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Número 245-246

Serie XXV

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El porqué de la Victoria

EL PORQUE DE LA VICTORIA
POR
Lurs MARÍA SAlmovAL
l. · Este año se cumple el cincuentenario del Alzamiento
Nacional del

18 de julio, alzamiento que derivó en una guerra
civil que fue al mismo tiempo Cruzada, y que, al cabo de tres
largos años, desembocó en una Victoria. A esa Victoria, la
úl-
. tima de las alcanzadas en España por la Causa católica a lo largo
de

dos siglos de pugna con
1a Revolución, es a la que se refiere
el título de este
articulo.
2.

Un fenómeno que acontece con frecuencia cuando leemos
un relato histórico es, que cuando ya lo conocemos, siquiera sea
en sus líneas generales, sabiendo ya _su desenlace, lo vamos an­
ticipando
. inconscientemente
en la lectura de cada
. una
de sus
páginas y, posiblemente sin darnos cuenta, propendemos a con­
siderarlo como su final natural, lógico y casi ineluctable. Con
ello podemos perder de vista que, para los protagonistas, el final
era un futuro incierto, que contribuían a formar con sus acciones,
cuyas consecuencias insospechadas se les ocultaban, No está, por
lo tanto, de más, que nos interroguemos por" la -causa· o causas
que hicieron del pasado lo que fue, irrevocablemente ya, pero
que muy bien pudiera
l¡aber sido de· otro

modo.
Eri realidad,

la pregunta
por qué, es una
de las actitudes
más específicamente
humsnas; ya

sabemos que la admiración
ante las
cosas está

en el origen de toda dencia, Sin embargo,
podemos distinguir

dos modos distintos de
pregullltar ¿por
qué?
Uno, es el de la
·simple curiosidad

ante todo lo
que nos
llama la atención, quizá caprichosamente.
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Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA' SANDOV AL
Otro, no es el ¿por qué?" de la curiosidad simple, sino el
de la extrañeza, el que nos brota cuando todo lo que sabemos
de una cosa
i,)afece que

debería conducir a una conclusión dis­
tinta de la que acontece o aconteció en la realidad. Pues bien, en nuestro
caso no se trata sólo de· un estudio
nacido
del estímulo natural

de saber, sino de un
«¿por qué?»
reforzado

por la
extrañeza. En

cualquier caso sería interesante
conocer las causas de un acontecimiento tan transcendental para
España, pero mucho más si, como se trata en este caso, aparenta
que ese hecho debía haber tenido un desenlace opuesto. Y es que
cualquiera que considere la
histom del Alzamiento y la Cruza­
da no puede por
menos de

.concluir que obtuvo una victoria sor­
prendente, insólita, casi anómala. 3. Creo que si nos situamos a últimos de julio de 19 36 se
foce mucho más comprensible el motivo de plantearse el tema
de

este artículo.
A poco de empezar la guerra, Prieto, el diri­
gente socialista, pronunció un famoso discurso radiado, que
re­
produjo Ahora el 25 de julio, del que extractamos el siguiente
párrafo:
«No comprendo

qué esperan todavía los rebeldes. Es­
tán locos. Nosotros tenemos· en nuestro poder las ciudades
políticamente importantes,

los complejos industriales,
el
oro del Banco nacional, las inagotables reservas de hom­
bres
y la Escuadra. ¿Lo oís? Tenemos la Escuadra» (1).
(1) Tomado de España en llamas 1936, de BERN,\RDO G1L DE MUGAR­
ZA, Ediciones Acervo, Bascelona, 1970, pág. 94. Posiblemente est.e fue el
punto
de referencia de la alocución radiada de Franco el 12 de enero de
1939:
712
«Cuando poseíaÍs todo el oro de España_ y . PlSÍ todas. las armas
y municiones, · más las fábricas· que las produdan; cuando también
teníais las ·minas de carbón,-y_ el mineral· de hierro; y depósitos
enormes de alimentos y mat~riás primas, sumados a las nueve dé­
cimas partes de la Marina de guerra, las · tres cuartas parres de
nuestras costas, cientos de aviones y de tanques, un gran ejército
reforzado ·por_ 100.000 combatientes extranjeros y otro ejército _en
el Norte '"ábundanten:iente abastecido y equipado; cuando tenfais
todo eso, . perdisteis

todas
las batallas y sufristeis
derrota tras
de­
rrota. Considerad. vuestra situaci6n, ahora que_ n~ os queda y
nosotros lo tenemos todo. Sin fábricas,
, carb6n ni

hierro, bloquea-
Fundaci\363n Speiro

EL PORQUE DE LA VICTORIA
En realidad, este párrafo resulta todavía insuficientemente
descriptivo: un golpe de estado
c::¡ue no
triunfa en
el primer
momento, al menos en
la capital o en las grandes ciudades (Bar­
celona, Valencia, Bilbao), al
cual sólo secunda una mitad de las
Fuerzas Armadas, cuyos focos
están dispersos y aislados uno de
otros
par el

mar o
por territorio

hostil, sin Armada
ni divisas,
carente del reconocimiento· internacional de que goza el poder
constituido y enfrentado no sólo a las
fuerzas dd gobierno,

sino
a las masas armadas de partidos y sindicatos, parece
abocado
al

fracaso· completo en breve plazo. ¿Cómo es
pasible entonces
que

saliera vencedor de
. una

guerra?
Las expliCaciones simplistas.
4. ¿Por qué . los nacionrues terminaron alcanzando la Vic­
toria? ¿Cómo fue
pasible tal
resultado para la guerra?
· Habitualmente

se
han dado
desde cada bando una serie de
explicaciones
sim~listas:
-

Para los derrotados la explicación tópica . es simple: el
pueblo llano e inerme fue vencido
par la

insurrección de los
militares profesionales al
servicio de

las clases
pridegiadas, que
a

mayor abundamiento gozaron de una ayuda material y una
in­
tervención directa aplastantes por parte de las patencias nazi­
fascistas.
-
Para los nacionales lo importante era
d haber
alcanzado
fa Victoria y la cuestión de sus causas no se planteaba a fondo:
había triunfado, con la· ayuda de la Providencia,
la verdadera
España, merced a la capitanía
genial de

Franco y a las virtudes
de sus soldados, que
dominaron en

la ciencia militar
y el arte
dos en alta mar, vuestros buques_ :reducidos a .la -impotencia, · sin
aviones en el aire Y coil una población hambrienta en las ciudades, ¿qrié esperanza de victoria podéis abrigar» ( tomado de la misma obra, pág. 539).
Entre ambos discursos está toda la guerra, y también, claramente plan­
teada, la íncógnita: ¿cómo· ·tue ·que se invirtió la ·situación· hasta tal punto?
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LUIS MARIA SANDOV AL
de la guerra. Y lo hubiera hecho antes de no ser por la inter­
vetici.6n de la Internacional Comunista.
Desde
luego que
en ambos bandos se han hecho análisis
más
matizados

y serios. Dichas explicaciones, a la vez que afirman
y puntualizan, dejan también traslucir la particular posici6n
¡,o­
Htica del autor dentro del bando victorioso o del derrotado,
procurando

como es humanamente lógico destacar
L. parte que
tuvieron sus correligionarios en los aciertos y exculparlos de los
errores.
Sin embargo, los dos clisés anteriores siguen actuando como
lugares comunes. Por eso conviene que nos detengamos breve­
mente
para desmontar lo que· en ellos hay de inexacto. Afortuna­
damente, a
partir de 1968 más o menos,· contamos con una serie
de
estudios bist6ricos
elaborados sobre las fuentes y considerando
la abundante
bibliografía publicada

por los protagonistas, que se
debe a un conjunto de historiadores mayoritariamente militares
y que han establecido· con suficiente solidez la verdad de los
hechos, sobre
· todo

de los puramente bélicos. Es
la escuela de
los .hermanos Ram6n y Jesús Salas
Larrazáhal, de

José Manuel
Martínez Bande, de José
María Gárate C6rdoba,

de Rafael Casas
de la Vega, de Alcofar de Nassaes y muchos más, que han pµ­
blicado

sus
obras prefetentemente
durante la década de los 70
y aun siguen haciéndolo (2).
Para las citas y consideraciones de nuestro tema nos vamos,
pues, a apoyar en la recopilaci6n de datos proporcionados por
dichas obras, que merecen nuestra confianza.
5. En primer lugar, el puro recuento de hechos hace
i,;­
"posible
sostener

la idea del enfrentamiento ejército contra pue­
blo o la
transcedencia decisiva

de la intervenci6n
extranjera en
ninguno

de los dos bandos.
Ni a los alzados •les
faltó pueblo

ni a sus oponentes ejército.
-En

lo referente al Alzamiento de los generales y la oligar-
(2) El estado de la coesti6n en lo referente a la historiografía de la
guerra está resumido en SALAS LARRAZÁ"BAL, RAMÓN, Los datos exactos de
la guma civil,, Ediciones R!oduero, Madrid, 1980; págs. 7 a 19.
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EL PORQUE DE LA VICTORIA
quía, bueno será informarnos de que después de las depuracio­
nes de los desafectos
a cada
zona, aun sirvieron a los «no suble­
vados» 22 oficiales generales en activo frente
a 17

entre los
alzados
(3). El Alzamiento del 18 de julio fue obra de oficiales
j6venes, mientras

que sus superiores, más
prudentes, fueron siem­
pre

reacios a unirse
a él, aun en el caso de que terminaran ha­
ciéndolo. De hecho, de las Divisiones orgánicas
y Capitanías
Generales,·

s6lo se sublevaron con
,sus mandos

naturales al frente
Zaragoza (Cabanellas), Canarias (Franco), Oviedo
(Aranda) y
Baleares ( Goded).
-En

lo que respecta al apoyo popular, es un mito a des­
truir el pensar que los frentepopulistas consiguieron movilizar
grandes contingentes de milicianos voluntariós frente a los sol­
dados de reemplazo de los sublevados. Para ello Casas de la Vega
ha realizado un detenido estudio ·de las milicias nacionales que
se unieron voluntariamente al Alzamiento en
unidade,¡ de
matiz
político ( descartando los que se integraron directamente a las
filas del Ejército).
Inicialmente, las milicias frehtepopulistas superaron en. nú­
mero a
fos requetés y falangistas,. pero luego éstas no dejaron
de crecer
durante toda la guetra,
mientras que el
fenómeno mi­
liciano

en el bando «no alzado» fue truncado a partir de diciem­
bre de 1936.
Los 35.000 voluntarios nacionales de julio -eran
en octubre más de 60. 000, frente a 150.000 milicianos marxistas o anarquistas. Si se tiene en cuenta
la diferencia de población de
ambas
zonas, la diferencia en el voluntariado popular es menos
notable: 6 por
mil de los habitantes' nacionales frente a un
8,3 por
mil de la otra zoru, (4). Y, a ello, hay que añadir como
veremos, que, frente al prejuicio común, el bando nacional supo
(3) Pueden verse para el .tema del recuento de los generales y al­
mirantes adheridos y depurados por ambos bandos GÁRÁTE CóRDOBA, J osÉ
MARfA, Lá guerra de las dos_ ESpañas, Luis de Caralt, Barcelona, 1976,
pág. 214, y .SALAS LARRAZÁBAL, RAMÓN, Los datos exactos de la guerra
civil, págs. 65-72.
.(4) CASAS DE LA VEGA, RAFAEL, Las milicias nacionales, Editora Na­
cional. Madrid, 1977, tomo I, págs. 191-19).
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sacar mucho mayor rendimiento a sus milicias de forma institu­
cionalizad,,.
-En lo referente a las fuerzas militares, según los cálculos
de Ramón Salas Larrazábal, basados en minuciosos recuentos y
estadísticas,
sabemos hoy que en la Penínsulá ios hombres y me­
dios de los institutos armados que no se inclinaron por los alza-
·
dos

superaban a los de éstos, y
esa diferencia
se invertía,
también
ligeramente,

por ohra de
la sublevación prácticamente unánime
del

Ejército de Africa (116.000 gubernamentales frente a 93.000
alzados peninsulares, que se convertían en 140.000 al contar con las fuerzas de Marruecos) (5). Para encuadrar
ese ejército

de
Tierra y sus milicias, los «no alzados» (insisto en esta denomi­
nación, luego veremos por qué) contaban, a confesión de parte,
con oficiales y jefes de
confianza suficientes.
Bl 25

de noviembre
de 1936 el capitán Eleuterio Díaz Ten­
_dero, creador

de
la U. M. R. A. y verdadero supervisor político
de todo
la oficialidad no alzada, escribía en un informe del Mi­
nisterio de la Guerra:
«Se ha echado mano frecuentemente de la carencia de
mandos
. para justificar, con

esta excusa, lo que en
el fondo
no es
más que

producto de
la desorganización reinante ...
Se pudo contar desde el principio de la subversión con. un
nutrido plantel
de clases de tropa, capacitadas plenamente
para el mando de unidades inferiores, hasta compañía in­
clusive
... Unanse a éstos
,Jos oentenares de clases y oficia­
les retirados, reingresados desde los primeros instantes de
la lucha... He dejado, a propósito, el tratar de los Jefes, porque de éstos no existió ni existe problema alguno, pues
con los existentes hubo y hay
sobrante y

exceso para to­
das las atenciones que las unidades hoy organizadas requie­
ren y aun para varias
más que

organizarse
puedan» (
6).
Pero en cambio, en medios de Aviación y
Marina los

suble­
vados se
velan en

desventaja
acusadísima, si

bien la
gran mayoría
(5) SALAS LARRAZÁBAL, R., Los datos exactos ... , págs. 62-63.
(6)
SALAS LARRAZÁBAL, R., Historia del Ei€rcito Popular de la Repú­
blica, Editora Nacional, Madrid, 1973, . tomo I, págs. 412413.
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EL PORQUE DE LA VICTORIA
de la oficialidad de los buques que se les enfrentabau no quiso
servir

contra ellos y fue deputada y en alta proporción asesinada.
En resumen, la
situación inicial era más bien nivelada, y fren­
te al Ejército de Marruecos sublevado estaba 1a casi totalidad
de la
Esciiadra que

debía cortarle
e1 · paso.
. .. .
6. · A grandes rasgos esa situación equilibrada se mantuvo
a
lo :largo de la guerra, tanto en bombres movilizados como en
material recibido o combatientes extranjeros. Si acaso los «no alzados» siempre obtuvieron -salvo en Marina- mayores
re­
fuerzos que sus contrincantes., lo cual resulta natural si pudieron
proseguir la lucha haciendo frente a las pérdidas superiores que
les acarreaban sus derrotas:
De hecho movilizaron más reemplazos: 26 ,reemplazos
de entre los 18 y los 40 años, contra 14 nacionales de en­
tre 19 y
33 años, con un. total

de 1.750.000 hombres
frente a 1.260.000 (7). Recibieron mayor número de aviones y carros de com­
bate durante la contienda ( y en esos años el material so­
viético era intrínsecamente superior en cualidades al ita­ liano y al alemán, frente a lo que frecuentemente se
cree) (8).
Y por su filas pasaron unos 7,0.000 internacionales
como
mínimo -que son el tope

de los
italianos del
C. T.
V.- y un número aún ocultado de soviéticos,. pero su­ perior
según todos

los indicios al de los
· alemanes
de la
Legión Cóndor que fueron 14.000 (9). Notemos bien que
las Brigadas Internacionales intervinieron en todas las ba­ tallas de la guerra excepto las del Norre, incluso en las
que se deseó revestir en un principio de un carácter
pu-
(7) Viá., GÁRATE CóRDOBA, La guma de las dos Españas, pág. 216,
y SALAS LARRAZÁBAL, R., Los datos exactos ... , págs. 288-289.
(8) Mientras los canos italianos y alemanes llevaban dos ametrallado­
ras de 8 mm., los rusós T-26 ·Y BT-5 poseían un cañón de 45 mm_., y oJro
tanto

se
. podría indicar de las características técnicas de los aviones.
(9)
Con Franco lucharon unos 2,000 portugueses en toral (vid., DEL­
GADO, lvA, Portugal e a guerra civil Je·Espanha, Publi~es Europa-Amé­
rica, Lisboa, págs. 223-224) y un millar escaso de franceses, irlandeses y
rusos.
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ramente español por ,Parte de los repµblicanos, mientras
que
el C. T. V. se mantuvo inactivo o en reraguardia du­
rante las batallas de Brunete, Teruel y el Ebro, las ma­
yores y
cruciales.
En la Armada los nacionales compraron a Italia cuatro
destructores y dos submarinos, pese a lo cual su fuerza a
flote seguía siendo
inferior a

la enemiga.
Las esradísticas

pertinentes
. serían
prolijas de incluir aquí,
pero han sido ya
confec;cionadas con

suficiente
grado de precisión.
7.
También las versiones. nacionales

más
simplisras requie­
ren ciertas precisiones:
No se puede admitir sin más un monopolio de la ciencia mi­
litar ni del arte de la guerra por parte de los nacionales.
' Más

de una decisión estratégica de Franco se
jw:gó, ya
en­
tonces, muy severamente por los nacionales, como la de em­
barcarse en la campaña del Maestrazgo, su obsesión por
Madtid
y

su planteamiento de largas batallas de desgaste en Brunete,
Teruel y el Ebro. Organizativamente
el Ejército Popcilar de la República fue
siempre

,por delante del Ejército Nacional, supo defender Ma­
drid y
Valencia, recuperar la iniciativa estratégica en ambiciosas
maniobras
ofetisivas aunque
no las supiera coronar
y, evidente­
mente,

fue capaz de varias reorganizaciones integrales cuando
parecía vencido. Y,
por otra

parte,
sería.

muy
peligro.o basar la explicación
de los resultados bélicos simplemente en la justicia de las causas
o en el valor de su
defensores.· ¿Acaso los

carlistas del pasado
siglo eran más impíos que los liberales?
¿O les faltó heroísmo?
¿Acaso

se puede decir otro ranto de
l:os cristeros mexicanos, o
de los rusos blancos o de rantos otros?
Los factores morales de la victoria.
8. Es precisamente el equilibrio inicial en hombres y me­
dios que hemos expuesto, luego mantenido, el que explica la
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EL PORQUE DE LA VICTORIA
prolongación de la guerra y el que de nuevo nos incita a pre­
guntarnos, ¿qué fue lo que desniveló la balanza?
Incluso 'se ha llegado a plantear la pa:rodoja de si ocurri6
que

unos ganaron la guerra o, más
bien, que

otros la perdieron;
Lo que debería. decirse es que
los errores

de
los vencidos
per­
mitieron que destacaran
más los

méritos de los véncedores.
De todas formas, ya es momento de que aventuremos una
respuesta
a la

cuesti6n que nos ocupa
¿Pot qué

la Victoria
Nacional de 1939?
Pues, fund1-111zentalmente, por una venttiia de
los nacionales sobre

sus
contrarios en facto~es morales.
9. Conviene inmediatamente que hagamos unas salvedades a
la afirmaci6n anterior.
En primer lugar, no resulta
ni científico ni cristiano atribuir
un hecho hist6rico
complejo a

una
sola causa,

despreciando todas
las demás que
han concurrido a él. Simplemente vamos a afirmar
que,
al revés del equilibrio que en tétminos generales existió
en

otros capítulos, en el terreno
de los factores morales, uno y
otro bando se situaron en las antlpodas, y que si la moral es,
como dijera el mariscal Montgomery,
el factor aislado más im­
portante en
lfJ guetra, su importancia en el caso de nuestra guerra
se _acrecentó, pues no nos parece que se tratara de un -caso en
que unas diferencias en un factor compesaran o no .las de otro,
sino de que es en
la mora,! de ambos bandos donde se observa
la única gran diferencia significativa . . ,
En segundo lugar, no quiero que se confundan aquí factores
morales con factores religiosos o
sobrenaturales. La
moral
mili­
tar es una virtud instrumental, que puede darse en el bando de
la cuasa más injusta e inlcua,
dd mismo

modo que puede poseer
mejor artillería o mejor logística.

10.

Pero antes. de entrar a tratar
dé los

factores morales
desde
el punto de vista puramente humano no es posible dejar
de
tratar somerísimamente
la influencia
del factor
religioso, y
aun del milagroso, en esa guerra que tuvo tintes
de Cruzada.
Bl odium fidei fue tlm. determinante en nn bando como el
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LUIS MARIA SANDOV AL
móvil de defensa de la Religión en el otro. Para sostener nuestra
afirmación basta y sobra considerar el fusilamiento y voladura
del
Sagrado CotllZÓn

del Cerro de los Angeles. Pero también se
produjo una
explosión de

auténtico fervor religioso hasta los
más altos

grados. Por eso, quienes creen realmente, confían
y
saben ver el auxilio de la Divina Providencia, sobre todo en
momentos decisivos. Dios no es insensible a las necesidades y .
ruegos .de

sus hijos
(Le 11,9°13),
En el «Poema de la Bestia y el Angel» de Pemán hay unos
versos

que, además de bellos, resumen la mejor teología católica:
«¿Qué sabemos nosotros donde se está ganando
la guerra cada
día, si

esta guerra es de Fe?
¿ La ganará esa niña que va cogiendo flores
o ese fraile que reza junto
al alto
ciprés?
¿ Qué sabemos nosotros cuál gana más batallas:
la madre que se
queda o
el hijo que se va?
¿ Qué sabemos nosotros del peso de las cosas
que Dios mide
en sus
altas balanzas de cristal?».·
En
_ la

guerra de liberación no hay por qué descart_ar
a priori
la intervención muy próxima de Dios hasta lindar con el mila­gro, tal y como entonces lo vieron con los ojos de la Fe los
pro­
tagonista·s.
Así, un Moscardó declarando:
«Todo· fue un milagro. Milagro el que encontrásemos
en unos depósitos
1.000,. sacos

de trigo
y que en varias sa­
lidas nocturnas pudiéramos trasladarlos al Alcázar. Mila­
gro
el que nos viésemos obligados a trasvasar el agua del
.Jjibe para
cercionarnos .de que no nos faltaría.
Milagro
el que en medio de aquel ambiente, saturado de trilita y
de miasmas, todas
fas mujeres
y niños hayan
sálido sanos
y

salvos.
Milagro el que, hallándome reunido con mi Es­
tado Mayor en mi despacho, nos tiraran con el 15,5, que­
dase destrozado el gabinete
y nosotros resultáramos _ile­
sos.
En fin, todo un continuo llover milagros sobre noso­
tro» ( 10).
(10) AzNAR; MANuELJ. Historia militar de la guerra· de España, Edi­
tora Nacional, Madrid, 1969, tomo I, págs.' 350-351.
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EL PORQUE DE LA VICTORIA
O eil ca,¡o de las bombas que el 3 de agosto de 1936 fueron
arrojadas sobre
el Pilar de Zaragoza, sin que· ninguna llegara,
inexplicablemente, a estallar.
·
En cua,lquier caso,

el hecho de .aceptar
el martirio suple para
la Iglesia el i:equisito de milagros probados en los procesos de
canonización. (Desde el 22
de marzo contamos .ya con tres .car­
melitas
de Guadalajara sobre ks que la Congregación de los
Santos se ha pronunciado
oficialmente declarándolas
como
muer,
tas

víctimas del odio a
fa Fe) ¿ Y no hemos de considerar de por

milagroso que

miles de católicos
(sólo entre eil clero 13. obis­
pos, 4.184 sacerdotes y seminaristas,
2.)65 frailes y 283 mon­
jas ( 11 ),
adetnás de i para aceptar el martirio antes que apostatar?
11. Conduida nuestra
digresión sobre
los factores religio­
sos y sobrenaturailes, volvamos

sobre nuestro
tema central: la
comparación de los valores morales de ambos bandos.
Antes
que nada
convendrá sáher a qué

nos estamos refiriendo
cuando decimos que cierta
nación, partido o

unidad tiene una
idta o baja moral combativa.
Podríamos definir

la moral
militar, y
más extensamente la
moral combativa, como el
· conjunto .de cualidades an.imicas del
mando
y de · los subordinados que les permite afrontar el peli­
gro
y las fatigas de la guerra e integrarse en una acción de con­
junto con el fin de imponer su voluntad
al adversario.
Entre los factores
de esa moral militar que conducen a una
acción de conjwúo abnegada
y eficaz
están el va:lor personal, la
confianza en los
mand;,,,, la adhesión a la propia causa y la
confianza en la propia fuerza; cosas que se procuran mediante la
reafirmación de fos móviles de la lucha, el entrenamiento, la dis­
ciplina,
el fomento del espíritu de cuerpo y un soporté logístico
suficiente, Es en esta moral en la que los nacionales
consiguieron su­
perar

ampliamente a los frentepopnlistas.
}laymond Aron
es-
(11) MONTERO. MoRENo~ ANTomo, Historia de la persecuci6n reli
giosa en España,
BAC, Madrid, 1961, págs. 758 y 768.
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LUIS MARIA SANDOVAL
timahá que la potencia de dos bandos en lucha viene definida
por la ecuación Medio X Recursos X Capacidad de acci6n co­
lectiva, y como esta última viene a corresponderse con los ante­
dichos
factores morales, se comprende que

su casi nulidad en el
hándo «110 alzado» déterminará un producto nulo y el fracaso
del conjunto
(12).
Do~ Esp~as radicalmente distintas._
12. _ Hora es ya.de que veamos 1os hechos que availan nues­
tra afumación de que fa ,life~cia entre la 111oral combativa de
Nacionales y Rojos fue determinante
en· el triunfo de los_ prime­
ros,
pero para eso es preciso recordar brevemente qué es lo que
verdaderamente habla ocurrido en los

primeros
meses de

la gue­
rra
imprimiéndola un carácter peculiar. Los

rasgos de
1os pri­
meros
meses de• la guerra, aun

cuando luego
ÍU!ltan corregidos,
se

mantienen hasta hoy como estereotipos de
amhás zonas.
13. -Bl Alzamiento

del 18 de julio fue fundamentalmente
militar. Salvo con los carlistas, Mola, «el Director»,
y Sanjurjo,
la cabeza moral, no habían • neg¡ido a pacto político alguno con
los
partidos desafectos al Frente Popular. Los militares no de­
se~ban
aliados

civiles, sino
tan sólo auxiliares (13), Del.mismo
modo •su programa

político era meramente
rectificador de la Re­
pública y nada más; aparte de la personalidad de
,tlgunos de los
alzados,
como

un Cabanellas, un Queipo de
Uáno o un Aran­
da, hástará con que recordemos que el primer manifiesto de
Franc':' desde

Canarias el
18 de julio invocaba «por este orden,
la trílogia FRATERNIDAD, LIBERTAD E IGUAWAD»
(14).
Solamente después
de! Jiracaso del

golpe de Estado, cuando
~e vio

que
se ihá a una guerra larga, los militares se vieron for-
(12) Vid., SALAS LARRAZÁ.BAL, R., Los datos exactos ... , pág. 56.,
(13) La afirmación es de RAMóN SALAS,-Ú!S datos exactos ... , pági­
na 92,
(14) Ver Historia de la Cruzada Española;-Ediciones Españolas, Ma­
drid, 194044, vol. X, pág. 71.
722
Fundaci\363n Speiro

EL PORQUE DE LA VICTORIA
zados a admitir una serie de medidas políticas que sobrepasaban
con mucho sus
iniciales prop6sitos,
como
la restam-aci6n de la
bandera
y el himno monárqui,;os, el aire de Cruzada, el carác­
ter

religioso,
la marginación de los republicanos y la decisión de
romper completamente con el régimen del 14 de
abril. Todas
estas medidas,
asumidas· luego

firmemente, se
debieron a
la es­
pontánea
.e inmensa

presión de las masas que les
brindaron su
apoyo (15).
Por otra parte, los golpistas frustrados y rebeldes incipientes
carecían de todo órgano político y aun de. mando supremo . -'-81
morir

Sanjurjo cuando venía a
España-, lo
cual .significaba
q~e
tenían , que prear, y de momento improvisar, un instrumento cen~
tral · de gobierno de la zona que dominaban. Es admirable que,
sobreponiéndose a un
cantonalismo inicial,
lo consiguieron rápi­
damente
y sin traumas, . seguramente por el instinto . militar por
el
orden.
14. Pero a
partir de julio de 1936 frente a los alzados ya
no· estaba la República, al menos, fa República del 14 de abril
de 1931.
El Afzamiento fue la coyuntura propicia para que los
marxistas y

anarquistas que
habían cooperado al triunfo. del
Frente Popular, pero que no formaban patte del gdhiemo,
de­
sencadenaran

la Revolución por ellos.
fargamente anunciada du-
rante
la campafia electoral. ·
Si fos Nacionales
alzados carecían de gobierno y hubieron de
construirlo desde
1~ nada,

también los «no alzados» quedaron su­
midos en un caos
sin gobierno.

Pero téngase muy en cuenta que
,
el .Alzamiento no produjo directamente la destrucción de la ma­
quinaria política: la culpable fue
fa Revolución que le sucedió in­
mediatamente:

La Pasionaria lo afirma taxativamente:
«Todo el
aparato estatal fue destruido ,y el poder del Est/,ldo pasó a la
calle»
(16). No comprendo que se pueda llamar republicanos a
los que, mucho más que los alzados, privaron al gobierno de la
'
(15) SALAS LARRAZÁBAL, R., Los datos exactos ... , pág. 93.
( 16) MARTlNEz BANDE, J osf MANUEL, Por qué fuimos vencidos, Pren­
sa Española, Madrid, 1974, pág. 32.
723
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOVAL
República de su poderes efectivos en su propia capital y en su
propia zona. Aquella
revoluci6n no tenia precedentes: no pr&,ndi6 ocu­
par el Estado, se conform:6 con usurpar sus funciones mientras
se limitaba a

ignorar a sus
representantes legales.
Así lo han tes­
tificado multitud de personajes de
aquel bando;

pero muy espe­
cialmente
Azaiía, desde

cuyo puesto presidencial dej6 testimonios
y consideraciones
preci~sísimos. Junto

a cada organismo de la
República surgieron comités de partidos o sindicatos, regionales
o locales, que se arrogaban sus funciones. Aparecieron milicias dependientes exclusivamente de su organizaci6n, que apoderán­
dose de los medios del
gobierno formaron

sus propios aparatos
logísticos.
Observemos bi~ que todas

estas
fuerzas opuestas
a
los
alzados se

situaron
al lado. del gobierno, pero no bajo el go­
bierno. A causa de esa dualidad, unos han visto nada
más que
una zona «republicana» y otros simplemente una zona «roja».
En tales condiciones, ·el problema que se plantea es el de
cómo denominar a una zona que, si _ aparentemente era la con­
tinuadora de la República y usaba de sus restos para reclamar
los privilegios de
la legitimidad política, de hecho estaba domi­
nada

por
comités inconexos y rabiosamente partidistas. No era
aquello
la República, ni siquiera el Frente Popular, ni la dicta­
dura de los soviets, era
la yuxtaposici6n de todo ello; y como
resultado una zona de
taifas fuertemente
enrojecidas bajo una
República puramente
nominal. Semejante

realidad precisa un
nombre complejo también: rojo-republicana o «no
alzada». Para
bot6n de

muestra de
ese· fenómeno
de doble poder en el que
sindicatos, partidos
y separatismos procuraban hacer su cosecha,
veamos
la siguiente descripción de Martínez Bande con relación
exclusivamente a Valencia:
724
«En Valencia habrá primero un Comité Revoluciona­
rio,
y dentro de él un segundo Comité, el Ejecutivo Po­
pular, que sería quien realmente tuviese el poder de la calle; pudiendo aún citarse un tercer Comité,
el llamado
de Huelga. Pero
el 21 de julio aparecería un cuarto or­
ganismo, creado por Decreto desde Madrid:
la Junta De-
Fundaci\363n Speiro

EL PORQUE DE LA VICTORIA
legada del Gobierno de la República para las provincias de
los antiguos reinos de Valencia y
Murcia más
la de Cuen­
ca, a cuyo frente
figuraría el

presidente de las Cortes,
Martínez Barrio. Esta situación,
acéfala a

fu,;rza de tener
cabezas,
duraría poco:

el 6 de agosto, por imposición de
los comités revolucionarios, se
crearía oficialmente

una Co­
misión Ejecutiva
Popular, único

poder de hecho y de
"de­
recho",

quedando totalmente marginado Martínez Ba­
rrio» ( 1 7 ).
15. Como aquella anarquía no
podía ser fructífera sino

en
derrotas,
la historia de t.;¿o. un año de guerra en esta zona con­
sistió en
reconstruir un aparato estatal
con el monopolio del
.po­
der, que heredara formalmente la legalidad de la Repúhlica pero
de hecho consolidara el
. contenido
extremista de
la revolución.
Lentamente, y bajo
la directriz del partido comunista el delirio
revolucionario fue abandonado, volvió a existir un gobierno y
hasta fue puesto en pie de nuevo un Ejército, bien que «Popu­
lar», al tiempo que se
suprimían. por

completo las milicias.
De este modo
podríamos decir

que en un principio la zona
que sólo
tenía en

común su condición de «no
alzada» fue
un mo­
saico de taifas rojas, t sólo más tarde, poco a poé:o, se fue convir~
tiendo en una rara especie de democracia popular, en la que ha­
bla vatios

partidos, pero en baja, frente a un gobierno cada vez
más fuerte, en el que cada vez era mayor la preponderancia co­
munista, pero que cada vez apelaba más, con
miras internacio­
nales,

a su fachada republicana. La verdad histórica es que fren­
te a los nacionales hubo una zona que nunca dejó de ser en la
práctica heterogénea, y de esta ambigüedad se sirven sus pane­
giristas
segÚn la ocasión lo

requiere.
Es más que probable, sin embargo, que por no haber sabido
ser ni enteramente republicana, ni -enteramente comunista sea
por lo que la República del 36, la República Roja netamente di­
ferente ya
de la del 31, perdió la guerra.
16. Pasemos ya a analizar los factores de
la moral com­
bativa entre los Nacionales y los
RojO'republicanos; vamos
a
(17) MARTÍNEZ BANDE, J. M., Por qué ... , pág. 28.
725
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOV AL
comparar los de ambas zonas en el terreno político, el político­
núlitar, el psicológico, el puramente militar y el_ del apoyo ex­
teriot.
Espero que

los hechos que vamos
a considerar

demuestren
la inmensa superioridad moral del bando nacional. El porqué de
la
Victotia.
El espíritu de la política nacional.
17. La política en la zona nacional se puede caracterizar
por
el mando único, la abnegación de las fuerzas políticas y una
cierta tendencia espontánea a su unidad.
En la zona nacional todo quedó completamente subordinado
al
·esfuerzo común para ganar la

guerra. Las discusiones políti­
cas se
dejaron para

después de que acabar ésta, de un modo que
podemos considerar

unánime.
La organización
-política

de la
zona nacional

derivó de
la
proclamación del estado de guerra. El Estado fue construido en
torno a la autoridad militar (única opción posible, que había to­
mado la iniciativa
y era por todos aceptada). Nunca hubo ejem­
plos de

doble poder
y el policentrismo fue eli¡ninado por propia
voluntad, aunque Queipo de Llano en
el sur pudo sobrepasar
sus atribuciones
más de

una vez.
La creación de un mando único fue rápida, voluntaria
y acata­
da sin vacilación. Es digna de citarse
la frase de Mola: «Y o creo
tan interesante el mando -único, que si antes de ocho
dias no
se
ha nombrado Generalísimo,
yo no sigo. Y o digo: ah! queda eso
y me voy» ( 18 );
En este aspecto, la abnegación de todas las 'fuerzas políti­
cas fue un
factor moral
de primera
magnitud _ en el esfuerzo bé­
lico. Sin duda ello produjo un hecho consumado: la organiza­
ción política en torno a un caudillaje militar
y un partido único
(18) Testimonio del general Kindelán. Tomado de España en llamas
1936, págs. 192-193.
726
Fundaci\363n Speiro

. EL PORQUE DE LA VICTORIA
que resultaron en la paz harto discutibles (19), pero todos pen­
saban que
lo primordia:l era ganar la guerra y . obraroll en con,.
secuencia.
18. Ejemplo de esta sbnegación se encuentra en el hecho
de que todos los líderes políticos que apoyaron el Alzamiento,
lo siguieran haciendo,
:pese aJos

agravios que
pudieran recibir
del
gobierno de Franco: A
Gil Robles no

se le permitió regresar a España
y •Ül em­
bargo apoyó
el .Movimiento con el dinero sobrante de la cam­
pafia
electoral y acató la Unificación (20). Hombres tan diferen­
tles y

nada franquistas como Cambó (21) o Marañón o
Lerroux,
siempre

desde el extranjero, escribieron a favor de la
causa na­
cionitl.
Alfonso XIII, desde

su destierro romano,
declaraba en
mar­
zo de 19.39:
«En
estos instantes importa más que
nunca que to­
dos

los españoles se agrupen alrededor del Caudillo Fran­
co, que ha conseguido
la victoria.

Yo obedeceré
las órde­
nes

del general Franco, que ha
reconqiústado la ,Patria, y,
por
tanto, me

considero un soldado
niás a su servicio.
Cuando
haya
ac¡ibado la

guerra
y la palabra ·soldado tleje de
ser
adecuada, me convertiré en un español más, a las órde­
nes del Caudillo para la
r;,,:onstnicción de

España» (22).
Y eso que
ni se vislumbraba su restauración y que a su hijo
(19) ,El estado nacido del 18 de julio no vino a ser la plasmaci6n de
los }deales tradicionalistas. Sobre este pµnto arrojan especial hrz las obras
Tradición o mimetismo, de R.4,FAEL GAMBRA, Instituto de·.Estudios Poli~
ticos, Madrid, 1976, y los Apuntes :V do~umentos para la .historia del Tra­
dicionalismo español, 1939~1966, de· MANuEL DE SANTA CRuz, en vías de
aparición desde 1979.
(20)
Ver
España en llamas 1936, pág. 322.
(21)
La revista Verbo ba publicado en su número 147, págs. 1.041-
1.046,, dos escritos contemporáneos de Camb6 de particular relieve doc­
trinal.
(22) Tomado de España en llamas 1936, pág; 322.
727
Fundaci\363n Speiro

WIS MARIA SANDOV AL
Don Juan, Mola y Franco le habían primero expulsado de Espa­
ña y luego negado su entrada, siempre como voluntario (23).
Los carlistas, antes de
la Unificación hubieron de sufrir el
exilio a Lisboa de su Jefe Delegado, Fa! Conde, en diciembre
dé 1936,

y en diciembre de.1937 Franco hizo salir de España a
su Regente, Don Javier, que
habla iniciado

una gira por los fren­
tes. Sin embargo,
y pese a que no dejaron de protestar, los car,
listas

no entorpecieron el esfuerzo bélico agitando
la retaguar­
dia (24).
Por último, los falangistas sufrieron la Unificación de pecu­
liar manera: como un golpe de partido en que el estado se ápo­
der6 del movimiento y lo oficializó, pero despojando de su direc­
ción a

sus antiguos jefes. La resistencia de Hedilla
y algunos de
.sus partidarios fue limitada
y casi sin repercusión, y si bien fue
sancionada
duramente, también

es verdad qne ninguna pena ca­
pital fue ejecutada, e incluso a los pocos años uno de los conde­
nados, Arrese, llegaría a ser ministro de Franco.
19. Sobre la Unificación,
el mayor trauma de la política na­
cional, aún cabe añadir que
costó un
solo muerto en luchas de
retaguardia entre facciones
falangistas, Antes y después, las pe­
leas entre falangistas
y carlistas «culmináton» en abucheos o pu­
ñetazos (25). No cabe, pues, punto de
comparación con
las san­
grientas
fochas contempórruí.eas de

la retaguardia rojo-republicana.
Más importante es recordar que la retaguardia nacional, antes
(23) El padre del actual Jefe del Estado intent6 combatir con las
armas por dos veces a la «República» que hoy, para algunos, representaba
la «democracia». La primera vez fue detenido en Aranda-de Duero' cuan­
do se dirigía al-frente de Somosierra el 1 de agosto de 1936 con un mono
azul y-uµa boina roja. En diciembre de 1936 intercambió correspondencia
con_F:tarico para embarcar-como oficial eJl el «Baleares», sin éxito. Puede
verse
la narración

y las cartas
cruzádas en VILA~SANJuAN, J osÉ Lurs, ·¿Aif
fue? Enigmas de la guerra civil española, Ediciones Nauta; Barcelorui¡ 1972,
págs. 408412.
(24) Vid., BLINKHORN, MARTIN, Carlismo y contrarrev0luci6n en Es­
paña 1931-1939, Grijalbo, Barcelona, 1979, págs. 381-385 y 404-405.
(25) BLINKHORN, M., op. cit., pág. 387.
728
Fundaci\363n Speiro

EL PORQUE DE LA VICTORIA
de la Unificación impuesta y discutible, aspiró a algo similar pero
espontáneo, y que los dirigentes
políticos llegaron
a tratar de ello.
El ejemplo lo dio
el P. N. E. {los albiñanistas) al integrar­
se voluntariamente en
Ia Comunión Tradicionalista en enero de
1937 (26). Mayor importancia tiene que por propia iniciativa los man­
dos falangistas
y carlistas, aparte de un trato reciproco cortés y
benevolente en público, sostuvieron conversaciones oficiales du­
rante 1937 en
vatias ocasiones para

una
posible unión (Lisboa
y

Salamanca, en febrero; Villarteal de Alava y San Sebastián, en
abril) (27). Si no llegaron a acuerdos positivos tampoco hubo
ruptura e incluso
/mbo acuerdos

negativos.
Entre tanto
se concer­
taban pactos concretos, como el
del 28 de octubre de 1936 para
el reparto de sedes y periódicos cuando se liberara Madrid (28).
Fuera todo ello viable o no, demostraba. una moral con voluntad de
armotúa y, por lo

tanto, beneficiosa
para. el esfuerzo bélico.
En resumen, la zona nacional-tuvo un gobier'no único con
plena jurisdicci6n desde fecha muy temprana y rein6 en ella un
esplritu arraigado

de sobreponer la Victoria
a cualquier polltica
de

partido.
Una retaguardia de conflictos políticos.
Contrastemos, ahora. cuál fue el espíritu de la política en Ia
zona Rojo-republicana. ,
Sus
notas características son:
la continuación de la focha de
los
partidos por el poder ( dentro y fuera del
gobierno), la erec-
(26) RimoNDo, L. y ZAVALA, JuAN, El Requeté, Editorial AHR, Bar­
celona, 1957, p,lgs. 389-393.
(27) . Sobre estas conversaciones pueden consultarse BLINKHORN, M.,
Carlismo y ... , págs. 388-397; FIEDILLA, MANuEL, .Testimonio, Ediciones
Acervo, Barcelona, 1972, págs, 389-400 y 435441, y GAiicfA Vl!Nl!RO, MA­
XIMIANO, Historia de la Unificaci6n, Madrid, 1970, págs. 162-172 y 18$-189,
(28) AtvAREZ PuGA, EDI/ARD0, Historia de la Falange, DOPESA,
Barcelona, 1969, págs. 142-145.
729
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOV AL
ción de auténticas taifas autónomas y la repercusión de las lu­
chas políticas en la conducción de
las operaciones militares. Tam­
poco
son de despreciar la preponderancia que llegó a alcanzar
,1a Unión Soviética en la zona y una represión brutal que des­
prestigió a la
República ante

las democracias occidentales.
Tales
fenómenos no fueron sólo iniciales y se mantuvieron hasta el
final de la guerra.
21. Iniciada fa guerra, el gobierno de Martl'.nez Barrio sólo
duró un día,
y el de su suoesor Giral, apenas 45; se hizo pre­
ciso
llamar a

formar
gobierno a

los
líderes de

las organizaciones
que ejercían el doble poder. Los jefes del gobierno rojo-repu­
blicano con suficiente autoridad fueron dos:
Largo Caballero y
Negrín.
Pero sus gobiernos no fueron estables, porque las pugnas con­
tinuaron en el seno de los sucesivos gabinetes que encabezaron.
Para sustituir a Largo
Caballero por Negrin los

comunistas se
entregaron durante tres meses a una serie
de maniobras y acu­
saciones en la
prensa, que

más tarde se
repetirían durante
otros
tantos
meses cuando

se trató de arrojar a Prieto
del puesto de
ministro de la guerra; en esa última campaña un
miniitro, el co­
munista Jesús Hernández escribió en público contra Prieto, con
lo que se vio decir a éste, en pleno Consejo de Ministros, que
«en
lo sucesivo, mis
relaci,;ies con

el señor
Hernández se

concreta­
rán a las de
carácter oficia/,, afirmando

que estas mismas no de­
jarán de
resultarme penosas» (29).
Si en el gobierno, ¡en el que llegaron a formar parte minis­
tros anarquistas! proseguían las pugnas entre partidos, a niveles
inferiores los militantes de
todas las

organizaciones se comba­
tían entre sí, bien

reservándose para uso propio medios materia­
les, bien con encontronazos sangrientos de
lÍ1>0 local.
Pero la falta de unidad de los políticos rojo-republicanos llegó
al punto de que en varias ocasiones estallaron pequefias guerras
civiles dentro de su bando.
(29) MARTÍNEZ BANDE, J. M., Por qué ... , págs. 128-130.
730
Fundaci\363n Speiro

EL PORQUE DE LA VICTORIA
La más conocida e importante consistió en los sucesos de mayo
de 1937, casi contemporáneos de la
Unilicación, pero
aquí anar­
quistas y comunistas heterodoxos (no' exactamente trotskistas) del P. O. U.
M; combatieron

en Barcelona
sin on:len ni meta
clara durante cinco
días contra

las fuerzas de
Orden Público del
gobierno, que tuvieron que ser
reforzadas. por

mar y
aire. Por
su

parte, fuerzas
de las divisiones «Lenin» y «Ascaso», de entre
1.500 y 2 .000 hombres,
se retiraron

del frente contra los nacio­
nales de
Huero, para

marchar contra su
retaguan:lia a

intervenir
en
loo combates,

siendo detenidos en Lérida. Tales sucesos arro­
jaron un saldo inicial de cientos
de muertos y heridos que se in­
crementaron en represalias posteriores (30). En consecuencia, se dio la orden a unidades, probadamente
comunistas, de disolver
manu militari el Consejo de Aragón.
Y en julio de 1937 se «descubrió» que el P. O. U. M. forma­
ba parte de una red de espionaje franquista y se detuvo a todo
su comité

ejecutivo. A su jefe Andrés Nin le torturaron en
las
checas de la G. P. U. para obligarle a firmar una declaración de
complicidad ¡con
la Gestapo! y, al no conseguirlo, le asesinaron.
Aunque luego no se consiguieron pruebas fehacientes,
el P. C. E.
consiguió el objetivo marcado desde Moscú de
eliminar práctica­
mente
al comunismo

disidente.
Todavía presenció

la
retaguan:lia de .la República de 19 36
una batalla
más feroz. En

marzode 1939 se sublevaron contra
el gobierno Negrín y sus aliados comunistas la base naval de Car­
tagena y un
grupo de
militares
en Madrid.
La sublevación de
Cartagena
· pasó

de
· tener cáriz anticomunista
a tenerlo
pro-nacio­
nal,

pero fue aplastada por una brigada comunista cuando ya ha­
bía huido de España
Negrín y

se había impuesto el Consejo
Na,
cional

de Defensa del coronel Casado. Y ello, gracias de
nuevo
a

la retirada
del frente de unidades anarquistas ( de Mera) que
tomaron por la espalda a los comunistas que, . sin más fin c¡ue la
autodefensa,
como los sublevados en los sucesos de ,mayo, casi
(30) MART~ BANDE, J. M., La invasi6n de Arag6n y el desémbarco
en
Mallorca, Editorial San Martín, Madrid, 1970, págs. 223-249.
731
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOV AL
habían conseguido aplastar la incipiente Junta en el casco urbano
de
Madrid. Aquellos

últimos combates
ele la guerra costaron cer­
ca de otto
millar de muertos y heridos y demostral'on palmaria­
mente
que en todo el transcurso
. de

la guerra
las facciones del
bando

tojo-repul,licano no se
habían sobrepuesto
ni al caos inicial
ni a un odio recíproco
y sanguinario.
· 22.

En cuanto a
las taif~ en

que
quedó dividk!a de hecho
la zona

«republicana», en
el invierno de 1936, coexistían los si­
guientes organismos co¡; carácter total o parcialmente autónomo:
el Gobierno de
la República
con sede en Valencia,
la Junta de
Defensa
de Madrid, el Consejo, de Asturias y Le6n, el Consejo
de Santander, Palencia
y Burgos, el Gobierno de Euzkadi en
manos del P. N. V., el Gobierno de Cataluña dominado por
ca­
talanistas y anarquistas y el Consejo de Arag6n, establecido en
Caspe por estos
· últimos y que había establecido la abolición ele
la moneda y la colectivización forzosa. Además, el excéntrico y
desatendido sector ele Málaga, pronto perdido, era un caso increí­
ble;

según Azaña allí hubo un comandante
militar extraordina­
rio,
que decía:
«Yo no hago fortificaciones. Yo siembro la revoluci6n. Si en­
tran los facciosos, la
revolución se
los tragará».
Parece ser que
era
el mismo ~Romero Bassart- que dirigió telegramas al Pre­
siden~e
de

la Generalidad
de Cataluña y al embajador de las Re­
públicas Soviéticas, interesando y ofreciendo· las . directas relacio­
nes comerciales con dichos pa(ses,
(31).
Para comprender mejor la composición y reparto de poderes
con

que
,pretendían funcionar tales comités, oigamos

el testimonio
del peneuvista Irujo sobre
.la Junta

de
Defensa. de
Guipúzcoa:
732
«Apenas nacida rendía culto a los ídolos. de la. revo­
lución,
y en lug¡ir de siete comisarios, reg6n fue lo apro­
bado, ·formó otras t'antas comisarías, que constituyeron
cada una · de ellas un comité, al cual los siete partidos y
organizaciones sindicales agrupados bajo el pabellón repu­
blicano llevaron un representante
y un suplente. En vir-
(31) MARTÍNEZ BANDE, J. M., Por qu§..., pág. 88.
Fundaci\363n Speiro

EL PORQUE DE LA VICTORIA
• tud de aquella disposición, los siete comisarios se elevaron
a cien,
entre
propietarios y suplentes» (32).
Esto
ocurría además en Guipúzcoa, la provincia española de
menor extensión territorial, que·
tJUvo el
raro privilegio de que
en ella
coexistieran tres

Juntas
«provinciales», radicadas
en San
Sebastián (con presidente comunista),
Eibar (de carácter socia­
lista)
y Azpeitia {dominada por los nacionalistas) (33).
El desorden
y el cantonalismo no fueron s6lo un fen6meno
transitorio:

hubieron de eliminarse por
la fuerza ( del gobierno
de
Negrín o

de Franco)
y duro hasta épocas bien tardías. Cata­
luña tuvo su propio «Exercit»
y su aviación, Euzkadi también
tuvo
su
ejército, fuerza

aérea y marina (34) propios y se negó a
someterse
a las

directrices
orgánicas del ministerio

de la guerra.
Por úlrimo, el Consejo de
Asrurias y León, tras la caída de San­
tander, en septiembre de 1937, añadió a su título
el de Sobera­
no, se
consideró libre

de toda dependencia
y se dirigió en tal
senrido a la Sociedad de Naciones (35).
·
23.

Pero en la República del 36
se dio, por encima de es­
tos gravísimos defectos, uno excepcional: la injerencia de la
U. R. S. S. en sus asuntos internos. Diariamente, el primer em­
bajador soviético,

Rosenberg, se entrevistaba con el presidente
del gobierno
y. ministro de defensa, Largo Caballero, en su des­
pecho ministerial durante varias horas, llevando como intérprete al propio ministro de Asuntos Exteriores de la República, el crip­
tocomunista Alvarez del Vayo.
Cuál sería

su actitud que en una
ocasión hubo de ser expulsado de
su despacho por Largo

Caba­
llero (36).
(32) Ib/d., pág. 30.
(33) CHAMORRO, MANuEL, 1808-1936 Dos situaciones hist6ricas con- ,
cordantes, Editorial Doncel, Madrid, 1975, págs. 152-153.
(34) El caso de
la Flota

Auxiliar de
la Armada . de Euzkadi -por otra
parte muy combativa- es ya extremo. Sobre su constitucióQ. y composici6n,
vid., CmIBzo, RICARDO, Armada Espaflola. Siglo XX, Ediciones Poniente,
Madrid. 1938, tomo IV, pág. 124.
(35)
MARTINEZ BANDE, J. M., Por qué ... , pág. 113.
(36) Ibld., pág. 86.
733
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOV AL
La Unión Soviética se valió de ser el único suministrador cons­
tante de armamento a la zona rojo-republicana para chantajear a
sus gobernantes.
De. hecho,

los carros de combate y aviones se mantuvieron
bajo control estrictamente
soviético, fuera

de la jurisdicción del
Estado. Mayor Central, como testimonió su jefe Vicente Rojo.
Bajo el control de la
. Komintern

estuvieron las Brigadas Inter­
nacionales. Los asesores
«amigos» estaban

afectos a todos los
,mandos de importancia y aun a los de
escalones inferiores.

Final­
mente, la G. P. U. actuaba.en
España independientemente

y era
de todos temida. Y también era un instrumento de control, por supuesto,
el
Partk!o Comunista Español, en cuyo Buró Político eran, en oca­
siones,

más
los extranjeros
que los propios españoles, como llega
a observar en determinado momento uno de sus miembros, Je­
sús
HernándeJ< (37).
Durante

la guerta, la estrategia comunista abandonó todo pro­
grama revolucionario y se centró en la construcción de un Ejér­
cito Popular fuerte y disciplinado; y
ello no sólo ¡por el prag­
matismo
de
salvar la

revolución ganando
fa guerra, sino porque
después
del triunfo sería el instrumento más poderoso para de­
te1'1Ilinar
la Hnea políti
a la fuerza
pro,
pia

de que
el P. C. E. había carecido hasta entonces.
24. También en la
zona rojo-republicaná
ocurrió un fenó­
meno sin parangón posible con la otra zona:
el de la influencia
de las disensiones políticas en la dirección de las operaciones
militares. Unos ejemplos bastarán para respaldar esta afirmación:
En agosto de 1936, nada más iniciada la conquista de
las
Baleares, la columna de Uríbarri regresó desde Ibiza a V "lencia
por

fricciones con Bayo,
informando así al ~bierno:
734
«Capitán Bayo jefe de la expedición catalana que ha coo­
perado con la valenciana a mis órdenes en la ocupación de
(37) Ibld., p,lg. 71.
Fundaci\363n Speiro

EL POl,l.QUE DE LA VICTORIA
Ibiza, a pretexto de ser más antiguo que yo, se ha erigido
en

único
jefe y ha publicado un bando en que dice: que
ha tomado la isla en nombre del Gobierno d~ la Genera­
lidad; lo
cual no es cierto, pnes yo he venido con autori­
zación directa. del Gobierno de la República. Observo ten­
dencia
a supremacía catalana sospechosa de

querer incor­
porar
estas islas

al
Estatuto Cataluña,
lo cual V
al.encía no
había

de
tolerar. Prevengo ese Gobierno conflicto que pue­
de cortarse ahora. Aquí se ha hecho mucho teatto guerre­
ro
y exagerado quizá intencionadamente el esfuerzo. Creo
cumplir con mi deber dar aviso al Gobierno» (38).
Por su parte, Bayo había telegrafiado al Ministro de la Gue­
rra diciendo, entre otras cosas:
«Quiero hacer constar que esta columna
se organiza

por
orden del gobierno de la Generalidad de Cataluña» (39).
La ambición pancatalanísta originaba la disminución de las
fuerzas

operantes contra
Mallotca, j,Usto antes

de
proceder al
desembarco.
Por

su parte, Euzkadi pretendió en todo momento
actuar
como

un estado semi-independiente, amparándose en el estatuto
arrancado en octubre a
causa de

la guerra y en
su separación geo­
gráfica de la sede del gobierno. El lendakari Aguirre asumió de
hecho la dirección de las operaciones mi,litares en el frente viz­
caíno y nunca reconoció la subordinación del teórico Cuerpo de
Ejército
de Euzkadi al no menos teórico Ejército del Norte, a
cuyo
jefe, el general Llano de
fa Encomienda le tocó desempeñar
el

desairado papel que se trasluce
del telegrama que espigamos:
«Del General Jefe del Ejército del Norte
al Presidente
del Gobierno Vasco. 9
de enero de 1937 ...
»¿Las municiones son adquiridas
para Euzkadi o para
el Norte? Debe aclararse por escrito y con
la conformidad
de los tres Departamentos de defensa del Norte el des­
tino de

cada envío ... ¿El armamento
es de

Euzkadi o del
(38) CEREZO, R., op. cit., tomo III. pág. 96.
(39) MARTINBZ BANDE, J. M., La invasión de Aragón ... , pág. 130.
735
Fundaci\363n Speiro

WIS MARIA SANDOV AL
Norte?... Hay una Escuela Popular de guerra creada por
el gobierno de la República en 21 de diciembre y una escuela militar
creada
por
el, Góbierno
de
Euzkadi en
22
de diciembre, para armonizar ambas funciones dentro de
la necesaria eficacia se adjunta proposión con solución in­ dicada...
¿ Se juzgan en vigor los reglamentos orgánicos
militares?

... ¿Se reconoce la
autoridad del

general como
;efe del E;é1'cito del

Norte constituido por los tres cuerpos
de
e;ército de Euzkadi, Santander y Asturias? ... » ( 40).
Se comprende que cuando tales preguntas tienen que formu­
larse oficialmente,
la realidad sólo puede ser una.
Los otros dos ejemplos son de
la injerencia de la política
soviética.
Cuando en mayo de 1937 L11rgo Caballero intenta poner
en

marcha la más ambiciosa ofensiva estratégica de cuantas
po­
dían iniciar los rojos, los «amigos» soviéticos pierden el interés
por la operación desde el momento en que sus jefes no serían
comunistas,
y. un

éxito militar de Largo Caballero le
afumaría
en

su puesto de Primer
Ministro del
que pretendían desalojarle
desde hacía meses, Por eso,
tras múltiples dilaciones, el jefe de
la aviación
soviética, Schmutchkievich, -alias «general Douglas»,
se

encarga de informar al propio Largo Caballero
de que sólo
podrá contar con
,diez aviones

para cubrir un ofensiva de 40.000
hombres. Era el

veto de los soviéticos, que luego impusieron la
maniobra de Brunete para
focimiento del

V
Cuerpo de
Ejército
de mandos comunistas ( 41 ). Por su parte,
el· general ruso Krivitsky cuenta en sus memo­
rias

el
· signiente

caso:
«En este punto recibí instrucciones de Moscú para no
permitir que el barco entregase su carga en Barcelona ... Cataluña
tenía entonces

un Gobierno autónomo muy se­
mejante al de un estado soberano.
Este Gobierno catalán
estaba dominado por revolucionarios de inclinaciones an-
(40) · SALAS LARRAZÁBAL, R., ·Historia del Ejército ... , tomo 111, i,ági­
nas 2.840-2,84L
(41) MARTÍNEZ BANDE, J. M., Por qué ... , págs,'91-94.
736
Fundaci\363n Speiro

EL PORQUE DE LA VICTORIA
tiestalinistas ... Se me orden6 que enviase los aeroplanos a
Alicante.· Pero este puerto estaba bloqueado por los na­
víos de Franco... El capitán del buque se
dirigió a
Ali­
cante, pero tuvo que cambiar de rumbo para salvar
el bu­
que
y la carga. Intentó dirigirse a Barcelona, pero se lo
impidió
el agente mío que estaba a bordo. Mi bateo car­
gado de aeroplanos iba y venía por el Mediterráneo, .. En
tanto, los republicanos luchaban desesperadamente
y su­
frían
escasez de

aeroplanos.
Finalmente, el agente mío en
el
barco ordenó que el mismo prosiguiese hasta Marse-
14» ( 42).
Supongo que con pruebas como éstas, que se podrían mul­
tiplicar,
queda patente el mal que el espíritu partidista cáusaba
a

la dirección de la guerra.
25. Después de todo lo dicho, parece clara la superioridad
moral de
la política nacional sobre la rojo-republicana, pero me­
rece

la
pena tocar un tema conexo a la política y que ha sido
muy oscurecido:
el de !a represi6n ..
También

aquí hubo grandes
d1ferencias cuantitativas y cua­
litativas
entre ambos bandos.
Cuantitativamente
fueron· muertos en la · zona de la nueva
república unas
72 .500 personas víctimas de la represión frente
a unas
35.500 en la zona nacional durante el conflicto y otras
23.000 durante la postguerra.
. Es «matemáticamente irrebatible . el que los repttbli­
canos, que eiercieron su
dominio

temporal en
s6lo una
frac­
ci6n de la
naci6n, mataron a un

número
mucho matyor de
personas que sus contrarios, que ¡mdieron extender sus re­
presalias a toda ella» ( y por largo tiempo después de aca­
bada
la guerra) (43).
(42). Ibld., pág. 77.
( 43)
La cita es de SALAS LARRAZÁBAL, R., Los fusilados en Naoarra
en la guerra de 1936, Comisi6n de navarros en Madrid, Madrid, 1983,
pág. 75. Para e·stablecer las cifras que damos, el mismo autor ha realizado
un estudio monográfico: Pérdidas de la guerra, Editorial Planeta, Barcelo­
na,

1977.
Vid. cuadro de las páginás 429430 y sus capítulos 15 y 16.
737
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOV AL
En ambos bandos hubo copiosas ejecuciones, asesinatos in­
controlados
y llamadas a la clemencia, ¡pero con qué diferencias!
La
represi6n era

objeto de
alabanzas públicas
en
la prensa de
la zona democrática (
44 ), mientras se consideraba algo necesario
pero penoso y «triste» en la prensa de la otra zona ( 45).
Tanto Hedilla como Fa! Conde dieron instrucciones a sus or­
ganizaciones para que se abstuvieran,
no s6lo

de las represiones
irregulares, sino de participar
en los piquetes de ejecución. «Las
fundones

represivas
y los fusilamientos no nos incumben. Ahi
están

las fuerzas de orden público para cumplirlas»,
diría en Sa­
lamanca el conde de la Florida, representante de los carlis­
tas.( 46).
Es opinión común qÚe los asesinatos irregulares terminaron
antes
que en la contraria en la zona nacional, donde se
procuro
atajarlos

enérgicamente
y la

represi6n corrió a cargo de las auto­
ridades. Desde luego nunca se
ha hecho

uua acusación a nin­
guna organización nacional de que poseyera cárceles propias como
las checas que proliferaron
por toda la zona republicana. En
cambio, ésta detenta la indisputada marca de haber purgado a
los voluntarios extranjeros que
venían a

combatir
por su
causa
(si eran sospechosos de antiestalinismo):
así gan6

André
Marty
su
sobrenombre

de
«el carriicero de Albacete» (47).
Resulta, en cambio, muy aventutado afirmar que la represi6n
(44) Véase España en llamas 19J6, pág,,. 100 y 112, FERNÁNDEZ, CAR­
LOS, Paracuellos del Jarama: ¿Carrillo culpable?, Argos Vergara, Batee­
lona, 1983, pág,,. 174-177, y también Rmz AroCAR, ANGEL, Cr6nica agita­
da de ocho años tranquilos, Editorial San Martín, Madrid, 1974, págs. 16
y .21: Son ejemplos de contabilidades, premios y dogios a la represión.
( 45) Acerca del deseo de las autoridades nacionales de no congratularse
oon las ejecuciones efectwldas, véase ABEt.LA, RAFAEL, La ~a cotúlíana
durante la guerra civil. La -España Nacional, Editorial Planeta, Barcelona,
1973, pág,,. 77, 79 y 81-83. También allí, págs. 309-310, ia petición públi­
ca de clemencia del general Y agüe en un discurso conmemorativo.
(46) Vid. HEDILLA, M., op. cit., p,lgs. 271-274.
(
47)
MARTINEz BANDB, J. M., Brigadas internacionaks, Editorial Luis
de Caralt, Barcelona, 1972, págs. 62-66, y ALCOFAR NASsAES, JosÉ LUIS,
«Spansky». Los extranieros que lucharon en la guerra civil española, J,
DOPESA, Barcelona, 1973, págs. 151-153.
738
Fundaci\363n Speiro

EL PORQUE_ DE LA VICTORIA
particular de los partidos concluyó realmente en zona rojo-repu­
blicana.
Como
muestra del espíritu que se mantenía en ella, he
aquí un artículo de
Solidaridad Obrera, de 25 de mayo de 1937:
«Nos
ha sorprendido... un proyecto tan chusco como
el que
ha anunciado el ministro de Justicia, señor Irujo,
pretendiendo restablecer la libertad de cultos. ¿Qué quiere
decir restablecer la libertad de cultos?
¿Que se puede volver a
decir misa? Por lo que respecta a
Barcelona
y Madrid, no sabemos dónde se podrá hacer esa
clase de pantomimas. No hay un templo en pie
pi un al­
tar donde colocar un cáliz. ¿Acaso esa libertad consiste en
que un cura vaya por
las casas de sus parroquianos a ha­
cer confesiones y suministrar hostias? Tampoco creemos
que haya muchos curas
¡,or este
lado, fuera de los prote­
gidos por
Euzkadi, capaces

de esa misión.
¿ Será esa liber­
tad acaso el que puedan
salir procesiones

por
la• calles?
Si es así, no les arrendamos
la ganancia y el invitarles a
ello no es quererles bien. ¡Libertad
de cultos! ¿No había­
mos quedado que
la Iglesia había sido en la rebelión de
julio un beligerante
más? Todos

lo habíamos entendido
así, y en las mismas propagandas oficiales del Gobierno
en que el señor !rujo era un mh;ústri> "sin cartera" se ha
dicho esto como justificación . de la deS templos y de ... los
curas» (48).
Las muestras e:x,térnas de moderación no .. aparecieron entre
los rojos
sino cuando
quisieron apelar a
la opinión
internacional
y sabían su causa perdida. Y aun así, ya en 1939, no debe ol­
vidarse el asesinato, en frío, el 7 de
febrero, junto
a la fron­
tera francesa,

dos
días antes de que llegaran· a ésta los naciona­
les, de 42 prisioneros de guerra de Teruel, incluidos el coronel
Rey D'Harcourt y Monseñor Polanco, realizado por un grupo al
mando
de oficiales ( 49). Los asesinatos incontrolados, como las
checas legalizadas, prosiguieron hasta
el fin.
(48) DiAz-PLAJA, FERNANDO, La guerra de España en sus documentos,
Plaaa y Janés, Barcelona, 1970, págs. 268-269.
(49) MARTiNEz BANDE, J. M., La batalla de Teruel, Editorial San Mar­
tín,

Madrid, 1974,
págs. 232-233.
739
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOV AL
En moral de terror sí superaron los rojo-republicanos a los
nacionales.
Dos ejércitOs espiritualiµCnte diferentes.
26. Como ya adelantamos, ·e1 espíritu del primet vetano de
guerra resultó decisivo. para forjar
la psicología de cada bando.
Inicialmente, las fuerzas oponentes enfrentadas
se componían
de

columnas heterogéneas a base de fuetzas
militares, fuerzas
de
orden público
y milicias políticas. Su clifetencia estribaba en su
talante espiritual: mientras
que el de los republicanos era el de
hacerse perdonar no set milicias, el de los nacionales eta el de
lamentar no ser Ejército (50). Bl espíritu de las
milicias •rojas era lo más opuesto

posible
a la eficacia militar: indisciplinadas por naturaleza, el general
Ri­
quelmt,, que mandaba la columna rojo-republicana que asaltaba el
Alto de los Leones pudo redactar un parte diciendo en
él: «No
se da la
situación ni

el número de
las milicias p()T no

estar con­
troladas, ni por. el mismo mando de la columna»
(51 ); por sis­
tema, los milicianos desconfiaban de los mandos profesionales,
por probada que fuera su fidelidad y llegaron a practicar una
guerra autogestionaria
. que

hubo de ser criticada por Federica
· Montseny,

la ministro
rinarquista, ya

en pleno diciembre de 1936:
«Los que
están en el mando deben dar la orden de una
operación y los milicianos deben
reunirse para
discutirla.
Cinco, seis y siete horas se
· perderán en deliberaciones y
cuando
la operación quede finalmente decidida,
el enemi­
go habrá alcanzado ya
sus objetivos.

Tales cosas le hacen
a uno
re!r y también llorar» (52). ·
El

espíritu miliciano resultó
infinitamente más pernicioso

en
la Armada, donde sin la capacidad técnica de los marinos, o con
740
(50) SALAS WRAZÁBAL, R., Los datos exactos .. ., pág. 157.
(51) MARTÍNEZ BANDE, J. M., Por qué ... , pág. 41.
(52)
Ibíd., pág. 48.
Fundaci\363n Speiro

EL PORQUE DE LA VICTORIA
ésta limitada por los comités, los buques perdieron toda efecti­
vidad militar (53 ).
27. También en el primer verano de guerra se definieron
otras cuatro
características de las morales respectivas:
- Como característica
general, y esencialmenre moral, se
distingue por parte rojo-republicana una supervaloración del ene­ migo
que; a

su vez, desde los primeros mensajes de
Franco,: «Fe
ciega en el triunfo», profesa una confianza ilimitada en sus fuer­
zas
y un menosprecio completo del enemigo.
Resulta
difícil saber -y sería interesante averiguarlo-- c6mo
se habían forjado en
la preguerra o en sus primeros momentos
esta pareja
de actitudes complementarias, pero su transcenden­
cia a lo largo de toda
la guerra fue, como veremos, enorme,
tanto

en el
escalón táctico

como en el estratégico.
- Y es
desde los

primeros 'combates cuando
apareció entre
los milicianos

rojos
su temor
obsesivo'
al copo (54), y entre los
nacionales su actitud «alcazareña»
.en la que luego nos deten­
dremos. Añadamos a las caracterización psicológica
de ambos bandos
dos

factores
, más:
-

Desde muy pronto los nacionales tuvieron un caudillo en
(53) He aquf un fragmento del informe de un marino pasado a los
nacionales sobre
la moral de la 4otaci6n del subinarino . G6 en el que ha­
bla servido eotre enero y marzo de 1937 bajo el maodo de un comaodante
soviético:
«Opinaba la dotaci6n que el comandante procurába estar en el
mar el metior tiempo posible, sea cualqiera ·e1 pretexto que diese
para_ ello, aun el más insignificante. Nunca

hubo nadie que hiciese
el menor comentario m contra cuando de· regresar a puerto. se tra­
taba, aun sin · haber intentado cumpli:t la orden de openiciones. Esta
se lefa a toda la dotación al Salir a la mar. Si ésta está conforme
se
sigue; si hay disconformidad, se pone a votación ,entre to905. y
si la mayoría numérica es contraria a salir o .cumplir el cometido
en-ella indicado, no. se sale o -se regresa», apud. RoniúGUEZ MAR.rlN­
GRANizo, GONZALO, y GoNZÁLEZ-ALI.ER, Josñ IGNACIO; Submari­
nos

republicanos en la guerra
civil española, Ediciones- Poniente,
Madrid, 1982, pág. 69.
(54) GARCÍA _SERRANO, RAFAEL, Diccionario para un macuto, Editora
Nacional, Madrid, 1966, págs .. 618-620.
741
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WIS MARIA SANDOV AL
el que personalizar sus causa, cosa muy de acuerdo con la iclio­
sincrasia española. A ese caudillo no se le pudo contraponer otro
por causa de las querellas intestinas de los rojo-republicanos. Era
una baza moral
más.
-Por el contrario, los «no alzados» supieron organizar una
campaña propagandística interior y exterior inmensamente supe­ rior en planteamiento, calidad y medios que
la de los naciona­
les, francamente pobre.
28. Los descalabros de las fuerzas
amilicianadas y

la
uum­
ficiencia de las tropas africanas obligaron a ambos bandos a cons­
truir sendos ejércitos, tomando

en esto la delantera temporal y
orgánica los

dirigentes de Madrid.
Franco emprendió con
.el año 37 la edificación del Ejército
Nacional, del que pueden resaltarse los siguientes aspectos: su perfecto
derecho· a

denominarse así, ya que los
"1zados se
man­
tuvieron en un línea de absoluta y total continuidad en lo or­
gánico, lo

jurídico y lo administrativo con
el Ejército de la Re­
pública, organizado por Azaña; su carácter
profesional, sin

que
los oficiales habilitados para
la campaña entraran en el escalafón
del

Ejército; su crecimiento paulatino
y pragmático, sin derro­
char medios en complejas
organizaciones y, paradójicamente, el
mantenimiento
a su lado de
Milicias Políticas,
las de F. E. T .
. y

de las
J. O. N. S. (55).
El

Ejército que comenzó a levantar
, Largo
Caballero en el
otoño del 36 era un ejército
miliciano, que pretendía integrar
completamente

a las milicias, unificándolas en un
espíritu frente­
popµlista al

tiempo que eliminaba teóricamente su carácter par-
. tidista, pero con

mandos
y una compleja estructura militares (y
bajo una creciente hegemonía comunista, de acuerdo con la es­
trategia
adoptada por éstos). Su espíritu, en .cambio, era

mili­
ciano
y rojo, y· ello se reflejaba en su fisonomía (con la estrella
roja en el uniforme
y el saludo puño en la sién) y en la institu-
(55) SALAS l.ARRAZÁBAL, R., Historia del E¡ército ... , tomo 11, pági­
na 2.387, Los datos exactos ... , pág. 153.
742
Fundaci\363n Speiro

EL PORQUE DE LA VICTORIA
ción del Comisariado. Es dé desracar que suprimió completamente
a las
milicias y
rampoco dejó nada de las reformas. de
Azaña en
pie. Su carácter absdlutamenté revolucionario y mixto, que no se
apoyaba en ninguna de ambas
sole1'11S, perjudicó sin

duda
al nue­
vo ejército, en el que los, mandos milicianos fueron incorpora­
dos
al escalafón y, en general, preferid.os (56).
29. Comparemos ahora una serie de aspectos de ambos ins­
trumentos

militares, comenzando por la
ofirialidad.
El
milirar

de
carrera recibió en ambas zonas un tratamiento
netamente distinto:
para los

rojo-republicanos todo militar
resul­
taba

en principio sospechoso mientras no
demostrara ampliamen­
te

lo contrario y, en todo caso,
la institución

eta odiosa y
odia­
da; en cambio, entre los alzados los militares gozaban de un cré­
dito, una confianza y una estima ilimitadas, No es de extralíar
q¡¡e
a la larga los «leales geográficos», los tibios, fuetan captados
totalmente en la causa
nacional y,
en
cambio, en
la rojo-republi­
cana cundiera el descontento hasta genetar
casos de deserción o
suicidio, siendo
el caldo de cu,ltivo d~ la. ins,:.~ón de Casa­
do (57).
Entre otras manifestaciones
de la desconfianza hacia los mi­
lirares
señalemos que

por esta
razón la
«República» no proclamó
el estado de guerra hasta ¡enero de 1939! El comis.ariado
también la practicaba dentro
de las unidades
por sistema, con casos dramáticamente pintorescos, como este
dd
frente

santanderino narrado por
Azafia:
. «El oficia!! de Artillería, jefe de los servicios de muni­
cionamiento en la región, supo
por el chófet de su coche
que
de
allí a pocos días se iba. a emprendet una opera­
ción importante. Asombrado, fue a ver
al jefe del Estado
Mayor,

Linares; era cietta
la noticia del chófer, pero el
Comisario
había dispuesto

que
se tuviese todo en
el ma­
yor
. secreto y no podía decirle nada. La víspera de la
(56) MARTOO!Z BANDE, J. M., Por qué ... , pág. 54.
(57) SALAS LARRAZÁBAL, R., Historia del Eiército ... , págs, 414, 424 y
460,
743
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOV AL
operación, ru anochecer, el oficial recibió la orden de que
tuviese dispuestos
para la mañana siguiente dieciocho mil
proyectiles de artillería» (58).
Y, como colofón, los mandos profesionales, competentes y
de probado historial
republicano, fueron

a lo
largo de
la guerra
relegados a puestos sin mando de tropas en favor de los
oficia­
les

surgidos de
1as milicias políticas y ja1eados por la propaganda
por ser «populares»
..
Siguiendo

a Martínez Bande, podemos
afirmar que
en el in­
vierno en tomo a Madrid surgieron
los primeros jefes de briga­
das y divisiones que nunca estuvieron en los anuarios militares,
en
la batalla de Belchite sólo aparece un mando divisionario pro­
fesional, ninguno en la de Terne!, y del Ejército que cruzó
el
Ebro puede afirmarse sin escrúpulos que es una fuerza totalmen­
te
dominada por
los mandos milicianos ligados a Moscú, tanto
los jefes
de· Cuerpo,

como los de división y brigada
y todos los
comisarios (59). En esta situación, la acusación de deslealtad a los mandos
profesionales del Ejército Popular, sobre todo de su retaguardia, debe cambiarse por la de un profundo y justificado disgusto y
descontento ( 60). En esas condiciones el pretendido ejército
mi­
liciano-profesional

no podía cuajar.
30. El papel del
comisario era

el de
politizar el

ejército, y
a
fe que lo cumplió, con todos los inconvenientes que supuso el
introducir las consideraciones partidistas dentro del
mismo. Los
ascensos

atendían a
la filiación para preferir
a propios y prete­
rir a los ajenos o, en el mejor de los casos, considerar las pro­
cedencias para alternar a
unos y otros en el escalafón.
· Siendo

todas las unidades
del Ejército Popular teóricamente
iguales,
cada

una conservaba soterrada una preponderancia po­
lítica. Es
áhora la

Pasionaria quien nos confiesa:
(58) MARriNEz BANDE, J. M., Por qué ... , pgás. 112-113.
(59) Ibld., págs. 137-140.
(60) SALAS LAI 2.390-2.392.
744
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EL PORQUE DE LA VICTORlA
«Quedaban los asturianos, hondamente politizados, pese
a su aparente conversión en unidades
- regwares. Esta po­
litización había llevado a extremos pintorescos y absur­
dos, como las elecciones· celebradas en
el mes de abril en
cada
batallón a fin de determinar "la tendencia política
mayoritaria, la cual tendtfa derecho a designar comisario",­
lo que
era tanto -como decir responsable absoluto e inclu"
so
mando militar»
(61).
Finahnente,
el papel del comisario hacía sombra al del te­
niente

en campaña (los comisarios fueron mucho más largamen­
te jaleados

por
la prensa y recompensados' por el mando que los
tenientes en campaña),_ contrapartida roja del
Alférez provisio­
nal,

pero mucho menos atractiva por
privársele de
la
«doble
funci6n de mando y de moral
que hace

humano y
atr(létivo el
cometido del iefe» (62). · ·
Todo ello sin reiterar que de hecho se institucionaliz6 una
doble cadena de mandos
desde las
grandes
unidades a_ las

com­
pañías, perniciosa para toda persona de buen juicio ( 63 ).
31. El otro punto
netamente distinto

entre los dos ejérci­
tos fue
el trato dispensado a las milicias.· El Ejército Popular
procedió a disolverlas y subsumirlas; Franco las mantuvo como
~erpos militarizados

de identidad propia,
y aquí hubo un nuevo
(61) MARTÍNEZ BANDE, J. M., Por qué: .. , pág; 114.
(62) GÁRATE CóRDOBA, J. M., La guerra de las dos Españas, páginas -
217-218.
( 63) Para que no se considere
_ una generalizaci6n infundada, veamos
el criterio del dirigente de la FAI, DIEGO ABAD-DE SANTILLÁNJ -expresa­
do durante la guerra, en su libro Porqué perdimos la gue"a (Plaza & Ja­
nés, Barcelona, 1977), págs. 340-342:
«En buena doctrina militar el que manda debe serlo todo para
el soldado ... Si un oficial no tiene esas condiciones, debe ser sepa­
rado de las filas del Ejército, pero no está la solución en poner a
su lado un
comisario para

que las cumpla, _o como
ocurre casi
siem­
pre,
para que

no
las cumpla tampoco... El mando dual no ha ~
tido jamás en la Historia, pues aun en las épocas del Senado ro­
mano, los

dos cónsules
qlie se nombraban lo eiercían alternativa­
mente...

Nos quejábamos antes del enorme peso
que representaba
para el pafs un efectivo de 22.000 oficiales. Calcúlese lo que repre­
sentará en el porvenir la agregación, a los 45.000 oficiales qoe po­
seemos, de otros 4.5.000 comisarios ... ».
745
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOV AL
error psicológico de los rojo-repqblicanos, que cegaron una de
las venas de sn fuerza potencill!l.
Como

bien ha
analizado Casas
de la Vega,
el voluntario que
conscienteméllte · expone su vida por una c·ausa que considera
justa merece de la organización que lo ha de encuadrar ciertas
contraprestaciones: por una parte, un
encuadtamiento militar
que
haga eficaz su sacrificio; por otra parte una
organizilción y unos
signos externos afines con sus ideas, un
ambiente político
defi­
nido, que los nacionales demostraron que
no estaba reiiido con
fu disciplina militar ( 64 ).
De esta manera,
el bando rojo-republicano, que había mo­
vido al campo de batalla 150.000 voluntarios durante 1936,
no
~onsiguló
mantener el lilujo de voluntarios entusiastas de · sus
ideas,
fueran anarquistas, catalanistas,
socialistas· o
.«poumistas»,
cuando se trató de
engrosar bataUones

numerados idénticos
y
más o menos ahormados por !'1 comunismo. Sin lazos con las
ideas específicas que pudieran mover al candidato,
el volunta­
riado revolucionario se
extinguió.
Todo

lo contrario
· sucede

con
el bando

nacional, en
el que
la
Falange y el Requeté siguieron ejerciendo su poderosa llama­
da . sobre los jóvenes simpatizantes.
Y con unidades voluntarias,·
homog!IBeas, de· marcada iden­
tidad
y espíritu de cuerpo, debidamente encuadradas por man­
dos profesionales,
él Ejército Nacional obtuvo algunas de sus
mejores
unidades de

choque, que
· consiguieron
7 Laureadas
y
50 Medallas Militares. colectivas y. movilizó por las filas de esos
Tercios o
Banderas entre

150.000
y 200.000. voluntarios durante
el
transcurso de
la guerra, de los que servían 96 .000 al acabar
la
contienda en

118 unidades propias de tipo batallón, habiendo
sufrido 100.000 bajas, de ellas 17.000 muertos (65).
En
resumen, las

milicias nacionales fueron parte numérica­
mente considerable
del Ejército Nacional (sobre el 10 % ), de
( 64) CASAS · DE LÁ. VEGA, R., Las llli#cias nacionales, tomo I, páginas
185-188.
(65) -CAsAs DE LA VEGA, R., Las milicias nacio,Íales en la gue"a de
España, Editora Nacional, Madrid, 1974, págs. 184190.
746
Fundaci\363n Speiro

EL PORQUE DE LA VICTORIA
excepcional calidad y demostración de un amplio apoyo popular
a
la Causa Nacional que se seguía adelantando al llamamiento
a

filas. Curiosamente, mostraban al mismo tiempo
la mayor fk,.
xibilidad organizativa del mando nacionaL Baste considerar la
considerable pluralidad de unidades que componían las divisio­
nes

nacionales, que
se reflejabit en su uniformidad, frente a la
monocromfa de sus contrarios.
Dos actitudes en el combate.
32. A la hora de librar batalla, la actitud de los dos Man­
dos militares fue diametralmente opuesta:
la actitud del Nacio­
nal era confiada y ofensiva, fa actitud del mando del Ejército
Popular
resultó siempre

recelosa, encogida, quejosa
y, en pocas
palabras, defensiva, incluso cuando montaban un ataque de gran envergadura,
Esa actitud de unos
y otros ante el planteamiento general
de
la guerra se manifiesta indirectamente, e incluso involuntaria­
mente, en detalles como las fortificaciones
y los lemas de pro­
paganda:
~ En zona nacional la fortificación se limitó siempre al pro­
pio frente estabilizado, y eso, cuando era particularmente dispu­
tado; no se organizaron nunca lineas defensivas a retaguardia.
La historia de la fortificación se
enriqueció únicamente

en
la
zona rojo-republicana, con grandes . sistemas en profundidad.
Son famosas las lineas XYZ que
cubría Valencia,
el «Cinturón
de
Hierro» de

Bílbao,
la línea del Cinca o las L-1 a L-6 que
hablan de cubrir Cataluña. No se trataba tan sólo de que el Mando rojo previera constantemente la ruptura de
sus propias
líneas;

es que en algunos casos su construcción rayaba en el miedo
patológico: el Cinturón de Hierro
bilbaíno fue

iniciado en oc­
tubre de 1936 (66) (los nacionales no comenzaron su campaña
de Vizcaya hasta marzo del
3 7,

mientras
fueron los
gudaris los
que atacaron en dirección a Vitoria), más aún,
la linea del Cinca
( 66) MARTÍNEZ BANDE, J. M., La guerra en ,el Norte, Editorial San
Martín, Madrid, 1969, pdgs. 161-162.
747
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOV AL
para defender Catalufia fue comenzada ¡en agosto de 1936!,.
cuando todavía se
hablaba en
Barcelona de conquistar
Zaragoza
y

aún no se había
realizado su
primera gran ofensiva contra
Huesca (

67). No es de extrañar que digamos que el mando re­
publicano
atacaba sin dejar de mirar hacia atrás.
- La propaganda roja, magnlfica técnicamente, se centro en
lemas
más que desafortunados

para
imprimir una
moral de
vic­
toria:

¿quién no ha oído hablar del «No
pasarán» de
la Pasio­
naria, del «Resistir es vencer» de los tiempos de Negrín o del
«Fortificar es la mitad
de la victoria»? Frente a eso resultaba
más esperanzador el subtítulo del Diario de Navarra desde el
primer
día de la guerra: «Camino de la Victoria», y luego ven­
dría lo de fechar por ali.os triunfales.
3
3. Lo que
sucedía es
que los mandos supremos padecían
concurrentes complejos complementarios: de superioridad en
el
nacional y de inferioridad en el rojo-republicano.
El sentimiento de superioridad de los nacionales era en parte
un juicio
acertado respecto

de la
moral de
su contrarios, pero
también una

subestimación excesiva que condujo a
una· audacia
rayana

con la temeridad.· Llevó consigo ventajas y males .. Ven­
tajas como el espíritu ofensivo a
todo trance (

desde Madrid a
Cataluña pasando por Vizcaya los nacionales emprendieron sus
ofensivas sin la preceptiva superioridad numérica, y eso
sin ha­
blar
de !a acción de la Armada Nacional, desproporcionada de
principio a fin) ( 68).
Incon;enientes como
no saber calibrar el
(67) MARTÍNEZ BANDE, J. M., La invasi6n de Aragón ... , págs. 200-201.
(68) Del espíritu agresivo sin considerar la fuetta del enemigo pode­
mos poner tres
ejemplos:
En noviembre de 1936 los nacionales asaltaron frontalmente Madrid
con
unos
15 .000 combatientes contra un mínimo de otros tantos ~SO·
res que se .reforzaban día ·n-as día. Franco s6lo desisti6 del ataque cqando
la proporción llegó a set de tres a uno ¡a favot de la defensa!
Cuando comenz6 la Ofensiva de-Vizcaya las Brigadas de Navarra to­
talizarían 28.000 hombres, tantos como la infanieria del Ejército de Euz­
kadi.
Y en la última campaña que se disputó en la guerra, los nacionales
748
Fundaci\363n Speiro

EL PORQUE DE LA VICTORIA
alcance de los ataques previstos del enenúgo ( es el caso del
Ebro), o cómo plantear contraataques excesivamente ambiciosos
para los medios empeñados ( es
el caso inicia,J de Brunete y de
Tetuel).
Pero el sentimiento de inferioridad de fos republicanos fue
mucho más nocivo, pues -consiguió ·convertir .una real superiori­
dad de medios en una también real inferioridad en el campo de
batalla. El proceso puede describirse más o menos del siguiente modo:
el considerar a los oponentes como. superiores provocaba
lamen­
taciones

y la solicitud insistente de refuerzos, que se
repartían
por

todos los frentes y sectores con la consiguiente mala econo­
mía· de

medios. En consecuencia, los rojo-republicanos
llegaban
a

ser fuertes en todas partes para defenderse, pero no lo
suficieiv
te

como para atacar, y
además, cuando
sufrían una ofensiva en
la que
J()s nacionales concentraban sus

elementos de guerra, que­
daban en una situación de inferioridad puntual,
h cual,

cada
vez que se
repetía, agravaba

su complejo
de inferioridad. Con
el conjunto de
las fuerzas rojas ocurrió

lo
mismo que
en la cam­
paña
de Francia

de 1940: se dio
la impresión

de que los carros
·
de

combate alemanes eran muy superiores en número,
cuando
los

documentos
han demostrado a posteriori que la realidad era
exactamente la contraria.
En el Ejéroito Popular reinó siempre
.Ja sensación de penuria,
y, por su causa, en
muchas ocasiones_

la penuria
misma (69). .
No

sin ironía
ha escrito Sa.Jas Larrazábal que «en una nueva
parado¡a de

aquella parod6¡ica guerra, la doctrina imperante en
el campo
nacional. fue revolucionaria,

en
t¡:mto la
aplicada por
sus contrarios era. eminentemente conservadora. En esta conduc­
ta, tatJ diferente, se asienta uno de los fdctores que hicieron
atacaron las 20 divisiones m:ls una de Blindados del Grupo de Ejércitos
radicado en Cataluña, para destruirlo, con apenas 21 diviSiones Y una de
Cabalrería, prescindiendo a mitad de la campafía de una de las primeras
en

beneficio del
frente exttemefio.
(69) SALAS LAllRAzÁBAL, R., Historia del Eihcito ... , tomo II, pági­
na 2.360.
. 749
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOV AL
creer en la riqueza de un bando y la penuria ·del otro ... », por­
que se puede
afirmar con todo derecho que Franco aplicó

a
lo
largo de toda la guerra la que sería doctrina de Mao-TsesTung: .
«la
estrategia

de enfrentar uno a
diez y la táctica de combatir
diez a uno»
(70).
Finalmente, el· Mando del Ejército Popular mostró siempre
desconfianza hacia su propio instrumento, justificada, porque éste
demostr6 su incapacidad en los escalones inferiores para manio­
brar, temerosos siempre de las
maniobras flanqueantes

o de las
resistencias
aisladas que ,se dejaban

a
Ja espalda.
34. Queda así planteado un tema ineludible: la estrategia
de Franco no sólo se basaba en
la concentración de esfuerzos en
el punto decisivo, sino en el
presupuesto de
que
las pequeñas
guarniciones que constituían
el resto del frente resistirían en­
tre
tanto la presión de
fuerzas muy
superiores.
El general Gámbara
observaba:' «La

fabulosa serenidad eon
que los soldados españoles continúan batiéndose en una
posici6n
aislada
y cercada me ha producido siempre asombro» (71 ). Pero
esta observación es inexacta si no se completa con
esta otra ri­
gurosamente objetiva: tal capacidad pareció estar reservada en
todo momento a las tropas
nacionales, que casi monopolizaron
todos

los episodios de este género. Esta
disimetría brutal
entre el
comportamiento combativo de las
posiciones de

uno y otro ban­
do
requeriría una

explicación que no nos atrevemos a aventurar
aquí, pero fue decisiva para el curso de la guerra.
3 5. En la resistencia de . posiciones asediadas podemos dis­
tinguir dos fases diferentes: una inicial, resultado de la alea­
toria distribución de poblaciones
alzadas y

no-alzadas que pres­
taban
al mapa militar de España un aspecto de mosaico de ar­
chipiélagos entremezclados, y otra posterior, en que las posicio­
nes quedan aisladas y asediadas a consecuencia de la ruptura de
·
las

líneas en una. ofensiva.
(70) Ibid., tomo II, pág. 2.365.
(71) GARCÍA Sl!RRANO, R., op. cit., pág. 619.
750
Fundaci\363n Speiro

EL PORQUE DE LA VICTORIA
En la primera fase los nacionales no sólo resisten por enci­
ma de cuanto se pudiera
exigir o esperar, hasta su liberación o
aniquilamiento, en
el Alcázar de Toledo, Oviedo, el Santuario
de Nuestra Señora de la Cabeza o los cuarteles de Gijón, sino
en multitud de poblaciones, fundamentalmente andaluzas
y ex­
tremeñas en que se alzaton
guardias civiles y paisanos (72).
Se podría atgumentat que los milicianos frentepopulistas no
contaban
ron o~ganización o armamento de

guerra
para realizat
resistencias

similates, pero
1á objeción en poro válida, primero,
porque precisamente en los primeros meses de
la guerra asisti­
mos
.a las

pocas gestas de este tipo del bando rojo-republica­
no (73)
y sobre todo porque la existencia de una fuerza alzada
aislada

no
tenía por
qué desembocar necesariamente en las
far-
(72) Sin contar las resistencias de los alzamientos efímeros de Alba­
cete o de los cuarteles de Loyola en San Sebastián ( concluidos en 25 y 28
de julio, respectivamente), podemos citar .la defensa de Villanueva de la
Serena, primero por la Guardia Civil y luego a cargo de los falangistas
locales has.ta el 30 de julio y la del Monasterio de Guadalupe (Ciiceres),
(14/2J.-VIIl-36).
MARTÍNEZ BANDE, en au obra La campaña de Andalucla, Editorial San
Martín, Madrid, 1969, deja coristancia de la resistencia de nuinerosos
puestos aislados d~ la Guardia Civil por toda Andalucía hasra au sofoca­
miento o liberación. Aparte de localidades aisladas hay que considerar las co­
marcas enteras del Valle
de los Pedroches (Córdoba) y Huéscar (Grana­
da), que no cayeron hasta mediado el mes de agosto. -Para esas mismas
fechas se liberó la ootnarca · de Granada capital, hasta entonces aislada y
sometida a intensa prcsi6ti.
El caráct.er heroico de _ esas pequefias resistencias queda reconocido en·
la concesión de la Laureada al puesto de Tocina (Sevilla), y a la familia
Cabañero por la defensa de su casa en Puertollano (Ciudad Real).
Vid., de la obra citada de MARTÍNEZ BANDE1 ·eritre otras, las págs . .53-
56, 77-80, 105-107 y 113.
(73)
· Así,

la Iglesia de Almendralejo (Badajoz) (7 /11-VIIl-36) o la
Catedral de Sigüenza (8/16-X-36).
Vid. MARTÍNEZ BANDs, J. M., La mar­
cha sobre Madrid, Editorial San Martín, Madrid, 1982, págs. 136 y 255-256.
Se da el caso
de que la catedral de Sigüenza fue reducida por el Gene­
ral Moscard.6 a quien, an,tes de encerrarse en ella, había incitado a emular
a sus subordinados Fdiciano Benito,
el jefe que .luego esc~patía abandonán­
dolos (ver Historia de la Cruzada Española, totno XIX, págs. 92 y 95).
751
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOV AL
gas y heroicas resistencias que se produjeron. Y a entonces había
empezado
a obrar una diferencia
de espíritu notable por todos
los conceptos. De todo ellos, el más famoso, y que dio nombre a los demás,
es el Alcázar de Toledo,
,por la magnitud de la gesta en sí mis­
ma, pero también por la propaganda que involuntariamente le hi­
cieron los rojos y el final feliz dé su liberaci6n.
Cuando Franco
sali6 de
las ruinas, del
Alcázar recién libe­
rado parece ser que dijo: «La liberación del Alcázar es lo que más
he

ambicionado en mi vida. ¡Ahora la guerra está ganada!».
Y no se trataba de puta ret6rica, porque
la gesta del Alcá­
zar
marcó un

triunfo
moral, transcendental:

un ambiente de to­
tal confianza en el triunfo
final. Como

observa Casas de la Vega
hay en la gesta del Alcázar
«Un ejemplo
al cual se van a referir los hechos suce­
sivos. Como el
Alcázar bien,

menos que el
Alcázar, mal;
quizá cobardla, quizá traición.

El Alcázar establece el ar­
quetipo propio del
E¡ército Nacional.

El
limite del
valor
y del sacrificio exigibles. Pero aún es más. El del Alcázar
es el camino cierto, seguro, probado, para
la victoria. Pu­
dimos hacer aquello, podremos hacer lo que sea hasta
vencer.
El enemigo se propuso y no pudo vencer, análoga­
mente, en el futuro tampoco
podrá hacer fo que se pro-
ponga» (74).
,
36.

Antes de que
la liberaci6n de Oviedo y la caída del
Santuario pusieron fin a los alcázares
nacionltles procedentes
de
los avatares del Alzamiento ya habían comenzado a manifestarse
ejemplos de esa
elevadísima moral

de resistencia en posiciones
envueltas
durante los ataq]Jes a las líneas

establecidas;
así, en
(74) CAsAs DE LA VEGA, RAFAEL, El Alcázar, G. del Toro, Madrid,
.
1976.

Si
bien el que los nacionales tomaran la conducta del Alcázar como
pauta produjo en, ·general efectos positivos también llevó ·a -injusticias mo­
vidas por la exageración. Así pas6 COD los defensores de Teruel, a los que
se
acusó de , traición después

de
µna heroica defensa de 24 días, abrién­
dose expediente a su comandante _militar (vid. MARTÍNEZ BANDE, J. M., La
batalla de Teruel, págs. 228-236),
75Z
Fundaci\363n Speiro

EL PORQUE DE LA VICTORIA
el ciso del frente de Huesca se trata de Apiés, Siétamo y Es­
trecho Quinto (75). Entramos con ellas en la que
hemos consi­
derado

segunda fase de las resistencias de posiciones aisladas.
No es que los rojos no defendieran duramente sus líneas,
ciertamente que
lo hicieron,

pero una vez. rotas, ante el flanqueo
o el copo,
la reacción era de repliegue o de rendición (76).
En la
zona nacional, en cambio, las resistencias a,lcazareñas
~e
reprodujeron
durante
la campaña · con un doble resultado:
quebrantar la
confianza en

el triunfo
ae sus
enemigos
y obtener
transcendentes ganadas de

tiempo ante las rupturas enemigas.
Cuando un frente era roto,
las posiciones envueltas resistieron
en
erizp hasta el extremo, entreteniendo al enetnigo y ganando
tiempo para la reacción (77). Como resultado de ese espíritu de suprema combatividad el
Ejército
Nacional tuvo

a gala no devolver ningún trozo de te­
rreno al
enemigo, aun en las mM desfavorables situaciones tácti•
cas, y así se sostuvieron en condiciones precarias Huesca y Ovie­
do y sobre todo la Ciudad Universitaria, cuya conservación cos-
(75) Apiés (28/31-VIII-36), Siétamo (31-VIII/12-IX-36), Estrecho
Quinto (4/30-IX-36)_ Vid. MARTfi g6n

...
, págs. 104-109. .
(76) No se conocen casos de :lX}Siciones aisladas a retaguardia de las
líneas nacionales en ninguna de las ofensivas ,_ qüe desencadenarori, como
tampoco demostraron voluntad de resistir aisladas las grandes unidades atra­
padas en_ las bolsas producidas· por· las maniobras naciOnales: Málaga, Alto
Ebrof _ Santoña O La Serena. El. Cas(J de .Bielsa' .es muy diferente. por apo,
yarse en la frontera francesa, y res~«i reducida en apenas_ ocho días, en
cuanto fue atacada, pese a su favorable to,POgrafía.
Lo antedicho queda patente en Terud: mientras la guarnición nacional
de unos 7 .000 hombres no dudó en resistir aisladamente en cada una de
las posiciones del perímetro· exterior. y en el casco urbano a 'tres cuerpos
de ejército, en_ cambio, dos meses después, la divisi6n de «El Campesino»
se retiró de la ciudad nada ·más quedar cercada.
· (77) Son Jas resistencias decisivas, como han sido denominadas, de
Quijorna
y Villanueva de
la Cañada,_ en Brun_ete; · de _Belchi_te, -Codo y
Quinto salvando Zarag02a; de. Albarracln (7 /14-VII-37); de Tetuel tesis,
tiendo 24 días al clima ,y al enemigo; de la cabeza. de puente nacional de
Ser6s (7 /20-XI-38); de las sierras 'Trapera y Mesegara, en la batalla de
Peñarroya. .
753
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LUIS MARIA SANDOV AL
tosísima no tiene otta justificación que· la · enunciada por Franco
al
decidir
la liberación del Alcázar:
«En toda. guerra
y más en las civiles, los factores es­
pirituales cuentan

de modo
extraordinario; hemos
de
im­
presionar al enemigo por el convencimiento llevado a su
ánimo de

que
cuando nos
proponemos
lo realizamos sin
que
pueda
impedirlo» (78).
Uno de los factores morales, pero también tácticos e inclu­
so esttatégicos del triunfo
nacional. fue la capacidad de sus ofi­
ciales y tropa de hacer, llegado el caso, de cada posición un
Alcázar. Actitud que sin duda
estaba también alentada por
la
confianza en

que el mando procuraría -y procuraba -socorrer­
les por todos los medios como en Toledo o en
/Oviedo.
Los valores morales fuera· de España.
3 7. Los factores morales no circunscribieron su influjo a
la Piel de Toro, también resultaron capitales en el exttanjero. En 1936 ninguno de los contendientes
podía conducir una
guerra sin auxilio económico
y militar del exttanjero. Y el bando
alzado, además
· de

su situación irregular
era completamente
in­
solvente; todas

las reservas de oro
y plata del Banco de España
(las terceras del mundo) estaban en
Madrid, en poder de
sus ad­
versarios. En perfecta teoría económica
los rojo-republicanos eran
más que solventes,

pudiendo pagar al contado grandes cantida­
des· de
material con

sus reservas, además de
·con las expottacio­
nes

que
siguieran haciendo.
La

realidad resultó ser totalmente la
contraria: el bando in­
solvente
consiguió financiar
a crédito de particulares (79) y Es-
(78) Tomado de MARTINEz BANDE, J; M., La marcha sobre Madrid,
pág. 169.
(79) Los nacionales consiguieron aprovisionatse de petroleo desde el
primer momento gracias a varias compafi{as norteamericanas, entré dlas
Texaco. Cuando eo octubre del 36 se les consultó sobre la forma de
paga telegrafiarían: «No · se preocupen del pago». Vid. AzNAR) Historia
militar ... , tomo III, pág. 399.
754
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EL PORQUE DE LA VICTORIA
tados extranjeros su esfuerzo de. guerra. En cambio, el bando
solvente, a causa de sus circunstancias de doble
poder y
de
te­
rror

en su retaguardia, no sólo no consiguió crédito de las
finan.
zas privadas, sino que, aun los Estados teóricamente amigos, no
le vendieron su material sin el
depósito previo de ]as reservas
españolas en su propio territorio;
un tercio

del oro y divisas es­
pañolas se
depositó en

Francia y
el resto se llevó a la Unión So­
viética (80). Nunca como en este caso se puede percibir la natu­
raleza de

valor
moral que

tiene el
poseer o no crédito. ¿ Hará
falta resaltar quién se mostró superior una vez más?
38. Aún nos atreveríamos a decir más: si bien en toda
política internacional no está ausente el propio interés,
en gene­
ral Ios aliados de la causa nacional fueron más generosos y cons­
tantes que

los de sus
oponentes. Y si no, comparemos el cons­
tante aunque silencioso
apoyo portugués,
con
la oscilante postu­
ra de Francia,
el progresivo desenganche de la Unión Soviética
cuando vio la guerra definitivamente perdida con
la actitud de
Mussolini después
de Guadalajara

de
escalar su apoyo hasta
con­
seguir asegurar
la Victoria.
Finalmente, en
el apoyo político Alemania e Italia se mos­
traron más determinados; habiéndose puesto de
acuerdo para re­
conocer el Régimen de Franco cuando conqulstara Madrid, la
frustración de ese objetivo no les retrajo de hacerlo en ese mis­
mo mes de noviembre que
· había presenciado · el primer fracaso
nacional (81). Y Mussolini, especialmente, corrió. riesgos muy
grandes al comprometer su
Armada en el ataque al tráfico na­
val de

los
:puertos republicanos.
(80} SALAS LARRAZÁBAL-; JESÚS, Intervención extranjera .en la guerra
de España, Editora Nacional, Madrid, 1974, págs. 503-509.
(81) Pensemos que un siglo antes las potencias favorables al catlismo
no llegaron a . reconocer oficialmente a Don Carlos· por no conseguir éste
los resultados militares que aquéllas hubieran deseado.
755
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LUIS MARTA SANDOV AL
Conclusiones y enseñanzas.
39. Recapitulemos: al córrúenzo de, la guerra, Espafia quedó
dividida en dos rrútados · bastante equilibradas en los distintos
medios disponibles o
-inovilizables

para el combate. Si acaso las
ventajas numéricas se inclinaban del
lado rojo-republicano.

Las
,iportaciones exteriores

durante el conflicto no hicieron
sino man­
tener

esa pauta de equilibrio numérico relativo.
¿Qué explica, pues, la victoria de los nacionales? En nues­
tra
opinión, que

hemos procurado fundamentar en las páginas
anteriores, la razón de la Victoria está en la
calidad. En la su­
perioridad
nacional .en

todos y cada uno · de los aspectos que con­
figuran la moral combativa

de una causa política
y de su brazo
militar, factores que- no vamos a reiterar.
Ahora bien, esa afirmación plantea a continuación un nuevo
interrogante: ¿cuál fue

la causa de esa superioridad moral?
40, Azaña escribió: «Es seguro que, después de los italia­
nos

y los alemanes, no han tenido los nacionalistas me;or auxiliar
que todos aquellos creadores
de una

economla dirigida, o
más
bien

secuestrada por los sindicatos».
Mattínez Bande adopta su
juicio,
dándole mayor

amplitud
y precisión: «El mayor aliado de
Franco fue

la
revolución española» (82). Recientemente, Edward
Malefakis, de
cónocidas proclividades,
ha concluido que, paradó­
jicamente, «La revolución social permitió a la República lanzarse
a
la

guerra
-civil, pero
también contribuyó
a asegurar
su derrota
en aquel conflicto»
(83).
Observemos que los dos últimos se refieren a la «revolu­
ción», y en nuestro criterio· la razón última debe buscarse por
esa
senda, En

aquella ocasión ambos bandos aplicaron sin trabas
los principios que se derivaban de su concepción del mundo, y
la práctica, prueba de. fuego de las teorías, demostró que en el
-(82} MARTÍNEZ BANDE, J. M., Por qué ... , pág .. 143.
(83) El Pais, de 1 de junio de 1986, coleccionable, La guerra de Es­
paña, p,!g. 224.
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EL PORQUE DE LA VICTORIA
enfrentamiento entre las aplicaciones de la concepción cristiana
del
mundo y las de la revolucionaria, aquéllas eran superiores.
Fue el orden natural de las cosas el que otorgó la Victoria.
Los derrotados no pudieron· sobreponerse, aunque llegaron
a quererlo, a su educación
antimilitarista y a su espíritu partidis­
ta, clasista o nacionalista, es decir, sectario a la
.postre.
Los vencedores, en cambio, habían sido educados en el res­
peto y amor al orden y cuanto lo crea o asegura, y sobre todo,
en
el trance supremo demostraron creer realmente en
la existen­
cia de valores superiores -Dios
y Patria- a los que servir, de­
poniendo

ante ellos sus
· no

pequeñas diferencias. Es
más, esa
educación de

la moral combativa había pasado de
genérica y di­
fusa

a
explícita e

intensiva en aquellas escuelas
y movimientos
que, como Acción Española, la Comunión Tradicionalista y la
Falange habían
previsto la ineludible confrontación.
Para que no quepan dudas
de que estas conclusiones no pro­
cedan,

lisa y llanamente de nuestros prejuicios, apelemos por
úl­
tima vez al testimonio del enemigo.
El comunista
Orwell, que combatió en España junto a sus
correligionarios del P.
O. U. M. dejó escrito en su novela 1984:
«Todos los gobernantes de todas. las épooos intentaron
imponer
un· falso

concepto del mundo
á sus súbditos, pero
no podían fomentar ilusiones que perjudicasen la eficacia
militar ...
Aun admitiendo que en filosofía, en ciencia, en
ética o en política dos y dos pudieran ser cinco, cuando
se
fabricaba un cañón o

un aeroplano
tenían que ser cua­
tro».
El desconocimiento de esa regla elemental, de que, incluso
para imponer un falso concepto del mundo hay que
apelar a
la
verdadera naturaleza del mismo, es
1a. causa de que la guerra,
mediatizada en su conducción por las utopías revolucionarias,
desembocara para los rojo-republicanos en
la derrota del Lº de
abril. De una forma distinta, también Besteiro afirma que la
de­
rrota

se debería a haber sustentado una
teoría· errónea:
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LUIS MARIA SANDOVAL
«Estam ro que el hacer mías estas culpas es pura retórica). Esta­
mos
derrotados por
habernos dejado arrastrar a
la línea
bolchevique,
que

es
Ja aberración política

más
grande que
han conocido
quizá los siglos

... ,
la reacción contra ese error
de

la República de
dejarse arrastrar a la línea bolchevique,
la representan genuinamente, sean los que quieran sus dec
fectos,

los nacionalistas que se
han batido en la gran cru-
. zada

antikomintern» (84).
41. Como
la confrontación entre la Revolución y la Contra­
rrevolución prosigue sin
. tregua,

no debemos desaprovechar la
ocasión
de: sacar _

enseñanzas
-prácticas para

nuestra acción, ya que
en sus líneas
generales.. las

contiendas, sean
arma~ o

no,
obedec
cen

a unos mismos principios.
_;_ Lá primera ha de ser la importancia del factor moral ( si
bien advirtamos que
sólo resulta decisivo

cuando
Jos demás
·fac­
tores, en conjunto, se equilibran). Esto
ha de producirnos una
graode. y fundada esperanza: en teniendo un mínimo de medios materiales no hay razón para que sea
ese capítulo el que decida.
-En

segundo lugar es imprescindible
repetir que la mejor
práctica sólo puede

proceder de la mejor teoría. Obremos en
consecuencia con nuestra doctrina y desconfiemos de esas «ex­ cepciones». . . en las que algunos viven por sistema.
-Hay

que procurar alcanzar
el justo aprecio de las situa­
ciones: tan funestas son la sobrevaloración como la subestima­
ción
de las fuerzas propias o de las ajenas. Hecha esta salvedad,
más conviene cultivar
fa confianza en sí mismos, máxime si ob­
servamos

un residuo de complejo de inferioridad en todos los re­
volucionarios,
qlle se manifiesta en su obsesión: en repetirse qU:e
·consolidan
sus

avances. ¿Cuántas veces no oiremos decir que con
cierta cosa se consolida definitivamente la democracia en España?
-Además,

hay que educar expresamente la moral
combati­
va

en aspectos como el sentido de subordinación, el respeto a los
que poseen competencias
espec!ficas o

la necesidad de mantener
las posiciones qne conservamos a todo traoce.
(84) Tomado de España en llamas 1936, ¡,,lg. 575.
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EL PORQUE DE LA VICTORIA
-Aprendamos a cuidar de nuestra propaganda. Una doctri­
na realista no debe ignorar que uno de los factores .reales que
condicionan
la conducta humana es la visión sub¡etiva que de la
situación. tienen
los protagonistas,
visión que
la propaganda pue­
de influir en uno u otro sentido.
-Finalmente
lo
más importante,
no nos dejemos arrebatar
nuestra unidad medular:
la Fe Católica. Va siendo hora de de­
nunciar

primero y combatir
a oontinuación eH:iesgo de un cierto
anticlericalismo de derechas. La causa de
la· «Civilización
cris­
tiana» carece de sentido si se reniega de la
I¡jlesia.
Como

nos hace ver Massimo Introvigne ( 85), hay una
gra'
ve

deficiencia en una eclesiologfa que
no oomprende
que las
po­
siciones -y los error~ en golítica .no son el criterio decisivo
para
reconocer la subsistencia

de
la Iglesia auténtica ..
Al

laico cristiano corresponde
dirigir la
batalla oontra la Re­
volución en la política. Cierto modo de criticar los errores
epis:
copales

en esta materia pueden conducir
y conduce de hecho, in­
cluso en España, a una situación en la que algunos pretendan
proseguir la batalla política
al margen de la Iglesia, en la cual
hayan
perdido la fe; y, luego, cuando vean necesaria una visión
global de la vida
y del
mundo, recurran al neopaganismo
expl_í­
cito de. la escuela de un Evola o de un Alain de Benoist.
Las críticas
á los desvaríos dericales y episcopales en materia
política
serán
francament~ peligrosas
si no van acompañadas in­
disolublemente de una
afirmación de la auténtica

cosmovisión
cristiana y de la Fe Católica a secas.
No puede haber nada que justifique
el abandono

de la doc­
trina cristiana, o
el poner

entre
paréntesis a
Cristo, Rey del Uni­
verso, pero aunque sólo fuera por motivos pragmáticos, los
po­
líticos de hoy deberían comprender que la moral combativa sólo
se
asegura plenamente poniéndose al servicio de algo verdade­
ramente trascendente: Dios. Hoy oomo en
1936 y

oomo siem­
pre:
«IN HOC

SIGNO VINCES».
(88) «La Rivohcione Francese: verso una interpretszione teologica?»,,
en Quaderni di. Cristianita, núm. 2 (1985), pág. 18.
75'>
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