Índice de contenidos
Número 305-306
Serie XXXI
- Textos Pontificios
- Noticias
- Notas
- In memoriam
-
Estudios
-
¿Hacia un nuevo orden mundial?
-
Filosofía política y ciencias políticas
-
Estado de naciones, nación de estados, nación de naciones
-
Democracia y Constitución
-
Constitución española y realidad política (Apuntes críticos en torno a la aplicación cotidiana de la Constitución española en sus primeros doce años de vigencia)
-
El concepto de «guerra justa» en relación con la unidad de los pueblos europeos
-
El poder y la libertad
-
Concepto y metodología de la ciencia histórica (I)
-
-
Información bibliográfica
-
Luis María Sandoval Pinillos: Cuando se rasga el telón
-
Francisco Elías de Tejada: Historia de la literatura política en las Españas
-
Carlos Cardona: Ética del quehacer educativo
-
AA.VV.: Libertad, vida, cultura y ciencia. Memoria del Primer Foro «Juventud Positiva»
-
Francis Fukuyama: El fin de la historia y el último hombre
-
José Manuel Blanco-Ons: Luis de Trelles y Noguerol (1819-1891)
-
Salvador Abascal: La Revolución mundial. De Herodes a Bush
-
Rafael García Serrano: Cantatas de mi mochila
-
Florentino del Valle, S.J.: Sisinio Nevares S.J., realizador y guía en la encrucijada social del siglo XX
-
- Crónicas
Autores
1992
Don Lucas [García Borreguero] desde Segovia
IN MEMORIAM: D. LUCAS GARCIA BORREGUERO
DON LUCAS DESDE SEGOVIA
POR
FRANCISCO JOSÉ FEBNÁNDEZ DE LA ~IGOÑA
Ha entregado su alma a Dios el 27 de mayo pasado don Lucas
García
Barreguero. Tras larguísima y penosa enfermedad. La Igle
sia segoviana, de cuya catedral era canónigo, perdió a uno dé sus
mejores hijos. Al igual que
su amada tierra castellana -había
nacido en Veganzones (Segovia), el 21 de marzo de 1911-, a
cuyos intereses espirituales
pero también culturales y materiales,
dedicó toda su vida.
Nadie puede decir que conoció bien a don Lucas si no le trató
en su ciudad y en su tierra.
No porque allí fuera otra persona,
pues evidentemente era la misma, sino porque
se · daba una com
penetración entre ciudad y sacerdote, entre provincia y sacerdote,
que asombraba a quienes
la presenciaban, ya que eso ya no era
lo habitual en España.
Muchos años de entrañable amistad,
mil excursiones en busca
de
la iglesia románica perdida, del paisaje pintoresco, de la gale
ría porticada que no aparece señalada en las guias o del· cordero
criado en los alrededores de San
l'rutos, ·que tengo para mí es
especial protector de
esos animalitos, me dan especial conocimien'.
to de causa.
Ir a ver a don Lucas era siempre apasionante. Conocía todo,
cdnocía a todos, le conocían todos. Subir desde su humildísima
casa sacerdotal, enfrente de
la hermosa iglesia de San Martín,
hasta
la catedral, o bajar hasta· el Azoguejo, cien o doscientos me
tros, era pararse a saludar a cien personas.· A muchas las había
bautizado o casado, o dado la extremaunción a sus padres o la
Verbo, núm. 305-306 (1992), 517-521 517
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
primera comunión a sus hijos. Si se trataba de pueblos sabía
donde estaban las llaves
de las iglesias cerradas, era recibido con
enorme respeto por todos los párrocos, que en
más de una oca
sión se incorporaron a nuestra gira, y conocía hasta el mínimo
detalle fechas, estilos, imágenes, advocaciones,
todo.
Y siempre como sacerdote. Unas horas con él eran unos ejer
cicios espirituales. Un día, oxígeno religidso para varios meses.
Y en todas las ocasiones de un modo tan humano, tan poco
pro
fesora/, en persona que tantos conocimientos tenía, que la religión
era un
gdce compartido entre hermanos que veían reflejada la
talla románica o el alarde barroco, en el vuelo de los buitres
so
bre las hoces del Duratón o en las luces prodigiosas de la sierra
segoviana.
Sacerdote siempre. Aun cuando apenas podía ya hablar por
la fatiga. El había adoptado la regla profesada en las
casas de Te
resa, su santa andariega y castellana. Aunque nd se hablara de
Dios, El estaba allí y terminaba siempre apareciendo. Al principio
o al final. Llamaba a
su viejo y queridísimo amigo y El venía.
Y con solo su figura nos dejaba vestidos de hermosura.
Su habitación de la residencia sacerdotal estaba siempre
con
visitas. El fidelísimo don Gerardo que cuando don Lucas ya no
podía traer a su Cristo a sus manos,
él se lo llevaba a su corazón.
El viejo penitenciario que con una agilidad física y mental sor
prendente para sus muchísimos años celebraba con su amigo y,
nunca mejor dicho, cdrreligionario, capítulos apasionantes. Una
de las últimas
veces que vi a don Lucas estaban sentados junto
a su
cama un sacerdote de ordenación reciente y dos jóvenes que
luego supe
se preparaban para la ordenación. Frecuentaban al en
fermo no para dar compañía, en una obra de misericordia, sino
para recibir gracia sacerdotal que don
Lucas entregaba como un
don que Dios le había dado para repartir.
¡De cuántas cosas podría hablar! De un inmenso amor a la
Santa Madre Iglesia.
Lo llevaba puesto siempre como su sotana
con el ribete morado de
su condición de canónigd. Nunca le había
visto sin ella
hasta las últimas visitas en las que, naturalmente,
estaba en pijama. Y con él era tan sacerdote
como siempre. El
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Fundaci\363n Speiro
DON LUCAS DESDE SEGOVlA
último día que estuvimos mi mujer y yo con él, al irnos, cogió
nuestras manos entre las suyas y nos bendijo. Nunca había hecho
tal
cosa y lo entendimos como el postrero adiós. Un adiós sacer
dotal. La vez siguiente estaba ya en el ataúd. Revestido con el
alba y la casulla. Para llegar al cielo. Como sacerdote de Jesu
cristo. A esos
brazos del Maestro que nos decía eran «amorosos»
pero que «¡cuánto tarda en abrírmelos!».
¡Cuántas
cosas podría contar! Hasta que su enfermedad im'
puso el· traslado a la residencia sacerdotal vivía en un diminuto
piso adscrito a
la parroquia de San Martín. Sin calefacción. Y en
Segovia. Pero es que además su enfermedad crónica se agravaba
hasta punto de extremaunción con cualquier
frío. Pues se resistió
hasta el último momento a gastar unas pocas pesetas en acondi
cionar mínimamente su
casa porque eso le parecía un derroche
y era un dinero del que se iban a privar los pobres.
A Segovia llegó
un día un obispo que era «conciliar». O, me
jor dicho, progresista. Que allí sigue. Don Lucas era «tradicio
nal». Y pienso que no fue ajeno a que el desastre
de la iglesia
segoviana no fuera todavía mayor. No por lo que hiciera, que
poco o nada puede hacer
un canónigo frente a su obispo, sino
porque
se constituyó, o le constituyeron, en la referencia a la que
todos
miraban. Hasta el obispo. Que estoy seguro que no hizo
más cosas por el «qué dirá don Lucas». Pues a él iban a pedir
consejo o simplemente opinión la mayor parte de los sacerdotes
tradicionales
de la diócesis que eran, a su vez, la mayor parte de
los sacerdotes segovianos.
Si los Cristos, las Vírgenes, los santos segovianos eran objeto
de especial predilección
de don Lucas había una Virgen que se
llevaba la palma. La Virgen de la Fuencisla. Creo recordar que
por el
mes de septiembre se celebra su fiesta, a la que asistí en
varias ocasiones, que
culmina en la plaza del Azoguejo, bajo los
arcos del acueducto,
cOn todo el pueblo reunido alrededor de su
patrona a la que se le rinden --o al menos se le rendían-ho
nores de capitán general por la banda de la Academia de Artille
ría. Era un acto que don Lucas no
se perdía nunca hasta que la
enfermedad se lo impidió.
519
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSE FERNANDBZ DE LA CJGOilA
La primera vez que lo presencié quedé impresionado. El pa
raje bellísimo. La marcha real sobrecogía a toda una multitud
enamorada
de su Virgen. Y allí estaba el obispo que a mí me
pan:ció con gesto hosco y, desabrido porque eso no era lo «con
ciliar». No digo que Id tuviera, sólo que me pareció que lo .tenía,
pues bien pudiera ser que mi escasa simpatía por el prelado me
hiciera ver moros . donde no los había. Publiqué un artículo sobre
la procesión en
d que al referirme a Palenzuda dije algo así como
«el obispo, negro, bajd y corcovado ... ». Con lo que no faltaba a
la verdad. Porque era las cuatro cosas: obispo, negro
-no de
raza, evidentemente-, bajo y
corcovado. Le mandé a don Lucas
el artículo una vez publicado y, la siguiente vez que nos encon
tramos, noté que tardaba en hablarme de él. Al buen rato
se lo
mencioné y entonces
me dijo que le había parecido muy bien,
menos lo
de negro, bajo y corcovado, pues si Dios le había hecho
así era faltar a la caridad decirlo. Fue una lección
más de don Lu
cas. Y en los tiempos en que sus divergencias con su prelado
eran
más agudas.
Don Lucas
García Borreguero, tras haber estudiado en el se
minario de Segovia -,ahora eh la ciudad no hay seminario y ese
fue uno de los grandes dolores de don Lucas, mucho mayor que
los que le producía su enfermedad, y que seguro estoy procurará
remediar desde el
cielo-, se ordenó sacerdote en 1934. Su pri
mer ministerio fue
el de coadjutor en Fuentepdayo, para pasar
en 1936 de ecónomo a Milagros. En 1937 fue capellán
dd Re
gimiento de Artillería por cuya Arma y Academia siempre sintió
especial
carifio, como bien recordará un queridísimo amigo de
él y mío, Luis Muñoz, que fue en su día director de la Academia.
En 1939 fue nombrado consiliario de
.las mujeres de Accion Ca
tólica y en 1940, ecónomo de San Martín. Fue asesor religioso
de la
Sección Femenina y capellán provisional del Frente de Ju·
ventudes. Profesor· adjunto de Rdigión en la Escuela de Magis
terio ( 1947) y ese mismo año vicesecretario de Cámara del obis
pado. Canónigo por oposición en 1948, con
Id que perteneció al
cabildo cuarenta
y cuatro años. Consejero de la Caja de Ahorros
en 1960. Consiliario de la Asociación Pro Subnormales en 1962.
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Fundaci\363n Speiro
DON LUCAS DESDE SEGOVIA
Capellán de la Granja Escuela de la Caja de Ahorros en 1966.
Profesor de
Religión en el Colegio Universitario Domingo de
Soto
.en 1969. Ju~l'rosinodal en 1970 ....
&:: comprende ·qiie toda St¡govia le conociera y que él cono
ciera a toda Segovia. Con respecto a la Ciudad Católica ctl~
la salud se lo permitía fµe asiduo a nuestros Congresos pronun
ciando una
plática en la IX reunión de anrlgos de 4 Ciudad Ca
tólica y publicó en el númeJ:O 139-140 de VerbQ el trabajo «La
raíz del error, ¿en
el entendimiento o en, la voluntad? Ante el
fracaso de la filosofía
moderna». Su antigua amistad personal con
Juan V aller, de la que tengo
innumerables: pruebas, hacía que
desde su
enfermedad estuviera puntµalmente informado, y con
enorme interés, de todas las vicisitudes de nuestra revista. Antes
de
su muerte entregó su colección al Seminario segoviano para
que,
si un día se reabriera, los seminaristas pudieran disponer de
una revista
con la que tan identificado se sentía y que, según
n,e dijo, debía ser texto obligado de todos los que se preparaban
al sac;erdocio.
Se nos fue al cielo un vieja amigo. Un intercesor más que
tenemos
allí. Persona más que notable, sabio, bueno, con una
socarronería sana y encantadora que le
venía sin duda de sus pro
fundas raíces castellanas y más concretamente pinariegas. Y, so
bre todo; sacerdote. El último día que le vi, ya muerto, presencié
una escena
·que· me pareció hermosa. y que os refiero para cerrar
esta semblanza emocionada
.. E;taba yo con sus familiares -des
de aquí nuestro sentimiento a su hermano Dáinaso, a Juana, a
todos los suyas-, cuando entró un hombre. de unos cuarenta
años que por su alzacuellos. clerical .se anunciaba como sacerdote.
Se sentó un rato frente a nosotros en actitud que parecía de
oración. Después
se levantó y . CQJl gesto serio de acercó al fére-
trO e impartió su bendición sobr" los restos mortales de don Lu
cas. Lo tuve por un bonito rasgo de piedad cristiana de un sa
cerdote para con otro sacerdote. ejemplar. Dios· 1e ha de dar
continuadores
y mejores días para nuestra Santa Madre Iglesia.
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DON LUCAS DESDE SEGOVIA
POR
FRANCISCO JOSÉ FEBNÁNDEZ DE LA ~IGOÑA
Ha entregado su alma a Dios el 27 de mayo pasado don Lucas
García
Barreguero. Tras larguísima y penosa enfermedad. La Igle
sia segoviana, de cuya catedral era canónigo, perdió a uno dé sus
mejores hijos. Al igual que
su amada tierra castellana -había
nacido en Veganzones (Segovia), el 21 de marzo de 1911-, a
cuyos intereses espirituales
pero también culturales y materiales,
dedicó toda su vida.
Nadie puede decir que conoció bien a don Lucas si no le trató
en su ciudad y en su tierra.
No porque allí fuera otra persona,
pues evidentemente era la misma, sino porque
se · daba una com
penetración entre ciudad y sacerdote, entre provincia y sacerdote,
que asombraba a quienes
la presenciaban, ya que eso ya no era
lo habitual en España.
Muchos años de entrañable amistad,
mil excursiones en busca
de
la iglesia románica perdida, del paisaje pintoresco, de la gale
ría porticada que no aparece señalada en las guias o del· cordero
criado en los alrededores de San
l'rutos, ·que tengo para mí es
especial protector de
esos animalitos, me dan especial conocimien'.
to de causa.
Ir a ver a don Lucas era siempre apasionante. Conocía todo,
cdnocía a todos, le conocían todos. Subir desde su humildísima
casa sacerdotal, enfrente de
la hermosa iglesia de San Martín,
hasta
la catedral, o bajar hasta· el Azoguejo, cien o doscientos me
tros, era pararse a saludar a cien personas.· A muchas las había
bautizado o casado, o dado la extremaunción a sus padres o la
Verbo, núm. 305-306 (1992), 517-521 517
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
primera comunión a sus hijos. Si se trataba de pueblos sabía
donde estaban las llaves
de las iglesias cerradas, era recibido con
enorme respeto por todos los párrocos, que en
más de una oca
sión se incorporaron a nuestra gira, y conocía hasta el mínimo
detalle fechas, estilos, imágenes, advocaciones,
todo.
Y siempre como sacerdote. Unas horas con él eran unos ejer
cicios espirituales. Un día, oxígeno religidso para varios meses.
Y en todas las ocasiones de un modo tan humano, tan poco
pro
fesora/, en persona que tantos conocimientos tenía, que la religión
era un
gdce compartido entre hermanos que veían reflejada la
talla románica o el alarde barroco, en el vuelo de los buitres
so
bre las hoces del Duratón o en las luces prodigiosas de la sierra
segoviana.
Sacerdote siempre. Aun cuando apenas podía ya hablar por
la fatiga. El había adoptado la regla profesada en las
casas de Te
resa, su santa andariega y castellana. Aunque nd se hablara de
Dios, El estaba allí y terminaba siempre apareciendo. Al principio
o al final. Llamaba a
su viejo y queridísimo amigo y El venía.
Y con solo su figura nos dejaba vestidos de hermosura.
Su habitación de la residencia sacerdotal estaba siempre
con
visitas. El fidelísimo don Gerardo que cuando don Lucas ya no
podía traer a su Cristo a sus manos,
él se lo llevaba a su corazón.
El viejo penitenciario que con una agilidad física y mental sor
prendente para sus muchísimos años celebraba con su amigo y,
nunca mejor dicho, cdrreligionario, capítulos apasionantes. Una
de las últimas
veces que vi a don Lucas estaban sentados junto
a su
cama un sacerdote de ordenación reciente y dos jóvenes que
luego supe
se preparaban para la ordenación. Frecuentaban al en
fermo no para dar compañía, en una obra de misericordia, sino
para recibir gracia sacerdotal que don
Lucas entregaba como un
don que Dios le había dado para repartir.
¡De cuántas cosas podría hablar! De un inmenso amor a la
Santa Madre Iglesia.
Lo llevaba puesto siempre como su sotana
con el ribete morado de
su condición de canónigd. Nunca le había
visto sin ella
hasta las últimas visitas en las que, naturalmente,
estaba en pijama. Y con él era tan sacerdote
como siempre. El
518
Fundaci\363n Speiro
DON LUCAS DESDE SEGOVlA
último día que estuvimos mi mujer y yo con él, al irnos, cogió
nuestras manos entre las suyas y nos bendijo. Nunca había hecho
tal
cosa y lo entendimos como el postrero adiós. Un adiós sacer
dotal. La vez siguiente estaba ya en el ataúd. Revestido con el
alba y la casulla. Para llegar al cielo. Como sacerdote de Jesu
cristo. A esos
brazos del Maestro que nos decía eran «amorosos»
pero que «¡cuánto tarda en abrírmelos!».
¡Cuántas
cosas podría contar! Hasta que su enfermedad im'
puso el· traslado a la residencia sacerdotal vivía en un diminuto
piso adscrito a
la parroquia de San Martín. Sin calefacción. Y en
Segovia. Pero es que además su enfermedad crónica se agravaba
hasta punto de extremaunción con cualquier
frío. Pues se resistió
hasta el último momento a gastar unas pocas pesetas en acondi
cionar mínimamente su
casa porque eso le parecía un derroche
y era un dinero del que se iban a privar los pobres.
A Segovia llegó
un día un obispo que era «conciliar». O, me
jor dicho, progresista. Que allí sigue. Don Lucas era «tradicio
nal». Y pienso que no fue ajeno a que el desastre
de la iglesia
segoviana no fuera todavía mayor. No por lo que hiciera, que
poco o nada puede hacer
un canónigo frente a su obispo, sino
porque
se constituyó, o le constituyeron, en la referencia a la que
todos
miraban. Hasta el obispo. Que estoy seguro que no hizo
más cosas por el «qué dirá don Lucas». Pues a él iban a pedir
consejo o simplemente opinión la mayor parte de los sacerdotes
tradicionales
de la diócesis que eran, a su vez, la mayor parte de
los sacerdotes segovianos.
Si los Cristos, las Vírgenes, los santos segovianos eran objeto
de especial predilección
de don Lucas había una Virgen que se
llevaba la palma. La Virgen de la Fuencisla. Creo recordar que
por el
mes de septiembre se celebra su fiesta, a la que asistí en
varias ocasiones, que
culmina en la plaza del Azoguejo, bajo los
arcos del acueducto,
cOn todo el pueblo reunido alrededor de su
patrona a la que se le rinden --o al menos se le rendían-ho
nores de capitán general por la banda de la Academia de Artille
ría. Era un acto que don Lucas no
se perdía nunca hasta que la
enfermedad se lo impidió.
519
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSE FERNANDBZ DE LA CJGOilA
La primera vez que lo presencié quedé impresionado. El pa
raje bellísimo. La marcha real sobrecogía a toda una multitud
enamorada
de su Virgen. Y allí estaba el obispo que a mí me
pan:ció con gesto hosco y, desabrido porque eso no era lo «con
ciliar». No digo que Id tuviera, sólo que me pareció que lo .tenía,
pues bien pudiera ser que mi escasa simpatía por el prelado me
hiciera ver moros . donde no los había. Publiqué un artículo sobre
la procesión en
d que al referirme a Palenzuda dije algo así como
«el obispo, negro, bajd y corcovado ... ». Con lo que no faltaba a
la verdad. Porque era las cuatro cosas: obispo, negro
-no de
raza, evidentemente-, bajo y
corcovado. Le mandé a don Lucas
el artículo una vez publicado y, la siguiente vez que nos encon
tramos, noté que tardaba en hablarme de él. Al buen rato
se lo
mencioné y entonces
me dijo que le había parecido muy bien,
menos lo
de negro, bajo y corcovado, pues si Dios le había hecho
así era faltar a la caridad decirlo. Fue una lección
más de don Lu
cas. Y en los tiempos en que sus divergencias con su prelado
eran
más agudas.
Don Lucas
García Borreguero, tras haber estudiado en el se
minario de Segovia -,ahora eh la ciudad no hay seminario y ese
fue uno de los grandes dolores de don Lucas, mucho mayor que
los que le producía su enfermedad, y que seguro estoy procurará
remediar desde el
cielo-, se ordenó sacerdote en 1934. Su pri
mer ministerio fue
el de coadjutor en Fuentepdayo, para pasar
en 1936 de ecónomo a Milagros. En 1937 fue capellán
dd Re
gimiento de Artillería por cuya Arma y Academia siempre sintió
especial
carifio, como bien recordará un queridísimo amigo de
él y mío, Luis Muñoz, que fue en su día director de la Academia.
En 1939 fue nombrado consiliario de
.las mujeres de Accion Ca
tólica y en 1940, ecónomo de San Martín. Fue asesor religioso
de la
Sección Femenina y capellán provisional del Frente de Ju·
ventudes. Profesor· adjunto de Rdigión en la Escuela de Magis
terio ( 1947) y ese mismo año vicesecretario de Cámara del obis
pado. Canónigo por oposición en 1948, con
Id que perteneció al
cabildo cuarenta
y cuatro años. Consejero de la Caja de Ahorros
en 1960. Consiliario de la Asociación Pro Subnormales en 1962.
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DON LUCAS DESDE SEGOVIA
Capellán de la Granja Escuela de la Caja de Ahorros en 1966.
Profesor de
Religión en el Colegio Universitario Domingo de
Soto
.en 1969. Ju~l'rosinodal en 1970 ....
&:: comprende ·qiie toda St¡govia le conociera y que él cono
ciera a toda Segovia. Con respecto a la Ciudad Católica ctl~
la salud se lo permitía fµe asiduo a nuestros Congresos pronun
ciando una
plática en la IX reunión de anrlgos de 4 Ciudad Ca
tólica y publicó en el númeJ:O 139-140 de VerbQ el trabajo «La
raíz del error, ¿en
el entendimiento o en, la voluntad? Ante el
fracaso de la filosofía
moderna». Su antigua amistad personal con
Juan V aller, de la que tengo
innumerables: pruebas, hacía que
desde su
enfermedad estuviera puntµalmente informado, y con
enorme interés, de todas las vicisitudes de nuestra revista. Antes
de
su muerte entregó su colección al Seminario segoviano para
que,
si un día se reabriera, los seminaristas pudieran disponer de
una revista
con la que tan identificado se sentía y que, según
n,e dijo, debía ser texto obligado de todos los que se preparaban
al sac;erdocio.
Se nos fue al cielo un vieja amigo. Un intercesor más que
tenemos
allí. Persona más que notable, sabio, bueno, con una
socarronería sana y encantadora que le
venía sin duda de sus pro
fundas raíces castellanas y más concretamente pinariegas. Y, so
bre todo; sacerdote. El último día que le vi, ya muerto, presencié
una escena
·que· me pareció hermosa. y que os refiero para cerrar
esta semblanza emocionada
.. E;taba yo con sus familiares -des
de aquí nuestro sentimiento a su hermano Dáinaso, a Juana, a
todos los suyas-, cuando entró un hombre. de unos cuarenta
años que por su alzacuellos. clerical .se anunciaba como sacerdote.
Se sentó un rato frente a nosotros en actitud que parecía de
oración. Después
se levantó y . CQJl gesto serio de acercó al fére-
trO e impartió su bendición sobr" los restos mortales de don Lu
cas. Lo tuve por un bonito rasgo de piedad cristiana de un sa
cerdote para con otro sacerdote. ejemplar. Dios· 1e ha de dar
continuadores
y mejores días para nuestra Santa Madre Iglesia.
521
Fundaci\363n Speiro