores: Balmes, Viluma, Pidal, Nocedal,
los congresos católicos, Cánovas desde
el liberalismo, Cascaja
res, Polavieja... fueron penosas
manisfestaciones de
división y
antagonismo. Terminaba
siendo más enemigo
el afín que el ad
versario. Y la historia es irrebatible a este respecto.
Con Eugenio se produjo una integración verdaderamente
asombrosa. Allí se encontraron, en la amistad, en la lucha y en
la
esperanza, gentes adictas a la monarquía restaurada en Sagunto
y carlistas sin tacha, integristas y albiñanistas, hombres de la
Falange que nacía y comprometidos con la CEDA, religiosos y
militares,
obispos y
políticos ... Los pocos supervivientes de la
magna epopeya pueden
dar fe de ello: L6pez Ibor, Pedro Sáinz,
José
Luis V ázquez Dodero, Corts, José Antonio García de Cor
tázar, Gabriel Alférez, Talao Núñez, Cerverales, Luis y Javier
Vela, Alfonso Valdecasas, José
María, Lucas y Antonio Oriol,
Armando Durán, Octaviano Alonso de
Celis... Evidentemente
omito a
algunos cuyos
nombres no me vienen en estos momen
tos a la memoria. Pero hay tres que no me da la gana de citar:
un asiduo colaborador de
El País, otro de Ya y un terceto que,
afortunadamente, ya no colabora en casi
ningún sitio.
También lo he escrito. El haber sido amigos de Eugenio Ve
gas dejaba en
el alma una impronta muy difícil de borrar. Su
entierro fue
buena prueba de ello
.. Un
observador ajeno a
lo
que Eugenio Vegas significó no entendería nada. Y estoy seguro
de
que muchos
de mis eventuales lectores, tampoco. Joaquín Sa
trústegui y Joaquín
Aguitre Bellver, Serrano Súñer,
Sánchez Be
lla, Garicano, Antonio Oriol y Pedro Sáinz Rodríguez. Los te
nientes generales
Diez Alegría
y González del Y erro
y el se
nador
socialista, José
Prats. Y, respecto a este último, cuyo do-
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FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGO1M
lor en Gurtubay y en Algete eran evidentes, sólo puedo dar fo
del gran cariño personal que le tenía Eugenio. Ansón, Garnbra,
Darlo Valcárcel,
Manuel de Santa Cruz,
Paco Gomis, Tovar, Parcent,
Díaz de Aguilar, Sanz Pastor, Uriar,
te,
Muñiz, Gil de Sagredo, Badía, Bullón de Mendoza, lranzo,
Díez del
Corral, Hernández
Gil, Salustiano del Campo, de Mi
guel, Soria,
Martín Amores, Morán, Cantero,
Vallet, García Hoz,
Hernando de
Larrarnendi, de
la Cierva,
Fernández de la Mora,
Hernansanz, Cervera, el Duque de Alba, el de Alburquer que, Rumeu,
Piñar, Santiago
Corral, García de
la Concha, Gar
cía de
Enterria, Armand
Magescas,
el general de Benouville, Ge
lla, Ollero ... Es el recuerdo de unas horas emocionadas en las
que, evidentemente, no pasaba lista. Se me olvidan, pues, mu
chos nombres. Es igual. Tan variopinto mosaico en recuerdo a
un hombre que
parecía olvidado,
que nada aportaba en el mer
cado de vanidades y en el escalafón de ascensos, sólo
habla de
la personalidad del muerto. Era inevitable que el recuerdo de
Acción Española se hicie
ra presente. Sin embargo, los allí presentes eran sólo una cari
catura sin vida y sin mañana. Aquellos, los de los años treinta,
estaban unidos por una tensión ilusionada de esperanza. Los de
hoy producían pasmo a cualquier observador que fuera ajeno a
lo que fue Eugenio Vegas, pero nada más. Ayer eran una fuerza inmensa que cambió el destino de una España que se deshacía.
Hoy, apenas una mezcolanza sin sentido. O sin otro sentido que el recuerdo de una amistad verdaderamente traicionada por bas
tantes de los presentes .
. Pero
estarnos hablando de
Acción Española y no del triste
presente. Eugenio Vegas devolvió a la derecha española, en los
años treinta, cohesi6n, razones y, sobre todo, esperanza. Cin~
cuenta años después, cuando uno otea el horizonte político e in
telectual en busca de algo similar, porque eso es precisamente
lo que hoy también se necesita, el recuerdo de
la obra de Euge
nio Vegas nos hace sentir más que nunca
la orfandad.
Acción Española fue mucho más que una revista. Fue, más
que nada, una voluntad de acción que se
hizo omnipresente.
Y
1152
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ACCION ESPANOLA: COMO DEBER REUGIOSO
esa voluntad fue la de Vegas. Se editaron libros, se pronunciaron
conferencias, se
hizo tertulia y conspiración, propaganda y apoyo
al correligionario, cátedra y academia, captación de figuras con sagradas y de jóvenes estudiantes, periodismo y poesía. El es
fuerzo de Eugenio sólo puede ser comparado en España con el
de Giner.
Ambos consiguieron,
desde polos opuestos, resultados
muy parecidos.
Cuando la restauración canovista pareció hundir las esperan
zas de
la España revolucionaria, el tesón y, preciso es recono
cerlo, las extraordinarias
dotes persooales
de Francisco Giner de
los Ríos,
alimentaron al
principio lo que parecía pavesa a ex
tinguir hasta lograr una poderosísima fuerza intelectual y polí
tica que configuró decisivamente el porvenir de España. Fue un
lento trabajo que cuajó incluso después de la muerte de Giner.
Desde una filosofía que no era de recibo en ninguna parte
del mundo, predicada en nuestra parria por un locoide ininteli
gible como lo fue Sanz del Río, Giner supo aglutinar en torno
de
él a gran parte de los que consideraban la religión católica
una atadura a romper y
la historia de España una desgracia. Y
lo que
significó la
Institución Libre de
Enseñanza es
notorio.
Podríamos decir que Eugenio Vegas intehtó una Institución
al contrario. Y sus ideas parecieron triunfar enseguida. Apenas
cinco años de actuaciones y la España católica y tradicional esta
ba
,en la trinrnera arma
al
brazo y
ganando
la guerra. Me he re
ferido también, en estas páginas, a la enorme importancia que atribuyo a
Acción Española en la génesis del 18 de Julio y no
insistiré en ello. Pero
si conviene
señalar que los pocos
años
que
mediaron entre los primeros trabajos de Eugenio Vegas y el
alzamiento de 19
36 fueron
insuJicientes para que la gran cose
cha que ya se presentía pudiera recogerse, A esto hay que añadir
el asesinato de las primeras figuras del grupo: Maeztu, Calvo
Sotelo, Pradera. Y un deliberado
propósi_to gubernativo
de im
pedir la reaparición de la revista una vez ganada
la guerra.
Habían comenzado ya las grandes desilusiones de Eugenio
Vegas. Que continuarían hasta que se aleja
definitivamente de
Estoril.
Recogido en su casa, con sus ideas y
sus libros,
no vol-
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FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIG01M
vería a intentar ya ninguna operación política. Llevaba sobre
sus espaldas demasiados desengaños. Pero fue de los hombres
y no de su pensamiento de quienes se alejó. Quiso que en su
esquela figurasen estas palabras:
« Vivió y murió fiel a sus idea
les».
Y de pocas personas se podrá decir esto con más verdad.
Esos ideales es,
en Acción Española, donde se recogieron y
desde donde se propusieron a España como tarea colectiva. Alú
es donde está el mejor Vegas; políticamente, se entiende. Y el
apasionante primer tomo de sus
Memorias da cumplida referen
cia de ello.
Los que hemos tenido
la suerte
de oírle el relato de aquellos
años no sabíamos qué admirar más: su prodigiosa actividad de
entonces o la fidelidad de hoy a
lo que entonces pensaba y que
seguía creyendo eran
las únicas ideas salvadoras de · España.
Y
la situación
presente no parece quitarle
la razón.
Su hondísima
fe religiosa y la convicción de que había hechó
cuanto estaba en su rmtno, e incluso más, en servicio de sus idea
les le llevaron a una serenidad de ánimo, en sus últimos tiempos,
realmente pasmosa. Ahora, desde la serenidad absoluta, en pre
sencia de Dios, a quien quiso servir sobre todas las coSas, verá
con la sabiduría del cielo que su magno esfuerzo no ha de ser
inútil, que sus barallas por la causa de Cristo se apuntaron en el
libro de
la gloria y que llegará el día, ojalá sea pronto, en que
la España que Eugenio soñó desde
,.Acción Española será reali
dad. Será de nuevo realidad.
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RELIGIOSO
POR
FRANC:1sco J os:& FERNÁNDEZ DE LA C1Go~A
Con motivo del fallecimiento de Eugenio Vegas ·sé ha recor
dado· numerosas ·veces su fidelidad monárquica,· Evidentemente,
Eugenio, paradigma de fidelidades, fue el «novio de la
monar,
quía»
como le bautiz6
Pemán, pero
quienes se quedan en eso
-y lo afirmo desde las muchísimas horas pasadas con él como
confidente de sus
Memorias-, no han llegado a calar los verda
deros sentimientos de Eugenio Vegas.
Porque la monarquía para él, no era un fin sino un medio
con el que se podía servir mejor a Dios
y a la Patria. Y tam
poco estoy expresando con ese servir me;or el exacto pensamien
to de Eugenio Vegas. No era en él cuestí6n de grados, porque la república democrática, basada en la soberanía popular, era
la negaci6n de los derechos de
Dios sobre
los pueblos y socieda
des. Los hombres no podían decidir con su voto lo contrario. a
la voluntad de Dios: aborto, divorcio, robo, crimen ... Y, prác tícatnente, no distinguía entre república y monarquía liberal. Esta no era
más, lo
repiti6
.mi[ veces,
que una república corona
da. Y su titular:
el rey poste o augusto cero.
No fue, por tanto, el novio de una monarquía cualquiera
sino de la monarquía tradicional. Y ello no por la monarquía
sino por Dios
1' por España, que era lo que en verdad le pre
ocupaba. Si la vida de Eugenio es asombrosa por mil conceptos, entre
ellos llama enseguida la atenci6n su
precocidad. Su
actividad pú
blica más creativa la desarroll6 con poquísimos años. Y desde el primer momento con una claridad de criterios asombrosa.
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ACCION ESPAAOLA: COMO DEBER RELIGIOSO
Aquel joven oficial jurídico que a los veintid6s años solicitaba
audiencia a Alfonso XIII, iba a proponerle un programa
de sai
vaci6n de
la monarquía. La proyectada entrevista con el rey no
se
realiz6 hasta
el año siguiente. El desconocido teniente jurí
dico sali6 de palacio con la impresi6n de que el monarca le ha
bía oído como quien oye llover. Pero bien sabía que por en cima de los reyes estabau Dios y España. Alfonso XIII
-partiría
hacia
el
exilio, pero Acción Española iba a nacer. Tenía que na
cer.
Un desconocido joven provinciano, que aún no conocía a
nadie, soñaba una España como la de los Reyes Cat6licos, Car
los I y Felipe II.
Todo había nacido cuando, en_ unas conferencias piadosas,
aquel joven,
entonces casi un niño, escuch6 aquello de «Si
cb
miereis, si bebiereis, si hiciereis cualquier cosa, hacedlo eh me
moria
de Cristo». Meditaba a diario esas palabras y examinaba a
su luz actuaciones cotidianas. De ahí nació una vida que quiso
Atl maiorem Dei gloriam.
Con ese principio y con la tenacidad incansable de Eugenio
Vegas todo era posible. Es
la fuerza de un alma. Sin embargo,
nada hacía suponer la fertilidad de su trabajó. Desconocido en
Madrid, sin relaciones sociales, de carácter tímido que
podía ser
tenido por huraño, sin dotes oratorias, la política parecía estar
le vedada. Además se creía incapacitado par escribir. Esto último
nunca lo entendí. Porque sus escritos, que no prodig6, son ter sos de estilo, de muy
agradable lectura
e inmediata inteligencia.
Me consta el trabajo que le daban.
Pero más por un afán de
perfeccionismo que por
- dificuJt,ides de
expresi6n. Donde tenía
capacidad de comunicaci6n fuera de lo común era como conver sador. Sus tertulias son inolvidables
para todos
los que las dis
frutaroos. Allí se expandía el Eugenio entregado a una causa, de
cultura amplísima, misionero de los ideales de
Dios y de Espa
ña. Y esa fue su gran arma de convicci6n y de enganche.
En Madrid, capitán del Cuerpo jurídico
y Letrado del Con
sejo de Estado,
ópl>siciones que ciertamente eran
una recomen
dación,
pensó que para salvar a la monarquía, pese al rey,. y
ponerla
al servicio del derecho público cristiano era preciso crear
'1147
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una revista que, aglutinando a los intelectuales dispersos de sen
tires más o menos ttadicionales,. fuera no sólo dique a lo que
entonces
parecía aluvión
incontenible de la izquierda sino Co
vadonga desde la que se alumbrase una nueva Reconquista.
Su bagaje doctrinal, acumulado en mil lecturas, era más que
suficiente para
la empresa. Pero tenía además un modelo larga
mente estudiado. La
Action Franraise, de Charles Maurras, que
seguía con pasión. Evidentemente no se ttataba de un simple
mimetismo. Los saberes aprendidos. de Nocedal, fray Fernando de Zevallos, Vélez, el Rancio y, sobre todos, Menéndez Pelayo,
hicieron que un movimiento, que nada con un nombre que era
traducción del francés, que acababa de ser condenado por Pío
XI, no sólo no tuviera el menor roce con
la Iglesia, sino que
fue sinceramente apreciado por ésta. Las íntimas relaciones de
Eugenio Vegas con el que poco después sería el cardenal Gomá
son ilustrativas al respecto.
Estamos en el año 1930. Con destino en Madrid, después
de un breve período en Africa, Eugenio busca ayudas y colabo raciones. Rodezno, Lozoya ... y Maeztu. Fue el gran encuentro.
Eugenio se resistía a él por dos motivos: el escaso aprecio que
sentía por el periodismo
y los antecedentes radicales de don Ra
miro.
Pero una vez producido, la amistad fue inmediata y ab
soluta. Cortada por el asesiriato de Maeztu, Eugenio conservó,
hasta
el fio de sus días, la devoción al maestro. Y con Maeztu,
Pradera. Dos caracteres muy distintos pero que se complemen taban perfectamente. Fue otra de las grandes, y escasas, admira
ciones de Eugenio. Porque no
fu¡,ron muchas
las personas a las
que verdaderamente admiró.
Hay que ponerse en la situación de aquellos días para valo
rar lo que significó la obra de Eugenio Vegas. Aún no había
cumplido veinticuatro años. La monarquía
libetal agonizaba.
Los
tres volúmenes del general Mola,
Mi paso por la Dirección Ge
neral de Seguridad,
resulta definitivos al respecto. Nadie creía
ya en la monarquía. Ni el rey.
«¿Monarq~ía? ¿República? Da
lo mismo; lo que importa es España», había dicho Alfonso XIII
en octubre de 1930. Y aquel joven que soñaba empresas en bien
1148
Fundaci\363n Speiro
ACCION ESPAl'WLA: COMO DEBER RELIGIOSO
de la patria quedó consternado. El sabía que no daba lo mis
mo. El sabía que
la república iba a suponer la persecución re
ligiosa y la quema de conventos,
la expulsión de los jesuitas, la
negación de la España que amaba. En cambio,
la monarquía, la
institución en que creía y que nada tenía que ver con la aparien
cia que se alojaba en el Palacio de Oriente, era Granada y Gua
nahani, Mulhberg
y Lepanto, Trento, El Escorial, Lope, Ve
Mzquez, Calderón
... Una patria
al servicio de Dios.
El rey partió
al exilio y la monarquía pareció desaparecer
definitivamente de la historia de España. Las derechas se apre
suraron a aglutinarse en torno a Gil Robles con acatamiento ex
preso de la forma republicana. Vegas, desde
Acci6n Espa;fola,
se propuso restaurar el crédito monárquico, a la ~azón práctica
mente nulo, y en pocos años lo consiguió. La monarquía volvió
a ser considerada como posible solución histórica. Y Franco la
:Ostiruyó en
las Leyes Fundamentales. Cuarenta
y cuatro años
después de la marcha de Alfonso XIII volvía a haber un rey en España. Aunque su monarquía no tuviera nada que ver con
la que habían querido Vegas o Franco. Pero eso es ya otra his
toria.
La capacidad organizadora de Eugenio Vegas en aquellos días
es
verdaderamente asombrosa. Recluta intelectuales, escribe, cons
pira, discurre actos, alguno tan sonado como la conquista de
la
Academia de Jurisprudencia y, sobre todo, aglutina a la disper
sa intelectualidad
de la derecha
y la exhibe, desde las páginas
de la revista o en
actos por él organizados con un doble e inme
diato resultado. El primero de consolidación interna del grnpo.
Proclamada la república, apenas ningún intelectual se
atrevía •
manifestarse
públicamente como católico o de
derecha~. El pres
tigo
estaba en la otra orilla y el
potve!'.ir parecía que
también.
Así, pues, era acto poco menos que heroico hacer ptofesión en
academias, cátedras o publicaciones de los sentires de la tradi-
ción
hispana.
·
El
fenómeno cambió enseguida de signo y resultó expansi
vo por sí
mismo, Conforme
el grupo aumentaba, resultaba·
mucho
más
fácil captar nuevos adeptos.
Er ocasiones · acudían ya
sin
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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIG01M
que nadie les llamara por el prestigio que el propio grupo iba
alcanzando. Al mismo tiempo la opinión pública advirtió la
existencia,
cada
vez
más notoria, de poetas, filósofos, dramaturgos, novelis
tas, teólogos, académicos, catedráticos... en las
filas . de
la
dere
cha. Que no vacilaban en proclamarse católicos y antirrepublica
nos. Determinados periódicos,
ABC, La Epoca, La Naci6n, contri
buyeron decisivamente en la difusión de pensamiento, nombres
y prestigio y, muy poco tiempo después
de la qída del
régimen,
declaraciones intelectuales de derechas no sólo era innecesario
hacerlas vengozantemente, sino que suponían reconocimiento pÚ·
blico y consideración social. Fue el segundo resultado de la acti
vidad de
Eugenio Vegas.
Y, como bien se comprende, ambos
efectos se potenciaban mutuamente en progresión geométrica.
Esta fue la obra por excelencia de Eugenio Vegas. Y la que
cuajó plenamente. Otras empresas suyas concluyeron en el fra
caso. Y cuando oomprobó que nada
hwbía que
hacer en el sen
tido
que· ¡e marcaban sus
ideales abandonó dignamente el cam
po para no autorizar ni siquiera con una presencia pasiva lo que
estimaba error que sería pródigo en funestas consecuencias. Ac
ción Española,
a la que se entregó con cuerpo y alma fue, pro
bablemente, la única actividad pública de Eugenio Vegas real
mente gratificante. La guerra, en la que por tres veces se enroló
como simple voluntario, fue una esperanza que pronto se frustró.
Mimetismos fascistas no le ilusionaron en modo alguno. Lausan ne y Estoril eran un calvario moral que terminó abandonando cuando juzgó que los derroteros
. que
se seguían llevaban a puer
tos muy distantes de los por
él soñados. Sin esperanzas terrenas
se retiró, con enorme dignidad, a su casa donde, hasta el últi
mo día, recordaba al pequeño cenáculo de amigos las doctrinas
que juzgaba salvadoras.
En cambio, con
Acci6n Española, palpó los resultados y llegó
a creer, aunque siempre pensó y así lo ha escrito, que hadan
falta más años de preparación intelectual, que las doctrinas que
propagaba podían imponerse. No en vano aumentaban, de
día
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/!CCION ESPAROLA: COMO DEBER REUGIOSO
en día, los. intelectuales que se embarcaban en la aventura, los
entusiastas, los sqscriptores ...
En más de una ocasión he enumerado, en estas mismas pá
ginas de Verbo, a los que, o mejor, a muchos de los que cerra
ron filas en torno a Eugenio Vegas en la tarea que capitaneó.
Ello me excusa de reproducir la lista, pero sí quiero señalar que
la derecha española no había conocido nada semejante en su his
toria. Los intentos anteriores: Balmes, Viluma, Pidal, Nocedal,
los congresos católicos, Cánovas desde
el liberalismo, Cascaja
res, Polavieja... fueron penosas
manisfestaciones de
división y
antagonismo. Terminaba
siendo más enemigo
el afín que el ad
versario. Y la historia es irrebatible a este respecto.
Con Eugenio se produjo una integración verdaderamente
asombrosa. Allí se encontraron, en la amistad, en la lucha y en
la
esperanza, gentes adictas a la monarquía restaurada en Sagunto
y carlistas sin tacha, integristas y albiñanistas, hombres de la
Falange que nacía y comprometidos con la CEDA, religiosos y
militares,
obispos y
políticos ... Los pocos supervivientes de la
magna epopeya pueden
dar fe de ello: L6pez Ibor, Pedro Sáinz,
José
Luis V ázquez Dodero, Corts, José Antonio García de Cor
tázar, Gabriel Alférez, Talao Núñez, Cerverales, Luis y Javier
Vela, Alfonso Valdecasas, José
María, Lucas y Antonio Oriol,
Armando Durán, Octaviano Alonso de
Celis... Evidentemente
omito a
algunos cuyos
nombres no me vienen en estos momen
tos a la memoria. Pero hay tres que no me da la gana de citar:
un asiduo colaborador de
El País, otro de Ya y un terceto que,
afortunadamente, ya no colabora en casi
ningún sitio.
También lo he escrito. El haber sido amigos de Eugenio Ve
gas dejaba en
el alma una impronta muy difícil de borrar. Su
entierro fue
buena prueba de ello
.. Un
observador ajeno a
lo
que Eugenio Vegas significó no entendería nada. Y estoy seguro
de
que muchos
de mis eventuales lectores, tampoco. Joaquín Sa
trústegui y Joaquín
Aguitre Bellver, Serrano Súñer,
Sánchez Be
lla, Garicano, Antonio Oriol y Pedro Sáinz Rodríguez. Los te
nientes generales
Diez Alegría
y González del Y erro
y el se
nador
socialista, José
Prats. Y, respecto a este último, cuyo do-
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FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGO1M
lor en Gurtubay y en Algete eran evidentes, sólo puedo dar fo
del gran cariño personal que le tenía Eugenio. Ansón, Garnbra,
Darlo Valcárcel,
Manuel de Santa Cruz,
Paco Gomis, Tovar, Parcent,
Díaz de Aguilar, Sanz Pastor, Uriar,
te,
Muñiz, Gil de Sagredo, Badía, Bullón de Mendoza, lranzo,
Díez del
Corral, Hernández
Gil, Salustiano del Campo, de Mi
guel, Soria,
Martín Amores, Morán, Cantero,
Vallet, García Hoz,
Hernando de
Larrarnendi, de
la Cierva,
Fernández de la Mora,
Hernansanz, Cervera, el Duque de Alba, el de Alburquer que, Rumeu,
Piñar, Santiago
Corral, García de
la Concha, Gar
cía de
Enterria, Armand
Magescas,
el general de Benouville, Ge
lla, Ollero ... Es el recuerdo de unas horas emocionadas en las
que, evidentemente, no pasaba lista. Se me olvidan, pues, mu
chos nombres. Es igual. Tan variopinto mosaico en recuerdo a
un hombre que
parecía olvidado,
que nada aportaba en el mer
cado de vanidades y en el escalafón de ascensos, sólo
habla de
la personalidad del muerto. Era inevitable que el recuerdo de
Acción Española se hicie
ra presente. Sin embargo, los allí presentes eran sólo una cari
catura sin vida y sin mañana. Aquellos, los de los años treinta,
estaban unidos por una tensión ilusionada de esperanza. Los de
hoy producían pasmo a cualquier observador que fuera ajeno a
lo que fue Eugenio Vegas, pero nada más. Ayer eran una fuerza inmensa que cambió el destino de una España que se deshacía.
Hoy, apenas una mezcolanza sin sentido. O sin otro sentido que el recuerdo de una amistad verdaderamente traicionada por bas
tantes de los presentes .
. Pero
estarnos hablando de
Acción Española y no del triste
presente. Eugenio Vegas devolvió a la derecha española, en los
años treinta, cohesi6n, razones y, sobre todo, esperanza. Cin~
cuenta años después, cuando uno otea el horizonte político e in
telectual en busca de algo similar, porque eso es precisamente
lo que hoy también se necesita, el recuerdo de
la obra de Euge
nio Vegas nos hace sentir más que nunca
la orfandad.
Acción Española fue mucho más que una revista. Fue, más
que nada, una voluntad de acción que se
hizo omnipresente.
Y
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ACCION ESPANOLA: COMO DEBER REUGIOSO
esa voluntad fue la de Vegas. Se editaron libros, se pronunciaron
conferencias, se
hizo tertulia y conspiración, propaganda y apoyo
al correligionario, cátedra y academia, captación de figuras con sagradas y de jóvenes estudiantes, periodismo y poesía. El es
fuerzo de Eugenio sólo puede ser comparado en España con el
de Giner.
Ambos consiguieron,
desde polos opuestos, resultados
muy parecidos.
Cuando la restauración canovista pareció hundir las esperan
zas de
la España revolucionaria, el tesón y, preciso es recono
cerlo, las extraordinarias
dotes persooales
de Francisco Giner de
los Ríos,
alimentaron al
principio lo que parecía pavesa a ex
tinguir hasta lograr una poderosísima fuerza intelectual y polí
tica que configuró decisivamente el porvenir de España. Fue un
lento trabajo que cuajó incluso después de la muerte de Giner.
Desde una filosofía que no era de recibo en ninguna parte
del mundo, predicada en nuestra parria por un locoide ininteli
gible como lo fue Sanz del Río, Giner supo aglutinar en torno
de
él a gran parte de los que consideraban la religión católica
una atadura a romper y
la historia de España una desgracia. Y
lo que
significó la
Institución Libre de
Enseñanza es
notorio.
Podríamos decir que Eugenio Vegas intehtó una Institución
al contrario. Y sus ideas parecieron triunfar enseguida. Apenas
cinco años de actuaciones y la España católica y tradicional esta
ba
,en la trinrnera arma
al
brazo y
ganando
la guerra. Me he re
ferido también, en estas páginas, a la enorme importancia que atribuyo a
Acción Española en la génesis del 18 de Julio y no
insistiré en ello. Pero
si conviene
señalar que los pocos
años
que
mediaron entre los primeros trabajos de Eugenio Vegas y el
alzamiento de 19
36 fueron
insuJicientes para que la gran cose
cha que ya se presentía pudiera recogerse, A esto hay que añadir
el asesinato de las primeras figuras del grupo: Maeztu, Calvo
Sotelo, Pradera. Y un deliberado
propósi_to gubernativo
de im
pedir la reaparición de la revista una vez ganada
la guerra.
Habían comenzado ya las grandes desilusiones de Eugenio
Vegas. Que continuarían hasta que se aleja
definitivamente de
Estoril.
Recogido en su casa, con sus ideas y
sus libros,
no vol-
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vería a intentar ya ninguna operación política. Llevaba sobre
sus espaldas demasiados desengaños. Pero fue de los hombres
y no de su pensamiento de quienes se alejó. Quiso que en su
esquela figurasen estas palabras:
« Vivió y murió fiel a sus idea
les».
Y de pocas personas se podrá decir esto con más verdad.
Esos ideales es,
en Acción Española, donde se recogieron y
desde donde se propusieron a España como tarea colectiva. Alú
es donde está el mejor Vegas; políticamente, se entiende. Y el
apasionante primer tomo de sus
Memorias da cumplida referen
cia de ello.
Los que hemos tenido
la suerte
de oírle el relato de aquellos
años no sabíamos qué admirar más: su prodigiosa actividad de
entonces o la fidelidad de hoy a
lo que entonces pensaba y que
seguía creyendo eran
las únicas ideas salvadoras de · España.
Y
la situación
presente no parece quitarle
la razón.
Su hondísima
fe religiosa y la convicción de que había hechó
cuanto estaba en su rmtno, e incluso más, en servicio de sus idea
les le llevaron a una serenidad de ánimo, en sus últimos tiempos,
realmente pasmosa. Ahora, desde la serenidad absoluta, en pre
sencia de Dios, a quien quiso servir sobre todas las coSas, verá
con la sabiduría del cielo que su magno esfuerzo no ha de ser
inútil, que sus barallas por la causa de Cristo se apuntaron en el
libro de
la gloria y que llegará el día, ojalá sea pronto, en que
la España que Eugenio soñó desde
,.Acción Española será reali
dad. Será de nuevo realidad.
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