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Número 245-246

Serie XXV

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El mal menor y las elecciones


EL MAL .MENOR Y LAS ELECCIONES
POR
}ULIÁN GIL DE S..GltEDO
D,edico este estudio sobre· el mal menor a
don -Eugenio Vegas Latapie como homenaje p6s·
tumo a· su memoria, ya que fue. él quien me
lo· sugirió e inspiró al hacerme entrega del tomo
111 de las obras de Ram6n Nocedal. Me di¡o
en aquella ocasión que la lectura de Ramón
Nocedal,

siendo
ioven, desvaneció sus dudas y
decidió su pensamiento político.
J. UN POCO DE HISTORIA.
A fines del pasado siglo la guerra cruenta entre el carlismo
y el liberalismo se trasladó con no menor virulencia desde el
campo de batalla al campo
de la

polémica doctrinal.
Aparecía
en

la
escena política la táctica de las componendas entre católi­
cos
y liberales, que diestramente manejaban figuras tan señeras
como Cánovas, Pida!, Maura y otros. El
bloque carlista
se es­
cindía en

discordias internas
y el liberalismo católico tomaba
las riendas del Poder, sorteando los escollos de sus
)n,consecuen­
cias

religiosas. «Los
qúe antes

sólo nos proponían con
el señor
Pida,! aceptar el liberalismo para evitaI males

mayores,
per acci­
dens, «en hipótesis», como hecho indestructible, perdido todo
pudor, es atreven, ya con el señor Maura, a proponernos
per se
y «coIOo tesis», el principio fundamerttal del liberalismo, esto es,
que el derecho público no es católico ni protestante, sino extraño
557
Fundaci\363n Speiro

¡
JULIAN GIL DE SAGREDO
a la doctrina cristiana e independiente de . toda creencia y anto­
ridad moral y
religiosa» (Ramón

Nocedal,
Obras, t. 111. Im­
prenta de Fortanet, Libertad, 29, Madrid, 1909. Las citas su­
cesivas con la abreviatuta
ob. cit., se refieren a dicha obra).
En aquellas circunstancias fueron los jesuitas quienes a
la
vanguardia de los auténticos intereses católicos asumieron la ca­
pitanía de la guerra doctrinal contta el liberalismo. El R. P.
Pa­
blo Villa da publicó sus famosos: «Casus conscienciae his praeser­
rim temporibus accommodati», en que fustigaba con dialéctica
impecable

las teorías Uberales.
Continuó la batalla contra el libe­
ralismo

derribando todas sus trincheras doctrinales el R. P. Ve­
nancio Minteguiaga con su obra,
La moral independiente y los
principios del derecho».
Ramón Nocedal, fiel discípulo de la Compañía de Jesús, enar­
boló la

bandera del integrismo católico al amparo
de la doctrina
de aquellos sabios
y venerables padres jesuitas. La verdad polí­
tica del Derecho público cristiano se iba imponiendo acelerada­
mente en grandes sectores de influencia cultural
y soeúH, arras­
trando

consigo el entusiasmo del pueblo sencillo, que no entendía
·
aquel

extraño maridaje de catolicismo
y laicismo que le ofrecía
la

política oficial. Ocurrió, sin embargo, que en el número de octubre de 1905
de la
revista Razt5n y Fe, el R. P. Venancio Minteguiaga public6
un articulo

titulado
«Algo sobre' las

elecciones municipales», en
que bajo el lema «la
unión· se

impone, la unión es absolutamente
necesaria», exponía la
teoría del mal

menor
y propugnaba su
aplicación a las elecciones. Se
trataba, según él, de «un sacrificio
parcial
y pasajero», que terminaría coronado con el triunfo de
una política íntegramente católica. El estudio de ese ilustre jesuita,
concebido con sana mten­
ción,
pero

publicado con dudosa oportunidad política, levantó
una oleada de réplicas
y contraréplicas en toda la prensa nacio-.
na!,

promoviendo incluso
la intervención de diversos obispos a
ttavés de sus boletines diocesanos.
La
. peligrosa
brecha abierta en el frente del integrismo cató­
lico, que acaudillaba Ramón
Nocedal, opuesto

a la aplicación del
558
Fundaci\363n Speiro

EL MAL MENOR Y LAS ELECCIONES
mal menor, se ensanchó todavía más con otro artículo «De elec­
ciones» del

R. P. Páblo Villada, Director de
la revista Raz6n y Fe,
eri el cual no sólo defendía la doctrina expuesta por el R. P. Min­
teguiaga, sino que la reforzaba coh nuevos argumentos · y la
apoyaba con la
autoridad de
varios obispos,
entre otros
el de
Tortosa, cuyas
palabras reproducía: «Donde no

haya
carulidatos
netamente católicos y

se presenten solaménte candidatos llamados
liberales, absténganse

los católicos de votarles. Pero donde se
presentan dos candidaturas Uamadas
liberales, uha compuesta de
elementos que se llaman
católicos y otril formada de elementos
anticlericailes,
los

católicos
voten la

primera para
impedir el triun­
fo de los anticlericales, o sea, anticatólicos». (Instrucción Pasto­
ral. Boletín Eclesiástico de 31 de octubre de 1905).
Aquellos jesuitas que en el
campo de la ciencia teológica
fueron
fos portavoces

del integrismo
catqlico cedían ahora terre­
no

al enemigo, pareciendo -dice Nocedal- «que se desdicen
de cuanto defendieron y enseñaron y con
~ y bagages se pa­
san e
incorporan a

las
banderas mestizas,. (ob. cit). De aquella
deserción
lúpotética o . real hació la gran confrontación teológico­
política,

cuyo testimonio fidedigno con exposición de los argu­
mentos de ambas partes aparece en los
artículos sobre

el mal
menor. incluidos en el tomo 111 de las
obras de Ramón Nocedal.
¿ Cómo terminó aquella controversia? La famosa «Cuestión
del
día» que Ramón Nocedal con lógica sin fisuras dilucidaba en
las páginas de El Siglo futuro, era objeto de encendidas polémi­
cas entre teólogos, nutría
y engrosaba las filas del integrismo,
hacia estragos entre los
.católicos liberales,
suscitaba la división
en los palacios episcopales y promovía
finalmente, la

intervención
del Papa San Pío X con su
carta «Inter catholicos Hispanie» de
20
de febrero de 1906. Al parecer, según se deduce de la amarga
y

resignada
queja que
respetuosamente
Nocedal expone al

obispo
de Madrid-Alcalá, Ilmo. Sr. D. Victoriano Guisasola
Menénd.ez
(ob. cit.), el Director de Razón y Fe, R. P .. Pablo Villada y su
colaborador

R. P. Venancio Minteguiaga, acudieron a través de
las altas instancias de su Orden al Romano Pontífice, y San Pío X,
sin decidir el problema doctrinal, estimó. conveniente zanjar la
559
Fundaci\363n Speiro

JULIAN GIL DE. SAGREDO
disputa .entablada entre aqudlos dos jesuitas y el portavoz dd
integrismo

católico. Resulta innecesario
añadir que Nocedal acató
y cumplió
d6cilmente los

deseos expresados por el Papa
y as! lo
refleja
en su

periódico: «El Siglo futuro no
necesita decir, pero
se

complace en
expresar, que

recibiendo con filial gratitud
y dócil
coráZÓn .Ja bendición de

su Prelado, da por terminada esta
po­
lémica; y al obedecer y acatar la resolución del Papa, con ánimo
alegre
y voluntad rendida, reitera su adhesión firtnlsitna e inque­
brantable al Vicario de Jesucristo en
la tierra». Y de esta manera
singwar los

padres Villada
y Minteguiaga ganaron a Ramón No­
cedal

en el terreno diplomático la partida que
tenlan perdida
en
el terreno apologético.
Il.
ESTADO DE LA CUESTIÓN.
En d debate sobre el mal menor, tal como aparece en los
art!culos publicados

por Ramón
Nocedal en El Siglo futuro desde
noviembre de 1905 a mayo de 1906, cabe discernir la parte de
índole puramente doctrinal de aquella
otra de

lndole práctica,
concerniente a determinar si las condiciones de la vida política
española
haclan necesaria la aplicación de aquella doctrina. «Aun
siendo lícita
la teorla del mal menor, decla Nocedal (oh. cit.),
España no está en la horrenda situación de tener que abandonar
la defensa de la verdad
íntegr~ente católica y castizamente es­
pañola, y
entregarse y ayudar al enemigo que menos malo parezca;
aun llegado el trance de muerte
en que
se vio con
la invasión de
los moros o
la invasión de los franceses, todavla sería lícito y glo­
rioso imitar a
· 1os que

siguieron a Pelayo en la Reconquista
y a
nuestros abuelos en
la guerra de la Independencia».
Hay, pues, dos cuestiones perfectamente diferenciadas: a) si
es ,lícita en
si misma la

doctrina del mal menor,
y b) si, prescin­
diendo de su licitud, es conveniente su aplicación a las elecciones
políticas
y administrativas.
V amos a estudiar por separado ambas cuestiones, puesto que
tienen hoy en 1986
la misma

vigencia
y el mismo interés que
560
Fundaci\363n Speiro

EL MAL MENOR Y LAS ELECCIONES
tuvieron a principios del presente siglo. Las diferencias de una
época a otra no dimanan de la solución del. problema moral, que
sigue intacto,
ni de su aplicación en el ámbito político, tan vi­
gente ahora como entonces,
sino de las diferentes posturas adop­
tadas
frente al
mismo problema

en
detemúnadas estructuras
eclesiásticas.
La Iglesia de 1905 era en España un bloque graní­
tico, impenetrable al error dogmático o moral; la Iglesia de 1986
es arena movediza a través de la cual se filtran las corrientes .mo­
dernistas del progresismo y del
marxismo.
Como

detalle significativo
ba~te consignar que

cuando se
presentaban a las elecciones
candidatos católico-liberal~s de

Misa
y Comunión diaria como Pidal y Maura, sólo seis entre
los cin­
cuenta y cuatro obispos españoles, aconsejaban votarles para
evitar

que triunfasen los liberales
anticlericales, y
ello
1ínicamen~
te

en el caso de que no se presentasen candidatos católicos. «De
los cincuenta y
.cuatro obi&pos

que tiene la Iglesia en España,
decía. Nocedal
(ab. cit.), sólo seis han aconsejado vot.ar al can­
didato menos malo, donde no haya bueno ni mediano, en las
elecciones municipales; pero. no lo han mandado,
ni lo pueden
mandar, por no estar esas cosas en sus atribuciones ni ser de
su· jurisdicción, según
lo expresa el Cardenal. Primado». Esas pa­
labras ofrecen fundamento para
pensar quej;J.os otros

cuarenta y
ocho obispos eran opuestos a que se votase a
Íos candidatos «me­
nos

malos», incluso aunque no se presentasen candidatos
cató,
licos.

La inmensa mayoría
del Episcopado
Español era,
pues,
opuesta.

a
la teoría del mal menor.
Hoy, por
el contrario, muchos católicos han votado a favor
de una Constitución laica y de un socialismo sectario con la anuencia e incluso con el
consejp de

ciertos obispos. Consta que
veinte Prelados votaron al socialismo en las últimas elecciones y que
tres de

ellos votaron a favor del divorcio en . la.s sesiones
internas
· de

la Conferencia Episcopal. Evidentemente la Iglesia
de
1905 en su representación episcopal no es la de 1986: aque­
lla, como mucho,
permitia excepcionalmente votar a favor del
mal menor: ésta, no . sólo lo permite, sino que lo aprueba, y lo
que es peor,. vota a favor del
mal mayor._ ·
561
Fundaci\363n Speiro

JULIAN GIL DE SAGREDO
III. LA DOCTRINA DEL MAL MENOR,
á) Del mal en general.
Para entender qué es el mal menor, debemos entender pri­
mero qué es el mal, lo
mismo que
para conocer las especies
de­
bentos conocer primero el género en que todas coinciden. Santo
Tomás aborda

el problema del mal,
entre otros lugares, en la
Summa Theologica, parte primera, ctiestiones 48 y 49. De su en­
sefianza podemos déducir que

el mal es privación del bien y
que
como

el
bien y

el.
ser se confunden, el mal como privación o
ausencia
de
bien, es

también privación o ausencia de ser, y
por ·
tanto no tiene subsistencia por sí mismo, sino que tiene que sub­
sistir en el ser, es

decir, en el bien como sujeto. Así
-se explica
que,

aunque puede
haber bien
sin mal, no
puéde haber mal sin
bien, lo
mismo· que puéde haber verdad

sin error, pero no
pue­
de

haber error sin
parte de

verdad. Al
ser el

bien sujeto
per
accidens del mal, puéde ser causa material del mismo, pero nun-
ca su

causa formal
ni final. ·
Por otra parte, dado· que el mal es privación del bien, habrá
tantas clases de
mi. como sean los bienes de · ¡os ·cuales existe
privación.
Puede hablarse, entonces, de males
flricos cómo la
ceguera, que es
privación. de

la vista; de males
psiquicos como
la
· locura,

que es la privación • de
la razón, y de males morales
como el pecado, que es privación de la gracia de Dios. Como el
verdadero bien es Dios,. porque es el verdadero ser, el pecado
que

es privación de su gracia y amistad, es el verdadero y autén­
tico mal.
Los demás males ni, tienen en realidad carácter de ta­
les, ya que, al ser privación de bienes que únicamente lo son
por analogía, s61o

puéden ser
calificados como

males en sentido
análogo.
Una

última
observación parece conveniente hacer. antes de
entrar en .el enfoque moral sobre el mal menor. El hombre pue­
de medir
sólo ab extrinseco, incluso tratándose de sí mismo, la
mayor o menor gravédad del mal que
es el pecado, considerando
562
Fundaci\363n Speiro

EL MAL MENOR Y LAS ELECCIONES
su cualidad especl:fica, su intencioóálidad, sus ciocunstancias ate­
nuantes o agravantes, su
fuerza de
expansión o
repercusión so­
cial,
etc., pero sólo Dios sabe en realidad la auténtica gravedad y
responsabilidad
del pecado, y sólo El, por tanto, conoce cuál es
y dónde está el mal mayor y el mal menor. De lo cual podemos
inferir que
las controversias sobre el mal menor hasta cierto
punto

y en cierto sentido
son estériles,
ya que no podemos
dís­
cernir con certeza dónde está la mayor o menor ocasión de• pe­
cado. Se deduce igualmente que cuanto se diga sobre el lila!
menor, se dice en hipótesis, es decir, suponiendo que lo que no­
sotros creemos
mal menor,
lo sea en
realidad.
b) Del mal en las elecciones.
Los problemas que pueden plantearse en las elecciones des­
de el punto de vista moral son inagotables' por su riqueza, mul­
tiplicidad y variedad. Para no perdernos en ese
menso bosque,
tenemos que

prescindir de
la casuística y reducirnos a los princi-
pios generales.
, "
Es

obvio que
cuando, tratamos

del
mal menor
en
las eleccio­
nes, no nos referimos al «mal-pecado», ya que entre dos ~os
no
cabe elección, aunque uno sea menor que otro. Pero no es
menos
cierto que

el mal menor es
examinado por referencia al
pecado, ya

que el tema de la controversia versa precisamente so­
bre su licitud o ilicitud.
La elección de un Diputado o representante político en ge­
neral, tiene dos aspectos, unci material, que es el acto mismo de
la elección depositando el voto en la urna,. y otro. formal, que
es el
fin, la intención, la razón que determina la elección. Lo
que
cualifica al

acto como lícito o ilícito en su materia o
aspecto
material

es su conformidad o disconformidad con el orden mo­
ral objetivo. Lo que
cualifica al

acto como
lícito o

ilícito en su
forma o aspecto formal es la
intención o

razón
que mueve
al
elector en su elección. Para que
el . acto sea lícito en su plenitud
en necesario que sea lícito material
y formalmente, es· decir, que
563
Fundaci\363n Speiro

]UUAN GIL DE SAGREDO
su objeto o materia sea licita y que 1a intención que inspira a la
elección sea también licita.
Del

heoho mismo de depositar
el voto no se sigue que el can­
didato elegido

triunfe en las
elecciones; sin embargo

es eviden­
te que el voto se deposita para que
triunfe, es

decir, que la ra­
zón objetiva, no

subjetiva de
1a elección, es el triunfo del ele­
gido.

Por ello, a efectos del estudio
del mal menor, el acto ma­
terial de elegir debe ser considerado en su
razón objetiva, .a sa­
ber, en la intención inherente al acto, que es el triunfo del ele­
gido; ya que de esa manera es como
tiene lugar
la ocasión del
mal mayor o menor y cómo es posible su
análisis y

su dictamen.
En la elección del candidato que representa el mal menor se
da por supuesto que
la intención o elemento formal· es bueno.
Se discute, por el contrario, si
el· hecho
material
de elegir al can­
didato que representa el mal menor, cuando no hay candidatos
"buenos», es Hcito o

es ilícito. Aunque lo lícito puede ser obli­
gatorio
.o no

obligatorio, presciodimos de esta
últlma valoración
én gracia

a
la brevedad y a la claridad, máxima teniendo presente
que la discusión
· sobre

el mal menor versa fundamentalmente
sobre su licitud o ilicitud. Como puntos de referencia
para examinar la licitud o ilicitud
del acto material de
la elecci6n del mal menor, se pueden tomar
los siguientes:
1. Relación de causalidad entre el representante del mal
menor y
la acción política.
2.. Oc,isión
de

pecado promocionada por la elección del po­
lítico representante del mal menor y causa
suficiente o insuficien­
te

para promover esa
·ocasión de
pecado.
3. Probabilidad en dicho político
de. una

acción pública con-
traria a los valores religiosos.
4. El mal menot como bien
relativo.
5.

Relación de asentimiento y pacto entre elector y elegido.
6. Contradicciones en el sistema· del mal menor.
Esos seis elementos o puntos de referencia en sus más varia­
das direcciones son los que manejan los moralistas
para afirmar
564
Fundaci\363n Speiro

EL M4L MENOR Y LAS ELECCIONES
o negar la licitud de la elección del mal menor en las elecciones
cuando
todas las opciones son malas, aunque en grado diferente.
Reproduzco
seguúlamente los argulilentos en pro y en contra,
según se desprenden de los estudios de los padres Villada
· y
Min­
teguiaga y

de los
artículos de

Ramón Nocedal, sin perjuicio de
añadir
algo de mi propia cosechá.
e) Argumentos a favor del mal menor. Es licito
Primero.-Del hecho material de la elección no se sigue ne­
cesariamente que el representante del nial menor, si triunfa en las
elecciones, desarrolle una
acción política contraria a

la moral
católica, ya que pueden intervenir en
su actuación pública múl­
tiples factores e intereses ajenos al programa electoral·
qÚe pre­
sentó,

aparte de que dicha relación de necesidad sería contraria
a su libertad psicológica. Al no mediar conexión necesaria de
causa a
efecto entre el triunfo del elegido y la acción política que
programó
como
candidato, el
acto de la elección materialmente
considerado no se halla en sí mismo en desacuerdo con el orden
moral.
Segundo.-La elección del candidato representante del mal
.menor promueve una ocasión de pecado, ya que el elector, en
cuanto está de su parte, le
confiere el oficio, .del cual se teme
fundadamente que abusará. Pero la ocasión de pecado,
conside,
rada en su materialidad no es pecado, y considerada en el peli­
gro de pecado que circunstancialmente puede significar, queda
justificada si

media
causa suficiente, como puede ser el impedir
el triunfo del candidato que representa .el mal mayor.
Tercero.-Entre dos ocasiones que generan probabilidad de
peligro del mal fortnal o pecado, si son necesarias, hay que es­
coger aquella que ofrezca menos probabilidad.
La diferencia entre
el mal menor y el mal mayor en la elección de candidatos, ra­
dica en que, aunque ambos ofrecen probabilidad
dé desarrollar
una
política contraria

a la
fe y a la moral católica, dicha proba­
bilidad
es menor en
úno que

en otro.
.565
Fundaci\363n Speiro

JT]LIAN GIL DE SAGREDO
Cuarto.-El mal menor es un bien formal relativo, dice el
P. Villada (ob. cit.). Es mal en cuanto que constituye ocasi6n ma­
terial de pecado,
es bien
relativo en cuanto que, al ser
mal menor,
constituye

ocasi6n material
para evitar.

un mal mayor. La man­
zana averiada en una
mínima parte se

puede considerar sana res­
pecto a
la que está podrida en su casi totalidad.
Quinto.-A los cuatro razonamientos precedentes basados en
los principios de relaci6n causal, de causa suficiente, de proba­
bilidad y de relatividad, suelen añadirse otras consideraciones de
uso común, sin
perjuicio de

que
algunas de
ellas envuelven una
· petici6n

de principio.
.
a) De dos males necesarios debe elegirse el menor. «Del
mal el menos», dice el refrán. Entre la muerte y la amputación
de un brazo, ésta será preferible.
Para sa1var al todo, es. lícito
tolerar
la pérdida de una parte, etc.
b) Votar por el mal menor no es favorecer el mal, sino im­
pedir que crezca. No se pretende .tanto el triunfo del candidato
liberal como el fracaso del candidato comunista. Es un voto de
tipo negativo, que tiende a restar votos al contrario.
c) «La transcendencia del derecho electoral, dice el P. Min­
teguiaga (Algo sobre las elecciones municipales), se cifra en que
lleva en

su seno y en sus
alas los

destinos de los pueblos o como
nube
benéfica · que derrame sobre· ellos sus bendiciones o como
nubarrón
siniestro
precursor de tempestades y desastres. Es
me­
nester

no abandonar la lucha electoral los que sienten en su
·
pecho

la llama de la religión y del bien del pueblo. No hacerlo
así es entregar
.el c,µnpo al enemigo. Mientras

se desgarran entre
sí los

buenos al borde misnio del precipicio y del descalabro, sus
enemigos se ríen
y se frotan las manos librando su esperanza en
la división de los conrrarios».
Sexto.-Como argumentos de autoridad aducen los propug­
nadores de la teoría del mal menor los siguientes textos:
a)
Concilio Toledano, 8.0, • cap. 2: «Duo mala, etsi sint
omnino cautissime

cavenda, tamen si periculi neccesitas ex bis
unum perpetrare compulerit,
id
debemus
resolvere quod minori
nexu noscitur obligare». Aunque entre dos males, ambos deben
566
Fundaci\363n Speiro

EL MAL MENOR Y LAS ELECCIONES
ser evitados con la mayor precaución, sin embargo, si la necesi­
dad
de peligro forzase a realizar uno de ellos, debemos elegir
aquel que menos obligue. b)
Cardenal Lugo: De iustitia. disp. 35, sec. 1, núm. 5.
e) León XIII: Inmortale Dei. «El no querer tomar parte
ningunÍI en las cosas públicas sería tan malo como no querer
prestarse a nada que sea de utilidad común.
De lo contrario, si
se están quietos y ociosos, fácilmente se apoderarán de los asun­
tos póblicos personas, .cuya manera de pensar no ofrezca grandes
esperanzas
de saludable remedio».
Hay moralistas, por último, que· no sólo defienden la doctri­
na del
mal menor como lícita, sino incluso como obligatoria. «En
general, los que tienen derecho de sufragio están obligados en
conciencia a acudir a
las urnas» (Ferreres, Casus · conscienciae,
cap. 9). «Rara vez dejará de haber obligación de dar el sufragio
en las elecciones ... , porque rara vez dejará de haber una espe­
rama· prudente

de buen resultado» (P. Villada,
Casus conscien-
ciae). · ·
d) Argwrrentos contra el mal menor. No es lwito.
Primero.-La elección del representante -del mal menor im­
plica objetiva o materialmente, no formalmente, un asentimiento
del elector al programa presentado por el candidato, puesto que
siendo dicho programa el móvil de captación de los electores,
quienes votan al candidato, votan su programa, sin perjuicio de
que la intención
del votante

sea distinta. Dado que dicho pro­
grama no es conforme a los principios
del Derecho Público Cris­
tiano, la elección del candidato·
que lo representa constituye un
acto ilícito en cuanto a su materia o aspecto material, aunque
la
intención fuera buena.
Segundo.-El acto .de la elección tiene la significación de un
pacto entre el elector y el elegido: éste ofrece sú mercancía polí­
tica
y el votante la acepta, aunque su intención discurra por otros
caminos. Ese pacto en su razón material u objetiva no es
lícito.
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JULIAN GIL DE SAGREDO
¿Qué pacto puede haber entre la luz y las tinieblas, entre la
verdad y el error? Tercero.-En la elección del candidato que representa el mal
menor,
)a causa

suficiente que se aduce
pata justificar

su elec­
ción es evitar el triunfo del candidato que representa el mal ma­
yor. No se trata, pues, de evitar el pecado inherente a la reali­
zación del programa hostil a
la Iglesia que representa el candi­
dato del mal menor, sino
de evitar el pecado tnayor inherente
a la realización
del programa que representa el candidato del mal
mayor. Entre pecado mayor y menor
no cabe
elección
ni c,.1be
causa

suficiente que la justifique: luego entre dos candidatos,
cuya política de hostilidad contra
la Iglesia es pecaminosa en ma­
yor o menor grado, tampoco
cabe· elección,
ni causa suficiente
qne la

justifique.
Cuarto.-Insistiendo en el argumento anterior, tanto el mal
mayor como el menor desembocan en una política contraria a
los principios religiosos. Dado que
dicha política

es ilícita, re­
sulta igualmente ilícita la elección de cualquier candidato que la
promueva;. con independencia de que dicho candidato represen­ te el mal mayor o menor. La cuestión del mal
.menor se

resuel­
ve en última instancia en la elección de un pecado mayor o me­
nor, lo cual no es lícito.
Quinto.-La causa determinante de la elección del · mal me­
nor se basa en un
cálculo de
probabilidades, ya que, aunque
la
política hostil a la Iglesia se dará en ambos candidatos, se pre­
sume con probabilidad que resultará menos hostil en el candi­
dato «menos malo» que

en
el «malo». La licitud del mal menor
en las
elecciones se

funda, por tanto, en último. término, en el
azar que representa el probabilismo.
Sexto.-Lo
lícito, como

lo bueno,
sólo puede serlo ex integra
causa. Si
admitimos la licitud
del mal menor se daría el contra­
sentido de

que algo que en su
razón material,

por ser ocasión de
pecado, es malo,
sería lícito y

bueno, sin serlo
ex integra causa.
Séptimo.-Aunque la

expresión de San
Pahlo «Non
faciamus
mala ut veniant bona» (Rom. 3,8), se refiere al
mal moral o pe­
cado, cabe aplicarla con fundamento a lo que constituye ocasión
568
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EL MAL MENOR Y LAS ELECCIONES
de pecado, ya que la ocasi6n de pecado es ocasi6n de peligro,
respecto al
cual dice la Sagrada Escritura: «El que se expone al
peligro perecerá en él», Lo mismo que elegir entre dos pecados
es

pecar, elegir
entre dos

ocasiones que por
sí mismas. llevan

al
pecado también es pecar, aunque el pecado de una ocasi6n sea
menor que el derivado de
la otra.
Oc1avo.~La doctrina del mal menor desemboca en la con­
tradicdón.
Fundada en un criterio de relatividades sobre apre­
ciaci6n

del mal mayor o menor, lo que
1 ayer "1:11 licito hoy es ili­
cito, y lo que hoy es ilícito mañana puede ser licito. De acuerdo
con dicha
teoría, ayer
era licito votar al liberal «manso»
para
evitar

que triunfara el liberal «fiero», hoy
sería licito
votar al
liberal «fiero» para evitar que triunfe el socialista, mañana
sería
licito

votar al socialista para evitar que triunfe el comunista y
pasado
mañana sería

licito votar al comunista para evitar que
. que

trinunfara el ultracomunista. Si
la 16gica no falla, votar el
mal menor
puede llevar

paso a paso a votar el mal mayor.
Un
sistema

que se fabrica para evitar un mal y que termina optando
por el mismo, resulta
algo contradictorio.

Asimismo, un sistema
que por su
mecanismo interno

termina aconsejando el voto a fa.
vor de candidatos comunistas para evitar que triunfen los ultra­
comunistas, siendo intrínsecamente perversa la doctrina de ambos,
difícilmente puede ser calificado como licito.
A
la vista de los argumentos expuestos en pro y en contra
de
la doctrina del mal menor y del peso que tienen ambas argu­
mentaciones,

puede elegir el lector la que estime más
lógica y
razonable.
Por. mi

parte pienso que
la tesis que sostiene la fil.
citud del mal menor, en el análisis de su materia o causa mate­
rial,
que es el que en definitiva se discute, tiene mayor coheren­
cia en
la doctrina y más fuerza dialéctica en la argufuentaci6n.
IV. APLICACIÓN DE LA DOCTRINA DEL MAL MENOR A LAS
ELECCIONES POLÍTICAS.
a) Cuestión moral y cuesrión política.
Los padres Villada y Minteguiaga defienden en Razón y Fe,
como doctrina aplicable a las elecciones, que donde no hay can-
569
Fundaci\363n Speiro

JULIAN GIL DE SAGREDO
didatos católicos se puede votar a los liberales moderados como
mal
menor
para evitar que

triunfen los liberales «fieros».
Ramón Nocedal responde que no está en juego
la doctrina,
sino la necesidad o no necesidad de su
aplicación. No

es cuestión
de
fe y moral, sino de política o de aplicación concreta de los
principios morales a la política. El moralista ofrece
la doctrina
moral y al político corresponde la apreciación de
las citcunstan- ·
cias

reales en
la aplicación concreta de aquella doctrina.,
«Importa,

lo primero ... ,
distinguir bien
lo que incumbe a los
moralistas de lo que incumbe a los políticos ... A veces, y son las
más,
el moralista se convierte en político, el profesor de moral
en jefe de· partido y, en el
mismo tono

dogmático y pedagógico,
para hacernos más fuerza

y como
si también en lo político tu­
viera magisterio y autoridad, no discute, no razona, no opina, sino que .enseña y
prescri"be, ordena
y manda no sólo lo que es
. lícito hacer, que es lo que' a
él como moralista le incumbe, sino
lo que a
él como político le parece que conviene hacer, con quién
nos hemos de unir y
cómo hemos
de pelear»
«Apartándose cuidadosamente de toda cúestión moral, El Siglo
Futuro
sólo había discutido esta cuestión: si dadas las condicio­
nes
actuales de la· política española se está en
el caso de renun­
ciar a defender y propagar
la tesis tradicional, trabajar por el
retorno absoluto de los principios católicos, o áceptar la hipóte­
sis, aplicar la teoría del mal menor a la política
en general
y
su­
marse

a los partidos liberales menos «fieros»
(op. cit).
«Hace poco, lo mismo que en los mejores y más gloriosos
tiempos
de
España, condescender.
con cualquier partido liberal
era para todos los buenos verguenza
deshonrible, tratar

ni tran­
sigir con ningún grado de liberalismo era
ignominia infamante;
y la única política nacional y cristiana era enfervorizar a los ca­
tólicos
españoles y . juntarlos en vigorosa y apretada falange, que
resueltamente marchase a
la completa
reconquista de España
para Dios

y a la instauración de todas las cosas en Cristo. Pero
ya algunos estiman que
mejor es alabar

y recomendar la pruden­
cia y
la cobertura de los q'le tratan con el error, apartarse y huir
de

los íntegros
como de la peste ... , que no parece sino que la
570
Fundaci\363n Speiro

EL MAL MENOR Y LAS ELECCIONES
viril perseverancia en la profesión del bien y la verdad es el ma­
yor de los crímenes, y la
ruín y cobarde transigencia y compli­
cidad con el error y el mal la mayor de
las virtudes» ( qp. cit.).
b) Al ser dudosa la teoría del mal menor, no es obligatoria
su aplicación a la política.
«El artículo de Razón y Fe ( defendiendo la teoría del mal
menor)
ha provocado enérgicas contradicciones de otros mora­
listas, que niegan moralidad a
.la teoría del nial menor, resuelven
el caso de otra
manera y oponen argumentos a argumentos, auto­
ridades·

a autoridades.
Es, pues., el caso dudoso, la cuestión mo­
ral

es libre, las opiniones son diversas y
encontradas; y
según
declara el
f'. Miuteguiaga en su artículo y .~simismo decía el
f'. Villada en sus Casus conscienci~, el pro y el contra son aquí
· igualmente

probables»
( op. cit.). . ·
«Siendo la doctrina dudosa serla absurdo .en empefiarse en
proponer

por fundamento,
lazo de unión, ley ni regla, precepto
ni
siquiera consejo para la políticá general de
Espafia para la

ac­
ción común

de los
católicos españoles

en lo político, un parecer
que no es común a todos
y al que. nadie tiene obligación de so,
meter su juicio, una teorfa que tantos rechazan, un principio du­
doso, controvertible y controvertido, que en
vez< dé aunar

las
fuerzas católicas

que se trata de
unir; divide
los
ánimos y pro­
voca

entre los católicos debates tan acalorados y
escisiones tan
hondas
como las

que
tenemos a la vista y estamos presenciando;
sin escarmentar, 'desde que el

sefior
· Pida! tremoló la bandera
del

mal menor hace más de
treinta años» ( op. cit.).
e) La teoria del mtJl menor, tJl tener carácter condicional,
no es de hecho aplicable a la pol/ticá española. . ~
La citada doctrina requiere para su aplicación como condi­
ción previa

la inexistencia de candidatos católicos en las elec­
ciones, condición que, al no tener lugar en España,
la hace esté­
ril por virtud de sus mismos principios.
571
Fundaci\363n Speiro

]ULIAN GIL DE SAGREDO
· «El padre Minteguiaga en su artículo pone una condición ab­
solutamente
precisa para
que pueda aplicarse
la teoría del mal
menor, es, a saber, la ausencia total y absoluta de todo bien. Si
hay candidatos

católicos, el autor (según su propia teor!a) está
obligado a.votarlos ..
, Esta

es la doctrina del P. Villada en sus
Casus conscienciae, ésta la del P. Minteguiaga .en Raz6n y Fe,
ésta la · de todos los moralistas que defienden la teor!a del mal
menor.

. . Ahora bien:
aplicamos a la. polftica general de España,
a
la contienda en que estamos católicos y liberales, íntegros y
mestizos, la teor!a del
mal n,enor, la doctrina del P. Minteguiaga.
Pues evidentemente los católicos
españoles no
pueden
aliarse ni
favorecer de ningún modo ni siquiera con su abstención a los par­
tidos liberales, mientras existan
partidos católicos; ni siquiera
pueden retraerse. lícitamente, están obligados a ayudar y favore­
cer activa y exclusivamente a los católicos contra los
liberales,
según

el P. Minteguiaga y el
l'. Villada; y aun admitiendo como
lícita
la teoría del mal menor» ( ob. cit.). Esta argumentación, sin
vuelta
.de hoja,

demoledora y
basada en la doctrina misma defen­
dida por aquellos padres, demostraba
la incoherencia de las po­
siciones políticas adoptadas por los antaganistas de Ramón No­
cedal, el

cual proseguía:
,
«España

no ,está en el
tristísimo caso de que los católicos re­
nuncien a sostener
.la tesis, aceptar la hjpótesis y contentarse
<::Qn lo

que el mal menor quiera
darnos a
cambio
de entregarles
las fuerzas católicas. Vale tanto como decir que España ha lle­
gado a la horrible condición fundamental del mal menor, en que es
imposible o inútil defender la causa del bien y hay que optar
por lo

menos malo; vale tanto· como querer que los cató­
licos españoles renuncien a sustentar la verdad íntegra y el bien
completo
Y. nos

resignemos como los católicos ingleses, rusos o
chinos a aceptar del mal el menos y lo que de limosna o por el
pacto
«do ut

des» nos quieran dar los liberales»
fop. cit.!.
572
Fundaci\363n Speiro

EL MAL MBNOR Y LAS ELECCIONES
d) No cabe la elección del mal menor entre los liberales,
puesto
que no hay diferencias substanciales entre ellos.
Ramón Nocedal, después de demostrar que la teoría del mal
menor, por no ser cierta, no es obligatoriamente aplicable a la
.· política,

y después de demostrar que aunque fuese
lícita, tam­
poco
sería posible su realización . al faltar la condición prevja de
la
inexistencia de candidatos católicos, impugna
ahora la
misma
hipótesis en que se fonda aquella doctrina,
. a

saber, la
supuesta
diferencia

substancial entre
las diferentes·· especies de liberalismo.
«Los
que distinguen dos liberalismos, uno malo
y Otro bue­
no o menos malo o mal menor,
pecan de necios. En el orden
político
todos los

liberales son
iguaÍes;'t~os profesan y practi­
can

el mismo
liberalismo, las

mismas libertades, la misma polí­
tica,
ni católica, ni protestante, sino absol;,tamente independiente
de
toda religión, sin más diferencia que el mayor aplomo, habili­
dad y cautela con que
suelen proceder

los católicos·
liberales y
el. crédito

personal de buenos
cristianos con.
que algunos de ellos
se abren camino entre los
.fieles y devotos»· (op. cit). V , , .
«Aquí no hay mal mayor ni menor, sino un• solo y mismo
mal. El liberalismo es campo abierto y tetreno
común en
que
todos son iguales,
profesan y quieren lo mismo, .sólo están se­
parados por ·accidentes que no· tienen nada que · vet · con · la pro­
fesión liberal» (
ob. cit.). Prueba seguidamente Nocedal la' afir,
ro.ación precedente con los pactos· de Maura con Sagasta y con
Silvela

y con los ejemplos
de Urgaiz, Gasset, Moret, Canalejas,
Montero Ríos, etc.
« Y si en España los liberales más cat6licos, los mestizos más
piadosos, los conservadores más
mauristas profesan
todos sin una
sola excepción la política,
ni católica, ni protesta¡,te, la tesis de
la ley atea, el indiferentismo, el
. acomodamiento con . todos los
partidos y religiones, parece que huelga de todo punto y es gana
de perder el tiempo hablar de la teoría del mal menor, donde
todos las males son
mayores»,(op. cit).
Ningún testimonio mejor que el. de los liberales conservado-
573
Fundaci\363n Speiro

JULIAN GIL DE SAGREDO
res para demostrar la. identidad substancial de doctrina y de ob­
jetivos

que persiguen por igual todos los liberales. «Ninguna di­
ferencia, dice Maura, los separa
de los más radicales y substan­
cialmente son lo mismo. Una sola diferencia, declararon Cánovas
y Silvela, los distingue. y separa de los. radicales: ser los radica­
les imprudentes y locos, que todo
lo quieren hacer de una vez y
con violencia, espantando y sublevando a los cat6licos y compro­
metiendo
á cada paso la causa liberal; y ser los conservadores
más cautos
y ladinos y hacer las cosas más cautamente y sobre
seguro, encubriendo sus ataques a
la· religión con

pretextos pu­
ramente políticos, fingiendo que bien querrían
el mayor bien,
pero las circunstancias
les mueven

a aceptar el mal menor, a
ve­
ces impugnando primero por prematuras las conquistas revolu­
cionarias, que luego
han de consolidar como hechos· consuma­
dos»
e) La política del mal menor es la política del mal mayor,
Los representantes políticos del mal menor en 1905, lo mis­
mo que en 1986, eran los católico-1.cberales.
De ahí que Nocedal,
después de
rclutar la

hip6tesis de la existencia del mal menor
entre los liberales, concentre su atención en el
liberalismo cat6-
licó para probar, que aun siendo substancialmente igual que el
liberalismo, representa para los católicos un mal mayor en el
campo político. Veamos sus razonamientos:
l.0 ) Por raz,';n de IJU peculiar doctrina.
«En el orden privado admiten la autoridad de Dios y aún de
la. Iglesia, pero en el orden público defienden por medio de leyes
la más absoluta libertad de prensa, de cátedra, de asociaci6n, de
conciencia,
de pensamiento, etc.» (op. cit.>. Muchos años antes
que Maritain pontificara sobre la distinci6n entre persona e
in­
dividuo,

reservando a aquella en su fuero interno la subordina-
574
Fundaci\363n Speiro

EL MAL MENOR Y LAS ELECCIONES
ción a Dios y otorgando a éste en su fuero externo la autono­
mía en sus proyecciones sociales, que desembocan en el Estado
laico, los católicos-liberales
españoles ya
practicaban la
doctrina
del catolicismo eri privado y del laicismo en público.
2.0) Por razón del fraude y engaño que encierra.
Dad9 que el error no puede subsistir. s.in estar adherido a la
verdad, será tanto
más penetrable

entre los católicos cuanto .que­
de
más disimulado

bajo apariencia de verdad.
Así se explica que
el
liberalismo católico se haya filtrado
tan sutilmente dentro de
la misma
Iglesia. Y

a decía Pío IX en su
Breve al senador Can­
naert, de 8 de marzo de 1873, que el error de los católicos-libe­
rales es muy peligroso
por hallarse rodeado de emboscadas.
«Es más dañino el enemigo artero. y solapado, decía Noce­
dal (op. cit.!, que el franco y descubierto». Este es atacable y
vencible,
aquél, al ser encubierto, actúa con más seguridad. Por
ello
la_ revolución

«fiera» es :menos eficaz que la
· revolución -«man­
sa».
Contra

aquélla reaccionan los católicos, contra ésta,
al ser
invisible, quedan aletargados.
3.0 } Por razón de la duración.
«Parece evidente, dice el P. Villada, que este segundo mal,
el moderado, el conservador, el pidalino, el maurista, es mucho
más
grave que el primero, porque es por su
naturaleza más
du­
radero, .aunque menos intenso en cada momento, porque de8tru~
ye con más seguridad el orden moral bajo la apariencia del orden
material»
(op. cit.J.
«Los demagogos son la enfermedad aguda, la pulmonía, el
tifus, el cólera, que en
poco tiempo
mata o se cura, pero los con­
servadores son la enfermedad
crónica y:

mortal de necesidad, son
la tisis, son.el cáncer, son la lepra, que sin cesar todo lo corrom­
pen y destruyen y matan sin remedio» .Cop. cit). ·EI mal menor no
575
Fundaci\363n Speiro

J[JLIAN GIL DE SAGREDO
corta la enfermedad, no la atta, sino que la prolonga, la agrava
y al final produce la muerte. Al tiempo que alimenta y fortifi.
· ·ca al liberalismo, aletarga y debilita a los católicos, los adorme­
ce, los enerva en
la diferencia, los desarma.
4.0 ) Por razón de la div~n que ,promueve entre las cató­
licos.
«Los católicos-liberales predicando la paz y al grito de únión,
dividen y . desgarran a los católicos· cuando más unidos est~n, pro­
curan
enfriarles con
sus múltiples. hipótesis, los
distraen, los es­
torban
y se les entedan en los pies para· que no puedan luchar
con

los liberales».
«Unidísimos estaban
los católicos en santa
concordia de
prosamiento y de acción. ¿Quiénes son los que tur­
baron y a toda costa procuran todavía hacer pedazos aquella
unión estrechísima? ¿Los

que perseveran unidos profesando
y
sustrotando lo que todos defendimos antes como fundamental y
esencial de la política católica en España? . ¿O los que mudaron
de opinión
y se desgarraron de nosotros y contra nosotros se re­
vuelven airados porque no sabemos ser mudables y tornadizos,
no

queremos abandonar el
terteno ni

desertar
la bandera que
ellos mismos nos enseñaron a defender?
¿O los

que hacen cuanto
pueden por quebrantar nuestra fe en
la política íntegramente
católica
y castizamente española ... y soliviantan y dividen a los
que no les da vergüenza de renegar de sus antiguas conviccio­
nes?
» (op cit.J.
«Falsos hermanos los apellida el.Sumo Pont!fice Pío IX, por­
que siembran discordias entre ellos, deshacen el vigor de
la uni­
dad
y favorecen con toda eficacia, sin advertirlo, a los enemigos .
y a su causa perversa» (op. cit.J.
5.0 ) Por razón de la hipocresía en sus comportamiento.
«Los que se acercan a los conservadores, por poco tiempo
que dure
la conversación, corren mucho peligro de tragarse como
576
Fundaci\363n Speiro

EL MAL MENOR Y LAS ELECCIONES
pan bendito· las píldoras bien doradas, sobre todo si acompañan
a sus aliados a Misa con ejemplar devoción» .. «Malos por libera­
les, peores por católicos-liberales, traidores a lo Judas, introduc­
tores, consolidadores

y causantes
del mal y de la ruina que por
ellos produce la revolución y que
sin ellos
hubiera sido. imposi­
ble o

ya hubiera cesado». «Por
la mañana reciben a Dios y por
la tarde van a
crucificarle en

el periódico, en
el Ateneo, en el
Ministerio en el Parlamento». «Engañan con sus alardes
. de fe
a los católicos, se arrodillan mansamente y besan las:sandalias del
Papa y el pastoral .anillo de .los Obispos y clavan el puñal a la
Iglesia de Dios después de oír Misa y rezar
el Rosario» (op. cit).
6.0 ) Testimonw de Pío IX.·
«Más de cuarenta veces dijo Pío IX, añadiendn que lo repe,­
tiría

otras tanta.s y cuantas
·fuera menester, que

el liberalismo ca­
tólico era el que había. condenadó en
el Syllabus, ya que al fran.
camente anticatólico no había para qué, y que los liberales ca­
tólicos eran más terribles y dañosos que los monstruos de la
"Commune"-» 7 .•) Testimonw de la Historia.
Los políticos del mal menor «son los heraldos y portavoces
de la política que invocaron los afrancesados para
defendér las
fuerzas

incontrastables de Napoleón
contra los
buenos españoles,
inermes, fraccionados, sin rey,
sin generales

y
sin ejército en la
Guerra .de la Independencia; de la política de la hipótesis, en
que se fundaban los cristianos
de Córdoba, amigos del Califa,
para perseguir y maldecir a
los mártires;.
de la política de la pru-.
dencia y la cordura, que arrastró al
hermano y

a
los hijos
de
Witiza a

aliarse con los árabes en Andalucía contra Don Rodri­
go y en Asturias contra.Don Pelayo; de
la política de la pru­
dencia carnal, del interés, de
la codicia, del egoísmo y del miedo;
de la política
de la traición a nuestra Fe y a nuestra Patria; de la
Fundaci\363n Speiro

]ULIAN GIL DE SAGREDO
política que sustentan hoy . en . provecho de los liberales y en
contra nuestra con
más coraje·

y con más desinterés que en sus
respectivas épocas. mostraron los Don Oppas y sus sobrinos Re­
cafredo y

Ostogesis, o los
Azanzas, Urquijos,
Cabarrús y los de­
más ministros y consejeros de Pepe Botella»
(op, cit).
A la vista de los siete razonamientos expuestos y especial­
mente de la enseñanza
de Pío IX, «es difícil demostrar, decía
Nocedal (op. cit), que los católico-liberales, moderados, conserva­
dores o mestizos, sean el
mal menor».
No

es extraño que el gran apologista del integrismo cat6lico
en el fragor de la lucha política en defensa de los principios
del
Derecho público cristiano, y a la vista de los ~emigos solapados
que
se filtraban como reptiles entre
las filas de su ejército, ex­
clamara

lleno de
sanw indignación:

«Los asesinos de mi Patria
no han sido los políticos del
.mal mayor, que pasaron como re­
lámpagos sobre

el Poder y sólo consiguieron con sus medidas
enardecer el
espíritu de

los buenos españoles. Digo que los asesi­
nos de
mi Patria han sido y son. los Partidos del mal menor,
moderados y progresistas, conservadores y dem6cratas, que que­
brantaron su unidad con espantosas discordias, la arruinaron,
la
envilecieron, la dejaron sin hacienda, sin colonias, la hicieron
ludibrio de las naciones, engendraron en sus Universidades el socialismo
·y fometaron

sin cesar el
anarquismo, el

anticlericalismo
y todos los horrores del
mal mayor; y digo, en fin, que jamás
me uniré, ni favoreceré, ni votaré, sino que haré la guerra que
pueda con muchos, con pocos1 sólo, si me viera abandonado, a
los asesinos de mi Patria» ,(op. cit).
Y, finalmente, como si. previera la desolación que ochenta
años más tarde iba a cubrir
de negros crespones la política de
su Patria,
exhala un grito de esperanza con estas ·palabras: «Los
católicos españoles unidos, compactos y bien organizados, con mediana dirección política
. que

tuvieran, con sólo presentarse
y
marchar en apretado haz, resueltamente, serian por lo pronto
una fuerza poderosa y temible con quien todos tendrían que con­
tar;. serían prenda cierta de restauración completa y pronta para
España»
Cap. cit).
578
Fundaci\363n Speiro

EL MAL MENOR Y-LAS ELECCIONES
V. CONCLUSIONES DOCTRINALES.
Primera.-La doctrina del mal menor tiene la aprobación de
la mayor parte de los moralistas, según
e,opresión de
San Pío X
en
_ el

«Motuproprio» «Inter catholicos
Hispaniae» de
20 de
fe..
brero de 1906: «Equidem scriptiones hasce eógnosci ambas vo­
luimus, nihilque in illis occurrit, quod non
a plerisque nunc de
re
morum doctoribus

tradatur, Ecclesia non
denunciante nec
con­
tradicente».
Segunda.-El heoho de que la mayor parte de los moralistas
apruebe esa doctrina, está demostrando que no todos la aprueban.
T ercera.-Si no existe aprobación unánime de esa doctrina, la
misma tiene carácter de probable o si
se_ quiere
de más probable,
y, en consecuencia, la doctrina opuesta, que afuma la ilicitud de
elegir el mal menor, es también probable,
aunque sea
menos
probable que la otra.
Cuarta.-Si ambas doctrinas, la que declara la licitud y la que
declara la ilicitud de elección
del mal menor son probables en
mayor o menor grado, queda claro que ninguna tiene desde el
el punto de vista moral carácter de certeza.
Quinta.~Aplicadas dichas

doctrinas a las elecciones generales
en las_ condiciones que exige la teoría del mal
menor, se

deduce
que si bien es lícito votar a los candidatos «menos
malos», cuan­
do

no hay
«buenos», también

es lícito en aquel
caso no
votar a
ninguno.
Sexta.-Se deduce ulteriormente que la obligación de votar
en las elecciones, suponiendo que efectivamente sea una obliga­
ción moral, no es
absoluta, sino

relativa: habrá obligación de
votar cuando hay algún candidato bueno: no habrá obligación de votar cuando todos sean
«malos» en

mayor o menor grado.
Séptima.-Concretandb esa doctrina a las próximas elecciones
generales de España, y sobre la base de que la obligación de
vo­
tar

no es absoluta, sino relativa, los católicos tendrán obligación
de votar a los candidatos, si los hubiera, que en sus programas defienden los valores cristianos en el orden político, social y
579
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JULIAN GIL DE SAGREDO
económico; pero no habrá obligación de votar, aunque sea licito
hacerlo,

si todas
las candidaturas presentan unos programas dis­
conformes

con los principios católicos en grado mayor o menor.
Epílogo.
Confirmando la visión política de Ramón Nocedal a la dis- ·
tancia de oohenta años, podemos acreditar por la Historia su
sentido profético. La política del mal menor seguida por el General Primo de
Rivera asociando

a su gobierno a los socialistas, provocó el
mal
mayor que significó la República. La política 'del mal menor, ins- .
pirada

en
la doctrina de Angel Herrera, que siguió Gil Robles
contemporizando con las fuerzas socialistas cuando pudo
defini­
tivamente

destruirlas, provocó el mal mayor de
la guerra de 1936
a 1939. La política del
mal menor seguida por Franco dando en­
trada

en las estructuras del Movimiento a los portavoces de
la
democracia' cristiana liberal, provocó el mal mayor de vaciarlo de contenido, preparando el asalto
a su
fortaleza. Y la política del
mal menor de un gobernante inepto, perjuro, traidor y ambicioso,
tendiendo
lazos de

unión con el socialismo,
el comunismo y la
masonería, provocó el mal mayor de la hecatombe religiosa, ¡,o.
lítica, social y económica, que hoy estamos presenciando.
Efectivamente era cierto lo que decía Ramón Nocedal:
La
política del mal menor es la politica del mal mayor.
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