Índice de contenidos
Número 245-246
Serie XXV
- Textos Pontificios
- In memoriam
-
Estudios
-
San Juan María Vianney o el poder de Dios. (En el segundo centenario de su nacimiento)
-
García Morente y el estilo de España
-
Doctrina de la Iglesia sobre libertad y liberación. A propósito de la Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre libertad cristiana y liberación
-
Las «sugerencias» del Sínodo de 1985
-
El mal menor y las elecciones
-
La «Weltrevolution» y el «Weltoktober»
-
El sectarismo, fuente de errores políticos. (Las equivocadas opciones de la Institución Libre de Enseñanza)
-
-
Monográficos
-
El derecho colectivo de los católicos a defenderse de injustas agresiones. (Introducción, selección de textos y comentarios a un libro de Joaquín Torres Asensio)
-
Ilegitimidad del gobierno del Frente Popular de 1936. (Consideraciones de un eminente liberal)
-
Una reacción de la irreductible España
-
Apuntes sobre los Movimientos Católicos juveniles en la Cataluña de 1936-1939
-
El porqué de la Victoria
-
- Actas
- Homenajes
- Crónicas
-
Información bibliográfica
-
Manuel de Santa Cruz: Apuntes y documentos para la historia del tradicionalismo español 1939-1966. Tomo XIV (1952)
-
Vicente Marrero Suárez: Picasso y el monstruo
-
Gonzalo Fernández de la Mora: La envidia igualitaria
-
Martirián Brunsó Verdaguer: El amor que siempre gana
-
Agustín Basave Fernández del Valle: Filosofía del Derecho Internacional
-
Jaime Morales Carazo: ¡Mejor que Somoza, cualquier cosa!
-
Autores
1986
Doctrina de la Iglesia sobre libertad y liberación. A propósito de la Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre libertad cristiana y liberación
DOCTRINA DE LA IGLESIA SOBRE LIBERTAD
Y LIBERACION
A. PROPOSITO DÉ· LA. INSTRUCCION DE LA CONGREGACION
PARA LA DOCTRINA DE LA FE SOBRE LIBERTAD . CRISTIANA
Y LIBERACION
POll
V1cTORINO RonRiGUEZ, O. P.
l. Desde los tiempos apostólicos la Iglesia no cesó de pre
dicar la libertad,
singularmente la
libertad que nos
trajo Cristo,
y
de urgir e implorar
la liberación. Todo ello como exigencia de la
divina Revelación, tanto en
el Antiguo como en el Nuevo Tes
tamento. Basta abrir las páginas de
unas concordancias
bíblicas
bajo las pálabras
liber, libero, libertas para comprobar la prio
ridad del tema en el pensamiento
judeo-cristiano. «Yo
para eso
he venido al mundo, para
dar testimonio
de
la verdad» (Jn 18,
J.7); «la verdad os hará libres» (Jn 8,32); «para quj: gocemos de
libertad, Cristo nos
ha hecho libres» (Gal 5,1). Pero bien enten
dido que·
ocurre tomar «la libertad
cual cobertura de la maldad»
(I
Pe 2,16), y este mal uso de la Hbertad es el peor inal,·el pe
cado, del que pedimos constantemente a Dios que nos libre
(Mt 6,13), y la Iglesia establ~ó tina larga letanía de pfogarias
de
liberación: de
1a condenación perpetua; de las instigacionés
diabólicas; de la ira, el odio
y la mala voluntad; de los malos
pensamientos
y de la ceguera del corazón; de la peste, el hambre
y la guerra; del flagelo del terremoto y de todo mal: libera ·nos,
Dominé.
La Iglesia, su teología y sus programas de vida cristiana no
temen ni se oponen a la libertad auténtica, a su· defensa
y re
clamación. Baste recordar las palabras de León XIII, bien acre-
533
Fundaci\363n Speiro
VICI'ORINO RODRIGUBZ, O. P.
ditadas a lo largo de la endclica libertas: «es la Iglesia la de
fensora
más
firme de la libertad» (n. 4 ), que «no es otra cosa
que
la facultad de elegir entre los medios aptos para alcanzar
un
fin determinado» (n. 5). «Pero lo más importante de esta
dignidad
-puntualiza Le6n. XIII--es. el modo de su ejercicio,
porque del uso de la libértad nacen los mayores bienes y los ma yores
males. Sin
duda alguna
el hombre puede .obedecer a la ra
zón, practicar
el bien moral, tender por ,el
camino recto a su úl
timo fin. Pero el hombre puede también seguir una dirección
totalmente contraria y, yendo tras el espejismo de unas
ilusoria~
apariencias,
perturbar el orden debido y correr a su perdición
voluntaria» (n. 1 ). En nuestros días vuelve
a advertirnos Juan Pablo II que «en
nuestro tiempo se considera
a veces erróneamente que la libertad
es fin de
sí misma,
que todo hombre es
.libre cuando
usa de ella
como quiere, que a esto hay que tender en la
vida de los in
dividuos
y de las sociedades. La libertad, en cambio, es un don
·grande sólo
cuando sabemos
,;:sarla responsablemente
para todo
lo que es el
verdadero bien.
Cristo nos enseña que el mejor uso
de
la libertad es la caridad que se realiza en la donación y en el
se~icio. Para tal libertad nos ha liberado Cristo y · nos libera
siempre» (Rcdemptor hominis, n. 21).
2. Recientemente, en determinados ambientes del mundo
católico
se ha
reivindicado
.con gran
empeño
y entusiasmo la libe
raci6n. ¿De qué y para qué? ¿De la opresión inhumana y de las
·limitaciones constringentes del ejercicio de la libertad, para vivir
en libertad
responsable. y dignilicante? ¿])e la dependencia de
Dios,
_de la ley moral exigente, del Estado y de las estructuras so
ciales, pata
vivir ilusoria o veleidosamente utopías irrealizables o
emanciparse de vinculaciones religiosas o dvicas
ineluchbles o,
simplemente,
para vivir como a uno le venga en gana?
En estos ambientes se piensa mucho más en
la liberación
que en la libertad; más en
la lucha poda libertad que en la tran
quila libertad; más en el
«fieri» que
en el «facturo
esse»; más
en
lo negativo que en lo positivo. Es lo que ha ocurrido concteta-
534
Fundaci\363n Speiro
LA INSTRUCCION SOBRE UBERTAD Y UBI¡RACION
mente con la llamada «teología de la libetación», de la que. se ha
ocupado en dos documentos recientes Ja. Congregación para la
· Doctrina de la .Fe: Instrucción sobre algunos aspectos de la teo
logír¡ dela lib~ración (6 de agosto. de 1984) e Instrucción sobre
libertad cristiana
y liberación (22 de marzo de 1986).
En
la primera,
. haciendo referencia brevemente a la auténti
ca
teología
de la]ibertad y delá liberación (III, 4), a conciencia
de que «el Evangelio es un mensaje de libertad
y una fuerza de
liberación» (palabras iniciales) y prometiendo tratar el tema «en
un documento posterior
que. pondrá ·en evidencia,
de modo
po
sitivo, todas sus riquezas tanto doctrinales como prácticas», había
centrado la atención «sobre las desviaciones
y los riesgos de des
viación, ruinosos para
la fe y para la vida cristiana, que impli
can ciertas formas
de teología de la liberación» (introducción).
En
la· segunda se· aborda el tema más amplia y positivamente,
según
había prometido
el
cardenal Ratzioger y el mismo Juan
Pablo II en el tietnpo intermedio a ambas instrucciones. Com
prende
. una
introducción sobre el valor
y prioridad de la autén
tica libertad cristiana, basada en
la verdad, la justicia y el amor
(no. 1-4); una conclusión, exaltando
la ejemplaridad de la Vir
gen
María en la vivencia más auténtica de la libertad y de la . li
beración
tal como se expresa en el
Magnificat, actitud con la que
deben sintonizar los teólogos comprometidos en llevar claridad
de salvación a los pobres. «Dependiendo totalmente de
Dios y
plenamente orientada hacia El por el empuje de su fe, María, al
lado de su hijo, es la imagen más perfecta de la libertad y de la
liberación de la humanidad
y del cosmos» (n. 98).
Entre la introducción y la conclusión,
cinco largos
capítu
los: situación de la libertad en el mundo
contemporáneo (I), vo
cación
del hombre a
,la libertad y drama del pecado (II), libe
ración y libertad cristiana (III), misión liberadora de la Igle
sia (IV), la doctrina social de la Iglesia: por una
praxis crisriá- ·
na
de
la liberación (V.).
3. La
nueva instrucción, más que complementaria, es fun
damentadora de
la anterior, como lo positivo es füodamento·
Fundaci\363n Speiro
VICTORINO RODRIGUEZ, O; P.
lo negativo, como la salud es el criterio pata diagnosticar y tratar
la
enfermedad, como la vetdad es el criterio para cortegir el ertor.
En nada corrige o amortigua
el documento anterior; ratifica sus
advettencias y denuncias en general y en particular, a la vez que
suministra los datos dogmático-teológicos para enderezar los mo vimientos «liberacionistas» y rellenar las
grandes lagunas
u omi
siones de doctrina cristiana de las mal llamadas
«teologías de la
liberación». Si
se pregunta por
qué la
Congregación para la Doctrina de
la Fe adelantó
la denuncia de desviaciones y peligros a la profe
sión de
la verdadera teología de la liberación, pienso que fue por
razones pastorales
de urgencia. «La Congregación para la Doctti
ria de
la Fe ha juzgado necesario llamar la atención sobre las
desviaciones y los riesgos de desviación,
rúinosos para lá fe y
pata la vida cristiana. Lejos de estar
superadas, las
advertencias
hechas aparecen cada vez más oportunas y pertinentes. . . Entre
·
ambos documentos existe una relación orgánica. beben leerse
el
uno a
la luz del otro» (Libertád cristiana y liberac/6n, nn. 2-3 ).
De hecho, tras las reacciones menos d6ciles de los «teólogos» de
referencia
(
apenas se sentfan aluclidos)
y de
algunos obispos
que
se solidarizaban con ellos;
iras los
encuentros mantenidos
con los
responsables
de· la Congregación para la Doctrina de la Fe y sus
· expertos, y los encuentros de los obispos hispanoamericanos con
Juan Pablo 11, parece que se fueron disipando las ambigüeda
des,
clarificando las
fuentes ideológicas de estos movimientos y
supetando ingenuidades.
La nuevá Instrucción, que no amortigua
los puntos fuertes de la anterior: está Siendo r~bida e~~ ·mayor
comprensión y docilidad por aquellos mismos que sospechaban
que
la primera era una posición· muy personal del catdenal Rat
zinger
y que la segunda expresaría el pensamiento del Papa des
pués
de
_haber oído
a los Obispos de Hispanoamérica. En reali
dad, tarito
una como otra
· Instrucción
fue publicada
por orden
del
Santo Padre.
El enunciado de
.la nueva
Instrucción,.
Libertad cristiana y
liberaci6n, resulta perfectamente adecuado y· oportuno hoy, por
que abarca el tema en toda su amplitud, positiva (libertad pata
536
Fundaci\363n Speiro
LA INSTRUGCION SOBRE LIBERTAD Y LIBERACION
qué) y negativa (liberación de qué), y evita lá e¡cpresión .«teolo.
gía
de lá liberación»,
que resultó
tan ambigua
desde el
principio:
una «teología» que no
tenía a
Dios pot i,bjeto especificó, y una
«liberación» parcial
y secundaria qtie inducía· a,,mayores :esclavi
tudes.
«Teología sin Dios y liberación
esclavizante», titulé
en
su
día el comentario correspondiente (Verbo, 'IÍÚm. 299-230,,oc
tubre-diciembre,
1984, págs. 1.127-1.142).
4. No se
me hit pedido para Verbo,,un,,resumen o síntesis
del
nuevo documento, ni siquiera una selección
de párrafos,
sino
un subrayado valorativo de conceptos, suponiendo
ya en manos
de
los
lectores el
texto completo
de esta
nueva' Insttucción.'deolá
Santa
Sede, tan
deseada, tan
pensada ( experimentó siete
redac
ciones
sucesivas, según
aHvierte L'OsseYvatore Romano) y tan
cuidadosamente
estru(:turai:la, 'Por mi
parte, subrayo,.
pues, lo si
guiente:
a) Es un documento de pacificaci6n, es decir, de «tranqui
la libertad» (así
definlalCicerón la paz), basada en la verdad, la
justicia y el amor cristiano: Cristo es la verdad; ha venido a dar
testimonio de la verdad, y la verdad nos hará libres. ·Esta pers
pectiva de libertad en la
verdad, que empieza en los números 3-4,
está presente
en todo el
documento (d. riúms.-24, 60,
95). «La
verdad, empezando
por la
verdaa sobre la redención, que es el
centro del misterio de la fe, constituye así la raíz y la norma·'.!e
la
libertad, el
fundamento y
la
medida "de· toda acción
liberado
ra» (núm.
3 ).
Es
la contraposición más patente ·a1 menosprecio
de los «teólogos»
de la liberación por la ortódo:xfa, a la que que
ñan suplantar
por
la «ortopraxia» . o pi-axis :revólúcionatfa; según
había
denunciado
)a Instrucción anterior
{VIII, 4, 5, 7;·x;·1,
3).
Basada
en la
;usticia verdadera, justamente rei.viridiciida (ius
tum iuste),
para no suplantar una injusticia ·por.,otra injusticia,
una
opresión por otra opresión. Ni
desigualdádes injustas contra
la
igual dignidad de las personas, ni
igualitarismo despersonaliza
dor,
porque lo mismo es
injusto tratar
desigualmente a los igua
les que
µatar igualmente a los oesiguáles (dr. núms. 13-17). Y
basada
en el
amor cristiano, sin odio de clases excluyente, «por-
5J7
Fundaci\363n Speiro
VICTORINO RODRlGUEZ, O. P.
que donde faltan la libertad y el amor, el proceso de liberación
lleva
a
la muene de ulia libertad que había perdido todo apoyo»
(núm. 24 ).
La exclusividad del amor a los pobres, &in perspecti
va
de universalidad, en los «teólogos» de
la liberación, había si.do
fuenemente
denunciada
en
la Instrucción anterior (IX, 7). La se
gunda Instrucci6n presenta la ]ey del precepto del amor en pers
pectiva universal, que
respecto de
los pobres es especialmente
efectivo
o benéfico (núms. 55-57).
b) Es un documento de discernimiento entre la verdadera
libenad y la ilusoria libertad, entre el uso dignificante de la li
bertad de cara al bien moral y el uso
degradante y
esclavizante
de
la libertad de_ cara al mal moral, personal o social. El mito
de
la diosa libertad, como el mito de la diosa razón pudo ilusio
nar a los
libenarios del' siglo xvrn, pero ni entonces ni nunca
pudo o puede tener entrada en un pensamiento teol6gico o
sim
plemente humanista.
La libenad ni es fin en sí misma, ni se hace
a sí misma, ni se identifica con la persona, ni sus realizaciones
son siempre dignas de
ella,. ni de la persona individual o social,
ni de su origen y responsabilidad transcendentes.
La libertad es autonolnía, autorealización, independencia.
Como 'facultad es
Cllpacidad de
querer
y hacer u omitir lo
que decida el hombre a su arbitrio sin presión externa
para
obrar ( coacción) o para dejar de obrar ( coerción); y sin
necesidad interna
de. obrar
o incapicitación para obrar. Todo
ello es esencial a
la libertad humana precindiendo de los
grados de perfección o
imperfección. Pero
su
enmarcación onto
lógica
y las consecuencias necesarias de su obrar no son libres:
ni su origen existencial depende de su
elección, ni
su propia con
dición nativa,
ni su vinculación a la razón y al objeto, ni su-en
cuentro
con los otros,
ni su dependencia de Dios y del acto pre
vio de amor, ni el conllevar responsabilidad moral en su ejerci
cio. Hasta el mismo acto
dé elección
incapacita
a la libenad para
la realización simultánea de infinidad de actos incompatibles con
el que se realiza en el momento. ¡Y cuántos deseos ilusorios que
resultan
imposibles de realizar y,
por tanto, de elegir, para tan
tas personas y en tantas
sitnaciones! Es
decir, que el
tan grande
538
Fundaci\363n Speiro
LA INSTRUCCION SOBRE LIBERTAD Y LIBERACION
y
apreciado don de la libertad, por muy liberada de entorpeci
mientos
que la supongamos, no debe
ser i,nsensatamente absolu
tizada. «Esta es la verdad de su ser, que manifiesta por contras
te lo que tienen ds, profundamente
erróneas las
ts,orías que pre
tenden exaltar
la libertad del hombre· o su praxis histórica, ha
ciendo de ellas. el principio absoluto de su ser y de su ds,venir.
Estas teorías son expresión
del ateísmo o tienden, por su propia
lógica,
a él» (núm. 27).
La
liberación no puede referirse .a la superación de los · vín
culos necesarios de la libertad y de su ejercicio: de Dios, origen
y fundamento de la
libertad y de sus actos, del alma y del psi-.
quismo noético-afectivo donde nace la
elección, de
la
responsa
bilidad
moral individual o social, de las propias autolimitaciones,
elegidas o ineluctables. Puede
y debe referirse a la superación
.
de
los obstáculos
del ejercicio digno de la auténtica libertad, des
de los entorpecimientos internos del vicio y del pecado hasta los
vínculos externos del miedo,
la cáocel, la miseria, la inmoralidad
pública, la falta de trabajo,
.de medios de
educación, de
partici
pación
política
y religiosa.
c) Es un documento que amplía enormemente la panorámica
de
las faltas de libertad y de la opresión. Los «teólogos» de la li
beración censurados en
la Instrucción anterior apenas paraban
mientes
más que
en la falta de libertad
de los económicamente
pobres y políticamente oprimidos. Pero la deseable liberación .. no
es
sólo ni
principalmente de orden económico
y político, sino y
sobre todo de orden moral, cultural y religioso. Es más rico y
libre el desheredado y oprimido que se sabe coheredero con Cris
to y libre del pecado y de la muerte, que el hacendado esclavo
de sus riqúezas y alienado de Dios y de la ley moral ( cf. núme
ros 21-22). Las perspectivas liberadoras
de· las bienaventuranzas
evangélicas y
del
Magníficat no debieran haberse olvidado. Al
lado de
esto, la nus,va
Instrucción mira retrospectivamente al
proceso liberacionista del siglo xrx, que tuvo indudablemente al
buenos logros sociales, técnicos, económicos
y políticos, pero
que, a título de liberación. incurrió en graves aberraciones mora
les y de .pensami~to. Se pensó que «el hombre, rechazando la fe
539
Fundaci\363n Speiro
VICTORINO RODRIGUEZ, O. P;
en Dios Ilegarfa a ser verdaderamente libre» (núm. 18). Mas;
«cruindo el hombre quiere liberarse de la ley moral y hacerse
ide¡,endiente de Dios, lejos de conquistar
·su libertad · la des
tlUye» (núm.
19). Con
la libertad conquistada en el orden técni-.
co y económico, y sin moral, se fue al individualismo liberal,
con la consiguiente servidumbre de los subdesarroIIados, y con
el colectivismo materialista se · cayó en la · servidumbre estatal.
Con
el absolutismo sin conciencia, dotado de enormes poderes de
manipulación, opresión y destrucción,
la liberación es un sueño.
«Han surgido también nuevas amenazas, nuevas servidumbres y
nuevos terrores» (núm. 10).
Tampoco a esto prestaban
mayor
atención los
«teólogos» de
la
liberación.
d) La nueva Instrucción aporta la valorad6n ética de la li
bertad y
de la
liheraci6n, muy ausente en el liberalismo y muy
ambigua en
las «teologías de
la liberación».
«Lá libertad -dice
el documento--no
es
la libertad de hacer cualquier cosa, sino
que es libertad para
el Bien ... En otras palabras, la libertad, que
es
dominio interior
de sus propios
· actos y autodeterminación,
comporta una relación inmediata con el orden ético» (núms. 26
y 27). No es que la libertad se identifique con la moralidad, de modo que el acto no sea libre si no es
. J?ueno
o en la medida en
que sea bueno, pues
en el orden del mal, será tanto peor o me
nos bueno
cuanto
más libre; lo que sucede es que el valor o dig
nidad de la libertad no se realiza plenamente si no es en la lí•
nea del bien moral. Querer el mal --advertía Santo To!nás
ni
es la libertad ni parte
de ella,
aunque sea un cierto signo de la
misma»
(De Verit, 22,6). Quízás el énfasis en la complementa
riedad de
la bondad moral sobre
la libertad para autoformarse
(núm. 27) oculte un tanto las diferencias entre lo psicológico
y
lo ético; pero la insuficiencia humana de la libertad y de la li
beración sin
honestidad queda bien
patente a
fo largo del capí
tulo segundo.
é) Es también un documento supletorio, en gran · medida,
de
las grandes lagunás teológicas de fas «teologías de la libera
ción»
denunciadas en el documento anterior ( que yo condensé
en
el comentario citado de Verbo, núm. 229-230, págs. 1.134-·
540
Fundaci\363n Speiro
LA INSTRUCCION SOBRE LIBERTAD Y LIBE'RACION
1.137): responsabilidad de la verdad, transcendencia
común, misterio del pecado y de la gracia, prioridad liberadora
de la Redención, universalidad del amor cristiano,
corrtenido so
brenatural de
las virtudes
teologales, constitución . jeráquica
y
magisterial de
la Iglesia, inv~ez del método violento de Ube
ración
e inconsistencia de la dialéctica de
lucha de
clases, dere
cho de los
fieles a
no ser
perturbadc,; en
su
fe y religiosidad con
ideologías
extrañas, opuestas
a ellas, derecho de Dios a que no
se le ofenda
ni se conculque su santa ley a título de libertad y
liberación, que viene a ser la peor de las servidumbres. Quienes
piensan que este documento es positivo
. están en
lo cierto. Pero
·
no
es menos cierto que esto
positivo cubre
lo mucho negativo
detectado en las «teologías de la
hberación» y
reasume lo que
tenían
de· válido
debidamente estructurado dentro de la
· doctrina
general
católica de
la libertad. Y, desde luego, del hecho de que
la Congregación pata la Doctrina de la Fe hable ahora más de
libertad y de liberación, no
se puede
inferir sin engaño que
acep
ta
ahora lo que antes reprobó,
ni en conjUIIto ni en detalle.
f) Como solución doctrinal a la falta de h'bertad y a las di
rectrices de
auténtica liberación económicn-social, la Instrucción
dedica su último capítulo
a la doctrina social de Za Iglesia, que no
incluye
el recurso a la dialéctica de la lucha de clases, sino la
apelación y urgencia del respeto a los derechos inalienables de
las
personas, trabajadores
y empresarios, en su vida individual,
familiar, social
y política. No se excluye en absoluto la
deíensa
armada
en última instancia contra la tiranía, pero se considera
preferible actualmente la «resistencia pasiva» (núm. 79). De cara
· al indh>idualismo liberal
insolidario y al colectivismo
desperso
nalizador
y materialista, el documento insiste en los grandes prin
cipios de la
solidaridad y
de la
subsidiariedad en
materia econó
mica, educativa y laboral (núm. 73). «La Iglesia,
experta en
hu
manidad, ofrece en su doctrina social un conjunto de principios
de
rellexión, de
criterios de juicio y de directrices de acción
pata
que los cambios
en profundidad que exigen
~ situaciones de
miseria
y de injusticia sean llevados a cabo de una manera tal que
sirva al
verdadero bien de los
hombres» (núm.
72). Uno de esos
541
Fundaci\363n Speiro
VICTORINO RODRIGUEZ, O. P.
principios es la prioridad de la persona sobre· 1as estructuras y
del trabajo persorurl sobre las riquezas.
g) Aparte de la exposición, a grandes líneas, de la doctrina
de
la
Iglesia sobre la liberra,l cristiana y la liberación, ofrecida
a los teólogos y a los católli:os en
general, la Congregación llama
por
dos veces la atención de los teólogos a que atiendan a la pa
labra de Dios vivida. por
la Iglesia, sin··manipulaciones: «Para
que esta
reflexión sea
verdaderamente una leetura
de la Escri
tura y
no una
proyección sobre la Palabra
de Dios de un signi
ficado que no está contenido en
ella, el teólogo ha de estar aten
to a interpretar la experiencia de la Iglesia misma. Esta e,cpe
riencia de la Iglesia brilla con singular resplandor y con toda
su pureza en la vida de los Saritos» (núni. 70). En otra ocasión
recordaba cómo San
Martín de Porres y San Juari Macias prac
ticaron la
liberación en
sí y én su entorno sin metralletas ni de
magogias.
Quiero terminar éste
apartado con
este párrafo, en parte
positivo
y' en
parte negativo, que púede sintetizar
las directrices
de ambas Instrucciones. Va dirigido también
especialmente· a
los
teólogos: «Es una noble tarea eclesial que atañe al teólogo,
ayudar a que
la fe del pueblo de los pobres se exprese con clari
dad y se traduzca en la vida' mediante la meditación en profun
didad del plan
de·· salvación, tal como sé desarrolla en relación
con la
Virgen del Magnificat. De esta manera una teologfa de la
libertad y de la liberación, como eco final del Magnificat de Ma
ria, conservado en la memoria de la Iglesia, constituye una exi
gencia de nuestro tiempo. Pero será una grave
. perversión tomar
las energfas de la · religiosidad popular para desviarla hacia un
proyecto de liberación puramente
terreno que
muy pronto se re
velaría ilusoria y causa de nuevas incertidumbres. Quienes así
ceden a las ideologías del
mundo y
de la pretendida necesidid
de la violencia, han dejado
de ·ser fieles
a la esperanza, a su auda
cia y a su valentía, tal como lo pone éle relieve el himno al Dios
de
la misericordia, que la Virgen nos enseña» (núm. 98).
5. ¿Aun teología de la liberación? -Sí, pero la que es co-
542
Fundaci\363n Speiro
LA INSTRUCCION SOBRE UBE.RTAD Y LIBERACION
rrecta, homogénea con la teología de todos los tiemp~, no dis
tinta o desmembrada de ella-, como
pretendía ser la «teología
de
la liberación» censur¡ida y corregida en las dos Instrucciones de
la Congregación para la Doctrina de la Fe, Libertatís nuntíus
(6-VIII-1984) y Liberta/is conscientía (22-III-1986), ambas pu-,
blicadas ---
Pablo II, 9-IV-1986- «con
mi explícita
aprobación». Esta aclaración final, y defintiva en su género, la
hizo el Papa
Juan
Pablo II en su
Mensa¡e a la Conferencia Episcopal del Bra
sil,
del 9 de abril de 1986, número 5 (0. R:, 27-IV-1986). Dice
así: «La teología de
la liberación es no sólo oportuna, sino útil
y necesaria
.. ,. Dios
os ayude a velar incesantemente para que esa
correcta y necesaria teología de
la liberación se desarrolle en Bra
sil y en América Latina de
modo homogéneo y no heterogéneo
respecto de la teología de todos los tiempos, en plena fidelidad
a
la doctrina de la Iglesia, atenta a un amor preferencial, no ex
cluyente
ni exclusivo
por
los pobres».
No admite «liberarse de
la teología» de todos los tiempos,
como pretendía Juan Luis
Segundó, sino
de su subdesarrollo,
dónde y cuándo lo haya,
y del progresismo teológico aberrante,
heterodoxo, porque, una vez más, qui praeter viam currit inani
ter currit, «quien corre fuera del camino corre en vano» (San
Agustín). Supongo que, en
adelante, cuando
se -mencione
la teo
logía de
la liberación se entenderá por tal esta que acaba de di
sefiar
la Congregación para la Docttina de la Fe, y que, cuando
se quiera aludir a
la fallida o heterogénea, ensayada por los ideó
logos hispanoamericanos, se la entrecomille»: «teología de
la Ji.
beración», como pasó con la «nouvelle théologie» de tiempos de
Pío XII.
543 .
Fundaci\363n Speiro
Y LIBERACION
A. PROPOSITO DÉ· LA. INSTRUCCION DE LA CONGREGACION
PARA LA DOCTRINA DE LA FE SOBRE LIBERTAD . CRISTIANA
Y LIBERACION
POll
V1cTORINO RonRiGUEZ, O. P.
l. Desde los tiempos apostólicos la Iglesia no cesó de pre
dicar la libertad,
singularmente la
libertad que nos
trajo Cristo,
y
de urgir e implorar
la liberación. Todo ello como exigencia de la
divina Revelación, tanto en
el Antiguo como en el Nuevo Tes
tamento. Basta abrir las páginas de
unas concordancias
bíblicas
bajo las pálabras
liber, libero, libertas para comprobar la prio
ridad del tema en el pensamiento
judeo-cristiano. «Yo
para eso
he venido al mundo, para
dar testimonio
de
la verdad» (Jn 18,
J.7); «la verdad os hará libres» (Jn 8,32); «para quj: gocemos de
libertad, Cristo nos
ha hecho libres» (Gal 5,1). Pero bien enten
dido que·
ocurre tomar «la libertad
cual cobertura de la maldad»
(I
Pe 2,16), y este mal uso de la Hbertad es el peor inal,·el pe
cado, del que pedimos constantemente a Dios que nos libre
(Mt 6,13), y la Iglesia establ~ó tina larga letanía de pfogarias
de
liberación: de
1a condenación perpetua; de las instigacionés
diabólicas; de la ira, el odio
y la mala voluntad; de los malos
pensamientos
y de la ceguera del corazón; de la peste, el hambre
y la guerra; del flagelo del terremoto y de todo mal: libera ·nos,
Dominé.
La Iglesia, su teología y sus programas de vida cristiana no
temen ni se oponen a la libertad auténtica, a su· defensa
y re
clamación. Baste recordar las palabras de León XIII, bien acre-
533
Fundaci\363n Speiro
VICI'ORINO RODRIGUBZ, O. P.
ditadas a lo largo de la endclica libertas: «es la Iglesia la de
fensora
más
firme de la libertad» (n. 4 ), que «no es otra cosa
que
la facultad de elegir entre los medios aptos para alcanzar
un
fin determinado» (n. 5). «Pero lo más importante de esta
dignidad
-puntualiza Le6n. XIII--es. el modo de su ejercicio,
porque del uso de la libértad nacen los mayores bienes y los ma yores
males. Sin
duda alguna
el hombre puede .obedecer a la ra
zón, practicar
el bien moral, tender por ,el
camino recto a su úl
timo fin. Pero el hombre puede también seguir una dirección
totalmente contraria y, yendo tras el espejismo de unas
ilusoria~
apariencias,
perturbar el orden debido y correr a su perdición
voluntaria» (n. 1 ). En nuestros días vuelve
a advertirnos Juan Pablo II que «en
nuestro tiempo se considera
a veces erróneamente que la libertad
es fin de
sí misma,
que todo hombre es
.libre cuando
usa de ella
como quiere, que a esto hay que tender en la
vida de los in
dividuos
y de las sociedades. La libertad, en cambio, es un don
·grande sólo
cuando sabemos
,;:sarla responsablemente
para todo
lo que es el
verdadero bien.
Cristo nos enseña que el mejor uso
de
la libertad es la caridad que se realiza en la donación y en el
se~icio. Para tal libertad nos ha liberado Cristo y · nos libera
siempre» (Rcdemptor hominis, n. 21).
2. Recientemente, en determinados ambientes del mundo
católico
se ha
reivindicado
.con gran
empeño
y entusiasmo la libe
raci6n. ¿De qué y para qué? ¿De la opresión inhumana y de las
·limitaciones constringentes del ejercicio de la libertad, para vivir
en libertad
responsable. y dignilicante? ¿])e la dependencia de
Dios,
_de la ley moral exigente, del Estado y de las estructuras so
ciales, pata
vivir ilusoria o veleidosamente utopías irrealizables o
emanciparse de vinculaciones religiosas o dvicas
ineluchbles o,
simplemente,
para vivir como a uno le venga en gana?
En estos ambientes se piensa mucho más en
la liberación
que en la libertad; más en
la lucha poda libertad que en la tran
quila libertad; más en el
«fieri» que
en el «facturo
esse»; más
en
lo negativo que en lo positivo. Es lo que ha ocurrido concteta-
534
Fundaci\363n Speiro
LA INSTRUCCION SOBRE UBERTAD Y UBI¡RACION
mente con la llamada «teología de la libetación», de la que. se ha
ocupado en dos documentos recientes Ja. Congregación para la
· Doctrina de la .Fe: Instrucción sobre algunos aspectos de la teo
logír¡ dela lib~ración (6 de agosto. de 1984) e Instrucción sobre
libertad cristiana
y liberación (22 de marzo de 1986).
En
la primera,
. haciendo referencia brevemente a la auténti
ca
teología
de la]ibertad y delá liberación (III, 4), a conciencia
de que «el Evangelio es un mensaje de libertad
y una fuerza de
liberación» (palabras iniciales) y prometiendo tratar el tema «en
un documento posterior
que. pondrá ·en evidencia,
de modo
po
sitivo, todas sus riquezas tanto doctrinales como prácticas», había
centrado la atención «sobre las desviaciones
y los riesgos de des
viación, ruinosos para
la fe y para la vida cristiana, que impli
can ciertas formas
de teología de la liberación» (introducción).
En
la· segunda se· aborda el tema más amplia y positivamente,
según
había prometido
el
cardenal Ratzioger y el mismo Juan
Pablo II en el tietnpo intermedio a ambas instrucciones. Com
prende
. una
introducción sobre el valor
y prioridad de la autén
tica libertad cristiana, basada en
la verdad, la justicia y el amor
(no. 1-4); una conclusión, exaltando
la ejemplaridad de la Vir
gen
María en la vivencia más auténtica de la libertad y de la . li
beración
tal como se expresa en el
Magnificat, actitud con la que
deben sintonizar los teólogos comprometidos en llevar claridad
de salvación a los pobres. «Dependiendo totalmente de
Dios y
plenamente orientada hacia El por el empuje de su fe, María, al
lado de su hijo, es la imagen más perfecta de la libertad y de la
liberación de la humanidad
y del cosmos» (n. 98).
Entre la introducción y la conclusión,
cinco largos
capítu
los: situación de la libertad en el mundo
contemporáneo (I), vo
cación
del hombre a
,la libertad y drama del pecado (II), libe
ración y libertad cristiana (III), misión liberadora de la Igle
sia (IV), la doctrina social de la Iglesia: por una
praxis crisriá- ·
na
de
la liberación (V.).
3. La
nueva instrucción, más que complementaria, es fun
damentadora de
la anterior, como lo positivo es füodamento·
VICTORINO RODRIGUEZ, O; P.
lo negativo, como la salud es el criterio pata diagnosticar y tratar
la
enfermedad, como la vetdad es el criterio para cortegir el ertor.
En nada corrige o amortigua
el documento anterior; ratifica sus
advettencias y denuncias en general y en particular, a la vez que
suministra los datos dogmático-teológicos para enderezar los mo vimientos «liberacionistas» y rellenar las
grandes lagunas
u omi
siones de doctrina cristiana de las mal llamadas
«teologías de la
liberación». Si
se pregunta por
qué la
Congregación para la Doctrina de
la Fe adelantó
la denuncia de desviaciones y peligros a la profe
sión de
la verdadera teología de la liberación, pienso que fue por
razones pastorales
de urgencia. «La Congregación para la Doctti
ria de
la Fe ha juzgado necesario llamar la atención sobre las
desviaciones y los riesgos de desviación,
rúinosos para lá fe y
pata la vida cristiana. Lejos de estar
superadas, las
advertencias
hechas aparecen cada vez más oportunas y pertinentes. . . Entre
·
ambos documentos existe una relación orgánica. beben leerse
el
uno a
la luz del otro» (Libertád cristiana y liberac/6n, nn. 2-3 ).
De hecho, tras las reacciones menos d6ciles de los «teólogos» de
referencia
(
apenas se sentfan aluclidos)
y de
algunos obispos
que
se solidarizaban con ellos;
iras los
encuentros mantenidos
con los
responsables
de· la Congregación para la Doctrina de la Fe y sus
· expertos, y los encuentros de los obispos hispanoamericanos con
Juan Pablo 11, parece que se fueron disipando las ambigüeda
des,
clarificando las
fuentes ideológicas de estos movimientos y
supetando ingenuidades.
La nuevá Instrucción, que no amortigua
los puntos fuertes de la anterior: está Siendo r~bida e~~ ·mayor
comprensión y docilidad por aquellos mismos que sospechaban
que
la primera era una posición· muy personal del catdenal Rat
zinger
y que la segunda expresaría el pensamiento del Papa des
pués
de
_haber oído
a los Obispos de Hispanoamérica. En reali
dad, tarito
una como otra
· Instrucción
fue publicada
por orden
del
Santo Padre.
El enunciado de
.la nueva
Instrucción,.
Libertad cristiana y
liberaci6n, resulta perfectamente adecuado y· oportuno hoy, por
que abarca el tema en toda su amplitud, positiva (libertad pata
536
Fundaci\363n Speiro
LA INSTRUGCION SOBRE LIBERTAD Y LIBERACION
qué) y negativa (liberación de qué), y evita lá e¡cpresión .«teolo.
gía
de lá liberación»,
que resultó
tan ambigua
desde el
principio:
una «teología» que no
tenía a
Dios pot i,bjeto especificó, y una
«liberación» parcial
y secundaria qtie inducía· a,,mayores :esclavi
tudes.
«Teología sin Dios y liberación
esclavizante», titulé
en
su
día el comentario correspondiente (Verbo, 'IÍÚm. 299-230,,oc
tubre-diciembre,
1984, págs. 1.127-1.142).
4. No se
me hit pedido para Verbo,,un,,resumen o síntesis
del
nuevo documento, ni siquiera una selección
de párrafos,
sino
un subrayado valorativo de conceptos, suponiendo
ya en manos
de
los
lectores el
texto completo
de esta
nueva' Insttucción.'deolá
Santa
Sede, tan
deseada, tan
pensada ( experimentó siete
redac
ciones
sucesivas, según
aHvierte L'OsseYvatore Romano) y tan
cuidadosamente
estru(:turai:la, 'Por mi
parte, subrayo,.
pues, lo si
guiente:
a) Es un documento de pacificaci6n, es decir, de «tranqui
la libertad» (así
definlalCicerón la paz), basada en la verdad, la
justicia y el amor cristiano: Cristo es la verdad; ha venido a dar
testimonio de la verdad, y la verdad nos hará libres. ·Esta pers
pectiva de libertad en la
verdad, que empieza en los números 3-4,
está presente
en todo el
documento (d. riúms.-24, 60,
95). «La
verdad, empezando
por la
verdaa sobre la redención, que es el
centro del misterio de la fe, constituye así la raíz y la norma·'.!e
la
libertad, el
fundamento y
la
medida "de· toda acción
liberado
ra» (núm.
3 ).
Es
la contraposición más patente ·a1 menosprecio
de los «teólogos»
de la liberación por la ortódo:xfa, a la que que
ñan suplantar
por
la «ortopraxia» . o pi-axis :revólúcionatfa; según
había
denunciado
)a Instrucción anterior
{VIII, 4, 5, 7;·x;·1,
3).
Basada
en la
;usticia verdadera, justamente rei.viridiciida (ius
tum iuste),
para no suplantar una injusticia ·por.,otra injusticia,
una
opresión por otra opresión. Ni
desigualdádes injustas contra
la
igual dignidad de las personas, ni
igualitarismo despersonaliza
dor,
porque lo mismo es
injusto tratar
desigualmente a los igua
les que
µatar igualmente a los oesiguáles (dr. núms. 13-17). Y
basada
en el
amor cristiano, sin odio de clases excluyente, «por-
5J7
Fundaci\363n Speiro
VICTORINO RODRlGUEZ, O. P.
que donde faltan la libertad y el amor, el proceso de liberación
lleva
a
la muene de ulia libertad que había perdido todo apoyo»
(núm. 24 ).
La exclusividad del amor a los pobres, &in perspecti
va
de universalidad, en los «teólogos» de
la liberación, había si.do
fuenemente
denunciada
en
la Instrucción anterior (IX, 7). La se
gunda Instrucci6n presenta la ]ey del precepto del amor en pers
pectiva universal, que
respecto de
los pobres es especialmente
efectivo
o benéfico (núms. 55-57).
b) Es un documento de discernimiento entre la verdadera
libenad y la ilusoria libertad, entre el uso dignificante de la li
bertad de cara al bien moral y el uso
degradante y
esclavizante
de
la libertad de_ cara al mal moral, personal o social. El mito
de
la diosa libertad, como el mito de la diosa razón pudo ilusio
nar a los
libenarios del' siglo xvrn, pero ni entonces ni nunca
pudo o puede tener entrada en un pensamiento teol6gico o
sim
plemente humanista.
La libenad ni es fin en sí misma, ni se hace
a sí misma, ni se identifica con la persona, ni sus realizaciones
son siempre dignas de
ella,. ni de la persona individual o social,
ni de su origen y responsabilidad transcendentes.
La libertad es autonolnía, autorealización, independencia.
Como 'facultad es
Cllpacidad de
querer
y hacer u omitir lo
que decida el hombre a su arbitrio sin presión externa
para
obrar ( coacción) o para dejar de obrar ( coerción); y sin
necesidad interna
de. obrar
o incapicitación para obrar. Todo
ello es esencial a
la libertad humana precindiendo de los
grados de perfección o
imperfección. Pero
su
enmarcación onto
lógica
y las consecuencias necesarias de su obrar no son libres:
ni su origen existencial depende de su
elección, ni
su propia con
dición nativa,
ni su vinculación a la razón y al objeto, ni su-en
cuentro
con los otros,
ni su dependencia de Dios y del acto pre
vio de amor, ni el conllevar responsabilidad moral en su ejerci
cio. Hasta el mismo acto
dé elección
incapacita
a la libenad para
la realización simultánea de infinidad de actos incompatibles con
el que se realiza en el momento. ¡Y cuántos deseos ilusorios que
resultan
imposibles de realizar y,
por tanto, de elegir, para tan
tas personas y en tantas
sitnaciones! Es
decir, que el
tan grande
538
Fundaci\363n Speiro
LA INSTRUCCION SOBRE LIBERTAD Y LIBERACION
y
apreciado don de la libertad, por muy liberada de entorpeci
mientos
que la supongamos, no debe
ser i,nsensatamente absolu
tizada. «Esta es la verdad de su ser, que manifiesta por contras
te lo que tienen ds, profundamente
erróneas las
ts,orías que pre
tenden exaltar
la libertad del hombre· o su praxis histórica, ha
ciendo de ellas. el principio absoluto de su ser y de su ds,venir.
Estas teorías son expresión
del ateísmo o tienden, por su propia
lógica,
a él» (núm. 27).
La
liberación no puede referirse .a la superación de los · vín
culos necesarios de la libertad y de su ejercicio: de Dios, origen
y fundamento de la
libertad y de sus actos, del alma y del psi-.
quismo noético-afectivo donde nace la
elección, de
la
responsa
bilidad
moral individual o social, de las propias autolimitaciones,
elegidas o ineluctables. Puede
y debe referirse a la superación
.
de
los obstáculos
del ejercicio digno de la auténtica libertad, des
de los entorpecimientos internos del vicio y del pecado hasta los
vínculos externos del miedo,
la cáocel, la miseria, la inmoralidad
pública, la falta de trabajo,
.de medios de
educación, de
partici
pación
política
y religiosa.
c) Es un documento que amplía enormemente la panorámica
de
las faltas de libertad y de la opresión. Los «teólogos» de la li
beración censurados en
la Instrucción anterior apenas paraban
mientes
más que
en la falta de libertad
de los económicamente
pobres y políticamente oprimidos. Pero la deseable liberación .. no
es
sólo ni
principalmente de orden económico
y político, sino y
sobre todo de orden moral, cultural y religioso. Es más rico y
libre el desheredado y oprimido que se sabe coheredero con Cris
to y libre del pecado y de la muerte, que el hacendado esclavo
de sus riqúezas y alienado de Dios y de la ley moral ( cf. núme
ros 21-22). Las perspectivas liberadoras
de· las bienaventuranzas
evangélicas y
del
Magníficat no debieran haberse olvidado. Al
lado de
esto, la nus,va
Instrucción mira retrospectivamente al
proceso liberacionista del siglo xrx, que tuvo indudablemente al
buenos logros sociales, técnicos, económicos
y políticos, pero
que, a título de liberación. incurrió en graves aberraciones mora
les y de .pensami~to. Se pensó que «el hombre, rechazando la fe
539
Fundaci\363n Speiro
VICTORINO RODRIGUEZ, O. P;
en Dios Ilegarfa a ser verdaderamente libre» (núm. 18). Mas;
«cruindo el hombre quiere liberarse de la ley moral y hacerse
ide¡,endiente de Dios, lejos de conquistar
·su libertad · la des
tlUye» (núm.
19). Con
la libertad conquistada en el orden técni-.
co y económico, y sin moral, se fue al individualismo liberal,
con la consiguiente servidumbre de los subdesarroIIados, y con
el colectivismo materialista se · cayó en la · servidumbre estatal.
Con
el absolutismo sin conciencia, dotado de enormes poderes de
manipulación, opresión y destrucción,
la liberación es un sueño.
«Han surgido también nuevas amenazas, nuevas servidumbres y
nuevos terrores» (núm. 10).
Tampoco a esto prestaban
mayor
atención los
«teólogos» de
la
liberación.
d) La nueva Instrucción aporta la valorad6n ética de la li
bertad y
de la
liheraci6n, muy ausente en el liberalismo y muy
ambigua en
las «teologías de
la liberación».
«Lá libertad -dice
el documento--no
es
la libertad de hacer cualquier cosa, sino
que es libertad para
el Bien ... En otras palabras, la libertad, que
es
dominio interior
de sus propios
· actos y autodeterminación,
comporta una relación inmediata con el orden ético» (núms. 26
y 27). No es que la libertad se identifique con la moralidad, de modo que el acto no sea libre si no es
. J?ueno
o en la medida en
que sea bueno, pues
en el orden del mal, será tanto peor o me
nos bueno
cuanto
más libre; lo que sucede es que el valor o dig
nidad de la libertad no se realiza plenamente si no es en la lí•
nea del bien moral. Querer el mal --advertía Santo To!nás
ni
es la libertad ni parte
de ella,
aunque sea un cierto signo de la
misma»
(De Verit, 22,6). Quízás el énfasis en la complementa
riedad de
la bondad moral sobre
la libertad para autoformarse
(núm. 27) oculte un tanto las diferencias entre lo psicológico
y
lo ético; pero la insuficiencia humana de la libertad y de la li
beración sin
honestidad queda bien
patente a
fo largo del capí
tulo segundo.
é) Es también un documento supletorio, en gran · medida,
de
las grandes lagunás teológicas de fas «teologías de la libera
ción»
denunciadas en el documento anterior ( que yo condensé
en
el comentario citado de Verbo, núm. 229-230, págs. 1.134-·
540
Fundaci\363n Speiro
LA INSTRUCCION SOBRE LIBERTAD Y LIBE'RACION
1.137): responsabilidad de la verdad, transcendencia
de la Redención, universalidad del amor cristiano,
corrtenido so
brenatural de
las virtudes
teologales, constitución . jeráquica
y
magisterial de
la Iglesia, inv~ez del método violento de Ube
ración
e inconsistencia de la dialéctica de
lucha de
clases, dere
cho de los
fieles a
no ser
perturbadc,; en
su
fe y religiosidad con
ideologías
extrañas, opuestas
a ellas, derecho de Dios a que no
se le ofenda
ni se conculque su santa ley a título de libertad y
liberación, que viene a ser la peor de las servidumbres. Quienes
piensan que este documento es positivo
. están en
lo cierto. Pero
·
no
es menos cierto que esto
positivo cubre
lo mucho negativo
detectado en las «teologías de la
hberación» y
reasume lo que
tenían
de· válido
debidamente estructurado dentro de la
· doctrina
general
católica de
la libertad. Y, desde luego, del hecho de que
la Congregación pata la Doctrina de la Fe hable ahora más de
libertad y de liberación, no
se puede
inferir sin engaño que
acep
ta
ahora lo que antes reprobó,
ni en conjUIIto ni en detalle.
f) Como solución doctrinal a la falta de h'bertad y a las di
rectrices de
auténtica liberación económicn-social, la Instrucción
dedica su último capítulo
a la doctrina social de Za Iglesia, que no
incluye
el recurso a la dialéctica de la lucha de clases, sino la
apelación y urgencia del respeto a los derechos inalienables de
las
personas, trabajadores
y empresarios, en su vida individual,
familiar, social
y política. No se excluye en absoluto la
deíensa
armada
en última instancia contra la tiranía, pero se considera
preferible actualmente la «resistencia pasiva» (núm. 79). De cara
· al indh>idualismo liberal
insolidario y al colectivismo
desperso
nalizador
y materialista, el documento insiste en los grandes prin
cipios de la
solidaridad y
de la
subsidiariedad en
materia econó
mica, educativa y laboral (núm. 73). «La Iglesia,
experta en
hu
manidad, ofrece en su doctrina social un conjunto de principios
de
rellexión, de
criterios de juicio y de directrices de acción
pata
que los cambios
en profundidad que exigen
~ situaciones de
miseria
y de injusticia sean llevados a cabo de una manera tal que
sirva al
verdadero bien de los
hombres» (núm.
72). Uno de esos
541
Fundaci\363n Speiro
VICTORINO RODRIGUEZ, O. P.
principios es la prioridad de la persona sobre· 1as estructuras y
del trabajo persorurl sobre las riquezas.
g) Aparte de la exposición, a grandes líneas, de la doctrina
de
la
Iglesia sobre la liberra,l cristiana y la liberación, ofrecida
a los teólogos y a los católli:os en
general, la Congregación llama
por
dos veces la atención de los teólogos a que atiendan a la pa
labra de Dios vivida. por
la Iglesia, sin··manipulaciones: «Para
que esta
reflexión sea
verdaderamente una leetura
de la Escri
tura y
no una
proyección sobre la Palabra
de Dios de un signi
ficado que no está contenido en
ella, el teólogo ha de estar aten
to a interpretar la experiencia de la Iglesia misma. Esta e,cpe
riencia de la Iglesia brilla con singular resplandor y con toda
su pureza en la vida de los Saritos» (núni. 70). En otra ocasión
recordaba cómo San
Martín de Porres y San Juari Macias prac
ticaron la
liberación en
sí y én su entorno sin metralletas ni de
magogias.
Quiero terminar éste
apartado con
este párrafo, en parte
positivo
y' en
parte negativo, que púede sintetizar
las directrices
de ambas Instrucciones. Va dirigido también
especialmente· a
los
teólogos: «Es una noble tarea eclesial que atañe al teólogo,
ayudar a que
la fe del pueblo de los pobres se exprese con clari
dad y se traduzca en la vida' mediante la meditación en profun
didad del plan
de·· salvación, tal como sé desarrolla en relación
con la
Virgen del Magnificat. De esta manera una teologfa de la
libertad y de la liberación, como eco final del Magnificat de Ma
ria, conservado en la memoria de la Iglesia, constituye una exi
gencia de nuestro tiempo. Pero será una grave
. perversión tomar
las energfas de la · religiosidad popular para desviarla hacia un
proyecto de liberación puramente
terreno que
muy pronto se re
velaría ilusoria y causa de nuevas incertidumbres. Quienes así
ceden a las ideologías del
mundo y
de la pretendida necesidid
de la violencia, han dejado
de ·ser fieles
a la esperanza, a su auda
cia y a su valentía, tal como lo pone éle relieve el himno al Dios
de
la misericordia, que la Virgen nos enseña» (núm. 98).
5. ¿Aun teología de la liberación? -Sí, pero la que es co-
542
Fundaci\363n Speiro
LA INSTRUCCION SOBRE UBE.RTAD Y LIBERACION
rrecta, homogénea con la teología de todos los tiemp~, no dis
tinta o desmembrada de ella-, como
pretendía ser la «teología
de
la liberación» censur¡ida y corregida en las dos Instrucciones de
la Congregación para la Doctrina de la Fe, Libertatís nuntíus
(6-VIII-1984) y Liberta/is conscientía (22-III-1986), ambas pu-,
blicadas ---
Pablo II, 9-IV-1986- «con
mi explícita
aprobación». Esta aclaración final, y defintiva en su género, la
hizo el Papa
Juan
Pablo II en su
Mensa¡e a la Conferencia Episcopal del Bra
sil,
del 9 de abril de 1986, número 5 (0. R:, 27-IV-1986). Dice
así: «La teología de
la liberación es no sólo oportuna, sino útil
y necesaria
.. ,. Dios
os ayude a velar incesantemente para que esa
correcta y necesaria teología de
la liberación se desarrolle en Bra
sil y en América Latina de
modo homogéneo y no heterogéneo
respecto de la teología de todos los tiempos, en plena fidelidad
a
la doctrina de la Iglesia, atenta a un amor preferencial, no ex
cluyente
ni exclusivo
por
los pobres».
No admite «liberarse de
la teología» de todos los tiempos,
como pretendía Juan Luis
Segundó, sino
de su subdesarrollo,
dónde y cuándo lo haya,
y del progresismo teológico aberrante,
heterodoxo, porque, una vez más, qui praeter viam currit inani
ter currit, «quien corre fuera del camino corre en vano» (San
Agustín). Supongo que, en
adelante, cuando
se -mencione
la teo
logía de
la liberación se entenderá por tal esta que acaba de di
sefiar
la Congregación para la Docttina de la Fe, y que, cuando
se quiera aludir a
la fallida o heterogénea, ensayada por los ideó
logos hispanoamericanos, se la entrecomille»: «teología de
la Ji.
beración», como pasó con la «nouvelle théologie» de tiempos de
Pío XII.
543 .
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