Índice de contenidos

Número 305-306

Serie XXXI

Volver
  • Índice

Concepto y metodología de la ciencia histórica (I)

CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA
HISTORICA (I)
POR
JOSÉ FBRMÍN GARRALDA AruzcUN
La ciencia histórica, desarrollada . actualniente en &paña, .se
concreta en un amplio abanico de orientaciones. Algunas de estas
orientaciones
manifiestan la . carencia tanto de petspect:ivas como
de la debida apettuta metodológica, ambas en contra de los cam­
bios que la práctica investigadora de otros países ha experimen­
tado tras 1935.
En
la actual historiografía española destaca una fuerte ten­
dencia
renovadora de los estudios históricos aunque sea· algo pos­
terior a la desarrollada en Europa. Esta renovación ha supuesto
cuestionarse
críticamente un concepto y metodología histórica ge­
neralizada en España desde hace. varias décadas.
Una adecuada comprensión del
concepto, carácter, objeto, etc.
de esta ciencia humanística, como es la ciencia histórica, es total­
mente necesario para descubrir d;¡,ªsado. En realidad, todo in­
vestigador de
la Historia posee una visión del quehacer histórico
y tiene una metodología concreta, aunque
no se lo haya .. cues­
tionado ni planteado teórica o ptácticamente. Este aspecto ha.
sido, en genetal, de.scuidado, salvo por algunas tendencias historio'
gráficas cuyos postulados relativos a la ciencia histórica no com­
partimos.
Pretendemos completar la crítica que, presentada
en esta mis­
ma revista, efectuamos a la deno~ada Historia subversiva y
a aquellas corrientes ideológicas aplicadas a la investigación, al
conocimiento y a la didáctica de
la Historia (1). Para ello parti-
(1) GARRALDA .A:tuzcuN~ José Fermín: Cienda histórica: investigación
y didáctica.
Verbo, núm. 305-306 (1992), 675-713 675
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
mos principalmente de nuestra experiencia investigadora, no de
teorías
ni de filosofías -por interesantes que sean-, aunque en
la definici6n de realidades como ciencia, objeto, finalidad, etc., de
la
Historia, apelemos al sentido común que debe iluminar la uti­
lizaci6n terminol6gica. Si para algunos esto ya supone una «ideo­
logía» o «filosofía», esperemos entonces que atiendan más a
nuestras afirmaciones que se deriven directamente de la
experien­
cia investigadora.
Omitiremos desarrollar el complejo estado de las diferentes
orientaciones historiográficas
.en España y fuera de ella, contra­
poner las diferentes explicaciones sobre los aspectos a presentar
en
este trabajo; una mayor profundizaci6n explicativa, y efectuar
un elenco de bibliografía, por otra parte ya citada en dicha crí­
tica de nuestra autoría. Nuestra intenci6n es principalmente ex­
positiva y reconocemos que la discusi6n ha de estar presente en
no pocos de los
aspectds tratados.
· En estas consideraciones nos ha sido satisfactoria la consulta
de las reflexiones de Federico: Suárez ( 2) que parten de la labor
dél investigador, orientaci6n ésta muy diferente a la de aquellos
fil6sofos que
se preocupan de este tema, no ya d~ Kant o Hegel
sino, por ejemplo, de
W, Dilthey (3 ). . .
l; ¿ Qué es la Historia? Historia y Prehistória.
''\'.
Se de~ofnina Historia a la narraci6n efectuada en el pasado
líi~t6rico sobre
los acontecimientos más o menos cercanos a él, ~
los hechos 'y acontecimietitos dél pasado en sí mismos, y -mis
vulgarmente'-al conocimiento· hist6riéo sobre dichas narraciones
y acontecimientos.
· Entendido . el términq en síi )?i"6Y~cci6n exclusivamente tem­
poral',
Historia sería todo fo acaecido hasta nuestros días. Ello jus-
' .
('2) -SirÁREZ·VERriAGmR, Féderko~·-Refle"xianei sob~ la historia :V sobre
el método de la investigación hist6rica, Madrid, Ed. Rialp., 19-77, 256 págs.
'·(3)· I>1L'rHEY/Wilhelm1 El mundo histórico, México, E Cultura Económica, 1978, 430 págs.
676
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HISTORICA
tificaría hablar de la .«Historia» de lós. fenómenos geológicos, de
la vida de las pl,¡ntas y animales, etc .. Sin embargo, este sentido
es totalmente impropio por las. razones siguientes: porque el que­
hacer humand es, en esencia, difetente al de los mqvimientos de
la naturaleza física y
a la
vida de los restantes seres animados

;
la
temporalidad humana es radkalmetite diversa de las .. otras tempo­
ralidades;
el sucederse de los hombres .implica uoa auténtica trans­
misión ( tradere) ; el hombre es el. ,ptlco ser q\le subjetiva el
tiempo y la realidad, .etc. Es· decir, la Historia no se. puede redu­
cir a
la temporalidad, a la cronolOgla,, Sin duda, la filosofía ofte.
cerá buenas razones. .
. La· Historia, en uo sentido propio, se refiere a todo el pasado
que, directa o indirectamente, incide y
afecta al hombre como su­
jeto agente o paciente. Más que· cibjetOs · q\le inciden en el hom·
bre, se trata del sujeto humano en su reláción con objetos, sucesos
y acontecimientos.
Si denominamos acontecimiento a un suceso
celebrado, todo acontecimiento dice relación al hombre. Por esto
último, y porque la ciencia histórica debe estudiar el pasado más
relevante, el historiador, que centra su estudio en el hombre his,
tórico, debe hacerlo desde el punto de vísta de los acontecimien­
tos. El hombre, y en consecuencia también las sociedades humá­
nas, es el Úllico sujeto tantcf de la História: como dél estudio y
conocimiento de la temporalidad humana, esto es, de la realidad
del pasado
· y de su . comprensión posterior.
La
Prehistdria es una parte de la Historia, del pasado humano.
Respecto a su
objeto, la Prehistoria no se diferencia de la Historia
Antigua, pues en ambos
casos el objeto de conocimiento· ·es el
hombre y
las comuoidades por él· formadas. Las diferencias entre
ambas áreas del conocimiento del pasado se encuentran en la.s
diferentes técnicas utilizadas, en las dificultades metodológicas en'.
contradas, en la mayor vinculación --desde el punto de vista me­
todol6gico-del hombre dendmÍnad~ «prehist6rico» a su medio
ambiente, y en las especiales. circuostancias que rodean al hombre
y
a las comunidades «prehistóricas». Si perfilanios más el ob¡etg
de ambas áreas, la Prehistoria COlllO cienci~ pretende conocer y
penetrar en el hombre prehistóriáo; · esto es, en la aparición y
:677
Fundaci\363n Speiro

!OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUÍV
desarrollo de . los primeros · humanos y en . las primeras. mentalida­
des y culturas materiales del hombre primitivo, todas ellas espe­
cialmente
vinculadas a un concreto «medio ambiente». Por ello
creemos que, en esta área de la ciencia hist6rica, las ciencias de
la naturaleza
no deben pasar a un primer plano, aunque algunos
prehistoriadores hayan tendido a ello; al menos metodol6gica­
mente y de una manera más o menos consciente.
•Ahora bien, ¿hombre
«préhist6rico» sigrufica· hombre «primiti0
vd»? ¿ De qué elementos carece este 6ltimo y por qué en hase a
ellos se le cataloga de
«primitivo»? ¿El hombre «primitivo» o
«prehist6rico» es aquel para cuya identificaci6n o comprensión
se necesitan unos métodos científicos diferentes a los exigidos por
los textos escritos? ¿Incluye al hombre de la prehistórica revolu­
ci6n cultural neolítica?
. ¿ Qué circunstancias . diferencian al hombre
«primitivo»
.o «prehist6ricd» del perteneciente a 1a «Historia»?
Cronol6gica y propiamente, la Historia comienza desde la apa­
rici6n del género humano. Sin embargo, conv!'!lcionalmente, suele
denominarse Historia a
la etapa posterior a la aparici6n de los
primeros documentos escritos. De esta
manei;a planteamos la. dis­
cus16n de si el objeto de la Historia son los verba o los factil,. a
favor de estos 6ltimos. Ceñir J<>s estudios hist6ricos, la Historia
como ciencia, a
la aparici6n de la escritura, quizás sea, en cierta
medida, una herencia del siglo
XIX, no precisamente porque enton­
ces fuesen escasas las diferentes vías para
conocer la apárición de
los primeros hombres (
4) ·"-'-pudiéndose en tal caso tomar. la es­
critura como vfa segura para distinguir al hombre de otros seres
homínidos no
humanos-, sino más bien porque la escritura era
el vedaderd medio para iluminar cQll amplitud el pasado. En reac
lidad, la Prehistoria como ciencia surgi6 en . el siglo XIX «con el
fin exclusivo de obtener las pruebas evidentes de la antigüedad
del hombre» (A.
Arribas).·
No podemos identificar la Historia con el mero conocimiento
( 4) Bastaba conocer las pinturas del Paleolítico Superior, por ejempi\>,
las de la cornisa cantábrica (v. gr., Ma¡-celino Sanz de Sutuola descubre,
con su pequeña hija María, las pinturas de Altamira en 1879) pata admi-
rar la' humanidad de sus «primitivos» tUltores. · -
678
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HISTORICA
del pasado porque, en tal caso, sería «más Historia» aquello que
fuese
más conocido, es decir, lo posterior a ]a, aparición de la es­
critura y, dentro de esta etapa, aquello de lo que las fuentes die­
sen más noticia; lo anteriot a los textos escritos quedaría en 1a
total penumbra, casi en la total ignorancia, sería pre-histórico.
Dicha
identificación resulta del todo inconveniente porque, en ral
caso, además de
subjetivar laHistoria podríamos llegar a extremos
totalmente sorprendentes.
Uso ambivalente del término «Historia». Es importante su·
brayar que de
]a, utilización -o carencia de las fuentes escritas se
derivan grandes diferencias por lo que respecta a la cantidad -y
calidad del conocimiento científico sobre
el pasado. En realidad,
las fuentes escritas muestran de
un? manera patente tanto la com­
plejidad y profundidad de la actividad -humana como numerosos
de sus aspectos más fundamentales, que sin aquéllas
sería impo­
sible conocer (5). A pesar de la importancia metodológica adqui­
rida por
los textOS escritos, creemos muy relativo, e incluso algo
(.5) Gracias a la documentación· escrita se ha podido reconstruir la vida
del antiguo Oriente (Egipto, Mesopotamia, India y China). Los ptimetos
tex~ escritos tienen un carácter religioso, literario, jurídico, comercial, etc.
Los aspectos jurídicos de la _sociedad babilónica, hacia 1800 a. de C., no
podrían ser · conocidos sin el código protiutlgado por el ;i=ey H~urabi ante
el dios Shamash, descubierto en 1902. Antonio Tuvat explica que «los ha­
llazgos de documentos orientales ·se han producido a veces en grandes :de­
pósitos. La casualidad o la. piqueta del eiocavador han dado con verdaderos
archivos, y_ algunos de ellos han hecho_ época en el progreso de estos es­
tudios. Así ocurrió con el -descubrimiento de la biblioteca de Assurbanipal
en 1854, que hizo posible la creación de la asiriología. Los archivos de
Tello (desde 1877),
de El Amarna (1887), Nippur (1889), llogaz-Koy (1908),
Ras Shamra (1929), Mari (1933) y Sultantepe (1951), por no citar otros
importantes dep_6sitos, han ido ·ponien(io a·_ disposición de los-inv~res
hasta. un cuarto de µiillón de documentos ea. signos cuneifQrmes, sin con:.
tar los materiales en escritura egipcia. Muchos de estos dOClltDentos son cuen­
tas, papeles prví8.dos; pero la biblioteca de AsSU?banipal~ por ejemplo, es
una estupenda colección -de libros en los 'que· el .igran_rey asirio _quiso· guar­
dar en ·nuevas y-.cuidadas copias los textos de la tta_dici6n ·roesopotámica»>
TovAR~ Antonio: Historia del 'Antiguo Oriente, Barci=loflá, Ed. Mo.Qtaner
y Simón, 1973, 2.• ed., 358 págs., col. Historia Genera/, de la Humanidad,
vol. U;, , -
679
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GAAAALDA ARIZC,.UN
convencional, señalar un criterio objetivo -como son dichos tex­
tos-.distinto al· de. la aparici6n del hombre, conforme al cual· in­
dicar cuándo finaliza la Prehistoria, así. como el inicio de la Histe­
ria. Objetivemos o
no al efecto, los textos escritos, y debido pre­
cisamente a la importancia de dichos textos que realmente han
condicionado el conocimiento del pasado
en un grado muy cón­
siderable, la Historia -con mayúscula--'- sería lo acontecido desde
la aparición del hombre
y, con minúscula, lo sucedido desde los
primeros documentos ·escritcs. La' cuesti6;. es ·fundamentalmente
metodológica. Así, en base a razones metodÓl6gicas, creemos jus:
tificable
la conveniencia de una ambivalenie utilización del térmi­
no «Historia» en el sentido ya citado.
Dos ciencias al estúdió de la Hist~ria. No puede negarse el
carácter científico de la Prehistoria aunque los restos utilizad9s
por ~sta .ciencia sean relarivamente escasos y difícil su compren­
si6n y dataci6n cronológica, lo que refleja la dificultad cognosci,
tiva de esta ciencia. l.,a Prehistoria como ciencia no ofrece unas
conclusiones menos ciertas y objetivas que
las distintas especiali­
dades correspondientes· a las etapas posteriores de la Historia,
aunque sea mucho rtiás difícil llegar a ellas ; posee importantes
testimonios de exptesi6n y comunicaci6ndel hombre denominado
«primitivo»,
Sl!S fuentes contienen una importante capacidad trans­
misora, y su perpetuación
en el tiempo implica en sus autores
«primitivos» una intencfonalidad
de proyección al futuro. Un Yª"
cimiento «prehist6rico» es una cr6nica de su tiempo, y su autor
tan plenamente humano cóm.o el que vivió al comienzo de lo que
impropiamente
denominamos «Historia» que académicamente ha'
cernos coincidir con el estudio de la «Antigüedad», con el comien­
,.; de la escritura y de los primeros poblados¿udades, pues, según
Krruner, la .Historia empieza en Sumer. Repetimos: la actual di:
ferencia entre las ciencias que estudian. a los hombres anteriores
y· posteriores a la aparición. de la escritura y de los primeros po­
blados es, principalmente, nietodológica; púes. si bien' las fuentes
manifiestan c6.;.o la actividad interna y externa humana ha sufrido
modificaciones en el transcurso del tiempo, también reflejan la
680
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y MBTODOLOGIA DB LA CIENCIA HISTORICA
identidad . fundamental existente entre los hombres . de todas las
épocas.
Por las consideraciones expuestas, discrepamos de la afumacion
de Hegel según la cual «los espacios de tiempo que han transen·
rrido para los pueblos, antes de. la Historia escrita ( ... ) carecen
de historia objetiva, porque no tienen historia subjetiva, narración
histórica» (6 ). Es decir: debido a carecer de dacumentos escritos,
o
mejor dicho, a pesar de que no. conozcamos hoy dichos textos,
no por eso el hombre del pasado
carecía de Historia, aunque se
encontrase fuera de lo que pot razones convencionales y meto­
dológicas justificamos que pertenezca a la «historia», esto es; a la
etapá de la Historia general humana de la que se conservan tex­
tos escritos.
La Historia puede .dividirse en etapas conforme a los acontecí·
mientos
humanos que otorgan un nuevo rumbo al caminar de las
sociedades en el tiempo.
Las etapas admitidas por la generalidad
son las siguientes: Edades Antigua, Media; Moderna y Contem­
poránea. Las fechas correspondientes que convencionalmente las
acotan son meramente iridicativas
(7).
· (6) HEGEL, G. W. ·F.: Lecciones sabre la filoso/la de la historia .. uni­
versal, Madrid, Ed. Al1ai,,a Editorial, 1986, 101 · págs., prólogo de José Or,
tega. y Gasset, págs. 15-3:2. La razón que .da este autor es la siguiente: «S6Io
en ·el _Estado existen, con la conciencia de las leyes, hechos Claros. Y,· co:n
és~s, una conciencia clara de los hechos que da al hombre la capacidad-'y
la necesidad de conservarlos». Poco después añade:· «No siendo, pues~-Obrá
de .ese elemento verdadero que es la voluntad,. esas _transformacioiles. no
han tenido historia, ll pesar de su desarrolló cultúral en · el idioma. · El rá­
pido florecimiento del lenguaje y la dispetsión ·y migración de las náciones
sólo
han alcanzado importancia e interés para la razón concreta, al enttar
en contacto con algunos· Estados o al empezar a formar Estados nuéVos»
(págs .. 138-139). Esta idea. es fruto de una consideraci6n filosófica y no de
las fu.etites históricas; y ella, y no la aparición de la escti_tura, ha estado muy
presente en no pocos" ·_libros de historia para indicar el comienzo de la His­
toria.
(7) Los límites cronol6gicos de la «Prehistoria» dependen de las .áreas
geográficas. La Edad Antigua se sitúa hasta el 476 d. de C. (caída del
Imperio romano occidental) y el
711 eo Hispania (desaparición del Reino
visigodo de Toledo); la Edad media hasta 1453 (destrucción del antiguo
681
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARlZCUN
El estudio del pasado aspira a alcanzar un conocimiento cierto
y

a descubrir lo
ocurrido realmente y no lo que no ocurrió. La
Historia-conocimiento es el otro significado que tiene el término
«Historia».
Jugar a futuribles (lo que «podía haber sido») es,
además de estéril, imposible, pues el futuro siempre es imprevisi­
ble, la realidad histórica no es un mero dinamismo social, sino
un
. dinamismo de posibilitación, y no todo lo posible es necesaria­
ILente
realidad. El estudio del pasado se configura como una cien­
cia por tratarse de conocimientos ciertos y demostrados; esto exi­
ge, precisamente, un proceso _de investigación. Es-el conocimiento
(«Historia-conocimiento») el.que se acopla a la realidad histórica.
El punto de vista del historiador
es fundamentalmente diacró­
nico y no sincrónico. No obstante, en la mentalidad general de
nuestra
época, el interés se ha centrado' en ·los acontecimientos
sincrónicos, más como efecto de una actitud que afecta a 1a mul­
tiplicidad de aspectos de la realidad presente que como un nuevo
método· científico. Primar dicho carácter sincrónico sobre
la dia­
cronía supone creer que los hechos históricos pueden explicarse
por su mutua relación, conforme a un sistema, y nd por su desa-
Imperio romano oriental -trarisformado a través de los siglos en Bizancio)
y: 1492 en España (conquista de Granada y fin de la lleccnquista penin­
sular; y descubrimiento ·de América); la Edad Moderna hasta 1789 (primera
Revolución francesa) y 1808 en 'España (guerra por la Independencia); la
Edad Contemporánea incluye hasta nuestros días. Con · el Objeto de lograr
la debida perspectiva histórica, seguir las reglaa elementales de la prudencia
al vivir no pocos -protagonistas del pasado· entre nosotros, y tener acceso
a las ·necesarias· fuentes· hist6ricas documenta.les, los historiadores retraen la
investigaci6n de carácter conclusivo a la Historia anterior a IOs .50 últitnOs
años.
Es frecuente dividir cada una de dichas edades en Alta y Baja. Este
criterio se ha aplicado últimamente incluso a la Edad Contemporánea en
base á realidades objetivas. La Edad Antigua se divide en las culturas y
civilizaciones del Medio Oriente (Alta) y'las de Grecia y Roma (Baja). En
el siglo xrH comienza la Baja Edad Media. La paz de Westfalia de 1648
inicia la Baja Edad Moderna, y la «Revolución tecnol6gka y la mundiali­
zaci6n de la Historia» la Baja Edad Contemporilllea.
· Otras divisiones como las de «generaci6n» y -«ciclo», etc., tienen un
carácter subjetivo y son rnás imperfectas· qlÍe · 1as anteriOres.
682
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HISTORICA
rrollo y relación en la Historia. Parece que el hombre abstracto
del racionalismo
filosófico ha dejado huella en ciertos historiado­
res, al despojar a los hombres concretos y reales de
las dimensio·
nes o coordenadas
éspacio-temporales, La cronología es una com·
ponente fundamental en la investigación histórica
y en la trans·
misión de sus resultados. Soslayarla es mutilar e incluso ignorar
el carácter de la ciencia histórica.
El historiador . nd estudia todo lo humano, acáecido, sino lo
considerado más relevante. Sería una pérdida de tiempo y de ener·
glas
investigar temas de escasa importancia mientras haya otros
temas relevantes que exijan
un· mayor estudio e investigación, o
bien centrarse en detalles secundarios
e insignificántes. La apre­
ciación de ambos
áspectos es una medida de prudencia, algo en
parte subjetivo
y, lógicamente, 'exige un esfuerzo por conocer la
bibliografía existente.
En esta cuestión lci,i directores de las inves­
tigaciones tienen una gran responsabilidad para no malograr es­
fuerzos.
El conocimiento histórico origiuá una ciencia humánistica que
estudia lo acaecido -y lo ocu"ido con relevancia-a los hom­
bres
y socíedades como suietos agentes o pacientes. El historiádor
no. sólo «cuenta» o narra el pasado mediante la consignación de
unos hechos en mutua relación, . sino que busca explicar sus cau­
sas, el «potqué». A esta historia narrativa Y' genética respectiva­
mente,
algnnos autores añáden una orientación pragmática ( táci­
ta o expresa), aunque está limitada a presentar alguna moraleja
o «lección» al hombre de hoy,
la cual no pertenece, lógicamente,
a la ciencia histórica
ni como ciencia ni en cuanto histórica. Como
el historiador no deja de ser hambre, este moderado pragmatismo
en ciertos temás muy ¡,,.mtuales es muy comprensible, y no es én
absoluto rechazable si
es moderado y siempre que lo afirmado
como
tal se distinga de lo estrictamente cientificd del conocimien­
to histórico. Incluso puede estimular la investigación y, en los
receptores en general, el interés por el estudio del pasado.
Para
explicar los hechos humanos -y esto ºes: importante-'.-­
hay que situarlós en sus circunstáncias. Los elementos contextua­
les son los sigúientes: 'a) la base material de la sociedad (entorno
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALD.A .ARIZCUN
físico y ecológico, población, produoción, estructura social y eco­
nómica, etc.); b) la organización jurldico'política, y e) el tempe­
ramento, el carácter, las ideas, creencias, actitudes, estados de la
conciencia
... , es decir, el ámbito de lo sicológico, del pensamiento,
del
sentimiento.y.de las creencias religiosas o antirreligiosas, mi­
tológicas, etc. Dicho de otra forma, hay ttes tipos de estructuras:
las de vivir, convivir y por qué vivir. Estructura y persona no
tienen
por qué ser realidades antogónicas. No pocos de los elemen­
tos que componen dichos contextos y estructuras humanas son
interdependientes.
En su origen no se ha efectuado una evolución
de urt contexto o estructura citada a la siguiente, pues los aspec­
tos más
esenciales de cada ámbito de hecho han, aparecido y se
han desarrollado simultáneamente en el
propio· hombre· y en las
sociedades formadas por
éL Así ha ocurrido en el ttanscurso>del
tiempo. Tampoco existió un determinismo socio-económico.,
Aceptar como punto
de partida y verdad,base tanto .la oposi­
ción persona-sociedad como la anulación de la persona por la
so­
ciedad, o bien la subordinación de aquélla a ésta, supone un aprio­
rismo inadmisible en la ciencia histórica, Inadmisible porque la
sociedad y su organización estructurada no suponen de hecho la
anulación del hombre concreto, porque el conocimiento del ayer
es siempre imprevisible antes de efectuar la investigación, y por­
que, también de hecho, las personalidades han
influidci en las so­
ciedades en
'i\Umerósas .ocasiones. Mucho más prudente es estudiar
el diálogo. mantenido entte
el hombre concreto y la comunidad
o sociedad a la que pertenece, diálogo que según filósofos
refle­
jaría
una actitud personalista. Esta prudencia como punto de par­
tida no refleja una solución
apridrística, sino un escepticismo irii­
cial hacia cualquier solución no docúmentada, un abrirse totalmen­
te a las fuentes históricas, y
un tener presente las investigaciones
ya efectuadas aunque, en realidad, otras del mañana puedan mos­
trar lo
conttario.
Para un historiador, para un hombre que se pregunta sobre
el ayer, lo más interesante del pasado rio parecen ser los fenóme­
nos colectivos
por sí mismos, ni los socio-económicos, sino el pro'
pio hombre del J;yer, su conciencia, su sociabilidad, sus ideas, va-
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA. DE .LA CIENCIA HISTORlCA
lores,. aspiraciones e ilusiones, conducta y obras, aunque --claro
está-sin tniriusvalorar el interés por los fenómenos socio-econó­
micos como parte integrante e importante de
lo humano. El his­
toriador posee, al menos, dos
caminos para acercarse al hombre.
Una posibilidad es partir de
lo concreto e individualizado, esto es,
de aquellas personas de trascendencia. social que hayan podido in­
fluir tanto en
los hechos más importantes del pasado como en la
petsonalidad de los restantes hombres de su tiempo
y aurt poste­
riores.
Ello supone la elaboración de biografias de personajes re­
levantes y el estudio
de las élites sociales -del tipo que sean­
que, al parecer' siempre han existido e influido en la sociedad.
Otra posibilidad supone investigar directamente la propia vida so­
cial mediante datos cuantitativos y cualitativos, siempre haciendo
referencia a los hombres. concretos del ayer
·y' a su vez,. verificar
y examinar el alcance real de la influencia social -si la hubo-'-­
de dichas personalidades y élites sociales a través del estudio de
los valores, ideas, actuaciones, formas de vida, etc., de los
restan­
tes miembros de la comunidad. Se trata de estudiar la realidad
-si fue tal-e imporrancia de la influencia de cualquier tipo de
élites sociales sobre el resto de la sociedad
y la de ésta soJ?re aqué­
llas
en una mutua interdependencia· q~e patentice la urdimbre de
las realidades y
relaciones sociales. Si lo ideal pudiera ser estudiar
la Historia como si
se tratase de innumerables biografías entre­
lazadas en una mayor o
menor armonía o tensión -según las
circunstancias-, influidas e influyentes a su ;ez, en la práctica
esto es la mayor
part~ de las v.,;,,. hnpósiblé, e 'incluso no con­
veniente, pues
el historiador no lo es sólo de algunas personas del
ayer sino que intenta captar
lo máximo posible del pasado, del
cual
un elemento básico es el múltiple dialogo personal individuo­
comunidad en la multiplicidad y complejidad de las relaciones hu­
manas.
El peligro lle Íá despersonalizaci6n en eÍ estudio del pasádo
depende, sobre todo, de la áctitud mtimá del historiadórc Todas
las condiciones propiás de la investigación se opone;,· a dicha des­
personalización, es decir, casi siempre el autor material del docu­
mento escrito es una persona identificable,
su.:autor jurídico es
685
Fundaci\363n Speiro

!OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
una persona o. institución individualizada, las fuentes se refieren
muchas veces a hechos particulares y
personalizados, y aquellos
contenidos documentales que, conforme a

la naturaleza de las
fuen•
tes y

a la materia tratada son más generales; no por eso
se desper­
sonalizan, etc. Aparte de ello, quien vive y «sostiene» la Historia
es, en última instancia, el hombre real, concreto e irrepetible, in­
cluso cuado actúa inserto en las
masas o como miembro de sec­
tores y clases sociales. Al menos, la prudencia metodológica so­
licita al historiador considerarlo así, pues, ¿cómo puede demos­
trarse que las clases
o los grupos son, en vez del hombre concreto,
sujetos principales del
acontece,: histórico? No se rrara ya de si el
hombre es responsable y libre, pues ello supondría un juicio filo­
sófico y moral, sino de quién -en última instancia~ se beneficia
o
es perjudicado, actúa o es un simple escenario, en la temporali­
dad de los hombres y de las sociedades,
Debido a la existencia de filósofos,
sociólogos, economistas,
ensayistas, etc., que se preguntan sobre
la Historia, es clara la ne­
cesidad de señalar las notas que identifican a la ciencia histórica.
Según Federico
Suárez son tres: «hechos verdaderos, pertenecien­
t.es al pasado, de cierta relevancia» (8).
Desde la perspectiva del propio hombre, la Historia
es la res­
puesta de
la libe\-1:ad humana a la Providencia divina, y la Verdad
en
la Historia la actuación del hombre guiado por la Providencia.
Es decir, el componente humano y, sobre todo, el .divino, como
agentes de la realidad temporal, del ser creado. Est.a perspectiva
respode al sentido de la Historia que explicaremos.
2. Carácter de la Historia.
Si reducimos el término «ciencia» al establecimiento de unas
leyes. seguras
y previsibles, de conclusiones universales y de pro­
posiciones que
nQ, necesitan prueba partirular, y si la' vinrulamos
a. la elaboración de un .sistema y a la exposición y comprensión de
(8) Vid., nota 2.
686
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA DE. LA CIENCIA HISTORlCA
los datos con una exactitud absoluta ... entonces la Historia no es
una ciencia. Diríamos que a Dios
gracias. Sin embargo, la Histo:
ria sí es científica en cuanto que exige un rigor, un método. y
unas técnicas adecuadas y complejas que reflejan la actuaci6n in­
terna y externa del hombre de ayer.
Por su carácter de ciencia, la Historia busca uri conocimiento
cierto ( otros autores dicen verdadero) y demostrado. La relativa
dosis de incertidumbre. que posee este conocimiento no
·anula su
carácter científico. Entre todas las ciencias, la Historia
es una dé
las más complejas y que exige una mayor prudencia para garanti­
zar la objetividad de su conocimiento, tanto por referirse a los
hombres del pasado,
y muchas veces de un pasado remoto, como
por el carácter limitado
-,en cantidad y contenido-de las fuen­
tes históricas. Este conocimiento
la investigación. Investigar
(in-vestigium, a través de los vestigios),
exige
fundarse en las fuentes históricas y, por ello, ún desconoci­
miento total o parcial
de lo que se investiga. La investigación no
concluye en la
interpretación,. pues ésta nada demuestra, fan
s6lo insinúa, sino en la
tesis. La Historia no es el documento, pero
utiliza unas fuentes históricas bien relacionadas y no como un
simple agregado positivista. No hasta acumular datos y describir
los hechos. Esto parece evidente.
La explicación hist6rica efectuada por «historiadores» de ten­
dencia marxista -marxistas, neormarxistas duros ·o no, marxia­
nos, etc.-carece de carácter de ciencia~ pues utiliza un método
que de por sí predetermina en buena medida los resultados. Dicho
método es
el resultado de una determinada concepci6n global del
mundo y de la realidad, aplicada
al acontecet humano y social,
basada en la filosofía del materialismo dialéctico y del materialis­
mo histórico; este último resulta de
la aplicación de la dialéctica
materialista a
la Historia. Es decir, estamos ante una filosofía
que determina el método histórico, éste determina el conocimiento
de
la realidad del pasado -al menos en su desarrollo principal­
y esta última facilita los instrumentos necesarios para· inierpretar
el presente; esta labor debe ser
completada por el partido, los
ideólogos, los comités de profesoi:es, etc. Dicho método histórico
687
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERM[N· GARRALDA ARIZCUN
anula la independencia del conocimiento de. la ciencia histórica y
y el conocimiento mismo
del pasado, al supeditar ambos a la fi.
losofía, e incluso a una filosofía de la acción. Esta ciencia y no
el estudio del pasado a través de
los vestigios, es la que nos diría
cómo era, cómo actuó, por qué y en qué sentido, el hombre del
pasado. El método histórico, convertido en fraude científico, des­
cubre el resultado del problema anteriormente a la investigación.
Esta
última quedaría supeditada. a la interpretación filosófica o
ideológica, y
las fuentes históricas a un modelo de razón aprio­
rístico.
Las hipótesis se transforman en prejuicios.
Si citamos la tendencia marxista sólo es por el auge que ha
tenido en Europa y que
todavía sigue teniendo en España. Sin
embargd, existen otras tendencias actuales, algunas de ellas sur·
gidas a partir de la degradación del marxismo o de su
mixtifica­
ción con otras iedologías, víctimas del mismo vicio de raíz que
anula
el carácter científico de la Historia, tanto al afirmar como
cierto un pasado concreto en base· a ideas preconcebidas, e incluso
a juicios apriorísticos, como al pretender conocer parte del resul­
tado
científico previamente a la .investigación. Cuando este pro­
ceder de cualquier «investigador» se extiende al aprendizaje del
alumno, este
último siempre sabe lo «fundamental» del pasado
mediante cinco datos, aunque casi
nada haya. estudiado,· al aplicar
con un
poco de imaginación unos esquemas preéoricebidos y apren­
didos generalmente del ambiente socio-político imperante.
La Historia es una ciencia independiente de la Filosofía, de
la Sociología, y de cualquier otra ciencia. Según Alvaro D'Ors, se
incluye «dentro del cuadro
general de las ciencias, en aquella sec­
ción de las Humanidades que llamamos de las Ciencias Hermenéu­
ticas y, por ello, en estrecha relación con filología» por ser su
objetd
los textos y no los héchos, por lo que es mayor su .distan·
ciamiento de la realidad social y de otras ciencias propiamente
sociales.
: No hay uria Historia politica, social, éconómiéa, etc., por se,
parado. La Historia es la vida· de los hombres J de' las .sociedades
formadas por· ellos, El historiador debe aspirar a la Historia total,
a. pesar . de las· grandes. dificultades que· ello cotilleva, y a ser inás
688
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HISTORICA
bien la labor conjunta de todos los lústoriadores de todos los
tiempos. Por ello creemos rechazable la consideración de que los
modos de producción puedan «ofrecer la clave para comprender
las sucesiones históricas de la humanidad».
Dicha Historia total
o global
'hace referencia tanto a abarcar todos los aspectos huma­
nos como a efectuarlo con la debida profundidad.
El deseo de
acercarse a la Historia total, a alcanzar por el vasto sector de his­
toriadores a
lo, largo de siglos como si fuesen un equipo bien
trabado, no anula la necesidad que la ciencia histórica
tiene de
especialización sino que la supone. Dicha especialización, si bien
exige a cada historiador conocer con toda la profundidad posible
algunos acontecimientos
relevantes del pasado, nunca le debe im­
pedir una visión global y profunda del ayer, pues, de lo contrario,
la deformación profesional llegaría a cotas insospechadas. Esta
conveniente y aun necesaria parcelación de nuestro conocimiento
debe efectuarse según etapas históricas más que por temas, toda
vez que el conocimiento del pasado exige
-bajo la pena de su
total desenfoque-- enmarcar sus conclusiones y aun desarrollo en
perspectivas más amplias pertenecientes a la misma época. Toda
Historia es siempre universal.
Especialización sí, pero m erada
y adecuada a un verdadero interés investigador.
Opini'
análoga a la de Adrián Piera, según el cual, la excesiva es · ali­
zación de los títulos universitarios no es positiva para el umno,
para la sociedad,
ni para el trabajo a desarrollar tras el pe eccio­
namiento en la enseñanza superior (Pamplona, enero' de 1 88).
La penetración global de un pasado, como
tal irrepetible, puede
efectuarse a través de
la especialización sobre las distintas activi­
dades o facetas
-siempre interrelacionadas- en las que dis­
tingue el quehacer humano, Puede hablarse de ciencias hi 'ricas
aunque, en realidad, se trate de diferentes
parcelas de un ínplio
estudio
del ayer. Así, pues, existe una Historia del arte, de la me­
dicina, farmacia, teología, del derecho, económica, etc. o obs­
tante, todas estas son
unas ciencias historiadas que se rel donan
pero también se diferencian de la disciplina histórica. La simili,
tud entre estas dos modalidades diferentes de irivestig · es
obvia, pues tanto dichas ciencias historiadas como la H ist ria se
689
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
proyectan al pasado. Aunque, a veces, aparezca empañada por la
comodidad y el desvío
de ciertos estudiosos, siempre bien inten­
cionados, la diferencia entre ambas también
parece clara. Es de­
cir, dichas ciencias historiadas poseen un determinado punto de
vista temático, específico
en cada una de ellas, y logran presentar
un sistema racional de la materia, mientras que la Historia es
esencialmente diacrónica y estudia todas las implicaciones que con­
llevó, por ejemplo, un hecho histórico significativo. Las observa­
ciones de Alvaro D'Ors a este respecto son esclarecedoras.
Por
una parte, la Historia económica, del arte, etc., exige un peculiar
conocimiento de las disciplinas historiadas
de manera que, a modo
de ejemplo, conviene que el investigador
de la Historia de la me­
dicina sea un médico, el de la historia económica un economista,
el del derecho
un jurista ( máxime porque el derecho es ya His­
toria),
el de Historia de la pedagogía un pedagogo, etc. Por otra,
no basta ser médico, economista, jurista
y pedagogo para hacer la
Historia de las ciencias respectivas. También
es necesaria una
seria
formación en el método histórico y en las ciencias auxiliares
de la Historia, no alcanzada mediante ciencia infusa, inteligencia
natural, o mediante
un simple «ponerse a hacer» ... , sino a través
de una enseñanza y ejercicio que puede adquirirse en la corres­
pondiente Facultad universitaria.
Por eso, miramos con cierto
asombro a aquellos investigadores que, alguna vez con el único
objeto
de buscar la deseada titulación, eligen un tema de Historia
de
la medicina, de la economía, etc., con un total desconocimiento
del método
histórico y que -lo cual nos parece más impropio-­
a veces pueden pretender hacer más una labor de historiadot que
de historiar su correspondiente disciplina, pot ejemplo de llevar
a cabo una Historia económica más que Historia de la economía.
Podríamos poner algunos ejemplos. Lógicamente, este actuar
re­
dunda en el descrédito, tanto de la Facultad de Historia como de
los estudios y metodología impartidos en ella.
En algún caso, la
«facilidad» de investigar sobre Historia puede hacer a esta disci­
plina de «chivó expiatorio»· de nobles ambiciones académicas.
La Historia-conocimiento· no es -sólo una ciencia; también es
un arte. Es decir, como ciencia humanística, el historiador debe
690
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA. DE LA CIENCIA HISTORICA
hace despertar todas sus facultades para. comprender al hombre
del pasado en su integridad. Para entender
al hombre, cuya exis­
tencia es sumamente rica, compleja y variada, que es enigma y
misterio, que
es sorprendente en sus ideas y decisiones individua­
les o comunitarias. Tomemos o no el libre albedrío.como punto de
partida, hay que
investigar como si este último existiese, precisa­
mente debido a
la apertura del historiador a cualquier posibilidad
humana. También deben tenerse en cuenta otras realidades como
son
~ pueden ser-el azar, lo casual, la imaginación . . . Iden­
tificar, conectar y penetrar
la complejidad humana debe efectuarse
avivando todas las facultades humanas. Es más, un hombre que
conecte plenamente con el ser humano
es quien mejor está capa­
citado para estudiar el pasado humano. Esta conexión y su aplica­
ción a los estudios históricos supone una habilidad muy peculiar,
algo de difícil explicación, un arte y como tal de categoría inefa­
ble. Por eso, no
compartimos la afirmación de Francisco Tomás
y Valiente, según la cual los historiadores racionalistas son quie­
nes están en mejor situación para comprender el pasado ( Pamplo­
na, 7-XII-1985).
La exposición oral o escrita de los estudios y conclusiones his­
tóricas no puede
ser ajena ni a la literatura, ni al rigor y la belleza
--conceptual y formal-de la palabra, máxime por el hecho cul­
tural que ella supone, lo cual indica que el arte no sólo está pre­
sente en la labor investigadora como tal, sino también en la
expo­
sitiva y divulgadora.
No en vano, segón José Andrés-Gallego, en última instancia
«el problema ( ... ) no
es 'histórico', sino de las humanidades to­
das ( ... ) ; lo que late detrás ( ... ) es el dilema filosófico en el que
se resuelve la cultura occidental» (9). No creemos que esta afir­
mación signifique que el historiador
deba partir de un bagaje
filosófico
para, a través de él, acercarse a las fuentes históricas.
Más bien parece significar que el investigador debe inhibirse en
su labor investigadora sobre todo de aquellas filosofías que
dis-
(9) ANDRÉS-GALLEGO, José: «La historia hoy: americanos encontradÓS»,
Madrid, Rev. Atlantida, Ed. Rialp; núm. 4; 1990, 128 p6gs., p6gs, 30.33.
691
Fundaci\363n Speiro

IOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
torsionan el auténtico queho¡cet investigador. En realidad, las exi­
gencias metodológkas de. la investigación exigen unos supuestos
mínimos, ni ideológicos, ni allfÍorlsticos, y una absoluta apertura
al hombre y

a
las sociedades del ayer. A pesar de ello, sabemos
que algunos apostillarán de ideológico este planteamiento mínimo,
precisamente por no corresponderse con los supuestos que ·de­
fienden. Menos mal que ese es un problen1a de. cada investigador
y no de la Historia
ni de los esrudios del pasado en cuanto tales.
3. Interpréta~ión histórica.
Se ha extendido con fuerza la idea de que el historiador ya no
debe aportar
una explicacÍ6n del pasado ceñida a las fuentes his­
tóricas, sino que debe, sobré todo, efectuar una interpretación del
ayer, para así desvelar
cuál es el sentido general de la Historia y,
en particular, de
c~da fa~e histórica. El término «interpretación»
se
ha encontrado en la mente y en los labio~ de no pocos. inves­
tigadores y, sobre todo, lectores y conferenciantes
.. Todas las· per­
sonas, cualesquiera que fuesen,' podrían madurar y aun proponer
su interpretación subjetiva, y muchas vecesideologizada, sobre el
pasado. Para algunos todo ello. hará a la Historia más atractiva.
Parte de los defensores
de esta postura han estado vinculados
y comprometidos con la
expansión de sus propias ideo!o'gías, según
las cuales la Historia sería el nuevo ídolo y el ideólogo y el «his­
toriador». tenderían a
identificarse; pretenden dinamizar el pre­
sente conforme a una interpretapón ideológica del pasado, y su
verdadero objetivo es «concientizar». a cada individuo de su capa­
cidad y
fuerza para acelerar el inevitable nÍo~iento: histórico,
previa comprensión de unas
determinadas leyes dialécticas aplica­
das a
la Historia. Se trata de la utilizacióti revolucio'naria .de la
Histdria y ele servirse, .de la di~ci,I>lina histórica· como arma política.
Hay otras personas que, sin hacer suya esta actitud, conside­
ran que el conocimiento del pasado es principalmente interpreta­
ción, bien por desear ir más allá del contenido de los datos apor­
tados por las fuentes históricas; bien por desconfiar de fa objetié
692
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA · DE LA CIENCIA HISTORICA
viciad .histórica, o ~mplemente por desear unas narraciones suges­
tivas, curiosas y atractivas ~frívolas--. No contemplaremos otros
sectores ante todo simpatizantes de
la interpretación.
Creemos que
la explicación ( el qué y el. cómo) histórica con­
forme a las fuentes no significa propiamente interpretar el pasado
ni los datos referidos a él (10).
Sólo puede interpretarse lo que
se muestra oscuro y confuso; y esto no ocurre cuando las fuentes
históricas aportan datos suficientes y éstos son estudiados con
el
debido rigor y método. Una interpretación no establece nada cien­
tífico (la ciencia garantiza la certeza del pasado mediante la de­
mostración),. sino tan sólo una suposición ( una hipótesis de traba­
jo).
Una. tesis es algo cierto, demostrado y por ello definitivo;
una hipótesis algo posible, quizás
cierto y real, tiene un carácter
temporal o provisional
y como tal mueve a la investigación para
alcanzar el descubrimiento de
la realidad mediante la consiguiente
demostración. En la ciencia, la realidad se impone pcr sí misma
mediante. su descubrimiento ; no es el hotnbre quien deba impo­
nerse a la realidad mediante
la suposición. La ciencia se elabora
a partir del
objetivismo. (el objeto < noscente) y no del subjetivismo.
Ahora bien, ¿significa esto que el historiador nunca puede in­
terpretar realmente los datos? Creemos que no, porque
es lícito
y conveniente suponer realidades en base a datos parciales descu­
biertos ( o incluso desde su casi desconocimiento), siempre que
aquellas
suposiciones se afirmen con moderación y como hip6tesis
más· o menos interesantes conforme a su mayor o menor grado de
fundamentación, Esta vía suele ser útil al investigador;
es un pre-
(10) Por interpretación nos referimos a Ia·búsqueda de «las leyes, o a
las .'causas profundas o a 'lo más esencial', o _lo que supone que constituye
la entraña del acontecer-y da se;ntido último a los .hechos h,istóricos», .SuÁ·
REZ, F.-: op. cit., pág. 233. También neis .referimos a una afirmación subje­
tiva que no tiene fundamento en las fuentes históricas. La diferencia entre
ambos . sentidos es ·clara. El" primero parece ·set' ajéno al historiador y propio
de la filosofía, la tCOlogía" u otras .ciencias. El segundo es más común y
se
ettcrientra. cercano ."al investigador · dé Ja· Historia, quizá como situación
_;;.,y para algunos tentación-a superar-'' debido a las exigencias de' verdad
y demostración inherentes a la ciencia histórica.
693
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
parativo circunstancial, no un fin. Asimismo, la interpretación
efectuada al finalizar un estudio no es más que mostrar otra hi­
pótesis ---Je un alcance mucho más elevado--que abre nuevos
caminos
-mucho más complejos-que puedan completar la tesis
ya demostrada. No en vano
toda investigación está siempre abierta.
Además, esta capacidad interpretativa permite que la humanidad
de los hombres del pasado, siempre con el mayor acercamiento
posible a
la realidad, muchas veces difícil de identificar mediante
datos empíricos.
De todas maneras, lo que sea tesis o hipótesis
debe quedar bien claro como tal en los estudios históricos.
Cuando
J. A. Maravall menciona la necesidad interpretativa
del texto, parece referirse a la inteligencia del mismo, que no
pocas veces no
es fácil, debido, · tanto a que toda observación se
efectúa desde el sujeto, como a la propia complicación del texto
o fuente histórica. Menos comprensible
es su diferenciación entre
lectura objetiva ( calificada
de «dogmática») y lectura subjetiva
(caracterizada como «dialogante»). Sin embargo, el historiador,
¿no suele poseer la suficiente prudencia
científica capaz de sos­
layar esta artificiosa diferenciación? ( 11 ). Remitimos este aspecto
a la consideración de la objetividad histórica.
4. Objeto de la Historia.
Objeto 'histórico es aquello a lo que tiende la ciencia histórica
por su propia naturaleza, independientemente de toda otra consi­
deración. En palabras de Hériri-Irenée Marrou, es < pasado del hombre en su totalidad, en toda su complejidad y su
entera riqueza». El objeto del investigador
es conocer la realidad
hist6rica, y no servir al presente o al futuro, a la sociología o a
las ideologías
-la que fuese-, pues, en tal caso, sobre todo se
(11) Estos criterios de Maravall los inserta lBÁÑl!Z ALMAJANO, José:
en «La_ cier:icia contemporánea y la perspectiva hlstoriográfica de José An­
tonio Maravall», Historiadores y Ge6grafos, Congreso de j6venes, Madrid,
Ed. Universidad Complutense, 1990, 2 vals., v. I, 1.022 págs., v. II, 1.014
págs., págs. 389-398.
694
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HISTORICA
tendería · a una indebida utilización de la ciencia histórica. Tam­
poco es objeto suyo la apología, pues, aunque la ciencia histórica
pueda
servir a los · apologetas, no hay una ciencia histórica apolo­
gética
más que de. sí misma (12). Por otra parte, una Historia
(12) Merece la pena destacar el testimonio de Menéndez Pelayo, ya en
sus últimos años, sobre la Historia apologética, cuando se disponía a
:tecti~
ficar y revisar sus Heterodoxos, conforme a los avances de la moderna his~
toriograffa y a la supresión de los juicios polémicos de su juventud.
«Hoy
reconmco en aquella obra muchos defectos nacidos de mi corto
saber y de
la ligereza juvenil con que me arrojé a un empeño muy superior
a
mis fuerzas, pero no me arrepiento de haberlas escrito, porque fue un
libro de buena. fe, pensando con sincera convicción en que recogí un buen
número de noticias, que entonces eran nuevas _ y ensanché cuanto pude,
dentro
· de mis humildes facultades, los límites del asunto, escribiendo por
primera vez un capítulo entero de nuestra historia eclesiástica, no de los
más importantes, sin duda, pero que se relaciona con casi todos y es de
los más arduos y difíciles. Del plán no estoy descontento ahora mismo y
le conservo con
poca alteración• (Heterodoxos I, 31).
Respecto
a sus juicios dice: «De casi todos pienso hoy lo mismo que
pensaba entonces, pero si ahora escribiese sobre
el mismo tema, lo haría
con más templanza y sosiego, aspirando a la serena elevación propia de la
historia, aunque
sea contemporánea, y que mal podría esperarse de un mozo
de
veintitréS años apasionado e inexperto, coritagiado · por el ambiente de
la polémica, y no bastante dueño de su pensamiento ni de su palabra»
(Heterodoxos I, 36-37).
Dos textos servirán para mostrar lo que -pensaba don Marcelino, en su
prematuro envejecimiento, sobre la Historia apologética:
«Las acciones humanas, cuando son rectas y ajustadas a
la ley de Dios,
no necesitan
apología; cuando no lo son, sería temerario e inmoral el em­
peño en defenderlas .. La materia -de la historia está fuera .del historiador,
a quien con ningún pretexto es lícito deformarla.
No· es tema de argumen·
tación escolástica de sutileza capciosa y abogadil, sino de psicología indi­
vidual y social. La
apología, o más bien el _ reconocimiento de la. misióh
alta y divina de la Iglesia en los destinos del género humano, brota de las
entrañas de la historia misma; que cuanto más a fondo se conozca más
claro nos dejará columbrar el fin providencial. Flaca será la fe de quien
se sienta vacilar leyendo el relato de las tribulaciones.
con que Dios h_a
querido probar a la comunidad cristiana en el curso de las -edades, para
depurarla y -acrisolarla:
ut qui proba ti sunt manifesti fiant in vobis».
En carta al P. Getino le dice: «Lo único que no me parece-" ente'i'amente
bien (y perdone mi leal franqueza) es el tono en demasía agrio y como de
695
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
científica y apologética a la vez carecería de la debida amplitud
temática.
En realidad, ha existido y existe una tendencia al reduccionis·
mo histórico en base a
categorías sociológicas, estructurales, eco·
nomicistas ... en detrimento del verdadero conocimiento del hom·
bre y la sociedad del ayer, complejo como cristal del mil facetas
--al menos así me parece en la práctica investigadora-. Los re·
duccionismos más insistentes han sido el ideológico (la Historia
como arma para transformar el presente y herramienta para
cons·
truir el futuro) y el socioeconómico. Ambos han pretendido di­
luir a los hombres concretos en el todo social y condicionar la
comunidad humana a los medios de producción, como si
la colee·
tividad pudiese explicar necesariamente a la persona y, a su vez,
se pudiese comprender el caminar de los hombres sobre
la tierra
a través de catégorías económicas. ¿
Por qué no pudo ser de otra
manera, máxime cuando en mU;chos casos se prueba que así fue?
El reduccionismo , ideológico suele presentarse de hecho acampa'
ñado del socio-económico ; el caso inverso parece ser menos fre­
cuente.
Verba y facta. Existe una interesante diferencia de criterio
entre la
postura según la cual el historiador, debe centrarse en los
textos, y otra que considera que «los textos, los
verba, son objeto
del trabajo del historiador, pero no propiamente materia de la
historia». La
primera tendencia se presenta defendida, entre otros,
polémica contemporánea que alguna vez aplica· usted a la discusión de cosas
ya tan
lejanas; y que no pueden apasionarnos en el mismo grado que a los
ilustres
varones que en aquellas disputas -tomaron parte. La historia pide,
a
mi ver, ciei:to reposo de estilo, que no ha de confundirse con ·la indiferen­
cia.
Yo en llli juventud· pequé ·bastlnte por el lado del apasionamiento pero
el tiempo y la experiencia me han· collVencido· ·de :que la razón tiene tanta
más fuerza ·cua11to con mayor moderación se expone. De toclos modos, el
brío juvenil de Usted es indicio de sangre generosa, y esa ligera acritud
ya la
irán madurando los afiOs».
HemdS tomado estos textos de CAMPoMAR FoRNIELES, Marta M.: La
cuestí6n feligíÓsil en la r"estauracl6n. Historia de los Heterodoxos españoles,
Santander, Ed. Sociedad Menéndez Pelayo; 1984, 327 págs. págs. 260, 266-
267, 271-272.
696
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HISTORICA.
por Alvaro D'Ors y, la segunda, por Federico Suárez (13). No
entraremos en polémica, sino tan sólo dejar constancia de este
delicado pero importante debate. Aunque
la concepción del que­
hacer histórico sea, en parte, diferente en ambos casos, el rigor
de toda ciencia basada en fuentes históricas bien. trabajadas
per­
mite conclusiones coincidentes se tómen como objeto de la Histo­
ria los verba o los
facta.
Según D'Ors, el historiador debe centrarse en los textos -los
verba-, es decir, en la reflexión del hombre del pasado sobre el
acont= histórico del que fue testigo o cronista:
«Toda
la Historia se .reduce a escribir reflexiones escri­
tas sobre otras reflexiones iguahnente escritas sobre el acon­
t= humano ( ... ) superposición constante de palabras sobre
palabras (
... ) en el que el objeto y sujeto se combinan, y
en el que, sucesivamente, el .que puede actuar como sujeto
se convierte prontamente en objeto». Y continúa dicho pro­
fesor: «al tener por objeto los textos, debe tomar en con­
sideración las reflexiones
· de la conciencia de los autores de
los textos· sobre todo el acont= humand, sin convertir a
este
mismo acontecer fáctico en el objeto directo de la His­
toria»
( ... ), «el objeto de la Historia son los textos, y no
los hechos mismos, .sobre los que la reflexión humana ha pro-
ducido los textos»: ·
Lejos del· positivismo, que · selecciona tan sólo los hechos de-
(13) D'ORS, Alvaro: «Objetividad y verdad en historia», Madrid, Ed.
Speiro, Rev.
Verbo, núm. 223-224 (marzo-abril, 1984), págs. 315-336; SuÁ­
REZ: op. cit. Para otros autores, ·por-ej~mplo, el filósofo Hegel, «la palabra
f?istoria reúne en nuestra_ lengua_ el séntido _ objetivo y el subjetiv9:. significa
t"anto histo_riam rerum gesiaruin. como las res gestas inismas, tanto la narra­
ción histOrica como los hechos y .acontecimientos._ DebefiloS considerar esta
unión de
ambas acepciones como á1go más que lIDa · casualidad externa;
signiíica que la narración histórica aparece simultáneamente con loS hechos
y acontecimientos propia.mente hist6ricos. Un. -m~o_-_fundamento .común
las hace.brotar .juntas».
HEGEL: op. c.it.,. pág. 13"f_ Oert-amente, _tanto los
hechos, del ayer como
las narraciones efectuadas en él son historia; Sin em­
bargo, esto no sol:ucioÓ.a cuál es el, principal objeto· ~el conocimiento his­
tórico, cuestión ésta de· gran importancia pára Orientar ·y efectuar la inves-
tigación y para presentar los r.esultados de· la· misma.~ ·
697
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
nominados positivos (los cuantitativamente verificables) de la glo­
balidad de hechos históricos, Suárez afirma:
«Si la materia
de la historia es el pasado, si el objeto
de
la investigación histórica es la reconstrucción de ese pa·
sado, y la historia debe mostrarlo tal y como nos es posible
conocerlos, no parece
fácil, ni siquiera posible, evitar la pa·
labra hechos. Son como los elementos de que se compone
la compleja realidad, y, por tanto, reales ellos mismos.
Evidentemente, los textos, los verba, son objeto del. tra­
bajo del

historiador, pero
no propiamente materia de la his­
toria. Si no nos llevan al conocimiento de una realidad de
la que ellos son expresión o testimonio no sirven para gran
cosa (

a no ser que ellos mismos sean considerados como
hechos, como la realidad que se quiere
dar a conocer ( ... )
(pág. 193 )».
Las orientaciones positivista e ideológica, que coinciden prin·
cipalmente en ~I relativismo del dato y en la interpretación his·
tórica respectivamente, han despreciado o negado la existencia del
hecho histórico. Sin embargo, conforme a las fuentes históricas,
es evidente que los hechos existieron, y que tarde o temprano se
imponen
por sí mismos a los historiadores. Como indica Suárez:
«los investigadores de la historia podrán, igualmente, estar en
desacuerdo sobre teorías e interpretaciones, pero
no por mucho
tiempo sobre los hechos; discutirán,
quiza, el porqué, pero rara­
mente el qué» (pág. 199).
Leyes hist6ricas. Para ciertas tendencias historiográ{icas, que
parten del
determinismo o del especial condicionamiento socio-­
económico humaoo, el punto de partida básico es conocer teórica­
mente las denominadas «leyes históricas», con el objeto de apli­
carlas a los datos extraídos de los archivos y hemerotecas. Dichas
supuestas leyes históricas,
las. convicciones de que el motor de la
Historia es la
fuerza soda! y la materia: histórica el condidona·
miento radical econ6mico-sodal, son tres apriorismos científica­
mente inaceptables en la ciencia histórica, pero que suelen ser el
sustrato más o menos
OGUlto de no pocas investigaciones efectua·
das. Estos apriorismos nunca se presentan abiertamente, sino
vinculados a unos datos expuestos y predeterminados.
En relación
698
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA. HISTORICA
con estos apr1onsmos, también resulta inaceptable la relatívíza­
ción
de las fuentes históricas, respecto a las cuales algunos valo­
ran, principalmente, tanto la ocasión para efectuar su personal
interpretación,
como la relativa facilidad para amoldar los datos
a las
leyes históricas referidas, cuyo carácter es eminentemente no
sólo filosófico y no comprobable mediante las fuentes históricas,
sino también ideológico. De todas maneras, ello no impide que,
en
el ámbito universitario, esta historiografía ofrezca investigacio­
nes «repletas» de datos y citas documentales, aunque este recurrir
a un «neopositivismo poco
explicativo y eminentemente acumula­
tivo» esté «orientado» (y, por ello, ante
sus ojos, «disculpado»)
desde fuera de los textos y de una manera reduccionista conforme
a un esquema o prejuicios ideológicos previos. Según esto, el
in­
vestigador puede hacer decir al texto lo que la manipulación o
reducción del mismo le
permita, aunque dicho texto · pudiera en­
tenderse de otra manera y con igual o mayor acierto. Tampoco
creemos válidas las posiciones denominadas «intermedias»,
al par­
ticipar de alguna manera del carácter radical de la siguiente
for­
mulación, al parecer cierta, de un afamado filósofo idealista: «si
los textos contradicen nuestra idea, ¡peor para
los textos!».
La Historia no parece regirse por leyes que configuren la reali­
dad de una forma segura y previsible. Por otra parte, dichas leyes
se efectuarían en la Historia. Por Jo general, al parecer los hom­
bres han actuado -y actuamos-ron una personalísima coheren­
cia, con una «lógica» humana, pues .hasta lo ilógico del compor­
tamiento humano puede tener su «lógica» interna humana. No en
vano hay bienes, principios morales, valores, conceptos, formas y
modos humanos, etc., que permiten encuadrar de alguna manera
los hechos históricos, pudiéndose así efectuar afirmaciones de cierto
carácter universal más allá de la singularidad y del carácter irrepe­
tible de cada realidad. Esta labor exige la máxima delicadeza. A
modo de ejemplo, la soberbia, el orgullo, la vanidad,
el deseo de
poder, de riquezas, de placeres, etc., son una constante humana
que
explica muchas realidades del pasado; como también sus co­
rrelativas virtudes y otros bienes de la. más alta calidad. humana
y cristiana. Desgraciadaniente, en la documentación,
las primeras
699
Fundaci\363n Speiro

/OSE, .FERMIN GARRALDA ARIZCUN
realidades humanas citadas son mucho más abundantes y llamati­
vas que
las segundas, lo cual no puede hacernos perder la realidad
del pasado.
No hay leyes que de una manera segura y previsible regulen
el. acontecer humano; al menos no se conocen. Quien considere
que sí existen deberá demostrarlo con las posibilidades que le
otorga
la ciencia histórica, las fuentes del pasado. Sin embargo,
creemos que sí existen unos puntos de partida inexcusables para
estudiar el ayer, precisamente
sutgidós y obtenidos al filo de . la
investigación histórica. Para ello nos remitimos a las consideracio­
nes planteadas sobre el método histórico.
Por último, en relación con el objeto de la ciencia histórica,
uno de los grandes problemas
de esta ciencia. es la actual gtan can­
tidad de estudios, la dispersión temática paralela al obscurecimien­
to de los temas centrales, y
la pérdida de las metas finales de esta
ciencia
. a favor de la resolución técnica de los problemas sutgidos
en el conocimiento del pasado.
5. Objetividad histórica.
Esta es, quizá, la cuestión más importante de los estudios his­
tóricos en su calidad de ciencia, aunque sea una consecuencia de
otros
aspectos. Durante los siglos XIX y XX hay constancia de auto­
res que han negado o relativizado la objetividad histórica, movidos
por consideraciones filosóficas,
por creer que el sujeto cognoscente
es
un freno para conocer la realidad objetiva, por la complejidad
y la diversidad
.de las explicaciones de los fenómenos ·históricos
efectuadas
por los investigadores del pasado, o por otras razones
más complejas. De esta manera, algunos han llegado a considerar
que
· el objeto histórico es la transformación del presente . y otros
a
no aprovechar los esfuerzos investigadores, porimpulsar aquellos
tanto investigaciones sobre
aspectos secundarios en contraste con
el necesario conocimiento
de lo mas relevante del ayer, como cuan·
tificaciones interminables.
Es decir, el inicial escepticismo o la
desconfianza hacia la objetividad histórica ha finilizado · en · des-
700
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HISTORICA
virtuar la ciencia histórica por viciar su objeto o bien en divaga­
ciones improcedentes.
Según J. A. Maravall; la ciencia no se caracteriza por la obje­
tividad con
la que el observador estudia los fenómenos, pues con­
sidera que:
«La pretensión
de la historia :de creer que dice algo que
vale
en tddos los lugares y para siempre, eso es falso ; ¿ es
que hay alguna ciencia que de una manera radical ·y plena
pueda pretender esto hoy?
No» (14).
Esta afirmación hace referencia a, la ciencia en general, incluida
la ciencia hi,stórica. Según
Ibáñez Almajano (15), Maravall parte
de una concepción dinámica de fa ciencia, y de la necesidad de
una renovación epistemológica -de fundamentos y métodos~ de
cualquier
ciencia,· con la con;iguiente asunción de formas de pen­
samiento dinámicas. En relación con la ciencia histórica, considera
necesario relegar
el esquema caúsa-efecto y elegir el modelociber­
nético de retroalimentación, es decir, la idea «de sistemas que en
cierta medida se autoregulan y exigennuevos marcos conceptua­
les
que se aparten de los métodos clásicos de aislar una sola varia­
ble». Considera necesario apartarse del estudio
de las causas, para
así centrarse en la génesis_, e~ol~ción, conexiones con . otr~ _ fenó­
menos, complejidad y situació¡i de los hechos históricos. También
advierte, que· el historiador
parte de unas necesidades, tradiciones
y herencia
que condicionan, relativizan y subjetivizan las conclu­
siones
de la investigación. Al parecer, dicho relativismo y las gran­
des dificultades que Maravall reconoce para lograr la objetividad
del conocimiento históricd, le condicionan para considerar impo­
sible alcanzar la
denominada historia total,

totalidad ésta ceñida a
los límites que
le son propios. Pata este autor, sólo eh parte de­
dicado a la ciencia histórica:
mediante investigaciones de un gran
valor,
lá complejidad del hombre cdnlleva que la ciencia se con­
figure como
un proceso creativo que reclama el continuo dinamis­
mo y
la interdiscipllnariedad.
(14) lBÁÑl!Z Al.MAJANO: Art. cit.
(15) !BÁÍffiz Al.MAJANO: Art. cit.
701
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
Llama la atención las desorbitadas pretensiones que Maravall
adjudica falsamente a
los historiadores. En realidad, cuando un
historiaddr concluye una tesis, efectuada con rigor y datos
feha­
cientes, siempre está abierto a revisiones ulteriores. Lógicamente,
a nadie
se le pasará por la cabeza cuestionar la existencia de Na­
poleón, aunque hacerlo tampoco importa, e incluso efectuarlo con
sentido común puede ser de
vez en cuando conveniente.
Debidd a
la diversidad de afirmaciones entre los historiadores
e, incluso, a la desconfianza de algunos de ellos para lograr un
conocimiento cierto y verdadero del pasado, cabe cuestionarse:
¿es posible, realmente, la ob¡etividad en el estudio de la Historia?
Denominamos objetividad a una inmanente certeza de la misma
Historia (Alvaro D'Ors), a la convicción
de que nuestras afirma­
ciones
se corresponden a la realidad. La objetividad es necesaria
para conocer el pasado, para
lograr la seriedad y el rigor debidos
a
la investigación relativa a la ciencia histórica, y para alcanzar
conclusiones cient!ficas. Para el historiador implica
un acto sico­
lógico por el cual pretende alcanzar y aprehender el objeto de su
conocimiento,
la realidad histórica.
Aunque la objetividad
y el objeto histórico se diferencian cla­
ramente, ambos conceptos se encuentran relacionados. Mientras
el objeto dice relación.ª la cosa en sí (conocer la realidad históri­
ca), la objetividad hace
referencia al historiador o quehacer histó­
rico.
La objetividad se adquiere cuando el investigador se ajusta
realmente al objeto
de su conocimiento. Sin embargo, puede darse
una «objetividad» subjetiva cuando
el historiador desea urilizar
los medios oportunos para conocer
la realidad del pasado y, sin
embargo, no alcanza esta última. En tal
caso el históriador puede
ser objetivo en sus planteamien~os pero equivocarse en sus. con­
clusiones. En realidad, las mejoras metodológicas ayudan mucho
a conocer
el objeto histórico, por supuesto, siempre que se desee
llegar a
él.
Descartamos la carencia y mala urilización de las fuentes y
aquellos métodos históricos desvirtuaclores del pasado, que supo­
nen apriorismos de
carilcter filosófico e ideológico, e incluso que
están vinculados a una filosofia que niega la capacidad e interés
?02
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HISTORICA
de la objetividad en el estudio del pasado. Realmente, debieran
demostrar esta incapacidad en base

a las fuentes históricas o a su
tratamiento. Dicha negación beneficia tanto
al olvido o rechazo
de lo que fue, al evolucionismo radical y permanente (ideología
evolucionista), y a
la capacidad transformadora de lo real d bien
de la apariencia del ser en el presente. Por ejemplo, la posición
de Carr nos parece poco aceptable, pues, según él, el pasado debe
entenderse y explicarse como si estuviera obligado a suceder, en
contra, así, de la elemental regla de no forzar la realidad ofrecida
por las fuentes históricas.
Sin negar
las dificultades que conlleva la búsqueda y el logro
de la objetividad histórica, sí
la creemos posible a pesar de la com­
plejidad del objeto histórico, de los límites del propio conocimiento
humano, de los elementos subjetivos que pueden condicionar al
historiador, de que la crítica de los datos históricos y
la explica­
ción del pasado no son sólo objeto de
la razón sino también de
las diversas facultades espirituales del hombre, aplicadas única­
mente sobre los datos ofrecidos por las fuentes históricas. La ob­
jetividad
es necesaria para garantizar el carácter científico de las
conclusiones de cualquier investigador. Y
es posible con unas
fuentes históricas suficientes,
un adecuado método de estudio y
el debido discurso del historiador ceñido a aquéllas.
Quizás a algunos les pueda parecer uh atrevimiento o una
ingenuidad el afirmar la posibilidad

y necesidad de la objetividad.
Lógicamente,
no btJblamos de una objetividad absoluta sino relativa
aunque real,
debido a las limitaciones del conocimiento y del pro­
pid historiador, y a la imposibilidad de absolutizar conclusiones
en los estudios humanísticos. Dicha necesidad
es cada vez mayor
cuanto más nos acercamos a la verdadera dimensión de la realidad
del pasado, cuanto
más penetremos en los hombres y sociedades
del ayer, cuanto
más nos aproximemds a la Historia total. El per­
feocionamiento de las técnicas utilizadas por la ciencia histórica
-y cualquier técnica en general por su carácter aséptico y si es
bien
utilizada-colabora en la importante tarea de alcanzar la
mayor objetividad posible,
pero ni suponen dicha objetividad, ni
necesariamente la producen,
703
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARlZCUN
Considero que este es d sentido que tiene d magisterio de
Hugh Trevor-Roper
al .explicar lo siguiente:
«Por supuesto que hay personas que creen que la
His­
toria es en sí misma una ciencia objetiva. Supongo que la
ven como un ajuste progresivo de técnicas académicas por
las que se puede reconstruir el pasado con precisión mate­
mática y objetividad
total. Sin embargo, no creo que mu­
chos historiadores estén hoy de acuerdo con esta forma de
pensar. Debemos mucho a
los técnicos de .la Historia, desde
los filólogos del Renacimiento hasta los críticos de las fuen­
tes
dd siglo XIX. Gracias a ellos, abordamos los grandes
problemas de
la reconstrucción histórica de una manera más
exacta y útil que la de nuestros predecesores; sin émbargo,
eso no nos hace mejores historiadores. Incluso los historia­
dores
más<'objetivos" están prisioneros de una filosofía con­
dicionada por ,u experiencia subjetiva. A los ordenadores
también hay que programarlos. Las teorías objetivas, instru­
mentos perfectos, no existen. Es en vano suponer que se
pueden captar en la tranquilidad de un monasterio o en un
centro de documentación: ¿qué idea útil
podría obtenerse
de un centro de documentación?
Las ideas y las. habilidades
se desarrollan bajo la influencia del mundo exterior ; una
influencia que varía
de generación en generaci<>n; de perso­
na a persona, y que nunca puede ser exactamente la misma.
A veces nos .entra la tentación de hacer una Historia
más científica que la que nos encontramos ( ... ). La mejora­
mos, reduciendo
el. c pero si alguna vez tuJTiéramos éxito en eliminar ambas cosas,
habríamos dado
muerte a nuestra asignatura( ... )» (16).
Estas últimas
palabras nos indican que no debemos intentar
explicar
más de lo permitido podas fuentes, debiéndose encauzar
la curiosidad propia
del investigador y de quien solicita sus con-
clusiones y resultados. .
El conocimiento del pasado histórico es labor de todos los
historiadores ; supone un gran claustro y foro sin· ftontéras donde
cada investigador aporta sus
personales conclusiones obtenidas en
(16) TREvoR-ROPRR, HÚgh.: «Historia e imaginación». Madrid, Rev.
Atlántida, Ed. Rialp, núm. 4, 1990, 128 págs. págs. 4-15, 4-5.
704
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA.. DE LA CIENCIA HISTORICA
las materias de su estudio para ser valoradas, discutidas, cuestio­
nadas y expurgadas
y, al final, presentadas en su debida dimensión.
También son necesarios los grandes maestros que, tras un largo
tiempo de investigaciones
y foros abiertos, inicien las síntesis fi.
nales, siempre abiertas a estudios .posteriores. Esto no es dudar
de la objetividad histórica, sino
afirmarla en su real aunque rela­
tiva dimensión, propia de toda ciencia humanística. Tanto la His­
toria misma como las investigaciones y el conocimiento del
·pasado
se van elaborando con el paso de las generaciones. Qaro está que
nos
referimos. a las grandes realizaciones y conclusiones históricas
respectivamente. Al investigador que
posea· un inicial posicionamiento personal
respecto al tema que desea historiar -opinión por otra parte muy
respetable--, tanto como al que carece de opinión, se les debe
exigir investigar con la mayor· objetividad posible. De por sí, los
primeros
no tienen por qué encontrarse más inclinados a los sub­
jetivismos que los segundos. Logtar dicha objetividad es uno de
los principales retos
dél historiador quien, para ceñirse a la reali­
dad del pasado a
través' de los datos, debe callar lo que éstos no
justifican o permiten
afirmar. Este punto de partida, esta primera
y fundamental regla de prudencia científica,
es difícil o imposible
de
ejercer cuando el historiador; poseedor o no de unas supuestas
leyes objetivas
de loi cambios históricos, condiciona la realidad
del
pasado a sus apriorismos subjetivos, considera la realidad como
un sistema cenado, o bien cree estar en
la inexcusable obligación
de explicar todo
lo que afecta al tema .de su elección, incluso más
allá de lo permitido por las fuentes históricas. En este aspecto,
a veces conviene contener los deseos
explicativos, en tal cáso a
beneficio de
la verdad.
Una objetividad razonable o suficiente si es posible; más aún,
es una necesidad y· úna de las principales obligaciones de todo
cientlfico. Al historiador le exige ci:ñirse a las fuentes históricás,
e
investigar a través de ellas con honradel:, fidelidad, espíritu crí­
tico, y con la adecuada metodología. Ello implica tener el !irme
propósito de alcanzar un conocimiento verdádero y cierto ·sobre
el pasado; .desvincularse de toda opinión personal,. subjetivisino y
705
Fundaci\363n Speiro

/OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
categoría aprioristica; abrirse a la posibilidad de la inmensa com­
plejidad de
lo real ; reconocet que por muchas mejoras metodoló­
gicas efectuadas, éstas siempre son aplicadas por hombres y tienen
un idéntico sustrato inexcusable para garanti2ar un conocimiento
adecuado
de la realidad del ayer; un continuo esfuerzo en bene­
ficid
del rigor y la seriedad en la investigaci6n; darse cuenta que
las circunstancias
de la realidad no deben sustituir o desplazar la
posibilidad y necesidad del conocimiento de aquello que las hace
posibles y aun las
mantiene; y la necesidad de un diálogo entre
los historiadores para contrastar
y perfilar sus respectivas conclu­
siones.
Un historiador debeUegar a conclusiones, pero siempre ha de
estar abierto a su posible correcci6n; en ello manifiesta sus propias
limitaciones pero no su escepticismo o descdnfianza en aquéllas,
Dichas conclusiones --conocimiento hist6rico--no son exactas,
sino que poseen cierta dosis
de una in~ertidumbre rawnable. Las
facultades del historiador
y su subjetividad encauzada, no anulan
la objetividad (nunca absoluta) del
conocimiento hist6rico. En la
práctica, estd
ha permitido que cada vez los historiadores sepan
más cosas
y mejor, en un esfuerzo por la objetividad, en una me­
jora metodol6gica, en una mayor dedicaci6n, una razonable espe­
cializaci6n, y un constante diálogo entre los diversos centíficos de
esta
.disciPlina, abiertos siempre a la verdad del pasado.
6; Finalidad de la Historia.
Nos referimos a la intenci6n última, en vista de la cual el
historiador investiga el pasado.
El prop6sito del investigador es
averiguar la verdad tal y como puede ser conocida, según las fuen­
tes
hist:6ricas .. Esta finalidad es totalmente ajena a un interés prac­
ticista
.o· utilitatio, subraya el conocimiento del pasado, soslaya
radicalmente la
.preténsi6n de algunds historiadores de influir y
transformar el presente y, en base
al estudio del pasado, de cons­
truir el futuro.
El investigador nunca sabe a d6nde le va a conducir la investí-
706
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HISTORlCA
gación ni lo que se va a encontrar en ella, aunque a veces pueda
sospecharlo con
un mayor o menor fundamento en base a deter­
minados datos históricos ya conocidos. Según Suárez, el historia­
dor «nunca conoce de antemano la respuesta, aunque pueda con,
jeturar
más o menos vagamente dónde puede estar o en qué di­
rección hay que buscarla» (pág. 130).
La misión, el para qué
de la ciencia lústórica y de la Historia,
no es configurar el presente, ni el futuro, ni hacer cualquier tipo
de política.
La Historia no es una herramienta para construir el
futuro,
ni el lústoriador quien la utiliza. Lo contrario, además de
desnaturalizar la · ciencia, conllevaría gravfsimos riesgos, uno de
los cuales sería perjudicar el carácter
científico de la Historia, ya
que ésta exige la
mayor imparcialidad y objetividad. Por otro lado,
la Historia ya está hecha, de manera que nada aprovecha en el
ámbito del conocimiento
científico del pasado intentar modificar
de alguna manera dicho pasado, ademas del gran despropósito que
ello implicaría precisamente
por su imposibilidad. Seguramente
ningún investigador se
propOne expresamente modificar el pasado¡
pero puede. ocurrir que
alguien, al interpretarlo subjetivamente,
se· declare propia y plenamente árbitro del conocimiento de aquél,
e incluso actor y
no receptor del ayer objeto de estudio .. Plantear
la interacción sujeto-objeto de la ciencia lústórica implica plantear
el. interrogante de la. objetividad lústórica. A esto puede llegarse
por varias razones:
por desconfiar en la objetividad histórica, por
subordinar al historiador a la ciencia filosófica, por admitir el
evolucionismo dialéctico o, en
todo caso, por desviar a la ciencia
lústórica
de su finalidad, etc.
· Un espíritu recto siempre prefiere el conocimiento de la ver­
dad sobre su personal interés material o espiritual. Esta honradez
profesional
-desear conocer el pasado tal como fue-, unida al
total desinterés en modificar el ayer --«el pasado, pasado está»-'-,
garantiza la credibilidad del historiador ante los no investigado­
res, quienes generalmente carecen de criterio y medios
para efec­
tuar una debida crítica a las fuentes y al Ínétodo histórico utilizado.
De hecho, el público lector no especializado se fija más en el
«temple»
ecuiínime y desinteresado del investigador, en sus expli-
707
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
caciones desideologizadas, y en su terminología, que en la rigurosa
validez de su efectuada· demostración.
Para J. A. Maravall, la Historia es una ciencia en su método
y medio (preparación,
selecció¡,. de materiales, ,. . }, pero no es .su
fin, ya que -dice--no puede ser neutral. Sin embargo, dese!,; el
punto de vista de cierta tend,;ncia historiográfica militante, ¿no
es verdad que el conocimiento histórico puede y debe «comprome­
terse» con las realidades .del presente, e incluso desde este estudiar
el pasado? Según esto, ¿no es cierto que ni .dicho conocimiento,
ni el historiador, deben ser neutrales en la proyección social de
los estudios históricos? ¿No serfa también. verdad que, incluso para
llegar a dicho compromiso y
¡;arencia de neutralidad, en última
instancia
habría que basarse y querer fundarse principalmente en
un pasado estudiado como parte de la realidad? En tal caso, ¿el
conocimiento histórico no sería también ciencia ·de .. su finalidad,
al menos en parte? En realidad, todos los que deseen conocer el
pasado deben pagar como tributo aspirar alcanzar la realidad de
aquél. Si esto
decirpos de la historiografía militante, ¿qué podre­
mos decir de un historiador que bu~que con un único afán averi·
guar la verdad del pasado? Negar esta posibilidad a un investigador
puede suponer negar la objetividad histórica;
¡,ero aun en el caso
de que esta última fuese imposible, el historiador bien pudiera
tener como finalidad de sus estudios la averiguación de la verdad
del pasado histórico.
Et1 principio, si la finalidad del lector -'-especializado o no­
de. un estudio histórico es .averiguar y conocer la·verdad del ·ayer,
no parece indicado examinar previamente la· biografía. y mentali·
dad personal del historiador ( en el supuesto de poder averiguarse}
con
el objeto de, en base a ello, predisponerse ante su quehacer
científico antes de penetrar en sus estudios, como si sus cónside­
raciones personales tuviesen necesariamente la virtu.d de viciar o
garantizar la objetividad y certeza histórica, la validez científica
de la investigación. Una cosa .es conocer a un· historiador concreto
como· orientación personal en la lectura de sus investigaciones, y
otra.
mu.y diferente basarse en ello para rechazar o abrazar sus
tesis o hipótesis antes.
de penetrarlas ell profundidad. Uná tesis
708
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HlSTORlCA
no es · defendible por su autor, por quién la mantiene o aplaude,
sino por cómo
se sustenta. Desgraciadamente, hay algunos -muy
pocos--historiadotes que descaliHcan • -a 'veces hasta el insulto
personal-a otros investigadores, en atención a las ideas perso­
nales
-reales o supuestas--de estos últimos, y a ciertas valora­
ciones, en parte subjetivas, localizadas en ciertos fragmentos mar­
ginales de sus trabajos. De esta maoera, se ha llegado a la paradoja
de que quienes consideran que la ciencia histórica es sobre todo
interpretación, se extrafiao que otros hagao uso de ella moderada
y marginalmente. Dichos descalificadores
-y autodescalificados-­
llegan a lanzar públicamente sobre todo la obra criticada la sos­
pecha de falta de rigor científico e incluso de maoipulación de
los datos. Para ciertas concepciones
de la Historia, cualquier «de­
bilidad» de sus «contrarios» es un arma para ellos.
Afortunadamente, hoy prevalece una armonía,
cada vez me­
jor, entre los investigadores del pasado. Los foros abiertos son
cada vez mils abundantes con un sincero · ánimo de lograr un ma­
yot acercamiento a la realidad del pasado con la finalidad de
averiguar la verdad del mismo.
7. Función de la ciencia histórica.
La función principol de la ciencia histórica o del conocimiento
del hombre y
las comunidades del ayer y de su entorno va acom­
pañada de otras funciones secundarias, complementarias de la prin­
cipal, que muestran un horizonte de la ciencia histórica cuajado
de humaoidad. No en vano, una ciencia sobre el hombre, huma­
niza taoto a quien la desarrolla como a quien
la recibe. Las cien­
cias humanísticas lo son en su pleno sentido y atributos. Algunas
de las
funciones secundarias de la ciencia histórica son las siguien­
tes:
1) Ayudar a entender -en lo posible--el presente, su rea­
lidad, sus problemas y su apertura al mafiana. Benito Ruaoo ha
sefialado que uno de los
togros del XVII Congreso Internacional
de Ciencias Históricas, celebrado en Madrid (agosto 1990), ha
709
Fundaci\363n Speiro

JOSB FERMIN GARRALDA ARIZCUN
sido poner de manifiesto que «los historiadores son tan importan­
tes para
la sociedad como los economistas, los médicos o los polí­
ticos, y son ellos, antes que éstos, los que pueden ofrecer una
visión más
real de la situación de nuestras. sociedades». Asimismo
para Theo
C. Barker «son los historiadores quienes mejor pueden
fijar
su vista en el presente y quienes tienen mayor capacidad para
involucrarse con él a la
luz de los acontecimientos pasados». Ló­
gicamente, esto implica la afirmación de la objetividad y de otros
caracteres de la
ciencia histórica, pues de lo contrario estas afir­
maciones estarían fuera de lugar.
2) Transmitir a los hombres
de hoy unos saberes de cosas
humanas que de una u otra. manera se hallan en el presente, e
incluso también aquellos
saberes más o menos olvidados, extravia­
dos o perdidos. Así como la incultura religiosa perjudka el cono­
cimiento de nd pocos saberes humanos e imposibilita incluso el
enteder la Historia ( tal como lo manifestaron profesores de Fran­
cia y Reino Unido, preocupados por la gran incultura religiosa
sobre
el cristianismo) (17), la incultura sobre la Historia impo,
(17) Tal como se ha planteado en el Reíno Unido, aunque con difusión
relativamente menor, la investigación llega .hasta este interrogante: ¿Son
los valores del cristianismo factores que configuran la sociedad? La res­
puesta tiene consecuencias prácticas inmediatas; por ejemplo, la posibilidad
de obligar a .todos los alumnos 'a participar en el acto religioso de 'comienzo
de las actividades escolares prescindiendo· dé ·sus creencias, como recurso
pedagógico necesario para entender la socieda.d de· la que forman parte.
En Francia se. da µn matiz, diferente: sin Una mínima formación rdigio­
Sa, cristiana, no es posible comprender la historia de la nación. Para-pre­
sentar el problema con visos de 'mayor objetividad se argumenta que lo
misino cabe a.firmar 'de Otros países.
un· medio informatlvo'rto precisamente conservador, el suplemento edu­
cativo de Le Monde, ·de ,París, ha dado amplia· acogida en su editjón .de
noviembre a lo polémica, que se abre con unos titulares de gran formato:
-«¿Forma parte de nuestra historia el cristianismo?»; allí se exponen las
CQnsideraciones de la profesol'f:l F. Gallard, quien se confiesa agnóstica, las
del decano de la inspección de Historia y Geografía padte .. Garrigue, las .de
otros. profesores y las de_ la comentarista Marie-Claude Betbeder.
' Drásricas sus afirmaciones i el l~icismo de la República desde hace un
siglo, al Vaciar la escuela de todo lo · confesional, ha hecho inccimpre'nsihle
710
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HISTORICA
sibilita la comprensión de otras ciencias y mutila el desarrollo in­
tegral
del hombre.
3) Colaborar en la generalización de un bagaje cultural me­
dio -como parte de la formación integral de la persona-, sobre
todo hoy, en que
la Historia y la cultura histórica experimentan
un tratamiento -a veces intencionadamente-- muy superficial,
tendencioso, frívolo, estereotipado y minimizado en sus contenidos.
4)
El historiador puede intencionalmente acercarse al pasado
para las generaciones jóvenes una parte de su historia; en la Universidad
hay que dar cursos de iniciación a
la historia religiosa para que los alum­
nos puedan entender la ·historia del arte y gra.q.-.parte de historia general
o de la literatura; también
-para somojo de muchos-está frase: «cuando
los profesores hablamos de oración o de ayuno sólo ·nos entienden nuestros
alumnos musulmanes
... ».
Esta interesante reseña, que finalizaba con una mención a su -aplicación
en España
y con un comentario sobre la futura ec;lucación en este país, la
encabezaban
los titulares siguientes: «Profesores ·de Francia y Gran Bretaña
preocupados por la incultura religiosa». «Sin
una mínima formación es im­
posible incluso entender la Historia». «Con diferencia de pocas semanas
ha trascendido al público el planteamiento que se han hecho educadores
responsables franceses y británicos de una
cuestión que afecta a las raíces
mismas de su cultura: en qué medida se puede prescindir de la religión,
tanto vale decir del cristianismo, sin que se tambalee el propio modo de
ser nacional
y se haga ininteligible su historia. El problema es de fácil
extrapolación a otras culturas»
(ABC, 2-XII-1986, pág. 54).
En Francia esta cuestión ha calado hondo en la sociedad y sigue abierta.
Recientemente,
Le Monde de l'Education ha publicado uh sondeo efectuado
entre los franceses
m'Ostrando su opinión sobre la introducción de la en­
señanza de religión
en la escuela pública. De la amplia reseña publicada
por
ABC destacamos lo siguiente: «Los franceses, partidarios de la enseñanza
de la religión en la escuela pública», «consideran que sin ella es imposi~
ble conocer plenamente la historia». «El cincuenta y nueve por cierto de
los franceses consideran deseable la enseñanza de
religión en la e5CUela
pública, según un sondeo publicado por Le Monáe de l'Education. Los
padres estiman que esa enseñanza ·•contribuye a desapasionar _el debate -de
las cuestiónes religiosas, ampliando la formación humanista'. Los profesores
consideran que
sólo esa disciplina puede permitirl~s enseñar plenamente
siglos y vastas parcelas de
la historia, el arte, la cultura y la civilización»
(ABC, 1-VII-1991).
711
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARlZCUN
a beneficio del presente en las cuestiones de su personal preferen­
cia, siempre que no se
aísle en ellas ni desvirtúe su complejidad,
sea fiel a la realidad del pasado,
y desee prioritariamente el co­
nocimiento de este óltimo por sí mismo.
5)
Descubrir el pensamiento y el ethos, descubrir el logos
y el pathos y no sólo el gonos de la civilización a la que se pertec
nece, así como poner de relieve las tazones de su vigencia a tra­
vfs de los
siglos.
6) Prevenir el futuro al evitar las circunstancias que podrían
conducir a repetir
determinadas situaciones históricas, y colaborar
para que el hombre y
las sociedades, si Jo desean, sigan o em­
prendan su «buen rumbo». Evitar tropezar dos veces en los mis­
mos escollos, no en vano calificados popularmente de «errores
históricos», aunque no exista una ley que
determine aquéllos,
aunque
las circunstancias y los hombres nunca sean iguales y, en
óltima instancia, los humanos siempre se reserven su libertad para
contemplar, pensar o. hacer -u omitir-una cosa u otra.
7) Servir · indirectamente al comportamiento del hombre ac­
tual. No en vano los ~i:>CÍólogos, economistas, políticos, etc., ana­
lizan el pasadd para encontrar su posible relación con el presente
y así tomar decisiones al respecto.
8) Cultivar la conciencia y responsabilidad histórica huma­
na, t_anto por sí-mismas como para evitar la sujeción a nuevas
mitologías, por otra parte contrarias a la libertad humana e in­
cluso al libre albedrío.
9) Aportar a la
tildsofía y la teología una visión sobre la
realidad del ayer histórico, tanto para, en lo posible, ayudarles a
explicar el sentido
de la Historia, como para ofrecerles un bagaje
cultural humano que colabore en
el mejor desarrollo y aplicacio­
nes de ambas ciencias independientes de la Historia. La encíclica
Centesimus annus de Juan Pablo II se expresa, en lo relativo al
aspecto interdisciplinar,
de esta manera:
nz
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HISTORICA
«La doctrina social (de la Iglesia), por otra parte, tiene
una importante dimensión interdisciplinar. Para encarnar
cada
vez mejor, en contextos sociales, económicos y politi­
cos distintos, y. continuamente cambiantes, la única verdad
sobre el hombre, esta
doctrina entra en diálogo con las di­
versas disciplinas que se ·ocupan del hombre, incorpora sus
aportaciones
y les ayuda. [ abrirse a horizontes más amplios
al servicio de cada
persoJ.., conocida y amada en

la plenitud
de
su vocación» (núm. 59 ).
1 O) Conocer el ámbito humano donde la verdad eterna ha
actuado a través de su
Providencia. En expresión de García de
Polavieja, «abrazar al mundo con
un amor sin reservas y, al mis­
mo tiempo, y en virtud de ese mismo amor, presentarle la ver­
dad histórica, que ha sido dimensión
operativa y temporal para
la verdad eterna
y absoluta, y transmitírsela, cueste lo que cueste,
a pesar del estruendo de la anti-Palabra», en
la «coyuntura his­
tórica de plenitud y de vigilia para la Iglesia entera de Cristo» (18)
y
de la Humanidad completa.
(18) GARCÍA DE Po'LAVIEJA1 Juan Carlos: «Meditaci6n de la Revolución
francesa», Madrid, Rev. Verbo, Ed. Speiro, núm. 217-272 (enero-febrero,
1989), págs. 93-112, pág. 109.
713
Fundaci\363n Speiro