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Número 245-246

Serie XXV

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Discurso de Luis María Sandoval Pinillos [San Fernando 1986]

FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO 1986
DISCURSO DE LillS M.ARIA SANDOV AL PINILLOS
Queridos amigos:
La cena de San Fernand.ó es, a. la vez, la ocasion en la que feste­
jamos
a nuestro Santo patrón
y -el
· mojón convenclonal que

marca un
año
tnás · en el transcurso de nuestra obra. Es, para la comunidad de
amigos de

la Ciudad
Católica, el
equivalente de
las fiestas
de
sanJo y
de cumpleaños que cada uno celebramos individualmente. Esta noche
quiero que hagainos simplemente unt;: ·glosa de ambos aspectos ·de esto
fiesta. . _ La Ciudad Católica, materialmente considerada, no es apena9 nada:
ni siquiera es una persona jurídica; pero es algo_ más grande, aunque
de atro

orden:
ea una amistad -al servicio de ltJ verdad, como gustan
de repetir nuestroa, amigos argentinos de la r,éVista «Verbo».
Como timigos no hay -aitre no,otros lazos forinales y TÍgidos, Wlo
un

acumulamiento con_tinuado de gestos
coru:retos de colaboráción en
las
obras que unos y otros realiz,Jmos al 9ervicio de la Verdad. Desde
ese

punto de vista los
amigos de
la Ciudad Católica somos
·un centro
de

concertación
dé esfuerzos, aur,que nuestra

vocación
m4a espet:!fica
y prioritaria es ·el servicio más elemental y directo a la Verdad: su es­
tudio
en forma
cOlectíva y después la difusión de
las
buenas doctrinas.
La Ciudad Católicq es,

ante
todo, una

empresa intelectual
y de for­
maci6n,
que

rehúsa comprometerse en
pal!ticas concretas para

servir
más intensamente a su fin primario y para servir a los más posibles sin
excluir
innecesariamente
a
nadie. ·
• • •
Decfa San Bernardo de Claraval que «hay quienes quieren el saber
con el solo
fin de saber; y

esto es torpe
curiosidad. Hay quienes .quie­
ren conocer para ser
así conocidos; lo cual es torpe vanidad. También
hay quienes quieren saber para vender su ciencia, por dinero o por her
nares;

que es torpe _mercantilismo. Pero también
ha:y quien~ quieren
saber para edifi'car; y. esto es caridad. Por fin, hay quienes quieren
her

para
el~oa ser edificados; lo

cual es
prudencia». Nosotros, al de­
dícarnos
al estudio, sin duda que buscamos prudentemente nuestra pro-,
pin santific_aci6n, pero también_ es cierto que móvil· indi,rociabl-e de ese
estudio

es
riuestro sentido
de
la caridad política. El
mundo, nuestra
Patria, necesitan

de
kl verdad; 4e la verdad social, ecOnómica y polí­
tica y, por consiguiente, de la
eriseñanza· de Jesucristo,

fuente de toda
Verdad y Vida.
Si esto es realmente así, nuestra obra-intelectual debe dar de un
año
para otro frutos, Y es en estas fechas peri6dicas, con las. que _los
hombres
balizamos el

correr del
tiempo, el
momento de
preguntarnos
por

ellos. Hagamos
·eramen de conciencia por
los del
año transcurrido
y_ propongámonos metas para· el

que- comienza. No se hizo la
luz para
ponerla debajo del celemín sino

sobre el candelero
para· que
brille e
ilumine,
nos enseiía el

Evangelio. De
igual modo la tareá de-· forma­
ci6n de
la Ciudad Católica·

no se cubre con· la edici6n
de la revista,
de unos libros

o de un congreso,
aunque sea· tan estupendo

como el
pasado-de Barcelona.
Los amigos de la Ciudad Católica sólo nos justificamos si concebi­
mos el .aprendizaje y la · éspeculaci6n intelectuales como una formación
para

la acción. Si sentimos. que las buenas doctrinas son
·para irradiar-
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Fundaci\363n Speiro

FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO 1986
las y ponerlas en práctica. Y si, como hemos dicho, la Ciudad Cat6-
lica

en conjunto no
tomo opciones concretas sobre·
el
modo de_ piar­
mar

en la realidad española el
Reinado .Social
de Cristo, es para
que
los amigo$
los pongan en prdctica con todo vigor y a fondo, de acuerdo
cada uno con su criterio y vocación,_ fuera de estos momentos, esca­
sos, en que se reúne en comunldn el pleno de los amigos.
• • •
Es aquí donde entra en juego-nuestro. patr6n San Fernando. A
primera vista parece

un poco
extraño que sea él nuestro patr6n, aunque
todos

los santos de
la Iglesia son siempre ejemplos a imitar para todos
los

cristianos.
Desde luego no

tendria lógica el
patronazgo de San Fer­
nando

si la Ciudad
Cat6lica no· ·transcen: la revista
Verbo y de
la
Editorial
Speiro. Normalmente los patronos

de
las colectividades se
escogen,
biEW P<>r un lazo geográfico o hirtórico, bien para que el ejem­
plo de ·
las ·virtudes má$ Caracterfsticas del santo sirvan ·de guia a

la
comunidad que se acoge a
su intercesi6n.
El

rey San Fernando,
¡jatrono de la

monarquia
española, humilde,
piadoso,

gobernante prudente
y guerrero valiente y afortunado, tal y
como se. ha glosado su peisonalidad en otras festividades, no parece
particularmente idóneo
para patrocinar una

mera empresa intelectual.
Pero. ei· que, además, el

rey Fernando es el
santo de la Reconqilista,
y esto
es

lo que a mi parecer le
hace ie, el más adecuado. de.cuantos
patrones podíamos haber

adoptado.
San .Fernando fue un
rey reconquistador,

pero no
un cruzado como
su
'primo San Luis de, Francia. Es más, no quiso serlo, contestando al
Papa
que le invitaba
a sunutl"se a la Cruzada, que

ya
tenia bastantea
infieles 'en sus

propios dominios. Y no es que quiera
negar el
carác­
ter religioso
de la Reconquista, pero si destoiar. un comjJonetite dife­
rencial
entre
ésta y las Cruzadas a Tierra Santa: aquélla culminada
con érito y éstas _saldadas en
un fracaso. ·
El móvil de
la Reconquista

fue religioso; pero
también ¡,atriótico
y
polfticó; lo que dio unidad a tan larga empresa fue el sentido de
restauración de una España que
había sido
invadida y usurpada. Toda
la concepción
.de la R'econquista arra~a de

la idea de la
«Pérdida de
España» y del

imperativo de recobrarla
para sus legítimos dueflos. Si ..
guiendo

la ley de
la naturaleza h~mana de que alma y cuerpo . van
'unidos en

el hombre
y en· sus obras e instituciones, no bastaba una
·1ucha en · abstracto

contra
ei Islam, sino que para que fuera eficaz era
preciso

que además se propusiera un objetivo bien deierminado, por
idealiz_ado qué fuera: la-restauración política_ de Hispania, del

reino
católico de los godos.
Asf ha sido siempre

por otra parte: la Contra­
rrevolución
pudo ser pensada. y

sentida por
muchos~ pero s6lo tuvo
arraigo

y Vigor cuando se
uní~ a
una
causa concreta
como· el
legiti­mismo;

ese fue el
secreto del carlismo español.
San Fernando,

hoy,
.ea el mej(,r e;em[Jlo cristiano

que podemos
seguir. Los males presentes de
España. son tan evidentes

para todos
los
que

aquf estamos, que no
. voy a

emplear en
referirme a
ellos entre
nosotros ni una sola palabra. Como ocurrió en .el
$ig ·o Vlll, hoy no
ha acaecido · tanto
unil invasión multitudinaria,

sino
una apostasfO . ge­
neralizada.
Tenemos.

pu_es, que
elegir:· o

buscar
un modus vivendí cUn
la nueva situaci6n como un Todmir y todos los mozárabes que se
resignaron a relegar su fe a cuestión
_personal, sin · transcendencia so,.
cial, u optar por la Reconquista que tiene· su · mejor personaiizadón
en

San Fernando.
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Fundaci\363n Speiro

FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO 1986
Eso si, la Reconquista, como et orden natural, supone· compromi­
sos concretos, varios, opinables, como Varios fueron los reinos de Es­
-paña durante la reconquista y como varias eiperamos que sean las
iniciativas de los hombres y muieres que coinciden en la Ciudad Ca­
tólica.
De~ hacer hincapM en este últbno -punto,· si convocáramos a
una luchtJ abstrticta, podrion · haber sido nuestr~ patron'es San Miguel o
San Jorge, pero siendo. San
Fernando nuestro patrón queremos seguir
sus
hue.llas en

el
patriotismo terreno, tanto como en el ansia de alcan­
tar el Reino Eterno y la-Patria Celestial.
Verbo y Speiro pretenden ser los inspiradores desde el campo de
laá ideas de la nueva Reconquista. La Ciudad Católico no cumplirá
con su m_isión
simpl~mente realizando funciones de
formación doctri­
nal. Es
nécesario . que

todos entendamos que. la
erqu(sita neutralidad
del

núcleo
de Speiro es s6lo un inedio para continuar siendo centro
de
concertación y de concordia, y que todos, al 9tll(r de aquf, debe,rws
comprometernos activamente
en aJ.guna de las hu"estes co~reta.r que
busca las restauraci6n de la España · Cat6llca: unos en una comarca,
otros en
la .Univ,drsidad, otros -·en. el frente familiar y otros, por fin,
y. c6mo no, en ·el frente eminente de la política.
Bue1UJ es la doctrina que pr.ed.ícamos; demostremos ahora que sa­
bemos hacer que dA fruto
abundante. La Ciudad Cat6lica no estará
complettJ si juera de aquf cada uno no toma un plle8to de combate y
no s6lo · de curiosidad o vanidad intelectual. No podemos ser de los
que cuando han hablado creen haber obrado.
Permitidme,
para acabar este recordatorio de la voluntad recon­
quistadora
que late silenciosa
en el cortlWn de la Ciudad Cat6lica, _que
prevenga
contra

tres tipos
· de peligros,:
- El primero es el de pretender la pu;eza absoluta. '['oda labor en
esta tierra, ¡wr el hecho de ser conc11eta, arrastrará impurezas. Pero eón
razón
decía -el Cardenal. Merciet: «Las. "gentes que se esconden y se
hurtan a
las responsabilidades

quieren evitar cometer
errores: su exis­
tncia es uno».
- El segundo -nos lo advierte el propio Evangelio: «Si la sal se
desvirtúa, ¿con qué se salará?». Citidado, pues, no sea que al tratar
con el mundo
circundante nos coittagíem08, sea del m4s sote"ado de
los
social~mos, sea del más rnod,erado de los Uberalismos, ese conser­
vadqrismo cuya

función
es la · de

conservar los avances de los revolu­
cionarios.
-Y, el terceio, ea que npdie crea que puede ser mayor, no ya
que su Maestro,
sino que

su
·patr6n. Peruemos que

San
Femado con
toda

su buena voluntad muri6
cuando pensaba én cruzar a

Marruecos
a continuar
la lucha., y mientras, parod6jicamente, con su protectOl'ado
contribuía

a
consolidar la dinastía nazarí que perdurarta otros doscien­
tos
cincuenta años

en
Granada: Sepamos, pues, de antemano, que errare­
mos
muchas

veces cuando intentemos
actuar en
la 6rbita de lo con­
creto. Es
necesario que

sea
asf y, por lo tanto, qu¡e lo reconozcamos
cada

vez con humildad.
En definitiva, la
f~tividad de nuestro salita :debe llevar

a concebir
la
Ciudad Cat6llco como un acumulador de

doctrina que
luego' se ha
4e descagar volcándose hacia af_uera en una nueva Reconquista, com­
puesta de múltiples iniciativas nftidamente definid~.
• • •
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FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO 1986
Y ei hora de· que diga :también algo sobre la festividad de esta
noche, vista desde su
faceta de cumpleaños. Hito anual no
ya de la
integridad de la · Ciudad Católica, que como hemos
v~to _tiene

unos
límites amplios y difumiruulos, sino de su centro inspirador: Speiro y
Verbo.
Sabéis que _este es el viglsimoquinto San Fernando de la vida de
Verbo. P"ero me parece que mucho más importante que tomar como base
de una glosa el valor simb6lico de un número (que los propios hom~
bres hemos atribuido arbitrariamente primero), recordar- que ésta es la
primera vez que nos reunimos en la noche de San Fernando sin que
esté

ya- con
nosoiros Eugenio ·Vegas.
Esa circunstancia,· y no lo presunta «redondéz» del cuadrado de cinco
aplicado

a los años transcurridos,
_es lo que da un valor particular al
preSe(l,te aniversario.
Nadie ignora que Eugenio Vegas y Juan Vallet han sido los prin­
cipales

maestros, inspiradores y animadqres de
Speiro y de Verbo.· Hoy
no9 falta Eugenio, y con eso el centro nuclt!dr de la Ciudp,d Cat6lico ha
sufrido una pérdida tremenda, porque sab& también. aunque prefirié­
ramos

ignorarlo, que sobran dedos
de las manos para contar los hom­
bres

entregados únicamente a la gestión de
Speiro y de Vei-bo. Son de­
masiado
pocos,

están demasiado sobrecargados de trabajo
y nectsitan
refuerzos o, por lo menos, cubrir bajas.
Admito que el «necfflton» último es discutible, porque

caben
dos
actitudes:

la
-revolucionaria y la piadosa.
Visión
revolucioriaria es

considerar que para
la nueva reconquista
de
España
la labor intelectual y de concertaci6n del-

núcleo de
Speiro
no es imprescindible. O también es una actitud propiá de la Revolu­
ci6n, aunque

diga obrar
por la

restauración de la
Cristiandad, pensar
que
cada uno

se encargue de
sacar adelante

lo suyo.
Verbo es algo
común
y sería cainita
decir, ¿acaso Soy yo,

aunque amigo de la Ciu­
dad Cat6lica, el guardián de_
Speiro?
Muy al contrario, me atrevo a afirmar que todos los que aquí esta-­
mos hemos recibido una enseiúmr.a 'Un.pagable de los maestros ,.de Speiro
y, en general, unos amigos de los otros. Y de qa enseñanza se han be­
neficiado las in'iciativas bien determinadas
que 'cada uno puede haber
emprendido. Por

consiguiente, se
conVierte ·en un deber de piedad, que
es una forma

imperfecta d_e la justicia
qUe no

puede
aspirar a devolVer
cuánto
ha

recibido
y se debe, qu(! todos los amigos de la Ciudad Ca­
tólica miremos hacia el interior de la misma y nos comprometamos más
en el mantenimiento y la_ promoción .de la editorial ·y la revista, inclu­
yendo
esas tareas imprescindibles que · son
.ingratas y oscuras.
La
vocación de

acción en un campo
específico no
cancela.
la rela­
ción -con nuestro
núcleO intelectual. y mucho menos nos_ autoriza a
servirno, de

él,
pero a

no
devorverle ir.oda de c~anto está necffltando:
trabajo, difusión y dinero.
Dirl, porque
si nunca
se
ht!lbla de _ ello

es prácticamente imposible
que surjan, que. son muy
necesarias las vocaciones para ese servicio,
exclusivo o poco menos, en el núcleo de la Ciudad
Católica. .
Peró si

ello no es_ en
la mayoría de los ·.casos coincidente con la
propí'a
vocación,

si está en nuestra
mano, y no se está haciendo., el
ofrecer tiempos

de colaboración a la
gestt6n, el
difundir la
existencia
de

la
revista;· el

empeñarse en
. conseguir nuevos suscriptores y, para
quienes no tienen nl un. minuto· d~ponible para ~QS menesteres, el
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cotrlbuir económicamente al sostenimiento de la editorial y la revista.
núcleo .que alimento doctrina/mente la Ciudad Católica.
Perdonadme esta franqueza excesiva. pero la muerte de Eugenio
deberla servirnos, debe servirnos, como resulsivo para relanzar nuestro
interés
activo individual por la buena marcha de Speiro y de Verbo.
Y para esto, obras son amores -y no buenos consejos. Dejadme que in­
sista por ú_ltima vez: el mantenimiento holgado de Speiro y de Verbo
es una necesidad indiscutible para el conjunto_ de la obra de la Ciudad
Católica, pero, además, cada uno ·Je nosotros
tiene, creo .yo; un deber
de piedad para
. con ellos, siempre

que
'los consideremos como madres
nutricias («alma mater>>) de nuestro pensamiento social católico.
• *' *
Concluyo ya; mis reflexiones de esta noche me han llevado_ a dos
condusiones de tip_o práctico:
- De una
parte comprometerse sin falta hacia afuero en acciones
de

reconquista concretas. - De
otfa_ parte, comprometerse máir con nuestro núcleo iizspira­
dor, que_ confiadát;nente espera _ayuda sin atr.everse a solicitarla, por­
que
lo _que no -hqgamos sus propios amigos se quedará eternamente sin
hacer.
y·-no hay en estas dos conclusione¡,. centrifuga y centripeta, ni pa­
radoja ni
opósiéi6n, sino

una
profunda armonía, como nos enseña
Nuestro Señor Jesucristo: «Conviene hacer unas cosas y no omitir -las
otras» (Mt 23,23; Le 11,42).
DISCURSO DE ANTONIO SEGURA FERNS
Queridos amigos:
Muchas cosas han
ocurrido en el cuarto
de siglo transcurrido desde
que
.los amigos de la Ciudad Católica estamos oficialmente trabajando
en

España. para
·«instaurar todas las cosas en Cristo» y, entre estas co­
sas, el

concepto socia_l de un orden público cristiano. Mas el
panorama
doctrinal

e ideológico actual es- muy diferente del que
había entonces,
no
sQlo a causa del' inevitable

cambio histórico
sino, principalmente,
por la «introducción e'n la

Iglesia del humo de
Satll1Ul3» en· frase;- ¡tantas
veces

recordada!, de Su Santidad Pablo VI.
·uno de nuestros amigos,
Rafael Gambra, atinó con la frase Justa:_ han
sido_ estos.
(os tiempos
del
«.)tiencio de

Dios», no
sól.o en

la «barca de Pedro», sino en toda
la Humanidad que ha sido,
)'. es, zarandeada sin misericordiO. .por la
más furiosa
tempestad satánica
que pueda recordarse, mientras «el
Señor callaba» (Mt 27,14; Me 15,5; Jn 19,9).
En efecto, én el largo catálogo· de errores y maldades que compo­
nen

la historia del hombre sobre la tierra, -narrados tan completa y mis­
teriosamente

en el Apocalipsis de San
Juan, todos

ellos
hasta ahora
se
había asen·tado

en el
plano metafísico

de
la «transcendencia>, es
decir,
en el silpuesto radical de que el hombre no es
el ápice
de
toda
/.a Realidad, sino una pieza. todo lo importante que se quiera, pero
sólo una
pieza, de tal Realidad que
excede ampliamente al individuo
humano. Tenia -que llegar nuestra moderna
.civilización occidental

para
sufrir
;o que .J. Kan~ denominó la «revolución copernicana» que,_ ha­
ciendo

real el
sueño del
viejo sufista Prdtágorat, constituye al hambre
en «medida de
todas las cosas», de manera

que.
«si antes

era nuestro
800
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