Índice de contenidos

Número 305-306

Serie XXXI

Volver
  • Índice

José Pedro Galvão de Sousa y la historicidad del Derecho

JOSE PEDRO GALVAO DE SOUSA Y LA HISTORICIDAD
DEL DERECHO
POR
JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
l. Inmediatamente que recibí de nuestro común amigo Ri­
cardo · Henry Marques Dip una invitación para colaborar en un
homenaje al profesor
Gruviio de Sousa, no sólo lo consideré un
honor sino, además, una feliz
ocasión para mostrar á José Pedro
mi admiración
y mi entrañable áfecto.
Aún no hace cincd años que Gabriela Percopo (e.p.d.) puso
en
mis manos para publicar en Verbo el artículo José Pedro Gal­
víió
de Sousa en la cultura brasileña, que había escrito su difunto
primer marido, nuestro inolvidable Francisco Elías
de Tejada y
Spínola, datado en 1977 en Sevilla; donde entonces era catedrá­
ticd; y que, con mucho gusto; publicamos en homenaje a ambos
-Elías de Tejada había fallecido-, en el número 221-222, enero-­
febrero de 1984, páginas 49-88. En él, el profesor español, hace
justicia a su colega de Siio Paulo, del que más especialmente se
ocupa en
dos epígráfes de su estudio, de los cuales no puedo
menos que extractar algunos de los incisos más significativos.
«Quien en días del mañana
_.,,,cribía Elías de Tejada_:_
establezca las líneas de la cultura brasileña · en · nuestro siglo con
una perspectiva de la
cual hoy carece, más porque el estruendo
de la prensa bulliciosa
y partidista impide medir las personas y
los hechos en la apagada exactitud de sus valores auténticos; José
Pedrd Galviio ·de Sousa será estimado por uno entre los rí:11ixi,
mos hombres del Brasil de esta centuria. Al lado de la egregia
significación de
sus estudios y de su talento, habrá de tenerse en
cuenta lo que sus saberes y esfuerzos. significan dentro del marco
Verba, núm. 305-306 (1992), 555-570 5S5
Fundaci\363n Speiro

JUAN BMS. VALLET DE OOYTISOLO
de su pueblo» ... «Galviio de Sousa encarna la concepci6n brasi-
leña del Brasil»
... «alza en su estandarte la cifra de las esencias
brasileñas»
... «es el campe6n mayor de la línea exacta de su
continuidad que prolonga la entraña espiritual del Brasil funda­
dacional». Y después
de evocar· la figura ---,Cpor él bien estudiada-de
Raimundo de Parias Brito -de quien añade que, si no lleg6. a
insertarse plenamente en la Tradici6n brasileira, «fue porque la
muerte le cort6
el. giro de su caminar intelectual, pues a ello le
arrastraban junto con su talento poderoso su condici6n del alma
brasileñameute cálida, tensa y
angustiada»--prosigue: «Lo que
separa a José Pedro
Galvíío de Sousa d!". Raí.mundo, de Parias
Brito
es que ha Ollc\ado enteto el camino que el magno fil6sofo
pase6 a tjentas desde. el páraJ;no de las modás de la extranjerfu
hasta el castillo de la .Tradici6n del Brasil. Lo que separa a Galvíío
de Sousa de los Morais Torres y de los Soriano de Sousa, de los
Ma.ricá y de los Lipparoni, es que en él el repudio de la extran-. . . .
jerizaci6n no se agota . en . e;xtranjerizaciones de otro signo ni en
simples protestas patri6ticas, empero sube a cabal sistema de pen­
samiento. Desde
el siglo XVII no ha engendrado el Brasil pensa­
ddr tan brasileñamente entrañado como José Pedro
Galvao de
Sonsa.
El es quien cumple T solamente él, el sueño rabiosamente
patri6tico de Tobías
-Barretto» .. ·• «La ambici6n patética del ta­
lentudo sergipano la
ha llevado a cabo José Pedro Galvíío de Sousa,
Es su justificaci6n
y s1,1 grandeza».
2.
· Esta imagen de José Pedro Galvíío de Sousa se halla ín­
timámente entramada. con su concepci6n de la historicidad del de­
recho y con su auténtico hispanismo.
Fallecido Francisco
Ellas de Tejada, José Pedro es hoy .el má­
ximo exponente fatelectual de la· Hispanidad auténtica, que no es
una idea de Imperio-,-en el sentido que hace unos años · se pre­
gon6 en España-,,sino.un'modelo de unidad -fundado en una
misma fec-, en: la pluralidad de esa segundá Cristiandad de. las
Españas, múltiple y una.
Por eso,
he· escogido para mi grano de' arena, en homenaje
;556
Fundaci\363n Speiro

GAL V .JO DE SO USA Y -LA HISTORICIDAD DEL DERECHO
suyo, la glosa del libro en el que explica su visión de la historici­
dad del derecho,
A historicidade do direito e r, elabora~íio legis­
lativa, impreso en Sao Paulo en 1970 por Editora Franciscana;
y de la cual, en 1972, Escelicer publicó en Madrid la traducción
castellana unida por Juan Antonio Sardina
Páramo, con un apén­
dice de éste.
Tengo sobre la mesa el ejemplar de la edición original, con
una tan entrañable como modesta por parte del autor, dedicatoria
suya: «Ao querido amigo Juan V allet de Goytisolo, en cuyo vi­
goroso ensaio «Sociedad de masas y derecho» encontró, com eru­
di~o e brilho, a plena confirma~aó da tese esbo~ada neste despre­
tenciosd volume.
Do amigo e admirador José Pedro Galvao de
Sousa,
Sao Paulo, Pascoa, 1970».
El libro lleva como lema el siguiente
párrafo de Rafael Gam­
bra, en su extraordinario libro El silencio de Dios:
«La maduración cultural de un pueblo se realiza en un lento
predominio del derecho escritó sobre la
costumbré de la unidad
o la estructuración sobre el localismo tribal, del plano teórico
sobre la pura adaptación al medid. Sin embargo, también en este
orden la salud consiste en una tensión y equilibrio entre lo ideal
y lo real, en una permanente toma de contacto con
la realidad
en
la que no se abstractice el saber ni se reduzca la vida y las
relaciones de los hombres· a esquematismos artificiales e infecun­
dos. Al modo
cdmo la virtud es en el hombre una tensión y ar­
monía de sus facultades, así también la sana.vida:de los.pueblos
debe siempre apoyarse en las realidades concretas
de la agrupa­
ción local o profesional y en
los límites y dimensiones creados
por la historia y la tradición».
La coincidencia esencial en el pensar de lds cuatro es completa
en esa materia.
3. Advertimos, ante todo, la necesidad de diferenciar la his­
toricidad y el historicismo. Corresponde al abismo que media
entre las concepciones de Vico y de HegeL
.
Para el filósofo alemán . la historia universal es el curso evo­
lutivd de la realización del Espíritu, en una dialéctica donde lo
557
Fundaci\363n Speiro

JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
racional se identifica con lo real en cada momento histórico, en­
volviendo en su devenir ineluctable la libertad. y la razón . del
hombre. Según el napolitano,
no es esto. El hombre con su razón y su
libertad, pero también
con sus limitaciones de una y otra, hace
la historia; pero, al hacerla, se sumerge en ella --como en la
cultura que también
es obra suya-condicionándose con su pro­
pia obra. Pero la puede conocer -scire per causas-como obra
suya -verum ipsum factum y verum et factum convertuntur-,
aunque sea en imagen plana -y no en relieve, como Dios cono­
ce su obra-; y, en esa misma imagen plana, puede alcanzar cierto
conocimiento de la
historia ideal y . eterna -trazada por la divina
providencia-que puede guiarle para su ulterior orientación y
desarrollo, explicándole el porqué de los
corsi y ricorsi de la his­
toria de las naciones, es decir, sus surgimientos, progresos, apo­
geos, decadencias y desapariciones. Por ella, esa historia ideal y
eterna, entrevista por Vico,
nada tiene que ver con el ineluctable
triunfo
de · la Idea, concebido por. Hegel. Significa para la expe­
riencia humana un modelo, que puede entrever, para tratar de
seguir, como con un brújula el camino, hacia el progreso, o apar­
tarse de
él, lo que conlleva la decadencia.
Está en el
término medio entre las concepciones del hombre
«solo razón»,
y el hombre «solo historia». En el hombre --como
advirtió el Aquinatense (S. Th., 1, 103, 1, ad 2)-hay algo per­
manente
--aliquid stabile-y algo sujeto al movimiento, a su
historia --aliquid ad motus pertinens-. Y en lo que depende de
la historia no está sujeto .a un determinismo inexorable; pero sí se
halla condicionado por su propia actuación ; por los eféci:os his­
tóricos de las causas a las cuales, voluntaria o involutariamente,
consciente o inconscientemente, han provocado sus antepasados,
sus compatriotas, sus vecinos y él mismo, en la medida de sus
posibilidades.
He ahí cómo el hombre con su libel:'tad no· sé mueve en el
vacío, sino en la historia guiada en ella por su razón que tam­
poco se halla en una campana neumática, sino dentn:Fde su propia
cultura histórica ..
558
Fundaci\363n Speiro

GAL VÁO DE SOUS.A. Y LA HISTORICIDAD DEL DERECHO
4. José Pedro Galvao de Sousa lo ve muy claro según ex­
plica en la introducción de su libro:
-De una parte, «a história nao deve ser considerada simples­
mente uro retros
pecto do passadd, uro museu

de antigüidades».
-Pero, tampoco «nao cabe no entanto, concluir que _seja
ja história urna espécie de éntidade metafísica, segundo a consi­
deran
aqufiles que . dela fazem uma forca misteriosa a impelir de
modo fatal a
evolu,ao da humanidade. Tal con~o, delineada
no século passado por pensadores
como. Marx, Comte e os evo­
lucionistas, é a do progressismo de nossos dias, ensillando que a
suprema sabedoria consiste ero deixar-se _levar passivamente pelo
"movimiento da história"».
-Lo que sí es, «é propia vida, é a. tradi~ que vai passan­
do de
gera,iío em gera,ao, de tal maneira que se nós somos o
que somos
é em virtude da heranl,a histórica que recebemos».
Por eso, proyectando esa perspectiva al derecho comienza
centrando
su obra:
«Elemento condicionador da
vida do homem ero sociedade, o
direito está
por isso mesmo profundamente vinculado a exíst&icia
humana e, portanto, a hist6ria. Pois o ho:riJ.em, nas suas rela~es
sociais e mesmo na sua formac;ao individual, nao pode deixar de
receber o influxo do meio ambiente e das
tradic;oes de que é her,
deiro. E sendo assim, a organiza,ao jurídica dos povos apresenta
naturalmente uroa nota de historicidade, tomando-se compreen­
sfvel ero func;ao das condic;oes gerais de cada época en dos demais
elementos que contribuem para a
g&,ese e d desenvolvimento
das instituí.ces sociais». ·
Ahora bien: «Sendo elaboradas pela mente do legislador, as
normas jurídicas correspondem a uma racionalizac;ao da vida em
sociedade, que
pode afastar-se do processo histórico e obedecer
a principios eivados de abstracionismo. Quando tal acontece

uroa ruptura entre o direito e a . história, tomando-se precária a
vig&,cia das leis e surgindo, segundo expressao consagrada na
Franc;a, a oposic;iío entre o país real (pays réel) e o país legal (pays
légol).
559
Fundaci\363n Speiro

JUAN BMS, VALLET DE GOYTISOLO
«Isto com~ou a dar-se. especialmente depois da Revolu,ao
de 1789, quando o direito ideológico entrou a prevalecer sobre
o direito histórico».
«Para istd -añade dos párrafos después-- contribuiram tam­
bérn as con~es racionalistas do direito natural, difundidas já
no século
XVII e que haveriam de provocar máis tarde a rea,ao
·
da escola histórica e do positivismo jurídico».
Sin embargo: «E bem de ver
que afirmar a historicidade do
direito
níío significa assumir urna posi,íío de conservadorismo es­
tático, nem tampouco negar que o direito deva ser um elemento
propulsor da dinamica
· social· e dd progresso. Pelo contrário, o
verdadeiro progresso
só pode dar-se mediante o aperfei\;Oaffiento
humano e social, que urna ruptura com o passado impossibilitaria,
pois nos privarla das
contribui~es legadas pelo esfórco das ge­
ta,óes que nos precederam, ao qua! devemos sornar o nosso, na
marcha da civiliza\;iio».
Tampoco
--como hemos visto--admite un ineluctable «mo­
vimiento de la historia», que rechaza con estas rotundas palabras:
«O autor da presente monografía rejeita liminarmente ~sse his­
toricismo
radical, e procura esclarecer o verdadeiro significado
da historicidade do direito na forina,ao e no desenvolvimento
das sdciedades políticas, em
oposi,íío ao abstracionismo jurídico,
fruto do subjetivismo do pensamiento moderno e da
preval~cia
das modas ideológicas sobre o senso histórico».
Y, por ello, tanto rechaza el naturalismo irracional comd el
racionalismo jurídico que actúa «deduzindo more geometrico de
prindpios abstratos a norma legal, lembra as formas extravagantes
da arte moderna
desváiradamente subjetivistit, a culminarem na
arte
absttata de nos sos días». · ·
5. Esto le conduce a mosmr con ~idad, en el capítulo II,
que la concepción clásica del derecho tanto rechaza el · abstractis­
mo del iusnaturalismo racionalista como el relativismo .de un his­
toricismo·· positivista.
«O fato de reconhecermos no direito algo de concreto, que
se realiza na vida
dos povos dentro das condi,óes que !hes sao
560
Fundaci\363n Speiro

GALVAO DE SOUSA Y LA HISTORICIDAD DEL DERECHO
peculiares, niio acarreta de maneira nenhuma a nega.ao de valo­
res absolutos pressupostos pela eitdem jurídica positiva. Assim, a
idfila de direito natural muito longe de se opor il. da form~o
histórica do direito, a nao ser em certas modalidades que assumiu
sob a influ~cia do racionalismd posterior a Grócio. As críticas
feitas
ao direito natural pelos adeptos do positivismo jurídico pro­
cederam de um grande equivoco, sobre o qua! nao é preciso insis­
tir, pois este tem sidd suficientemente desfeito por numerosos
autores.
»Mérito indiscutivel da escola ,histórica, no século XIX, foi
chamar a
atenc;iio dos juristas para a fo~ organica da socie­
dade e do direito, em oposic;íio ao jusnaturalismo racionalista e
as con~es individualistas. oriundas da «filosofía das luzes» do
século XVIII. Mas da! a negar a existencia de principios univer­
sais, que constituem o fundamento do direito positivo, vai um
passo multo grande.
»Afirmar a historicidade do direito
niio é, pois, necesil.riamen­
te, sustentar o historicismo relativista, que caracterizou em parte
a
reac;íio levada a efeitd, na centúria passada, contra o apriorismo
ou abstracionismo anti-hist6rico do pensamento iluminista».
La
razón abstracta y la voluntad aislada de la naturaleza son
el contrapunto de una raz6n y una voluntad determinadas y mo­
vidas por. la historia. Dos concepciones, la determinista, de una
parte,
y la voluntarista o racionalista, de otra, igualmente parcia­
les y, por ello, basilarmente erróneas.
En esta segunda postura, pues se llegó al abstractismo jurí­
dico por dos vías:
-
La de la Escuela del derecho natural y de gentes iniciada
por Grocio.
Como explica en el capítulo III, Galviio de Sousa:
«Sens adeptos davam ao
direitd natural um sentido. anti-hist6rico,
que nao tivera entre os gregos, muito menos entre os romanos,
nem tao pouco na escolástica medieval, cuja tradic;ao, perdida
para além dos Pirineus, se conservava por
mais tempd na Espanha
e
em Portugal».
-Las ideas del Iluminismo que -según palabras de Miche-
561
Fundaci\363n Speiro

JUAlY BMS. VALLET DE GOYTISOLO
Jet-«fundó la libertad en la emancipación del espíritu, antes
ligado a
la carne», produciendo una disgregación, dice Galvao
de Sousa: «o homen desvinculado da soci~ade, a legisla~ao
desligada do direito histórico. Tudo isto como resultado daquele
duplo conflito, entre o abstrato e o concreto e entre o espirito
e a vida».
«Iusnaturalismo racionalista e «filosofía das luzes»
-conclu­
ye páginas después-'-conjugaram-se para imprimir as especula­
téíes filosóficas sobre o direito urna nova dir~ao, que se refletiu
no dominio
da elabora~ legislativa. A essas duas correntes de
pensamento
cumpre acrescentar o liberalismo economico, desde as
suas primeiras tn.anifesta96es coro os fisiocratas até a sua formu­
la~íío por Adam Smith num sentido mais acentuadamente indi­
vidualista».
6. Pero la escisión entre espíritu y carne
--de la que debe
señalarse
como antecedente la escisión cartesiana entre res cogi­
tans y res extensa-no se limitó a producir la pretensión de go­
bernar el mundo por leyes abstractas, sino que repercutió en las
reacciones
contrarias que, por efectos de la ley del péndulo, no
encontraron el equilibrio que necesitaba restaurarse.
«Desse decidio maniqueista entre o espirito e

a vida, latente
no pensamento racionalista moderno, resultou a antinomia da
Ra­
zao Pura e da Razíío Prática em Kant, dualismo donde procedem
as escolas filosóficas de Marburgo e de Baden, das quais por sua
vez provém sistemas de filosofía do diteito bem característicos,
quais sejam, o normativismo de Kelsen e o culturalismd
de Rad­
bruch respectivamente».
Y advierte
el mismo conflicto en la oposición del romanticis­
mo al pensamiento iluminista, que provoca direcciones opuestas
en el romanticismo alemán y
en el francés.
«Os
romíínticos alemíies exaltavan os valores vitais e procu­
ravam o concreto, repelindo
os abstracionismos desencarnados da
experi~ncía humana. Assim deve entender-se a escola histórica do
direito, de que fo¡ precursor Adam Müller, um dos majores ro­
mán ricos».
562
Fundaci\363n Speiro

GALVÁO DE SOUS.A Y LA HIS'IORICIDAD DEL DERECHO
Por el contrario, Jean Jacques Rousseau ,-----si bien, por una
parte-, sigue el racionalismo iluminista de su época, tal como
reproduce el autor de un texto explicativo
de Mignel Reale: «o
aptiorismo de Rousseau, a abstra,iío dos dados histórkos, e a sua
preferencia por argumentos conjecturais baseados em elementos
intuitivamente
alc~dos, tudo é apenas o .caso particular e, digo
mesmo
exponencial de urna atitude generalizada do espirito na
Fran,a do século
XVIII, o que o leva, metodológicamente, a fa­
zer "tabula rasa" da histórica, transformando a velha idéia do
"contrato social" em
urna hipótese explicativa da ordem huma­
na, análoga
as concebidas pelos físicos para a explica,iío da ordem
cósmica», por otra parte, como advierte
Galviío de Sonsa: «No
sonhador genebrino tem-se apontado
O pai do romantismo. Há
na sua obra tra,os que ficaríío caracterizando o movimiento ro­
mántico: o lirismo, a exalta,iío do individuo, a presen,a atuante
da sensibilidade. Nada, porém,. de mais aposto ao pensamento dos
románticos
alemiíes, preocupados com os fundamentos históricos
e tradicionais da sociedade, do que a abstracionismo rousseaunia­
no e a
racionaliza,ao da vida política delineada no Contrat social».
Ese es el romanticismo político al que se refirió otro amigo co­
mún ~ue no puede dejar de citar aquí-Eugenio Vegas La­
tapie, en su libro Romanticismo y democracia. (Santander, Cultu­
ra Española, 1938). Aunque la vuelta a
fo natural fuera la idea
dominante, en Rousseau,
no se le escapa a Galvao de Sousa este
dato esencial:
«A natureza que tem em vista, porém, nao é do
homem histórico e sim a do homem abstrato».
7. Las ideas políticas han influido también en la concepción
moderna del derecho. Aquellas gnste o no, vienen en buena
¡,arte
predeterminadas por la nueva significación de dos palabras que
han venido a
denontlnar dos conceptos, desconocidos anterior­
mente en la concepción política
· de la Cristiandad medieval; el
Estado
y la soberanía.
Respecto del primero escribe en el capítulo VI
Galviío de
Sousa, «Foi no seculo XVI --exatamente quando os Estados
mddemos come,aram a se constituir na Europa sobre as ruinas
563
Fundaci\363n Speiro

JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
do feudalismo-que pela primeira vez. se empregou a palavra
«Estado» para
significar .uma sociedade i!idependente políticamen­
te organizada. Encontramq.-la coro este sentido naquela célebre
obra de Maquiavel enaltecedora do
prilicipio da razao de Estado».
Este nuevo concepto de Estado, que conlleva el de «razón de
Estado». tom concepto
~e soberanía, ~ del· cual -a continuaci6n de las
últimas frases acabadas de transcribir-sigue diciendo el profe­
sor de Sao Paulo: «E no mesmo século em que o secretário da
chamcelaria florentina
escreveu O Príncipe, o jurista angevino
Jean Bodin compunba outra obra destinada igualmente
atomar-se
clásica na hist6ria do pensamento político, Os Seis Livros da
República, dando ai o devido realce 1i no~ao fundamental em
tomo da qua! veio a corporificar-se modernamente a teoria do
Estado: o conceito
de soberanía».
La Cristiandad medieval no concebía el poder de los reyes,
si!io limitado por arriba -por la ley de Dios contenida en la
Revelaci6n e ínsita en
el derecho natural-y por abajo, en la
esfera
de la competencia de los poderes i!itermedios--feudales,
n:.unicipales, corporativos, familiares--en cuyo ámbito la
souve­
rainité
bocliniana se contrapuso a las franchises tradicionales. Pre­
cisamente Elías de Tejada -en el apéndice 4, de su libro El
Franco Condado Hispánico-ha recordado que el aragonés Gas­
par de Añastro Isunza, al vettir al castellano Las Repúblicas de
Bodino, «catholicamente enmendadas»
-según precisa en su títu­
lo-entre sus correcciones sustituy6 la palabra soberanía por
suprema auctoritas «dado que la soberanía es un poder ilimitado
por encima de los cuerpos sociales, mientras la
suprema auctoritas
implica que cada cuerpo político, i!icluidas las potestades del mo­
narca está encerrado centro de unos límites».
Ese concepto de soberanía apareció en
Bodino como un re­
fuerzo del poder del monarca absoluto. Pero absolutismo político
y totalitarismo no siempre
coi!iciden. Este último tiene su · raíz
en la
supremacía absoluta de la ley positiva. El mismo Galvao de
Sousa, en otro libro importante O
totalitarismo nas origens da
moderna teoría do. Estado. Um estudo sobre «O defensor Pacis»
564
Fundaci\363n Speiro

GALVÁO DE SOUSA Y LA HISTORICIDAD DEL DERECHO
de Marsilio de Pádua (Sao Paulo, IMgrafía Saraiva, 1972), ha
visto en
él, el gran teórico del absolutismo en la Baja edad media;
aunque apoyado en
la voluntad del pueblo, con su inmanentismo
dejó paso a
la absoluta supremacía de la ley positiva, al conside­
rarla no limitada por la ley natural · ni por la revelada, negando
la autoridad espiritual del Papa y subordinando el sacerdocio al
poder civil.
Lo cierto es, como dice nuestro autor y volvemos al libro que
principalmente comentamos:
«Na Fran,a, onde com Luis XIV
a monarquía absoluta alcan~ra o seu maior esplendor, na Fran,a
de Bodin que foi também a segunda pátria de Rousseau, o «poder
absoluto e perpetuo», com a
Revolu,ao, passou a ser exercido
pela vontade geral e, sendo esta soberana, tomou-se a detentora
exclusiva do poder legislativo. Abriram-se assim
as portas para
o absolutismo de Estado num
grau nao atingido sob a realeza ab­
soluta».
Este grado, no alcanzado por
la monarquía absoluta, se funda
-como ha. notado Georges Ripert, en Le déclin du droit-, en
que,
al considerar -según la tesis de Rousseau-la ley como
expresión de la
volonté générale «no puede ser sino justa y razo­
nable». Esta pretendida «transferencia de la soberanía» -sigue
Ripert-«esconde una creación; Jamás el rey de Francia tuvo el
poder legislativo, o por lo menos un poder comparable al
del par­
lamento moderno» . . . «Basta notar que no osaba tocar el derecho
civil».
«Rousseau
-hace notar el profesor francés-no ha dicho:
las leyes, dice la ley, y para él la ley es soberana, pues es expre­
sión de voluntad general. Bajo
la Revolución todos los poderes
caen, los del rey, de
la Iglesia, de las comunidades provinciales,
de los parlamentos [ verdaderos Tribunales territoriales encarga­
dos de la salvaguarda de las leyes],
de las corporaciones. Ya no
hay sino una sola autoridad:
la asamblea encargada de legislar.
Ella detenta
el poder legislativo en toda su potencia».
En todo caso -como ha visto claro el profesor paulista-«a
soberanía dilui-se no povo, transformado por sua vez numa poeira
de individuos, em lugar da comunidade nacional orgánica,
com
565
Fundaci\363n Speiro

JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
suas hierarquías, suas diviséíes natur~, seus. grupos hist6ricos.O
que quer
dizer que cada um d8sses individuos é um ser ireal, o
cidadao abs.trato e desencarnado, átomo sólto, fora das comunida­
des nas quais concretamente um homem vive, pensa, trabalha,
tem seus
interesses a está ligado ao seus pr6ximos por la9>s afe­
tivos».
Y así -como concluye Galvao de Sousa-«A wúdade da
soberanía, afirmada por Bodin e levada pela
Revolu~iio de 1789
-na linha do pensamento rousseauniano-a uma espécie de to­
talitarismo da
sobe:rania, excluidas as soberanías sociais».
8. Es curioso observar que el mundo contemporáneo está
regido por unas simplificaciones que contradicen los principios de
quienes
se dicen sus fundadores. Así ocurre con la estructuraci6n
de la democracia y con
la denominada divisi6n de poderes.
De ambas paradojas me he ocupado recientemente.
Rousseau no admitía la representaci6n parlamentaria ni lo que
hoy denominamos partidos políticos como he
exPm,sto en mi ar­
tículo ¿Existen hoy democracias según los criterios clásicos? {Ra­
zón Española, 25, septiembre-octubre 1987, págs. 151-160).
«La soberanía
-leemos en Du contrat socia/,, III, XV-no
puede ser representada
por la misma razón de que no puede ser
alienada»;
«la voluntad· general no se representa para nada; es
la misma o es otrai ¡ no existe término medio. Los diputados del
pueblo no son ni pueden ser sus representantes, no son sino sus
comisarios ; nada pueden concluir definitivamente» . . . «El pueblo
inglés piensa ser libre, y
se equivoca mucho; 110 lo es sino durante
la elección de los miembros del
parlamento: tan pronto son
elegidos,
es esclavo, no es nada».
Y en cuanto a las «asociaciones parciales»
--que hoy dend­
minamos partidos políticos,.-sentencia (II, III): «cuando se ha­
cen pandillas, asociaciones parciales a e,cpensas de la grande, la
voluntad de cada una de estas asociaciones llega a ser general
con relaci6n a sus miembros
y particular con relaci6n al Estado ;
entooces
ya no puede decirse que hay tantos votos como hom­
bres sino tantos como asociaciones»·_ . . . «cuando una de estas
566
Fundaci\363n Speiro

GALVAO DE SOUSA Y LA HISTORICIDAD DEL DERECHO
asociaciones es tao grande que predomina entre las demás, ya no
de por resultado la suma
de pequeñas diferencias, sino de una
diferencia única; y entonces
no existe ya voluntad general,. y el
dictamen que prevalece
es s6lo un dictamen particular».
Montesquieu
se dice que sostuvo la teoría de la separaci6n
de poderes; y,
sin embargo --<0mo he recordado en Montesquieu:
leyes, gobiernos y poderes,
Madrid, Civitas, 1986, cap. XI, 9 y
10, págs. 392 y
ss.-, no es así, tal como Charles Eisenmann
ha defendido reiterada y exhaustivamente. Hace un par de años,
recordaodo esta tesis, aún sin revatir y ni siquiera· objetada, el
profesor de la Universidad
de Reims, Michel Troper, ha resumi­
do que Montesquieu trat6 de crear un «equilibrio constitucional»
que, a la
vez, fuera un «equilbrio social» de modo tal que «cada
clase, estaodo representada en
el seno del poder legislativo, pue­
de impedir toda tentativa de perjudicar
sus intereses por medio
de reformas legislativas. El equilibrio intaogible de la constitución
se convierte así en el mismo equilibrio social». En cambio, no
puede responder a
la concepción de Montesquieu una teoría de
separación
de poderes en la que no sólo los miembros del ejecu­
tivo, sino también la mayor parte de
los del Consejo General
del Poder Judicial -inconcebible para el bordelés-- y los del
Tribunal Constitucional seao designados por la misma
mayoría
parlamentaria.
9. Pero,
lo cierto es que, en el terreno de la realidad -como
en la introducci6n dice Galvao de Sousa-: «A partir do sécu­
lo XVIII a influ&ncia do elemento ideol6gico foi crescendo na
política européia. A
Revoluc;ao fraoc&sa fazia-se em nome de abs­
tra~es, iniciaodo a era dos slogans. A liberdade revolucionária,
suprimindo as !iberdades concretas das comunidades locais e dos
grupos profissionais, preparava o terteno para a
massificac;ao da
sociedade e para a centralizac;ao estatal. A igualdade peraote a
lei, proclamada
com enfase; nao itnpedia a formac;ao do gtaode
capitalismo acentuaodo cada vez mais a diferenc;a de nivel de vida
entre
as classes sociais. E o principio-da' soberanía. do povo, ins­
crito no preámbulo das
constituic;óes, significava teoricamente a
567
Fundaci\363n Speiro

JUAN BMS. VALLET DB GOYTISOLO
transferéellcia do poder supremd do monarca para a coletividade
en quanto, de fato,
quera a passava a exercer eram pequeñas mi­
norías manipuladoras la opiniiío pública.
»Com tudo isso a política legislativa
nao podia deixar de ser
também alterada.
As constitwntes e os parlamentos tinham as
suas pdrtas e janelas abertas para os ventos ideológicos da época.
Dava-se grande crédito
ao poder traosformador das elis, sem le­
var devidamente em conta as tradi~éíes e os costumes. A pletora
da leí fazia lembrar o dito de Tácito;
corruptissima re publica
plurimae
leges. E o abstracionismo sobrepunha-se ad sentido da
historicidade do direito».
De ese modo -precisa al final .del capítulo II-; «Abriram-se
as portas para o mais desenfreado subjetivismo, agravado pela
inf.lu~cia das ideologías ddtninantes na política moderna e que
naturalmente
se tein feíto sentir também sóbre a política legis­
lativa»; y -sigue en el cap: III, 2-«por diante institui~es
prefabricadas pela raziío pura · eram impostas em nome do povo
por minorías.
dirigentes, segundo d padríío das legisla~es revo­
lucionárias de
Fran~a, como aconteceu nas Cortes de Cádiz, na
Constituinte de Lisboa e em assembléais congi!neres de uotros
países do velho e do Novo Mundo». En todo caso -como dice
en el
cap. I, 4: «O individualismo jurídico, proveniente da Re­
volu~o de sociedade em que se prescinde da experiencia históri­
ca, suscitando assim aquAfe antagonismo entre o direito e a vida».
1
O. Hemos visto como se potencian los efectos del raciona­
lismo
y del voluntarismo jurídicos, desligados de toda experiencia
histórica, al combinarse
con la soberanía legislativa de los parla­
mentos
y el totalitarismo estatal al que conjugadamente conducen.
Pero, además,
ya ambos conjugados, a su vez, potencian otra
confusión, la del derecho con la ley, como norma coercitiva crea­
da por el poder legislativo e impuesta por el Estado. Con ello,
según Kelsen, derecho y Estado
se identifican.
He recordado muchas veces que -como supo discernir cla­
ramente Santo Tomas de Aquino (S. Th. Il"-IIª", 57}--la ley
no
es el derecho mismo, sino cierta razón del derecho -«aliqua-
568
Fundaci\363n Speiro

GA.LVAO DE SOUSA. Y LA. HISTORICIDAD DEL DERECHO
lis ratio iuris»-, que éste necesita del mismo modo como las
reglas del arte son necesarias al-' artista, para guiarle en la reali­
zación de su obra. Pero éstas, no habían sido monopolizadas por
el poder político en Grecia, ni en Roma, ni en el
ius commune
-en el cual el derecho romano no se imponía ratione Imperii
sino imperium rationis-, como «razón escrita» o «buena razón».
Alfonso el
Sabio dictó las Partidas por razón de enseñamiento
no como mandatos. Existían, además, las
costumbres, con efec­
tos secundum, praeter y contra legem, la doctrina de los autores ...
Todo esto queda diluido, hasta borrarse, cuando el Estado,
en lugar de guardador
del derecho y garante de la justicia, se
convierte en su autor ; y, así, como el rey Midas cuanto tocaba
lo convertía en oro, el Estado moderno hace derecho cuanto
quiere, puesto que este se identifica con la ley y ésta solo dima·
na de su soberanía.
Galvao de Sousa -en el cap. IV, 6--lo explica con lucidez:
«Foi
vii a pretensiio de reduzir o direito a le escrita, e a leí a
urna cri~iio do poder legislativo do Estado, encontrando sua per­
feíciio nas constituicóes nos códigos elaborados com o ilusórid in­
tento de abranger, de un modo exaustivo,
toda a realidade.
»Ela resultou
de urna atitude mental abstracionista e de urna
falta de
visad histórica na consideracao do fenómeno jurídico».
Y prosigue
dos párrafos después:
«Absorvendo todo o direito e sendo a
expressíio da vontade
do Estado, a leí excluía conseqüentemente
as normas jurídicas
que
niio fossem emanacóes do poder estatal. Produto da razao
abstrata, traduzia-se nos preceitos coercitivamente impostos por
urna
decisiio de autoridade detentora da soberanía política, niio
admitindo esta a concorrencia de nenhurna autoridade social e de
qualquer ordenamento jurídico extra ou infravalente. O volun­
tarismo conduzia
logicamente ao positivismo jurídico, e €ste ao
absoluto estatismo. A tese da auto-sufici€ncia legislativa era ao
mesmo tempo urna afirmaciio do monopólio direito pelo Estado».
Si bien ¡claro está! «Tal miragem da ordem jurídica niio
podía deixar de ser rejeítada por sociólogos e por juristas dota­
dos de visiio histórico-sociológica. No confronto da sociedade com
569
Fundaci\363n Speiro

JUAN BMS, VALLET DE GOYTISOLO
o Estado, era-lhes dado observar numerosos grupos nao estatais
com capacidade normativa e disciplinar. Allás, salutates tendencias
do pensamento contemporiíneo indicam uma volta ao sentido da
historicidade do direito, ao mesmo tempo em que a sociedade,
por seus grupos naturais e históricos, reage contra a tiraoia
ab­
sorvente dos totalitarismo hodiernos».
Pero, para ello, es preciso un giro mental;
y, a este fin, José
Pedro
Galviío de Sousa ha puesto a contribución todo su saber
y su preclara inteligencia.
570
Fundaci\363n Speiro